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FRAGMENTO DE ANÁLISIS DE UN CASO DE HISTERIA (CASO

DORA)

CUADRO CLÍNICO:

Paciente: Dora, de 18 años. Familia compuesta por


sus padres y un hermano un año y medio mayor que
ella. La persona dominante era el padre, un gran
industrial con una situación material muy holgada. Dora
estaba apegada a él con particular ternura. Esta ternura
se había acrecentado por las numerosas y graves
enfermedades que el padre padeció desde que ella
cumplió 6 años.
No conocí a la madre. De acuerdo con las comunicaciones del padre y Dora, me formé
una idea que era una mujer de escasa cultura, poco inteligente. Esta concentró todos sus
intereses en la economía doméstica, y así ofrecía el cuadro de la “psicosis del ama de casa”.
La relación entre madre e hija era desde hacía años muy inamistosa.
Dora presentaba ya a la edad de 8 años síntomas neuróticos. Hacia los 12 años le
aparecieron migrañas y ataques de tos nerviosa. Cuando entró en tratamiento conmigo, a los
18, tenía esa tos de nuevo. Esta enfrentaba hostilmente a su padre y no se entendía con su
madre. Buscaba evitar el trato social. Un día sus padres se horrorizaron al hallar sobre el
escritorio una carta en la que se despedía de ellos porque ya no podía soportar más la vida.
He visto abundantes casos de histeria y en ninguno eché de menos aquellas
condiciones psíquicas: el trauma psíquico, el conflicto de los afectos y la conmoción en
la esfera sexual.
La familia de Dora había entablado íntima amistad con un matrimonio, los K. La Sra. K
lo cuidó al padre durante su enfermedad y el Sr. K siempre se había mostrado muy amable con
Dora. Durante un verano que compartieron juntos, Dora les contó a sus padres que el Sr. K,
durante una caminata por el lago, había osado hacerle una propuesta amorosa; hecho que el
Sr. K negó diciendo que la muchacha sólo mostraba interés por asuntos sexuales por haber
leído el libro “Fisiología del amor”, imaginando la escena. El padre le creyó al Sr. K.
Dora me comunicó una vivencia anterior con el SR. K mucho más apropiada para
producir el efecto de un trauma sexual. Tenía entonces 14 años. EL Sr. K se encontraba sólo
en su negocio con Dora; este estrechó de pronto a la muchacha contra sí y le estampó un
beso. Dora sintió un violento asco, rechazándolo y corriendo hacia la calle. No obstante, el trato
con el Sr. K prosiguió; ninguno de los dos aludió nunca a esa escena, en la cual, la conducta de
Dora ya es totalmente histérica. Yo llamaría histérica a toda persona, sea o no capaz de
producir síntomas somáticos, en quien una ocasión de excitación sexual provoca
sentimientos de displacer.
En Dora se produjo un desplazamiento de la sensación. En lugar de una sensación
genital, le sobreviene el asco, que corresponde al síntoma de represión de la zona erógena de
los labios.
Esta escena, además, había dejado tras sí otra secuela: Decía que seguía sintiendo la
presión de aquel abrazo sobre la parte superior del cuerpo. Opino que durante el apasionado
abrazo ella no sintió el beso sobre sus labios, sino la presión del miembro erecto contra su
vientre. Esta percepción fue reprimida y sustituida por la inocente sensación de la presión en el
tórax; otro desplazamiento del sector inferior al sector superior del cuerpo.
Para Dora no había ninguna duda de que su padre había entablado en la Sra. K, una
vulgar relación amorosa. Los reproches que Dora dirigía a su padre estaban enfundados. Tenía
razón en que su padre no quería aclararse la conducta del Sr. K hacia ella para no ser
molestado en su propia relación con la Sra. K. Pero ella había hecho exactamente lo mismo,
haciéndose cómplice de esta relación, encubriendo las relaciones del padre con la Sra. K.
Nunca iba a verla cuando sospechaba que su padre estaba ahí y cuidaba a los niños
alejándolos de allí.
El Sr. K estaba de viaje durante una parte del año y cada vez que regresaba hallaba
doliente a su mujer: era la presencia del marido lo que hacía enfermar a la mujer para
sustraerse de unos deberes conyugales. Para ese entonces, Dora había presentado gran
cantidad de ataque de tos con afonía. Le pregunté la duración de los ataques y dijo de 3 a 6
semanas. Las ausencias del Sr. K eran también entre 3 y 6 semanas. Por tanto, con sus
enfermedades ella demostraba su amor por K, así como la mujer de este le demostraba su
aversión.
La afonía de Dora admitía la siguiente interpretación simbólica: cuando el amado
estaba lejos, ella renunciaba a hablar; el hacerlo había perdido valor, pues no podía hablar con
él. En cambio, la escritura cobraba importancia como el único medio por el cual podía tratar
como el ausente.
Todo síntoma histérico no puede producirse sin cierta transacción somática
brindada por un proceso normal o patológico en el interior de un órgano del cuerpo.
Pero no se produce más que una sola vez si no posee un significado. El síntoma
