Está en la página 1de 7

ISAÍAS 1-39

Isaías (Why"[.v;y>) y Miqueas son contemporáneos1, ambos vivieron en el reino del Sur en la
segunda mitad del s. VIII pero la actividad del primero duró unos 40 años (740-701). Isaías
es entre todos los profetas el que resulta más familiar para los cristianos, quizá por ser el libro
profético mayormente citado en el NT; textos suyos se leen en tiempos tan importantes como
el Adviento y la Navidad. Los autores de NT ya los aplicaron al nacimiento del Mesías. Para
el estudioso de la Biblia, el enorme interés que despierta el contenido y la teología isaiana se
ve acrecentado por el no menos mayor que despierta el rollo del libro hallado en la primera
cueva de Qumrán2. Conocer al profeta exige conocer la época que le tocó vivir y el libro, que
ciertamente tiene también su historia compleja.

EL PROFETA Y SU ÉPOCA
La segunda mitad del s. VIII fue la época en la que Asiria consiguió extender su dominio
sobre Siria y Palestina. Al mismo tiempo se sucedieron intentos en distintas partes del
imperio por liberarse del yugo asirio. Dos grandes intentos se conocen en Babilonia, distintos
en Siria y Egipto que a finales de siglo logró reunificarse luego de estar dividido en cuatro
reinos.
Isaías predicó bajo cuatro reyes (6,1: Yotán, Acaz y Ezequías; no bajo Ozías cuya muerte
coincidió con el inicio de la predicación del profeta). El reinado de Yotán fue de relativa
prosperidad, hasta rechazó la invitación de Damasco para entrar en una coalición anti-asiria
(2Re 15,37). Pero cuando Acaz subió al trono (734), Israel y Damasco promovieron una
coalición con Egipto contra Asiria. Como Judá no se sumó, sufrió una invasión (Is 7);
entonces el rey pidió ayuda a los asirios quienes, entre el 734 y el 732, sometieron a los
filisteos, cortaron la ayuda egipcia a la coalición, saquearon a Israel que tuvo que
sometérseles y se posesionaron de Damasco, ejecutan al rey Razín y deportan la población.
También Judá quedó herido pues por la invasión había perdido la rica zona minera de Edom
(2Re 16,5-6). Todo ello generó destrucción social, mayor carga de impuestos, abusos que los
ricos propietarios hacían a los pobres por medios injustos (3,13-15; 5,1-8) y corrupción de
los jueces (1,21-23; 5,23; 10,1-4). Además la alianza con Asiria produjo consecuencias

1
Bibliografía básica para el profeta: J. L. SICRE, Profetismo, 279-297; ANNE-MARIE PELLETIER, “Isaías”,
CBI, 872-910; JIMÉNEZ GÓMEZ, H.-HERNÁNDEZ, L. V., Profetas, 132-152; J.M. ABREGO DE LACY, Los libros
proféticos (Estella 42001) 97-128; L. ALONSO SCHÖKEL-J. L. SICRE, Profetas. I Isaías – Jeremías, Madrid
1980; MIGUEL A. MARTÍN JUÁREZ, “Esperanza y poder en Isaías”, Biblia y Fe 58, 1994, 43-66; J. SEVERINO
CROATTO, Isaías 1-39 (Comentario Bíblico Ecuménico) Buenos Aires 1989; J.D.W. WATTS, Isaiah 1-33
(WBC 24) Dallas, Texas 1998.
2
El rollo (1QIsa) fue uno de los primeros hallazgos hechos a finales de 1946 o principios de 1947.
Físicamente está hecho de diecisiete hojas de pergamino cocidas con lino, mide 26.2 cm. de altura y 7,34 mt.
de largo. Aparte de unas pequeñas lagunas al inicio y en la parte baja del rollo, 1QIsa contiene el texto
completo del libro de Isaías, organizado en 54 columnas: FRANCOLINO J. GONÇALVES, “Isaiah Scroll, The”,
The Anchor Bible Dictionary, FREEDMAN, DAVID NOEL, ed., (New York: Doubleday) 1997, 1992.
