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El Interes de Los Alumnos
El Interes de Los Alumnos
Michel Saint-Onge ∗
Para interesar a los alumnos en el estudio, no basta con captar su atención;
hay que lograr mantenerla. Por eso, un profesor no puede estar satisfecho sólo con
las técnicas de animación. Tiene qué planificar la enseñanza de forma que
establezca la relación de estudio entre la asignatura y el alumno. Aquí expongo
algunas pistas para conseguirlo.
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Saint-Onge, Michel (1997), “El interés de los alumnos” y “La organización significativa del contenido”,
en Yo explico, pero ellos... ¿aprenden?, Bilbao, Mensajero, pp. 27-32 y 32-36.
• Responder a las intervenciones de los alumnos con el fin de cuidar su
participación.
El profesor debe, pues, preocuparse por avivar la curiosidad utilizando algunas
técnicas e intentar que esa curiosidad se dirija al aprendizaje logrando la
participación del alumno en él.
La cantidad de contenido
No basta contar con la atención de los alumnos; además hay que conservarla,
hay que mantener su interés. Por muy curioso que pueda parecer, los
investigaciones han demostrado que hay que abarcar una abundante materia y
seguir el ritmo más rápido que los alumnos pueda soportar para conseguir sostener
su participación en el proceso de aprendizaje (Barr y Dreeben, 1983; Dunkin, 1978).
Por lo tanto, con un contenido escaso se puede aburrir a los alumnos y hacer que
decaiga su interés. Los alumnos deben ser conscientes de que hay nuevos
conocimientos que aprender y que hay que prestarles atención. Un ritmo demasiado
lento o con una información muy pobre, da a entender que no hay nada que
aprender, que no merece la pena tomarse en serio el estudio, prestar atención o
motivarse en su proceso de pensamiento. Todo parece que se consigue por su
propio peso.
El estilo de enseñanza
La entrega del alumno al estudio depende ciertamente de las actividades que
le son propuestas; pero también del tipo de ayuda que necesita para realizarlas.
David Hunt (1971) nos recuerda, en su modelo de acoplamiento, que tendemos a
elegir nuestro estilo de enseñanza pensando más en nuestras aptitudes personales
que en las necesidades de los alumnos. Ahora bien, los alumnos pueden necesitar
un marco diferente del que espontáneamente estaríamos dispuestos a ofrecer por el
estilo de enseñanza que más nos conviene. Por eso, para mantener a los alumnos
dedicados a las tareas de aprendizaje, nos vemos obligados a cambiar nuestro estilo
al ritmo del avance de los alumnos.
Una enseñanza organizada a base de trabajos cortos controlados por el
profesor o planificada en forma de consignas generales para rendimientos
prolongados no brinda en ambos casos el mismo grado de apoyo al proceso de
aprendizaje. Un estilo de enseñanza minuciosamente planificado o un estilo por
objetivos cuya responsabilidad recaiga en los alumnos, no son en sí mismos garantía
de eficacia. Todo depende de los alumnos a los que van destinados. No existe un
único modelo de buena enseñanza: existen combinaciones más o menos favorables
al aprendizaje que, en última instancia, no son ni buenas ni malas. Una enseñanza
eficaz para un nivel y con determinados alumnos no lo será en diferentes
circunstancias. Por eso, el profesional de la enseñanza sabe acomodarla. y para
conseguirlo debe:
• Especificar los aprendizajes que se espera alcanzar
• Conocer las características de sus alumno
• Descubrir el ambiente propicio
• Crear actividades para aprender
• Ir cambiando las condiciones del aprendizaje con el tiempo y con el cambio de
las características de los alumnos.
• Nada hay estático en una relación, y la misma relación pedagógica no puede
fijarse en un estilo inmutable.
Por muy atrayentes que puedan ser las actividades que proponga el profesor
para aprender, es necesario que los alumnos consideren de interés su contenido
para que quieran aprenderlo. Por eso, el profesor que los alumnos se entreguen en
estudio debe planificar el contenido de su curso de forma que le vean sentido.