histérico no trae consigo este sentido, sino que le es prestado, es soldado con él y en
cada caso puede ser diverso de acuerdo con la naturaleza de los pensamientos
sofocados que pugnan por expresarse.
El síntoma es en la vida psíquica un huésped mal recibido. Al comienzo no
cumple ningún cometido útil dentro de la economía psíquica, pero lo obtienen
secundariamente; una corriente psíquica cualquiera halla cómodo servirse del síntoma y
entonces este alcanza una función secundaria y queda anclado en la vida anímica. Sin
duda, el estado de enfermedad es obra de un propósito. Los estados patológicos se
hallan destinados a cierta persona, de suerte que desaparecen cuando esta se aleja.
Como las acusaciones contra el padre se repetían con monotonía, y al hacerlas ella
tosía continuamente, tuve que pensar que ese síntoma podía tener un significado referido al
padre. Según una regla que yo había podido corroborar, un síntoma corresponde a la figuración
de una fantasía sexual. Cuando insistió otra vez en que la Sra. K sólo amaba al papá porque
era “einvermögender Mann” (un hombre de recursos), noté que detrás de esa frase se ocultaba
su contraria: que el padre era “einunvermögender Mann” (un hombre sin recursos, impotente).
Dora sabía que había más de una fuente de satisfacción sexual (la succión del miembro viril,
sexo oral), por lo que con su tos respondía al estímulo de un cosquilleo en la garganta y así se
representaba una situación de satisfacción sexual. Un hecho proporcionaba en ella la
precondición somática para la creación autónoma de una fantasía que coincide con el obrar de
los perversos: en su infancia había sido una chupeteadora.
En el caso de Dora, la incesante repetición de los mismos pensamientos acerca de la
relación entre su padre y la Sra. K puede llamarse hiperintenso. A pesar de su carácter en
apariencia correcto, resulta patológico ya que no puede ser destruido ni eliminado por más
esfuerzos conceptuales consientes y deliberados que se haga. Este refuerzo hiperintenso de
pensamiento debe su refuerzo a lo inconsciente. Este último es casi siempre su opuesto
directo. Los opuestos siempre están enlazados estrechamente entre sí, y a menudo apareados
de tal suerte que uno de los pensamientos es consiente con hiperintensidad, pero su
contraparte está reprimida y es inconsciente. Esta constelación es resultado del proceso
represivo. La represión a menudo se produjo por el esfuerzo desmedido del opuesto del
pensamiento que se reprimía. A esto lo llamo refuerzo reactivo, y llamo pensamiento reactivo al
que se afirma en lo consiente con hiperintensidad y se muestra indestructible a la manera de un
prejuicio.
Dora sentía y obraba como una mujer celosa, tal como se lo habría esperado de
la madre. Si hemos colegido con acierto la fantasía referida a una situación sexual que
estaba en la base de su tos, ella ocupaba en esa fantasía el lugar de la Sra. K. Por tanto,
se identificaba con las dos mujeres amadas por el padre: con la que amaba ahora y con
la que habría amado antes. Se sentía inclinada hacia su padre pues estaba enamorada de
él. Cuando apareció la Sra. K, fue Dura, y no su madre, la suplantada de su posición.
Tras el itinerario de pensamientos hipervalentes que la hacían ocuparse de la relación
de su padre con la Sra. K, escondía una moción de celos cuyo objeto era esa mujer; una
moción que sólo podía basarse en una inclinación hacia el mismo sexo. Ej., la amistad
apasionada con una compañera del colegio. La corriente homosexual a menudo se seca
después; pero cuando no se obtiene la dicha en el amor por el hombre, es despertada de
nuevo por la libido en años posteriores y acrecentada con diversos grados de intensidad.
En mujeres histéricas cuya libido dirigida al hombre ha experimentado una sofocación
enérgica, por regla general, hallamos reforzada vicariamente, y aún consiente en parte, la libido
dirigida a la mujer. Cuando Dora hablaba de la Sra. K, solía alabar su cuerpo deliciosamente
blanco con un tono más de una enamorada que el de una rival vencida.
Cuando Dora presentó su acusación contra el Sr. K. y este sacó a relucir que la
muchacha leía libros que incentivaban su sexualidad, comprendió que fue la Sra. K la que la
había traicionado y denigrado.
EL hipervalente itinerario de pensamientos de Dora, que la hacía ocuparse de la
relación de su padre con la Sra. K, no estaba destinado sólo a sofocar el amor por el Sr.
K., sino que también debía ocultar el amor por la Sra. K.
Dora decía sin cesar, que su padre la había sacrificado a esa mujer, hacía ver
ruidosamente que no la dejaría poseer al papá y de ese modo se ocultaba lo contrario:
que no dejaría al papá poseer el amor de esa mujer, que no le perdonaba a la mujer
amada el desengaño que le causó con su traición. Esas corrientes de sentimientos
varoniles han de considerarse típicas de la vida amorosa inconsciente de las muchachas
histéricas.

