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PSICOANÁLISIS
¿POR QUÉ NOS ENAMORAMOS?
• El objeto perdido
• El complejo de
Edipo
• Las vivencias
infantiles
EL OBJETO PERDIDO. EL PARAÍSO
PERDIDO.
Para el psicoanálisis el objeto se constituye como objeto en la
medida en que falta, es decir en la medida en que hay un vacío.
El objeto NO se constituye a partir de las experiencias sucesivas,
evolutivas y madurativas por las que el niño va transitando, sino
que se recorta sobre un fondo de ausencia. Es decir, no es el
objeto que seguro evoca tu mente cuando escuchas el
significante objeto.
Se trata de una existencia que está ausente, pero que es el
origen de todo.
El objeto, en psicoanálisis, remite
Cuando creció, descubrió que no eran sus padres y emprendió camino para
buscarlos, se encontró con su verdadero padre y riñeron por el paso de un risco
donde lo mató. Después descubre el acertijo que la Efigie usa para asolar a Tebas (su
ciudad natal) y en recompensa se casa con la reina viuda que era su madre.
Para Freud, una situación parecida ocurre
a nivel inconsciente en el varón durante
sus primeros años de vida con relación a
su madre. Ésta es la primera persona con
la que desarrolla su amor, ya que el
vínculo está desde antes de nacer. Es a
través de la figura de la mamá que los
hombres aprenderán los roles de género
de ellas y lo que será su molde posterior
para la elección de pareja.
Normalmente, la figura del padre hará que la
rivalidad amorosa del hijo se vea frustrada y por
ello, el pequeño, ante la imposibilidad de tener a
su madre, esperará a ser adulto para tener una
mujer, que de cierta forma, tiene relación
inconsciente con su madre.
Para Freud, el complejo de Edipo mal resuelto durante el
desarrollo del niño, sería el principio de la inmensa
mayoría de insatisfacciones de pareja. Hay quienes
llegan a ser adultos mayores sin resolver esa etapa en su
vida, y esto es consecuencia de las necesidades
emocionales insatisfechas desde la infancia que
persisten.
Esto es, seguirán buscando a la “pareja
perfecta”, o a la mamá viviendo relaciones de
pareja fallidas; por ejemplo, se enamora de las
novias de los amigos, de mujeres imposibles o
trata siempre de rescatar al ser amado, cosa
que no disminuye con el matrimonio.
María decide acudir a terapia. En este espacio relata la relación de sus padres.
La relación de los padres de María había sido dramática. El padre maltrataba a la madre, la
manipulaba, mientras que le fue infiel en múltiples ocasiones… La madre se sometía, no era capaz de
expresar sus sentimientos y aguantaba en la relación porque decía sentir amor, cuando en realidad
sufría dependencia emocional. La madre se sentía sola muchas veces, abandonada. No solo por su
pareja, también por su propia familia que empujaba para que aguantase en vez de terminar con la
relación.
María nunca fue una mujer sumisa. En sus relaciones
nunca hubo maltrato. Hacía todo lo que no había visto
hacer en la relación de sus padres: se comunicaba
mucho con sus parejas, se hacía respetar, no estuvo
con nadie que la sometiera… No obstante, sus parejas,
además de lo anteriormente comentado, en ocasiones eran
sumisa, mentían y no se comunicaban de manera abierta.
La elección de pareja que hacía María tenía “mucho de su madre”. No
obstante, aunque ella creía que intentaba construir relaciones de pareja sanas, no
como la de sus padres, la raíz del problema aún no era visible para ella.
Lo que le pasaba a María en sus relaciones era que había una falta de
compromiso: las que estaba no se comprometían realmente con ella o le eran
infieles o estaban muy apegadas a sus madres. Por lo tanto, ella se quedaba en un
segundo lugar. Como le había sucedido a su madre.
EJERCICIO
El amor puede ser vista como la promesa con la
que algunos sujetos esperan encontrarse en un
algún momento vital. El amor se sitúa del lado de la
imposibilidad subjetiva y de la queja humana. El
amor opera desde el inconsciente y en tanto tal,
implica el padecimiento humano y la dificultad del
encuentro con el otro y con la falta, constitutivos
ambos de toda subjetividad.
Sobre el ideal de completud, está
fundado el ideal de la
contemporaneidad y que se expresa en
los decires cotidianos: él/ella, es mi
media naranja, él/ella me complementa,
era todo lo que estaba buscando, etc., o
como afirmó el poeta “Todo lo llenas tú,
todo lo llenas” (Neruda, 2004, p. 5).
El asunto de la completud, aparece, tal como afirmara
Freud (1905), como algo engañoso, puesto que el otro, es
ubicado por el sujeto como un objeto que intenta colmar
la falta y porque puede, aparentemente, saciarla, se le
desea, pero además, se desea también, del lado del sujeto
que ese objeto le ame. Dicho de otra manera, el sujeto
desea ser amado por el objeto que ama.
