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Alberto Acosta / John Cajas Guijarro

Francisco Hurtado Caicedo / William Sacher Freslon

El festín minero del siglo XXI


¿Del ocaso petrolero a una
pandemia megaminera?

Mito 1: Disyuntiva entre minería “legal” e “ilegal”

Un primer componente de la mitología megaminera tiene que ver con la supuesta y perversa
dicotomía entre minería “legal” e “ilegal”: “en el país va a haber minería sí o sí, nuestra decisión es
que haya minería responsable y no minería ilegal, que es la que efectivamente hace daño al país”,
afirmaba el ministro de energía en abril de 20191.
En otras palabras, estaríamos condenados a dos escenarios: si no se permite la megaminería, vendrá
la depredación de la mano de la minería “ilegal”, la cual es la que sí “hace daño al país”.

No negamos que la minería “ilegal” —entiéndase la minería que opera sin permiso o autorización
estatal y que excede incluso a las capacidades de control— provoque graves impactos. Sus efectos
han sido documentados a nivel internacional e incluyen la paramilitarización de territorios y
vínculos con grupos armados irregulares, precariedad y explotación laboral y sexual, trabajo
infantil, trata de personas, entre otros ejemplos de violencia, efectos recientemente evidenciados en
el Ecuador en el caso del sector de Buenos Aires en el cantón de Urcuquí, provincia de Imbabura 2 o
más históricamente en los casos de Zaruma y Portovelo en la provincia de El Oro (Sacher, 2015).

Estos hechos, sin embargo, no demuestran que la llamada minería “legal” —entiéndase la
megaminería que cuenta con permiso administrativo del Estado para operar— esté exenta de
impactos sociales y ambientales.

En realidad, varios de los impactos sociales y ambientales de la minería ilegal son una suerte de
“ejemplo” de los impactos que se avizoran con la minería denominada legal, incluida la de mediana
y gran escala.
Tal como ya lo observamos con la incipiente megaminería que se desarrolla en el país, así como lo
demuestra una amplia documentación internacional, la megaminería lleva a una serie de nefastas e
irreversibles consecuencias económicas, políticas, ambientales, sociales y psi-cosociales a escala
mucho más grande que la minería ilegal, en muchos casos incluso con actividades irregulares y
hasta criminales, actuando fuera o en contra de normas nacionales e internacionales (Sacher, 2019).
De tal modo que la megaminería también resultaría ser, por todas estas razones, “ilegal”.

Adicionalmente, la presencia de mineras “legales” no es suficiente para desaparecer la minería


“ilegal”, tal como se ha documentado en países megamineros de América Latina como Perú,
Colombia o Brasil, donde existen mineras transnacionales operadas con autorización de esos
Estados, y sin embargo miles de toneladas y cientos de millones de dólares de oro extraído por
pequeñas explotaciones son exportados de manera fraudulenta (The Global Initiative against
Transnational Organized Crime, 2016). Incluso en el Ecuador, en las cuencas de los Ríos Santiago y
Cayapas, en los cantones San Lorenzo y Eloy Alfaro, en el norte de la provincia de Esmeraldas,
coexisten actividades de minería de pequeña y mediana escala —no es artesanal— que cuentan con
permiso del Estado otorgadas a cooperativas y otras que no. Ambas están afectando gravemente a
cientos de comunidades afroecuatorianas e indígenas, pese a los esfuerzos de una organización

1 Ver la declaración en la nota de El Universo: “‘Carlos Pérez García: En el país va a haber minería sí o sí”, abril 30 de 2019.
https://bit.ly/2YUN04d
2 Ver al respecto la nota de GK: “Claves para entender la minería ilegal en Buenos Aires”, agosto 5 de 2019.
https://bit.ly/2EUSMeZ
social local muy activa y de una resolución de medidas cautelares a su favor cuyo seguimiento está
a cargo de la Defensoría del Pueblo del Ecuador y a la espera de una decisión final por parte de la
Corte Constitucional3. En esta zona es evidente la convivencia entre actividades “legales” e
“ilegales” en la zona, sobre las cuales el Estado no ha sabido responder adecuadamente (Lapierre &
Macías, 2019). En el año 2011, el Estado ecuatoriano tomó acciones en contra de la minería ilegal
en Esmeraldas y hasta decidió dinamitar maquinaria con la que se minaban las riveras de los ríos.
Sin embargo, en 2015 la ENAMI entregó cerca de 38 700 hectáreas de concesiones mineras a varias
cooperativas en la zona “legalizando” su actividad previa y, en consecuencia, permitiendo que los
graves impactos sociales y ambientales, en especial el despojo, el racismo, la contaminación sobre
todo del agua, la violencia, la evasión tributaria, el contrabando y las afectaciones a la salud se
amplíen e intensifiquen (Moreno-Parra, 2019).

En suma, es una falacia afirmar que solo la llamada minería de pequeña escala sin permiso del
Estado provoca impactos sociales y ambientales, tanto como aseverar que la megaminería con
permiso del Estado, sea de mediana o gran escala, nacional o transnacional, por definición es
“legal”. Sus conexiones mafiosas y criminales internacionales, con redes de contrabando y
traficantes de armas, paraísos fiscales y bancarios, así como empresas de seguridad privada es in-
cluso mucho más amplia y problemática que las que existen con la minería de pequeña escala a un
nivel local.

Aceptémoslo, la minería per se, con o sin permiso del Estado, provoca graves impactos sociales y
ambientales y frente a ellas, el Estado Ecuatoriano —no las comunidades— tiene obligaciones
jurídicas diferenciadas respecto de estos dos tipos. Respecto de la minería “ilegal”, sobre todo, debe
asumir sus obligaciones de prevención, control, erradicación y sanción. Mientras que, respecto de la
llamada minería “legal”, para serlo debería cumplir no sólo con las leyes y reglamentos específicos
del sector sino sobre todo debe adecuarse y garantizar los Derechos Humanos y de la Naturaleza, a
riesgo de convertirse también en minería ilegal e incluso inconstitucional y violatoria de derechos,
tal como ha sido declarada vía sentencias constitucionales en los casos favorables a las
comunidades de Río Blanco, Sinangoe y Los Cedros en los años 2018 y 2019.

3 A la fecha, la Red Coordinadora de Organizaciones Sociales del Norte de Esmeraldas (REDCONE), que agrupa a
más de 90 comunidades campesinas del norte de Esmeraldas con el patrocinio de la Defensoría del Pueblo de Ecua-
dor, han solicitado a la Corte Constitucional a que dé trámite urgente a una acción por incumplimiento de sus
obligaciones en contra del Estado Ecuatoriano. Sobre este caso se puede revisar varios artículos de prensa:
https://bit.ly/31NtKaB; https://bit.ly/2YTLQ8Z; https://bit.ly/3juUgLG

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