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CORPUS PAULINO
PROF. D. JOSÉ MIGUEL GARCÍA PÉREZ

Instituto Superior de Ciencias Religiosas


Sección a Distancia

UNIVERSIDAD SAN DÁMASO


VERITATIS VERBUM COMMUNICANTES
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Con Licencia Eclesiástica del Arzobispado de Madrid con fecha 23 de octubre de 2015

© Ediciones Universidad San Dámaso, Madrid 2015

Prohibida la reproducción total o parcial

2ª reimpresión, Octubre 2018

I.S.B.N.: 978-84-15027-90-4
DEPÓSITO LEGAL: M-34393-2015

Este trabajo ha sido realizado en parte con la ayuda financiera del Centro Español de Estudios Eclesiásticos anejo a la Iglesia
Nacional Española de Santiago y Montserrat en Roma, en el marco de los proyectos de investigación del curso 2014-2015.
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Corpus paulino 3

CONTENIDO
INTRODUCCIÓN GENERAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

U.D. 1: San Pablo, vida y actividad apostólica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7


Tema 1: Pablo precristiano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Tema 2: Pablo cristiano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Tema 3: Los viajes misioneros de Pablo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Tema 4: Actividad epistolar de san Pablo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

U.D. 2: Epistolario paulino inicial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69


Tema 1: Las primeras cartas (1 y 2Tes) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Tema 2: Las cartas a los Corintios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
Tema 3: Cartas a los Gálatas y los Romanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99

U.D. 3: Epistolario paulino posterior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123


Tema 1: Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, . . . . . . . . . . .
Colosenses y Efesios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
Tema 2: Cartas pastorales: 1 y 2Timoteo, Tito . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Tema 3: La epístola a los Hebreos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153

U.D. 4: Teología paulina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165


Tema 1: San Pablo y los orígenes cristianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
Tema 2: Cuestiones teológicas relevantes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
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Corpus paulino 5

INTRODUCCIÓN GENERAL

Vamos a iniciar el estudio de los escritos de san Pablo. La importancia de este apóstol en
los primeros años de la existencia de la Iglesia y de su difusión por el mundo romano es
indiscutible. Por ello, no debe extrañarnos la cantidad de publicaciones sobre el Apóstol de
las gentes; sobre todo después del año paulino convocado por Benedicto XVI. En un primer
momento nos acercaremos a la persona de san Pablo, judío y ciudadano romano, educado a
los pies de Gamaliel en el fariseísmo, perseguidor de la Iglesia. Después de su encuentro con
Cristo en el camino de Damasco, consideró basura todo lo que antes para él era motivo de
orgullo en comparación con el conocimiento del Señor. Fue un misionero infatigable que
difundió el cristianismo entre judíos y griegos en el mundo heleno. Escribió varias cartas
dirigidas a comunidades y personas; estos escritos se cuentan entre los primeros documentos
cristianos que se conservan.

Las fuentes principales para conocer la persona y la actividad de san Pablo son, ante todo,
sus propias cartas. Aunque no fueron escritas con una intención autobiográfica, aparecen en
ellas muchos datos que aportan conocimientos de primera mano. Los pasajes autobiográficos
más importantes son: Gál 1,13-2,14; Flp 3,5-6; 2Cor 11,21-27; 12,1-10; 1Cor 15,8-
11. La otra fuente importante es el libro de Los Hechos de los Apóstoles, especialmente el
capítulo 9 y del 13 en adelante hasta el final del libro.

El autor de este manual es José Miguel García, Doctor en Teología por la Facultad de
Teología del Norte de España, con sede en Burgos, y profesor de Nuevo Testamento en la
Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid).
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UNIDAD DIDÁCTICA 1

San Pablo, vida y actividad apostólica

Contenido

Tema 1: Pablo precristiano


l Nacimiento y formación de Pablo
l Fariseo
l Pablo perseguidor

Tema 2: Pablo cristiano


l Encuentro con Jesús camino de Damasco
l ¿Podemos deducir una fecha para este acontecimiento?
l Los años desconocidos
l Algunas características de la actividad misionera de Pablo
Tema 3: Los viajes misioneros de Pablo
l Primer viaje (Hch 13-14)
l Segundo viaje (Hch 15,40-18,22)
l Tercer viaje (Hch 18,23-21,17)
l Viaje a Roma
l El probable viaje misionero a España
Tema 4: Actividad epistolar de san Pablo
l El género epistolar en el mundo greco-romano
l Algunas nociones generales sobre los escritos paulinos
l El canon paulino
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8 San Pablo, vida y actividad apostólica

INTRODUCCIÓN

Esta U.D. está dedicada al estudio de la persona y vida de san Pablo. Intentaremos conocer
su pasado fariseo y su misión apostólica después de su encuentro con Cristo resucitado en el
camino a Damasco. El contenido de la U.D. se especificará en cuatro temas.

El primero, que lleva por título “Pablo precristiano”, abordaremos tres cuestiones: 1) su
nacimiento y formación inicial; 2) su educación y pertenencia al grupo fariseo; 3) su activi-
dad como perseguidor de la Iglesia naciente.

En el segundo tema, que hemos titulado “Pablo cristiano”, y que será el más largo, expon-
dremos 1) el acontecimiento del encuentro del Apóstol con Jesús resucitado, 2) la fecha de
este suceso, 3) la actividad que realizó en los años denominados desconocidos, 4) algunos
rasgos de su actividad misionera.

El tercer tema estudiará 1) los tres viajes misioneros narrados en Los Hechos de los
Apóstoles, 2) su viaje a Roma para ser juzgado ante el emperador, 3) los argumentos que
apoyan su viaje a España y, por último, 4) una propuesta de cronología paulina.

El cuarto tema será una introducción a las cartas del Apóstol; de ahí su título: “Actividad
epistolar de san Pablo”. Tres grandes cuestiones llamarán nuestra atención: 1) el género
epistolar en el mundo greco-romano, sus semejanzas y diferencias con las cartas paulinas, 2)
algunas nociones generales sobre las misivas del Apóstol, 3) cómo se formó el canon paulino.
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Tema

Pablo precristiano
1

Con ocasión del año paulino, celebrado desde junio del 2008 a junio del 2009, se
publicaron numerosas monografías dedicadas al estudio de la persona, la actividad
misionera y el pensamiento de Pablo. En alguna de ellas se destacaban los aspectos
enigmáticos del Apóstol, se enunciaban bastantes preguntas para las que no existen
respuestas. Sin embargo, si tenemos en cuenta la información que nos ha llegado
sobre Pablo en Los Hechos de los Apóstoles y las cartas que escribió, hemos de reco-
nocer que es uno de los apóstoles mejor conocidos. Es cierto que a pesar de esta
información hay preguntas a las que no podremos responder. Por ejemplo, ¿quiénes
fueron sus padres? ¿Cómo adquirió su padre la ciudadanía romana? ¿Conoció y
escuchó a Jesús en algunas de las ocasiones que subió a Jerusalén durante su minis-
terio público? Quizá sobre otras cuestiones sólo lograremos una respuesta parcial:
¿Qué formación adquirió en sus años de infancia y juventud? ¿Por qué cambió su
primer nombre, Saúl, por el de Pablo? ¿Qué hizo durante los años que van desde el
acontecimiento de Damasco al comienzo de sus viajes apostólicos? En otras alcan-
zaremos una respuesta razonable, con visos de ser la más probable; como, por
ejemplo, ¿dónde aprendió la tradición cristiana: en Damasco, Jerusalén o Antioquia?
¿Tenía un plan misionero? En cualquier caso, el esfuerzo por esclarecer lo más posi-
ble la personalidad y la vida de Pablo nos permitirá conocer mejor no sólo al
llamado Apóstol de las gentes, sino también los orígenes y la primera difusión de la
Iglesia.

I. Nacimiento y formación de Pablo

Cuanto mejor se conozca el Saulo judío, mejor se comprenderá al Apóstol anuncia-


dor de Cristo. Por eso, comenzamos rastreando las huellas de su período
pre-cristiano; principalmente las que podemos descubrir en sus escritos y en la obra
lucana.
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10 San Pablo, vida y actividad apostólica

Según Martin Hengel saber quién era Saulo antes de su encuentro con el cristianismo
es un presupuesto para comprender mejor al Pablo cristiano.

La familia de Pablo

Desconocemos casi todo de su familia. San Jerónimo afirma que su familia era
originaria de Giscala, al norte de la Galilea (De viris illustribus 5, Ad Phillemonem 23).
No sabemos dónde obtuvo esa información, pero puede ser cierta. Dos datos ava-
lan la vinculación de la familia de Pablo con la tierra de Israel. Primero, los fuertes
lazos que tuvo con la ciudad de Jerusalén. Mencionemos, por ahora, estos dos
datos. En primer lugar, algunos parientes suyos vivían en Jerusalén; al menos nos ha
llegado la noticia de que la familia de una hermana suya habitaba en la ciudad santa
(Hch 23,16). Por otra parte, la vinculación de Pablo a Jerusalén está atestiguada por
los estudios que realizó en ella con importantes maestros fariseos (22,3). En segun-
do lugar, la pertenencia familiar del Apóstol al fariseísmo argumenta a favor
de un fuerte vínculo con la tierra de Palestina. El Apóstol se dice hijo de farise-
os; pero si su padre y antecesores pertenecían al fariseísmo, esto significa que habían
vivido en Israel, pues dicho grupo religioso estaba establecido exclusivamente allí.
No obstante, Pablo nació en la ciudad de Tarso de Cilicia, según nos refiere Lucas;
dicha información aparece en boca del Apóstol en el momento de su arresto en el
Templo de Jerusalén al finalizar su tercer viaje misionero 1. Es obligatorio suponer
que su familia vivió allí por algún tiempo. Desconocemos el motivo que les llevó a
desplazarse a aquella ciudad de la diáspora; es posible que fuera por asuntos de
negocios. Quizá el oficio de fabricar tiendas que aprendió Pablo pudiera tener rela-
ción con estos negocios familiares. No deja de ser llamativo que durante sus viajes
misioneros tuviese facilidad para establecer contactos con artesanos y comerciantes
textiles: una vendedora de púrpura en Filipos, tejedores y tintoreros en Corinto,
comerciantes en Éfeso; parece ser un ambiente familiar para él 2.

Es probable que su familia perteneciese a un nivel económico alto. El hecho de que


hubiera heredado la ciudadanía romana, aunque no sepamos cuándo y cómo adqui-
rió este título su padre, nos indica que gozaba de una cierta preeminencia.
Generalmente este status era concedido a ciudadanos sobresalientes por su riqueza
o servicios al bien público. Por otra parte, dado que su sobrino tuvo conocimiento
del plan proyectado de común acuerdo entre unos cuarenta judíos y el sanhedrín
para acabar con la vida de Pablo (Hch 23,12-22), hemos de deducir que frecuentaba
esos ambientes; o dicho de otro modo, que tenía fácil acceso a los grupos dirigentes
del judaísmo.

La educación de Pablo

Ningún estudioso duda de la veracidad de la noticia lucana sobre el lugar de naci-


miento del Apóstol: Tarso de Cilicia. En Hch 21,39 leemos: “Dijo Pablo: Yo soy
1. Cf. Hch 21,39; 22,3; también 9,11.
2. Cf. Hch 16,13; 18,3.
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Pablo precristiano 11

judío, de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad ilustre” (cf. 22,3). Sobre su edu-
cación, sin embargo, no se ha alcanzado una postura unánime. Encontramos
escasas noticias sobre su infancia, adolescencia y juventud en los escritos pau-
linos y Los Hechos de los Apóstoles. He aquí, según la versión española de la Sagrada
Biblia de la Conferencia Episcopal Española, esas referencias biográficas:

“Circuncidado a los ochos días, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de
hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la
justicia de la ley, irreprochable” (Flp 3,5-6).

“¿Que son hebreos? También yo. ¿Que son israelitas? También yo. ¿Que son descendientes de
Abraham? También yo” (2Cor 11,22; cf. Rm 11,1).

“Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad (= Jerusalén); me formé
a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la ley de nuestros padres; he servido a Dios
con tanto celo como vosotros mostráis hoy” (Hch 22,3; cf. 23,6).

“Todos los judíos conocen mi vida desde mi juventud, la cual transcurrió desde el principio
entre mi gente y en Jerusalén; y puesto que me conocen ya de antes, de mucho tiempo atrás, si
quieren puede dar testimonio de que viví como fariseo, conforme a la secta más estricta de
nuestra religión” (Hch 26,4-5; cf. Gál 1,13-14).

Las noticias autobiográficas ofrecidas por Pablo no le describen como un judío helenísti-
co de la diáspora, sino como un fariseo observante de la Ley, ligado estrechamente a la
tierra de Palestina: fue miembro de una familia judía ortodoxa y de estricta observan-
cia, educado en el fariseísmo en la ciudad de Jerusalén.

Willen Cornelis van Unnik afirma que, según la información ofrecida en Hch 22,3,
Pablo nació (gegenneménos) en Tarso, pero fue criado (anatethramménos) desde su más
tierna infancia en Jerusalén, y en la misma ciudad fue educado (pepaideuménos) por el
fariseo Gamaliel. Utilizando una rica documentación, van Unnik observa que los
tres participios representan una triada que indica tres momentos de la vida: el naci-
miento, el crecimiento en la casa paterna durante los primeros años y la instrucción
del maestro. Lucas utiliza la misma triada en Hch 7,20-22 hablando de Moisés.
También allí se dice que Moisés nació, fue criado por sus padres y después por la
hija del Faraón, y fue instruido en la cultura egipcia. Por tanto, si bien Pablo había
nacido en Tarso, su infancia y sus años de formación transcurrieron en Jerusalén;
donde ya hemos dicho que vivía una hermana suya casada 3. Ahora bien, teniendo en
cuenta que creció desde niño en la ciudad de Jerusalén, debemos suponer que sus
padres, decidiendo que su hijo no creciera en la diáspora, se mudaron a Jerusalén
cuando Pablo todavía era un niño pequeño 4.

3. W.C. VAN UNNIK, “Tarsus or Jerusalem. The City of Paul's Youth”, en Sparsa Collecta. Part One: Evangelia. Paulina. Acta
(NT.S 29, Brill, Leiden 1973) 273-296.
4. Así lo afirma W.C. VAN UNNIK, “Tarsus or Jerusalem”, 301.
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12 San Pablo, vida y actividad apostólica

La lengua materna de Pablo

Teniendo en cuenta que el cambio de residencia de Tarso a Jerusalén sucedió cuan-


do Pablo era un niño pequeño, incapaz de salir solo de casa, debemos concluir que
el arameo fue su lengua madre, pues era la que se hablaba en la tierra de Judá en
aquellos años; aunque es posible que aprendiera también griego en su mocedad,
dado que se había impuesto como lengua franca en el imperio romano. Que habló
arameo es algo afirmado explícitamente en Los Hechos de los Apóstoles: “Pablo, de pie
sobre las escaleras, pidió silencio con la mano al pueblo. Se hizo un gran silencio y
comenzó a hablar en lengua hebrea” (Hch 21,40) 5. Según M. Hengel, también el
mismo Pablo lo afirma en sus cartas cuando se dice “hebreo hijo de hebreos”: “En
2Cor 11,22 y Flp 3,5, hebraios difícilmente puede significar otra cosa que hebraisti; es
decir, judío de Palestina que habla la lengua sagrada o el arameo, o también judío de
la diáspora que por su origen y formación está ligado estrechamente a la madre
patria” 6. Recuérdese que el término en plural, hebraious, es utilizado también en Los
Hechos de los Apóstoles con el mismo significado para designar al grupo de cristianos
de habla aramea que vivía en Jerusalén (6,1). En la misma dirección van estas pala-
bras de William R. Stegner interpretando la expresión “hebreo de hebreos”: “Puede
haber querido decir que su sangre era pura al no tener antepasados gentiles. Más
probablemente se estaba contraponiendo a los helenistas o judíos que hablan grie-
go. Por tanto, estaba diciendo que había aprendido a hablar en hebreo en casa”. Las
razones que le llevan a contar con esta posibilidad es tanto el origen de la familia de
Pablo como su lugar de nacimiento: “Mientras el griego era la lengua de los judíos
de Alejandría y Egipto, la situación lingüística en Siria era diferente; Siria produjo
posteriormente una literatura aramea. Desde el punto de vista geográfico, Tarso está
mucho más cercano a Siria. También Jerónimo refiere que los padres de Pablo pro-
venía de Giscala, en Galilea. Si Jerónimo tiene razón, Pablo habría podido muy bien
hablar hebreo o arameo en su casa” 7.

Después de haber estudiado las construcciones que pueden ser indicios de que
Pablo haya pensado en arameo y, por tanto, que su lengua madre no fuera el griego,
Van Unnik concluye: “En las cartas de Pablo hay muchos ejemplos de asociaciones
mentales que sólo pueden encontrar explicación satisfactoria a través del arameo...
Pablo es bilingüe; escribe un griego razonable, pero el curso del pensamiento es a
veces arameo. La voz es de Jacob, pero las manos son de Esaú” 8. También Béda
Rigaux considera el arameo como lengua madre de Pablo: “No es un perfecto
bilingüe. Pablo piensa en arameo. Su dependencia respecto a los LXX prueba abun-
dantemente la naturaleza de su formación. Es judío. Su griego es una segunda
lengua. La palabra griega oculta difícilmente el concepto hebreo, no sólo en traduc-
ción de un texto, sino como expresión de pensamiento” 9.

5. Véase también Hch 22,2. La fórmula hebraidi dialekto servía para designar la lengua aramea.
6. M. HENGEL, Il Paolo precristiano (SB 100, Paideia, Brescia 1992) 82. En la nota 24 ofrece referencias de las fuentes donde
aparece la primera acepción; ya que de la segunda no ofrece ningún ejemplo. Se tiene la impresión de que Hengel defiende
también este significado no porque haya encontrado este valor en las fuentes, sino porque se resiste a aceptar que Pablo haya
sido educado solamente en el judaísmo de Palestina.
7. W.R. STEGNER, “Jew, Paul the”, en G.F. HAWTHORNE-R.P. MARTIN-D.G. REID (ed), Dictionary of Paul and his Letters
(InterVarsity, Downers Grove 1993) 504.
8. W.C. VAN UNNIK, “Aramaisms in Paul”, en Sparsa Collecta, 142-143.
9. B. RIGAUX, Saint Paul et ses lettres. État de la question (SN.S 2, Desclée de Brouwer, Paris-Bruges 1962) 180
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Pablo precristiano 13

Pablo, un judío de Palestina

La pertenencia de Pablo al judaísmo de Palestina está también testimoniado en Flp


3,5-6, donde se enorgullece de cuatro características: 1) haber sido circuncidado al
octavo día, como suelen hacer todos los judíos observantes; 2) no ser descendiente
de prosélitos, sino de padres israelitas; 3) ser miembro de la tribu de Benjamín, que
siempre fue fiel al pacto con Dios establecido en el Sinaí; 4) ser habitante de la tierra
de Israel y de lengua madre aramea. Todos estos elementos, junto al nombre que
lleva, Saúl, poco frecuente en la diáspora, indican claramente cuáles son sus raíces
culturales: el judaísmo palestinense.

Algunos estudiosos objetan contra esta pertenencia al judaísmo palestinense la afir-


mación de Pablo que tenemos en Gál 1,22: “Personalmente yo era un desconocido
para las Iglesias de Cristo que hay en Judea”. Se ha llegado incluso a afirmar a causa
de este texto que el Apóstol nunca estuvo en Jerusalén antes de su adhesión al cris-
tianismo. Pero sería necesario no olvidar que esta ciudad en aquella época no era un
pueblo pequeño donde todos se conocían. Según los cómputos ofrecidos reciente-
mente, Jerusalén tendría más de cincuenta mil habitantes en la época de Jesús 10. Por
lo demás, una buena parte de los miembros de la comunidad cristiana de Jerusalén,
a la que se refiere Pablo en su carta a los Gálatas, procedía de Galilea; es decir, era
gente no originaria de la ciudad santa o Judea. Por añadidura, los cristianos solían
provenir de círculos o status social bastante diferente al de Pablo. En realidad, se
trataba de forasteros establecidos en Jerusalén a partir de Pentecostés. A ellos se
irían agregando jerosolimitanos y vecinos cercanos de la tierra de Judea, pero segu-
ramente pertenecientes más bien a las clases populares que a las elevadas o bien
estantes. De igual modo, para interpretar correctamente esta afirmación paulina no
debemos olvidar que no está dicha solamente en relación a la ciudad de Jerusalén,
sino de las comunidades cristianas de Judea; por tanto, alude no sólo a los cristianos
establecidos en la ciudad santa, sino también en otras localidades.

A pesar de que algunos autores modernos se empeñan en identificar al apóstol


Pablo con el mundo griego y afirmar que fue un judío helenístico de la diáspora, sin
ninguna “contaminación” de la tradición judía palestinense, la descripción que él
hace de sí como miembro de la secta farisea y las noticias ofrecidas por Lucas obli-
gan a situar su crecimiento y educación en Palestina, concretamente en Jerusalén.
Téngase en cuenta que los fariseos eran miembros de un grupo de laicos preocupa-
dos por la santidad ritual en la vida cotidiana. Para ellos, vivir en un país pagano
significaba perder esta santidad o pureza; a su entender, sólo se podía ser verdadero
judío en Israel. Por añadidura, como Martin Hengel observa, “las fuentes no ofre-
cen ninguna indicación sobre la existencia de escuelas explícitamente fariseas fuera
de Palestina durante el periodo del segundo Templo” 11. Si Pablo fue educado de
forma farisea, ello significa que dicha educación tuvo lugar en Palestina 12.

10. Cf. M. HENGEL, Il Paolo precristiano, 78-80.


11. M. HENGEL, Il Paolo precristiano, 98. Las afirmaciones contenidas en el texto se pueden encontrar argumentadas en este
libro en las p.85-100.
12. En el tratado Pirqué Abot se señalan las etapas de la vida de un hombre en estos términos: “A los 5 años, el estudio de la
Escritura; a los 10 años, el estudio de la Ley oral; a los 12 años, la práctica de los mandamientos; a los 15 años, los estudios
avanzados; a los 18 años, el matrimonio; a los 20 años, la independencia financiera; a los 30 años, la fuerza de la edad…”
(5,21). Quizás era ya una costumbre en la época de Pablo.
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14 San Pablo, vida y actividad apostólica

¿Pablo es el verdadero fundador del cristianismo?

Desde del siglo XIX algunos estudiosos modernos han identificado a Pablo como el
verdadero fundador del cristianismo. Seguramente Wilhelm Wrede ha sido uno de
los que más han influido en esta concepción de los orígenes del cristianismo 13.
Wrede considera que el Apóstol, aunque tenga una base común con Jesús, es esen-
cialmente un fenómeno nuevo: mientras que Jesús se halla dentro del judaísmo,
aquél, por su pertenencia al mundo helenístico, introduce un cambio radical en el
cristianismo. A Pablo le atribuye una imagen nueva de Jesús, diferente del que fue
históricamente, pues lo convirtió en un ser transcendente, preexistente, divino.
Dado que esta concepción cristológica fue la que se impuso con el tiempo, se
podría considerar al Apóstol el verdadero generador de la fe cristiana.

En realidad, esta reconstrucción de Wrede no tiene en cuenta los datos ofrecidos


por las fuentes, tanto Los Hechos de los Apóstoles como las cartas paulinas. La separa-
ción radical de Pablo respecto al judaísmo palestinense y la comunidad cristiana de
Judea es una pura invención de la exégesis moderna. Tampoco se ha probado con
datos concluyentes una formación helenística de Pablo. Por lo que podemos deducir
de los argumentos que utiliza en sus cartas, su formación es claramente judía, con-
cretamente farisea. Por tanto, palestinense. De hecho, piensa y razona en categorías
claramente judías.

II. Fariseo

En varios pasajes de Los Hechos de los Apóstoles, casi siempre en discursos del propio
Pablo, Lucas afirma la pertenencia del Apóstol al grupo fariseo 14. Estas afirmacio-
nes suelen poner por testigos a sus contemporáneos, dejando claro que su
pertenencia farisea antes de su adhesión al cristianismo era bien conocida
por todos en Jerusalén.

Afirmaciones paulinas

El mismo Pablo alude varias veces a su pasado fariseo en las cartas. Nos interesa
sobre todo Flp 3,2-9:

“¡Cuidado con los perros, cuidado con los malos obreros, cuidado con la mutilación! Los cir-
cuncisos somos nosotros, los que damos culto en el Espíritu de Dios y ponemos nuestra gloria
en Cristo Jesús, sin confiar en la carne. Aunque también yo tendría motivos para confiar en ella.
Y si alguno piensa que puede hacerlo, yo mucho más: circuncidado a los ocho días, del linaje de
Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a
celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprochable. Sin embargo, todo
eso que para mí era ganancia, lo consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún: todo lo conside-
ro pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo
perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una
13. W. WREDE, Paulus (Religionsgeschichtliche Volksbücher für die deutsche christliche Gegenwart, J.C. Mohr, Tübingen
1907).
14. Por ejemplo, Hch 22,3; 26,4-5; etc
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Pablo precristiano 15

justificia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y
se apoya en la fe”.

En este texto, Pablo afirma con orgullo su pasado de judío ortodoxo, crecido en
una familia observante de la Ley y educado en la secta de los fariseos, destacándose
por su escrupuloso cumplimiento de las normas de la ley judía. Aunque a todo esto
renunció por alcanzar a Cristo.

El significado del término “fariseo”

El nombre “fariseo” deriva del término arameo feras, y significa “separado,


segregado”. El motivo de por qué eran llamados o se llamaban de este modo, lo
explica Mariano Herranz del modo siguiente: “Por las peculiares normas de vida de
los fariseos, ordinariamente se supone que se llamaban así porque evitaban todo lo
que la ley calificaba de impuro, y por temor a contraer impureza rehuían el contacto
con personas poco escrupulosas en esta materia. Un escrito judío explica el nombre
de este modo: "Un fariseo es un hombre que se separa de toda impureza y evita
comer nada impuro"; por oposición a la masa del pueblo, que no reparaba demasia-
do en esto. En la literatura judía post-bíblica, el nombre perusin,
"fariseos/separados", es usado en contraposición de los am haares, "el vulgo igno-
rante". Pudo ocurrir que este nombre, "fariseo", fue dado a estos hombres en tono
despectivo por los que no pertenecían al grupo, que se sentían heridos por la alta-
nería que su actitud entrañaba, y luego ellos lo acogieron dándole una interpretación
favorable: con él se designaban como los "santos". Así, en el libro del Levítico se
dice: "Yo soy el Señor, tu Dios; santificaos, por tanto, y sed santos, pues yo soy
santo" (11,45). Un comentario rabínico a este pasaje glosa: "Como yo soy santo, así
debéis vosotros ser santos; como yo soy separado (farus), así vosotros debéis ser
separados (ferusin)"” 15. Dentro del grupo fariseo existía la conciencia de que sólo
ellos eran los verdaderos observantes de la alianza, los únicos que cumplían los
mandamientos dados por Dios, pues conocían verdaderamente la ley mosaica; es
más, dedicaban toda la vida a su estudio. Y dado que la tierra de Israel era la tierra
prometida por Dios, la heredad que se le había concedido para vivir este pacto esta-
blecido por Dios, sólo en Palestina se podía vivir como verdadero judío. Eran
intransigentes respecto a la ley mosaica, en la que incluían no sólo la Torah escrita
(= Pentateuco), sino también la oral, que recogía la tradición de sus mayores 16. El
grupo de los fariseos, pues, estaba formado por judíos laicos que querían vivir una
fidelidad total a la Ley mosaica.

Origen del grupo fariseo

Desconocemos el origen exacto de este grupo judío. Es probable que surgiera des-
pués de la vuelta del exilio babilónico. Durante la guerra macabea los fariseos
lucharon junto a los saduceos contra el intento de helenización del judaísmo por
parte de Antioco IV. Flavio Josefo afirma su existencia hacia el 150 a.C 17. Es más,
durante el gobierno asmoneo adquirieron un gran protagonismo, llegando a alcan-

15. M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas (Encuentro, Madrid 2008) 121.
16. Véanse los relatos de FLAVIO JOSEFO en M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas, 123-126, donde se testimonia bien la
intransigencia y dureza de sus posiciones por defender la ley mosaica.
17. FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 13,5.9.
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16 San Pablo, vida y actividad apostólica

zar una gran influencia en la sociedad judía durante el reinado de Salomé Alejandra
(76-69 a.C.). A partir de entonces, los fariseos fueron el punto de referencia para el
pueblo, imponiéndose por encima de los sumos sacerdotes y saduceos. Su influencia
llegó incluso hasta determinar la liturgia del Templo. Y este influjo tan significativo
no se debió a que fueran una mayoría en la sociedad, pues en esa época llegaron a
ser unos seis mil, según Flavio Josefo; más bien su prestigio se debió a su observan-
cia de la Ley y enseñanza.

Observantes de la Ley

Ciertamente el mandato divino, “seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación


santa” (Ex 19,6), era la tensión ideal de los fariseos. Ellos, mediante la observancia
estricta de la Ley, intentaban alcanzar esa santidad. Se preocupaban sobre todo de
cumplir las normas de pureza legal y efectuar los diezmos de los frutos y posesiones
que indicaba la ley mosaica. Flavio Josefo, en su obra Antigüedades Judías, describe
del siguiente modo al grupo fariseo: “Los fariseos viven parcamente, sin acceder en
nada a los placeres. Se atienen como regla a las prescripciones que la razón ha
enseñado y transmitido como buenas, esforzándose en practicarlas. Honran a los de
más edad, ajenos a aquella arrogancia que contradice lo que ellos introdujeron. A
pesar de que enseñan que todo se realiza por la fatalidad, sin embargo no privan a la
voluntad del hombre de impulso propio. Creen que Dios ha templado las decisiones
de la fatalidad con la voluntad del hombre, para que éste se incline por la virtud o
por el vicio. Creen también que al alma le pertenece un poder inmortal, de tal modo
que, más allá de esta tierra, tendrá premios o castigos, según que se haya consagrado
a la virtud o al vicio; en cuanto a los que practiquen lo último, eternamente estarán
encerrados en una cárcel; pero los primeros gozarán de la facultad de volver a esta
vida. A causa de todo esto disfrutan de tanta autoridad ante el pueblo que todo lo
perteneciente a la religión, súplicas y sacrificios, se lleva a cabo según su interpreta-
ción” 18.

Los fariseos se organizaban en grupos, haburot, centrados en el estudio de la Ley y


ayuda mutua. Los viernes, para celebrar el sábado, solían tener un banquete comuni-
tario. Observantes estrictos de la ley de Moisés, respetaban el reposo sabático,
ayunaban dos veces por semana, realizaban las abluciones rituales requeridas antes
de las comidas, pagaban los diezmos, eran generosos en las limosnas. Por su deseo
de que la ley mosaica determinara todos los aspectos de la vida desarrollaron un
legalismo exagerado, llegando a especificar 613 normas que reglamentaban el com-
portamiento cotidiano. En cuanto a las creencias, se diferenciaban de los saduceos
por venerar como Palabra de Dios no sólo la Torah escrita, sino también los profe-
tas y los otros escritos, esperar la resurrección corporal al final de los tiempos y
afirmar la existencia de los ángeles. En los evangelios, los fariseos son los principa-
les adversarios de Jesús. Motivos de controversia entre ellos son principalmente el
descanso sabático, el respeto de las normas de pureza, los alimentos impuros, la
posibilidad de repudiar a la mujer. Jesús les echa en cara la ostentación pública en su
modo de vestir o rezar, su deseo de ser honrados por los hombres, la incoherencia
de su obrar en relación a lo que enseñan, su apego a ciertas normas de la Ley olvi-
dando lo esencial: el amor a Dios y al prójimo.

18. FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías, 18,1.3.


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Pablo precristiano 17

Se concebían superiores al resto del pueblo

Los fariseos evitaban cualquier contacto con los amme haares, que literalmente signi-
fica “las gentes de la tierra”. Con esta expresión solían designar despectivamente a
las personas carentes de formación religiosa; ignorancia que los incapacitaba para
observar las prescripciones de la ley mosaica. Tenemos ejemplos de este desprecio
en la Mishná y el evangelio de Juan. El primer texto dice así: “El que quiere pertene-
cer a una comunidad farisea no puede ser huésped de un am haares, ni recibirlo en
su casa como huésped en su propio atuendo” (Dem 2,3). En el relato joánico, ante
el comentario de los alguaciles después de haber oído a Jesús —“jamás ha hablado
nadie como ese hombre”—, los sumos sacerdotes y fariseos reaccionan despreciati-
vamente con estas palabras: “¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay
algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley, son
unos malditos” (7,45-49).

Pablo tenía un gran conocimiento de la Escritura Santa

Ciertamente la pertenencia al judaísmo, y sobre todo, a una familia farisea, hizo de la


Torah y los libros sagrados el principal contenido del estudio de Pablo, que comen-
zaría en la casa paterna, y después de cinco años en la escuela 19.

En sus cartas, Pablo cita de memoria o alude a pasajes del Antiguo Testamento con
gran facilidad, mostrando un gran conocimiento de la Sagrada Escritura.

Los estudiosos están bastante de acuerdo sobre el origen de las citas veterotesta-
mentarias en las cartas paulinas: la versión de los LXX. Joachim Jeremias comenta
con razón que esto es ciertamente extraño, pues Pablo perteneció a la escuela pales-
tinense, y no a la helenística. Algunos han querido justificar el recurso a esta versión
griega por su vinculación a la sinagoga de la diáspora. Puede ser. Pero no hay que
olvidar que Pablo estudió con Gamaliel y, por tanto, debió pertenecer a los círculos
de lengua aramea, capaces además de leer y hablar la lengua santa, el hebreo. De
hecho, a veces las citas provienen claramente del original hebreo.

Su formación profundamente religiosa se deja notar en su frecuente uso de la ora-


ción: reza antes y después de las comidas 20; da gracias continuamente al Señor 21.
Desde pequeños, los hijos de las familias fariseas acostumbraban a rezar tres veces

19. Según J. TAUBES, La teología política de Pablo, 39s: “Claro que tiene Pablo un pasado fariseo algo distinto del normal. Sé que
hay muchos que lo niegan, ya que creen que todo lo que dicen los Hechos tiene que ser falso. Conozco a tales especialistas en
Nuevo Testamento, que tienen semejante cosa a honor. A mí no me convence, por razones muy sencillas. Quien treinta o
veinte años después de Pablo escribe que se había sentado a los pies de Gamaliel, cuando seguía habiendo quienes lo habían
conocido, sabe que no puede escribir nada que no sea capaz de mantener. Así que doy fe a textos, sobre todo de la segunda
generación, que están próximos a Pablo (más que lo están los discípulos críticos de Bultmann). Por supuesto que Hechos es
una apología, ¡pero levantada con materiales reales! No se hace apología alguna a base de mentiras. Porque, como se dice, las
mentiras tienen las patas cortas. Las apologías se construyen con fragmentos de verdad”.
20. Cf. 1Cor 10,30; Rm 14,6; 1Tm 4,3s.
21. Véase 1Tes 1,2; 2Tes 1,3; 2,13; 1Cor 1,4; Flm 4; Col 1,3; cfr. 2Tes 1,11; Rm 1,10; Flp 1,4.
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18 San Pablo, vida y actividad apostólica

al día la oración de las Dieciocho bendiciones (Shemone esre) 22; se rezaba por la mañana,
al alzarse; al mediodía, en coincidencia con el sacrifico de las 3 de la tarde; y por la
noche, antes de acostarse 23. Por otra parte, las cartas de Pablo reflejan un gran
conocimiento de los métodos exegéticos rabínicos. Por ejemplo, de las siete normas
establecidas por Hillel para la exégesis de la Escritura, en las cartas paulinas es posi-
ble identificar al menos cinco 24. Es probable que el radicalismo de la secta farisea lo
haya percibido en total sintonía con la educación recibida (cf. Gál 1,14).

Como ya hemos dicho, Pablo fue discípulo de Gamaliel, que a su vez fue hijo/discí-
pulo de Hillel, el famoso rabino que vivió poco antes de Cristo y se diferenció de
otro contemporáneo suyo, Shammai, por su dulzura y menos rigor respecto a los
prosélitos y no judíos; por el contrario, respecto a los más desfavorecidos de Israel,
Shammai era más caritativo que Hillel 25. Gamaliel fue amado y venerado por todos
(cf. Hch 5,34); de él se hizo esta alabanza a su muerte: “Con la muerte de Gamaliel
disminuyó la veneración de la Sagrada Escritura, la pureza y la sobriedad” (Sota
9,15).

22. Texto de la oración: “Yahvé, abre mis labios, y proclame mi boca tu alabanza. Bendito seas. Yahvé, Dios nuestro y Dios
de nuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra, escudo
nuestro y escudo de nuestros padres. Bendito seas Yahvé, escudo de Abraham. Eres héroe esforzado, alimentas a los vivos,
das vida a los muertos. Santo eres tú y temible tu nombre y no hay Dios alguno fuera de ti. Bendito seas, Yahvé, Dios santo.
Concédenos, Padre nuestro, la gracia de tu conocimiento, la del entendimiento y la prudencia que procede de tu Torá.
Bendito seas, Yahvé, que concedes la gracia del conocimiento [...] Perdónanos, Padre nuestro, pues pecamos contra ti; borra
nuestros pecados ante tus ojos. Bendito seas Yahvé, que perdonas generosamente. Mira nuestra tribulación y guía nuestra
lucha, y sálvanos por tu nombre. Bendito seas, Yahvé, Salvador de Israel. Santifícanos, Yahvé, nuestro Dios, por el dolor de
nuestro corazón y haz sanar nuestras heridas. Bendito seas, Yahvé, que curas las enfermedades de tu pueblo, Israel.
Bendícenos, Yahvé, nuestro Dios [...] Y colma el mundo con los tesoros de tus bienes. Bendito seas, Yahvé, que reúnes a los
dispersos de tu pueblo, Israel. Trae de nuevo a nuestros jueces como antes y nuestros consejeros como en un principio.
Bendito seas, Yahvé, que amas el derecho. Bendito seas, Yahvé, que doblegas a los tiranos. Apiádate, Yahvé, nuestro Dios, de
Jerusalén, tu ciudad, y de Sión, la morada de tu gloria. Bendito seas, Yahvé, Dios de David, que edificas Jerusalén. Escucha,
Yahvé, nuestro Dios, la voz de nuestra súplica, pues eres un Dios clemente y piadoso. Bendito seas, Yahvé, que atiendes la
plegaria. Ten complacencia, Yahvé, nuestro Dios, y habita en Sión, y podrán servirte tus siervos en Jerusalén. Bendito seas,
Yahvé, pues queremos servirte con temor. Te damos gracias, Yahvé nuestro Dios por todas las buenas acciones de bondad.
Bendito seas, Yahvé, a quien es bueno dar gracias. Pon tu paz en Israel, tu pueblo y bendícenos a todos en conjunto. Bendito
seas, Yahvé, que haces la paz”.
23. Did. 8,3, prescribe que se rece tres veces al día el padrenuestro; probablemente por influjo del judaísmo.
24. Las siete reglas de Hillel son las siguientes (entre paréntesis se dan referencias de las cartas paulinas donde se pueden
identificar):
1. Qal va-homer, argumentación a fortiori, “de menor a mayor”: si algo es válido en lo pequeño, también valdrá en lo grande
(cf. 2Cor 3,1-18; Rm 5,12-29).
2. Gezerah shavah: principio de equivalencia, por el que dos textos que tratan del mismo argumento se explican mutuamente
(cf. Gal 3,6.11; Rm 1,17; 4,3);
3. e 4. Biniam av i-katuv echad y biniam av mishenei ketuvim: desde uno o dos textos bíblicos pueden derivarse principios válidos
para toda la Escritura;
5. Ke-jotze be-maqom acher: un pasaje oscuro se explica con un pasaje más claro;
6. Kelal v-pherat v-pherat kelal: lo que vale para la parte, vale también para el todo (cf. Gál 5,14; Rm 3,19);
7. Davar halamed me-injano: un pasaje se explica partiendo de su propio contexto.
25. Algunos pensamientos de Hillel: “No te separes de la comunidad, no te fíes de ti mismo hasta el día de tu muerte, y no
juzgues a tu prójimo hasta que no te hayas puesto en su lugar. No digas que algo no se puede entender, porque se entenderá;
y no digas: estudiaré cuando tenga tiempo, porque quizá ya no tendrás más tiempo”. Solía decir: “Un inculto no teme el peca-
do, y un ‘am ha-aretz no puede ser santo. El vergonzoso no aprende; el que se enfada no enseña, y quien se preocupa
demasiado del dinero no llegar a ser sabio. Donde no hay hombres, esfuérzate por ser un hombre” (M. Avot 2,5-6).
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Pablo precristiano 19

II. Pablo perseguidor

Tanto Lucas como el mismo Pablo hablan de su pasado como perseguidor


de la Iglesia 26. Algunos autores han querido quitar importancia a esa actividad ase-
gurando que ha cargado las tintas para destacar la imponencia de su cambio radical
cuando se adhirió al cristianismo. Sin embargo, los verbos griegos que aparecen en
estos textos (porthein, diôkein) implican acciones que van desde los insultos hasta la
agresión física, desde las calumnias hasta la destrucción y el aniquilamiento.
Ciertamente, en varios pasajes del Nuevo Testamento tenemos algunos testimonios
contundentes de la persecución que sufrió la comunidad cristiana primitiva de parte
del judaísmo oficial; una hostilidad que implicó la expulsión de la sinagoga y la
incautación de los bienes o posesiones de los seguidores de Jesús 27. Lucas no debió
comportarse arbitrariamente cuando asignó a Pablo acciones radicales contra los
cristianos: prisión y muerte.

El celo santo

La causa de este afán persecutorio en Pablo es el celo santo 28. El mismo celo
se halla en la raíz de la condena de Jesús (Mc 15,10) 29. El motivo de este celo nacía
del juicio que los judíos observantes formulaban sobre Jesús y sus secuaces: eran
blasfemos y heréticos. Conscientes de que la ley mosaica mandaba erradicar de la
tierra todo blasfemo (Lv 24,14-16), perseguían a muerte a este grupo surgido den-
tro del judaísmo. Por lo demás, como manifiesta el discurso de Esteban en Hch 7,
los primeros cristianos, al afirmar el poder salvífico de la muerte de Jesús, despoja-
ban de todo valor salvífico la observancia de la Ley: ésta ya no era el camino de la
salvación.

¿Qué función desarrolló Saulo dentro del judaísmo durante su periodo de persegui-
dor de la Iglesia? No está claro y los estudiosos no se ponen de acuerdo. No parece
adecuado atribuirle la autoridad de un rabino ordenado, algo que todavía no existía
en ese tiempo y que además exige una edad madura (hacia los 40 años). No obstan-
te, podríamos considerar bastante seguro el que no pudo ser un simple estudiante.
Si Pablo recibió plenos poderes del sanhedrín para ir a Damasco (9,1s; 22,5; 26,10),
habría ya concluido sus estudios y adquirido alguna responsabilidad, pues los envia-
dos por el sanhedrín solían ser de alto rango. Teniendo en cuenta algunas
referencias de la regla esenia de Qumrán (cf. 1QSa 1,12ss), donde se señala la edad
de 25 años para ocupar un puesto entre los miembros importantes de la comunidad
y 30 para presidir un proceso y pronunciar sentencias, podemos deducir que el
Apóstol podía pertenecer a esta segunda categoría. Lo que implicaba también una
cierta autoridad de enseñanza en las sinagogas; algo que parece deducirse de sus
predicaciones y discusiones posteriores en las sinagogas.

26. Véase Hch 8, 3; 9,1-2; 1Cor 15,9; Gál 1,13.23s; etc.


27. Así, por ejemplo, Jn 9,22; 1Tes 2,14s y Heb 10,32-35.
28. Cf. Flp 3,6; Rm 10,2.
29. Véase la explicación de este versículo en J.M. GARCÍA, Los orígenes históricos del cristianismo (Encuentro, Madrid 2007) 173-
175.
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20 San Pablo, vida y actividad apostólica

La jurisdicción del sanhedrín

Dado que Damasco se hallaba fuera del territorio judío, se ha discutido


mucho acerca de si el sanhedrín tenía competencia para ejercer un poder
coercitivo fuera de Palestina. Tenemos noticias de que se concedieron o recono-
cieron poderes totales al Sumo Sacerdote y al sanhedrín respecto a los judíos no
sólo de Palestina sino también de aquellos que habitaban en la diáspora. Así, por
ejemplo, Flavio Josefo hace referencia en su obra Antigüedades Judías al privilegio
concedido por Julio César al pueblo judío de que el sumo sacerdote decidiera las
cuestiones problemáticas relacionadas con sus tradiciones en todo el imperio 30.
También 1Mac 15,21 refiere cómo el cónsul romano sugirió al rey de Egipto
Ptolomeo de enviar a los judíos impíos de su reino al sumo sacerdote Simón para
que hiciera justicia. Por lo demás, si la afirmación insistente de Lucas a este respecto
no hubiera tenido fundamento histórico alguno, los judíos contemporáneos de los
hechos narrados habrían podido desmentirlo fácilmente 31. Sin embargo, según los
testimonios que poseemos, no sólo no es negado, sino que se adecua perfectamente
con la actitud que las autoridades judías tuvieron respecto al cristianismo naciente,
según consta en las fuentes cristianas. Las cartas paulinas y Los Hechos de los
Apóstoles apoyan con claridad que los judíos apóstatas eran perseguidos duramente
también en la diáspora por parte de la autoridad judía. Por lo demás, algunos rastros
de la legitimidad de esta posición de las autoridades judías aparecen en la literatura
rabínica posterior, donde se acepta como razonable y justa la condena de los cristia-
nos 32.

¿Qué sabía Pablo sobre Jesús?

Es posible que hubiese visto a Jesús en alguna ocasión; al menos algunos autores no
lo excluyen apoyándose en 2Cor 5,16 33. Seguramente su labor en los juicios y conde-
nas de los primeros cristianos debió permitirle un conocimiento más detallado de la
nueva comunidad; pero su participación en las acusaciones ante el tribunal judío
hace suponer en Pablo un cierto conocimiento de Jesús y de su predicación antes de
su adhesión al cristianismo; ciertamente desde el punto de vista fariseo.

30. FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 14,10.2.


31. Cf. Hch 9,1-2; 22,5; 26,10.
32. Basta recordar la Birkat-ha-minim rezada en todas las sinagogas, tanto de Palestina como de la diáspora: “Para los aposta-
tas, que no haya esperanza; y que el reino de la arrogancia sea liquidado en nuestros días; y que los notzrim (= cristianos) y los
minim (= herejes) desaparezcan en un cerrar de ojos; que sean borrados del libro de los vivos y no sean inscritos con los jus-
tos; bendito seas tú, Señor, que sometes a los insolentes”. Véase también bAZ 16b-17a; Toseftá Hul 2,22-23; jShab
XIV,4,14d; jAZ II,2,40d; etc.
33. Para el estudio de este texto, que ha sido muy debatido entre los estudiosos véase M. HERRANZ, San Pablo en sus cartas,
211-231.
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Pablo precristiano 21

CONCLUSIÓN
Pablo alude a su vida anterior al encuentro con Cristo en algunas de sus cartas
y Lucas narra en los primeros capítulos de Los Hechos de los Apóstoles sus años
de perseguidor de la Iglesia. Con certeza sabemos que nació en Tarso de
Cilicia, que desde niño tuvo una formación en el judaísmo fariseo, secta de la
que formó parte como su padre, y que persiguió violentamente a los seguido-
res de Jesús de Nazaret al considerarlos apóstatas y blasfemos. Aunque se
suele identificar su judaísmo con la diáspora, por las noticias que tenemos hay
que situarlo claramente en el judaísmo palestinense.
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22 San Pablo, vida y actividad apostólica

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. La formación de san Pablo fue bicultural, helenista y judía..................... V F

2. La formación del Apóstol estuvo profundamente ligada a la tierra de


Palestina............................................................................................................ V F

3. San Pablo perteneció al grupo saduceo....................................................... V F

4. La causa que llevó a san Pablo a perseguir a los cristianos fue el celo
santo.................................................................................................................. V F

5. San Pablo conoció físicamente a Jesús........................................................ V F


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Tema
Pablo cristiano
2

El acontecimiento que marcó un antes y un después en la existencia de Pablo fue su


encuentro con Cristo resucitado en el camino a Damasco, donde iba con la misión
de prender a los seguidores de Jesús que habitaban en aquella ciudad.

I. Encuentro con Jesús camino de Damasco

Damasco

Damasco no se halla muy lejos de Jerusalén, unos 220 km. Esta ciudad es muy
antigua. El testimonio escrito de su existencia se halla en las inscripciones egipcias
de la época de Tutmosis III (1483-1425 a.C.) con el nombre de Tamasqu. Pablo
debió recorrer a pie el camino hasta Damasco. A pesar de que las representaciones
pictóricas suelen introducir caballos en este acontecimiento, es algo improbable,
pues este tipo de cabalgadura no era de uso común. Como mucho, podemos supo-
ner que usara algún pollino o mulo; aunque no es probable, pues era caro. Además
al ir acompañado, es difícil suponer que todos sus acompañantes pudieran disponer
de estos animales de transporte. Por tanto, lo más probable es que fuera a pie; en
cuyo caso, el recorrido debió durar unos ocho días. El trazado del camino atravesa-
ba la siguientes ciudades: Jerusalén, Jericó, Bet Shean, Gadara, Hippos, Betsaida,
Berenice, Kokba, Damasco.

Pablo no emplea jamás en sus cartas el vocabulario de la conversión para referirse a la


experiencia que tuvo en su camino a Damasco y que le llevó a adherirse a la comuni-
dad cristiana; en sus escritos no aparecen los términos metanoien (convertirse),
metanoia (conversión), epistrephein (volverse, convertirse) para referirse a este suceso.
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24 San Pablo, vida y actividad apostólica

No fue una conversión

A pesar de la formulación de la fiesta litúrgica del 25 de enero, denominada “La


conversión de san Pablo”, bastantes Biblias introducen el relato de su encuentro
con Cristo resucitado con el título “Vocación de Saulo”, evitando hablar de conver-
sión. Tampoco se puede considerar este acontecimiento como el origen del cambio
de una religión a otra; es decir, del judaísmo al cristianismo. No hay un cambio de
una fe a otra, sino reconocimiento y participación en el cumplimiento de las prome-
sas hechas a Israel. Para Pablo, Jesús es el verdadero Mesías de Israel y el
cristianismo es el verdadero Israel. Tal como el mismo Apóstol se expresa en Gál
1,15-16, el suceso de Damasco evoca más una llamada profética y el encargo de una
tarea 34. Cerca de Damasco, Jesús resucitado se manifiesta al perseguidor dentro de
un resplandor cegador y le llama a una misión.

¿Qué sucedió en las cercanías de Damasco?

En las tres versiones que tenemos de este acontecimiento en la obra de Lucas hay
pequeñas diferencias o especificaciones. En Hch 9,3-4 se dice que le envolvió una
luz celeste, Saulo cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué
me persigues?”. Sus compañeros oyeron la voz, pero no vieron a nadie. En Hch
22,5-6, ante el pueblo congregado en la explanada del Templo, el mismo Pablo
narra su encuentro con Jesús; la descripción de los hechos es sustancialmente la
misma, aunque especifica la hora: hacia el mediodía. No obstante, en esta versión se
dice que los compañeros del Apóstol vieron la luz, pero no oyeron la voz. En Hch
26,13-15, en el discurso de Pablo ante Agripa II y Festo, situando también hacia el
mediodía el suceso, el Apóstol dice que la luz los hizo caer a todos al suelo y que
oyó la voz que le hablaba en arameo. Las tres versiones coinciden en afirmar que el
motivo por el que Pablo se desplaza de Jerusalén a Damasco es su proyecto de per-
seguir y acabar con el grupo cristiano. Lucas insiste en Hechos sobre este evento no
sólo porque introduce un cambio radical en la vida de Pablo, sino sobre todo por-
que lo identifica con la llamada de Dios a su misión entre los gentiles. El lenguaje
del primer relato histórico es claramente el de una teofanía profética: luz, doble
llamada divina, caída por tierra, preguntas de Pablo. En este relato, la misión apostó-
lica no sucede en el momento de la aparición, sino a través de Ananías, a quien el
Señor le encomienda bautizar a Pablo y desvelarle su voluntad. En cualquier caso, el
relato subraya más la llamada apostólica que el cambio radical de su vida. Las otras
dos versiones de la visión de Jesús glorioso subrayan más la validez de la misión
gentil y la falsedad de oponer el cristianismo al judaísmo. En el discurso ante el
gentío reunido en la explanada del Templo Pablo destaca su llamada a la misión,
que la sitúa durante una visión en el templo de Jerusalén a su vuelta de Damasco; en
su defensa ante Agripa II, subraya su obediencia a la llamada divina. La concepción
lucana de este suceso no es muy diferente de la expresada por Pablo en sus cartas.

Testimonio de Pablo sobre su encuentro con el Resucitado

El Apóstol alude varias veces en sus cartas a este suceso del camino de Damasco. En
Gál 1,15-17 se expresa con el lenguaje profético del AT; de este modo subraya la
dimensión de llamada que adquirió para él dicho evento. Una llamada gratuita de
34. Para percibirlo es conveniente leer, por ejemplo, estos dos pasajes: Jer 1,5; Is 49,1-6.
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Pablo cristiano 25

Dios, sin agente humano. Pablo enraíza en esta llamada su misión apostólica. Desde
un punto de vista humano, no se dio ninguna preparación en Pablo para poder acce-
der a esta experiencia. En 1Cor 9,1 y 15,8-10 subraya la visión real de Jesús. No es
una imaginación, iluminación o cualquier fenómeno subjetivo, sino un hecho objetivo.
Jesús se le mostró, tomando la iniciativa y sin ningún merecimiento por su parte.
También afirma en estos pasajes que fue constituido apóstol en esa ocasión. 2Cor
4,6 evoca de modo indirecto el suceso, y lo describe como iluminación y conocimien-
to. En la misma línea está Flp 3,3-17, aunque indica aquí el cambio radical que supuso
este conocimiento verdadero de Jesús, pues ya no puso su confianza en la carne, sino
que todo lo que antes había sido motivo de orgullo, lo consideró basura. Hay otros
pasajes que se han considerado también una referencia al suceso de Damasco; por
ejemplo, 1Tm 1,12-16, donde opone su vida anterior y la vida en Cristo, y Rm 7,7-25,
que no parece biográfico y, por tanto, no es clara la referencia a dicho suceso.

Porque habéis oído hablar de mi pasada conducta en el judaísmo: con qué saña perse-
guía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad
y de mi raza como defensor muy celoso de las tradiciones de mis antepasados. Pero,
cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se
dignó revelar a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los gentiles, no consulté con
hombres ni subí a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, sino que, enseguida,
me fui a Arabia, y volví a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para
conocer a Cefas, y permanecí quince días con él […] Después fui a las regiones de Siria
y de Cilicia. Personalmente yo era un desconocido para las iglesias de Cristo que hay en
Judea; solo habían oído decir que el que antes los perseguía anuncia ahora la fe que
antes intentaba destruir; y glorificaban a Dios por causa mía (Gál 1,13-18.21-24)

De todos estos textos se deduce con claridad que Pablo, cerca de Damasco, tuvo
una visión real de Jesús glorioso. Es decir, aquel que consideraba un maldito de
Dios, condenado por blasfemo y herético, estaba vivo en la gloria celeste. Este
hecho significaba que el juicio del sanhedrín había sido un error: Jesús no había
recibido la maldición de Dios, sino que había sido constituido Señor, juez de
vivos y muertos. Por tanto, sus seguidores no eran unos blasfemos ni estaban equi-
vocados o engañados, sino que estaban en la verdad. Pablo, ante esta revelación, no
tenía una alternativa diferente a la que tomó: adherirse al grupo de cristianos y
comenzar a predicar como Salvador y Mesías a Jesús de Nazaret. Es más, el mismo
Señor le hace entender que esta salvación no iba dirigida sólo a los judíos, sino a
todos los hombres. Este es el Misterio que Dios le ha desvelado, como afirma en
sus cartas. La justificación, pues, no se alcanza por la observancia de la ley mosaica,
sino por la adhesión creyente a Jesús de Nazaret.

El origen de este suceso está en la iniciativa de Dios (Gál 1,15). Gracias a él, Pablo
adquiere un conocimiento de Cristo verdadero: de una posición carnal (cf. 2Cor
5,16) se abre a la fe reconociendo en el crucificado el Señor (afirmado así más de 55
veces en sus cartas). Por eso, afirma que “Dios me ha revelado a su Hijo” (Gál
1,16). En el camino a Damasco Jesús glorificado se le ha mostrado, le ha constituido
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26 San Pablo, vida y actividad apostólica

testigo de su resurrección (1Cor 9,1; 15,8-10), al igual que a los doce apóstoles. De
hecho, en la lista que ofrece Pablo de los beneficiarios de apariciones del Resucitado
coloca la suya en el último lugar (1Cor 15,5-8). Es, pues, este acontecimiento que
dará una nueva orientación a su vida y será la clave interpretativa de toda la realidad.
Difícilmente es explicable el comportamiento de Pablo si se prescinde de este
hecho, pues es central en su vida. No sólo cambia radicalmente su concepción
sobre Jesús, sino que incluso llegará a ser su enviado, su apóstol.

Explicación de Benedicto XVI

El Papa Benedicto XVI, en una de sus catequesis sobre el Apóstol a lo largo del año
paulino, afirma: “En el camino de Damasco, en los inicios de la década del año 30 del
siglo I, después de un período en el que había perseguido a la Iglesia, se verificó el
momento decisivo de la vida de san Pablo. Sobre él se ha escrito mucho y naturalmen-
te desde diversos puntos de vista. Lo cierto es que allí tuvo lugar un viraje, más aún,
un cambio total de perspectiva. A partir de entonces, inesperadamente, comenzó a
considerar "pérdida" y "basura" todo aquello que antes constituía para él el máximo
ideal, casi la razón de ser de su existencia (cf.Flp 3,7-8) ¿Qué es lo que sucedió? […]
Cristo resucitado se presenta como una luz espléndida y se dirige a Saulo, transforma
su pensamiento y su vida misma. El esplendor del Resucitado lo deja ciego; así, se
presenta también exteriormente lo que era su realidad interior, su ceguera respecto de
la verdad, de la luz que es Cristo. Y después su "sí" definitivo a Cristo en el bautismo
abre de nuevo sus ojos, lo hace ver realmente. En la Iglesia antigua el bautismo se lla-
maba también "iluminación", porque este sacramento da la luz, hace ver realmente.
En san Pablo se realizó también físicamente todo lo que se indica teológicamente: una
vez curado de su ceguera interior, ve bien. San Pablo, por tanto, no fue transformado
por un pensamiento sino por un acontecimiento, por la presencia irresistible del
Resucitado, de la cual ya nunca podrá dudar, pues la evidencia de ese acontecimiento,
de ese encuentro, fue muy fuerte. Ese acontecimiento cambió radicalmente la vida de
san Pablo. En este sentido se puede y se debe hablar de una conversión […] Él mismo
nunca habló detalladamente de este acontecimiento, tal vez porque podía suponer que
todos conocían lo esencial de su historia, todos sabían que de perseguidor había sido
transformado en apóstol ferviente de Cristo. Eso no había sucedido como fruto de su
propia reflexión, sino de un acontecimiento fuerte, de un encuentro con el Resucitado
[…] Pablo no interpreta nunca este momento como un hecho de conversión. ¿Por
qué? Hay muchas hipótesis, pero en mi opinión el motivo es muy evidente. Este viraje
de su vida, esta transformación de todo su ser no fue fruto de un proceso psicológico,
de una maduración o evolución intelectual y moral, sino que llegó desde fuera: no fue
fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Jesucristo. En este sentido no fue
sólo una conversión, una maduración de su "yo"; fue muerte y resurrección para él
mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con Cristo resucitado. De ningu-
na otra forma se puede explicar esta renovación de san Pablo” 35.Ya en su primera
35. Catequesis titulada “La conversión de san Pablo”, pronunciada el 3 de septiembre de 2008. En la homilía con ocasión de
las primeras vísperas que inauguraban el año paulino (28 de junio del 2008) expresaba también esta dimensión de encuentro
personal: “"Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál 2,20). Todo lo que hace san
Pablo parte de este centro. Su fe es la experiencia de ser amado por Jesucristo de un modo totalmente personal; es la concien-
cia de que Cristo no afrontó la muerte por algo anónimo, sino por amor a él -a san Pablo-, y que, como Resucitado, lo sigue
amando, es decir, que Cristo se entregó por él. Su fe consiste en ser conquistado por el amor de Jesucristo, un amor que lo
conmueve en lo más íntimo y lo transforma. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios y sobre el mundo. Su fe es el
impacto del amor de Dios en su corazón. Y así esta misma fe es amor a Jesucristo”. Texto recogido en BENEDICTO XVI, San
Pablo, el Apóstol de las gentes. El Año Paulino (San Pablo, Madrid 22008) 21s.
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encíclica Benedicto XVI había insistido que el origen de la fe cristiana no es un pensa-


miento/reflexión propia o la adhesión ética a unas normas, sino un acontecimiento:
“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la
vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE 1).

II. ¿Podemos deducir una fecha para este acontecimiento?

Comencemos recordando la lista de las apariciones ofrecida por Pablo en 1Cor


15,5-8:

“… que fue visto por Cefas,


luego (eita) por los Doce.
Después (epeita) fue visto por más de quinientos hermanos…
Después (epeita) fue visto por Santiago,
luego por todos los apóstoles (eita tois apostolois pasin):
últimamente, después de todos (éskhaton dè pánton), siendo como soy el abortivo, fue
visto también por mí”.

Interpretaciones de los estudiosos

Esta lista contiene una clara anomalía: si al comienzo Pablo menciona una aparición
a los Doce, en cuyo número están incluidos todos los apóstoles, ¿a quién se refiere,
cuando en penúltimo lugar dice que Jesús se apareció “a todos los apóstoles”? La
dificultad que la presencia de esta expresión plantea en esta lista es reconocida natu-
ralmente por los estudiosos, pues no se identifica con facilidad quiénes se incluyen
en este grupo.

A primera vista, la interpretación más simple es considerar la expresión “todos los


apóstoles” en su significado más obvio de designación: los Doce; en cuyo caso,
Pablo se refiere aquí a una nueva aparición a los mismos. De este modo, se suele
decir, el Apóstol coincidiría con los evangelios que nos han conservado dos apari-
ciones a los Apóstoles: una, la del grupo sin Tomás, y otra, en la que también estaba
presente este apóstol 36. Pero esta hipótesis, pese a su aparente obviedad, no consi-
gue evitar el reproche de ser una mera repetición en una lista donde se citan los
testigos de la resurrección, no las apariciones que tuvieron lugar. Por tanto, si antes
ha nombrado los apóstoles, no era necesario volver a citarlos 37.