Confrontando las más o menos 1.400 variables de 1QIsa con el TM, se puede concluir que solo 9 de ellas
introducen una corrección al TM: STEPHEN PISANO, Introduzione alla critica testuale dell’Antico e del Nuovo
Testamento, Roma 31998, 12; el autor cita a D.J. Clark.
religiosas, se introdujeron prácticas y cultos paganos y supersticiones. Ese hecho produciría
en Isaías una época de silencio (8,16-20).
Ezequías al inicio aceptó la dominación asiria, lo que le proporcionó cierta tranquilidad.
Durante su época, Salmanasar V se toma Samaría y muere poco después. Sargón II destruye
la ciudad y deporta a 27.290 samaritanos. Habiendo aprendido la lección, Ezequías renuncia
repetidamente a hacer parte de distintas coaliciones anti-asirias. Más bien aprovechó la época
para promover una reforma religiosa eliminando los cultos paganos (2Re 18,4), esa será la
vía para revisar su postura política. Cuando sube un nuevo rey en Asiria (Senaquerib, 705)
se incrementan las presiones para conformar alianzas contra Asiria, Ezequías cede y se alía
con Egipto. El año 701 llegó Senaquerib y conquistó todo el reino (2Re 28,13-16), sólo
Jerusalén se mantuvo. Ezequías se rindió y así pudo seguir gobernando. Jerusalén será vasallo
de Asiria hasta la caída de Ninive y todo el país quedó plagado de cultos extranjeros. El rey
no sobrevivirá mucho tiempo a la derrota, muere en el 698. Su reinado, que había comenzado
con excelentes perspectivas vive uno de los mayores fracasos de la historia de Judá. Al
parecer ni Isaías ni Miqueas estaban activos para el momento de la muerte de Ezequías.
Isaías nació, vivió y ejerció su ministerio profético en Jerusalén. Fue llamado al
ministerio profético hacia los veinte años. Poco después debió casarse con una mujer cuyo
nombre no se conoce y pone a sus dos hijos nombres simbólicos (8,3-4). Pertenecía a la
aristocracia capitalina y mantuvo buenas relaciones con los jefes de la época. Fue enemigo
de la anarquía (3,1-9) la que consideró un castigo social. Ese hecho no le impidió criticar a
las clases dominantes: autoridades, jueces, políticos y terratenientes. De hecho, la profecía
de Isaías es el primer escrito que presenta a Yahvé sustancialmente separado del poder militar
y político de la monarquía3. Fue muy sensible a la opresión y miseria que había en la ciudad;
defendió con pasión a los oprimidos, huérfanos y viudas (1,17) y al pueblo explotado y
extraviado por los gobernantes (3,12-15). Fue igualmente duro e irónico contra las mujeres
de la alta clase social de Jerusalén (3,16-24; 32,9-14). Escritos apócrifos que carecen de
fundamento dicen que fue martirizado por Manases, pero nada cierto se sabe de su muerte.
Si Is 1-39 viene de su mano, hay que decir que es un poeta clásico que se distinguía por
su maestría estilística que le permite variar con originalidad un tema. Poeta de buen oído,
amante de la brevedad y la concisión, incisivo en sus palabras y lleno de imágenes originales
y escuetas que sacuden por su inmediatez4. Como buen caballero jerosolimitano, dos
tradiciones teológicas inciden poderosamente en él y van a condicionar su postura política:
la elección de David como representante de Dios y de Sión/Jerusalén como lugar de
manifestación divina por excelencia. Ese hecho, sin embargo, no acalló su denuncia social.
El gobierno del rey debía responder a los principios de justicia y derecho, defender a los
pobres y desvalidos, tenía que ser mediador de las bendiciones que Dios infundía sobre su
pueblo. Y Jerusalén (los sectores gobernantes e influyentes) traiciona a Yahvé (de villa fiel
a ramera) cuando traiciona a los pobres, cuando las autoridades permiten y favorecen las
injusticias aceptando el soborno, por ejemplo5.

3
RAINER ALBERTZ, Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento. 1. De los comienzos
hasta el final de la monarquía. Trotta 1999, 316.
