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Antes de iniciar la reflexión sobre este aspecto, no

hay que perder de vista ciertas interpretaciones


hechas sobre la "imagen de Jesús" y que -de un
modo o de otro- la cuestión sobre la autenticidad y
validez de las diversas fuentes desde las que se
pretende reconstruir la historia de Jesús, el Cristo.
CUESTIONES DE FONDO

1. ¿Qué imagen sobre Jesús tienen algunos hombres de


nuestro mundo contemporáneo?

2. ¿Qué aspectos fundamentales sobre Jesús se cuestionan?

3. ¿Cómo se respondería, desde el punto de vista cristiano, a


ciertas interpretaciones sobre la imagen de Jesús?

4. ¿Qué otras imágenes de Jesús se encuentran en nuestro


mundo contemporáneo?

5. Y en lo personal, ¿Qué imagen sobre Jesús te has


formado en tu mente y en tu corazón?
Esta serie de preguntas son de por sí muy estimulantes
para tomar más en serio el estudio de la Cristología. Son
preguntas que pueden sintetizarse en una sola
cuestión, pero que comprende la totalidad de los demás
interrogantes que el hombre sigue planteando hoy día
sobre la imagen de Jesús: ¿Quién dicen los hombres
que es Él?
1. JESÚS EN LA CULTURA CONTEMPORÁNEA
Ante la pregunta ¿Qué imagen se tiene de Jesús?
puede responderse de múltiples y diversas maneras, pero
son tres las respuestas que engloban el contenido de
dicha cuestión:
a) De una forma negativa: son aquellos que dicen que no
puede responderse de manera seria a esta pregunta en
cuanto que Jesús es sólo un mito, sólo una fábula
b) De una forma relativa (parcial): son aquellos que sin
negar explícita o formalmente la existencia histórica de
Jesús, tienen una imagen parcial de él.
c) De una forma positiva: son aquellos que en el ámbito
cristiano reconocen la identidad de Jesús en su
originalidad como hombre y Dios, como único Salvador y
Señor absoluto del universo
2. ENFOQUE HISTÓRICO-DOCUMENTAL
El hecho de aceptar, negar o relativizar su existencia
histórica es ya una prueba evidente de lo indispensable y
urgente que es afrontar, seria y objetivamente, el enfoque
histórico de su Persona.
El enfoque histórico implica recurrir a las fuentes: son
los documentos (en el sentido amplio) en donde podemos
descubrir “en su origen” el objeto de estudio
Pueden ser: restos (dejados inadvertidamente) o de tipo
testimonial (dejados conscientemente de manera muda,
oral o escrita).
El historiador crítico que utiliza las
"Fuentes" y los "métodos
científicos", no es un árbitro infalible
que, situándose más allá de la fe y de
la incredulidad, es capaz de emitir un
juicio definitivo. La neutralidad sería ya
una toma de partido a favor de la fe o
de la incredulidad. El investigador, no
hace el papel de un árbitro infalible,
trata pues de llegar a descubrir, dentro
de la historia, los rasgos principales de
la vida y de la personalidad de Jesús. El
hecho de que la investigación histórico-
crítica pueda realizar semejante
empresa depende, evidentemente, de
las fuentes que se tengan a
disposición y de los métodos
empleados.
Ahora bien, las fuentes que ya se han conseguido referentes
al estudio sobre Jesús, son contemporáneas o un poco
posteriores a su existencia terrena (Siglo I-II). La clasificación
de las mismas puede hacerse de la siguiente manera: pueden
ser fuentes paganas, judías, apócrifas y fuentes
cristianas, estas últimas son los escritos del NT, de modo
especial, los Evangelios.
El hecho de que las fuentes paganas
mencionen a Jesús en forma ocasional y
marginal no debe extrañarnos. Consideración
contextual: durante la ocupación romana,
miles de presos políticos fueron crucificados, y
quien conociera a Jesús sólo de oídas o a
través de una polémica malintencionada, sería
propenso a considerarlo como uno de los
numerosos profetas de calamidades o como
falso mesías. A esto tenemos que añadir que el
mismo anuncio cristiano habló mucho más del
Señor presente y venidero que de la vida
histórica de Jesús, es decir, se anunció el
"Kerygma cristiano" más que narrar
cronológicamente una biografía sobre Jesús.
Todas estas consideraciones confieren un
significado más alto a los escasos testimonios
que hablan de Jesús.
El historiador romano Tácito
explica en sus Anales
(aproximadamente entre los
años 116-117) el nombre de
cristianos. El contexto de
dicho testimonio corresponde
al incendio de Roma
ocurrido en el año 64, cuando
Nerón acusa a los cristianos
de haber sido los causantes.
El contenido del documento es el siguiente:
“Pero ni los recursos humanos ni la magnificencia imperial ni las
maneras todas de aplacar al cielo bastaron para acallar el
escándalo o disipar la creencia de que el fuego había ocupado el
lugar del orden. Por ello, para cortar los rumores, Nerón señaló
como culpables, y castigó con la mayor crueldad, a una clase de
hombres, aborrecidos por sus vicios, a los que la turba llamaba
cristianos. Este nombre deriva de Cristo, al que el procurador
Poncio Pilato, en el reinado de Tiberio, había sentenciado a muerte.
Esta horrible creencia, que durante algún tiempo estuvo
constreñida, se expandió de nuevo no sólo por Judea, donde el mal
había comenzado, sino también en Roma, a donde confluye todo lo
que de horrible y vergonzoso hay en el mundo. En Roma tiene
numerosos seguidores [...]” *