36. Entre otros, E.-B. ALLO, Saint Paul. Seconde Épître aux Corinthiens (EtB, Gabalda, Paris 21956) 392s.397; A. ROBERTSON-A.
PLUMMER, A Critical and Exegetical Commentary on the First Epistle of St Paul to the Corinthians (ICC, T.&T. Clark, Edinburgh
2
1978) 338.
37. Como se puede observar la lista sólo contiene referencia a hombres, dejando de lado las apariciones a las mujeres narra-
das en los evangelios. El motivo es claro: está aludiendo a los testigos oficiales de la resurrección de Jesús.
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28 San Pablo, vida y actividad apostólica

La mayoría de los estudiosos prefiere considerar el término “apóstol” en sentido


lato, como sinónimo de “enviado, misionero”. Con este sentido lo tenemos, por
ejemplo, en Hch 14,4.14, donde Pablo y Bernabé son designados “apóstoles”. Es
más, el mismo Pablo atribuirá el nombre de “apóstol” a colaboradores suyos (2Cor
8,23; Flp 2,25). Por tanto, nada impide aquí entender la expresión “todos los após-
toles” como designación de un grupo más amplio que el identificado con los Doce.
Se trataría, pues, de una aparición a un grupo abierto de misioneros cristianos. ¿Qué
grupo más amplio se esconde tras esta referencia? Algunos creen que se refiere a un
grupo de misioneros más amplio de los Doce sin especificar; otros incluso nombran
los componentes: Pedro, los Doce y Santiago, más un amplio grupo conocido como
apóstoles. Como se ve, el grupo resulta enigmático y sin contornos definidos; en
contra de lo que parece sugerir la expresión paulina.

Paul Winter ha sugerido que Pablo unió, o mejor, yuxtapuso dos tradiciones dife-
rentes: una referida al apóstol Pedro, y la otra a Santiago, según atribuyeran la
preeminencia a uno u otro de estos apóstoles. Ambas tradiciones tenían en común
que recogían tres grupos de apariciones que iban siempre in crescendo: Pedro-los
Doce-más de quinientos hermanos; Santiago-todos los apóstoles-todos los herma-
nos 38. Respecto a esta hipótesis, hay que comenzar diciendo que no cuenta con el
respaldo de ninguna variante textual. A lo que hay que añadir inmediatamente que
ningún otro escrito del Nuevo Testamento nos proporciona indicio alguno de esa
otra tradición que supone Winter. Incluso este estudioso piensa en que la aparición
de Santiago sería un duplicado de la de Pedro. Pero el texto ofrece indicios que
apuntan en una dirección muy distinta a la de un duplicado; si nos atenemos al valor
cronológico que poseen las partículas adverbiales con que Pablo introduce cada
aparición (eita, epeita), más bien parece que el Apóstol está aludiendo a dos aparicio-
nes distintas, ocurridas a personas diferentes en momentos distintos.

Interpretación desde el influjo semítico

Tras esta breve reseña de explicaciones a la anomalía que entraña esta aparición a
“todos los apóstoles”, ofrecemos nuestra explicación de la misma por mala traduc-
ción de una formulación aramea. Téngase en cuenta que al dativo objeto indirecto
griego corresponde en arameo la preposición lamed, prefijada a la palabra que rige.
En este caso, traduciendo la expresión griega de la carta al arameo, el inciso de
Pablo podría decir así: ‘ajar leshaliji’a kola’. El traductor interpretó el lamed como
preposición de dativo que introducía el sustantivo “apóstoles”, y de ello resultó el
griego que poseemos: “a todos los apóstoles”. Ahora bien, entre los muchos valores
de esta preposición aramea se cuenta también el de “según, como”. Este era, en rea-
lidad, el valor que tenía la preposición lamed en este inciso de 1Cor 15,7.
Traduciendo ahora correctamente la expresión aramea, el Apóstol decía: “Después,
como a los apóstoles todos, en último lugar de todos, como al abortivo, se
apareció también a mí”.

Por tanto, en el original semítico Pablo no hablaba de una aparición a todos los
apóstoles después de haber enumerado una aparición a los Doce. Lo que ocurre es
que la referencia a la aparición que tuvo él en el camino de Damasco está precedida
de una extensa introducción. Y en esta introducción lo que expresa con cierta
38. Cf. P. WINTER, “I Corinthians XV 3b-7”: NT 2 (1958) 144-149.
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solemnidad, lo había dicho ya al comienzo del capítulo noveno de esta misma carta:
“¿No soy yo apóstol? ¿No he visto a nuestro Señor Jesús?” (9,1). Afirma de este
modo, pues, que su aparición tiene la misma dignidad que la de los apóstoles;
mediante ella, también él ha sido constituido testigo de la resurrección y apóstol. Y
al colocar su aparición en esta lista quizá también está indicando que tuvo lugar no
mucho tiempo después de las otras. Es decir, es muy posible que el hecho de que
Pablo haya colocado su encuentro con Jesús resucitado al final de esta lista de apari-
ciones, puede deberse no sólo a que está reclamando una dignidad igual a la de los
otros apóstoles, problemática ausente o al menos no afrontada explícitamente en
este pasaje, sino sobre todo a que tuvo lugar no mucho después de las apariciones a
los otros testigos.

Información diferente sobre la duración de las apariciones

Una noticia que puede sostener esta interpretación la hallamos en la literatura apó-
crifa del Nuevo Testamento. En algunos libros gnósticos del siglo II, como
Ascensión de Isaías, Apócrifo de Santiago (o Libro secreto de Santiago), y en algunas obras
de Ireneo se señala como periodo de las apariciones de Jesús resucitado 18 meses,
en contra del dato lucano de los 40 días. ¿Cómo se originó esta información?
Algunos estudiosos modernos explican esta referencia temporal tan larga de la dura-
ción de las apariciones al hecho de que se quiso incluir la visión de Jesús resucitado
que tuvo Pablo en el camino de Damasco. Esta fecha está confirmada por otros
escritos litúrgicos que, en la denominada fiesta de “la conversión de san Pablo” (25
enero), colocan el acontecimiento de Damasco en el segundo año después de la
Ascensión. Así el Martyrologium Romanum: “Conversio sancti Pauli Apostoli, quae
fuit anno secundo ab Ascensione Domini (= Conversión de san Pablo Apóstol,
que fue en el segundo año desde la Ascensión del Señor)”; Breviarium Apostolorum:
“Paulus qui interpretatur pius, ortus ex tribu Beniamim, apostolus gentium, his
secundo pos Ascensionem Domini anno baptizatus est… (= Pablo, quien es deno-
minado santo, nacido de la tribu de Benjamín, apóstol de las gentes, fue bautizado
en el año segundo después de la Ascensión del Señor…)”; la obra atribuida a
Isidoro de Sevilla, De ortu et obitu patrum: “Illic secundo post Ascensionem Domini
anno baptizatus (= Aquel fue bautizado en el segundo año después de la Ascensión
del Señor”; etc 39. Según estas referencias cronológicas, y aceptando como justa la
fecha defendida por la mayoría de los estudiosos para la muerte y resurrección de
Jesús (año 30), el encuentro de Pablo con el Resucitado en el camino de
Damasco hay que colocarlo en el año 31/32.

III. Los años desconocidos

Según los datos cronológicos ofrecidos por Pablo en la carta a los Gálatas, sabemos
que subió a Jerusalén después de su huida de Damasco. En la ciudad santa tuvo un
encuentro con Pedro que duró quince días, donde aprendió la tradición evangélica.
Esta estancia también es descrita en Hch 9,26-30.

39. Un estudio más extenso de estos y otros textos en R. RIESNER, Paul’s Early Period. Chronology, Mission Strategy, Theology,
(Eerdmans, Grand Rapids 1998) 64-74.
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30 San Pablo, vida y actividad apostólica

En la región de Siria y Cilicia

Según Lucas, el Apóstol desarrolló una actividad en Jerusalén, que debió durar un
cierto tiempo, aunque no lo especifica. Esta actividad iba dirigida a judíos tanto de
habla aramea como griega. En el texto sagrado leemos: “(Saulo) se movía con liber-
tad en Jerusalén, actuando valientemente en el nombre del Señor. Hablaba y discutía
también con los helenistas, que se propusieron matarlo” (v.28s). A causa del peligro
que corría su vida, los hermanos le embarcaron en Cesarea Marítima rumbo a
Tarso. Pablo en Gál 1,21 confirma esta noticia: “Luego me fui a las regiones de Siria
y Cilicia”; no se olvide que Tarso se halla en la región de Cilicia. Este modo de
expresarse, se adecua perfectamente a la época del Apóstol, ya que desde el 25 a.C.
la parte este de la Cilicia fue añadida a Siria y gobernada administrativamente bajo la
designación de “provincia de Siria y Cilicia”.

Pablo en Antioquía de Siria

Hch 11,25s informa cómo Pablo se integró en la comunidad de Antioquía; ciudad


que en aquella época, según los estudiosos, tenía una población de 300 mil habitan-
tes, de los que unos 50 mil serían judíos. A raíz de la difusión de la fe cristiana entre
judíos y gentiles en dicha ciudad, los responsables de la comunidad de Jerusalén
enviaron allí a Bernabé para colaborar en la consolidación de la comunidad naciente
(Hch 11,19-22). La necesidad creada por esta nueva situación movió a Bernabé a
tomar una decisión que marcará el futuro de la vida de la Iglesia: “Partió para Tarso
en busca de Saulo, y en cuanto le encontró, le llevó a Antioquía” (v.25). Allí, durante
un año entero, el Apóstol predicó y enseñó a todos los que se acercaban o forma-
ban parte de la comunidad cristiana. Este periodo de tiempo que va desde su
marcha de Jerusalén hasta su actividad en Antioquía de Siria es de una dura-
ción de al menos 9 años y los estudiosos suelen referirse a ellos con la
expresión “los años desconocidos”. ¿Podemos deducir de las fuentes alguna
información sobre ese largo periodo de tiempo del que no se habla explícitamente
en Los Hechos de los Apóstoles ni en las cartas paulinas?

Algunos autores identifican el periodo en que Pablo sufrió varias veces el castigo
típicamente judío de los cuarenta azotes menos uno (2Cor 11,24) con estos años
desconocidos, en que, dado su modo de actuar en la difusión del Evangelio, es pro-
bable que realizase una actividad misionera en las sinagogas. En ese caso, los
gentiles aludidos en la carta apostólica enviada desde Jerusalén podrían ser temero-
sos de Dios o gente en contacto con la comunidad judía. Según Flavio Josefo, la
presencia judía en esta región era numerosa y con notable poder 40. Por lo demás,
como ya hemos indicado, Hch 22,17-21 sitúa el comienzo de la misión entre las
naciones/gentiles después de una visión de Pablo en el templo de Jerusalén, ocurri-
da después de su regreso a la ciudad santa tras la fuga de Damasco. Por todo ello, es
razonable pensar que durante los años siguientes a su encuentro con el Resucitado
Pablo habría dirigido su trabajo misionero especialmente a los gentiles que encon-
traba en las sinagogas de Cilicia.

40. Cf. M. HENGEL-A.M. SCHWEMER, Paul between Damascus and Antioch. The Unknown Years (Westminster John Knox,
Lousville 1997) 158-161.
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Pablo cristiano 31

En relación con Jerusalén

Destaquemos ante todo que la decisión de los hermanos de Jerusalén y la iniciativa


de Bernabé muestran que Pablo no rompió los vínculos con la comunidad de
Palestina. Por otra parte, aunque ni Pablo ni Lucas detallan su actividad durante
estos años, creemos que la carta que escribieron los apóstoles y presbíteros después
del concilio de Jerusalén nos permite deducirla. El comienzo de esta misiva dice así:
“Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía,
Siria y Cilicia provenientes de la gentilidad” (Hch 15,23). En este saludo se afirma
no sólo que hay comunidades en Cilicia, de cuya fundación no nos ha llegado una
noticia explícita, sino además que sus miembros, al menos una buena parte,
provienen de la gentilidad. De igual modo, al comienzo del segundo viaje, Hch
15,41 indica la existencia de comunidades cristianas en Cilicia. Es probable que estas
comunidades tengan su origen en la actividad paulina durante esos años, que los
estudiosos denominan “desconocidos”. Por lo demás, el mismo Pablo parece indi-
car que durante su estancia en Cilicia también desarrolló una actividad misionera,
pues en Gál 1,22-24, después de haber indicado que se fue a las regiones de Siria y
Cilicia, alude al asombro que se generó entre las comunidades de Judea al saber que
Pablo, el antiguo perseguidor, predicaba la fe cristiana.

Segundo viaje a Jerusalén

Durante el periodo que Pablo vivió en Antioquía de Siria sitúa Lucas un viaje suyo
a Jerusalén con motivo del hambre que padeció “toda la tierra” bajo el gobierno
de Claudio (Hch 11,27-30). Este suceso es narrado también por Josefo, que lo colo-
ca bajo el gobernador Tiberio Julio Alejandro (46-48); aunque señala que comenzó
antes, y que afectó solamente a Judea. De todo ello, debemos deducir que la visita
de Pablo y Bernabé a la comunidad jerosolimitana tuvo lugar entre los años 45-
46 41. Es probable que esta visita haya que identificarla con la aludida en Gál 2,1-3,
pues Pablo hace referencia a una revelación y a que habló en privado con los res-
ponsables de la comunidad para confrontarse respecto a su predicación dirigida a
los gentiles. La situación del denominado concilio de Jerusalén descrita en Hch
15,1-6, con la que se ha querido identificar esta segunda visita del Apóstol a
Jerusalén, no armoniza completamente con lo afirmado en la carta a los Gálatas,
pues allí se trata de una asamblea oficial para abordar la cuestión de la circuncisión,
a causa del problema suscitado por un grupo vinculado al fariseísmo.

IV. Algunas características de la actividad misionera de Pablo

En las sinagogas

Desde el punto de vista religioso, los hombres que pueblan las regiones que va a
recorrer Pablo se dividen en dos grupos: paganos de religiones diversas, con más o

41. FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 20,2.5; cf. también 3,15.3; 20,5.2. Respecto a la expresión “toda la tierra” referida sólo
a la tierra de Israel véase J.M. GARCÍA, San Lucas: Evangelio y Tradición. Sustrato arameo en Lc 1,39; 8,26-29; 21,36; 22,28-30;
23,39-43 (SSNT 4; Ciudad Nueva, Madrid 1995) 294-300.
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32 San Pablo, vida y actividad apostólica

menos sensibilidad religiosa auténtica, y judíos de la diáspora. Las ciudades más


importantes del Mediterráneo contaban con colonias judías, algunas muy numero-
sas. El Evangelio representaba la culminación de la Revelación de Dios, o de la
historia santa, que comenzó con la vocación de Abrahán; de ahí que la presentación
del Evangelio a judíos fuese fácil (cf. modelo en Hch 13,16-24). Por otra parte, en
las sinagogas, Pablo podía encontrar también paganos simpatizantes o prosélitos del
judaísmo, los llamados “temerosos de Dios”. La decisión del Apóstol de predicar en
primer lugar el Evangelio a los judíos, cuyo lugar de encuentro natural era la sinago-
ga, nos ayuda a identificar con claridad el motivo por el que Pablo decidió
circuncidar a Timoteo cuando lo eligió como colaborador de su misión. Éste era
hijo de madre judía, pero su padre era pagano. Los judíos de la colonia de Listra
sabían que no había sido circuncidado, y la noticia podía llegar o haber llegado a las
comunidades judías de otras ciudades. Al elegirle Pablo como colaborador, siendo
habitual en su práctica misionera predicar en las sinagogas judías, era absolutamen-
te necesario que Timoteo tuviese también acceso libre a las sinagogas, pudiendo
participar en las reuniones de la comunidad; algo que estaba totalmente prohibido a
un no judío, es decir, a un no circuncidado. Mediante la circuncisión, Timoteo podía
participar con pleno derecho en las reuniones sinagogales. La decisión del Apóstol,
por tanto, es de índole pastoral; no hay en ella ninguna claudicación ante las presio-
nes de los judaizantes que querían imponer la circuncisión a todos los miembros del
grupo denominado “cristianos”.

De ciudad en ciudad

Según el relato de Lucas, la actuación de Pablo en las ciudades que visita durante sus
viajes sigue siempre el mismo esquema: predicación en la sinagoga, éxito inicial,
reacción de las autoridades judías locales y judíos celosos, salida de la ciudad. La
expulsión o fuga no es debido al mandato o presión de las autoridades judías, sino
exigido por las autoridades civiles; generalmente presionadas por los judíos celosos
ante la actuación de Pablo y sus colaboradores. No obstante, el Apóstol sabe sacar
partido de las condiciones particulares del gobierno de las ciudades helenísticas a
favor de su misión. En los vastos territorios del Oriente griego no existía jurisdic-
ción o autoridad interurbana, excepto la del gobernador romano. Pero la autoridad
romana sólo intervenía en el caso de que corriese peligro la paz y el orden político
en la provincia. En realidad, el gobierno y la administración de justicia en las ciuda-
des corría a cargo de las autoridades municipales. De este modo, si el representante
de Roma en esa región no tenía noticia de un movimiento de insurrección o verda-
dero peligro para la paz, un alborotador de cualquier índole podía continuar
indefinidamente su acción moviéndose de ciudad en ciudad.

Por otra parte, es necesario saber que sólo los gobernadores de las provincias fron-
terizas del Imperio tenían a su disposición fuerzas militares. Los procónsules y
legados de las otras provincias, como eran las de Grecia y Anatolia, sólo disponían
de pequeños contingentes, estacionados en la capital respectiva. Su actuación, por
tanto, en un lugar distante de ésta no podía ser fulminante, y además no solían
movilizarse para capturar un ladrón común o un alborotador. Por otro lado, las
fuerzas policiales de las autoridades municipales estaban centradas en las ciudades,
muy distantes entre sí y con extensos territorios bajo su control; difícilmente podían
vigilar todos los movimientos o agitaciones sociales del territorio bajo su custodia.
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Pablo cristiano 33

Estas circunstancias facilitaban los desplazamientos de Pablo y sus compañeros;


aunque es cierto que los judíos celosos estaban atentos a impedir la difusión del
cristianismo en la medida de sus posibilidades.

Colaboradores

Pablo suele denominarse siervo de Jesucristo 42. No se trata de un título humilde,


sino honorífico, pues sitúa a su persona en la esfera de Cristo: es su administrador y
delegado. Pues bien, el Apóstol atribuye este título a otros colaboradores suyos:
Timoteo y Epafras (Flp 1,1; Col 4,12). Timoteo, más conocido, acompañó a Pablo
en sus viajes misioneros, teniendo también autoridad sobre las comunidades. De
este tipo de colaborador itinerante también son Tito, Silas, Marcos y el propio
Lucas, por citar los más conocidos.

Seguramente, Pablo recomendó a sus colaboradores lo que leemos dirigido a


Timoteo en 1Tm 4,13: aplicarse a la lectura, la exhortación y la enseñanza. Estas
tres funciones son partes integrantes de la liturgia sinagogal: lectura de los libros
sagrados, palabra de exhortación, enseñanza doctrinal. Este consejo de Pablo no
tendría sólo la finalidad de una buena preparación de los encuentros cristianos, sino
también de todo lo que conlleva: preparación de lectores, predicadores y maestros.
Por lo demás, dado que gran parte de su trabajo era la presentación del Evangelio a
los judíos, también Pablo tenía la preocupación de que este servicio se hiciera con
toda dignidad, evitando que una inadecuada preparación fuera más obstáculo a la
difusión evangélica que ayuda.

En cuanto a Epafras, sabemos que fue el fundador de la comunidad de Colosas, y


de otros dos lugares cercanos: Laodicea y Hierápolis 43. En la carta a los Colosenses,
Pablo dice de Epafras que “se toma mucho trabajo por vosotros —los de
Colosas—, y por los de Laodicea, y por los de Hierápolis” (v.13). Estas tres
pequeñas ciudades recibieron el Evangelio ya en vida del Apóstol, no ciertamente
por él, sino por este colaborador, seguramente encontrado en Éfeso. Estas comuni-
dades, también bajo la autoridad de Pablo (a las que también escribe), fueron
guiadas de modo estable por este colaborador residente a modo de obispo.

Junto a ellos tenemos otros muchos más colaboradores, que echaban una mano a
Pablo de formas muy diferentes 44. Algunos apoyaban a Pablo en su labor misionera
mediante hombres y financiación. El Apóstol viajó mucho, tanto por tierra como
por mar. Todos estos desplazamientos suponían un gasto importante, no sólo para
42. Es útil leer el capítulo I y IV del libro de M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas, 31-50 y 91-110.
43. La ciudad de Colosas se hallaba en el extremo oriental de la provincia proconsular de Asia, cuya capital era Éfeso, en el
extremo occidental. San Pablo no había estado nunca en esta pequeña ciudad. Por obra sobre todo de Epafras, al que nombra
en la carta y que sin duda entró en contacto con san Pablo durante su estancia en Éfeso, en la ciudad de Colosas nació una
comunidad cristiana. Pasado algún tiempo, mientras san Pablo se halla preso, la amenaza de doctrinas extrañas, que ponen en
peligro la buena marcha de la vida de la comunidad, obliga a Epafras a visitar al Apóstol e informarle de la situación.
Entonces san Pablo interviene por medio de la carta. Pero la carta no testimonia sólo el nacimiento de una comunidad cristia-
na en la zona interior de la provincia de Asia, no misionada por san Pablo. En los saludos finales, el Apóstol dice: «Cuando
haya sido leída esta carta entre vosotros, haced que sea leída también en la Iglesia de Laodicea; y la que recibiréis de Laodicea,
leedla también vosotros» (Col 4,16). San Pablo, por tanto, había escrito también una carta a los cristianos de Laodicea, carta
que se ha perdido.
44. Para una lista de más de 50 colaboradores nombrados en las cartas paulinas o en Hechos cf. L.J. LIETAERT PEERBOLTE,
Paolo il Missionario. Alle origini della missione cristiana, trad. di F. Iodice (Cinisello Balsamo 2006) 268-270.
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34 San Pablo, vida y actividad apostólica

pagar los medios de transporte que usaba, sino también el alojamiento y la comida
diaria. Aunque Pablo ejerció un oficio que le permitía su apostolado, pues los ins-
trumentales los llevaba con él (recuérdese que era tejedor de tiendas: skênopoiós), no
siempre tuvo el tiempo y las condiciones para ejercerlo. Un ejemplo de este apoyo
económico estable es la comunidad de Filipos (2,27-30; 4,14).

Hay un pasaje que explica bien la labor misionera de las comunidades paulinas;
nos referimos a Tit 3,13: “A Zenas, el experto en la Ley, y a Apolo, provéelos dili-
gentemente para el viaje, de modo que no les falte nada”. Lo comenta M. Herranz
con estas palabras: “No es difícil adivinar la situación que supone este encargo.
Zenas y Apolo van a pasar por Creta en un viaje misionero, como predicadores iti-
nerantes. Probablemente es el mismo san Pablo quien los envía; al menos podemos
suponer que le han pedido que los presente a los cristianos de Creta para que los
acojan debidamente. Pero como su estancia en la isla será sólo una etapa en un
recorrido más amplio, los predicadores necesitarán también ser equipados para la
continuación de su viaje. Por eso san Pablo encarga a Tito que cuide solícitamente
de que sean provistos de lo necesario. Tras el encargo, dirigido a Tito, el Apóstol
añade unas consideraciones que nos revelan algo muy importante: el responsable de
la atención material de los misioneros es Tito, pero el peso que supone la financia-
ción de la estancia y el viaje de los que van a llegar recae sobre las espaldas de la
comunidad. San Pablo, en efecto, dice: «Y aprendan también los nuestros —es
decir, los miembros de nuestras comunidades cristianas— a tener iniciativas en las
obras buenas, atendiendo a las necesidades apremiantes (de la evangelización), para
que no sean inútiles» (Tt 3,14). Esta es la traducción ordinaria de las palabras del
Apóstol; pero el original griego (hína mè ôsin ákarpoi) permite leer en ellas una idea
más profunda. Si los cristianos de Creta no colaboran en la obra misionera, ayudan-
do a la financiación —en metálico o en especie— del viaje de Zenas y Apolo, su fe
sería estéril. Lo que hará de su fe cristiana una fe verdadera, demostrada en el fruto,
será su colaboración en la predicación de esa misma fe a otros hombres. En su carta
a los Romanos, san Pablo pedirá a la comunidad de Roma un servicio semejante:
hacer posible su viaje misionero a España” 45.

La cultura helenista

Como recuerda Benedicto XVI en su primera catequesis sobre Pablo, dedicada al


ambiente religioso y cultural en que vivió el Apóstol, hubo dos factores decisivos
que favorecieron la labor misionera de Pablo: la cultura helenista y la red de vías
construidas a lo largo de todo el imperio. “El primero fue la cultura griega, o
mejor, helenista, que después de Alejandro Magno se había convertido en patri-
monio común, al menos en la región del Mediterráneo oriental y en Oriente
Próximo, aunque integrando en sí muchos elementos de las culturas de pueblos tra-
dicionalmente considerados bárbaros. Un escritor de la época afirmaba que
Alejandro «ordenó que todos consideraran como patria toda la ecumene... y que ya
no se hicieran diferencias entre griegos y bárbaros» (Plutarco, De Alexandri Magni
fortuna aut virtute, 6.8). El segundo factor fue la estructura político-administrativa
del Imperio romano, que garantizaba paz y estabilidad desde Bretaña hasta el sur
de Egipto, unificando un territorio de dimensiones nunca vistas con anterioridad.
45. M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas, 104s. Vale la pena leer todo el capítulo, que lleva por título: “San Pablo y sus
colaboradores”.
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Pablo cristiano 35

En este espacio era posible moverse con suficiente libertad y seguridad, disfrutando
entre otras cosas de un excelente sistema de carreteras, y encontrando en cada
punto de llegada características culturales básicas que, sin ir en detrimento de los
valores locales, representaban un tejido común de unificación super partes, hasta el
punto de que el filósofo judío Filón de Alejandría, contemporáneo de san Pablo,
alaba al emperador Augusto porque «ha unido en armonía a todos los pueblos sal-
vajes... convirtiéndose en guardián de la paz» (Legatio ad Caium, 146-147)” 46.

Proyecto misionero de Pablo

En el invierno del 56 al 57, Pablo se encuentra en Corinto, adonde ha venido por


tierra desde Éfeso para dos cosas principalmente: visitar la comunidad cristiana y
recoger la colecta para Jerusalén. Son los últimos meses del tercer viaje misionero
del Apóstol. Pablo, en un principio, piensa volver a la ciudad santa por mar, pero
cambia de planes al tener conocimiento de las asechanzas de los judíos. Por este
motivo, decide realizar un largo viaje por tierra, bordeando las costas del Egeo,
hasta Mileto. Allí se despide de la comunidad de Éfeso y toma un barco que se diri-
ge a Tiro y luego a Tolomaida (Hch 20,17-21,7).

A lo largo de la ruta Pablo visitará de nuevo las comunidades de Macedonia y Asia


Menor. Curiosamente estas visitas no estaban previstas en el viaje inicial de regreso.
Comenta M. Herranz: “¿Las consideraba innecesarias? Aunque resulte sorprenden-
te, quizá debamos responder que sí: san Pablo consideraba innecesarias estas nuevas
visitas. Es más: hay motivos para pensar que no sólo las consideraba innecesarias,
sino incluso contraproducentes para su plan misionero. Ciertamente, una nueva visi-
ta a unas comunidades que sólo contaban unos años de vida sería una oportunidad
que el Apóstol aprovecharía para consolidar la fe y la organización dentro de ellas;
pero él mismo nos va a ofrecer una interpretación distinta de estas forzadas visitas a
comunidades ya en marcha.

”Mientras en Corinto (invierno 57) espera que sea practicable la navegación, san
Pablo escribe la más extensa de sus cartas: la dirigida a los cristianos de Roma. En
ella, después de la amplia exposición doctrinal (c.1-11) y una más breve exhortación
pastoral (12,1-15, 13) antes de los saludos finales encontramos una descripción de
los planes futuros y la acción misionera del Apóstol; esta descripción constituye un
documento precioso para entender la obra apostólica de san Pablo (15,14-33). San
Pablo piensa ir a España, y para preparar su viaje y su tarea en los confines de la tie-
rra necesita la colaboración de los fieles de Roma. Al justificar este proyecto de viaje
misionero a Occidente, el Apóstol hace dos afirmaciones que a primera vista tienen
cierto aire de exageración retórica. La primera dice: ‘Pues desde Jerusalén hasta el
Ilírico, y en todas direcciones, lo he llenado todo del Evangelio de Cristo’ (Rm
15,19). El relato de san Lucas en Hechos y los datos que contienen sus cartas hacen
que nos sorprendamos ante esta afirmación de san Pablo: en ninguno de los dos
lugares que nombra para dar los límites geográficos de su actividad, Jerusalén y el
Ilírico, ejerció una acción misionera. Para san Pablo, el centro del mundo, visto
desde la obra y el plan de Dios que proclama el Evangelio, es Jerusalén, la ciudad

46. BENEDICTO XVI, Audiencia general del miércoles 2 de julio de 2008. Las catequesis impartidas por Benedicto XVI
sobre san Pablo se encuentran publicadas en esta dirección de internet
http://www.archimadrid.es/catequesis/Catequesis_de_San_Pablo.html
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36 San Pablo, vida y actividad apostólica

santa del judaísmo; y Jerusalén es también el punto de partida del Evangelio que
predica. Por eso, aun sin haber misionado en Judea, puede decir con verdad que
desde Jerusalén, y en todas direcciones, lo ha llenado todo del Evangelio de Cristo.

”Pero también el lugar geográfico que escoge para indicar el límite occidental de su
acción misionera es extraño: ni el libro de los Hechos, ni ninguna de las cartas escri-
tas antes que Romanos aluden a una actividad de san Pablo en el Ilírico (= Albania,
Montenegro, Serbia, Bosnia y Croacia). Las ciudades más cercanas a esta región visi-
tadas por san Pablo son las de Tesalónica y Berea, en la provincia de Macedonia. Es
innegable que tras esta aparente inexactitud geográfica se esconde algún misterio. A
descubrirlo nos ayudarán algunos datos de geografía de la época. Cuando san Pablo
recorre los territorios del Mediterráneo oriental, las antiguas unidades políticas lle-
van más de cien años incorporadas al Imperio de Roma. Por lo que se refiere a la
parte Norte de la península balcánica, la unión con la capital del Imperio estaba ase-
gurada por la via Egnatia. Esta importantísima vía romana partía del puerto de
Dirraquio, en el Adriático, en la costa del Ilírico, y pasando por la capital de
Macedonia —Tesalónica— y Filipos llegaba a Bizancio. San Pablo utilizó sin duda
esta vía por primera vez en su segundo viaje, al marchar de Filipos a Tesalónica.
Desde aquí, dejando la calzada, se dirigió hacia el Sur, fijando su pasajera residencia
en Corinto. Si hubiera seguido en dirección Oeste, dejándose llevar por la calzada,
habría terminado en Dirraquio, ciudad del Ilírico, donde le habría sido fácil embar-
carse en una nave que lo trasladase a Brindisi, en la costa italiana, y aquí hubiera
estado esperándolo otra excelente calzada que lo hubiese llevado a Roma: la via
Appia. Porque, en realidad, la via Egnatia estaba concebida como la prolongación de
la via Appia. A través de ella, Roma quedaba unida por tierra con las provincias más
orientales del Imperio, Siria y Palestina.

”A la luz de estos datos, las palabras de san Pablo en la carta a los Romanos
comienzan a revelar su misterio. El Apóstol, que es un ciudadano de la parte orien-
tal del Imperio, quiere decir que ha predicado en toda esa mitad oriental, y por eso
nombra el Ilírico: esta región marcaba el límite occidental del mundo griego; desde
allí, pasando del extremo occidental de la via Egnatia al extremo oriental de la via
Appia en suelo italiano, se entraba en el Occidente del Imperio, el mundo que san
Pablo no ha podido evangelizar hasta ahora. Por otra parte, aunque no llegase a
pisar suelo ilirio —y, repetimos, ni Hechos ni las cartas hablan de ello—, podía decir
sin mentir ni exagerar que había llevado el Evangelio hasta el Ilírico, es decir, hasta
los confines occidentales de la porción oriental del Imperio. Su actividad en varias
ciudades de Macedonia, especialmente la capital, y su utilización del tramo oriental
de la via Egnatia justificaban su afirmación” 47.

47. M M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas, 83-85.


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Pablo cristiano 37

CONCLUSIÓN
El encuentro con Cristo resucitado camino de Damasco fue la ocasión en que
Pablo reconoció el error en el que estaba respecto al anuncio cristiano, pues
vio a Jesús glorificado. Fue una visión objetiva, un encuentro físico con el
Resucitado, que marcará en su vida un cambio radical. Después de su adhe-
sión a la comunidad cristiana comenzará a predicar entre los judíos el
Evangelio. La amenaza de muerte que se cernía sobre él, obligó a los cristia-
nos de Jerusalén a enviarlo a Tarso. Allí permanecerá hasta que Bernabé le
invitó a trabajar en Antioquía de Siria. Este periodo de al menos nueve años,
prácticamente ausente en nuestras fuentes, es denominado entre los estudio-
sos “los años desconocidos”.

Los principales rasgos de la misión paulina son:

1) Predicación en las sinagogas de las ciudades visitadas.


2) Desplazamiento continuo de ciudad en ciudad, obligado frecuentemente
por la persecución de los judíos celosos.
3) Colaboradores itinerantes y residenciales.
4) Cultura helenista compartida.
5) Proyecto misionero en la parte oriental del imperio.
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38 San Pablo, vida y actividad apostólica

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. En el camino a Damasco, san Pablo tuvo meramente una experiencia


subjetiva y psicológica.................................................................................... V F

2. Su llamada a la misión coincide con la aparición de Jesús resucitado


cerca de Damasco........................................................................................... V F

3. San Pablo se retiró a Arabia para profundizar en la fe cristiana.............. V F

4. Desde el comienzo su predicación estuvo dirigida a los gentiles............ V F

5. Siempre le acompañaron en sus viajes los mismos colaboradores......... V F


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Tema
Viajes misioneros de Pablo
3

La segunda parte de Los Hechos de los Apóstoles tiene como protagonista principal a
Pablo y sus viajes misioneros. Esta es la fuente principal que permite reconstruir
estos viajes.

I. Primer viaje (Hch 13-14)

Fecha probable

Este proyecto misionero fue una iniciativa de la comunidad de Antioquía y para lle-
varlo a cabo se eligió a Bernabé y Pablo. Es probable que la elección de dos
misioneros se remontase a la costumbre de Jesús (Lc 10,1), en total armonía con la
mentalidad judía, que exigía el acuerdo de dos testigos para la validez del testimonio.
Como colaborador, iba con ellos Juan Marcos, originario de Jerusalén; aunque no
se especifica en qué consistía su ayuda.
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40 San Pablo, vida y actividad apostólica

Las fechas más probables para situar el primer viaje misionero son entre los años 46-
48; quizá son preferibles los dos primeros. Los lugares visitados por Bernabé y Pablo
son los siguientes: la isla de Chipre y las regiones de Panfilia, Pisidia, y Licaonia de
Asia Menor.

En Chipre

Desde Antioquía, bajaron al puerto de Seleucia, y allí se hicieron a la mar. El primer


destino es Chipre; la elección de esta isla se debió probablemente a Bernabé, pues
era originario de dicho lugar (Hch 4,36). No obstante, hay que tener también en
cuenta que la población judía que habitaba en la isla era muy numerosa.
Desembarcados en Chipre, se dirigieron a Salamina para comenzar su misión.
Iniciaron la predicación del Evangelio aprovechando la ocasión que les ofrecían las
reuniones de la comunidad judía en las sinagogas, probablemente utilizando las oca-
siones que ofrecían las celebraciones sabáticas. Esta ciudad era importante y muy
habitada; basta recordar que su teatro tenía 20.000 puestos. Por desgracia no se han
identificado restos de las sinagogas de la época; probablemente debido a la expul-
sión de los judíos impuesta por Trajano (115-117 d.C.), que favoreció el abandono
de estos edificios y su posterior destrucción. Desde Salamina marcharon a Pafos,
ciudad marítima en la punta opuesta de la isla, lugar de residencia del procónsul
romano. En esta ciudad fueron invitados del procónsul Sergio Paulo, que quiso
escuchar la predicación de Bernabé y Pablo. Después de haber escuchado su testi-
monio y haber presenciado un milagro realizado por Pablo, se convirtió al
cristianismo (13,6-12).

En Panfilia

La siguiente etapa se desarrolló en algunas ciudades de Panfilia, Pisidia, y


Licaonia, regiones de Asia Menor, que formaban parte de la provincia romana
de Galacia. Es posible que la elección de estas regiones tenga que ver con la presen-
cia de la familia de los Sergio Paulo; varias inscripciones testimonian la influencia de
esta familia durante los siglos I y II. Zarpando de Pafos, llegaron a Perge de Panfilia,
donde Juan Marcos decidió regresar a Jerusalén.

En Pisidia

Después de atravesar la provincia de Panfilia, llegaron a Pisidia, concretamente a la


ciudad de Antioquía. Los sábados participaban en la liturgia sinagogal, y al final de la
misma Pablo solía anunciar el Evangelio a la comunidad judía. Como consecuencia
de esta predicación muchos judíos se unieron a Pablo y Bernabé. Sin embargo, un
grupo de judíos se enfrentó con los predicadores cristianos y les impidieron seguir
anunciando el Evangelio en la sinagoga. Esta circunstancia obligó a los misioneros
cristianos a difundir el mensaje evangélico en otros ámbitos abiertos también a los
gentiles. El éxito de la misión cristiana fue tal que los adversarios judíos, encendidos
de celo santo ante lo que consideraban una apostasía de la fe judía, con ayuda de
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Viajes misioneros de Pablo 41

algunas mujeres importantes de la ciudad, lograron expulsar a los misioneros cristia-


nos (13,49-50). La reacción de los judíos indica que la predicación de los misioneros
cristianos se dirigía a los miembros de la comunidad judía, fueran judíos de raza o
prosélitos.

Pablo y Bernabé, sirviéndose de la vía Sebaste, se dirigieron a la ciudad de Iconio. La


distancia no era muy grande: 90 kms; por tanto, llegarían allí en unos dos o tres días,
dependiendo del modo de transporte. En esta ciudad, que fue islamizada en el siglo
XIII, no hay resto alguno visible de la antigua presencia cristiana. Es cierto que
todavía no se han llevado a cabo excavaciones arqueológicas; si esto ocurre, quizá
salgan a la luz vestigios cristianos. Llegados a ella, según su costumbre, se dirigieron
a la sinagoga, donde anunciaron la salvación en Cristo Jesús. Una vez más, muchos
judíos creyeron. Pero los adversarios judíos soliviantaron los ánimos de la ciudad,
que terminó dividiéndose en dos bandos. La situación se hizo peligrosa para Pablo y
Bernabé, que huyeron a la región de Licaonia, a las ciudades de Listra y Derbe
(14,1-7).

La historia de Tecla

Según la obra apócrifa Los Hechos de Pablo, en Iconio hay que situar el encuentro de
Tecla con Pablo. Esta es una historia que tuvo mucho éxito popular. Tecla era una
joven que vivía junto a la casa donde habitaba Pablo y que seguía sus predicaciones
escondida. Encendida en deseos de seguir la vida propuesta por Pablo, rompe con
su novio y se escapa de la casa de sus padres. Ni que decir tiene que Pablo fue
denunciado como corruptor y llevado a prisión. Tecla consigue introducirse en la
prisión para seguir aprendiendo. A la joven se la condena a la hoguera, pero las lla-
mas no la dañaron y una lluvia repentina apagó la hoguera. Consigue seguir a Pablo
en sus viajes misioneros. De vuelta en Antioquía sucede otro percance, pues se ena-
mora de ella un personaje famoso, que ella rechaza. Ofendido, el amante rechazado
consigue que se imponga la pena de muerte a Tecla y sea echada a las fieras. Pero
una leona la defiende de los ataques de los otros animales salvajes. Posteriormente
Tecla se convierte en una misionera en su propia tierra y en Seleucia. Esta leyenda
es bastante antigua. Ya la conocía Tertuliano, pues se hace eco de ella en su tratado
De Baptismo, escrito a principios del siglo III. En él afirma: “Quienes, para defender
el derecho de las mujeres a enseñar y bautizar, apelan al ejemplo de Tecla de la que
habla la literatura apócrifa de Los Hechos de Pablo, sepan bien esto: el presbítero que
en Asia compuso esos Hechos cubriendo con la atribución a Pablo lo que había
inventado él, ha sido desenmascarado, ha confesado haber actuado así por simpatía
hacia Pablo y ha sido depuesto. ¡Cómo podemos considerar verosímil que Pablo
haya concedido a un mujer la facultad de enseñar y bautizar, justamente él que no
permitió a las mujeres recibir en las asambleas instrucciones regulares!” (De
Baptismo 17,5).

En Licaonia

En Listra, que dista de Iconio unos 30 kms, Pablo sanó a un cojo de nacimiento. El
milagro fue motivo de maravilla entre los habitantes, que acabaron identificando a
Bernabé con el dios Zeus y a Pablo con Hermes. Fragmentos de inscripciones testi-
monian una gran veneración a Zeus y Hermes en esta ciudad. Entre los primeros
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42 San Pablo, vida y actividad apostólica

miembros de la comunidad cristiana fundada allí están Eunice, madre de Timoteo, y


su abuela Loida. Hch 16,1 dice que Timoteo era hijo de padre griego y madre judía.
Inscripciones funerarias del siglo I encontradas en los alrededores de Listra testimo-
nian la frecuencia de matrimonios mixtos. Pero su estancia en esta ciudad no duró
mucho, pues unos judíos de Antioquía e Iconio vinieron a Listra con el objetivo de
suscitar el rechazo de Pablo y Bernabé entre los habitantes de aquel lugar. Como
consecuencia de esta labor de oposición Pablo fue apedreado y dado por muerto.
Sin embargo, se recuperó prontamente y, dejando la ciudad, marchó con Bernabé a
Derbe, donde predicaron con éxito el Evangelio.

Regreso a Antioquía

Realizaron el regreso a Antioquía de Siria pasando por las diferentes ciudades


evangelizadas anteriormente con el fin de confortarlas en la fe y elegir responsables
en cada una de ellas: “Volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, animando a los discí-
pulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por
muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. En cada Iglesia designaban
presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creí-
do” (Hch 14,21-23). Esta información de Lucas no sólo muestra una organización
de la Iglesia desde los inicios, sino también la conciencia de que es propiedad del
Señor, es Él quien tiene que defender y proteger a sus fieles. Probablemente el
hecho de no visitar las sinagogas, sino las casas donde habitaban los cristianos,
hacía mucho más discreto este viaje de vuelta. Llegados a Atalía, embarcaron para
Antioquía, donde contaron a todos los miembros de la comunidad el viaje y los
frutos de su labor misionera. Pablo y Bernabé se quedaron con la comunidad más
de un año. Según cálculos de los estudiosos, el recorrido de este primer viaje fue de
unos mil kilómetros.

Concilio de Jerusalén

Después del primer viaje, los estudiosos suelen colocar el concilio de Jerusalén
(año 48/49). La circunstancia que motivó esta reunión está explícitamente señalada
al comienzo de Hch 15: “Unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los
hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvar-
se. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se
decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a con-
sultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia” (v.1-2). La cuestión que
se debate es si los gentiles que se adhieren a la comunidad cristiana tienen que cir-
cuncidarse para formar parte del pueblo elegido por Dios y poder participar de la
salvación prometida desde antiguo a Israel. La asamblea, después de dialogar, a pro-
puesta de Santiago, el obispo de Jerusalén (v.19-21), decide no exigir la circuncisión,
sino solamente unas normas de pureza legal que permitan la convivencia de los cris-
tianos procedentes del judaísmo y de la gentilidad. Son normas que buscan
favorecer la unidad de la Iglesia. Estas indicaciones están formuladas en la carta que
enviaron por medio de Judas, llamado Barsabás, y Silas a las comunidades de
Antioquía, Siria y Cilicia del modo siguiente: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y
nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de
carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones
ilegítimas” (v.28-29).
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Viajes misioneros de Pablo 43

Pablo, cuando habla de su segunda subida a Jerusalén, explica el motivo de este viaje
del modo siguiente: “Subí por una revelación. Y les expuse el Evangelio que predico
entre los gentiles, aunque en privado, a los más cualificados, no fuera que caminara
o hubiera caminado en vano. Sin embargo, ni siquiera obligaron a circuncidarse a
Tito, que estaba conmigo y es griego. Di este paso por motivo de esos intrusos, esos
falsos hermanos que se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo
Jesús y esclavizarnos” (Gál 2,2-4). De ello, deducen los estudiosos que el motivo
principal fue la exigencia de la circuncisión para los cristianos provenientes de la
gentilidad, lo que coincidiría con la dificultad señalada en Hch 15,1. De ahí la identi-
ficación de ambas subidas. Nosotros, sin embargo, somos partidarios de
identificarla con la subida que tuvo lugar con ocasión de la colecta de la iglesia de
Antioquía a favor de las comunidades de Judea y Jerusalén en la época del hambre
que sufrieron durante el gobierno de Tiberio Julio Alejandro (46-48). Hay varias
características que no armonizan bien con la identificación de la subida a Jerusalén
para participar en el concilio. Ante todo, el motivo que hace subir a Pablo y
Bernabé, en compañía de Tito, a la ciudad santa no es un conflicto provocado por
gentes venidas desde Judea, sino una revelación. Por otra parte, la reunión que
ambos llevan a cabo no es ante una asamblea, sino ante los responsables. Incluso el
resultado final del encuentro tampoco coincide con las normas de pureza de Hch
15,29, sino se centra en el reconocimiento de los diferentes destinatarios de la
misión: Pablo y Bernabé se encargarán de predicar el Evangelio a los gentiles (ethne),
mientras que Pedro, Santiago y Juan realizarán su misión entre los circuncidados
(peritome). Por lo demás, la petición de acordarse de los pobres de Jerusalén que los
apóstoles dirigieron a Pablo y Bernabé resulta más lógica si tuvo lugar con ocasión
de la ayuda económica que éstos llevaron con ocasión de la hambruna que sufrieron
los cristianos de Judea en tiempos del gobernador Tiberio Julio Alejandro.

II. Segundo viaje (Hch 15,40-18,22)

Fecha probable

Según Hch 15,37-39, Pablo se separó de Bernabé por un altercado a causa de


Marcos, que les había abandonado en Panfilia; el Apóstol eligió a Silas como com-
pañero para este segundo viaje; éste era miembro de la comunidad de Jerusalén, y
allí había vuelto después de realizar la misión encomendada después del concilio
(v.32-33). Este detalle se opone a la teoría que considera la actividad misionera de
Pablo desgajada de la comunidad madre e incluso en oposición a ella.

El segundo viaje misionero se desarrolló durante los años 49-51/52. Las regiones
visitadas por Pablo y Silas fueron Licaonia, Pisidia, Macedonia, Acaya y Asia.
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44 San Pablo, vida y actividad apostólica

Viaje de Bernabé a Chipre

Por su parte, Bernabé, con su primo Marcos, regresó a Chipre (Hch 15,39), predi-
cando en toda la isla. El nombre de este apóstol es explicado en Hch 4,36 como
“hijo de la consolación”. Es probable que sea una traducción del nombre arameo
bar nabya’, que significa “hijo de la profecía”. La situación de la isla había cambiado,
pues desde el año 48 Sergio Paulo había dejado su cargo de gobernador; por tanto,
cuando los dos misioneros cristianos volvieron no tuvieron su protección y apoyo.
Según la literatura apócrifa, el mago Elimas Bar-Jesús sublevó a los judíos contra
Bernabé, que acabó siendo lapidado en el año 61. Marcos lo enterró cerca de
Salamina y en su tumba se puso un evangelio de Mateo, que Bernabé llevaba siem-
pre con él. Tertuliano cree que la carta a los Hebreos fue escrita por Bernabé.

Visita a las comunidades fundadas en el primer viaje

Pablo y Silas, después de recorrer Siria y atravesar las montañas del Tauro por las
puertas de Cilicia, llegaron a esta región, donde visitaron y consolidaron las comu-
nidades existentes. Más tarde llegaron a las ciudades de la región de Licaonia
donde Pablo había fundado comunidades en el viaje anterior. En Listra adquiere un
nuevo colaborador, Timoteo. Como ya hemos dicho, a causa de su origen judío y
queriendo que participara en las reuniones sinagogales, Pablo decidió circuncidarle.
Atravesaron las regiones de Pisidia, Galacia occidental y Frigia, llegando cerca
de la región de Misia. La intención de Pablo era subir a predicar el Evangelio en
Bitinia 48, pero las circunstancias no fueron favorables, por lo que cambió de planes.

48. El cristianismo llegó muy pronto a esta región y se extendió con facilidad entre la población, según podemos deducir de
la correspondencia de Plinio el Joven con el emperador Trajano.
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Viajes misioneros de Pablo 45

Encuentro con Lucas en Tróade

Bajó a Tróade, puerto de mar importante. En esta ciudad se les unió Lucas, autor de
Los Hechos de los Apóstoles, pues la narración pasa repentinamente a la primera per-
sona plural (Hch 16,10). Tróade, próxima a la famosa Troya, a unos 25 kms, fue
fundada por Antígono. Su nombre servía para indicar la región junto al estrecho de
los Dardanelos, cuya capital fue la Troya de Homero. La posición estratégica de la
ciudad, uniendo dos continentes, favoreció su desarrollo. Las ruinas visibles dan
idea de su esplendor. Su decadencia comenzó a causa de un terrible terremoto en el
año 267 d.C. En el siglo XIV sirvió de cantera para la construcción de la ciudad
turca de Estambul. Desde allí se alcanzaba Roma por mar, y a pie recorriendo la via
Egnatia y luego la via Appia. Desde Tróade, Pablo embarcó con sus compañeros
rumbo a Samotracia, en Grecia.

En Macedonia

Desembarcados en Neápolis, se dirigieron a Filipos, ciudad de la región de


Macedonia. No se han encontrado restos arqueológicos de una presencia judía en
esta ciudad. Este dato explicaría el gesto inusual de Pablo y sus compañeros de acu-
dir el sábado a orillas de un río, donde esperaban hallar un lugar de oración. En
efecto, allí encontraron a algunas mujeres y les propusieron el Evangelio. Entre ellas
se encontraba Lidia, originaria de Tiatira, donde se había hecho simpatizante de la
religión judía; convertida al cristianismo, ésta hospedó a los misioneros en su casa.
Permanecieron allí un periodo largo predicando la Buena Nueva; utilizando para
ello el lugar habitual junto al río. Con ocasión de un exorcismo realizado por Pablo,
éste y Silas fueron arrestados, y los magistrados de la ciudad, después de mandar
apalearlos, los encarcelaron (cf. 1Tes 2,2). Estando en la cárcel, mientras ellos esta-
ban cantando himnos a Dios, hubo un terremoto y se abrieron todas las puertas y
los cepos se soltaron. Este fenómeno extraordinario favoreció la conversión del car-
celero y toda su familia. Poco después abandonaron la ciudad y, pasando por
Anfípolis y Apolonia, fueron a Tesalónica, situada junto al mar. Probablemente
Timoteo y Lucas se quedaron en Filipos para atender a la comunidad.

Tesalónica era la capital de Macedonia. En ella la presencia de judíos era notable y


Pablo con sus compañeros fueron varios sábados a la sinagoga para anunciarles la
salvación en Jesucristo. La predicación logró la conversión de algunos judíos,
muchos griegos temerosos de Dios y bastantes mujeres principales. Los judíos celo-
sos, echando mano de maleantes y alborotadores, soliviantaron la ciudad. Pablo y
Silas tuvieron que huir a Berea. Allí, según su costumbre, fueron a la sinagoga,
donde continuaron con su labor misionera. Los judíos de aquella ciudad los acogie-
ron con buen ánimo y muchos de ellos se convirtieron al cristianismo; también
bastantes mujeres distinguidas y griegos. Pero los adversarios judíos de Tesalónica,
al tener conocimiento de la labor realizada por Pablo en esa ciudad, fueron allá y
lograron alborotar a los habitantes. Una vez más, Pablo se vio obligado a huir; sus
compañeros pudieron quedarse en Berea.
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46 San Pablo, vida y actividad apostólica

En Acaya

Pablo, conducido por sus guías, llegó a Atenas, donde tuvo lugar su famoso discur-
so en el Areópago. Aunque Pablo fue requerido a explicarse públicamente en
aquel lugar, el anuncio de la resurrección de Jesús motivó el sarcasmo de sus oyen-
tes. Los convertidos al cristianismo en esta ciudad fueron muy pocos. El Apóstol no
se quedó allí mucho tiempo, sino que partió para Corinto, donde se estableció por
un tiempo largo, según deja constancia Lucas en los Hechos: un año y seis meses
(18,11). En esta ciudad Pablo conoció un matrimonio cristiano de origen judío,
Aquila y Priscila, expulsado de Roma en tiempos del emperador Claudio; llegaron a
ser grandes colaboradores suyos. Probablemente volvieron a Roma después de que
Nerón abolió el edicto de Claudio (55 d.C.), pues Pablo los saluda en la carta dirigi-
da a esta comunidad (Rm 16,3-4). También allí durante su estancia visitó la sinagoga
cada sábado y se esforzó por convertir a los judíos y temerosos de Dios al cristianis-
mo. Ante la resistencia de los judíos decidió abandonar la sinagoga e instalarse en
una casa contigua, que pertenecía a un tal Tito Justo, temeroso de Dios convertido
al cristianismo. Es posible que este personaje perteneciera a una familia importante
de alfareros, los Titii, recordados por Estrabón. Si fuera así, dada la fama que tenían
las cerámicas de Corinto, esta persona debió gozar de una posición bastante acomo-
dada, con una casa grande, que serviría para las reuniones de la comunidad. Entre
los convertidos al cristianismo estaba Crispo, el archisinagogo, y toda su familia.

También en esta ciudad los judíos intentaron impedir la difusión de la fe cristiana.


Con este fin, prendieron a Pablo y lo llevaron ante el tribunal del procónsul
Galión, acusándole de difundir un culto contrario a la Ley judía. Lucas presenta la
acusación en estos términos: “Éste induce a la gente a dar a Dios un culto contrario
a la ley” (Hch 18,13). Pero Galión, al tratarse de una cuestión interna al judaísmo, se
declaró incompetente para juzgar la acusación y les mandó despejar el tribunal.

Regreso a Antioquía

Después de su estancia en Corinto, decidió regresar a Antioquía de Siria.


Acompañado de Aquila y Priscila, se embarcó en Cencreas y fue a Éfeso. Allí predicó
también en la sinagoga y, a pesar del interés suscitado, no se detuvo mucho tiempo.
Habiendo dejado en Éfeso a Aquila y Priscila, se embarcó de nuevo y marchó a
Cesarea; desde allí bajó a Antioquía, dando por concluido su segundo viaje misionero.
Durante este período de tiempo habría recorrido unos mil cuatrocientos kilómetros.

III. Tercer viaje (Hch 18,23-21,17)

Entre los colaboradores de este periplo misionero se hallan Timoteo, Tito y Lucas.
Realizó su tercer viaje durante los años 52-57. Visitaron las regiones de Galacia,
Frigia; se asentaron en Éfeso, capital de Asia, por más de dos años. Después de visitar
las comunidades de Macedonia y Acaya, regresó a Jerusalén.
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Viajes misioneros de Pablo 47

En Asia

Partiendo de Antioquía, recorrió las regiones de Galacia y Frigia visitando las


comunidades establecidas en diferentes ciudades. Al llegar a Éfeso, decidió estable-
cerse allí por más de dos años. Durante los primeros meses utilizó las reuniones
sinagogales para anunciar a Jesucristo a los judíos. Ante la resistencia de algunos de
ellos utilizó la escuela de Tirano para continuar su trabajo misionero. Al ser Éfeso
una ciudad muy visitada, la estancia de Pablo en ella permitió a muchos judíos y
gentiles de otros lugares oír el anuncio evangélico. Con ayuda de colaboradores,
extendió su radio de acción misionera a otras ciudades vecinas; por ejemplo, Colosas,
Laodicea, Hierápolis.

En Éfeso, Pablo realizó milagros significativos, hasta el punto de que se utilizaban


objetos suyos o que habían tenido contacto con él para fines curativos: “Dios hacía
por medio de Pablo milagros no comunes, hasta el punto que bastaba aplicar a los
enfermos pañuelos o ropas que habían tocado su cuerpo para que se alejasen de
ellos las enfermedades y saliesen los espíritus malos” (19,11-12). Incluso algunos
exorcistas judíos quisieron aprovecharse de este poder de Pablo con resultado bas-
tante nefasto para ellos (v.13-17). Como resultado de todo ello, Lucas nos informa
de que “bastantes de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los que-
maron delante de todos. Se calculó su valor y dio como resultado cincuenta mil
monedas de plata” (v.19). Esta descripción lucana da por supuesto una presencia
muy significativa de la hechicería y la magia en Éfeso. En efecto, esta ciudad era
conocida en la antigüedad por su afición a la magia; era usual referirse en aquella
época a los textos mágicos denominándoles Ephesia grammata.
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48 San Pablo, vida y actividad apostólica

¿Qué fruto tuvo la misión de Pablo en Éfeso?

Al parecer, el éxito de la predicación de Pablo fue tal que puso en peligro las ganan-
cias de los plateros que fabricaban estatuillas de la diosa Artemisa, venerada en
Éfeso. Por este motivo, un tal Demetrio, de oficio platero, junto a otros compañeros
artífices, originó un tumulto en la ciudad contra Pablo y la comunidad cristiana.
Pero la astucia con que llevaron el asunto algunos amigos de Pablo permitió que la
revuelta se deshiciera sin lamentar ningún daño 49.

Sin embargo, algunos rasgos del relato que tenemos en el libro de los Hechos no
encajan bien con esta imagen de una predicación paulina eficaz en Éfeso. En primer
lugar, aunque la permanencia de Pablo en esta ciudad fue bastante larga, dos años y
algunos meses, Lucas menciona explícitamente muy pocas conversiones. Por otra
parte, resulta extraño que después de esta permanencia prolongada el Apóstol aban-
done Éfeso y no vuelva jamás a ella. Incluso en su camino de vuelta a Jerusalén,
cuando quiere despedirse de los presbíteros de Éfeso, no lo hace en esta ciudad,
sino en Mileto. También resulta llamativo que los únicos miembros de la comunidad
cristiana que Lucas nombra sean todos judíos, sin que tengamos otras evidencias en
sus escritos de la existencia de una significativa comunidad gentil. Por último, sor-
prende también que la revuelta de los plateros no se convierta en una persecución
de los miembros de la comunidad cristiana local; los únicos apresados son dos com-
pañeros de misión del Apóstol, Gayo y Aristarco, procedentes de Macedonia 50.

Leyendo con atención el discurso de Mileto (Hch 20,17-35), encontramos algunas


alusiones que confirman la sospecha de que la estancia del Apóstol en Éfeso no
supuso un avance cómodo y arrollador de su misión. Desde el comienzo del discur-
so, Pablo recuerda los trabajos que tuvo que padecer en Éfeso a causa de la
conspiración de los judíos; algo que aparece muy de pasada en Hch 19,9. A pesar de
esta oposición, él no se retrajo, sino siguió predicando en público y por las casas 51.
Por otra parte, tenemos en el discurso una declaración solemne sobre su no respon-
sabilidad de la suerte de los otros (Hch 20,26), como si no los hubiera engendrado
en la fe y, por tanto, no se reconociera padre de ellos. Y termina su alocución de
despedida presagiando grandes dificultades para la comunidad 52. Por lo demás,
Pablo hace referencia en varias ocasiones a las dificultades que sufrió en Éfeso.
Estas dificultades ejemplifican los trabajos y peligros que él sufrió recorriendo los
países de Asia Menor y Grecia con el fin de hacer llegar a los hombres el beneficio
de la fe en Cristo, del Evangelio. Sufrimientos y trabajos que no fueron excusa para
dejar su misión apostólica, para echarse atrás, como afirma por tres veces en su dis-
curso de despedida en Mileto 53. Era muy consciente del bien que llevaba entre
manos, del don precioso que entregaba a los hombres. Algo muy semejante, si no
idéntico, leemos al comienzo de 2Cor, justamente en el pasaje que recuerda las tri-
bulaciones que le sobrevinieron en Asia: “Pues si estamos en apuros (thlibómetha), es

49. Según la tradición, Timoteo dirigió la comunidad de Éfeso cuando la dejó Pablo. En esta ciudad habría muerto mártir en
el año 97.
50. Existe un estudio detenido de todas estas características en el interesante libro de R. STRELAN, Paul, Artemis, and the Jews
in Ephesus (BZNW 80; W. de Gruyter, Berlin-New York 1996) 126-153. Allí se encontrará también una amplia bibliografía
sobre la cuestión.
51. En el discurso afirma por dos veces a que estas dificultades que no le acobardaron Hch 20,20.27.
52. Sobre el discurso de Mileto cf. R. STRELAN, Paul, Artemis, and the Jews in Ephesus, 265-271.
53. Cf. Hch 20,20.27.31.
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Viajes misioneros de Pablo 49

por vuestro consuelo y salvación” (1,6). Aunque no se dice explícitamente, es muy


probable que el Apóstol haya sufrido una prisión en este ciudad. De hecho, el
mismo Pablo hace referencias en sus cartas a las graves dificultades sufridas en esta
ciudad. He aquí algunas de sus alusiones más significativas: “Y si combatí contra
fieras en Éfeso por motivos humanos, ¿de qué me sirve?” (1Cor 15,32); “Pues no
queremos que ignoréis que la tribulación que nos sobrevino en Asia nos abrumó
tan por encima de nuestras fuerzas que perdimos toda esperanza de vivir. Pues
hemos tenido sobre nosotros la sentencia de muerte, para que no confiemos en
nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; el cual nos libró y nos
librará de esas muertes terribles” (2Cor 1,8-10) 54.

Hacia Jerusalén

Poco después Pablo salió para Macedonia y Acaya, donde residió tres meses.
Durante este periodo, a causa de la colecta en favor de los necesitados de Jerusalén
y Judea, visitó de nuevo Filipos y Corinto. Informado de las maquinaciones que los
judíos estaban tramando contra él, decidió cambiar sus planes de retorno inmediato
a Siria. Desde Filipos se embarcó para Tróade, donde se detuvo una semana. Allí
realizó la resurrección de un joven, Eutico, que se había matado al caer de un tercer
piso desde la ventana donde estaba escuchando la predicación de Pablo; la duración
del discurso favoreció que el joven se adormeciera y perdiera el equilibrio. Desde
Tróade fue por tierra hasta Aso, donde le recogieron en un barco para llevarlo a
Mileto. En esta ciudad se despide de los responsables de la comunidad de Éfeso. Allí
se embarcó de nuevo, y después de pasar por Cos, Rodas, Pátara, llegó a Tiro, donde
se quedó con la comunidad una semana. Haciendo velas de nuevo, llegó con sus
compañeros a Tolemaida, y posteriormente a Cesarea Marítima, donde se quedaron
bastantes días hospedados en la casa de Felipe, el diácono.

