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cuando, no conociendo a la persona, puede juzgarse prudentemente que nada le impide celebrar
(cc. 561; 903).
evitando el escándalo
En todo caso, la concesión o la denegación de la licencia es una aplicación de la ley al caso singular
que no puede tener su origen en la arbitrariedad del ejercicio de la potestad ejecutiva eclesial.
Quien solicita a la autoridad eclesiástica una licencia, un permiso o una autorización pide la
posibilidad de ejercer un derecho o facultad que ya posee.
El rescripto, en cuanto acto administrativo singular, está sometido a las normas de los c. 5744,
sobre el llamado silencio administrativo en el derecho eclesial, y de los cánones 1732-1739, sobre
el recurso contra los decretos administrativos, en los que se excluyen los dados por el Romano
Pontífice y el Concilio Ecuménico45.
La denegación de la licencia, a nuestro parecer, aun siendo legítima, en algunos casos singulares
entraña una limitación del ejercicio de los derechos que ya posee aquel que, a tenor de derecho,
necesita la licencia para actuar lícita o lícita y válidamente. En esta situación no carece de
fundamento jurídico la posibilidad de presentar un recurso
c. 561, licencia (licentia) del rector o de otro superior legítimo dada para celebrar la eucaristía,
administrar sacramentos o realizar otras funciones sagradas en la iglesia, esta licencia (licentia)
danda aut denegando ad normam iuris;
Canon 967 § 1: Además del Romano Pontífice, los Cardenales tienen ipso iure la
facultad de oír confesiones de los fieles en todo el mundo; y asimismo los Obispos,
que la ejercitan también lícitamente en cualquier sitio, a no ser que el Obispo
diocesano se oponga en un caso concreto.
§2: Quienes tienen facultad habitual de oír confesiones, tanto por razón del oficio
como por concesión del Ordinario del lugar de incardinación o del lugar en que
tienen su domicilio, pueden ejercer la misma facultad en cualquier parte, a no ser
que el Ordinario de algún lugar se oponga en un caso concreto, quedando en pie lo
que prescribe el can. 974, §§ 2 y 3.
Canon 974 § 2: Si la facultad de oír confesiones es revocada por el Ordinario
del lugar que la concedió, del que trata el can. 967, § 2, el presbítero queda
privado de la misma en todas partes; si es revocada por otro Ordinario del
lugar, queda privado de ella sólo en el territorio del que la revoca.
§ 3: Todo Ordinario del lugar que revoca a un presbítero la facultad de oír
confesiones debe comunicarlo al Ordinario propio del presbítero por razón
de la incardinación o, si se trata de un miembro de un instituto religioso, a su
Superior competente.