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Discurso día de la memoria, la verdad y la justicia

Sr. Rector Alberto Iglesias, Sra. Directora de estudios Ana Duarte, equipo
de secretaría, profesores, alumnos:

El 24 de marzo se conmemoran los 33 años del golpe militar en la


Argentina. Este episodio marca en nuestra historia reciente una abierta
violación a los derechos humanos.

Los niños y adolescentes que hoy transitan en las escuelas públicas de


nuestra patria no habían nacido, algunos de sus padres tampoco. Tal vez
sí, algún abuelo o abuela, maestros que fueron pequeños en aquel
entonces pero otros que padecieron este hecho en pleno ejercicio de su
labor.

¿Qué es un Golpe de Estado?

Es eso, es un golpe, una trompada a las instituciones públicas que


conocemos y, que como de esto se deduce, a la gente que está dentro de
dichas instituciones.

Un golpe militar es la toma del poder por la fuerza, no en forma


democrática –por medio del voto popular- como la que vivenciamos
actualmente. Aunque es válido y conveniente aclarar que para este golpe
se dé sin mayores sobresaltos, siempre hay gente que lo apoya o que está
un poco distraída.

¿Para qué un Golpe de Estado?

Para imponer un nuevo modelo de sociedad. ¿Qué tipo de sociedad? Una


en la que la gente no se formule preguntas, no reflexione, que acepte las
reglas del juego de manera sumisa, que tome como “naturales” las
desigualdades sociales y la injusticia.

La junta de comandantes integrada por Videla, Masera y Agosti tomaron


la terrible decisión de violar, en nuestro país, los derechos humanos que
hacía nada más y nada menos que 61 años antes se habían hecho
explícitos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El artículo segundo de dicha declaración nos dice que “toda persona tiene
los derechos y libertades que allí se proclamaban, sin distinción alguna de
raza, color, sexo, idioma, religión u opinión política.

Y el artículo tercero nos viene a recordar que todo individuo tiene derecho
a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

¿Cómo llevaron a cabo ese plan siniestro, al que con el eufemismo de


“Proceso de Reorganización Nacional” dejaron como saldo decenas de
miles de desaparecidos?

Mediante el secuestro y tortura de personas, la censura de los medios de


comunicación, el cierre del congreso de la Nación, la prohibición y quema
de cientos de libros entre otros actos que agotarían el tiempo del que
disponemos.

¿Por qué con los libros? Porque a partir de la lectura se pueden imaginar
nuevos mundos posibles. El plan cultural de la dictadura asumió como
consigna “prohibido pensar”. Así, la educación pública fue herida de
muerte. La matrícula decreció en todos los niveles. Muchas escuelas
fueron cerradas y se persiguieron implacablemente todas aquellas
manifestaciones culturales consideradas “perturbadoras”. Se prohibió por
decreto la circulación y lectura de algunos libros infantiles con el pretexto
de “preservar la moral de la niñez”. Además hubo espionaje dentro de las
escuelas para dar cuenta de profesores y profesoras, maestros y maestras,
alumnos y alumnas sospechosos de ser opositores al régimen.

Pasaron 33 años y los derechos humanos siguen siendo violados


sistemáticamente. Hay un gran índice de pobreza e indigencia que obliga a
muchos padres a tomar la triste decisión de sacar a sus hijos de las
escuelas para que salgan a trabajar a temprana edad. No debemos
dormirnos. Para que una sociedad sea justa nuestra población debe contar
con el derecho a una vivienda digna, a un trabajo remunerado como
corresponde y a una educación pública y gratuita, pero en serio.

Recordar significa volver a pesar por el corazón las cosas buenas y malas
que hemos vivido, aunque sea por medio de las voces de otros.

Voy a cerrar con una frase que no me pertenece, sino a Graciela Montes:
“Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor
olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas
malas y tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso;
porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra
memoria”.

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Decimos que un país vive en democracia cuando su pueblo puede elegir


por medio del voto a sus gobernantes. Pero también hay democracia
cuando las personas podemos hablar libremente sobre cualquier tema,
escuchar la música que nos gusta, leer los libros y mirar las películas que
tengamos ganas de disfrutar, encontrarnos con amigos y amigas, y tantas
otras cosas. Pero no siempre fue así.

En Argentina, el 24 de Marzo de 1976, un grupo de militares, apoyados


por algunos civiles, sacaron por la fuerza a un gobierno democrático,
votado legítimamente por el pueblo. A partir de allí se inicia una dictadura
violenta y fratricida que atacó las disidencias y calló a toda persona que se
opusiera a su estilo de gobierno, hombres y mujeres en su mayoría
jóvenes que cometieron el error de pensar diferente.

Esta metodología de controlar y atemorizar a las personas se llamó


terrorismo de Estado y se llevó a cabo a través de más de 500 Centros
Clandestinos de Detención, lugares inhumanos donde se llevaron a cabo
todo tipo de atrocidades contrarias a la dignidad humana, llegando al
extremo de secuestrar, torturar y quitar la vida de las personas que
llegaban a los mismos.
Desde el gobierno, al mando del dictador Jorge Rafael Videla, se organizó
este plan deshumanizante, que tenía como finalidad dominar por el terror
a la población, paralizarla de miedo y obligarla a seguir sus mandatos.

Pero resulta que la vida siempre pelea y da batalla y es así como las
madres y las abuelas de los desaparecidos se hicieron cargo de lo que
pasaba y salieron a la calle a luchar por sus hijos e hijas. Esas mujeres
llenas de fuerza y de coraje le mostraron a los dictadores y a todos los
argentinos de lo que es capaz el amor y hoy son ejemplo en todo el
mundo de lo que significa la defensa de los Derechos Humanos.