En Cesarea tiene lugar la visita del profeta Agabo, que anuncia la prisión de Pablo
en Jerusalén. El relato de Hch 21,10-14 informa sobre los esfuerzos realizados por
sus compañeros para disuadir al Apóstol de subir a Jerusalén y la firme decisión de
éste a morir por Cristo. Es interesante notar que el Espíritu reveló a Pablo lo que le
iba a ocurrir, pero él no utilizó esta información para huir, sino para acoger por
amor a Cristo aquello que se le manifestaba. Se identificó con el Jesús de
Getsemaní, que prefirió la voluntad del Padre antes que la suya. La decisión del
Apóstol no nacía de su jactancia o suficiencia, sino de su deseo de amar a Cristo por
encima de su propia vida. El Espíritu de Dios a veces nos hace conocer lo que ocu-
rrirá no para facilitarnos la vida, sino para que conscientemente prefiramos afirmar
a Cristo, para que venza siempre en nosotros el afecto a Cristo. Desde Cesarea,
pues, subieron a Jerusalén, donde fueron recibidos con gozo por la comunidad cris-
tiana de la ciudad santa. Se calcula que el recorrido del tercer viaje misionero fue de
unos mil setecientos kilómetros.

Prisión de Pablo en Jerusalén

En Jerusalén Pablo, acusado de haber profanado el templo al introducir con él unos


gentiles, estuvo a punto de morir en un linchamiento. El tribuno de la cohorte
romana de la torre Antonia le liberó de las manos del gentío, pero lo retuvo en el
54. Véase también 1Cor 4,6-13;Rom 16,4.7.
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50 San Pablo, vida y actividad apostólica

acuartelamiento militar con el fin de averiguar qué delito había cometido. En sus
intentos por saber qué había sucedido, el tribuno tuvo conocimiento de una conjura
contra la vida de Pablo y decidió enviar el prisionero al procurador Félix, que
residía en Cesarea Marítima. Para asegurar su integridad física, Pablo fue acompaña-
do por setenta soldados de caballería y doscientos lanceros (Hch 23,23-24). Lo
bajaron por la noche a la fortaleza de Antipátrida, entre Lida y Cesarea; a la mañana
siguiente, acompañado sólo por los de cabellaría, fue llevado ante Félix en Cesarea.
El prefecto romano, en lugar de resolver el asunto prontamente, dio largas esperan-
do conseguir dinero por la liberación de Pablo. Este permaneció prisionero en
Cesarea durante unos dos años hasta la llegada del sucesor de Félix, Porcio
Festo, quien, queriendo resolver el asunto pendiente, decidió juzgar a Pablo en
Jerusalén, según la petición que le habían dirigido las autoridades judías. Pero el
Apóstol, reclamando el derecho que le concedía su ciudadanía romana, apeló al tri-
bunal del César, obligando así al procurador a enviarlo a Roma. ¿Por qué Pablo no
apeló al César desde el principio de su prisión? Seguramente porque esperaba que se
resolviese el problema de una forma más sencilla, sin tener que realizar los gastos
cuantiosos del viaje y hacer frente a una duración larga del proceso ante el empera-
dor. Su apelación a la máxima autoridad romana fue su última estratagema de evitar
subir a Jerusalén y poner en peligro su vida.

VI. Viaje a Roma

Fecha probable

El viaje de Pablo prisionero a Roma está narrado en los dos últimos capítulos de
Hechos (27-28). Lucas narra vivamente y con detalle este viaje marítimo por ser uno
de los que acompañaron al Apóstol. Se hicieron a la vela en los últimos meses
del año 59. Las informaciones que ofrece Lucas en su relato son de gran exacti-
tud, como han destacado diferentes estudiosos. “Todos los detalles geográficos y
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Viajes misioneros de Pablo 51

marineros –afirma E. Meier- resisten cualquier examen histórico y deben venir de


un testigo directo, exacto y buen observador”. M. Reiser dice que todos los deta-
lles y términos náuticos utilizados por Lucas no son retóricos, sino apropiados y
exactos 55.

Itinerario

El barco navegó desde Cesarea hasta el puerto de Sidón, donde atracaron; desde allí
bordearon las costas de Chipre, Cilicia y Panfilia hasta echar anclas en Mira de Licia,
en cuyo puerto cambiaron de nave. La navegación se hizo lentamente desde las
costas de Gnido hasta la isla de Creta, donde atracaron en un lugar llamado Puertos
Hermosos. El tiempo de invierno era cercano y la navegación bastante insegura, por
ello decidieron buscar un puerto apto para invernar, eligiendo otro puerto de
Creta, llamado Fenice. Sin embargo, una violenta tempestad los arrastró mar aden-
tro. Durante catorce días fueron a la deriva. Todos en el barco desesperaron de
alcanzar un puerto: “Durante muchos días, no aparecieron ni sol ni estrellas; y,
como seguíamos acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido
toda esperanza de salvarnos” (Hch 27,20). El único que estaba seguro de que iban
a salvarse era Pablo: “Ahora os aconsejo que os animéis, pues no habrá entre voso-
tros pérdida alguna de vida, solo la de la nave, porque se me presentó esta noche
un ángel de Dios, de quien soy y a quien sirvo, diciéndome: "No temas, Pablo, es
necesario que tú comparezcas ante César; y mira. Dios te ha concedido la vida de
todos los que navegan contigo". Por ello, amigos, animaos, porque tengo fe en
Dios de que sucederá tal como se me ha dicho” (27,22-25). En efecto, la tempestad
los arrastró hasta la isla de Malta; la nave encalló, destrozándose con la sacudida
de las olas, mientras los 276 personas que iban en la nave se salvaron. Acogidos
con gran humanidad por los habitantes de la isla, pudieron invernar allí durante
tres meses.

Llegada a Roma

Al comienzo de la primavera del año 60 embarcaron en una nave de Alejandría y


llegaron a Siracusa, ciudad siciliana, donde se detuvieron por tres días. Después de
pasar por Regio, llegaron a Pozzuoli, donde fueron acogidos por una comunidad
cristiana; permanecieron allí una semana. Desde allí se encaminaron a Roma atrave-
sando Foro Apio y Tres Tabernas. En la capital del imperio, Pablo pudo alquilar una
casa; en ella vivió por dos años bajo custodia militar, pero con libertad de acoger a
todos los que acudían y de anunciarles la fe en Jesucristo. Muy probablemente en el
año 62/63 consiguió de nuevo la libertad y pudo realizar otros viajes. Según
una tradición antigua, tuvo oportunidad de realizar su gran deseo de venir a España
(cf. Rm 15,28).

55. Ambas referencias están tomadas del libro M. HESEMANN, Paolo di Tarso. Sulle tracce archeologiche dell'Apostolo (Paoline,
Milano 2011) 304.312.
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52 San Pablo, vida y actividad apostólica

V. El probable viaje misionero a España

La prisión romana

Un final feliz de su prisión romana es fácil de deducir, aunque Lucas no lo haya


dicho expresamente. Por una parte el juicio ante el procurador Festo y el rey Agripa
termina con la afirmación explícita de su inocencia por parte de la autoridad roma-
na y religiosa: “Este hombre no está haciendo nada digno de muerte o de prisión”
(Hch 26,31). Por otra parte, las características de su prisión en Roma muestran
la poca gravedad de la acusación: vivía en una casa alquilada por él, bajo la vigilancia
de un soldado (Hch 28,16). Lucas afirma que este arresto domiciliario duró dos
años enteros (Hch 28,20). Si tenemos en cuenta que su llegada a la capital del
imperio fue en la primavera del año 60, debió ser puesto en libertad durante la
misma estación del año 62. Un buen grupo de estudiosos fecha el martirio del
Apóstol en el año 67; somos del mismo parecer. Por tanto, Pablo pudo realizar con
facilidad su añorado viaje apostólico a España. ¿Lo realizó?

Argumentos a favor del viaje a España

Tenemos algunas noticias que lo confirman. En primer lugar 1Clem 5,6-7: “Por la
envidia y rivalidad mostró Pablo el galardón de la paciencia. Por seis veces fue car-
gado de cadenas 56; fue desterrado, apedreado; hecho heraldo de Cristo en Oriente y
Occidente, alcanzó la noble fama de su fe; y después de haber enseñado a todo el
mundo la justicia y de haber llegado hasta el límite del Occidente (kaí epí tó térma tês
dyseos elthón) y dado su testimonio ante los príncipes, salió así de este mundo y
marchó al lugar santo, dejándonos el más alto dechado de paciencia”. La fecha de
este escrito se discute entre los estudiosos: algunos la colocan en el comienzo de los
90, otros en los 70. La expresión “hasta el límite del Occidente” hay que entenderlo
referido a España. De hecho el autor de este escrito conoció la carta a los Romanos
y el proyecto del Apóstol de llegar hasta nuestra patria. Difícilmente habría escrito
esta expresión si hubiera estado cierto que la ciudad más al oeste a la que llegó
Pablo fue Roma.

Otro documento que menciona este viaje es el Canon Muratori, escrito hacia el
año 180; en la línea 39 afirma que Pablo partió de Roma hacia España (profectio Pauli
ab urbe ad Spaniam). También al comienzo del apócrifo Los Hechos de Pedro,
escrito a finales del siglo II, se hace mención de esta noticia: “Pablo ayunó durante
tres días, demandando a Dios qué era para él lo más conveniente. Tuvo así una
visión en la que el Señor le decía: Pablo, levántate y sé con tu presencia el médico de
los que están en España”. Estas noticias, junto con la expresión de 1Clem, han
hecho que muchos estudiosos modernos den por seguro el viaje apostólico de
Pablo a España. La tradición de los siete varones apostólicos vendría a confirmar el
origen paulino de la difusión del cristianismo en España 57.

56. Probablemente se refiera a las prisiones de Filipos, Éfeso, Jerusalén, Cesarea y las dos romanas.
57. J.M. GARCÍA, Los orígenes históricos del cristianismo, 275-279.
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Viajes misioneros de Pablo 53

CONCLUSIÓN
Según Los Hechos de los Apóstoles, Pablo realizó tres grandes viajes misioneros.
El primero tuvo lugar entre los años 46-48 con Bernabé; visitó Chipre y las
regiones de Panfilia, Pisidia y Licaonia de Asia Menor. En el segundo, duran-
te los años 49-51/52, Pablo estuvo acompañado de Silas. Visitó las
comunidades fundadas en Asia Menor; en Listra eligió como colaborador a
Timoteo. Desde Tróade pasó a Grecia, recorriendo las regiones de
Macedonia y Acaya. En el tercero, en los años 52-57, tuvo como colaborado-
res a Timoteo, Tito y Lucas. Visitó las regiones de Galacia, Frigia, Asia
Macedonia y Acaya. Se estableció en Éfeso por más de dos años. Es muy
probable que realizase un viaje misionero a España después de su primera
prisión romana.

Para concluir este tercer tema, proponemos una posible cronología de la vida
de Pablo. Dado que la mayoría de los estudiosos data la muerte y resurrección
de Jesús en el año 30 de nuestra era, la cronología paulina que ofrecemos
tiene como punto de referencia dicho año.
5-10: entre estos años se suele colocar el nacimiento de Pablo.
31/32: Encuentro con Jesús resucitado cerca de Damasco.
34/35: Primera visita a Jerusalén y encuentro con Pedro.
45/46: Segunda visita a Jerusalén (con ocasión del hambre).
46-48: Primer viaje misionero.
48/49: El llamado concilio de Jerusalén.
49-51/52: Segundo viaje misionero.
52-57: Tercer viaje misionero.
57-59: Prisión en Cesarea.
60-62: Prisión en Roma.
67: muerte después de una segunda prisión romana; fue decapitado en la vía
Laurentina, en un lugar llamado ad Aquas Salvia.
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54 San Pablo, vida y actividad apostólica

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. El primer viaje apostólico fue un proyecto de san Pablo......................... V F

2. En su segundo viaje apostólico llegó a Europa......................................... V F

3. Timoteo, Tito y Lucas fueron sus colaboradores principales en el ter-


cer viaje apostólico.......................................................................................... V F

4. San Pablo no viajó a España......................................................................... V F

5. San Pablo murió en Éfeso............................................................................. V F


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Tema
Actividad epistolar de san Pablo
4

Las cartas que escribió Pablo no son fruto de su afición literaria ni tampoco de la
voluntad de fijar su pensamiento teológico, sino nacen del deseo de acompañar
pastoralmente y gobernar las comunidades cristianas fundadas por él, que-
riendo responder a ciertas circunstancias o problemas surgidos en ellas. No
obstante su origen circunstancial, el epistolario paulino constituye su más preciosa
herencia, el motivo principal de su influjo permanente en la Iglesia.

Pablo redactó sus cartas pensando en una lectura pública ante la asamblea reunida.
Sustituían su presencia física y era una manera de favorecer el diálogo y la relación con
él en la distancia.

I. El género epistolar en el mundo greco-romano

En el mundo antiguo la correspondencia tenía muchos fines: comercial, político,


legislativo, comunicación personal, etc. Se han identificado varias clases de cartas en
el mundo greco-romano: a) de amistad, b) familiares, c) alabanza o reproche, d)
exhortativas o parenéticas, e) de recomendación, f) jurídicas o forenses 58. Las cartas
de Pablo tienen una finalidad pastoral; es decir, están escritas ejerciendo la autoridad
apostólica y con la finalidad de acompañar generalmente el camino de fe de las
comunidades. Son escritos circunstanciales, es decir, responden a situaciones o
problemas específicos; pero al mismo tiempo son una exposición de las verdades
esenciales de la fe cristiana, a veces acompañadas de una reflexión o profundización
teológica.

58. Véase G.R. OSBORNE, “Hermeneutics/Interpreting Paul”, en G.F. HAWTHORNE-R.P. MARTIN-D.G. REID (ed), Dictionary
of Paul, 391.
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56 San Pablo, vida y actividad apostólica

Originalidad de las cartas paulinas

Ciertamente las cartas paulinas son piezas originales, tanto por contenido como por
estilo. Basta compararlas con las cartas privadas del periodo helenístico que nos han
llegado: las diferencias saltan a la vista. Pero antes de hacer este parangón con el fin
de percibir con mayor claridad la diferencia que hay entre las cartas normales de la
antigüedad greco-romana y las paulinas, queremos detallar las partes que componen
estos escritos epistolares helenísticos. El formato dependía de la finalidad de la
misiva, aunque la estructura solía ser bastante fija. Comenzaban con un saludo en
el que el autor se identifica a sí mismo y a sus destinatarios. Después el mitente
expresaba su deseo de buena salud para su lector, por cuya intención pide y da
gracias a los dioses. Inmediatamente después abordaba la cuestión que le había
movido a escribir la carta; concluía su escrito con un saludo final y despedida.
Comparemos ahora la carta a Filemón, que es la más breve de las cartas paulinas y
aborda una cuestión concreta, con una carta de Cicerón dirigida a su familia y otra
privada encontrada en Oxyrinco.

“Pablo, prisionero por Cristo Jesús, y Timoteo, el hermano, a nuestro querido colaborador
Filemón, a Apia la hermana, a Arquipo, nuestro compañero de armas, y a la Iglesia de tu casa: a
vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor. Siempre que me
acuerdo de ti en mis oraciones, doy gracias a mi Dios al oír el amor y la fe que tienes en el
Señor Jesús, y hacia todos los santos, de modo que la comunión de tu fe se manifieste recono-
ciendo el bien tan grande que hay en nosotros en orden a Cristo. Pues he experimentado gran
gozo y consuelo por tu amor, hermano, ya que, gracias a ti, los corazones de los santos han
encontrado alivio. Por eso, aunque tengo plena libertad en Cristo para indicarte lo que conviene
hacer, prefiero apelar a tu caridad, yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús. Te
recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión, que antes era tan inútil para ti,
y ahora en cambio es tan útil para ti y para mí. Te lo envío como a hijo. Me hubiera gustado
retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el
Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la
fuerza, sino con toda libertad. Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres
ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un herma-
no querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor. Si me
consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí. Si en algo te ha perjudicado y te debe algo,
ponlo en mi cuenta: yo, Pablo, te firmo el pagaré de mi puño y letra, para no hablar de que tú
me debes tu propia persona. Sí, hermano, hazme este favor en el Señor; alivia mi ansiedad, por
amor a Cristo. Te escribo fiado de tu disponibilidad: sé que harás más de lo que te pido. Otra
cosa: prepárame hospedaje, pues, gracias a vuestras oraciones, espero saludaros. Te saludan
Epafras, compañero de prisión por Cristo Jesús; Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis cola-
boradores. La gracia del Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu. Amén”.

“Cicerón a Terencia, y del padre a Tulia, dos almas suyas; y de Cicerón a su buena madre y a su
sabrosa hermana. Si vosotras tenéis salud, nosotros acá salud tenemos. A vosotras toca ya, y no
sólo a mí, el considerar lo que conviene que se haga. Si la venida de Cesar a Roma ha de ser con
modestia, paréceme que ahora os podéis quedar en Roma; pero si el hombre con su furia da la
ciudad a saco a los soldados, temo que ni aun Dolabela no será poderoso para defenderos del
peligro. Me preocupa también no os corten el paso de manera que cuando quisierais salir, ya no
sea posible. Lo que se me ofrece deciros es que miréis, lo que vosotras podéis muy bien consi-
derar, si quedan en Roma mujeres de vuestra calidad. Porque si no quedan, habéis de mirar de
qué manera podáis poner a salvo vuestro honor. Estando el negocio en el estado en que ahora
está, muy bien podéis estaros en mi compañía, o en nuestras granjas, sólo podemos conservar
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Actividad epistolar de san Pablo 57

estos lugares que tenemos. Pasa también peligro de haber hambre en Roma dentro de poco
tiempo. Querría lo consultéis con Pomponio o con Camilo o con quien mejor os pareciere. El
punto es que tengáis muy gran corazón. La venida de Labieno ha reparado un poco nuestra
parte. También nos es favorable Pisón pues el salirse él de Roma es condenar a su yerno por
mal hombre. Vosotras, almas mías queridas, escribidme muy de ordinario lo que entendéis y
qué es lo que pasa en la ciudad. Quinto padre e hijo, y asimismo Rufo, se os encomiendan
mucho. Tened salud” (24 junio 704 de la fundación de Roma).

“Jerus a su hermano Dionisio, saludos. Te he urgido en persona a tener el horóscopo en los


archivos y también la venta de los hijos de los esclavos, y la venta del vino que viene de los
viñedos cercanos y lejanos, guardando el dinero en un lugar seguro hasta que llegue. Te envío
unas buenas semillas de melón a través de Diógenes, el amigo de Jereas el ciudadano, y dos tiras
de tela selladas con mi sello, una de ellas te ruego des a tus hijos. Saludos a tu hermana y Cirila.
Ródope y Arsinus te saludan. Ruego que estés bien” (Papiros de Oxyrinco CXVII).

Esquema de las cartas paulinas

El esquema de los escritos tiene mucha similitud: a) Saludo, en el que viene dado el
nombre del mitente y del destinatario; b) cuerpo de la carta, en que se aborda el
argumento que se quiere comunicar; c) saludos finales y augurio. En cuanto al
estilo y contenido, las diferencias son palmarias 59. Ciertamente las cartas paulinas
poseen características peculiares. En la apertura Pablo suele explicitar los nom-
bres de los mitentes, él y sus colaboradores, acompañados normalmente de algún
título; luego nombra a los destinatarios de la misiva, añadiendo a veces alguna nota
que especifica la relación con ellos. Suele expresar la finalidad o tema principal de
la carta en este saludo inicial. Las fórmulas que utiliza suelen ser semejantes a la que
tenemos en Rm 1,7: “gracia a vosotros y paz de parte de Dios Padre nuestro, y del
Señor Jesucristo”. Después sigue la acción de gracias 60. Esta acción de gracias apa-
rece a veces en las cartas greco-romanas, pero en las paulinas su formulación está
claramente influenciada por la mentalidad judía. En esta apertura de la carta, la
acción de gracias suele ir dirigida a Dios, Padre de Jesucristo, por lo que ha realizado
en beneficio de los destinatarios.

El cuerpo de la carta aborda las cuestiones planteadas por la comunidad o pre-


ocupaciones que el Apóstol tiene respecto a la vida comunitaria. La originalidad
de los escritos paulinos respecto a las cartas greco-romanas de la época aparece con
toda su fuerza en esta parte del escrito. Normalmente introduce esta sección con
algunas fórmulas: “os exhorto, hermanos…” (cf. 1Cor 1,10; 1Tes 4,1), “quiero que
sepáis…” (cf. Rm 1,13; Gál 1,11; Flp 1,12). La exposición de su pensamiento no
suele ser lineal, sino que hay interrupciones o bruscos giros en su redacción. A
veces, el paso de una sección a otra está marcada por una doxología o fórmula de
transición 61. Por regla general, Pablo no retoma en sus cartas la catequesis sobre los
hechos y dichos de Jesús, que con toda probabilidad realizaba oralmente en las
comunidades. Por otra parte, son escritos llenos de referencias al Antiguo
Testamento: citas explícitas, alusiones y exégesis. Los estudiosos han computado
93 citas del Antiguo Testamento; la mayoría de las cuales se encuentran en las cua-

59. El género epistolar también está atestiguado en los libros sagrados: 2Sm 11,14-15; Esd 4,11-17; 5,7-17; 6,6-12; 7,12-26;
2Mac 1,1-9; 1,10-2,18.
60. cf. 1Tes 1,2-3; Flp 1,4; Col 1,3; Ef 1,16; etc.
61. Véase, por ejemplo, Rm 11,36-12,1; 1Tes 3,11-4,1; Ef 3,21-4,1.
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58 San Pablo, vida y actividad apostólica

tro grandes cartas, sobre todo en Romanos. Los libros veterotestamentarios que
más cita son: 33 veces el Pentateuco; 25 Isaías; 19 Salmos. Ciertamente la versión de
los LXX es la más utilizada, pero también el texto hebreo; en algunas ocasiones se
aleja de uno y otra 62. El cuerpo de la misiva suele estar compuesto de dos partes:
una más doctrinal y otra más exhortativa.

En la clausura de la carta no suele utilizar las típicas fórmulas de las cartas greco-
romanas, sino recurre con mucha frecuencia a una bendición o doxología 63. En la
conclusión, refiere noticias personales y consejos específicos, terminando con el
saludo personal del Apóstol. A veces añade algunas frases escritas de su puño y
letra, dando a entender que la carta ha sido escrita por un secretario 64. El tradicio-
nal augurio de buena salud se sustituye por una bendición, con una fórmula similar
a ésta: “La gracia del Señor Jesucristo sea con todos vosotros”.

En sus cartas es fácil identificar los artificios literarios típicos del diálogo epistolar
(diatriba, elementos retóricos, argumentos persuasivos, etc.) y también de la tradi-
ción judía (himnos, frases breves de alabanza o bendición de Dios, textos del
Antiguo Testamento, métodos exegéticos rabínicos, etc.). Es claro el influjo judío de
las bendiciones sinagogales y domésticas (oración de la mañana o la noche, bendi-
ción de la mesa, etc.). Por supuesto en ellas aparecen también fórmulas de fe e
himnos litúrgicos de la comunidad cristiana. Es normal que en sus escritos se sienta
la influencia de su formación judía, sus experiencias espirituales y la predicación
cristiana primitiva.

Tiempo necesario para escribir una carta en la antigüedad

En la antigüedad, la redacción de una carta no era una cosa sencilla. Dejando aparte
la ausencia de mesas o escritorios donde apoyar cómodamente el material para
escribir, hay que tener en cuenta que se solía escribir en papiro, cuya aspereza difi-
cultaba no poco el desplazamiento del cálamo. Según Otto Roller, se conseguían
escribir tres sílabas al minuto y 72 palabras en una hora. Según estos cálculos, para
escribir su carta más larga, la dirigida a los Romanos, Pablo habría empleado unas
98 horas, mientras que para la más breve, la carta a Filemón, habría necesitado cerca
de 5 horas 65. Algunas expresiones de las cartas presuponen que la redacción ha sido
llevada a cabo por medio de un amanuense o secretario 66. De la carta a los Romanos
conocemos bien el nombre de quien la escribió: Tercio (Rm 16,22).

Respecto a la longitud de las cartas paulinas en comparación con las cartas greco-
romanas merece la pena citar este párrafo de Ernest R. Richards: “En las
aproximadamente 14.000 cartas privadas de la antigüedad greco-romana de que dis-
ponemos, el promedio es de unas 89 palabras. La más corta tiene 18 palabras y la

62.Sobre las citas del AT en Pablo están consignadas en el artículo de M. Silva, “Old Testament in Paul”, en G.F.
HAWTHORNE-R.P. MARTIN-D.G. REID (ed), Dictionary of Paul, 631. Allí señala las que dependen del hebreo, de los LXX y las
libres (p77s).
63. Cf. 1Cor 16,23; Gál 6,16-18; Ef 6,23-24; 2Tes 3,16-18; Rm 16,25-27; Flp 4,20.
64. Así, por ejemplo, 1Cor 16,21; Gál 6,11; Col 4,18; 2Tes 3,17.
65. O. ROLLER, Das Formular der paulinischen Briefe. Ein Beitrag zur Lehre vom antiken Briefe (W. Kohlhammer, Stuttgart 1933)
321-325.
66. En 1Cor 16,21; Gál 6,11; Col 4,18; 2Tes 3,17 se recogen algunas frases autógrafas del Apóstol, de donde se deduce que el
resto del escrito ha sido escrito con la ayuda de un escriba o secretario.
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Actividad epistolar de san Pablo 59

más larga 209. No obstante, las cartas redactadas por hombres de letras como
Cicerón y Séneca difieren considerablemente de estas cifras. El promedio de las
misivas de Cicerón es de 295 palabras, siendo la más corta de 22 y la más larga de
2.530. En el caso de Séneca, el promedio de su correspondencia es de 995 palabras
por carta, con 149 la más corta y 4.134 la más extensa. Sin embargo, en relación con
cualquiera de estos dos criterios, las cartas de Pablo son bastante más largas. El pro-
medio de las trece cartas que llevan su nombre es de 2.945 palabras, siendo la más
corta la de Filemón con 335 y la más extensa la de Romanos con 7.114” 67.

II. Algunas nociones generales sobre los escritos paulinos

En el Nuevo Testamento se recogen trece cartas paulinas, aunque sabemos que no son
las únicas que escribió. La mayoría de los estudiosos suelen considerar auténticas sólo
siete cartas de estas trece: Rm, 1 y 2Cor, Gál, Flp, 1Tes, Flm.

¿Cuántas cartas escribió Pablo?

En 1Cor 5,9 hace referencia a una carta escrita con anterioridad a dicha comunidad
y en 2Cor 2,4 alude a otro escrito, denominado “carta en lágrimas”, enviada a la
comunidad de Corinto previamente a la conocida como 2Cor. Tales misivas se han
perdido; algunos estudiosos pretenden identificarlas, en parte o completas, en las
dos que están recogidas en el canon. Por otra parte, en Col 4,16 Pablo pide que sea
leída en público en esa comunidad la carta de Laodicea, que tampoco ha llegado
hasta nosotros.

Los estudiosos suelen aceptar como auténticas sólo siete cartas de las recogidas en
el corpus paulino. Son las siguientes: Rm, 1 y 2Cor, Gál, Flp, 1Tes, Flm. Sobre las
seis restantes no se ponen de acuerdo. Bastantes exegetas incluyen entre las auténti-
cas Col y 2Tes. El resto de los escritos, 1 y 2Tm, Tit (estas tres denominadas
“pastorales”) y Ef, se suelen atribuir a discípulos muy cercanos a Pablo. El motivo
en que se apoyan los estudiosos para cuestionar su autenticidad es la diferencia de
vocabulario, estilo y argumentos en comparación con las otras cartas reconocidas
como auténticas. Junto a ello, también tienen importancia las posibles referencias a
situaciones históricas que permiten a los estudiosos identificar mejor las circunstan-
cias, motivo y lugar dónde se redactaron estos escritos.

Orden y grupos de las cartas paulinas

El orden de las cartas paulinas en nuestras Biblias nada tiene que ver con las fechas
en que fueron escritas; se debe más bien a la longitud de los escritos, de mayor a
menor, y los destinatarios, comunidades y personas: Rm, 1 y 2Cor, Gál, Ef, Flp, Col,
67. E.R. RICHARDS, The Secretary in the Letters of Paul (WUNT 42; J.C.B. Mohr, Tübingen1991) 213.
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60 San Pablo, vida y actividad apostólica

1 y 2Tes, 1 y 2Tm, Tit, Flm. A este corpus se suele añadir Heb, aunque ciertamente
esta carta no la escribió Pablo. Marción (hacia 140) ordenó las cartas paulinas según
el interés teológico: Gál, 1 y 2Cor, Rm, 1 y 2Tes, Col, Flm, Flp, Load (= Ef). El
orden en los códices antiguos no es siempre el mismo.

Los estudiosos modernos, como ya hemos indicado, suelen agruparlas en bloques


según su temática y lugar en que fueron redactadas; aunque no todas están recogi-
das en estas agrupaciones, pues 1 y 2Tes, que se consideran las más antiguas, no
pertenecen a ninguna. Son tres bloques principales: a) cartas principales o doctri-
nales: Rm, 1 y 2Cor, Gál; b) cartas de la cautividad: Flp, Ef, Col, Flm, (aunque
también 2Tm fue escrita siendo prisionero Pablo, se agrupa en las pastorales), c)
cartas pastorales: 1 y 2Tm, Tit.

Fechas de redacción

En cuanto a la datación de las cartas paulinas, los estudiosos no se ponen de acuer-


do. Ciertamente la existencia de referencias históricas son decisivas para poder
fecharlas. Desde un punto de vista cronológico, aunque lo estudiaremos con mayor
detenimiento prestando atención a cada una de las cartas, generalmente los estudio-
sos suelen ofrecer estas fechas: 1 y 2Tes serían las más primitivas, escritas desde
Corinto en el año 50-51; luego vendrían 1 y 2Cor escritas desde Éfeso y Macedonia
respectivamente, entre los años 52-55; Gál suelen colocarla después de la 2Cor,
56/57, y Rm en el mismo periodo, escrita muy probablemente desde Corinto.

En cuanto a las llamadas cartas de la cautividad (Flp, Col, Flm, Ef) depende de la
prisión paulina a la que se atribuyan. Los estudiosos, generalmente, han identificado
todas las referencias a una cautividad que tenemos en las cartas paulinas con la pri-
sión sufrida en Roma. Pero este modo de interpretar suscita no pocas dificultades a
la hora de compaginar los proyectos y deseos de Pablo expresados en estas cartas.
Así, por ejemplo, las cartas a los Filipenses y a Filemón, escritas desde la prisión
como el mismo Apóstol afirma (Flp 1,16-20; 2,14-18; Flm 9-13.23), contienen fra-
ses donde Pablo manifiesta su esperanza de ser liberado y realizar una visita a las
comunidades de Macedonia y Asia Menor. En Flm 22 Pablo expresa su deseo de
visitar Colosas, algo que armoniza con dificultad con su proyecto de ir a España ter-
minado su arresto en Roma (cf. Rm 15,24.28). De igual modo, en Flp 1,26s; 2,24
expresa su esperanza de ir a visitar a los fieles de Filipos terminada su prisión, algo
que tampoco armoniza con sus planes misioneros a España desde Roma. Si ambas
fueron redactadas desde Roma, estos planes casan mal con el deseo expresado en
Rm 15,17-28 de viajar a España. Por ello, no pocos estudiosos consideran que estas
dos cartas tienen que referirse a una prisión diferente a la romana. Aunque Lucas no
menciona en su relato ninguna prisión en Éfeso, sabemos que Pablo aludió en
varias ocasiones a las dificultades que sufrió en dicha ciudad, y de tal gravedad, que
pensó que perdería la vida (cf. 2Cor 1,8-11; 11,23; 1Cor 15,32). Debido a ello, en la
actualidad un buen grupo de estudiosos considera muy probable que el Apóstol
haya sido encarcelado por un cierto tiempo también en Éfeso. En dicha prisión se
suele colocar la redacción de Flm y Flp.

Por otra parte, el hecho de que en esta última carta se aluda al pretorio (Flp 1,13) y a
la casa del César (Flp 4,22), ha llevado a bastantes estudiosos a considerar estos
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Actividad epistolar de san Pablo 61

datos como una confirmación de que su redacción tuvo lugar durante la primera
prisión romana de Pablo. Pero, dado que el pretorio indica el lugar del juicio de los
prefectos y cónsules y la casa del César designa también a los oficiales y esclavos
romanos al servicio del emperador, puede colocarse su redacción también en los
años de las prisiones sufridas en Éfeso o Cesarea, pues en estas ciudades había pre-
torios y la casa del César estaba presente. En cualquier caso, cuando estudiemos
cada una de las cartas de la cautividad, volveremos sobre esta cuestión.

Escritos de circunstancias

Ciertamente, todas son verdaderas cartas, escritos de circunstancias; es decir,


motivadas por situaciones concretas y dirigidas a destinatarios precisos. En
otras palabras, el Apóstol escribe a comunidades o personas reales teniendo en
cuenta las circunstancias o problemática de las mismas. En modo alguno se tratan
de tratados doctrinales; más bien son escritos con los que Pablo busca acompañar el
camino de fe de esas comunidades. Normalmente no suele detallar la situación o
problemas que originaron las misivas, pues eran bien conocidos por sus destinata-
rios. En ellas, pues, no encontramos todo lo que necesitamos saber para
interpretarlas correctamente, pues muchas cosas se dan por supuesto. Y esta falta
de información respecto a las circunstancias o problemas, que están en el
origen de las cartas, dificulta no poco su comprensión. Por lo demás, no se
olvide que van dirigidas a comunidades ya establecidas, que anteriormente han reci-
bido una predicación e instrucción en la fe. Por tanto, tampoco tenemos recogida
en ellas una enseñanza completa de Pablo, de su predicación o transmisión de la tra-
dición que recibió de la comunidad cristiana primitiva. A lo más, el pensamiento
teológico o la doctrina se cita al hilo de la circunstancia o problema que se afronta.

En cualquier caso, no son escritos pasajeros ni dirigidos a un individuo: exceptuan-


do Flm (las cartas pastorales son más eclesiales), las misivas paulinas van dirigidas a
comunidades. Su lectura se hace en público, ante la comunidad reunida, como
pone de manifiesto el modo de expresarse de Pablo. También suelen pasarse a las
otras comunidades paulinas o hacer copias para ellas 68. Son misivas para la Iglesia.
No obstante, este carácter eclesial no impide que Pablo hable en tono personal,
aluda a su vida, exprese sus sentimientos, envíe saludos personales, etc. Estos escri-
tos son instrumentos de gobierno, de enseñanza, de polémica. O sea, son misivas
apostólicas, con toda la autoridad otorgada por Cristo.

Dificultades de redacción

A estas dificultades de interpretación hay que añadir todavía las que se derivan de la
redacción de estos escritos. No siempre su forma de expresarse es clara, lle-
gando a veces a ser enigmática o confusa. Esta redacción oscura y complicada
de algunos pasajes ha sido reconocida por bastantes estudiosos. Citamos sólo dos.
Alan F. Segal afirma: “Las cartas de Pablo, aunque muy leídas, hay que contarlas
entre los textos más difíciles y complicados de la literatura occidental” 69. Por su
parte, Luis Alonso Schökel en su libro sobre La traducción bíblica, afirma: “Traducir
poesía es de ordinario tarea más difícil que traducir prosa –aunque la prosa de Pablo
68. Véase 1Cor 5,3-3; 2Ts 3,12-15; Flm 2; 1Tes 5,27; Col 4,16-17;
69. A.F. SEGAL, Paul le converti. Apôtre ou apostat (Bayard, Paris 2003) 9.
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62 San Pablo, vida y actividad apostólica

supera en dificultad a casi toda la poesía del AT-” 70. En las cartas paulinas no sólo
tenemos pasajes en los que la gramática y el léxico son enigmáticos y el sentido muy
difícil de adivinar, sino que también en frases o parágrafos en los que resulta claro lo
que dice el griego cuesta mucho aceptar que el Apóstol pudiera escribir tal cosa.
Incluso hay casos en los que, ante esta extrañeza, algunos estudiosos han pensado
que tales palabras no las escribió el Apóstol, sino que fueron introducidas posterior-
mente en el texto escrito por él.

No son tratados teológicos

Recordemos que las cartas más doctrinales o teológicas son 1 y 2Cor, Gál y Rm. No
obstante, no veamos en estos escritos un síntesis de la doctrina paulina, pues, como
ya hemos dicho, están dirigidos a una comunidad concreta, teniendo en cuenta sus
circunstancias específicas, para salir al paso de algún problema o con el deseo de lle-
var a cabo la misión que Cristo encomendó a Pablo. Incluso en estas cartas la
redacción, con no poca frecuencia, está hecha como si estuviera dialogando
con los destinatarios o adversarios de su ministerio; en este sentido son para-
digmáticas Gál y 2Cor. El estilo más recurrente en ellas es de carácter judío: cita con
frecuencia los libros sagrados, argumenta desde ellos, utiliza las contraposiciones
típicas de Palestina (luz-tinieblas, muerte-vida, pecado-justicia, perdición-salvación,
carne-espíritu, etc.).

III. El canon paulino

Lo que vamos a exponer es una hipótesis probable de la formación del canon pauli-
no. Hay algunas noticias que nos permiten conjeturar que las cartas de Pablo
fueron leídas con veneración en las comunidades cristianas desde una fecha
muy temprana. De hecho, en algunas de sus cartas hay indicaciones precisas para
que sean leídas no sólo ante la comunidad destinataria, sino enviadas a otras comu-
nidades para que en ellas también se lean (1Tes 5,27; Col 4,16). Esta recomendación
del Apóstol nos hace suponer que algunas cartas fueron escritas pensando en más
de una comunidad en particular.

Es muy posible que la colección de las cartas paulinas existieran ya en el siglo I,


aunque no podemos saber cuáles formaban parte de dicha colección. Un indicio
claro de lo que hemos afirmado se halla en 2Pe 3,15-16: “… según os escribió tam-
bién nuestro querido hermano Pablo conforme a la sabiduría que le fue concedida;
tal como dice en todas las cartas en las que trata estas cosas. En ellas hay ciertamen-
te algunas cuestiones difíciles de entender, que los ignorantes e inestables
tergiversan como hacen con las demás Escrituras para su propia perdición”. Este
texto de 2Pe coloca en el rango de Escrituras Sagradas a las cartas de Pablo, indicio
suficiente para saber que fueron consideradas como canónicas y que se recogieron
muy pronto en una colección.

70. L. ALONSO SCHÖKEL-E. ZURRRO, La traducción bíblica: Lingüística y estilística (Cristiandad, Madrid 1977) 335.
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Actividad epistolar de san Pablo 63

En la misma dirección apunta el conocimiento de algunas cartas paulinas (Rm, 1


Cor, Heb) que refleja la Carta a los Corintios que escribió Clemente Romano hacia el
año 95. Referencias a otras cartas de Pablo aparecen en los escritos de Ignacio de
Antioquía (comienzos del siglo II), que cita Rm, 1Cor y Ef; o también en la Carta a
los Filipenses de Policarpo de Esmirna (hacia el 135), que cita o alude a Rm, 1 y 2Cor,
Gál, Ef, Flp y 2Tes.También el testimonio de los mártires de Scilium (180 d.C.)
alude a las cartas paulinas; al ser interrogados por el procónsul Saturnino sobre los
libros que tenían, estos cristianos contestaron: “Los libros y las cartas de Pablo,
varón justo”. Por lo demás, el P 46, datado alrededor del año 200, recoge diez cartas
de Pablo, incluida la de los Hebreos, en el siguiente orden: Rm, 1Cor, Heb, 2Cor,
Gál, Ef, Flp, Col, 1Tes, 2Tes 71. Quedan excluidas la carta a Filemón y las pastorales.
De igual modo, el canon de Marción (que llegó a Roma hacia el 140) es testimonio
de la existencia de un canon paulino, pues el suyo, que recogía diez cartas del
Apóstol, de las que eliminó aquellos pasajes que consideraba demasiado judíos, se
formó en dialéctica o en alternativa al que existía ya en la Iglesia de Roma. Excluyó
las cartas pastorales; o quizá no las conoció.

El canon Muratori (fechado en las últimas décadas del siglo II) es un ejemplo de
que las cartas paulinas formaron parte muy pronto del canon de las Escrituras cris-
tianas. En él leemos: “En cuanto a las cartas de Pablo, ellas mismas muestran a los
que deseen entender desde qué lugar y con cuál fin fueron escritas. En primer lugar
[escribió] a los Corintios prohibiendo divisiones y herejías; luego a los Gálatas
[prohibiendo] la circuncisión; a los Romanos escribió extensamente acerca del
orden de las Escrituras y exponiendo que Cristo era su tema principal. Nos es nece-
sario exponer cada una (de las cartas). El beato apóstol Pablo mismo, siguiendo el
ejemplo de su predecesor Juan, escribió a siete iglesias en el siguiente orden: prime-
ro a los Corintios, segundo a los Efesios, en tercer lugar a los Filipenses, en cuarto
lugar a los Colosenses, en quinto lugar a los Gálatas, en sexto lugar a los
Tesalonicenses, y en séptimo lugar a los Romanos. Escribió dos veces a los
Corintios y a los Tesalonicenses para corregirles, porque se reconociese que la
Iglesia es una en toda la tierra. También Juan, aunque escribe a siete iglesias en el
Apocalipsis, escribe a todas. Además, [Pablo escribe] una [carta] a Filemón, una a
Tito, dos a Timoteo, por afecto y amistad; pero han sido consideradas por la Iglesia
como referentes a la organización de la disciplina eclesiástica. Circulan otra a los
Laodicenses, y otra a los Alejandrinos, fabricadas con el nombre de Pablo para sos-
tener la herejía de Marción, y algunas otras que no pueden ser reconocidas por la
Iglesia católica, para que la hiel no se mezcle con la miel”.

Otros testimonios de la existencia del canon paulino son Ireneo y Tertuliano.


Ireneo de Lyón (finales del siglo II) no ofrece ninguna lista de las cartas de Pablo,
pero las utiliza todas en sus escritos, excepto Flm. Es muy probable que dispusiera
para su uso personal una colección de las cartas del Apóstol.También las considera
Escritura Santa, pues en Adversus Haereses I,8,2 cita textos paulinos como argumen-

71. Es el manuscrito más antiguo de las cartas paulinas descubierto hasta la actualidad. Fue adquirido en 1931 por Alfred
Chester Beatty, y se conserva, una parte, en la Biblioteca que lleva su nombre en Dublín, y otra en la biblioteca de la
Universidad de Michigan (30 hojas de 86 en total). Se trata de un códice de papiro, que mide alrededor de 28 x 16,5 cm,
fechado a finales del siglo II o comienzo del III. Incluida originalmente 104 hojas. Hay otros manuscritos del siglo III que
recogen cartas o fragmentos de cartas paulinas. Del siglo IV hay que hacer mención los grandes códices unciales del Vaticano
y el Sinaítico, donde se hayan recogidas las cartas del Apóstol.
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64 San Pablo, vida y actividad apostólica

tos “tomados de las Escrituras”. De igual modo Tertuliano (finales del siglo II y
comienzos del III) alude a todas las cartas de Pablo y reconoce su autoridad.

Los originales, escritos probablemente en papiro, se han perdido; como ha ocurrido


con otras obras de la antigüedad. Pero se poseen unas 5.000 copias manuscritas.
Destacan entre ellas 10 papiros del siglo III, fragmentarios, y los grandes códices
unciales completos, Sinaítico y Vaticano, del siglo IV.

CONCLUSIÓN
Las cartas que escribió Pablo están al servicio del gobierno de las comunida-
des. Por ello, suelen leerse en público e intercambiarse las misivas entre
comunidades. Son escritos de circunstancias; es decir, Pablo responde a pre-
guntas planteadas o intenta solucionar problemas surgidos en su ausencia.
Los estudiosos reconocen unánimemente como auténticas siete cartas: Rm, 1
y 2Cor, Gál, Flp, 1Tes y Flm.

Las cartas se recogieron y copiaron en las comunidades cristianas muy pron-


to, como atestigua 2Pe 3,15-16.
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Actividad epistolar de san Pablo 65

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. Las cartas paulinas fueron redactadas para ser leídas en público............ V F

2. Todas las cartas paulinas son fáciles de entender...................................... V F

3. Desconocemos cuándo y por qué escribió san Pablo estas cartas.......... V F

4. El canon paulino se formó a finales del siglo II....................................... V F

5. Las cartas paulinas no escritas por Pablo, no son canónicas................... V F


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66 San Pablo, vida y actividad apostólica

CONCLUSIÓN

UNIDAD DIDÁCTICA 1

Como hemos visto en esta U.D., a pesar de que suele afirmarse que Pablo es un
judío de la diáspora, existen razones suficientes para identificar Palestina como el
lugar en el que creció y se educó. Su formación farisea le llevó a una lucha contra el
cristianismo naciente, llegando a perseguir y condenar a muerte a seguidores de
Jesús. Pero su vida dio un giro brusco cuando se encontró con Jesús resucitado en
su camino a Damasco. Se trata de un acontecimiento real, objetivo; en absoluto una
sugestión o visión subjetiva. Viendo a Jesús glorificado comprendió la verdad que
anunciaban los cristianos, lo que le llevó a formar parte de la comunidad eclesial.
Inmediatamente comenzó a predicar el Evangelio a los judíos en Damasco y luego
en Jerusalén.

Después de varios años pasados en Cilicia, sirvió a la comunidad de Antioquía de


Siria colaborando con Bernabé. Ambos, sostenidos por la comunidad, comenzaron
un viaje misionero que les llevó a Chipre y algunas regiones de Asia Menor. Este fue
el primero de tres viajes, que están narrados en Los Hechos de los Apóstoles. En su
segundo viaje llevó el anuncio del Evangelio hasta Europa. Es probable que haya
realizado un viaje misionero en España después de su primera prisión romana.

Escribió varias cartas para acompañar en el camino de la fe a las comunidades fun-


dadas por él. Son escritos que responden a situaciones concretas, que no siempre
conocemos bien; algo que dificulta la comprensión de su contenido. En el Nuevo
Testamento se recogen trece cartas atribuidas a Pablo; aunque no son todas las que
escribió, pues algunas se perdieron. Las cartas que los estudiosos reconocen como
auténticas son siete: Rm, 1 y 2Cor, Gál, Flp, 1Tes y Flm. Pero hay buenas razones
para reconocer como paulinas también 2Tes y Col. La epístola a los Hebreos suele
incluirse en el Corpus paulino, pero no fue escrita por el Apóstol.
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Actividad epistolar de san Pablo 67

ACTIVIDADES

• Teniendo en cuenta los textos autobiográficos de las cartas de san Pablo y los relatos
lucanos de Los Hechos de los Apóstoles, confecciona una biografía de san Pablo, seña-
lando los acontecimientos fundamentales y los lugares en que sucedieron.

• Lee los tres relatos de la aparición del Resucitado a san Pablo en el camino de
Damasco y subraya en rojo las diferencias y en azul las semejanzas entre ellos.

• Coteja Hch 9,26-30; 11,19-26; 11,27-30; Gál 1,21; 21-3 y escribe cronológicamente la
información recogida en estos textos sobre la actividad de san Pablo. Lee también Hch
15 y cotéjalo con la última cita de Gál intentando identificar si el suceso descrito es el
mismo.

• Lee los capítulos del libro de Los Hechos de los Apóstoles dedicados a narrar los viajes
misioneros de san Pablo y localiza en un mapa las regiones evangelizadas y las ciudades
donde residió el Apóstol.
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68 San Pablo, vida y actividad apostólica

LECTURAS RECOMENDADAS:

G. RICCIOTTI, Pablo Apóstol. Biografía, introducción crítica, ilustraciones (Commar,


Madrid 1950) 211-371.

P. DREYFUS, Pablo de Tarso. Ciudadano del Imperio (Palabra, Madrid 1996) 15-86.

J. GNILKA, Pablo de Tarso. Apóstol y testigo (Herder, Barcelona 1998) 51-158.

W. FARMER (ed.), Comentario Bíblico Internacional. Comentario católico y ecuménico para el


siglo XXI (Verbo Divino, Estella, Navarra 1999), artículo de J.C. Hurd, “Cartas en el
Nuevo Testamento”, en p. 1409-1415.

F.F. BRUCE, Pablo, Apóstol de corazón liberado (Mundo Bíblico, Las Palmas 2004).

S. LÉGASSE, Pablo apóstol. Ensayo de biografía crítica (Desclée de Brouwer, Bilbao


2005) 77-224.

M. HERRANZ, San Pablo en sus cartas (Encuentro, Madrid 2008) 71-131.

Respuestas correctas a los ejercicios de autocomprobación


Tema 1
1. F 2. V 3. F 4. V 5. F

Tema 2
1. F 2. V 3. F 4. F 5. F
Tema 3
1. F 2. V 3. V 4. F 5. F

Tema 4
1. V 2. F 3. F 4. F 5. F
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UNIDAD DIDÁCTICA I1

Epistolario paulino inicial

Contenido

Tema 1: Las primeras cartas (1 y 2Tes)


l Algunos datos sobre la ciudad de Tesalónica
l Primera carta a los Tesalonicenses
l Segunda carta a los Tesalonicenses

Tema 2: Las cartas a los Corintios


l Contexto histórico
l Primera carta a los Corintios
l Segunda carta a los Corintios
Tema 3: Cartas a los Gálatas y los Romanos
l La carta a los Gálatas
l La carta a los Romanos
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70 Epistolario paulino inicial

INTRODUCCIÓN

Esta U.D. está dedicada al estudio de las primeras cartas escritas por san Pablo y aquellas
que son consideradas como las más importantes desde el punto de vista doctrinal.

El contenido de la U.D. se especificará en tres temas.

El primero abordará las cartas dirigidas a los Tesalonicenses. 1) Recordaremos la funda-


ción de esta comunidad, 2) estudiaremos la estructura y contenido de estas cartas, 3)
conoceremos los principales temas teológicos abordados en estas misivas y 4) afrontaremos
algunas de las cuestiones planteadas por los estudiosos.

El segundo tema se centrará en las cartas a los Corintios. Estudiaremos 1) el contexto


histórico de la comunidad corintia, 2) la ocasión en que fueron escritas, 3) su composición,
4) la teología que contienen y 5) quiénes son los adversarios de san Pablo.

En el tercer tema estudiaremos las otras dos cartas doctrinales: Gálatas y Romanos. De la
primera, 1) identificaremos quiénes son los destinatarios, 2) porqué motivo escribió san
Pablo esta carta, 3) su estructura y contenido, 4) quiénes son los adversarios a los que hace
frente san Pablo, 5) su teología, 6) el lugar y fecha de su composición. De la segunda, 1)
cómo se formó la comunidad cristiana de Roma, 2) la procedencia de sus miembros, 3) la
estructura y contenido de la misiva, 4) porqué motivo escribió san Pablo esta carta a una
comunidad que él no conocía, 5) su teología, 6) el lugar y fecha de su composición.
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Tema

Las primeras cartas (1 y 2Tes)


1

I. Algunos datos sobre la ciudad de Tesalónica

En general, las ciudades del imperio romano se pueden describir como lugares
superpoblados, construcciones de baja calidad y fáciles a ser pasto del fuego; de
hecho, tenemos constancia de abundantes incendios. Los habitantes de dichas ciu-
dades padecían con frecuencia el flagelo de enfermedades, plagas y terremotos. La
mortalidad era muy alta y la llegada de emigrantes constante. El ruido, la suciedad y
la inseguridad eran proverbiales, sin olvidar las guerras y conquistas con las consi-
guientes matanzas y destrucciones.

Tesalónica fue fundada por el rey Casandro de Macedonia hacia el 316 a.C. El nom-
bre de la ciudad deriva del nombre propio de su mujer: Thesaonike, que era hija de
Filipo II de Macedonia; por tanto, hermana de Alejandro Magno. Tanto su posición
geográfica, situada en la punta del golfo Termaico, como el paso de la vía Egnatia
favorecieron el comercio, llegando a ser una ciudad importante. En el año 168 cayó
bajo el gobierno romano y se convierte en la capital de la provincia romana de
Macedonia. Desde la batalla de Filipos (42 a.C.) fue civitas libera, con administración
y tribunales propios: estaba gobernada por siete funcionarios elegidos por el pueblo;
se les denominaba politarchai. Su población, entre 35.000-40.000 habitantes, pro-
venían de todas las naciones; en ella se han identificado lugares de culto a los dioses
griegos, romanos y egipcios. La presencia judía fue también numerosa en esta ciudad.

II. Primera carta a los Tesalonicenses

Fundación de la comunidad

Los primeros viajes misioneros de Pablo se desarrollaron en Asia Menor, la actual


Turquía. Su infatigable ansia de dar a conocer el Evangelio de Jesucristo le llevó a
Tróade, situada en el extremo oeste de aquel territorio. Después de una visión noc-
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72 Epistolario paulino inicial

turna en que un hombre macedonio le rogaba: “Atraviesa a Macedonia, ayúdanos”,


decidió evangelizar aquella provincia de Grecia.

Su primera etapa misionera fue Filipos, colonia romana, donde se detuvo por algún
tiempo. Tras cruzar las ciudades de Anfípolis y Apolonia llegó a Tesalónica y en su
sinagoga, según su costumbre, anunció a los judíos la pasión, muerte y resurrección
de Jesús, el verdadero Mesías. Los Hechos de los Apóstoles describen con estas pala-
bras el resultado de su predicación: “Y algunos de entre ellos quedaron convencidos
y se pusieron en manos de Pablo y Silas; y de los griegos temerosos de Dios, gran
multitud; y de las mujeres principales, no pocas” (Hch 17,4). Téngase en cuenta que
todas estas conversiones suceden dentro del espacio de la sinagoga como conse-
cuencia de la predicación del Apóstol, por tanto son judíos o prosélitos. De hecho,
sólo así se comprende la reacción de los judíos celosos, que alborotaron la ciudad
contra el grupo de misioneros cristianos, que se ve obligado a huir de noche inte-
rrumpiendo bruscamente su trabajo evangelizador (Hch 17,5-10). Por lo demás,
algunas características identificadas por los estudiosos tienen que ver con creencias
mesiánico-apocalípticas judías.

Duración de su estancia

Según Hch 17,2, Pablo estuvo en esta ciudad tres semanas. Sin embargo, hay varios
datos que hacen suponer que la estancia fue bastante más larga. En primer lugar,
la exigencia de un tiempo largo se deduce de la dedicación que otorgó Pablo a la
construcción de esta comunidad, de la perseverancia en la predicación que requiere
la implantación de la fe (1Tes 2,7-12). Por otra parte, el mismo Pablo alude a la
necesidad que tuvo de trabajar para poder vivir, a pesar de la ayuda económica que
le enviaron los cristianos de Filipos al menos dos veces (1Tes 2,9s; Flp 4,15s). De
estas noticias debemos deducir, por tanto, que Pablo estuvo un periodo largo de
tiempo en aquella ciudad. Quizá el tiempo señalado por Lucas puede referirse a lo
que duró la predicación en la sinagoga; pero parece improbable.

Ocasión de la carta

Al abandonar Tesalónica, después de pasar por Atenas, llegó a Corinto, y allí cono-
ció a Áquila y Priscila, judíos convertidos al cristianismo en Roma, que le
ofrecieron trabajo. Cada sábado se acercaba a la sinagoga para predicar el
Evangelio. Después de un tiempo, llegó a Corinto Timoteo, a quien el Apóstol
había enviado a Tesalónica para sostener a los cristianos que estaban siendo perse-
guidos (1Tes 2,14; 3,1-5). Las noticias que trajo eran excelentes (3,6). Quizá
también le hizo llegar algunas cuestiones planteadas por los tesalonicenses, pues la
carta aborda el problema de los que mueren antes de la venida del Señor (4,13-18)
y el día de dicha venida (5,1-11). De hecho la cuestión del retorno glorioso del
Señor aparece en varios lugares de la carta (2,19; 3,13; 5,23). Pablo, queriendo
expresarles la alegría por las noticias recibidas y salir al paso de sus interro-
gantes escribió esta carta, que la mayoría de los estudiosos coloca su redacción
durante el invierno del año 50-51.
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Las primeras cartas (1 y 2Tes) 73

Estructura y contenido de la carta

Podemos dividir la carta, ateniéndonos a su contenido, del modo siguiente:

• Saludo y acción de gracias por cómo acogieron la predicación cristiana y viven la


fe: 1,1-10
• Evocación de la presencia de Pablo en Tesalónica: 2,1-12
• Acción de gracias por haber aceptado el Evangelio: 2,13-16
• Misión de Timoteo y situación de la comunidad: 2,17-3,13
• Consejos éticos y exhortación: 4,1-12
• Enseñanza sobre la parusía: 4,13-5,11 (4,13-18: qué pasa con los que mueren;
5,1-11: sobre el carácter repentino del día del Señor e invitación a la vigilancia)
• Instrucciones sobre la vida comunitaria: 5,12-22
• Bendición final y saludo: 5,23-28

La carta está llena de recuerdos personales. Alude con frecuencia a los sufrimientos
propios y de la comunidad causados por anunciar el Evangelio o por la adhesión a la
predicación apostólica. Aborda la suerte de los cristianos muertos antes de la venida
gloriosa de Jesucristo y el momento en que Cristo volverá gloriosamente.

Contenido de la carta

Se puede dividir en dos grandes secciones: a) c.1-3, donde el Apóstol da gracias y


recuerda cómo acogieron su predicación en medio de dificultades. Es más, a lo largo
de la carta alude a estos sufrimientos que padecen (1,2-10; 2,13-20; 3,6-10; 4,1.9-12;
5,1.11) e indica a los judíos como los causantes (2,13-16). b) c.4-5, donde Pablo
exhorta a la comunidad a una vida digna y aborda la cuestión de la parusía de Cristo
(4,13-5,11). La carta se concluye con algunos consejos y bendiciones (5,12-28).

Especifiquemos un poco más su contenido. El saludo es escueto: “Pablo, Silvano y


Timoteo, a la Iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo:
gracia a vosotros y paz” (1,1). La carta está escrita por Pablo, que asocia a los
dos colaboradores de la evangelización de Tesalónica. Los destinatarios son los
fieles cristianos que componen la comunidad de aquella ciudad. En el saludo, Pablo
menciona el verdadero origen de su ministerio y a quién se debe la existencia de
dicha comunidad: Dios Padre y Jesucristo, venerado como Dios (kyrios). Sigue luego
la acción de gracias, que está más elaborada (1,2-10). En ella se expresa con claridad
la relación de preferencia que tiene Pablo con esta comunidad, al mismo tiempo que
se señalan las dificultades pasadas. La primera parte de la carta está llena de
recuerdos personales de Pablo: su llegada, sus dificultades en Filipos, su afecto
por los tesalonicenses (1,11-3,13). Menciona la persecución a la que se han visto
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74 Epistolario paulino inicial

sometidos por causa de los judíos (2, 13-16). Se goza de las buenas noticias recibi-
das y expresa su deseo de volver a ellos cuanto antes (2,17-3,13). En la segunda
parte de la carta realiza una serie de exhortaciones (4,1-12) y aborda algunas cuestio-
nes: la suerte de los difuntos y el advenimiento del Señor (4,13-5,11). Antes de la
conclusión de la carta, realiza unas recomendaciones a la comunidad sobre su adhe-
sión a los que gobiernan la comunidad, a expresarse la caridad, y a orar sin cesar
(5,12-22). En la conclusión de la carta pone bajo la protección de Dios a la comuni-
dad y pide sus oraciones(5,23-28). Ciertamente el estilo es solemne y seguramente
evoca la lectura pública ante la comunidad reunida.

Principales temas teológicos

En cuanto a la teología que más han destacado los estudiosos es la relacionada con
la suerte de los difuntos y la segunda venida gloriosa de Jesús. Abordaremos
brevemente esta cuestión de la espera escatológica en las comunidades paulinas,
pues no disponemos de espacio para hacerlo con detalle. Ante todo hay que señalar
que en las cartas de Pablo la venida gloriosa de Jesús no se indica como
inminente, contrariamente a lo que han afirmado no pocos estudiosos. Se suele ver
como prueba de ello el uso de la primera persona del plural, como si se estuviera
incluyendo el mismo Pablo entre los vivos cuando llegase la parusía (1Tes 4,15-
17) 72. Es más, según este texto habría que concluir que los lectores de Pablo estarán
vivos en el momento de la parusía. Pero, dada la realidad de los que ya han muerto,
es difícil sostener que Pablo asegure la permanencia en vida de todos los miembros
de la comunidad de Tesalónica. En realidad, este modo de hablar no hay que enten-
derlo necesariamente en ese sentido, mucho más cuando en otros lugares el Apóstol
expresa con claridad su conciencia respecto a una muerte cercana y al juicio ante el
tribunal de Cristo por lo que había hecho durante su vida (2Cor 1,8-10; 5,9-10). Por
lo demás, reconoce su ignorancia respecto al momento en que la vuelta gloriosa de
Jesucristo sucederá, pues afirma que llegará de modo imprevisto, como suele hacer
el ladrón: “Vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como el
ladrón en la noche” (1Tes 5,2); palabras que son un eco claro de la predicación de
Jesús (cf. Mt 24,36-43). Pablo, pues, no enseña la inminencia de la parusía; otra cosa
es que la confiese, e incluso que la desee. De hecho, en su segunda carta a los
Tesalonicenses volverá a retomar el tema dejando claro que la segunda venida del
Señor no es inminente. Y téngase en cuenta que dicha misiva fue escrita pocos
meses después de 1Tes.

Por lo demás, Pablo afirma con claridad la resurrección corporal de los muertos
cuando venga gloriosamente Cristo. Todos los cristianos, los que murieron y los que
aún vivan, gozarán de la compañía de Jesucristo, pues con esta finalidad murió y
resucitó: “Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará
con él, por medio de Jesús, a los que han muerto” (4,14); “porque Dios no nos ha
destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo, que murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con
él” (5,9-10).

72. El vocablo “parusía” servía para designar las visitas del emperador o reyes. El NT lo utiliza para referirse al “día del Señor
o al día de Yahvé”, del que habla con frecuencia el AT.
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Las primeras cartas (1 y 2Tes) 75

En esta carta Pablo alude bastantes veces a la predicación evangélica que él realizó
en medio de los tesalonicenses y la identifica con la Palabra de Dios. Es Dios
mismo quien habla a través de su palabra: “Al recibir la palabra de Dios, que os pre-
dicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como
palabra de Dios que permanece operante en vosotros los creyentes” (2,13; cf. 1,5-6).
Lo que él proclama es el Evangelio de Dios: “Tuvimos valor para predicaros el
Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición” (2,2; cf. 1,8; 2,8-9). Ciertamente
no se puede esperar que esta carta sea un resumen de toda la predicación que Pablo
realizó en Tesalónica, ni siquiera una síntesis. El escribe provocado por unas cir-
cunstancias concretas y para responder a algunas cuestiones planteadas. No
obstante, tenemos en ella el eco de su enseñanza; al menos algunas de las grandes
verdades transmitidas: la muerte y resurrección de Jesús, la proclamación de su
mesianidad, el anuncio de su venida gloriosa para conceder la salvación a sus fieles,
y la vida del Espíritu, quien obra la conversión. La instrucción ética se basa en los
acontecimientos salvíficos cumplidos entre nosotros y en la esperanza escatológica.
En ella, invita a los fieles de Tesalónica a una vida santa, a la abstinencia de la forni-
cación, a la sobriedad, a trabajar para comer, al apoyo mutuo, a obrar el bien con
todos y a la oración constante (4,3.11; 5,6.12-18). Casi al final de la carta indica un
criterio ecuménico decisivo: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (5,19).

