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La memoria colectiva y el pasado reciente: las formas de representación, las memorias y el

proceso de justicia

Clase 1: La transición a la democracia en Argentina en los


años 80

¡Hola colegas!

Bienvenidos y bienvenidas a la primera clase del módulo “La memoria colectiva y el pasado
reciente: las formas de representación, las memorias y el proceso de justicia”. En este encuentro
vamos a trabajar sobre el proceso de transición democrática, es decir, sobre los acontecimientos
sociales y políticos que tuvieron lugar entre los últimos años de la dictadura y los primeros años de
gobierno democrático.

Todas las sociedades que vivieron genocidios o que tuvieron gobiernos autoritarios necesitan
atravesar por procesos de transición que les permitan reconstruir tanto sus sistemas políticos como
las tramas sociales y culturales. Poder pensar estos procesos implica revisar las bases sobre las que
se construyó nuestro sistema democrático, lo que nos permitirá hacer una evaluación crítica de la
transición de la dictadura y de las deudas que todavía siguen pendientes.

En nuestro país, la transición a la democracia tuvo algunas características particulares que la


diferencian de otros procesos transicionales de la región. En primer lugar, pese al creciente
descontento social acumulado durante los últimos años, el paso de mando a las autoridades
elegidas por el voto popular transcurrió de manera ordenada. En segundo lugar, la propuesta de
juzgamiento a los militares por los delitos cometidos estuvo en el centro del debate durante la
campaña electoral de 1983. Por último, la crisis económica que dejó la dictadura tuvo
consecuencias de muy largo plazo en nuestro país.

Para que nuestro sistema democrático sea un sistema sólido e inclusivo fue (y sigue siendo)
necesario atender a los problemas heredados de la dictadura: la impunidad, la crisis económica y las
distintas formas de violación a los Derechos Humanos. Si entendemos a la democracia como una
forma de ampliar derechos, es necesario construir un consenso alrededor de la necesidad de

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consolidar un sistema democrático respetuoso de los Derechos Humanos. Y, sobre esta base, el aula
es un espacio fundamental para abrir estos debates y para reflexionar sobre la democracia que
queremos construir.

El terrorismo de Estado en Argentina


El 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado encabezado por las Fuerzas Armadas derrocó al
gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. La dictadura que se instauró en el país
disolvió el Congreso, impidió el funcionamiento de los partidos políticos, prohibió la actividad
sindical, anuló la libertad de expresión y suspendió las garantías constitucionales de todas las
ciudadanas y los ciudadanos.

Esta no era la primera dictadura que atravesaba la Argentina, pero sí la única que se caracterizó con
la expresión “terrorismo de Estado”. La violencia durante estos años, que se extendió hasta 1983, se
articuló en torno a los más de 700 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio que se
instalaron en distintos lugares del país y dentro de los cuales se llevó adelante la detención ilegal de
las personas secuestradas, la tortura, los delitos sexuales, el asesinato y la posterior desaparición de
los cuerpos, y la apropiación de niñas y niños nacidos en cautiverio o secuestrados junto a sus
madres y/o padres. Los secuestros se llevaban a cabo en la vía pública, muchas veces a la luz del día,
y uno de los objetivos de estos operativos era generar miedo y parálisis social. El terror estatal
buscaba, de manera sistemática y constante, eliminar a los adversarios políticos del régimen, pero
también disciplinar y amedrentar a la sociedad en su conjunto para quebrar los lazos sociales.
Además de la violencia, ejercida por fuera de todo marco legal, llevada adelante en los centros
clandestinos de detención, fueron implementadas otras acciones represivas contra la población
como la prisión política en cárceles comunes, la persecución, la censura, la vigilancia y el exilio
obligado.

