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DE TRENTON AL VATICANO

II
TRENTON
1. El decreto tridentino había revalidado la presencia
de los dos ingredientes básicos en el proceso de la
justificación: gracia divina-libertad humana.

2. el enfrentamiento con el protestantismo, que fraguó


en la llamada teología de la Contrarreforma.
El pensamiento de Bayo
La gracia es más bien una sucesión de actos de
obediencia a los mandatos. Ella es «la justicia de las
obras» (justitia operum); Según éste, el hombre puede
hacer obras buenas porque está justificado; según
nuestro autor, está justificado porque hace buenas obras.
De esta suerte Bayo se aleja tanto del protestantismo
como del catolicismo: no somos justificados ni por la
sola fe (posición protestante) ni por el don
permanente e inherente de la gracia (posición
católica), sino por las obras.
Cornelio Jansen (Jansenio)
• PLANTEA LA IMPOSIBILIDAD, PARA UN HOMBRE JUSTO (EN DETERMINADAS CIRCUNSTANCIAS), DE CUMPLIR
ALGUNOS MANDAMIENTOS DE DIOS, POR FALTARLE LA GRACIA EFICAZ Y POR ESTAR SOMETIDO A UNA
DELECTACIÓN TERRESTRE SUPERIOR. LA DOCTRINA CATÓLICA, EN CAMBIO, ENSEÑA QUE DIOS DA AL JUSTO
GRACIA SUFICIENTE PARA OBSERVAR TODOS LOS PRECEPTOS DIVINOS.

El concepto de gracia suficiente acuñado por Molina, como se verá en su


momento, durante la controversia de auxiliis es, según cuando antecede, falso,
más aún, blasfemo. La gracia es siempre eficaz. Pero se otorga a pocos; la
inmensa mayoría de la humanidad (massa damnatá) se condenará, incluidos los
niños muertos sin el bautismo. ¿Por qué esta concepción elitista de la gracia?
Precisamente porque es gracia; si se confiriera mayoritaria o universalmente, ya
no sería don gracioso. Cristo no ha muerto por todos, sino sólo por la minoría
predestinada.

Predestinacionismo sin duda el fruto más amargo del pensamiento del anciano Agustín tenía por fuerza que
provocar la intervención de Roma. En 1653, Inocencio X condena como heréticas cinco proposiciones.
Vaticano II

• Señalemos finalmente la insistencia conciliar en el


universalismo de la gracia. Hemos citado ya el texto
sobre la gracia incógnita (LG 16), que se ofrece a los no
cristianos e incluso a los ateos de buena fe. En otro lugar
(GS 22,5), la formulación es todavía más explícita: «esto
(la asociación al misterio de Cristo) vale no sólo para los
cristianos, sino también para todos los hombres de buena
voluntad, en cuyos corazones actúa la gracia.

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