Por otra parte, 1Tes está llena de referencias a las tribulaciones que sufrieron
la comunidad y el mismo Pablo durante su predicación en dicha ciudad 73.
Informaciones que confirman la existencia de graves dificultades en Tesalónica
tenemos también en otros pasajes del NT 74. La mayoría de las veces estas aflicciones
son denominadas en el texto griego con la palabra thlipsis (tribulación, opresión),
que nos proporciona un primer indicio para descubrir en qué tipo de tribulaciones
piensa Pablo: se trata de sufrimientos inherentes al seguimiento de Cristo, origina-
dos por la adhesión a la predicación apostólica o por anunciar el Evangelio 75. En
este contexto de dificultades y aflicciones se comprende bien cómo la acogida de la
predicación evangélica por parte de los cristianos de Tesalónica y su fidelidad a ella
llegaron a ser modelo para todos los creyentes y motivo de agradecimiento y alaban-
za para Pablo y las otras comunidades de Macedonia y Acaya 76.

Integridad de la carta

Respecto al estilo literario de Pablo en este escrito debemos señalar el uso del para-
lelismo, quiasmo y antítesis. Construye frases largas, con abundancia de participios y
preposiciones. Contiene dos acciones de gracias (1,2-10; 2,13-14) y dos conclu-
siones (3,11-13; 5,23-28). En la primera se recoge el deseo de verlos (cf. 1Cor 15,5;
2Cor 13,10; Flm 22), una oración, y la expresión “por lo demás hermanos” (cf.
2Cor 13,11; Flp 4,9; 2 Tes 3,1). Hay también dos exhortaciones (4,1-8; 5,12-22). A
causa de estas repeticiones, algunos estudiosos han deducido la unión de dos cartas.
La carta A, que reflejaría la persecución de los tesalonicenses, el deseo y la imposibi-
73. Explícitamente en 1Tes 1,6; 2,2; 2,14-16; 3,3.4.7; implícitamente en 1,7; 2,18; 3,5.
74. Así Hch 17,5-10; 2Cor 8,1-2.
75. M.E. THRALL, A Critical and Exegetical Commentary on the Second Epistle to the Corinthians, I (ICC; T&T Clark, Edinburgh
1994) 103s, afirma: “La palabra qli```yi" es muy usada en los LXX para todo tipo de aflicción, dificultad y opresión, tanto
exterior como interior. En particular se refiere a la opresión de Israel y también al sufrimiento de individuos justos, y así se
convierte en un concepto religioso. En el NT se refiere frecuentemente a las aflicciones de los creyentes”.
76. 1Tes 1,3.6.8; 3,13; 3,6.9.
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76 Epistolario paulino inicial

lidad del Apóstol de verlos, las reflexiones que le motivan las buenas noticias de
Timoteo (2,13-4,8). En 2,13-4,2 Pablo habla partiendo de lo sucedido, de su preocu-
pación y de la tranquilidad que le produjeron las noticias que trajo Timoteo. En esta
sección se alude a las persecuciones, de donde nacen las preocupaciones de Pablo
por la fidelidad de los tesalonicenses. Sin embargo, en la carta B no se habla ya de
persecución (1,1-12; 4,9-5,28). El tono es más didáctico, y la preocupación de Pablo
es la opinión que tienen de él (2,1-12). Cuando la atención se centra sobre los tesa-
lonicenses es para recordarles las exigencias de la vida cristiana (4,3-12; 5,12-22) o
responder a la cuestión del día del Señor (4,13-5,11). En todo ello se ha querido
detectar una posición emotiva diferente en Pablo respecto a los fieles de Tesalónica,
y por tanto, un tiempo transcurrido entre una y otra. Evidentemente los estudiosos
tienen que suponer que en la acción de juntarlas se llevó a cabo la amputación de
algunos saludos y elementos conclusivos (augurio de la paz, saludos e invocación de
la gracia divina).

En realidad, ninguno de los motivos argumentados para justificar esta teoría tiene
un fundamento sólido. Por un lado, en la antigüedad no tenemos ningún testimonio
o evidencia de que un autor haya juntado dos cartas suyas en una publicación.
Además, 1Tes aparece copiada como nos ha llegado en los manuscritos más anti-
guos (P 46). Dicho de otro modo, la existencia de dos cartas unidas es una creación
de los estudiosos para explicar algunos fenómenos redaccionales de la carta.
Recientes estudios han puesto en evidencia la composición cuidada de la carta en
tres círculos (1,2-2,16; 2,17-3,13; 4,1-5,24). Por todo ello, hoy suele defenderse la
unidad de la carta entre los estudiosos.

No existe ningún testimonio en la antigüedad que cuestione la canonicidad de este


escrito. La carta era conocida por Ignacio de Antioquía (ad Ephesios 10,1) y el Pastor
de Hermas (Vision 3,6,3). El Canon de Muratori, Marción y Tertuliano la atribuyen
explícitamente al Apóstol.

III. Segunda carta a los Tesalonicenses

Estructura y contenido de la carta

• Saludo, acción de gracias y entrada en materia: 1,1-12


• Sobre el día del Señor (no es inminente, tiene que venir antes el Hijo de la
Perdición): 2,1-12
• Exhortaciones y recomendaciones: 2,13-3,15
• Saludo final: 3,17-18

El principal tema de 2Tes es subrayar la no inminencia de la vuelta gloriosa del Señor.


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Las primeras cartas (1 y 2Tes) 77

Contenido de la carta

En cuanto al contenido de esta carta, en el saludo, muy semejante al de la primera,


se identifican los que envían la carta y los que la reciben, que son los mismos de la
1Tes: Pablo, Silvano y Timoteo (1,1-2). Luego viene la acción de gracias (1,3-12)
larga y articulada. La carta se compone de dos partes claramente distintas. En la pri-
mera sale al paso de la confusión creada a causa de una interpretación atribuida
equivocadamente al Apóstol, que él aclara en este escrito afirmando que la parusía
no es inminente (2,1-17). La segunda parte contiene una serie de recomendacio-
nes (3,1-15). Pide oraciones para el buen fruto de su predicación; corrige la
inactividad de algunos miembros, reclamándolos a ganarse el pan con su trabajo,
poniéndose él como ejemplo.

Principales temas teológicos

El Apóstol intenta aclarar con esta carta algunas interpretaciones erróneas relacio-
nadas con la venida gloriosa de Jesucristo. Ésta no sucederá de modo inminente.
Antes tienen que suceder otros acontecimientos. Pablo señala la apostasía; es decir,
el abandono de la fe de muchos ante la persecución y las dificultades que sobre-
vendrán. Habla también de la manifestación del “hombre de la iniquidad, el hijo
de la perdición”, que algunos identifican con el anticristo. De él, Pablo le atribuye
una oposición radical a Dios: “Primero tiene que llegar la apostasía y manifestarse el
hombre de la impiedad, el hijo de la perdición, el que se enfrenta y se pone por
encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el tem-
plo de Dios, proclamándose él mismo Dios” (2,3-4). Aunque existe un obstáculo
que se opone a la acción del hombre de la iniquidad (2,6s).

En el capítulo inicial, el Apóstol afirma con radicalidad el castigo sobre aquellos que
atribulan con persecución a los creyentes de la comunidad y se oponen a la predica-
ción evangélica cuando Cristo Jesús se manifieste gloriosamente al final de los
tiempos: “Es justo a los ojos de Dios retribuir con tribulaciones a los que os atribu-
lan; en cambio, concederos a vosotros, los que pasáis tribulación, el debido
descanso, juntamente con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo
con sus poderosos ángeles, en medio de un fuego llameante, para hacer justicia con-
tra los que se niegan a reconocer a Dios y contra los que no obedecen al Evangelio
de nuestro Señor Jesús; estos sufrirán el castigo de una ruina definitiva, lejos de la
presencia del Señor y de la gloria de su poder” (1,6-9).

Es posible que, excusándose en la inminencia de la venida gloriosa del Señor, algu-


nos miembros de la comunidad hayan dejado de trabajar, despreocupándose de las
realidades terrenas. Pablo reclama a todos a trabajar para ganarse el pan de cada día
(3,10-12).

Autenticidad de la carta

La autenticidad de 2Tes se ha puesto en duda por varios motivos. Por una parte,
están las palabras que no se encuentran en las otras cartas paulinas reconocidas
como auténticas (unas 30 palabras) y la existencia de una buena parte del contenido
que coincide en las dos cartas dirigidas a la comunidad de Tesalónica; incluso la
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78 Epistolario paulino inicial

estructura es igual. De igual modo, se suelen considerar tomados de 1Tes los deta-
lles apocalípticos (2,1-12). Por añadidura, la afirmación de una no inminencia
escatológica sería incompatible con lo afirmado por Pablo en 1Tes 5. Por último,
algunos estudiosos suelen destacar también el tono más frío y distante de 2Tes fren-
te a la viveza y calor de 1Tes. Todas estas características, al parecer de estos
estudiosos, son suficientes para detectar la mano de un imitador de 1Tes.

En realidad, una comparación entre las dos cartas avala la autenticidad pauli-
na. Ante todo, la diferencia de tono viene impuesta porque el Apóstol sale al paso
de un error que quiere corregir; un error de interpretación de su carta anterior. No
obstante, en ambos escritos se percibe su afecto e interés por los fieles de
Tesalónica, a los que llama varias veces “hermanos”. En cuanto a la estructura es
normal que haya coincidencia al tratarse de una carta; o sea, en ambas hay un saludo
inicial, un agradecimiento, una exhortación moral y una conclusión. La semejanza
en el contenido temático seguramente es debida a la circunstancia histórica que
vivía la comunidad y que obligó a Pablo a retomar el tema tratado. Por otro lado, las
diferencias en el lenguaje a pesar de ser el mismo tema son fácilmente explicables
por elección del Apóstol o la situación personal en que se encontraba.

Quizá la dificultad mayor resida en la discrepancia que existe respecto a la parusía


entre los dos escritos. Mientras que en 1Tes parece indicar que esta venida del Señor
es inminente, aunque no se puede decir con precisión cuándo sucederá, en 2Tes
explícitamente pone en guardia contra aquellos que afirman la inminencia de la
parusía y señala algunos signos que presagiarán este acontecimiento final. Sin
embargo, esta tensión discrepante también aparece en los evangelios. Así, en el dis-
curso apocalíptico se señalan los signos que anuncian la llegada del Señor (Mt
24,29-33), pero al mismo tiempo se afirma el aspecto de sorpresa e ignorancia del
momento concreto (Mt 24,44). Probablemente el subrayado de uno u otro aspecto
se deba al interés pastoral y la preocupación que el Apóstol tenía cuando escribió
cada una de las cartas.

En resumen, es natural que si Pablo vuelve pocos meses después sobre algunos
argumentos tratados en 1Tes haya semejanzas de temática y lenguaje, e incluso de
orden y distribución de la materia. Por todo ello, es más prudente afirmar la
autenticidad apostólica, en coincidencia con la tradición eclesial 77. Como afir-
ma J. Murphy-O’Connor, “las pruebas contra la autenticidad de 2Tes son tan débiles
que conviene mantener la atribución tradicional de la carta a Pablo” 78. Los Santos
Padres no cuestionan su autenticidad. Por ejemplo, la reconocen como auténtica del
Apóstol Ireneo (Adversus Haereses 5,25,1), Tertuliano (Adversus Marcionem 5,16),
Clemente de Alejandría (Stromata 5,3,17), etc. También el Canon Muratori la men-
ciona atribuyéndosela a Pablo. Por lo demás, en los saludos finales, Pablo indica que
esta carta es suya (3,16-18).

Aceptando la autenticidad del escrito, la fecha de su composición no puede ser


mucho después de 1Tes. De hecho, en 2Tes 2,15 alude explícitamente a la primera
carta y en el saludo final vuelve a referirse de nuevo a ella (3,17).

77. Para un estudio más detallado de las objeciones a la autenticidad de esta carta y sus posibles respuestas cf. A.
WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento (BH 36; Herder, Barcelona 21966) 271-274.
78. J. MURPHY-O’CONNOR, Vita di Paolo, (Introduzione allo studio della Bibbia. Supplementi 13, Paideia, Brescia 2003) 135.
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Las primeras cartas (1 y 2Tes) 79

Motivo de la carta

Es posible que la causa que motivó esta segunda misiva fueran ciertas afirmaciones
que se difundían entre los miembros de la comunidad relacionadas con la parusía;
por ejemplo, “el Señor está presente” o “el día del Señor llega”. También sale al
paso de algunas actitudes reprochables de algunos de la comunidad, que no trabaja-
ban y se metían en todo. La doctrina de la inminencia del día del Señor atribuida al
Apóstol (2,2) es rechazada como una atribución o interpretación falsa (2,3). Quizá
por ello se detiene en mencionar algunos signos o sucesos anteriores a la venida del
Señor (2,3-12). En cualquier caso, conocidas las circunstancias de la comunidad,
Pablo se ve en la necesidad de aclarar la concepción cristiana de la venida gloriosa
del Señor y exhortar a los fieles a una vida razonable; por ello, les invita a vivir el
presente y la realidad.

CONCLUSIÓN
Las dos cartas a la comunidad de Tesalónica son muy probablemente las pri-
meras que Pablo escribió. La finalidad de la primera es sostener a los fieles
cristianos en los sufrimientos que les causaban el rechazo y la persecución de
los judíos celosos, y también para responder algunas preguntas que le hicieron
llegar sobre la suerte de los difuntos cristianos y la vuelta gloriosa de
Jesucristo. En la primera parte Pablo alude con frecuencia a su estancia y difi-
cultades vividas en Tesalónica y expresa el afecto que tiene por esta
comunidad.

La segunda carta a los Tesalonicenses está centrada principalmente sobre la


cuestión de si la parusía tendrá lugar inminentemente, algo que Pablo des-
miente.

Ambas cartas son auténticas. A pesar de que algunos estudiosos hayan atri-
buido la 2Tes a un discípulo de Pablo, ninguna de las razones aportadas tiene
suficiente peso como para oponerse a la tradición eclesial, que siempre ha
considerado esta carta escrita por Pablo.
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80 Epistolario paulino inicial

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. Es bastante probable que 1Tes sea el primer escrito del Nuevo


Testamento....................................................................................................... V F

2. 1Tes reúne dos misivas dirigidas a los


Tesalonicenses................................................................................................. V F

3. Uno de los temas principales de 1Tes y 2Tes es la Parusía. .................... V F

4. 1Tes está llena de referencias a las tribulaciones que sufrieron la


comunidad y el mismo Pablo........................................................................ V F

5. San Pablo redactó 2Tes pocos meses después de 1Tes. ........................... V F


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Tema
Las cartas a los Corintios
2

I. Contexto histórico

Historia de la ciudad de Corinto

Corinto es una ciudad muy antigua; la mitología griega atribuye su fundación a


Sísifo. En realidad fue fundada por los Dorios (siglo IX a.C.). Probablemente es una
de las primeras ciudades que utilizó las monedas; los arqueólogos han encontrado
en esta ciudad monedas del siglo VII a.C. Su periodo romano comienza en el año
197 a.C. Después de la derrota de la Liga Aquea por parte del cónsul romano Lucio
Mummius, la ciudad fue totalmente destruida (año 146 a.C.). Después de cien años
de abandono, Julio César reconstruyó la ciudad en el 46 a.C. como colonia romana.
Al igual que en otras ciudades antiguas, también aquí los nuevos habitantes eran los
veteranos de las legiones, lo que propició la lengua latina en la ciudad. En el año 27
a.C., constituida la provincia de Acaya, Augusto eligió Corinto como la capital y
sede del procónsul.

Su situación geográfica

Su posición geográfica en el istmo de Corinto, que une el Peloponeso con la Grecia


continental, la abre a dos mares. Posee, por tanto, dos puertos: Cencreas, el oriental
que abría la ciudad al mar Egeo, y Lequeo, el occidental que daba al mar Adriático.
Fue una ciudad comercial muy importante. Su población, después de la refundación
de César, era principalmente romana; pero poseía también una fuerte población
griega y oriental. Se calcula que su población era de 50.000 habitantes en esa época.
Ni qué decir tiene que la presencia judía era también numerosa 79. Los arqueólogos
han encontrado el dintel de la puerta de una sinagoga. La diversidad de la población
quedó reflejada en la construcción de templos a los dioses griegos, romanos y
orientales. Fue una ciudad famosa por su lujo y vida inmoral 80.

79. Cf. FILÓN DE ALEJANDRÍA, Leg. ad Gaium 36.


80. Las palabras griegas derivadas del nombre de Corinto tenían significados vinculados con la prostitución y el libertinaje
sexual: korinthiasesthai = “fornicar”; korinthia korê = “ramera”; korinthiastês = “libertino”
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82 Epistolario paulino inicial

En el lugar más elevado de la ciudad, llamado Acrocorinto, estaba edificado el tem-


plo a Afrodita. Esta montaña rocosa de 575 metros dominaba el istmo entre
Peloponeso y Ática, la Grecia continental. Esta franja de tierra es de unos 6 km. de
ancha, y en la actualidad está atravesada por el canal de Corinto, construido a finales
del siglo XIX. En la época antigua, los mercaderes solían transportar por tierra sus
mercancías de un puerto al otro evitando realizar así el largo y peligroso recorrido
de las costas del Peloponeso. Evidentemente las tasas que se pagaban por el trans-
porte de mercancías eran una fuente notable de ingresos para la ciudad que llegó a
ser una de las más importantes de la Grecia antigua.

Hallazgos arqueológicos

El hecho de que no se construyera la ciudad actual sobre los restos de la antigua ha


permitido realizar varias campañas de excavaciones desde finales del siglo XIX,
consiguiendo recuperar todos los restos, de modo que es la mejor conocida de las
ciudades visitadas por Pablo. Muchos han sido los descubrimientos interesantes,
como la localización exacta del lugar del tribunal de Galión al descubrir la bema
entre las ruinas del foro, que es una amplia plataforma de 3 metros de altura.
También se ha encontrado una inscripción que menciona uno de los personajes
nombrados por Pablo en Rm 16,23: “Erasto, el tesorero de la ciudad, os saluda”.
La inscripción en latín dice: “Erasto, como obra edilicia, ha financiado este pavi-
mento a su costa”. Los arqueólogos han fechado la inscripción hacia el año 50 d.C.,
y dado que el nombre es raro, suponen que se trata del mismo personaje nombrado
por Pablo. Si este dato es cierto, nos permite deducir que el cristianismo en Corinto
llegó a todos los estratos sociales, confirmando así la promesa de Jesús: “No temas,
sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte
daño, porque yo tengo un pueblo numeroso en esta ciudad” (Hch 18,9-10).

Duración de su estancia

Según su costumbre, aprovechando las reuniones sabatinas, predicó en la sinagoga a


la comunidad judía. Al recibir ayuda de los cristianos macedonios con la llegada de
Silas y Timoteo, se dedicó completamente a la misión. Ante las dificultades plantea-
das por los judíos, Pablo decidió abandonar la sinagoga y establecerse en la casa del
prosélito Titius Justo, que se hallaba junto a la sinagoga, para continuar su labor de
predicar el Evangelio (Hch 18,7). El Apóstol se quedó un año y medio en dicha
ciudad. Probablemente abandonó la ciudad algún tiempo después del juicio fallido
ante el procónsul Galión. A pesar de que muchos estudiosos consideran que el
mayor número de fieles de esta comunidad procedía del paganismo, algunos rasgos
de la carta nos hacen pensar que dicha comunidad tenía un componente judío muy
significativo 81.

Pablo probablemente recorrió a pie los 85 km. que separaban Atenas de Corinto.
Allí llegó en el año 50, después del fracaso de su predicación en Atenas (cf. 1Cor
2,3). Establecido en la ciudad, entabló una relación con el matrimonio judeo-cristia-
no Aquila y Priscila, que desarrollaban el mismo tipo de trabajo suyo: construir
tiendas (Hch 18,1-3). Dado que al año siguiente de su llegada tuvieron lugar los jue-

81. Véase Hch 18,8; 1Cor 7,18; 10,32; 12,13; 16,19.


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Las cartas a los Corintios 83

gos del Istmo, que se celebraban en honor de Poseidón a las puertas de la ciudad,
trabajo no faltaría. La coincidencia de este evento atlético podría explicar la presen-
cia de imágenes deportivas en la primera carta a los Corintios (cf. 9,24-26).

II. Primera carta a los Corintios

Estructura y contenido de la carta

• Saludo y acción de gracias: 1,1-9


Primera parte: Noticias desde Corinto: 1,10-6,20
• Contiendas en la comunidad: 1,10-17
• La sabiduría de Dios y la del mundo: 1,18-2,16
• Cristo es el fundamento y los apóstoles, colaboradores de Dios: 3,1-23
• Dios juzga el trabajo apostólico: 4,1-13
• Planes de Pablo: 4,14-21
• El caso del incestuoso: 5,1-13
• Cristianos ante los tribunales paganos: 6,1-11
• Libertinaje sexual: 6,12-20
Segunda parte: respuestas a preguntas planteadas por la comunidad: 7,1-15,58
• Matrimonio y virginidad: 7,1-40
• Las carnes inmoladas a los ídolos: 8,1-11,1
• Sobre las reuniones litúrgicas: 11,2-34
• Sobre los dones del Espíritu: 12,1-14,40
• Sobre la resurrección de los muertos: 15,1-58
Parte final: 16,1-23
• La colecta para Jerusalén: 16,1-4
• Planes de viaje y recomendación de Timoteo: 16,5-12
• Exhortaciones finales y saludo: 16,13-23

Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes nuestro her-
mano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados por Jesucristo,
llamados santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: a vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro
Padre y del Señor Jesucristo (1Cor 1,1-3).
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84 Epistolario paulino inicial

Contenido de la carta

La carta empieza con un saludo inicial típico (1,1-3). Pero hay un dato curioso:
junto al Apóstol, como autor de la carta, se nombra Sóstenes. ¿Quién es? En Hch
18,17 se da este nombre al jefe de la sinagoga. ¿Se trata de la misma persona? ¿Qué
función ejerció en relación a la carta para ser citado al comienzo de la misma? Por
otra parte, este saludo inicial es bastante complejo en la redacción; en él se saluda
no sólo a la iglesia de Corinto, sino también a “todos los que en todo lugar invocan
el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. ¿En quién piensa Pablo: en las comunida-
des de la ciudad de Corinto y alrededores o en otras iglesias presentes en diferentes
ciudades? En el primer caso, sería una indicación de la extensión del cristianismo en
la región; en el segundo, expresaría la conciencia de Pablo que escribe una carta que
puede ser leída ante otras comunidades.

A este saludo sigue la acción de gracias por el don de la fe de los cristianos de


Corinto, que es la verdadera riqueza que les permite vivir hasta el encuentro definiti-
vo con Cristo (1,4-9). Inmediatamente después Pablo aborda el contenido principal
de la carta haciendo una crítica severa a las divisiones y partidismos (c.1-4). Los
estudiosos suelen considerar la presencia de cuatro grupos diferentes en la comuni-
dad, pues en ella se alude a que algunos dicen ser de Pablo, otros de Apolo 82, otros
de Cefas, y otros de Cristo. No obstante, es muy probable que estas palabras finales
de 1,12 sean una interjección de Pablo, como han sugerido algunos estudiosos
apoyándose en la carta de Clemente Romano a los Corintios, donde aparecen sola-
mente los nombres de Pablo, Apolo y Pedro. El Apóstol reprende el orgullo que
había llevado a esta división y hace hincapié en la sabiduría del Espíritu y el someti-
miento de todos a Dios (cf. 3,7; 4,5). No obstante, recuerda a los corintios que él es
su padre en Cristo Jesús (4,14), y que irá en breve para hacer frente a los que se
enorgullecen (4,18-21). Relacionados con estos litigios están también el escándalo
del incestuoso (5,1-13), las disputas entre ellos y sus denuncias ante los tribu-
nales no cristianos (6,1-11) y el comportamiento sexual inadecuado (6,12-20).

Después Pablo aborda algunos problemas específicos planteados por la comunidad,


sean teológicos o pastorales: el matrimonio y el celibato (c.7), la carne inmola-
da a los ídolos (c.8-10), las celebraciones litúrgicas (c.11-14), la resurrección
(c.15), para terminar con algunas cuestiones prácticas, entre las que están la colecta
y sus planes de viaje, y por fin los saludos finales (c.16). Ciertamente la carta aborda
también otros temas al hilo de estas respuestas. Así, en c.8-10 Pablo presenta una
explicación de la relación entre libertad y responsabilidad; en el c.11, recuerda lo
que el Señor Jesús hizo y dijo en la Última Cena; en el c.12 analiza la relación de
los miembros del cuerpo eclesial; el c.13 contiene el himno de la caridad.

Motivo de la carta

Pablo mantuvo con esta comunidad de Corinto una intensa relación epistolar. De
estas misivas tenemos en el Nuevo Testamento sólo dos, pero sabemos con certeza
que envió al menos otras dos, que no han llegado hasta nosotros 83. Pablo, como ya
82. Apolo fue instruido por Priscila y Aquila en Éfeso; luego realizó una labor en Corinto en ausencia de Pablo, según Hch
18,24-28.
83. Cf. 1Cor 5,9; 2Cor 2,3-4; 7,8.12.
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Las cartas a los Corintios 85

hemos dicho, utilizó la correspondencia para acompañar el camino de la fe de sus


comunidades, para defenderlas de los ataques que venían de fuera y para ejercer la
corrección y el gobierno. Con la comunidad de Corinto esta correspondencia fue
especialmente intensa.

La 1Cor es la respuesta a una carta enviada al Apóstol, en la que los fieles de


Corinto formulaban una serie de preguntas sobre algunos problemas concretos
surgidos en la comunidad: matrimonio y virginidad, el consumo de la carne sacrifi-
cada a los ídolos, los carismas, la resurrección de la carne 84. Los portadores de este
escrito pudieron ser Estéfanas, Fortunato y Acaico (cf. 16,17). Esta circunstancia
explicaría también la estructura de la carta (cf. 1Cor 7,1.25; 8,1; 12,1; etc.). Los estu-
diosos coinciden en afirmar como motivo inmediato de la epístola 1Cor esta
consulta de los cristianos de Corinto, junto con las noticias recibidas trámite la
gente de Cloe (1,11).

Integridad

La inmensa mayoría de los estudiosos acepta la autenticidad de esta carta. De hecho,


es quizá la carta mejor atestiguada en los escritos patrísticos tempranos 85. Sin embar-
go, algunos estudiosos cuestionan la integridad de la carta, pues piensan que este
escrito recoge partes de otras cartas (recuérdese las cartas perdidas). Por ejemplo, se
suelen señalar algunas contradicciones, que se explicarían apelando a la unión en este
escrito de dos misivas; a la primera pertenecerían los pasajes 1-8,13; 10,23-11,1; 16,1-
4.10-14; mientras que la segunda estaría compuesta de 9,1-10,22; 11,2-14,58;
16,5-9.15-24 86. En la primera, el Apóstol tendría en cuenta la información que le
llegó a través de la gente de Cloe; en la segunda, escrita algún tiempo después, abor-
daría las cuestiones de la comunidad que le llevó Estéfanas y sus compañeros. Otros
autores, admitiendo dicha posibilidad, prefieren distribuir los capítulos de manera
distinta y explicar la composición de los dos escritos por acontecimientos diversos 87.

La mayoría de los estudiosos, sin embargo, defiende la unidad de la carta, que


en nuestra opinión siempre se debe preferir, a no ser que haya razones evidentes
que la contradigan. Las dificultades que se pueden identificar se justifican del
siguiente modo: 1) La carta es larga y seguramente Pablo debió escribirla en varios
momentos, compaginando su composición con el trabajo pastoral. No es extraño
que se perciban ciertas inconsistencias y que al abordar varias veces una misma
cuestión se plantee desde puntos de vista diferentes. 2) El cambio de planes de
Pablo no plantea gran dificultad. En el c.4 Pablo avisa a las personas que actúan
como si no fueran a volver a ver al Apóstol: “Mas iré pronto a visitaros, si Dios
quiere; y entonces conoceré no las palabras de los orgullosos, sino su poder” (v.19);
mientras que en el c.16 describe sobriamente sus planes futuros. 3) Respecto a la
diferencia entre 4,17 y 16,10, lo más probable es que Timoteo fue enviado a
Macedonia dejando a su decisión si veía la necesidad de continuar su viaje hasta
Acaya. 4) La dificultad mayor está en el c.9, donde explicita Pablo su renuncia a los
84. Pablo alude explícitamente a este escrito en 1Cor 7,1. Véase, por ejemplo, A. WIKENHAUSER-J. SCHMID, Introducción al
Nuevo Testamento (BH 36; Herder, Barcelona 1978) 640s; G. BORNKAMM, Pablo de Tarso (BEB 24; Sígueme, Salamanca 41991)
113; J. BECKER, Pablo, 195s.
85. Véase 1Clemente 47,1-3; cartas de Ignacio de Antioquía: Ef 16,1; 18,1; Rm 4,3; Tral 12,3, etc.
86. Compárese también 4,19≠16,5-9; 10,7-22 ≠8,1-13 y 10,23-11,1; c.4≠c.9.
87. Cf. J. WEISS, The History of Primitive Christianity (MacMillan, 1937) 356s.
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86 Epistolario paulino inicial

derechos apostólicos, y su relación con el contexto. La cuestión es compleja. En


realidad, Pablo intenta combinar la libertad de comer carne inmolada a los ídolos y
la caridad, que a veces limita la libertad.

Criticando estas hipótesis de ver en 1Cor el resultado de la unión de varios escritos,


Jerome Murphy-O’Connor afirma: “Una vez que se han identificado claramente los
presupuestos sobreentendidos, aparece claro el defecto de fondo de esta metodo-
logía, que presume de tener una competencia superior a la del autor, sugiriendo lo
que éste debía haber dicho. Las cartas que se identifican coinciden más al sentido
estético del estudioso que a cualquier factor objetivo. Además, como Gordon D.
Fee subraya con razón, todas las denominadas contradicciones internas de 1Cor se
pueden explicar mediante una exégesis más precisa. Por lo demás, no se ofrece
jamás una explicación satisfactoria para el proceso que dio a 1Cor su actual dimen-
sión, ni tampoco una explicación del intento de quien (uno o más) la redactase. No
sorprende, por tanto, que la mayor parte de los comentaristas haya mantenido fir-
memente la posición a favor de la unidad de 1Cor” 88.

La carta era bien conocida por Ignacio de Antioquía y Clemente Romano 89. La atri-
buyen explícitamente a Pablo Ireneo (Adversus Haereses 4,27,3), Clemente de
Alejandría (Stromata 4,21,132-133), Tertuliano (De praesciptione 33) y el Canon
Muratori.

Teología

Aunque la carta no contiene una reflexión teológica sistemática podemos indicar


algunos rasgos teológicos. Destaca, sobre todo, la dimensión eclesiológica del
escrito. En él se afirma con claridad la unicidad de la Iglesia que vive en las diferentes
ciudades visitadas por Pablo: “a la Iglesia de Dios que está en Corinto” (1,2). Ya
desde el inicio de la carta la comunidad de los cristianos es denominada “Iglesia de
Dios”; es decir, se le atribuye la expresión que pertenecía a Israel: qahal Yhwh. Esta
Iglesia es identificada con un edificio (3,9), cuyo fundamento es Jesucristo (3,11).
También describe a la Iglesia como templo de Dios (3,16); o sea, el lugar donde se da
culto al verdadero Dios, donde se glorifica al Señor. Más adelante, cuando aborda los
carismas, subraya la unidad de la Iglesia mediante el símil del cuerpo: “Pues, lo
mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del
cuerpo a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos
nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo
Espíritu, para formar un solo cuerpo” (12,12-13). El verdadero generador de la uni-
dad, pues, es el Espíritu de Cristo que ha sido derramado en los corazones (12,4-11).

Otra cuestión relacionada con la Iglesia es su atención a las asambleas comunita-


rias (c.11-14). En estos capítulos no sólo menciona la tradición de la Cena del
Señor, sino que también aborda algunas cuestiones relacionadas con el desarrollo de
las celebraciones litúrgicas. Al servicio de la vida de la comunidad que se expresa en
las asambleas comunitarias están los carismas. La multiplicidad de carismas prove-
nientes del Espíritu son para el servicio de la Iglesia, sobre todo de su unidad
(12,12-27). La preocupación de Pablo respecto a los dones del Espíritu o carismas
88. J. MURPHY-O’CONNOR, Vita di Paolo, 285s.
89. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Eph 16,1; 18,1; Rom 5,1; CLEMENTE ROMANO, Ad Cor 47,1.
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Las cartas a los Corintios 87

no nace de una consideración genérica de los mismos, sino en cuanto son practica-
dos en las asambleas comunitarias. Varios elementos de la redacción paulina ponen
de manifiesto que el interés de Apóstol está centrado precisamente en las reuniones
cultuales que realizan los cristianos de Corinto. Por un lado, la reflexión de Pablo
está dirigida no a unos pocos, sino a la comunidad; en concreto a la comunidad reu-
nida para la celebración litúrgica, en cuanto sujeto cultual. De otro lado, en varias
ocasiones hace referencia a las expresiones cultuales de la oración, la salmodia y la
acción de gracias, realizadas no en privado sino públicamente. Por último, la insis-
tencia de que todo debe desarrollarse con el objetivo primordial de buscar la
edificación de la comunidad, es un signo más de que la atención de Pablo está
orientada a la comunidad reunida.

Otro de los grandes temas teológicos de esta carta es la resurrección (c.15). Toda
su enseñanza sobre la resurrección de los cristianos se basa en el hecho de la resu-
rrección de Jesús, que comienza afirmándola desde el inicio del capítulo (v.1-8). Es
este acontecimiento el que nos asegura tanto el perdón de los pecados como la
resurrección futura, pues Jesús resucitado es la primicia de los que han muerto
(v.13-21). Los muertos resucitarán, al igual que Cristo, con un cuerpo incorruptible
y glorioso, espiritual y lleno de fortaleza (v.42-49).

Una de las características de esta carta es su dimensión eclesiológica. En ella, el


Apóstol presta una gran atención a las reuniones o asambleas litúrgicas de la
comunidad cristiana.

Lugar y fecha de composición

Dado que en los saludos finales alude a las Iglesias de la provincia de Asia y se nom-
bra a Aquila y Prisca, que fueron los principales colaboradores de Pablo en la
edificación de la Iglesia de Éfeso (cf. 1Cor 16,9), los estudiosos suelen situar la
redacción de la carta en dicha ciudad durante su tercer viaje misionero. Recuérdese
que no es su primera carta a los corintios, pues en ella alude a una anterior (1Cor
5,9). En cuanto a las fechas, los estudiosos no se ponen de acuerdo. He aquí algunas
propuestas: primavera 54 (Barrett), primavera 55 (Robinson, Perrin), primavera 57
(Wikenhauser). La fecha más probable es el año 54.

III. Segunda carta a los Corintios

Ocasión de la carta según la mayoría de los estudiosos

Según el parecer de una buena parte de los estudiosos, poco después de dejar Pablo
Corinto, se introdujeron algunos predicadores ajenos a los círculos paulinos, proba-
blemente provenientes de Palestina, que sembraron entre los cristianos de esta
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88 Epistolario paulino inicial

comunidad el recelo sobre el ministerio y la autoridad apostólica de Pablo. Los argu-


mentos esgrimidos por estos adversarios debieron tener su peso, pues entre los
fieles de Corinto se comenzó a cuestionar la autoridad de Pablo. La situación creada
debió ser peligrosa, si nos atenemos al deseo inmediato del Apóstol de regresar a
dicha ciudad al conocer lo sucedido 90. Pero lo que había pensado como remedio sir-
vió sólo para agravar la situación: a su llegada, no sólo fue recibido con frialdad en
la comunidad, sino que alguien le humilló públicamente 91. Pablo, derrotado y entris-
tecido, se alejó dejando campo libre a sus oponentes. No obstante, queriendo poner
algún freno a esta labor destructiva, escribió una carta en términos severos, que hizo
llegar a la comunidad por medio de su colaborador Tito 92. Su efecto, según la infor-
mación que éste trajo después de su misión, fue altamente positivo 93. Pablo,
alegrándose por las buenas nuevas recibidas, pero reconociendo que existían todavía
algunos problemas sin resolver, decidió hacerles frente escribiendo esta carta; con
ella también quería preparar su tercer viaje a esta comunidad. En pocas palabras,
según esta difundida versión de los antecedentes, 2Cor es una misiva dirigida a los
miembros de la comunidad con el fin de mejorar las relaciones existentes.

He aquí, por ejemplo, la explicación que ofrece uno de los manuales más conocidos,
la Introducción al Nuevo Testamento de Alfred Wikenhauser-Josef Schmid: “El hecho
de que Pablo, ahora, no se ponga inmediatamente en camino para Corinto, sino que
escriba primero una carta a la comunidad y la envíe por medio de Tito, demuestra
que el Apóstol no estaba aún plenamente tranquilizado acerca de la situación de la
comunidad. Y cuando a Tito le entregó la carta en la forma en que ésta ha llegado
hasta nosotros, el tono de la misma, principalmente en su última parte, muestra que
el Apóstol tenía aún razón sobrada para sentir preocupación. No sólo tiene que
defenderse contra manifestaciones de descontento de la comunidad hacia él [...]
Pablo se había dado cuenta entretanto de que, en el seno de la comunidad, tenía
influyentes enemistades, lo cual había contribuido a que empeorase radicalmente la
situación con respecto a la que existía cuando escribió 1Cor” 94. Así pues, las dificul-
tades internas que existían en la comunidad de Corinto, y que quedaron reflejadas
en la primera misiva 95, adquirieron un cariz más peligroso a causa de esta crítica a su
misión apostólica: corría el riesgo de perder definitivamente la obediencia y el amor
de esta comunidad. Ateniéndonos, pues, a la opinión generalizada de los estudiosos,
esta última carta pretende no sólo reparar los daños ocasionados a la siempre difícil
relación con la iglesia de Corinto, sino sobre todo conjurar el nuevo peligro y resta-
blecer el orden.

Datos que no armonizan con esa interpretación

Sin embargo, si leemos con atención esta epístola, nos vemos obligados a reconocer
que Pablo es poco explícito respecto a los problemas que pretende afrontar
en ella. Con frecuencia da por sobreentendidas más cosas de las que expresamente

90. Cf. 2Cor 12,14; 13,1-2.


91. Cf. 2Cor 2,1.5-11.
92. Cf. 2Cor 2,3-4; 7,8.12.
93. Cf. 2Cor 7,6-7.
94. A. WIKENHAUSER-J. SCHMID, Introducción al NT, 658. Una pequeña introducción a la correspondencia de san Pablo con
esta comunidad, leída desde esta clave, es R. PESCH, Paulus kämpft um sein Apostolat. Drei weitere Briefe an di Gemeinde Gottes in
Korinth (Herder, Freiburg 1987).
95. Cf. 1Cor 1,10-13; 4,1-21.
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Las cartas a los Corintios 89

dice; cosa natural en una carta. “La segunda carta a los Corintios -afirma Karl H.
Schelkle- presenta muchos puntos confusos y oscuros, derivados sobre todo del
hecho de que Pablo se contenta, muchas veces, con simples alusiones a circunstan-
cias complejas, que los corintios entendían, desde luego, pero que no están claras
para nosotros. Así no vemos bien quiénes eran exactamente los adversarios con los
que Pablo contendía en su carta, ni sobre qué versaba la vehemente oposición” 96.
En efecto, las alusiones a las circunstancias que originaron este escrito son rápidas,
como de pasada, del todo insuficientes para poder definir con claridad la situación
de la comunidad, el contexto histórico-teológico de las críticas y la identidad de los
adversarios; en una palabra, lo que constituye la trama de esta carta paulina. Por ello,
es difícil evitar la impresión de que la reconstrucción de los antecedentes que hemos
resumido anteriormente se ha logrado armonizando detalles discrepantes, y suavi-
zando o prescindiendo de afirmaciones contenidas en la carta que no encajaban
bien en el marco descrito. Estos elementos distorsionadores han sido ignorados,
como sucede en algunas excavaciones arqueológicas: aquellas piedras o restos que
no encajan en el nuevo ordenamiento son dejados a un lado. Y así siempre queda la
duda acerca de la exactitud de la presentación ofrecida por los estudiosos, o sea, de
la verosimilitud de la realidad histórica descrita.

He aquí algunos de los elementos discordantes olvidados. En primer lugar, es evi-


dente el vivo amor que profesaba Pablo a los cristianos de Corinto; en varios
pasajes del escrito encontramos expresiones llenas de afecto para estos hijos suyos 97.
Es más, a veces manifiesta un celo apasionado por defenderlos de un peligro que les
amenaza, lucha por evitar un mal que se cierne sobre ellos 98. Por otro lado, aunque
es verdad que una buena parte del escrito es una defensa de su apostolado, si tene-
mos en cuenta algunas expresiones contenidas en los capítulos 3-6,10 y 10-13,
hemos de reconocer que su alegato está dirigido a un grupo distinto de los fie-
les cristianos de Corinto. Ciertamente es difícil compaginar las expresiones
tajantes, incluso violentas, con que se opone a aquellos que le critican y las expresio-
nes de orgullo y alegría, de amor apasionado, que brotan de su pluma cuando se
dirige a la comunidad cristiana. También es chocante que, escribiendo a miembros
de una comunidad surgida en una ciudad de cultura y mentalidad paganas, utilice en
la apología de su apostolado argumentaciones y conceptos típicamente judíos y
apele a sus orígenes hebreos como dato decisivo en la defensa 99.

De igual modo hemos de reconocer como improcedente, si no equivocado, abordar


la cuestión de la colecta en una carta dirigida a solucionar una situación adversa,
incluso en un ambiente de no total confianza. Si elige esta ocasión para recordar la
colecta en favor de los pobres de Jerusalén, hemos de reconocer en el Apóstol una
inconsciencia o ignorancia de la gravedad de la situación. Cuestación que, por añadi-
dura, aborda explícitamente, deteniéndose en expresar los motivos por los que es
preciso ser generosos; incluso llega a dar indicaciones precisas para la recaudación
(8,1-9,15).
96. K.H. SCHELKLE, Segunda Carta a los Corintios (El Nuevo Testamento y su mensaje 8; Herder, Barcelona 1969) 13.
97.Véase, por ejemplo, 2Cor 2,2-4; 7,3-4.14-16; 8,7s; 9,2s; 11,11; 12,14s.
98. Cf. 2Cor 6,14s; 11,2-4.20.
99. Puede consultarse 2Cor 3-4; 6,16-18; 11,22. J.A. FITZMYER, “Glory reflected on the face of Christ (2 Cor 3:7-4:6) and a
Palestinian Jewish motif”: ThST 42 (1981) 631, señala con sorpresa que en las cartas dirigidas a los Corintios se conserve la
expresión aramea marana tha (1Cor 16,22), se utilicen fuertes elementos midráshicos (1Cor 10,1-5; 2Cor 3,7-4,6), se recoja
una composición de testimonia (2Cor 6,14-7,1) y haya alusiones a la angelología judía (1Cor 11,10); afirma: “uno no esperaría
que tales elementos fueran apreciados en comunidades cristianas de semejante trasfondo gentil”.
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90 San Pablo, vida y actividad apostólica

¿Carta unitaria o colección de cartas?

Es cierto que algunas de estas extrañezas suelen explicarse afirmando que 2Cor es
una colección de varias cartas (volveremos sobre este problema en el apartado
sobre la unidad de la carta). A nuestro juicio, este modo de proceder en la investiga-
ción es inadmisible, sobre todo porque se sitúa en un círculo cerrado. Por una parte,
se intenta justificar esta reconstrucción histórica apelando a las aparentes contradic-
ciones de talante y estilo que manifiesta el Apóstol a lo largo de su carta; y por otra,
el contexto histórico resultante se utiliza como clave interpretativa de las dificulta-
des existentes en el escrito. Estamos ante dos problemas distintos, aunque
relacionados, que difícilmente pueden iluminarse mutuamente. El argumento de la
unidad de la epístola debería dilucidarse mediante argumentos de tipo lingüístico y
de contenido de la carta; y es previo a cualquier intento de descripción de las cir-
cunstancias históricas que rodearon este escrito. Es innegable que mucha mayor
importancia posee el hacer una traducción clara, completa, de todos los capítulos de
la epístola, que no desarrollar teorías sobre si ésta es unitaria o está compuesta de
varios escritos.

Argumentos en contra de la unidad de la carta

El problema de la unidad de la carta surge con Joh S. Semler en 1776 100. Este autor
la cuestiona apoyándose en las diferencias llamativas entre c.8 y 9 y entre c.1-7 y
c.10-13. A su juicio, 2Cor sería el resultado de la unión de tres misivas: c.1-8 + c.9 +
c.10-13. Desde entonces los estudiosos discuten sobre la unidad de la carta opo-
niendo argumentos en contra y a favor.

Indiquemos sintéticamente los argumentos que proponen los estudiosos que


consideran que esta carta es el resultado de la unión de varias misivas pauli-
nas escritas en momentos distintos. Son los siguientes:

a) El tono de Pablo es totalmente diferente en las dos secciones. Mientras que


en c.1-9 habla de reconciliación, en c.10-13 aparecen reproches, argumentos
sarcásticos, amenazas (cf. 7,4≠10,2; 8,7≠12,20).
b) En la carta se reflejan situaciones diferentes de la comunidad (cf. 7,7-
10≠10,1-11)
c) No es clara la secuencia entre c.8-9 y c.10-13 (cf. 9,12-15≠12,16-18; 8,16-
17≠12,17-18; 8≠12).
d) En c.1-9 predomina la primera persona del plural, mientras que en c.10-13
es la de singular.

Argumentos a favor de la unidad de la carta

Mencionemos ahora los contraargumentos de aquellos que defienden la inte-


gridad de la carta. Aportan las siguientes razones:

100. J.S. SEMLER, Paraphrasis II Epistolae ad Corinthios. Accessit latina vetus translatio et lectionum varietas (C.H. Hemmerde, Halle
1776).
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Las cartas a los Corintios 91

a) La diferencia de tono de las dos secciones se justifica teniendo en cuenta que


Pablo se dirige a grupos diferentes de personas; además, mientras la sección
primera aborda el ministerio apostólico de forma global, en la segunda se centra
en el contraste personal con sus adversarios.
b) No es evidente la diferencia de situaciones de la comunidad. Por el contrario, las
circunstancias de la comunidad parecen ser bastante semejantes en
ambas secciones: presencia de misioneros contrarios a Pablo (cf. 2,17; 3,1; 4,1-
2; 5,12; 10-13), argumento a favor del ministerio apostólico destacando su
debilidad humana y poder divino (cf. 4,7-12; 12,10); apología (2,14; c.10).
c) El cambio de número en la primera persona puede justificarse suponiendo que
los últimos capítulos los escribió Pablo de su puño y letra. Existía en el
mundo greco-romano la costumbre de utilizar amanuenses para las misivas, pero
normalmente el autor añadía un post-escrito, de más o menos longitud, que
redactaba personalmente.
d) Por lo demás, la transmisión textual ha sido unánime en el contenido unita-
riode la carta.

Breve reflexión sobre los argumentos a favor y en contra de la unidad de la


carta

En realidad, los motivos principales para argumentar que 2Cor es el resultado de un


proceso de edición de varios escritos están principalmente en tres pasajes. No se
olvide que alude en varias ocasiones a otra carta (2Cor 2,4; 7,8.12). a) 2Cor 6,14-7,1
salta a la vista que su contenido no casa con el contexto inmediato (de hecho se ha
argumentado que es una interpolación proveniente de Qumrán), podría venir de
una carta anterior a la que se hace referencia en 1Cor 5,9. b) Es psicológicamente
difícil de aceptar la llamativa “arrogancia” de Pablo en 2Cor 10-13 reclamando su
autoridad, sobre todo después de haber destacado la reconciliación y la alegría a lo
largo de 2Cor 1-9. c) Es extraño que después de hablar acerca de la colecta para los
santos en 2Cor 8, Pablo declare que no es necesario mencionarla a sus destinatarios
(9,1). Por todo ello, la mayoría de los estudiosos considera 2Cor como la unión de
tres escritos diferentes dirigidos a la comunidad de Corinto entre los años 55-57:
c.1-8; c.9 y c.10-13.

Todos estos argumentos necesitarían un estudio exegético detenido, que no es pro-


pio de este manual. En cualquier caso, creemos que hay que defender la unidad de
la carta apoyándonos principalmente en dos argumentos. En primer lugar, la tradi-
ción textual testimonia dicha unidad. Por tanto, la carta tiene que ser interpretada
teniendo en cuenta esa transmisión unitaria. Por otra parte, el objetivo de los últi-
mos capítulos es anular el influjo de los adversarios de Pablo entre los fieles
cristianos; es decir, no aborda un problema generado por la comunidad misma, sino
introducido por personas externas a ella. De ahí que el tono y las expresiones sean
más duros, pues van dirigidos no a los fieles de Corinto, sino a aquellos que Pablo
considera adversarios o enemigos del Evangelio.

No pocos autores han identificado el contenido de los últimos capítulos con la lla-
mada “carta en lágrimas”. Pero varias características lo impiden. Ante todo, dicha
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92 Epistolario paulino inicial

carta fue enviada por Pablo como respuesta a una ofensa que el Apóstol recibió de
alguien en una de sus visitas, pero en estos capítulos no se alude para nada a dicha
ofensa. Su tema central es una defensa del ministerio apostólico frente a unos ata-
ques de algunos procedentes de fuera de la comunidad y con una mentalidad
judaizante. Por lo demás Pablo alude en estos capítulos a una visita que realizará
próximamente a la comunidad, mientras que la “carta en lágrimas” fue redactada
como sustitución de una visita programada. Por ello, estos capítulos finales de 2Cor
no pueden identificarse con esa carta perdida.

Estructura y contenido de la carta

Saludo y alabanza a Dios por librarle de todos los peligros: 1,1-11


• Aclaraciones a la comunidad de Corinto sobre sus viajes: 1,12-2,17
Primera parte: Reflexiones sobre el ministerio apostólico
• La carta de recomendación de Pablo es la comunidad de Corinto: 3,1-3
• El ministerio apostólico supera en gloria al de la antigua alianza: 3,4-18
• La conducta del apóstol: 4,1-6
• La desproporción del ministerio apostólico: 4,7-18
• La esperanza en la glorificación celestial: 5,1-10
• El apóstol es ministro de reconciliación: 5,11-6,2
• Ministro de Dios en tribulaciones y sufrimientos: 6,3-10
• Exhortación a los corintios a compartir la posición de Pablo: 6,11-7,4
• Alegría de Pablo por la noticias traídas por Tito: 7,5-16
Segunda parte: Colecta a favor de la comunidad de Jerusalén
• Invitación a participar con decisión en la colecta: 8,1-15
• Recomendación de Tito y otros dos hermanos para llevar a cabo la colecta: 8,16-24
• Segunda invitación a la generosidad: 9,1-15
Tercera parte: Polémica con los adversarios
• El poder apostólico de Pablo: 10,1-18
• Apología del Apóstol: 11,1-,12,10
• Justificación de su apología: 12,11-19
• En relación a su tercer visita: 12,20-13,10
Conclusión: exhortación y saludos finales: 13,11-13

La cuestión principal que aborda Pablo en esta carta es el ministerio apostólico.


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Las cartas a los Corintios 93

Contenido de la carta

La carta, después del saludo habitual, comienza con una alabanza al Padre por el
consuelo recibido en la última tribulación; una adversidad de características dramáti-
cas, ya que puso al Apóstol en peligro de muerte. Aunque el texto no especifica este
grave peligro, se ha propuesto la revuelta de los plateros o una prisión sufrida en
Éfeso 101. Sigue después una primera parte donde Pablo exalta la gloria del minis-
terio apostólico en comparación con el de la Antigua Alianza (1,12-7,16);
invita a la unión y alejamiento de la idolatría, al mismo tiempo que se muestra con-
tento con las noticias recibidas por boca de Tito.

La segunda parte aborda la cuestión de la colecta en favor de la comunidad cris-


tiana de Jerusalén, recomendando a tres enviados suyos que llevarán a cabo la
recaudación (c.8-9).

La tercera parte es una discusión de Pablo con sus adversarios, donde se burla
de su arrogancia y realiza una apología de su apostolado (c.10-13). Finaliza anun-
ciando una próxima visita y dando algunas indicaciones.

Contenido teológico

El principal tema que recorre 2Cor es el ministerio apostólico. En los prime-


ros capítulos contrapone el ministerio de la Nueva Alianza con el de la Antigua (c.3)
y lo describe como superior: “Si el ministerio de la muerte, grabado en letras sobre
piedra, se realizó con tanta gloria que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el
rostro de Moisés, por el resplandor de su cara, pese a ser un resplandor pasajero,
¡cuánto más glorioso no será el ministerio del Espíritu! Pues si el ministerio de la
condena era glorioso, ¿no será mucho más glorioso el ministerio de la justicia?”
(3,7-9). Reconoce que este ministerio no lo elige el hombre, sino que es un don de
Dios. Por eso, es Dios mismo quien le hizo idóneo para este ministerio: “No es que
por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos nada como realización nuestra;
nuestra capacidad nos viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de la
alianza nueva” (3,5-6). La grandeza del ministerio viene, pues, de Dios; el hombre es
limitado e imperfecto respecto a la vocación. Por eso, Pablo reconoce que lleva este
tesoro en vasija de barro (4,7; cf. 6,4-10). Por tanto, el ministro es un mero colabo-
rador de la acción de Dios, jamás dueño y patrón de la comunidad: “No
pretendemos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo, pues
os mantenéis firmes en la fe” (1,24; cf. 4,5).

Un ministerio, que al nacer de Cristo y estar a su servicio, es de reconciliación:


“Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo sin pedirles
cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por
eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhor-
tara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis
con Dios” (5,19-20). La verdadera tarea del ministro de la alianza nueva es la
reconciliación. Además, como colaborador de Cristo, Pablo se siente responsable
del bien de toda la Iglesia, no sólo de sus comunidades. Por eso llevará a cabo la
101. Cf., por ejemplo, C.G. KRUSE, The Second Epistle of Paul to the Corinthians. An Introduction and Commentary (TNTC;
Eerdmans, Grand Rapids 21989) 68s; J. BECKER, Pablo, 198s.
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94 Epistolario paulino inicial

colecta en favor de la comunidad de Jerusalén (c.8-9) y sufrirá cuando vea a los fie-
les en peligro: “¿Quién enferma sin que yo enferme? ¿Quién tropieza sin que yo me
encienda?” (11,29).

En los capítulos que recogen su apología, se gloría de ser más apóstol que sus
adversarios y de sus privilegios. Pero de lo que realmente se gloría es de su debilidad
para que habite en él la fuerza de Cristo (cf. 12,9).

La colecta a favor de la comunidad de Jerusalén

Como en esta carta habla sobre la colecta a lo largo de dos capítulos, intentaremos
entender cuál era la preocupación que movía a Pablo a llevar a cabo esta iniciativa.

Lo mismo que sobresalís en todo —en fe, en la palabra, en conocimiento, en


empeño y en el amor que os hemos comunicado—, sobresalid también en esta obra
de caridad. No os lo digo como un mandato, sino que deseo comprobar, mediante el
interés por los demás, la sinceridad de vuestro amor. Pues conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enri-
queceros con su pobreza (2Cor 8,7-9).

El Apóstol utiliza diferentes nombres para designar la colecta promovida por él en


favor de los cristianos de Jerusalén. En su comentario a 1Cor, Gordon D. Fee, estu-
diando 16,1-4, donde Pablo especifica cómo los corintios han de llevar a cabo la
recaudación del dinero, ofrece el elenco de los sustantivos paulinos y lo comenta
con las siguientes palabras: “Pablo se refiere a esta colecta en términos pletóricos de
contenido teológico: ‘participación/comunión’ (2Cor 8,4; 9,13; Rm 15,26), ‘servicio’
(2Cor 8,4; 9,1.12.13; Rm 15,31), ‘gracia’ (2Cor 8,4.6.7.9.19), ‘bendición’ (2Cor 9,5) y
‘servicio divino’ (2Cor 9,12; cf. Rm 15,27). Todo esto sumado sugiere que la ‘colec-
ta’ no era una simple cuestión monetaria, sino que para Pablo se trataba de una
respuesta activa a la gracia de Dios que no sólo atendía las necesidades del pueblo
de Dios sino que era además una especie de acto de culto al propio Dios, que
redundaba en acción de gracias a Dios y en un vínculo de comunión entre ‘los san-
tos’ en diversas regiones del imperio” 102.

En efecto, llama la atención el uso que el Apóstol hace de algunos términos


litúrgicos para referirse a esta cuestación a favor de Jerusalén. Por ejemplo, en
los c. 8-9 de 2Cor encontramos bastantes palabras utilizadas en relación con el culto
a los dioses o que aluden al culto judío del Templo de Jerusalén; entre otras, el
verbo epiteleô (cumplir, realizar), utilizado con frecuencia para referirse al cumpli-
miento de las obligaciones religiosas; diakonía (servicio), que designa a veces el
servicio cultual; eulogía (alabanza), que se refiere a la bendición de alabanza divina;
eucharistía, que como es bien sabido significa “acción de gracias”, explícitamente
referida a la acción de gracias a Dios Padre; leitourgía, término que sirve para desig-
nar el servicio religioso que el pueblo judío tributa en el Templo de Jerusalén. De
102. G.D. FEE, Primera epístola a los Corintios (Nova Creación-Grand Rapids-W.B. Eerdmans, Buenos Aires 1994) 920.
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Las cartas a los Corintios 95

igual modo, también en Rm 15,14-32 Pablo vuelve a subrayar la dimensión cultual


de la colecta; estos breves versículos están repletos de la terminología cultual: lei-
tourgós (servidor en el culto), hierourgéô (realizar un servicio santo), prosforá
(presentación de ofrendas), etc.

De igual modo, Pablo insiste en que este don ofrecido multiplicará la acción de gra-
cias a Dios (2Cor 9,11-13). Ciertamente con estas palabras alude al agradecimiento
de los cristianos que habitan en Jerusalén, pero no sólo: el Apóstol indica explícita-
mente que esta limosna será beneficiosa para los necesitados de Jerusalén y también
para todos los cristianos generando una abundancia de acción de gracias a Dios.
¿De qué manera se verán “todos” (v.13) beneficiados por este gesto de caridad de
los corintios en favor de la comunidad jerosolimitana?

La ayuda material ofrecida a los necesitados de la ciudad santa es considerada por


Pablo como un intercambio. Seguramente el texto que expresa mejor esta concep-
ción es 2Cor 8,13s: “Pues no es para holgura de otros y para vosotros estrechez,
sino para igualdad. En el momento actual vuestra abundancia sea para su necesidad,
para que también la abundancia de ellos llegue a ser para vuestra necesidad; así
habrá igualdad”. En este texto, Pablo está describiendo una situación presente; por
tanto, no puede estar pensando en que mañana la comunidad de Jerusalén devolverá
la ayuda material que ha recibido de los corintios, algo verdaderamente improbable.
Más bien el Apóstol está explicando el intercambio presente, sin especificar cuál es
la abundancia y la carencia de unos y otros, aunque ambas se compensan. Es fácil
deducir que la carencia de los de Jerusalén es de carácter económico, y por tanto es
la riqueza material que poseen los corintios la que ayuda a la comunidad cristiana de
la ciudad santa. En cuanto a la riqueza de los cristianos de Palestina no puede ser
material, pues se afirma que su situación es de penuria; por tanto, hemos de suponer
que se refiere a algo espiritual. Ciertamente la riqueza de los cristianos que habitan
en Jerusalén y la tierra de Israel es haber sido testigos de los acontecimientos a los
que los fieles de Corinto se adhieren al compartir la fe difundida en el imperio
romano desde Jerusalén. Por tanto, así como los cristianos de la ciudad santa
han enriquecido con bienes espirituales a todos los habitantes del imperio
romano, y en concreto a los corintios, de igual modo éstos tienen que com-
partir con aquéllos sus bienes materiales (cf. Rm 15,27).

De este modo, la holgura con que viven unos será remedio para la falta de los otros:
los corintios compartiendo sus bienes materiales mitigan las carencias de los jerosoli-
mitanos, mientras que el conocimiento y familiaridad con el acontecimiento cristiano
de éstos remediará la ignorancia y extrañeza de aquéllos respecto a lo sucedido en la
tierra de Judea (2Cor 8,14). Dicho de otro modo, el anuncio evangélico les ha llegado
gracias a la comunidad cristiana de la ciudad santa; puesto que ellos han sido enrique-
cidos con la fe, gracias al ímpetu misionero de los primeros cristianos, ahora deben
compartir sus riquezas materiales para remediar la necesidad de los santos de
Jerusalén. Se trata de un gesto libre, pues cada uno da según sus posibilidades y
voluntad, pero la libertad se mueve en relación a la conciencia del don recibido de la
comunidad madre de Jerusalén. Es el agradecimiento por el bien presente que expe-
rimentan, por el cambio de vida que ha generado la fe recibida, lo que mueve la
voluntad de los corintios, no la imposición de un mandato del Apóstol.
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96 Epistolario paulino inicial

La predicación del Evangelio por todo el mundo ha exigido que los apóstoles y
seguidores de Jesús abandonaran su patria y lugares donde habitaban, se han visto
obligados a dejar familias y trabajo; en una palabra se han empobrecido material-
mente. Es muy probable que tales circunstancias, vividas por Pablo en su propia
carne, hayan favorecido la referencia a la encarnación de Jesús para motivar la gene-
rosidad de los corintios: “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el
cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza”
(2Cor 8,9). Comentando este versículo, Margaret E. Thrall hace notar que “la cues-
tión está subrayada por el di’ hymas: los mismos corintios son los beneficiarios de
este empobrecimiento” 103. En efecto, ellos son los que se han enriquecido con la
experiencia salvífica que los misioneros llegados de Judea compartieron con ellos.
Por eso son deudores de aquellos que se han hecho pobres por difundir el
Evangelio (cf. 2Cor 9,13; Rm 15,27). Y así, éstos que experimentan la penuria
por su decisión de compartir con los demás la gran riqueza del encuentro
con Cristo, se verán aliviados cuando reciban la ayuda material abundante de
las comunidades paulinas (cf. 2Cor 8,14).