El terrorismo de Estado buscó también deshumanizar a quienes consideraba sus enemigos políticos,
les sustrajo su dignidad personal y los identificó con alguna forma del mal. Intentó borrar el
nombre, la historia e incluso hasta la muerte de las víctimas, a través de la desaparición de sus
cuerpos, privando a sus familiares y a toda la comunidad de la posibilidad de hacer un duelo frente
a la pérdida. La apropiación de niñas y niños también es una consecuencia de esta forma extrema

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de negarle dignidad humana a aquellas personas que eran consideradas enemigas políticas para
impedir, de esta forma, la transmisión de su legado.

Para ampliar la información sobre la última dictadura argentina


(1976-1983), ver el material Pensar la dictadura: terrorismo de Estado en
Argentina. Preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza.
https://www.educ.ar/recursos/91374/pensar-la-dictadura-terrorismo-de-estado
-en-argentina

Imagen tomada en la visita ocular de la CONADEP a “Capuchita”, el lugar en donde eran


llevados los detenidos desaparecidos dentro del Centro Clandestino de Detención ubicado
en la ESMA. Archivo Conadep. Archivo nacional de la Memoria.

La represión y el disciplinamiento social, a su vez, tuvieron el objetivo de llevar adelante una


transformación profunda de la estructura política y económica-social que el país mantuvo durante
casi 40 años. Las Fuerzas Armadas y los sectores económicos que apoyaron el golpe de Estado

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consideraban que la inestabilidad política y el origen de los conflictos sociales en la Argentina
obedecían al intervencionismo estatal bajo el modelo de sustitución de importaciones
implementado desde la década del treinta en adelante y al consiguiente protagonismo y
fortalecimiento del movimiento obrero organizado. Este modelo, basado en la industria y en el
fortalecimiento del mercado interno, debía ser reemplazado por otro sostenido por la apertura del
mercado exterior, la libre competencia, el “libre juego de la oferta y la demanda” y la valorización
financiera por sobre la actividad productiva. El terrorismo de Estado, la fuerte represión sufrida por
el movimiento obrero y la destrucción del aparato productivo buscaron, a su vez, atomizar a la
población y destruir los lazos de solidaridad que unían a la sociedad.

Cabe destacar que el accionar de la última dictadura argentina se desarrolló en


coordinación con otras dictaduras latinoamericanas, bajo el amparo de la
Doctrina de la Seguridad Nacional. Esta estrategia represiva fue implementada
por el bloque occidental bajo el poder de Estados Unidos durante la Guerra Fría,
y se organizó alrededor del concepto de “guerra interna” como respuesta al
peligro de la expansión y la “invasión” comunista en la región.
Prueba de esto fue la inscripción de estas dictaduras al denominado “Plan
Cóndor'' y su coordinación transfronteriza a través de los Servicios de Inteligencia
de los países del Cono Sur: Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia.
Dicha operación tenía como objetivos intercambiar información sobre individuos
o grupos insurgentes, organizar operativos en común, facilitar la captura de
aquellas personas consideradas peligrosas o que constituían, bajo el prisma de
los militares, serios obstáculos para la aniquilación de los “enemigos políticos”.

En 1977, en un contexto signado por la violencia sistemática ejercida desde el Estado para
disciplinar a la sociedad por medio del terror, comenzaron a organizarse tempranamente familiares
de las víctimas de la represión para visibilizar ante la opinión pública nacional e internacional la
existencia de presos políticos y desaparecidos. A través de distintas acciones, como manifestaciones

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y la presentación de habeas corpus1 a la justicia, reclamaban conocer qué había pasado con sus
familiares y su aparición con vida, exigiendo verdad y justicia. La resistencia de organismos de
derechos humanos, como Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo, Familiares de
Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, el Centro de Estudios Legales y Sociales o la
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos fueron un antecedente clave para lograr justicia
en Argentina, sin el cual no hubiera sido posible reconstruir la trama del dispositivo represivo
estatal. Testimonios, fotografías, registros y listados, entre otras pruebas, fueron aportadas por
estos organismos para iniciar, frente al silencio militar y la complicidad de un sector de la sociedad
civil, el camino de la justicia.