4
L. ALONSO SCHÖKEL-J. L. SICRE, Profetas, 102.
5
Cf. MIGUEL A. MARTÍN JUÁREZ, “Esperanza y poder en Isaías”, 45 y 56.
EL LIBRO DE ISAÍAS
a. Organización y contenido: los materiales que componen el libro no están ordenados ni
temática ni cronológicamente, más aún, junto a los oráculos auténticos del profeta se
encuentran unos que ciertamente no provienen de él. Por ejemplo, se duda que sean del
profeta dos famosos textos “mesiánicos” (9,1-6, 11,1-9) y quienes defienden su autenticidad,
unos los datan hacia el 732 y otros después del 701.
La investigación moderna pone de manifiesto distintos estratos literarios en la obra
provenientes del tiempo comprendido entre el s. VIII y probablemente el s. V. En ese sentido,
el libro que tenemos hoy en día es fruto de una larga meditación a partir de un texto original,
desarrollada por numerosas generaciones. Lo cual indica que en Israel el mensaje profético
se fue trasmitiendo de una manera activa y eficaz, aumentándose su repercusión a medida
que pasaba el tiempo y la sucesión de los acontecimientos permitía avanzar en la
comprensión del mismo.
Se distinguen en Isaías tres bloques que presentan cada uno una estructuración compleja:
1-39, que sería el único al cual está implicado de manera parcial como autor el profeta del s.
VIII. La personalidad espiritual tan destacada generó una escuela de discípulos que siguieron
con su meditación y su predicación y en el s. VI durante el exilio de Babilonia un heredero
anónimo compone los cc. 40-55; a este profeta se le llama “Deuteroisaías”. Los capítulos
restantes (56-66) son del período postexílico; a veces se habla de un Tercer Isaías y a veces
se dice que se trata de una recopilación hecha por el redactor final, en los años de la
restauración, esto es, los últimos decenios del s. VI y los primeros del V.
La mayor parte de los críticos distingue en Is 1-39 seis bloques principales6:
a) Oráculos dirigidos al pueblo de Dios (c. 1-12). La sección contiene un prólogo a todo
el libro (c. 1) y se cierra con un salmo conclusivo (12); los cc. 2-5 contienen el anuncio de
juicio a Judá y Jerusalén, mientras que 6-11 suele ser llamado “el libro del Emmanuel”.
b) Oráculos contra las naciones extranjeras (c. 13-23). Los cc. 22-23 están destinados a
Jerusalén, a su intendente Sobna (22,15-25, únicas palabras dirigidas por Isaías contra un
individuo) y a Tiro. Como en otros profetas, aparece un oráculo contra el pueblo elegido al
final de un oráculo contra los demás pueblos.
c) La “gran escatología” (c. 24-27) hay acuerdo en que estos capítulos no provienen de
profeta del s. VIII. El estilo es propio de textos escatológicos exílicos o posexílicos (Ez 38-
39; Is 55-66)
d) Oráculos dirigidos al pueblo de Dios (c. 28-33). Se trata de una colección de oráculos
dirigidos contra Judá, pero algo más tardíos que los de la primera sección, aunque anteriores
en su conjunto a la campaña de Senaquerib. En ellos se pueden distinguir una sección de seis
maldiciones sucesivas contra Samaría (28,1), Jerusalén (29,1), la alianza con Egipto (29,15;
30,1; 31,1) y quizá Asiria (33,1). Todos los textos comienzan con un ¡Ay!
e) La pequeña escatología (c. 34-35) algunos los atribuyen al Deuteroisaías. De todos
modos, el c. 34 encaja mal en e conjunto.
f) Apéndice histórico (c. 36-39) forman un conjunto narrativo, paralelo a 2Re 18-20, y
se piensa que han sido añadidos tardíos. Los cc. 36-37 ofrecen dos versiones entrelazadas y
distintas de la invasión de Senaquerib y su embajada. El c. 38 cuenta la enfermedad y
curación de Ezequías y el 39 la embajada del rey de Babilonia. La presencia del profeta Isaías
en los tres episodios justifica su inclusión al final de la primera parte del libro.

6
L. ALONSO SCHÖKEL-J. L. SICRE, Profetas, 112-115; también WATTS, lo divide en 6 bloques pero con otra
distribución.