Los adversarios de Pablo en Corinto

En la segunda carta a los Corintios se percibe con claridad la existencia de un


grupo que se opone o rechaza la autoridad de Pablo 104. Pero no está claro quiénes
son estos adversarios. Es todavía un debate abierto entre los estudiosos. Las pro-
puestas defendidas podríamos clasificarlas en cuatro grandes grupos: 1) quienes
identifican el pensamiento de estos adversarios con el gnosticismo; 2) quienes los
consideran judaizantes provenientes o en contacto con la iglesia de Jerusalén; 3)
aquellos que identifican en ellos elementos pneumáticos o místicos entusiastas,
considerándose los verdaderos apóstoles; 4) otros los identifican con apologistas
cristianos juedeohelenistas, semejantes a los misioneros itinerantes judíos. La com-
binación de estas cuatro grandes posiciones ha llevado a crear unas once teorías
diferentes. Pese a sus diferencias, en estas teorías hay un denominador común: los
adversarios son cristianos.

Sin embargo, si tenemos en cuenta algunos datos de la carta deberíamos abrirnos a


otra posibilidad. Teniendo en cuenta los c.1-7, Pablo litiga con gente que es
claramente judía. Ya desde el comienzo de la carta (1,3s), alude a que los corintios
comparten con él los mismos sufrimientos, y éstos son identificados con los de
Cristo: “porque lo mismo que abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo…”
(v.5). Con toda probabilidad, al hablar de sufrimientos, Pablo está pensando en una
persecución u hostilidad que sufren los corintios por ser cristianos. ¿Quiénes son
los causantes? Muy probablemente los judíos no creyentes. Al igual que en
Galacia, éstos intentan separar a la comunidad de Pablo, para que así se acaben
separando del Evangelio.

En la carta hay varios modos de designar a estos adversarios. Así en 4,3-4 leemos:
“Y si nuestro Evangelio está velado, lo está entre los que se pierden, los incrédulos,
cuyas mentes ha obcecado el dios de este mundo para que no vean el resplandor del
Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios”. En este pasaje se ven cla-
103. M. THRALL, The Second Epistle to the Corinthians, 532.
104. Véase, por ejemplo, 2Cor 3,1-18; 11,4; 11,22-23.
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Las cartas a los Corintios 97

ramente que los que se pierden (apollyménois) son los mismos que son llamados
después incrédulos (ápistoi). Quiénes se esconden detrás de estos epítetos, según
Margaret Thrall no es difícil deducirlo: “Los apollymenoi deben ser no cristianos,
puesto que en el v.4 son identificados con los apistoi. Los judíos incrédulos de
Corinto (cf. Hch 18,4-6) deben de estar principalmente en el punto de mira” 105.

En otro lugar de la carta, los mismos adversarios son denominados los muchos
(polloí; 2,17) y se da una característica suya: “negocian con la palabra de Dios”; un
juicio que vuelve aparecer en 4,2: adulteran la palabra de Dios. En los capítulos fina-
les de la carta volverá a describirlos con palabras semejantes: “Esos tales son falsos
apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo” (11,13). Todos
estas expresiones designan a judíos hostiles al Evangelio. Es más, en el c.3
compara la antigua y nueva alianza; donde es claro que allí se está refiriendo a judíos
no creyentes, que siguen leyendo el Antiguo Testamento con un velo en los ojos
que les impide entender correctamente su sentido (3,14) 106.

Autenticidad, lugar y fecha de composición

Esta carta ha inspirado al autor de la Carta a Diogneto y algunas expresiones de las


cartas de Ignacio de Antioquía. Teófilo de Antioquía e Hipólito la citan. Ireneo
(Adversus Haereses 3,7,1), Clemente de Alejandría (Stromata 4,16,100), Tertuliano (De
pudicitia 13) y el Canon Muratori la atribuyen a Pablo. Ciertamente los primeros
escritores cristianos recurren menos a ella que a 1Cor, pero puede deberse a que es
menos doctrinal y mucho más personal.

Por lo demás, es difícil atribuirla a un falsario, pues refleja con claridad el tempe-
ramento impetuoso y la conciencia apostólica de Pablo. Además, refleja una
situación bastante complicada para Pablo respecto a sus adversarios, que ciertamen-
te ningún discípulo o seguidor suyo habría imaginado de no ser cierto. Por ello,
ningún autor duda de la autenticidad paulina de esta carta.

Según algunas anotaciones de la propia carta, fue escrita en algún lugar de


Macedonia (2,12s; 7,5s; 8,1; 9,2); probablemente algún tiempo después de dejar
Éfeso. Respecto a la fecha, los estudiosos no se ponen de acuerdo y suelen colocarla
entre los años 55-57.

105. M. THRALL, The Second Epistle to the Corinthians, 305.


106. Para una mayor información sobre los adversarios en 2Cor véase J. CARRÓN PÉREZ, “Los adversarios de San Pablo en 2
Corintios”: Estudios Bíblicos 57 (1999) 163-187.
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98 Epistolario paulino inicial

CONCLUSIÓN
Pablo permaneció en Corinto un año y medio, lo que favoreció unos vínculos
fuertes con la comunidad cristiana que suscitó en esta ciudad por medio de su
predicación. Las dos cartas que nos han llegado dirigidas a los Corintios no
son las únicas que el Apóstol escribió, como él mismo testimonia en ambas
misivas.

La primera contiene una temática variada, pero la mayoría centrada en la


comunidad y sus asambleas. Cabe destacar los siguientes temas: virginidad y
matrimonio, la carne inmolada a los ídolos, reuniones litúrgicas y la resurrec-
ción de Jesús y de los cristianos. La carta se ha atribuido siempre a Pablo. Es
probable que la escribiera durante su estancia en Éfeso, desde donde mantu-
vo una relación muy estrecha con la comunidad corintia. La fecha de
redacción que suele atribuírsele es el año 54/55.

La segunda es una apología del ministerio apostólico frente al de la antigua


alianza y una autodefensa de las acusaciones que le dirigían sus adversarios,
que muy probablemente eran judíos hostiles al Evangelio. Hay también dos
capítulos dedicados a promover y organizar la colecta en favor de la comuni-
dad madre de Jerusalén. No sabemos con seguridad el lugar donde la escribió;
es probable que fuese alguna de las ciudades de Macedonia. Los estudiosos
no se ponen de acuerdo en la fecha de su redacción; suele señalarse alguno de
los años entre el 55 y 57.

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. San Pablo escribió 1Cor para responder a algunas preguntas hechas


por la comunidad............................................................................................ V F

2. En 1Cor Pablo habla de la resurrección.................................................... V F

3. Quien redactó 2Cor fue un discípulo de san Pablo................................... V F

4. En 2Cor san Pablo hace una apología del ministerio apostólico............. V F

5. 2Cor es la unión de varias misivas de san Pablo a la comunidad............ V F


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Tema
Cartas a los Gálatas y los Romanos
3

I. La carta a los Gálatas

¿Quiénes son los gálatas?

A diferencia de las otras cartas, ésta no va dirigida a una comunidad establecida en


una ciudad, sino “a las iglesias de Galacia” (1,2). ¿En qué comunidades está pensan-
do Pablo? Los estudiosos discuten sobre cuál es el territorio que hay que atribuir a
los gálatas, pues se suele distinguir entre la Galacia del norte y la del sur. La primera
está formada por los territorios de Tavium, Ancira y Pesinunte, donde durante el
siglo III a.C. se establecieron unas tribus celtas procedentes de las Galias. Mientras
que la Galacia del sur incluye la regiones de Pisidia, partes de Licaonia, Panfilia,
Paflagonia y Cilicia. Sabemos por Hch 13-14, que Pablo misionó algunas de estas
regiones durante su primer viaje; ninguna información, sin embargo, nos ha llegado
respecto a la Galacia del norte. Es incluso posible que, durante los llamados años
desconocidos, Pablo desarrollase una labor misionera en algunas zonas más o
menos cercanas a Tarso de Cilicia (cf. 1,23) 107.

La región de Galacia se cita varias veces en el Nuevo Testamento 108. Algunos han
sugerido que la carta va dirigida al grupo étnico que habitaba en estas regiones. Pero
es más probable que Pablo esté pensando en las comunidades de la región de
Galacia; comunidades que hay que situar en la Galacia del sur. Por lo demás,
no es algo inusual que Pablo se refiera en sus escritos a las comunidades por las
provincias donde residen: iglesias de Asia (1Cor 1,19), de Macedonia (2Cor 8,1), de
Acaya (2Cor 9,2). Por eso, sería normal que al aludir a las comunidades de
Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe se refiera a ellas como las iglesias de
Galacia.

107. Los estudiosos no se ponen de acuerdo. Defienden la localización del Norte: J.B. Lightfoot, J. Knabenbauer, A. Loisy,
M.-J. Lagrange, F. Prat, H. Lietzmann, D. Buzy, G. Ricciotti. Otros prefieren la Galacia del Sur: G. Perrot, W.M. Ramsay, Th.
Zahn, V. Weber, E. Le Camus, E. De Witt Burton, G.S. Duncan, F. Amiot.
108. Cf. 1Cor 16,1; 2Tm 4,10; 1Pe 1,1; Hch 16,6; 18,23.
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100 Epistolario paulino inicial

Cristianos procedentes del mundo gentil

La presencia del culto imperial, de las religiones mistéricas y oficiales son patentes
en la región de Galacia, sobre todo en sus ciudades más importantes, pues en ellas
encontramos vestigios de culto a Cibeles, Mitra, Zeus, Esculapio… Es, pues, una
región pagana. ¿Hemos de deducir, por tanto, que los destinatarios de esta carta
provienen del paganismo? Algunos rasgos señalados en la carta hacen pensar que
los cristianos a quienes se dirige la misiva proceden de la gentilidad: no están circun-
cidados ni practican las normas de la Ley (3,2.5; 4,21; 5,2-4; 6,12). Por otro lado,
Pablo insiste varias veces en este escrito que su predicación entre los gentiles es
voluntad de Dios y ha sido reconocida por los apóstoles (1,16; 2,2.7-9; 3,8). Además
está la afirmación de 4,8 que normalmente es entendida como una clara referencia
al origen pagano de los destinatarios de la carta: “Cuando no conocíais a Dios, erais
esclavos de seres que en realidad no son dioses”.

¿Vinculados al judaísmo?

Sin embargo, los versículos posteriores parecen señalar en otra dirección: “Mas
ahora que habéis conocido a Dios, o, mejor dicho, que Dios os ha conocido, ¿cómo
os volvéis de nuevo a esos elementos sin eficacia ni contenido y queréis volver a ser
sus esclavos como antes? Observáis días, meses, estaciones y años” (v.9-10). Aquí el
Apóstol alude a las fiestas judías, pues en el paganismo no se daba la santificación
del tiempo. Además la expresión “volvéis otra vez (epistréphete pálin)” implica una
vinculación anterior con las prácticas judías. Por eso pensamos que estos cristia-
nos, si bien es cierto que no estaban circuncidados, es muy probable que
tuvieran una relación con el judaísmo, una cierta vinculación a la sinagoga
en cuanto temerosos de Dios. Además, sorprende que los razonamientos desa-
rrollados por Pablo en su escrito estén tan insertados en la historia de Israel. Alguna
relación de los destinatarios de la carta con el judaísmo tiene que ser supuesta, pues
Pablo se dirige a cristianos que tenían un conocimiento del judaísmo 109.

En cualquier caso, no es clara la composición social de estas comunidades ni en qué


lugares estaban asentadas, pues no se hace mención a ningún lugar ni se nombra a
ninguna persona o grupo definido. Por ello, algún autor ha llegado a sugerir que esta
carta sería una “carta modelo” que luego era adaptada según las necesidades.

Ocasión de la carta

Según nos informa la carta, Pablo permaneció en esta región a causa de una enfer-
medad (Gál 4,13s); aunque fue recibido por los habitantes de aquellas tierras como
un ángel, como si fuera Cristo mismo. Es probable, pues, que no estuviera en sus
planes una estancia larga en esta región. El escrito paulino no ofrece ningún dato
sobre las fechas de este viaje, como tampoco Hechos (cf. 16,6 [segundo viaje]; 18,23
[tercer viaje]), que por lo demás no alude a ninguna enfermedad de Pablo. Dado que
la carta hace mención a los dos viajes del Apóstol a Jerusalén y al incidente de
Antioquía, la fecha de redacción de esta carta que deducen los estudiosos depende
de si la segunda visita a Jerusalén se identifica o no con el concilio de Jerusalén (año
109. Resulta difícil entender que cristianos provenientes de la gentilidad, sin una fascinación o vinculación con el judaísmo, se
sintieran seducidos por la circuncisión; algo tan contrario a la sensibilidad pagana.
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 101

49). En cualquier caso, estas comunidades de Galacia han sido fundadas por él (1,8s;
4,19), y es muy probable que las visitará al menos una segunda vez, como se deduce
de 4,13 y de las normas dadas para la colecta en 1Cor 16,1.

Pablo, apóstol no de parte de hombres ni por mediación de ningún hombre, sino por
Jesucristo y Dios Padre, que lo resucitó de entre los muertos, y todos los hermanos
que están conmigo, a las iglesias de Galacia: Gracia y paz de parte de Dios, nues-
tro Padre, y del Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros pecados para librarnos
de este perverso mundo presente, conforme al designio de Dios, nuestro Padre. A él
la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Gál 1,1,-5).

El saludo inicial de la carta y la despedida muestran que la escribió Pablo, pero que
no estaba solo cuando la redactó (cf. 1,1-2). ¿Desde dónde la escribió? No lo sabe-
mos. Sí podemos deducir cuál fue el motivo que le llevó a escribir: quiere hacer
frente a un problema surgido en estas comunidades a causa de la presencia
de unos predicadores venidos de fuera, y que hechizando a los gálatas, los están
apartando de la verdadera fe al proponer un evangelio diferente (1,6-9). Los sucesos
a los que alude tuvieron lugar poco después de la fundación de estas comunidades
(1,6). El problema en cuestión es abordado desde el comienzo: “(Jesucristo) se
entregó por nuestros pecados para librarnos de este perverso mundo presente”
(1,4). Toda la carta está centrada en la justificación por la fe y no por las
obras de la Ley 110. Pablo expone en ella cómo se pertenece al pueblo de Dios: ya
no es la raza ni la circuncisión, sino la fe en Cristo Jesús.

Estructura y contenido

Estructura de la carta

Citamos el esquema que ha propuesto A. Vanhoye para esta carta 111.

• Saludo inicial: 1,1-5


• Reprensión y toma de posición de Pablo que introduce la finalidad de la carta:
1,6-10
• Argumentos autobiográficos: 1,11-2,21. Vanhoye señala tres secciones: a) El
Evangelio de Pablo no proviene de hombres sino de una revelación divina (1,11-
24); b) El Evangelio de Pablo fue aprobado por los notables de Jerusalén
(2,1-10); c) Pablo manifiesta la coherencia de su posición en Antioquía frente a
Pedro (2,11-21)
• Argumentos existenciales y de Escritura: 3,1-5,12. Subdivide en a) La experiencia
cristiana (3,1-5); b) Argumento de Escritura: Abrahán (3,6-29); c) Conclusión
(4,1-11); d) Recuerdos personales (4,12-20); e) Argumento de Escritura: los dos
hijos de Abrahán (4,21-31); f) Conclusión (5,1-12)
110. Véase, por ejemplo, 1,4; 2,16-21; 3,7-11.21-29; 5,3-6.
111. A. VANHOYE, Lettera ai Galati. Nuova versione, introduzione e commento (LB.NT 8; Paoline, Milano 2000) 26-27.
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102 Epistolario paulino inicial

• Consejos y exhortación: 5,13-6,10


• Epílogo autógrafo: 6,11-18

Contenido de la carta

Comienza con la habitual introducción, pero sin acción de gracias. Después pasa a
exponer el tema o problema que quiere abordar, con tono claramente de repren-
sión. El cuerpo de la carta se puede dividir en tres grandes partes. La primera parte
(1,11-2,14) es una defensa personal de Pablo, donde afirma la procedencia divina
de su autoridad apostólica y explicita su relación con la comunidad de Jerusalén.
La segunda (2,15-4,31) aborda el tema principal: la salvación viene por la fe no
por la circuncisión y el cumplimiento de la Ley. La tercera (5,1-6,10) proclama la
libertad cristiana que nace del Espíritu. Se concluye con una pequeña recapitula-
ción y saludo final (6,11-18).

¿Quiénes son los llegados de fuera?

Comencemos señalando la clara distinción que aparece en el escrito entre los desti-
natarios y aquellos que se han introducido desde el exterior. En palabras de
Murphy-O’Connor: “En la carta escrita a los Gálatas, Pablo traza una clara distin-
ción entre sus convertidos, a los que se dirige como a ‘vosotros’ (p. ej. Gál 3,1-5) y
los otros, a los que se dirige despreciativamente como ‘ciertas personas’ (1,7), ‘algu-
no’ (1,9), ‘ellos’ (4,17;6,13): ¡en la antigüedad no se otorgaba ninguna publicidad
gratuita a los adversarios! El indicio claro de que estos últimos eran extraños infil-
trados son los verbos utilizados para definir su actividad: ‘turbar, pervertir,
confundir’ (1,7; 5,10), términos que pertenecen al lenguaje político del tiempo y
caracterizan la actividad de agitadores que intervienen para destruir una situación
precedentemente pacífica” 112.

¿Son judeocristianos?

Si la distinción de ambos grupos es clara, no resulta tan fácil identificar a los que
perturban a la comunidad (1,7). De hecho, los estudiosos no se ponen de acuerdo.
A lo largo de los últimos siglos, los estudiosos han identificado a estos misioneros
llegados a las comunidades de Galacia con muy diferentes grupos: miembros de la
comunidad de Jerusalén, judeo-cristianos judaizantes, pneumáticos radicales, gnósti-
cos, miembros de la comunidad de Antioquía, etc 113. Que no pueden venir de
Antioquía está claro porque en esa comunidad se daba una convivencia entre los
cristianos procedentes del judaísmo y del paganismo y porque las dificultades con
Pedro surgen con la llegada de algunos venidos de parte de Santiago. El lugar de
procedencia de estos perturbadores, por tanto, es probable que sea Jerusalén. La
dificultad es saber si son judíos o judeocristianos. La mayoría de los comentaristas
de la carta los identifican con los judeocristianos vinculados a la observancia de las
normas de la Ley y a la práctica de la circuncisión.

112. J. MURPHY-O’CONNOR, Vita di Paolo, 221.


113. R. LONGENECKER, Galatians (WBC 41; Word Books, Dallas 1990) LXXXVIII-XCIV, recoge en estas páginas un amplio
elenco de identificaciones del grupo que se ha infiltrado en las comunidades de Galacia.
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 103

¿Son judíos celosos?

No obstante, hay rasgos o características de estos infiltrados que concuerdan


mejor con una pertenencia al judaísmo que se opuso a Cristo y sus discípu-
los (cf. 1,7; 4,21-31; 5,11-12). Es posible, pues, que el intento de introducir otro
evangelio coincida con una estrategia de judaizar a aquellos que, tanto judíos como
temerosos de Dios, se habían adherido a la predicación cristiana.

Pablo los llama “falsos hermanos” (2,4; semejante 2Cor 11,26) y afirma con claridad
que proponían la circuncisión como medio para alcanzar la salvación (5,2s.6; 6,12s).
Incluso su rechazo violento de los perturbadores manifestado en 5,12 (“¡Ojalá se
mutilasen los que os soliviantan!”) armoniza mejor con judíos opuestos al Evangelio
que con judeocristianos. Difícilmente pueden identificarse a estos infiltrados con los
apóstoles o gente vinculada a ellos, pues Pablo deja bien claro en su escrito que
éstos no le impusieron la circuncisión y aceptaron su misión entre los gentiles
(2,26). Por lo demás, las referencias a la esclavitud de la Ley, con su ejemplo de Agar
y Sara (4,1-5.21-31), y a la observancia de sus prácticas (4,8-10) parecen indicar un
contexto más bien judío. Ciertamente la comparación entre las dos alianzas simboli-
zadas en Agar y Sara (4,21-31) sólo es explicable dirigida al Israel que ha rechazado
a Cristo. Es más, la relación Sinaí y Arabia (islamitas)-Jerusalén (v.25) es muy signifi-
cativa para entender quiénes son los que causan problemas en las comunidades de
Galacia: el judaísmo oficial, que incluso ha llegado a tomar decisiones persecuto-
rias contra los cristianos (4,29; 5,11).

Sin embargo, los estudiosos tienden a identificar estos predicadores con cristianos
judaizantes; incluso es la hipótesis de lectura que se puede identificar en algunos de
los comentarios patrísticos 114. El P. Lagrange en su comentario a esta carta y en un
artículo publicado en Revue Biblique ha demostrado que estos predicadores eran
radicales y proponían un Evangelio diferente, pues negaban la eficacia de la obra de
Cristo. Estamos, pues, no ante una posición cristiana, sino contraria al cristianis-
mo 115. El mismo Pablo no duda en recurrir al anatema contra estos predicadores
(1,8s). Ciertamente los falsos hermanos no pertenecen a la comunidad cristia-
na, ya que se comportan de modo diferente a lo establecido por las autoridades
cristianas de Jerusalén (cf. 2,3-9).

El conflicto de Antioquía

Es posible que el conflicto con Pedro en Antioquía indique igualmente a los judíos
como adversarios. Pablo nos informa sobre algunos enviados por Santiago y cómo
coincidiendo con su llegada Pedro y los demás judíos de la comunidad antioquena,
incluso hasta Bernabé, se retiran de la convivencia con los cristianos procedentes de
la gentilidad por temor a los partidarios de la circuncisión (2,12). Ciertamente estos
predicadores vienen de Jerusalén, y seguramente enviados por Santiago, aunque no
necesariamente con el encargo de obligar a circuncidar a los cristianos procedentes
de la gentilidad. Semejante situación sería contradictorio con lo que reconoce Pablo
en su carta. Además, la carta no contiene una crítica o juicio negativo contra el pro-
114. JERÓNIMO, In Epist. ad Gal., 5, 4: PL 26, 424; AGUSTÍN, Exp. Epist. ad Gal.: PL 35, 2105s.
115. M.-J. LAGRANGE, Épître aux Galates (Gabalda, Paris 31926); XXIX-LVIII; Idem, “Les judaisants de l’Épître aux
Galates”: RB 14 (1917) 138-67.
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104 Epistolario paulino inicial

ceder de Santiago. Más bien, parece que éste quiere ponerles en guardia frente a una
amenaza. ¿De qué peligro se trata? Es probable que las autoridades judías hubieran
tomado decisiones contra aquellos judíos que no vivían su pertenencia a la religión
judaica según la Ley mosaica; algunas referencias parecen indicarlo (3,4; 4,29; 6,12).
En cualquier caso, Pedro y los demás cristianos judíos saben que la justificación no
viene de la observancia de la Ley, sino de la fe en Jesús (2,16s). Al igual que
Abrahán, su descendencia verdadera está formada por quienes viven de la fe (3,7-
29). Por eso, no tiene sentido alguno obligar a circuncidar a los que provienen de la
gentilidad y someterlos a la observancia de la Ley.

Peligro de persecución

Al final de la carta parece resumir el problema abordado con estas palabras: “Los
que buscan aparecer bien en lo corporal son quienes os fuerzan a circuncidaros;
pero lo hacen con el solo objetivo de no ser perseguidos por causa de la cruz de
Cristo. Pues ni los mismos que se circuncidan observan la ley, sino que desean que
os circuncidéis para gloriarse en vuestra carne” (6,12s). Aquí está refiriéndose Pablo
al grupo que promueve la circuncisión entre los miembros de las comunidades de
Galacia y el motivo de su obrar es juzgado por Pablo no sólo de vanagloria, sino el
evitar ser perseguidos a causa de su adhesión a Cristo. Luego podemos deducir que
entre los perturbadores se hallaban cristianos provenientes del judaísmo que volvie-
ron a las prácticas de la Ley e intentaban convencer a los otros cristianos a hacer lo
mismo (4,21).

Por otra parte, los infiltrados no sólo proponen una predicación que Pablo identifi-
ca con otro evangelio, algo que le enciende la sangre y le lleva a proferir una
maldición contra quien predique un evangelio distinto al que él ha proclamado, sino
que también buscan presumir ante otros de que ellos han conseguido que los fieles
de Galacia volviesen al redil del judaísmo (4,17; 6,12s). Comentando este último
texto, R. Fabris dice: “Para evitar represalias de los ambientes integristas de
Jerusalén, los nuevos predicadores aplican a los convertidos el estatuto de los prosé-
litos o simpatizantes del judaísmo. Estos no sólo quieren evitarse problemas, dice
Pablo, sino que además tienen empeño en quedar bien delante de los judíos de
Jerusalén presentando a los nuevos creyentes como afiliados al judaísmo” 116. En rea-
lidad, estas palabras casan mejor con un grupo vinculado al judaísmo ortodoxo que
a judíos que se han adherido al cristianismo. Sólo la resistencia a admitir que las difi-
cultades y persecuciones son provocadas por los judíos impiden entender de un
modo correcto estas afirmaciones de Pablo.

Quizá el comienzo del c.2 pueda ayudarnos a comprender mejor la situación.


Generalmente las traducciones suelen incluir varios puntos suspensivos en estos pri-
meros versículos, indicando de este modo que estamos ante anacolutos o, dicho de
otro modo, ante un pensamiento desarrollado a trompicones. Pero teniendo en
cuenta el influjo arameo podemos traducir del modo siguiente: “Pero ni Tito, que
estaba conmigo, siendo griego fue obligado a circuncidarse, incluso a pesar de los
intrusos falsos hermanos que se infiltraron subrepticiamente para espiar nuestra
libertad, la que tenemos en Jesucristo, con el fin de esclavizarnos. Pero ni por un
momento cedimos doblegándonos ante ellos, para que la verdad del Evangelio se
116. R. FABRIS, Pablo. El apóstol de las gentes (San Pablo, Madrid 1999) 353.
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 105

mantenga entre vosotros. Cuáles fueron en otro tiempo algunos de los considerados
ser algo (= algunos de los constituidos en autoridad dentro de la Iglesia), a mí nada
me importa, Dios no es aceptador de personas; a mí ciertamente los que eran consi-
derados nada me añadieron” (2,3-6). De estas afirmaciones podemos deducir que
Pablo replica no a cristianos de tendencia judaizante, sino a judíos hostiles al
Evangelio, observantes y conocedores de la Ley, que parecen despreciar a Pedro y
los apóstoles por su ignorancia de la Ley. A éstos les dice que si el que hoy es cabeza
de la Iglesia, Pedro, y con él otros más de los Doce, fueron anteriormente unos
humildes pescadores, no ve en ello absolutamente nada de escándalo o de despresti-
gio, porque Dios, a la hora de elegir hombres para su obra, no presta atención a los
títulos humanos de nobleza o de rango, que eso es afirmar de él no ser aceptador de
personas.

Principales rasgos teológicos

Justificación por la fe

La cuestión central a la que intenta hacer frente Pablo con este carta es la circunci-
sión que se quiere imponer a los cristianos de Galacia. Basta leer este pasaje de la
misiva para que aparezca con claridad la preocupación del Apóstol: “Para la libertad
nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no dejéis que vuelvan a someteros
a yugos de esclavitud. Mirad: yo, Pablo, os digo que, si os circuncidáis, Cristo no os
servirá de nada. Y vuelvo a declarar que todo aquel que se circuncida está obligado
a observar toda la ley. Los que pretendéis ser justificados en el ámbito de la ley,
habéis roto con Cristo, habéis salido del ámbito de la gracia” (Gál 5,1-4). También
en el inicio de la carta Pablo afirma con radicalidad cuál es el origen de la salvación
de todos los hombres: “… del Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros peca-
dos para librarnos de este perverso mundo presente, conforme al designio de Dios,
nuestro Padre” (1,4); declaración que se repite a lo largo de toda la carta (2,16.21;
3,13-14.21-22.26; 4,4-5; 5,1-4; etc.). Ciertamente la Ley no puede salvar porque el
hombre es incapaz de observar sus mandamientos.

El tema principal de la misiva paulina es la justificación, que viene por la fe en


Cristo Jesús, no por la circuncisión y el cumplimiento de la Ley.

La cuestión central de la carta es la fe en Cristo: es Él quien nos justifica, no las


obras de la Ley (2,16.19-20; 5,1-4.6). No es decisiva la circuncisión ni la obser-
vancia de la Ley (2,16.21; 5,2), sino la fe en Cristo (3,8.11.24). Él, con su
muerte, nos ha reconciliado con el Padre. Por tanto, la discusión que el Apóstol
establece con los que perturban las comunidades de la Galacia no está centrada en
una cuestión moral, sino cristológica: si la Ley sigue vigente, si es necesaria para la
justificación, entonces Cristo no tiene ningún valor. Así lo afirma explícitamente en
Gál 2,21: “Si la justificación es por medio de la ley, Cristo habría muerto en vano”.
Pero en realidad la Ley, en cuanto código o letra muerta, no puede salvar; al máxi-
mo sirve sólo para hacernos conscientes del pecado. El único salvador es Cristo,
que murió por nuestros pecados. Por ello, poco importa la circuncisión; lo decisivo
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106 Epistolario paulino inicial

es la fe en Cristo, que se expresa en la ley del amor: “En Cristo nada valen la cir-
cuncisión o la incircuncisión, sino la fe que actúa por el amor” (5,6). Por tanto, la
liberación de la Ley no es para caer en el libertinaje, sino para vivir en el amor al
prójimo (5,14; 6,2).

Los paganos, miembros del pueblo de Dios

Los paganos no necesitan circuncidarse para ser miembros del pueblo de


Dios. La descendencia de Abrahán no coincide con la raza, ni se entra a formar
parte de la elección por la circuncisión. Mediante una exégesis típicamente rabínica,
Pablo pone de manifiesto que se es descendiente de Abrahán, no por la ley, sino por
la fe: “Lo mismo que Abrahán: creyó a Dios, y le fue contado como justicia. Reconoced,
pues, que hijos de Abrahán son los de la fe. En efecto, la Escritura, previendo que
Dios justificaría a los gentiles por la fe, le adelantó a Abrahán la buena noticia de
que por ti serán benditas todas las naciones” (3,6-8). Ya desde el comienzo de la elección
divina, Abrahán recibió la promesa de que en él serían bendecidas todas las nacio-
nes. Esta promesa de bendición llega a todos los paganos por medio de Jesucristo
(3,14). Y de nuevo argumenta Pablo: “Pues bien, las promesas se hicieron a
Abrahán y a su descendencia (no dice "y a los descendientes", como si fueran
muchos, sino y a tu descendencia, que es Cristo). Lo que digo es esto: un testamen-
to debidamente otorgado por Dios no pudo invalidarlo la ley, que apareció
cuatrocientos treinta años más tarde, de modo que anulara la promesa; pues, si la
herencia viniera en virtud de la ley, ya no dependería de la promesa; y es un hecho
que a Abrahán Dios le otorgó su gracia en virtud de la promesa” (3,16-18). Por
tanto, en Cristo no hay judío ni pagano, pues “si sois de Cristo, sois descendencia de
Abrahán y herederos según la promesa” (3,29).

Lugar y fecha de composición

Respecto a la fecha de redacción de esta carta es difícil decidir, pues no hay


en ella indicaciones precisas sobre sucesos que nos permitan fecharla con certeza.
Los estudiosos, en su mayoría, piensan que en el c.2 se alude al concilio de
Jerusalén, y por ello suelen fecharla después del año 50; unos sitúan su composición
durante el segundo viaje misionero, otros prefieren el tercero al asociar su conteni-
do con la carta a los Romanos. Sin embargo, como hemos expuesto anteriormente,
en las palabras de Pablo no hay referencia explícita a dicha asamblea. Si entendemos
de modo absoluto Gál 1,6, la carta responde a un problema surgido después de su
predicación llevada a cabo durante su primer viaje; por tanto, se puede colocar su
redacción durante el segundo o el tercer viaje misionero. Sin embargo, el problema
surgido en las comunidades de Galacia pudo motivar el Concilio de Jerusalén, en
cuyo caso también pudo ser escrita antes de dicha reunión, lo que nos obligaría a
fecharla antes del 49. Si fuera así, habría que considerar esta carta entre las primeras
que redactó Pablo. Incluso hay autores que consideran esta carta la primera, al colo-
car su redacción en el año 48 117. Si Gál 4,13 supone una visita durante el segundo
viaje misionero, se podría colocar su redacción en los años 51-52 en Corinto. Allí le
habrían llegado noticias preocupantes de estas comunidades a causa de la presencia
de predicadores judaizantes, que imponían la circuncisión a los cristianos. Otros, sin

117. Por ejemplo, P. BARNETT, Paul, Missionary of Jesus, 137.


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Cartas a los Gálatas y los Romanos 107

embargo, sitúan la redacción durante su tercer viaje, pues perciben una gran seme-
janza tanto en el tono como en los temas que abordan 2Cor y Rom. Por ello, elijen
los años 53-54 ó 56-57 como fecha, según daten estas otras dos cartas.

Autenticidad

Gálatas aparece utilizada ya por Ignacio de Antioquía, Policarpo y Justino 118. A par-
tir del siglo II las citas y la atribución de esta carta a Pablo se multiplican: Ireneo,
Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes... También Marción la atribuyó a
Pablo y la aceptó como auténtica.

II. La carta a los Romanos

¿Cuándo llegó el cristianismo a Roma?

La comunidad cristiana de Roma está estrechamente ligada a Pedro, pero


ciertamente este apóstol no es su fundador. Algunos fechan la llegada de Pedro
en el año 42, pues es cuando abandonó Jerusalén; aunque no es probable. Aún no
siendo una noticia muy segura, según Lactancio (siglo IV) la llegada de Pedro a
Roma hay que colocarla en tiempos de Nerón: “Estos (los apóstoles) se esparcieron
por toda la tierra a predicar el evangelio y durante veinticinco años, hasta los
comienzos del reinado de Nerón, echaron los cimientos de la Iglesia en todas las
provincias y ciudades. Nerón había asumido ya el poder cuando Pedro llegó a
Roma” 119. En cualquier caso, aun desconociendo la fecha exacta en que llegó la fe
cristiana a Roma, lo que sí parece seguro es que el cristianismo estaba ya establecido
en dicha ciudad antes de la llegada de Pedro. Eusebio de Cesarea data el origen de la
presencia cristiana al comienzo del reinado de Claudio 120.

Según la tradición y la obra apócrifa Los Hechos de Pedro (siglo II), cuando este após-
tol llegó a Roma se hospedó en la casa de Cayo Mario Pudente, rico e influyente
senador romano. En esa casa desarrolló su actividad pastoral y posteriormente la
constituyó como domus ecclesiae. Noticias escritas de la existencia de esta iglesia, una
de las más antiguas de Roma, aparecen en el siglo III. En el siglo IV, sobre los res-
tos de esta casa, se construyó la basílica de Santa Pudenciana. El mosaico del ábside,
el más antiguo de Roma, representa a Cristo con Pedro y Pablo, junto a las santas
Pudenciana y Prásedes, hijas del senador Pudencio, que murieron mártires.
Excavaciones arqueológicas realizadas bajo el suelo de la nave central han descu-
bierto restos de las termas de Novaciano del siglo II y en un estrato más antiguo
vestigios de una casa señorial del siglo I; en algunos de los ladrillos aparece el sello
de Pudente.

118. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Eph 16,1; 18,1; Magnes 8,1; Rom 2,1; 7,2; Ad Philad 1,1; Polic 1,2; POLICARPO, Phil 3,3; 5,1.3; 9,2;
12,2; JUSTINO, Dial 95-96.
119. LACTANCIO, De mortibus persecutorum II.
120. EUSEBIO DE CESAREA, Hist. Eccl. II,15; III,19,15; IV,14,6. Recuérdese que Tiberio gobierna desde el 14 al 37, Calígula del
37 al 41 y Claudio del 41 hasta el 54.
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108 Epistolario paulino inicial

Una noticia de Suetonio referida a los conflictos generados en la comunidad judía


por un tal Chresto y la expulsión de dicha comunidad ordenada por el emperador
Claudio (Vita Claudii 25), parece indicar una presencia cristiana numerosa en Roma.
En cualquier caso, la carta dirigida a los romanos es un testimonio fehaciente de la
presencia cristiana en la capital del imperio; y se trataba de una comunidad conocida
en todo el mundo (1,8; 16,19). La misma referencia a la intención del Apóstol de
visitarles desde hacía tiempo (15,22) indica que los cristianos estaban presentes en
dicha ciudad bastante antes de escribir dicha carta.

La comunidad romana se caracterizaba por su vivencia de fe, aunque siempre pron-


ta a evitar posibles conflictos. Al parecer, algunos de sus miembros eran capaces de
influir en las decisiones que se tomaban en los altos niveles del imperio, como se
deduce del ruego dirigido por Ignacio de Antioquía a la comunidad: “Encadenado
por Jesucristo, tengo esperanza de iros a saludar, si fuere voluntad del Señor hacer-
me la gracia de llegar hasta el fin. Porque los comienzos, cierto, bien puestos están,
como yo logre gracia para alcanzar sin impedimento la herencia que me toca. Y es
que temo justamente vuestra caridad, no sea ella la que me perjudique. Porque a
vosotros, la verdad, cosa fácil es hacer lo que pretendéis; a mí, en cambio, si voso-
tros no tenéis consideración conmigo, me va a ser difícil alcanzar a Dios” (Rom
I,1-2) 121.

Por otra parte, la presencia del cristianismo en Italia desde el siglo I está bien atesti-
guada; se han encontrado restos arqueológicos cristianos en Pozzuoli, Herculano y
Pompeya. En concreto, en estas dos ciudades sepultadas por la lava del Vesubio en
el año 79 tenemos inscripciones que aluden a los cristianos; una les señala como
portadores de mala fortuna (audi christianos saevos alores=escucha a los cristianos cis-
nes de mal agüero), la otra es un cuadrado mágico. Incluso en algunas casas se
conservan signos cristianos, como la cruz. Recuérdese que según Hch 28,15 Pablo
fue recibido por un grupo de cristianos en Puzzuoli en su viaje de la cautividad.

Procedencia de los miembros de la comunidad romana

En el s. XIX (Ferdinand C. Baur) y comienzo del XX (Theodor Zahn) se pensaba


que la mayoría de los miembros de la comunidad de Roma era judeocristiana. En la
actualidad, los estudiosos generalmente piensan que la componente mayoritaria de
la comunidad era de origen gentil (cf. 9,3s; 10,1s; 11,13.23-31). Los judíos serían una
minoría. Esta diferencia fue causa de algunas tensiones entre ambas partes, como
puede deducirse sobre todo de Rm 14,1-15 y algunos versículos del c.13. No obs-
tante el acuerdo mayoritario, hay algunos indicios en la carta que parecen dar la
razón al origen judío de la comunidad. Destacamos los principales.

a) Toda la carta se centra en un tema muy judío: la justificación no viene de la


circuncisión y las obras de la Ley mosaica, sino de la fe en Jesucristo. Para argu-
mentar, además, usa frecuentemente el Antiguo Testamento.
b) En 2,17-3,8 argumenta contra la justicia adquirida por el cumplimiento de
la Ley mosaica.

121. Hemos citado la traducción de D. RUIZ BUENO, Padres Apostólicos (BAC 65, Madrid 1967) 475.
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 109

c) En 3,21-31 se defiende de las acusaciones sobre su doctrina como contraria


a la Ley.
d) Hay expresiones que identifican a los destinatarios con el pueblo judío (cf.
4,1; 6,14-15; 7,1)
e) Larga reflexión sobre la ley judaica y su imposibilidad de alcanzar la justi-
ficación (3,19-20.27-31; 4,12-15; 5,13-14.20; 6,14; 7,1-8,4).

f) En c.9-11 se pregunta por qué Israel ha rechazado el Evangelio y cómo se


salvará.
Toda la carta está escrita teniendo en cuenta la realidad judía. Esta preocupación de
Pablo por los judíos (quizá porque quiere proponerles el Evangelio) está afirmada
en Hechos, pues a su llegada a Roma Pablo se preocupa de hablar y dialogar con los
responsables del judaísmo. Su atención está dirigida a su pueblo. No obstante, la
carta también contiene expresiones dirigidas a los gentiles (cf. 1,5-6; 11,13;
15,8-12). Es muy probable, pues, que hubiese una fuerte componente judía que
convivía con cristianos provenientes de la gentilidad.

Siempre ha llamado la atención la larga lista de saludos que concluyen la carta.


Algunos estudiosos han llegado a sospechar que, dado que Pablo escribe a una
comunidad desconocida, estos saludos no formaban parte del escrito original; esta
sospecha parece encontrar una confirmación en el hecho de que estos versículos
finales estén ausentes en algunos manuscritos. No obstante, el Apóstol pudo alcan-
zar un buen conocimiento de esta comunidad a través de Aquila y Priscila. También
otros encuentros que pudo haber tenido durante sus viajes misioneros con miem-
bros de dicha comunidad o de personas que habían estado en Roma facilitaron
dicho conocimiento.

Estructura y contenido

Estructura de la carta

• Saludo y acción de gracias: 1,1-17


Parte doctrinal (1,18-11,36)
I. Cómo se alcanza la justificación
• Todos los hombres, paganos y judíos, han pecado y carecen la justicia de Dios:
1,18-3,20
• Todos los hombres se justifican por la fe en Jesucristo: 3,21-31
• Prueba de Escritura: la historia de Abrahán: 4,1-25
• Frutos de la justicia de Dios: 5,1-7,6
• Digresión sobre la relación entre la ley y el pecado: 7,7-25
• Cristo libera al hombre y le hace hijo adoptivo de Dios: 8,1-17
• Esperanza cierta de la plenitud futura: 8,18-39
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110 Epistolario paulino inicial

II. Israel y el Evangelio


• Dolor de Pablo por la incredulidad de Israel: 9,1-5
• Elección y libertad divinas: 9,6-29
• La obstinación de Israel: 9,30-10,21
• Fidelidad de Dios hacia Israel: 11,1-36
Parte exhortativa (12,1-15,13)
• Diferentes aspectos de la vida de los cristianos (la vida como culto, los carismas,
el amor fraterno y a los enemigos, obediencia a la autoridad, la conducta moral
de los hijos de la luz): 12,1-13,14
• Cómo han de comportarse los fuertes con los débiles: 14,1-15,13
Conclusión (15,14-16,27)
• Justificación de la carta: 15,14-21
• Planes de viaje: 15,22-33
• Recomendación de Febe: 16,1-2
• Saludos personales: 16,3-16
• Recomendaciones finales: 16,17-20
• Saludos de los acompañantes de Pablo: 16,21-24
• Doxología final: 16,25-27

Pero ahora, sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la Ley
y los Profetas; justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues
no hay distinción, ya que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo
Jesús. Dios lo constituyó medio de propiciación mediante la fe en su sangre, para
mostrar su justicia pasando por alto los pecados del pasado (Rm 3,21-25).

Contenido de la carta

En esta carta se distingue claramente dos partes: una doctrinal (1,18-11,36) y otra
exhortativa (12,1-15,13). Pablo comienza este escrito con un saludo solemne (v.1-
7); tras elogiar a la comunidad por su fe, expresa su deseo de ir a visitarlos (v.8-15).
Inmediatamente aborda el tema que va a afrontar en su escrito: la salvación de Dios
se alcanza por la fe en el Evangelio, tanto judíos como gentiles (v.16s), que desarro-
llará en la parte doctrinal.

Comienza hablando de la justificación, operada por Dios, a la que se tiene acceso


por la fe (1,18-4,25). Todos son pecadores: los gentiles (1,18-32) y los judíos (2,1-
11). La verdadera justificación no se alcanza por el cumplimiento de la Ley ni la
circuncisión (2,12-29). Ciertamente los judíos han recibido la revelación, por tanto
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 111

han sido privilegiados, pero también son pecadores como declara la Sagrada
Escritura (3,1-20). La salvación llega por la fe en Jesús y, por ello, ningún puede
vanagloriarse en sus obras (3,21-31). Pone como ejemplo a Abrahán, que fue justifi-
cado por su fe (4,1-25). Esta justificación consiste en la reconciliación con Dios por
medio de su Hijo y del Espíritu (5,1-11). Ellos son los que destruyen el pecado de
Adán (5,12-21) y permiten una vida nueva (6,1-23), liberada de la esclavitud de la
ley. La ley no da la fuerza para evitar el pecado, sino que nos hace conscientes de su
realidad en la existencia (7,1-15). Hechos hijos en el Hijo somos herederos (8,1-39).

En los c.9-11, Pablo aborda el problema del rechazo o pertinacia del pueblo judío
frente a Jesús y, por tanto, también respecto a la Iglesia. ¿Este hecho indicaba que la
iniciativa de Dios respecto al pueblo judío había fracasado? No exactamente, con-
testa el Apóstol. En realidad, Israel no depende de la carne, sino de la elección
(Isaac/Jacob: 9,6-13). Es más, esta elección de Dios no se circunscribe a los hijos de
Israel, también puede dirigirse a los paganos (9,19-24). De hecho, los paganos que
no buscaban la justicia, la han alcanzado; por el contrario, Israel, confiando en sus
propias obras, no la ha logrado (9,30-33). Entonces, ¿qué sucederá con esa parte del
linaje de Israel? Estos judíos testarudos pueden acceder a la salvación mediante la
acogida del Evangelio que se les ha anunciado. Por el momento, mientras que los
paganos han acogido esta predicación, una buena parte de los judíos la ha rechaza-
do, mostrándose como un pueblo “rebelde y contumaz” (10,14-21). A causa de esta
dureza y cerrazón, ¿Dios ha rechazado a Israel? En modo alguno, pues no todos los
judíos se han opuesto al designio de Dios. La alianza de Dios con su pueblo Israel
siempre ha perdurado en el resto, en los elegidos por gracia y no por las obras.
También ahora la elección de Dios permanece fielmente en este resto (11,1-6). No
obstante, el Apóstol espera, y desea, que el Israel endurecido cambie y acoja el
Evangelio, lo que supondría un bien inmenso para el mundo entero (11,11-15).
Como los paganos, ramas de acebuche, han sido injertados en el olivo santo de
Israel, de igual manera las ramas originales quebradas pueden ser de nuevo injerta-
das, si no persisten en su incredulidad (11,16-24). Por añadidura, el endurecimiento
de una parte de Israel ha traído la salvación a paganos y judíos; salvación de la que
también participará Israel (11,25-32).

En la parte exhortativa (12,1-15,13) se invita a servir a Dios y a los hermanos (12,1-


21), a obedecer la autoridad legítimamente constituida (13,1-7), a vivir en el amor
(13,8-10) y evitar las obras de las tinieblas (13,11-14), no juzgar, pues Dios es el
único juez (14,1-13) y no escandalizar a los débiles (14,14-23). Exhorta a olvidarse
de los propios intereses por amor a los hermanos a imitación de Cristo (15,1-12).
Después de una augurio de alegría y paz (15,13), vuelve a retomar lo dicho al inicio:
su deseo de ir a España pasando por Roma, después de entregar la colecta en
Jerusalén (15,14-32).Concluye la carta deseándoles la paz (15,33) y saludando a
miembros de la comunidad de Roma y sus compañeros (16,1-24). Se cierra la carta
con una doxología final (16,25-27).

San Jerónimo consideraba esta carta como una de las más difíciles: “La verdad es
que toda la carta a los Romanos requiere interpretación, y está envuelta en tales
oscuridades que para entenderla necesitamos el auxilio del Espíritu Santo, que la
dictó por medio del Apóstol” 122
122. SAN JERÓNIMO, Epist. 120, 10.
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112 Epistolario paulino inicial

Finalidad de la carta

Teorías de los estudiosos

No está claro el motivo que impulsó a Pablo a escribir esta carta. Los estudiosos
discuten sobre esta cuestión desde hace décadas sin llegar a una hipótesis mayoritaria.
Para hacernos una idea de la dificultad que encierra esta cuestión basta citar el juicio
de un estudioso actual, Alexander J.M. Wedderburn, que resume de este modo la opi-
nión de los exegetas sobre la cuestión: “Continúa siendo un enigma el motivo por el
que Pablo escribió Romanos. Todavía no hay consenso respecto a por qué Pablo haya
escrito justamente esta carta con estos contenidos a esta iglesia en este momento
tanto de su historia, como de la comunidad” 123. No obstante, no se puede prescindir
del esfuerzo por identificar la finalidad de esta carta pues es una clave decisiva para su
interpretación. Como afirma Fenton J.A. Hort, “mientras que la finalidad de la carta
permanezca oscura, la orientación principal de su enseñanza doctrinal permanecerá
también oscura” 124. Por eso, intentaremos ofrecer aquella explicación que considera-
mos más probable teniendo en cuenta algunos de los datos contenidos en la carta,
sobre todo en el saludo inicial y conclusión, donde el Apóstol suele introducir y reto-
mar la preocupación que le ha llevado a escribir y enviar la epístola.

Se suele indicar como motivo de la carta el deseo de Pablo de realizar una tarea
evangelizadora en Roma, junto con el intento de implicar a la comunidad romana en
su viaje misionero que pensaba realizar a España. De hecho, al inicio de este escrito
alude a su deseo de predicar en Roma (1,10-13), que luego lo retoma al final de la
carta con más extensión, al tiempo que alude a su plan misionero y su deseo de ir
más allá de Roma (15,18-24.28). Con este escrito intentaría ganar la simpatía de esta
comunidad que espera le apoye en la realización de este viaje de misión. No olvide-
mos que Pablo estuvo sostenido por alguna comunidad para llevar a cabo su labor
misionera. Esta explicación, aun teniendo en cuenta aspectos reales, parece insufi-
ciente para dar razón de un escrito largo, muy bien construido y profundamente
teológico. Afirma Alfred Wikenhauser: “Romanos es el escrito de Pablo más exten-
so y teológicamente más importante, el más rígidamente dispuesto y más
cuidadosamente elaborado. En serena y amplia exposición, apenas entorpecida por
la polémica, Pablo expone aquí su evangelio, señaladamente la relación entre la fe y
las obras, el contraste entre la justicia dada por Dios y la adquirida por los hombres.
¿Cómo se le ocurre al apóstol redactar este extenso escrito, que más bien se asemeja
a un tratado doctrinal que no a una carta?” 125.

Algunos autores, apoyándose en varios pasajes de la carta donde Pablo parece defen-
derse de ciertos ataques (1,16; 3,8; 9,1-2), sugieren una finalidad apologética para este
escrito: defiende Pablo la predicación evangélica y su propio trabajo. Lo que no está
claro es a quiénes pretende responder. ¿Trata de oponerse a grupos judaizantes? ¿Es
consciente de que hay personas en Roma que hablan mal de él y se oponen a su tra-
bajo misionero? ¿Quiénes han podido difundir esta opinión contraria a la actividad
123. A.J.M. WEDDERBURN, The Reasons for Romans (T&T Clark, Edinburgh 1988) 1. En el mismo sentido se expresa K.P.
DONFRIED, “False Presuppositions in the Study or Romans”: CBQ 36 (1974) 332 [332-358]: “La investigación sobre la finali-
dad de la carta a los Romanos se encuentra en una situación confusa. Casi cada artículo reciente o monografía sobre el tema
propone una solución diferente”.
124. F.J.A. HORT, Prolegomena to St. Paul’s Epistles to the Romans and the Ephesians (Macmillan, London-New York 1895) 5.
125. A. WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, 297.
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 113

apostólica de Pablo? A lo largo de la carta encontramos expresiones que van dirigi-


das claramente a miembros de la comunidad de origen judío (cf. 2,17-23; 3,1; 4,1;
7,1-25; 9,1-5; etc.) y en su mayoría el contenido de la carta está centrada en una pro-
blemática claramente judía: la validez de las promesas salvíficas hechas a Israel.
Además, los argumentos sacados del Antiguo Testamento suponen que sus destina-
tarios están familiarizados con estos libros judíos. De otro modo, no tendría sentido
recurrir a ellos para explicar y apoyar con su autoridad sus argumentos.

Otros autores suponen que Pablo sale al paso de las tensiones existentes en la
comunidad al estar formada por una minoría judía y una mayoría pagana; a pesar
de que en la carta hay rastros muy débiles de esta supuesta situación (cf. 14,1-15,7) y
los supuestos problemas son aludidos casi al final de la carta. Según estos estudio-
sos, Pablo sintió la necesidad de explicar ante ambos grupos el carácter del
Evangelio como realización de las promesas de Israel. El Evangelio es salvación
para judíos y gentiles.

Teoría probable

Lo más probable es que Pablo abordara en este escrito no un solo objetivo,


sino varios. Ciertamente está la finalidad de buscar apoyo en su plan misionero,
pues lo afirma explícitamente, pero también quiere exponer su concepción sobre la
relación promesas antiguas-Jesús, intentando explicar por qué una gran parte de
Israel no ha acogido la predicación evangélica. Si una de sus preocupaciones es ase-
gurar la ayuda de la comunidad romana para su plan misionero en España, es
natural que intente mostrar que su misión entre las naciones es de designio divino.
Por eso, desde el comienzo, en el saludo, indica que la propuesta del anuncio
evangélico a los paganos está enraizado en las Escrituras judías, anunciado por los
profetas. De este modo, al contrario de lo que otros dicen, su predicación entre las
naciones no es contraria a la misión de Israel ni algo ajeno al pueblo elegido, sino la
realización del designio salvífico de Dios. De hecho, en la carta desde el inicio se
presenta como apóstol de los gentiles para llevarlos a la fe en Cristo (1,1-5) y en
varias ocasiones insiste en que también los gentiles están llamados a la salvación 126.
A nuestro juicio, la cuestión decisiva en esta carta es la llamada de Dios a los
paganos para que formen parte del pueblo de Dios, Israel, no mediante el
cumplimiento de las obras de la Ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús. Es
por medio de la fe en él que los hombres son justificados. Si Pablo expone con
detalle esta cuestión, es por su deseo de ir a misionar a España y ser ayudado por
esta comunidad: quiere implicarlos en esta misión apostólica manifestada y enco-
mendada por el Señor.

Pablo proyecta un plan misionero en España, el límite de Occidente, y espera ser


ayudado por la comunidad de Roma. Por ello muestra en esta carta que su misión
entre las naciones es de designio divino. También los paganos están llamados a for-
mar parte del pueblo de Israel; y no por la observancia de la ley mosaica, sino por
la fe en Cristo Jesús.

126. Véase Rm 1,16; 2,10-11; 3,29-30; 4,9.11; 9,24.30; 10,12-13; 15,8-12.16-19; 16,25-27.
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114 Epistolario paulino inicial

Junto a esta preocupación, está también la justificación de su proceder ante algu-


nos que lo malinterpretan y lo critican. Aunque no son nombrados explícitamente,
por los modos de razonar y los argumentos que utilizan tenemos que deducir que
se trata de judíos. Éstos se oponen a que los gentiles entren a formar parte de
Israel de este modo, es decir, sin tener que atenerse a la observancia de la Ley. Es
probable que esta modalidad elegida por Dios hiciese plantearse a los judíos la
cuestión acerca de la función y misión del Israel que se opone, a la que dedica los
capítulos 9-11. El rechazo y la oposición al Evangelio de parte del judaísmo oficial
debió ser fuente no sólo de sufrimiento sino también de perplejidad. ¿Cómo era
posible que la autoridad máxima judía y una buena parte del pueblo de Israel
rechazarán al enviado de Dios, Jesús, y se opusieran al anuncio del Evangelio? ¿No
eran ellos los primeros que debían beneficiarse del cumplimento de las promesas?
Por otra parte, después de la redención conquistada por Jesús mediante su muerte
y resurrección, ese Israel contrario al anuncio evangélico ¿seguía teniendo alguna
función en el designio salvífico de Dios? ¿Qué relación había entre la fe predicada
por los misioneros cristianos y las promesas de Dios al pueblo judío? Pablo intentó
responder a estas preguntas en Rm 9-11 abordando la condición del Israel que
rechazó a Jesús 127.

Principales temas teológicos

Esta carta no es un tratado teológico

Como ya hemos afirmado, esta carta es la más parecida a un tratado teológico. Pero
esto no significa que el Apóstol la escribiera con la finalidad de resumir su doctrina
sin vinculación a una situación concreta, histórica. Por el contrario, el pensamiento
paulino se ha ido formulando en relación con las comunidades fundadas por él o en
diálogo con sus adversarios. De hecho, algunos estudiosos consideran que las refle-
xiones teológicas contenidas en Romanos retoman argumentos abordados por el
Apóstol a lo largo de su actividad misionera. Ciertamente la situación comunitaria
que queda reflejada en la carta a los Romanos no es exclusiva de la comunidad cris-
tiana de esa ciudad. Es bien conocido que la predicación de Pablo se desarrolló con
frecuencia en las sinagogas; dirigida, pues, a judíos y prosélitos. Los miembros de las
comunidades paulinas, por tanto, procedían del judaísmo y de la gentilidad. Es fácil
de imaginar las tensiones y roces que podía generar la diferente procedencia de sus
miembros, como queda bien atestiguado en las decisiones del denominado concilio
de Jerusalén (Hch 15,22-29). Con el tiempo, sobre todo al crecer la cerrazón y la
hostilidad de los judíos que rechazaron el Evangelio, los cristianos de origen judío
debieron encontrarse en una situación verdaderamente comprometida: para conti-
nuar siendo fieles a Jesucristo debían alejarse de las tradiciones recibidas, dejar de
practicar ciertos ritos y cultos o de asistir a la reunión sinagogal. La conciliación de
la fe cristiana y la judía parecía imposible.

La salvación de Israel

La carta a los Romanos aborda esta cuestión en los c.9-11. Estudiaremos brevemen-
te, a modo de ejemplificación, dos pasajes de estos capítulos. Comenzamos citando
127. Véase U. WILCKENS, La carta a los Romanos. Rom 6-16, II (BEB 6;, Sígueme, Salamanca 1992) 223-228; D.J. MOO, The
Epistle to the Romans (NICNT; Eerdmans, Grand Rapids-Cambridge 1996) 547-551.
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 115

el primero: “Entonces, ¿qué diremos? Que los gentiles, que no buscaban la justicia,
han alcanzado la justicia, es decir, la justicia de la fe, mientras que Israel que buscaba
la ley de la justicia, no alcanzó la ley. ¿Por qué? Porque la buscaba no en virtud de la
fe, sino como si se pudiera alcanzar en virtud de las obras: tropezaron en la piedra
de tropiezo, según está escrito: He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo y una
roca de escándalo; pero el que crea en ella no será confundido. Hermanos, el deseo de mi
corazón y mi oración a Dios en favor suyo es que se salven. Pues puedo testificar en
su favor que tienen celo de Dios, aunque no según un conocimiento adecuado. En
efecto, desconociendo la justicia de Dios y buscando establecer su propia justicia,
no se sometieron a la justicia de Dios; pues el fin de la ley es Cristo, para justifica-
ción de todo el que cree” (9,30-10,4). En este pasaje, dentro de una exposición
teológica sobre la justificación de los gentiles por la fe en Cristo y la imposibilidad
de Israel de alcanzar la santidad por la práctica de la ley mosaica, Pablo alude a un
suceso histórico muy concreto: la condena de Jesús por parte del sanhedrín.
Comentando la frase “tropezaron en la piedra de tropiezo”, M. Herranz afirma: “La
frase podía transcribirse así: encontraron escándalo en la persona y la palabra de
Jesús. Pero este escándalo continúa ante la acción misionera de la Iglesia, a la que
rechazan y hostigan en la persona del Apóstol y de los judíos creyentes. Y el móvil
de esta actitud, dice S. Pablo, es el celo de Dios. Pero el Apóstol especifica inmedia-
tamente: se trata de un celo no según ciencia, es decir, ignorante, absurdo. Ese celo
de Dios lo que en realidad les hace es luchar contra Dios, que resucitó a Jesús de
entre los muertos, y contra ellos mismos, pues por no someterse a la justicia de
Dios pierden la justicia de Dios” 128.

Más adelante, en el c.11, Pablo aborda la cuestión de si Dios ha reprobado al Israel


de la alianza mosaica; en ese contexto, leemos: “Ahora bien, a vosotros, gentiles, os
digo […] si algunas de las ramas fueron desgajadas, mientras que tú, siendo olivo sil-
vestre, fuiste injertado en su lugar y hecho partícipe de la raíz y de la savia del olivo,
no te enorgullezcas en contra de las ramas. Y si te enorgulleces, piensa que no eres
tú quien sostiene a la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti” (v.13-18). Esta imagen
paulina, bien conocida, intenta describir un hecho histórico: los gentiles han sido
introducidos en el pueblo de Israel, forman parte de Israel junto a aquellos que per-
manecieron fieles a la iniciativa divina manifestada en Cristo Jesús. Sirvan de
comentario a esta afirmación paulina las palabras que Henri de Lubac escribió sobre
las dimensiones del misterio de la Iglesia: “Desde la primera generación, por muy
gozosos que estuviesen de la "novedad cristiana", los discípulos de Jesús tenían tam-
bién conciencia de los antiguos títulos de nobleza. Sabían que la salud que acababa
de anunciárseles no era en modo alguno efecto de alguna "improvisación repenti-
na", como poco después lo habían de suponer los herejes […] Entrar en la Iglesia,
equivalía por lo tanto a ser introducido en aquella asamblea venerable; era lo mismo
que ser agregado a "la dignidad de israelitica dignitas". Reclutado de todas partes, ele-
gido entre las naciones infieles para adorar y servir al Altísimo, el pueblo cristiano,
pueblo de la "nueva alianza", releva al pueblo de Israel en su condición de pueblo
de Dios, o, por mejor decir, al igual que el arbolillo bravío injertado en el olivo se
integra perfectamente con aquella parte del antiguo Israel que reconoció al
Mesías” 129.

128. M. HERRANZ MARCO, “San Pablo y la Iglesia”: CEv 32 (1977) 42.


129. H. DE LUBAC, Meditación sobre la Iglesia (Encuentro, Madrid 1980) 57-58.
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116 Epistolario paulino inicial

La fe en Jesucristo

Claramente domina en la carta una afirmación: el hombre, pagano o judío, no se


salva por su buen obrar o la observancia de la ley mosaica, sino por la fe en
Jesucristo. Todos viven en el pecado y todos necesitan ser justificados por Dios
mediante la muerte y resurrección de Jesús 130. A lo largo de la carta, de un modo o
de otro, se repite esta gran verdad: el hombre experimenta la salvación en su vida
por la fe en Cristo. No es la ley la que justifica, sino la muerte que Cristo aceptó
libre y decididamente por ser la voluntad del Padre. Sólo Cristo, muerto y resucita-
do, es quien justifica al hombre, sea judío o gentil. De igual modo que la
justificación fue otorgada a Abraham cuando todavía era incircunciso gracias a su
fe, también los gentiles y judíos llegan a la salvación por su fe en Jesucristo.

Lugar y tiempo de composición

Pablo escribe esta carta después de considerar que su trabajo misionero en Oriente
está finalizado (15,19-33). Expresa con claridad la continuidad de su misión en
España después de entregar la colecta en Jerusalén. Según Los Hechos de los
Apóstoles, Pablo se dirigió a Corinto para recaudar el dinero antes de ir a la ciudad
santa (cf. Hch 20,2s; 2Cor 13,1s). En general, los estudiosos suelen colocar su
redacción en Corinto durante el invierno del 57 al 58. Algunos estudiosos pien-
san que esta fecha está confirmada por la reflexión paulina sobre el pago de
impuestos (10,6-7). A su entender, esta preocupación debió surgir en la mente de
Pablo con ocasión de un problema de recaudación de impuestos, ocurrido durante
los años 56-58 del gobierno de Nerón (Tácito, Ann. XIII, 28-30).

