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¿QUÉ ES EL MINDFULNESS?
Luis Aparicio Sanz
Licenciado en Psicología
Colaborador Docente en el Centre de Psicología Clínica i Formativa (Valencia-España)
Publicado el 07-03-2009 en:
http://medicablogs.diariomedico.com/reflepsiones/2009/03/07/¿que-es-el-mindfulness/
Aunque estas definiciones puede parecer que nos enseñan qué es el mindfulness,
sólo nos permiten hacernos una vaga idea teórica puesto que la práctica es la clave
para comprenderlo, para poder ser consciente del momento presente, de la propia
experiencia y sentir un estado de calma no reactiva, es preciso dedicarle tiempo,
energía, determinación, firmeza y disciplina. Al practicarlo se aprende a centrar
nuestra atención donde queramos, evitando que sensaciones, preocupaciones,
pensamientos, etc., nos aparten del presente. Cualquiera que haya practicado algún
tipo de meditación, yoga, tai chi, etc., conoce esas sensaciones y lo que le costó llegar
a sentirlas, llegar a centrarse sólo en el presente.
Practicar mindfulness nos permitirá, entre otras cosas, llegar a aceptar las cosas como
son, algo esencial en algunas terapias de tercera generación, como la Terapia de
Aceptación y Compromiso. No obstante, Kabat-Zinn (2007) nos aclara que “la
aceptación no tiene nada que ver con la resignación. La aceptación de las cosas tal
como son, muy al contrario, requiere una fortaleza y una motivación extraordinarias -
especialmente en el caso de que no nos gusten- y una disposición a trabajar sabia y
eficazmente como mejor podamos con las circunstancias en las que nos encontremos
y con los recursos, tanto internos como externos, de que dispongamos para mitigar,
curar, reorientar y cambiar las cosas que podamos cambiar”.
Hipertensión.
Cefaleas.
Fatiga crónica.
Problemas de la piel.
Alteraciones del sueño.
Físicos:
Aprender a respirar mejor.
Aprender a relajar cuerpo y mente.
Aumentar la flexibilidad corporal.
Regular la presión arterial.
Influir en el sistema inmunitario: atenuación de la secreción de la
hormona cortisol (efecto inmunodepresor) como respuesta al estrés.
Mejorar la calidad del sueño.
Mejorar los hábitos alimentarios.
Recargar energías del propio cuerpo.
Reducir el malestar psicológico (ansiedad, depresión, hostilidad,
somatización).
Globales:
Desarrollar una actitud de responsabilidad en el cuidado de la propia
salud.
Ver el dolor de otra manera.
Disminuir las visitas médicas no programadas.
Disminuir el abuso de medicación.
Ayudar a marcarse metas más realistas.
No sumar más sufrimiento añadiéndole rabia u otras emociones al
malestar.
Aceptar la realidad tal y como es.
Centrar la atención en otras cosas que también están sucediendo
mientras tanto.
Fortalecerse ante la adversidad.
Ser más sabio.
Desarrollar la espiritualidad.
Actualmente los trastornos psicológicos donde puede aplicarse las terapias que
incorporan el mindfulness son los siguientes:
Trastornos de ansiedad.
Trastornos del estado de ánimo.
Trastorno límite de personalidad.
Si bien hay que tener en cuenta que “la meditación no debe ser considerada como un
tratamiento psicológico o psicoterapia en sí” (Vallejo, 2007), aunque sí puede formar
parte de un tratamiento psicológico contribuyendo a mejorar su efectividad. Por
ejemplo, según Vallejo (2007), el mindfulness es reconocido como un componente
relevante de las tres terapias de tercera generación siguientes: la terapia de
aceptación y compromiso, la terapia de conducta dialéctica y la terapia cognitiva
basada en el mindfulness para el tratamiento de la depresión. Una evidencia a favor
de esto es un estudio de Ostafin y cols. (2006), en el que se examinaron los efectos de
la meditación minfulness sobre los síntomas psicológicos de 53 participantes y se
verificó que la reducción del estrés informada no dependía de la
meditación mindfulness practicada.
En una entrevista que Berdullas (2007) realizó a la Dra. Mónica Rodríguez Zafra, se
pone de manifiesto que todas las técnicas, escuelas, sistemas filosóficos, etc. que
utilizan la meditación como herramienta “tienen en común el aprendizaje, el
entrenamiento y el control de los procesos atencionales con el objetivo de mejorar la
salud, el bienestar mental, emocional y espiritual de la persona y sus capacidades, en
general”.
Según la Dra. Mónica Rodríguez, “aunque hay áreas en las que los resultados de las
investigaciones son contradictorios, tomados en su conjunto puede decirse que hay un
patrón psicobiológico que acompaña al estado de meditación que se caracteriza,
desde el punto de vista fenomenológico, como un estado de alerta relajada y, desde el
punto de vista biológico, por una disminución en la actividad del sistema nervioso
periférico (común a las técnicas de autocontrol, como la relajación), una actividad
sostenida del sistema nervioso central (específica de la meditación), el mantenimiento
Sobre este tema, Mario Araña, en la lista de distribución electrónica “Salud Mental
(SALMENT)”, alojada en la Red Iris, comentaba un reciente artículo de Luders y cols.
(2009), resumiéndolo como sigue:
Resultados:
Por lo tanto, variaciones en estas regiones podrían explicar las singulares habilidades
y hábitos para cultivar emociones positivas, mantener la estabilidad emocional, y
participar en el comportamiento consciente, que muestran los meditadores. Además,
sugieren que estas alteraciones regionales en las estructuras cerebrales constituyen
parte de las correlaciones neurológicas, siendo, independientes del estilo y practica
concreta de cada tipo de meditación. Futuros análisis longitudinales son necesarios
para establecer la presencia y la dirección de una relación de causalidad entre la
práctica de meditación y la anatomía del cerebro.”
Podemos concluir, citando a Prieto (2007), “que suele haber un antes y un después
entre aquellos psicólogos y psicólogas que se sientan a meditar y descubren o
rechazan unas órbitas sorprendentes en la psique humana”, aunque eso mismo puede
generalizarse a cualquier persona que se decida a practicar la meditación, en
cualquiera de sus vertientes, siempre que dicha práctica se realice correctamente y
con constancia, no puede pretenderse sufrir ese cambio en una sola sesión de
meditación, sobre todo teniendo en cuenta que los cambios, según hemos podido ver,
no son sólo emocionales y cognitivos, sino también en las estructuras cerebrales.
Referencias bibliográficas:
Berdullas, S. (2007). Una mirada sobre la meditación y la psicología. Infocop, 33. (Ver
artículo)
Lunders, E., Toga, A.W., Lepore, N. & Gaser, C. (2009). The underlying anatomical
correlates of long-term meditation: Larger hippocampal and frontal volumes of gray
matter.NeuroImage, 45, 672-678. (Ver abstract)
Ostafin, B.D., Chawla, N., Bowen, S., Dillworth, T.M., Witkiewitz, K. y Marlatt, G.A.
(2006). Intensive mindfulness training and the reduction of psychological distress: a
preliminary study. Cognitive and Behavioral Practice, 13, 191-197. (Ver abstract)
Vallejo, M.A. (2006). Mindfulness. Papeles del Psicólogo, 27. (Ver artículo)
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Fotografía: Flickr