Los Ministerios dentro de la Liturgia según el Concilio Vaticano II Según el Concilio Vaticano II, los ministerios litúrgicos son los servicios que realizan algunas personas en la celebración de la liturgia, especialmente de la Eucaristía, para contribuir al bien de todo el pueblo de Dios. El Concilio distinguió entre los ministerios ordenados, que corresponden a los obispos, presbíteros y diáconos, que han recibido el sacramento del orden, y los ministerios laicales, que pueden ser ejercidos por los fieles laicos, que han recibido una institución o una delegación de la autoridad competente. Entre los ministerios laicales, el Concilio reconoció el acolitado y el lectorado como ministerios litúrgicos propiamente dichos, y dejó a las conferencias episcopales la posibilidad de establecer otros ministerios según las necesidades de cada región. Los Ministerios dentro de la Liturgia según el Concilio Vaticano II Además, el Concilio admitió la participación de los laicos en algunos ministerios que antes eran reservados al clero, como el de comentarista, cantor, ujier (encargado de tribunales eclesiásticos), o el de ministro extraordinario de la comunión. Estos ministerios no son propiamente litúrgicos, sino que son funciones que se realizan en la liturgia, y que pueden ser asumidas por los laicos cuando no hay suficientes ministros ordenados o instituidos, o cuando lo aconseje la utilidad pastoral. Para ejercer estos ministerios, los laicos deben estar debidamente formados y preparados, y actuar con piedad, orden y respeto. ¿Cuántos más ministerios deben ser constituidos en la Iglesia? La respuesta no tiene límites, pues en cada Iglesia local la realidad social, política, económica, cultural, religiosa es distinta y, requiere de diversos ministerios o funciones de servicios para una evangelización integral que cumpla el mandato de Jesús (Mt 28,19): Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. (Mc 16,15): Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. (Lc 24, 45-49): Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito, y así era necesario, que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día, y que en su nombre se predicara el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén. De esto, ustedes son testigos. Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre; pero ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que desde lo alto sean investidos de poder». ¿Cuántos más ministerios deben ser constituidos en la Iglesia? Algunos ejemplos son: • El ministerio de la hospitalidad: Es el servicio que prestan los laicos que acogen, orientan y acompañan a los fieles que asisten a la celebración litúrgica, especialmente a los visitantes, los enfermos, los ancianos y los niños. Este ministerio se practica en algunas comunidades de América Latina, África y Asia, donde la acogida y la fraternidad son valores muy apreciados. • El ministerio de la animación: Es el servicio que prestan los laicos que coordinan, motivan y dinamizan la participación activa y consciente de la asamblea en la liturgia, mediante la introducción, el comentario, la oración, el gesto y el canto. Este ministerio se desarrolla en algunas comunidades de Europa, Oceanía y América del Norte, donde se busca una mayor implicación y corresponsabilidad de los fieles en la celebración. • El ministerio de la inculturación: Es el servicio que prestan los laicos que ayudan a integrar los elementos propios de la cultura local en la liturgia, respetando la unidad y la diversidad de la Iglesia universal. Este ministerio se realiza en algunas comunidades de África, Asia y Oceanía, donde se valora la riqueza y la variedad de las expresiones artísticas, musicales, simbólicas y rituales de cada pueblo. La organización de la pastoral litúrgica Según el documento de Medellín 1968, la organización de la pastoral litúrgica se basa en los siguientes principios: • La liturgia es la acción sagrada por excelencia, en la que Cristo, por medio de la Iglesia, realiza la obra de la salvación, y en la que los fieles participan plenamente, conscientemente y activamente, como pueblo sacerdotal, profético y real1. • La liturgia es la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana, y por tanto, debe estar en el centro de la pastoral de la Iglesia, como expresión de su fe, de su esperanza y de su caridad 1. • La liturgia debe ser celebrada con dignidad, belleza y sencillez, respetando las normas universales y las adaptaciones legítimas a las circunstancias locales, especialmente a las culturas indígenas y afroamericanas. • La liturgia debe ser alimentada por la palabra de Dios, que se proclama, se escucha, se medita y se vive, y que ilumina la realidad histórica de los pueblos de América Latina. • La liturgia debe ser una escuela de oración, de alabanza, de acción de gracias, de súplica y de intercesión, que fomente la comunión con Dios y con los hermanos, y que impulse a la misión y al servicio. • La liturgia debe ser una celebración comunitaria, que favorezca la participación de todos los miembros del pueblo de Dios, según sus carismas, ministerios y funciones, y que promueva la unidad y la fraternidad de la Iglesia. • La liturgia debe ser una fuente de compromiso cristiano, que lleve a los fieles a vivir coherentemente su fe en el mundo, a testimoniar el amor de Dios, a trabajar por la justicia y la paz, y a solidarizarse con los pobres y los oprimidos. Para lograr estos objetivos, el documento de Medellín propone algunas orientaciones prácticas, como: • Formar equipos de pastoral litúrgica a nivel diocesano y parroquial, que se encarguen de preparar, coordinar y evaluar las celebraciones litúrgicas, y que colaboren con los demás organismos pastorales. • Capacitar a los ministros ordenados y a los laicos que ejercen ministerios litúrgicos, como lectores, acólitos, cantores, comentaristas, ujieres, ministros extraordinarios de la comunión, etc., para que cumplan su servicio con competencia y devoción. • Fomentar la renovación litúrgica en todos los niveles, desde las celebraciones solemnes hasta las celebraciones familiares y populares, teniendo en cuenta las directrices del Concilio Vaticano II y las necesidades pastorales de cada lugar. • Promover la inculturación de la liturgia, respetando la identidad y la riqueza de las diversas culturas, y buscando una expresión más auténtica y significativa de la fe y de la vida cristiana. • Estimular la creatividad litúrgica, dentro de los límites de la fidelidad y de la obediencia, para responder a las nuevas situaciones y a los nuevos desafíos que plantea la realidad histórica de América Latina.