MENSAJE DE ISAÍAS
Resulta difícil sintetizar el mensaje de Isaías, sin embargo hay dos pilares sobre los cuales
se apoya su predicación: la cuestión social al inicio de su vida y la cuestión política a partir
del 734, la guerra siro-efraimítica.
a) En su denuncia social está influido por Amós, el profeta del norte pero cuya
predicación debió ser muy pronto conocida en el sur. De hecho, ciertas fórmulas isaianas
parecen inspiradas en él. Y la problemática es en gran parte la misma: crítica a la clase
dominante por su lujo y orgullo, por su codicia desmedida y sus injusticias. Como Amós,
detesta que todo esto pretenda compaginarse con una vida de intenso culto religioso.
Uno de los oráculos más antiguos del libro (2,7-9a)7 describe una época de prosperidad
en la que riqueza y poderío iban acompañados de una trágica situación de pecado, pues en
una situación tan llena de realidades terrenas no queda espacio para Dios. Jerusalén ha caído
en un proceso acumulativo e idolátrico de plata, oro, tesoros, caballos, carros e ídolos que se
encuentran al mismo nivel, pues representan realidades en las que el hombre deposita su
confianza y basa su orgullo.
Esa referencia se convierte en tema fundamental de 1,21-26. En este oráculo la metáfora
básica es la ciudad prostituida y venal y todos los elementos resultan necesarios y lógicos de
acuerdo con esa metáfora: la prostituta-corrupción para obtener dinero-corrupción por el
dinero-corrupción del dinero. Corrompida por el dinero, la ciudad será purificada, como el
dinero, por el fuego. La imagen de la mujer fiel que se ha corrompido es aplicada a Jerusalén,
que se prostituye porque ama el soborno y corre tras los regalos.
Dos grupos sociales asoman en el poema de 1,21-26: los ricos que han amasado su
fortuna robando, y los pobres e indefensos, huérfanos y viudas. Los primeros pueden ofrecer
dinero y regalos, los segundos solo presentar su causa, por eso no resulta extraño que las
autoridades se asocien con los ladrones. Las autoridades están dominadas por el afán de
enriquecerse y han convertido el dinero en el único afán de su vida. Hasta el punto de que no
les queda tiempo para cumplir su oficio. Porque el profeta no los acusa de “juzgar contra
justicia”, sino de abandonar el ejercicio de su profesión cuando no hay posible ganancia. Los
intereses de Dios y sus amigos quedan enfrentados a los amigos y a los dones de Mamón.
Nadie puede servir a dos señores. Y las autoridades deciden rebelarse contra Dios,
convirtiéndose en sus adversarios y enemigos. La ciudad fiel se ha vuelto una prostituta;
frente a su esposo, Yahvé, ha surgido un nuevo dios que se ha ganado la pasión y el afecto
de los dirigentes.
El culto al dinero implica siempre unas víctimas. Y entre éstas están no solo, que es quien
mas sufre el desprecio y la rebeldía, sino todo aquello que entra en su campo de interés: el
derecho, la justicia y las clases más débiles de la sociedad. Cuando las autoridades se
corrompen, poco pueden esperar los ciudadanos. Pero la corrupción de las autoridades toca
su punto más bajo cuando se trata de la corrupción de los jueces, pues ellos son los encargados
de hacer regir el derecho en las relaciones entre los ciudadanos. La corrupción del sistema
judicial deja un mensaje nefasto a la sociedad, pues la impunidad de cualquier crimen alienta
a los criminales a seguir en sus acciones y desalienta a los justos a buscar la equidad y la
justicia. Por ahí va el oráculo de 10,1-4a.
