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CORPUS PAULINO
PROF. D. JOSÉ MIGUEL GARCÍA PÉREZ
Con Licencia Eclesiástica del Arzobispado de Madrid con fecha 23 de octubre de 2015
I.S.B.N.: 978-84-15027-90-4
DEPÓSITO LEGAL: M-34393-2015
Este trabajo ha sido realizado en parte con la ayuda financiera del Centro Español de Estudios Eclesiásticos anejo a la Iglesia
Nacional Española de Santiago y Montserrat en Roma, en el marco de los proyectos de investigación del curso 2014-2015.
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Corpus paulino 3
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN GENERAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Corpus paulino 5
INTRODUCCIÓN GENERAL
Vamos a iniciar el estudio de los escritos de san Pablo. La importancia de este apóstol en
los primeros años de la existencia de la Iglesia y de su difusión por el mundo romano es
indiscutible. Por ello, no debe extrañarnos la cantidad de publicaciones sobre el Apóstol de
las gentes; sobre todo después del año paulino convocado por Benedicto XVI. En un primer
momento nos acercaremos a la persona de san Pablo, judío y ciudadano romano, educado a
los pies de Gamaliel en el fariseísmo, perseguidor de la Iglesia. Después de su encuentro con
Cristo en el camino de Damasco, consideró basura todo lo que antes para él era motivo de
orgullo en comparación con el conocimiento del Señor. Fue un misionero infatigable que
difundió el cristianismo entre judíos y griegos en el mundo heleno. Escribió varias cartas
dirigidas a comunidades y personas; estos escritos se cuentan entre los primeros documentos
cristianos que se conservan.
Las fuentes principales para conocer la persona y la actividad de san Pablo son, ante todo,
sus propias cartas. Aunque no fueron escritas con una intención autobiográfica, aparecen en
ellas muchos datos que aportan conocimientos de primera mano. Los pasajes autobiográficos
más importantes son: Gál 1,13-2,14; Flp 3,5-6; 2Cor 11,21-27; 12,1-10; 1Cor 15,8-
11. La otra fuente importante es el libro de Los Hechos de los Apóstoles, especialmente el
capítulo 9 y del 13 en adelante hasta el final del libro.
El autor de este manual es José Miguel García, Doctor en Teología por la Facultad de
Teología del Norte de España, con sede en Burgos, y profesor de Nuevo Testamento en la
Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid).
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UNIDAD DIDÁCTICA 1
Contenido
INTRODUCCIÓN
Esta U.D. está dedicada al estudio de la persona y vida de san Pablo. Intentaremos conocer
su pasado fariseo y su misión apostólica después de su encuentro con Cristo resucitado en el
camino a Damasco. El contenido de la U.D. se especificará en cuatro temas.
El primero, que lleva por título “Pablo precristiano”, abordaremos tres cuestiones: 1) su
nacimiento y formación inicial; 2) su educación y pertenencia al grupo fariseo; 3) su activi-
dad como perseguidor de la Iglesia naciente.
En el segundo tema, que hemos titulado “Pablo cristiano”, y que será el más largo, expon-
dremos 1) el acontecimiento del encuentro del Apóstol con Jesús resucitado, 2) la fecha de
este suceso, 3) la actividad que realizó en los años denominados desconocidos, 4) algunos
rasgos de su actividad misionera.
El tercer tema estudiará 1) los tres viajes misioneros narrados en Los Hechos de los
Apóstoles, 2) su viaje a Roma para ser juzgado ante el emperador, 3) los argumentos que
apoyan su viaje a España y, por último, 4) una propuesta de cronología paulina.
El cuarto tema será una introducción a las cartas del Apóstol; de ahí su título: “Actividad
epistolar de san Pablo”. Tres grandes cuestiones llamarán nuestra atención: 1) el género
epistolar en el mundo greco-romano, sus semejanzas y diferencias con las cartas paulinas, 2)
algunas nociones generales sobre las misivas del Apóstol, 3) cómo se formó el canon paulino.
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Tema
Pablo precristiano
1
Con ocasión del año paulino, celebrado desde junio del 2008 a junio del 2009, se
publicaron numerosas monografías dedicadas al estudio de la persona, la actividad
misionera y el pensamiento de Pablo. En alguna de ellas se destacaban los aspectos
enigmáticos del Apóstol, se enunciaban bastantes preguntas para las que no existen
respuestas. Sin embargo, si tenemos en cuenta la información que nos ha llegado
sobre Pablo en Los Hechos de los Apóstoles y las cartas que escribió, hemos de reco-
nocer que es uno de los apóstoles mejor conocidos. Es cierto que a pesar de esta
información hay preguntas a las que no podremos responder. Por ejemplo, ¿quiénes
fueron sus padres? ¿Cómo adquirió su padre la ciudadanía romana? ¿Conoció y
escuchó a Jesús en algunas de las ocasiones que subió a Jerusalén durante su minis-
terio público? Quizá sobre otras cuestiones sólo lograremos una respuesta parcial:
¿Qué formación adquirió en sus años de infancia y juventud? ¿Por qué cambió su
primer nombre, Saúl, por el de Pablo? ¿Qué hizo durante los años que van desde el
acontecimiento de Damasco al comienzo de sus viajes apostólicos? En otras alcan-
zaremos una respuesta razonable, con visos de ser la más probable; como, por
ejemplo, ¿dónde aprendió la tradición cristiana: en Damasco, Jerusalén o Antioquia?
¿Tenía un plan misionero? En cualquier caso, el esfuerzo por esclarecer lo más posi-
ble la personalidad y la vida de Pablo nos permitirá conocer mejor no sólo al
llamado Apóstol de las gentes, sino también los orígenes y la primera difusión de la
Iglesia.
Según Martin Hengel saber quién era Saulo antes de su encuentro con el cristianismo
es un presupuesto para comprender mejor al Pablo cristiano.
La familia de Pablo
Desconocemos casi todo de su familia. San Jerónimo afirma que su familia era
originaria de Giscala, al norte de la Galilea (De viris illustribus 5, Ad Phillemonem 23).
No sabemos dónde obtuvo esa información, pero puede ser cierta. Dos datos ava-
lan la vinculación de la familia de Pablo con la tierra de Israel. Primero, los fuertes
lazos que tuvo con la ciudad de Jerusalén. Mencionemos, por ahora, estos dos
datos. En primer lugar, algunos parientes suyos vivían en Jerusalén; al menos nos ha
llegado la noticia de que la familia de una hermana suya habitaba en la ciudad santa
(Hch 23,16). Por otra parte, la vinculación de Pablo a Jerusalén está atestiguada por
los estudios que realizó en ella con importantes maestros fariseos (22,3). En segun-
do lugar, la pertenencia familiar del Apóstol al fariseísmo argumenta a favor
de un fuerte vínculo con la tierra de Palestina. El Apóstol se dice hijo de farise-
os; pero si su padre y antecesores pertenecían al fariseísmo, esto significa que habían
vivido en Israel, pues dicho grupo religioso estaba establecido exclusivamente allí.
No obstante, Pablo nació en la ciudad de Tarso de Cilicia, según nos refiere Lucas;
dicha información aparece en boca del Apóstol en el momento de su arresto en el
Templo de Jerusalén al finalizar su tercer viaje misionero 1. Es obligatorio suponer
que su familia vivió allí por algún tiempo. Desconocemos el motivo que les llevó a
desplazarse a aquella ciudad de la diáspora; es posible que fuera por asuntos de
negocios. Quizá el oficio de fabricar tiendas que aprendió Pablo pudiera tener rela-
ción con estos negocios familiares. No deja de ser llamativo que durante sus viajes
misioneros tuviese facilidad para establecer contactos con artesanos y comerciantes
textiles: una vendedora de púrpura en Filipos, tejedores y tintoreros en Corinto,
comerciantes en Éfeso; parece ser un ambiente familiar para él 2.
La educación de Pablo
Pablo precristiano 11
judío, de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad ilustre” (cf. 22,3). Sobre su edu-
cación, sin embargo, no se ha alcanzado una postura unánime. Encontramos
escasas noticias sobre su infancia, adolescencia y juventud en los escritos pau-
linos y Los Hechos de los Apóstoles. He aquí, según la versión española de la Sagrada
Biblia de la Conferencia Episcopal Española, esas referencias biográficas:
“Circuncidado a los ochos días, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de
hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la
justicia de la ley, irreprochable” (Flp 3,5-6).
“¿Que son hebreos? También yo. ¿Que son israelitas? También yo. ¿Que son descendientes de
Abraham? También yo” (2Cor 11,22; cf. Rm 11,1).
“Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad (= Jerusalén); me formé
a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la ley de nuestros padres; he servido a Dios
con tanto celo como vosotros mostráis hoy” (Hch 22,3; cf. 23,6).
“Todos los judíos conocen mi vida desde mi juventud, la cual transcurrió desde el principio
entre mi gente y en Jerusalén; y puesto que me conocen ya de antes, de mucho tiempo atrás, si
quieren puede dar testimonio de que viví como fariseo, conforme a la secta más estricta de
nuestra religión” (Hch 26,4-5; cf. Gál 1,13-14).
Las noticias autobiográficas ofrecidas por Pablo no le describen como un judío helenísti-
co de la diáspora, sino como un fariseo observante de la Ley, ligado estrechamente a la
tierra de Palestina: fue miembro de una familia judía ortodoxa y de estricta observan-
cia, educado en el fariseísmo en la ciudad de Jerusalén.
Willen Cornelis van Unnik afirma que, según la información ofrecida en Hch 22,3,
Pablo nació (gegenneménos) en Tarso, pero fue criado (anatethramménos) desde su más
tierna infancia en Jerusalén, y en la misma ciudad fue educado (pepaideuménos) por el
fariseo Gamaliel. Utilizando una rica documentación, van Unnik observa que los
tres participios representan una triada que indica tres momentos de la vida: el naci-
miento, el crecimiento en la casa paterna durante los primeros años y la instrucción
del maestro. Lucas utiliza la misma triada en Hch 7,20-22 hablando de Moisés.
También allí se dice que Moisés nació, fue criado por sus padres y después por la
hija del Faraón, y fue instruido en la cultura egipcia. Por tanto, si bien Pablo había
nacido en Tarso, su infancia y sus años de formación transcurrieron en Jerusalén;
donde ya hemos dicho que vivía una hermana suya casada 3. Ahora bien, teniendo en
cuenta que creció desde niño en la ciudad de Jerusalén, debemos suponer que sus
padres, decidiendo que su hijo no creciera en la diáspora, se mudaron a Jerusalén
cuando Pablo todavía era un niño pequeño 4.
3. W.C. VAN UNNIK, “Tarsus or Jerusalem. The City of Paul's Youth”, en Sparsa Collecta. Part One: Evangelia. Paulina. Acta
(NT.S 29, Brill, Leiden 1973) 273-296.
4. Así lo afirma W.C. VAN UNNIK, “Tarsus or Jerusalem”, 301.
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Después de haber estudiado las construcciones que pueden ser indicios de que
Pablo haya pensado en arameo y, por tanto, que su lengua madre no fuera el griego,
Van Unnik concluye: “En las cartas de Pablo hay muchos ejemplos de asociaciones
mentales que sólo pueden encontrar explicación satisfactoria a través del arameo...
Pablo es bilingüe; escribe un griego razonable, pero el curso del pensamiento es a
veces arameo. La voz es de Jacob, pero las manos son de Esaú” 8. También Béda
Rigaux considera el arameo como lengua madre de Pablo: “No es un perfecto
bilingüe. Pablo piensa en arameo. Su dependencia respecto a los LXX prueba abun-
dantemente la naturaleza de su formación. Es judío. Su griego es una segunda
lengua. La palabra griega oculta difícilmente el concepto hebreo, no sólo en traduc-
ción de un texto, sino como expresión de pensamiento” 9.
5. Véase también Hch 22,2. La fórmula hebraidi dialekto servía para designar la lengua aramea.
6. M. HENGEL, Il Paolo precristiano (SB 100, Paideia, Brescia 1992) 82. En la nota 24 ofrece referencias de las fuentes donde
aparece la primera acepción; ya que de la segunda no ofrece ningún ejemplo. Se tiene la impresión de que Hengel defiende
también este significado no porque haya encontrado este valor en las fuentes, sino porque se resiste a aceptar que Pablo haya
sido educado solamente en el judaísmo de Palestina.
7. W.R. STEGNER, “Jew, Paul the”, en G.F. HAWTHORNE-R.P. MARTIN-D.G. REID (ed), Dictionary of Paul and his Letters
(InterVarsity, Downers Grove 1993) 504.
8. W.C. VAN UNNIK, “Aramaisms in Paul”, en Sparsa Collecta, 142-143.
9. B. RIGAUX, Saint Paul et ses lettres. État de la question (SN.S 2, Desclée de Brouwer, Paris-Bruges 1962) 180
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Pablo precristiano 13
Desde del siglo XIX algunos estudiosos modernos han identificado a Pablo como el
verdadero fundador del cristianismo. Seguramente Wilhelm Wrede ha sido uno de
los que más han influido en esta concepción de los orígenes del cristianismo 13.
Wrede considera que el Apóstol, aunque tenga una base común con Jesús, es esen-
cialmente un fenómeno nuevo: mientras que Jesús se halla dentro del judaísmo,
aquél, por su pertenencia al mundo helenístico, introduce un cambio radical en el
cristianismo. A Pablo le atribuye una imagen nueva de Jesús, diferente del que fue
históricamente, pues lo convirtió en un ser transcendente, preexistente, divino.
Dado que esta concepción cristológica fue la que se impuso con el tiempo, se
podría considerar al Apóstol el verdadero generador de la fe cristiana.
II. Fariseo
En varios pasajes de Los Hechos de los Apóstoles, casi siempre en discursos del propio
Pablo, Lucas afirma la pertenencia del Apóstol al grupo fariseo 14. Estas afirmacio-
nes suelen poner por testigos a sus contemporáneos, dejando claro que su
pertenencia farisea antes de su adhesión al cristianismo era bien conocida
por todos en Jerusalén.
Afirmaciones paulinas
El mismo Pablo alude varias veces a su pasado fariseo en las cartas. Nos interesa
sobre todo Flp 3,2-9:
“¡Cuidado con los perros, cuidado con los malos obreros, cuidado con la mutilación! Los cir-
cuncisos somos nosotros, los que damos culto en el Espíritu de Dios y ponemos nuestra gloria
en Cristo Jesús, sin confiar en la carne. Aunque también yo tendría motivos para confiar en ella.
Y si alguno piensa que puede hacerlo, yo mucho más: circuncidado a los ocho días, del linaje de
Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a
celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, irreprochable. Sin embargo, todo
eso que para mí era ganancia, lo consideré pérdida a causa de Cristo. Más aún: todo lo conside-
ro pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo
perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él, no con una
13. W. WREDE, Paulus (Religionsgeschichtliche Volksbücher für die deutsche christliche Gegenwart, J.C. Mohr, Tübingen
1907).
14. Por ejemplo, Hch 22,3; 26,4-5; etc
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justificia mía, la de la ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y
se apoya en la fe”.
En este texto, Pablo afirma con orgullo su pasado de judío ortodoxo, crecido en
una familia observante de la Ley y educado en la secta de los fariseos, destacándose
por su escrupuloso cumplimiento de las normas de la ley judía. Aunque a todo esto
renunció por alcanzar a Cristo.
Desconocemos el origen exacto de este grupo judío. Es probable que surgiera des-
pués de la vuelta del exilio babilónico. Durante la guerra macabea los fariseos
lucharon junto a los saduceos contra el intento de helenización del judaísmo por
parte de Antioco IV. Flavio Josefo afirma su existencia hacia el 150 a.C 17. Es más,
durante el gobierno asmoneo adquirieron un gran protagonismo, llegando a alcan-
15. M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas (Encuentro, Madrid 2008) 121.
16. Véanse los relatos de FLAVIO JOSEFO en M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas, 123-126, donde se testimonia bien la
intransigencia y dureza de sus posiciones por defender la ley mosaica.
17. FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 13,5.9.
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zar una gran influencia en la sociedad judía durante el reinado de Salomé Alejandra
(76-69 a.C.). A partir de entonces, los fariseos fueron el punto de referencia para el
pueblo, imponiéndose por encima de los sumos sacerdotes y saduceos. Su influencia
llegó incluso hasta determinar la liturgia del Templo. Y este influjo tan significativo
no se debió a que fueran una mayoría en la sociedad, pues en esa época llegaron a
ser unos seis mil, según Flavio Josefo; más bien su prestigio se debió a su observan-
cia de la Ley y enseñanza.
Observantes de la Ley
Pablo precristiano 17
Los fariseos evitaban cualquier contacto con los amme haares, que literalmente signi-
fica “las gentes de la tierra”. Con esta expresión solían designar despectivamente a
las personas carentes de formación religiosa; ignorancia que los incapacitaba para
observar las prescripciones de la ley mosaica. Tenemos ejemplos de este desprecio
en la Mishná y el evangelio de Juan. El primer texto dice así: “El que quiere pertene-
cer a una comunidad farisea no puede ser huésped de un am haares, ni recibirlo en
su casa como huésped en su propio atuendo” (Dem 2,3). En el relato joánico, ante
el comentario de los alguaciles después de haber oído a Jesús —“jamás ha hablado
nadie como ese hombre”—, los sumos sacerdotes y fariseos reaccionan despreciati-
vamente con estas palabras: “¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay
algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley, son
unos malditos” (7,45-49).
En sus cartas, Pablo cita de memoria o alude a pasajes del Antiguo Testamento con
gran facilidad, mostrando un gran conocimiento de la Sagrada Escritura.
Los estudiosos están bastante de acuerdo sobre el origen de las citas veterotesta-
mentarias en las cartas paulinas: la versión de los LXX. Joachim Jeremias comenta
con razón que esto es ciertamente extraño, pues Pablo perteneció a la escuela pales-
tinense, y no a la helenística. Algunos han querido justificar el recurso a esta versión
griega por su vinculación a la sinagoga de la diáspora. Puede ser. Pero no hay que
olvidar que Pablo estudió con Gamaliel y, por tanto, debió pertenecer a los círculos
de lengua aramea, capaces además de leer y hablar la lengua santa, el hebreo. De
hecho, a veces las citas provienen claramente del original hebreo.
19. Según J. TAUBES, La teología política de Pablo, 39s: “Claro que tiene Pablo un pasado fariseo algo distinto del normal. Sé que
hay muchos que lo niegan, ya que creen que todo lo que dicen los Hechos tiene que ser falso. Conozco a tales especialistas en
Nuevo Testamento, que tienen semejante cosa a honor. A mí no me convence, por razones muy sencillas. Quien treinta o
veinte años después de Pablo escribe que se había sentado a los pies de Gamaliel, cuando seguía habiendo quienes lo habían
conocido, sabe que no puede escribir nada que no sea capaz de mantener. Así que doy fe a textos, sobre todo de la segunda
generación, que están próximos a Pablo (más que lo están los discípulos críticos de Bultmann). Por supuesto que Hechos es
una apología, ¡pero levantada con materiales reales! No se hace apología alguna a base de mentiras. Porque, como se dice, las
mentiras tienen las patas cortas. Las apologías se construyen con fragmentos de verdad”.
20. Cf. 1Cor 10,30; Rm 14,6; 1Tm 4,3s.
21. Véase 1Tes 1,2; 2Tes 1,3; 2,13; 1Cor 1,4; Flm 4; Col 1,3; cfr. 2Tes 1,11; Rm 1,10; Flp 1,4.
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al día la oración de las Dieciocho bendiciones (Shemone esre) 22; se rezaba por la mañana,
al alzarse; al mediodía, en coincidencia con el sacrifico de las 3 de la tarde; y por la
noche, antes de acostarse 23. Por otra parte, las cartas de Pablo reflejan un gran
conocimiento de los métodos exegéticos rabínicos. Por ejemplo, de las siete normas
establecidas por Hillel para la exégesis de la Escritura, en las cartas paulinas es posi-
ble identificar al menos cinco 24. Es probable que el radicalismo de la secta farisea lo
haya percibido en total sintonía con la educación recibida (cf. Gál 1,14).
Como ya hemos dicho, Pablo fue discípulo de Gamaliel, que a su vez fue hijo/discí-
pulo de Hillel, el famoso rabino que vivió poco antes de Cristo y se diferenció de
otro contemporáneo suyo, Shammai, por su dulzura y menos rigor respecto a los
prosélitos y no judíos; por el contrario, respecto a los más desfavorecidos de Israel,
Shammai era más caritativo que Hillel 25. Gamaliel fue amado y venerado por todos
(cf. Hch 5,34); de él se hizo esta alabanza a su muerte: “Con la muerte de Gamaliel
disminuyó la veneración de la Sagrada Escritura, la pureza y la sobriedad” (Sota
9,15).
22. Texto de la oración: “Yahvé, abre mis labios, y proclame mi boca tu alabanza. Bendito seas. Yahvé, Dios nuestro y Dios
de nuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Dios altísimo, creador del cielo y de la tierra, escudo
nuestro y escudo de nuestros padres. Bendito seas Yahvé, escudo de Abraham. Eres héroe esforzado, alimentas a los vivos,
das vida a los muertos. Santo eres tú y temible tu nombre y no hay Dios alguno fuera de ti. Bendito seas, Yahvé, Dios santo.
Concédenos, Padre nuestro, la gracia de tu conocimiento, la del entendimiento y la prudencia que procede de tu Torá.
Bendito seas, Yahvé, que concedes la gracia del conocimiento [...] Perdónanos, Padre nuestro, pues pecamos contra ti; borra
nuestros pecados ante tus ojos. Bendito seas Yahvé, que perdonas generosamente. Mira nuestra tribulación y guía nuestra
lucha, y sálvanos por tu nombre. Bendito seas, Yahvé, Salvador de Israel. Santifícanos, Yahvé, nuestro Dios, por el dolor de
nuestro corazón y haz sanar nuestras heridas. Bendito seas, Yahvé, que curas las enfermedades de tu pueblo, Israel.
Bendícenos, Yahvé, nuestro Dios [...] Y colma el mundo con los tesoros de tus bienes. Bendito seas, Yahvé, que reúnes a los
dispersos de tu pueblo, Israel. Trae de nuevo a nuestros jueces como antes y nuestros consejeros como en un principio.
Bendito seas, Yahvé, que amas el derecho. Bendito seas, Yahvé, que doblegas a los tiranos. Apiádate, Yahvé, nuestro Dios, de
Jerusalén, tu ciudad, y de Sión, la morada de tu gloria. Bendito seas, Yahvé, Dios de David, que edificas Jerusalén. Escucha,
Yahvé, nuestro Dios, la voz de nuestra súplica, pues eres un Dios clemente y piadoso. Bendito seas, Yahvé, que atiendes la
plegaria. Ten complacencia, Yahvé, nuestro Dios, y habita en Sión, y podrán servirte tus siervos en Jerusalén. Bendito seas,
Yahvé, pues queremos servirte con temor. Te damos gracias, Yahvé nuestro Dios por todas las buenas acciones de bondad.
Bendito seas, Yahvé, a quien es bueno dar gracias. Pon tu paz en Israel, tu pueblo y bendícenos a todos en conjunto. Bendito
seas, Yahvé, que haces la paz”.
23. Did. 8,3, prescribe que se rece tres veces al día el padrenuestro; probablemente por influjo del judaísmo.
24. Las siete reglas de Hillel son las siguientes (entre paréntesis se dan referencias de las cartas paulinas donde se pueden
identificar):
1. Qal va-homer, argumentación a fortiori, “de menor a mayor”: si algo es válido en lo pequeño, también valdrá en lo grande
(cf. 2Cor 3,1-18; Rm 5,12-29).
2. Gezerah shavah: principio de equivalencia, por el que dos textos que tratan del mismo argumento se explican mutuamente
(cf. Gal 3,6.11; Rm 1,17; 4,3);
3. e 4. Biniam av i-katuv echad y biniam av mishenei ketuvim: desde uno o dos textos bíblicos pueden derivarse principios válidos
para toda la Escritura;
5. Ke-jotze be-maqom acher: un pasaje oscuro se explica con un pasaje más claro;
6. Kelal v-pherat v-pherat kelal: lo que vale para la parte, vale también para el todo (cf. Gál 5,14; Rm 3,19);
7. Davar halamed me-injano: un pasaje se explica partiendo de su propio contexto.
25. Algunos pensamientos de Hillel: “No te separes de la comunidad, no te fíes de ti mismo hasta el día de tu muerte, y no
juzgues a tu prójimo hasta que no te hayas puesto en su lugar. No digas que algo no se puede entender, porque se entenderá;
y no digas: estudiaré cuando tenga tiempo, porque quizá ya no tendrás más tiempo”. Solía decir: “Un inculto no teme el peca-
do, y un ‘am ha-aretz no puede ser santo. El vergonzoso no aprende; el que se enfada no enseña, y quien se preocupa
demasiado del dinero no llegar a ser sabio. Donde no hay hombres, esfuérzate por ser un hombre” (M. Avot 2,5-6).
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El celo santo
La causa de este afán persecutorio en Pablo es el celo santo 28. El mismo celo
se halla en la raíz de la condena de Jesús (Mc 15,10) 29. El motivo de este celo nacía
del juicio que los judíos observantes formulaban sobre Jesús y sus secuaces: eran
blasfemos y heréticos. Conscientes de que la ley mosaica mandaba erradicar de la
tierra todo blasfemo (Lv 24,14-16), perseguían a muerte a este grupo surgido den-
tro del judaísmo. Por lo demás, como manifiesta el discurso de Esteban en Hch 7,
los primeros cristianos, al afirmar el poder salvífico de la muerte de Jesús, despoja-
ban de todo valor salvífico la observancia de la Ley: ésta ya no era el camino de la
salvación.
¿Qué función desarrolló Saulo dentro del judaísmo durante su periodo de persegui-
dor de la Iglesia? No está claro y los estudiosos no se ponen de acuerdo. No parece
adecuado atribuirle la autoridad de un rabino ordenado, algo que todavía no existía
en ese tiempo y que además exige una edad madura (hacia los 40 años). No obstan-
te, podríamos considerar bastante seguro el que no pudo ser un simple estudiante.
Si Pablo recibió plenos poderes del sanhedrín para ir a Damasco (9,1s; 22,5; 26,10),
habría ya concluido sus estudios y adquirido alguna responsabilidad, pues los envia-
dos por el sanhedrín solían ser de alto rango. Teniendo en cuenta algunas
referencias de la regla esenia de Qumrán (cf. 1QSa 1,12ss), donde se señala la edad
de 25 años para ocupar un puesto entre los miembros importantes de la comunidad
y 30 para presidir un proceso y pronunciar sentencias, podemos deducir que el
Apóstol podía pertenecer a esta segunda categoría. Lo que implicaba también una
cierta autoridad de enseñanza en las sinagogas; algo que parece deducirse de sus
predicaciones y discusiones posteriores en las sinagogas.
Es posible que hubiese visto a Jesús en alguna ocasión; al menos algunos autores no
lo excluyen apoyándose en 2Cor 5,16 33. Seguramente su labor en los juicios y conde-
nas de los primeros cristianos debió permitirle un conocimiento más detallado de la
nueva comunidad; pero su participación en las acusaciones ante el tribunal judío
hace suponer en Pablo un cierto conocimiento de Jesús y de su predicación antes de
su adhesión al cristianismo; ciertamente desde el punto de vista fariseo.
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CONCLUSIÓN
Pablo alude a su vida anterior al encuentro con Cristo en algunas de sus cartas
y Lucas narra en los primeros capítulos de Los Hechos de los Apóstoles sus años
de perseguidor de la Iglesia. Con certeza sabemos que nació en Tarso de
Cilicia, que desde niño tuvo una formación en el judaísmo fariseo, secta de la
que formó parte como su padre, y que persiguió violentamente a los seguido-
res de Jesús de Nazaret al considerarlos apóstatas y blasfemos. Aunque se
suele identificar su judaísmo con la diáspora, por las noticias que tenemos hay
que situarlo claramente en el judaísmo palestinense.
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Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
4. La causa que llevó a san Pablo a perseguir a los cristianos fue el celo
santo.................................................................................................................. V F
Tema
Pablo cristiano
2
Damasco
Damasco no se halla muy lejos de Jerusalén, unos 220 km. Esta ciudad es muy
antigua. El testimonio escrito de su existencia se halla en las inscripciones egipcias
de la época de Tutmosis III (1483-1425 a.C.) con el nombre de Tamasqu. Pablo
debió recorrer a pie el camino hasta Damasco. A pesar de que las representaciones
pictóricas suelen introducir caballos en este acontecimiento, es algo improbable,
pues este tipo de cabalgadura no era de uso común. Como mucho, podemos supo-
ner que usara algún pollino o mulo; aunque no es probable, pues era caro. Además
al ir acompañado, es difícil suponer que todos sus acompañantes pudieran disponer
de estos animales de transporte. Por tanto, lo más probable es que fuera a pie; en
cuyo caso, el recorrido debió durar unos ocho días. El trazado del camino atravesa-
ba la siguientes ciudades: Jerusalén, Jericó, Bet Shean, Gadara, Hippos, Betsaida,
Berenice, Kokba, Damasco.
En las tres versiones que tenemos de este acontecimiento en la obra de Lucas hay
pequeñas diferencias o especificaciones. En Hch 9,3-4 se dice que le envolvió una
luz celeste, Saulo cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué
me persigues?”. Sus compañeros oyeron la voz, pero no vieron a nadie. En Hch
22,5-6, ante el pueblo congregado en la explanada del Templo, el mismo Pablo
narra su encuentro con Jesús; la descripción de los hechos es sustancialmente la
misma, aunque especifica la hora: hacia el mediodía. No obstante, en esta versión se
dice que los compañeros del Apóstol vieron la luz, pero no oyeron la voz. En Hch
26,13-15, en el discurso de Pablo ante Agripa II y Festo, situando también hacia el
mediodía el suceso, el Apóstol dice que la luz los hizo caer a todos al suelo y que
oyó la voz que le hablaba en arameo. Las tres versiones coinciden en afirmar que el
motivo por el que Pablo se desplaza de Jerusalén a Damasco es su proyecto de per-
seguir y acabar con el grupo cristiano. Lucas insiste en Hechos sobre este evento no
sólo porque introduce un cambio radical en la vida de Pablo, sino sobre todo por-
que lo identifica con la llamada de Dios a su misión entre los gentiles. El lenguaje
del primer relato histórico es claramente el de una teofanía profética: luz, doble
llamada divina, caída por tierra, preguntas de Pablo. En este relato, la misión apostó-
lica no sucede en el momento de la aparición, sino a través de Ananías, a quien el
Señor le encomienda bautizar a Pablo y desvelarle su voluntad. En cualquier caso, el
relato subraya más la llamada apostólica que el cambio radical de su vida. Las otras
dos versiones de la visión de Jesús glorioso subrayan más la validez de la misión
gentil y la falsedad de oponer el cristianismo al judaísmo. En el discurso ante el
gentío reunido en la explanada del Templo Pablo destaca su llamada a la misión,
que la sitúa durante una visión en el templo de Jerusalén a su vuelta de Damasco; en
su defensa ante Agripa II, subraya su obediencia a la llamada divina. La concepción
lucana de este suceso no es muy diferente de la expresada por Pablo en sus cartas.
El Apóstol alude varias veces en sus cartas a este suceso del camino de Damasco. En
Gál 1,15-17 se expresa con el lenguaje profético del AT; de este modo subraya la
dimensión de llamada que adquirió para él dicho evento. Una llamada gratuita de
34. Para percibirlo es conveniente leer, por ejemplo, estos dos pasajes: Jer 1,5; Is 49,1-6.
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Dios, sin agente humano. Pablo enraíza en esta llamada su misión apostólica. Desde
un punto de vista humano, no se dio ninguna preparación en Pablo para poder acce-
der a esta experiencia. En 1Cor 9,1 y 15,8-10 subraya la visión real de Jesús. No es
una imaginación, iluminación o cualquier fenómeno subjetivo, sino un hecho objetivo.
Jesús se le mostró, tomando la iniciativa y sin ningún merecimiento por su parte.
También afirma en estos pasajes que fue constituido apóstol en esa ocasión. 2Cor
4,6 evoca de modo indirecto el suceso, y lo describe como iluminación y conocimien-
to. En la misma línea está Flp 3,3-17, aunque indica aquí el cambio radical que supuso
este conocimiento verdadero de Jesús, pues ya no puso su confianza en la carne, sino
que todo lo que antes había sido motivo de orgullo, lo consideró basura. Hay otros
pasajes que se han considerado también una referencia al suceso de Damasco; por
ejemplo, 1Tm 1,12-16, donde opone su vida anterior y la vida en Cristo, y Rm 7,7-25,
que no parece biográfico y, por tanto, no es clara la referencia a dicho suceso.
Porque habéis oído hablar de mi pasada conducta en el judaísmo: con qué saña perse-
guía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad
y de mi raza como defensor muy celoso de las tradiciones de mis antepasados. Pero,
cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, se
dignó revelar a su Hijo en mí para que lo anunciara entre los gentiles, no consulté con
hombres ni subí a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, sino que, enseguida,
me fui a Arabia, y volví a Damasco. Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para
conocer a Cefas, y permanecí quince días con él […] Después fui a las regiones de Siria
y de Cilicia. Personalmente yo era un desconocido para las iglesias de Cristo que hay en
Judea; solo habían oído decir que el que antes los perseguía anuncia ahora la fe que
antes intentaba destruir; y glorificaban a Dios por causa mía (Gál 1,13-18.21-24)
De todos estos textos se deduce con claridad que Pablo, cerca de Damasco, tuvo
una visión real de Jesús glorioso. Es decir, aquel que consideraba un maldito de
Dios, condenado por blasfemo y herético, estaba vivo en la gloria celeste. Este
hecho significaba que el juicio del sanhedrín había sido un error: Jesús no había
recibido la maldición de Dios, sino que había sido constituido Señor, juez de
vivos y muertos. Por tanto, sus seguidores no eran unos blasfemos ni estaban equi-
vocados o engañados, sino que estaban en la verdad. Pablo, ante esta revelación, no
tenía una alternativa diferente a la que tomó: adherirse al grupo de cristianos y
comenzar a predicar como Salvador y Mesías a Jesús de Nazaret. Es más, el mismo
Señor le hace entender que esta salvación no iba dirigida sólo a los judíos, sino a
todos los hombres. Este es el Misterio que Dios le ha desvelado, como afirma en
sus cartas. La justificación, pues, no se alcanza por la observancia de la ley mosaica,
sino por la adhesión creyente a Jesús de Nazaret.
El origen de este suceso está en la iniciativa de Dios (Gál 1,15). Gracias a él, Pablo
adquiere un conocimiento de Cristo verdadero: de una posición carnal (cf. 2Cor
5,16) se abre a la fe reconociendo en el crucificado el Señor (afirmado así más de 55
veces en sus cartas). Por eso, afirma que “Dios me ha revelado a su Hijo” (Gál
1,16). En el camino a Damasco Jesús glorificado se le ha mostrado, le ha constituido
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testigo de su resurrección (1Cor 9,1; 15,8-10), al igual que a los doce apóstoles. De
hecho, en la lista que ofrece Pablo de los beneficiarios de apariciones del Resucitado
coloca la suya en el último lugar (1Cor 15,5-8). Es, pues, este acontecimiento que
dará una nueva orientación a su vida y será la clave interpretativa de toda la realidad.
Difícilmente es explicable el comportamiento de Pablo si se prescinde de este
hecho, pues es central en su vida. No sólo cambia radicalmente su concepción
sobre Jesús, sino que incluso llegará a ser su enviado, su apóstol.