PRIMER SUEÑO:

“Hay fuego en casa. Mi padre ha acudido a mi alcoba a despertarme y está en pie al


lado de mi cama. Me visto a toda prisa. Mamá quiere poner aun en salvo el cofrecito de sus
joyas. Pero Papá protesta: “No quiero que por causa de su cofrecito ardamos los chicos y yo”.
Bajamos corriendo. Al salir a la calle me despierto”.
Dora no recuerda cuando comenzó su sueño, pero soñó tres noches seguidas durante
su estancia en la localidad del lago. Luego volvió a tenerlo durante unas noches en Viena.
Freud plantea que todo sueño es un deseo al que se figura cumplido. Cuando se trata
de un deseo reprimido, la figuración es encubridora.
Según Freud el sueño había sido una reacción al suceso de Dora y el señor K, en
el lago. Luego del paseo, Dora se recostó en el sofá de la habitación del matrimonio; cuando
despierta ve a K de pie junto al sofá (como en el sueño, su padre al lado de la cama). Para
evitar esto le pide a la señora K la lleva de su habitación y a la mañana siguiente cerro la
habitación mientras se vestía. Pero a la hora de la siesta cuando quiso volver a hacerlo, no
encontró la llave y culpa de eso al señor K.
K le había regalado a Dora un cofrecito (denominación de los genitales
femeninos). Freud interpreta que Dora, ante el obsequio del señor K, teme caer en la
tentación de retribuírselo (deseo reprimido), de manera que se refugia en el antiguo amor
por su padre. Es así que convoca al amor infantil por el padre como protección contra la
tentación actual, el deseo inconsciente infantil intenta realizar en el presente a través del sueño.
Con respecto al cofre, vemos que la madre de Dora era aficionada a las joyas, que le
regalaba el padre de Dora. Una vez, el padre le regala una pulsera que a ella no le gustó ya
que quería unos aros en forma de gotas, entonces Dora afirma que ella seguramente la
hubiese aceptado. Aquí Freud interpreta que Dora estaría dispuesta a dar a su padre lo que su
madre le negaba.
Freud relaciona el sueño con la enuresis que tenían Dora y su hermano cuando niños,
el contenido del sueño responde a una escena infantil. Relaciona la situación de masturbación
infantil, plantea que los síntomas histéricos casi nunca se presentan mientras los niños se
masturban, sino cuando dejan de hacerlo. El síntoma pasa a ser un sustituto de esa
satisfacción. Así sería como aparecen en Dora los primeros síntomas.
Es posible que Dora haya espiado a sus padres, y con la coexcitación, Dora haya
sustituido su inclinación a la masturbación por la angustia. Al estar el padre ausente, a la niña
enamorada se le repitió aquella impresión como un ataque de asma.
Para Freud Dora tendría una fantasía referente a la enfermedad, en la cual su padre
enfermo habría contagiado a su madre, y luego a ella, de manera que la tos sería una
imitación de la que sufre su padre (sentimientos de culpa del padre por la enfermedad).
Freud plantea que debió existir una tos real, la cual se fijó por afectar una zona erógena de
fuerte significación. Con la escena del lago, la libido se volcó nuevamente hacia el padre, con lo
que el síntoma adquiere un nuevo significado: la figuración del comercio sexual con el padre en
la identificación con la señora K.