* Anales XV, 44. Es de hacer notar que Tácito Cornelio es un historiador latino que
vivió aproximadamente entre los años 55-120, y que es conocido por sus memorias
históricas de los Anales
A pesar de que se dice poco
(cuantitativamente), este do-
cumento es un testimonio
valioso (cualitativamente).
Es un testimonio cuya
autenticidad es aceptada por
la mayoría. Es una especie
de Carta de Identidad.
En dicha carta, aparecen varios datos de especial interés
para los historiadores:
1) Cristo es el autor del nombre de los cristianos;
2) Pilato es procurador de Judea (entre los años 27-37);
3) Tiberio es emperador (entre los años 14-37);
4) Jesús, el llamado Cristo, es sentenciado a muerte, es
decir, crucificado bajo la autoridad de Poncio Pilato;
5) Los cristianos por un tiempo fueron constreñidos (las
primeras persecuciones), pero se extiende la "horrible
creencia" no sólo por toda Judea sino hasta Roma donde
hay numerosos seguidores.
Fue gobernador de la Bitinia
(entre los años 111-113). fue
a la vez conocido como
escritor latino, autor de
interesantes cartas que vivió
aproximadamente entre los
años 62-114. Se le dio el
nombre de Plinio el Joven
para distinguirlo de su tío
Plinio el Viejo que era
naturalista y escritor latino
(entre los años 23-79), autor
de Historia Natural y que
murió en la erupción del
Vesubio.
Plinio decide escribir una carta a Trajano
informándole de -(como contexto)-, los
desórdenes que causan los que dicen
llamarse cristianos. Su contenido es:
“[...] aquellos que se dicen cristianos
niegan las costumbres romanas [...] y
alaban a un tal Cristo como si fuese Dios
[...]” *
El testimonio de Plinio hace mención
sobre la divinidad de Jesús. Algunos
estudiosos sostienen la autenticidad del
documento pero otros la cuestionan.
Independientemente de su autenticidad,
lo que si es cierto, es que dicho
testimonio es usado por los Padres de la
Iglesia, en especial, por Tertuliano.
* Epístola X,96.
La referencia de Cayo Suetonio es menos
utilizada debido a su autenticidad
cuestionable. Él fue un historiador latino
que vivió aproximadamente entre los
años 69-125, autor de Vida de los doce
Césares. Tiberio Druso-Claudio I fue
emperador romano entre los años 41 a
54.
En su Vida de Claudio este escritor de
finales del siglo I dC., narra -en el
contexto de- la expulsión de los
judíos de Roma decretada por Claudio
en el año 49 (cf Hech 18,2).
Contenido: menciona como causa del hecho a un supuesto
instigador de nombre "Cresto", al que normalmente se le
identificaba con Jesús:
“Como los judíos provocaban tumultos continuos a instigación de
Chrestus los expulsó de Roma” *.

El autor supone lógicamente que el responsable del motín


popular estuviera en Roma en tiempos de Claudio I o, al
menos, no parece estar informado de su muerte unos 20 años
antes; además de confundir el nombre de Cristo, su
información sobre Jesús es muy vaga: lo más que podríamos
deducir de ella es que ha oído hablar de él.
* Vita Claudii, XXV,14
Existen otras fuentes paganas que
son de menos importancia pero en las
cuales se hace también alguna
referencia sobre Jesús. Estas son, por
ejemplo, la fuente MARA BAR
SARAPION (73 dC.), que es un
manuscrito Siriáco en el que un autor
no cristiano escribe una carta a su
hijo, estudiante en Edesa,
mencionando una lista de grandes
Sabios como Sócrates, Pitágoras y el
gran Rey Sabio -Jesús- que muere a
causa de los pecados.
Esta fuente (del 53
dC.), explica que
hubo un eclipse de
sol cuando muere
Jesús en la cruz.
EN SÍNTESIS:
+ Las Fuentes paganas son puramente ocasionales,
marginales y escasas, pero con alto significado;
+ Mencionan o hacen referencia a Jesús;
+ Confirman con objetividad lo que dicen los Evangelios
+ Pero principalmente, el valor y la peculiaridad de las
fuentes paganas está, no tanto en el hecho de que éstas
describan quién es Jesús sino más bien en el hecho de que
registran la existencia de un Jesús histórico.
Estas fuentes no sólo son escasas sino que, por lo general,
están deformadas. Algunas de ellas son las siguientes:

Historiador judío fariseo, descendiente


de familia de sacerdotes. Su nombre
originario era Yosef bar Mattityahu. En
el año 64 fue procesado en Roma, saliendo
bien parado gracias al apoyo de Popea
esposa del emperador Nerón. Predijo a
Vespasiano que seria emperador de
Roma. Tras cumplirse la profecía, pasó a
llamarse Flavio Josefo (Ver más biografía).
Este historiador que vivió
aproximadamente entre los
años 37-110, escribió los
siguientes libros en griego:

1) La guerra de los judíos

2) Antigüedades judías

3) Contra Apión

4) Autobiografía
Hacia el año 93, escribe Antigüedades judías. Nos
transmite dos noticias. En la primera de ellas, en el capítulo
XVIII consta una mención a Jesús de Nazareth que ha
recibido el nombre de Testimonio flaviano.
“Apareció por entonces Jesús, hombre sabio, si es que se le puede
llamar hombre. Efectivamente realizó acciones increíbles y fue
maestro de todas aquellas personas que, con alegría, estaban
dispuestas a recibir la verdad. De esta manera atrajo a muchos
judíos y también a muchos gentiles hacia sí. Era el Cristo. Y, a
pesar de que Pilato, por instigación de los dirigentes de nuestro
pueblo, lo condenó a morir en la cruz, quienes le habían amado
desde el principio no pudieron olvidarle pues se les apareció vivo
al tercer día. Esto y mil cosas más, todas ellas maravillosas,
habían profetizado de él los profetas enviados por Dios. Y hasta el
día de hoy permanece la estirpe de los cristianos, como ellos se
denominaron después de él” *
* Antigüedades Judías 18,3,3.
Aunque de todos los textos sea el
más bello, se nota la intervención
de una mano cristiana. Se trata de
un testimonio muy hermoso.
Esta forma bella del mismo texto
hace dudar de su autenticidad:
la dependencia terminológica y
temática de la predicación cristiana
es evidente; además, una clara
confesión de fe en Jesús como
Cristo difícilmente pudo salir de la
pluma de un judío no cristiano.
La cuestión está abierta.
Unos dicen que el
testimonio sí es auténtico,
otros más dicen que no y la
mayoría se inclina por una
posición intermedia, es
decir, consideran el texto
que es auténtico y original
en su forma elemental
pero aceptan la existencia
de algunos retoques de
una mano cristiana
(=interpolación cristiana
posterior: ¿Orígenes?).
La segunda mención de Flavio es una simple alusión a Jesús
a propósito –contexto- del proceso y lapidación de
Santiago:
"Anás (el sumo sacerdote ) convocó una reunión de los jueces e hizo
que fuera llevado ante la misma el hermano de Jesús -del llamado
Cristo- que respondía al nombre de Santiago, y algunos otros; los
acusó de transgresores de la ley y los condenó a ser lapidados“ *