Estas mujeres pusieron el cuerpo y el alma para saber, en primer lugar, la


verdad sobre sus hijos e hijas, luego exigieron justicia y cárcel para con los
dictadores y asesinos, y finalmente buscaron y aún lo siguen haciendo a
sus nietos, para regalarles ese don maravilloso que es conocer su
verdadera identidad.

Quiero entonces cerrar estas palabras con una idea:

“Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes, es mejor


olvidarse. Otras en cambio estamos convencidas que recordar es bueno,
que tenerlas en nuestra memoria sirve para que no nos vuelvan a pasar”
porque “cuando no recordamos lo que nos pasa, nos puede suceder la
misma cosa”.

Hoy nos reunimos para conmemorar el inicio de uno de los más tristes y
oscuros eventos que nuestro país sufrió. Hoy nos reunimos para
conmemorar aquel golpe cívico-militar que comenzó un 24 de marzo de
1976. Nos reunimos para recordar, con una memoria que es acción, acción
que busca ser transformadora.

Nos reunimos para recordar que hace 39 años se instaló en nuestro país
una dictadura militar que, desde el terrorismo de estado desató un plan
sistemático de exterminio. Un plan que fue parte de un proyecto político,
económico y social que buscaba cambiar la estructura política y social de
nuestro país aniquilando toda expresión organizada o no, que pudiera
oponerse a esos objetivos. Un golpe de estado militar, que fue parte de un
programa sistemático, impuesto en toda América Latina.

¿Pero, qué es un golpe de estado? Técnicamente, es la toma del


poder por la fuerza, y no mediante el voto popular como en la actualidad
sucede. Es la instauración de un régimen dictatorial, donde se suspenden
los derechos y las garantías constitucionales.

En lo vivencial, la dictadura fue la cara misma del terror. En nuestro


país, se persiguieron, se secuestraron, se torturaron y se desaparecieron
personas. Decenas de miles de personas. Decenas de miles de personas,
adultos, jóvenes y niños, que, aun hoy, continúan desaparecidas.
Personas que eran trabajadores, trabajadoras, madres, padres, hijos,
estudiantes, artistas, científicos, periodistas, militantes sociales y
populares, docentes. “Enemigos de la Nación” los llamaron. En nuestro
país, se violaron sistemáticamente los Derechos Humanos, los cuales
estaban garantizados desde hacía 28 años.

Durante la última dictadura militar, se instalaron casi 600 centros


clandestinos de detención y exterminio, núcleos centrales del accionar
represivo. Militantes políticos, gremialistas, estudiantes, dirigentes
sociales, obreros, fueron arrancados de sus casas, de sus lugares de
trabajo o estudio o en la vía pública por pensar diferente y luchar contra la
injusticia. Sembraron el terror en cada barrio. Rompieron vínculos
sociales, redes de solidaridad, organizaciones obreras, sindicales,
estudiantiles, barriales…

Durante la última dictadura militar, se censuraron medios de


comunicación, se suspendieron los derechos de los trabajadores, se
disolvió el Congreso y los partidos políticos. Se destituyó a la Corte
Suprema de Justicia, se ordenó el corte de pelo a los hombres, se
suspendió la vigencia del Estatuto Docente. Se prohibieron las huelgas, se
intervinieron los sindicatos, se prohibió la actividad política. Se
prohibieron expresiones artísticas como canciones, obras de teatro,
cuentos o películas. Se prohibieron y quemaron centenares de libros,
incluso libros infantiles. Se prohibieron también las reuniones de tono
político, la libre circulación, la libertad de expresión.

¿Por qué? Porque a partir de la cultura, del conocimiento y del hacer con
otros, se pueden imaginar hombres nuevos en mundos nuevos, donde las
desigualdades y las injusticias no existan. Y cuando uno conoce, sueña e
imagina nuevos mundos con nuevos hombres y mujeres, puede juntarse,
trabajar y luchar por construirlos.

Por eso, hoy a 39 años del inicio de aquella oscura noche en la que nuestra
sociedad estuvo hundida, conmemoramos el Día Nacional de la Memoria
por la Verdad y la Justicia.

¿Por qué Memoria? Porque si olvidamos, podemos volver a ese lugar.


Recordar implica mantener vivo lo ocurrido y saber que aun hoy, pagamos
sus consecuencias. Mantener una memoria activa, nos va a permitir
defender nuestra democracia, ampliarla e impulsar el coraje de cada uno
de los habitantes de Nuestra América a no ser nunca más avasallados por
aterradores generales apañados por los intereses que maneja la riqueza.

¿Por qué Verdad? Hoy, a 39 años del inicio de aquella sangrienta


dictadura, hay más de 400 jóvenes, que aún no conocen su verdadera
identidad. Jóvenes que nacieron en cautiverio, fueron robados a sus
madres y entregados a nuevas familias de apropiadores, que decidieron
decirles que su vida y sus orígenes son unos que no son los verdaderos.
Como sociedad, tenemos que exigir que se sepa la verdad, que esos
jóvenes puedan recobrar su identidad. También, debemos exigir que se
sepa dónde están los desaparecidos. Y como sociedad, debemos exigir
saber quiénes fueron los cómplices políticos y económicos de aquel golpe.
¿Para qué? Para que, definitivamente, se haga Justicia.

Hoy, a 39 años del inicio del último golpe militar en la República Argentina,
debemos, por los 30.000 desaparecidos, por los 500 niños robados, y por
nuestra sociedad toda, Recordar, buscar la Verdad y exigir que, se haga
Justicia. ¿Para qué? Para que definitivamente, podamos decir NUNCA
MÁS.

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