El Papa Benedicto XVI, en una de sus catequesis sobre el Apóstol a lo largo del año
paulino, afirma: “En el camino de Damasco, en los inicios de la década del año 30 del
siglo I, después de un período en el que había perseguido a la Iglesia, se verificó el
momento decisivo de la vida de san Pablo. Sobre él se ha escrito mucho y naturalmen-
te desde diversos puntos de vista. Lo cierto es que allí tuvo lugar un viraje, más aún,
un cambio total de perspectiva. A partir de entonces, inesperadamente, comenzó a
considerar "pérdida" y "basura" todo aquello que antes constituía para él el máximo
ideal, casi la razón de ser de su existencia (cf.Flp 3,7-8) ¿Qué es lo que sucedió? […]
Cristo resucitado se presenta como una luz espléndida y se dirige a Saulo, transforma
su pensamiento y su vida misma. El esplendor del Resucitado lo deja ciego; así, se
presenta también exteriormente lo que era su realidad interior, su ceguera respecto de
la verdad, de la luz que es Cristo. Y después su "sí" definitivo a Cristo en el bautismo
abre de nuevo sus ojos, lo hace ver realmente. En la Iglesia antigua el bautismo se lla-
maba también "iluminación", porque este sacramento da la luz, hace ver realmente.
En san Pablo se realizó también físicamente todo lo que se indica teológicamente: una
vez curado de su ceguera interior, ve bien. San Pablo, por tanto, no fue transformado
por un pensamiento sino por un acontecimiento, por la presencia irresistible del
Resucitado, de la cual ya nunca podrá dudar, pues la evidencia de ese acontecimiento,
de ese encuentro, fue muy fuerte. Ese acontecimiento cambió radicalmente la vida de
san Pablo. En este sentido se puede y se debe hablar de una conversión […] Él mismo
nunca habló detalladamente de este acontecimiento, tal vez porque podía suponer que
todos conocían lo esencial de su historia, todos sabían que de perseguidor había sido
transformado en apóstol ferviente de Cristo. Eso no había sucedido como fruto de su
propia reflexión, sino de un acontecimiento fuerte, de un encuentro con el Resucitado
[…] Pablo no interpreta nunca este momento como un hecho de conversión. ¿Por
qué? Hay muchas hipótesis, pero en mi opinión el motivo es muy evidente. Este viraje
de su vida, esta transformación de todo su ser no fue fruto de un proceso psicológico,
de una maduración o evolución intelectual y moral, sino que llegó desde fuera: no fue
fruto de su pensamiento, sino del encuentro con Jesucristo. En este sentido no fue
sólo una conversión, una maduración de su "yo"; fue muerte y resurrección para él
mismo: murió una existencia suya y nació otra nueva con Cristo resucitado. De ningu-
na otra forma se puede explicar esta renovación de san Pablo” 35.Ya en su primera
35. Catequesis titulada “La conversión de san Pablo”, pronunciada el 3 de septiembre de 2008. En la homilía con ocasión de
las primeras vísperas que inauguraban el año paulino (28 de junio del 2008) expresaba también esta dimensión de encuentro
personal: “"Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál 2,20). Todo lo que hace san
Pablo parte de este centro. Su fe es la experiencia de ser amado por Jesucristo de un modo totalmente personal; es la concien-
cia de que Cristo no afrontó la muerte por algo anónimo, sino por amor a él -a san Pablo-, y que, como Resucitado, lo sigue
amando, es decir, que Cristo se entregó por él. Su fe consiste en ser conquistado por el amor de Jesucristo, un amor que lo
conmueve en lo más íntimo y lo transforma. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios y sobre el mundo. Su fe es el
impacto del amor de Dios en su corazón. Y así esta misma fe es amor a Jesucristo”. Texto recogido en BENEDICTO XVI, San
Pablo, el Apóstol de las gentes. El Año Paulino (San Pablo, Madrid 22008) 21s.
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Esta lista contiene una clara anomalía: si al comienzo Pablo menciona una aparición
a los Doce, en cuyo número están incluidos todos los apóstoles, ¿a quién se refiere,
cuando en penúltimo lugar dice que Jesús se apareció “a todos los apóstoles”? La
dificultad que la presencia de esta expresión plantea en esta lista es reconocida natu-
ralmente por los estudiosos, pues no se identifica con facilidad quiénes se incluyen
en este grupo.
36. Entre otros, E.-B. ALLO, Saint Paul. Seconde Épître aux Corinthiens (EtB, Gabalda, Paris 21956) 392s.397; A. ROBERTSON-A.
PLUMMER, A Critical and Exegetical Commentary on the First Epistle of St Paul to the Corinthians (ICC, T.&T. Clark, Edinburgh
2
1978) 338.
37. Como se puede observar la lista sólo contiene referencia a hombres, dejando de lado las apariciones a las mujeres narra-
das en los evangelios. El motivo es claro: está aludiendo a los testigos oficiales de la resurrección de Jesús.
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Paul Winter ha sugerido que Pablo unió, o mejor, yuxtapuso dos tradiciones dife-
rentes: una referida al apóstol Pedro, y la otra a Santiago, según atribuyeran la
preeminencia a uno u otro de estos apóstoles. Ambas tradiciones tenían en común
que recogían tres grupos de apariciones que iban siempre in crescendo: Pedro-los
Doce-más de quinientos hermanos; Santiago-todos los apóstoles-todos los herma-
nos 38. Respecto a esta hipótesis, hay que comenzar diciendo que no cuenta con el
respaldo de ninguna variante textual. A lo que hay que añadir inmediatamente que
ningún otro escrito del Nuevo Testamento nos proporciona indicio alguno de esa
otra tradición que supone Winter. Incluso este estudioso piensa en que la aparición
de Santiago sería un duplicado de la de Pedro. Pero el texto ofrece indicios que
apuntan en una dirección muy distinta a la de un duplicado; si nos atenemos al valor
cronológico que poseen las partículas adverbiales con que Pablo introduce cada
aparición (eita, epeita), más bien parece que el Apóstol está aludiendo a dos aparicio-
nes distintas, ocurridas a personas diferentes en momentos distintos.
Tras esta breve reseña de explicaciones a la anomalía que entraña esta aparición a
“todos los apóstoles”, ofrecemos nuestra explicación de la misma por mala traduc-
ción de una formulación aramea. Téngase en cuenta que al dativo objeto indirecto
griego corresponde en arameo la preposición lamed, prefijada a la palabra que rige.
En este caso, traduciendo la expresión griega de la carta al arameo, el inciso de
Pablo podría decir así: ‘ajar leshaliji’a kola’. El traductor interpretó el lamed como
preposición de dativo que introducía el sustantivo “apóstoles”, y de ello resultó el
griego que poseemos: “a todos los apóstoles”. Ahora bien, entre los muchos valores
de esta preposición aramea se cuenta también el de “según, como”. Este era, en rea-
lidad, el valor que tenía la preposición lamed en este inciso de 1Cor 15,7.
Traduciendo ahora correctamente la expresión aramea, el Apóstol decía: “Después,
como a los apóstoles todos, en último lugar de todos, como al abortivo, se
apareció también a mí”.
Por tanto, en el original semítico Pablo no hablaba de una aparición a todos los
apóstoles después de haber enumerado una aparición a los Doce. Lo que ocurre es
que la referencia a la aparición que tuvo él en el camino de Damasco está precedida
de una extensa introducción. Y en esta introducción lo que expresa con cierta
38. Cf. P. WINTER, “I Corinthians XV 3b-7”: NT 2 (1958) 144-149.
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solemnidad, lo había dicho ya al comienzo del capítulo noveno de esta misma carta:
“¿No soy yo apóstol? ¿No he visto a nuestro Señor Jesús?” (9,1). Afirma de este
modo, pues, que su aparición tiene la misma dignidad que la de los apóstoles;
mediante ella, también él ha sido constituido testigo de la resurrección y apóstol. Y
al colocar su aparición en esta lista quizá también está indicando que tuvo lugar no
mucho tiempo después de las otras. Es decir, es muy posible que el hecho de que
Pablo haya colocado su encuentro con Jesús resucitado al final de esta lista de apari-
ciones, puede deberse no sólo a que está reclamando una dignidad igual a la de los
otros apóstoles, problemática ausente o al menos no afrontada explícitamente en
este pasaje, sino sobre todo a que tuvo lugar no mucho después de las apariciones a
los otros testigos.
Una noticia que puede sostener esta interpretación la hallamos en la literatura apó-
crifa del Nuevo Testamento. En algunos libros gnósticos del siglo II, como
Ascensión de Isaías, Apócrifo de Santiago (o Libro secreto de Santiago), y en algunas obras
de Ireneo se señala como periodo de las apariciones de Jesús resucitado 18 meses,
en contra del dato lucano de los 40 días. ¿Cómo se originó esta información?
Algunos estudiosos modernos explican esta referencia temporal tan larga de la dura-
ción de las apariciones al hecho de que se quiso incluir la visión de Jesús resucitado
que tuvo Pablo en el camino de Damasco. Esta fecha está confirmada por otros
escritos litúrgicos que, en la denominada fiesta de “la conversión de san Pablo” (25
enero), colocan el acontecimiento de Damasco en el segundo año después de la
Ascensión. Así el Martyrologium Romanum: “Conversio sancti Pauli Apostoli, quae
fuit anno secundo ab Ascensione Domini (= Conversión de san Pablo Apóstol,
que fue en el segundo año desde la Ascensión del Señor)”; Breviarium Apostolorum:
“Paulus qui interpretatur pius, ortus ex tribu Beniamim, apostolus gentium, his
secundo pos Ascensionem Domini anno baptizatus est… (= Pablo, quien es deno-
minado santo, nacido de la tribu de Benjamín, apóstol de las gentes, fue bautizado
en el año segundo después de la Ascensión del Señor…)”; la obra atribuida a
Isidoro de Sevilla, De ortu et obitu patrum: “Illic secundo post Ascensionem Domini
anno baptizatus (= Aquel fue bautizado en el segundo año después de la Ascensión
del Señor”; etc 39. Según estas referencias cronológicas, y aceptando como justa la
fecha defendida por la mayoría de los estudiosos para la muerte y resurrección de
Jesús (año 30), el encuentro de Pablo con el Resucitado en el camino de
Damasco hay que colocarlo en el año 31/32.
Según los datos cronológicos ofrecidos por Pablo en la carta a los Gálatas, sabemos
que subió a Jerusalén después de su huida de Damasco. En la ciudad santa tuvo un
encuentro con Pedro que duró quince días, donde aprendió la tradición evangélica.
Esta estancia también es descrita en Hch 9,26-30.
39. Un estudio más extenso de estos y otros textos en R. RIESNER, Paul’s Early Period. Chronology, Mission Strategy, Theology,
(Eerdmans, Grand Rapids 1998) 64-74.
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Según Lucas, el Apóstol desarrolló una actividad en Jerusalén, que debió durar un
cierto tiempo, aunque no lo especifica. Esta actividad iba dirigida a judíos tanto de
habla aramea como griega. En el texto sagrado leemos: “(Saulo) se movía con liber-
tad en Jerusalén, actuando valientemente en el nombre del Señor. Hablaba y discutía
también con los helenistas, que se propusieron matarlo” (v.28s). A causa del peligro
que corría su vida, los hermanos le embarcaron en Cesarea Marítima rumbo a
Tarso. Pablo en Gál 1,21 confirma esta noticia: “Luego me fui a las regiones de Siria
y Cilicia”; no se olvide que Tarso se halla en la región de Cilicia. Este modo de
expresarse, se adecua perfectamente a la época del Apóstol, ya que desde el 25 a.C.
la parte este de la Cilicia fue añadida a Siria y gobernada administrativamente bajo la
designación de “provincia de Siria y Cilicia”.
Algunos autores identifican el periodo en que Pablo sufrió varias veces el castigo
típicamente judío de los cuarenta azotes menos uno (2Cor 11,24) con estos años
desconocidos, en que, dado su modo de actuar en la difusión del Evangelio, es pro-
bable que realizase una actividad misionera en las sinagogas. En ese caso, los
gentiles aludidos en la carta apostólica enviada desde Jerusalén podrían ser temero-
sos de Dios o gente en contacto con la comunidad judía. Según Flavio Josefo, la
presencia judía en esta región era numerosa y con notable poder 40. Por lo demás,
como ya hemos indicado, Hch 22,17-21 sitúa el comienzo de la misión entre las
naciones/gentiles después de una visión de Pablo en el templo de Jerusalén, ocurri-
da después de su regreso a la ciudad santa tras la fuga de Damasco. Por todo ello, es
razonable pensar que durante los años siguientes a su encuentro con el Resucitado
Pablo habría dirigido su trabajo misionero especialmente a los gentiles que encon-
traba en las sinagogas de Cilicia.
40. Cf. M. HENGEL-A.M. SCHWEMER, Paul between Damascus and Antioch. The Unknown Years (Westminster John Knox,
Lousville 1997) 158-161.
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Durante el periodo que Pablo vivió en Antioquía de Siria sitúa Lucas un viaje suyo
a Jerusalén con motivo del hambre que padeció “toda la tierra” bajo el gobierno
de Claudio (Hch 11,27-30). Este suceso es narrado también por Josefo, que lo colo-
ca bajo el gobernador Tiberio Julio Alejandro (46-48); aunque señala que comenzó
antes, y que afectó solamente a Judea. De todo ello, debemos deducir que la visita
de Pablo y Bernabé a la comunidad jerosolimitana tuvo lugar entre los años 45-
46 41. Es probable que esta visita haya que identificarla con la aludida en Gál 2,1-3,
pues Pablo hace referencia a una revelación y a que habló en privado con los res-
ponsables de la comunidad para confrontarse respecto a su predicación dirigida a
los gentiles. La situación del denominado concilio de Jerusalén descrita en Hch
15,1-6, con la que se ha querido identificar esta segunda visita del Apóstol a
Jerusalén, no armoniza completamente con lo afirmado en la carta a los Gálatas,
pues allí se trata de una asamblea oficial para abordar la cuestión de la circuncisión,
a causa del problema suscitado por un grupo vinculado al fariseísmo.
En las sinagogas
Desde el punto de vista religioso, los hombres que pueblan las regiones que va a
recorrer Pablo se dividen en dos grupos: paganos de religiones diversas, con más o
41. FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 20,2.5; cf. también 3,15.3; 20,5.2. Respecto a la expresión “toda la tierra” referida sólo
a la tierra de Israel véase J.M. GARCÍA, San Lucas: Evangelio y Tradición. Sustrato arameo en Lc 1,39; 8,26-29; 21,36; 22,28-30;
23,39-43 (SSNT 4; Ciudad Nueva, Madrid 1995) 294-300.
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De ciudad en ciudad
Según el relato de Lucas, la actuación de Pablo en las ciudades que visita durante sus
viajes sigue siempre el mismo esquema: predicación en la sinagoga, éxito inicial,
reacción de las autoridades judías locales y judíos celosos, salida de la ciudad. La
expulsión o fuga no es debido al mandato o presión de las autoridades judías, sino
exigido por las autoridades civiles; generalmente presionadas por los judíos celosos
ante la actuación de Pablo y sus colaboradores. No obstante, el Apóstol sabe sacar
partido de las condiciones particulares del gobierno de las ciudades helenísticas a
favor de su misión. En los vastos territorios del Oriente griego no existía jurisdic-
ción o autoridad interurbana, excepto la del gobernador romano. Pero la autoridad
romana sólo intervenía en el caso de que corriese peligro la paz y el orden político
en la provincia. En realidad, el gobierno y la administración de justicia en las ciuda-
des corría a cargo de las autoridades municipales. De este modo, si el representante
de Roma en esa región no tenía noticia de un movimiento de insurrección o verda-
dero peligro para la paz, un alborotador de cualquier índole podía continuar
indefinidamente su acción moviéndose de ciudad en ciudad.
Por otra parte, es necesario saber que sólo los gobernadores de las provincias fron-
terizas del Imperio tenían a su disposición fuerzas militares. Los procónsules y
legados de las otras provincias, como eran las de Grecia y Anatolia, sólo disponían
de pequeños contingentes, estacionados en la capital respectiva. Su actuación, por
tanto, en un lugar distante de ésta no podía ser fulminante, y además no solían
movilizarse para capturar un ladrón común o un alborotador. Por otro lado, las
fuerzas policiales de las autoridades municipales estaban centradas en las ciudades,
muy distantes entre sí y con extensos territorios bajo su control; difícilmente podían
vigilar todos los movimientos o agitaciones sociales del territorio bajo su custodia.
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Colaboradores
Junto a ellos tenemos otros muchos más colaboradores, que echaban una mano a
Pablo de formas muy diferentes 44. Algunos apoyaban a Pablo en su labor misionera
mediante hombres y financiación. El Apóstol viajó mucho, tanto por tierra como
por mar. Todos estos desplazamientos suponían un gasto importante, no sólo para
42. Es útil leer el capítulo I y IV del libro de M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas, 31-50 y 91-110.
43. La ciudad de Colosas se hallaba en el extremo oriental de la provincia proconsular de Asia, cuya capital era Éfeso, en el
extremo occidental. San Pablo no había estado nunca en esta pequeña ciudad. Por obra sobre todo de Epafras, al que nombra
en la carta y que sin duda entró en contacto con san Pablo durante su estancia en Éfeso, en la ciudad de Colosas nació una
comunidad cristiana. Pasado algún tiempo, mientras san Pablo se halla preso, la amenaza de doctrinas extrañas, que ponen en
peligro la buena marcha de la vida de la comunidad, obliga a Epafras a visitar al Apóstol e informarle de la situación.
Entonces san Pablo interviene por medio de la carta. Pero la carta no testimonia sólo el nacimiento de una comunidad cristia-
na en la zona interior de la provincia de Asia, no misionada por san Pablo. En los saludos finales, el Apóstol dice: «Cuando
haya sido leída esta carta entre vosotros, haced que sea leída también en la Iglesia de Laodicea; y la que recibiréis de Laodicea,
leedla también vosotros» (Col 4,16). San Pablo, por tanto, había escrito también una carta a los cristianos de Laodicea, carta
que se ha perdido.
44. Para una lista de más de 50 colaboradores nombrados en las cartas paulinas o en Hechos cf. L.J. LIETAERT PEERBOLTE,
Paolo il Missionario. Alle origini della missione cristiana, trad. di F. Iodice (Cinisello Balsamo 2006) 268-270.
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pagar los medios de transporte que usaba, sino también el alojamiento y la comida
diaria. Aunque Pablo ejerció un oficio que le permitía su apostolado, pues los ins-
trumentales los llevaba con él (recuérdese que era tejedor de tiendas: skênopoiós), no
siempre tuvo el tiempo y las condiciones para ejercerlo. Un ejemplo de este apoyo
económico estable es la comunidad de Filipos (2,27-30; 4,14).
Hay un pasaje que explica bien la labor misionera de las comunidades paulinas;
nos referimos a Tit 3,13: “A Zenas, el experto en la Ley, y a Apolo, provéelos dili-
gentemente para el viaje, de modo que no les falte nada”. Lo comenta M. Herranz
con estas palabras: “No es difícil adivinar la situación que supone este encargo.
Zenas y Apolo van a pasar por Creta en un viaje misionero, como predicadores iti-
nerantes. Probablemente es el mismo san Pablo quien los envía; al menos podemos
suponer que le han pedido que los presente a los cristianos de Creta para que los
acojan debidamente. Pero como su estancia en la isla será sólo una etapa en un
recorrido más amplio, los predicadores necesitarán también ser equipados para la
continuación de su viaje. Por eso san Pablo encarga a Tito que cuide solícitamente
de que sean provistos de lo necesario. Tras el encargo, dirigido a Tito, el Apóstol
añade unas consideraciones que nos revelan algo muy importante: el responsable de
la atención material de los misioneros es Tito, pero el peso que supone la financia-
ción de la estancia y el viaje de los que van a llegar recae sobre las espaldas de la
comunidad. San Pablo, en efecto, dice: «Y aprendan también los nuestros —es
decir, los miembros de nuestras comunidades cristianas— a tener iniciativas en las
obras buenas, atendiendo a las necesidades apremiantes (de la evangelización), para
que no sean inútiles» (Tt 3,14). Esta es la traducción ordinaria de las palabras del
Apóstol; pero el original griego (hína mè ôsin ákarpoi) permite leer en ellas una idea
más profunda. Si los cristianos de Creta no colaboran en la obra misionera, ayudan-
do a la financiación —en metálico o en especie— del viaje de Zenas y Apolo, su fe
sería estéril. Lo que hará de su fe cristiana una fe verdadera, demostrada en el fruto,
será su colaboración en la predicación de esa misma fe a otros hombres. En su carta
a los Romanos, san Pablo pedirá a la comunidad de Roma un servicio semejante:
hacer posible su viaje misionero a España” 45.
La cultura helenista
Pablo cristiano 35
En este espacio era posible moverse con suficiente libertad y seguridad, disfrutando
entre otras cosas de un excelente sistema de carreteras, y encontrando en cada
punto de llegada características culturales básicas que, sin ir en detrimento de los
valores locales, representaban un tejido común de unificación super partes, hasta el
punto de que el filósofo judío Filón de Alejandría, contemporáneo de san Pablo,
alaba al emperador Augusto porque «ha unido en armonía a todos los pueblos sal-
vajes... convirtiéndose en guardián de la paz» (Legatio ad Caium, 146-147)” 46.
”Mientras en Corinto (invierno 57) espera que sea practicable la navegación, san
Pablo escribe la más extensa de sus cartas: la dirigida a los cristianos de Roma. En
ella, después de la amplia exposición doctrinal (c.1-11) y una más breve exhortación
pastoral (12,1-15, 13) antes de los saludos finales encontramos una descripción de
los planes futuros y la acción misionera del Apóstol; esta descripción constituye un
documento precioso para entender la obra apostólica de san Pablo (15,14-33). San
Pablo piensa ir a España, y para preparar su viaje y su tarea en los confines de la tie-
rra necesita la colaboración de los fieles de Roma. Al justificar este proyecto de viaje
misionero a Occidente, el Apóstol hace dos afirmaciones que a primera vista tienen
cierto aire de exageración retórica. La primera dice: ‘Pues desde Jerusalén hasta el
Ilírico, y en todas direcciones, lo he llenado todo del Evangelio de Cristo’ (Rm
15,19). El relato de san Lucas en Hechos y los datos que contienen sus cartas hacen
que nos sorprendamos ante esta afirmación de san Pablo: en ninguno de los dos
lugares que nombra para dar los límites geográficos de su actividad, Jerusalén y el
Ilírico, ejerció una acción misionera. Para san Pablo, el centro del mundo, visto
desde la obra y el plan de Dios que proclama el Evangelio, es Jerusalén, la ciudad
46. BENEDICTO XVI, Audiencia general del miércoles 2 de julio de 2008. Las catequesis impartidas por Benedicto XVI
sobre san Pablo se encuentran publicadas en esta dirección de internet
http://www.archimadrid.es/catequesis/Catequesis_de_San_Pablo.html
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santa del judaísmo; y Jerusalén es también el punto de partida del Evangelio que
predica. Por eso, aun sin haber misionado en Judea, puede decir con verdad que
desde Jerusalén, y en todas direcciones, lo ha llenado todo del Evangelio de Cristo.
”Pero también el lugar geográfico que escoge para indicar el límite occidental de su
acción misionera es extraño: ni el libro de los Hechos, ni ninguna de las cartas escri-
tas antes que Romanos aluden a una actividad de san Pablo en el Ilírico (= Albania,
Montenegro, Serbia, Bosnia y Croacia). Las ciudades más cercanas a esta región visi-
tadas por san Pablo son las de Tesalónica y Berea, en la provincia de Macedonia. Es
innegable que tras esta aparente inexactitud geográfica se esconde algún misterio. A
descubrirlo nos ayudarán algunos datos de geografía de la época. Cuando san Pablo
recorre los territorios del Mediterráneo oriental, las antiguas unidades políticas lle-
van más de cien años incorporadas al Imperio de Roma. Por lo que se refiere a la
parte Norte de la península balcánica, la unión con la capital del Imperio estaba ase-
gurada por la via Egnatia. Esta importantísima vía romana partía del puerto de
Dirraquio, en el Adriático, en la costa del Ilírico, y pasando por la capital de
Macedonia —Tesalónica— y Filipos llegaba a Bizancio. San Pablo utilizó sin duda
esta vía por primera vez en su segundo viaje, al marchar de Filipos a Tesalónica.
Desde aquí, dejando la calzada, se dirigió hacia el Sur, fijando su pasajera residencia
en Corinto. Si hubiera seguido en dirección Oeste, dejándose llevar por la calzada,
habría terminado en Dirraquio, ciudad del Ilírico, donde le habría sido fácil embar-
carse en una nave que lo trasladase a Brindisi, en la costa italiana, y aquí hubiera
estado esperándolo otra excelente calzada que lo hubiese llevado a Roma: la via
Appia. Porque, en realidad, la via Egnatia estaba concebida como la prolongación de
la via Appia. A través de ella, Roma quedaba unida por tierra con las provincias más
orientales del Imperio, Siria y Palestina.
”A la luz de estos datos, las palabras de san Pablo en la carta a los Romanos
comienzan a revelar su misterio. El Apóstol, que es un ciudadano de la parte orien-
tal del Imperio, quiere decir que ha predicado en toda esa mitad oriental, y por eso
nombra el Ilírico: esta región marcaba el límite occidental del mundo griego; desde
allí, pasando del extremo occidental de la via Egnatia al extremo oriental de la via
Appia en suelo italiano, se entraba en el Occidente del Imperio, el mundo que san
Pablo no ha podido evangelizar hasta ahora. Por otra parte, aunque no llegase a
pisar suelo ilirio —y, repetimos, ni Hechos ni las cartas hablan de ello—, podía decir
sin mentir ni exagerar que había llevado el Evangelio hasta el Ilírico, es decir, hasta
los confines occidentales de la porción oriental del Imperio. Su actividad en varias
ciudades de Macedonia, especialmente la capital, y su utilización del tramo oriental
de la via Egnatia justificaban su afirmación” 47.
Pablo cristiano 37
CONCLUSIÓN
El encuentro con Cristo resucitado camino de Damasco fue la ocasión en que
Pablo reconoció el error en el que estaba respecto al anuncio cristiano, pues
vio a Jesús glorificado. Fue una visión objetiva, un encuentro físico con el
Resucitado, que marcará en su vida un cambio radical. Después de su adhe-
sión a la comunidad cristiana comenzará a predicar entre los judíos el
Evangelio. La amenaza de muerte que se cernía sobre él, obligó a los cristia-
nos de Jerusalén a enviarlo a Tarso. Allí permanecerá hasta que Bernabé le
invitó a trabajar en Antioquía de Siria. Este periodo de al menos nueve años,
prácticamente ausente en nuestras fuentes, es denominado entre los estudio-
sos “los años desconocidos”.
Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
Tema
Viajes misioneros de Pablo
3
La segunda parte de Los Hechos de los Apóstoles tiene como protagonista principal a
Pablo y sus viajes misioneros. Esta es la fuente principal que permite reconstruir
estos viajes.
Fecha probable
Este proyecto misionero fue una iniciativa de la comunidad de Antioquía y para lle-
varlo a cabo se eligió a Bernabé y Pablo. Es probable que la elección de dos
misioneros se remontase a la costumbre de Jesús (Lc 10,1), en total armonía con la
mentalidad judía, que exigía el acuerdo de dos testigos para la validez del testimonio.
Como colaborador, iba con ellos Juan Marcos, originario de Jerusalén; aunque no
se especifica en qué consistía su ayuda.
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Las fechas más probables para situar el primer viaje misionero son entre los años 46-
48; quizá son preferibles los dos primeros. Los lugares visitados por Bernabé y Pablo
son los siguientes: la isla de Chipre y las regiones de Panfilia, Pisidia, y Licaonia de
Asia Menor.
En Chipre
En Panfilia
En Pisidia
La historia de Tecla
Según la obra apócrifa Los Hechos de Pablo, en Iconio hay que situar el encuentro de
Tecla con Pablo. Esta es una historia que tuvo mucho éxito popular. Tecla era una
joven que vivía junto a la casa donde habitaba Pablo y que seguía sus predicaciones
escondida. Encendida en deseos de seguir la vida propuesta por Pablo, rompe con
su novio y se escapa de la casa de sus padres. Ni que decir tiene que Pablo fue
denunciado como corruptor y llevado a prisión. Tecla consigue introducirse en la
prisión para seguir aprendiendo. A la joven se la condena a la hoguera, pero las lla-
mas no la dañaron y una lluvia repentina apagó la hoguera. Consigue seguir a Pablo
en sus viajes misioneros. De vuelta en Antioquía sucede otro percance, pues se ena-
mora de ella un personaje famoso, que ella rechaza. Ofendido, el amante rechazado
consigue que se imponga la pena de muerte a Tecla y sea echada a las fieras. Pero
una leona la defiende de los ataques de los otros animales salvajes. Posteriormente
Tecla se convierte en una misionera en su propia tierra y en Seleucia. Esta leyenda
es bastante antigua. Ya la conocía Tertuliano, pues se hace eco de ella en su tratado
De Baptismo, escrito a principios del siglo III. En él afirma: “Quienes, para defender
el derecho de las mujeres a enseñar y bautizar, apelan al ejemplo de Tecla de la que
habla la literatura apócrifa de Los Hechos de Pablo, sepan bien esto: el presbítero que
en Asia compuso esos Hechos cubriendo con la atribución a Pablo lo que había
inventado él, ha sido desenmascarado, ha confesado haber actuado así por simpatía
hacia Pablo y ha sido depuesto. ¡Cómo podemos considerar verosímil que Pablo
haya concedido a un mujer la facultad de enseñar y bautizar, justamente él que no
permitió a las mujeres recibir en las asambleas instrucciones regulares!” (De
Baptismo 17,5).
En Licaonia
En Listra, que dista de Iconio unos 30 kms, Pablo sanó a un cojo de nacimiento. El
milagro fue motivo de maravilla entre los habitantes, que acabaron identificando a
Bernabé con el dios Zeus y a Pablo con Hermes. Fragmentos de inscripciones testi-
monian una gran veneración a Zeus y Hermes en esta ciudad. Entre los primeros
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Regreso a Antioquía
Concilio de Jerusalén
Después del primer viaje, los estudiosos suelen colocar el concilio de Jerusalén
(año 48/49). La circunstancia que motivó esta reunión está explícitamente señalada
al comienzo de Hch 15: “Unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los
hermanos que, si no se circuncidaban conforme al uso de Moisés, no podían salvar-
se. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se
decidió que Pablo, Bernabé y algunos más de entre ellos subieran a Jerusalén a con-
sultar a los apóstoles y presbíteros sobre esta controversia” (v.1-2). La cuestión que
se debate es si los gentiles que se adhieren a la comunidad cristiana tienen que cir-
cuncidarse para formar parte del pueblo elegido por Dios y poder participar de la
salvación prometida desde antiguo a Israel. La asamblea, después de dialogar, a pro-
puesta de Santiago, el obispo de Jerusalén (v.19-21), decide no exigir la circuncisión,
sino solamente unas normas de pureza legal que permitan la convivencia de los cris-
tianos procedentes del judaísmo y de la gentilidad. Son normas que buscan
favorecer la unidad de la Iglesia. Estas indicaciones están formuladas en la carta que
enviaron por medio de Judas, llamado Barsabás, y Silas a las comunidades de
Antioquía, Siria y Cilicia del modo siguiente: “Hemos decidido, el Espíritu Santo y
nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de
carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de uniones
ilegítimas” (v.28-29).
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Pablo, cuando habla de su segunda subida a Jerusalén, explica el motivo de este viaje
del modo siguiente: “Subí por una revelación. Y les expuse el Evangelio que predico
entre los gentiles, aunque en privado, a los más cualificados, no fuera que caminara
o hubiera caminado en vano. Sin embargo, ni siquiera obligaron a circuncidarse a
Tito, que estaba conmigo y es griego. Di este paso por motivo de esos intrusos, esos
falsos hermanos que se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo
Jesús y esclavizarnos” (Gál 2,2-4). De ello, deducen los estudiosos que el motivo
principal fue la exigencia de la circuncisión para los cristianos provenientes de la
gentilidad, lo que coincidiría con la dificultad señalada en Hch 15,1. De ahí la identi-
ficación de ambas subidas. Nosotros, sin embargo, somos partidarios de
identificarla con la subida que tuvo lugar con ocasión de la colecta de la iglesia de
Antioquía a favor de las comunidades de Judea y Jerusalén en la época del hambre
que sufrieron durante el gobierno de Tiberio Julio Alejandro (46-48). Hay varias
características que no armonizan bien con la identificación de la subida a Jerusalén
para participar en el concilio. Ante todo, el motivo que hace subir a Pablo y
Bernabé, en compañía de Tito, a la ciudad santa no es un conflicto provocado por
gentes venidas desde Judea, sino una revelación. Por otra parte, la reunión que
ambos llevan a cabo no es ante una asamblea, sino ante los responsables. Incluso el
resultado final del encuentro tampoco coincide con las normas de pureza de Hch
15,29, sino se centra en el reconocimiento de los diferentes destinatarios de la
misión: Pablo y Bernabé se encargarán de predicar el Evangelio a los gentiles (ethne),
mientras que Pedro, Santiago y Juan realizarán su misión entre los circuncidados
(peritome). Por lo demás, la petición de acordarse de los pobres de Jerusalén que los
apóstoles dirigieron a Pablo y Bernabé resulta más lógica si tuvo lugar con ocasión
de la ayuda económica que éstos llevaron con ocasión de la hambruna que sufrieron
los cristianos de Judea en tiempos del gobernador Tiberio Julio Alejandro.
Fecha probable
El segundo viaje misionero se desarrolló durante los años 49-51/52. Las regiones
visitadas por Pablo y Silas fueron Licaonia, Pisidia, Macedonia, Acaya y Asia.
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Por su parte, Bernabé, con su primo Marcos, regresó a Chipre (Hch 15,39), predi-
cando en toda la isla. El nombre de este apóstol es explicado en Hch 4,36 como
“hijo de la consolación”. Es probable que sea una traducción del nombre arameo
bar nabya’, que significa “hijo de la profecía”. La situación de la isla había cambiado,
pues desde el año 48 Sergio Paulo había dejado su cargo de gobernador; por tanto,
cuando los dos misioneros cristianos volvieron no tuvieron su protección y apoyo.
Según la literatura apócrifa, el mago Elimas Bar-Jesús sublevó a los judíos contra
Bernabé, que acabó siendo lapidado en el año 61. Marcos lo enterró cerca de
Salamina y en su tumba se puso un evangelio de Mateo, que Bernabé llevaba siem-
pre con él. Tertuliano cree que la carta a los Hebreos fue escrita por Bernabé.
Pablo y Silas, después de recorrer Siria y atravesar las montañas del Tauro por las
puertas de Cilicia, llegaron a esta región, donde visitaron y consolidaron las comu-
nidades existentes. Más tarde llegaron a las ciudades de la región de Licaonia
donde Pablo había fundado comunidades en el viaje anterior. En Listra adquiere un
nuevo colaborador, Timoteo. Como ya hemos dicho, a causa de su origen judío y
queriendo que participara en las reuniones sinagogales, Pablo decidió circuncidarle.
Atravesaron las regiones de Pisidia, Galacia occidental y Frigia, llegando cerca
de la región de Misia. La intención de Pablo era subir a predicar el Evangelio en
Bitinia 48, pero las circunstancias no fueron favorables, por lo que cambió de planes.
48. El cristianismo llegó muy pronto a esta región y se extendió con facilidad entre la población, según podemos deducir de
la correspondencia de Plinio el Joven con el emperador Trajano.
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Bajó a Tróade, puerto de mar importante. En esta ciudad se les unió Lucas, autor de
Los Hechos de los Apóstoles, pues la narración pasa repentinamente a la primera per-
sona plural (Hch 16,10). Tróade, próxima a la famosa Troya, a unos 25 kms, fue
fundada por Antígono. Su nombre servía para indicar la región junto al estrecho de
los Dardanelos, cuya capital fue la Troya de Homero. La posición estratégica de la
ciudad, uniendo dos continentes, favoreció su desarrollo. Las ruinas visibles dan
idea de su esplendor. Su decadencia comenzó a causa de un terrible terremoto en el
año 267 d.C. En el siglo XIV sirvió de cantera para la construcción de la ciudad
turca de Estambul. Desde allí se alcanzaba Roma por mar, y a pie recorriendo la via
Egnatia y luego la via Appia. Desde Tróade, Pablo embarcó con sus compañeros
rumbo a Samotracia, en Grecia.