Independientemente del juicio que se pudiese hacer referente


a la autenticidad de los textos, queda evidente lo siguiente:
dichos textos manifiestan una fe que se funda en hechos
históricos
* Antigüedades Judías 20,9,1
Las menciones que presenta el Talmud -cuya versión
babilónica fue redactada en torno al año 500 dC-, son escasas
y están deformadas. A pesar de su datación tardía, el libro
con tradiciones muy antiguas, a veces incluso anteriores al
tiempo de Jesús. La única alusión directa a Jesús se encuentra
en una "baraitha" -o baraytot, código de normas
adicionales-, del período tannaítico (70-200 dC.) que se ha
conservado en el tratado del Sanedrín en su versión
babilónica.
En esta "baraitha“ se encuentra el siguiente contenido:
“La víspera de la Pascua fue colgado Yeshua. Durante cuarenta
días antes de que tuviera lugar la ejecución, salió un heraldo y
gritó: Sale fuera para ser lapidado porque ha practicado la
hechicería y ha incitado a Israel a la apostasía. Todo lo que pueda
alegar algo en su favor que se presente y abogue por él. Pero como
nada se presentó a su favor, fue colgado en la víspera de Pascua” *

* Sanedrín 43a. Al texto se le ha añadido, como era habitual, la opinión de un rabino


del siglo III: "Ulla dijo: ¿Suponéis que era alguien por quien se pudiera formular una
defensa? ¿Acaso no era un embaucador, acerca del cual dice la escritura: No le
perdonarás, ni lo ocultarás (Dt 13,9)? En el caso de Yeshua, sin embargo, era
distinto, porque se relacionaba con la realeza" (Ibidem)
El Talmud confirma que Jesús muere en las vísperas de
la Pascua judía. También es digna de advertir la
acusación de la "hechicería" contra Jesús, que
indirectamente incluiría la historicidad de acciones
milagrosas realizadas por Jesús, aunque se las interpretase
como obras demoníacas (cf Mc 3,22).
Existen otras fuentes de tipo apócrifo que hacen también
alguna referencia sobre Jesús. Algunas de estas fuentes
son:

Son los dichos de Jesús


no reconocidos en los
Evangelios canónicos y
que aparecen en otros
escritos. Atribuyen a
Jesús las costumbres
hebreas.
Estos dichos, tienen una importancia histórica indirecta
en cuanto que ofrecen interrogaciones vinculantes con los
mismos Evangelios canónicos:
“Porque el gran Rey Sabio dijo: El hombre bueno, del buen
tesoro de su corazón saca lo bueno [...]” *

* Códice de Beza 5, en relación con Lc 6,45.


Son los escritos judíos y
protocristianos que
guardan alguna
semejanza con los
libros canónicos, pero
que no fueron admitidos
en el canon. Comprenden
cuatro géneros literarios:
Evangelios apócrifos,
Hechos apócrifos, Cartas
apócrifas y Apocalipsis
apócrifos
Dichos escritos, son de doble origen:
1) De tradición herética (agnosticismo)
2) De tradición sensacionalista. Son narraciones que
modifican lo histórico por lo sensacional y por tanto, se
puede decir que se trata simplemente de narraciones
"inventadas" sin valor histórico que ponen de manifiesto
el actuar extraordinario de Jesús.
EN SÍNTESIS:
Comentamos que las Fuentes Paganas son puramente
ocasionales, marginales y escasas, pero con alto significado;
mencionan o hacen referencia a Jesús; confirman con
objetividad lo que dicen los Evangelios y que registran la
existencia de un Jesús histórico.

También podemos decir que por escasos y débiles que estos


testimonios acerca de Jesús puedan parecer, ninguno, judío,
pagano o gentil afirmó jamás, en los primeros siglos de la era
cristiana, que Jesús no hubiera existido o que no hubiese
muerto en la cruz. Además de la afirmación de la existencia
histórica de Jesús hay otros elementos que estas fuentes nos
ofrecen: el nombre de Jesús, la consideración de Jesús como
Dios, Jesús fundador del cristianismo, Jesús maestro
hacedor de maravillas (milagros), Jesús condenado a la
muerte en cruz.
Aún dejando aparte la difícil
cuestión de la autenticidad de las
fuentes extrabíblicas -paganas,
judías y apócrifas-, éstas no
añaden nada substancial a
cuanto contienen las fuentes
cristianas. Casi exclusivamente
en las fuentes cristianas -tanto en
los Evangelios, en los Hechos, en
las Cartas y en el Apocalipsis- ha
de apoyarse todo intento de llegar
a la persona de Jesús en sus
rasgos fundamentales.
Ahora bien, un primer problema que se encuentra en estas
fuentes cristianas -y que desemboca en una cuestión de
fondo-, es precisamente el de que estas fuentes no son
una crónica objetiva de hechos sucedidos históricamente
sino un testimonio de fe, una proclamación testimonial del
sentido profundo de ciertos acontecimientos de la vida de
Jesús
Este problema plantea
la cuestión sobre el
punto de partida en
el acceso a la historia
de Jesús: partir del
dato histórico sobre el
"Jesús predicador"
o más bien partir de la
confesión de fe sobre
el "Cristo predicado
y creído”
Dicha problemática puede aún comprenderse mejor teniendo
en consideración la historia de la investigación sobre la vida
de Jesús. Todo comienza cuando Albert Schweitzer trata de
probar que el Jesús de la historia fue otro que el Cristo de
la fe eclesiástica. Posteriormente, el profesor de lenguas
orientales, Hermann Samuel Reimarus, hace la distinción neta
entre la doctrina de Jesús, el primer sistema, y la doctrina
de los apóstoles, el nuevo sistema. De esta forma el "colosal
preludio" de Reimarus dejó percibir los aspectos de la futura
investigación sobre Jesús: la diferencia entre el Jesús de la
historia y el Cristo de la fe. A partir de entonces han sido
varios los enfoques realizados sobre el problema del acceso a
Jesús, como por ejemplo, el de David Strauss, que propone la
interpretación mítica. Pero fue Friedrich Schleiermacher el
primero que, entre 1819 y 1832, se interesó en primer lugar no
por lo biográfico sino por lo teológico. No se trata de
destruir o sustituir el dogma cristológico, sino de
interpretarlo históricamente.
A la moderna historia de las
formas ("Formgeschichte“)
debemos el que se haya
demostrado que los evangelios
no son fuentes históricas en el
sentido moderno de la palabra,
sino más bien testimonios de
la fe de las comunidades.