SEGUNDO SUEÑO:

“Voy paseando por una ciudad desconocida y veo calles y plazas totalmente nuevas
para mí. Entro luego en una casa en la resido, voy a mi cuarto y encuentro una carta de mi
madre. Me dice que habiendo yo abandonado el hogar familiar sin su consentimiento no había
ella querido escribirme antes para comunicarme que mi padre estaba enfermo. Ahora ha
muerto, y si quieres puedes venir. Voy a la estación y pregunto una cien veces “¿Dónde está la
estación? Me contestan siempre lo mismo: “cinco minutos”. Veo entonces ante mí un bosque
muy espeso. Penetro en él y encuentro a un hombre al que dirijo de nuevo la misma pregunta.
Me dice: “todavía dos horas y media”. Se ofrece a acompañarme. Rehúso y continuó andando
sola. Veo ante mí la estación, pero no consigo llegar a ella y experimento aquella angustia que
siempre sufre en estos sueños que nos sentimos como paralizados. Luego me encuentro ya en
mi casa. En el intervalo debo haber viajado en tren, pero no tengo la menor idea de ello. Entro
en la portería y pregunto cuál es nuestro piso. La criada me abre la puerta y me contesta: su
madre y los demás están en el cementerio. En una plaza veo un monumento”.
Según Freud las imágenes de nuevos paisajes desconocidos se deben a la
estimulación de las fotografías de un álbum que le habían obsequiado a Dora para navidad. El
mismo día del sueño Dora lo saca para mostrárselo a unos parientes, ella lo guardaba en una
caja con otras fotografías y le pregunta a su madre: “¿Dónde está la caja?” Y en el sueño Dora
pregunta “¿Dónde está la estación?”
Con respecto a la carta, Freud le hace notar a Dora la relación con su nota de suicidio. En
ambas notas, ella abandonaba a sus padres, ocasionando una pena grande en su padre y
quedando vengada del mismo.
Por otra parte, tras la 1° situación del sueño se oculta la fantasía de desfloración. Dora
recuerda que, en la escena del lago, ella quiere regresar rodeando el lago y le pregunta a un
hombre cuanto tardaría en llegar a lo que respondió “Dos horas y media” como en el sueño. El
bosque del sueño era idéntico al de las orillas del lago.
Luego Dora recuerda otro fragmento del sueño “Voy tranquilamente a mi cuarto y me
pongo a leer un libro muy voluminoso que encuentro encima de mi escritorio”. Esto demuestra
que al estar sola en su casa ella puede ver cualquier tipo de libro, incluso lo de anatomía
humana.