En Macedonia
En Acaya
Pablo, conducido por sus guías, llegó a Atenas, donde tuvo lugar su famoso discur-
so en el Areópago. Aunque Pablo fue requerido a explicarse públicamente en
aquel lugar, el anuncio de la resurrección de Jesús motivó el sarcasmo de sus oyen-
tes. Los convertidos al cristianismo en esta ciudad fueron muy pocos. El Apóstol no
se quedó allí mucho tiempo, sino que partió para Corinto, donde se estableció por
un tiempo largo, según deja constancia Lucas en los Hechos: un año y seis meses
(18,11). En esta ciudad Pablo conoció un matrimonio cristiano de origen judío,
Aquila y Priscila, expulsado de Roma en tiempos del emperador Claudio; llegaron a
ser grandes colaboradores suyos. Probablemente volvieron a Roma después de que
Nerón abolió el edicto de Claudio (55 d.C.), pues Pablo los saluda en la carta dirigi-
da a esta comunidad (Rm 16,3-4). También allí durante su estancia visitó la sinagoga
cada sábado y se esforzó por convertir a los judíos y temerosos de Dios al cristianis-
mo. Ante la resistencia de los judíos decidió abandonar la sinagoga e instalarse en
una casa contigua, que pertenecía a un tal Tito Justo, temeroso de Dios convertido
al cristianismo. Es posible que este personaje perteneciera a una familia importante
de alfareros, los Titii, recordados por Estrabón. Si fuera así, dada la fama que tenían
las cerámicas de Corinto, esta persona debió gozar de una posición bastante acomo-
dada, con una casa grande, que serviría para las reuniones de la comunidad. Entre
los convertidos al cristianismo estaba Crispo, el archisinagogo, y toda su familia.
Regreso a Antioquía
Entre los colaboradores de este periplo misionero se hallan Timoteo, Tito y Lucas.
Realizó su tercer viaje durante los años 52-57. Visitaron las regiones de Galacia,
Frigia; se asentaron en Éfeso, capital de Asia, por más de dos años. Después de visitar
las comunidades de Macedonia y Acaya, regresó a Jerusalén.
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En Asia
Al parecer, el éxito de la predicación de Pablo fue tal que puso en peligro las ganan-
cias de los plateros que fabricaban estatuillas de la diosa Artemisa, venerada en
Éfeso. Por este motivo, un tal Demetrio, de oficio platero, junto a otros compañeros
artífices, originó un tumulto en la ciudad contra Pablo y la comunidad cristiana.
Pero la astucia con que llevaron el asunto algunos amigos de Pablo permitió que la
revuelta se deshiciera sin lamentar ningún daño 49.
Sin embargo, algunos rasgos del relato que tenemos en el libro de los Hechos no
encajan bien con esta imagen de una predicación paulina eficaz en Éfeso. En primer
lugar, aunque la permanencia de Pablo en esta ciudad fue bastante larga, dos años y
algunos meses, Lucas menciona explícitamente muy pocas conversiones. Por otra
parte, resulta extraño que después de esta permanencia prolongada el Apóstol aban-
done Éfeso y no vuelva jamás a ella. Incluso en su camino de vuelta a Jerusalén,
cuando quiere despedirse de los presbíteros de Éfeso, no lo hace en esta ciudad,
sino en Mileto. También resulta llamativo que los únicos miembros de la comunidad
cristiana que Lucas nombra sean todos judíos, sin que tengamos otras evidencias en
sus escritos de la existencia de una significativa comunidad gentil. Por último, sor-
prende también que la revuelta de los plateros no se convierta en una persecución
de los miembros de la comunidad cristiana local; los únicos apresados son dos com-
pañeros de misión del Apóstol, Gayo y Aristarco, procedentes de Macedonia 50.
49. Según la tradición, Timoteo dirigió la comunidad de Éfeso cuando la dejó Pablo. En esta ciudad habría muerto mártir en
el año 97.
50. Existe un estudio detenido de todas estas características en el interesante libro de R. STRELAN, Paul, Artemis, and the Jews
in Ephesus (BZNW 80; W. de Gruyter, Berlin-New York 1996) 126-153. Allí se encontrará también una amplia bibliografía
sobre la cuestión.
51. En el discurso afirma por dos veces a que estas dificultades que no le acobardaron Hch 20,20.27.
52. Sobre el discurso de Mileto cf. R. STRELAN, Paul, Artemis, and the Jews in Ephesus, 265-271.
53. Cf. Hch 20,20.27.31.
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Hacia Jerusalén
Poco después Pablo salió para Macedonia y Acaya, donde residió tres meses.
Durante este periodo, a causa de la colecta en favor de los necesitados de Jerusalén
y Judea, visitó de nuevo Filipos y Corinto. Informado de las maquinaciones que los
judíos estaban tramando contra él, decidió cambiar sus planes de retorno inmediato
a Siria. Desde Filipos se embarcó para Tróade, donde se detuvo una semana. Allí
realizó la resurrección de un joven, Eutico, que se había matado al caer de un tercer
piso desde la ventana donde estaba escuchando la predicación de Pablo; la duración
del discurso favoreció que el joven se adormeciera y perdiera el equilibrio. Desde
Tróade fue por tierra hasta Aso, donde le recogieron en un barco para llevarlo a
Mileto. En esta ciudad se despide de los responsables de la comunidad de Éfeso. Allí
se embarcó de nuevo, y después de pasar por Cos, Rodas, Pátara, llegó a Tiro, donde
se quedó con la comunidad una semana. Haciendo velas de nuevo, llegó con sus
compañeros a Tolemaida, y posteriormente a Cesarea Marítima, donde se quedaron
bastantes días hospedados en la casa de Felipe, el diácono.
En Cesarea tiene lugar la visita del profeta Agabo, que anuncia la prisión de Pablo
en Jerusalén. El relato de Hch 21,10-14 informa sobre los esfuerzos realizados por
sus compañeros para disuadir al Apóstol de subir a Jerusalén y la firme decisión de
éste a morir por Cristo. Es interesante notar que el Espíritu reveló a Pablo lo que le
iba a ocurrir, pero él no utilizó esta información para huir, sino para acoger por
amor a Cristo aquello que se le manifestaba. Se identificó con el Jesús de
Getsemaní, que prefirió la voluntad del Padre antes que la suya. La decisión del
Apóstol no nacía de su jactancia o suficiencia, sino de su deseo de amar a Cristo por
encima de su propia vida. El Espíritu de Dios a veces nos hace conocer lo que ocu-
rrirá no para facilitarnos la vida, sino para que conscientemente prefiramos afirmar
a Cristo, para que venza siempre en nosotros el afecto a Cristo. Desde Cesarea,
pues, subieron a Jerusalén, donde fueron recibidos con gozo por la comunidad cris-
tiana de la ciudad santa. Se calcula que el recorrido del tercer viaje misionero fue de
unos mil setecientos kilómetros.
acuartelamiento militar con el fin de averiguar qué delito había cometido. En sus
intentos por saber qué había sucedido, el tribuno tuvo conocimiento de una conjura
contra la vida de Pablo y decidió enviar el prisionero al procurador Félix, que
residía en Cesarea Marítima. Para asegurar su integridad física, Pablo fue acompaña-
do por setenta soldados de caballería y doscientos lanceros (Hch 23,23-24). Lo
bajaron por la noche a la fortaleza de Antipátrida, entre Lida y Cesarea; a la mañana
siguiente, acompañado sólo por los de cabellaría, fue llevado ante Félix en Cesarea.
El prefecto romano, en lugar de resolver el asunto prontamente, dio largas esperan-
do conseguir dinero por la liberación de Pablo. Este permaneció prisionero en
Cesarea durante unos dos años hasta la llegada del sucesor de Félix, Porcio
Festo, quien, queriendo resolver el asunto pendiente, decidió juzgar a Pablo en
Jerusalén, según la petición que le habían dirigido las autoridades judías. Pero el
Apóstol, reclamando el derecho que le concedía su ciudadanía romana, apeló al tri-
bunal del César, obligando así al procurador a enviarlo a Roma. ¿Por qué Pablo no
apeló al César desde el principio de su prisión? Seguramente porque esperaba que se
resolviese el problema de una forma más sencilla, sin tener que realizar los gastos
cuantiosos del viaje y hacer frente a una duración larga del proceso ante el empera-
dor. Su apelación a la máxima autoridad romana fue su última estratagema de evitar
subir a Jerusalén y poner en peligro su vida.
Fecha probable
El viaje de Pablo prisionero a Roma está narrado en los dos últimos capítulos de
Hechos (27-28). Lucas narra vivamente y con detalle este viaje marítimo por ser uno
de los que acompañaron al Apóstol. Se hicieron a la vela en los últimos meses
del año 59. Las informaciones que ofrece Lucas en su relato son de gran exacti-
tud, como han destacado diferentes estudiosos. “Todos los detalles geográficos y
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Itinerario
El barco navegó desde Cesarea hasta el puerto de Sidón, donde atracaron; desde allí
bordearon las costas de Chipre, Cilicia y Panfilia hasta echar anclas en Mira de Licia,
en cuyo puerto cambiaron de nave. La navegación se hizo lentamente desde las
costas de Gnido hasta la isla de Creta, donde atracaron en un lugar llamado Puertos
Hermosos. El tiempo de invierno era cercano y la navegación bastante insegura, por
ello decidieron buscar un puerto apto para invernar, eligiendo otro puerto de
Creta, llamado Fenice. Sin embargo, una violenta tempestad los arrastró mar aden-
tro. Durante catorce días fueron a la deriva. Todos en el barco desesperaron de
alcanzar un puerto: “Durante muchos días, no aparecieron ni sol ni estrellas; y,
como seguíamos acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido
toda esperanza de salvarnos” (Hch 27,20). El único que estaba seguro de que iban
a salvarse era Pablo: “Ahora os aconsejo que os animéis, pues no habrá entre voso-
tros pérdida alguna de vida, solo la de la nave, porque se me presentó esta noche
un ángel de Dios, de quien soy y a quien sirvo, diciéndome: "No temas, Pablo, es
necesario que tú comparezcas ante César; y mira. Dios te ha concedido la vida de
todos los que navegan contigo". Por ello, amigos, animaos, porque tengo fe en
Dios de que sucederá tal como se me ha dicho” (27,22-25). En efecto, la tempestad
los arrastró hasta la isla de Malta; la nave encalló, destrozándose con la sacudida
de las olas, mientras los 276 personas que iban en la nave se salvaron. Acogidos
con gran humanidad por los habitantes de la isla, pudieron invernar allí durante
tres meses.
Llegada a Roma
55. Ambas referencias están tomadas del libro M. HESEMANN, Paolo di Tarso. Sulle tracce archeologiche dell'Apostolo (Paoline,
Milano 2011) 304.312.
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La prisión romana
Tenemos algunas noticias que lo confirman. En primer lugar 1Clem 5,6-7: “Por la
envidia y rivalidad mostró Pablo el galardón de la paciencia. Por seis veces fue car-
gado de cadenas 56; fue desterrado, apedreado; hecho heraldo de Cristo en Oriente y
Occidente, alcanzó la noble fama de su fe; y después de haber enseñado a todo el
mundo la justicia y de haber llegado hasta el límite del Occidente (kaí epí tó térma tês
dyseos elthón) y dado su testimonio ante los príncipes, salió así de este mundo y
marchó al lugar santo, dejándonos el más alto dechado de paciencia”. La fecha de
este escrito se discute entre los estudiosos: algunos la colocan en el comienzo de los
90, otros en los 70. La expresión “hasta el límite del Occidente” hay que entenderlo
referido a España. De hecho el autor de este escrito conoció la carta a los Romanos
y el proyecto del Apóstol de llegar hasta nuestra patria. Difícilmente habría escrito
esta expresión si hubiera estado cierto que la ciudad más al oeste a la que llegó
Pablo fue Roma.
Otro documento que menciona este viaje es el Canon Muratori, escrito hacia el
año 180; en la línea 39 afirma que Pablo partió de Roma hacia España (profectio Pauli
ab urbe ad Spaniam). También al comienzo del apócrifo Los Hechos de Pedro,
escrito a finales del siglo II, se hace mención de esta noticia: “Pablo ayunó durante
tres días, demandando a Dios qué era para él lo más conveniente. Tuvo así una
visión en la que el Señor le decía: Pablo, levántate y sé con tu presencia el médico de
los que están en España”. Estas noticias, junto con la expresión de 1Clem, han
hecho que muchos estudiosos modernos den por seguro el viaje apostólico de
Pablo a España. La tradición de los siete varones apostólicos vendría a confirmar el
origen paulino de la difusión del cristianismo en España 57.
56. Probablemente se refiera a las prisiones de Filipos, Éfeso, Jerusalén, Cesarea y las dos romanas.
57. J.M. GARCÍA, Los orígenes históricos del cristianismo, 275-279.
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CONCLUSIÓN
Según Los Hechos de los Apóstoles, Pablo realizó tres grandes viajes misioneros.
El primero tuvo lugar entre los años 46-48 con Bernabé; visitó Chipre y las
regiones de Panfilia, Pisidia y Licaonia de Asia Menor. En el segundo, duran-
te los años 49-51/52, Pablo estuvo acompañado de Silas. Visitó las
comunidades fundadas en Asia Menor; en Listra eligió como colaborador a
Timoteo. Desde Tróade pasó a Grecia, recorriendo las regiones de
Macedonia y Acaya. En el tercero, en los años 52-57, tuvo como colaborado-
res a Timoteo, Tito y Lucas. Visitó las regiones de Galacia, Frigia, Asia
Macedonia y Acaya. Se estableció en Éfeso por más de dos años. Es muy
probable que realizase un viaje misionero a España después de su primera
prisión romana.
Para concluir este tercer tema, proponemos una posible cronología de la vida
de Pablo. Dado que la mayoría de los estudiosos data la muerte y resurrección
de Jesús en el año 30 de nuestra era, la cronología paulina que ofrecemos
tiene como punto de referencia dicho año.
5-10: entre estos años se suele colocar el nacimiento de Pablo.
31/32: Encuentro con Jesús resucitado cerca de Damasco.
34/35: Primera visita a Jerusalén y encuentro con Pedro.
45/46: Segunda visita a Jerusalén (con ocasión del hambre).
46-48: Primer viaje misionero.
48/49: El llamado concilio de Jerusalén.
49-51/52: Segundo viaje misionero.
52-57: Tercer viaje misionero.
57-59: Prisión en Cesarea.
60-62: Prisión en Roma.
67: muerte después de una segunda prisión romana; fue decapitado en la vía
Laurentina, en un lugar llamado ad Aquas Salvia.
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Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
Tema
Actividad epistolar de san Pablo
4
Las cartas que escribió Pablo no son fruto de su afición literaria ni tampoco de la
voluntad de fijar su pensamiento teológico, sino nacen del deseo de acompañar
pastoralmente y gobernar las comunidades cristianas fundadas por él, que-
riendo responder a ciertas circunstancias o problemas surgidos en ellas. No
obstante su origen circunstancial, el epistolario paulino constituye su más preciosa
herencia, el motivo principal de su influjo permanente en la Iglesia.
Pablo redactó sus cartas pensando en una lectura pública ante la asamblea reunida.
Sustituían su presencia física y era una manera de favorecer el diálogo y la relación con
él en la distancia.
58. Véase G.R. OSBORNE, “Hermeneutics/Interpreting Paul”, en G.F. HAWTHORNE-R.P. MARTIN-D.G. REID (ed), Dictionary
of Paul, 391.
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Ciertamente las cartas paulinas son piezas originales, tanto por contenido como por
estilo. Basta compararlas con las cartas privadas del periodo helenístico que nos han
llegado: las diferencias saltan a la vista. Pero antes de hacer este parangón con el fin
de percibir con mayor claridad la diferencia que hay entre las cartas normales de la
antigüedad greco-romana y las paulinas, queremos detallar las partes que componen
estos escritos epistolares helenísticos. El formato dependía de la finalidad de la
misiva, aunque la estructura solía ser bastante fija. Comenzaban con un saludo en
el que el autor se identifica a sí mismo y a sus destinatarios. Después el mitente
expresaba su deseo de buena salud para su lector, por cuya intención pide y da
gracias a los dioses. Inmediatamente después abordaba la cuestión que le había
movido a escribir la carta; concluía su escrito con un saludo final y despedida.
Comparemos ahora la carta a Filemón, que es la más breve de las cartas paulinas y
aborda una cuestión concreta, con una carta de Cicerón dirigida a su familia y otra
privada encontrada en Oxyrinco.
“Pablo, prisionero por Cristo Jesús, y Timoteo, el hermano, a nuestro querido colaborador
Filemón, a Apia la hermana, a Arquipo, nuestro compañero de armas, y a la Iglesia de tu casa: a
vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y de Jesucristo el Señor. Siempre que me
acuerdo de ti en mis oraciones, doy gracias a mi Dios al oír el amor y la fe que tienes en el
Señor Jesús, y hacia todos los santos, de modo que la comunión de tu fe se manifieste recono-
ciendo el bien tan grande que hay en nosotros en orden a Cristo. Pues he experimentado gran
gozo y consuelo por tu amor, hermano, ya que, gracias a ti, los corazones de los santos han
encontrado alivio. Por eso, aunque tengo plena libertad en Cristo para indicarte lo que conviene
hacer, prefiero apelar a tu caridad, yo, Pablo, anciano, y ahora prisionero por Cristo Jesús. Te
recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión, que antes era tan inútil para ti,
y ahora en cambio es tan útil para ti y para mí. Te lo envío como a hijo. Me hubiera gustado
retenerlo junto a mí, para que me sirviera en nombre tuyo en esta prisión que sufro por el
Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo: así me harás este favor, no a la
fuerza, sino con toda libertad. Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres
ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un herma-
no querido, que si lo es mucho para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor. Si me
consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí. Si en algo te ha perjudicado y te debe algo,
ponlo en mi cuenta: yo, Pablo, te firmo el pagaré de mi puño y letra, para no hablar de que tú
me debes tu propia persona. Sí, hermano, hazme este favor en el Señor; alivia mi ansiedad, por
amor a Cristo. Te escribo fiado de tu disponibilidad: sé que harás más de lo que te pido. Otra
cosa: prepárame hospedaje, pues, gracias a vuestras oraciones, espero saludaros. Te saludan
Epafras, compañero de prisión por Cristo Jesús; Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis cola-
boradores. La gracia del Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu. Amén”.
“Cicerón a Terencia, y del padre a Tulia, dos almas suyas; y de Cicerón a su buena madre y a su
sabrosa hermana. Si vosotras tenéis salud, nosotros acá salud tenemos. A vosotras toca ya, y no
sólo a mí, el considerar lo que conviene que se haga. Si la venida de Cesar a Roma ha de ser con
modestia, paréceme que ahora os podéis quedar en Roma; pero si el hombre con su furia da la
ciudad a saco a los soldados, temo que ni aun Dolabela no será poderoso para defenderos del
peligro. Me preocupa también no os corten el paso de manera que cuando quisierais salir, ya no
sea posible. Lo que se me ofrece deciros es que miréis, lo que vosotras podéis muy bien consi-
derar, si quedan en Roma mujeres de vuestra calidad. Porque si no quedan, habéis de mirar de
qué manera podáis poner a salvo vuestro honor. Estando el negocio en el estado en que ahora
está, muy bien podéis estaros en mi compañía, o en nuestras granjas, sólo podemos conservar
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estos lugares que tenemos. Pasa también peligro de haber hambre en Roma dentro de poco
tiempo. Querría lo consultéis con Pomponio o con Camilo o con quien mejor os pareciere. El
punto es que tengáis muy gran corazón. La venida de Labieno ha reparado un poco nuestra
parte. También nos es favorable Pisón pues el salirse él de Roma es condenar a su yerno por
mal hombre. Vosotras, almas mías queridas, escribidme muy de ordinario lo que entendéis y
qué es lo que pasa en la ciudad. Quinto padre e hijo, y asimismo Rufo, se os encomiendan
mucho. Tened salud” (24 junio 704 de la fundación de Roma).
El esquema de los escritos tiene mucha similitud: a) Saludo, en el que viene dado el
nombre del mitente y del destinatario; b) cuerpo de la carta, en que se aborda el
argumento que se quiere comunicar; c) saludos finales y augurio. En cuanto al
estilo y contenido, las diferencias son palmarias 59. Ciertamente las cartas paulinas
poseen características peculiares. En la apertura Pablo suele explicitar los nom-
bres de los mitentes, él y sus colaboradores, acompañados normalmente de algún
título; luego nombra a los destinatarios de la misiva, añadiendo a veces alguna nota
que especifica la relación con ellos. Suele expresar la finalidad o tema principal de
la carta en este saludo inicial. Las fórmulas que utiliza suelen ser semejantes a la que
tenemos en Rm 1,7: “gracia a vosotros y paz de parte de Dios Padre nuestro, y del
Señor Jesucristo”. Después sigue la acción de gracias 60. Esta acción de gracias apa-
rece a veces en las cartas greco-romanas, pero en las paulinas su formulación está
claramente influenciada por la mentalidad judía. En esta apertura de la carta, la
acción de gracias suele ir dirigida a Dios, Padre de Jesucristo, por lo que ha realizado
en beneficio de los destinatarios.
59. El género epistolar también está atestiguado en los libros sagrados: 2Sm 11,14-15; Esd 4,11-17; 5,7-17; 6,6-12; 7,12-26;
2Mac 1,1-9; 1,10-2,18.
60. cf. 1Tes 1,2-3; Flp 1,4; Col 1,3; Ef 1,16; etc.
61. Véase, por ejemplo, Rm 11,36-12,1; 1Tes 3,11-4,1; Ef 3,21-4,1.
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tro grandes cartas, sobre todo en Romanos. Los libros veterotestamentarios que
más cita son: 33 veces el Pentateuco; 25 Isaías; 19 Salmos. Ciertamente la versión de
los LXX es la más utilizada, pero también el texto hebreo; en algunas ocasiones se
aleja de uno y otra 62. El cuerpo de la misiva suele estar compuesto de dos partes:
una más doctrinal y otra más exhortativa.
En la clausura de la carta no suele utilizar las típicas fórmulas de las cartas greco-
romanas, sino recurre con mucha frecuencia a una bendición o doxología 63. En la
conclusión, refiere noticias personales y consejos específicos, terminando con el
saludo personal del Apóstol. A veces añade algunas frases escritas de su puño y
letra, dando a entender que la carta ha sido escrita por un secretario 64. El tradicio-
nal augurio de buena salud se sustituye por una bendición, con una fórmula similar
a ésta: “La gracia del Señor Jesucristo sea con todos vosotros”.
En sus cartas es fácil identificar los artificios literarios típicos del diálogo epistolar
(diatriba, elementos retóricos, argumentos persuasivos, etc.) y también de la tradi-
ción judía (himnos, frases breves de alabanza o bendición de Dios, textos del
Antiguo Testamento, métodos exegéticos rabínicos, etc.). Es claro el influjo judío de
las bendiciones sinagogales y domésticas (oración de la mañana o la noche, bendi-
ción de la mesa, etc.). Por supuesto en ellas aparecen también fórmulas de fe e
himnos litúrgicos de la comunidad cristiana. Es normal que en sus escritos se sienta
la influencia de su formación judía, sus experiencias espirituales y la predicación
cristiana primitiva.
En la antigüedad, la redacción de una carta no era una cosa sencilla. Dejando aparte
la ausencia de mesas o escritorios donde apoyar cómodamente el material para
escribir, hay que tener en cuenta que se solía escribir en papiro, cuya aspereza difi-
cultaba no poco el desplazamiento del cálamo. Según Otto Roller, se conseguían
escribir tres sílabas al minuto y 72 palabras en una hora. Según estos cálculos, para
escribir su carta más larga, la dirigida a los Romanos, Pablo habría empleado unas
98 horas, mientras que para la más breve, la carta a Filemón, habría necesitado cerca
de 5 horas 65. Algunas expresiones de las cartas presuponen que la redacción ha sido
llevada a cabo por medio de un amanuense o secretario 66. De la carta a los Romanos
conocemos bien el nombre de quien la escribió: Tercio (Rm 16,22).
Respecto a la longitud de las cartas paulinas en comparación con las cartas greco-
romanas merece la pena citar este párrafo de Ernest R. Richards: “En las
aproximadamente 14.000 cartas privadas de la antigüedad greco-romana de que dis-
ponemos, el promedio es de unas 89 palabras. La más corta tiene 18 palabras y la
62.Sobre las citas del AT en Pablo están consignadas en el artículo de M. Silva, “Old Testament in Paul”, en G.F.
HAWTHORNE-R.P. MARTIN-D.G. REID (ed), Dictionary of Paul, 631. Allí señala las que dependen del hebreo, de los LXX y las
libres (p77s).
63. Cf. 1Cor 16,23; Gál 6,16-18; Ef 6,23-24; 2Tes 3,16-18; Rm 16,25-27; Flp 4,20.
64. Así, por ejemplo, 1Cor 16,21; Gál 6,11; Col 4,18; 2Tes 3,17.
65. O. ROLLER, Das Formular der paulinischen Briefe. Ein Beitrag zur Lehre vom antiken Briefe (W. Kohlhammer, Stuttgart 1933)
321-325.
66. En 1Cor 16,21; Gál 6,11; Col 4,18; 2Tes 3,17 se recogen algunas frases autógrafas del Apóstol, de donde se deduce que el
resto del escrito ha sido escrito con la ayuda de un escriba o secretario.
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más larga 209. No obstante, las cartas redactadas por hombres de letras como
Cicerón y Séneca difieren considerablemente de estas cifras. El promedio de las
misivas de Cicerón es de 295 palabras, siendo la más corta de 22 y la más larga de
2.530. En el caso de Séneca, el promedio de su correspondencia es de 995 palabras
por carta, con 149 la más corta y 4.134 la más extensa. Sin embargo, en relación con
cualquiera de estos dos criterios, las cartas de Pablo son bastante más largas. El pro-
medio de las trece cartas que llevan su nombre es de 2.945 palabras, siendo la más
corta la de Filemón con 335 y la más extensa la de Romanos con 7.114” 67.
En el Nuevo Testamento se recogen trece cartas paulinas, aunque sabemos que no son
las únicas que escribió. La mayoría de los estudiosos suelen considerar auténticas sólo
siete cartas de estas trece: Rm, 1 y 2Cor, Gál, Flp, 1Tes, Flm.
En 1Cor 5,9 hace referencia a una carta escrita con anterioridad a dicha comunidad
y en 2Cor 2,4 alude a otro escrito, denominado “carta en lágrimas”, enviada a la
comunidad de Corinto previamente a la conocida como 2Cor. Tales misivas se han
perdido; algunos estudiosos pretenden identificarlas, en parte o completas, en las
dos que están recogidas en el canon. Por otra parte, en Col 4,16 Pablo pide que sea
leída en público en esa comunidad la carta de Laodicea, que tampoco ha llegado
hasta nosotros.
Los estudiosos suelen aceptar como auténticas sólo siete cartas de las recogidas en
el corpus paulino. Son las siguientes: Rm, 1 y 2Cor, Gál, Flp, 1Tes, Flm. Sobre las
seis restantes no se ponen de acuerdo. Bastantes exegetas incluyen entre las auténti-
cas Col y 2Tes. El resto de los escritos, 1 y 2Tm, Tit (estas tres denominadas
“pastorales”) y Ef, se suelen atribuir a discípulos muy cercanos a Pablo. El motivo
en que se apoyan los estudiosos para cuestionar su autenticidad es la diferencia de
vocabulario, estilo y argumentos en comparación con las otras cartas reconocidas
como auténticas. Junto a ello, también tienen importancia las posibles referencias a
situaciones históricas que permiten a los estudiosos identificar mejor las circunstan-
cias, motivo y lugar dónde se redactaron estos escritos.
El orden de las cartas paulinas en nuestras Biblias nada tiene que ver con las fechas
en que fueron escritas; se debe más bien a la longitud de los escritos, de mayor a
menor, y los destinatarios, comunidades y personas: Rm, 1 y 2Cor, Gál, Ef, Flp, Col,
67. E.R. RICHARDS, The Secretary in the Letters of Paul (WUNT 42; J.C.B. Mohr, Tübingen1991) 213.
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1 y 2Tes, 1 y 2Tm, Tit, Flm. A este corpus se suele añadir Heb, aunque ciertamente
esta carta no la escribió Pablo. Marción (hacia 140) ordenó las cartas paulinas según
el interés teológico: Gál, 1 y 2Cor, Rm, 1 y 2Tes, Col, Flm, Flp, Load (= Ef). El
orden en los códices antiguos no es siempre el mismo.
Fechas de redacción
En cuanto a las llamadas cartas de la cautividad (Flp, Col, Flm, Ef) depende de la
prisión paulina a la que se atribuyan. Los estudiosos, generalmente, han identificado
todas las referencias a una cautividad que tenemos en las cartas paulinas con la pri-
sión sufrida en Roma. Pero este modo de interpretar suscita no pocas dificultades a
la hora de compaginar los proyectos y deseos de Pablo expresados en estas cartas.
Así, por ejemplo, las cartas a los Filipenses y a Filemón, escritas desde la prisión
como el mismo Apóstol afirma (Flp 1,16-20; 2,14-18; Flm 9-13.23), contienen fra-
ses donde Pablo manifiesta su esperanza de ser liberado y realizar una visita a las
comunidades de Macedonia y Asia Menor. En Flm 22 Pablo expresa su deseo de
visitar Colosas, algo que armoniza con dificultad con su proyecto de ir a España ter-
minado su arresto en Roma (cf. Rm 15,24.28). De igual modo, en Flp 1,26s; 2,24
expresa su esperanza de ir a visitar a los fieles de Filipos terminada su prisión, algo
que tampoco armoniza con sus planes misioneros a España desde Roma. Si ambas
fueron redactadas desde Roma, estos planes casan mal con el deseo expresado en
Rm 15,17-28 de viajar a España. Por ello, no pocos estudiosos consideran que estas
dos cartas tienen que referirse a una prisión diferente a la romana. Aunque Lucas no
menciona en su relato ninguna prisión en Éfeso, sabemos que Pablo aludió en
varias ocasiones a las dificultades que sufrió en dicha ciudad, y de tal gravedad, que
pensó que perdería la vida (cf. 2Cor 1,8-11; 11,23; 1Cor 15,32). Debido a ello, en la
actualidad un buen grupo de estudiosos considera muy probable que el Apóstol
haya sido encarcelado por un cierto tiempo también en Éfeso. En dicha prisión se
suele colocar la redacción de Flm y Flp.
Por otra parte, el hecho de que en esta última carta se aluda al pretorio (Flp 1,13) y a
la casa del César (Flp 4,22), ha llevado a bastantes estudiosos a considerar estos
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datos como una confirmación de que su redacción tuvo lugar durante la primera
prisión romana de Pablo. Pero, dado que el pretorio indica el lugar del juicio de los
prefectos y cónsules y la casa del César designa también a los oficiales y esclavos
romanos al servicio del emperador, puede colocarse su redacción también en los
años de las prisiones sufridas en Éfeso o Cesarea, pues en estas ciudades había pre-
torios y la casa del César estaba presente. En cualquier caso, cuando estudiemos
cada una de las cartas de la cautividad, volveremos sobre esta cuestión.
Escritos de circunstancias
Dificultades de redacción
A estas dificultades de interpretación hay que añadir todavía las que se derivan de la
redacción de estos escritos. No siempre su forma de expresarse es clara, lle-
gando a veces a ser enigmática o confusa. Esta redacción oscura y complicada
de algunos pasajes ha sido reconocida por bastantes estudiosos. Citamos sólo dos.
Alan F. Segal afirma: “Las cartas de Pablo, aunque muy leídas, hay que contarlas
entre los textos más difíciles y complicados de la literatura occidental” 69. Por su
parte, Luis Alonso Schökel en su libro sobre La traducción bíblica, afirma: “Traducir
poesía es de ordinario tarea más difícil que traducir prosa –aunque la prosa de Pablo
68. Véase 1Cor 5,3-3; 2Ts 3,12-15; Flm 2; 1Tes 5,27; Col 4,16-17;
69. A.F. SEGAL, Paul le converti. Apôtre ou apostat (Bayard, Paris 2003) 9.
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supera en dificultad a casi toda la poesía del AT-” 70. En las cartas paulinas no sólo
tenemos pasajes en los que la gramática y el léxico son enigmáticos y el sentido muy
difícil de adivinar, sino que también en frases o parágrafos en los que resulta claro lo
que dice el griego cuesta mucho aceptar que el Apóstol pudiera escribir tal cosa.
Incluso hay casos en los que, ante esta extrañeza, algunos estudiosos han pensado
que tales palabras no las escribió el Apóstol, sino que fueron introducidas posterior-
mente en el texto escrito por él.
Recordemos que las cartas más doctrinales o teológicas son 1 y 2Cor, Gál y Rm. No
obstante, no veamos en estos escritos un síntesis de la doctrina paulina, pues, como
ya hemos dicho, están dirigidos a una comunidad concreta, teniendo en cuenta sus
circunstancias específicas, para salir al paso de algún problema o con el deseo de lle-
var a cabo la misión que Cristo encomendó a Pablo. Incluso en estas cartas la
redacción, con no poca frecuencia, está hecha como si estuviera dialogando
con los destinatarios o adversarios de su ministerio; en este sentido son para-
digmáticas Gál y 2Cor. El estilo más recurrente en ellas es de carácter judío: cita con
frecuencia los libros sagrados, argumenta desde ellos, utiliza las contraposiciones
típicas de Palestina (luz-tinieblas, muerte-vida, pecado-justicia, perdición-salvación,
carne-espíritu, etc.).
Lo que vamos a exponer es una hipótesis probable de la formación del canon pauli-
no. Hay algunas noticias que nos permiten conjeturar que las cartas de Pablo
fueron leídas con veneración en las comunidades cristianas desde una fecha
muy temprana. De hecho, en algunas de sus cartas hay indicaciones precisas para
que sean leídas no sólo ante la comunidad destinataria, sino enviadas a otras comu-
nidades para que en ellas también se lean (1Tes 5,27; Col 4,16). Esta recomendación
del Apóstol nos hace suponer que algunas cartas fueron escritas pensando en más
de una comunidad en particular.
70. L. ALONSO SCHÖKEL-E. ZURRRO, La traducción bíblica: Lingüística y estilística (Cristiandad, Madrid 1977) 335.
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El canon Muratori (fechado en las últimas décadas del siglo II) es un ejemplo de
que las cartas paulinas formaron parte muy pronto del canon de las Escrituras cris-
tianas. En él leemos: “En cuanto a las cartas de Pablo, ellas mismas muestran a los
que deseen entender desde qué lugar y con cuál fin fueron escritas. En primer lugar
[escribió] a los Corintios prohibiendo divisiones y herejías; luego a los Gálatas
[prohibiendo] la circuncisión; a los Romanos escribió extensamente acerca del
orden de las Escrituras y exponiendo que Cristo era su tema principal. Nos es nece-
sario exponer cada una (de las cartas). El beato apóstol Pablo mismo, siguiendo el
ejemplo de su predecesor Juan, escribió a siete iglesias en el siguiente orden: prime-
ro a los Corintios, segundo a los Efesios, en tercer lugar a los Filipenses, en cuarto
lugar a los Colosenses, en quinto lugar a los Gálatas, en sexto lugar a los
Tesalonicenses, y en séptimo lugar a los Romanos. Escribió dos veces a los
Corintios y a los Tesalonicenses para corregirles, porque se reconociese que la
Iglesia es una en toda la tierra. También Juan, aunque escribe a siete iglesias en el
Apocalipsis, escribe a todas. Además, [Pablo escribe] una [carta] a Filemón, una a
Tito, dos a Timoteo, por afecto y amistad; pero han sido consideradas por la Iglesia
como referentes a la organización de la disciplina eclesiástica. Circulan otra a los
Laodicenses, y otra a los Alejandrinos, fabricadas con el nombre de Pablo para sos-
tener la herejía de Marción, y algunas otras que no pueden ser reconocidas por la
Iglesia católica, para que la hiel no se mezcle con la miel”.
71. Es el manuscrito más antiguo de las cartas paulinas descubierto hasta la actualidad. Fue adquirido en 1931 por Alfred
Chester Beatty, y se conserva, una parte, en la Biblioteca que lleva su nombre en Dublín, y otra en la biblioteca de la
Universidad de Michigan (30 hojas de 86 en total). Se trata de un códice de papiro, que mide alrededor de 28 x 16,5 cm,
fechado a finales del siglo II o comienzo del III. Incluida originalmente 104 hojas. Hay otros manuscritos del siglo III que
recogen cartas o fragmentos de cartas paulinas. Del siglo IV hay que hacer mención los grandes códices unciales del Vaticano
y el Sinaítico, donde se hayan recogidas las cartas del Apóstol.
