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INTRODUCCIÓN
La iglesia ha recibido una misión por parte de Jesucristo “vayan por todo el
mundo y prediquen el Evangelio…” (Mateo 28-20), y esta tarea consiste
esencialmente en extender el reino de Dios en todo tiempo y época. La iglesia
verdaderamente cumple este mandato y este servicio a través de personas y
medios.
El sacramento del bautismo nos hace entrar en el pueblo de Dios por eso el
concepto de pueblo de Dios es el gran aporte del documento del VAT. II
(capitulo 2, del 9- 17).
Es el gran misterio que Dios eligiera a un pueblo, que dicho sea de paso, es un
pueblo no el mejor, ni el ideal, ni modelo, porque conocemos bastante el pueblo
de Israel; hasta pudiéramos murmurar de que Dios se equivoco al escoger a
Israel, pero sin embargo es el pueblo elegido por Dios y como nos narra la
Sagrada Escritura Dios fue educando, promoviendo, ayudando y salvando
constantemente a Israel.
Pero todavía hay una resistencia entre los sacerdotes la no aceptación del
trabajo de los ministerios laicales y por eso se escucha que hay un temor de
que los laicos lleguen a saber más que el sacerdote y les provoque un cierto
complejo de inferioridad cuando algún laico es más preparado que el
sacerdote.
Pero como las ordenes menores no han sido siempre las mismas y muchas de
las funciones anejas a ella, igual que ocurre ahora, las han ejercido en realidad
también los seglares, parece oportuno revisar esta práctica y acomodarla a las
necesidades actuales, al objeto de suprimir lo que en tales ministerios resulta
ya inusitado; mantener lo que es todavía útil; introducir lo que sea necesario; y
así mismo establecer lo que se debe exigir a los candidatos al Orden Sagrado.
Además de los ministerios comunes a toda la Iglesia Latina, nada impide que
las Conferencias Episcopales pidan a la sede Apostólica la institución de otros
que por razones particulares crean necesarios o muy útiles en la propia región.
Entre estos están, por ejemplo, el oficio de Ostiario de Exorcista y de
Catequista, y otros que se confié a quienes se ocupan de las obras de caridad,
cuando esta función no esté encomendada a los diáconos.
Esta más en consonancia con la realidad y con la mentalidad actual el que
estos ministerios no se llamen ya Ordenes Menores; que su misma colación no
se llame “ordenación” sino “INSTITUCION”; y además que sean propiamente
clérigos, y tenido como tales, solamente los que han recibido el Diaconado. Así
aparecerá también mejor la diferencia entre clérigos y seglares, entre lo que es
propio y está reservado a los clérigos y lo que puede confiarse a los seglares
cristianos; de este modo se verá más claramente la relación mutua, en virtud
de la cual el “sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ministerial o
jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no solo en grado, se ordenan sin
embargo el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único
sacerdocio de Cristo”. (LG 10).
VIII.- Para que alguien pueda ser admitido a estos ministerios se requiere:
b.- Edad conveniente y dotes peculiares, que deben ser determinadas por la
Conferencia Episcopal.
IX.- Los ministerios son conferidos por el ordinario (el Obispo y, en los Institutos
clericales de perfección, el Superior Mayor) mediante el rito Litúrgico “De
Institutione Lectoris” y “De Institutione Acolythi”, aprobado por la Sede
Apostólica.
X.- Deben observarse los intersticios, determinados por la Santa Sede o las
Conferencias Episcopales, entre la colación del ministerio del Lectorado,
cuando a las mismas personas se confiere más de un ministerio.
Mandamos que todo cuanto hemos decretado con la presente Carta en forma
de “Motu proprio”, tenga plena validez y eficacia, no obstante cualquier
disposición en contrario.
e) Pueden conferirse a laicos, tanto hombres como mujeres, sin perder por
ello su carácter laical. (N.B. No. 35).
A) En el campo de la palabra.
- Este Ministerio no puede ser suplido por ningún otro, ni siquiera por el de la
evangelización.