Foto de una de las primeras rondas de las Madres de Plaza de Mayo en el contexto de la
dictadura

Las consecuencias de todo lo vivido durante esos años persisten en el presente. Los juicios contra
los responsables del terrorismo de Estado nos remiten a ese “pasado que no pasa”, que continúa
inscripto en la trama social y política contemporánea, y que se hace notablemente visible con cada
persona que sigue reclamando justicia por la desaparición de algún familiar, como con cada persona
que tiene dudas sobre su identidad e inicia la búsqueda junto a Abuelas.

1
El recurso de habeas corpus es el derecho de todo detenido a ser conducido ante un juez o tribunal para que éste decida
sobre la legalidad de la detención.

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Crisis de la dictadura y apertura democrática
El 10 de diciembre de 1983 asumió la presidencia Raúl Alfonsín, el candidato de la Unión Cívica
Radical, que se había impuesto en las elecciones del 30 de octubre del mismo año con más del 51 %
de los votos. Su principal contrincante, el candidato del Partido Justicialista, Ítalo Luder, apenas
había superado el 40%. Como plantea Marcos Novaro (2006), estos comicios se desarrollaron
después de una larga transición, que había durado varios años. Para llegar a esta situación hubo tres
factores principales: la situación económica, las denuncias por las violaciones a los Derechos
Humanos y la derrota en la guerra de Malvinas. En cuanto al primer punto, la economía argentina
venía empeorando a pasos cada vez más grandes desde 1979. Pese a una breve estabilización
durante los primeros años de la dictadura, el modelo económico había mostrado signos de un
rápido agotamiento y ninguna de las medidas “correctivas” parecía tener los efectos deseados. Así,
entre 1979 y 1980, el desempleo crecía mientras el PBI y los salarios reales caían, situación que
empeoraba a causa de un aumento cada vez mayor de la deuda externa, la inflación y la fuga de
capitales. Los cambios en el gabinete no lograron contener el descontento social, ni tampoco
conformar a los sectores empresarios que habían sido importantes aliados de la dictadura durante
los primeros años.

Incluso la Iglesia, otro importante aliado del régimen militar, empezaba a distanciarse públicamente
de la dictadura. En julio de 1981 publicó un documento titulado “Iglesia y comunidad nacional”, en
el que criticaba la “insensibilidad social” del régimen. Ese mismo mes se formó la Multipartidaria,
un espacio de articulación entre los partidos políticos mayoritarios y algunos más chicos que
comenzaban a plantear la necesidad de negociar una salida democrática. Esto marcó una nueva
señal del inicio del agotamiento del régimen, sobre todo teniendo en cuenta el silencio que habían
mantenido los partidos políticos durante los años previos. Pocos meses después, el 7 de noviembre,
y pese a las prohibiciones imperantes y a la dura represión que los esperaba, un sector del
sindicalismo realizaba su primera gran movilización contra la dictadura, la cual terminaba de dejar
asentado el fuerte descontento social.

Frente a esta situación, al interior de las Fuerzas Armadas comenzaba a discutirse la posibilidad de
una transición democrática, si bien esta idea todavía no tenía un consenso al interior del gobierno
militar. Un sector encabezado por Roberto Viola, presidente de facto desde marzo de 1981, sostenía

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esta idea, mientras que el sector de Leopoldo Galtieri era contrario a una salida del régimen.
Finalmente se impuso esta postura y Galtieri se convirtió, en diciembre del mismo año, en el nuevo
presidente de facto.

En paralelo al agravamiento de la situación económica, la cuestión de los derechos humanos


comenzaba a pesar cada vez más. El Mundial de 1978 fue un intento del gobierno militar de mostrar
una imagen pacífica ante el mundo. Sin embargo, los organismos de derechos humanos
aprovecharon la presencia de los medios de comunicación internacionales para denunciar y difundir
en otros países los graves delitos que estaba cometiendo la dictadura. A esto se sumaba la
importante labor de militantes exiliados quienes, en coordinación con organizaciones
internacionales de solidaridad, difundían en el exterior la situación local. Todo esto ayudó a que en
el año 1979 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) decidiera hacer una visita a
nuestro país para constatar estas denuncias.