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tos “tomados de las Escrituras”. De igual modo Tertuliano (finales del siglo II y
comienzos del III) alude a todas las cartas de Pablo y reconoce su autoridad.
CONCLUSIÓN
Las cartas que escribió Pablo están al servicio del gobierno de las comunida-
des. Por ello, suelen leerse en público e intercambiarse las misivas entre
comunidades. Son escritos de circunstancias; es decir, Pablo responde a pre-
guntas planteadas o intenta solucionar problemas surgidos en su ausencia.
Los estudiosos reconocen unánimemente como auténticas siete cartas: Rm, 1
y 2Cor, Gál, Flp, 1Tes y Flm.
Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
CONCLUSIÓN
UNIDAD DIDÁCTICA 1
Como hemos visto en esta U.D., a pesar de que suele afirmarse que Pablo es un
judío de la diáspora, existen razones suficientes para identificar Palestina como el
lugar en el que creció y se educó. Su formación farisea le llevó a una lucha contra el
cristianismo naciente, llegando a perseguir y condenar a muerte a seguidores de
Jesús. Pero su vida dio un giro brusco cuando se encontró con Jesús resucitado en
su camino a Damasco. Se trata de un acontecimiento real, objetivo; en absoluto una
sugestión o visión subjetiva. Viendo a Jesús glorificado comprendió la verdad que
anunciaban los cristianos, lo que le llevó a formar parte de la comunidad eclesial.
Inmediatamente comenzó a predicar el Evangelio a los judíos en Damasco y luego
en Jerusalén.
ACTIVIDADES
• Teniendo en cuenta los textos autobiográficos de las cartas de san Pablo y los relatos
lucanos de Los Hechos de los Apóstoles, confecciona una biografía de san Pablo, seña-
lando los acontecimientos fundamentales y los lugares en que sucedieron.
• Lee los tres relatos de la aparición del Resucitado a san Pablo en el camino de
Damasco y subraya en rojo las diferencias y en azul las semejanzas entre ellos.
• Coteja Hch 9,26-30; 11,19-26; 11,27-30; Gál 1,21; 21-3 y escribe cronológicamente la
información recogida en estos textos sobre la actividad de san Pablo. Lee también Hch
15 y cotéjalo con la última cita de Gál intentando identificar si el suceso descrito es el
mismo.
• Lee los capítulos del libro de Los Hechos de los Apóstoles dedicados a narrar los viajes
misioneros de san Pablo y localiza en un mapa las regiones evangelizadas y las ciudades
donde residió el Apóstol.
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LECTURAS RECOMENDADAS:
P. DREYFUS, Pablo de Tarso. Ciudadano del Imperio (Palabra, Madrid 1996) 15-86.
F.F. BRUCE, Pablo, Apóstol de corazón liberado (Mundo Bíblico, Las Palmas 2004).
Tema 2
1. F 2. V 3. F 4. F 5. F
Tema 3
1. F 2. V 3. V 4. F 5. F
Tema 4
1. V 2. F 3. F 4. F 5. F
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UNIDAD DIDÁCTICA I1
Contenido
INTRODUCCIÓN
Esta U.D. está dedicada al estudio de las primeras cartas escritas por san Pablo y aquellas
que son consideradas como las más importantes desde el punto de vista doctrinal.
En el tercer tema estudiaremos las otras dos cartas doctrinales: Gálatas y Romanos. De la
primera, 1) identificaremos quiénes son los destinatarios, 2) porqué motivo escribió san
Pablo esta carta, 3) su estructura y contenido, 4) quiénes son los adversarios a los que hace
frente san Pablo, 5) su teología, 6) el lugar y fecha de su composición. De la segunda, 1)
cómo se formó la comunidad cristiana de Roma, 2) la procedencia de sus miembros, 3) la
estructura y contenido de la misiva, 4) porqué motivo escribió san Pablo esta carta a una
comunidad que él no conocía, 5) su teología, 6) el lugar y fecha de su composición.
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Tema
En general, las ciudades del imperio romano se pueden describir como lugares
superpoblados, construcciones de baja calidad y fáciles a ser pasto del fuego; de
hecho, tenemos constancia de abundantes incendios. Los habitantes de dichas ciu-
dades padecían con frecuencia el flagelo de enfermedades, plagas y terremotos. La
mortalidad era muy alta y la llegada de emigrantes constante. El ruido, la suciedad y
la inseguridad eran proverbiales, sin olvidar las guerras y conquistas con las consi-
guientes matanzas y destrucciones.
Tesalónica fue fundada por el rey Casandro de Macedonia hacia el 316 a.C. El nom-
bre de la ciudad deriva del nombre propio de su mujer: Thesaonike, que era hija de
Filipo II de Macedonia; por tanto, hermana de Alejandro Magno. Tanto su posición
geográfica, situada en la punta del golfo Termaico, como el paso de la vía Egnatia
favorecieron el comercio, llegando a ser una ciudad importante. En el año 168 cayó
bajo el gobierno romano y se convierte en la capital de la provincia romana de
Macedonia. Desde la batalla de Filipos (42 a.C.) fue civitas libera, con administración
y tribunales propios: estaba gobernada por siete funcionarios elegidos por el pueblo;
se les denominaba politarchai. Su población, entre 35.000-40.000 habitantes, pro-
venían de todas las naciones; en ella se han identificado lugares de culto a los dioses
griegos, romanos y egipcios. La presencia judía fue también numerosa en esta ciudad.
Fundación de la comunidad
Su primera etapa misionera fue Filipos, colonia romana, donde se detuvo por algún
tiempo. Tras cruzar las ciudades de Anfípolis y Apolonia llegó a Tesalónica y en su
sinagoga, según su costumbre, anunció a los judíos la pasión, muerte y resurrección
de Jesús, el verdadero Mesías. Los Hechos de los Apóstoles describen con estas pala-
bras el resultado de su predicación: “Y algunos de entre ellos quedaron convencidos
y se pusieron en manos de Pablo y Silas; y de los griegos temerosos de Dios, gran
multitud; y de las mujeres principales, no pocas” (Hch 17,4). Téngase en cuenta que
todas estas conversiones suceden dentro del espacio de la sinagoga como conse-
cuencia de la predicación del Apóstol, por tanto son judíos o prosélitos. De hecho,
sólo así se comprende la reacción de los judíos celosos, que alborotaron la ciudad
contra el grupo de misioneros cristianos, que se ve obligado a huir de noche inte-
rrumpiendo bruscamente su trabajo evangelizador (Hch 17,5-10). Por lo demás,
algunas características identificadas por los estudiosos tienen que ver con creencias
mesiánico-apocalípticas judías.
Duración de su estancia
Según Hch 17,2, Pablo estuvo en esta ciudad tres semanas. Sin embargo, hay varios
datos que hacen suponer que la estancia fue bastante más larga. En primer lugar,
la exigencia de un tiempo largo se deduce de la dedicación que otorgó Pablo a la
construcción de esta comunidad, de la perseverancia en la predicación que requiere
la implantación de la fe (1Tes 2,7-12). Por otra parte, el mismo Pablo alude a la
necesidad que tuvo de trabajar para poder vivir, a pesar de la ayuda económica que
le enviaron los cristianos de Filipos al menos dos veces (1Tes 2,9s; Flp 4,15s). De
estas noticias debemos deducir, por tanto, que Pablo estuvo un periodo largo de
tiempo en aquella ciudad. Quizá el tiempo señalado por Lucas puede referirse a lo
que duró la predicación en la sinagoga; pero parece improbable.
Ocasión de la carta
Al abandonar Tesalónica, después de pasar por Atenas, llegó a Corinto, y allí cono-
ció a Áquila y Priscila, judíos convertidos al cristianismo en Roma, que le
ofrecieron trabajo. Cada sábado se acercaba a la sinagoga para predicar el
Evangelio. Después de un tiempo, llegó a Corinto Timoteo, a quien el Apóstol
había enviado a Tesalónica para sostener a los cristianos que estaban siendo perse-
guidos (1Tes 2,14; 3,1-5). Las noticias que trajo eran excelentes (3,6). Quizá
también le hizo llegar algunas cuestiones planteadas por los tesalonicenses, pues la
carta aborda el problema de los que mueren antes de la venida del Señor (4,13-18)
y el día de dicha venida (5,1-11). De hecho la cuestión del retorno glorioso del
Señor aparece en varios lugares de la carta (2,19; 3,13; 5,23). Pablo, queriendo
expresarles la alegría por las noticias recibidas y salir al paso de sus interro-
gantes escribió esta carta, que la mayoría de los estudiosos coloca su redacción
durante el invierno del año 50-51.
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La carta está llena de recuerdos personales. Alude con frecuencia a los sufrimientos
propios y de la comunidad causados por anunciar el Evangelio o por la adhesión a la
predicación apostólica. Aborda la suerte de los cristianos muertos antes de la venida
gloriosa de Jesucristo y el momento en que Cristo volverá gloriosamente.
Contenido de la carta
sometidos por causa de los judíos (2, 13-16). Se goza de las buenas noticias recibi-
das y expresa su deseo de volver a ellos cuanto antes (2,17-3,13). En la segunda
parte de la carta realiza una serie de exhortaciones (4,1-12) y aborda algunas cuestio-
nes: la suerte de los difuntos y el advenimiento del Señor (4,13-5,11). Antes de la
conclusión de la carta, realiza unas recomendaciones a la comunidad sobre su adhe-
sión a los que gobiernan la comunidad, a expresarse la caridad, y a orar sin cesar
(5,12-22). En la conclusión de la carta pone bajo la protección de Dios a la comuni-
dad y pide sus oraciones(5,23-28). Ciertamente el estilo es solemne y seguramente
evoca la lectura pública ante la comunidad reunida.
En cuanto a la teología que más han destacado los estudiosos es la relacionada con
la suerte de los difuntos y la segunda venida gloriosa de Jesús. Abordaremos
brevemente esta cuestión de la espera escatológica en las comunidades paulinas,
pues no disponemos de espacio para hacerlo con detalle. Ante todo hay que señalar
que en las cartas de Pablo la venida gloriosa de Jesús no se indica como
inminente, contrariamente a lo que han afirmado no pocos estudiosos. Se suele ver
como prueba de ello el uso de la primera persona del plural, como si se estuviera
incluyendo el mismo Pablo entre los vivos cuando llegase la parusía (1Tes 4,15-
17) 72. Es más, según este texto habría que concluir que los lectores de Pablo estarán
vivos en el momento de la parusía. Pero, dada la realidad de los que ya han muerto,
es difícil sostener que Pablo asegure la permanencia en vida de todos los miembros
de la comunidad de Tesalónica. En realidad, este modo de hablar no hay que enten-
derlo necesariamente en ese sentido, mucho más cuando en otros lugares el Apóstol
expresa con claridad su conciencia respecto a una muerte cercana y al juicio ante el
tribunal de Cristo por lo que había hecho durante su vida (2Cor 1,8-10; 5,9-10). Por
lo demás, reconoce su ignorancia respecto al momento en que la vuelta gloriosa de
Jesucristo sucederá, pues afirma que llegará de modo imprevisto, como suele hacer
el ladrón: “Vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá como el
ladrón en la noche” (1Tes 5,2); palabras que son un eco claro de la predicación de
Jesús (cf. Mt 24,36-43). Pablo, pues, no enseña la inminencia de la parusía; otra cosa
es que la confiese, e incluso que la desee. De hecho, en su segunda carta a los
Tesalonicenses volverá a retomar el tema dejando claro que la segunda venida del
Señor no es inminente. Y téngase en cuenta que dicha misiva fue escrita pocos
meses después de 1Tes.
Por lo demás, Pablo afirma con claridad la resurrección corporal de los muertos
cuando venga gloriosamente Cristo. Todos los cristianos, los que murieron y los que
aún vivan, gozarán de la compañía de Jesucristo, pues con esta finalidad murió y
resucitó: “Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, de igual modo Dios llevará
con él, por medio de Jesús, a los que han muerto” (4,14); “porque Dios no nos ha
destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo, que murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con
él” (5,9-10).
72. El vocablo “parusía” servía para designar las visitas del emperador o reyes. El NT lo utiliza para referirse al “día del Señor
o al día de Yahvé”, del que habla con frecuencia el AT.
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En esta carta Pablo alude bastantes veces a la predicación evangélica que él realizó
en medio de los tesalonicenses y la identifica con la Palabra de Dios. Es Dios
mismo quien habla a través de su palabra: “Al recibir la palabra de Dios, que os pre-
dicamos, la acogisteis no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como
palabra de Dios que permanece operante en vosotros los creyentes” (2,13; cf. 1,5-6).
Lo que él proclama es el Evangelio de Dios: “Tuvimos valor para predicaros el
Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición” (2,2; cf. 1,8; 2,8-9). Ciertamente
no se puede esperar que esta carta sea un resumen de toda la predicación que Pablo
realizó en Tesalónica, ni siquiera una síntesis. El escribe provocado por unas cir-
cunstancias concretas y para responder a algunas cuestiones planteadas. No
obstante, tenemos en ella el eco de su enseñanza; al menos algunas de las grandes
verdades transmitidas: la muerte y resurrección de Jesús, la proclamación de su
mesianidad, el anuncio de su venida gloriosa para conceder la salvación a sus fieles,
y la vida del Espíritu, quien obra la conversión. La instrucción ética se basa en los
acontecimientos salvíficos cumplidos entre nosotros y en la esperanza escatológica.
En ella, invita a los fieles de Tesalónica a una vida santa, a la abstinencia de la forni-
cación, a la sobriedad, a trabajar para comer, al apoyo mutuo, a obrar el bien con
todos y a la oración constante (4,3.11; 5,6.12-18). Casi al final de la carta indica un
criterio ecuménico decisivo: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (5,19).
Por otra parte, 1Tes está llena de referencias a las tribulaciones que sufrieron
la comunidad y el mismo Pablo durante su predicación en dicha ciudad 73.
Informaciones que confirman la existencia de graves dificultades en Tesalónica
tenemos también en otros pasajes del NT 74. La mayoría de las veces estas aflicciones
son denominadas en el texto griego con la palabra thlipsis (tribulación, opresión),
que nos proporciona un primer indicio para descubrir en qué tipo de tribulaciones
piensa Pablo: se trata de sufrimientos inherentes al seguimiento de Cristo, origina-
dos por la adhesión a la predicación apostólica o por anunciar el Evangelio 75. En
este contexto de dificultades y aflicciones se comprende bien cómo la acogida de la
predicación evangélica por parte de los cristianos de Tesalónica y su fidelidad a ella
llegaron a ser modelo para todos los creyentes y motivo de agradecimiento y alaban-
za para Pablo y las otras comunidades de Macedonia y Acaya 76.
Integridad de la carta
Respecto al estilo literario de Pablo en este escrito debemos señalar el uso del para-
lelismo, quiasmo y antítesis. Construye frases largas, con abundancia de participios y
preposiciones. Contiene dos acciones de gracias (1,2-10; 2,13-14) y dos conclu-
siones (3,11-13; 5,23-28). En la primera se recoge el deseo de verlos (cf. 1Cor 15,5;
2Cor 13,10; Flm 22), una oración, y la expresión “por lo demás hermanos” (cf.
2Cor 13,11; Flp 4,9; 2 Tes 3,1). Hay también dos exhortaciones (4,1-8; 5,12-22). A
causa de estas repeticiones, algunos estudiosos han deducido la unión de dos cartas.
La carta A, que reflejaría la persecución de los tesalonicenses, el deseo y la imposibi-
73. Explícitamente en 1Tes 1,6; 2,2; 2,14-16; 3,3.4.7; implícitamente en 1,7; 2,18; 3,5.
74. Así Hch 17,5-10; 2Cor 8,1-2.
75. M.E. THRALL, A Critical and Exegetical Commentary on the Second Epistle to the Corinthians, I (ICC; T&T Clark, Edinburgh
1994) 103s, afirma: “La palabra qli```yi" es muy usada en los LXX para todo tipo de aflicción, dificultad y opresión, tanto
exterior como interior. En particular se refiere a la opresión de Israel y también al sufrimiento de individuos justos, y así se
convierte en un concepto religioso. En el NT se refiere frecuentemente a las aflicciones de los creyentes”.
76. 1Tes 1,3.6.8; 3,13; 3,6.9.
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lidad del Apóstol de verlos, las reflexiones que le motivan las buenas noticias de
Timoteo (2,13-4,8). En 2,13-4,2 Pablo habla partiendo de lo sucedido, de su preocu-
pación y de la tranquilidad que le produjeron las noticias que trajo Timoteo. En esta
sección se alude a las persecuciones, de donde nacen las preocupaciones de Pablo
por la fidelidad de los tesalonicenses. Sin embargo, en la carta B no se habla ya de
persecución (1,1-12; 4,9-5,28). El tono es más didáctico, y la preocupación de Pablo
es la opinión que tienen de él (2,1-12). Cuando la atención se centra sobre los tesa-
lonicenses es para recordarles las exigencias de la vida cristiana (4,3-12; 5,12-22) o
responder a la cuestión del día del Señor (4,13-5,11). En todo ello se ha querido
detectar una posición emotiva diferente en Pablo respecto a los fieles de Tesalónica,
y por tanto, un tiempo transcurrido entre una y otra. Evidentemente los estudiosos
tienen que suponer que en la acción de juntarlas se llevó a cabo la amputación de
algunos saludos y elementos conclusivos (augurio de la paz, saludos e invocación de
la gracia divina).
En realidad, ninguno de los motivos argumentados para justificar esta teoría tiene
un fundamento sólido. Por un lado, en la antigüedad no tenemos ningún testimonio
o evidencia de que un autor haya juntado dos cartas suyas en una publicación.
Además, 1Tes aparece copiada como nos ha llegado en los manuscritos más anti-
guos (P 46). Dicho de otro modo, la existencia de dos cartas unidas es una creación
de los estudiosos para explicar algunos fenómenos redaccionales de la carta.
Recientes estudios han puesto en evidencia la composición cuidada de la carta en
tres círculos (1,2-2,16; 2,17-3,13; 4,1-5,24). Por todo ello, hoy suele defenderse la
unidad de la carta entre los estudiosos.
Contenido de la carta
El Apóstol intenta aclarar con esta carta algunas interpretaciones erróneas relacio-
nadas con la venida gloriosa de Jesucristo. Ésta no sucederá de modo inminente.
Antes tienen que suceder otros acontecimientos. Pablo señala la apostasía; es decir,
el abandono de la fe de muchos ante la persecución y las dificultades que sobre-
vendrán. Habla también de la manifestación del “hombre de la iniquidad, el hijo
de la perdición”, que algunos identifican con el anticristo. De él, Pablo le atribuye
una oposición radical a Dios: “Primero tiene que llegar la apostasía y manifestarse el
hombre de la impiedad, el hijo de la perdición, el que se enfrenta y se pone por
encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el tem-
plo de Dios, proclamándose él mismo Dios” (2,3-4). Aunque existe un obstáculo
que se opone a la acción del hombre de la iniquidad (2,6s).
En el capítulo inicial, el Apóstol afirma con radicalidad el castigo sobre aquellos que
atribulan con persecución a los creyentes de la comunidad y se oponen a la predica-
ción evangélica cuando Cristo Jesús se manifieste gloriosamente al final de los
tiempos: “Es justo a los ojos de Dios retribuir con tribulaciones a los que os atribu-
lan; en cambio, concederos a vosotros, los que pasáis tribulación, el debido
descanso, juntamente con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo
con sus poderosos ángeles, en medio de un fuego llameante, para hacer justicia con-
tra los que se niegan a reconocer a Dios y contra los que no obedecen al Evangelio
de nuestro Señor Jesús; estos sufrirán el castigo de una ruina definitiva, lejos de la
presencia del Señor y de la gloria de su poder” (1,6-9).
Autenticidad de la carta
La autenticidad de 2Tes se ha puesto en duda por varios motivos. Por una parte,
están las palabras que no se encuentran en las otras cartas paulinas reconocidas
como auténticas (unas 30 palabras) y la existencia de una buena parte del contenido
que coincide en las dos cartas dirigidas a la comunidad de Tesalónica; incluso la
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estructura es igual. De igual modo, se suelen considerar tomados de 1Tes los deta-
lles apocalípticos (2,1-12). Por añadidura, la afirmación de una no inminencia
escatológica sería incompatible con lo afirmado por Pablo en 1Tes 5. Por último,
algunos estudiosos suelen destacar también el tono más frío y distante de 2Tes fren-
te a la viveza y calor de 1Tes. Todas estas características, al parecer de estos
estudiosos, son suficientes para detectar la mano de un imitador de 1Tes.
En realidad, una comparación entre las dos cartas avala la autenticidad pauli-
na. Ante todo, la diferencia de tono viene impuesta porque el Apóstol sale al paso
de un error que quiere corregir; un error de interpretación de su carta anterior. No
obstante, en ambos escritos se percibe su afecto e interés por los fieles de
Tesalónica, a los que llama varias veces “hermanos”. En cuanto a la estructura es
normal que haya coincidencia al tratarse de una carta; o sea, en ambas hay un saludo
inicial, un agradecimiento, una exhortación moral y una conclusión. La semejanza
en el contenido temático seguramente es debida a la circunstancia histórica que
vivía la comunidad y que obligó a Pablo a retomar el tema tratado. Por otro lado, las
diferencias en el lenguaje a pesar de ser el mismo tema son fácilmente explicables
por elección del Apóstol o la situación personal en que se encontraba.
En resumen, es natural que si Pablo vuelve pocos meses después sobre algunos
argumentos tratados en 1Tes haya semejanzas de temática y lenguaje, e incluso de
orden y distribución de la materia. Por todo ello, es más prudente afirmar la
autenticidad apostólica, en coincidencia con la tradición eclesial 77. Como afir-
ma J. Murphy-O’Connor, “las pruebas contra la autenticidad de 2Tes son tan débiles
que conviene mantener la atribución tradicional de la carta a Pablo” 78. Los Santos
Padres no cuestionan su autenticidad. Por ejemplo, la reconocen como auténtica del
Apóstol Ireneo (Adversus Haereses 5,25,1), Tertuliano (Adversus Marcionem 5,16),
Clemente de Alejandría (Stromata 5,3,17), etc. También el Canon Muratori la men-
ciona atribuyéndosela a Pablo. Por lo demás, en los saludos finales, Pablo indica que
esta carta es suya (3,16-18).
77. Para un estudio más detallado de las objeciones a la autenticidad de esta carta y sus posibles respuestas cf. A.
WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento (BH 36; Herder, Barcelona 21966) 271-274.
78. J. MURPHY-O’CONNOR, Vita di Paolo, (Introduzione allo studio della Bibbia. Supplementi 13, Paideia, Brescia 2003) 135.
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Motivo de la carta
Es posible que la causa que motivó esta segunda misiva fueran ciertas afirmaciones
que se difundían entre los miembros de la comunidad relacionadas con la parusía;
por ejemplo, “el Señor está presente” o “el día del Señor llega”. También sale al
paso de algunas actitudes reprochables de algunos de la comunidad, que no trabaja-
ban y se metían en todo. La doctrina de la inminencia del día del Señor atribuida al
Apóstol (2,2) es rechazada como una atribución o interpretación falsa (2,3). Quizá
por ello se detiene en mencionar algunos signos o sucesos anteriores a la venida del
Señor (2,3-12). En cualquier caso, conocidas las circunstancias de la comunidad,
Pablo se ve en la necesidad de aclarar la concepción cristiana de la venida gloriosa
del Señor y exhortar a los fieles a una vida razonable; por ello, les invita a vivir el
presente y la realidad.
CONCLUSIÓN
Las dos cartas a la comunidad de Tesalónica son muy probablemente las pri-
meras que Pablo escribió. La finalidad de la primera es sostener a los fieles
cristianos en los sufrimientos que les causaban el rechazo y la persecución de
los judíos celosos, y también para responder algunas preguntas que le hicieron
llegar sobre la suerte de los difuntos cristianos y la vuelta gloriosa de
Jesucristo. En la primera parte Pablo alude con frecuencia a su estancia y difi-
cultades vividas en Tesalónica y expresa el afecto que tiene por esta
comunidad.
Ambas cartas son auténticas. A pesar de que algunos estudiosos hayan atri-
buido la 2Tes a un discípulo de Pablo, ninguna de las razones aportadas tiene
suficiente peso como para oponerse a la tradición eclesial, que siempre ha
considerado esta carta escrita por Pablo.
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Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
Tema
Las cartas a los Corintios
2
I. Contexto histórico
Su situación geográfica
Hallazgos arqueológicos
Duración de su estancia
Pablo probablemente recorrió a pie los 85 km. que separaban Atenas de Corinto.
Allí llegó en el año 50, después del fracaso de su predicación en Atenas (cf. 1Cor
2,3). Establecido en la ciudad, entabló una relación con el matrimonio judeo-cristia-
no Aquila y Priscila, que desarrollaban el mismo tipo de trabajo suyo: construir
tiendas (Hch 18,1-3). Dado que al año siguiente de su llegada tuvieron lugar los jue-
gos del Istmo, que se celebraban en honor de Poseidón a las puertas de la ciudad,
trabajo no faltaría. La coincidencia de este evento atlético podría explicar la presen-
cia de imágenes deportivas en la primera carta a los Corintios (cf. 9,24-26).
Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Sóstenes nuestro her-
mano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados por Jesucristo,
llamados santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor
Jesucristo, Señor de ellos y nuestro: a vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro
Padre y del Señor Jesucristo (1Cor 1,1-3).
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Contenido de la carta
La carta empieza con un saludo inicial típico (1,1-3). Pero hay un dato curioso:
junto al Apóstol, como autor de la carta, se nombra Sóstenes. ¿Quién es? En Hch
18,17 se da este nombre al jefe de la sinagoga. ¿Se trata de la misma persona? ¿Qué
función ejerció en relación a la carta para ser citado al comienzo de la misma? Por
otra parte, este saludo inicial es bastante complejo en la redacción; en él se saluda
no sólo a la iglesia de Corinto, sino también a “todos los que en todo lugar invocan
el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. ¿En quién piensa Pablo: en las comunida-
des de la ciudad de Corinto y alrededores o en otras iglesias presentes en diferentes
ciudades? En el primer caso, sería una indicación de la extensión del cristianismo en
la región; en el segundo, expresaría la conciencia de Pablo que escribe una carta que
puede ser leída ante otras comunidades.
Motivo de la carta
Pablo mantuvo con esta comunidad de Corinto una intensa relación epistolar. De
estas misivas tenemos en el Nuevo Testamento sólo dos, pero sabemos con certeza
que envió al menos otras dos, que no han llegado hasta nosotros 83. Pablo, como ya
82. Apolo fue instruido por Priscila y Aquila en Éfeso; luego realizó una labor en Corinto en ausencia de Pablo, según Hch
18,24-28.
83. Cf. 1Cor 5,9; 2Cor 2,3-4; 7,8.12.
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Integridad
La carta era bien conocida por Ignacio de Antioquía y Clemente Romano 89. La atri-
buyen explícitamente a Pablo Ireneo (Adversus Haereses 4,27,3), Clemente de
Alejandría (Stromata 4,21,132-133), Tertuliano (De praesciptione 33) y el Canon
Muratori.
Teología
no nace de una consideración genérica de los mismos, sino en cuanto son practica-
dos en las asambleas comunitarias. Varios elementos de la redacción paulina ponen
de manifiesto que el interés de Apóstol está centrado precisamente en las reuniones
cultuales que realizan los cristianos de Corinto. Por un lado, la reflexión de Pablo
está dirigida no a unos pocos, sino a la comunidad; en concreto a la comunidad reu-
nida para la celebración litúrgica, en cuanto sujeto cultual. De otro lado, en varias
ocasiones hace referencia a las expresiones cultuales de la oración, la salmodia y la
acción de gracias, realizadas no en privado sino públicamente. Por último, la insis-
tencia de que todo debe desarrollarse con el objetivo primordial de buscar la
edificación de la comunidad, es un signo más de que la atención de Pablo está
orientada a la comunidad reunida.
Otro de los grandes temas teológicos de esta carta es la resurrección (c.15). Toda
su enseñanza sobre la resurrección de los cristianos se basa en el hecho de la resu-
rrección de Jesús, que comienza afirmándola desde el inicio del capítulo (v.1-8). Es
este acontecimiento el que nos asegura tanto el perdón de los pecados como la
resurrección futura, pues Jesús resucitado es la primicia de los que han muerto
(v.13-21). Los muertos resucitarán, al igual que Cristo, con un cuerpo incorruptible
y glorioso, espiritual y lleno de fortaleza (v.42-49).
Dado que en los saludos finales alude a las Iglesias de la provincia de Asia y se nom-
bra a Aquila y Prisca, que fueron los principales colaboradores de Pablo en la
edificación de la Iglesia de Éfeso (cf. 1Cor 16,9), los estudiosos suelen situar la
redacción de la carta en dicha ciudad durante su tercer viaje misionero. Recuérdese
que no es su primera carta a los corintios, pues en ella alude a una anterior (1Cor
5,9). En cuanto a las fechas, los estudiosos no se ponen de acuerdo. He aquí algunas
propuestas: primavera 54 (Barrett), primavera 55 (Robinson, Perrin), primavera 57
(Wikenhauser). La fecha más probable es el año 54.
Según el parecer de una buena parte de los estudiosos, poco después de dejar Pablo
Corinto, se introdujeron algunos predicadores ajenos a los círculos paulinos, proba-
blemente provenientes de Palestina, que sembraron entre los cristianos de esta
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He aquí, por ejemplo, la explicación que ofrece uno de los manuales más conocidos,
la Introducción al Nuevo Testamento de Alfred Wikenhauser-Josef Schmid: “El hecho
de que Pablo, ahora, no se ponga inmediatamente en camino para Corinto, sino que
escriba primero una carta a la comunidad y la envíe por medio de Tito, demuestra
que el Apóstol no estaba aún plenamente tranquilizado acerca de la situación de la
comunidad. Y cuando a Tito le entregó la carta en la forma en que ésta ha llegado
hasta nosotros, el tono de la misma, principalmente en su última parte, muestra que
el Apóstol tenía aún razón sobrada para sentir preocupación. No sólo tiene que
defenderse contra manifestaciones de descontento de la comunidad hacia él [...]
Pablo se había dado cuenta entretanto de que, en el seno de la comunidad, tenía
influyentes enemistades, lo cual había contribuido a que empeorase radicalmente la
situación con respecto a la que existía cuando escribió 1Cor” 94. Así pues, las dificul-
tades internas que existían en la comunidad de Corinto, y que quedaron reflejadas
en la primera misiva 95, adquirieron un cariz más peligroso a causa de esta crítica a su
misión apostólica: corría el riesgo de perder definitivamente la obediencia y el amor
de esta comunidad. Ateniéndonos, pues, a la opinión generalizada de los estudiosos,
esta última carta pretende no sólo reparar los daños ocasionados a la siempre difícil
relación con la iglesia de Corinto, sino sobre todo conjurar el nuevo peligro y resta-
blecer el orden.
Sin embargo, si leemos con atención esta epístola, nos vemos obligados a reconocer
que Pablo es poco explícito respecto a los problemas que pretende afrontar
en ella. Con frecuencia da por sobreentendidas más cosas de las que expresamente
dice; cosa natural en una carta. “La segunda carta a los Corintios -afirma Karl H.
Schelkle- presenta muchos puntos confusos y oscuros, derivados sobre todo del
hecho de que Pablo se contenta, muchas veces, con simples alusiones a circunstan-
cias complejas, que los corintios entendían, desde luego, pero que no están claras
para nosotros. Así no vemos bien quiénes eran exactamente los adversarios con los
que Pablo contendía en su carta, ni sobre qué versaba la vehemente oposición” 96.
En efecto, las alusiones a las circunstancias que originaron este escrito son rápidas,
como de pasada, del todo insuficientes para poder definir con claridad la situación
de la comunidad, el contexto histórico-teológico de las críticas y la identidad de los
adversarios; en una palabra, lo que constituye la trama de esta carta paulina. Por ello,
es difícil evitar la impresión de que la reconstrucción de los antecedentes que hemos
resumido anteriormente se ha logrado armonizando detalles discrepantes, y suavi-
zando o prescindiendo de afirmaciones contenidas en la carta que no encajaban
bien en el marco descrito. Estos elementos distorsionadores han sido ignorados,
como sucede en algunas excavaciones arqueológicas: aquellas piedras o restos que
no encajan en el nuevo ordenamiento son dejados a un lado. Y así siempre queda la
duda acerca de la exactitud de la presentación ofrecida por los estudiosos, o sea, de
la verosimilitud de la realidad histórica descrita.
Es cierto que algunas de estas extrañezas suelen explicarse afirmando que 2Cor es
una colección de varias cartas (volveremos sobre este problema en el apartado
sobre la unidad de la carta). A nuestro juicio, este modo de proceder en la investiga-
ción es inadmisible, sobre todo porque se sitúa en un círculo cerrado. Por una parte,
se intenta justificar esta reconstrucción histórica apelando a las aparentes contradic-
ciones de talante y estilo que manifiesta el Apóstol a lo largo de su carta; y por otra,
el contexto histórico resultante se utiliza como clave interpretativa de las dificulta-
des existentes en el escrito. Estamos ante dos problemas distintos, aunque
relacionados, que difícilmente pueden iluminarse mutuamente. El argumento de la
unidad de la epístola debería dilucidarse mediante argumentos de tipo lingüístico y
de contenido de la carta; y es previo a cualquier intento de descripción de las cir-
cunstancias históricas que rodearon este escrito. Es innegable que mucha mayor
importancia posee el hacer una traducción clara, completa, de todos los capítulos de
la epístola, que no desarrollar teorías sobre si ésta es unitaria o está compuesta de
varios escritos.
El problema de la unidad de la carta surge con Joh S. Semler en 1776 100. Este autor
la cuestiona apoyándose en las diferencias llamativas entre c.8 y 9 y entre c.1-7 y
c.10-13. A su juicio, 2Cor sería el resultado de la unión de tres misivas: c.1-8 + c.9 +
c.10-13. Desde entonces los estudiosos discuten sobre la unidad de la carta opo-
niendo argumentos en contra y a favor.
100. J.S. SEMLER, Paraphrasis II Epistolae ad Corinthios. Accessit latina vetus translatio et lectionum varietas (C.H. Hemmerde, Halle
1776).
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No pocos autores han identificado el contenido de los últimos capítulos con la lla-
mada “carta en lágrimas”. Pero varias características lo impiden. Ante todo, dicha
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carta fue enviada por Pablo como respuesta a una ofensa que el Apóstol recibió de
alguien en una de sus visitas, pero en estos capítulos no se alude para nada a dicha
ofensa. Su tema central es una defensa del ministerio apostólico frente a unos ata-
ques de algunos procedentes de fuera de la comunidad y con una mentalidad
judaizante. Por lo demás Pablo alude en estos capítulos a una visita que realizará
próximamente a la comunidad, mientras que la “carta en lágrimas” fue redactada
como sustitución de una visita programada. Por ello, estos capítulos finales de 2Cor
no pueden identificarse con esa carta perdida.
Contenido de la carta
La carta, después del saludo habitual, comienza con una alabanza al Padre por el
consuelo recibido en la última tribulación; una adversidad de características dramáti-
cas, ya que puso al Apóstol en peligro de muerte. Aunque el texto no especifica este
grave peligro, se ha propuesto la revuelta de los plateros o una prisión sufrida en
Éfeso 101. Sigue después una primera parte donde Pablo exalta la gloria del minis-
terio apostólico en comparación con el de la Antigua Alianza (1,12-7,16);
invita a la unión y alejamiento de la idolatría, al mismo tiempo que se muestra con-
tento con las noticias recibidas por boca de Tito.
La tercera parte es una discusión de Pablo con sus adversarios, donde se burla
de su arrogancia y realiza una apología de su apostolado (c.10-13). Finaliza anun-
ciando una próxima visita y dando algunas indicaciones.