Rudolf Karl Bultmann (20 Agosto 1884 en


Wiefelstede, † 30 Julio 1976 in Marburg)
Ciertamente que los Evangelios y los demás escritos del Nuevo
Testamento, y por tantos, los autores de dichos escritos, no
quisieron levantar acta de cuanto habían visto y oído; no les
importa narrar los "hechos" en su aspecto material, sino
comunicar el significado de los mismos confesando cuanto
veían y experimentaban. Por eso para los testigos, Jesús no
es un personaje del pasado, a quien recordar, sino el Señor del
presente a quien celebrar.
A pesar de esta
constatación -de que las
fuentes cristianas no son
una cronología sino un
testimonio de fe-, hay que
tener en cuenta de que
dicha fe confesada, no
descansa sobre sí
misma, sino sobre una
historia concreta, es decir,
no existe esa fe sin su
fundamento histórico,
sin hechos reales y
concretos acontecidos
dentro de un espacio y
tiempo determinados.
Ciertamente que es difícil postular como definitiva y
segura cualquier biografía de Jesús *, sin embargo -
sirviéndonos de estas fuentes y de la investigación
histórico-crítica-, partiendo de algunos rasgos del
"Cristo predicado" se pueden advertir indicios
históricos del "Jesús predicador".

* G. BORNKAMM, Jesús de Nazaret 13.


Es necesario remarcar aquí la relevancia teológica de lo
histórico. Esto quiere decir precisamente plantear de
manera nueva la cuestión sobre el Jesús histórico.
Para tal empresa hay que tener en cuenta -como
presupuesto indispensable en dicha cuestión- la polivalencia
de la palabra historia. "Otra cosa es la historia a la que se
refiere el Kerigma neotestamentario: el Jesús terreno tal y
como verdaderamente fue, como concretamente vivió; otra
cosa diferente es el Jesús histórico que destilamos del
Kerigma en un complicado proceso de sustracción con ayuda
de nuestros modernos métodos históricos" podemos decir
que el problema que se plantea sobre la ambivalencia de
la cuestión -el sentido histórico y teológico-, "nos lleva
al programa de una cristología de la mutua
correspondencia entre el Jesús terreno y el Cristo
resucitado y exaltado“ *

* W. KASPER, Jesús, el Cristo 40


En concreto se puede llegar a lo siguiente:

a) Determinar el marco externo de la vida de Jesús

b) Bosquejar un cuadro de la personalidad de Jesús

c) Preguntar acerca de las ideas e intenciones de Jesús


Por lo que se refiere al primer aspecto -el marco externo de
la vida de Jesús-, se ha producido un amplio consenso sobre
los principales datos de su vida:

1) Entre los años 7 y 4 aC. el nacimiento.


2) Hacia el 27/28 dC. es el bautismo por Juan en el
Jordán.
3) Entre los años 28-30 dC. la vida pública: predicación
de la inminente venida del Reino de Dios, actuación
carismática (curación de los enfermos y expulsión de los
demonios), llamamiento de un círculo de discípulos, trato
con pecadores y marginados, enfrentamiento con los
escribas farisaicos y con otros grupos.
4) Posiblemente el 7 de Abril del año 30 fue la
crucifixión bajo Poncio Pilato.
Por otra parte, el historiador también puede extraer de las
fuentes cristianas otro tipo de datos, como por ejemplo,
los relacionados al aspecto geográfico:
+ los lugares en que actuó Jesús: Cafarnaúm, Lago
de Genesaret, otras aldeas y ciudades de Galilea,
Jerusalén, etc.
Otros de datos se refieren al cuadro familiar:
+ los nombres de sus discípulos más allegados (cf Mc
3,16-19: Pedro, Juan, etc.);
+ los nombres de los "padres" de Jesús (José y María);
+ los nombres de sus "hermanos" (cf Mc 6,3: Santiago,
José, Judas y Simón).
Por último, también se encuentran datos relativos a ciertos
hechos relevantes:

+ de modo particular, es rica en informaciones la historia


de la pasión: Judas Iscariote, el traidor, el sumo sacerdote
Caifás, como acusador principal, Simón de Cirene, como
portador de la cruz, Poncio Pilato como procurador romano y
juez.
A pesar de los datos valiosos que nos ofrecen las fuentes
cristianas, no hay que perder de vista que éstas mismas
contienen lagunas y límites sobre el conocimiento histórico:
+ aunque todos los Evangelios coinciden en señalar Belén
como lugar de nacimiento (cf Mt 2,1.5; Mc 12,35; Lc
2,4.11; Jn 7,42), el dato es puesto en duda, ya que podría
tratarse sólo de una afirmación teológica que quiere
presentar a Jesús como el Rey Mesías prometido
+ El hecho de que sean
conocidos los nombres de los
padres y hermanos de Jesús
no justifica la afirmación de que
Jesús, como cualquier otro niño
judío de Galilea, nació de
padres judíos legítimos, si
con ello se pretende negar la
doctrina de la concepción
virginal por obra del Espíritu
Santo.
+ A pesar de que no existe motivo alguno para poner en
duda la actuación de Jesús como exorcista y
terapeuta, naturalmente, cada uno de los casos escapa a
la comprobación posterior. Pero esto no significa, en modo
alguno, que los correspondientes informes de los
Evangelios carezcan de valor. La dimensión de lo histórico
no puede ni debe ser la única medida de la realidad de un
texto.
Por lo que se refiere al segundo aspecto -el marco interno o
el cuadro de la personalidad de Jesús-, se ha
producido en el ámbito de ciertos exégetas existencialistas
una postura negativa al respecto. Algunos estudiosos
manifiestan expresamente su desinterés por la
personalidad de Jesús afirmando lo siguiente:
a) Prácticamente no podemos saber nada de la
personalidad de Jesús ya que las fuentes cristianas
no se interesaron por este tema; además dichas
fuentes son fragmentarias y están plagadas de leyendas;
b) Lo que se ha escrito en la literatura dedicada a la vida
de Jesús desde hace aproximadamente siglo y medio
sobre su "personalidad", es fantástica y novelesca *

* Cf R. BULTMANN, Theologie des Neuen Testaments (Deutsche-Stiftun, Tubinga


1965) 8-17
c) Jesús mismo no se
interesó por su personalidad
sino por su obra.

En consecuencia, la investigación
histórica -concluyen algunos
estudiosos, entre ellos, R.
BULTMANN-, tiene que
preguntarse por lo que él
quiso y no acerca de su
constitución psíquica o sobre
su personalidad.

En el ámbito católico esta


forma de pensar está
superada.
Sin embargo, queda abierta la posibilidad a nuevas
investigaciones críticas, , es decir, se puede hablar
tranquilamente del "embrujo de la personalidad" de
Jesús, de su "capacidad de atracción", e intentar trazar los
rasgos fundamentales de su vida humana. El material
auténtico que nos ofrecen las fuentes cristianas, es lo
suficientemente rico como para no necesitar de
ornamentaciones novelescas, sentimentales o fantasiosas. Los
textos mismos nos ofrecen tales datos acerca de qué clase de
persona fue Jesús.
Algunos rasgos de la personalidad de Jesús se ponen ya de
manifiesto en el significado de su nombre que habla de:

+ pureza - veracidad - claridad


+ reconciliación - paz - renuncia a la violencia
+ bondad - perdón - cordialidad
+ entrega a los pequeños, débiles, menesterosos
+ libertad - apertura - carencia de prejuicios
+ lucha valiente por los derechos e Dios y del hombre
+ confianza - sentido de la vida - esperanza en el futuro
+ amor a Dios y a los hombres
+ solidaridad - alegría
+ desprendimiento - servicio –
+ aceptación del sufrimiento
+ morir por la verdad, por la conciencia, por Dios
En síntesis, podemos decir que los Evangelios han
caracterizado de la manera más clara la "personalidad" de
Jesús con el término "exusian" - evxousi,an -que
puede significar:
+ "poder“ + “coherencia”
+ "autoridad" + “armonía”
+ "libertad“ + “plenitud de ser” *

* Cf Mt 7,29; Mc 1,22; Lc 4,32


Los mismos Evangelios
dan a entender que Jesús
poseyó esa "exusia"
con una evidencia y
seguridad inauditas, a tal
punto de poder decir que,
la personalidad de
Jesús revela -con
autoridad y coherencia
extrema- la armonía
entre su intención
(vida interior) y su
acción (vida exterior),
es decir, plenitud de
LIBERTAD.
Por lo que se refiere al tercer aspecto –las ideas e
intenciones de Jesús-, se ha llegado a lo siguiente:

a) Sin los métodos exegéticos apropiados es imposible


conocer las verdaderas intenciones que el Maestro reveló con
sus palabras y obras.

b) Plantearse la cuestión de las ideas e intenciones de Jesús


sólo queda justificado cuando se hace desde la propia fe
cristiana.

c) Todo lo que sabemos sobre las ideas e intenciones de Jesús


nos ha sido transmitido únicamente por medio de las
fuentes cristianas.
A la luz de dichas fuentes, las ideas e intenciones de Jesús
pueden percibirse concretamente en la idea del "Reino" y
la intención de "cumplir la voluntad del Padre"

Comprender qué es el Reino y lo que implica la voluntad del


Padre manifestada en las palabras y obras de Jesús será parte
del quehacer de la Cristología (Ver capítulo 8° de apuntes II)
***
Se ha superado el problema de considerar las fuentes
cristianas, por una parte, como una mera crónica objetiva de
hechos sucedidos, y por otra, como simples testimonios de fe
desligados y ajenos de la historia. Estas fuentes son a la vez
testimonios de fe pero con su propio fundamento
histórico. De aquí la necesidad de afrontar ahora el problema
de la autenticidad y de la validez histórica de dichas fuentes.
La validez histórica de los Evangelios se justifica doblemente.
a) Ante todo, por los criterios de la Tradición Eclesial
b) También se justifica por los criterios de la ciencia
moderna
La validez histórica de los Evangelios, en primer lugar, es
justificada por los criterios de la Tradición Eclesial.
Estos criterios son los de la fe; dichos criterios afirman que
los hagiógrafos dan un testimonio verídico inspirado y
garantizado por el Espíritu de la Verdad. En este
sentido, son muy significativas las palabras de la
Constitución Dogmática "Dei Verbum" n.19 [La cursiva en
el texto es nuestra]

