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BANDUE IX / 2 0 1 6 5 - 3 2
6 F e r nand o Bermejo Rub i o
2. Debe tenerse en cuenta también que su relato depende en ocasiones de fuentes —como
Nicolás de Damasco, amigo y ministro griego de Herodes— nada favorables a los movimientos
de resistencia judíos; cf. Hengel 19762: 8-9, que se refiere a la presentación como «einseitig par-
����
teiisch». Esa distorsión no habría podido ser rectificada por otras fuentes que Josefo pretende
haber usado, como informes imperiales de las operaciones militares o información personal de
Agripa II (cf. Josefo, Vita, 342, 358, 366).
el prefecto de Judea Poncio Pilato. Tanto Josefo como los evangelios, sin
embargo, lograron sus objetivos solo de modo parcial. En efecto, todas
estas fuentes incluyeron material que contradice de modo más o menos
flagrante las tendencias principales de sus respectivas narraciones, de tal
modo que la historiografía moderna ha debido proponer reconstruccio-
nes sensiblemente distintas —más equilibradas y plausibles— de algunos
de los principales fenómenos que constituyen el objeto de atención de
sus autores.
Aunque comprensiblemente hubo resistencia a Roma a partir de la
conquista de Pompeyo en 63 a.e.c.3, es sabido que entre las causas que
Josefo barajó para elucidar el empeoramiento en las relaciones judeorro-
manas que acabaría desembocando en la catastrófica Guerra Judía y en la
destrucción del Templo en 70 e.c. se encuentra una corriente del judaísmo
a la que denominó «Cuarta Filosofía»4, situándola de este modo junto a
las que consideró las otras secciones principales del judaísmo coetáneo,
a saber, fariseos, saduceos y esenios5. Esa «Cuarta Filosofía» —impulsa-
da por un personaje conocido como Judas el Galileo— habría puesto,
según el historiador, las bases teóricas y prácticas de la resistencia anti-
rromana subsiguiente6.
La naturaleza polimorfa del judaísmo de época helenística convierte
ciertamente en sospechoso cualquier intento de describir su complejidad
como una colección de «escuelas» formalizadas7, por lo cual la descripción
de Josefo del judaísmo contemporáneo en términos de cuatro «filosofías»
tiene todos los visos de ser una construcción simplista, cuando no des-
orientadora. Una vez admitido esto, sin embargo, si «Cuarta Filosofía»
—una etiqueta que, obviamente, no funcionó nunca como una autodesig-
nación— se toma cum mica salis como un modo genérico de designar una
corriente de resistencia al dominio romano inspirada por ideales religio-
sos8, la expresión puede resultar aceptablemente operativa, y es así como
la mayor parte de estudiosos se ha aproximado a los textos de Josefo.
Brevemente formulada, la posición de Judas consistía en que el cen-
so, como necesario preludio a la imposición del impuesto por Roma, no
9. Repárese en que, según 2 Samuel 24, 1-17, Dios envía una plaga para castigar la ini-
ciativa de David de efectuar un censo del pueblo. Ya en Lv 25, 23 la tierra de Israel es presentada
como propiedad divina; por tanto, no era susceptible de convertirse en ager publicus del Impe-
rio romano.
10. «Im Grunde brachte Judas lediglich eine Verschärfung des ersten Gebots» (Hen-
gel 19762: 102).
11. σοφιστὴς δεινότατος: B. J. II 433; cf. B. J. II 118.
12. Por razones de espacio y operatividad no me es posible abordar aquí otras cuestiones re-
lacionadas con la dimensión religiosa de la resistencia a Roma, como la importancia de la noción
del cumplimiento de la Torá en tanto requisito de la anhelada intervención de Dios a favor del
pueblo judío. Para un tratamiento de este aspecto, sobre todo en relación con la revuelta macabea
y con la Guerra Judía, cf. Deines 1994.