Aparece como nuevo elemento, relacionado a las lecturas de la infancia el hecho de


que su primo había tenido una apendicitis, por lo cual Dora averiguo en una enciclopedia los
síntomas de la enfermedad. Nueve meses después de la escena del lago, Dora sufre una
supuesta apendicitis, que deja como secuela dificultades para caminar (arrastre el pie derecho).
Freud plantea que la neurosis se apropió de la enfermedad para usarla como una de sus
manifestaciones, Dora tuvo una enfermedad por la lectura de un artículo de embarazo. Por lo
tanto, la apendicitis nueves meses después fue la fantasía de un parto.
Este es, según Freud, el sueño de la curación. Ya que en él Dora se abre a otros
amores.
Freud descubre que el motivo por el cual Dora sintió asco fue por verse tratada de
mismo modo en que el señor K trato a una institutriz con la que había tenido una aventura y
había despedido. Sintió ser tratada como si fuera del servicio. Este hecho es interesante
porque la propia Dora, debido a la transferencia, se venga en Freud del señor K, abandonando
el tratamiento. Freud realiza una contratransferencia y la identifica con una vieja institutriz
odiada por él y se venga dejándola ir sin haber terminado el tratamiento.
Los Bauer tenían una institutriz a la que Dora tenía mucho afecto, hasta que la
encontró como rival por estar enamorada de su padre he hizo que la echaran. Eso hizo pensar
a Dora que ella se comportaba del mismo modo con los hijos del señor K.
Más adelante Freud postula que Dora sentía una inclinación por el mismo sexo, de manera que
era la señora K, a quien quería. Plantea que en neuróticos se observa una fuerte disposición
homosexual, debido a que la inclinación hacia los hombres está fuertemente reprimida, por lo
que la corriente homosexual está más reforzada.
Ella y la señora K estaban muy unidas hasta que su padre ocupo su lugar. Cuando Dora habla
de la señora K habla de “su cuerpo deliciosamente blanco” parece más una enamorada que
una rival vencida. Quien realmente había traicionado a Dora era la señora K.
FRAGMENTO DE ANÁLISIS DE UN CASO DE HISTERIA - CASO
DORA - FREUD:

Caso
Dora, 18 años. El círculo familiar comprendía a sus padres y un hermano un año y
medio mayor que ella, en el cual había visto durante su infancia el modelo conforme al cual
debiera forjar su personalidad; la persona dominante era el padre. Dora estaba apegada a él
con una particular ternura. Esta ternura se había acrecentado por las numerosas y graves
enfermedades que el padre padeció desde que ella cumplió 6 años. Freud no conoció a la
madre, sin embargo, de acuerdo a las comunicaciones de Dora y su padre, se formó una idea
de que era una mujer de escasa cultura y poco inteligente. Esta concentró todos sus intereses
en la economía doméstica, y así ofrecía el cuadro de la “psicosis del ama de casa”. La relación
entre madre e hija era desde hacía años muy inamistosa. Dora sentía una fuerte simpatía por
su familia paterna, y desde que había enfermado, veía su modelo y el ejemplo de su destino en
su tía (hermana del padre). Tanto sus dotes intelectuales prematuramente desarrollados, como
su disposición a la enfermedad, demostraban que predominaba en ella la herencia de la rama
paterna.

Un día sus padres se horrorizaron al encontrar una carta en la que se despedía de


ellos porque ya no podía soportar la vida (razón por la cual Dora entra en análisis)

Síntomas:

Dora ya presentaba desde los 8 años síntomas neuróticos, al llegar a los doce años
comenzó a padecer frecuentes jaquecas y ataques de tos nerviosa, síntomas que al principio
aparecían siempre unidos, separándose luego para seguir un distinto desarrollo. La jaqueca fue
haciéndose cada vez menos frecuente hasta desaparecer por completo al cumplir la sujeto
dieciséis años. En cambio, los ataques de tos nerviosa, siguieron atormentándola. Cuando
entra a análisis con Freud (18 años) presentaba esa tos nuevamente. El signo capital de su
enfermedad consistíaen una constante depresión de ánimo y una alteración del carácter. Se
veía que no estaba satisfecha de sí misma ni de los suyos. Enfrentaba hostilmente a su padre y
no se entendía con su madre. Buscaba evitar el trato social.