Contenido teológico
colecta en favor de la comunidad de Jerusalén (c.8-9) y sufrirá cuando vea a los fie-
les en peligro: “¿Quién enferma sin que yo enferme? ¿Quién tropieza sin que yo me
encienda?” (11,29).
En los capítulos que recogen su apología, se gloría de ser más apóstol que sus
adversarios y de sus privilegios. Pero de lo que realmente se gloría es de su debilidad
para que habite en él la fuerza de Cristo (cf. 12,9).
Como en esta carta habla sobre la colecta a lo largo de dos capítulos, intentaremos
entender cuál era la preocupación que movía a Pablo a llevar a cabo esta iniciativa.
De igual modo, Pablo insiste en que este don ofrecido multiplicará la acción de gra-
cias a Dios (2Cor 9,11-13). Ciertamente con estas palabras alude al agradecimiento
de los cristianos que habitan en Jerusalén, pero no sólo: el Apóstol indica explícita-
mente que esta limosna será beneficiosa para los necesitados de Jerusalén y también
para todos los cristianos generando una abundancia de acción de gracias a Dios.
¿De qué manera se verán “todos” (v.13) beneficiados por este gesto de caridad de
los corintios en favor de la comunidad jerosolimitana?
De este modo, la holgura con que viven unos será remedio para la falta de los otros:
los corintios compartiendo sus bienes materiales mitigan las carencias de los jerosoli-
mitanos, mientras que el conocimiento y familiaridad con el acontecimiento cristiano
de éstos remediará la ignorancia y extrañeza de aquéllos respecto a lo sucedido en la
tierra de Judea (2Cor 8,14). Dicho de otro modo, el anuncio evangélico les ha llegado
gracias a la comunidad cristiana de la ciudad santa; puesto que ellos han sido enrique-
cidos con la fe, gracias al ímpetu misionero de los primeros cristianos, ahora deben
compartir sus riquezas materiales para remediar la necesidad de los santos de
Jerusalén. Se trata de un gesto libre, pues cada uno da según sus posibilidades y
voluntad, pero la libertad se mueve en relación a la conciencia del don recibido de la
comunidad madre de Jerusalén. Es el agradecimiento por el bien presente que expe-
rimentan, por el cambio de vida que ha generado la fe recibida, lo que mueve la
voluntad de los corintios, no la imposición de un mandato del Apóstol.
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La predicación del Evangelio por todo el mundo ha exigido que los apóstoles y
seguidores de Jesús abandonaran su patria y lugares donde habitaban, se han visto
obligados a dejar familias y trabajo; en una palabra se han empobrecido material-
mente. Es muy probable que tales circunstancias, vividas por Pablo en su propia
carne, hayan favorecido la referencia a la encarnación de Jesús para motivar la gene-
rosidad de los corintios: “Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el
cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza”
(2Cor 8,9). Comentando este versículo, Margaret E. Thrall hace notar que “la cues-
tión está subrayada por el di’ hymas: los mismos corintios son los beneficiarios de
este empobrecimiento” 103. En efecto, ellos son los que se han enriquecido con la
experiencia salvífica que los misioneros llegados de Judea compartieron con ellos.
Por eso son deudores de aquellos que se han hecho pobres por difundir el
Evangelio (cf. 2Cor 9,13; Rm 15,27). Y así, éstos que experimentan la penuria
por su decisión de compartir con los demás la gran riqueza del encuentro
con Cristo, se verán aliviados cuando reciban la ayuda material abundante de
las comunidades paulinas (cf. 2Cor 8,14).
En la carta hay varios modos de designar a estos adversarios. Así en 4,3-4 leemos:
“Y si nuestro Evangelio está velado, lo está entre los que se pierden, los incrédulos,
cuyas mentes ha obcecado el dios de este mundo para que no vean el resplandor del
Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios”. En este pasaje se ven cla-
103. M. THRALL, The Second Epistle to the Corinthians, 532.
104. Véase, por ejemplo, 2Cor 3,1-18; 11,4; 11,22-23.
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ramente que los que se pierden (apollyménois) son los mismos que son llamados
después incrédulos (ápistoi). Quiénes se esconden detrás de estos epítetos, según
Margaret Thrall no es difícil deducirlo: “Los apollymenoi deben ser no cristianos,
puesto que en el v.4 son identificados con los apistoi. Los judíos incrédulos de
Corinto (cf. Hch 18,4-6) deben de estar principalmente en el punto de mira” 105.
En otro lugar de la carta, los mismos adversarios son denominados los muchos
(polloí; 2,17) y se da una característica suya: “negocian con la palabra de Dios”; un
juicio que vuelve aparecer en 4,2: adulteran la palabra de Dios. En los capítulos fina-
les de la carta volverá a describirlos con palabras semejantes: “Esos tales son falsos
apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo” (11,13). Todos
estas expresiones designan a judíos hostiles al Evangelio. Es más, en el c.3
compara la antigua y nueva alianza; donde es claro que allí se está refiriendo a judíos
no creyentes, que siguen leyendo el Antiguo Testamento con un velo en los ojos
que les impide entender correctamente su sentido (3,14) 106.
Por lo demás, es difícil atribuirla a un falsario, pues refleja con claridad el tempe-
ramento impetuoso y la conciencia apostólica de Pablo. Además, refleja una
situación bastante complicada para Pablo respecto a sus adversarios, que ciertamen-
te ningún discípulo o seguidor suyo habría imaginado de no ser cierto. Por ello,
ningún autor duda de la autenticidad paulina de esta carta.
CONCLUSIÓN
Pablo permaneció en Corinto un año y medio, lo que favoreció unos vínculos
fuertes con la comunidad cristiana que suscitó en esta ciudad por medio de su
predicación. Las dos cartas que nos han llegado dirigidas a los Corintios no
son las únicas que el Apóstol escribió, como él mismo testimonia en ambas
misivas.
Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
Tema
Cartas a los Gálatas y los Romanos
3
La región de Galacia se cita varias veces en el Nuevo Testamento 108. Algunos han
sugerido que la carta va dirigida al grupo étnico que habitaba en estas regiones. Pero
es más probable que Pablo esté pensando en las comunidades de la región de
Galacia; comunidades que hay que situar en la Galacia del sur. Por lo demás,
no es algo inusual que Pablo se refiera en sus escritos a las comunidades por las
provincias donde residen: iglesias de Asia (1Cor 1,19), de Macedonia (2Cor 8,1), de
Acaya (2Cor 9,2). Por eso, sería normal que al aludir a las comunidades de
Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe se refiera a ellas como las iglesias de
Galacia.
107. Los estudiosos no se ponen de acuerdo. Defienden la localización del Norte: J.B. Lightfoot, J. Knabenbauer, A. Loisy,
M.-J. Lagrange, F. Prat, H. Lietzmann, D. Buzy, G. Ricciotti. Otros prefieren la Galacia del Sur: G. Perrot, W.M. Ramsay, Th.
Zahn, V. Weber, E. Le Camus, E. De Witt Burton, G.S. Duncan, F. Amiot.
108. Cf. 1Cor 16,1; 2Tm 4,10; 1Pe 1,1; Hch 16,6; 18,23.
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La presencia del culto imperial, de las religiones mistéricas y oficiales son patentes
en la región de Galacia, sobre todo en sus ciudades más importantes, pues en ellas
encontramos vestigios de culto a Cibeles, Mitra, Zeus, Esculapio… Es, pues, una
región pagana. ¿Hemos de deducir, por tanto, que los destinatarios de esta carta
provienen del paganismo? Algunos rasgos señalados en la carta hacen pensar que
los cristianos a quienes se dirige la misiva proceden de la gentilidad: no están circun-
cidados ni practican las normas de la Ley (3,2.5; 4,21; 5,2-4; 6,12). Por otro lado,
Pablo insiste varias veces en este escrito que su predicación entre los gentiles es
voluntad de Dios y ha sido reconocida por los apóstoles (1,16; 2,2.7-9; 3,8). Además
está la afirmación de 4,8 que normalmente es entendida como una clara referencia
al origen pagano de los destinatarios de la carta: “Cuando no conocíais a Dios, erais
esclavos de seres que en realidad no son dioses”.
¿Vinculados al judaísmo?
Sin embargo, los versículos posteriores parecen señalar en otra dirección: “Mas
ahora que habéis conocido a Dios, o, mejor dicho, que Dios os ha conocido, ¿cómo
os volvéis de nuevo a esos elementos sin eficacia ni contenido y queréis volver a ser
sus esclavos como antes? Observáis días, meses, estaciones y años” (v.9-10). Aquí el
Apóstol alude a las fiestas judías, pues en el paganismo no se daba la santificación
del tiempo. Además la expresión “volvéis otra vez (epistréphete pálin)” implica una
vinculación anterior con las prácticas judías. Por eso pensamos que estos cristia-
nos, si bien es cierto que no estaban circuncidados, es muy probable que
tuvieran una relación con el judaísmo, una cierta vinculación a la sinagoga
en cuanto temerosos de Dios. Además, sorprende que los razonamientos desa-
rrollados por Pablo en su escrito estén tan insertados en la historia de Israel. Alguna
relación de los destinatarios de la carta con el judaísmo tiene que ser supuesta, pues
Pablo se dirige a cristianos que tenían un conocimiento del judaísmo 109.
Ocasión de la carta
Según nos informa la carta, Pablo permaneció en esta región a causa de una enfer-
medad (Gál 4,13s); aunque fue recibido por los habitantes de aquellas tierras como
un ángel, como si fuera Cristo mismo. Es probable, pues, que no estuviera en sus
planes una estancia larga en esta región. El escrito paulino no ofrece ningún dato
sobre las fechas de este viaje, como tampoco Hechos (cf. 16,6 [segundo viaje]; 18,23
[tercer viaje]), que por lo demás no alude a ninguna enfermedad de Pablo. Dado que
la carta hace mención a los dos viajes del Apóstol a Jerusalén y al incidente de
Antioquía, la fecha de redacción de esta carta que deducen los estudiosos depende
de si la segunda visita a Jerusalén se identifica o no con el concilio de Jerusalén (año
109. Resulta difícil entender que cristianos provenientes de la gentilidad, sin una fascinación o vinculación con el judaísmo, se
sintieran seducidos por la circuncisión; algo tan contrario a la sensibilidad pagana.
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49). En cualquier caso, estas comunidades de Galacia han sido fundadas por él (1,8s;
4,19), y es muy probable que las visitará al menos una segunda vez, como se deduce
de 4,13 y de las normas dadas para la colecta en 1Cor 16,1.
Pablo, apóstol no de parte de hombres ni por mediación de ningún hombre, sino por
Jesucristo y Dios Padre, que lo resucitó de entre los muertos, y todos los hermanos
que están conmigo, a las iglesias de Galacia: Gracia y paz de parte de Dios, nues-
tro Padre, y del Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros pecados para librarnos
de este perverso mundo presente, conforme al designio de Dios, nuestro Padre. A él
la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Gál 1,1,-5).
El saludo inicial de la carta y la despedida muestran que la escribió Pablo, pero que
no estaba solo cuando la redactó (cf. 1,1-2). ¿Desde dónde la escribió? No lo sabe-
mos. Sí podemos deducir cuál fue el motivo que le llevó a escribir: quiere hacer
frente a un problema surgido en estas comunidades a causa de la presencia
de unos predicadores venidos de fuera, y que hechizando a los gálatas, los están
apartando de la verdadera fe al proponer un evangelio diferente (1,6-9). Los sucesos
a los que alude tuvieron lugar poco después de la fundación de estas comunidades
(1,6). El problema en cuestión es abordado desde el comienzo: “(Jesucristo) se
entregó por nuestros pecados para librarnos de este perverso mundo presente”
(1,4). Toda la carta está centrada en la justificación por la fe y no por las
obras de la Ley 110. Pablo expone en ella cómo se pertenece al pueblo de Dios: ya
no es la raza ni la circuncisión, sino la fe en Cristo Jesús.
Estructura y contenido
Estructura de la carta
Contenido de la carta
Comienza con la habitual introducción, pero sin acción de gracias. Después pasa a
exponer el tema o problema que quiere abordar, con tono claramente de repren-
sión. El cuerpo de la carta se puede dividir en tres grandes partes. La primera parte
(1,11-2,14) es una defensa personal de Pablo, donde afirma la procedencia divina
de su autoridad apostólica y explicita su relación con la comunidad de Jerusalén.
La segunda (2,15-4,31) aborda el tema principal: la salvación viene por la fe no
por la circuncisión y el cumplimiento de la Ley. La tercera (5,1-6,10) proclama la
libertad cristiana que nace del Espíritu. Se concluye con una pequeña recapitula-
ción y saludo final (6,11-18).
Comencemos señalando la clara distinción que aparece en el escrito entre los desti-
natarios y aquellos que se han introducido desde el exterior. En palabras de
Murphy-O’Connor: “En la carta escrita a los Gálatas, Pablo traza una clara distin-
ción entre sus convertidos, a los que se dirige como a ‘vosotros’ (p. ej. Gál 3,1-5) y
los otros, a los que se dirige despreciativamente como ‘ciertas personas’ (1,7), ‘algu-
no’ (1,9), ‘ellos’ (4,17;6,13): ¡en la antigüedad no se otorgaba ninguna publicidad
gratuita a los adversarios! El indicio claro de que estos últimos eran extraños infil-
trados son los verbos utilizados para definir su actividad: ‘turbar, pervertir,
confundir’ (1,7; 5,10), términos que pertenecen al lenguaje político del tiempo y
caracterizan la actividad de agitadores que intervienen para destruir una situación
precedentemente pacífica” 112.
¿Son judeocristianos?
Si la distinción de ambos grupos es clara, no resulta tan fácil identificar a los que
perturban a la comunidad (1,7). De hecho, los estudiosos no se ponen de acuerdo.
A lo largo de los últimos siglos, los estudiosos han identificado a estos misioneros
llegados a las comunidades de Galacia con muy diferentes grupos: miembros de la
comunidad de Jerusalén, judeo-cristianos judaizantes, pneumáticos radicales, gnósti-
cos, miembros de la comunidad de Antioquía, etc 113. Que no pueden venir de
Antioquía está claro porque en esa comunidad se daba una convivencia entre los
cristianos procedentes del judaísmo y del paganismo y porque las dificultades con
Pedro surgen con la llegada de algunos venidos de parte de Santiago. El lugar de
procedencia de estos perturbadores, por tanto, es probable que sea Jerusalén. La
dificultad es saber si son judíos o judeocristianos. La mayoría de los comentaristas
de la carta los identifican con los judeocristianos vinculados a la observancia de las
normas de la Ley y a la práctica de la circuncisión.
Pablo los llama “falsos hermanos” (2,4; semejante 2Cor 11,26) y afirma con claridad
que proponían la circuncisión como medio para alcanzar la salvación (5,2s.6; 6,12s).
Incluso su rechazo violento de los perturbadores manifestado en 5,12 (“¡Ojalá se
mutilasen los que os soliviantan!”) armoniza mejor con judíos opuestos al Evangelio
que con judeocristianos. Difícilmente pueden identificarse a estos infiltrados con los
apóstoles o gente vinculada a ellos, pues Pablo deja bien claro en su escrito que
éstos no le impusieron la circuncisión y aceptaron su misión entre los gentiles
(2,26). Por lo demás, las referencias a la esclavitud de la Ley, con su ejemplo de Agar
y Sara (4,1-5.21-31), y a la observancia de sus prácticas (4,8-10) parecen indicar un
contexto más bien judío. Ciertamente la comparación entre las dos alianzas simboli-
zadas en Agar y Sara (4,21-31) sólo es explicable dirigida al Israel que ha rechazado
a Cristo. Es más, la relación Sinaí y Arabia (islamitas)-Jerusalén (v.25) es muy signifi-
cativa para entender quiénes son los que causan problemas en las comunidades de
Galacia: el judaísmo oficial, que incluso ha llegado a tomar decisiones persecuto-
rias contra los cristianos (4,29; 5,11).
Sin embargo, los estudiosos tienden a identificar estos predicadores con cristianos
judaizantes; incluso es la hipótesis de lectura que se puede identificar en algunos de
los comentarios patrísticos 114. El P. Lagrange en su comentario a esta carta y en un
artículo publicado en Revue Biblique ha demostrado que estos predicadores eran
radicales y proponían un Evangelio diferente, pues negaban la eficacia de la obra de
Cristo. Estamos, pues, no ante una posición cristiana, sino contraria al cristianis-
mo 115. El mismo Pablo no duda en recurrir al anatema contra estos predicadores
(1,8s). Ciertamente los falsos hermanos no pertenecen a la comunidad cristia-
na, ya que se comportan de modo diferente a lo establecido por las autoridades
cristianas de Jerusalén (cf. 2,3-9).
El conflicto de Antioquía
Es posible que el conflicto con Pedro en Antioquía indique igualmente a los judíos
como adversarios. Pablo nos informa sobre algunos enviados por Santiago y cómo
coincidiendo con su llegada Pedro y los demás judíos de la comunidad antioquena,
incluso hasta Bernabé, se retiran de la convivencia con los cristianos procedentes de
la gentilidad por temor a los partidarios de la circuncisión (2,12). Ciertamente estos
predicadores vienen de Jerusalén, y seguramente enviados por Santiago, aunque no
necesariamente con el encargo de obligar a circuncidar a los cristianos procedentes
de la gentilidad. Semejante situación sería contradictorio con lo que reconoce Pablo
en su carta. Además, la carta no contiene una crítica o juicio negativo contra el pro-
114. JERÓNIMO, In Epist. ad Gal., 5, 4: PL 26, 424; AGUSTÍN, Exp. Epist. ad Gal.: PL 35, 2105s.
115. M.-J. LAGRANGE, Épître aux Galates (Gabalda, Paris 31926); XXIX-LVIII; Idem, “Les judaisants de l’Épître aux
Galates”: RB 14 (1917) 138-67.
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ceder de Santiago. Más bien, parece que éste quiere ponerles en guardia frente a una
amenaza. ¿De qué peligro se trata? Es probable que las autoridades judías hubieran
tomado decisiones contra aquellos judíos que no vivían su pertenencia a la religión
judaica según la Ley mosaica; algunas referencias parecen indicarlo (3,4; 4,29; 6,12).
En cualquier caso, Pedro y los demás cristianos judíos saben que la justificación no
viene de la observancia de la Ley, sino de la fe en Jesús (2,16s). Al igual que
Abrahán, su descendencia verdadera está formada por quienes viven de la fe (3,7-
29). Por eso, no tiene sentido alguno obligar a circuncidar a los que provienen de la
gentilidad y someterlos a la observancia de la Ley.
Peligro de persecución
Al final de la carta parece resumir el problema abordado con estas palabras: “Los
que buscan aparecer bien en lo corporal son quienes os fuerzan a circuncidaros;
pero lo hacen con el solo objetivo de no ser perseguidos por causa de la cruz de
Cristo. Pues ni los mismos que se circuncidan observan la ley, sino que desean que
os circuncidéis para gloriarse en vuestra carne” (6,12s). Aquí está refiriéndose Pablo
al grupo que promueve la circuncisión entre los miembros de las comunidades de
Galacia y el motivo de su obrar es juzgado por Pablo no sólo de vanagloria, sino el
evitar ser perseguidos a causa de su adhesión a Cristo. Luego podemos deducir que
entre los perturbadores se hallaban cristianos provenientes del judaísmo que volvie-
ron a las prácticas de la Ley e intentaban convencer a los otros cristianos a hacer lo
mismo (4,21).
Por otra parte, los infiltrados no sólo proponen una predicación que Pablo identifi-
ca con otro evangelio, algo que le enciende la sangre y le lleva a proferir una
maldición contra quien predique un evangelio distinto al que él ha proclamado, sino
que también buscan presumir ante otros de que ellos han conseguido que los fieles
de Galacia volviesen al redil del judaísmo (4,17; 6,12s). Comentando este último
texto, R. Fabris dice: “Para evitar represalias de los ambientes integristas de
Jerusalén, los nuevos predicadores aplican a los convertidos el estatuto de los prosé-
litos o simpatizantes del judaísmo. Estos no sólo quieren evitarse problemas, dice
Pablo, sino que además tienen empeño en quedar bien delante de los judíos de
Jerusalén presentando a los nuevos creyentes como afiliados al judaísmo” 116. En rea-
lidad, estas palabras casan mejor con un grupo vinculado al judaísmo ortodoxo que
a judíos que se han adherido al cristianismo. Sólo la resistencia a admitir que las difi-
cultades y persecuciones son provocadas por los judíos impiden entender de un
modo correcto estas afirmaciones de Pablo.
mantenga entre vosotros. Cuáles fueron en otro tiempo algunos de los considerados
ser algo (= algunos de los constituidos en autoridad dentro de la Iglesia), a mí nada
me importa, Dios no es aceptador de personas; a mí ciertamente los que eran consi-
derados nada me añadieron” (2,3-6). De estas afirmaciones podemos deducir que
Pablo replica no a cristianos de tendencia judaizante, sino a judíos hostiles al
Evangelio, observantes y conocedores de la Ley, que parecen despreciar a Pedro y
los apóstoles por su ignorancia de la Ley. A éstos les dice que si el que hoy es cabeza
de la Iglesia, Pedro, y con él otros más de los Doce, fueron anteriormente unos
humildes pescadores, no ve en ello absolutamente nada de escándalo o de despresti-
gio, porque Dios, a la hora de elegir hombres para su obra, no presta atención a los
títulos humanos de nobleza o de rango, que eso es afirmar de él no ser aceptador de
personas.
Justificación por la fe
La cuestión central a la que intenta hacer frente Pablo con este carta es la circunci-
sión que se quiere imponer a los cristianos de Galacia. Basta leer este pasaje de la
misiva para que aparezca con claridad la preocupación del Apóstol: “Para la libertad
nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no dejéis que vuelvan a someteros
a yugos de esclavitud. Mirad: yo, Pablo, os digo que, si os circuncidáis, Cristo no os
servirá de nada. Y vuelvo a declarar que todo aquel que se circuncida está obligado
a observar toda la ley. Los que pretendéis ser justificados en el ámbito de la ley,
habéis roto con Cristo, habéis salido del ámbito de la gracia” (Gál 5,1-4). También
en el inicio de la carta Pablo afirma con radicalidad cuál es el origen de la salvación
de todos los hombres: “… del Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros peca-
dos para librarnos de este perverso mundo presente, conforme al designio de Dios,
nuestro Padre” (1,4); declaración que se repite a lo largo de toda la carta (2,16.21;
3,13-14.21-22.26; 4,4-5; 5,1-4; etc.). Ciertamente la Ley no puede salvar porque el
hombre es incapaz de observar sus mandamientos.
es la fe en Cristo, que se expresa en la ley del amor: “En Cristo nada valen la cir-
cuncisión o la incircuncisión, sino la fe que actúa por el amor” (5,6). Por tanto, la
liberación de la Ley no es para caer en el libertinaje, sino para vivir en el amor al
prójimo (5,14; 6,2).
embargo, sitúan la redacción durante su tercer viaje, pues perciben una gran seme-
janza tanto en el tono como en los temas que abordan 2Cor y Rom. Por ello, elijen
los años 53-54 ó 56-57 como fecha, según daten estas otras dos cartas.
Autenticidad
Gálatas aparece utilizada ya por Ignacio de Antioquía, Policarpo y Justino 118. A par-
tir del siglo II las citas y la atribución de esta carta a Pablo se multiplican: Ireneo,
Clemente de Alejandría, Tertuliano, Orígenes... También Marción la atribuyó a
Pablo y la aceptó como auténtica.
Según la tradición y la obra apócrifa Los Hechos de Pedro (siglo II), cuando este após-
tol llegó a Roma se hospedó en la casa de Cayo Mario Pudente, rico e influyente
senador romano. En esa casa desarrolló su actividad pastoral y posteriormente la
constituyó como domus ecclesiae. Noticias escritas de la existencia de esta iglesia, una
de las más antiguas de Roma, aparecen en el siglo III. En el siglo IV, sobre los res-
tos de esta casa, se construyó la basílica de Santa Pudenciana. El mosaico del ábside,
el más antiguo de Roma, representa a Cristo con Pedro y Pablo, junto a las santas
Pudenciana y Prásedes, hijas del senador Pudencio, que murieron mártires.
Excavaciones arqueológicas realizadas bajo el suelo de la nave central han descu-
bierto restos de las termas de Novaciano del siglo II y en un estrato más antiguo
vestigios de una casa señorial del siglo I; en algunos de los ladrillos aparece el sello
de Pudente.
118. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Eph 16,1; 18,1; Magnes 8,1; Rom 2,1; 7,2; Ad Philad 1,1; Polic 1,2; POLICARPO, Phil 3,3; 5,1.3; 9,2;
12,2; JUSTINO, Dial 95-96.
119. LACTANCIO, De mortibus persecutorum II.
120. EUSEBIO DE CESAREA, Hist. Eccl. II,15; III,19,15; IV,14,6. Recuérdese que Tiberio gobierna desde el 14 al 37, Calígula del
37 al 41 y Claudio del 41 hasta el 54.
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Por otra parte, la presencia del cristianismo en Italia desde el siglo I está bien atesti-
guada; se han encontrado restos arqueológicos cristianos en Pozzuoli, Herculano y
Pompeya. En concreto, en estas dos ciudades sepultadas por la lava del Vesubio en
el año 79 tenemos inscripciones que aluden a los cristianos; una les señala como
portadores de mala fortuna (audi christianos saevos alores=escucha a los cristianos cis-
nes de mal agüero), la otra es un cuadrado mágico. Incluso en algunas casas se
conservan signos cristianos, como la cruz. Recuérdese que según Hch 28,15 Pablo
fue recibido por un grupo de cristianos en Puzzuoli en su viaje de la cautividad.
121. Hemos citado la traducción de D. RUIZ BUENO, Padres Apostólicos (BAC 65, Madrid 1967) 475.
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Estructura y contenido
Estructura de la carta
Pero ahora, sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios, atestiguada por la Ley
y los Profetas; justicia de Dios por la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues
no hay distinción, ya que todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención realizada en Cristo
Jesús. Dios lo constituyó medio de propiciación mediante la fe en su sangre, para
mostrar su justicia pasando por alto los pecados del pasado (Rm 3,21-25).
Contenido de la carta
En esta carta se distingue claramente dos partes: una doctrinal (1,18-11,36) y otra
exhortativa (12,1-15,13). Pablo comienza este escrito con un saludo solemne (v.1-
7); tras elogiar a la comunidad por su fe, expresa su deseo de ir a visitarlos (v.8-15).
Inmediatamente aborda el tema que va a afrontar en su escrito: la salvación de Dios
se alcanza por la fe en el Evangelio, tanto judíos como gentiles (v.16s), que desarro-
llará en la parte doctrinal.
han sido privilegiados, pero también son pecadores como declara la Sagrada
Escritura (3,1-20). La salvación llega por la fe en Jesús y, por ello, ningún puede
vanagloriarse en sus obras (3,21-31). Pone como ejemplo a Abrahán, que fue justifi-
cado por su fe (4,1-25). Esta justificación consiste en la reconciliación con Dios por
medio de su Hijo y del Espíritu (5,1-11). Ellos son los que destruyen el pecado de
Adán (5,12-21) y permiten una vida nueva (6,1-23), liberada de la esclavitud de la
ley. La ley no da la fuerza para evitar el pecado, sino que nos hace conscientes de su
realidad en la existencia (7,1-15). Hechos hijos en el Hijo somos herederos (8,1-39).
En los c.9-11, Pablo aborda el problema del rechazo o pertinacia del pueblo judío
frente a Jesús y, por tanto, también respecto a la Iglesia. ¿Este hecho indicaba que la
iniciativa de Dios respecto al pueblo judío había fracasado? No exactamente, con-
testa el Apóstol. En realidad, Israel no depende de la carne, sino de la elección
(Isaac/Jacob: 9,6-13). Es más, esta elección de Dios no se circunscribe a los hijos de
Israel, también puede dirigirse a los paganos (9,19-24). De hecho, los paganos que
no buscaban la justicia, la han alcanzado; por el contrario, Israel, confiando en sus
propias obras, no la ha logrado (9,30-33). Entonces, ¿qué sucederá con esa parte del
linaje de Israel? Estos judíos testarudos pueden acceder a la salvación mediante la
acogida del Evangelio que se les ha anunciado. Por el momento, mientras que los
paganos han acogido esta predicación, una buena parte de los judíos la ha rechaza-
do, mostrándose como un pueblo “rebelde y contumaz” (10,14-21). A causa de esta
dureza y cerrazón, ¿Dios ha rechazado a Israel? En modo alguno, pues no todos los
judíos se han opuesto al designio de Dios. La alianza de Dios con su pueblo Israel
siempre ha perdurado en el resto, en los elegidos por gracia y no por las obras.
También ahora la elección de Dios permanece fielmente en este resto (11,1-6). No
obstante, el Apóstol espera, y desea, que el Israel endurecido cambie y acoja el
Evangelio, lo que supondría un bien inmenso para el mundo entero (11,11-15).
Como los paganos, ramas de acebuche, han sido injertados en el olivo santo de
Israel, de igual manera las ramas originales quebradas pueden ser de nuevo injerta-
das, si no persisten en su incredulidad (11,16-24). Por añadidura, el endurecimiento
de una parte de Israel ha traído la salvación a paganos y judíos; salvación de la que
también participará Israel (11,25-32).
San Jerónimo consideraba esta carta como una de las más difíciles: “La verdad es
que toda la carta a los Romanos requiere interpretación, y está envuelta en tales
oscuridades que para entenderla necesitamos el auxilio del Espíritu Santo, que la
dictó por medio del Apóstol” 122
122. SAN JERÓNIMO, Epist. 120, 10.
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Finalidad de la carta
No está claro el motivo que impulsó a Pablo a escribir esta carta. Los estudiosos
discuten sobre esta cuestión desde hace décadas sin llegar a una hipótesis mayoritaria.
Para hacernos una idea de la dificultad que encierra esta cuestión basta citar el juicio
de un estudioso actual, Alexander J.M. Wedderburn, que resume de este modo la opi-
nión de los exegetas sobre la cuestión: “Continúa siendo un enigma el motivo por el
que Pablo escribió Romanos. Todavía no hay consenso respecto a por qué Pablo haya
escrito justamente esta carta con estos contenidos a esta iglesia en este momento
tanto de su historia, como de la comunidad” 123. No obstante, no se puede prescindir
del esfuerzo por identificar la finalidad de esta carta pues es una clave decisiva para su
interpretación. Como afirma Fenton J.A. Hort, “mientras que la finalidad de la carta
permanezca oscura, la orientación principal de su enseñanza doctrinal permanecerá
también oscura” 124. Por eso, intentaremos ofrecer aquella explicación que considera-
mos más probable teniendo en cuenta algunos de los datos contenidos en la carta,
sobre todo en el saludo inicial y conclusión, donde el Apóstol suele introducir y reto-
mar la preocupación que le ha llevado a escribir y enviar la epístola.
Se suele indicar como motivo de la carta el deseo de Pablo de realizar una tarea
evangelizadora en Roma, junto con el intento de implicar a la comunidad romana en
su viaje misionero que pensaba realizar a España. De hecho, al inicio de este escrito
alude a su deseo de predicar en Roma (1,10-13), que luego lo retoma al final de la
carta con más extensión, al tiempo que alude a su plan misionero y su deseo de ir
más allá de Roma (15,18-24.28). Con este escrito intentaría ganar la simpatía de esta
comunidad que espera le apoye en la realización de este viaje de misión. No olvide-
mos que Pablo estuvo sostenido por alguna comunidad para llevar a cabo su labor
misionera. Esta explicación, aun teniendo en cuenta aspectos reales, parece insufi-
ciente para dar razón de un escrito largo, muy bien construido y profundamente
teológico. Afirma Alfred Wikenhauser: “Romanos es el escrito de Pablo más exten-
so y teológicamente más importante, el más rígidamente dispuesto y más
cuidadosamente elaborado. En serena y amplia exposición, apenas entorpecida por
la polémica, Pablo expone aquí su evangelio, señaladamente la relación entre la fe y
las obras, el contraste entre la justicia dada por Dios y la adquirida por los hombres.
¿Cómo se le ocurre al apóstol redactar este extenso escrito, que más bien se asemeja
a un tratado doctrinal que no a una carta?” 125.
Algunos autores, apoyándose en varios pasajes de la carta donde Pablo parece defen-
derse de ciertos ataques (1,16; 3,8; 9,1-2), sugieren una finalidad apologética para este
escrito: defiende Pablo la predicación evangélica y su propio trabajo. Lo que no está
claro es a quiénes pretende responder. ¿Trata de oponerse a grupos judaizantes? ¿Es
consciente de que hay personas en Roma que hablan mal de él y se oponen a su tra-
bajo misionero? ¿Quiénes han podido difundir esta opinión contraria a la actividad
123. A.J.M. WEDDERBURN, The Reasons for Romans (T&T Clark, Edinburgh 1988) 1. En el mismo sentido se expresa K.P.
DONFRIED, “False Presuppositions in the Study or Romans”: CBQ 36 (1974) 332 [332-358]: “La investigación sobre la finali-
dad de la carta a los Romanos se encuentra en una situación confusa. Casi cada artículo reciente o monografía sobre el tema
propone una solución diferente”.
124. F.J.A. HORT, Prolegomena to St. Paul’s Epistles to the Romans and the Ephesians (Macmillan, London-New York 1895) 5.
125. A. WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, 297.
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Otros autores suponen que Pablo sale al paso de las tensiones existentes en la
comunidad al estar formada por una minoría judía y una mayoría pagana; a pesar
de que en la carta hay rastros muy débiles de esta supuesta situación (cf. 14,1-15,7) y
los supuestos problemas son aludidos casi al final de la carta. Según estos estudio-
sos, Pablo sintió la necesidad de explicar ante ambos grupos el carácter del
Evangelio como realización de las promesas de Israel. El Evangelio es salvación
para judíos y gentiles.
Teoría probable
126. Véase Rm 1,16; 2,10-11; 3,29-30; 4,9.11; 9,24.30; 10,12-13; 15,8-12.16-19; 16,25-27.
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Como ya hemos afirmado, esta carta es la más parecida a un tratado teológico. Pero
esto no significa que el Apóstol la escribiera con la finalidad de resumir su doctrina
sin vinculación a una situación concreta, histórica. Por el contrario, el pensamiento
paulino se ha ido formulando en relación con las comunidades fundadas por él o en
diálogo con sus adversarios. De hecho, algunos estudiosos consideran que las refle-
xiones teológicas contenidas en Romanos retoman argumentos abordados por el
Apóstol a lo largo de su actividad misionera. Ciertamente la situación comunitaria
que queda reflejada en la carta a los Romanos no es exclusiva de la comunidad cris-
tiana de esa ciudad. Es bien conocido que la predicación de Pablo se desarrolló con
frecuencia en las sinagogas; dirigida, pues, a judíos y prosélitos. Los miembros de las
comunidades paulinas, por tanto, procedían del judaísmo y de la gentilidad. Es fácil
de imaginar las tensiones y roces que podía generar la diferente procedencia de sus
miembros, como queda bien atestiguado en las decisiones del denominado concilio
de Jerusalén (Hch 15,22-29). Con el tiempo, sobre todo al crecer la cerrazón y la
hostilidad de los judíos que rechazaron el Evangelio, los cristianos de origen judío
debieron encontrarse en una situación verdaderamente comprometida: para conti-
nuar siendo fieles a Jesucristo debían alejarse de las tradiciones recibidas, dejar de
practicar ciertos ritos y cultos o de asistir a la reunión sinagogal. La conciliación de
la fe cristiana y la judía parecía imposible.
La salvación de Israel
La carta a los Romanos aborda esta cuestión en los c.9-11. Estudiaremos brevemen-
te, a modo de ejemplificación, dos pasajes de estos capítulos. Comenzamos citando
127. Véase U. WILCKENS, La carta a los Romanos. Rom 6-16, II (BEB 6;, Sígueme, Salamanca 1992) 223-228; D.J. MOO, The
Epistle to the Romans (NICNT; Eerdmans, Grand Rapids-Cambridge 1996) 547-551.