13. «The accounts of Judas are a crafted and manipulated construction by Josephus. They
are not descriptive reports. They are part of a reinterpretation of the past, a deliberate rewriting
of what happened in 6 and 66 CE in the light of 70 CE» (McLaren 2004: 90). «The approach
advocated here is that Josephus […] was not a reluctant participant joining the war to protect
the interests of aristocratic Jews, let alone a representative of a pro-Roman group of ‘moderate’
Jews trying to find an opportunity to sue for peace […] Josephus was a rebel. Furthermore, he
was not alone in this course of action. He was part of the group who were central in instigating
the conflict in 66 CE […] Josephus and his fellow rebel priests advocated rebellion against Ro-
man authority, using as a rallying-point the claim of ‘God alone as master’. No direct evidence
for this view remains in the War account of 66. It has been deliberately edited out of 66 CE and
the war cry has been relocated to another time, group and place, namely, Judas from Galilee
and the supposed fourth philosophy» (McLaren 2004: 101-102).
14. «Josephus used him [scil. Judas] and the creation of the so-called ‘fourth philosophy’
as scapegoats, a means of diverting responsibility for the revolt from himself and his colleagues»
(Mc Laren 2004: 105).
15. Así, por ejemplo, refiriéndose a las discrepancias en los relatos, Martin Goodman es-
cribió: «Two methods of resolving the conflict within Josephus’ account are possible. One is
to claim that Josephus invented the Fourth Philosophy as a device to push to the margins what
was in fact a much more widespread tendency among first-century Jews, thereby attributing the
revolt to a few mavericks rather than to the nation as a whole» (Goodman 1987: 95).
16. «He was often besmirching those whom he hated (John of Gischala; Justus; Menahem;
etc.) but I do not know about anyone who was constructed by him» (Rappaport 2011: 332).
17. Cf. Mason 1992: 185-229; Shellard 20042: 31-34.
18. Por ejemplo, hay algunas divergencias significativas entre los relatos. Josefo no dice nada
acerca de lo ocurrido con Judas ni del destino de sus inmediatos seguidores (de hecho supone su
continuidad en otros pasajes de sus obras), mientras que Hch 5, 37b afirma explícitamente que
Judas pereció, y que todos sus seguidores fueron dispersados: κἀκεῖνος ἀπώλετο, καὶ πάντες ὅσοι
ἐπείθοντο αὐτῷ διεσκορπίσθησαν. Además, el criterio de dificultad parece poder aplicarse aquí:
resulta improbable que un autor cristiano haya creado una comparación entre Yeshua y la figura
de un resistente antirromano como Judas a menos que la existencia histórica de este, así como
la de ciertos paralelos, hubiera sido algo conocido por los destinatarios de su obra; cf. Trum-
bower 1993: 509. Aunque la validez del criterio de dificultad ha sido cuestionada recientemen-
te por algunos autores, una defensa argumentada de este criterio puede verse en Bermejo Ru-
bio 2016.
19. Förster 2011. Una edición del De haeresibus Judaeorum (Codex Matritensis 80,
fol. 17va-17vb) se halla ahora en Förster 2012: 282-300.
20. «Galilaei dicunt Christum venisse et docuisse eos ne dicerent dominum Caesarem,
neve eius monetis uterentur» (apud Förster 2012: 292).
tras que en la primera obra Judas aparece como único fundador del nue-
vo movimiento, en la segunda es nombrado junto a él un cierto Sadoc21.
Ahora bien, Judas podría haber sido mencionado en Bellum (y también
en A. J. XVIII 23-25) en solitario porque fue el más importante ideólo-
go del movimiento, y Sadoc pudo ser mencionado en otra obra junto a
él porque fue efectivamente un colaborador suyo que quizás no tuvo su
misma importancia22. El hecho de que Sadoc sea identificado como fa-
riseo23 podría asimismo explicar la omisión de su nombre en Bellum: en
esta obra, escrita poco después de la guerra, Josefo evitó dar informa-
ción sobre la implicación política de los fariseos, mientras que en la más
tardía Antiquitates no necesitó ser tan cuidadoso y se permitió deslizar
algunas noticias al respecto24.