Respecto a la autenticidad de la carta pocos han sido los que la han cuestionado.
Tenemos muchos testimonios en la tradición: referencias en los Padres apostólicos,
en las cartas de la comunidad de Lyón y Vienne, y en escritos gnósticos. A Pablo
atribuyen explícitamente esta carta Ireneo (Adversus Haereses 3,16,3), Clemente de
Alejandría (Stromata 3,11,75), Tertuliano (Adversus Praxeam 13), el Canon Muratori,
etc. Además las múltiples correspondencias que existen con Gálatas y su estilo
muestran claramente que estamos ante un escrito paulino.

Integridad de la carta

El problema de los dos últimos capítulos

Según Orígenes, el hereje Marción habría utilizado una edición de la carta a los
Romanos que no incluía los dos últimos capítulos, a pesar de que los c.15 y 16 son
claramente paulinos en el pensamiento y el estilo. Estos capítulos también han sido
omitidos en algunos manuscritos latinos, y en occidente Ireneo, Tertuliano y
Cipriano utilizaron la recensión breve. El motivo de este proceder podría deberse a
que leyéndolos se tiene la impresión de haber sido escritos en diferentes momentos.
Mientras que el c.15 alude a una visita a esta comunidad por primera vez camino de
España (v.24.28), concluyéndose con una típica bendición paulina (v.33), el c.16,
130. Es llamativo el uso que hace Pablo del verbo “justificar (dikaióô)” (15 veces en Rm; 8 en Gál; 2 en 1Cor), el sustantivo
“justicia (dikaiosynê)” (33 veces en Rm; 7 en 2Cor; 4 en Gál; 4 en Flp; 1 en 1Cor); y el adjetivo “justo (díkaios)” (7 veces en
Rm; 2 en Flp; 1 en Gál).
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 117

después de elogiar a Febe, saluda a 26 personas por su nombre, algo verdadera-


mente sorprendente si Pablo no había visitado nunca esta comunidad, y
además ataca con dureza a los judaizantes que están causando divisiones, algo
que se ajusta mal al tono más bien sereno del resto de la carta. Ambas cosas pare-
cen indicar que Pablo está escribiendo aquí a una comunidad bien conocida.
De igual modo, el c.16 tiene otra bendición (v.20), envía los saludos de los que están
con Pablo (v.21-24) y termina con una doxología final (v.25-27).

¿Parte de una misiva a Éfeso?

Algunos rasgos del c.16 sugieren que este capítulo podría ir dirigido a la comunidad
de Éfeso y no a la de Roma. En los saludos individuales se mencionan Epéneto,
calificado como “primicias de Asia para Cristo” (v.5); Prisca y Aquila (v.3), que
según Hch 18,2 llegaron a Corinto procedentes de Roma y se establecieron después
en Éfeso (Hch 18,18.26). Además, la frase de 16,4, que habla de la disposición de
este matrimonio a dar su vida por Pablo, alude a un gesto ocurrido en la ciudad de
Éfeso, donde peligró la vida del Apóstol. Por otra parte, la presencia de Prisca y
Aquila en Éfeso en el año 55 (1Cor. 16,19) hace muy improbable su presencia en
Roma a principios del 56, algo que vendría también a apoyar que este capítulo iba
dirigido a la comunidad efesina. Por añadidura, dos de los compañeros de Pablo que
envían saludos, Timoteo y Erasto, se mencionan en Hch 19,22 como enviados
desde Éfeso a Macedonia para preparar el viaje a Jerusalén; pasaje donde también se
menciona la decisión del Apóstol de ir a Roma después de su viaje a Jerusalén para
llevar la colecta (v.21). De igual modo los v.17-20, donde alerta sobre los que intro-
ducen divisiones, resultan naturales dirigidos a la comunidad de Éfeso.

Comentando estos argumentos Wikenhauser afirma: “Estas razones tienen induda-


blemente mucho peso, pero no pueden considerarse como decisivas. Si se entiende
16,1-24 como una carta de recomendación en favor de Febea los cristianos de
Éfeso, la desproporción entre el fondo de la carta y los saludos es demasiado gran-
de. Si sólo se separa de Rm los v.3-24 y se los considera como residuo o fragmento
de una carta de Pablo a Éfeso, queda totalmente en la oscuridad cómo se conservó
precisamente ese trozo y se pegó a Rm. De ahí que la mayoría de los críticos man-
tienen la pertenencia del capítulo 16 a Rm” 131.

Miembros de la comunidad romana

Además hay algunos rasgos en la larga lista de saludos que vinculan estos
capítulos finales con la comunidad de Roma. En primer lugar, Aristóbulo
(v.10), nombre rarísimo en Roma, ha sido identificado con el nieto de Herodes el
Grande, que murió hacia finales de los 40 en Roma. Los esclavos de su casa bien
pudieron proceder de Judea y ser cristianos. Narciso (v.11) ha sido identificado con
el liberto de Claudio, asesinado después de su amo (año 54); toda su riqueza y
esclavos pasaron como Narcissiani a la casa de Nerón. Además el largo elenco
indicaría que está escribiendo a una comunidad desconocida, pues en su práctica
habitual no suele nombrar los destinatarios personalmente. El saludo personal apa-
rece en Col 4,15, que se trata de una comunidad no fundada por Pablo, y 2Tm

131. A. WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, 299.


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118 Epistolario paulino inicial

4,19, que es una carta personal. Además la alusión a Epéneto como primicias de la
Iglesia en Asia es más lógico si éste se halla fuera de esta provincia, pues debía ser
una cosa bien conocida en Éfeso, pero desconocida en Roma. Por último, en dos
ocasiones manifiesta un desconocimiento sobre quién fue el que introdujo el cris-
tianismo en Roma, una de ellas en estos capítulos finales (6,17; 16,17); si este
capítulo hubiera formado parte de una carta a los Efesios se habría expresado
como fundador de dicha comunidad.

CONCLUSIÓN
La carta a los Gálatas intenta contrarrestar la propaganda y presión judías que
sufrieron un grupo de jóvenes comunidades cristianas de la Galacia del Sur.
En ella, Pablo afirma con radicalidad que Dios no justifica a los hombres por
su observancia de la ley mosaica, sino por su fe en Jesucristo. De igual modo,
contra el parecer del judaísmo de su época, sostiene que también los paganos
pueden ser miembros del pueblo de Dios sin tener que circuncidarse; basta
que crean en Jesús.

La carta a los Romanos retoma la cuestión de la justificación. Todos los hom-


bres, judíos y gentiles, han cometido pecado y por sus propias obras no
pueden alcanzar la justificación. Sólo por la fe en Cristo son justificados.
También el Israel que ha rechazado el Evangelio; por tanto, cuando se con-
viertan a Cristo. No es claro el motivo por el que Pablo escribió esta carta.
Entre los motivos que han identificado los estudiosos podemos enumerar los
siguientes: a) implicar a la comunidad romana en su viaje misionero a España;
b) Pablo justifica su Evangelio ante los fieles romanos; c) abordar la cuestión
de la validez de las promesas salvíficas hechas a Israel; d) resolver algunos
conflictos en la comunidad cristiana de Roma.
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 119

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. Con toda seguridad, Gálatas es una carta escrita a una comunidad no


conocida por san Pablo.................................................................................. V F

2. Gálatas es un esbozo de lo que se desarrollará en la carta a los


Romanos........................................................................................................... V F

3. Los misioneros venidos de fuera en Galacia son judeocristianos........... V F

4. El tema teológico principal de Romanos es la salvación alcanzada por


Cristo................................................................................................................. V F

5. La carta a los Romanos contiene una referencia a una posible visita a


España de san Pablo....................................................................................... V F
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120 Epistolario paulino inicial

CONCLUSIÓN

UNIDAD DIDÁCTICA 2

Entre las cartas que los comentaristas reconocen como auténticas de Pablo están las
que acabamos de estudiar: 1 y 2Tesalonicenses, 1 y 2Corintios, Gálatas y Romanos.
Como hemos dicho, todas las misivas paulinas son escritos de circunstancias; es
decir, salen al paso de problemas o cuestiones planteadas por las comunidades des-
tinatarias. En 1 y 2Tesalonicenses, además de sostener a los fieles cristianos de
Tesalónica durante los sufrimientos originados por las persecuciones, aborda la
cuestión de la suerte de los difuntos y la venida gloriosa de Jesucristo.

Las dos cartas a los Corintios, que no son las únicas que el Apóstol escribió a esta
comunidad, plantean una temática más variada. La primera aborda, entre otras cues-
tiones, la virginidad y el matrimonio, la carne inmolada a los ídolos, las reuniones
litúrgicas y la resurrección de Jesús y de los cristianos. La segunda es una apología
del ministerio apostólico y una descalificación de las acusaciones que dirigían contra
Pablo sus adversarios. Con este escrito también quiere promover y organizar la
colecta en favor de la comunidad madre de Jerusalén, como signo de agradecimien-
to a la riqueza que ella ha compartido con todos: la fe.

La cuestión principal de la carta a los Gálatas es la justificación. Pablo afirma con


radicalidad que Dios no justifica a los hombres por la observancia de la ley mosaica,
sino por la fe en Jesucristo. De igual modo, la carta a los Romanos retoma la cues-
tión de la justificación. Todos los hombres, judíos y gentiles, han cometido pecado y
por sus propias obras no pueden alcanzar la justificación. Sólo por la fe en Cristo
son justificados. También el Israel que ha rechazado el Evangelio; por tanto, cuando
se conviertan a Cristo.
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Cartas a los Gálatas y los Romanos 121

ACTIVIDADES

• Lee 1Tes 4,13-5,11 y 2Tes 2,1-17 tratando de identificar la concepción paulina acerca
de la venida gloriosa de Jesucristo.

• Lee con atención 1Cor 11-14 intentando identificar cómo hay que participar en las reu-
niones litúrgicas de la comunidad.

• Identifica en los capítulos 3-4 y 10-13 de 2Corintios las expresiones que se refieren a
un grupo diferente de la comunidad corintia.

• Busca en Gálatas expresiones que vinculen los destinatarios de esta carta con el judaís-
mo a pesar de ser gentiles.

• Señala las afirmaciones iguales o semejantes sobre la justificación por la fe que encuen-
tres en Gál 3-5 y Rm 1-5.

• Después de leer Rm 9-11, escribe brevemente los criterios que ofrece san Pablo en
estos capítulos en relación al judaísmo que se opuso al Evangelio.
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122 Epistolario paulino inicial

LECTURAS RECOMENDADAS:

W. FARMER (ed.), Comentario Bíblico Internacional. Comentario católico y ecuménico para el


siglo XXI (Verbo Divino, Estella, Navarra 1999), los artículos de G.M. SOARES-
PRABHU, “1 Tesalonicenses”, p.1556-1574; de J. LAMBRECHT, “1 Corintios”, p.
1459-1488; de J. SÁNCHEZ BOSCH, “2 Corintios”, p. 1489-1507; de E. TAMEZ,
“Gálatas”, p. 1508-1520; de J.N. ALETTI, “Romanos”, p. 1416-1458.

D.A. CARSON-D.J. MOO, Una introducción al Nuevo Testamento (Colección Teológica


Contemporánea 27; Clie, Viladecavalls (Barcelona) 2008) 325-407.458-478.

Respuestas correctas a los ejercicios de autocomprobación


Tema 1
1. V 2. F 3. V 4. V 5. V

Tema 2
1. V 2. V 3. F 4. V 5. F

Tema 3
1. F 2. F 3. F 4. V 5. V
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UNIDAD DIDÁCTICA III

Epistolario paulino posterior

Contenido

Tema 1: Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios


l La carta a Filemón
l La carta a los Filipenses
l La carta a los Colosenses
l La carta a los Efesios

Tema 2: Cartas pastorales: 1 y 2 Timoteo, Tito


l Contexto histórico
l Estructura y contenido de las cartas pastorales
l Autenticidad
l Fecha de composición
Tema 3: La epístola a los Hebreos
l Peculiaridades del escrito
l Carácter literario y estructura
l Autor y destinatarios
l La fecha
l Influencia de la lengua semítica
l Contenido cristológico
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124 Epistolario paulino posterior

INTRODUCCIÓN

Esta U.D. está dedicada al estudio del resto del epistolario paulino; en concreto, las cartas
de la cautividad y las pastorales. Dado que en el corpus paulino también se incluye la epís-
tola a los Hebreos, también formará parte de nuestro estudio.

El primer tema lleva por título “Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y
Efesios”. Estudiaremos de la carta a Filemón 1) su estructura y contenido, 2) la esclavitud
en el mundo antiguo, 3) la fecha y el lugar de su composición. De la carta a los Filipenses
trabajaremos 1) la fundación de la comunidad, 2) la estructura y contenido de la carta, 3)
la autenticidad paulina y la unidad de la carta, 4) quiénes son los misioneros llegados a la
comunidad de Filipos, 5) el lugar y fecha de su composición. En relación a la carta dirigida
a los Colosenses abordaremos 1) el motivo que llevó a san Pablo a escribir esta carta, 2) su
estructura y contenido, 3) la autenticidad apostólica, 4) su lugar y fecha de composición. Por
último, de Efesios, nos detendremos a estudiar 1) la autenticidad apostólica, 2) quiénes son
sus destinatarios, 3) su estructura y contenido, 4) la ocasión de la carta, 5) su lugar y fecha
de composición.

El segundo tema se centra en las cartas pastorales. De ellas estudiaremos 1) su contexto


histórico, 2) su estructura y contenido, 3) si son auténticamente paulinas, 4) su fecha de
composición.

El tercer tema está dedicado a la epístola a los Hebreos. Prestaremos atención a su 1)


carácter literario y estructura, 2) fecha de composición, 3) influencia de la lengua semítica y
4) su contenido cristológico.
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Tema
Cartas de la cautividad: Filemón,
Filipenses, Colosenses y Efesios
1

En primer lugar, introducimos brevemente en este bloque de cartas las que escri-
bió en tiempo de cautividad, según su testimonio (cf. Flp 1,7.12s; Col 1,24; 4,3.18;
Ef 3,1; 4,1; 6,20). Los estudiosos agrupan bajo la denominación “cartas de la cauti-
vidad” las siguientes: Filipenses, Filemón, Colosenses, Efesios. También 2Timoteo
fue escrita en la cárcel, como luego veremos, pero se agrupa en las llamadas cartas
pastorales. Estas misivas se suelen considerar escritas desde la prisión romana. De
ahí el título de esta unidad didáctica: Epistolario paulino posterior. Sin embargo, la
fecha más probable para algunas de estas cartas sea algunos años antes de la prime-
ra prisión romana, pues seguramente Pablo las escribió durante su tercer viaje
apostólico.

I. La carta a Filemón

Contexto histórico

Cuando Pablo escribió este pequeño billete estaba en prisión (v.1.9.23), acompaña-
do por Timoteo (v.1), Epafras (v.23) y también por Marcos, Aristarco, Demas y
Lucas (v.24). El Apóstol escribió esta carta para interceder por un esclavo huido,
Onésimo, ante su amo, Filemón. Según se expresa en la misiva, dicho esclavo estaba
también acompañando a Pablo en la prisión (v.10-12). Varias informaciones conte-
nidas en esta carta y en la dirigida a los Colosenses nos permiten deducir que la
Iglesia doméstica de Filemón se encontraba en Colosas, pues Epafras de Colosas
hizo llegar sus saludos a los destinatarios (v.23). Además Onésimo llegó desde
Colosas (cf. Col 4,9) y la carta a Filemón también estaba dirigida a Arquipo (v.2), al
igual que la de los Colosenses (Col 4,16s). Una tradición no muy segura considera
que Filemón llegó a ser obispo de Colosas.

En el escrito, aunque Pablo alude a la huida de Onésimo (v.15), nada dice acerca del
motivo que le llevó a tomar tal decisión. Podemos deducir que debió hacer algo que
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126 Epistolario paulino posterior

perjudicó a su amo (v.18), probablemente de modo grave. En cualquier caso,


Onésimo no encontró por casualidad a Pablo, pues éste se hallaba en prisión, sino
que fue a buscarlo. Si recurrió a él, fue porque sabía que el Apóstol era amigo de su
amo y además tenía gran ascendencia sobre él. Es posible que también supiese que
Pablo era la máxima autoridad de la comunidad religiosa a la que pertenecía su amo.

Pablo escribió esta breve carta para interceder por Onésimo, un esclavo huido. La
misiva está dirigida a su amo, Filemón, cristiano de la ciudad de Colosas.

Estructura de la carta

La estructura de la carta es la habitual:


• Saludo inicial: v.1-3
• Acción de gracias: v.4-7
• Cuerpo: v.8-22
• Saludos finales y bendición: v.23-25

Contenido de la carta

El cuerpo de esta misiva es la intercesión por Onésimo. En la carta, Pablo afirma


con claridad la conversión de Onésimo al cristianismo (v.10.16). Durante la prisión
de Pablo, también llegó a ser su colaborador (v.13; Col, 4,9). Sabiendo que todo
esclavo huido tenía que ser restituido a su amo, Pablo lo reenvió a Filemón, pero
suplicándole lo acogiera no sólo como esclavo, sino como hermano (v.16). De
hecho en la carta, Pablo hace un juego de palabras teniendo en cuenta el nombre de
Onésimo, que significa “útil, provechoso”. En el v.11, Pablo dice: “que antes era tan
inútil (akhreston) para ti, y ahora en cambio es tan útil (eukhreston) para ti y para mí”.
Si además tenemos en cuenta la pronunciación itacista de la eta, las dos palabras
evocan de algún modo su pasado no cristiano y su presente cristiano.

En la misiva, Pablo pide a Filemón que deje a su servicio a Onésimo durante su pri-
sión (v.13.21). No sabemos si esto se cumplió. Algunos estudiosos, al considerar la
carta a los Colosenses escrita en una fecha posterior, suponen que efectivamente
Onésimo volvió junto a Pablo. Ciertamente los datos que tenemos en esa carta no
sirven para dilucidar esta cuestión, pues ambos escritos son claramente contem-
poráneos. Toda la misiva está escrita con tacto y usando la diplomacia en lugar
de una orden, a pesar de la autoridad apostólica de Pablo. De hecho, en esta misiva
no menciona este calificativo al principio, como suele hacer en otros escritos suyos.
Por lo demás, el escrito tiene expresiones que nos indican que fue escrita pensando
no sólo en Filemón, sino en la comunidad de los cristianos (v.2-4.25). Por eso, algu-
nos autores consideran este escrito como una carta apostólica que aborda una
cuestión personal; o sea, que era de naturaleza pública, y no privada. Una confirma-
ción de este carácter público sería su inclusión en la colección de las cartas paulinas.
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 127

Sobre la esclavitud

La esclavitud en el mundo antiguo

Para comprender el modo de proceder de Pablo, quizá es necesario contextualizar la


institución social de la esclavitud en el mundo antiguo. Entre los estudiosos se habla
de que alrededor de la mitad de la población era esclava; la mayoría de los esclavos
procedía de botines de guerra. Ciertamente la economía se apoyaba en gran medida
en los trabajos que realizaban los esclavos. Es difícil imaginar que el cristianismo
naciente sintiera la urgencia de atacar la institución de la esclavitud. Se trataba de un
problema gigante, cuya solución exigía un cambio radical de la sociedad. Por lo
demás, semejante intento hubiera sido inútil, pues el poder romano lo habría aniqui-
lado al considerarlo un ataque a la estabilidad social. Baste recordar la revuelta de
los esclavos, guiados por Espartaco, contra la cual Roma desató toda su furia hasta
acabar con ella. Además, no son las grandes proclamas o propuestas revolucionarias
las más eficaces para mejorar el orden social. No obstante, el cristianismo naciente
introducía una novedad en el mundo que, en el tiempo, cambiaría la sociedad. La
novedad era Cristo, que desvelaba la dignidad del hombre y realizaba la igualdad.
Por eso, en sus cartas Pablo no sólo aconseja a los esclavos la obediencia a sus amos
por amor a Cristo, sino también insta a éstos a tratar bien a sus esclavos apelando de
igual modo a Cristo: “Amos, comportaos también vosotros del mismo modo, deján-
doos de amenazar; sabéis que ellos y vosotros tenéis un amo en el cielo y que ese no
es parcial con nadie” (Ef 6,9.; cf. Col 4,1).

Una sociabilidad diferente

La carta no hace una reflexión sobre la esclavitud, pero el modo de abordar el pro-
blema concreto de la huida de Onésimo manifiesta con claridad que la fe introduce
una concepción nueva de la realidad y, por tanto, un modo nuevo de relacionarse con
ella. Pablo no hace ninguna proclama acerca de la abolición de la esclavitud, pero en
el modo de tratar él a Onésimo y en el reclamo que hace a su amo Filemón de reci-
birle como hermano introduce un nuevo orden, una sociabilidad diferente a la que se
vivía en aquella época. En su modo de abordar el problema de Onésimo manifiesta
que en efecto Cristo Jesús ha eliminado las tres grandes barreras de la sociedad de
aquella época: “no hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28; cf. 1Cor 12,13; Col 3,11). La carta
expresa con claridad que la fe en Cristo crea una nueva relación y paternidad: “Te
recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión… Quizá se apartó de
ti por un breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo,
sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho
para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor” (v.10.15-16).

El mundo cambia no por planes o proyectos, sino por un fragmento de mundo cam-
biado. Y este fragmento del mundo cambiado es la comunidad cristiana. Un grupo
de gente dominado y determinado por la iniciativa de Cristo que siempre nos prece-
de. Por eso la gran preocupación de Pablo es que todos los cristianos miren y
afirmen por encima de todo a Cristo.
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128 Epistolario paulino posterior

Fecha de composición, lugar y autenticidad

Aunque hay estudiosos que colocan la redacción de esta misiva en Roma, durante la
primera prisión de Pablo (60-62), el hecho de que éste piense acercarse a la casa de
Filemón en cuanto se resuelva su acusación (v.22), nos hace pensar que la prisión
necesariamente tiene que estar más cerca de Colosas. La promesa de visitarlo
prontamente sólo es verosímil si se hallaba prisionero cerca, o sea en Éfeso,
que se encuentra a unos 190 kms. de la ciudad de Colosas, y ciertamente en
una época anterior a su proyecto de viajar a España, según se expresa en la carta a
los Romanos (cf. Rm 15,22-24.28). Por tanto, creemos que la breve carta fue escrita
con toda probabilidad durante la prisión de Pablo en Éfeso, entre los años 54-57.
El objeto de su prometida visita probablemente fuese verificar el resultado de su
misiva.

La autenticidad paulina de la carta no se ha cuestionado, pues el estilo y la forma


son claramente paulinas. Tampoco se puso en cuestión el origen paulino en la
antigüedad; basta leer la información transmitida por Marción o la contenida en el
canon Muratori.

Relación con la carta a los Colosenses

Existe una clara relación entre esta breve misiva y la carta a los Colosenses.
En primer lugar, en ambas acompañan a Pablo las mismas personas: Timoteo (Col
1,1), Epafras (Col 1,7; 4,12s), Marcos, Aristarco (Col 4,10), Demas y Lucas (Col
4,14). También en ambas menciona a Onésimo y Arquipo. Por otra parte, Pablo
escribe ambas desde la prisión. Además, Epafras, que Flm 23 es nombrado como
compañero de prisión, en Col 1,7 se indica como el fundador de la comunidad de
Colosas, que se preocupa por su bien, junto al de las iglesias de Laodicea y
Hierápolis (Col 4,12s), y como compañero de servicio y siervo de Jesús (Col 1,7;
4,13). La carta a los Colosenses fue llevada por Tíquico y Onésimo (Col 4,7-9); pro-
bablemente con ocasión de la devolución del esclavo fugitivo a su amo Filemón
(Flm 10-14).

II. La carta a los Filipenses

La ciudad

La comunidad de Filipos fue la primera iglesia fundada por Pablo en Europa.


La ciudad, edificada por Filipo de Macedonia en los años 358-57 a.C., estaba situada
en la vía Egnatia. En el 168 a.C. la ciudad fue conquistada por los romanos.
Después de su destrucción a causa de la guerra después del asesinato de Julio César,
Octavio Augusto la reconstruyó constituyéndola como colonia militar romana con
el ius italicum: como ciudadanos romanos, los filipenses podían comprar y vender
propiedades, estaban exentos de las tasas del territorio y bajo la protección de la ley
romana. Gran parte de sus habitantes eran romanos, antiguos legionarios o descen-
dientes suyos, como muestran la gran cantidad de inscripciones encontradas.
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 129

También residían allí muchos griegos. No existe ningún indicio arqueológico o


epigráfico de presencia judía en esta ciudad. Por otra parte, el hecho de que Pablo se
dirija no a la sinagoga, sino al lugar de la oración junto a un río (Hch 16,13), nos
hace pensar que allí no había una comunidad judía estable.

Fundación de la comunidad

Como recuerda Hch 16,9s, Pablo llegó a Filipos como resultado de la visión del
macedonio en Tróade pidiéndole su ayuda. A dicha ciudad debió llegar en el año
49, después de su recorrido por Asia Menor. Lucas nos informa que la primera con-
vertida fue Lidia, temerosa de Dios que seguía de algún modo la religión judía
(v.14s). Dado el negocio que regentaba, la púrpura, debemos suponer que era rica;
por tanto, es natural que su casa llegase a ser el núcleo de la iglesia de Filipos. Esta
mujer era originaria de Tiatira, donde la presencia judía está bien atestiguada; por
tanto, su conocimiento y adhesión al judaísmo bien pudo ocurrir en su ciudad de
origen. En 1872, el Prof. Mertzides encontró en la zona arqueológica de Filipos una
inscripción con el siguiente texto: “La ciudad honra como benefactor, entre los
comerciantes de púrpura, al ilustre ciudadano Antioco, hijo de Lico, originario de
Tiatira”. También Lucas nos informa de la conversión del carcelero, junto con su
casa, que vigilaba la prisión de Pablo (Hch 16,30-33). Por otros nombres que apare-
cen en la carta (2,25; 4,2-3) podemos deducir que la mayoría de sus componentes
eran de origen griego. Es más, no sólo se puede percibir una mayoría femenina, sino
incluso que algunas mujeres ejercieron algún tipo de autoridad (4,3).

Pablo recibió ayuda de esta comunidad con regularidad (4,15-16; 2Cor 11,8s).
Esta generosidad también la tuvieron con los pobres de Jerusalén (cf. 2Cor 8,1-5).
Es probable que la estancia de Pablo en dicha ciudad fuera más larga de la que se
deduce del relato lucano. Por algunas referencias de la carta podemos deducir que
también en esta comunidad hubo problemas (Flp 1,27; 2,2): había gente que miraba
sólo sus propios intereses (2,3-4); que murmuraba y discutía con los otros (2,14),
que era causa de división (4,2). A pesar de todo ello, Pablo amó profundamente esta
comunidad, al igual que ella tuvo un profundo afecto por el Apóstol (1,7; 4,16).

En esta ciudad sufrió una breve prisión y fue golpeado con varas (cf. 1Tes 2,2;
2Cor 11,23-25). Este suceso está narrado por Lucas, dejando constancia de la peti-
ción paulina a los pretores de excusarse por la afrenta hecha a ciudadanos romanos
(Hch 16,35-39). El motivo porque Pablo y Silas fueron azotados con varas y poste-
riormente encerrados en prisión fue una acusación de alborotar la ciudad
predicando costumbres contrarias a las romanas (Hch 16,20). Pero esta acusación
tuvo origen en un milagro realizado por el Apóstol: liberar a una joven de un espíri-
tu de adivinación. Lo curioso es que ésta parece tener una posición positiva ante los
misioneros cristianos: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anun-
cian un camino de salvación” (Hch 16,17). ¿Por qué se enfada Pablo? La
formulación griega no es tan clara como las traducciones castellanas. “Dios altísimo
(theos hypsistos)” podía ser una referencia a Zeus, pues esta fórmula aparece en una
inscripción encontrada cerca de Filipos y fechada entre el 38-45 d.C. Por otra parte,
“camino de salvación (hodon sôterias)” era también utilizado en las religiones mistéri-
cas de la época. Por tanto, el modo de expresarse de la muchacha era ambiguo y
podía sugerir un sincretismo.
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130 Epistolario paulino posterior

Estructura y contenido

Ocasión de la carta

Seguramente es la carta más personal de todas las de Pablo. Aunque en el


saludo nombra también a Timoteo, a lo largo del escrito habla en primera persona:
usa con frecuencia el pronombre personal “yo” o el posesivo “mi”. La ocasión de
la carta parece ser la enfermedad de Epafrodito y su posterior restableci-
miento (2,25s), aunque también pudo haber otros motivos que le llevaron a escribir
esta misiva, como informarles de su situación (1,12-26) o recomendar a Timoteo
(2,19-24) y, por supuesto, salir al paso de los problemas existentes en la comunidad
(1,28-30; 3,2-4.18). Con ocasión de la vuelta de Epafrodito a Filipos, envía esta carta
agradeciendo el regalo que ha recibido (4,10-19).

Estructura de la carta

He aquí el esquema de la carta:


• Saludo y acción de gracias: 1,1-11
• Situación de Pablo prisionero: 1,12-26
• Exhortación: 1,27-2,16
• Interés de Pablo por los filipenses: 2,17-3,1a
• Aviso contra los falsos doctores: 3,1b-4,1
• Exhortación a Evodia y Síntique: 4,2-9
• Agradecimiento por los dones de los filipenses: 4,10-20
• Saludo final y bendición: 4,21-23

Contenido de la carta

Pablo comienza su escrito con el acostumbrado saludo (1,1-2); al que sigue la


acción de gracias, donde hace referencia a sus prisiones (1,3-26). Reclama a
todos a vivir una vida digna del Evangelio y en armonía entre ellos, buscando el
bien de todos, siguiendo el modelo de Cristo (1,27-2,18). En esta sección se halla el
himno cristológico, que la mayoría de los estudiosos consideran uno de los himnos
cristianos más primitivos (2,6-11).

El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al


contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a
los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí
mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nom-
bre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua
proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (2,6-11).
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 131

Comunica su deseo de enviarles a Timoteo, que les ama como ninguno, pero mien-
tras que no pueda prescindir de él, les envía a Epafrodito como mensajero de su
carta; como ya se ha dicho, éste pertenecía a la comunidad y había estado en peligro
de muerte (2,19-30). Inmediatamente el tono de la carta cambia y Pablo ataca a
los que son enemigos de la cruz de Cristo. La argumentación utilizada por el
Apóstol nos hace identificar quiénes están detrás de este ataque: los judíos que hacen
la guerra a los cristianos (3,1-21). Termina su carta pidiendo la unidad de todos,
especialmente de sus dirigentes, y exhortando a ser fieles al don recibido (4,1-9). En
esta parte final les agradece su ayuda material, única comunidad de la que acepta
una ayuda económica permanente para hacer frente a sus necesidades (4,10-20).

La carta, aunque está escrita en una situación desfavorable, pues está en prisión,
rebosa de alegría y de fuerza de ánimo 132. Ciertamente es consciente de su rela-
ción íntima con Jesucristo, y a través suya, con Dios. Su alegría, por tanto, nace de la
fe y de la relación con Cristo presente, de modo que las condiciones negativas que
vive no le definen.

Autenticidad y unidad

Autenticidad paulina

La paternidad paulina ha sido reconocida sin dificultad. Policarpo atribuye a Pablo


esta carta (Ad Philippenses 3,2), como también lo hicieron posteriormente Ireneo
(Adversus Haereses 4,18,4), Clemente de Alejandría (Stromata 4,13,92), Tertuliano
(Adversus Marcionem 5,20), el Canon Muratori, y otros Santos Padres. A lo largo de la
historia no se puso en cuestión su apostolicidad hasta el s. XIX, cuando Ferdinand C.
Baur la consideró no auténtica. Sus argumentos, sin embargo, no son de peso y la casi
totalidad de los estudiosos continúa afirmando que esta carta es un escrito paulino.

Unidad de la carta

Sobre la cuestión de la unidad, algunos autores, apoyándose en el hecho de que


Policarpo en su carta a los Filipenses aluda a que Pablo envío “cartas” a esta comu-
nidad (3,2) y de que se perciba en la carta paulina un cambio brusco de tono en el
c.3, además de algunas incongruencias (2,25-30 y 4,18; 3,1 y 4,9), han puesto en
cuestión la unidad de este escrito: en él se habría recogido dos cartas diferentes.

Resumamos las razones que se alegan para justificar la no integridad de la


carta y señalemos después los argumentos que ofrecen los estudiosos que defien-
den la unidad de la carta. Aquellos que identifican dos cartas en Filipenses alegan
los siguientes motivos: 1) Flp 3,1 puede considerarse el comienzo de una conclusión
de la carta, que tendría su continuidad en 4,4; 2) el radical cambio de tono y conte-
nido en 3,2 con el resto de la carta; 3) que Pablo espere al final de la carta para
agradecer la generosidad de los filipenses. Pero en realidad ninguna de estas razones
obligan a pensar que en esta carta se han unido dos misivas diferentes. Quienes
defienden la unidad del escrito alegan las siguientes razones: 1) la ruptura que
se identifica en 3,2 no debería extrañar en una carta personal, quizá no escrita de un

132. El término “alegría, gozo” aparece 5 veces y el verbo “alegrarse” 9 veces en este escrito.
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132 Epistolario paulino posterior

tirón y en situaciones diferentes; 2) ningún manuscrito testimonia una carta más


corta o diferente a la que nos ha llegado; 3) el léxico y el estilo es el mismo en
ambas partes; además existe una íntima relación de los temas tratados a lo largo de
la carta (p. ej. 2,6-11 con 3,7-11); 4) si el c.3 es un añadido, habría que explicar por
qué el escriba lo introdujo en un lugar tan poco apropiado, creando la fractura iden-
tificada por estos estudiosos.

¿Quiénes son los misioneros que han llegado a Filipos?

A nuestro entender, bastarían las calificaciones de Flp 3,2, “cuidado con los perros,
cuidado con los malos obreros, cuidado con los de la circuncisión”, para identificar
quienes están alterando la vida de esta comunidad: son los judíos que se oponen
al cristianismo. Ellos son calificados como los judíos solían referirse a los gentiles,
denunciados como misioneros que quieren destruir lo construido por los predica-
dores cristianos, identificados con aquellos que defienden posiciones ortodoxas de
la Ley y se cierran al anuncio cristiano. Por lo demás, la insistencia de Pablo en des-
valorizar la circuncisión (que la compara a castración o mutilación) y el reconocer a
los cristianos como los verdaderos circuncidados, pues son los que se han converti-
do verdaderamente a la voluntad de Dios (3,3-4; cf. Col 2,11), se comprenden en un
contexto de polémica con el judaísmo.

También creemos que el hecho de que invite a los destinatarios de la carta a imitarle,
implica que éstos pertenecen al judaísmo, pues de otro modo no les invitaría a consi-
derar basura las tradiciones y costumbres que han regido su vida hasta ahora.
Seguramente estas palabras de Mariano Herranz nos ayudan a entender mejor lo que
Pablo supone con la argumentación expresada en Flp 3: “Suele decirse que en este
pasaje de la carta a los Filipenses san Pablo quiere poner en guardia a los fieles de
Filipos contra la actividad de los llamados judaizantes, cristianos —o predicadores
cristianos— de origen judío que pretendían imponer la circuncisión y la observancia
de la ley mosaica a los convertidos de origen pagano. Pero, en esta hipótesis, resulta
extraño que san Pablo, tras proclamar cómo consideró pérdida todo lo que constituía
su timbre de gloria dentro del judaísmo, lo que lo hacía intachable en él, exhorte a los
filipenses a hacer lo mismo. Si los destinatarios de la carta eran antiguos paganos,
¿cómo podían renunciar a algo que no poseían: el linaje de Israel, la circuncisión, la
justicia según la ley? El único modo de que el pasaje completo haga sentido es supo-
ner que en él tenemos una briosa exhortación de san Pablo a cristianos de origen
judío, amenazados de renunciar a Cristo, a su fe en Jesús de Nazaret, por una falsa
fidelidad al judaísmo, hacia la que son empujados por judíos que no han acogido el
Evangelio. Por eso al comienzo dice: "La circuncisión somos nosotros". Dicho de
otro modo: los verdaderos judíos son los que han creído en Jesús” 133.

Lugar y fecha de composición

Lugar donde fue redactada

Para deducir el lugar donde Pablo escribió esta carta es necesario tener en cuenta
algunas informaciones contenidas en la misiva: a) Pablo se hallaba en prisión cuan-
do la escribió (1,7.13.17); b) debe afrontar un juicio que podía llevarle a la muerte
133. M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas, 114s.
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 133

(1,12s.19s; 2,17), pero que parece se resolverá positivamente (1,25; 2,24); c) fue
encerrado en el pretorio (1,13; 4,22) y tenía relación con la casa del emperador
(4,22); d) Timoteo estaba con él (1,1; 2,19-23); e) tiene lugar en ese tiempo una acti-
vidad misionera importante (1,14-17); f) Pablo planea ir a visitar Filipos cuando
todo haya pasado (2,24); g) la comunicación con los filipenses desde el lugar donde
escribe Pablo es fácil, ya que los filipenses tienen noticia de la enfermedad de
Epafrodito y Pablo está al corriente de su preocupación (2,26).

En la antigüedad, a causa del prólogo marcionita, se ha identificado la prisión roma-


na como el lugar desde donde escribió Pablo esta carta. Es verdad que fueron dos
años de una arresto domiciliario con libertad de recibir visitas y enviar misivas (Hch
28,17.30). También es lógico que si está en Roma haga referencia al pretorio y la
casa del emperador; al igual que se explicaría bien la división a la que alude en 1,14-
17. Pero esta identificación plantea algunos problemas graves: a) la distancia entre
Roma y Filipos hacen más difícil la comunicación entre las dos comunidades, que,
sin embargo, por los datos contenidos en la carta, parece ser que fue bastante fácil y
frecuente; b) Los Hechos de los Apóstoles no dice nada de la presencia de Timoteo en
Roma; c) el deseo del Apóstol de ir a verlos en cuanto sea liberado no casa bien con
su proyecto de realizar una misión en España; d) el pretorio puede designar la resi-
dencia de un gobernador romano; e) sabemos que desde Éfeso se realizó una
actividad misionera importante. No obstante, algunos estudiosos también sugieren
Cesarea. La hipótesis más probable parece ser la ciudad de Éfeso, donde
hemos identificado que Pablo fue encarcelado por un tiempo.

Fecha de redacción

En cuanto a qué fecha asignar a esta carta depende del lugar que se elija. Si fue
desde Éfeso, Pablo la escribió entre el 54 y el 57, la fecha más probable. Si fue
desde Cesarea, hay que retrasar la fecha a algunos años 58-59. Si se supone que fue
desde Roma, entonces entre los años 60-62.

III. La carta a los Colosenses

Durante su permanencia en Éfeso, según Jerome Murphy-O’Connor, Pablo realizó


una estrategia misionera particular. Por un lado se dedicó a la formación de la
comunidad efesina, predicando y enseñando en la escuela de Tirano. Los Hechos de
los Apóstoles afirman que esta actividad la desarrolló durante dos años, “y así todos
los habitantes de Asia, lo mismo judíos que griegos, pudieron escuchar la palabra
del Señor” (19,10). Por otra parte, favoreció la difusión del cristianismo en otras
ciudades cercanas, siguiendo el esquema de las vías romanas, a través de colabora-
dores. Algunos llegaron a Esmirna, Pérgamo; otros evangelizaron Filadelfia, Sarde y
Tiátira; algunos fueron a Magnesia y Trallos; Epafras, originario de Colosas,
misionó en el valle del río Licos, fundando las comunidades en las principales
ciudades de este valle: Laodicea, Hierápolis y Colosas. Pablo, por tanto, no fue el
fundador de esta comunidad 134.
134. J. MURPHY-O’CONNOR, Vita di Paolo, 261.
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134 Epistolario paulino posterior

La ciudad

La ciudad de Colosas se hallaba en el extremo oriental de la provincia proconsular


de Asia, cuya capital era Éfeso, a unos 160 km de esta ciudad. Estaba situada en la
ruta que unía Éfeso con el Éufrates. Durante los siglos V y IV a.C. era amplia y rica,
muy poblada; posteriormente perdió su importancia y durante el periodo romano se
convirtió en una pequeña ciudad, siendo superada por Laodicea y Hiérapolis.

El valle del Licos, en el que estaba asentada esta ciudad, era rico en higos y olivos,
con abundante pasto; por tanto, con abundantes rebaños de ovejas. Los habitantes
de esta región, además de cultivar olivos y viñas, vivían de la lana.

Después de una revuelta contra los Antiocos en el siglo III a.C., Antioco III el
Grande (233-187 a.C.), estableció en Frigia y Lidia, y también en el valle del Licos,
dos mil familias judías traídas de Babilonia. Se sabe que en Laodicea en el año 62
a.C. habitaban unos 11.000 varones judíos. Hemos de suponer una presencia judía
no menos numerosa en Colosas, lo que explica las tensiones a las que tuvieron que
hacer frente Epafras y Pablo.

Ocasión de la carta

Epafras entró en contacto con Pablo durante su estancia en Éfeso. Al volver a su


casa, fundó la comunidad cristiana en Colosas, Laodicea y Hierápolis (4,13).
Podemos suponer que Epafras era un hombre con haberes y negocios propios,
dada la facilidad con que se movía para ir a consultar a Pablo algunas cuestiones
sobre la situación de la comunidad. Al parecer, la mayoría de los fieles era de origen
gentil (1,13.21.27; 2,13). No obstante, dada la problemática que aborda Pablo en su
carta, algún grupo debía proceder del judaísmo.

Por lo que se puede deducir de la carta, la fe crece y se profundiza (1,8s; 2,5). No


obstante, se introduce en la comunidad una “herejía”, doctrinas extrañas, que ponen
en peligro la buena marcha de la vida de la comunidad. Esta dificultad obliga a
Epafras a visitar al Apóstol, que se halla preso, e informarle de la situación.
Entonces Pablo interviene por medio de la carta.

En el c.2, Pablo pone en guardia a sus lectores respecto a una enseñanza que
tiene todas las características de proceder del judaísmo, pues tiene que ver con
la observancia del sábado, la luna nueva y las leyes alimenticias (v.16), el culto a los
ángeles (v.18) y ascetismo (v.23). La circuncisión es mencionada (v.11), pero no
parece que fuera una de los reclamos legales. Estas doctrinas ponían en cuestión a
Cristo como único mediador y redentor; de ahí la insistencia de Pablo sobre la ver-
dad cristológica (1,15-20; 2,9-15). Cristo es el Señor de toda la creación, pues todo
fue creado por Él y para Él. También es quien ha llevado a cabo la reconciliación.
En Él, los creyentes han sido liberados del poder de las tinieblas y alcanzado el
perdón de los pecados.
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 135

Estructura y contenido

Estructura de la carta

• Saludo y acción de gracias: 1,1-8


Parte doctrinal (1,9-2,23)
• El lugar de Cristo en la creación: 1,9-23
• Trabajo apostólico de Pablo: 1,24-2,5
• Instrucción sobre el error doctrinal que amenaza a sus lectores: 2,6-23
Parte exhortativa (3,1-4,6)
• Muerte y vida nueva en Cristo: 3,1-17
• Comportamiento cristiano según la propia situación: 3,18-4,1
• Exhortaciones varias: 4,2-6
Conclusión (4,7-18)
• Envío de Tíquico y Onésimo: 4,7-9
• Saludos y avisos finales: 4,10-18

Contenido de la misiva

Junto al saludo inicial está la acción de gracias a Dios por la adhesión de los fieles de
Colosas al Evangelio (1,3–8). Tras ella, hay una súplica en la que Pablo expresa el
deseo de que la comunidad siga creciendo en la inteligencia de la voluntad divi-
na(1,9–14). En el resto del primer capítulo, se afirma la supremacía de Cristo
sobre toda la creación y su poder salvífico.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo
de su Amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron
creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y
Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es
anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la
Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en
todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él
quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por
la sangre de su cruz (Col 1,13-20).

En el segundo capítulo, el Apóstol aborda el error que se está introduciendo


en Colosas y reclama a los miembros de la comunidad a que sigan siendo fieles a
Cristo y a su obra realizada en ellos por el bautismo. En la parte exhortativa, los dos
siguientes capítulos, los anima a vivir conforme a la vida nueva que Cristo ha
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136 Epistolario paulino posterior

introducido, tanto a nivel personal y familiar como social. La conclusión del escri-
to, de forma habitual, da las últimas recomendaciones y saludos.

Autenticidad

Durante los primeros siglos nadie cuestionó la autenticidad paulina de este


escrito: Marción la incluye en su canon; también aparece en la lista del canon
Muratori, y otros Santos Padres la citan. El estilo y el modo de proceder de esta
carta no es muy diferente del que encontramos en las cartas reconocidas como
auténticas por los estudiosos. El carácter paulino se percibe a lo largo de la carta. Es
más, en varias ocasiones se afirma la autoría de Pablo a lo largo del escrito (1,1.23;
4,18) 135. Sin embargo, en los últimos 150 años se ha puesto en duda su autenticidad
apostólica. Los estudiosos que la niegan suelen argumentar razones de tipo
lingüístico y teológico. Es verdad que hay diferencias con otras cartas en cuanto a
vocabulario; de hecho, se apela al número de hapax legomena (términos griegos que
aparecen una sola vez en el Nuevo Testamento) que contiene la misiva. Pero la dife-
rencia de vocabulario puede deberse tanto a las circunstancias diferentes de la
comunidad, como al estilo del secretario que ayudó al Apóstol en su redacción.
Concretamente la mayoría de las palabras nuevas se encuentran en el himno
de 1,15-20 o en relación con la doctrina que denuncia.

En cuanto a la teología, no podemos esperar que todos los escritos paulinos reflejen
los grandes temas doctrinales de la predicación apostólica. Es cierto que la cristo-
logía de Colosenses tiene una dimensión más cósmica, pero ésta no está totalmente
ausente en otras cartas (cf. 1Cor 8,6; Flp 2,10). También el pensamiento eclesiológi-
co está más explicitado, sobre todo su dimensión universal y la metáfora del cuerpo,
cuya cabeza es Cristo; pero son conceptos que se encuentran en otras misivas (cf.,
por ejemplo, 1Cor 12; Rm 12,4-5). Por lo que respecta a la escatología realizada que
se suele identificar en 2,12-13 y 3,1-4, afirma Luke T. Johnson: “Está claro a partir
de 2,20 y 3,1-4 que la ‘muerte’ al pecado que se expresa en el bautismo conduce a
una ‘vida de resurrección’ no de gloria sino de fe, que requiere una conversión de la
conducta de los colosenses. Su "vida" está sin duda "escondida con Cristo en Dios";
únicamente al final, "cuando Cristo, vida nuestra, sea manifestado", llegarán ellos a
un estado de "gloria" (3,4). El lenguaje es ligeramente distinto, pero el pensamiento
es prácticamente idéntico al que encontramos en Rm 6,1-14. Y aunque el lenguaje
pone de relieve la transformación del carácter humano que se ha producido por
medio de la fe y el bautismo –hemos muerto a la antigua vida y resucitado a la
nueva-, no ha de tomarse como una afirmación esencialmente escatológica” 136.

A nuestro juicio, no hay razones evidentes para identificar este escrito como
pseudoepigráfico. Por tanto, hemos de considerar Colosenses como carta auténti-
ca del Apóstol, según afirma la tradición. Atribuyen la carta al Apóstol Ireneo
(Adversus Haereses 3,14,1), Clemente de Alejandría (Stromata 1,1,15); Tertuliano (De
Praescriptione 7), el Canon Muratori, etc.

135. Además, en la carta encontramos breves alusiones autobiográficas: 1,7-18.23-25; 2,1; 4,3-4.7-15.18.
136. L.T. JOHNSON, The Writings of the New Testament (Fortress, Minneapolis 1999) 394s.
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 137

Lugar y fecha

Como ya hemos dicho, la carta a los Colosenses tiene muchos elementos en


común con Filemón: Pablo está en la cárcel (4,10-18); está acompañado de
Timoteo (1,1), Epafras (4,12), Aristarco (4,10), Marcos (4,10), Lucas (4,14), Demas
(4,14) y Onésimo (4,9); entre los destinatarios nombra también Arquipo (4,17). Es
lógico deducir que son contemporáneas y por ello colocar también Colosenses en el
mismo periodo y lugar que la misiva de Flm; es decir, fue escrita entre los años
54-57 en Éfeso.

IV. La carta a los Efesios

La ciudad

Éfeso era un lugar de turismo religioso a causa del gran templo edificado en honor
de Artemisa, cuatro veces más grande que el Partenón de Atenas; esta construcción
era considerada una de las siete maravillas del mundo. La decisión de construirlo se
debió a Creso, el rey de Lidia (reinó entre el 560-546 a.C.). La ciudad fue muy flore-
ciente, llegando a ser la cuarta más importante del imperio. En ella nació Heráclito,
vivió Homero y enseñó Tales de Mileto. Hacia el 200 a.C. Antíoco III estableció en
la ciudad y zona a 2.000 familias judías provenientes de Babilonia, siendo así la
mayor comunidad judía de Asia Menor. No se ha identificado todavía el lugar de la
sinagoga.

Según las informaciones que nos han llegado, en el 133 a.C., cuando los romanos
conquistaron esta región, la ciudad de Éfeso se extendía 350 hectáreas y estaba
superpoblada. Como ya hemos dicho, la presencia judía era significativa. Pablo pre-
dicó por varios meses en la sinagoga hasta que fue expulsado; luego se trasladó a la
escuela de Tirano. Según algunos manuscritos, el Apóstol enseñaba en ella desde las
11 de la mañana hasta las 4 de la tarde, que correspondía a las horas en que no se
trabajaba. Es posible que ese fuera el período no sólo que podían concurrir las per-
sonas, sino también que la escuela dejaba de tener la actividad habitual. En el resto
del tiempo Pablo trabajaba para ganarse el pan, como él mismo afirma en Hch
20,34 dirigiéndose a los presbíteros de Éfeso: “Vosotros sabéis que estas manos me
sirvieron para mis necesidades y las de los que estaban conmigo”.

Autenticidad

Durante muchos siglos nadie puso en duda la autoría paulina de esta carta.
La atribuyen explícitamente a Pablo los Padres Apostólicos, Ireneo (Adversus
Haereses 5,2,3), Clemente de Alejandría (Stromata 4,8,64), Orígenes (De Principiis
3,5); Tertuliano (Adversus Marcionem 5,11,17), el canon de Marción, el Canon
Muratori, e incluso escritos gnósticos. La discusión sobre su autenticidad comenzó
cuando Ferdinand C. Baur y sus discípulos afirmaron que esta carta no procedía de
la pluma de Pablo. A lo largo de los años, muchos estudiosos han identificado tres
características que van contra la paternidad paulina del escrito.
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138 Epistolario paulino posterior

Estilo de la misiva

En primer lugar, el estilo de este escrito es bastante diferente al de las cartas auténti-
cas de Pablo. Es llamativo el tono impersonal del escrito dirigido a una comunidad
en la que Pablo transcurrió más de dos años. Por otro lado, utiliza con frecuencia
frases largas, con abundancia de participios y relativos. Según Rudolf
Schnackenburg, “en Pablo no hay casi nada similar” 137. Es verdad que esto sucede
en la primera parte de la carta, donde se utiliza material tradicional y hay un tono
explícito de oración y alabanza. En cualquier caso, es cierto que las cartas paulinas
se caracterizan por una prosa más sencilla y un estilo más vivaz.

Concepción teológica

En segundo lugar, la concepción teológica expresada en la carta es bastante diferen-


te a la que contienen las cartas reconocidas como auténticas. En ella, el
pensamiento cristológico es cósmico, se habla de la escatología como reali-
zada, y la eclesiología está bastante más desarrollada. Quienes niegan la
autoría intentan identificar aquí un pensamiento diferente al de Pablo. Los estudio-
sos que defienden la autenticidad paulina, aun admitiendo estos rasgos peculiares en
la teología de la carta, se esfuerzan por argumentar que podemos estar ante un desa-
rrollo y profundización del pensamiento del Apóstol.

Semejanza con la carta a los Colosenses

En tercer lugar, se han destacado las claras semejanzas que hay de vocabulario,
redacción y pensamiento entre esta carta y la dirigida a los Colosenses. Los
estudiosos que rechazan la autoría paulina consideran que este fenómeno se debe a
que, para su redacción, quien escribió la carta a los Efesios se sirvió de la misiva
paulina dirigida a los Colosenses. Quienes defienden la paternidad del Apóstol ven
en esta semejanza un argumento a favor de la identificación del autor de ambas. En
realidad, en los cinco lugares donde se ha identificado este paralelismo, la coinciden-
cia de la redacción no es tan significativa como para suponer una reutilización del
texto de la carta a los Colosenses. Por lo demás, no es imposible que un mismo
autor reelabore sus pensamientos de forma diferente según las circunstancias y des-
tinatarios de las misivas.

Razones para afirmar la autenticidad paulina

Si ninguno de los argumentos aportados contra su autenticidad se impone, hay que


reconocer además que las referencias personales que contiene el escrito apoyan la
autoría paulina: 1) alude explícitamente al nombre del Apóstol (1,1; 3,1), que se dice
prisionero (Ef 3,1; 4,1); 2) le han llegado noticias sobre la fe y el amor de sus lectores
(1,15), a los que pide sus oraciones para que pueda seguir anunciando el Evangelio
aun estando prisionero (6,19-20); 3) la referencia a Tíquico y su tarea está fuera de
lugar si el autor no es Pablo, aunque su modo de expresarse sea muy semejante al de
la carta a los Colosenses (6,21-22=Col 4,7-8); 4) se expresa en varias ocasiones en
primera persona: “Yo, Pablo, el siervo de Jesucristo…” (3,1; cf. 1,16; 3,14).

137. R. SCHNACKENBURG, The Epistle to the Ephesians (T & T Clark, Edinburgh 1991) 26.
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 139

Es cierto que se ha subrayado la presencia de los hapax legomena (35 en esta carta) y
de los términos que no se encuentran en las otras cartas paulinas (41 vocablos),
pero como ha puesto en evidencia Percy N. Harrison, el promedio de las palabras
que no aparecen en el resto del Nuevo Testamento no es muy distinto a los escritos
reconocidos como paulinos: en Efesios el promedio es de 4 a 6 por página, en
2Corintios de 5 a 6 y en Filipenses de 2 a 6 138.

No obstante, algunos argumentos ofrecidos por los que se oponen a identificar a


Pablo como autor de la misiva tienen su peso. Sirvan como ejemplo estas palabras
de Alfred Wikenhauser: “La carta se mantiene en un tono tan impersonal, que
Pablo no hubiera podido escribirla a una Iglesia por él fundada y gobernada durante
tres años. No trata cuestiones actuales para esa Iglesia ni delata nada de las expe-
riencias vividas por el apóstol en Éfeso. Según 1,15; 3,2s; 4,21, autor y destinatarios
no se conocen en absoluto […] En contraste completo con Col y Flm faltan en Ef
saludos de parte del grupo de colaboradores del apóstol, de los que, sin embargo,
Timoteo y Aristarco eran personalmente conocidos por los efesios (Hch 19,22.29;
1Cor 4,17). Todas estas particularidades tomadas en conjunto obligan a la conclu-
sión de que la carta no pudo ser dirigida por Pablo a la Iglesia, por él fundada, de la
metrópoli de la provincia del Asia” 139.

Los estudiosos que defienden la autenticidad paulina, intentan explicar estas pecu-
liaridades. Por ejemplo, Carson-Moo afirman: “Pablo estaba encarcelado cuando
escribió esta carta (3,1; 4,1), lo cual concuerda bien con esta pretensión. Se percibe
un cierto desarrollo en relación con las cartas más antiguas, sin embargo esto es
algo natural a medida que el apóstol se acerca al final de su vida. El contenido de
esta carta tiene mucha lógica como las palabras que Pablo dirige a una iglesia que
necesita más instrucción acerca de algunos importantes aspectos de la fe. A muchos
eruditos esta concepción les parece una mejor manera de entender la carta que las
alternativas que se sugieren. Ninguna de las situaciones seudo epigráficas que se han
sugerido ofrece un marco tan apropiado como la idea de que Pablo escribe esta
epístola desde su último encarcelamiento […] Se dice que la teología de Efesios es
tal que no podemos atribuir a Pablo la autoría de este escrito. Es cierto que se perci-
ben rasgos típicamente paulinos, como por ejemplo la clara declaración de la
justificación por la fe (2,5-8), sin embargo se observan también aquí y allá algunos
acentos que, en el mejor de los casos, solo cuentan con apoyos muy débiles en las
cartas reconocidamente paulinas (como la función cósmica de la Iglesia (3,10) y
cierto énfasis en una escatología consumada o ‘realized eschatology’). Además, el
autor afirma aquí que los creyentes efesios están "edificados sobre el fundamento
de los apóstoles y profetas" (2,20), mientras que en las cartas reconocidamente pau-
linas el apóstol presenta a Cristo como el único fundamento (1Cor 3,11). Sin duda
se ha producido un cierto desarrollo de este concepto. Sin embargo, otra cosa es
demostrar que el pensamiento de Pablo no podía llegar a esta etapa en el transcurso
de su vida, o que los temas que aquí se subrayan no son las cuestiones que previsi-
blemente el apóstol podría enfatizar, asumiendo el escenario específico que da lugar
a esta carta” 140.

138. N.P. HARRISON, The Problem of the Pastoral Epistles (Oxford University, London 1921) 20.
139. A. WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, 308.
140. D.A. CARSON-D.J. MOO, Una introducción al Nuevo Testamento (Colección Teológica Contemporánea; Clie, Barcelona
2008) 385.
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140 Epistolario paulino posterior

En efecto, si esta carta fue redactada durante su prisión romana, bien puede reflejar
una cierta evolución en su pensamiento y en su modo de expresarse. Por lo demás,
no debemos olvidar que el tono impersonal y más solemne se percibe sobre todo en
la primera parte de la carta, que recoge material tradicional, y donde domina la ora-
ción y la alabanza. Por ello, creemos más razonable defender la autoría paulina, en
conformidad con la tradición.

Destinatarios

Por otra parte, el hecho de que no aparezcan las palabras “en Éfeso” del saludo
(1,1) en los mejores y más antiguos manuscritos (Sinaítico, Vaticano, P 46) y que algu-
nos autores de los primeros siglos las desconocieran también (Orígenes, Tertuliano,
etc.), ha hecho que algunos estudiosos duden sobre los verdaderos destinatarios de
esta carta. En su opinión, la falta de referencias específicas a la comunidad de Éfeso
en la carta se debe a que estamos ante una misiva circular, redactada pensando en
que sea leída en diferentes comunidades.

No obstante, la mayoría de los estudiosos identifican la iglesia de Éfeso como


destinataria por las siguientes razones: 1) Toda la tradición textual occidental y
bizantina apoya la inclusión de esta especificación. 2) De igual modo la tradición
eclesial es unánime al respecto y es la lección conocida por todos los Santos Padres.
3) Probablemente la omisión de “en Éfeso” se deba al deseo de algunas comunidades
de universalizar este escrito paulino. Por la misma razón algunos testigos omitieron
también “en Roma” (Rom 1,7) de la carta que Pablo dirigió a esta comunidad.

Estructura y contenido

Estructura de la carta
Saludo: 1,1-2
Parte doctrinal (1,3-3,21)
• Alabanza a Dios por la filiación divina en Cristo, tanto de judíos como de genti-
les: 1,3-14
• Acción de gracias por la fe de los destinatarios y súplica a Dios para que les haga
crecer en conocimiento del don recibido: 1,15-2,10
• Los gentiles también han sido llamados a la salvación y forman parte de la
Iglesia: 2,11-22
• Esta vocación de los gentiles es el misterio manifestado en estos tiempos: 3,1-21
Parte exhortativa (4,1-6,20)
• Los carismas sirven para la edificación del cuerpo de Cristo: 4,1-16
• Revestirse del hombre nuevo: 4,17-32
• Imitadores de Dios: 5,1-14
• Exhortaciones morales varias: 5,15-6,9
• Exhortación a luchar revestidos con las armas de Dios: 6,10-20
Conclusión: 6,21-24
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 141

Contenido de la misiva

Es una carta especial, pues está llena de himnos, credos y material litúrgico. La pri-
mera parte tiene un estilo exaltado, con vocabulario procedente del culto y la
oración. Comienza con una bendición a Dios por la elección y redención de su pue-
blo (1,3-14). Algunos autores modernos consideran que esta sección procede de un
himno primitivo cristiano, pero la mayoría de los estudiosos prefiere considerarlo
como una composición del autor de la carta. El estilo es claramente judío.

Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes
de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el
amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su volun-
tad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente
nos ha concedido en el Amado. En él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón
de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia que en su sabiduría y prudencia ha
derrochado sobre nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que
había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en
Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. En él hemos heredado también los que
ya estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad, para
que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías. En él
también vosotros, después de haber escuchado la palabra de la verdad —el evangelio
de vuestra salvación—, creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu
Santo prometido. Él es la prenda de nuestra herencia, mientras llega la redención del
pueblo de su propiedad, para alabanza de su gloria (Ef 1,3-14).

Además la carta tiene dos súplicas al Padre (1,15-23; 3,14-21). Hay otras referencias
hímnicas (5,14; 2,14-18) o confesiones (4,4-6). En los dos capítulos finales, la carta
contiene un código familiar: marido-mujer, padres-hijos, amo-esclavo (Ef 5,21-6,9);
dicho código es muy similar, aunque más extenso, al que tenemos en la carta a los
Colosenses (3,18-4,1). Algunos autores consideran estos códigos como una adapta-
ción cristiana de ciertas regulaciones judías helenistas. En cuanto a las citas del
Antiguo Testamento son escasas, pero la carta está llena de alusiones veterotesta-
mentarias tanto en frases, términos y conceptos. Incluso algunos autores identifican
métodos rabínicos de exegesis. Ciertamente la sección 5,15-18 es deudora de la tra-
dición sapiencial del Antiguo Testamento.

La carta no aborda ningún problema específico ni intenta responder a cues-


tiones planteadas, sino que se trata más bien de una presentación del
Evangelio que Pablo predicaba tanto a judíos como a gentiles. En ella se
exhorta a la unidad y al estilo de vida cristiano. La unidad está generada por Cristo:
judíos y gentiles son uno en Cristo (2,12-18; 3,6). La expresión “en Cristo” aparece
34 veces en la carta.
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142 Epistolario paulino posterior

Quizá la referencia más explícita a la comunidad de Éfeso sea la insistencia de Pablo


en la superioridad de Cristo frente a las potencias y principados. Como es sabido, la
ciudad de Éfeso estaba dominada por el culto a la diosa Artemisa, a la que se atri-
buía un dominio en el mundo subterráneo y poderes mágicos. Recuérdese el relato
de Hch 19,11-20 y la quema de libros de magia como resultado del poder taumatúr-
gico de Pablo en la ciudad. Pues bien, en esta carta Pablo insiste en la superioridad
del poder de Cristo frente a todas las potencias hostiles (1,19-23; 4,8-10). Por eso,
unidos a Él se puede resistir a cualquier ataque de dichos poderes (6,10-20).