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el primero: “Entonces, ¿qué diremos? Que los gentiles, que no buscaban la justicia,
han alcanzado la justicia, es decir, la justicia de la fe, mientras que Israel que buscaba
la ley de la justicia, no alcanzó la ley. ¿Por qué? Porque la buscaba no en virtud de la
fe, sino como si se pudiera alcanzar en virtud de las obras: tropezaron en la piedra
de tropiezo, según está escrito: He aquí que pongo en Sión una piedra de tropiezo y una
roca de escándalo; pero el que crea en ella no será confundido. Hermanos, el deseo de mi
corazón y mi oración a Dios en favor suyo es que se salven. Pues puedo testificar en
su favor que tienen celo de Dios, aunque no según un conocimiento adecuado. En
efecto, desconociendo la justicia de Dios y buscando establecer su propia justicia,
no se sometieron a la justicia de Dios; pues el fin de la ley es Cristo, para justifica-
ción de todo el que cree” (9,30-10,4). En este pasaje, dentro de una exposición
teológica sobre la justificación de los gentiles por la fe en Cristo y la imposibilidad
de Israel de alcanzar la santidad por la práctica de la ley mosaica, Pablo alude a un
suceso histórico muy concreto: la condena de Jesús por parte del sanhedrín.
Comentando la frase “tropezaron en la piedra de tropiezo”, M. Herranz afirma: “La
frase podía transcribirse así: encontraron escándalo en la persona y la palabra de
Jesús. Pero este escándalo continúa ante la acción misionera de la Iglesia, a la que
rechazan y hostigan en la persona del Apóstol y de los judíos creyentes. Y el móvil
de esta actitud, dice S. Pablo, es el celo de Dios. Pero el Apóstol especifica inmedia-
tamente: se trata de un celo no según ciencia, es decir, ignorante, absurdo. Ese celo
de Dios lo que en realidad les hace es luchar contra Dios, que resucitó a Jesús de
entre los muertos, y contra ellos mismos, pues por no someterse a la justicia de
Dios pierden la justicia de Dios” 128.
La fe en Jesucristo
Pablo escribe esta carta después de considerar que su trabajo misionero en Oriente
está finalizado (15,19-33). Expresa con claridad la continuidad de su misión en
España después de entregar la colecta en Jerusalén. Según Los Hechos de los
Apóstoles, Pablo se dirigió a Corinto para recaudar el dinero antes de ir a la ciudad
santa (cf. Hch 20,2s; 2Cor 13,1s). En general, los estudiosos suelen colocar su
redacción en Corinto durante el invierno del 57 al 58. Algunos estudiosos pien-
san que esta fecha está confirmada por la reflexión paulina sobre el pago de
impuestos (10,6-7). A su entender, esta preocupación debió surgir en la mente de
Pablo con ocasión de un problema de recaudación de impuestos, ocurrido durante
los años 56-58 del gobierno de Nerón (Tácito, Ann. XIII, 28-30).
Respecto a la autenticidad de la carta pocos han sido los que la han cuestionado.
Tenemos muchos testimonios en la tradición: referencias en los Padres apostólicos,
en las cartas de la comunidad de Lyón y Vienne, y en escritos gnósticos. A Pablo
atribuyen explícitamente esta carta Ireneo (Adversus Haereses 3,16,3), Clemente de
Alejandría (Stromata 3,11,75), Tertuliano (Adversus Praxeam 13), el Canon Muratori,
etc. Además las múltiples correspondencias que existen con Gálatas y su estilo
muestran claramente que estamos ante un escrito paulino.
Integridad de la carta
Según Orígenes, el hereje Marción habría utilizado una edición de la carta a los
Romanos que no incluía los dos últimos capítulos, a pesar de que los c.15 y 16 son
claramente paulinos en el pensamiento y el estilo. Estos capítulos también han sido
omitidos en algunos manuscritos latinos, y en occidente Ireneo, Tertuliano y
Cipriano utilizaron la recensión breve. El motivo de este proceder podría deberse a
que leyéndolos se tiene la impresión de haber sido escritos en diferentes momentos.
Mientras que el c.15 alude a una visita a esta comunidad por primera vez camino de
España (v.24.28), concluyéndose con una típica bendición paulina (v.33), el c.16,
130. Es llamativo el uso que hace Pablo del verbo “justificar (dikaióô)” (15 veces en Rm; 8 en Gál; 2 en 1Cor), el sustantivo
“justicia (dikaiosynê)” (33 veces en Rm; 7 en 2Cor; 4 en Gál; 4 en Flp; 1 en 1Cor); y el adjetivo “justo (díkaios)” (7 veces en
Rm; 2 en Flp; 1 en Gál).
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Algunos rasgos del c.16 sugieren que este capítulo podría ir dirigido a la comunidad
de Éfeso y no a la de Roma. En los saludos individuales se mencionan Epéneto,
calificado como “primicias de Asia para Cristo” (v.5); Prisca y Aquila (v.3), que
según Hch 18,2 llegaron a Corinto procedentes de Roma y se establecieron después
en Éfeso (Hch 18,18.26). Además, la frase de 16,4, que habla de la disposición de
este matrimonio a dar su vida por Pablo, alude a un gesto ocurrido en la ciudad de
Éfeso, donde peligró la vida del Apóstol. Por otra parte, la presencia de Prisca y
Aquila en Éfeso en el año 55 (1Cor. 16,19) hace muy improbable su presencia en
Roma a principios del 56, algo que vendría también a apoyar que este capítulo iba
dirigido a la comunidad efesina. Por añadidura, dos de los compañeros de Pablo que
envían saludos, Timoteo y Erasto, se mencionan en Hch 19,22 como enviados
desde Éfeso a Macedonia para preparar el viaje a Jerusalén; pasaje donde también se
menciona la decisión del Apóstol de ir a Roma después de su viaje a Jerusalén para
llevar la colecta (v.21). De igual modo los v.17-20, donde alerta sobre los que intro-
ducen divisiones, resultan naturales dirigidos a la comunidad de Éfeso.
Además hay algunos rasgos en la larga lista de saludos que vinculan estos
capítulos finales con la comunidad de Roma. En primer lugar, Aristóbulo
(v.10), nombre rarísimo en Roma, ha sido identificado con el nieto de Herodes el
Grande, que murió hacia finales de los 40 en Roma. Los esclavos de su casa bien
pudieron proceder de Judea y ser cristianos. Narciso (v.11) ha sido identificado con
el liberto de Claudio, asesinado después de su amo (año 54); toda su riqueza y
esclavos pasaron como Narcissiani a la casa de Nerón. Además el largo elenco
indicaría que está escribiendo a una comunidad desconocida, pues en su práctica
habitual no suele nombrar los destinatarios personalmente. El saludo personal apa-
rece en Col 4,15, que se trata de una comunidad no fundada por Pablo, y 2Tm
4,19, que es una carta personal. Además la alusión a Epéneto como primicias de la
Iglesia en Asia es más lógico si éste se halla fuera de esta provincia, pues debía ser
una cosa bien conocida en Éfeso, pero desconocida en Roma. Por último, en dos
ocasiones manifiesta un desconocimiento sobre quién fue el que introdujo el cris-
tianismo en Roma, una de ellas en estos capítulos finales (6,17; 16,17); si este
capítulo hubiera formado parte de una carta a los Efesios se habría expresado
como fundador de dicha comunidad.
CONCLUSIÓN
La carta a los Gálatas intenta contrarrestar la propaganda y presión judías que
sufrieron un grupo de jóvenes comunidades cristianas de la Galacia del Sur.
En ella, Pablo afirma con radicalidad que Dios no justifica a los hombres por
su observancia de la ley mosaica, sino por su fe en Jesucristo. De igual modo,
contra el parecer del judaísmo de su época, sostiene que también los paganos
pueden ser miembros del pueblo de Dios sin tener que circuncidarse; basta
que crean en Jesús.
Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
CONCLUSIÓN
UNIDAD DIDÁCTICA 2
Entre las cartas que los comentaristas reconocen como auténticas de Pablo están las
que acabamos de estudiar: 1 y 2Tesalonicenses, 1 y 2Corintios, Gálatas y Romanos.
Como hemos dicho, todas las misivas paulinas son escritos de circunstancias; es
decir, salen al paso de problemas o cuestiones planteadas por las comunidades des-
tinatarias. En 1 y 2Tesalonicenses, además de sostener a los fieles cristianos de
Tesalónica durante los sufrimientos originados por las persecuciones, aborda la
cuestión de la suerte de los difuntos y la venida gloriosa de Jesucristo.
Las dos cartas a los Corintios, que no son las únicas que el Apóstol escribió a esta
comunidad, plantean una temática más variada. La primera aborda, entre otras cues-
tiones, la virginidad y el matrimonio, la carne inmolada a los ídolos, las reuniones
litúrgicas y la resurrección de Jesús y de los cristianos. La segunda es una apología
del ministerio apostólico y una descalificación de las acusaciones que dirigían contra
Pablo sus adversarios. Con este escrito también quiere promover y organizar la
colecta en favor de la comunidad madre de Jerusalén, como signo de agradecimien-
to a la riqueza que ella ha compartido con todos: la fe.
ACTIVIDADES
• Lee 1Tes 4,13-5,11 y 2Tes 2,1-17 tratando de identificar la concepción paulina acerca
de la venida gloriosa de Jesucristo.
• Lee con atención 1Cor 11-14 intentando identificar cómo hay que participar en las reu-
niones litúrgicas de la comunidad.
• Identifica en los capítulos 3-4 y 10-13 de 2Corintios las expresiones que se refieren a
un grupo diferente de la comunidad corintia.
• Busca en Gálatas expresiones que vinculen los destinatarios de esta carta con el judaís-
mo a pesar de ser gentiles.
• Señala las afirmaciones iguales o semejantes sobre la justificación por la fe que encuen-
tres en Gál 3-5 y Rm 1-5.
• Después de leer Rm 9-11, escribe brevemente los criterios que ofrece san Pablo en
estos capítulos en relación al judaísmo que se opuso al Evangelio.
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LECTURAS RECOMENDADAS:
Tema 2
1. V 2. V 3. F 4. V 5. F
Tema 3
1. F 2. F 3. F 4. V 5. V
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Contenido
INTRODUCCIÓN
Esta U.D. está dedicada al estudio del resto del epistolario paulino; en concreto, las cartas
de la cautividad y las pastorales. Dado que en el corpus paulino también se incluye la epís-
tola a los Hebreos, también formará parte de nuestro estudio.
El primer tema lleva por título “Cartas de la cautividad: Filemón, Filipenses, Colosenses y
Efesios”. Estudiaremos de la carta a Filemón 1) su estructura y contenido, 2) la esclavitud
en el mundo antiguo, 3) la fecha y el lugar de su composición. De la carta a los Filipenses
trabajaremos 1) la fundación de la comunidad, 2) la estructura y contenido de la carta, 3)
la autenticidad paulina y la unidad de la carta, 4) quiénes son los misioneros llegados a la
comunidad de Filipos, 5) el lugar y fecha de su composición. En relación a la carta dirigida
a los Colosenses abordaremos 1) el motivo que llevó a san Pablo a escribir esta carta, 2) su
estructura y contenido, 3) la autenticidad apostólica, 4) su lugar y fecha de composición. Por
último, de Efesios, nos detendremos a estudiar 1) la autenticidad apostólica, 2) quiénes son
sus destinatarios, 3) su estructura y contenido, 4) la ocasión de la carta, 5) su lugar y fecha
de composición.
Tema
Cartas de la cautividad: Filemón,
Filipenses, Colosenses y Efesios
1
En primer lugar, introducimos brevemente en este bloque de cartas las que escri-
bió en tiempo de cautividad, según su testimonio (cf. Flp 1,7.12s; Col 1,24; 4,3.18;
Ef 3,1; 4,1; 6,20). Los estudiosos agrupan bajo la denominación “cartas de la cauti-
vidad” las siguientes: Filipenses, Filemón, Colosenses, Efesios. También 2Timoteo
fue escrita en la cárcel, como luego veremos, pero se agrupa en las llamadas cartas
pastorales. Estas misivas se suelen considerar escritas desde la prisión romana. De
ahí el título de esta unidad didáctica: Epistolario paulino posterior. Sin embargo, la
fecha más probable para algunas de estas cartas sea algunos años antes de la prime-
ra prisión romana, pues seguramente Pablo las escribió durante su tercer viaje
apostólico.
I. La carta a Filemón
Contexto histórico
Cuando Pablo escribió este pequeño billete estaba en prisión (v.1.9.23), acompaña-
do por Timoteo (v.1), Epafras (v.23) y también por Marcos, Aristarco, Demas y
Lucas (v.24). El Apóstol escribió esta carta para interceder por un esclavo huido,
Onésimo, ante su amo, Filemón. Según se expresa en la misiva, dicho esclavo estaba
también acompañando a Pablo en la prisión (v.10-12). Varias informaciones conte-
nidas en esta carta y en la dirigida a los Colosenses nos permiten deducir que la
Iglesia doméstica de Filemón se encontraba en Colosas, pues Epafras de Colosas
hizo llegar sus saludos a los destinatarios (v.23). Además Onésimo llegó desde
Colosas (cf. Col 4,9) y la carta a Filemón también estaba dirigida a Arquipo (v.2), al
igual que la de los Colosenses (Col 4,16s). Una tradición no muy segura considera
que Filemón llegó a ser obispo de Colosas.
En el escrito, aunque Pablo alude a la huida de Onésimo (v.15), nada dice acerca del
motivo que le llevó a tomar tal decisión. Podemos deducir que debió hacer algo que
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Pablo escribió esta breve carta para interceder por Onésimo, un esclavo huido. La
misiva está dirigida a su amo, Filemón, cristiano de la ciudad de Colosas.
Estructura de la carta
Contenido de la carta
En la misiva, Pablo pide a Filemón que deje a su servicio a Onésimo durante su pri-
sión (v.13.21). No sabemos si esto se cumplió. Algunos estudiosos, al considerar la
carta a los Colosenses escrita en una fecha posterior, suponen que efectivamente
Onésimo volvió junto a Pablo. Ciertamente los datos que tenemos en esa carta no
sirven para dilucidar esta cuestión, pues ambos escritos son claramente contem-
poráneos. Toda la misiva está escrita con tacto y usando la diplomacia en lugar
de una orden, a pesar de la autoridad apostólica de Pablo. De hecho, en esta misiva
no menciona este calificativo al principio, como suele hacer en otros escritos suyos.
Por lo demás, el escrito tiene expresiones que nos indican que fue escrita pensando
no sólo en Filemón, sino en la comunidad de los cristianos (v.2-4.25). Por eso, algu-
nos autores consideran este escrito como una carta apostólica que aborda una
cuestión personal; o sea, que era de naturaleza pública, y no privada. Una confirma-
ción de este carácter público sería su inclusión en la colección de las cartas paulinas.
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Sobre la esclavitud
La carta no hace una reflexión sobre la esclavitud, pero el modo de abordar el pro-
blema concreto de la huida de Onésimo manifiesta con claridad que la fe introduce
una concepción nueva de la realidad y, por tanto, un modo nuevo de relacionarse con
ella. Pablo no hace ninguna proclama acerca de la abolición de la esclavitud, pero en
el modo de tratar él a Onésimo y en el reclamo que hace a su amo Filemón de reci-
birle como hermano introduce un nuevo orden, una sociabilidad diferente a la que se
vivía en aquella época. En su modo de abordar el problema de Onésimo manifiesta
que en efecto Cristo Jesús ha eliminado las tres grandes barreras de la sociedad de
aquella época: “no hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28; cf. 1Cor 12,13; Col 3,11). La carta
expresa con claridad que la fe en Cristo crea una nueva relación y paternidad: “Te
recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien engendré en la prisión… Quizá se apartó de
ti por un breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo,
sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que si lo es mucho
para mí, cuánto más para ti, humanamente y en el Señor” (v.10.15-16).
El mundo cambia no por planes o proyectos, sino por un fragmento de mundo cam-
biado. Y este fragmento del mundo cambiado es la comunidad cristiana. Un grupo
de gente dominado y determinado por la iniciativa de Cristo que siempre nos prece-
de. Por eso la gran preocupación de Pablo es que todos los cristianos miren y
afirmen por encima de todo a Cristo.
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Aunque hay estudiosos que colocan la redacción de esta misiva en Roma, durante la
primera prisión de Pablo (60-62), el hecho de que éste piense acercarse a la casa de
Filemón en cuanto se resuelva su acusación (v.22), nos hace pensar que la prisión
necesariamente tiene que estar más cerca de Colosas. La promesa de visitarlo
prontamente sólo es verosímil si se hallaba prisionero cerca, o sea en Éfeso,
que se encuentra a unos 190 kms. de la ciudad de Colosas, y ciertamente en
una época anterior a su proyecto de viajar a España, según se expresa en la carta a
los Romanos (cf. Rm 15,22-24.28). Por tanto, creemos que la breve carta fue escrita
con toda probabilidad durante la prisión de Pablo en Éfeso, entre los años 54-57.
El objeto de su prometida visita probablemente fuese verificar el resultado de su
misiva.
Existe una clara relación entre esta breve misiva y la carta a los Colosenses.
En primer lugar, en ambas acompañan a Pablo las mismas personas: Timoteo (Col
1,1), Epafras (Col 1,7; 4,12s), Marcos, Aristarco (Col 4,10), Demas y Lucas (Col
4,14). También en ambas menciona a Onésimo y Arquipo. Por otra parte, Pablo
escribe ambas desde la prisión. Además, Epafras, que Flm 23 es nombrado como
compañero de prisión, en Col 1,7 se indica como el fundador de la comunidad de
Colosas, que se preocupa por su bien, junto al de las iglesias de Laodicea y
Hierápolis (Col 4,12s), y como compañero de servicio y siervo de Jesús (Col 1,7;
4,13). La carta a los Colosenses fue llevada por Tíquico y Onésimo (Col 4,7-9); pro-
bablemente con ocasión de la devolución del esclavo fugitivo a su amo Filemón
(Flm 10-14).
La ciudad
Fundación de la comunidad
Como recuerda Hch 16,9s, Pablo llegó a Filipos como resultado de la visión del
macedonio en Tróade pidiéndole su ayuda. A dicha ciudad debió llegar en el año
49, después de su recorrido por Asia Menor. Lucas nos informa que la primera con-
vertida fue Lidia, temerosa de Dios que seguía de algún modo la religión judía
(v.14s). Dado el negocio que regentaba, la púrpura, debemos suponer que era rica;
por tanto, es natural que su casa llegase a ser el núcleo de la iglesia de Filipos. Esta
mujer era originaria de Tiatira, donde la presencia judía está bien atestiguada; por
tanto, su conocimiento y adhesión al judaísmo bien pudo ocurrir en su ciudad de
origen. En 1872, el Prof. Mertzides encontró en la zona arqueológica de Filipos una
inscripción con el siguiente texto: “La ciudad honra como benefactor, entre los
comerciantes de púrpura, al ilustre ciudadano Antioco, hijo de Lico, originario de
Tiatira”. También Lucas nos informa de la conversión del carcelero, junto con su
casa, que vigilaba la prisión de Pablo (Hch 16,30-33). Por otros nombres que apare-
cen en la carta (2,25; 4,2-3) podemos deducir que la mayoría de sus componentes
eran de origen griego. Es más, no sólo se puede percibir una mayoría femenina, sino
incluso que algunas mujeres ejercieron algún tipo de autoridad (4,3).
Pablo recibió ayuda de esta comunidad con regularidad (4,15-16; 2Cor 11,8s).
Esta generosidad también la tuvieron con los pobres de Jerusalén (cf. 2Cor 8,1-5).
Es probable que la estancia de Pablo en dicha ciudad fuera más larga de la que se
deduce del relato lucano. Por algunas referencias de la carta podemos deducir que
también en esta comunidad hubo problemas (Flp 1,27; 2,2): había gente que miraba
sólo sus propios intereses (2,3-4); que murmuraba y discutía con los otros (2,14),
que era causa de división (4,2). A pesar de todo ello, Pablo amó profundamente esta
comunidad, al igual que ella tuvo un profundo afecto por el Apóstol (1,7; 4,16).
En esta ciudad sufrió una breve prisión y fue golpeado con varas (cf. 1Tes 2,2;
2Cor 11,23-25). Este suceso está narrado por Lucas, dejando constancia de la peti-
ción paulina a los pretores de excusarse por la afrenta hecha a ciudadanos romanos
(Hch 16,35-39). El motivo porque Pablo y Silas fueron azotados con varas y poste-
riormente encerrados en prisión fue una acusación de alborotar la ciudad
predicando costumbres contrarias a las romanas (Hch 16,20). Pero esta acusación
tuvo origen en un milagro realizado por el Apóstol: liberar a una joven de un espíri-
tu de adivinación. Lo curioso es que ésta parece tener una posición positiva ante los
misioneros cristianos: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anun-
cian un camino de salvación” (Hch 16,17). ¿Por qué se enfada Pablo? La
formulación griega no es tan clara como las traducciones castellanas. “Dios altísimo
(theos hypsistos)” podía ser una referencia a Zeus, pues esta fórmula aparece en una
inscripción encontrada cerca de Filipos y fechada entre el 38-45 d.C. Por otra parte,
“camino de salvación (hodon sôterias)” era también utilizado en las religiones mistéri-
cas de la época. Por tanto, el modo de expresarse de la muchacha era ambiguo y
podía sugerir un sincretismo.
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Estructura y contenido
Ocasión de la carta
Estructura de la carta
Contenido de la carta
Comunica su deseo de enviarles a Timoteo, que les ama como ninguno, pero mien-
tras que no pueda prescindir de él, les envía a Epafrodito como mensajero de su
carta; como ya se ha dicho, éste pertenecía a la comunidad y había estado en peligro
de muerte (2,19-30). Inmediatamente el tono de la carta cambia y Pablo ataca a
los que son enemigos de la cruz de Cristo. La argumentación utilizada por el
Apóstol nos hace identificar quiénes están detrás de este ataque: los judíos que hacen
la guerra a los cristianos (3,1-21). Termina su carta pidiendo la unidad de todos,
especialmente de sus dirigentes, y exhortando a ser fieles al don recibido (4,1-9). En
esta parte final les agradece su ayuda material, única comunidad de la que acepta
una ayuda económica permanente para hacer frente a sus necesidades (4,10-20).
La carta, aunque está escrita en una situación desfavorable, pues está en prisión,
rebosa de alegría y de fuerza de ánimo 132. Ciertamente es consciente de su rela-
ción íntima con Jesucristo, y a través suya, con Dios. Su alegría, por tanto, nace de la
fe y de la relación con Cristo presente, de modo que las condiciones negativas que
vive no le definen.
Autenticidad y unidad
Autenticidad paulina
Unidad de la carta
132. El término “alegría, gozo” aparece 5 veces y el verbo “alegrarse” 9 veces en este escrito.
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A nuestro entender, bastarían las calificaciones de Flp 3,2, “cuidado con los perros,
cuidado con los malos obreros, cuidado con los de la circuncisión”, para identificar
quienes están alterando la vida de esta comunidad: son los judíos que se oponen
al cristianismo. Ellos son calificados como los judíos solían referirse a los gentiles,
denunciados como misioneros que quieren destruir lo construido por los predica-
dores cristianos, identificados con aquellos que defienden posiciones ortodoxas de
la Ley y se cierran al anuncio cristiano. Por lo demás, la insistencia de Pablo en des-
valorizar la circuncisión (que la compara a castración o mutilación) y el reconocer a
los cristianos como los verdaderos circuncidados, pues son los que se han converti-
do verdaderamente a la voluntad de Dios (3,3-4; cf. Col 2,11), se comprenden en un
contexto de polémica con el judaísmo.
También creemos que el hecho de que invite a los destinatarios de la carta a imitarle,
implica que éstos pertenecen al judaísmo, pues de otro modo no les invitaría a consi-
derar basura las tradiciones y costumbres que han regido su vida hasta ahora.
Seguramente estas palabras de Mariano Herranz nos ayudan a entender mejor lo que
Pablo supone con la argumentación expresada en Flp 3: “Suele decirse que en este
pasaje de la carta a los Filipenses san Pablo quiere poner en guardia a los fieles de
Filipos contra la actividad de los llamados judaizantes, cristianos —o predicadores
cristianos— de origen judío que pretendían imponer la circuncisión y la observancia
de la ley mosaica a los convertidos de origen pagano. Pero, en esta hipótesis, resulta
extraño que san Pablo, tras proclamar cómo consideró pérdida todo lo que constituía
su timbre de gloria dentro del judaísmo, lo que lo hacía intachable en él, exhorte a los
filipenses a hacer lo mismo. Si los destinatarios de la carta eran antiguos paganos,
¿cómo podían renunciar a algo que no poseían: el linaje de Israel, la circuncisión, la
justicia según la ley? El único modo de que el pasaje completo haga sentido es supo-
ner que en él tenemos una briosa exhortación de san Pablo a cristianos de origen
judío, amenazados de renunciar a Cristo, a su fe en Jesús de Nazaret, por una falsa
fidelidad al judaísmo, hacia la que son empujados por judíos que no han acogido el
Evangelio. Por eso al comienzo dice: "La circuncisión somos nosotros". Dicho de
otro modo: los verdaderos judíos son los que han creído en Jesús” 133.
Para deducir el lugar donde Pablo escribió esta carta es necesario tener en cuenta
algunas informaciones contenidas en la misiva: a) Pablo se hallaba en prisión cuan-
do la escribió (1,7.13.17); b) debe afrontar un juicio que podía llevarle a la muerte
133. M. HERRANZ MARCO, San Pablo en sus cartas, 114s.
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(1,12s.19s; 2,17), pero que parece se resolverá positivamente (1,25; 2,24); c) fue
encerrado en el pretorio (1,13; 4,22) y tenía relación con la casa del emperador
(4,22); d) Timoteo estaba con él (1,1; 2,19-23); e) tiene lugar en ese tiempo una acti-
vidad misionera importante (1,14-17); f) Pablo planea ir a visitar Filipos cuando
todo haya pasado (2,24); g) la comunicación con los filipenses desde el lugar donde
escribe Pablo es fácil, ya que los filipenses tienen noticia de la enfermedad de
Epafrodito y Pablo está al corriente de su preocupación (2,26).
Fecha de redacción
En cuanto a qué fecha asignar a esta carta depende del lugar que se elija. Si fue
desde Éfeso, Pablo la escribió entre el 54 y el 57, la fecha más probable. Si fue
desde Cesarea, hay que retrasar la fecha a algunos años 58-59. Si se supone que fue
desde Roma, entonces entre los años 60-62.
La ciudad
El valle del Licos, en el que estaba asentada esta ciudad, era rico en higos y olivos,
con abundante pasto; por tanto, con abundantes rebaños de ovejas. Los habitantes
de esta región, además de cultivar olivos y viñas, vivían de la lana.
Después de una revuelta contra los Antiocos en el siglo III a.C., Antioco III el
Grande (233-187 a.C.), estableció en Frigia y Lidia, y también en el valle del Licos,
dos mil familias judías traídas de Babilonia. Se sabe que en Laodicea en el año 62
a.C. habitaban unos 11.000 varones judíos. Hemos de suponer una presencia judía
no menos numerosa en Colosas, lo que explica las tensiones a las que tuvieron que
hacer frente Epafras y Pablo.
Ocasión de la carta
En el c.2, Pablo pone en guardia a sus lectores respecto a una enseñanza que
tiene todas las características de proceder del judaísmo, pues tiene que ver con
la observancia del sábado, la luna nueva y las leyes alimenticias (v.16), el culto a los
ángeles (v.18) y ascetismo (v.23). La circuncisión es mencionada (v.11), pero no
parece que fuera una de los reclamos legales. Estas doctrinas ponían en cuestión a
Cristo como único mediador y redentor; de ahí la insistencia de Pablo sobre la ver-
dad cristológica (1,15-20; 2,9-15). Cristo es el Señor de toda la creación, pues todo
fue creado por Él y para Él. También es quien ha llevado a cabo la reconciliación.
En Él, los creyentes han sido liberados del poder de las tinieblas y alcanzado el
perdón de los pecados.
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Estructura y contenido
Estructura de la carta
Contenido de la misiva
Junto al saludo inicial está la acción de gracias a Dios por la adhesión de los fieles de
Colosas al Evangelio (1,3–8). Tras ella, hay una súplica en la que Pablo expresa el
deseo de que la comunidad siga creciendo en la inteligencia de la voluntad divi-
na(1,9–14). En el resto del primer capítulo, se afirma la supremacía de Cristo
sobre toda la creación y su poder salvífico.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo
de su Amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron
creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y
Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es
anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la
Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en
todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él
quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por
la sangre de su cruz (Col 1,13-20).
introducido, tanto a nivel personal y familiar como social. La conclusión del escri-
to, de forma habitual, da las últimas recomendaciones y saludos.
Autenticidad
En cuanto a la teología, no podemos esperar que todos los escritos paulinos reflejen
los grandes temas doctrinales de la predicación apostólica. Es cierto que la cristo-
logía de Colosenses tiene una dimensión más cósmica, pero ésta no está totalmente
ausente en otras cartas (cf. 1Cor 8,6; Flp 2,10). También el pensamiento eclesiológi-
co está más explicitado, sobre todo su dimensión universal y la metáfora del cuerpo,
cuya cabeza es Cristo; pero son conceptos que se encuentran en otras misivas (cf.,
por ejemplo, 1Cor 12; Rm 12,4-5). Por lo que respecta a la escatología realizada que
se suele identificar en 2,12-13 y 3,1-4, afirma Luke T. Johnson: “Está claro a partir
de 2,20 y 3,1-4 que la ‘muerte’ al pecado que se expresa en el bautismo conduce a
una ‘vida de resurrección’ no de gloria sino de fe, que requiere una conversión de la
conducta de los colosenses. Su "vida" está sin duda "escondida con Cristo en Dios";
únicamente al final, "cuando Cristo, vida nuestra, sea manifestado", llegarán ellos a
un estado de "gloria" (3,4). El lenguaje es ligeramente distinto, pero el pensamiento
es prácticamente idéntico al que encontramos en Rm 6,1-14. Y aunque el lenguaje
pone de relieve la transformación del carácter humano que se ha producido por
medio de la fe y el bautismo –hemos muerto a la antigua vida y resucitado a la
nueva-, no ha de tomarse como una afirmación esencialmente escatológica” 136.
A nuestro juicio, no hay razones evidentes para identificar este escrito como
pseudoepigráfico. Por tanto, hemos de considerar Colosenses como carta auténti-
ca del Apóstol, según afirma la tradición. Atribuyen la carta al Apóstol Ireneo
(Adversus Haereses 3,14,1), Clemente de Alejandría (Stromata 1,1,15); Tertuliano (De
Praescriptione 7), el Canon Muratori, etc.
135. Además, en la carta encontramos breves alusiones autobiográficas: 1,7-18.23-25; 2,1; 4,3-4.7-15.18.
136. L.T. JOHNSON, The Writings of the New Testament (Fortress, Minneapolis 1999) 394s.
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Lugar y fecha
La ciudad
Éfeso era un lugar de turismo religioso a causa del gran templo edificado en honor
de Artemisa, cuatro veces más grande que el Partenón de Atenas; esta construcción
era considerada una de las siete maravillas del mundo. La decisión de construirlo se
debió a Creso, el rey de Lidia (reinó entre el 560-546 a.C.). La ciudad fue muy flore-
ciente, llegando a ser la cuarta más importante del imperio. En ella nació Heráclito,
vivió Homero y enseñó Tales de Mileto. Hacia el 200 a.C. Antíoco III estableció en
la ciudad y zona a 2.000 familias judías provenientes de Babilonia, siendo así la
mayor comunidad judía de Asia Menor. No se ha identificado todavía el lugar de la
sinagoga.
Según las informaciones que nos han llegado, en el 133 a.C., cuando los romanos
conquistaron esta región, la ciudad de Éfeso se extendía 350 hectáreas y estaba
superpoblada. Como ya hemos dicho, la presencia judía era significativa. Pablo pre-
dicó por varios meses en la sinagoga hasta que fue expulsado; luego se trasladó a la
escuela de Tirano. Según algunos manuscritos, el Apóstol enseñaba en ella desde las
11 de la mañana hasta las 4 de la tarde, que correspondía a las horas en que no se
trabajaba. Es posible que ese fuera el período no sólo que podían concurrir las per-
sonas, sino también que la escuela dejaba de tener la actividad habitual. En el resto
del tiempo Pablo trabajaba para ganarse el pan, como él mismo afirma en Hch
20,34 dirigiéndose a los presbíteros de Éfeso: “Vosotros sabéis que estas manos me
sirvieron para mis necesidades y las de los que estaban conmigo”.
Autenticidad
Durante muchos siglos nadie puso en duda la autoría paulina de esta carta.
La atribuyen explícitamente a Pablo los Padres Apostólicos, Ireneo (Adversus
Haereses 5,2,3), Clemente de Alejandría (Stromata 4,8,64), Orígenes (De Principiis
3,5); Tertuliano (Adversus Marcionem 5,11,17), el canon de Marción, el Canon
Muratori, e incluso escritos gnósticos. La discusión sobre su autenticidad comenzó
cuando Ferdinand C. Baur y sus discípulos afirmaron que esta carta no procedía de
la pluma de Pablo. A lo largo de los años, muchos estudiosos han identificado tres
características que van contra la paternidad paulina del escrito.
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Estilo de la misiva
En primer lugar, el estilo de este escrito es bastante diferente al de las cartas auténti-
cas de Pablo. Es llamativo el tono impersonal del escrito dirigido a una comunidad
en la que Pablo transcurrió más de dos años. Por otro lado, utiliza con frecuencia
frases largas, con abundancia de participios y relativos. Según Rudolf
Schnackenburg, “en Pablo no hay casi nada similar” 137. Es verdad que esto sucede
en la primera parte de la carta, donde se utiliza material tradicional y hay un tono
explícito de oración y alabanza. En cualquier caso, es cierto que las cartas paulinas
se caracterizan por una prosa más sencilla y un estilo más vivaz.
Concepción teológica
En tercer lugar, se han destacado las claras semejanzas que hay de vocabulario,
redacción y pensamiento entre esta carta y la dirigida a los Colosenses. Los
estudiosos que rechazan la autoría paulina consideran que este fenómeno se debe a
que, para su redacción, quien escribió la carta a los Efesios se sirvió de la misiva
paulina dirigida a los Colosenses. Quienes defienden la paternidad del Apóstol ven
en esta semejanza un argumento a favor de la identificación del autor de ambas. En
realidad, en los cinco lugares donde se ha identificado este paralelismo, la coinciden-
cia de la redacción no es tan significativa como para suponer una reutilización del
texto de la carta a los Colosenses. Por lo demás, no es imposible que un mismo
autor reelabore sus pensamientos de forma diferente según las circunstancias y des-
tinatarios de las misivas.
137. R. SCHNACKENBURG, The Epistle to the Ephesians (T & T Clark, Edinburgh 1991) 26.
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Es cierto que se ha subrayado la presencia de los hapax legomena (35 en esta carta) y
de los términos que no se encuentran en las otras cartas paulinas (41 vocablos),
pero como ha puesto en evidencia Percy N. Harrison, el promedio de las palabras
que no aparecen en el resto del Nuevo Testamento no es muy distinto a los escritos
reconocidos como paulinos: en Efesios el promedio es de 4 a 6 por página, en
2Corintios de 5 a 6 y en Filipenses de 2 a 6 138.
