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Ficha Objetivos y Propósitos
Ficha Objetivos y Propósitos
Licenciatura en educación
Didáctica. Silvina Feeney – Gimena Machicado
En la década del ‘50, la idea de objetivos comienza a plantease como una variable clave
en los procesos de diseño de la enseñanza. Así, en dos libros clásicos de Ralph Tyler
(1973; original del año 1949) e Hilda Taba (1974, original de 1962) se plantean
formulaciones clásicas de objetivos de ejecución o conductuales, entendidos como
comportamientos/conductas referidas a un área de contenido.
Tyler (1973) señala que la enunciación de objetivos de aprendizaje se relaciona con los
cambios que experimenta el alumno. Es decir, que al definir objetivos se busca señalar
los tipos de cambio de conducta que se buscan en el estudiante. Asimismo, resulta de
suma importancia especificar el contenido al cual se aplicará dicha conducta.
De este modo, un objetivo claramente formulado incluye dos dimensiones: la conducta
y el contenido. En palabras del autor “…la forma más útil de enunciar objetivos consiste
en expresarlos en términos que identifiquen al mismo tiempo el tipo de conducta que se
pretende generar en el estudiante y el contenido del sector de vida en el cual se aplicará
esa conducta” (pág.50)
Por su parte, Hilada Taba (1974) señala que los objetivos educacionales muestran los
cambios que se esperan lograr en los estudiantes, es decir, que aluden a la adquisición
de conocimientos, habilidades, técnicas y/o actitudes por parte de los alumnos. Estos
objetivos adquieren un carácter “específico” ya que implican conductas que refieren al
tema de una materia, a una unidad en particular, a un curso o programa.
El cuadro que sigue muestra distintas categorías taxonímicas elaboradas por seguidores de
Tyler y defensores del modelo de objetivos. Los invitamos a observar la fuerza que tienen esas
categorías para distinguir capacidades intelectuales de menor y de mayor complejidad. Puede
ser muy útil para revisar nuestras planificaciones como docentes.
Durante las décadas del ‘60 y ‘70, a partir de los aportes tanto de Tyler como de Taba, y
en pleno auge del conductismo y su impacto en el mundo de la educación, surge una
nueva interpretación acerca de cómo debían formularse los objetivos.
En este contexto, adquiere gran importancia la idea de que los objetivos debían estar
formulados con una gran precisión y referir a conductas discretas, observables,
evaluables o “mensurables”. Así, surgen los objetivos operacionales. Podemos destacar
a dos grandes defensor de este tipo de objetivos, Willam James Popham y Robert
Mager.
En esta línea, el trabajo de Robert Gagné y Leslie Briggs (1987) también expresa la
importancia de la definición de objetivos operacionales. Los autores señalan que un
objetivo está definido con precisión cuando comunica lo que se tendría que hacer para
observar que realmente se ha logrado el propósito de la lección.
“1. “Se da cuenta de que el crecimiento de la mayoría de las plantas requiere los
rayos del sol”. Tal enunciado no dice ni da a entender cómo podría observarse
este resultado. Podría significar que el maestro habrá de conformarse con la
respuesta a una pregunta como “¿son necesarios los rayos del sol para el
crecimiento de la mayoría de las plantas?”. Obviamente, no es éste el caso;
entonces ¿cómo podría observarse tal objetivo?
2. “Que demuestre que los rayos del sol afectan al crecimiento de las plantas”.
Este enunciado significa que el maestro debe observar casos en que el alumno
muestre que conoce la relación entre los rayos del sol y el crecimiento de las
plantas. La observación puede hacerse de diversas formas (usando plantas,
dibujos o enunciados verbales); lo principal es que exprese en términos
generales el tipo que se requiere” (pág. 94).
Los autores destacan que el “poder observar el resultado propuesto de una lección”, se
denomina operacional. Así, los objetivos que comunican las “operaciones” que deben
llevar a cabo para observar el logro del objetivo, se conocen como objetivos
operacionales u objetivos de ejecución. Cabe destacar que aquello que se observa, para
conocer si se ha logrado el objetivo, es la conducta del estudiante en una situación dada.
Los objetivos operacionales o de ejecución incluyen cinco componentes:
Respecto a esto, Stenhouse señala que el problema que plantea la aplicación del modelo
de objetivo se encuentra en el área de “inducción del conocimiento”, es decir, acerca de
la introducción en los sistemas de pensamiento de la cultura. En esta línea, el autor
enfatiza que
“La educación refuerza la libertad del hombre introduciéndole en el
conocimiento de su cultura como sistema de pensamiento. La característica más
importante del modo de conocimiento es la de que se puede pensar con él. Esto
es algo implícito a la naturaleza del conocimiento – en tanto es algo distinto a la
información–: el hecho de ser una estructura que sustenta el pensamiento
creativo y que proporciona estructuras para el juicio.
La educación como inducción al conocimiento logra el éxito en la medida que
hace impredecibles los resultados conductuales de los estudiantes” (pág. 124)
En relación con esto, Stenhouse señala que el modelo por objetivos vincula la claridad
con la que se definen las finalidades con el mejoramiento de las prácticas de enseñanza.
Sin embargo, esto no constituye realmente una forma de perfeccionar dicha práctica.
“Son los criterios acerca del proceso los que ayudan al profesor a mejorar su
enseñanza (…) Existen criterios mediante los cuales puede criticarse y mejorarse
el proceso de educación sin que se refiera a un modelo fines-medios que
imponga un horizonte arbitrario a los propios esfuerzos” (pág. 126)
Además de esto, Stenhouse destaca la posibilidad de regular los resultados esperados de
la enseñanza mediante otro tipo de formulaciones.
Objetivos expresivos
El autor retoma los aportes de Eisner (1969) para describir estas metas de la educación y
señala que
“Describe un encuentro educativo –Identifica una situación en la que han de trabajar
los niños, un problema con el que han de enfrentarse, una tarea que deben
emprender–; pero no específica lo que han de aprender de dicho encuentro, dicha
situación, dicho problema o dicha tarea” (pág. 120)
Stenhouse retoma los aportes de diferentes autores (Peters, 1959; Griffin; 1942) sobre
este concepto y señala que los principios ofrecen conocimiento sobre un campo
determinado, son provisionales y excluyen ciertos principios considerados como no
válidos. Un principio de procedimiento expresa el criterio general de acción, por
ejemplo, para el campo de las ciencias sociales: “son mejores las actividades que
promueven debates de aquellas que no los promueven”, “son mejores las actividades
que permiten una participación plena del estudiante en la cosntrucción del concoimiento
a adquirir”. La idea de principio de procedimiento en Stenhouse, se asocia a la
preocupación de brindar criterios a los docentes para que tomen las mejores decisiones
en el aula.
Por su parte, Meirieu (2002) desde una perspectiva psicológica también critica los
objetivos operacionales y plantea la necesidad de elucidar la operación mental esperada
por parte del alumno. “…la definición de un objetivo general, es decir, de un objetivo
que pueda ser sometido a un análisis a partir de la operación mental a llevar a cabo y
permita construir una situación que solicite su puesta en práctica” (pág. 122). Por ello,
resulta de suma importancia que el procedimiento didáctico no sólo consiste en definir
lo que buscamos que aprenda el estudiante sino que debe “ocurrir en su cabeza”. De este
modo, propone una tipología de operaciones mentales que sirva para elaborar el
dispositivo didáctico, en ella se diferencian 4 clases de operaciones: deducción,
inducción, dialéctica y creatividad.
Bibliografía