Pasar acá recuadro con las imágenes del boicot al mundial si puede ser un poco más grandes

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Afiche del Comité de Boicot a la Organización del Mundial de Fútbol en la
Argentina

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Afiche de la Cosofam Comisión de solidaridad con los familiares de
desaparecidos en América Latina, La Haya. Archivo: Familiares de Detenidos
Desaparecidos por razones Políticas. Memoria Abierta.

Esta visita no fue indiferente para el régimen militar. Más allá de que la represión no cesó, sí
disminuyó notablemente, al punto tal de que muchos Centros Clandestinos de Detención fueron
cerrados o modificados para que no coincidieran con las descripciones que los sobrevivientes
habían hecho de estos.

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Las y los invitamos a ver el fragmento de “Historia de un país” (11:03 - 19:40), que
narra brevemente lo ocurrido entre el Mundial de 1978 y 1980.
http://encuentro.gob.ar/programas/serie/8001/27

A partir de esta situación, pese a que el clima de censura y represión no permitía que se conocieran
ni los detalles ni su magnitud, poco a poco los delitos cometidos por la dictadura comenzaban a
tener cada vez más difusión entre la población local. Los medios de comunicación, que habían
mantenido un importante silencio durante los primeros años del régimen, hacia inicios de los
ochenta comenzaban a difundir cada vez más noticias sobre el destino de las víctimas del
terrorismo de Estado.

El sindicalismo, en un estado de alerta y movilización cada vez mayor, fue uno de los primeros
actores en incorporar los reclamos de los organismos de Derechos Humanos a sus propias
reivindicaciones. La Multipartidaria, por su lado, se mostró con mayor cautela, debido a que no
querían que estos reclamos obstaculizaran las negociaciones por la salida democrática.

El 30 de marzo de 1982 tuvo lugar la mayor movilización en contra de la dictadura. Convocada bajo
la consigna “Paz, Pan y Trabajo” por la CGT-Brasil, el sector del sindicalismo más combativo y
opositor al régimen militar, esta movilización reunió a miles de personas en la Plaza de Mayo y en
varias ciudades del país. Como era esperable, la movilización fue duramente reprimida.

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Imagen del dirigente sindical Saúl Ubaldini durante la movilización. Archivo: Telam

La marcha por “Paz, Pan y Trabajo” constituyó la principal muestra de descontento ante la
dictadura. Sin embargo, el gobierno militar tomó una medida rápida para revertir este descontento.
Dos días después, el 2 de abril de 1982 y nuevamente frente a una Plaza de Mayo repleta, Leopoldo
Galtieri anunciaba la recuperación argentina de las Islas Malvinas. Este hecho generó un nivel de

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adhesión importantísimo, hasta el punto de que militantes exiliados o incluso manifestantes que
habían sido detenidos el 30 de marzo se pronunciaron a favor de la recuperación de los territorios
usurpados en 1833. La gran mayoría, incluso la propia Junta, entendían que Gran Bretaña no
desplegaría tropas hasta las Islas y procedería a reanudar las negociaciones por la devolución de las
Islas a Argentina, que se encontraban empantanadas.

Sin embargo, los ingleses respondieron militarmente. Los enfrentamientos armados comenzaron a
mediados de abril, y durante el conflicto enormes sectores de la población se mostraron
comprometidos y apoyando a los combatientes: en las escuelas se escribían cartas de aliento para
enviar a las islas, se hacían colectas de comida y había una gran expectativa social en el resultado de
la guerra. Una vez más, los medios de comunicación funcionaron como aliados de la dictadura y
transmitieron noticias distorsionadas que mostraban una situación mucho más favorable a la
Argentina de la que realmente estaba teniendo lugar. Si bien esto es habitual en todo conflicto
bélico, en Argentina se enmarca en un proceso de censura y control de los medios, cuando no de
apoyo explícito al régimen, que precedió al conflicto.