El Sr. K estaba de viaje durante una parte del año y cada vez que regresaba hallaba
doliente a su mujer: era la presencia del marido lo que hacía enfermar a la mujer para
sustraerse de unos deberes conyugales. Para ese entonces, Dora había presentado gran
cantidad de ataque de tos con afonía. Le pregunté la duración de los ataques y dijo de 3 a 6
semanas. Las ausencias del Sr. K eran también entre 3 y 6 semanas. Por tanto, con sus
enfermedades ella demostraba su amor por K, así como la mujer de este le demostraba su
aversión.

La afonía de Dora admitía la siguiente interpretación simbólica: cuando el amado


estaba lejos, ella renunciaba a hablar; el hacerlo había perdido valor, pues no podía hablar con
él. En cambio, la escritura cobraba importancia como el único medio por el cual podía tratar
como el ausente.

El síntoma al comienzo no cumple ningún cometido útil dentro de la economía


psíquica, pero lo obtienen secundariamente; una corriente psíquica cualquiera halla cómodo
servirse del síntoma y entonces este alcanza una función secundaria y queda anclado en la
vida anímica. Los estados patológicos se hallan destinados a cierta persona, de suerte que
desaparecen cuando esta se aleja.

Como las acusaciones contra el padre se repetían con monotonía, y al hacerlas ella
tosía continuamente, tuve que pensar que ese síntoma podía tener un significado referido al
padre; según una regla que yo había podido corroborar, un síntoma corresponde a la
figuración de una fantasía sexual.

Cuando insistió otra vez en que la Sra. K sólo amaba al papá porque era “un hombre
de recursos”, noté que detrás de esa frase se ocultaba su contraria: que el padre era “un
hombre sin recursos, impotente”. Dora sabía que había más de una fuente de satisfacción
sexual (la succión del miembro viril, sexo oral), por lo que con su tos respondía al estímulo
de un cosquilleo en la garganta y así se representaba una situación de satisfacción
sexual. Un hecho proporcionaba en ella la pre condición somática para la creación autónoma
de una fantasía que coincide con el obrar de los perversos: en su infancia había sido una
chupeteadora.

Condiciones psíquicas para la histeria:


Trauma psíquico, el conflicto de los afectos y la conmoción de la esfera sexual. Freud
dice que llamaría histérica a toda persona, sea capaz o no de producir síntomas somáticos, en
quien una ocasión de excitación sexual provoca sentimientos de displacer

Matrimonio K:

La familia de Dora había entramado una íntima amistad con un matrimonio, que eran
los K. La Sra. K lo cuido al padre de Dora durante su enfermedad, y el Sr. K siempre se había
mostrado muy amable con Dora.
Escenas traumáticas:
Dora le conto a sus padres que el Sr. K, durante una caminata en el lago, había osado
a hacerle una propuesta amorosa, hecho que el Sr. K negó diciendo que la muchacha solo
mostraba interés por asuntos sexuales por haber leído el libro “Fisiología del amor”, imaginando
la escena. El padre de Dora le creyó al Sr. K.
Dora le comunicó a Freud una vivencia anterior con el Sr. K mucho más apropiada
para producir el efecto de un trauma sexual. Dora tenía 14 años, se encontraba sola con el
Sr. K en su negocio; éste estrechó de pronto a la muchacha contra sí y le estampó un beso.
Dora sintió un violento asco, rechazándolo y corriendo hacia la calle. No obstante el trato con el
Sr. K prosiguió, y ninguno de los dos aludió nunca a esa escena, en la cual la conducta de Dora
ya es totalmente histérica (Freud: “Yo llamaría histérica a toda persona, sea capaz o no de
producir síntomas somáticos, en quien una ocasión de excitación sexual provoca sentimientos
de displacer”). En Dora se produjo un desplazamiento de la sensación. En lugar de una
sensación genital le sobreviene el asco, que corresponde al síntoma de represión de la zona
erógena de los labios. Esta escena había dejado tras sí otra secuela; Dora decía que seguía
sintiendo la presión de aquel abrazo sobre la parte superior de su cuerpo, opino que durante el
apasionado abrazo, ella no sintió el beso sobre sus labios, sino que sintió la presión del
miembro erecto contra su vientre. Esta percepción fue reprimida, y sustituida por la inocente
sensación de la presión en el tórax. Otro desplazamiento del sector inferior al sector superior
del cuerpo. Es singular ver surgir en este caso, de un solo suceso, tres síntomas: la
repugnancia, la sensación de presión en el busto y la resistencia a acercarse a
individuos abstraídos en un diálogo amoroso.

