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Los Ministerios

y la
organización de
la pastoral
litúrgica

Por: David Romero


Los Ministerios dentro de la Liturgia
según el Concilio Vaticano II
Según el Concilio Vaticano II, los ministerios litúrgicos son los servicios
que realizan algunas personas en la celebración de la liturgia,
especialmente de la Eucaristía, para contribuir al bien de todo el pueblo
de Dios. El Concilio distinguió entre los ministerios ordenados, que
corresponden a los obispos, presbíteros y diáconos, que han recibido el
sacramento del orden, y los ministerios laicales, que pueden ser ejercidos
por los fieles laicos, que han recibido una institución o una delegación de
la autoridad competente. Entre los ministerios laicales, el Concilio
reconoció el acolitado y el lectorado como ministerios litúrgicos
propiamente dichos, y dejó a las conferencias episcopales la posibilidad
de establecer otros ministerios según las necesidades de cada región.
Los Ministerios dentro de la Liturgia
según el Concilio Vaticano II
Además, el Concilio admitió la participación de los laicos en
algunos ministerios que antes eran reservados al clero, como el de
comentarista, cantor, ujier (encargado de tribunales eclesiásticos),
o el de ministro extraordinario de la comunión. Estos ministerios
no son propiamente litúrgicos, sino que son funciones que se
realizan en la liturgia, y que pueden ser asumidas por los laicos
cuando no hay suficientes ministros ordenados o instituidos, o
cuando lo aconseje la utilidad pastoral. Para ejercer estos
ministerios, los laicos deben estar debidamente formados y
preparados, y actuar con piedad, orden y respeto.
¿Cuántos más ministerios deben ser
constituidos en la Iglesia?
La respuesta no tiene límites, pues en cada Iglesia local la realidad social, política,
económica, cultural, religiosa es distinta y, requiere de diversos ministerios o
funciones de servicios para una evangelización integral que cumpla el mandato de
Jesús (Mt 28,19): Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y
bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. (Mc 16,15):
Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, y bautícenlos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. (Lc 24, 45-49): Entonces les
abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras, y les dijo:
«Así está escrito, y así era necesario, que el Cristo padeciera y resucitara de los
muertos al tercer día, y que en su nombre se predicara el arrepentimiento y el
perdón de pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén. De esto,
ustedes son testigos. Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre; pero
ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que desde lo alto sean investidos
de poder».
¿Cuántos más ministerios deben ser
constituidos en la Iglesia?
Algunos ejemplos son:
• El ministerio de la hospitalidad: Es el servicio que prestan los laicos que acogen, orientan y
acompañan a los fieles que asisten a la celebración litúrgica, especialmente a los visitantes, los
enfermos, los ancianos y los niños. Este ministerio se practica en algunas comunidades de América
Latina, África y Asia, donde la acogida y la fraternidad son valores muy apreciados.
• El ministerio de la animación: Es el servicio que prestan los laicos que coordinan, motivan y
dinamizan la participación activa y consciente de la asamblea en la liturgia, mediante la introducción,
el comentario, la oración, el gesto y el canto. Este ministerio se desarrolla en algunas comunidades de
Europa, Oceanía y América del Norte, donde se busca una mayor implicación y corresponsabilidad de
los fieles en la celebración.
• El ministerio de la inculturación: Es el servicio que prestan los laicos que ayudan a integrar los
elementos propios de la cultura local en la liturgia, respetando la unidad y la diversidad de la Iglesia
universal. Este ministerio se realiza en algunas comunidades de África, Asia y Oceanía, donde se
valora la riqueza y la variedad de las expresiones artísticas, musicales, simbólicas y rituales de cada
pueblo.
La organización
de la pastoral
litúrgica
Según el documento de Medellín 1968, la organización de la pastoral litúrgica se basa en los siguientes principios:
• La liturgia es la acción sagrada por excelencia, en la que Cristo, por medio de la Iglesia, realiza la obra de la
salvación, y en la que los fieles participan plenamente, conscientemente y activamente, como pueblo sacerdotal,
profético y real1.
• La liturgia es la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana, y por tanto, debe estar en el centro de la pastoral de la
Iglesia, como expresión de su fe, de su esperanza y de su caridad 1.
• La liturgia debe ser celebrada con dignidad, belleza y sencillez, respetando las normas universales y las adaptaciones
legítimas a las circunstancias locales, especialmente a las culturas indígenas y afroamericanas.
• La liturgia debe ser alimentada por la palabra de Dios, que se proclama, se escucha, se medita y se vive, y que
ilumina la realidad histórica de los pueblos de América Latina.
• La liturgia debe ser una escuela de oración, de alabanza, de acción de gracias, de súplica y de intercesión, que
fomente la comunión con Dios y con los hermanos, y que impulse a la misión y al servicio.
• La liturgia debe ser una celebración comunitaria, que favorezca la participación de todos los miembros del pueblo de
Dios, según sus carismas, ministerios y funciones, y que promueva la unidad y la fraternidad de la Iglesia.
• La liturgia debe ser una fuente de compromiso cristiano, que lleve a los fieles a vivir coherentemente su fe en el
mundo, a testimoniar el amor de Dios, a trabajar por la justicia y la paz, y a solidarizarse con los pobres y los
oprimidos.
Para lograr estos objetivos, el documento de Medellín propone algunas
orientaciones prácticas, como:
• Formar equipos de pastoral litúrgica a nivel diocesano y parroquial, que se encarguen
de preparar, coordinar y evaluar las celebraciones litúrgicas, y que colaboren con los
demás organismos pastorales.
• Capacitar a los ministros ordenados y a los laicos que ejercen ministerios litúrgicos,
como lectores, acólitos, cantores, comentaristas, ujieres, ministros extraordinarios de
la comunión, etc., para que cumplan su servicio con competencia y devoción.
• Fomentar la renovación litúrgica en todos los niveles, desde las celebraciones
solemnes hasta las celebraciones familiares y populares, teniendo en cuenta las
directrices del Concilio Vaticano II y las necesidades pastorales de cada lugar.
• Promover la inculturación de la liturgia, respetando la identidad y la riqueza de las
diversas culturas, y buscando una expresión más auténtica y significativa de la fe y de
la vida cristiana.
• Estimular la creatividad litúrgica, dentro de los límites de la fidelidad y de la
obediencia, para responder a las nuevas situaciones y a los nuevos desafíos que plantea
la realidad histórica de América Latina.

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