“La santa madre Iglesia ha defendido siempre y en todas partes,


con firmeza y máxima constancia, que los cuatro Evangelios
mencionados, cuya historicidad afirma sin dudar […]. Los
autores sagrados […] nos transmitieron siempre datos auténticos
y genuinos acerca de Jesús. Sacándolo de su memoria o del
testimonio de los que asistieron desde el principio y fueron
ministros de la palabra, lo escribieron para que conozcamos la
verdad de lo que nos enseñaban” (DV 19).
La validez histórica de los
Evangelios también se justifica
por los criterios de la ciencia
moderna. Estos criterios se usan
científicamente para demostrar
la autenticidad histórica de
algo o alguien. Son principios,
metodológicamente rigurosos,
que se aplican a los diversos
datos tradicionales en orden a dar
un juicio sobre la posibilidad de
entrar en contacto con la historia
de Jesús
Algunos de los principios científicos que se aplican para
investigar sobre la veracidad histórica son:

1) Atestación o testimonio múltiple:


un "hecho auténtico" es registrado o
escrito por varias fuentes y de varias
maneras. Antiguamente se probaba la
historicidad de algún dato por la
convergencia de los testimonios.
Descubierta la interrelación y la
dependencia de las fuentes, hay que
probar ahora su convergencia.
La fuerza de la atestación múltiple no está en la
determinación de la autenticidad histórica de palabras o
relatos "aislados" sino más bien en la determinación de la
autenticidad de motivos o temas que se repiten en la
tradición. Por ejemplo, la comida de Jesús con los
publicanos (cf Mc 2,15-17; Mt 9,10-11; Lc 5,29-30)
proviene de Marcos; pero el tema de la convivencia de Jesús
con pecadores está sólidamente enraizado en varias
fuentes y de maneras diversas; es un dato de la tradición
y, con toda probabilidad, es rigurosamente histórico. No hay
que olvidar también que este criterio de la coincidencia está
muy ligado al análisis de crítica literaria
2) Discontinuidad: es el principio de mayor aceptación, el
más válido. Un "hecho original" es considerado como tal
cuando tiene rasgos de discontinuidad, es decir, al no
presentarse como una simple repetición, al ser diverso
y distinto de lo ordinario.
Basados en la desemejanza de la
tradición sobre Jesús con las
preocupaciones de la comunidad
primitiva se llegan a descubrir ciertos
datos de la vida de Jesús que constan
con toda seguridad, porque nadie los
pudo inventar, como es, por
ejemplo, el bautismo de Jesús,
que no lo habrían inventado sus
seguidores o los que creían en él. La
razón es sencilla: el hecho de que
Jesús se había sometido al bautismo
de Juan podía ser para los partidarios
de éste una buena ocasión para
afirmar que Jesús mismo se había
subordinado a Juan y que no era Jesús
sino Juan la figura escatológica
decisiva
3) Conformidad: es un criterio que actúa como
complemento del anterior. Un "hecho verdadero" es
considerado como tal si está en conformidad con el
"ambiente externo" y con el "ambiente interno", es
decir, en coherencia con el contexto. Cualquier sentencia
o hecho de Jesús cuya autenticidad se defienda, ha de estar
en continuidad con el mundo geográfico, sociocultural
y religioso de la Palestina del siglo primero: así, los
datos topográficos y la mención de personas históricas, la
alusión a costumbres y usos o la estratificación social, la
mentalidad cultural imperante y la situación política que están
en el transfondo de la tradición evangélica han de
corresponder con lo que conocemos por fuentes
extraevangélicas de lo que no tenemos dudas de su
historicidad.
Por ejemplo, el rechazo a los leprosos y a los pecadores
es un hecho común de la tradición judía que está en
conformidad con lo que se nos narra en los textos
extrabíblicos y en los escritos del Nuevo Testamento. Todavía
aún de modo más radical -en coherencia con las
costumbres del tiempo y del lugar- puede entenderse la
magnitud del escándalo judío cuando Jesús trata con los
leprosos y los pecadores (cf Mt 8,2-3; 9,10-11; Mc 1,40; 2,15;
Lc 5,30; 7,11).
4) Explicaciones necesarias:
todo "hecho real" o
"acontecimiento histórico" -por
ocurrir dentro de un espacio y un
tiempo determinados-, tiene su
explicación razonable por el
principio filosófico de la Causalidad
(=a un efecto determinado
corresponde su causa propia).
Todo hecho necesita ser explicado
y aclarado con una secuencia
lógica.
Conclusión: Cuando todos los hechos convergen en razón
de diversos factores -filosóficos, morales, religiosos, etc.-,
puede hablarse entonces de su historicidad. Pero a pesar de
que no se encuentren explicaciones convincentes ante un
hecho, no es legítimo proponer como auténtico este mismo si
es que no ha superado uno de los tres criterios anteriores.
podemos decir que los cuatro Evangelios, -a la luz de
dichos criterios- tienen su propia base histórica
significativa que nos permiten recuperar la vida y obra de
Jesús en sus rasgos fundamentales.
Parte de la vida histórica de Jesús que recogen las fuentes
cristianas son las actuaciones como exorcista y como
taumaturgo. Ante tales surge el gran problema de fondo:
¿Es posible hablar de la historicidad de los milagros?
¿En qué sentido?
No se trata aquí de llevar a cabo un
estudio exhaustivo sobre los milagros de
Jesús*. Lo único que queremos es
descubrir el sentido de la conducta
taumatúrgica de Jesús con su
validez histórica. Este es el interés de
los criterios de la tradición eclesial.
Efectivamente -a la luz de dichos
criterios y de las fuentes cristianas- se
nos asegura que Jesús pasó sobre la
tierra curando a los enfermos y librando
a los que se encontraban poseídos del
maligno. Hay que tener en cuenta que
Jesús no es un hacedor de milagros
o un artesano de prodigios en busca
de fama.
* Al respecto es excelente el estudio de: R. LATOURELLE, Milagros de Jesús y teología
del milagro = Verdad e Imagen 112 (Ediciones Sígueme, Salamanca 1990).
Jesús no utiliza, por tanto, su poder taumatúrgico con el solo
fin de realizar prodigios. Su actividad taumatúrgica
adquiere el sentido de su misión. Este es el sentido por
considerar. Los milagros, en efecto, a pesar de su ruptura en
la orientación de las cosas, manifiestan lo extraordinario de
una misión que se realiza dentro de la historia. Estos
milagros tienen su razón de ser en cuanto que están
ligados a la misión de Jesús y en cuanto que
acreditan su mensaje dentro de la historia. El título de
taumaturgo atribuido a Jesús por las fuentes cristianas, no
podría por tanto separarse de la misión que realiza.
Por otra parte, hay que tener en
claro que Cristo no es una especie
de mago que arranca a los hombres
de su condición histórica, de lo
"finito" de su situación, sino más
bien, es aquel que le da sentido
trascendente a lo que
aparentemente no tiene más que
validez "terrena". He aquí lo
extraordinario del "signo". Por eso
el milagro es un signo y como
tal no existe sin su fundamento
histórico. Jesús realiza varios
signos haciéndolos parte
integrante de su misión del
Reino. Estos signos son
perceptibles al nivel de la
experiencia humana.
Desde el punto de vista de los criterios de la tradición eclesial
–criterios de fe-, estos milagros se presentan con varias
características:
+como el espacio concreto de la vida de Jesús que darán
lugar al amor o al odio hacia su persona;
+ tienen la característica que se presentan como signos
ricos de interpretación. Un mismo acontecimiento tiene
diversas interpretaciones (cf Lc 9,37-42; Mc 9,14-29; Mt
17,14-19). Entre más rico sea el hecho es más rica la
interpretación.
+ debido a su carácter público, estos milagros tienen la
característica de ser a la vez signos de buena nueva y
signos de polémicas (cf Mc 2,1-12; 3,1-6; Jn 11,45s)
El valor histórico de los Milagros también puede
justificarse por los criterios de la ciencia moderna, es
decir -como vimos anteriormente-, por los criterios que se
usan científicamente para demostrar la autenticidad histórica
de algo o alguien.
+ Por el criterio de la atestación múltiple: una larga
lista de milagros es registrada por varias fuentes y de varias
maneras, como por ejemplo, Mt 9,20; Mc 5,25; Lc 8,43ss.
+ Por el criterio de la discontinuidad: los milagros que
no se presentan como repeticiones maravillosas del Antiguo
Testamento y que en su originalidad son distintos de los
prodigios paganos, como por ejemplo, Hch 8,9-24 (= Simón,
el Mago, quiere repetir los prodigios de los apóstoles).
Por el criterio de la conformidad: un milagro se presenta
como "verdadero" si está en conformidad con el "ambiente
externo" y con el "ambiente interno“, como por ejemplo, la
curación de los leprosos (Mt 8,2ss.)
Por el criterio de las
explicaciones necesarias:
los milagros que por ocurrir
dentro de un espacio y
tiempo determinados
convergen en razón de
diversos factores -filosóficos,
morales, religiosos, etc.-, son
milagros auténticos, como
por ejemplo, Jesús al obrar
prodigios es considerado por
los enemigos un transgresor
de las tradiciones y de las
leyes, resultando de ello, un
explícito deseo de matarlo (cf
Jn 11,53).
Aquellos milagros que no reúnen dichas condiciones puede
decirse que no son auténticamente históricos. A pesar de lo
poco que hemos visto sobre la temática, podemos llegar a
una conclusión: los milagros pertenecen a la
personalidad histórica de Jesús y por lo mismo estos
tienen una validez histórica
Ciertamente que el hecho
central de la vida de Jesús
que recogen las fuentes
cristianas es el acontecimiento
de la Resurrección. Surgen
serios problemas sobre la
misma:

+ ¿Es un hecho histórico?


+ ¿Tiene fundamento
histórico la resurrección?
+ ¿Se puede demostrar?
+ ¿Jesús fue consciente de
que iba a resucitar?
La resurrección de Jesús viene cuestionada desde sus propios
contemporáneos (cf Mt 28,11-15) hasta el día de hoy. En el
campo protestante, por ejemplo, se afirma que la
resurrección no es un hecho objetivo sino solamente un
acto de fe, es decir, la resurrección es un evento que no
hace referencia a Jesús sino más bien hace referencia a los
apóstoles. Esto quiere decir que Jesús no se apareció en
realidad a los apóstoles y que ninguno de ellos vio, ni
palpó, ni toco a Jesús en su materialidad corporal sino
que simplemente lo vieron con los ojos de la "fe
resucitada" aceptando y creyendo las palabras que él
dijo. La aceptación de sus palabras es la resurrección de su
fe. Más que esforzarse por llegar a la resurrección de Jesús
como tal, es necesario llegar a la resurrección de la fe; basta
creer y aceptar que Jesús resucitó
Por parte de los católicos se pone como premisa necesaria a
toda discusión sobre el argumento, la necesidad de
comprender qué se entiende por el acontecimiento de la
resurrección de Jesús (aunque sea en forma general). En
tal sentido se ha dicho que ésta puede describirse como el
paso de esta vida a la vida de Dios, un paso de liberación en
cuanto que el cuerpo ya no está sujeto a las condiciones del
espacio-temporal. No es un regreso a la vida histórica ni
tampoco una simple continuación de la vida aquí en la
tierra, sino más bien, es un pasaje en el cual el cuerpo llega
a un devenir pneumático de glorificación. Es un signo
trascendente que ocurre en la historia y como tal, no
existe sin su fundamento histórico.
Iniciemos con la cuestión de fondo: ¿la resurrección
en cuanto tal es un "hecho histórico“?. Para
responder a esta cuestión es necesario considerar los
requisitos infalibles de historicidad que demuestran el
"hecho histórico" auténtico:
1) Que la sucesión de los eventos sea observable;
2) Que la individualidad de la causa sea empírica;
3) Que el hecho sea intrínsecamente inteligible;
4) Que tenga analogía con otros eventos.
Ante estos requisitos puede
responderse juntamente con
todos los estudiosos en forma
unánime: la resurrección no
es un hecho observable; no
tiene una causa empírica; en
sí, como hecho milagroso, no es
intrínsecamente inteligible y
no tiene analogía con
ningún otro evento.