Relación del padre de Dora con la Sra. K:


Para Dora no había duda de que su padre había entablado con la Sr. K una vulgar
relación amorosa. Los reproches que Dora dirigía hacia su padre estaban enfundados. Tenía
razón en que su padre no quería aclararse la conducta del Sr. K hacia Dora, para no ser
molestado en su propia relación con la Sra. K. Pero ella había hecho exactamente lo mismo,
haciéndose cómplice de esta relación, encubriendo las relaciones del padre con la Sra. K.
Nunca iba a verla cuando sospechaba que su padre estaba ahí y cuidaba a los niños
alejándolos de allí.
Dora sentía y obraba como una mujer celosa, tal como se lo habría esperado de la
madre. Si hemos colegido con acierto la fantasía referida a una situación sexual que estaba en
la base de su tos, ella ocupaba en esa fantasía el lugar de la Sra. K. Por tanto, se identificaba
con las dos mujeres amadas por el padre: con la que amaba ahora y con la que habría
amado antes. Se sentía inclinada hacia su padre pues estaba enamorada de él. Cuando
apareció la Sra. K, fue Dora, y no su madre, la suplantada de su posición.
Tras el itinerario de pensamientos hipervalantes escondía una moción de celos
cuyo objeto era esa mujer; una moción que sólo podía basarse en una inclinación hacia el
mismo sexo. Ej., la amistad apasionada con una compañera del colegio. La corriente
homosexual a menudo se seca después; pero cuando no se obtiene la dicha en el amor por el
hombre, es despertada de nuevo por la libido en años posteriores y acrecentada con diversos
grados de intensidad.

PRIMER SUEÑO:

Interpretaciones:
Cuando llegaron al lago el papá de Dora expresa su temor a un incendio (por las
condiciones de la casa y la fuerte tormenta). Su papá había tenido una discusión con su madre
porque esta se empeña en dejar cerrado con llave el comedor por las noches (la alcoba de su
hermano no tiene otra salida) y su papá dice que por la noche puede suceder algo que lo
obligue a uno a salir.
Dora tuvo el sueño cuatro veces durante su estadía en el lago (después de la escena
con K, al quinto día partió). Al volver del lago con K se echa una siesta en su habitación y al
despertar por sentirse observada lo ve al señor K a los pies del sofá donde ella dormía (como
su padre la despierta en el sueño junto a su cama), cuando le pregunta a K por qué hace eso él
le responde “porque es mi habitación y puedo”, por lo que ella por temor le pide a la señora K la
llave de la habitación para cerrarla mientras duerme y luego desaparece e inmediatamente dice
que fue obra del señor K (tema de cerrar o no la habitación surge por esto).
Respecto del cofrecito que su madre quiere poner a salvo en el sueño, su madre era
aficionada por las joyas y una vez quería unos pendientes en forma de gotas pero a su padre
no le gustaban y le compro en su lugar una pulsera que esta rechazó. Freud interpreta que
Dora estaba dispuesta a darle al padre lo que su madre le negaba, también Dora decía que su
cofrecito (al igual que su bolsillo, aludía a los genitales femeninos) corría peligro porque el
señor K estaba detrás de ella y si algo le sucedía sería la culpa de su padre.
K le había regalado un cofrecito a Dora y ella tenía miedo de caer en la tentación de
retribuírselo (deseo reprimido), de manera que se refugia en el amor infantil por su padre a
manera de protección.
Dora afirmaba sentir olor a humo cada vez que despertaba del sueño, esto tenía que
ver con que su padre y el señor K, al igual que Freud, eran grandes fumadores.
Freud relaciona el mito de “si jugarás con fuego, por la noche mojarás la cama” con la
enuresis de Dora y su hermano cuando eran niños. Los síntomas histéricos en los niños no
aparecen mientras se masturban, sino como consecuencia cuando dejan de hacerlo.