- Es tanto más urgente, cuanto que una inmensa multitud de los que se dicen
cristianos, no han tenido este primer anuncio ni han hecho un acto de Fe y
declaración personal y consciente a la persona de Cristo y a su Evangelio.
(N.B.No.36)
- dan temas de formación y en orden a motivar a los fieles para que reciban
dignamente los Sacramentos.
- Su función es preparar a los fieles para que reciban válidamente y con fruto
los Santos Sacramentos.
B) En el campo de la liturgia.
- El cantor.
- El lector no instituido.
- El monitor.
- El acolito no instituido.
- El maestro de ceremonias y,
Cada uno tiene su propia función y pueden ser reconocidos principalmente los
coordinadores de estos equipos y servicios litúrgicos.
Los laicos que en circunstancias especiales, sobre todo por falta de ministros
ordinarios del bautismo (diacono, presbítero), tienen facultad del Obispo de
bautizar a personas que no están en peligro de muerte (c. 861,2).
3.- Ministros de la Asistencia a los Matrimonios.
Estos ministros en casos especiales, a tenor del C.D.C.c 11122, pueden asistir
a matrimonios.
C) En el campo de la caridad.
- Estos ministros laicos promueven todos los valores del hombre y su desarrollo
humano y cristiano.
D) En el campo social.
E) En el campo de la administración
A) Derechos.
1) Derecho a recibir los auxilios necesarios para su vida cristiana.
2) Derecho a recibir apoyo, orientación, ayuda económica y formación
para el ministerio que se va a ejercer.
3) Derecho a opinar, presentar iniciativas y decisiones relacionadas a
sus ministerios para la buena marcha de la comunidad.
4) Derecho a una retribución económica de parte de la comunidad si su
dedicación es completa, para un decoroso sustento de la familia.
B) Deberes.
1) Cumplirá fielmente sus deberes seculares, de familia, de trabajo, de
ciudadano, etc.
2) Desempeñara su ministerio con verdadero espíritu de servicio.
3) Debe comunicarse con los demás ministros y miembros de la
comunidad.
4) Mantendrá la comunión, el amor y la obediencia a su propio Pastor.
5) Deberá ejercer su ministerio en el ámbito y lugar que se le señale.
6) Pedirá las debidas autorizaciones para ejercer su ministerio en otros
lugares, previo dialogo de los respectivos Pastores.
7) Procurara cultivar las virtudes teologales, la meditación en la Palabra
de Dios, la asistencia frecuente a la Sagrada Eucaristía y la digna
recepción de los Santos Sacramentos.
3. DIACONADO PERMANENTE.
1
Valter Mauricio Goedert, el diaconado permanente, ed. Celam, Págs. 131-141.
4.1-LOS DESAFÍOS DE LA MODERNIDAD.
Sea expresión fiel del servicio de Cristo y no ocasión de dominio, como canal
privilegiado de interlocución entre la Iglesia y el mundo, abre nuevos espacios
para el ministerio diaconal, particularmente, en aquellas áreas especificas de la
acción evangelizadora que se acostumbra llamar pastorales ambientales o
especificas.
4.4-EL DIACONADO EN LAS PASTORALES ESPECÍFICAS.
a) La familia
Esa no es una tarea sólo del diácono, sino también de su esposa y de sus
hijos. Todos deben estar conscientes de esa misión. Al aceptar la ordenación
diaconal del esposo y del padre, la esposa y los hijos asumen con él un
compromiso de ser una familia diaconal, servidora del Evangelio. Eso no
ocurrirá si no tienen conciencia de tal responsabilidad. Por eso, es sumamente
importante que, de diferentes modos, esposa e hijos participen del proceso
formativo y de la vivencia del diácono. No basta aceptar el diaconado del modo
pasivo, es necesario ejercer la diaconía.
b) La cultura
Para ejercer una profesión y convivir más de cerca con la realidad económica,
el diacono puede y debe ser allí una presencia animadora, actuante y profética
de la Iglesia. La Evangelización de los diferentes sectores de la economía, la
defensa de la dignidad del trabajo y del trabajador (SD 184), la actuación
cristiana junto a los desempleados y a los que han tenido que someterse a la
economía informal, constituye un desafío y, al mismo tiempo, un servicio, una
misión para el diacono (SD 77).
d) La comunidad política.