Delia Giovanola, de Abuelas de Plaza de Mayo, sostiene un cartel en el que reclama por los
desaparecidos en el contexto de la Guerra de Malvinas. Archivo general de la Nación.
Amadeo Becker Casabelle

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El 14 de junio, luego de cruentos enfrentamientos, el gobernador militar de Malvinas, Mario
Benjamín Menéndez, firmó el cese de fuego ante Inglaterra. Las tropas argentinas, en su mayoría
conscriptos que estaban realizando el servicio militar obligatorio, combatieron valientemente ante
un contendiente ampliamente superior en instrucción y equipamiento. Con la vuelta de los
soldados, comenzaron a darse a conocer las deplorables condiciones que se habían vivido en las
islas, y que incluían falta de alimentos y de elementos para abrigarse y malos tratos por los
superiores. La derrota precipitó la caída de la dictadura. Amplios sectores sociales, que habían
acompañado la decisión de recuperar las islas, consideraron que las Fuerzas Armadas nacionales
habían fallado en su función específica, además de sentirse engañados por los medios de
comunicación y el propio gobierno.

Sin embargo, la manera en la que la sociedad argentina procesó la guerra fue compleja: no supo
acoger a las y los veteranos que regresaron al continente, en muchos casos con importantes
secuelas que terminaron en numerosos suicidios durante la posguerra. En términos más generales,
se pudo apreciar un proceso de “desmalvinización”, por el cual en la transición democrática fue
difícil desacoplar la legitimidad de la causa Malvinas de lo ocurrido durante el terrorismo de Estado.
Solo después de varios años las y los veteranos pudieron tener ese reconocimiento y Malvinas pudo
comenzar a ser pensado como un eje central para pensar la soberanía y la democracia.

Las y los invitamos a ver el siguiente fragmento de Navegar la historia (2:05 - 8:48)

https://www.youtube.com/watch?v=uvomHmiYV2A

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Los Derechos Humanos en el centro de la transición
A medida que la dictadura llegaba a su final, el reclamo por los derechos humanos comenzaba a
hacerse cada vez más visible hasta ganar un apoyo mayoritario dentro de la sociedad argentina. Si
en un primer momento la Multipartidaria se negaba a tomar las reivindicaciones de los organismos
de Derechos Humanos a partir de la idea de que esto podía obstaculizar las negociaciones por una
salida democrática, con el correr del tiempo estos reclamos fueron permeando primero dentro del
sindicalismo y luego dentro de los partidos políticos.

Gerardo Aboy Carlés (2001) plantea que el período de la transición democrática fue la primera vez
en la que la cuestión de los derechos civiles se puso en el centro de la escena y se constituyó en eje
de la discusión pública. Esto implicaba que se pusiera el foco en los derechos individuales y
universales, una cuestión que durante años había estado lejos de las principales preocupaciones y
no era concebida como una condición necesaria para la existencia de un sistema democrático.

La noción de derechos humanos (políticos, civiles, sociales, económicos, culturales) con carácter
universal e inherentes a todos los seres humanos por el simple hecho de ser personas es una
invención moderna que terminó de sistematizarse recién a partir de 1945 con la Declaración
Universal de Derechos Humanos, sancionada en 1948, y cuyos efectos comenzaron a hacerse
visibles en las siguientes décadas. En Argentina, esta concepción sobre los derechos humanos
adquirió fuerza política, social y cultural en los años de la transición democrática a causa del
impacto que tuvo la violación a esos derechos por parte del terrorismo de Estado. El sentido de la
democracia que se inauguró en 1983 en Argentina se construyó sobre esta concepción de los
derechos humanos y le otorgó importancia a la defensa de las libertades individuales, a la
participación social y al pluralismo político.