Ahora los jueces ya no están en medio de dos grupos humanos, entre los cuales deben
optar. Se hallan reunidos en el palacio de justicia febrilmente ocupados en redactar un nuevo
código en perjuicio de los sectores más débiles de la sociedad (pobres, miserables, viudas,
7
Para esta sección, cf. J. L. SICRE, Los dioses olvidados, 117-123.
huérfanos), gente que no puede ofrecer ni dinero ni regalos, pero a quienes se puede robar lo
que poseen, tratándolos como prisioneros de guerra. En este caso se denuncia un crimen
mucho más delicado y oculto, y por lo mismo más pérfido: la clase alta quiere crear un
fundamento jurídico que legalice la expansión de su capital. Es la manipulación más
descarada del sistema judicial al servicio de los poderosos. Lo que mueve a estos jueces y
legisladores es el afán de lucro; con tal de aumentar sus riquezas, están dispuestos a cambiar
la legislación para quedarse incluso con los despojos de los pobres. Esta situación lleva a los
funestos resultados que ya conocemos: la opresión de los pobres, el desprecio de la justicia
y el derecho, la subversión de todos los valores.
b) Isaías está convencido que las alianzas políticas son también una forma de idolatría.
Durante su actividad profética el reino de Judá recurrió a ellas o estuvo a punto de hacerlo en
tres ocasiones: durante la guerra siro-efraimita (734), cuando pidió ayuda a Asiria; durante
los años 713-711 que sintió el fuerte deseo de independizarse de Asiria, aunque parece que
no llegó a participar en la revuelta; y en los años 705-701, aliándose con Egipto, otra vez en
contra de Asiria. Dos textos nos ayudan a entender el pensamiento del profeta.
El primero está en 30,1-5 dirigido contra los judíos como hijos rebeldes que quieren
postergar a Dios, por eso él desaparece por completo de la escena a partir de 2b. El horizonte
completo queda dominado por Egipto, el faraón y sus magnates. El análisis técnico del
lenguaje de ese oráculo muestra que Isaías eligió las palabras para cualificar teológicamente
esa política de hacer alianzas con otros pueblos, es decir, para mostrar que se trataba de una
verdadera idolatría. Dios es el refugio (zA[m') de Israel (2Sam 22,33; Sl 27,1; 31,1.5; 37,39;
43,2; 52,9; Is 25,4; Jr 16,19; también puede citarse el nombre del segundo hijo de Moisés:
Ex 18,4), por eso la acción correcta del pueblo sería acogerse o refugiarse en Dios. En vez
de ello prefiere buscar refugio en Egipto y confiar en la fuerza del faraón (Is 30,2). Lo cual
muestra que esa potencia ha ocupado el puesto de Dios, convirtiéndose en un ídolo, lo cual
queda explicitado en el v. 3 por el uso del término vergüenza (tv,Bo: Os 9,10 y posterior a
Isaías Jr 11,13). Dios exige la confianza absoluta en El; buscar refugio y protección en Egipto
equivale a divinizar o idolatrar el imperio, a establecer un rival del Señor.
El otro texto es 31,1-3. Aunque hay notables diferencias semánticas y de motivos con
respecto al texto anterior, éste viene a decir prácticamente lo mismo, aunque de forma mucho
más evidente y con motivos típicos, además recurre a un argumento teológico: acudir a
Egipto constituye un pecado de idolatría. De distinta manera estos versos recogen y
desarrollan la idea de la divinización de la potencia política desarrollada en el texto anterior.
Ahora se dice claramente en qué consiste la ayuda de Egipto: en caballos, carros y jinetes.
Carros y caballería sintetizan el poderío militar egipcio (sWs- bk,r,: Ex 14,9.23; 15,1.19.21).
Son los dones del dios en los que el hombre se apoya y confía. Lo interesante está en el
contraste que establece entre planes y poder humanos y planes y poder divinos: Egipto es
humano, no divino; sus caballos son carne, no espíritu (v. 3). Pareciera resumir con la palabra
carne (rf'B') e drama de la fragilidad humana y de todo aquello que cae bajo el dominio del
hombre.
Antes solo se había expuesto la posibilidad de divinizar una potencia extranjera. Pero no
se había expresado de forma explícita que el pueblo hubiera llevado a cabo tal proceso de
divinización. Ningún judío del s. VIII hubiera afirmado que Egipto es un dios, de ahí que la
expresión no aparece en boca del pueblo sino del profeta: los egipcios son hombres y no dios.