Los estudiosos que defienden la autenticidad paulina, intentan explicar estas pecu-
liaridades. Por ejemplo, Carson-Moo afirman: “Pablo estaba encarcelado cuando
escribió esta carta (3,1; 4,1), lo cual concuerda bien con esta pretensión. Se percibe
un cierto desarrollo en relación con las cartas más antiguas, sin embargo esto es
algo natural a medida que el apóstol se acerca al final de su vida. El contenido de
esta carta tiene mucha lógica como las palabras que Pablo dirige a una iglesia que
necesita más instrucción acerca de algunos importantes aspectos de la fe. A muchos
eruditos esta concepción les parece una mejor manera de entender la carta que las
alternativas que se sugieren. Ninguna de las situaciones seudo epigráficas que se han
sugerido ofrece un marco tan apropiado como la idea de que Pablo escribe esta
epístola desde su último encarcelamiento […] Se dice que la teología de Efesios es
tal que no podemos atribuir a Pablo la autoría de este escrito. Es cierto que se perci-
ben rasgos típicamente paulinos, como por ejemplo la clara declaración de la
justificación por la fe (2,5-8), sin embargo se observan también aquí y allá algunos
acentos que, en el mejor de los casos, solo cuentan con apoyos muy débiles en las
cartas reconocidamente paulinas (como la función cósmica de la Iglesia (3,10) y
cierto énfasis en una escatología consumada o ‘realized eschatology’). Además, el
autor afirma aquí que los creyentes efesios están "edificados sobre el fundamento
de los apóstoles y profetas" (2,20), mientras que en las cartas reconocidamente pau-
linas el apóstol presenta a Cristo como el único fundamento (1Cor 3,11). Sin duda
se ha producido un cierto desarrollo de este concepto. Sin embargo, otra cosa es
demostrar que el pensamiento de Pablo no podía llegar a esta etapa en el transcurso
de su vida, o que los temas que aquí se subrayan no son las cuestiones que previsi-
blemente el apóstol podría enfatizar, asumiendo el escenario específico que da lugar
a esta carta” 140.
138. N.P. HARRISON, The Problem of the Pastoral Epistles (Oxford University, London 1921) 20.
139. A. WIKENHAUSER, Introducción al Nuevo Testamento, 308.
140. D.A. CARSON-D.J. MOO, Una introducción al Nuevo Testamento (Colección Teológica Contemporánea; Clie, Barcelona
2008) 385.
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En efecto, si esta carta fue redactada durante su prisión romana, bien puede reflejar
una cierta evolución en su pensamiento y en su modo de expresarse. Por lo demás,
no debemos olvidar que el tono impersonal y más solemne se percibe sobre todo en
la primera parte de la carta, que recoge material tradicional, y donde domina la ora-
ción y la alabanza. Por ello, creemos más razonable defender la autoría paulina, en
conformidad con la tradición.
Destinatarios
Por otra parte, el hecho de que no aparezcan las palabras “en Éfeso” del saludo
(1,1) en los mejores y más antiguos manuscritos (Sinaítico, Vaticano, P 46) y que algu-
nos autores de los primeros siglos las desconocieran también (Orígenes, Tertuliano,
etc.), ha hecho que algunos estudiosos duden sobre los verdaderos destinatarios de
esta carta. En su opinión, la falta de referencias específicas a la comunidad de Éfeso
en la carta se debe a que estamos ante una misiva circular, redactada pensando en
que sea leída en diferentes comunidades.
Estructura y contenido
Estructura de la carta
Saludo: 1,1-2
Parte doctrinal (1,3-3,21)
• Alabanza a Dios por la filiación divina en Cristo, tanto de judíos como de genti-
les: 1,3-14
• Acción de gracias por la fe de los destinatarios y súplica a Dios para que les haga
crecer en conocimiento del don recibido: 1,15-2,10
• Los gentiles también han sido llamados a la salvación y forman parte de la
Iglesia: 2,11-22
• Esta vocación de los gentiles es el misterio manifestado en estos tiempos: 3,1-21
Parte exhortativa (4,1-6,20)
• Los carismas sirven para la edificación del cuerpo de Cristo: 4,1-16
• Revestirse del hombre nuevo: 4,17-32
• Imitadores de Dios: 5,1-14
• Exhortaciones morales varias: 5,15-6,9
• Exhortación a luchar revestidos con las armas de Dios: 6,10-20
Conclusión: 6,21-24
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Contenido de la misiva
Es una carta especial, pues está llena de himnos, credos y material litúrgico. La pri-
mera parte tiene un estilo exaltado, con vocabulario procedente del culto y la
oración. Comienza con una bendición a Dios por la elección y redención de su pue-
blo (1,3-14). Algunos autores modernos consideran que esta sección procede de un
himno primitivo cristiano, pero la mayoría de los estudiosos prefiere considerarlo
como una composición del autor de la carta. El estilo es claramente judío.
Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos. Él nos eligió en Cristo antes
de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el
amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su volun-
tad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente
nos ha concedido en el Amado. En él, por su sangre, tenemos la redención, el perdón
de los pecados, conforme a la riqueza de la gracia que en su sabiduría y prudencia ha
derrochado sobre nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que
había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en
Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. En él hemos heredado también los que
ya estábamos destinados por decisión del que lo hace todo según su voluntad, para
que seamos alabanza de su gloria quienes antes esperábamos en el Mesías. En él
también vosotros, después de haber escuchado la palabra de la verdad —el evangelio
de vuestra salvación—, creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu
Santo prometido. Él es la prenda de nuestra herencia, mientras llega la redención del
pueblo de su propiedad, para alabanza de su gloria (Ef 1,3-14).
Además la carta tiene dos súplicas al Padre (1,15-23; 3,14-21). Hay otras referencias
hímnicas (5,14; 2,14-18) o confesiones (4,4-6). En los dos capítulos finales, la carta
contiene un código familiar: marido-mujer, padres-hijos, amo-esclavo (Ef 5,21-6,9);
dicho código es muy similar, aunque más extenso, al que tenemos en la carta a los
Colosenses (3,18-4,1). Algunos autores consideran estos códigos como una adapta-
ción cristiana de ciertas regulaciones judías helenistas. En cuanto a las citas del
Antiguo Testamento son escasas, pero la carta está llena de alusiones veterotesta-
mentarias tanto en frases, términos y conceptos. Incluso algunos autores identifican
métodos rabínicos de exegesis. Ciertamente la sección 5,15-18 es deudora de la tra-
dición sapiencial del Antiguo Testamento.
La carta a los Efesios es la carta eclesial por excelencia. En ella, el término ekkle-
sia no se utiliza para designar una comunidad concreta, sino la Iglesia universal
(1,22; 3,10.21; 5,23-25.27.29.32). Varias imágenes sirven para describir la verdad de
la Iglesia: morada de Dios (2,19-22), cuerpo (1,23; 4,16; 5,23), esposa (5,25-32). Es
en la Iglesia donde se realiza la unidad entre gentiles y judíos (2,11-22).
Ocasión de la carta
Lugar y fecha
No hay razones claras para negar su autenticidad paulina. Una cosa es diluci-
dar a qué comunidad iba dirigida y otra distinta es la autoría paulina. De hecho,
buena parte de los estudiosos la defiende, en armonía con toda la tradición.
Ciertamente fue escrita durante una de las prisiones de Pablo; posiblemente durante
su primera prisión romana. Por ello, se suele fechar entre los años 60-62.
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CONCLUSIÓN
En este primer tema hemos estudiado las cartas de la cautividad, llamadas así
porque Pablo las escribió mientras estaba prisionero. Durante muchos años se
ha identificado Roma como lugar de su prisión, pero en las últimas décadas,
al menos para tres de ellas (Filemón, Filipenses y Colosenses) se ha preferido
colocar su redacción durante la prisión que Pablo sufrió en Éfeso.
Filipenses es una misiva que rebosa alegría y agradecimiento. Pablo habla con
afecto de esta comunidad, que le ayudó económicamente a lo largo de su acti-
vidad misionera. Pone sobre aviso a los fieles de Filipos respecto a los
enemigos de la cruz de Cristo, que hay que identificar con los judíos contra-
rios a la predicación evangélica.
Efesios es una carta peculiar, tanto por su estilo como por su concepción
teológica; lo que ha llevado a algunos estudiosos a negar la autenticidad pauli-
na. Además el dato de que en los manuscritos más antiguos falten las palabras
“en Éfeso” ha llevado a considerarla como misiva circular, redactada pensan-
do en las comunidades en general. Es ciertamente la carta eclesial por
excelencia.
.
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Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
Tema
A estos tres escritos, a partir del siglo XVIII, se les atribuyó el calificativo de
“pastorales” a causa de que parte de su contenido aborda las responsabilida-
des de los pastores de la Iglesia; el apelativo se debe a Paul Anton (1753). Según
el canon Muratori, estas cartas “han sido santamente guardas por la estimación de
toda la Iglesia para ordenación de la disciplina eclesiástica” (1,60-63). Las cartas
también contienen doctrina, sobre todo cristológica (1Tm 3,16, 6,15s; 2Tm 1,8-10;
2,8-13; Tit 3,4-7).
141. 2Cor 2,13; 7,6.13-14; 8,6.23; 12,18; 13,13; Gál 2,1.3; 2Tm 4,10.
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I. Contexto histórico
De igual modo, estas cartas reflejan una situación eclesial diferente a la que tenemos
en los primeros escritos. Destaca la presencia de semi-gnósticos en Éfeso y
Creta (1Tm 6,20) de origen judío, pues son llamados “el partido de la circuncisión”
(Tit 1,10), que propagan mitos judíos y genealogías (Tit 1,14; 1Tm 1,4; 4,7) y preten-
den ser maestros de la Ley (1Tm 1,7); proclaman también una escatología realizada,
afirmando que la resurrección ya ha tenido lugar (2Tm 2,18), y proponen la absti-
nencia de carnes y matrimonio, pretendiendo transmitir un conocimiento espiritual
(1Tm 4,3-4; 6,20). Por último, es cierto que las comunidades están más organizadas,
con sus obispos (1Tm 3,1-4; Tit 1,7) y sus diáconos (1Tm 3,8-13) y presbíteros (Tit
1,5); se alude claramente a la ordenación de estas personas (1Tm 4,14; 5,22).
De todos estos datos podemos deducir que Pablo escribió 2Tm durante su
segunda prisión de Roma, mientras que redactó 1Tm y Tit durante su misión
y ministerio después de ser liberado de su primera prisión romana. Por eso
Joachim Jeremias, apoyándose en las cartas pastorales, afirma con rotundidez que
Pablo quedó libre de su primera prisión romana: “Los principales testimonios en
pro de la tesis de que Pablo quedó libre otra vez y concluyó su obra con un cuarto
viaje misional, son las propias epístolas pastorales; incluso en caso de su inautentici-
dad: difícilmente un falsificador hubiera fingido para estas epístolas un marco
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1Timoteo
• Introducción (saludo, aviso sobre los errores de los judaizantes, correcto uso de
la ley, Timoteo en oposición a los falsos doctores): 1,1-20
• Reglas de la comunidad (oración, matrimonio, ministros): 2,1-4,10
• Instrucciones a Timoteo: 4,11-6,2
• Consejos finales (sobre los falsos doctores, el hombre de Dios y los ricos): 6,3-19
• Últimos consejos y bendición final: 6,20-21
En esta primera carta, el Apóstol alerta en varias ocasiones acerca de los falsos
maestros de la ley (1,3-7; 4,1-5; 6,3-10). Aconseja que se ore por todos, de modo
especial por aquellos que ejercen el gobierno para que favorezcan la difusión del
Evangelio (2,1-7). En este contexto, da algunas indicaciones respecto al modo de
realizar la oración en las asambleas (2,8-15). Señala las características que debe tener
el obispo y el diácono (3,1-13). Se detiene en concretar cómo Timoteo ha de realizar
la enseñanza y la exhortación (4,6-16) y el modo de tratar a las viudas (5,1-16) y a
los presbíteros (5,17-25). Al final de la carta exhorta a Timoteo a perseverar en la fe
y le encarga que anime a los ricos a ser generosos con sus bienes (6,11-19).
Concluye con una última exhortación a Timoteo (6,20-21).
142. J. JEREMIAS, Epístolas a Timoteo y a Tito. Texto y comentario (Actualidad Bíblica 21; FAX, Madrid 1970) 14s.
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2Timoteo
Es una carta muy personal. En ella se recogen diferentes consejos que Pablo da a su
discípulo Timoteo, consciente de la proximidad de su muerte (4,6-8). Por ello, le exhor-
ta a que no se avergüence de Pablo, que ha sido un decidido predicador del Evangelio
(1,8-14), a aceptar los padecimientos que se deriven de su servicio (2,1-7) a perseverar
en Cristo (2,8-13). Le aconseja cómo tratar a los falsos maestros (2,14-26). Indica que
los tiempos que viven están llenos de males y anima a Timoteo a ser fiel a la doctrina
aprendida (3,1-17). Le recuerda de nuevo su tarea de predicación y enseñanza (4,1-5) y
le comunica algunas observaciones respecto a personas concretas (4,9-15). La carta ter-
mina con algunas noticias personales del Apóstol y saludos (4,16-22).
Tito
• Saludo: 1,1-4
• Instrucciones a Tito: 1,5-2,1
• Vigilancia sobre la comunidad: 2,2-15
• Responsabilidades de los creyentes: 3,1-11
• Consejos finales y bendición: 3,12-15
1Tm y Tit son más bien cartas oficiales, mientras que 2Tm es más personal;
incluso tiene un estilo de testamento. En 1Tm y Tit faltan las comunicaciones o
comentarios personales, al igual que los saludos, o quedan limitados al mínimo. El
contenido principal son instrucciones pastorales o de gobierno. “Lo que estas epís-
tolas dicen sobre las obligaciones de las personas que ostentan un ministerio
–afirma J. Jeremias-, sobre la recta manera de predicar, sobre el buen orden en la
vida al servicio de Dios dentro de las comunidades, sobre el uso de la dirección de
la Iglesia y la disciplina eclesiástica, sobre la cura de almas de los diversos estamen-
tos de la comunidad y cuando se trata de descaminados, sobre todo debida
prestación en materia de asistencia y consejo, posee importancia para todos los
ministros de la Iglesia en cualquier época […] Regulan la distribución de los minis-
terios eclesiásticos y fijan lo que se ha de exigir a los ministros. Dan instrucciones
para el comportamiento eclesial de los miembros de la comunidad, tanto en el servi-
cio de Dios como en la vida diaria. Regulan el deslinde respecto a los maestros de
doctrinas erróneas” 143.
Las falsas doctrinas a las que aluden en las pastorales no necesariamente son las
mismas. Algunos estudiosos las identifican con la gnosis. Quizás sea mejor elemen-
tos semi-gnósticos que evocan concepciones gnósticas, pero no hay que olvidar
que el gnosticismo en cuanto doctrina y sistema de comportamiento hay que situar-
lo en el siglo II. Por lo demás, ciertas expresiones las vinculan al judaísmo (1Tm 1,7;
Tit 1,10.14; 3,9).
III. Autenticidad
testimonio más antiguo que tenemos de las cartas de Pablo. Desde el siglo XIX se
ha cuestionado su autenticidad, principalmente apoyándose en que refleja una situa-
ción histórica diferente y se puede percibir una organización de las comunidades
más evolucionada a la que tenemos reflejada en las cartas anteriores, en la presencia
de elementos gnósticos en las comunidades, y en el vocabulario y estilo.
1) Estas tres cartas faltan en el Canon de Marción y en el códice P 46, que son
los testigos textuales más antiguos. Es probable que Marción rechazase su auten-
ticidad. En cuanto al códice P 46, es verdad que faltan las siete hojas primeras y
últimas, pero es seguro que no estaban recogidas en él, pues su longitud requiere
más páginas de las que sabemos que faltan.
2) Entre las peculiaridades teológicas de las cartas pastorales, hay que destacar el
subrayado que se hace de la sana doctrina de la Iglesia (1Tm 1,10; 2Tm 4,3; Tit
1,9; 2,1; etc.); la fe cristiana está vinculada a la recta doctrina (1Tm 4,1.6; Tit
1,13). Por otra parte, combaten tendencias gnósticas. La situación que estas car-
tas reflejan es la preocupación por la solidez de la doctrina de fe. Por otra parte,
las referencias a la organización eclesial manifiestan un desarrollo mayor que la
que se deduce de las otras cartas paulinas (cf. 1Tm 3 y 5; Tit 1). No obstante, no
creemos que haya que exagerar la diferente situación histórica y organización de
las comunidades. En el transcurso de los años, ciertamente la Iglesia se ha desa-
rrollado y madurado, pero la constitución jerárquica de la Iglesia aparece desde el
primer viaje misionero de Pablo 144. Por lo demás, si se dan indicaciones contra
los sectarios o aquellos que se alejan de la verdadera fe, es normal que se subraye
la recta doctrina y el contenido de la fe.
144. La organización jerárquica de la Iglesia desde los primeros años, en total sintonía con el ambiente judío en el que surgió
la comunidad cristiana, está testimoniada en Hch 2,14; 3,12; 5,3; 8,14; 9,13; 11,30; 12,17; 14,23; 15,13; 20,17; 21,18.
145. P.N. HARRISON, The Problem of the Pastoral Epistles, 20ss, señala que las Pastorales utilizan 902 palabras, de las que 54 son
nombres propios. De las 848 restantes, 306 no aparecen en las otras cartas paulinas; y de estas 306, 175 son hapax legomena.
No obstante, como subrayan D.A. CARSON-D.J. MOO, Una introducción al Nuevo Testamento, 481, el argumento del vocabulario
es falaz: “Decir solo que en las Pastorales hay 306 palabras que no aparecen en las diez epístolas paulinas es un planteamiento
falaz. Utilizando las propias cifras de Harrison, de estas 306 palabras hay 127 que solo paarecen en 1 Timoteo, 81 que única-
mente se hallan en 2 Timoteo, y 45 que se encuentran tan solo en Tito. Esto significa que la inmensa mayoría aparece
solamente en una de las Epístolas Pastorales, y que difieren tanto entre sí (o más) que de los escritos reconocidamente pauli-
nos. ¿Hemos acaso de afirmar que se trata de tres autores seudónimos?”.
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Las cartas a Timoteo comienzan con un saludo no habitual en las otras: “Gracia,
misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor”. Por otra parte,
sólo 2Tm contiene la acostumbrada oración de acción de gracias inicial. No obstan-
te, respecto al vocabulario y estilo hay que tener en cuenta el carácter peculiar de las
mismas: se trata de escritos que van dirigidas al gobierno de las comunidades e
intentan hacer frente a ciertas tendencias gnósticas. Por lo demás, las diferencias de
vocabulario y estilo no sólo se justifican por la orientación de las cartas, sino tam-
bién porque estas misivas fueron redactadas por secretarios-redactores diferentes a
los de las otras cartas.
En resumen, ninguna de las razones aportadas por los estudiosos que recha-
zan la autoría paulina de estas cartas es evidente. Por lo demás, estos autores
tienen que reconocer que no es fácil negar su autenticidad echando mano de las
estadísticas del vocabulario, pues la utilización de palabras nuevas puede justificarse
apelando a la diferente situación histórica y la problemática eclesial de aquel
momento. Por añadidura, no debemos pensar equivocadamente que los primeros
cristianos eran gente ingenua y fácil de engañar. Existían modos para detectar las
cartas falsas de las verdaderas; recordemos la firma de Pablo (2Tes 3,17), el rechazo
de las cartas pseudoepigráficas según Serapión (Historia Eclesiástica 6,12,3) y las afir-
maciones contenidas en el canon de Murotari. Si estas cartas fueron reconocidas
como paulinas e incluidas en su canon no puede sino deberse a un vínculo muy
estrecho con el Apóstol. Ciertamente, los defensores de la autenticidad paulina
explican estas diferencias haciendo notar que el Pablo que escribe es el de los últi-
mos años. El tiempo, pues, ha pasado, y nada más natural que también las
comunidades se hayan organizado mejor. Por otra parte, la presencia de algunas ten-
dencias o ideas gnósticas se empiezan a percibir en la segunda mitad del s. I. No
obstante, la situación conceptual de las comunidades gobernadas por Timoteo y
Tito que reflejan estos escritos no es fácil de describir dadas las lagunas que existen
respecto al cristianismo primitivo del primer siglo, por un lado, y la ausencia de una
descripción más detallada de las doctrinas que se quieren combatir, por otro.
En cuanto a la fecha en que fueron escritas, aceptando que Pablo regresó a Creta
(Tit 1,5) y Macedonia (1Tm 1,3) después de su viaje a España, que hay que situar en
el año 64, y que pasó el invierno del 65-66 en Nicópolis (Tit 3,12), es fácil supo-
ner que 1Tm y Tit las escribió durante esa estancia invernal en dicha ciudad.
En cuanto a 2Tm, hemos de tener en cuenta que visitó Mileto, donde dejó a
Trófimo (2Tm 4,20), y Troáde, donde dejó su capa invernal y los pergaminos (2Tm
4,13); es posible que esta carta fuera escrita a su llegada a Roma (cf. 4,6s); es
decir, en el 67.
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CONCLUSIÓN
El corpus paulino recoge tres cartas dirigidas a dos colaboradores de Pablo:
Timoteo y Tito. Se suelen denominar “pastorales” porque gran parte de su
contenido se centra sobre las tareas de los pastores de la Iglesia. 1Timoteo y
Tito son más bien oficiales, mientras que 2Timoteo es más personal.
Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
Tema
Cristo sacerdote
146. C.A. FRANCO MARTÍNEZ, Jesucristo, su persona y su obra en la carta a los Hebreos (SSNT 1; Encuentro, Madrid 1992) 55.
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El escrito afirma la supremacía de Cristo, que está por encima de los ángeles y las
instituciones de la antigua alianza. Así, el sacerdocio de Cristo es superior al sacer-
docio de la Antigua Alianza; al igual que su sacrificio en la cruz es
verdaderamente eficaz, a diferencia de los que se ofrecían en el templo de Jerusalén.
No es una carta
Estructura de la epístola
Conclusión
• Noticias personales, bendición y despedida: 13,18-25
Durante los primeros siglos la mayoría de los escritores cristianos, sobre todo de
Oriente, lo atribuyó al apóstol Pablo. En Occidente tuvo una proceso más comple-
jo, pues no todos los escritores de los primeros siglos lo valoraron de igual modo;
pero a partir del siglo IV prácticamente todos los escritores cristianos atribuyen su
paternidad a Pablo y es recogida en la lista canónica. Las dudas respecto a su auten-
ticidad no reaparecerán de nuevo hasta el siglo XVI. El Concilio de Trento incluye
este escrito en el canon, pero no resuelve la cuestión de la autenticidad paulina.
¿Es de Pablo?
En los primeros siglos se aceptó sin problema la autoría paulina en la Iglesia oriental;
mientras que en Occidente, como hemos dicho, se reconoció definitivamente la
autenticidad paulina a finales del siglo IV. Pero esta misiva no comienza con un salu-
do personal de Pablo, cuyo nombre no aparece en toda ella. Sin embargo, según nos
testimonia la tradición textual, se la consideró paulina. Por ejemplo, el P 46 coloca Heb
entre Rm y 1Cor. Bastantes manuscritos la sitúan después de 2Tes y antes de las car-
tas pastorales. Sin embargo, con el tiempo, se ha impuesto la colocación al final de
todas las cartas paulinas, para indicar su rango especial. Desconocemos, pues, quién
es su autor. Muchos estudiosos lo han relacionado con los círculos paulinos, pues
existen semejanzas: a) la conclusión recuerda la de las cartas paulinas; b) Timoteo
forma parte del ámbito de este escrito (13,23); c) c) hay elementos doctrinales comu-
nes con las cartas paulinas: Cristo preexistente y mediador del universo, la
encarnación y abajamiento, la exaltación a la derecha de Dios, la muerte redentora, la
sustitución de la antigua alianza por la nueva. Pero en realidad, las diferencias son tan-
tas que debemos suponer un autor distinto al Apóstol. Los motivos son a) la
ausencia de un saludo al comienzo del escrito en la que Pablo se identifica como
autor, como hace en las otras cartas suyas; b) el vocabulario es diferente y el estilo
bastante más cuidado y literario que el contenido en las cartas auténticas; b) procede
de una forma diferente al introducir las citas del Antiguo Testamento; c) el tema prin-
cipal del escrito es totalmente peculiar: el sacerdocio de Jesucristo; d) el autor de esta
composición pertenece a la segunda generación, pues en 2,3 no manifiesta pretensión
de autoridad apostólica, sino que reconoce haber sido instruido por los discípulos del
Señor. No obstante, se percibe una relación con el pensamiento paulino, pues tam-
bién critica la ley mosaica y subraya la obediencia redentora de Cristo. Los estudiosos
discuten si se trata de un cristiano de origen judío, pues aunque manifiesta un gran
conocimiento del Antiguo Testamento y de las tradiciones judías, a veces comete
errores que parecen manifestar un desconocimiento grave (cf. Heb 9,4).
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Canonicidad
IV. La fecha
Al menos el límite post quem lo indica 1Cor de Clemente, pues cita este escrito (36,2-
5). Dado que esta carta del Papa romano fue escrita, como muy tarde, en el año
95-96, Hebreos tenía que estar escrita al menos hacia el año 90. Sin embargo, los
estudiosos no se ponen de acuerdo sobre la fecha: algunos sitúan este escrito des-
pués del año 70 y otros antes de la destrucción del templo de Jerusalén, que supuso
el final del culto levítico. Ciertamente 10,1-3, donde se alude a la hipótesis irreal del
final de los sacrificios, difícilmente pudo escribirse después de la destrucción del
templo, que puso fin a los sacrificios levíticos. Por eso hay que considerar como
fecha más probable una anterior al año 70.
Hablar de influencia semítica en esta obra del Nuevo Testamento que todos los
estudiosos reconocen que ha sido redactada con con uno de los mejores griegos
que tenemos en los libros neotestamentarios puede resultar fuera de lugar. Pero
tiene razón David Flusser cuando afirma: “No hay ningún libro del NT que no
revele la enorme influencia de conceptos judíos y hebreos, de palabras y formacio-
nes de palabras, aun cuando ningún texto hebreo real se halle directamente detrás
de él”. Ciertamente la llamada carta a los Hebreos es una epístola helenística y rabí-
nica, pues su autor tiene un buen conocimiento del Antiguo Testamento, de las
técnicas de exégesis judías y de la discusión rabínica. Por lo demás, como hemos ya
indicado, grandes helenistas entre los Santos Padres (Clemente de Alejandría,
Jerónimo, Juan Damasceno, etc.) afirmaban que esta obra había sido escrita en
hebreo y traducida después al griego. Es verdad que la exégesis actual considera que
fue escrita originalmente en griego. Pero uno de los mejores estudiosos de este
escrito, Ceslas Spicq, se manifiesta no totalmente seguro sobre la lengua original,
pues reconoce que no siempre la traducción refleja con claridad la lengua original:
“Se puede, en efecto, concebir una traducción de una lengua a otra, no como un
calco fiel, sino como una forma literaria muy cuidada, o como una paráfrasis, e
incluso bajo la forma de una segunda redacción” 150. Ejemplos de este tipo de tra-
ducción son La Guerra Judía de Flavio Josefo, el evangelio de Mateo, la traducción
de los LXX de Daniel.
para designar a Dios; e) Uso del participio por el imperativo; etc. Ciertamente lo que
más probaría la existencia de un original semítico son la presencia de un griego que
sólo se explique desde la lengua aramea 151.
La superioridad de Cristo se afirma desde el inicio del escrito, que se le pone por
encima de los ángeles, pues ha sido glorificado después de su pasión (1,5-2,18);
constituyéndose así mediador entre Dios y los hombres; es decir, sacerdote. Un
sacerdocio definido por dos cualidades decisivas: que es digno de fe y que es
misericordioso (3,1-5,10). Dios, al glorificar a Cristo, lo indica como digno de fe, al
que hay que escuchar. Por otra parte, en relación a los hombres, sus hermanos, es
misericordioso. Por ello, su sacerdocio es superior al de la antigua alianza; por tanto,
no proviene de Aarón, sino de Melquisedec. De igual modo, su sacrificio perfecto
es hecho de una vez para siempre, no tiene que repetirse en el tiempo (5,11-
10,18). Cristo, por medio de su sacerdocio y su sacrificio, ha abolido la separación y
todos los hombres tienen la posibilidad de acercarse a Dios con fe viva, esperanza
firme y caridad activa (10,19-39). Pero ante las dificultades presentes por las que
pasan sus destinatarios, en los últimos capítulos llama a la vigilancia y la constancia
en la fe.
151. Ejemplos de estos semitismos se encuentran en la obra de C.A. FRANCO, Jesucristo, su persona y su obra en la carta a los
Hebreos (SSNT I; Encuentro, Madrid 2010).
152. A. VANHOYE, Prêtres anciens, prêtre nouveau selon le Nouveau Testament (Seuil, Paris 1980) 342.
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CONCLUSIÓN
Varios rasgos hacen de esta epístola un escrito peculiar. Ante todo no hay
saludo ni identificación del autor. Aunque se ha incluido en el corpus paulino,
varias razones obligan a rechazar la autoría de Pablo. Principalmente, el hecho
de que estemos ante un griego más literario y claro que el de Pablo y el uso
que se hace del Antiguo Testamento. Por otra parte, tampoco se hace men-
ción explícita de los destinatarios, a pesar de que desde los primeros siglos se
haya denominado “Epístola a los Hebreos”. En una frase sintética, A.
Vanhoye afirma: “¿La carta de Pablo a los Hebreos? No es de Pablo, no es
una carta y no está dirigida a los Hebreos”.
Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
CONCLUSIÓN
UNIDAD DIDÁCTICA 3
La tercera U.D. está dedicada a las cartas de la cautividad, las pastorales y la conoci-
da como “a los Hebreos”. Buena parte de los estudiosos ponen en cuestión la
autenticidad paulina de la mayoría de estos escritos por diferentes motivos. Como
hemos visto a lo largo de nuestra exposición, dejando aparte la epístola a los
Hebreos, las razones aportados no son concluyentes para negar la autoría de Pablo.
Los temas abordados en las cartas son muy diferentes. Filemón aborda la relación
amo-esclavo desde la fe. Filipenses, que contiene el famoso himno cristológico,
pone en guardia frente a los enemigos de la cruz de Cristo. Colosenses, con su
himno cristológico que exalta a Cristo por encima de toda la creación y subraya su
poder salvífico, sale al paso de enseñanzas extrañas que se introducen en la comuni-
dad. Efesios se centra sobre todo en la Iglesia. Las pastorales abordan cuestiones
relacionadas con la organización y el gobierno de las comunidades. Por último, el
contenido principal de la epístola a los Hebreos es la presentación de la persona y
de la obra de Jesús desde una clave sacerdotal.
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ACTIVIDADES
• Compara los códigos familiares de Col 3,18-4,1 y Ef 5,21-6,9 e identifica las principa-
les características de la familia cristiana.
• Compara 1Cor 3,6-11.16-17; 12,12-30 con Ef 2,19-22; 4,16; 55,25-32 y señala la con-
cepción eclesiológica que san Pablo manifiesta en estos textos.
• Después de leer los capítulos 7-9 de Heb, identifica los principales rasgos del sacerdo-
cio de Cristo.
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LECTURAS RECOMENDADAS:
R.J. CASSIDY, Pablo encadenado. Cartas desde la prisión romana (Herder, Barcelona 2004)
127-155.183-208.233-270.
Tema 2
1. V 2. V 3. V 4. F 5. F
Tema 3
1. F 2. V 3. V 4. F 5. V
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UNIDAD DIDÁCTICA 1V
Teología paulina
Contenido
INTRODUCCIÓN
Esta U.D. es una breve introducción a algunas de las cuestiones teológicas más impor-
tantes de las cartas paulinas. En el primer tema estudiaremos las características de la
misión cristiana de los orígenes y la fundación de las primeras comunidades paulinas.
También justificaremos por qué Pablo no puede ser considerado el verdadero fundador
del cristianismo. En el segundo tema abordaremos algunos temas relevantes: 1) El
escándalo de la cruz, 2) La resurrección de Jesús, 3) La justificación por la fe en Cristo
Jesús, 4) La venida gloriosa del Señor, 5) La Iglesia.
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Tema
La diáspora judía
Conviene recordar que la presencia judía en la diáspora era mucho más numerosa
que en Palestina; al igual que sucede también hoy. Las comunidades judías se asenta-
ban en las ciudades, donde gozaban de la protección oficial de Roma, y solían
regirse por una jurisdicción propia para los asuntos internos. Se han conservado
edictos de las autoridades de ciudades de Asia Menor, en que se hace saber a la
población que los judíos gozan de ciertos privilegios debidos a sus peculiares creen-
cias y prácticas religiosas. Las comunidades judías de la diáspora vivían en cierto
modo como islotes dentro de la gran masa pagana. Por lo general vivían en barrios
propios, ya que la observancia de la Ley mosaica impedía una integración total. En
esas ciudades, ante la predicación de Pablo, siempre eran las autoridades judías, con
sus secuaces, los primeros en reaccionar en contra (cf. 1Tes 2,14-16). El motivo
principal era su celo santo, pues consideraban que la predicación paulina conducía a
la apostasía (cf. Hch 21,18s).
Una de las características más famosas del imperio romano era su sistema viario;
desarrollado desde la época republicana, alcanzó su punto álgido en el siglo II d.C.
Un buen testimonio de ello nos lo ofrece Elio Aristide, en su discurso de elogio a
Roma pronunciado a mediados del siglo II: “No dan miedo las Puertas de Cilicia
(Tauro), ni los pasos angostos de Arabia a Egipto, ni existen montes inaccesibles, ni
ríos insuperables, ni gentes bárbaras inhospitalarias... Las palabra de Homero de que
"la tierra es común a todos", vosotros la habéis realizado construyendo toda clase de
puentes sobre los ríos, abriendo montes y construyendo caminos transitables, llenan-
do de hospedajes los lugares desiertos, e introduciendo en todos los lugares orden y
civilización”. Esta red de vías de comunicación favoreció mucho la difusión
del cristianismo. Muchas ciudades donde prendió rápidamente el cristianismo se
hallaban en el recorrido de dichas vías. Por ejemplo, la via Egnatia, de unos 800 km,
que iba desde el Bósforo a la costa adriática, pasaba por las ciudades de Filipos y
Tesalónica; de esta última ciudad nacía otra vía que se dirigía hacia Berea, Atenas,
Corinto, Cencreas. Famosa también la via Maris, que unía Egipto, Palestina, Fenicia,
Asia Menor; ésta cruzaba las ciudades de Azoto, Joppe, Lida, Cesarea Marítima,
Tiro, Antioquía. Después de esta ciudad se dirigía a las puertas de Cilicia y atravesa-
ba las ciudades de Tarso, Perge, Mileto, Efeso y Esmirna. En la península itálica la
calzada más importante era la que unía Roma con Brindisi; denominada via Apia.
También son bastante conocidas las grandes vías que recorrían toda Italia: Aurelia,
Flaminia, Salaria, Tiburtina, Cassilina, etc. La misma estructura de vías de comunica-
ción encontramos en Africa del Norte, la península Ibérica, las Galias y Britania.
Las ciudades
153. Hemos tomado la cita de FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 14,7.2. Estrabón es un geógrafo griego que vivió del 64 a.C.
al 19 d.C.
154. FLAVIO JOSEFO, Antigüedades Judías 17,9.1.
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hecho de que las ciudades, al ser lugares de mercado, atrajeran a los habitantes que
vivían en los campos, tanto para vender como para comprar las mercancías expues-
tas allí, hacían de estos centros urbanos puntos de irradiación del cristianismo.
Algunas ciudades adquirieron una notoriedad especial a causa de su comercio o acti-
vidad cultural. Merece la pena destacar a Roma, Antioquía, Alejandría, Atenas,
Éfeso, Corinto, Filipos y Esmirna; muchas de ellas nos resultan familiares gracias a
la comunidades cristianas fundadas por Pablo.
Junto a este rasgo hay que señalar también la atracción que suscitaban las comunida-
des cristianas: hombres de niveles sociales, razas y culturas diversas se
amaban mutuamente y se ayudaban entre sí. Sirva como ilustración esta cita de
Tertuliano con la que describe la vida de la comunidad cristiana, no sólo de su tiem-
po, finales del siglo II y comienzos del siglo III, sino seguramente también anterior
a ella: “Presiden ancianos probados, que han alcanzado este honor no por precio
sino por testimonio a su favor, puesto que ninguna realidad de Dios se valora a pre-
cio. De la misma manera, si hay algo de bolsa común, no se reúne a fuerza de
honorarios de una religión subastada. Cada uno aporta, si quiere y puede, una módi-
ca contribución mensual o cuando lo estime oportuno. Nadie es obligado a pagar,
sino que lo hace espontáneamente. Son como depósitos de piedad. No se hace el
dispendio para comilonas, bebidas o francachelas, sino para dar de comer y sepultar
a los necesitados, para socorrer a los niños y niñas desprovistos de bienes y de
padres, lo mismo que a los sirvientes ancianos ya jubilados y también a los náufra-
gos; y si algunos son condenados a las minas, a las islas o a las cárceles, a causa del
grupo de Dios, se hacen acreedores al socorro de su confesión... "Miran —dicen—
155. Cf. Hch 3,1-9; 4,29-30; 8,6-7; 9,33-35; 9,36-42; 14,8-11; etc.
156. EUSEBIO DE CESAREA, Historia Eclesiástica III, 37,3.
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cómo se aman unos a otros", mientras ellos se odian mutuamente; "y cómo están
dispuestos a morir el uno por el otro", mientras ellos están preparados a matarse
entre sí... Así que quienes estamos compenetrados en ánimo y alma, no dudamos en
la comunicación de bienes” 157.