Una ulterior objeción a la hipótesis de McLaren es que la idea de
una invención —y de que, por tanto, algo como la Cuarta Filosofía solo
puede haber surgido durante la Guerra Judía (o en el período inmediata-
mente anterior)— no toma seriamente en cuenta los factores que hacen
probable la emergencia de una ideología antirromana precisamente en el
año 6 e.c.25. Sobre el trasfondo de las políticas prorromanas de Herodes
el Grande y sus descendientes —y en particular el hecho de que todos
ellos promovieron de manera significativa el culto al emperador26—, así
21. A. J. XVIII 4.9. «Probably the most significant difference between the accounts is the
issue of leadership. In the direct reference in War 2.117-18 it is claimed that Judas was the sole
founder of the fourth school. In Ant. 18.4-10 Judas and Saddok, a Pharisee, found the fourth
philosophy (18.9)» (McLaren 2004: 98).
22. Esto parece derivarse de la expresión de A. J. XVIII 4: Σάδδωκον Φαρισαῖον �������
προσλα�
βόμενος, así como del hecho de que Hch 5 menciona solo a Judas. Hay muchas razones que po-
drían explicar la ausencia de Sadoc en Bellum: quizás Josefo no poseía entonces información
sobre él, quizás su contribución a la ideología no fue tan importante, quizás fue una figura menos
carismática…
23. Ιούδας δὲ Γαυλανίτης ἀνὴρ ἐκ πόλεως ὄνομα Γάμαλα Σάδδωκον Φαρισαῖον προσλαβόμενος
ἠπείγετο ἐπὶ ἀποστάσει (A. J. XVIII 4).
24. Cf. Brandon 1967: 38; Black 1974: 50-51; Schwartz 1983: 169.
25. Piotrkowski 2008 ha argumentado convincentemente que la desintegración del Estado
judío —un aspecto que en el 6 e.c. debe de haber sido experimentado con la mayor claridad—
parece haber impulsado a Judas a querer reemplazar una teocracia tradicional por una forma
radical de teocracia.
26. Cf. Bernett 2007a; Bernett 2007b. Esta estudiosa ha examinado la significación cre-
ciente del culto al emperador, y argumentado que implicó un desafío genuinamente religioso
al monoteísmo judío: «Grundsätzlich handelt es sich, was die Art des Lebens unter Fremdhe-
rrschaft angeht, im Fall der kaiserzeitlichen Römerherrschaft um ein neues Phänomen» (Ber-
nett 2007a: 11). Dado que, en su opinión, ningún otro gobernante cliente del Imperio romano
promovió tan intensamente el culto al emperador como lo hicieron Herodes y sus descendien-
tes, la Cuarta Filosofía podría ser entendida mejor como una reacción contra este desafío; cf.
Bernett 2007a: 190-194, 199, 340-342. Bernett otorga también un papel en ello a la habi-
tual ofrenda al emperador en el Templo de Jerusalén —cuya supresión sería precisamente una
de las primeras medidas adoptadas por quienes se levantaron en armas en el 66— (cf. Josefo,
B. J. II 197: ’Ιουδαῖοι περὶ μὲν Καίσαρος καὶ τοῦ δήμου τῶν ‘Ρωμαίων δὶς τῆς ἡμέρας θύειν ἔφασαν).
Sea que este sacrificio haya sido introducido bajo Herodes o en el año 6 —como pretende Ber-
nett (2007a: 196-197)—, parece haber sido difícilmente tolerable a no pocas conciencias, a pesar
de que Filón (Leg 280) y Josefo (Contra Apión II 76f) lo justifican como algo excepcional; no en
vano es considerado por algunos autores modernos como una suerte de sucedáneo del culto al
emperador; cf. Smallwood 1976: 83.
27. En el reino de Herodes tuvo lugar la sustitución del sumo sacerdocio hereditario por
una serie de titulares-títeres, el asesinato de los últimos vástagos de los hasmoneos y la muer-
te o encarcelación de los oponentes al régimen (cf. Josefo, A. J. 14, 165-179). Arquelao, por
su parte, se hizo responsable de la muerte de numerosos judíos. Sobre este aspecto, cf. Niki-
prowetzky 1989: 224.