La carta a los Efesios es la carta eclesial por excelencia. En ella, el término ekkle-
sia no se utiliza para designar una comunidad concreta, sino la Iglesia universal
(1,22; 3,10.21; 5,23-25.27.29.32). Varias imágenes sirven para describir la verdad de
la Iglesia: morada de Dios (2,19-22), cuerpo (1,23; 4,16; 5,23), esposa (5,25-32). Es
en la Iglesia donde se realiza la unidad entre gentiles y judíos (2,11-22).

Ocasión de la carta

Ciertamente esta carta no responde a una situación de crisis o urgencia, como es el


origen de otras cartas paulinas. El Apóstol, al escribirla, ha pensado sobre todo en
los cristianos de procedencia gentil; con ella, hace una presentación positiva del
Evangelio que ha anunciado en sus viajes misioneros. No es extraño que algunos
estudiosos hablen de esta carta como homilía litúrgica, discurso sapiencial o tratado
teológico. Otros han considerado este escrito como una circular que debía ser leída
en las comunidades vinculadas a la ciudad de Éfeso, desde donde se desarrolló una
actividad pastoral en todo el territorio. En cualquier caso, estamos ante una carta
verdadera con que el Apóstol reclama a la unidad de las comunidades y a la necesi-
dad de vivir la vida cristianamente, separándose del estilo pagano.

Lugar y fecha

No hay razones claras para negar su autenticidad paulina. Una cosa es diluci-
dar a qué comunidad iba dirigida y otra distinta es la autoría paulina. De hecho,
buena parte de los estudiosos la defiende, en armonía con toda la tradición.
Ciertamente fue escrita durante una de las prisiones de Pablo; posiblemente durante
su primera prisión romana. Por ello, se suele fechar entre los años 60-62.
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Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y Efesios 143

CONCLUSIÓN
En este primer tema hemos estudiado las cartas de la cautividad, llamadas así
porque Pablo las escribió mientras estaba prisionero. Durante muchos años se
ha identificado Roma como lugar de su prisión, pero en las últimas décadas,
al menos para tres de ellas (Filemón, Filipenses y Colosenses) se ha preferido
colocar su redacción durante la prisión que Pablo sufrió en Éfeso.

Filemón es un escrito dirigido al amo del esclavo Onésimo, convertido al cris-


tianismo a través de la relación con el Apóstol. En ella se propone un modo
de acoger y tratar al esclavo huido que es totalmente novedoso. Introduce un
criterio nuevo en la relación entre amo y esclavo: la fe.

Filipenses es una misiva que rebosa alegría y agradecimiento. Pablo habla con
afecto de esta comunidad, que le ayudó económicamente a lo largo de su acti-
vidad misionera. Pone sobre aviso a los fieles de Filipos respecto a los
enemigos de la cruz de Cristo, que hay que identificar con los judíos contra-
rios a la predicación evangélica.

También en Colosenses Pablo sale al paso de enseñanzas extrañas, vinculadas


al judaísmo, y subraya la supremacía de Cristo sobre toda la creación y su
poder salvífico.

Efesios es una carta peculiar, tanto por su estilo como por su concepción
teológica; lo que ha llevado a algunos estudiosos a negar la autenticidad pauli-
na. Además el dato de que en los manuscritos más antiguos falten las palabras
“en Éfeso” ha llevado a considerarla como misiva circular, redactada pensan-
do en las comunidades en general. Es ciertamente la carta eclesial por
excelencia.

.
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144 Epistolario paulino posterior

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. Filemón es una carta con un profundo contenido doctrinal................... V F

2. Colosenses es una carta auténtica de Pablo................................................ V F

3. Filipenses es, probablemente, el resultado de la unión de varias cartas. V F

4. Existen numerosas coincidencias entre las cartas de Filemón y


Colosenses........................................................................................................ V F

5. Efesios es la carta más eclesiológica............................................................ V F


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Tema

Cartas pastorales: 1 y 2Timoteo y Tito


2

Cartas dirigidas a dos colaboradores

Estas cartas están dirigidas a personas particulares; concretamente a dos de sus


colaboradores principales. El resto de las cartas paulinas, si exceptuamos el billete a
Filemón, están dirigidas a comunidades (aunque en Filipenses se citan explícitamen-
te los obispos y diáconos en el saludo). Conocemos bien estos dos colaboradores de
Pablo. Timoteo era originario de Listra, donde Pablo le encontró y le hizo su com-
pañero de misión junto a Silas (Hch 16,1-3). En las cartas paulinas y en Los Hechos
de los Apóstoles aparece como responsable de diferentes tareas (1Tes 3,1-2; 1Cor
4,17; 16,10-11; Flp 2,19-24; Hch 19,22). En el saludo de 6 cartas es también citado
como coautor (1Tes 1,1; 2Tes 1,1; 2Cor 1,1; Flp 1,1; Col 1,1; Flm 1). Estuvo con
Pablo durante la cautividad en la que escribió las cartas de Colosenses, Filipenses y
Filemón (Col 1,1; Flp 2,19-23; Flm 1). De igual modo, acompañó a Pablo en su
regreso a Jerusalén al final de su tercer viaje (Hch 20,4). La tradición le considera el
primer obispo de Éfeso. En cuanto a Tito, aparece citado en tres cartas: Gálatas,
2Corintios y 2Timoteo 141. Era gentil de nacimiento (Gál 2,3). Acompañó a Pablo en
un viaje a Jerusalén (Gál 2,1). El Apóstol le encargó llevar “la carta en lágrimas” a
los corintios y ser intermediario suyo en la colecta a favor de la comunidad de
Jerusalén (2Cor 2,13; 7,13-15; 8,6.16-24; 12,17-18). Se le considera el primer obispo
de Creta.

¿Por qué se denominan pastorales?

A estos tres escritos, a partir del siglo XVIII, se les atribuyó el calificativo de
“pastorales” a causa de que parte de su contenido aborda las responsabilida-
des de los pastores de la Iglesia; el apelativo se debe a Paul Anton (1753). Según
el canon Muratori, estas cartas “han sido santamente guardas por la estimación de
toda la Iglesia para ordenación de la disciplina eclesiástica” (1,60-63). Las cartas
también contienen doctrina, sobre todo cristológica (1Tm 3,16, 6,15s; 2Tm 1,8-10;
2,8-13; Tit 3,4-7).

141. 2Cor 2,13; 7,6.13-14; 8,6.23; 12,18; 13,13; Gál 2,1.3; 2Tm 4,10.
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146 Epistolario paulino posterior

I. Contexto histórico

Ciertamente, la situación histórica que se deduce de estos escritos no es fácil


armonizarla con lo que nos informan las otras cartas y Los Hechos de los
Apóstoles. Según 1Tm 1,3, Pablo ha dejado a Tito en Creta, mientras él ha regresa-
do a Nicópolis para pasar el invierno (Tit 3,12). Según 1Tm, Pablo ha dejado a
Timoteo en Éfeso, mientras que él ha ido a Macedonia espera visitarle pronto en
Éfeso (3,14; 4,13). De 2Tm podemos deducir los siguientes datos: Pablo está prisio-
nero en Roma (1,8.17), pero la situación es muy diferente a su primer arresto, pues
espera morir (2,9; 4,6-8.21). Antes de llegar allí, visitó Tróade (4,13) y Mileto (4,20).
Con él está Lucas y pide a Timoteo que le lleve a Marcos (4,10s). Ha enviado a
Tíquico a Éfeso (4,12). Los últimos versículos dan una serie de noticias no fáciles de
compaginar: saluda a Prisca y Aquila y a la casa de Onesíforo (2Tm 4,19), que le
había buscado por las prisiones romanas con el fin de ayudarle (2Tm 1,15-18).
Erasto queda en Corinto; a Trófimo lo deja enfermo en Mileto (4,20). Por otra
parte, junto a él, se hallan Eúbulo, Pudente, Lino, Claudia y otros hermanos” (v.21).
Trófimo es de Éfeso (Hch 21), de origen gentil, pues Pablo es apresado en Jerusalén
al ser acusado de haber profanado el Templo al introducir a este compañero en
dicho lugar. Tíquico es nombrado en Ef 6,21; Col 4,7; es posible que pertenezca a
una de estas comunidades. Prisca y Aquila, originarios de El Ponto, han vivido en
Roma, Corinto, Éfeso y vuelto de nuevo a Roma. De los últimos nombres, al menos
dos están relacionados con Roma: Pudente, Lino (probablemente también los otros
dos: Eúbulo y Claudia).

Situación eclesial diferente

De igual modo, estas cartas reflejan una situación eclesial diferente a la que tenemos
en los primeros escritos. Destaca la presencia de semi-gnósticos en Éfeso y
Creta (1Tm 6,20) de origen judío, pues son llamados “el partido de la circuncisión”
(Tit 1,10), que propagan mitos judíos y genealogías (Tit 1,14; 1Tm 1,4; 4,7) y preten-
den ser maestros de la Ley (1Tm 1,7); proclaman también una escatología realizada,
afirmando que la resurrección ya ha tenido lugar (2Tm 2,18), y proponen la absti-
nencia de carnes y matrimonio, pretendiendo transmitir un conocimiento espiritual
(1Tm 4,3-4; 6,20). Por último, es cierto que las comunidades están más organizadas,
con sus obispos (1Tm 3,1-4; Tit 1,7) y sus diáconos (1Tm 3,8-13) y presbíteros (Tit
1,5); se alude claramente a la ordenación de estas personas (1Tm 4,14; 5,22).

Después de su primera prisión romana

De todos estos datos podemos deducir que Pablo escribió 2Tm durante su
segunda prisión de Roma, mientras que redactó 1Tm y Tit durante su misión
y ministerio después de ser liberado de su primera prisión romana. Por eso
Joachim Jeremias, apoyándose en las cartas pastorales, afirma con rotundidez que
Pablo quedó libre de su primera prisión romana: “Los principales testimonios en
pro de la tesis de que Pablo quedó libre otra vez y concluyó su obra con un cuarto
viaje misional, son las propias epístolas pastorales; incluso en caso de su inautentici-
dad: difícilmente un falsificador hubiera fingido para estas epístolas un marco
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Cartas pastorales: 1 y 2Timoteo, Tito 147

exterior contrario a los acontecimientos tal como efectivamente ocurrieron, en una


época en la que todavía vivían contemporáneos del Apóstol” 142.

II. Estructura y contenido de las cartas pastorales

1Timoteo

• Introducción (saludo, aviso sobre los errores de los judaizantes, correcto uso de
la ley, Timoteo en oposición a los falsos doctores): 1,1-20
• Reglas de la comunidad (oración, matrimonio, ministros): 2,1-4,10
• Instrucciones a Timoteo: 4,11-6,2
• Consejos finales (sobre los falsos doctores, el hombre de Dios y los ricos): 6,3-19
• Últimos consejos y bendición final: 6,20-21

En esta primera carta, el Apóstol alerta en varias ocasiones acerca de los falsos
maestros de la ley (1,3-7; 4,1-5; 6,3-10). Aconseja que se ore por todos, de modo
especial por aquellos que ejercen el gobierno para que favorezcan la difusión del
Evangelio (2,1-7). En este contexto, da algunas indicaciones respecto al modo de
realizar la oración en las asambleas (2,8-15). Señala las características que debe tener
el obispo y el diácono (3,1-13). Se detiene en concretar cómo Timoteo ha de realizar
la enseñanza y la exhortación (4,6-16) y el modo de tratar a las viudas (5,1-16) y a
los presbíteros (5,17-25). Al final de la carta exhorta a Timoteo a perseverar en la fe
y le encarga que anime a los ricos a ser generosos con sus bienes (6,11-19).
Concluye con una última exhortación a Timoteo (6,20-21).

Evita las fábulas profanas y propias de ancianas. Ejercítate en la piedad. El ejer-


cicio corporal aprovecha para poco, mientras que la piedad aprovecha para todo.
Tiene la promesa de la vida, la presente y la futura. Es palabra digna de crédito y
merecedora de total aceptación. Pues para esto nos fatigamos y luchamos, porque
hemos puesto la esperanza en el Dios vivo, que es salvador de todos, sobre todo de
los que creen. Ordena estas cosas y enséñalas. Que nadie te menosprecie por tu
juventud; sé, en cambio, un modelo para los fieles en la palabra, la conducta, el
amor, la fe, la pureza. Hasta que yo llegue, centra tu atención en la lectura, la
exhortación, la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por
intervención profética con la imposición de manos del presbiterio. Medita estas cosas
y permanece en ellas, para que todos vean cómo progresas. Cuida de ti mismo y de
la enseñanza. Sé constante en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo
y a los que te escuchan (1Tm 4,6-16).

142. J. JEREMIAS, Epístolas a Timoteo y a Tito. Texto y comentario (Actualidad Bíblica 21; FAX, Madrid 1970) 14s.
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148 Epistolario paulino posterior

2Timoteo

• Saludo y acción de gracias: 1,1-5


• Reclamo a Timoteo a dar testimonio: 1,6-2,13
• Avisos contra los falsos doctores: 2,14-4,5
• Situación de Pablo y perspectiva futura: 4,6-21
• Saludos y bendición final: 4,19-22

Es una carta muy personal. En ella se recogen diferentes consejos que Pablo da a su
discípulo Timoteo, consciente de la proximidad de su muerte (4,6-8). Por ello, le exhor-
ta a que no se avergüence de Pablo, que ha sido un decidido predicador del Evangelio
(1,8-14), a aceptar los padecimientos que se deriven de su servicio (2,1-7) a perseverar
en Cristo (2,8-13). Le aconseja cómo tratar a los falsos maestros (2,14-26). Indica que
los tiempos que viven están llenos de males y anima a Timoteo a ser fiel a la doctrina
aprendida (3,1-17). Le recuerda de nuevo su tarea de predicación y enseñanza (4,1-5) y
le comunica algunas observaciones respecto a personas concretas (4,9-15). La carta ter-
mina con algunas noticias personales del Apóstol y saludos (4,16-22).

Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos,


por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a des-
tiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina. Porque vendrá
un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a
la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de la
verdad, se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimien-
tos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio (2Tm 4,1-5).

Tito

• Saludo: 1,1-4
• Instrucciones a Tito: 1,5-2,1
• Vigilancia sobre la comunidad: 2,2-15
• Responsabilidades de los creyentes: 3,1-11
• Consejos finales y bendición: 3,12-15

La misión de Tito en Creta es organizar la comunidad nombrando presbíteros (1,5-


9). Frente al comportamiento de los falsos maestros (1,10-16), indica cómo deben
ser los miembros de la comunidad (2,1-10), pues se ha manifestado la gracia de Dios
enseñándonos a vivir una vida honrada y religiosa (2,11-15). Detalla el comportamien-
to de los cristianos en el mundo (3,1-11). Termina con algunas recomendaciones
respecto a varias personas y con los saludos de despedida (3,12-15).
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Cartas pastorales: 1 y 2Timoteo, Tito 149

Muéstrate en todo como un modelo de buena conducta; en la enseñanza sé íntegro y


grave, irreprochable en la sana doctrina, a fin de que los adversarios sientan vergüen-
za al no poder decir nada malo de nosotros […] Pues se ha manifestado la gracia de
Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando
a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria,
justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria
del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para res-
catarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado
enteramente a las buenas obras. De esto es de lo que has de hablar. Exhorta y
reprende con toda autoridad. Que nadie te menosprecie” (Tit 2,7-8.11-15)

Contenido de las cartas

1Tm y Tit son más bien cartas oficiales, mientras que 2Tm es más personal;
incluso tiene un estilo de testamento. En 1Tm y Tit faltan las comunicaciones o
comentarios personales, al igual que los saludos, o quedan limitados al mínimo. El
contenido principal son instrucciones pastorales o de gobierno. “Lo que estas epís-
tolas dicen sobre las obligaciones de las personas que ostentan un ministerio
–afirma J. Jeremias-, sobre la recta manera de predicar, sobre el buen orden en la
vida al servicio de Dios dentro de las comunidades, sobre el uso de la dirección de
la Iglesia y la disciplina eclesiástica, sobre la cura de almas de los diversos estamen-
tos de la comunidad y cuando se trata de descaminados, sobre todo debida
prestación en materia de asistencia y consejo, posee importancia para todos los
ministros de la Iglesia en cualquier época […] Regulan la distribución de los minis-
terios eclesiásticos y fijan lo que se ha de exigir a los ministros. Dan instrucciones
para el comportamiento eclesial de los miembros de la comunidad, tanto en el servi-
cio de Dios como en la vida diaria. Regulan el deslinde respecto a los maestros de
doctrinas erróneas” 143.

Las falsas doctrinas a las que aluden en las pastorales no necesariamente son las
mismas. Algunos estudiosos las identifican con la gnosis. Quizás sea mejor elemen-
tos semi-gnósticos que evocan concepciones gnósticas, pero no hay que olvidar
que el gnosticismo en cuanto doctrina y sistema de comportamiento hay que situar-
lo en el siglo II. Por lo demás, ciertas expresiones las vinculan al judaísmo (1Tm 1,7;
Tit 1,10.14; 3,9).

III. Autenticidad

La paternidad paulina es afirmada desde el siglo II (Teófilo de Antioquía,


Ireneo de Lyón, canon Muratori). Fue rechazada, sin embargo, por grupos heréticos
(Basilides, Marción y Taciano). En la tradición manuscrita faltan en el P 46, que es el
143. J. JEREMIAS, Epístolas a Timoteo y a Tito, 16.
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150 Epistolario paulino posterior

testimonio más antiguo que tenemos de las cartas de Pablo. Desde el siglo XIX se
ha cuestionado su autenticidad, principalmente apoyándose en que refleja una situa-
ción histórica diferente y se puede percibir una organización de las comunidades
más evolucionada a la que tenemos reflejada en las cartas anteriores, en la presencia
de elementos gnósticos en las comunidades, y en el vocabulario y estilo.

Razones contra la autenticidad paulina

Expliquemos brevemente las razones contra la autenticidad paulina que los


estudiosos han formulado, intentando hallar una explicación a las mismas.

1) Estas tres cartas faltan en el Canon de Marción y en el códice P 46, que son
los testigos textuales más antiguos. Es probable que Marción rechazase su auten-
ticidad. En cuanto al códice P 46, es verdad que faltan las siete hojas primeras y
últimas, pero es seguro que no estaban recogidas en él, pues su longitud requiere
más páginas de las que sabemos que faltan.

2) Entre las peculiaridades teológicas de las cartas pastorales, hay que destacar el
subrayado que se hace de la sana doctrina de la Iglesia (1Tm 1,10; 2Tm 4,3; Tit
1,9; 2,1; etc.); la fe cristiana está vinculada a la recta doctrina (1Tm 4,1.6; Tit
1,13). Por otra parte, combaten tendencias gnósticas. La situación que estas car-
tas reflejan es la preocupación por la solidez de la doctrina de fe. Por otra parte,
las referencias a la organización eclesial manifiestan un desarrollo mayor que la
que se deduce de las otras cartas paulinas (cf. 1Tm 3 y 5; Tit 1). No obstante, no
creemos que haya que exagerar la diferente situación histórica y organización de
las comunidades. En el transcurso de los años, ciertamente la Iglesia se ha desa-
rrollado y madurado, pero la constitución jerárquica de la Iglesia aparece desde el
primer viaje misionero de Pablo 144. Por lo demás, si se dan indicaciones contra
los sectarios o aquellos que se alejan de la verdadera fe, es normal que se subraye
la recta doctrina y el contenido de la fe.

3) En cuanto a las diferencias de estilo y vocabulario, es fácil reconocer que el


estilo de estas cartas es exhortativo y bastante monótono. Comparadas con el
resto de las cartas, las pastorales usan formulaciones más abstractas y menos
imágenes y metáforas. Su vocabulario es homogéneo y no muy rico. Un 30% de
estas palabras no aparecen en las otras cartas paulinas, y algo más del 30% no se
encuentra en el resto del Nuevo Testamento 145. Estas palabras reflejan una cultu-
ra literaria mayor que en las anteriores cartas. Incluso aparece una cita de
Efimenides (Tit 1,12) y alusiones a Eurípides, Píndaro y Menandro.

144. La organización jerárquica de la Iglesia desde los primeros años, en total sintonía con el ambiente judío en el que surgió
la comunidad cristiana, está testimoniada en Hch 2,14; 3,12; 5,3; 8,14; 9,13; 11,30; 12,17; 14,23; 15,13; 20,17; 21,18.
145. P.N. HARRISON, The Problem of the Pastoral Epistles, 20ss, señala que las Pastorales utilizan 902 palabras, de las que 54 son
nombres propios. De las 848 restantes, 306 no aparecen en las otras cartas paulinas; y de estas 306, 175 son hapax legomena.
No obstante, como subrayan D.A. CARSON-D.J. MOO, Una introducción al Nuevo Testamento, 481, el argumento del vocabulario
es falaz: “Decir solo que en las Pastorales hay 306 palabras que no aparecen en las diez epístolas paulinas es un planteamiento
falaz. Utilizando las propias cifras de Harrison, de estas 306 palabras hay 127 que solo paarecen en 1 Timoteo, 81 que única-
mente se hallan en 2 Timoteo, y 45 que se encuentran tan solo en Tito. Esto significa que la inmensa mayoría aparece
solamente en una de las Epístolas Pastorales, y que difieren tanto entre sí (o más) que de los escritos reconocidamente pauli-
nos. ¿Hemos acaso de afirmar que se trata de tres autores seudónimos?”.
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Cartas pastorales: 1 y 2Timoteo, Tito 151

Argumentos que apoyan la autenticidad paulina

Las cartas a Timoteo comienzan con un saludo no habitual en las otras: “Gracia,
misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor”. Por otra parte,
sólo 2Tm contiene la acostumbrada oración de acción de gracias inicial. No obstan-
te, respecto al vocabulario y estilo hay que tener en cuenta el carácter peculiar de las
mismas: se trata de escritos que van dirigidas al gobierno de las comunidades e
intentan hacer frente a ciertas tendencias gnósticas. Por lo demás, las diferencias de
vocabulario y estilo no sólo se justifican por la orientación de las cartas, sino tam-
bién porque estas misivas fueron redactadas por secretarios-redactores diferentes a
los de las otras cartas.

En resumen, ninguna de las razones aportadas por los estudiosos que recha-
zan la autoría paulina de estas cartas es evidente. Por lo demás, estos autores
tienen que reconocer que no es fácil negar su autenticidad echando mano de las
estadísticas del vocabulario, pues la utilización de palabras nuevas puede justificarse
apelando a la diferente situación histórica y la problemática eclesial de aquel
momento. Por añadidura, no debemos pensar equivocadamente que los primeros
cristianos eran gente ingenua y fácil de engañar. Existían modos para detectar las
cartas falsas de las verdaderas; recordemos la firma de Pablo (2Tes 3,17), el rechazo
de las cartas pseudoepigráficas según Serapión (Historia Eclesiástica 6,12,3) y las afir-
maciones contenidas en el canon de Murotari. Si estas cartas fueron reconocidas
como paulinas e incluidas en su canon no puede sino deberse a un vínculo muy
estrecho con el Apóstol. Ciertamente, los defensores de la autenticidad paulina
explican estas diferencias haciendo notar que el Pablo que escribe es el de los últi-
mos años. El tiempo, pues, ha pasado, y nada más natural que también las
comunidades se hayan organizado mejor. Por otra parte, la presencia de algunas ten-
dencias o ideas gnósticas se empiezan a percibir en la segunda mitad del s. I. No
obstante, la situación conceptual de las comunidades gobernadas por Timoteo y
Tito que reflejan estos escritos no es fácil de describir dadas las lagunas que existen
respecto al cristianismo primitivo del primer siglo, por un lado, y la ausencia de una
descripción más detallada de las doctrinas que se quieren combatir, por otro.

IV. Fecha de composición

En cuanto a la fecha en que fueron escritas, aceptando que Pablo regresó a Creta
(Tit 1,5) y Macedonia (1Tm 1,3) después de su viaje a España, que hay que situar en
el año 64, y que pasó el invierno del 65-66 en Nicópolis (Tit 3,12), es fácil supo-
ner que 1Tm y Tit las escribió durante esa estancia invernal en dicha ciudad.
En cuanto a 2Tm, hemos de tener en cuenta que visitó Mileto, donde dejó a
Trófimo (2Tm 4,20), y Troáde, donde dejó su capa invernal y los pergaminos (2Tm
4,13); es posible que esta carta fuera escrita a su llegada a Roma (cf. 4,6s); es
decir, en el 67.
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152 Epistolario paulino posterior

CONCLUSIÓN
El corpus paulino recoge tres cartas dirigidas a dos colaboradores de Pablo:
Timoteo y Tito. Se suelen denominar “pastorales” porque gran parte de su
contenido se centra sobre las tareas de los pastores de la Iglesia. 1Timoteo y
Tito son más bien oficiales, mientras que 2Timoteo es más personal.

Buen número de estudiosos rechazan la autenticidad paulina apoyándose en


que 1) se percibe en ellas diferencias de estilo y vocabulario respecto a las
reconocidas como auténticas; 2) se reflejan en ellas una organización eclesial
más jerarquizada; y 3) contienen una teología más centrada sobre la recta doc-
trina. Ninguna de estas razones resulta convincente. Si las fechas de su
redacción hay que colocarlas en los últimos años de la vida de Pablo, es natu-
ral que la situación histórica y eclesial haya cambiado. Por lo demás, la
presencia de ideas o tendencias gnósticas en las comunidades debió llevar a
insistir sobre la sana doctrina. En cuanto al vocabulario y estilo de las misivas
hay que tener en cuenta que depende en gran parte del tema que se aborde.

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. Se denominan pastorales porque su contenido aborda las responsabi-


lidades de los pastores de la Iglesia.............................................................. V F

2. Las cartas 1Tm y Tit son más bien oficiales............................................... V F

3. La carta 2Tm es la más personal de las pastorales..................................... V F

4. La organización eclesial que reflejan las cartas pastorales es muy dife-


rente de la que tenemos en las otras cartas paulinas y en Los Hechos de
los Apóstoles...................................................................................................... V F

5. Los estudiosos coinciden en reconocerlas como auténticas de san


Pablo................................................................................................................. V F
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Tema

La epístola a los Hebreos


3

I. Peculiaridades del escrito

No se nombra explícitamente los destinatarios

Como es fácil constatar leyendo el comienzo del escrito, no aparece el nombre


del autor ni a quién va dirigida esta misiva. El título “a los hebreos” viene de la
tradición eclesial, que ya desde finales del siglo II se presenta así (cf. P 46, Panteno,
Clemente de Alejandría, Tertuliano, etc.). Este sustantivo designa a los judíos pales-
tinos. Es necesario recordar que buenos helenistas (Panteno, Clemente de
Alejandría, Juan Damasceno, Jerónimo, Teodoreto) pensaban que este escrito había
sido escrito originalmente en hebreo; el título de la carta, por tanto, se refería a los
hebreos no sólo de raza, sino también de lengua. En cualquier caso, es el libro del
Nuevo Testamento donde se percibe el mayor influjo del judaísmo.

Cristo sacerdote

Según César A. Franco, “este libro del NT es un tratado de cristología cuidadosa-


mente estructurado, que presenta la persona y la obra de Jesús desde una nueva
perspectiva: la sacerdotal. Su originalidad reside en mostrar que la obra salvífica de
Cristo, culminada por la muerte y la resurrección, instaura un culto nuevo que clau-
sura y supera el culto levítico” 146. Ciertamente esta cristología se basa sobre el
acontecimiento de la vida de Jesús: encarnación, pasión, muerte y
resurrección/entronización a la derecha del Padre. La reflexión, pues, no gira abs-
tractamente, sino que se desarrolla teniendo en cuenta la historia. Es decir,
contemplando los acontecimientos históricos el autor entra en el misterio de la per-
sona y la obra salvífica de Jesús. Según este escrito, en Jesús no hay diferencia entre
culto y existencia, entre sacerdocio y vida; su sacerdocio coincide con su existencia-
misión.

146. C.A. FRANCO MARTÍNEZ, Jesucristo, su persona y su obra en la carta a los Hebreos (SSNT 1; Encuentro, Madrid 1992) 55.
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154 Epistolario paulino posterior

El escrito afirma la supremacía de Cristo, que está por encima de los ángeles y las
instituciones de la antigua alianza. Así, el sacerdocio de Cristo es superior al sacer-
docio de la Antigua Alianza; al igual que su sacrificio en la cruz es
verdaderamente eficaz, a diferencia de los que se ofrecían en el templo de Jerusalén.

Aunque los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre la estructura de la carta, de


modo simple podemos decir que esta composición puede ser dividida en dos partes:
una primera más doctrinal (1,1-10,18) y otra más moral (10,19-13,19). En la prime-
ra se subraya la superioridad del Hijo respecto a los ángeles y Moisés, deduciendo
de ello el valor superior de la nueva economía (1,4-4,13). A partir de 4,14 se aborda
el sacerdocio (c.5-7) y el sacrificio de Cristo (9,1-10,18), comparándolos con el
sacerdocio y sacrificios levíticos. En el c.8 se habla del sacerdocio de Cristo como
tabernáculo y alianza verdaderas. Se apela a Melquisedec para clasificar el sacerdocio
de Cristo y su superioridad respecto al levítico. En la segunda parte se reclama a los
destinatarios a perseverar en la fe (10,19-39), exhortándolos por medio de la fe de
los justos del Antiguo Testamento (c.11). Es más, les invita a unirse con Jesucristo
sufriente, aceptando la corrección de Dios (12,1-29). El último capítulo (13,1-25)
son las últimas recomendaciones, en las que insiste que busquen la paz con todos,
practiquen la caridad fraterna y demás virtudes, y obedezcan a los que guían la
comunidad. La conclusión final (v. 20-25) tiene más el aire de la despedida de una
carta; no obstante, el autor prefiere calificar a su escrito como exhortación.

II. Carácter literario y estructura

No es una carta

Aunque normalmente se habla de “carta”, no tiene las características de una misiva.


Falta el saludo y la bendición iniciales, referencias a la comunidad a quien va dirigi-
da, respuesta a problemas o cuestiones concretas, etc. Al final del escrito se
encuentra un saludo más bien genérico (13,20-25), pero sin referencias a las perso-
nas a las que se escribe y con escasas recomendaciones. No obstante, en el c.13 se
recoge un elenco de indicaciones morales; probablemente sea el capítulo más de
estilo epistolar. Se asemeja más a una homilía o discurso de exhortación.
Según uno de sus principales comentaristas, Ceslas Spicq, estamos ante un tratado
apologético, parenético y doctrinal, que recurre con frecuencia a la retórica y tiene la
forma de una homilía. Quizá la analogía más cercana podamos encontrarla en la
homilía sinagogal. Incluso el mismo escrito se autodefine así: "palabras de exhorta-
ción" (13,22). Los exegetas actuales consideran este escrito como un sermón, al que
se le añadió una brevísima carta de acompañamiento para mandarlo por escrito a
alguna comunidad distante.
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La epístola a los Hebreos 155

Es uno de los escritos del Nuevo Testamento mejor redactados en griego. Su


estilo es muy cuidado y manifiesta un conocimiento y dominio de los artificios retó-
ricos. El autor manifiesta una gran capacidad literaria: utiliza la antítesis, los juegos
de palabras, la aliteración, un vocabulario variado y selecto.

El apelativo tradicional de “epístola” no es correcto. Hebreos es un sermón o dis-


curso.

Lengua y estilo del escrito

La lengua y el estilo de este escrito son bastante diferentes de los paulinos.


El autor escribe un griego bastante más cuidado, claro y literario que Pablo. El uso
que hace del Antiguo Testamento es bastante diferente del de Pablo y es introduci-
do de forma distinta: prefiere atribuir la cita a Dios, al Hijo o al Espíritu, en lugar de
usar las fórmulas más rabínicas “está escrito, la escritura dice, etc.”. La versión que
utiliza es siempre la Septuaginta. Por supuesto el escrito tiene poco que ver con las
cartas paulinas, no sólo por su disposición, sino también por la temática, ya que
Pablo no aborda el sumo sacerdocio de Cristo.

Estructura de la epístola

Primera parte: Superioridad de la nueva revelación (1,1-4,13)


• El Hijo es superior a los ángeles: 1,1-14
• Responsabilidad nuestra ante su salvación: 2,1-4
• Cristo exaltado después de su pasión: 2,5-18
• Jesús es superior a Moisés: 3,1-6
• Aprender del pueblo de Israel para entrar en el descanso: 3,7-4,13

Segunda parte: Jesús, verdadero sumo sacerdote (4,14-10,18)


• Jesús verdadero sacerdote al modo de Melquisedec: 4,14-5,10
• Reclamo a la madurez de la fe y a vivir la esperanza: 5,11-6,20
• Superioridad del sacerdocio de Jesús respecto al levítico: 7,1-28
• Jesús es mediador de una nueva alianza: 8,1-13
• El sacrificio de la antigua alianza y el sacrificio de Cristo: 9,1-28
• Insuficiencia de los sacrificios del Antiguo Testamento y eficacia del sacrificio de
Cristo: 10,1-18

Tercera parte: Exhortación a la fidelidad en la fe (10,19-13,17)


• Fidelidad en la fe y firmeza en la esperanza: 10,19-39
• La fe en la historia de la salvación: 11,1-40
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156 Epistolario paulino posterior

• Aviso contra la apostasía: 12,1-29


• Recomendaciones finales: 13,1-17

Conclusión
• Noticias personales, bendición y despedida: 13,18-25

III. Autor y destinatarios

Durante los primeros siglos la mayoría de los escritores cristianos, sobre todo de
Oriente, lo atribuyó al apóstol Pablo. En Occidente tuvo una proceso más comple-
jo, pues no todos los escritores de los primeros siglos lo valoraron de igual modo;
pero a partir del siglo IV prácticamente todos los escritores cristianos atribuyen su
paternidad a Pablo y es recogida en la lista canónica. Las dudas respecto a su auten-
ticidad no reaparecerán de nuevo hasta el siglo XVI. El Concilio de Trento incluye
este escrito en el canon, pero no resuelve la cuestión de la autenticidad paulina.

¿Es de Pablo?

En los primeros siglos se aceptó sin problema la autoría paulina en la Iglesia oriental;
mientras que en Occidente, como hemos dicho, se reconoció definitivamente la
autenticidad paulina a finales del siglo IV. Pero esta misiva no comienza con un salu-
do personal de Pablo, cuyo nombre no aparece en toda ella. Sin embargo, según nos
testimonia la tradición textual, se la consideró paulina. Por ejemplo, el P 46 coloca Heb
entre Rm y 1Cor. Bastantes manuscritos la sitúan después de 2Tes y antes de las car-
tas pastorales. Sin embargo, con el tiempo, se ha impuesto la colocación al final de
todas las cartas paulinas, para indicar su rango especial. Desconocemos, pues, quién
es su autor. Muchos estudiosos lo han relacionado con los círculos paulinos, pues
existen semejanzas: a) la conclusión recuerda la de las cartas paulinas; b) Timoteo
forma parte del ámbito de este escrito (13,23); c) c) hay elementos doctrinales comu-
nes con las cartas paulinas: Cristo preexistente y mediador del universo, la
encarnación y abajamiento, la exaltación a la derecha de Dios, la muerte redentora, la
sustitución de la antigua alianza por la nueva. Pero en realidad, las diferencias son tan-
tas que debemos suponer un autor distinto al Apóstol. Los motivos son a) la
ausencia de un saludo al comienzo del escrito en la que Pablo se identifica como
autor, como hace en las otras cartas suyas; b) el vocabulario es diferente y el estilo
bastante más cuidado y literario que el contenido en las cartas auténticas; b) procede
de una forma diferente al introducir las citas del Antiguo Testamento; c) el tema prin-
cipal del escrito es totalmente peculiar: el sacerdocio de Jesucristo; d) el autor de esta
composición pertenece a la segunda generación, pues en 2,3 no manifiesta pretensión
de autoridad apostólica, sino que reconoce haber sido instruido por los discípulos del
Señor. No obstante, se percibe una relación con el pensamiento paulino, pues tam-
bién critica la ley mosaica y subraya la obediencia redentora de Cristo. Los estudiosos
discuten si se trata de un cristiano de origen judío, pues aunque manifiesta un gran
conocimiento del Antiguo Testamento y de las tradiciones judías, a veces comete
errores que parecen manifestar un desconocimiento grave (cf. Heb 9,4).
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La epístola a los Hebreos 157

Eusebio de Cesarea transmite la opinión de Orígenes († 253), que destacando las


profundas diferencias estilísticas de esta carta respecto a los otros escritos paulinos
afirma: “El estilo de la carta a los Hebreos no tiene, en el discurso, la sencillez del
apóstol, que se reconoce a sí mismo sin experiencia en el idioma, es decir en el esti-
lo, pero la carta es griega en la estructura de la frase, algo que reconoce cualquier
persona capaz de distinguir las diferencias. Por otra parte, que los pensamientos de
la carta son extraordinarios y en absoluto inferiores a las de las letras indiscutibles
de los apóstoles, cualquiera que lea atentamente [...] admitirá que esto es cierto. [...]
En cuanto a mí, teniendo que expresar mi opinión, yo diría que los pensamientos
son del apóstol, mientras que el estilo y la composición son de uno que recuerda la
doctrina apostólica; es decir, de un redactor que transcribió lo que era del maestro.
Por lo tanto, si alguna iglesia considera verdaderamente esta carta de Pablo, se rego-
cije en ello; no es casualidad que los antiguos la hayan transmitido como si se tratara
de Pablo” (Historia Eclesiástica VI,25,11-12). En cuanto a la verdadera autoría del
escrito, Orígenes concluye: “Sólo Dios sabe”. En la tradición se suele atribuir a dife-
rentes personajes: Clemente Romano, Lucas, Bernabé, Apolo, etc. En la actualidad
todos coinciden en excluir la autoría paulina. En este sentido, es conocida la frase
sintética de Albert Vanhoye, gran estudioso de este escrito: “¿La carta de Pablo a los
Hebreos? No es de Pablo, no es una carta y no está dirigida a los Hebreos” 147.

¿Quiénes son los destinatarios?

En cuanto a los destinatarios, no son identificados explícitamente, pero a lo


largo de la carta encontramos alusiones indirectas a ellos, a los que se les exhorta a
permanecer fieles a Jesús, a pesar de las dificultades y pruebas que experimentan a
causa de su fe. El autor, pues, escribe a unos cristianos concretos (cf. 5,12; 6,10;
10,32). Sin duda se trata de judíos que han adherido a la fe cristiana y probablemen-
te residían en Palestina. Apoya esta deducción el gran conocimiento del Antiguo
Testamento y de las instituciones sacerdotales que poseen. Ciertamente la temática,
la superioridad de Jesús respecto a Moisés y Leví, está destinada a los judíos. Ahora
bien, el autor no piensa en los judíos cristianos en general, sino en alguna comuni-
dad particular, ya que espera ir a verlos pronto (13,23), a los que se refiere en varias
ocasiones llamándolos “hermanos” (3,1.12; 10,19). Ciertamente conoce bien a los
destinatarios, pues alude a sus condiciones espirituales (5,11-14; 6,9-12) y a los rea-
les peligros que les acechan (2,1s; 3,2s; 4,1.11; 10,25s). Es más, el martirio se ha
hecho presente entre los dirigentes (10,32s; 13,7), mientras los fieles todavía no han
luchado hasta la sangre (12,4), aunque han sufrido expolios y vejaciones (10,32-34).
Es posible que éstos residieran en Jerusalén, ya que allí tenía lugar el culto levítico y
se realizaba la gran liturgia del Yom Kippur. Esto explicaría también la referencia a
la muerte de Jesús y a salir del campamento (= pueblo de Israel) acompañándolo en
su oprobio (13,12-15).

Canonicidad

La canonicidad de este escrito fue reconocida en Oriente por el concilio de


Laodicea (360). En Occidente los concilios africanos (Hipona 393, Cartago 397 y
419) consideraron este escrito parte de las Sagradas Escrituras 148. Los concilios de
147. A. VANHOYE, Structure and Message of the Epistle to the Hebrews (Pontificio Istituto Biblico, Roma 1989) 5.
148. Véase DS 186.
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158 Epistolario paulino posterior

Florencia (1442) y de Trento (sesión IV, 1546) proclamaron dogmáticamente la


canonicidad de Hebreos 149.

IV. La fecha

Al menos el límite post quem lo indica 1Cor de Clemente, pues cita este escrito (36,2-
5). Dado que esta carta del Papa romano fue escrita, como muy tarde, en el año
95-96, Hebreos tenía que estar escrita al menos hacia el año 90. Sin embargo, los
estudiosos no se ponen de acuerdo sobre la fecha: algunos sitúan este escrito des-
pués del año 70 y otros antes de la destrucción del templo de Jerusalén, que supuso
el final del culto levítico. Ciertamente 10,1-3, donde se alude a la hipótesis irreal del
final de los sacrificios, difícilmente pudo escribirse después de la destrucción del
templo, que puso fin a los sacrificios levíticos. Por eso hay que considerar como
fecha más probable una anterior al año 70.

V. Influencia de la lengua semítica

Hablar de influencia semítica en esta obra del Nuevo Testamento que todos los
estudiosos reconocen que ha sido redactada con con uno de los mejores griegos
que tenemos en los libros neotestamentarios puede resultar fuera de lugar. Pero
tiene razón David Flusser cuando afirma: “No hay ningún libro del NT que no
revele la enorme influencia de conceptos judíos y hebreos, de palabras y formacio-
nes de palabras, aun cuando ningún texto hebreo real se halle directamente detrás
de él”. Ciertamente la llamada carta a los Hebreos es una epístola helenística y rabí-
nica, pues su autor tiene un buen conocimiento del Antiguo Testamento, de las
técnicas de exégesis judías y de la discusión rabínica. Por lo demás, como hemos ya
indicado, grandes helenistas entre los Santos Padres (Clemente de Alejandría,
Jerónimo, Juan Damasceno, etc.) afirmaban que esta obra había sido escrita en
hebreo y traducida después al griego. Es verdad que la exégesis actual considera que
fue escrita originalmente en griego. Pero uno de los mejores estudiosos de este
escrito, Ceslas Spicq, se manifiesta no totalmente seguro sobre la lengua original,
pues reconoce que no siempre la traducción refleja con claridad la lengua original:
“Se puede, en efecto, concebir una traducción de una lengua a otra, no como un
calco fiel, sino como una forma literaria muy cuidada, o como una paráfrasis, e
incluso bajo la forma de una segunda redacción” 150. Ejemplos de este tipo de tra-
ducción son La Guerra Judía de Flavio Josefo, el evangelio de Mateo, la traducción
de los LXX de Daniel.

Por lo demás, existen claros semitismos en este escrito. Enumeremos brevemente


algunos. a) Expresiones: “gustar la muerte”, “salir del seno”, “hallar gracia”; etc. b)
Palabras utilizadas bajo el pensamiento semítico: “escuchar-obedecer”; “hombre de
confianza, intendente”; c) Paranomasias y juegos de palabras; d) Giros abstractos
149. Véase DS 1335 y 1503.
150. C. SPICQ, L’Épître aux Hébreux I (EtB; Gabalda, Paris 1952) 30.
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La epístola a los Hebreos 159

para designar a Dios; e) Uso del participio por el imperativo; etc. Ciertamente lo que
más probaría la existencia de un original semítico son la presencia de un griego que
sólo se explique desde la lengua aramea 151.

VI. Contenido cristológico

En una monografía sobre el sacerdocio A. Vanhoye afirma: “No existe, en todo el


NT, otra exposición de cristología que sea comparable en extensión y en presenta-
ción sistemática, a la cristología sacerdotal de la carta a los Hebreos” 152. En efecto, el
contenido principal de este escrito es la presentación de la persona y de la obra
de Jesús desde una clave sacerdotal. Jesús es el verdadero sacerdote que culmina
todo el culto levítico. Esta culminación supuso el final de la liturgia sacrificial que se
realizaba en el Templo. La amistad con Dios la restableció Jesús con su muerte y
resurrección, no los sacrificios de animales ofrecidos en el altar del templo de
Jerusalén. Esta cristología tiene ciertamente sus raíces en los acontecimientos de los
que los primeros discípulos de Jesús fueron testigos y en la reflexión eclesial sobre
la muerte redentora de Jesús. Por lo demás, la cristología de Heb recuerda la de las
cartas paulinas de la cautividad: el Hijo imagen de Dios, exaltado por encima de los
ángeles, que recibe un nombre superior a ellos. También la presentación de la muer-
te de Cristo como un sacrificio no está privada de contactos con textos de Pablo (cf.
lCor 5,7; Rm 3,25; Ef 5,2).

La superioridad de Cristo se afirma desde el inicio del escrito, que se le pone por
encima de los ángeles, pues ha sido glorificado después de su pasión (1,5-2,18);
constituyéndose así mediador entre Dios y los hombres; es decir, sacerdote. Un
sacerdocio definido por dos cualidades decisivas: que es digno de fe y que es
misericordioso (3,1-5,10). Dios, al glorificar a Cristo, lo indica como digno de fe, al
que hay que escuchar. Por otra parte, en relación a los hombres, sus hermanos, es
misericordioso. Por ello, su sacerdocio es superior al de la antigua alianza; por tanto,
no proviene de Aarón, sino de Melquisedec. De igual modo, su sacrificio perfecto
es hecho de una vez para siempre, no tiene que repetirse en el tiempo (5,11-
10,18). Cristo, por medio de su sacerdocio y su sacrificio, ha abolido la separación y
todos los hombres tienen la posibilidad de acercarse a Dios con fe viva, esperanza
firme y caridad activa (10,19-39). Pero ante las dificultades presentes por las que
pasan sus destinatarios, en los últimos capítulos llama a la vigilancia y la constancia
en la fe.

151. Ejemplos de estos semitismos se encuentran en la obra de C.A. FRANCO, Jesucristo, su persona y su obra en la carta a los
Hebreos (SSNT I; Encuentro, Madrid 2010).
152. A. VANHOYE, Prêtres anciens, prêtre nouveau selon le Nouveau Testament (Seuil, Paris 1980) 342.
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160 Epistolario paulino posterior

CONCLUSIÓN
Varios rasgos hacen de esta epístola un escrito peculiar. Ante todo no hay
saludo ni identificación del autor. Aunque se ha incluido en el corpus paulino,
varias razones obligan a rechazar la autoría de Pablo. Principalmente, el hecho
de que estemos ante un griego más literario y claro que el de Pablo y el uso
que se hace del Antiguo Testamento. Por otra parte, tampoco se hace men-
ción explícita de los destinatarios, a pesar de que desde los primeros siglos se
haya denominado “Epístola a los Hebreos”. En una frase sintética, A.
Vanhoye afirma: “¿La carta de Pablo a los Hebreos? No es de Pablo, no es
una carta y no está dirigida a los Hebreos”.

Su contenido está centrado sobre la supremacía de Cristo respecto a los ánge-


les y las instituciones de la antigua alianza. Jesucristo es presentado como
sacerdote, aunque su sacerdocio no procede del de Aarón, sino de
Melquisedec; y el sacrificio que él ofrece es superior a los animales ofrecidos
en el templo de Jerusalén, de modo que lo hizo una vez por todas.

Es uno de los escritos del Nuevo Testamento mejor redactados en griego. Su


estilo es muy cuidado y manifiesta un conocimiento y dominio de los artifi-
cios retóricos. Tanto el vocabulario como el estilo son bastante diferentes de
los que encontramos en los escritos paulinos.
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La epístola a los Hebreos 161

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. La epístola a los Hebreos es una verdadera carta...................................... V F

2. No puede atribuirse su redacción a san Pablo............................................ V F

3. El tema central de la carta a los Hebreos es el acceso a Dios mediante


la muerte redentora de Cristo, verdadero y único sacerdote.................... V F

4. Desde el principio se reconoció su canonicidad sin ningún problema


en Occidente.................................................................................................... V F

5. El sermón a los Hebreos está dirigido a una comunidad que atraviesa


momentos difíciles.......................................................................................... V F
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162 Epistolario paulino posterior

CONCLUSIÓN

UNIDAD DIDÁCTICA 3

La tercera U.D. está dedicada a las cartas de la cautividad, las pastorales y la conoci-
da como “a los Hebreos”. Buena parte de los estudiosos ponen en cuestión la
autenticidad paulina de la mayoría de estos escritos por diferentes motivos. Como
hemos visto a lo largo de nuestra exposición, dejando aparte la epístola a los
Hebreos, las razones aportados no son concluyentes para negar la autoría de Pablo.

Los temas abordados en las cartas son muy diferentes. Filemón aborda la relación
amo-esclavo desde la fe. Filipenses, que contiene el famoso himno cristológico,
pone en guardia frente a los enemigos de la cruz de Cristo. Colosenses, con su
himno cristológico que exalta a Cristo por encima de toda la creación y subraya su
poder salvífico, sale al paso de enseñanzas extrañas que se introducen en la comuni-
dad. Efesios se centra sobre todo en la Iglesia. Las pastorales abordan cuestiones
relacionadas con la organización y el gobierno de las comunidades. Por último, el
contenido principal de la epístola a los Hebreos es la presentación de la persona y
de la obra de Jesús desde una clave sacerdotal.
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La epístola a los Hebreos 163

ACTIVIDADES

• Compara los códigos familiares de Col 3,18-4,1 y Ef 5,21-6,9 e identifica las principa-
les características de la familia cristiana.

• Identifica los rasgos de la humanidad nueva que introduce el cristianismo en la socie-


dad pagana leyendo Flm 8-20; Ef 6,5-9 y 1Cor 7,20-24.

• Compara 1Cor 3,6-11.16-17; 12,12-30 con Ef 2,19-22; 4,16; 55,25-32 y señala la con-
cepción eclesiológica que san Pablo manifiesta en estos textos.

• Describe la organización eclesial que se observa en 1Tm 3 y 5; Tit 1.

• Después de leer los capítulos 7-9 de Heb, identifica los principales rasgos del sacerdo-
cio de Cristo.
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164 Epistolario paulino posterior

LECTURAS RECOMENDADAS:

W. FARMER (ed.), Comentario Bíblico Internacional. Comentario católico y ecuménico para el


siglo XXI (Verbo Divino, Estella, Navarra 1999), los artículos de M. GOODWIN,
“Tito”, p. 1596-1602; de Y.B. KIM, “Filemón”, p. 1603-1607; de M.Y. MACDONALD,
“Efesios”, p. 1521-1535; de C.A. MORA PAZ, “Colosenses”, p. 1545-1555; de E.
NARDONI, “2 Timoteo”, p. 1591-1595; de P. ORTIZ, “Filipenses”, p. 1536-1544; de
H.-H. SCHROEDER, “1 Timoteo”, p. 1578-1590; de A. VANHOYE, “Hebreos”, p.
1608-1625.

R.J. CASSIDY, Pablo encadenado. Cartas desde la prisión romana (Herder, Barcelona 2004)
127-155.183-208.233-270.

D.A. CARSON-D.J. MOO, Una introducción al Nuevo Testamento (Colección Teológica


Contemporánea 27; Clie, Viladecavalls (Barcelona) 2008) 408-425.443-457.479-542.

Respuestas correctas a los ejercicios de autocomprobación


Tema 1
1. F 2. V 3. F 4. V 5. V

Tema 2
1. V 2. V 3. V 4. F 5. F

Tema 3
1. F 2. V 3. V 4. F 5. V
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UNIDAD DIDÁCTICA 1V

Teología paulina

Contenido

Tema 1: Pablo y los orígenes cristianos


l Pablo predicó a judíos y gentiles
l Características de la misión cristiana de los orígenes
l ¿Pablo fundador del cristianismo?

Tema 2: Cuestiones teológicas relevantes


l El escándalo de la cruz
l La resurrección de Jesús
l La justificación por la fe en Cristo Jesús
l La venida gloriosa del Señor
l La Iglesia
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166 Teología paulina

INTRODUCCIÓN

Esta U.D. es una breve introducción a algunas de las cuestiones teológicas más impor-
tantes de las cartas paulinas. En el primer tema estudiaremos las características de la
misión cristiana de los orígenes y la fundación de las primeras comunidades paulinas.
También justificaremos por qué Pablo no puede ser considerado el verdadero fundador
del cristianismo. En el segundo tema abordaremos algunos temas relevantes: 1) El
escándalo de la cruz, 2) La resurrección de Jesús, 3) La justificación por la fe en Cristo
Jesús, 4) La venida gloriosa del Señor, 5) La Iglesia.
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Tema

Pablo y los orígenes cristianos


1

I. Pablo predicó a judíos y gentiles

El título “apóstol de los gentiles” se ha difundido y acuñado para hablar de Pablo.


También él mismo se lo atribuye (cf. Gál 1-2; Rm 9-11). Ahora bien, si con ello que-
remos afirmar que Pablo fue quien abrió las puertas de la Iglesia a los gentiles y que
su labor misionera se desarrolló sólo entre los paganos, no es totalmente exacto. Y
esto por varias razones. En primer lugar, Pablo no fue el primero en anunciar el
Evangelio fuera de la comunidad judía. En Los Hechos de los Apóstoles, Lucas atribu-
ye el comienzo de la misión gentil a los cristianos huidos de Jerusalén por motivo de
la persecución desencadenada después de la muerte de Esteban (Hch 11,19-21);
difícilmente si no hubiera sido así habría privado de tal privilegio al gran apóstol de
los gentiles. En segundo lugar, Pablo predicó en las sinagogas de la diáspora a los
judíos y temerosos de Dios. Su táctica de comenzar siempre por las sinagogas de los
judíos está claramente atestiguada, además de los relatos de la obra lucana, en las
palabras que escribe a los Corintios: “Cinco veces he recibido de los judíos cuarenta
azotes menos uno” (2Cor 11,24). Por lo demás, el modelo de predicación recogido
en Hch 13,16-41 es típicamente judío; también las cartas paulinas con frecuencia
usan razonamientos claramente judíos. En tercer lugar, su predicación a los gentiles
se justifica por la expulsión de las sinagogas (Hch 13,45-47; 18,4-7; 28,23-29). No
obstante, solía instalarse en un lugar cercano a la sinagoga o fácilmente accesible
para que los judíos pudieran seguir escuchándole. Además el celo que se enciende
en algunos miembros del pueblo elegido contra él y sus colaboradores surge por lo
general al ver el éxito de la predicación apostólica entre los judíos (Hch 13,42-45;
14,1-2; etc.). Por último, después de su bautismo, Pablo permanece algún tiempo en
Damasco y luego viaja a Arabia. Los estudiosos suelen suponer que allí comienza su
misión según la modalidad que aparecerá después descrita en los relatos lucanos de
sus viajes misioneros. Pero hay un dato significativo que no podemos saltar: Lucas
narra una visión de Pablo en el templo de Jerusalén en la que recibe el mandato
divino de ir lejos, a los naciones. El pasaje dice así: “Regresé a Jerusalén y, mientras
oraba en el templo, caí en éxtasis y lo vi que me decía: "Date prisa y sal inmediata-
mente de Jerusalén, pues no recibirán tu testimonio acerca de mí". Yo respondí:
"Señor, ellos saben que yo andaba por la sinagogas encarcelando y azotando a los
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168 Teología paulina

que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo también


me encontraba presente, aprobándolo y guardando los vestidos de los que lo mata-
ban". Pero él me dijo: "Ponte en camino, porque yo te voy a enviar lejos, a los
gentiles"” (Hch 22,17-21). Este texto presupone que Pablo, hasta el momento, ha
predicado sólo a los judíos. Por tanto, también durante los años que estuvo en
Damasco su predicación iba dirigida a los judíos; no sólo son éstos quienes buscan
su muerte, sino que además no se alude a ninguna relación explícita con el mundo
pagano. Por tanto, el título “apóstol de los gentiles” no puede entenderse de
modo excluyente, como si la misión de Pablo se hubiera dirigido solamente
a los paganos o hubiera posibilitado la entrada del mundo gentil en la
Iglesia.

La diáspora judía

Conviene recordar que la presencia judía en la diáspora era mucho más numerosa
que en Palestina; al igual que sucede también hoy. Las comunidades judías se asenta-
ban en las ciudades, donde gozaban de la protección oficial de Roma, y solían
regirse por una jurisdicción propia para los asuntos internos. Se han conservado
edictos de las autoridades de ciudades de Asia Menor, en que se hace saber a la
población que los judíos gozan de ciertos privilegios debidos a sus peculiares creen-
cias y prácticas religiosas. Las comunidades judías de la diáspora vivían en cierto
modo como islotes dentro de la gran masa pagana. Por lo general vivían en barrios
propios, ya que la observancia de la Ley mosaica impedía una integración total. En
esas ciudades, ante la predicación de Pablo, siempre eran las autoridades judías, con
sus secuaces, los primeros en reaccionar en contra (cf. 1Tes 2,14-16). El motivo
principal era su celo santo, pues consideraban que la predicación paulina conducía a
la apostasía (cf. Hch 21,18s).

En las comunidades paulinas convivían judíos y gentiles, lo que implicaba la abolición


de la separación secular de estos grupos por razón de pureza legal. Además en estas
comunidades ciertas prácticas judías se reconocían sin vigencia: circuncisión, alimentos
puros, carne ofrecida a los ídolos, etc.

Ciertamente los gentiles participaban de la salvación de Jesucristo anunciada por los


misioneros cristianos gracias a la fe. De igual modo, también los cristianos proce-
dentes del judaísmo eran justificados por la fe en Cristo Jesús y no por la
observancia de la Ley. Por tanto, las normas de la ley mosaica no eran ya el camino
específico para el cumplimiento de la voluntad de Dios y medio de salvación; en su
lugar, Cristo muerto y resucitado por nuestra salvación era el centro de la vida de las
comunidades paulinas. Por ello, no es extraño que los judíos fieles a la Ley percibie-
ran la propuesta de Pablo como herética y opuesta a la ley mosaica.
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Pablo y los orígenes cristianos 169

II. Características de la misión cristiana de los orígenes

La labor misionera de Pablo y de los demás predicadores cristianos se vio


favorecida por algunas características del imperio romano y por la experien-
cia de vida que introducía la fe cristiana. Señalemos las más significativas.

Las vías romanas

Una de las características más famosas del imperio romano era su sistema viario;
desarrollado desde la época republicana, alcanzó su punto álgido en el siglo II d.C.
Un buen testimonio de ello nos lo ofrece Elio Aristide, en su discurso de elogio a
Roma pronunciado a mediados del siglo II: “No dan miedo las Puertas de Cilicia
(Tauro), ni los pasos angostos de Arabia a Egipto, ni existen montes inaccesibles, ni
ríos insuperables, ni gentes bárbaras inhospitalarias... Las palabra de Homero de que
"la tierra es común a todos", vosotros la habéis realizado construyendo toda clase de
puentes sobre los ríos, abriendo montes y construyendo caminos transitables, llenan-
do de hospedajes los lugares desiertos, e introduciendo en todos los lugares orden y
civilización”. Esta red de vías de comunicación favoreció mucho la difusión
del cristianismo. Muchas ciudades donde prendió rápidamente el cristianismo se
hallaban en el recorrido de dichas vías. Por ejemplo, la via Egnatia, de unos 800 km,
que iba desde el Bósforo a la costa adriática, pasaba por las ciudades de Filipos y
Tesalónica; de esta última ciudad nacía otra vía que se dirigía hacia Berea, Atenas,
Corinto, Cencreas. Famosa también la via Maris, que unía Egipto, Palestina, Fenicia,
Asia Menor; ésta cruzaba las ciudades de Azoto, Joppe, Lida, Cesarea Marítima,
Tiro, Antioquía. Después de esta ciudad se dirigía a las puertas de Cilicia y atravesa-
ba las ciudades de Tarso, Perge, Mileto, Efeso y Esmirna. En la península itálica la
calzada más importante era la que unía Roma con Brindisi; denominada via Apia.
También son bastante conocidas las grandes vías que recorrían toda Italia: Aurelia,
Flaminia, Salaria, Tiburtina, Cassilina, etc. La misma estructura de vías de comunica-
ción encontramos en Africa del Norte, la península Ibérica, las Galias y Britania.

Las ciudades

En segundo lugar, la base administrativa del imperio se centraba en las ciudades,


que funcionaban como comunidades autónomas. Al hablar de ciudades es
necesario tener presente que no sólo se habla de centros urbanos, sino también de
las extensiones que pertenecían a ellos; las ciudades se integraban en una provincia.
Los misioneros cristianos identificaron los centros urbanos como lugares privilegia-
dos para la difusión del cristianismo. El motivo principal, sobre todo al comienzo,
fue la presencia de las comunidades judías y sus sinagogas. Estrabón afirma respec-
to a los judíos: “Han invadido todas las ciudades y difícilmente se podría encontrar
un lugar en donde ese pueblo no haya sido acogido y no se haya convertido en
dueño” 153. En Roma, por ejemplo, la comunidad judía era muy numerosa. Según
Flavio Josefo, la embajada judía que se presentó a Augusto en el año 4 a.C. estuvo
acompañada por ocho mil judíos residentes en dicha ciudad 154. Por lo demás, el

153. Hemos tomado la cita de FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 14,7.2. Estrabón es un geógrafo griego que vivió del 64 a.C.
al 19 d.C.
154. FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 17,9.1.
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170 Teología paulina

hecho de que las ciudades, al ser lugares de mercado, atrajeran a los habitantes que
vivían en los campos, tanto para vender como para comprar las mercancías expues-
tas allí, hacían de estos centros urbanos puntos de irradiación del cristianismo.
Algunas ciudades adquirieron una notoriedad especial a causa de su comercio o acti-
vidad cultural. Merece la pena destacar a Roma, Antioquía, Alejandría, Atenas,
Éfeso, Corinto, Filipos y Esmirna; muchas de ellas nos resultan familiares gracias a
la comunidades cristianas fundadas por Pablo.

Los hechos portentosos

De igual modo, la misma predicación cristiana llevaba en sí una fuerza comu-


nicativa singular. Ante todo porque se ponía en el mundo como respuesta a la
búsqueda del corazón humano, sin hacer acepción de sexo, raza o condición
social. El rasgo característico del cristianismo de los orígenes era su catolicidad, su
universalidad. Ciertamente la correspondencia que percibían los hombres en el
encuentro con los testigos cristianos era el criterio de veracidad del acontecimiento
anunciado. Algo que venía reforzado por los hechos portentosos o milagros que
acompañaron a la predicación cristiana. Los Hechos de los Apóstoles contienen nume-
rosos relatos de milagros 155. También Pablo alude en sus cartas a esta potencia del
Espíritu (cf. 1Cor 2,4; 2Cor 12,12). Esta capacidad no era exclusiva de los primeros
apóstoles, como nos hacen ver estas palabras de Eusebio de Cesarea: “Estos hom-
bres no hacían más que echar los fundamentos de la fe en algunos lugares
extranjeros y establecer a otros como pastores, encargándoles el cultivo de los
recién admitidos, y en seguida se trasladaban a otras regiones y a otras gentes con la
gracia y la cooperación de Dios, puesto que por medio de ellos seguían realizándose
aún entonces muchos y maravillosos poderes del Espíritu divino, de suerte que la
primera vez que los oían, muchedumbres enteras de hombres recibían en masa con
ardor en sus almas la religión del Creador del universo” 156.