En el Seminario 5, Lacan (1958), va a postular que
y otro.
Esto, en parte llevará al psicoanalista francés a decir más
tarde su mundialmente conocida consigna “no hay
relación sexual” (Lacan, 1974, p. 31), ya que en el
llamado acto de amor carnal, cada sujeto no puede gozar
más que del propio cuerpo, y esto indica necesariamente
la presencia de un desencuentro entre los sexos.
Que no haya relación sexual no quiere decir que no pueda haber encuentros
memorables, sino que no hay proporción en ellos. Quiere decir que el amor es un
engaño, un velo a la castración (a la incompletud estructural).
La maldición del sexo es que no hay relación sexual. Los cuerpos copulan con el
fantasma. Es mediante el fantasma que el hombre consigue el goce sexual. Es
decir, eso a lo que ha quedado fijado en su temprana infancia y que repite en
su condición de objeto erótico.
En Tres ensayos para una teoría sexual,
Freud (1905) postula, “El encuentro con
un objeto, es en realidad un
reencuentro” (p. 203). Esta afirmación
freudiana, que aparece en las primeras
publicaciones psicoanalíticas, implica que
el sujeto, desde muy temprano, está
preso de una inmensa nostalgia, fuente
de la intensa e incesante búsqueda de un
objeto amado.
En este mismo libro, afirma Freud (1905) que los vínculos amorosos que establece
el infante, pasan por varios tiempos a saber: oral, sádico anal, latencia y genital,
donde en principio, la madre constituye el primer y único objeto de amor para
el niño; es ella quien lo soporta narcisísticamente y él está insondablemente ligado
al deseo materno, es ella quien otorga los primeros cuidados y caricias al
recién nacido y, es ella quien hace de su pecho fuente de alimento, por lo que la
madre, adviene como el primer objeto pulsional del bebé.
En la pubertad, entonces, se busca que un objeto reemplace a aquel que fue
primero, a saber, la madre, intentando el sujeto, de acuerdo a sus posibilidades,
que ambas partes advengan en una sola (Freud, 1905). El nuevo objeto
encontrado, debe ser parecido al objeto antiguo perdido. Lo que queda del
vínculo sexual con el primer objeto, afirma Freud (1905) prepara de alguna
forma, el vínculo sexual con el objeto hallado. Esto, no ocurre sin traspiés, toda
vez que el objeto hallado, está en relación a aquel originariamente perdido y, como
su sustituto, puede eventualmente, dar origen a la angustia en el sujeto
Esto, si llegase a asomarse en el
sujeto, eventualmente, la culpa
incestuosa. Es decir, si algo del
objeto hallado remite al sujeto al
incesto, como prohibición
primaria ligada a lo fundante de
la subjetividad.
[…] Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se ha mostrado
incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez. No quiere privarse de
la perfección narcisista de su infancia, y si no pudo mantenerla por estorbárselo
las admoniciones que recibió en la época de su desarrollo y por el despertar de su
juicio propio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él
proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su
infancia, en la que él fue su propio ideal. (Freud, 1914, p. 91). INTRODUCCIÓN AL
NARCISISMO
Entonces, amar implica, desde el
psicoanálisis, poner en el otro los
atributos que corresponden al yo ideal
del sujeto y así, amarlo justamente por eso.
Es decir, aquel al que se le han colocado
esos atributos del yo ideal será entonces el
objeto amado que tiene poder sobre el
sujeto que ama, quedando expuesto este
último al vínculo establecido con su objeto
amado.
Nada más natural que obstinarnos en buscar la dicha por el mismo camino
siguiendo el cual una vez la hallamos. El lado débil de esta técnica de vida es
manifiesto; si no fuera por él, a ningún ser humano se le habría ocurrido
cambiar por otro este camino hacia la dicha.
“Nunca estamos menos protegidos contra las heridas que cuando amamos; nunca
más desdichados y desvalidos que cuando hemos perdido al objeto amado o a su
amor. (p. 82). 1929 EL MALESTAR EN LA CULTURA
Es decir, para Freud, nunca un sujeto está
más en riesgo que cuando ama, pues allí,
queda a merced de la voluntad y del goce
del Otro, cosa que no ocurre sin dejar al
sujeto frente a la angustia de la
posibilidad de perderlo y/o de perderse
en él, quedando entonces en el estatuto de
puro objeto para aquel que ama.
Del amor como enamoramiento dirá Freud en
Psicología de las masas que la persona amada
ocupará el mismo lugar que el líder de la masa o
el hipnotizador: el lugar del Ideal del yo del sujeto,
estando este en posición de Yo ideal respecto del
objeto
El amor pide sin cesar, es siempre una
demanda y es en su origen una
sujeción al Otro. El Otro es el Otro
primordial, es decir los padres pero
principalmente la madre. El deseo es el
deseo del Otro y es por esa sujeción
originaria que uno siempre está en
déficit frente a aquello que lo causa.