Esta caridad mutua manifestaba también la unidad que vivían los cristianos,
generada por el bautismo. En Gál 3,27-28, Pablo afirma esta unidad sirviéndose
de las categorías usadas en su tiempo para diferenciar a los hombres: “Pues cuantos
en Cristo fuisteis bautizados, de Cristo fuisteis revestidos. No hay ya judío ni gentil,
no hay esclavo ni libre, no hay varón ni hembra, pues todos vosotros sois uno en
Cristo Jesús”. A una sociedad que promovía sistemáticamente la división, Pablo
anuncia la gran novedad que introduce Cristo en la vida de los hombres: hace de
todos los hombres un solo ser. Todas las diferencias desaparecen en Cristo, pues a
través de su muerte y resurrección ha realizado la unidad de todos los hombres.
Todos los que son bautizados en su muerte y resurrección forman un solo cuerpo.
Así pone fin a la extrañeza y separación que los judíos vivían respecto a los paganos,
hace desaparecer el desprecio del hombre libre romano respecto al esclavo y anula
la marginación que el hombre imponía a la mujer. Esta experiencia de una humani-
dad nueva, definida por la caridad y la compasión, de unidad entre ellos
correspondía a los deseos más profundos del corazón humano, despertaba una fas-
cinación entre la gente más sencilla.
El odio popular
No obstante, es bien conocido el odio popular que existía contra los cristianos
en los primeros siglos. Este odio, sin embargo, no contradice el atractivo o fasci-
nación que suscitaba el cristianismo desde el comienzo de su difusión. El primero
era un sentimiento de masa, una reacción irracional de la plebe; el segundo siempre
se suscitó en la persona concreta. El primero fue un comportamiento instintivo e
insensato, el segundo reclamaba una respuesta consciente y libre. Sin duda, el cristia-
nismo se difundió por esta dinámica personal, favorecida por las relaciones
familiares y de amistad, de persona a persona. “Cada cristiano podía compartir su
propia experiencia con los miembros de su familia, sus compañeros de trabajo o sus
amigos... Los testimonios de la propagación de la fe en el Evangelio en los grupos
familiares, incluidos los niños, son numerosos. Justino, de hecho, cita el ejemplo de
cristianos que lo son desde la infancia” 158.
Desde del siglo XIX la investigación moderna del Nuevo Testamento ha insistido
en contraponer las figuras de Jesús y Pablo. Seguramente uno de los estudiosos que
más ha influido en la concepción de los orígenes del cristianismo fue William
Wrede, que publicó una obra de carácter divulgativo sobre Pablo 159. Wrede conside-
157. TERTULIANO, Apologeticus 39,5-11. Esta traducción es la que ha realizado J. Andión Marán para la publicación de esta
obra en español: TERTULIANO, El apologético (Biblioteca de patrística 38; Ciudad Nueva, Madrid 1997).
158. Cf. A. HAMMAN, I cristiani del secondo secolo (Il saggiatore, Milano 1973) 108. La referencia de Justino se halla en Apologia I, 15,6.
159. W. WREDE, Paulus (Halle a. Saale, Halle 1904).
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ra que el Apóstol de los gentiles, aunque tenga una base común con Jesús por ser
judío, es esencialmente un fenómeno nuevo. Jesús es un judío palestinense, educado
en las costumbres y las normas de la ley de Moisés. Pablo, al haber sido educado en
el mundo helenístico, introduce un cambio radical en el cristianismo, creando un
Jesús transcendente, preexistente y divino. Dado que esta concepción cristológica
fue la que acabó imponiéndose en la Iglesia, se podría considerar a Pablo el verda-
dero generador de la fe cristiana. Aunque la posición de Wrede ha sido criticada y
matizada, la atribución a Pablo del origen del cristianismo que conocemos sigue
afirmándose entre los estudiosos; sobre todo entre aquellos que sostienen que al ini-
cio hubo una multiplicidad de cristianismos. La mayor parte de ellos se perdió,
perdurando el que se vivía en las comunidades paulinas.
Esta explicación del cristianismo que conoció y difundió Pablo, cuyo mejor repre-
sentante es Wilhelm Heitmüller, fue asumida, e incluso radicalizada, por Rudolf
Bultmann, uno de los exegetas que más ha marcado la investigación reciente del
Nuevo Testamento. En su Teología del Nuevo Testamento afirma: “Pablo procedía del
judaísmo helenístico; su patria era Tarso de Cilicia (Hch 9,11; 21,39; 22,3). Sin duda
recibió aquí su primera formación dentro del ambiente de los escribas rabinos, de lo
que dan prueba sus cartas. Según Hch 22,3 habría disfrutado también de las leccio-
nes de Gamaliel (el mayor) en Jerusalén; sin embargo, se discute este dato e incluso
se pone en duda (teniendo en cuenta Gál 1,22). En cualquier caso, él entró en con-
tacto con la cultura helenística en su misma patria, conoció la filosofía popular y se
familiarizó con la aparición del sincretismo religioso. El, que no fue discípulo perso-
nal de Jesús, fue ganado para la fe cristiana por el kerygma de la comunidad helenística. [...]
La teología de Pablo representa frente a la predicación de Jesús una nueva estructu-
ra y esto demuestra justamente que Pablo tiene su lugar dentro del cristianismo
helenístico. La tan a menudo y tan apasionadamente discusión Jesús y Pablo es en el
fondo la cuestión: Jesús y el cristianismo helenístico” 161.
160. W. HEITMÜLLER, “Zum Problem Paulus und Jesus”, en K.H. Rengstrof (ed.), Das Paulusbild in der neueren deutschen
Forschung (Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 1964) 141.
161. R. BULTMANN, Teología del Nuevo Testamento (BEB 32; Sígueme, Salamanca 1987) 241-243.
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Teoría de Bultmann
Si tenemos en cuenta la falta de base histórica que se detecta en esta teoría, no deja
de ser sorprendente el consenso que ha ganado entre los estudiosos. Martin Hengel
ha llamado la atención sobre algunas cuestiones que los defensores de esta “sirifica-
ción” suelen censurar 163. En primer lugar, poseemos un conocimiento muy limitado
sobre la helenización de Siria y los cultos religiosos existentes en aquella provincia
durante el período precristiano (años 350-50 a.C.). Es más, recientemente Andreas
Feldtkeller ha mostrado que no hay prueba de la existencia de religiones mistéricas
en Siria durante los inicios del cristianismo 164. De igual modo, Fergus Millar ha pro-
bado la inconsistencia del sincretismo que, según tantos estudiosos, existió en Siria
durante la difusión del cristianismo 165. Por otra parte, la literatura cristiana de origen
sirio que ha llegado hasta nosotros no procede de Antioquía, sino de Edesa; por
tanto, nuestras reconstrucciones de aquella comunidad se mueven en el terreno de
la pura hipótesis. Por último, resulta muy dudosa la influencia del paganismo sirio
sobre el judaísmo, dada la especial aversión que tenían los judíos a cualquier influjo
de los cultos paganos. Buenos ejemplos de ello son la reacción del pueblo judío ante
la pretensión de Antioco IV Epífanes de instaurar el culto a Zeus en el templo de
Jerusalén, cuyo intento fue catalogado por el autor del libro de los Macabeos como
la “abominación de la desolación” (1Mac 1,54); o la repulsión que suscitó en un
judío tan helenizado como Filón la propuesta de Calígula de erigir estatuas suyas en
las sinagogas de Alejandría: “Era el negocio más abominable” 166.
162. R. BULTMANN, “Die Bedeutung der neuerschlossenen mandäischen und manichäischen Quellen für das Verständnis des
Johannesevangeliums”, en Exegetica. Aufsätze zur Erforschung des Neuen Testaments (Mohr-Siebeck, Tübingen 1967) 102s.
163. M. HENGEL, The 'Hellenization' of Judea in the First Century after Christ (Trinity Press International, Philadelphia 1989).
164. A. FELDTKELLER, Im Reich der syrischen Göttin. Eine religiöse plurale Kultur als Umwelt des frühen Christentums (SVFR 8;
Gütersloher Verl.-Haus, Gütersloh 1994) 120-123.
165. F. MILLAR, The Roman Near East 31 BC-AD 337 (Harvard University Press,Cambridge-London 1993) 268-276.
166. Citado en J. DANIELOU, Ensayo sobre Filón de Alejandría (Taurus, Madrid 1962) 33.
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Si problemas menores, como eran los alimentos impuros, la carne de los sacrificios
a los ídolos o la obligación de la circuncisión, provocaron tensiones como las que
narran Lucas en Los Hechos de los Apóstoles o el mismo Pablo en sus cartas, ¿qué
habría sucedido si éste, como misionero enviado por la comunidad de Antioquía,
hubiera predicado un sincretismo abominable? Por todo ello, consideramos como la
condición histórica más probable la no existencia del sincretismo religioso en el cris-
tianismo primitivo de Siria. Es más, la relación estrecha que la comunidad cristiana de
Antioquía mantuvo con la iglesia madre de Jerusalén obliga a concluir que en ella no
se profesó un cristianismo diferente al de la comunidad palestinense. Sin olvidarnos,
además, de lo dudosa que es la pertenencia de Pablo al judaísmo de la diáspora, como
hemos visto en temas anteriores. El hecho de que Pablo conociera el griego no es
suficiente para afirmar que su formación tuvo lugar en el mundo helenístico.
Martin Hengel señala además que no hay ninguna razón para considerar a la comuni-
dad de Antioquía, en los diez primeros años de su existencia, más creativa
teológicamente que las otras comunidades de Jerusalén, Siria o Cilicia. En su opinión,
los desarrollos cristológicos decisivos habían tenido lugar ya antes de que la nueva fe
llegara a Antioquía. Ahora bien, si no puede atribuirse a esta comunidad una cristo-
logía que explique el origen de la fe cristiana que acabó imponiéndose en el imperio
romano, si no se puede demostrar la existencia de una comunidad helenística con cre-
encias diferentes a la fe que confesaban los cristianos de Palestina antes de la adhesión
de Pablo al cristianismo,, si las columnas de la Iglesia de Jerusalén estaban de acuerdo
con el evangelio de Pablo y Bernabé, ¿dónde hay que situar el origen del cristia-
nismo predicado por Pablo? Todos los indicios apuntan en la misma
dirección: en Jerusalén. “Las raíces de la comunidad judeocristiana/helenística, o
más exactamente de la comunidad judeocristiana de habla griega en la que el mensaje
de Jesús fue formulado en griego por primera vez, se remontan claramente a la más
primitiva comunidad de Jerusalén, y de acuerdo con ello el primer desarrollo lingüísti-
co de su kerygma y su cristología debe haber tenido lugar ya allí” 167.
primero que tuvo cristianos convertidos del paganismo entre sus colaboradores. Por
tanto, la concepción de Jesús como ser preexistente y divino no tiene su ori-
gen en el sincretismo de las comunidades helenísticas, sino en la misma
comunidad de Jerusalén, y ciertamente en los años precedentes al protago-
nismo misionero de Pablo.
Ahora bien, ¿cómo es posible que judíos monoteístas consideren Dios a Jesús, poco
después de haber muerto en la cruz, y le rindan culto? Ciertamente el único modo
de explicar que en Jerusalén se predique públicamente la divinidad de Jesús de
Nazaret es apelar a lo que manifestó el mismo Jesús en su actividad y predicación,
confirmada por el hecho portentoso de la resurrección. El verdadero origen y fun-
damento de la fe cristiana es Jesús mismo. Como ha escrito Peter Stuhlmacher, “a
Jesús no le fueron atribuidas simplemente por los apóstoles, después de la Pascua,
propiedades y comportamientos que él no poseía (ni pretendía poseer) sobre la tie-
rra, sino que en la profesión de fe postpascual de la comunidad cristiana se
confirma y se reconoce lo que él quería ser históricamente y que fue y continúa
siendo para la fe: el Hijo de Dios y Mesías. La historia operada por Dios en y con
Jesús, el Cristo de Dios, es anterior a la fe cristiana. Ella guía y determina la fe y no
es, al contrario, creada por ella” 168.
168. P. STUHLMACHER, Gesù di Nazaret - Cristo della fede (Studi Biblici 98; Paideia, Brescia 1992) 19. Véase también J.M., Los
orígenes históricos del cristianismo, 107-134.
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CONCLUSIÓN
Pablo ha sido considerado un personaje decisivo en la difusión del cristianis-
mo en el siglo I. En efecto, fue un gran misionero, aunque no hay que
atribuirle en exclusiva la adhesión de los gentiles a la fe cristiana y mucho
menos identificarle como el verdadero fundador del cristianismo al realizar la
adaptación/transformación del cristianismo primitivo al mundo pagano.
Pablo no es un judío de la diáspora, sino de la tierra de Israel, donde creció y
se educó. Por lo demás, la viva relación que tuvo Jerusalén con la comunidad
de Antioquía y la comunión expresa que mantuvieron las columnas de la igle-
sia de Jerusalén con Pablo hace imposible que no hubiese coincidencia en la
confesión de la fe.
Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
Tema
Cuestiones teológicas relevantes
2
I. El escándalo de la cruz
La tradición judía no podía identificar el Mesías con un crucificado; era algo contrario
a la descripción regia y victoriosa de aquel que traería la libertad y la paz al pueblo de
Israel
Nos ayudará a entender la causa del escándalo el no olvidar el pasado fariseo del
Apóstol, que él mismo describe con estas palabras: “Habéis oído hablar de mi pasa-
da conducta en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba,
y aventajaba en el judaísmo a muchos de mi edad y de mi raza como defensor muy
celoso de las tradiciones de mis antepasados” (Gál 1,13-14). Pablo, antes del
encuentro con Jesucristo, consideraba la fe cristiana contraria a las tradiciones y cre-
encias judías, y por eso luchaba contra la Iglesia con saña llevado de su celo santo.
En ese tiempo, Pablo consideraba a Jesús como un blasfemo y herético, cuyo nom-
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bre tenía que ser borrado de la tierra. El mismo sanhedrín lo había condenado a
muerte en estricta aplicación de la Ley mosaica. Aquí radicaba el escándalo: el
Jesús crucificado que anunciaban los predicadores cristianos como verdade-
ro Mesías y Salvador había sido condenado justamente por el sanhedrín
como blasfemo por su pretensión divina. Según Birger Gerhardsson, la causa del
rechazo y oposición de los judíos ortodoxos al cristianismo radica en la condena de
Jesús por parte del sanhedrín: “Los judíos que no se habían hecho cristianos consi-
deraban la muerte de Jesús como la prueba de que Dios había rechazado a Jesús de
Nazaret. El sanhedrín había condenado sus pretensiones mesiánicas, y los judíos
fieles a la Ley tenían razones para no oponerse a este juicio: los tribunales de Israel
pronunciaban el juicio de Dios (véase, por ejemplo, 2 Cr 19,6). En la tradición rabí-
nica persiste la solidaridad con el sanhedrín en su juicio sobre Jesús. El no de los
rabinos a Jesús de Nazaret no constituye ninguna excepción. Otra cosa hubiera sido
si Jesús hubiese sido ajusticiado exclusivamente por la autoridad romana; en ese
caso, algunos rabinos al menos lo habrían considerado como mártir” 169.
El hecho de que el sanhedrín haya condenado a Jesús por blasfemia implica necesa-
riamente que el delito que juzgó no pudo ser la pretensión mesiánica de Jesús. El
falso mesianismo no implicaba ninguna ofensa contra Dios. En realidad, el verda-
dero motivo de la condena es la pretensión divina de Jesús: “Si la mera
pretensión mesiánica no era blasfemia, sí lo era la pretensión de la dignidad divina.
169. B. GERHARDSSON, “Jésus livré et abandonné d’après la Passion selon Saint Matthieu”: Revue Biblique 76 (1969) 208s.
170. En este sentido véase G. JOSSA, Il processo di Gesù (SB 133; Paideia, Brescia 2002) 89-97.
171. F. AMARELLI-F. LUCREZI (ed.), Il proceso contro Gesù (Jovene, Napoli 1999) 236.
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Según Jn 19,7, Jesús es reo de muerte por su pretensión de ser ‘hijo de Dios’. En
Mc 14,62 se puede ver una pretensión de este tipo cuando Jesús anuncia que estará
sentado a la derecha de Dios” 172. También Mariano Herranz afirma que la verdadera
cuestión es la conciencia divina de Jesús: “En el estudio de los evangelios es vieja la
cuestión llamada de la "conciencia mesiánica" de Jesús, de si el mismo Jesús se con-
sideró Mesías y se presentó como tal. Con no pocos autores, tanto católicos como
protestantes, nosotros preferimos hablar de "conciencia divina" de Jesús, y decimos:
el Jesús que encontramos en los evangelios, analizados con ojos críticos, no sólo
opone su soberano yo a los preceptos de la Ley mosaica, y más aún a los de la Ley
oral o tradición de los mayores, sino incluso declara que el órgano supremo de la
voluntad de Dios en la tierra, Israel, naufragará en su actitud frente a él; promete el
reino de Dios a los que se adhieran a su persona, a los que le sigan; afirma que el
destino eterno de los hombres dependerá de que lo acepten o rechacen a él; se pre-
senta como el perdón divino encarnado, y declara que su muerte como el Siervo de
Dios rescatará a los muchos de sus pecados. Este Jesús, por tanto, el que presentan
los evangelios, el único de la realidad histórica, está ante Dios no con los hombres,
total y simplemente como uno de los hombres, sino entre Dios y los hombres. Ante
este Jesús, podemos concluir sin demasiado esfuerzo, los celosos protectores de la
ortodoxia judía, si no acogían con fe su palabra y su persona, debían reaccionar
como el fariseo Saulo ante los que habían creído en él” 173.
Por eso, concluye Herranz: “Entre un Mesías crucificado entre dos malhechores o
agitadores celotas, condenados puramente por la autoridad romana en Judea, y un
Mesías ajusticiado por blasfemo y trasgresor de la Ley, según sentencia del san-
hedrín, media un abismo. El que verdaderamente constituía una piedra de tropiezo
para los judíos era el segundo, no el primero; la tradición judía conserva los nom-
bres de maestros o rabinos, condenados a muerte por las autoridades romanas, que
fueron venerados como mártires. En el caso de Jesús esto no sucedió porque tras su
muerte en la cruz no estaba sólo una sentencia del procurador de Judea, Poncio
Pilato, sino también un juicio condenatorio del tribunal judío, del sanhedrín, por un
delito religioso” 174.
173. G. THEISSEN-A. MERZ, El Jesús histórico. Un Manual (BEB 100; Sígueme, Salamanca 1999) 511. Ciertamente este autor
atribuye esta divinización a la experiencia pascual; o sea, no fue una pretensión histórica de Jesús. Pero no hay razón para
dudar de que el origen de tal pretensión sea el Jesús histórico.
174. M. HERRANZ, San Pablo en sus cartas (Encuentro, Madrid 2008) 280s.
175. M. HERRANZ, San Pablo en sus cartas, 281.
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El verdadero juicio de Dios no tuvo lugar la noche del viernes ante el tribunal
supremo judío, sino la mañana del domingo en la tumba que se hallaba en el jardín
de José de Arimatea.
Dios, porque en realidad lo era. Ese es todo el problema que separa a judíos y cris-
tianos en lo que concierne a la persona de Jesús. Pero es evidente que, en la medida
en que los judíos no creían que Jesús era Dios, debían condenarlo a muerte por
blasfemo; y se puede decir que el drama de los judíos consistió en que frente a Jesús
no tuvieron otra opción posible que creer en él o condenarlo, pues no hay otro
Jesús que el que proclamó poseer una dignidad divina. Frente a este Jesús, un judío
no podía permanecer neutral: un hombre que proclama poseer una dignidad divina,
o es un blasfemo, que merece la muerte, o es verdaderamente Dios, y es preciso
creer en él” 176. Sólo la resurrección de Jesucristo resuelve ese dilema. Pablo, al ver a
Jesús resucitado, reconoce que no es un blasfemo o herético, pues ha sido glorifica-
do a la diestra de Dios. El mismo Dios ha confirmado su pretensión divina
exaltando a la gloria.
Pero, según se expresa Pablo en sus cartas, el pueblo judío confió más en la
pertenencia racial que en la iniciativa de Dios, atribuyendo la salvación a ser
de la estirpe de Abrahán; pertenencia que quedaba refrendada con la circuncisión.
Ciertamente la Ley es santa, pues indica la voluntad de Dios. Por eso, quien vive
según sus preceptos es justo ante Dios, como reconoce Pablo en Rm 2,13: “Pues no
son justos ante Dios quienes oyen la ley, sino que serán justificados quienes la cum-
plen” (cf. Rm 10,5; Gál 3,12). El mismo Pablo no tiene dificultad en reconocer la
bondad de la Ley: “la ley es santa, y el precepto santo, justo y bueno” (Rm 7,12). El
problema viene de la confianza en la capacidad humana, de identificar la predilec-
ción de Dios con la pertenencia física al pueblo judío.
Pablo, al afirmar que es la fe en Jesús la que hace al hombre justo ante Dios,
rompe con toda la concepción judaica de su tiempo.
Incluso Pablo llega a afirmar que miembro del pueblo de la alianza puede ser
el judío y el gentil por la fe en Jesucristo. No es la raza ni la circuncisión la que
introduce en el pueblo de la alianza, sino la muerte y resurrección de Cristo y la
adhesión a Él. En los primeros capítulos de la carta a los Romanos afirma con clari-
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El bautismo
Esta justificación, este perdón de los pecados se concede a los hombres por medio
del bautismo. Comenta Joachim Jeremias: “Esto se desprende, por ejemplo, de 1Cor
6,11, donde el verbo "ser justificado" va rodeado de términos y fórmulas bautisma-
les: "Y algunos esto eráis, pero habéis sido lavados; habéis sido justificados en el
nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (cf. además Gál
3,24-27; Rom 6,7; Tit 3,5-7). Pablo no recalca explícitamente la conexión entre justi-
ficación y bautismo por la simplicísima razón de que en la fórmula de la
justificación, el término "por la fe" incluye el bautismo […] Esta conexión de la jus-
tificación con el bautismo es tan obvia para Pablo que no siente ninguna necesidad
de afirmar con tantas palabras que es en el bautismo donde Dios salva a aquel que
cree en Jesucristo” 178.
En el Credo que rezamos cada domingo en la Misa, después de confesar que Jesús
resucitó al tercer día, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre, afirmamos
que vendrá de nuevo con gloria para juzgar a vivos y muertos, es decir, esperamos la
venida gloriosa del Señor, que establecerá su reino sin fin. Esta venida gloriosa de
Jesucristo es abordada en las dos cartas a los Tesalonicenses, que son de las prime-
ras misivas que envió el Apóstol. Por el modo que tiene de expresarse en 1Tes
4,15-17, bastantes estudiosos han deducido que Pablo y sus comunidades esperaban
vivir hasta la llegada del Señor. Comencemos citando la versión española del texto
sagrado: “Esto es lo que os decimos apoyados en la palabra del Señor: nosotros los
que quedemos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que hayan muerto;
pues el mismo Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descen-
derá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar; después nosotros,
los que vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos entre nubes al
encuentro del Señor, por los aires”. Otro pasaje que suele también citarse para argu-
mentar la espera inminente de la segunda venida de Jesús es 1Cor 15,51-53, que dice
así: “Mirad, os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos
transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última
trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros sere-
mos transformados. Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de
incorrupción, y que esto que es mortal se vista de inmortalidad”.
En estos dos pasajes, Pablo alude a la llegada del Jesús glorioso desde los cielos al
fin del mundo. Cuando esto ocurra, algunos miembros de la comunidad habrán ya
muerto, mientras que otros seguirán vivos. Cuando aparezca Jesucristo, ¿tendrán
alguna ventaja estos últimos? Pablo afirma que no, pues los muertos serán resuci-
tados para ir al encuentro del Señor. Y todos, tanto los vivos como los
resucitados, transformados al ser revistos de inmortalidad, gozarán de la
compañía del Señor. La respuesta es clara, pero el modo de expresarse del
Apóstol, utilizando la primera persona del plural, parece dar a entender que él espe-
raba estar vivo cuando sucediese este acontecimiento. Es decir, esperaba la venida
gloriosa del Señor para un futuro muy cercano. El hecho de que el tiempo haya
pasado y Cristo glorioso no haya vuelto todavía ha creado el grave problema del
error de la Parusía: bastantes exegetas han atribuido al Apóstol la equivocación de
predicar en sus comunidades una fecha temprana para dicha vuelta gloriosa de
Jesús. ¿Tienen razón estos estudiosos?
Si nos atenemos a cómo Pablo se expresó en sus cartas, no resulta evidente que él
esperará participar en vida del gran acontecimiento de la venida gloriosa de Cristo.
Ante todo, él mismo afirma no conocer la fecha exacta de esta venida ni tampoco
en qué periodo u ocasión tendrá lugar: “En lo referente al tiempo y a las circuns-
tancias no necesitáis que os escriba, pues vosotros sabéis perfectamente que el Día
del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: "paz y segu-
ridad", entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto
a la que está encinta, y no podrán escapar” (1Tes 5,1-3). Y en su segunda carta
escrita a la misma comunidad pocos meses después vuelve a insistir: “A propósito
de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, os rogamos,
hermanos, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revela-
ción, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima.
Que nadie en modo alguno os engañe” (2Tes 2,1-3). Según estas palabras, él no
conocía la fecha ni el momento en que llegaría Jesucristo glorioso; es más,
no lo esperaba para un tiempo cercano. Y dado que no lo sabe, lo único en que
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insiste es en la verdad de este anuncio e invita a sus fieles a estar prontos para reci-
birle cuando llegue.
Por ello, insiste a los fieles de Tesalónica que no estén preocupados por la Parusía,
sino que vivan las circunstancias presentes queriendo agradar al Señor: “Os exhor-
tamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad,
ocupándoos de vuestros asuntos y trabajando con vuestra propias manos, como os
lo tenemos mandado, para que os comportéis honestamente con los no cristianos y
no tengáis necesidad de nadie” (1Tes 4,10-12). En estas palabras no hay eco alguno
de desasosiego o nerviosismo ante una hipotética llegada de Jesús glorioso al final
del mundo. La vida se desarrolla con toda normalidad. Incluso el mismo Apóstol da
consejos precisos para la buena marcha de la comunidad de Tesalónica: “Os roga-
mos, hermanos, que apreciéis el esfuerzo de los que trabajan entre vosotros
cuidando de vosotros por el Señor y amonestándoos. Mostradles toda estima y
amor por su trabajo. Mantened la paz entre vosotros. Os exhortamos, hermanos, a
que amonestéis a los indisciplinados, animéis a los apocados, sostengáis a los débiles
y seáis pacientes con todos” (1Tes 5,12-14).
Por lo demás, por su modo de actuar, tampoco parece que el Apóstol contase con la
venida inmediata o cercana del Señor Jesús. No sólo se sigue desviviendo por las
comunidades y deseando hacer llegar el anuncio cristiano a cuantos más mejor, sino
incluso piensa viajar hasta la lejana España, dando por acabado su ministerio
apostólico en la parte oriental del imperio romano. Así en la carta a los Romanos
alude varias veces a estos planes misioneros, en los que no se trasparenta ningún
pensamiento relacionado con la posibilidad de que no se cumplan por la imprevista
llegada del Señor; es decir, son planes en los que no se cuenta con la posibilidad de
la llegada gloriosa del Señor (Rm 15,22-24,28-29).
Otros textos donde el Apóstol cuenta con la posibilidad de la muerte son: “Ahora
como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte.
Para mí la vida es Cristo y el morir una ganancia. Pero, si el vivir esta vida mortal me
supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en esta alternativa: por
un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por
otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros” (Flp 1,20-24).
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“Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido
edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos huma-
nas, es eterna y está en los cielos. Y, de hecho, en esta situación suspiramos
anhelando ser revestidos de la morada que viene del cielo, si es que nos encuentra
vestidos y no desnudos… Preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al
Señor” (2Cor 5,1-3.8).
Por todo ello, debemos deducir que el empleo de la primera persona de plural en los
pasajes citados al principio no son en absoluto índice de la certeza de Pablo en la
venida inminente de Jesús glorioso, sino un modo de expresarse para mostrar la cer-
canía con aquellos que leerán o escucharán las cartas de Pablo. Estamos ante un
figura literaria, como puede ser el llamado plural mayestático, que suele utilizarse
tanto en coloquio como en texto escrito para referirse al hablante o a quien escribe
utilizando la primera persona del plural. En realidad, respecto a la Parusía, el
Apóstol se atuvo a la doctrina de la Iglesia: afirmó con certeza la venida glo-
riosa de Jesucristo; es decir, creyó y anunció la manifestación gloriosa de la
victoria de Cristo cuando venga a juzgara vivos y muertos. Pero al mismo tiempo,
teniendo en cuenta las palabras de Jesús en los evangelios, no indicó ningún
período o tiempo de su realización.
V. La Iglesia
En las cartas paulinas la realidad de la Iglesia está muy presente. Téngase en cuenta
que Pablo se sirve de ellas para edificar y gobernar las comunidades fundadas por él;
o sea, estos escritos son profundamente eclesiales. No obstante, la eclesiología no es
expuesta de forma sistemática, sino adaptada a las circunstancias y cuestiones que el
Apóstol intenta responder. No suele hacer una reflexión sistemática, sino más bien
habla de modo concreto, realista. Así, para hablar de la Iglesia, Pablo utiliza diferen-
tes imágenes o metáforas. Recordaremos brevemente las más conocidas.
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Cuerpo
En 1Cor 12,12-27 usa el símil del cuerpo para explicitar la unidad y la multiplicidad
de funciones que hay en la Iglesia: “Pues, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene
muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un
solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y
libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo…”
La misma afirmación, de modo muy sintético, la volvemos a encontrar en Rm 12,4-
5: “Pues, así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los
miembros cumple la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo
cuerpo en Cristo, pero cada cual existe en relación con los otros miembros”. La
cabeza del cuerpo es Cristo, en el sentido de autoridad y origen de la vida que goza
el cuerpo: “Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el pri-
mogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo” (cf. Ef 1,22; 5,23).
Templo
Otra imagen utilizada por Pablo es el templo. El lugar donde habita Dios es en la
comunidad cristiana: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios
habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él;
porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros” (1Cor 3,16-17; cf.
2Cor 6,16). La piedra angular sobre la que se construye este templo es Cristo Jesús y
los cimientos son los apóstoles: “Estáis edificados sobre el cimiento de los apósto-
les y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio
queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor.
Por él también vosotros entráis con ellos en la construcción, para ser morada de
Dios, por el Espíritu” (Ef 2,20-22). Por eso, el verdadero culto a Dios acontece
en la vida de los cristianos, en los quehaceres cotidianos: “Os exhorto, pues, her-
manos, por la misericordia de Dios a que presentéis vuestros cuerpos como
sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual” (Rm 12,1).
Casa/familia
El Apóstol utiliza también con frecuencia la imagen de la casa o familia para referir-
se a la Iglesia. Así todos los cristianos son hijos de Dios en el Hijo y por eso pueden
llamar a Dios “Padre”: “Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para
que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazo-
nes el Espíritu de su Hijo, que clama ‘¡Abba, Padre!’. Así que ya no eres esclavo, sino
hijo, y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios” (Gál 4,4-7, cf. Rm
8,15). Al ser miembros de una misma familia todos son hermanos; por eso Pablo
utiliza con frecuencia el término “hermanos” para designar a los cristianos. En este
contexto familiar el Apóstol también considera la comunidad cristiana como la casa
u hogar de la familia: “Para que sepas cómo conviene conducirse en la casa de Dios,
que es la iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1Tm 3,15).
Iglesia doméstica
CONCLUSIÓN
En el pensamiento teológico de Pablo la muerte de Jesús en cruz y su resu-
rrección no pueden separarse. La primera es presentada en sus cartas como
motivo de escándalo para los judíos y necedad para los griegos. En efecto, oír
la predicación sobre un hombre muerto en cruz era rechazado por los genti-
les como algo estúpido, absurdo. Para los judíos, la cruz de Cristo era motivo
de escándalo no por la barbarie del suplicio, que muchos miembros del pue-
blo elegido sufrieron bajo el mandato romano, sino porque Jesús fue colgado
en una cruz como resultado de la insistencia de las autoridades judías ante
Pilato, ya que antes el sanhedrín le había condenado a muerte como blasfemo
por su pretensión divina.
Pero la verdadera sentencia de Dios tuvo lugar no con el juicio del tribunal
judío, sino con la resurrección en la mañana del domingo. En esa interven-
ción divina se desveló la verdad de Jesucristo, que Pablo conoció porque vio a
Jesús glorificado cerca de Damasco. Allí cayó en la cuenta de su error cuando
perseguía a los cristianos; y por eso puede decir con serenidad que los judíos
que persiguen a los cristianos lo hacen llevados por celo santo de Dios, pero
“no según un conocimiento adecuado” (Rm 10,2). En realidad la muerte de
Jesucristo es redentora: todos los hombres son justificados por la muerte y
resurrección de Jesús. Quien cree y acoge a Cristo es justificado por Dios.
Una justificación o perdón que se concede tanto a judíos como gentiles. No
es, pues la observancia de la ley la que hace al hombre justo, sino la fe en
Cristo.
La realidad de la Iglesia está muy presente en las cartas paulinas, sobre todo
en Efesios. Para explicar su naturaleza, Pablo recurre a símiles: cuerpo, tem-
plo, casa, familia… Con ellos subraya la dependencia radical de Cristo, con
quien se identifican los fieles cristianos a través del bautismo, su unidad y su
dimensión cultual. Todos los ministerios y carismas están al servicio de la vida
de la Iglesia.
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Ejercicios de autocomprobación
Lea las siguientes afirmaciones e indique si son verdaderas (V) o falsas (F)
CONCLUSIÓN
UNIDAD DIDÁCTICA 4
La primera difusión del cristianismo está ligada de un modo especial a Pablo, pues
con sus viajes misioneros extendió el cristianismo por toda Asia Menor y buena
parte de Europa. Después de su encuentro con el Resucitado, dedicó toda su vida a
anunciar a Cristo como el único salvador de los hombres; a esta misión fue llamado
por el mismo Señor. Aunque siempre comenzaba su predicación en las sinagogas y
dirigida a los miembros del pueblo de Israel, su anuncio del Evangelio llegó también
a los gentiles, generando comunidades cristianas en las principales ciudades del
imperio romano. Algunos estudiosos, apoyándose en esta actividad y considerando
que el Apóstol realizó una transformación del cristianismo primitivo palestinense, le
han considerado el verdadero fundador del cristianismo que ha llegado hasta noso-
tros. En realidad, como insiste en sus cartas, lo que anunciaba y transmitía era lo
mismo que el resto de los apóstoles, pues ese Evangelio lo había recibido de la
comunidad eclesial que había encontrado en Damasco y Jerusalén.
ACTIVIDADES
• Razona por qué Jesús no pudo ser condenado solamente por su pretensión mesiánica.
• Identifica algunos pasajes en los evangelios que muestran la conciencia divina que tuvo
Jesús durante su ministerio público.
• Lee los cinco primeros capítulos de Romanos y haz un resumen de la concepción pau-
lina de la justificación.
• Lee los pasajes paulinos referidos a la Iglesia e identifica las principales características
eclesiales que aparecen en ellos.
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LECTURAS RECOMENDADAS:
J.A. FITZMYER, Teología de san Pablo. Síntesis y perspectivas (Cristiandad, Madrid 1975)
74-137.
Tema 2
1. F 2. V 3. V 4. F 5. F
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