Por tanto, la resurrección no


es un hecho histórico.
Ahora bien, el que un acontecimiento no sea considerado
como "hecho histórico" no quiere decir que no existió y que
no tenga fundamento histórico, es decir, esto no significa
que no sea considerado en verdad un "hecho real“. Podemos
decir que la resurrección de Jesús, aunque no es un
"hecho histórico" -en cuanto que escapa a la ciencia que
no puede precisarlo ni cosificarlo como lo hace con otros
acontecimientos del pasado-, si es un "hecho real", en
cuanto que es un hecho trascendente que ocurrió dentro de
la historia, es decir un hecho real con fundamento
histórico.
De aquí que pueda demostrarse dicho "hecho real" en forma
indirecta: el evento de la resurrección comprende un "hecho
histórico"; la fe de los apóstoles (que es un hecho
observable; con su causa empírica; intrínsecamente
inteligible y que tiene analogía con algún otro evento). Son
cuatro los elementos que podrían justificar la validez
histórica de dicho acontecimiento:

a) las predicciones de Jesús


b) la tumba vacía
c) las apariciones
d) diversos testimonios
a) Las predicciones de Jesús
Según los Evangelios, Jesús
predijo repetidamente no sólo su
pasión sino también su
resurrección (Mc 8,31; 9,9.31;
10,34; 12,18-27; 14,28). Las
predicciones que hizo de su
muerte y de su resurrección están
hechas no en un contexto
apocalíptico sino en un contexto
teológico. Esto quiere decir que
Jesús hablará de ello haciendo
una confesión histórica de su
fe sobre una determinada imagen
de Dios: "no un Dios de muertos
sino de vivos" (Mt 22,32; Mc
12,27; Lc 20,38).
Jesús vivió históricamente esta fe en Dios, y murió en esta
misma actitud. Por consiguiente, cuando se pregunta si
Jesús mismo predijo su resurrección, no deberíamos
recurrir a concepciones o a imágenes apocalípticas, sino más
bien, es cuestión de responder a partir del núcleo de su
predicación sobre Dios. Estas predicciones teológicas no
se quedan en palabras sino que se concretizan en hechos. El
Dios predicado por Jesús no lo abandonó en la cruz, sino
que le devolvió a la vida según había predicho. De modo
particular Jesús predijo su muerte y resurrección en el evento
de la “Purificación del Templo” (cf explicación).
b) La tumba vacía
Hay quién niega el fundamento histórico de la tumba vacía
(Loisy), quién más lo afirma (Renam) y otros simplemente
dudan del hecho en cuanto tal (Küng). La primera cuestión a
resolver no es la de la tumba "vacía", sino el hecho de
que si Jesús fue "enterrado" verdaderamente. La tumba
significa la realidad de la muerte, el irrevocable final de la
existencia humana. La estancia de Jesús en la tumba quiere
decir que él ha llegado a la última estación de la existencia
humana.
Debemos pues leer la historia
de la tumba vacía teniendo
en cuenta que en ella no se
pretende informar sobre
datos empíricos sino más
bien se pretende anunciar
el mensaje de la
resurrección. Por una
parte, la sepultura confirma
la verdadera muerte de Jesús
y, por otra parte, si se habla
de sepulcro vacío, es porque
se confirma el "hecho real"
de que Cristo ha resucitado
c) Las apariciones pascuales
Las fuentes cristianas parten del convencimiento de que el
resucitado mismo despertó la fe pascual en sus discípulos.
Sus apariciones transformaron a sus seguidores
desilusionados y desanimados: “…se pareció a Cefas y
luego a los Doce… Y en último término se me apareció
también a mí… (1Cor 15,5-8). El problema está en saber
qué se esconde detrás de la expresión "se apareció", o
más exactamente, "se dejó ver", o "hizo que le vieran"

kai. o[ti
w;fqh
“y se dejó ver"
Podemos decir que estas expresiones no se emplean para
describir alucinaciones o ilusiones ópticas de unos cuantos
iluminados, pues para ello existe otro tipo de terminología,
especial para esos casos. Aquí se trata de expresiones que
se emplean más bien para narrar un hecho existencial,
cuya vivencia real ha sido causa de un cambio radical.
Por tanto, según la terminología empleada, puede afirmarse
que no se trata de visiones o de iluminaciones místicas, sino
más bien de percepciones reales y objetivas. De aquí que
podamos decir que, el elemento esencial de la fe pascual, que
nos ofrecen las fuentes cristianas, sólo puede provenir de una
intervención divina, de una revelación que exige la fe
interior, porque nadie es capaz de "ver a Dios" con sus solas
fuerzas naturales (cf Mt 11,27).
Del punto de vista psicológico, la disposición interior de
los discípulos no basta para explicar el milagro de la
resurrección. Lo que ellos viven con miedo y con angustia, lo
que despertará en ellos progresivamente alegría y entusiasmo
es un cambio radical; un cambio profundo que sólo se
explica desde una experiencia real con aquel que se
dejó ver; los discípulos, están profundamente marcados por
la muerte, mientras que vive aquel que ha sido crucificado y
enterrado. Los que le han sobrevivido son los muertos,
mientras que el que ha muerto vive. Tendrá que ser el mismo
resucitado quien revele, “con su presencia real” el sentido
de su sufrimiento y de su muerte, cambiando radicalmente
su situación.
d) Diversos testimonios
En este sentido, el testimonio de la Escritura se presenta
como fuente original de la fe pascual. Por consiguiente, los
discípulos necesitaron únicamente del estímulo de las
apariciones para convencerse -por el testimonio de las
Escrituras-, de que Dios había resucitado a su Maestro.
Es el caso, por ejemplo del episodio de los discípulos de
Emaús (cf Lc 24,13-35) en el que "el resucitado", todavía
desconocido para ellos, les viene a acompañar en el camino
(cf Lc 24,25-34).
Llegados a este punto -después de ver los elementos que
están a la base del fundamento histórico de la resurrección-,
se podrá ahora comprender mejor cómo las fuentes cristianas
nos permiten tener una imagen más precisa sobre los rasgos
fundamentales de ese Jesús que vivió, murió y resucitó dentro
del tiempo y del espacio de nuestra historia.

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