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Para más información sobre este tema, recomendamos la lectura del capítulo 3
del libro Derechos Humanos de la colección Derechos Humanos, Género y ESI,
disponible en: https://www.educ.ar/recursos/fullscreen/show/48077

De esta manera, la defensa de los derechos humanos pasó a ocupar un lugar central en el nuevo
pacto democrático, lo cual explica en parte la victoria de Alfonsín en las elecciones. Durante la
campaña, el candidato radical propuso el juzgamiento a los militares responsables de crímenes de
lesa humanidad, mientras que su principal adversario planteaba que iba a respetar la ley de
autoamnistía promulgada por la dictadura. Por lo tanto, es posible que el candidato radical
encarnara con mucha mayor claridad las reivindicaciones por Memoria, Verdad y Justicia, y este
haya sido uno de los factores determinantes para explicar el apoyo a su candidatura. Su trayectoria
también respaldaba este perfil, ya que se había desempeñado como abogado de presos políticos y
formaba parte de un organismo de Derechos Humanos, la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos (APDH).

En las elecciones de octubre de 1983, la sociedad argentina debatió su futuro y


discutió el pasado reciente. La campaña electoral con sus protagonistas,

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propuestas y discusiones puede recorrerse en las fotografías del recurso La
Campaña Electoral de 1983 en imágenes de Educar.

https://www.educ.ar/recursos/118328/la-campana-electoral-de-1983-en-image
nes

Una vez asumida la presidencia, Alfonsín cumplió con su palabra. Después de una serie de debates,
conformó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), encargada de la
redacción del informe Nunca Más, y ordenó al Poder Judicial investigar y juzgar los delitos
cometidos por la dictadura. Tanto la CONADEP como el Juicio a las Juntas fueron casos pioneros en
el mundo, en la medida en que era el Estado el que investigaba y juzgaba sus propios delitos. El
nivel de conmoción social generado fue muy alto, hasta el punto de que las audiencias del juicio
eran transmitidas por los medios de comunicación y seguidas por grande parte de la ciudadanía.

Sin embargo, poco después del Juicio, Alfonsín, principalmente por presiones militares, promulgó lo
que con el tiempo pasaría a conocerse como “leyes de impunidad”. La primera fue la Ley de Punto
Final, promulgada el 24 de diciembre de 1896 y que daba un plazo de 60 días para la presentación
de nuevas denuncias por delitos de lesa humanidad. Esta Ley, que buscaba limitar la apertura de
nuevas causas, tuvo un efecto contrario al buscado, ya que generó una avalancha de nuevas
denuncias. En respuesta a esto aumentaron las presiones militares y durante la Semana Santa de
1987 tuvo lugar lo que se conoce como el primer “levantamiento carapintada”, que exigía lo que
denominaban “el fin de la persecución” contra las Fuerzas Armadas, que en rigor significaba el fin
de los juicios. Como respuesta al levantamiento, el gobierno de Alfonsín impulsó una nueva ley, la
Ley de Obediencia Debida, que limitaba la responsabilidad sobre la mayoría de los delitos

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cometidos durante la dictadura a los altos mandos y exculpaba a quienes se encontraban siguiendo
órdenes. En la próxima clase profundizaremos sobre las consecuencias judiciales de estas leyes,
pero por lo pronto nos interesa pensar de qué modo la transición democrática quedó en cierto
sentido trunca, en la medida en que una de las grandes reivindicaciones que había venido de la
mano no pudo ser completamente concretada.

Movilización de los organismos de Derechos Humanos en contra de la Ley de Punto Final

Los límites del proyecto democrático


En 1989 se realizaron unas nuevas elecciones, marcadas por una gran crisis económica y por la
presión de sectores militares. Este escenario no solo fue determinante para la derrota del
radicalismo, sino que además obligó a Alfonsín primero a adelantar la fecha de elecciones y
posteriormente la entrega del poder. Finalmente, el 8 de julio, y después de ganar las elecciones con
más del 47% de los votos, Carlos Saúl Menem asumía la presidencia. Su primera tarea fue resolver
la crisis hiperinflacionaria que se había agudizado desde la primera mitad de 1989 y que golpearía
fuerte durante 1990. Para esto, la salida fue la implementación desde 1991 de lo que normalmente
se conoce como Plan de Convertibilidad, aunque en rigor se trataba de una combinación de dos
medidas económicas que no se superponían entre sí: un nuevo esquema cambiario y una serie de
reformas estructurales (Basualdo, 2003).