Pero si ningún judío lo afirma, la palabra profética revela que, en el fondo, se lo está
considerando como tal. Este texto no condena la embajada a Egipto por haberse realizado sin
contar con Dios (cf. 30,1). Lo que condena directamente es que el sólo hecho de pedir ayuda
a Egipto equivale a despreocuparse de Dios y no confiar en él. Lo que está en juego no es el
permiso divino para sellar un pacto, sino Dios mismo que desaparece de la vista y del centro
de interés de su pueblo.
c) Hacia el encuentro con Yahvé: La postura política de Isaías es de total confianza en
Yahvé, que se había comprometido con la ciudad y la dinastía. De ahí que la promesa de
Dios exige una respuesta: la fe, que no se manifiesta en verdades abstractas, en fórmulas más
o menos vacías, sino en una actitud vital de vigilancia, serenidad, calma. Ante la amenaza
enemiga, creer significa permanecer tranquilos y atentos, sabiendo que Dios no dejará de
salvar a su pueblo. Lo contrario de la fe es la búsqueda de seguridades humanas. Lo opuesto
a la fe, entonces, es el temor.
Isaías pretende convertir a sus paisanos al Señor, pero esa conversión tiene un rasgo
particular. Convertirse significa restablecer las rectas relaciones entre Dios y el hombre,
reinstaurar un equilibrio que se había perdido. Los contemporáneos de Isaías, dejándose
llevar por el orgullo, situaban al hombre a un nivel que no le correspondía: en la cumbre de
un panteón terreno, desde donde lo dominaba y decidía todo. Para Dios no quedaba lugar, o
un lugar de puro trámite, sin repercusiones directas en la vida. Isaías tiene una experiencia
muy distinta. La majestad de Dios, su soberanía, despiertan en él la conciencia de ser pecador
y de vivir en medio de un pueblo impuro. El hombre no tiene nada de qué gloriarse. Lo único
importante y decisivo es el Señor. Y si el pueblo no quiere aceptarlo de buen grado, tendrá
que aceptarlo por la fuerza, cuando llegue el día del Señor y sea doblegada la arrogancia
humana.
Por eso el mensaje de Isaías no es la suma de una serie de recetas prácticas sobre
problemas sociales, económicos o políticos. Interpretarlo de esa forma sería empobrecerlo.
Lo fundamental de su predicación es que desea provocar en el pueblo el encuentro con Dios,
la aceptación plena de lo divino en medio de lo humano. A partir de esta supremacía de lo
divino, y como respuesta a ella, tienen sentido todos los demás aspectos de su mensaje.
d) El Mesías: uno de los temas que más preocupan a los cristianos es el del mesianismo
en los profetas, esto es, el anuncio de un salvador definitivo que vendrá de parte de Dios en
el futuro. Lo primero que hay que anotar es que el término Mesías (x;yvim') se usa en el AT
para referirse siempre a personas8, nunca en el sentido de salvador definitivo de los últimos
tiempos. Claro que se puede hablar de ese salvador utilizando otra terminología. También
hay que notar que el hecho que en ocasiones se exalte la figura del rey, no significa
necesariamente que se esté hablando del “Mesías”. Puede tratarse de un lenguaje elogioso y
cortesano, esperando del rey lo que se esperaba de cualquier monarca del Antiguo Oriente.
Y es que la temática mesiánica siempre está emparentada con la monárquica. De esos temas
no se ocupó Amós; Oseas más bien parece antimonárquico; pero Isaías era un caballero
jerosolimitano más afecto a los jefes de la época, no es de extrañar que se hallen en su libro
textos que la tradición cristiana ha calificado de “mesiánicos”. Un exegeta católico escribió
hace pocos años: “Una exégesis objetiva llega al resultado de que el libro de Isaías está lejos
de todo mesianismo explícito”9.
Tres textos merecen atención particular. El famoso oráculo del Emmanuel (7,14-16) es
un oráculo de anunciación (cf. Gn 16,11-12: Ismael; Jue 13,7: Sansón; en el NT, Mt 1,20-22;
Lc 1,13-17. 30-33: Juan y Jesús) pronunciado en tiempos de Acaz. El profeta no anuncia una

8
De las 38 veces que aparece, 30 se refiere al rey, 6 al sumo sacerdote y 2 a los patriarcas.