La comunión y la caridad mutua

Junto a este rasgo hay que señalar también la atracción que suscitaban las comunida-
des cristianas: hombres de niveles sociales, razas y culturas diversas se
amaban mutuamente y se ayudaban entre sí. Sirva como ilustración esta cita de
Tertuliano con la que describe la vida de la comunidad cristiana, no sólo de su tiem-
po, finales del siglo II y comienzos del siglo III, sino seguramente también anterior
a ella: “Presiden ancianos probados, que han alcanzado este honor no por precio
sino por testimonio a su favor, puesto que ninguna realidad de Dios se valora a pre-
cio. De la misma manera, si hay algo de bolsa común, no se reúne a fuerza de
honorarios de una religión subastada. Cada uno aporta, si quiere y puede, una módi-
ca contribución mensual o cuando lo estime oportuno. Nadie es obligado a pagar,
sino que lo hace espontáneamente. Son como depósitos de piedad. No se hace el
dispendio para comilonas, bebidas o francachelas, sino para dar de comer y sepultar
a los necesitados, para socorrer a los niños y niñas desprovistos de bienes y de
padres, lo mismo que a los sirvientes ancianos ya jubilados y también a los náufra-
gos; y si algunos son condenados a las minas, a las islas o a las cárceles, a causa del
grupo de Dios, se hacen acreedores al socorro de su confesión... "Miran —dicen—
155. Cf. Hch 3,1-9; 4,29-30; 8,6-7; 9,33-35; 9,36-42; 14,8-11; etc.
156. EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica III, 37,3.
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Pablo y los orígenes cristianos 171

cómo se aman unos a otros", mientras ellos se odian mutuamente; "y cómo están
dispuestos a morir el uno por el otro", mientras ellos están preparados a matarse
entre sí... Así que quienes estamos compenetrados en ánimo y alma, no dudamos en
la comunicación de bienes” 157.

Esta caridad mutua manifestaba también la unidad que vivían los cristianos,
generada por el bautismo. En Gál 3,27-28, Pablo afirma esta unidad sirviéndose
de las categorías usadas en su tiempo para diferenciar a los hombres: “Pues cuantos
en Cristo fuisteis bautizados, de Cristo fuisteis revestidos. No hay ya judío ni gentil,
no hay esclavo ni libre, no hay varón ni hembra, pues todos vosotros sois uno en
Cristo Jesús”. A una sociedad que promovía sistemáticamente la división, Pablo
anuncia la gran novedad que introduce Cristo en la vida de los hombres: hace de
todos los hombres un solo ser. Todas las diferencias desaparecen en Cristo, pues a
través de su muerte y resurrección ha realizado la unidad de todos los hombres.
Todos los que son bautizados en su muerte y resurrección forman un solo cuerpo.
Así pone fin a la extrañeza y separación que los judíos vivían respecto a los paganos,
hace desaparecer el desprecio del hombre libre romano respecto al esclavo y anula
la marginación que el hombre imponía a la mujer. Esta experiencia de una humani-
dad nueva, definida por la caridad y la compasión, de unidad entre ellos
correspondía a los deseos más profundos del corazón humano, despertaba una fas-
cinación entre la gente más sencilla.

El odio popular

No obstante, es bien conocido el odio popular que existía contra los cristianos
en los primeros siglos. Este odio, sin embargo, no contradice el atractivo o fasci-
nación que suscitaba el cristianismo desde el comienzo de su difusión. El primero
era un sentimiento de masa, una reacción irracional de la plebe; el segundo siempre
se suscitó en la persona concreta. El primero fue un comportamiento instintivo e
insensato, el segundo reclamaba una respuesta consciente y libre. Sin duda, el cristia-
nismo se difundió por esta dinámica personal, favorecida por las relaciones
familiares y de amistad, de persona a persona. “Cada cristiano podía compartir su
propia experiencia con los miembros de su familia, sus compañeros de trabajo o sus
amigos... Los testimonios de la propagación de la fe en el Evangelio en los grupos
familiares, incluidos los niños, son numerosos. Justino, de hecho, cita el ejemplo de
cristianos que lo son desde la infancia” 158.

III. ¿Pablo fundador del cristianismo?

Desde del siglo XIX la investigación moderna del Nuevo Testamento ha insistido
en contraponer las figuras de Jesús y Pablo. Seguramente uno de los estudiosos que
más ha influido en la concepción de los orígenes del cristianismo fue William
Wrede, que publicó una obra de carácter divulgativo sobre Pablo 159. Wrede conside-

157. TERTULIANO, Apologeticus 39,5-11. Esta traducción es la que ha realizado J. Andión Marán para la publicación de esta
obra en español: TERTULIANO, El apologético (Biblioteca de patrística 38; Ciudad Nueva, Madrid 1997).
158. Cf. A. HAMMAN, I cristiani del secondo secolo (Il saggiatore, Milano 1973) 108. La referencia de Justino se halla en Apologia I, 15,6.
159. W. WREDE, Paulus (Halle a. Saale, Halle 1904).
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172 Teología paulina

ra que el Apóstol de los gentiles, aunque tenga una base común con Jesús por ser
judío, es esencialmente un fenómeno nuevo. Jesús es un judío palestinense, educado
en las costumbres y las normas de la ley de Moisés. Pablo, al haber sido educado en
el mundo helenístico, introduce un cambio radical en el cristianismo, creando un
Jesús transcendente, preexistente y divino. Dado que esta concepción cristológica
fue la que acabó imponiéndose en la Iglesia, se podría considerar a Pablo el verda-
dero generador de la fe cristiana. Aunque la posición de Wrede ha sido criticada y
matizada, la atribución a Pablo del origen del cristianismo que conocemos sigue
afirmándose entre los estudiosos; sobre todo entre aquellos que sostienen que al ini-
cio hubo una multiplicidad de cristianismos. La mayor parte de ellos se perdió,
perdurando el que se vivía en las comunidades paulinas.

¿Dos tipos de cristianismo?

La mayoría de los estudiosos suele distinguir en el cristianismo primitivo anterior a


Pablo dos tipos de comunidades: la palestinense y la helenística. Esta última habría
surgido del encuentro del cristianismo con la cultura helenística, dando lugar a una
simbiosis entre la fe cristiana original y las religiones mistéricas existentes en el
mundo helénico. El encuentro de estas dos concepciones tuvo lugar cuando los cris-
tianos, quizá a causa de la dispersión posterior a la muerte de Esteban, llegaron a las
ciudades donde dominaba la cultura helenística. El sincretismo resultante originó una
nueva religión: “Tan pronto como el cristianismo penetró en el territorio helenístico,
la predicación de la muerte y resurrección de Jesús... se encontró, en las mentes paga-
nas, con historias aparentemente similares de la muerte violenta y la exaltación de los
dioses”160. El cristianismo helenístico se caracterizaría por la atribución a Jesús de
concepciones de las religiones paganas. Este cristianismo helenístico fue el que
encontró y asimiló Pablo, llegando a ser uno de sus mejores propagandistas.

Esta explicación del cristianismo que conoció y difundió Pablo, cuyo mejor repre-
sentante es Wilhelm Heitmüller, fue asumida, e incluso radicalizada, por Rudolf
Bultmann, uno de los exegetas que más ha marcado la investigación reciente del
Nuevo Testamento. En su Teología del Nuevo Testamento afirma: “Pablo procedía del
judaísmo helenístico; su patria era Tarso de Cilicia (Hch 9,11; 21,39; 22,3). Sin duda
recibió aquí su primera formación dentro del ambiente de los escribas rabinos, de lo
que dan prueba sus cartas. Según Hch 22,3 habría disfrutado también de las leccio-
nes de Gamaliel (el mayor) en Jerusalén; sin embargo, se discute este dato e incluso
se pone en duda (teniendo en cuenta Gál 1,22). En cualquier caso, él entró en con-
tacto con la cultura helenística en su misma patria, conoció la filosofía popular y se
familiarizó con la aparición del sincretismo religioso. El, que no fue discípulo perso-
nal de Jesús, fue ganado para la fe cristiana por el kerygma de la comunidad helenística. [...]
La teología de Pablo representa frente a la predicación de Jesús una nueva estructu-
ra y esto demuestra justamente que Pablo tiene su lugar dentro del cristianismo
helenístico. La tan a menudo y tan apasionadamente discusión Jesús y Pablo es en el
fondo la cuestión: Jesús y el cristianismo helenístico” 161.

160. W. HEITMÜLLER, “Zum Problem Paulus und Jesus”, en K.H. Rengstrof (ed.), Das Paulusbild in der neueren deutschen
Forschung (Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 1964) 141.
161. R. BULTMANN, Teología del Nuevo Testamento (BEB 32; Sígueme, Salamanca 1987) 241-243.
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Pablo y los orígenes cristianos 173

Teoría de Bultmann

Bultmann sostiene que el cristianismo helenístico fue el resultado de la combinación


de elementos mistéricos y el mito gnóstico del redentor con el cristianismo de cuño
palestinense; y esta concepción cristiano-helenística convirtió a Jesús en una divini-
dad mistérica. Incluso llega a identificar la provincia de Siria como el lugar en que se
dio esta transformación del cristianismo: “El problema de la helenización de la pri-
mitiva cristiandad me parece estar estrechamente conectado con el de su
"sirificación". La participación de Siria en la historia religiosa de la religión helenísti-
ca y la primitiva religión cristiana necesita una urgente investigación” 162. Por influjo
de Bultmann bastantes estudiosos atribuyen a la comunidad cristiana de Antioquía
de Siria un papel decisivo en la apertura del cristianismo palestinense al mundo
helenista y su transformación radical. Según ellos, se habría formado en esta ciudad
por primera vez una comunidad de cristianos provenientes en su mayoría de la gen-
tilidad, no basada en la ley sino en Cristo, sin vínculos con el cristianismo
palestinense y Jerusalén, favoreciendo así un notable influjo sincretista sobre el cris-
tianismo.

Argumentos contrarios a la teoría de Bultmann

Si tenemos en cuenta la falta de base histórica que se detecta en esta teoría, no deja
de ser sorprendente el consenso que ha ganado entre los estudiosos. Martin Hengel
ha llamado la atención sobre algunas cuestiones que los defensores de esta “sirifica-
ción” suelen censurar 163. En primer lugar, poseemos un conocimiento muy limitado
sobre la helenización de Siria y los cultos religiosos existentes en aquella provincia
durante el período precristiano (años 350-50 a.C.). Es más, recientemente Andreas
Feldtkeller ha mostrado que no hay prueba de la existencia de religiones mistéricas
en Siria durante los inicios del cristianismo 164. De igual modo, Fergus Millar ha pro-
bado la inconsistencia del sincretismo que, según tantos estudiosos, existió en Siria
durante la difusión del cristianismo 165. Por otra parte, la literatura cristiana de origen
sirio que ha llegado hasta nosotros no procede de Antioquía, sino de Edesa; por
tanto, nuestras reconstrucciones de aquella comunidad se mueven en el terreno de
la pura hipótesis. Por último, resulta muy dudosa la influencia del paganismo sirio
sobre el judaísmo, dada la especial aversión que tenían los judíos a cualquier influjo
de los cultos paganos. Buenos ejemplos de ello son la reacción del pueblo judío ante
la pretensión de Antioco IV Epífanes de instaurar el culto a Zeus en el templo de
Jerusalén, cuyo intento fue catalogado por el autor del libro de los Macabeos como
la “abominación de la desolación” (1Mac 1,54); o la repulsión que suscitó en un
judío tan helenizado como Filón la propuesta de Calígula de erigir estatuas suyas en
las sinagogas de Alejandría: “Era el negocio más abominable” 166.

162. R. BULTMANN, “Die Bedeutung der neuerschlossenen mandäischen und manichäischen Quellen für das Verständnis des
Johannesevangeliums”, en Exegetica. Aufsätze zur Erforschung des Neuen Testaments (Mohr-Siebeck, Tübingen 1967) 102s.
163. M. HENGEL, The 'Hellenization' of Judea in the First Century after Christ (Trinity Press International, Philadelphia 1989).
164. A. FELDTKELLER, Im Reich der syrischen Göttin. Eine religiöse plurale Kultur als Umwelt des frühen Christentums (SVFR 8;
Gütersloher Verl.-Haus, Gütersloh 1994) 120-123.
165. F. MILLAR, The Roman Near East 31 BC-AD 337 (Harvard University Press,Cambridge-London 1993) 268-276.
166. Citado en J. DANIELOU, Ensayo sobre Filón de Alejandría (Taurus, Madrid 1962) 33.
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174 Teología paulina

Si el cristianismo que encontró y predicó Pablo era el resultado de un sincretismo,


sería impensable que cristianos procedentes del judaísmo como Santiago, Cefas y
Juan dieran la mano a Pablo y Bernabé en señal de comunión cuando se encontra-
ron en Jerusalén (Gál 2,9).

Si problemas menores, como eran los alimentos impuros, la carne de los sacrificios
a los ídolos o la obligación de la circuncisión, provocaron tensiones como las que
narran Lucas en Los Hechos de los Apóstoles o el mismo Pablo en sus cartas, ¿qué
habría sucedido si éste, como misionero enviado por la comunidad de Antioquía,
hubiera predicado un sincretismo abominable? Por todo ello, consideramos como la
condición histórica más probable la no existencia del sincretismo religioso en el cris-
tianismo primitivo de Siria. Es más, la relación estrecha que la comunidad cristiana de
Antioquía mantuvo con la iglesia madre de Jerusalén obliga a concluir que en ella no
se profesó un cristianismo diferente al de la comunidad palestinense. Sin olvidarnos,
además, de lo dudosa que es la pertenencia de Pablo al judaísmo de la diáspora, como
hemos visto en temas anteriores. El hecho de que Pablo conociera el griego no es
suficiente para afirmar que su formación tuvo lugar en el mundo helenístico.

Jerusalén, origen de la cristología

Martin Hengel señala además que no hay ninguna razón para considerar a la comuni-
dad de Antioquía, en los diez primeros años de su existencia, más creativa
teológicamente que las otras comunidades de Jerusalén, Siria o Cilicia. En su opinión,
los desarrollos cristológicos decisivos habían tenido lugar ya antes de que la nueva fe
llegara a Antioquía. Ahora bien, si no puede atribuirse a esta comunidad una cristo-
logía que explique el origen de la fe cristiana que acabó imponiéndose en el imperio
romano, si no se puede demostrar la existencia de una comunidad helenística con cre-
encias diferentes a la fe que confesaban los cristianos de Palestina antes de la adhesión
de Pablo al cristianismo,, si las columnas de la Iglesia de Jerusalén estaban de acuerdo
con el evangelio de Pablo y Bernabé, ¿dónde hay que situar el origen del cristia-
nismo predicado por Pablo? Todos los indicios apuntan en la misma
dirección: en Jerusalén. “Las raíces de la comunidad judeocristiana/helenística, o
más exactamente de la comunidad judeocristiana de habla griega en la que el mensaje
de Jesús fue formulado en griego por primera vez, se remontan claramente a la más
primitiva comunidad de Jerusalén, y de acuerdo con ello el primer desarrollo lingüísti-
co de su kerygma y su cristología debe haber tenido lugar ya allí” 167.

Recuérdese que la fundación de algunas de las comunidades más importantes, entre


ellas Damasco y Antioquía, se debe a los primeros misioneros cristianos que pro-
cedían de Jerusalén. Es más, durante bastante tiempo los cristianos de origen judío
formaron parte del grupo dirigente de dichas comunidades, como deja claro
Hch11,19-26; 13,1 respecto a la comunidad de Antioquía de Siria. Incluso es muy
probable que durante las primeras décadas del cristianismo los misioneros provinie-
ran principalmente del judaísmo palestinense; por lo que sabemos, Pablo fue el
167. Cf. M. HENGEL, The 'Hellenization', 18.
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Pablo y los orígenes cristianos 175

primero que tuvo cristianos convertidos del paganismo entre sus colaboradores. Por
tanto, la concepción de Jesús como ser preexistente y divino no tiene su ori-
gen en el sincretismo de las comunidades helenísticas, sino en la misma
comunidad de Jerusalén, y ciertamente en los años precedentes al protago-
nismo misionero de Pablo.

Jesús, verdadero origen y fundamento del cristianismo

Después de nuestro estudio hemos llegado a una conclusión opuesta a la de aque-


llos que defienden la existencia de un cristianismo helenista diferente del
palestinense: Antioquía y Jerusalén confesaban la misma fe, y su origen hay
que situarlo en la comunidad que se formó después de los acontecimientos
pascuales. Toda la reflexión de la comunidad cristiana de Jerusalén consistió en
tomar conciencia de las consecuencias de la pretensión divina que manifestó Jesús
durante su vida terrena y del acontecimiento extraordinario de su resurrección. De
hecho, la investigación exegética ha puesto en evidencia el carácter arameo y tradi-
cional de las fórmulas y confesiones de fe que encontramos en las cartas de Pablo:
él transmite lo que ha recibido como tradición (1Cor 15,3). En realidad, la influencia
de la cultura helenista que podemos encontrar en las cartas de Pablo son ciertos ele-
mentos de diatriba, algunos términos estoicos con un significado diferente al usado
en estos círculos, algunas técnicas retóricas y ciertos conocimientos de costumbres
griegas. Por todo ello creemos que es justo afirmar que Jesús de Nazaret es el ver-
dadero fundador del cristianismo y que Jerusalén fue el lugar donde se
formuló por primera vez la cristología. Por lo demás, a este reconocimiento y
confesión pública de la divinidad de Jesucristo no llegaron sus discípulos después de
una larga reflexión teológica, realizada muchos años después de su muerte, sino
poco tiempo después, como testimonian claramente los evangelios (algunos de ellos
escritos en las décadas de los 40-50) y las mismas cartas de Pablo, las principales de
ellas redactadas en la década de los 50. También los descubrimientos arqueológicos
confirman estos datos. En 1945, el profesor judío Sukenik, descubrió en Talpiot,
cerca de Jerusalén, una tumba fechada hacia el año 50, que contenía esta inscripción
en arameo referida a Jesús: Yeshu Alot, es decir, ¡Jesús, resucítalo! ¿Quién puede con-
ceder la resurrección del cuerpo, si no Dios?

Ahora bien, ¿cómo es posible que judíos monoteístas consideren Dios a Jesús, poco
después de haber muerto en la cruz, y le rindan culto? Ciertamente el único modo
de explicar que en Jerusalén se predique públicamente la divinidad de Jesús de
Nazaret es apelar a lo que manifestó el mismo Jesús en su actividad y predicación,
confirmada por el hecho portentoso de la resurrección. El verdadero origen y fun-
damento de la fe cristiana es Jesús mismo. Como ha escrito Peter Stuhlmacher, “a
Jesús no le fueron atribuidas simplemente por los apóstoles, después de la Pascua,
propiedades y comportamientos que él no poseía (ni pretendía poseer) sobre la tie-
rra, sino que en la profesión de fe postpascual de la comunidad cristiana se
confirma y se reconoce lo que él quería ser históricamente y que fue y continúa
siendo para la fe: el Hijo de Dios y Mesías. La historia operada por Dios en y con
Jesús, el Cristo de Dios, es anterior a la fe cristiana. Ella guía y determina la fe y no
es, al contrario, creada por ella” 168.
168. P. STUHLMACHER, Gesù di Nazaret - Cristo della fede (Studi Biblici 98; Paideia, Brescia 1992) 19. Véase también J.M., Los
orígenes históricos del cristianismo, 107-134.
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176 Teología paulina

CONCLUSIÓN
Pablo ha sido considerado un personaje decisivo en la difusión del cristianis-
mo en el siglo I. En efecto, fue un gran misionero, aunque no hay que
atribuirle en exclusiva la adhesión de los gentiles a la fe cristiana y mucho
menos identificarle como el verdadero fundador del cristianismo al realizar la
adaptación/transformación del cristianismo primitivo al mundo pagano.
Pablo no es un judío de la diáspora, sino de la tierra de Israel, donde creció y
se educó. Por lo demás, la viva relación que tuvo Jerusalén con la comunidad
de Antioquía y la comunión expresa que mantuvieron las columnas de la igle-
sia de Jerusalén con Pablo hace imposible que no hubiese coincidencia en la
confesión de la fe.

La difusión del cristianismo se vio favorecida por circunstancias externas y


por las características propias de la experiencia cristiana. Entre las primeras
cabe destacar la red de vías construida por el poder romano y la administra-
ción pública centra en las ciudades principales con un funcionamiento
autónomo. Entre las segundas, la correspondencia del anuncio cristiano con
la espera profunda del corazón humano, la belleza de la comunión y la opera-
tividad e incidencia social de la caridad.

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. La predicación de Pablo se dirigió exclusivamente a los paganos........... V F

2. La red de vías romanas favoreció la difusión del cristianismo................. V F

3. La fascinación que suscitaba el cristianismo primitivo residía funda-


mentalmente en que era la respuesta a las exigencias del corazón
humano............................................................................................................. V F

4. Pablo es el creador del Jesús trascendente y preexistente; por eso, hay


que considerarlo el fundador del cristianismo que conocemos............... V F

5. Pablo no conoció la fe cristiana en las comunidades de Palestina, sino


en las del mundo helenista............................................................................ V F
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Tema
Cuestiones teológicas relevantes
2

I. El escándalo de la cruz

Pablo alude muchas veces a la cruz de Cristo, de la que no se avergüenza. Es más, el


contenido de su predicación es Cristo crucificado: “Nosotros predicamos a
Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles” (1Cor 1,23).
Al final de la carta a los Gálatas vuelve a referirse a este escándalo de la cruz: “Por
mi parte, hermanos, si es verdad que continúo predicando la circuncisión, ¿por qué
siguen persiguiéndome? ¡El escándalo de la cruz ha quedado anulado!” (5,11). No
siempre se ha explicado convenientemente el motivo del escándalo. Aunque en el
judaísmo había diferentes concepciones del Mesías, la más difundida era la de un
Mesías regio, descendiente de David. Proclamar como Mesías a un crucificado era
una concepción absurda para la mentalidad judaica, un sinsentido, clamoroso moti-
vo de risa y escarnio. Pero, ¿por qué Pablo ve en ella causa de escándalo?.

La tradición judía no podía identificar el Mesías con un crucificado; era algo contrario
a la descripción regia y victoriosa de aquel que traería la libertad y la paz al pueblo de
Israel

La causa del escándalo

Nos ayudará a entender la causa del escándalo el no olvidar el pasado fariseo del
Apóstol, que él mismo describe con estas palabras: “Habéis oído hablar de mi pasa-
da conducta en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba,
y aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad y de mi raza como defensor muy
celoso de las tradiciones de mis antepasados” (Gál 1,13-14). Pablo, antes del
encuentro con Jesucristo, consideraba la fe cristiana contraria a las tradiciones y cre-
encias judías, y por eso luchaba contra la Iglesia con saña llevado de su celo santo.
En ese tiempo, Pablo consideraba a Jesús como un blasfemo y herético, cuyo nom-
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178 Teología paulina

bre tenía que ser borrado de la tierra. El mismo sanhedrín lo había condenado a
muerte en estricta aplicación de la Ley mosaica. Aquí radicaba el escándalo: el
Jesús crucificado que anunciaban los predicadores cristianos como verdade-
ro Mesías y Salvador había sido condenado justamente por el sanhedrín
como blasfemo por su pretensión divina. Según Birger Gerhardsson, la causa del
rechazo y oposición de los judíos ortodoxos al cristianismo radica en la condena de
Jesús por parte del sanhedrín: “Los judíos que no se habían hecho cristianos consi-
deraban la muerte de Jesús como la prueba de que Dios había rechazado a Jesús de
Nazaret. El sanhedrín había condenado sus pretensiones mesiánicas, y los judíos
fieles a la Ley tenían razones para no oponerse a este juicio: los tribunales de Israel
pronunciaban el juicio de Dios (véase, por ejemplo, 2 Cr 19,6). En la tradición rabí-
nica persiste la solidaridad con el sanhedrín en su juicio sobre Jesús. El no de los
rabinos a Jesús de Nazaret no constituye ninguna excepción. Otra cosa hubiera sido
si Jesús hubiese sido ajusticiado exclusivamente por la autoridad romana; en ese
caso, algunos rabinos al menos lo habrían considerado como mártir” 169.

El motivo de la condena del sanhedrín

En realidad, el motivo de la condena del sanhedrín radica en la pretensión divina de


Jesús. Es cierto que entre los estudiosos que admiten un núcleo histórico en el rela-
to evangélico del juicio ante el sanhedrín se suele considerar la pretensión mesiánica
de Jesús como el delito juzgado por los jueces judíos; es decir, los miembros del
sanhedrín se reunieron para decidir si Jesús era o no verdadero mesías 170. Ahora
bien, si esto fuera así, nos hallaríamos ante el único caso en que la autoridad
judía se vio obligada a discernir la identidad mesiánica de uno solo de los
muchos pretendientes mesiánicos que tuvo la historia judía. Es más, Jesús
habría sido condenado por una pretensión que en otras ocasiones había sido motivo
de glorificación y seguimiento por parte de la población judía. En efecto, aquellos
judíos que las autoridades romanas ajusticiaron por sus pretensiones mesiánicas, la
opinión popular los consideraba como héroes nacionales, así fue en el caso de
Judas el Galileo y Bar Kokba, o los acogía con entusiasmo, como se deduce de las
noticias sobre Teudas (Hch 5,36) y el Egipcio (Hch 21,38). Por eso afirman con
razón Francesco Amarelli y Francesco Lucrezi que “sostener que Jesús haya sido
procesado por el sanhedrín en cuanto mesías falso —como frecuentemente se ha
hecho— es algo sin fundamento e inverosímil. La autoproclamación mesiánica
podía —como sucedió la mayoría de las veces— no ser aceptada o creída, incluso
llegar a ser objeto de escarnio y burla, pero nada indica que haya sido considerada,
en ningún ambiente y época, una forma de crimen” 171.

Conciencia divina de Jesús

El hecho de que el sanhedrín haya condenado a Jesús por blasfemia implica necesa-
riamente que el delito que juzgó no pudo ser la pretensión mesiánica de Jesús. El
falso mesianismo no implicaba ninguna ofensa contra Dios. En realidad, el verda-
dero motivo de la condena es la pretensión divina de Jesús: “Si la mera
pretensión mesiánica no era blasfemia, sí lo era la pretensión de la dignidad divina.

169. B. GERHARDSSON, “Jésus livré et abandonné d’après la Passion selon Saint Matthieu”: Revue Biblique 76 (1969) 208s.
170. En este sentido véase G. JOSSA, Il processo di Gesù (SB 133; Paideia, Brescia 2002) 89-97.
171. F. AMARELLI-F. LUCREZI (ed.), Il proceso contro Gesù (Jovene, Napoli 1999) 236.
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Cuestiones teológicas relevantes 179

Según Jn 19,7, Jesús es reo de muerte por su pretensión de ser ‘hijo de Dios’. En
Mc 14,62 se puede ver una pretensión de este tipo cuando Jesús anuncia que estará
sentado a la derecha de Dios” 172. También Mariano Herranz afirma que la verdadera
cuestión es la conciencia divina de Jesús: “En el estudio de los evangelios es vieja la
cuestión llamada de la "conciencia mesiánica" de Jesús, de si el mismo Jesús se con-
sideró Mesías y se presentó como tal. Con no pocos autores, tanto católicos como
protestantes, nosotros preferimos hablar de "conciencia divina" de Jesús, y decimos:
el Jesús que encontramos en los evangelios, analizados con ojos críticos, no sólo
opone su soberano yo a los preceptos de la Ley mosaica, y más aún a los de la Ley
oral o tradición de los mayores, sino incluso declara que el órgano supremo de la
voluntad de Dios en la tierra, Israel, naufragará en su actitud frente a él; promete el
reino de Dios a los que se adhieran a su persona, a los que le sigan; afirma que el
destino eterno de los hombres dependerá de que lo acepten o rechacen a él; se pre-
senta como el perdón divino encarnado, y declara que su muerte como el Siervo de
Dios rescatará a los muchos de sus pecados. Este Jesús, por tanto, el que presentan
los evangelios, el único de la realidad histórica, está ante Dios no con los hombres,
total y simplemente como uno de los hombres, sino entre Dios y los hombres. Ante
este Jesús, podemos concluir sin demasiado esfuerzo, los celosos protectores de la
ortodoxia judía, si no acogían con fe su palabra y su persona, debían reaccionar
como el fariseo Saulo ante los que habían creído en él” 173.

Por eso, concluye Herranz: “Entre un Mesías crucificado entre dos malhechores o
agitadores celotas, condenados puramente por la autoridad romana en Judea, y un
Mesías ajusticiado por blasfemo y trasgresor de la Ley, según sentencia del san-
hedrín, media un abismo. El que verdaderamente constituía una piedra de tropiezo
para los judíos era el segundo, no el primero; la tradición judía conserva los nom-
bres de maestros o rabinos, condenados a muerte por las autoridades romanas, que
fueron venerados como mártires. En el caso de Jesús esto no sucedió porque tras su
muerte en la cruz no estaba sólo una sentencia del procurador de Judea, Poncio
Pilato, sino también un juicio condenatorio del tribunal judío, del sanhedrín, por un
delito religioso” 174.

II. La resurrección de Jesús

Sólo el acontecimiento de la resurrección de Jesús podía vencer la resistencia y opo-


sición a la fe cristiana en el corazón del Pablo fariseo: “Todo eso que para mí era
ganancia, lo consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún: todo lo considero pérdi-
da comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él
lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en
él, no con una justicia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la
justicia que viene de Dios y se apoya en la fe” (Flp 3,7-9; cf. Gál 1,15s). De igual
modo, sólo Dios, con su potencia, podía remover el escándalo de los judíos que se

173. G. THEISSEN-A. MERZ, El Jesús histórico. Un Manual (BEB 100; Sígueme, Salamanca 1999) 511. Ciertamente este autor
atribuye esta divinización a la experiencia pascual; o sea, no fue una pretensión histórica de Jesús. Pero no hay razón para
dudar de que el origen de tal pretensión sea el Jesús histórico.
174. M. HERRANZ, San Pablo en sus cartas (Encuentro, Madrid 2008) 280s.
175. M. HERRANZ, San Pablo en sus cartas, 281.
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180 Teología paulina

oponían a la predicación del Evangelio. También para ellos, en cuanto aceptarán el


acontecimiento de la resurrección de Jesús, éste aparecería bajo una luz nueva, sien-
do removida la piedra de tropiezo que era la condena del sanhedrín.

El verdadero juicio divino

Pues la resurrección gloriosa es la definitiva palabra de Dios sobre Jesús, que


no coincidía con la pronunciada por el sanhedrín, como pensaban los judíos
adversarios a la predicación cristiana. Los sanhedritas, en nombre de Dios, conside-
raron la pretensión divina de Jesús una blasfemia y por ello lo condenaron a muerte.
Con la piedra corrida a la entrada de la puerta de su sepulcro todo parecía termina-
do. Pero el sepulcro fue encontrado vacío al día siguiente del sábado. Sus discípulos
comenzaron a decir que lo habían visto resucitado, que habían convivido con él des-
pués de muerto, proclamaron por todas partes que había resucitado. El juicio
definitivo de Dios no coincidía con el que había formulado el tribunal supremo
judío. En otras palabras, Dios confirmó la pretensión divina que Jesús había mani-
festado durante su ministerio público. He aquí cómo argumenta este significado de
la resurrección William L. Craig: “He afirmado que Jesús "deliberadamente se pre-
sentó y habló en el lugar de Dios". La frase es de Ernst Fuchs, estudioso del Nuevo
Testamento... Quiero decir con esto que "Jesús habla conscientemente como la voz
de Dios sobre asuntos que pertenecen sólo a Dios". El coloca su autoridad al nivel
de la ley dada por Dios e incluso revisó la ley según su propia autoridad, afirmó
dominar los poderes demoniacos de la oscuridad y afirmó perdonar los pecados...
Por ello, si Dios resucitó a Jesús, quien fue ejecutado por sus afirmaciones blasfe-
mas, entonces, el Dios sobre el que supuestamente había blasfemado Jesús lo ha
reivindicado a él y sus afirmaciones. Eso significa que Jesús tenía autoridad para
revisar la ley del Antiguo Testamento, para dominar a los demonios y para perdonar
los pecados, es decir, que era de carácter divino” 175.

El verdadero juicio de Dios no tuvo lugar la noche del viernes ante el tribunal
supremo judío, sino la mañana del domingo en la tumba que se hallaba en el jardín
de José de Arimatea.

Celo sin juicio

A Pablo no le resultaba difícil comprender que las autoridades judías considerasen a


Jesús un maldito de Dios, un trasgresor de la ley mosaica dada por Dios en el Sinaí.
Ciertamente su pretensión de ser igual a Dios resultaba una clara blasfemia a los
oídos judíos. Por tanto, como herético y blasfemo, fue excluido de la comunidad de
Israel y su nombre borrado de la tierra a través de su muerte. Pero el Apóstol consi-
deró este comportamiento como falto de juicio: “Pues puedo testificar en su favor
que tienen celo de Dios, aunque no según un conocimiento adecuado” (Rm 10,2).
Como señala certeramente el Cardenal Daniélou, “la única cuestión es saber si en
un caso, y en uno solo, ha habido un hombre que ha tenido el derecho de decirse
175. W.L. CRAIG, “La resurrección y el verdadero Jesús”, en P. COPAN (ed.), Un sepulcro vacío (Voz de Papel, Madrid 2005)
212.214.
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Cuestiones teológicas relevantes 181

Dios, porque en realidad lo era. Ese es todo el problema que separa a judíos y cris-
tianos en lo que concierne a la persona de Jesús. Pero es evidente que, en la medida
en que los judíos no creían que Jesús era Dios, debían condenarlo a muerte por
blasfemo; y se puede decir que el drama de los judíos consistió en que frente a Jesús
no tuvieron otra opción posible que creer en él o condenarlo, pues no hay otro
Jesús que el que proclamó poseer una dignidad divina. Frente a este Jesús, un judío
no podía permanecer neutral: un hombre que proclama poseer una dignidad divina,
o es un blasfemo, que merece la muerte, o es verdaderamente Dios, y es preciso
creer en él” 176. Sólo la resurrección de Jesucristo resuelve ese dilema. Pablo, al ver a
Jesús resucitado, reconoce que no es un blasfemo o herético, pues ha sido glorifica-
do a la diestra de Dios. El mismo Dios ha confirmado su pretensión divina
exaltando a la gloria.

La resurrección desvela la verdad sobre Jesús

De hecho, la resurrección arrojará una luz nueva sobre la condena y muerte


en cruz de Jesús: Él murió por nuestros pecados, nos ha redimido haciéndo-
se un maldito por nosotros. “Cuantos viven de las obras de la ley están bajo
maldición, porque está escrito: Maldito quien no se mantenga en todo lo escrito en
el libro de la ley, cumpliéndolo… Cristo nos rescató de la maldición de la ley,
haciéndose por nosotros maldición, porque está escrito: Maldito todo el que cuelga
de un madero; y esto, para que la bendición de Abrahán alcanzase a los gentiles en
Cristo Jesús, y para que recibiéramos por la fe la promesa del Espíritu” (Gál
3,10.13-14). Su muerte, pues, no es el resultado de su pecados, de su blasfemia, sino
que ha cargado sobre sus hombres todos nuestros males. En la muerte de Jesús en
cruz hemos sido redimidos, Dios nos ha otorgado por medio de su obediencia el
perdón de nuestros pecados: “Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros
todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justifi-
cados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo! Si, cuando éramos
enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más
razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!” (Rm 5,8-10; cf. tam-
bién Rm 3,22-24; 8,3; 1Tes 5,9-10, etc.).

III. La justificación por la fe en Cristo Jesús

Significado de los términos

En el Antiguo Testamento, la justicia de Dios es la base donde se apoya su fidelidad


a la alianza con el pueblo de Israel y, por tanto, su continua decisión de rescatar a
Israel de su olvido y traición, de otorgarle siempre su perdón y misericordia. Por
eso, “justicia (sedeq)” es sinónima de “salvación (teshu‘ah)” (Is 46,13). Pero no es el
único término sinónimo que aparece en los escritos veterotestamentarios. Esta
voluntad salvífica de Dios y su acción concreta de salvar es también denominada
“misericordia (hesed)” (Jr 9,23).
176. CARDINAL DANIÉLOU, La foi de toujours et l’homme d’aujourd’hui (Beauchesne, Paris 1969) 125. Véase también M.
HERRANZ, “El proceso ante el Sanhedrín y el ministerio público de Jesús. I: El móvil de la acción judicial judía”: Estudios
Bíblicos 34 (1975) 33-111.
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182 Teología paulina

La justicia de Dios se derrama sobre judíos y gentiles

Esta justicia de Dios, según Pablo, se ha manifestado en Cristo Jesús, de


modo especial en su muerte y resurrección (Rm 3,21-26). Una justicia que no
se derrama sólo sobre los judíos, sino también sobre los paganos (Rm 3,28-
30). Justamente porque es gratuita, pues se concede al impío y pecador antes de su
conversión (Rm 5,6-8), la justificación va dirigida también a los gentiles. Dentro de
esta concepción, Pablo usará diferentes imágenes y expresiones para referirse a esta
acción salvífica de la justicia de Dios realizada en la muerte y resurrección de
Jesucristo. Así en Rm 3,25-26 dice: “Dios lo constituyó medio de propiciación
(hilasterion) mediante la fe en su sangre, para mostrar su justicia pasando por alto los
pecados del pasado en el tiempo de la paciencia de Dios; actuó así para mostrar su
justicia en este tiempo, a fin de manifestar que era justo y que justifica al que tiene fe
en Jesús”. El término griego hilasterion designa el instrumento y el documento de
expiación de los pecados. Téngase en cuenta que así se denominaba la tapa del arca
de la alianza, que venía rociada con la sangre de los animales sacrificados como
gesto de expiación. De este modo, la muerte de Jesús en la cruz era vista como ins-
trumento de expiación: en su muerte los pecados de los hombres eran expiados.

También Pablo utiliza el término “reconciliación” para expresar el resultado de la


muerte de Jesús: el hombre, hecho creatura nueva, vuelve a gozar de la amistad de
Dios. Basta citar 2Cor 5,17-21: “Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo
viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió
consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.
Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles
cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación. Por
eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhor-
tara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis
con Dios. Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado a favor nuestro, para que
nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él”. Toda esta concepción es resumida
en frases breves cuando Pablo alude a la muerte de Jesús: “Cristo murió por nues-
tros pecados” (1Cor 15,3); “se entregó por nuestros pecados” (Gál 1,4); “ha muerto
el pecado de una vez para siempre” (Rm 6,10); “en él, por su sangre, tenemos la
redención, el perdón de los pecados” (Ef 1,7); etc.

La observancia de la ley mosaica

Se suele considerar el judaísmo, debido a su devoción a la Ley mosaica, como


estrictamente normativo y formalista. Pero en la concepción judía la Ley no se
reducía a meras reglas o normas que observar. La Ley, dada por Dios a Moisés en
el Sinaí, indicaba el modo de vivir, de relacionarse con todo, dentro del pacto esta-
blecido con Dios. El pueblo de Israel, observando la Ley, participaba de la alianza;
Dios le comunicaba su santidad: “Ahora , pues, si de veras me obedecéis y guardáis
mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es
toda la tierra. Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19,5-
6). Las obras de la Ley, es decir, el comportamiento que nace de la observancia de
la Ley, manifiestan que Israel es el pueblo predilecto de Dios, el pueblo de la alian-
za. Ahora bien, esta alianza no la establece Dios con Israel obligado por el mérito
adquirido a causa de su observancia de las normas, sino es pura liberalidad suya.
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Cuestiones teológicas relevantes 183

Por el contrario, eligió a Israel libérrimamente: “Porque tú eres un pueblo santo


para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los
pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros
y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el
pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a vosotros y por mantener el jura-
mente que había hecho a vuestros padres os sacó el Señor de Egipto con mano
fuerte” (Dt 7,6-8; cf. Is 41,8-9.14).

Pero, según se expresa Pablo en sus cartas, el pueblo judío confió más en la
pertenencia racial que en la iniciativa de Dios, atribuyendo la salvación a ser
de la estirpe de Abrahán; pertenencia que quedaba refrendada con la circuncisión.
Ciertamente la Ley es santa, pues indica la voluntad de Dios. Por eso, quien vive
según sus preceptos es justo ante Dios, como reconoce Pablo en Rm 2,13: “Pues no
son justos ante Dios quienes oyen la ley, sino que serán justificados quienes la cum-
plen” (cf. Rm 10,5; Gál 3,12). El mismo Pablo no tiene dificultad en reconocer la
bondad de la Ley: “la ley es santa, y el precepto santo, justo y bueno” (Rm 7,12). El
problema viene de la confianza en la capacidad humana, de identificar la predilec-
ción de Dios con la pertenencia física al pueblo judío.

De hecho, la persona humana no puede cumplir por su propia capacidad


todos los mandamientos de la Ley. Por eso Israel no alcanzó la justicia mediante
la observancia de la Ley: “Israel, que buscaba la ley de la justicia, no alcanzó la ley.
¿Por qué? Porque la buscaba no en virtud de la fe, sino si se pudiera alcanzar en vir-
tud de las obras” (Rm 9,31s). Al final, pues, la Ley sólo sirve para hacernos
conscientes de nuestro pecado: “Por las obras de la ley ningún viviente será justifi-
cado ante él, pues a través de la ley se logra el conocimiento del pecado” (Rm 3,20;
cf. 7,7). Por añadidura, dado que no se cumple la ley, los que pretenden vivir según
sus normas caen bajo la maldición: “Cuantos viven de las obras de la ley están bajo
la maldición, porque está escrito: Maldito quien no se mantenga en todo lo escrito en el
libro de la ley, cumpliéndolo. Que en el ámbito de la ley nadie es justificado resulta evi-
dente” (Gál 2,10s). Por tanto, ninguno puede ser justificado por las obras de la
ley; sólo por la fe en Cristo Jesús: “Habiendo sido justificados en virtud de la fe,
estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos
obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos
gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Rm 5,1-2).

Pablo, al afirmar que es la fe en Jesús la que hace al hombre justo ante Dios,
rompe con toda la concepción judaica de su tiempo.

Circuncisos e incircuncisos, miembros del pueblo de la alianza

Incluso Pablo llega a afirmar que miembro del pueblo de la alianza puede ser
el judío y el gentil por la fe en Jesucristo. No es la raza ni la circuncisión la que
introduce en el pueblo de la alianza, sino la muerte y resurrección de Cristo y la
adhesión a Él. En los primeros capítulos de la carta a los Romanos afirma con clari-
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184 Teología paulina

dad que la justificación no se alcanza por el cumplimiento de la Ley, sino por la fe


en Cristo Jesús. Es Dios quien justifica tanto a judíos como a gentiles, como ya lo
hizo con Abrahán cuando él todavía no había sido circuncidado: “¿Esta bienaventu-
ranza afecta a la circuncisión o también a la incircuncisión? Pues decimos: A
Abrahán se le contó la fe como justicia. ¿Y cómo se le contó?, ¿estando circuncida-
do o siendo incircunciso? No estando circuncidado, sino siendo incircunciso. Y
recibió la señal de la circuncisión, sello de la justica que se recibe en virtud de la fe y
que le fue contada cuando era todavía incircunciso; para que fuera padre de todos
los que creen siendo incircuncisos, para que también a ellos se les contará como jus-
ticia” (Rm 4,9-11). Por eso, el mismo Pablo, que había buscado ser justo a los ojos
de Dios mediante el cumplimiento de la Ley, se adhirió a Cristo considerando todo
su comportamiento anterior basura: “Nosotros somos judíos de nacimiento, no
pecadores de entre los gentiles. Pero, sabiendo que el hombre no es justificado por
las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en
Cristo Jesús, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley.
Pues por las obras de la ley no será justificado nadie… Pues yo he muerto a la ley
por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo; vivo,
pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la
carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí” (Gál 2,15-
16.19-20) 177.

El bautismo

Esta justificación, este perdón de los pecados se concede a los hombres por medio
del bautismo. Comenta Joachim Jeremias: “Esto se desprende, por ejemplo, de 1Cor
6,11, donde el verbo "ser justificado" va rodeado de términos y fórmulas bautisma-
les: "Y algunos esto eráis, pero habéis sido lavados; habéis sido justificados en el
nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (cf. además Gál
3,24-27; Rom 6,7; Tit 3,5-7). Pablo no recalca explícitamente la conexión entre justi-
ficación y bautismo por la simplicísima razón de que en la fórmula de la
justificación, el término "por la fe" incluye el bautismo […] Esta conexión de la jus-
tificación con el bautismo es tan obvia para Pablo que no siente ninguna necesidad
de afirmar con tantas palabras que es en el bautismo donde Dios salva a aquel que
cree en Jesucristo” 178.

IV. La venida gloriosa del Señor

En el Credo que rezamos cada domingo en la Misa, después de confesar que Jesús
resucitó al tercer día, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre, afirmamos
que vendrá de nuevo con gloria para juzgar a vivos y muertos, es decir, esperamos la
venida gloriosa del Señor, que establecerá su reino sin fin. Esta venida gloriosa de
Jesucristo es abordada en las dos cartas a los Tesalonicenses, que son de las prime-
ras misivas que envió el Apóstol. Por el modo que tiene de expresarse en 1Tes
4,15-17, bastantes estudiosos han deducido que Pablo y sus comunidades esperaban

177. Un buena síntesis de la doctrina de la salvación se halla en Ef 1,3-14.


178. J. JEREMIAS, El mensaje central del Nuevo Testamento (Verdad e Imagen 25; Sígueme, Salamanca 21972) 69s.
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Cuestiones teológicas relevantes 185

vivir hasta la llegada del Señor. Comencemos citando la versión española del texto
sagrado: “Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros los
que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto;
pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descen-
derá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros,
los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al
encuentro del Señor, por los aires”. Otro pasaje que suele también citarse para argu-
mentar la espera inminente de la segunda venida de Jesús es 1Cor 15,51-53, que dice
así: “Mirad, os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos
transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última
trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros sere-
mos transformados. Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de
incorrupción, y que esto que es mortal se vista de inmortalidad”.

En la venida del Señor, ¿los vivos aventajarán a los muertos?

En estos dos pasajes, Pablo alude a la llegada del Jesús glorioso desde los cielos al
fin del mundo. Cuando esto ocurra, algunos miembros de la comunidad habrán ya
muerto, mientras que otros seguirán vivos. Cuando aparezca Jesucristo, ¿tendrán
alguna ventaja estos últimos? Pablo afirma que no, pues los muertos serán resuci-
tados para ir al encuentro del Señor. Y todos, tanto los vivos como los
resucitados, transformados al ser revistos de inmortalidad, gozarán de la
compañía del Señor. La respuesta es clara, pero el modo de expresarse del
Apóstol, utilizando la primera persona del plural, parece dar a entender que él espe-
raba estar vivo cuando sucediese este acontecimiento. Es decir, esperaba la venida
gloriosa del Señor para un futuro muy cercano. El hecho de que el tiempo haya
pasado y Cristo glorioso no haya vuelto todavía ha creado el grave problema del
error de la Parusía: bastantes exegetas han atribuido al Apóstol la equivocación de
predicar en sus comunidades una fecha temprana para dicha vuelta gloriosa de
Jesús. ¿Tienen razón estos estudiosos?

¿Pablo anunció que la Parusía era inminente?

Si nos atenemos a cómo Pablo se expresó en sus cartas, no resulta evidente que él
esperará participar en vida del gran acontecimiento de la venida gloriosa de Cristo.
Ante todo, él mismo afirma no conocer la fecha exacta de esta venida ni tampoco
en qué periodo u ocasión tendrá lugar: “En lo referente al tiempo y a las circuns-
tancias no necesitáis que os escriba, pues vosotros sabéis perfectamente que el Día
del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: "paz y segu-
ridad", entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto
a la que está encinta, y no podrán escapar” (1Tes 5,1-3). Y en su segunda carta
escrita a la misma comunidad pocos meses después vuelve a insistir: “A propósito
de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, os rogamos,
hermanos, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revela-
ción, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima.
Que nadie en modo alguno os engañe” (2Tes 2,1-3). Según estas palabras, él no
conocía la fecha ni el momento en que llegaría Jesucristo glorioso; es más,
no lo esperaba para un tiempo cercano. Y dado que no lo sabe, lo único en que
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186 Teología paulina

insiste es en la verdad de este anuncio e invita a sus fieles a estar prontos para reci-
birle cuando llegue.

Por ello, insiste a los fieles de Tesalónica que no estén preocupados por la Parusía,
sino que vivan las circunstancias presentes queriendo agradar al Señor: “Os exhor-
tamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad,
ocupándoos de vuestros asuntos y trabajando con vuestra propias manos, como os
lo tenemos mandado, para que os comportéis honestamente con los no cristianos y
no tengáis necesidad de nadie” (1Tes 4,10-12). En estas palabras no hay eco alguno
de desasosiego o nerviosismo ante una hipotética llegada de Jesús glorioso al final
del mundo. La vida se desarrolla con toda normalidad. Incluso el mismo Apóstol da
consejos precisos para la buena marcha de la comunidad de Tesalónica: “Os roga-
mos, hermanos, que apreciéis el esfuerzo de los que trabajan entre vosotros
cuidando de vosotros por el Señor y amonestándoos. Mostradles toda estima y
amor por su trabajo. Mantened la paz entre vosotros. Os exhortamos, hermanos, a
que amonestéis a los indisciplinados, animéis a los apocados, sostengáis a los débiles
y seáis pacientes con todos” (1Tes 5,12-14).

Pablo no esperó participar de la Parusía durante su vida

Por lo demás, por su modo de actuar, tampoco parece que el Apóstol contase con la
venida inmediata o cercana del Señor Jesús. No sólo se sigue desviviendo por las
comunidades y deseando hacer llegar el anuncio cristiano a cuantos más mejor, sino
incluso piensa viajar hasta la lejana España, dando por acabado su ministerio
apostólico en la parte oriental del imperio romano. Así en la carta a los Romanos
alude varias veces a estos planes misioneros, en los que no se trasparenta ningún
pensamiento relacionado con la posibilidad de que no se cumplan por la imprevista
llegada del Señor; es decir, son planes en los que no se cuenta con la posibilidad de
la llegada gloriosa del Señor (Rm 15,22-24,28-29).

Incluso, teniendo en cuenta su forma de expresarse en otros pasajes, tendríamos


que afirmar que Pablo contó con que iba a morir. Son textos en los que el Apóstol
expresa su deseo de ver al Señor glorioso y estar junto a él, o afirma su espe-
ranza en la resurrección corporal después de morir. Valgan, a modo de
ejemplo, estos tres que copiamos, pertenecientes a diferentes cartas. “Porque Dios
no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro
Señor Jesucristo, que murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos
con él” (1Tes 5,9-10). Téngase en cuenta que los primeros cristianos se referían a la
muerte como sueño; de hecho, la palabra “cementerio” significa “dormitorio”. O
sea, mediante las imágenes de la vigilia y el sueño se está aludiendo a la vida y a la
muerte. Pablo, por tanto, no está cierto de que estará vivo cuando tenga lugar la
venida gloriosa del Señor.

Otros textos donde el Apóstol cuenta con la posibilidad de la muerte son: “Ahora
como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte.
Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia. Pero, si el vivir esta vida mortal me
supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en esta alternativa: por
un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por
otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros” (Flp 1,20-24).
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Cuestiones teológicas relevantes 187

“Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido
edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos huma-
nas, es eterna y está en los cielos. Y, de hecho, en esta situación suspiramos
anhelando ser revestidos de la morada que viene del cielo, si es que nos encuentra
vestidos y no desnudos… Preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al
Señor” (2Cor 5,1-3.8).

Por todo ello, debemos deducir que el empleo de la primera persona de plural en los
pasajes citados al principio no son en absoluto índice de la certeza de Pablo en la
venida inminente de Jesús glorioso, sino un modo de expresarse para mostrar la cer-
canía con aquellos que leerán o escucharán las cartas de Pablo. Estamos ante un
figura literaria, como puede ser el llamado plural mayestático, que suele utilizarse
tanto en coloquio como en texto escrito para referirse al hablante o a quien escribe
utilizando la primera persona del plural. En realidad, respecto a la Parusía, el
Apóstol se atuvo a la doctrina de la Iglesia: afirmó con certeza la venida glo-
riosa de Jesucristo; es decir, creyó y anunció la manifestación gloriosa de la
victoria de Cristo cuando venga a juzgara vivos y muertos. Pero al mismo tiempo,
teniendo en cuenta las palabras de Jesús en los evangelios, no indicó ningún
período o tiempo de su realización.

V. La Iglesia

Significado del término

El término griego ekklesia significa “asamblea”. La traducción de los LXX se sirve


de ella para traducir la palabra hebrea Qahal. En las cartas paulinas aparece con fre-
cuencia la expresión ekklesia tou Theou, que ha querido verse como traducción de la
locución Qehal YHWH, que encontramos en los libros del Antiguo Testamento y
que sirve para designar al pueblo elegido; sobre todo durante la travesía del desierto
hacia la tierra prometida. Es probable que esta vinculación no sea tan explícita
como quieren algunos estudiosos, pues la traducción griega de los LXX no siempre
utiliza el término ekklesia para traducir el hebreo, sino también se sirve de synagoge; y
la referencia a Dios se realiza en general mediante el término kyriou. En cualquier
caso, al utilizar Pablo esta fórmula está expresando una conciencia clara que tienen
los cristianos: la comunidad de los creyentes tiene su origen en Dios, es la ini-
ciativa y la acción de Dios que funda la comunidad cristiana.

En las cartas paulinas la realidad de la Iglesia está muy presente. Téngase en cuenta
que Pablo se sirve de ellas para edificar y gobernar las comunidades fundadas por él;
o sea, estos escritos son profundamente eclesiales. No obstante, la eclesiología no es
expuesta de forma sistemática, sino adaptada a las circunstancias y cuestiones que el
Apóstol intenta responder. No suele hacer una reflexión sistemática, sino más bien
habla de modo concreto, realista. Así, para hablar de la Iglesia, Pablo utiliza diferen-
tes imágenes o metáforas. Recordaremos brevemente las más conocidas.
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188 Teología paulina

Cuerpo

En 1Cor 12,12-27 usa el símil del cuerpo para explicitar la unidad y la multiplicidad
de funciones que hay en la Iglesia: “Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene
muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un
solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y
libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo…”
La misma afirmación, de modo muy sintético, la volvemos a encontrar en Rm 12,4-
5: “Pues, así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los
miembros cumple la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo
cuerpo en Cristo, pero cada cual existe en relación con los otros miembros”. La
cabeza del cuerpo es Cristo, en el sentido de autoridad y origen de la vida que goza
el cuerpo: “Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el pri-
mogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo” (cf. Ef 1,22; 5,23).

Templo

Otra imagen utilizada por Pablo es el templo. El lugar donde habita Dios es en la
comunidad cristiana: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios
habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él;
porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros” (1Cor 3,16-17; cf.
2Cor 6,16). La piedra angular sobre la que se construye este templo es Cristo Jesús y
los cimientos son los apóstoles: “Estáis edificados sobre el cimiento de los apósto-
les y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio
queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor.
Por él también vosotros entráis con ellos en la construcción, para ser morada de
Dios, por el Espíritu” (Ef 2,20-22). Por eso, el verdadero culto a Dios acontece
en la vida de los cristianos, en los quehaceres cotidianos: “Os exhorto, pues, her-
manos, por la misericordia de Dios a que presentéis vuestros cuerpos como
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual” (Rm 12,1).

Casa/familia

El Apóstol utiliza también con frecuencia la imagen de la casa o familia para referir-
se a la Iglesia. Así todos los cristianos son hijos de Dios en el Hijo y por eso pueden
llamar a Dios “Padre”: “Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para
que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazo-
nes el Espíritu de su Hijo, que clama ‘¡Abba, Padre!’. Así que ya no eres esclavo, sino
hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios” (Gál 4,4-7, cf. Rm
8,15). Al ser miembros de una misma familia todos son hermanos; por eso Pablo
utiliza con frecuencia el término “hermanos” para designar a los cristianos. En este
contexto familiar el Apóstol también considera la comunidad cristiana como la casa
u hogar de la familia: “Para que sepas cómo conviene conducirse en la casa de Dios,
que es la iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1Tm 3,15).

Iglesia doméstica

Como es bien sabido, las comunidades cristianas no poseían espacios específicos


para sus reuniones. Solían reunirse en las casas de algunos de sus miembros que por
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Cuestiones teológicas relevantes 189

su amplio espacio podían acoger las asambleas litúrgicas o reuniones comunitarias.


Eco de estas iglesias-domésticas tenemos en las cartas de Pablo. En Col 4,15, salu-
dando a los hermanos de Laodicea, leemos: “Saludad a los hermanos de Laodicea, a
Ninfa y a la Iglesia que se reúne en su casa”. También en Flm 2 alude a la comuni-
dad cristiana que tienen como lugar de reuniones la casa de Filemón: “… a nuestro
querido colaborador Filemón, a Apia la hermana, a Arquipo, nuestro compañero de
armas, y a la Iglesia de tu casa” (1-2). Y en los saludos finales de la carta a los
Romanos, escrita desde Corinto, manda saludos de Gayo del modo siguiente: “Os
saluda Gayo, que me hospeda a mí y a toda esta Iglesia” (16,23); al mismo tiempo
que saluda la comunidad que se reúne en la casa de Prisca y Áquila (16,5).

CONCLUSIÓN
En el pensamiento teológico de Pablo la muerte de Jesús en cruz y su resu-
rrección no pueden separarse. La primera es presentada en sus cartas como
motivo de escándalo para los judíos y necedad para los griegos. En efecto, oír
la predicación sobre un hombre muerto en cruz era rechazado por los genti-
les como algo estúpido, absurdo. Para los judíos, la cruz de Cristo era motivo
de escándalo no por la barbarie del suplicio, que muchos miembros del pue-
blo elegido sufrieron bajo el mandato romano, sino porque Jesús fue colgado
en una cruz como resultado de la insistencia de las autoridades judías ante
Pilato, ya que antes el sanhedrín le había condenado a muerte como blasfemo
por su pretensión divina.
Pero la verdadera sentencia de Dios tuvo lugar no con el juicio del tribunal
judío, sino con la resurrección en la mañana del domingo. En esa interven-
ción divina se desveló la verdad de Jesucristo, que Pablo conoció porque vio a
Jesús glorificado cerca de Damasco. Allí cayó en la cuenta de su error cuando
perseguía a los cristianos; y por eso puede decir con serenidad que los judíos
que persiguen a los cristianos lo hacen llevados por celo santo de Dios, pero
“no según un conocimiento adecuado” (Rm 10,2). En realidad la muerte de
Jesucristo es redentora: todos los hombres son justificados por la muerte y
resurrección de Jesús. Quien cree y acoge a Cristo es justificado por Dios.
Una justificación o perdón que se concede tanto a judíos como gentiles. No
es, pues la observancia de la ley la que hace al hombre justo, sino la fe en
Cristo.
La realidad de la Iglesia está muy presente en las cartas paulinas, sobre todo
en Efesios. Para explicar su naturaleza, Pablo recurre a símiles: cuerpo, tem-
plo, casa, familia… Con ellos subraya la dependencia radical de Cristo, con
quien se identifican los fieles cristianos a través del bautismo, su unidad y su
dimensión cultual. Todos los ministerios y carismas están al servicio de la vida
de la Iglesia.
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190 Teología paulina

Ejercicios de autocomprobación

Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)

1. El sanhedrín condenó a Jesús en cuanto reconoció que era un falso


Mesías............................................................................................................... V F

2. La resurrección confirma la pretensión divina de Jesús........................... V F


3. La justificación del pecador la concede Dios a través de la muerte y
resurrección de Jesucristo.............................................................................. V F

4. El pueblo de la alianza es sólo el pueblo de Israel..................................... V F

5. Los fieles de las comunidades paulinas esperaban estar vivos cuando


Jesús volviera en su gloria.............................................................................. V F
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Cuestiones teológicas relevantes 191

CONCLUSIÓN

UNIDAD DIDÁCTICA 4

La primera difusión del cristianismo está ligada de un modo especial a Pablo, pues
con sus viajes misioneros extendió el cristianismo por toda Asia Menor y buena
parte de Europa. Después de su encuentro con el Resucitado, dedicó toda su vida a
anunciar a Cristo como el único salvador de los hombres; a esta misión fue llamado
por el mismo Señor. Aunque siempre comenzaba su predicación en las sinagogas y
dirigida a los miembros del pueblo de Israel, su anuncio del Evangelio llegó también
a los gentiles, generando comunidades cristianas en las principales ciudades del
imperio romano. Algunos estudiosos, apoyándose en esta actividad y considerando
que el Apóstol realizó una transformación del cristianismo primitivo palestinense, le
han considerado el verdadero fundador del cristianismo que ha llegado hasta noso-
tros. En realidad, como insiste en sus cartas, lo que anunciaba y transmitía era lo
mismo que el resto de los apóstoles, pues ese Evangelio lo había recibido de la
comunidad eclesial que había encontrado en Damasco y Jerusalén.

Su pensamiento teológico se fundamenta sobre el acontecimiento de la resurrección


de Jesucristo. La aparición del Resucitado en el camino de Damasco le introduce en
el verdadero conocimiento de quién es Jesucristo: no es el blasfemo condenado por
el alto tribunal judío, sino el Hijo de Dios. Su muerte en la cruz no es el resultado de
su pecado, sino la ofrenda de su vida en reparación de los pecados de los hombres.
Es más, por su muerte y resurrección, Dios hace a los hombres partícipes de la vida
eterna, de la salvación. Es la fe en Jesucristo, no la observancia de la ley mosaica, y
mucho menos ser descendiente del pueblo elegido, la causa de la justificación del
hombre. Por lo demás, en Cristo se genera un pueblo nuevo, la Iglesia, donde la
división de judíos y gentiles queda abolida.
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192 Teología paulina

ACTIVIDADES

• Razona por qué Jesús no pudo ser condenado solamente por su pretensión mesiánica.

• Identifica algunos pasajes en los evangelios que muestran la conciencia divina que tuvo
Jesús durante su ministerio público.

• Lee los cinco primeros capítulos de Romanos y haz un resumen de la concepción pau-
lina de la justificación.

• Lee los pasajes paulinos referidos a la Iglesia e identifica las principales características
eclesiales que aparecen en ellos.
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Cuestiones teológicas relevantes 193

LECTURAS RECOMENDADAS:

J.A. FITZMYER, Teología de san Pablo. Síntesis y perspectivas (Cristiandad, Madrid 1975)
74-137.

M. HERRANZ, San Pablo en sus cartas (Encuentro, Madrid 2008) 31-110.

L. CERFAUX, El cristiano en la teología paulina (CEU, Madrid 2009) 131-157.

Respuestas correctas a los ejercicios de autocomprobación


Tema 1
1. F 2. V 3. V 4. F 5. F

Tema 2
1. F 2. V 3. V 4. F 5. F
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