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En el CIC del 17 esta materia quedaba incluida en la part. IV del Lib. III «De magisterio ecclesiastico»
Ahora bien, en la nueva codificación, la formación se presenta como un derecho
y deber de la Iglesia (c.232), reconocido también en las legislaciones civiles. El
contenido del derecho de la Iglesia a formar a sus propios ministros hace referencia a
todo lo que afecta de modo específico al correspondiente ministerio; es decir, las
diversas dimensiones de la formación (humana, espiritual, intelectual y pastoral), los
ambientes formativos y los sujetos responsables de la formación2.
Evidentemente esta formación de los clérigos no es un hecho puntual, sino que
tiene su dinamismo empezando desde el cuidado que se debe tener con la pastoral
vocacional, como germen. Según la Pastores Dabo Vobis nº 41, la vocación sacerdotal
es también un don para toda la Iglesia, un bien para su vida y para su misión. Por tanto,
la Iglesia está llamada a custodiar este don, a valorarlo y a amarlo: es responsable del
nacimiento y de la maduración de las vocaciones sacerdotales (cf. c. 233 §1).
El sacerdote tiene derecho de recibir la formación integral para el buen
desarrollo de su ministerio, por eso la Iglesia ha creado la institución del seminario,
tanto Menor3 como Mayor4, para que los jóvenes candidatos reciban la conveniente
formación espiritual como la que es adecuada para el cumplimiento de los deberes
propios del sacerdocio, de acuerdo a lo indicado en el c.235 §1.
Los ámbitos de formación que se deben tener en cuenta en el seminario son los
siguientes:
Formación espiritual (cc.244-246 y 247 §1 / OT 8.11; PO 3.8.9 /RFIS 44-58)
Formación para la vida común (cc. 245 §1. 275 §1, 280)
Formación al celibato (c. 247 / OT 10)
Formación a la obediencia (c. 245 §2. 273)
Formación para el espíritu de pobreza (c. 282)
Formación misional (c. 257)
Formación intelectual y doctrinal (cc. 248-254 / OT 13-18; AG 1-6; GS 58.62).
Aquí hay que tomar en cuenta la atención especial que se hace con referencia a
los estudios filosóficos y teológicos. En cuanto a la filosofía hay que dedicarle
por lo menos un bienio y cuatro años de teología.
Formación pastoral práctica (255, 256 y 258)
Indiscutiblemente el proyecto de formación para el ministerio presbiteral debe
ser integral, abordando simultáneamente todas las dimensiones -humana, espiritual,
intelectual y pastoral- tal como nos recuerda insistentemente el Magisterio y el mismo
CIC (c.244 y PDV 42).
Evidentemente para que se den todos los elementos antes mencionados es
necesario que el seminario cuenta con un elenco de profesores que sean idóneos para
esta misión de acuerdo a lo expresado en los cc. 253-254 y 812 / OT 5 .17-18).
2
Cf. Pastores Dabo Vobis, 42.
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Según el canon 234 se deben fomentar los seminarios menores y donde se considere oportuno, el
Obispo diocesano provea a la erección de un seminario menor o un instituto semejante.
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En cada diócesis, cuando sea posible y conveniente ha de haber un seminario mayor; en caso contrario,
los alumnos a fin de que se preparen para los ministerios sagrados se encomendarán a otro seminario, o
se erigirá un seminario interdiocesano, c. 237§1.
INCARDINACIÓN
Es el vínculo jurídico que se establece entre un clérigo y una Iglesia particular
(c. 368) o una prelatura personal (294), o bien un instituto de vida consagrada (c.607) o
sociedad de vida apostólica (731) que goce de la facultad de incardinar, por el que se
concreta el vínculo de dependencia jerárquica y la responsabilidad y el derecho al
sustentamiento del clérigo, junto a los demás derechos y obligaciones respectivos. En el
caso de la Iglesia particular y la prelatura personal, la incardinación determina el ámbito
de ejercicio del ministerio al servicio de una porción del Pueblo de Dios.
La incardinación nace con la ordenación diaconal, por lo que nunca
hay clérigos acéfalos o vagos. La incardinación tiene vocación de estabilidad (cf. 265).
Modos de incardinación.
Originaria (c.266 §1): No se presupone excardinación. La incardinación
originaria se da por la recepción del diaconado se incardina en una iglesia
particular en la que el promovido tiene el domicilio o a la que ha decidido
dedicarse. En caso que sea religioso o miembro de una SVA clerical (266 §2)
sólo si tiene los votos perpetuos o está incorporado definitivamente. Si es
miembro de un IS lo hará a la diócesis o al propio instituto (266 §3) también
cuando tenga los compromisos definitivos -por analogía-.
Derivada: precisa excardinación. Este se puede dar de dos maneras:
Explicita (c.267): acto administrativo compuesto por dos elementos para
su validez: carta de excardinación firmada por el obispo a quo y
entregada al clérigo. Carta de incardinación firmada por el obispo ad
quem y entregada al clérigo.
En el c. 269 se dan los requisitos para la incardinación y el 270 para la
excardinación.
Implicita o Ipso iure (c.268): mutación de la incardinación por el mismo
derecho (§1): estancia de 5 años -legítima e ininterrumpida- y después de
4 meses de haberla solicitado a ambos obispos y haber habido silencio
administrativo. Con esto se evita prolongar situaciones de interinidad.
Por perpetua o definitiva admisión en un IVC o SVA (§2): un miembro
de un IVC o SAV se incardina en la diócesis después de 5 años “ad
experimentum” (§1), si consta el indulto de separación de su superior y
la aceptación del obispo (no así en caso de expulsión, donde el clérigo no
podría ejercer su ministerio mientras no encontrara un obispo que le
aceptara).
En el c. 693 es el otro caso incardinación Ipso iure: «Si el miembro es
clérigo, el indulto no se concede antes de que haya encontrado un Obispo
que le incardine en su diócesis o, al menos, le admita a prueba en ella. Si
es admitido a prueba, queda, pasados cinco años, incardinado por el
derecho mismo en la diócesis, a no ser que el Obispo le rechace».
Autoridad competente: el obispo diocesano o los que en derecho se le equiparan (381
§1 y 368). No las pueden dar los vicarios generales o episcopales. El administrador
diocesano sólo después de un año y consultando al Colegio de consultores (272), para
evitar “cualquier acto que vaya en perjuicio de la diócesis (428 §2).
PÉRDIDA DEL ESTADO CLERICAL
La ordenación sagrada, una vez recibida válidamente, nunca se anula; es
un sacramento que imprime carácter indeleble. Sin embargo, un clérigo pierde el estado
clerical. El legislador establece tres causas por las que se pueden perder según el c. 290:
1. Por sentencia judicial o decreto administrativo donde se declara la invalidez del
orden (1708-1712: sentencia doble), siguiendo el procedimiento establecido
recientemente por la Congregación para el Culto Divo y la Disciplina de los
Sacramentos.
2. Por la pena de dimisión, impuesta legítimamente (tras un proceso penal: cf. cc.
1720-1728). Esta no puede ser impuesta por medio de un precepto penal porque
es perpetua y necesita de un tribunal de tres jueces. No conlleva la dispensa del
celibato. Se puede verificar esta hipótesis en los siguientes casos que suponen
una actuación delictiva previa:
(1364): contumacia o gravedad del escándalo en apostasía, herejía o
cisma.
(1367): sacrilegio contra las especies consagradas.
(1387): solicitud en confesión.
(1394): clérigo que atenta matrimonio, aún civil y provoca escándalo.
(1395 §1): clérigo concubinario.
(1395 §2): abuso sexual con violencia o de un menor de 18 años.