28. B. J. II 118; VII 253; Lc 2, 1-6. Dado que McLaren (2004: 102-103) admite que algunos
sacerdotes decidieron adoptar la drástica acción de suprimir los sacrificios por Roma con ocasión
de un censo por Cestio en 65/66 y de la disputa concerniente al tributo, cabe preguntarse por qué
el primer censo no habría provocado una reacción no menos nítida con ocasión del efectuado por
Quirinio.
29. «The immediate impetus to this teaching was apparently the imposition of the first Ro-
man census in A.D. 6, with its clear implication that the land now belonged to Rome» (����� Good-
man 1987: 93). Se ha señalado asimismo la diferencia con respecto a la ausencia de revueltas en
Galilea y Perea tras la destitución de Herodes Antipas en 39 e.c., y ello a pesar de que varios aspec-
tos del gobierno de Antipas —como la denominación de ciudades con nombres de cuño imperial
(Séforis convertida en Autocratoris, o la construcción de Tiberíades para honrar el nombre del
emperador)— deben de haber sido profundamente ofensivos para los judíos nacionalistas: «The
reason must be that Antipas’s banishment was not followed by annexation and the imposition
of Roman tribute» (Udoh 2005: 157).
30. Cf. Giblet 1974; Barnett 1975; Guevara 1985.
31. Para un análisis sistemático de este aspecto —que aquí puedo tratar solo de manera
sumarísima—, me permito remitir a Bermejo Rubio 2015b.
32. Cf. A. J. XVIII 55-62. Así lo puso de relieve Norden 1913.
33. De hecho, se ha sugerido que algunos de los incidentes descritos en términos pacíficos
pudieron haber implicado algún derramamiento de sangre, aunque este aspecto podría haber sido
silenciado por Josefo por razones apologéticas: «While neither Josephus nor Philo describes the
protestors in these incidents as spilling the blood of Romans or their collaborators, Josephus re-
ports that the reverse happened in the aqueduct riot, and his presentation of the violence as one-si-
ded may reflect his desire to present the Jews as generally peaceable» (Marcus 2009: 1029‑1030);
«Josephus will nicht, daß der jüdische Monotheismus als ein Glaube erscheint, der sich gegen
den Kaiser richtet. Und er zieht es vor, diesen Monotheismus statt mit dem gewalttätigen Wi-
derstand mit passivem Martyrium zu verbinden […] Die Martyriumsbereitschaft kann und darf
mit der Form der Torahobservanz, die zur Zeit der Abfassung von AJ das Judentum normierte,
in Zusammenhang gebracht werden» (Krieger 1994: 26-27).
34. ἐν ὅπλοις: A. J. XVIII 85-86. Según la información proporcionada por Filón, quie-
nes se quejaron a Pilato en el incidente de los escudos advirtieron al prefecto del peligro de una
revuelta: Μὴ στασίαζε, μὴ πολεμοποίει, μή κατάλυε τὴν εἰρήνην (Legatio ad Gaium 301). Resulta
irónico que el texto de Tácito que suele citarse para postular la «tranquilidad bajo Tiberio» haga
referencia a renglón seguido al recurso de los judíos a las armas: «Sub Tiberio quies; dein iussi
a C. Caesare effigiem eius in templo locare arma potius sumpsere, quem motum Caesaris mors
diremit» (Hist. 5, 9, 2).
35. Así lo concluye el estudio más minucioso dedicado al episodio: «������������������
Wenn nämlich Pila-
tus opfernde Galiläer niedermachen liess, so setzt dies voraus, dass sich diese Leute irgendeiner
Unbotmässigkeit schuldig oder verdächtig gemacht hatten�����������������������������������������
» (Blinzler 1957: 39). Otros varios estu-
diosos han relacionado a los galileos con rebeldes antirromanos (aunque en ocasiones utilizando el
término «zelota» en sentido técnico); cf. v. gr. Cullmann 1961: 9; Bultmann 19708: 57.
36. Cf. Mc 15, 27; Mt 27, 38.44. El Cuarto Evangelio describe a Barrabás como λῃστής
(Jn 18, 40).