9
J. BECKER, Isaias – Der Prophet und sein Buch, 69, citado por: J. L. SICRE, Profetismo, 490.
salvación escatológica, sino la salvación de la guerra siro-efraimita (contra Resín de Damasco
y Pecaj de Samaría). La figura de la madre no tiene tanto interés, Isaías la designa con el
término muchacha (hm'l.[;)10 y no virgen (hl'WtB.). Finalmente, el niño que nacerá no es un ser
sobrehumano, simplemente simboliza con su nombre la salvación de Dios. En el horizonte
histórico, la doncella es la joven esposa de rey, embarazada de su primer hijo: Ezequías,
quien dará continuidad a la dinastía, actualizará la promesa hecha a David y anunciará la
salvación.
El oráculo de 8,23-9,6 se ha datado en la época de Josías y quizá fue compuesto para su
entronización. No hay en él anuncio de algo futuro sino más bien es un canto de acción de
gracias por algo ya ocurrido. Es el nacimiento de un príncipe, o quizá más aún su
entronización oficial (había comenzado a reinar a los ocho años), lo que ha ocasionado este
oráculo. En él, el gran protagonista de toda la historia, del castigo y la alegría, de la sombra
y la luz, es Dios. Si durante la primera parte del reinado de Josías se puso en marcha un
proceso de independencia político-religiosa de Asiria, no es de extrañar que al llegar a la
mayoría de edad se celebrase su entronización oficial con especial entusiasmo. En ese caso,
el oráculo celebra las realizaciones ya alcanzadas y, pleno de entusiasmo, las anuncia en su
grado máximo para el gobierno que ahora empieza: el trono no estará asentado y consolidado
con la fuerza militar, sino con la justicia y el derecho. El amor apasionado del Señor (celo)
cumplirá esta promesa.
Finalmente el oráculo de 11,1-9, que se entiende mejor si se lee el contexto anterior
(10,33-34), habla del renacer de la vida impregnada por el Espíritu de Dios y describe las
cualidades del jefe futuro: prudencia y sabiduría, consejo y valentía, conocimiento y respeto
del Señor. Anuncia que el rey, el nuevo David (11,1a), de acuerdo con el ideal propuesto por
Sl 72, dedicará todo su esfuerzo a la superación de la violencia, opresión y todo tipo de
injusticias contra los pobres. Y tendrá éxito: conseguirá reimplantar en la tierra una situación
paradisíaca en la que reinará la concordia; el miedo y la violencia desaparecerán, pues el país
estará lleno del conocimiento del Señor. El lenguaje cortesano, inspirado en la ideología
sobre la monarquía sacral, podía decir casi lo mismo de cualquier rey presente o futuro. Tal
como sucedió con el rey que esperaba Israel durante el exilio, cuando presumiblemente se
escribió el himno.
En síntesis: las investigaciones tienden a interpretar los llamados “oráculos mesiánicos”
como textos referidos no a un salvador definitivo en el futuro, sino más bien al rey actual al
profeta o de uno muy inmediato. Fue la interpretación cristiana la que vio en ellos un anuncio
de Jesús, el Mesías, pero esa intención no parece ser la original de los textos. No obstante,
está plenamente justificada en las mismas lecturas pesher judías. El alcance de los textos
frecuentemente desbordan la materialidad literal, de modo que el texto alcanza en una
situación posterior una aplicación aún mayor que la que alcanzó en el momento original para
el cual fue escrito.

10
El término designa una joven madura sexualmente que no necesariamente es virgen (cf. Pr 30,19; Ct 1,3;
6,8) e inclusive puede ser casada, algunos piensan que de acuerdo con Gn 24,43 e Is 7,14 la mujer era llamada
así hasta el nacimiento de su primer hijo: W. HOLLADAY, A concise Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old
Testament. (Apoyado en Koehler-Baumgartner). Las versiones (cf. LXX) convirtieron a la doncella en virgen
(parqe,noj), de ahí que la tradición cristiana haya pensado en la Virgen (cf. Mt 1,13).

También podría gustarte