Pero con el pasar del tiempo se fue cambiando la disciplina relativa a este
Orden Sagrado. Cada vez se hizo más firme la prohibición de conferir las
órdenes “Per Saltum”, y paulativamente disminuyo el número de los que
preferían permanecer diáconos durante toda la vida, sin ascender al grado más
alto. Así sucedió que casi desapareció el diaconado permanente en la Iglesia
Latina. Apenas es necesario recordar lo decretado por el Concilio Tridentino, el
cual se había propuesto restaurar las Ordenes Sagradas según su naturaleza
propia como eran los ministerios primitivos en la Iglesia; pero de hecho
solamente mucho más tarde maduró la idea de restaurar este importante Orden
Sagrado como un grado verdaderamente permanentemente.
Por lo cual, durante la tercera sesión, en octubre del 1964, los padres
confirmaron el principio de la renovación del Diaconado, y en el siguiente mes
de noviembre fue promulgada la Constitución Dogmatica Lumen Gentium, en
cuyo artículo 29 se describen las líneas fundamentales propias de este estado:
“En un grado inferior de la jerarquía están los diáconos que reciben la
imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio”.
Ahora bien, esta restauración del diaconado permanente exigía, por una parte,
un examen más profundo de las directivas del Concilio y, por otra, un serio
estudio sobre la condición jurídica del Diacono, tanto Célibe como casado. A la
vez era necesario que todo lo que atañe al Diaconado de aquellos que han de
ser sacerdotes fuera adaptado a las exigencias actuales, para que realmente el
tiempo del Diaconado, ofreciese aquella prueba de vida, de madurez y de
aptitud para el ministerio sacerdotal, que la antigua disciplina pedía a los
candidatos al sacerdocio.
III.- Los ritos litúrgicos, por medio de los cuales se lleva a cabo la admisión
entre los candidatos al diaconado y al presbiterado, y con los que se confieren
los ministerios arriba indicados, deben ser realizados por el Ordinario del
aspirante (por el obispo y, en los Institutos Clericales de perfección, por el
Superior Mayor).
IV.- deben observarse los intersticios, determinados por la Santa Sede o las
Conferencias Episcopales, entre la Colación -que se ha de ser durante los
cursos Teológicos- de los Ministerios del Lectorado y del Acolitado, así como
entre el Acolitado y el Diaconado.
VI.- La Consagración propia del Celibato, observado por el Reino de los Cielos,
y su obligatoriedad para los candidatos al sacerdocio y para los candidatos al
no casados al Diaconado están realmente vinculados al Diaconado. El
compromiso público de la obligación del sagrado celibato ante Dios y ante la
Iglesia debe ser hecho, también por los religiosos, con un rito especial, que
deberá preceder la ordenación diaconal. El celibato, así asumido, constituye
impedimento dirimente para contraer matrimonio.
b.- Por lo que se refiere al curso de los estudios teológicos, que debe preceder
a la ordenación de los Diáconos permanentes, toca a las Conferencias
Episcopales emanar, en base a las circunstancias del lugar, las normas
oportunas y someterlas a la aprobación de la Sagrada Congregación para la
Educacion Católica.
VIII.- De acuerdo con los nn. 29-30 del Ordenamiento general acerca de la
Liturgia de las Horas:
Ordenamos que todo lo que ha sido por Nosdecretado en esta Carta, en forma
de “Motu Proprio”, tenga valor estable, no obstante cualquier disposición
contraria. Establecemos también que entre en vigor a partir del primero de
enero de 1973.
0.- INTRODUCCIÓN _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 1 -