Amar será entonces una decisión ética que supone un saber sobre la castración y que ese
amor vaya más allá del en amor a miento, es decir, más allá de las trampas del
narcisismo. En el amor se trata del encuentro de dos soledades que provienen de la no
proporción. El goce por estructura nos separa. El amor es índice de un reconocimiento
entre dos que pueden estar separados juntos, aún.
Hay que ser valientes para, a sabiendas que tarde o temprano la ilusión de completud cae,
ponerse a querer alguien, aceptando y reconociendo las fallas propias y asumiendo que
ese otro no completa nuestras faltas.
Amar no es solo mirarse mutuamente sino
mirar en la misma dirección. Que además
perdure en el tiempo con la solidez que
pretende el para siempre, no se condice con
la vida líquida actual. Porque para
sostenerse requiere un esfuerzo conjunto, la
plasticidad de negociar y renegociar pactos
(los hay conscientes e inconscientes que
pueden aparecer y ser trabajados en una
terapia de pareja), y no una mirada
individualista.
El para siempre es un ideal, y quien ha
atravesado algún recorrido de análisis está
advertido que de los ideales hay que
trascender, no sin haberse servido de ellos.
El amor NO ES incondicional, porque de
serlo sería patológico. Requiere un trabajo
mutuo que supone que uno vuelve a elegir
al otro a pesar de que no nos completa….
Nadie dijo que esto es fácil, pero muchas
veces vale la pena.
CASO CLÍNICO
Sabine, una paciente que intentó un análisis, profesional exitosa, se sentía
atrapada en una relación de cinco años donde estaba, según ella, muy enamorada
de él, pero la pasaba “muy mal”. Él era veinticinco años mayor, profesional; en los
últimos tiempos alcoholizado, muy deprimido. Finalmente se había separado de su
esposa y de sus tres hijos, con gran culpa. Él no le permitía a ella estar en público
ni presentarla a su familia. Él decidía cuándo estaban o no juntos, de manera que a
ella le tocaba siempre esperar por él para moverse en la vida. Esto la hacía sufrir
mucho.
Cuando tratamos de comprender el por qué de ese tipo de elección,
se explicaba -al reconocer que ella había sido abandonada por su
padre- un importante personaje público, que no la reconoció como
hija. Había nacido de una relación de amantes, que se terminó
cuando la madre salió embarazada de ella. El padre era casado,
pertenecía a una clase social alta, tenía hijos que Sabine,
investigando, sabía quienes eran.
La madre era extranjera, humilde y se dedicó a trabajar para darle a ella sustento y
educación, había muerto hacía cinco años, con lo cual ella se sintió
desesperadamente sola, no había familia por ningún lado. ¿Cómo elegir una buena
pareja en estas condiciones?... Si bien Sabine intentó en dos oportunidades asumir
su tratamiento analítico, no pudo. Vía telefónica interrumpió, después de unos
cuantos meses, expresando que era demasiado doloroso para ella ver esas
verdades, y que de verlas y separarse, se quedaría más sola, con lo que no podía,
al menos “por ahora”. Prefería su situación que la soledad.
EL AMOR DE TRANSFERENCIA
En el principio fue el amor, dice Lacan el
16 de noviembre de 1960 en su
seminario La Transferencia.
No te enamoras por
intervención de la parte
consciente, eso quiere decir
que es tu inconsciente
operando.
Quisieras enamorarte de otra persona, pero
simplemente no te nace.
Aquí es donde hay que tener mucho cuidado porque tú puedes estallar y enojarte
muchísimo, y sentirte herido y lastimado por cosas que tu pareja hizo, pero que
en realidad es tu decodificación de lo que hizo.
Cuando llegas a identificar (que es tuyo),
que es lo que estás proyectando sobre tu
pareja, te ayuda a tener una mirada más
nítida y sin apasionamientos referente a
lo que tu pareja hace o dice, y
ocasionalmente, con un gran recorrido y un
gran proceso de trabajo, puedes ayudarle a
que reconozca también que es realmente
suyo y que está intentando depositar sobre
ti.
VAMOS A VER UN EJEMPLO DONDE CADA UNO
DEPOSITA SU PROPIA PROYECCIÓN
Se trata de una pareja de esposos que van saliendo de una fiesta. Todo el trayecto a casa,
van gritándose y se desata una pelea grandísima que aparentemente sale de la nada.
La esposa, tiene un asunto no resuelto con sus padres, pues toda la vida vio como su
padre sometía a su mamá, ella era sumisa y obedecía todo lo que él decía y eso hizo
(desde la perspectiva de ella) que con el paso de los años su madre se volviera amargada,
envejeció rápido y se sentía muy frustrada.
¿Qué es lo que cada uno de ellos veía en esa fiesta? Él, al verla
desinhibirse y disfrutar de la fiesta, se activó en él ese núcleo no
resuelto, ese trauma de la infidelidad de su madre, y el temor de que
eso pueda terminar con su hogar.