37. La razón es triple: 1) todas las noticias disponibles sobre la aplicación de la crucifixión
en Judea se refieren explícita o implícitamente a rebeldes, culpables de maiestas imminuta (cf.
Kuhn 1982: 724); 2) el calificativo denigratorio λῃσταί es el usado a menudo por Josefo para
referirse a los rebeldes; 3) las referencias de Mc y Lc a la revuelta y los rebeldes manifiestan la
existencia de una atmósfera sediciosa en Jerusalén en época de Yeshua, y en este contexto la in-
terpretación propuesta de λῃσταί resulta con mucho la más probable.
38. Sobre este aspecto, cf. Bermejo Rubio 2013a: 129-130.
que Judas el Galileo es la misma persona que Judas, hijo de Ezequías, que
fue el líder de la insurrección popular en Galilea tras la muerte de Hero-
des49. El quinto argumento es que el hecho de que los descendientes de
Judas hayan estado implicados, según Josefo, en la revuelta armada, no
significa que el propio Judas lo haya estado50.
Es necesario, de entrada, admitir que varias observaciones efectuadas
por Horsley al hilo de su exposición son razonables, y de hecho alguna de
ellas constituye patrimonio común de la crítica. Así, es muy probable que
el pasaje de A. J. XVIII 6-9 se refiera a acontecimientos producidos en
la Guerra Judía51, y que, por tanto, no pueda aducirse como prueba de la
orientación violenta de la Cuarta Filosofía. Respecto a la idea de que no
hay pruebas de que un partido «zelota» haya surgido antes de la revuelta
judía, ca. 67-68 e.c.52 —aducida ya por algunos críticos de Martin Hengel y
posteriormente por los de Samuel Brandon—53, podría admitirse siempre
y cuando se optase por una interpretación apolítica de los términos «Kana-
naios», «Barjona» e «Iscariōth», mencionados en los evangelios como apo-
dos de individuos que vivieron en el primer tercio del siglo i e.c.54. Si bien
tal interpretación es francamente discutible55, lo que me importa señalar
aquí es que, aun si se asumiese la posición de Horsley al respecto, puede
mostrarse —como haré a continuación— que el núcleo de la argumenta-
ción a favor de la naturaleza meramente pasiva de la resistencia propug-
nada por la Cuarta Filosofía no resulta convincente.
Con respecto al primer argumento, la traducción (y/o la interpreta-
ción) que de algunos pasajes clave efectúa Horsley es sumamente dudosa.
En B. J. II 118, la frase εἰς ἀπόστασιν ἐνῆγε τοὺς ἐπιχωρίους —traducida
por Louis Feldman en la edición de Loeb como «incited his countrymen
to revolt»— es traducida por Horsley como «was urging his countrymen to
resistance»; y en A. J. XVIII 4, la expresión ἠπείγετο ἐπὶ ἀποστάσει, tra-
ducida por Feldman como «threw himself into the cause of rebellion»,
es vertida por Horsley como «pressed hard for resistance»56. Ahora bien,
49. Horsley 19932: 79.
50. «Another factor […] is the conclusion that Judas was part of a dynasty of ‘messianic’
leaders of resistance that included Menahem […] That Judas was the father or grandfather of
Menahem, who helped lead the revolt until he was assassinated, does not mean that Judas him-
self engaged in or advocated revolt» (Horsley 19932: 80).
51. Cf. v. gr. Guevara 1985: 74-77.
52. Horsley 19932: 78. El autor había expuesto la idea con anterioridad; cf. Hors-
ley 1986: 159-161.
53. Cf. v. gr. Smith 1971. En este sentido, cabría cuestionar la pertinencia de los títulos de las
obras de Hengel (Die Zeloten) y de Brandon (Jesus and the Zealots), aunque el subtítulo de Hen-
gel 19762 es menos problemático.
