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CAPÍTULO II

DE LA ADSCRIPCIÓN
O INCARDINACIÓN
DE LOS CLÉRIGOS
(CÁNONES 265-272)
• 265 Es necesario que todo clérigo esté incardinado en una Iglesia particular o en una
prelatura personal, o en un instituto de vida consagrada o en una sociedad que goce de
esta facultad, o también en una asociación pública clerical que haya obtenido de la Sede
Apostólica tal facultad, de modo que de ninguna manera se admitan los clérigos acéfalos o
vagos.
• 266 § 1. Por la recepción del diaconado, uno se hace clérigo y queda incardinado en
una Iglesia particular o en una prelatura personal para cuyo servicio fue promovido.
• § 2. El miembro profeso con votos perpetuos en un instituto religioso o incorporado
definitivamente a una sociedad clerical de vida apostólica, al recibir el diaconado queda
incardinado como clérigo en ese instituto o sociedad, a no ser que, por lo que se refiere a
las sociedades, las constituciones digan otra cosa.
• §3. Por la recepción del diaconado, el miembro de un instituto secular se incardina en la
Iglesia particular para cuyo servicio ha sido promovido, a no ser que, por concesión de la
Sede Apostólica, se incardine en el mismo instituto.
• 267 § 1. Para que un clérigo ya incardinado se incardine válidamente en otra Iglesia
particular, debe obtener de su Obispo diocesano letras de excardinación por él suscritas,
e igualmente las letras de incardinación suscritas por el Obispo diocesano de la Iglesia
particular en la que desea incardinarse.
• § 2. La excardinación concedida de este modo no produce efecto si no se ha
conseguido la incardinación en otra Iglesia particular.
• 268 § 1. El clérigo que se haya trasladado legítimamente de la propia a otra Iglesia
particular, queda incardinado a ésta en virtud del mismo derecho después de haber
transcurrido un quinquenio si manifiesta por escrito ese deseo tanto al Obispo diocesano
de la Iglesia que lo acogió como a su propio Obispo diocesano, y ninguno de los dos le ha
comunicado por escrito su negativa, dentro del plazo de cuatro meses a partir del
momento en que recibieron la petición.
• § 2. El clérigo que se incardina a un instituto o sociedad conforme a la norma del c.
266 § 2, queda excardinado de su propia Iglesia particular, por la admisión perpetua o
definitiva en el instituto de vida consagrada o en la sociedad de vida apostólica
• 269 El Obispo diocesano no debe proceder a la incardinación de un clérigo a no ser que:
• 1 lo requiera la necesidad o utilidad de su Iglesia particular, y queden a salvo las
prescripciones del derecho que se refieren a la honesta sustentación de los clérigos;
• 2 le conste por documento legítimo que ha sido concedida la excardinación y haya
obtenido además, si es necesario bajo secreto, los informes convenientes del Obispo
diocesano que concede la excardinación, acerca de la vida, conducta y estudios del clérigo
del que se trate;
• 3 el clérigo haya declarado por escrito al mismo Obispo diocesano que desea quedar
adscrito al servicio de la nueva Iglesia particular, conforme a derecho.
• 270 Sólo puede concederse lícitamente la excardinación con justas causas, tales como la
utilidad de la Iglesia o el bien del mismo clérigo; y no puede denegarse a no ser que
concurran causas graves, pero en este caso, el clérigo que se considere perjudicado y
hubiera encontrado un Obispo dispuesto a recibirle, puede recurrir contra la decisión.
• 271 § 1. Fuera del caso de verdadera necesidad de la propia Iglesia particular, el Obispo
diocesano no ha de denegar la licencia de traslado a otro lugar a los clérigos que él sepa están
dispuestos y considere idóneos para acudir a regiones que sufren grave escasez de clero para
desempeñar en ellas el ministerio sagrado; pero provea para que, mediante acuerdo escrito con el
Obispo diocesano del lugar a donde irán, se determinen los derechos y deberes de esos clérigos.
• § 2. El Obispo diocesano puede conceder a sus clérigos licencia para trasladarse a otra Iglesia
particular por un tiempo determinado, que puede renovarse sucesivamente, de manera, sin
embargo, que esos clérigos sigan incardinados en la propia Iglesia particular y, al regresar, tengan
todos los derechos que les corresponderían si se hubieran dedicado en ella al ministerio sagrado.
• § 3. El clérigo que pasa legítimamente a otra Iglesia particular quedando incardinado a su propia
Iglesia, puede ser llamado con justa causa por su propio Obispo diocesano, con tal de que se
observen los acuerdos convenidos con el otro Obispo y la equidad natural; igualmente, y
cumpliendo las mismas condiciones, el Obispo diocesano de la otra Iglesia particular puede denegar
con justa causa a ese clérigo la licencia de seguir permaneciendo en su propio territorio.
• 272 El Administrador diocesano no puede conceder la excardinación o incardinación, ni tampoco la
licencia para trasladarse a otra Iglesia particular, a no ser que haya pasado un año desde que quedó
vacante la sede episcopal, y con el consentimiento del colegio de consultores.

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