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Estas medidas fueron acompañadas por una política de “pacificación nacional” o “reconciliación
social” que suponía, en el plano ligado a los Derechos Humanos, profundizar la impunidad, y que
tuvieron como medida más visible los indultos, una serie de decretos firmados entre los años 1989
y 1990 que perdonaba de forma oficial a militares por los delitos cometidos durante la dictadura y
que también incluía a civiles ligados a la dictadura o a delitos de lesa humanidad, a militares que
habían participado de los levantamientos “carapintadas” y a miembros de organizaciones armadas.

Sin embargo, pese a este avance de la impunidad y a este silencio impulsado desde el Estado, la
constante presión de los organismos de Derechos Humanos y el apoyo de sectores de la sociedad
civil hicieron posible que este período tuviera algunos aspectos que pueden ser considerados
“contradictorios” en la medida en que implicaron avances concretos en sus reivindicaciones. En
primer lugar, se dictaron una serie decretos y leyes que constituyeron lo que pasó a conocerse como
“leyes reparatorias”, las cuales daban indemnizaciones a víctimas del terrorismo de Estado y
familiares y constituían listados oficiales de víctimas. En segundo lugar, a partir de un acuerdo con
Abuelas de Plaza de Mayo se creó la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), un
organismo estatal encargado de colaborar con la búsqueda de las y los niños apropiados por la
dictadura. Por último, en la reforma constitucional de 1994 se le dio rango constitucional a los
tratados internacionales de Derechos Humanos.

Actividad de la clase

Luego de la lectura de la clase, las y los invitamos a compartir en el foro alguna


fotografía (puede ser propia o de algún medio de comunicación) o el fragmento
de algún testimonio que ilustre la transición democrática desde la mirada de cada
una de sus ciudades, pueblos o provincias, acompañándola de una breve
justificación que retome los contenidos de la clase.

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Únicamente a modo de ejemplo, pueden ser: movilizaciones, actos,
transformaciones en alguna parte del espacio público, figuras locales
significativas, entre otras posibilidades.

Bibliografía
Aboy Carlés, Gerardo (2001). Las dos fronteras de la Democracia Argentina. La reformulación de las
identidades políticas de Alfonsín a Menem. Rosario: Homo Sapiens.

Basualdo, Eduardo (2003). “Las reformas estructurales y el Plan de Convertibilidad durante la década de los
noventa. El auge y la crisis de la valorización financiera”, Realidad Económica, N° 200, Buenos Aires, IADE,
noviembre-diciembre.

Novaro, Marcos (2006). Historia de la Argentina Contemporánea. De Perón a Kirchner. Buenos Aires: Edhasa.

Recursos didácticos
Ministerio de Educación de la Nación (2010). Pensar la dictadura: terrorismo de Estado en Argentina.
Disponible en https://www.educ.ar/recursos/91374/pensar-la-dictadura-terrorismo-de-estado-en-argentina

Ministerio de Educación de la Nación (2013). Pensar la democracia: treinta ejercicios para trabajar en el aula.
Disponible en
https://www.educ.ar/recursos/150900/pensar-la-democracia-treinta-ejercicios-para-trabajar-en-el-aula

Ministerio de Educación de la Nación. Dirección de Educación para los Derechos Humanos, Género y
Educación Sexual Integral y el Programa Educación (2021). Derechos humanos. Disponible en
https://www.educ.ar/recursos/157645/derechos-humanos

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Créditos 
Programa "Educación y Memoria", Dirección de Educación para los Derechos Humanos, Género y Educación
Sexual Integral, Ministerio de Educación de la Nación.

Cómo citar este texto: 


Programa "Educación y Memoria", Dirección de Educación para los Derechos Humanos, Género y Educación
Sexual Integral, Ministerio de Educación de la Nación (2023). Clase 1: La transición a la democracia en
Argentina en los años 80. La memoria colectiva y el pasado reciente: las formas de representación, las
memorias y el proceso de justicia. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación. 

 
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