54. Cf. resp. Mc 3, 18 (Mt 10, 4; Lc 6, 15; Hch 1, 13); Mt 16, 17; Mc 3, 19 y par.
55. Es sabido que, según autores como S. Brandon, R. Eisler, O. Cullmann y H. Maccoby,
al menos algunos de estos términos designarían a miembros de facciones antirromanas como
«zelotas» y «sicarios»; en cambio, otros estudiosos (como R. Brown, J. A. Morin, C. Mézange,
M. Bockmuehl o J. Taylor) han problematizado estas interpretaciones. No puedo abordar aquí
esta interesante cuestión, que por lo demás no es imprescindible dirimir a la hora de establecer
la implicación política del grupo central al que se refieren los evangelios.
56. En otro pasaje se ofrece la alternativa: «led a defection» (Horsley 19932: 88).
57. «The word apostasis and its variations […] has a meaning both broader and a good
deal more ambiguous than the English ‘rebellion’ or ‘revolt’» (Horsley 19932: 80).
58. Existe la variante textual πόνου, que se referiría entonces al arduo «esfuerzo» necesario.
59. Como lo testimonia admirativamente el propio Josefo, B. J. VII 417-419.
60. A. J. XVIII 4-5.
61. A. J. XVIII 23.
62. A. J. XX 102. Tiberio Alejandro, sobrino de Filón y apóstata del judaísmo, debe de
haber sabido bien quién constituía un peligro de sedición para Roma.
63. B. J. II 433. Kennard (1946: 282) conjeturó, por razones cronológicas, que podría tra-
tarse más bien de su nieto.
64. B. J. VII 253.
65. Su discurso en B. J. VII 323 se refiere a la determinación de «no servir ni a los roma-
nos ni a ningún otro salvo a Dios (μήτε ‘Ρωμαίοις μητ’ ἄλλῳ τινὶ δουλεύειν ἢ θεῷ)».
66. Los sicarii entregados a los romanos por los judíos alejandrinos rehúsan, bajo tortura,
«llamar señor al césar» (B. J. VII 410-419). «Thus, both historically by way of family descent
and ideologically with regard to the radical view of the first commandment, there is a connec-
tion between Judas the Galilean and the later Sicarii» (Rhoads 1976: 55).
67. Hengel 19762: 120-123; McLaren 2003; Deines 2011: 433-34; Price 1992: 68s. A
esta luz, resulta sorprendente que Goodman (1987: 96) pretendiese que las monedas de la re-
belión «not in any way imply the tenets of the Fourth Philosophy».
68. B. J. II 56; A. J. XVII 271-272.
74. En su interpretación del pasaje bíblico de Núm 31, 19-24, Filón sostiene que si bien
matar al enemigo es legítimo, el que lo hace —aunque sea en defensa propia u obligado— se
hace responsable en virtud de la común humanidad compartida: Καὶ γὰρ εἰ νόμιμοι αἱ κατ’ ἐχθρῶν
σφαγαί, ἀλλ’ ὅ γε κτείνων ἄνθρωπον, εἰ καὶ δικαίως καὶ ἀμυνόμενος καὶ βιασθείς, ὑπαίτιος εἶναι δοκεῖ
διὰ τὴν ἀνωτάτω καὶ κοινὴν συγγένεια (De Vita Mosis I, 314).
75. Obsérvese que un aspecto del llamamiento efectuado por Judas que puede haber pro-
vocado ulteriores discrepancias en el seno del movimiento es que el compromiso en la resisten-
cia implicaba tomar posición no solo respecto a los romanos, sino también hacia otros judíos.
El radicalismo consistente en combatir (¿matar?) a los correligionarios que aceptasen el pago
del tributo puede haber generado ulteriores resistencias y divergencias.
76. Obsérvese asimismo que en la prefectura de Pilato hay testimoniados, junto a episo-
dios violentos, otros de aparente resistencia pasiva.
77. Cf. esp. 1 Mac 2, 23-26.39-41.44-48; 3, 8; 9, 73; 14, 7.14.
78. «Même si la lutte armée est reconnue comme un facteur nécessaire de la libération du
peuple, qui ne s’oppose pas véritablement au martyre, il me semble que dans 2 Maccabées, il
existe entre les deux options une hiérarchie claire, qui place le martyre au premier rang» (Ber-
thelot 2006: 110).
A pesar del intento de Josefo por amortiguar el factor religioso de las ini-
ciativas de resistencia a Roma, hemos visto ya que en la exposición de la
Cuarta Filosofía hubo de ponerlo de relieve. Su presentación, a pesar de su
carácter reconocidamente conciso y fragmentario, constituye el principal
punto de partida para la emergencia de los estudios de William Farmer y
Martin Hengel80, que construyeron un argumento sistemático para una
comprensión de la inspiración religiosa de los movimientos de resistencia
antirromanos. En este sentido, la obra de Hengel es paradigmática, no
solo por su calidad, sino también porque se opuso explícitamente a aque-
llos estudiosos que interpretan la Cuarta Filosofía como un movimiento
primariamente patriótico y profano, encaminado a la liberación política
de Eretz Israel; el autor alemán juzgó anacrónico el uso de la termino-
logía del «nacionalismo»81 y criticó ampliamente el enfoque de Joseph
Klausner —dictado por su compromiso sionista —82.
Cabe plantear, no obstante, en qué medida el peso de las motivacio-
nes religiosas puede haber sido exagerado, precisamente como reacción
a su previa minimización en las fuentes. La resistencia al Imperio romano
parece haber estado a menudo religiosamente inspirada, pero los factores
79. «The way in which Josephus presents the movement of Judas the Galilean and Sad- ����
dok the Pharisee makes it difficult to see it as a sect or highly structured party» (Nikiprowetzky
1989: 226‑227).
80. Farmer 1956; Hengel 19762.
81. Hengel 19762: 146-149.
82. Para una defensa informada y puesta al día de la posición de Hengel, cf. Deines 2011.
83. Así lo señalaron algunos críticos; cf. Applebaum 1971: 156. Sabemos por Tácito (An-
nales II 42) que en el año 17 Judea formuló una petición a Tiberio para una reducción del tri-
buto. Uno de los primeros actos de los revolucionarios en Jerusalén fue la destrucción de los re-
gistros de deudas (B. J. II 427), y los seguidores de Simón bar Giora atacaron las casas de ricos
terratenientes (B. J. II 652).
84. En este sentido, los trabajos de Richard Horsley son paradigmáticos. Además de los
ya citados, cf. Horsley 1979a; Horsley 1979b. Goodman 1987 minimiza también las razones
religiosas y enfatiza los problemas sociales.
85. Esto ha sido mostrado recientemente por Schwartz 2013b: 144-162.
86. Si Josefo merece crédito cuando refiere una amplia y entusiasta recepción al llama-
miento de Judas, esto sería aún más probable; cf. B. J. VII 253: ούκ ὀλίγους; A. J. XVIII 6: Καὶ
ἡδονῇ γὰρ τὴν ἀκρόασιν ὧν λέγοιεν ἐδέχοντο οἱ ἄνθρωποι. Léanse, no obstante, las apreciaciones
escépticas de Rhoads 1976: 51-52. Recientemente, se ha argumentado que, en contra de una
concepción extendida que ve en el nacionalismo un fenómeno moderno, en fuentes antiguas —y
en particular en el judaísmo— existen conceptos de identidad colectiva compatibles con com-
prensiones contemporáneas del fenómeno; cf. Goodblatt 2006.
87. Cf. v. gr. Smith 20012, 506-509, 556-557, 564-565; Deines 2011.
88. Cf. v. gr. Goodman 1987: 93-96; Guevara 1985: 74-77; Rhoads 1976: 51-52.
89. Josefo afirma que el sumo sacerdote Joazar, que habría persuadido a sus correligio-
narios para no oponerse al censo y al pago del tributo (A. J. XVIII 3), fue objeto de protestas
populares y destituido por Quirinio (A. J. XVIII 26). Aunque no conocemos las razones de las
protestas, cabe la posibilidad de que su falta de popularidad estuviera relacionada con la actitud
adoptada en el caso de Judas.
90. ἔξεστιν δοῦναι κῆνσον Καίσαρι ἢ οὔ; (Mc 12, 14; Lc 20, 22). La historicidad del episo-
dio es muy probable, en virtud no solo de los criterios de dificultad y plausibilidad contextual,
sino también del criterio de coherencia (cf. Lc 23, 2, donde uno de los cargos contra Yeshua es
que prohibía pagar tributo al césar: κωλύοντα φόρους Καίσαρι διδόναι).
91. Son enviados espías (ἐγκαθέτους) «para poder entregarle al poder y a la jurisdicción
del gobernador (ὥστε παραδοῦναι αὐτὸν τῇ ἀρχῇ καὶ τῇ ἐξουσίᾳ τοῦ ἡγεμόνος)» (Lc 20, 20).
92. «Josephus’ silence suggests the probability that Judas’ sect, if it existed in this early
period, was quiescent until the mid-forties» (Rhoads 1976: 59). La pura y simple evanescencia
de la Cuarta Filosofía es ulteriormente improbable si, a diferencia de lo que Josefo afirma en Be-
llum sobre la idiosincrasia y novedad de esta y su ausencia de relaciones con las demás corrientes
del judaísmo (B. J. II 118: οὐδὲν τοῖς ἄλλοις προσεοικώς; en A. J. XVIII 9 la califica con el atri-
buto ἐπείσακτος, «adventicia»), hay que prestar más crédito al escritor cuando afirma que tenía
mucho en común con el fariseísmo. De hecho, en Antiquitates Josefo asevera que lo único que
separa a la Cuarta Filosofía de los fariseos es su invencible pasión por la libertad: τὰ μὲν λοιπὰ
πάντα γνώμῃ τῶν Φαρισαίων ὁμολογοῦσι (A. J. XVIII 23). Una explicación plausible es que en Be-
llum —escrita en un período en el que la sensibilidad por las consecuencias de la guerra estaba
aún a flor de piel— Josefo intenta negar los estrechos vínculos de la rebelión con la más amplia
religión judía, mientras que un par de décadas después la mitigación de la autocensura permite
hacer aflorar tales conexiones; cf. Smith 20012: 506-507.
93. El hecho de que Judas parece haber recibido el sobrenombre «el Galileo» (B. J. II 433;
A. J. XVIII 23; XX 102; Hch 5, 37), a todas luces en territorio foráneo, respalda la conjetura de
que su actividad tuvo lugar en Judea, el territorio regido entonces directamente por los romanos.
94. Una lista de estudios que contienen análisis convincentes de la cuestión se halla en
Bermejo Rubio 2013b: 41, n. 103.
95. Como ya escribió Brandon, refiriéndose a la respuesta de Yeshua en Mc 12, 14, «When
this saying of Jesus is laid alongside even the prejudiced report which Josephus gives of the teach-
ing of Judas of Galilee […], the similarity of outlook is striking» (Brandon 1967: 347).
96. Καὶ τὸ θεῖον οὐκ ἄλλως... ἐπὶ συμπράξει τῶν βουλευμάτων εἰς τὸ κατορθοῦν συμπροθυμεῖσθαι
μᾶλλον (A. J. XVIII 5).
97. Lc 22, 38; Lc 22, 49; Mc 14, 47. Sobre el carácter armado del grupo de Yeshua, cf.
Martin 2014.
98. Mc 14, 47; Mt 26, 51; Lc 22, 38.49-50; Jn 18, 10-11.
99. La noción de esta sinergia es testimoniada también en la comunidad de Qumrán, cuya
participación en la revuelta parece anticipada y teológicamente justificada en el Rollo de la Guerra
(1QM).
100. Sobre este aspecto, cf. Farmer 1956: 65-68; Hengel 19762: 261-277.
Conclusiones
110. Esta afirmación no implica adoptar necesariamente la concepción —expuesta por Reima-
rus o Eisler— de Yeshua como el cabecilla de una rebelión armada. Existen otras reconstrucciones
plausibles de los testimonios disponibles; cf. Maccoby 1974; Martin 2014. Para una discusión,
cf. Bermejo Rubio 2014b: 42-49. Más preocupante aún es el hecho de que una gran mayoría de
estudiosos siga reproduciendo los relatos evangélicos en calidad de historia; cf. v. gr. ������
Small-
wood 1976: 167-170.
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