SEGUNDO SUEÑO:

Interpretaciones:
Este es, según Freud, el sueño de la curación. Ya que en él Dora se abre a otros
amores. Según Freud las imágenes de nuevos paisajes desconocidos, se deben a la
estimulación de las fotografías de un álbum que le habían obsequiado a Dora para navidad. El
mismo día del sueño Dora lo saca para mostrárselo a unos parientes, ella lo guardaba en una
caja con otras fotografías y le pregunta a su madre: “¿Dónde está la caja?” Y en el sueño Dora
pregunta “¿Dónde está la estación?”
Con respecto a la carta, Freud le hace notar a Dora la relación con su nota de
suicidio. En ambas notas, ella abandonaba a sus padres, ocasionando una pena grande en su
padre y quedando vengada del mismo.
Por otra parte, tras la 1° situación del sueño se oculta la fantasía de desfloración.
Dora recuerda que en la escena del lago, ella quiere regresar rodeando el lago y le pregunta a
un hombre cuanto tardaría en llegar a lo que respondió “Dos horas y media” como en el sueño.
El bosque del sueño era idéntico al de las orillas del lago.
Luego Dora recuerda otro fragmento del sueño “Voy tranquilamente a mi cuarto y me
pongo a leer un libro muy voluminoso que encuentro encima de mi escritorio”. Esto demuestra
que al estar sola en su casa ella puede ver cualquier tipo de libro, incluso lo de anatomía
humana.
Dora sufre una supuesta apendicitis cuando enferma luego de la muerte de su tia, que
deja como secuela dificultades para caminar (arrastre el pie derecho). Freud plantea que la
neurosis se apropió de la enfermedad para usarla como una de sus manifestaciones, Dora tuvo
una enfermedad por la lectura de un artículo de embarazo.
Por lo tanto, la apendicitis nueves meses después fue la fantasía de un parto.
Freud descubre que el motivo por el cual Dora sintió asco fue por verse tratada de
mismo modo en que el señor K trato a una institutriz con la que había tenido una aventura y
había despedido. Sintió ser tratada como si fuera del servicio. Este hecho es interesante
porque la propia Dora, debido a la transferencia, se venga en Freud del señor K, abandonando
el tratamiento. Freud realiza una contratransferencia y la identifica con una vieja institutriz
odiada por él y se venga dejándola ir sin haber terminado el tratamiento.
Más adelante Freud postula que Dora sentía una inclinación por el mismo sexo, de
manera que era la señora K, a quien quería.
Ella y la señora K estaban muy unidas hasta que su padre ocupo su lugar. Cuando
Dora habla de la señora K habla de “su cuerpo deliciosamente blanco” parece más una
enamorada que una rival vencida. Quien realmente había traicionado a Dora era la señora
K.

CASO “EL HOMBRE DE LAS RATAS” (1980)

Historial Clínico:
Joven que padece de representaciones obsesivas desde su infancia, pero con más
intensidad desde hace 4 años. Contenido principal de su padecer son unos temores de
que les suceda algo a dos personas a quienes ama mucho: su padre y una dama a quien
admira. Además de sentir impulsos obsesivos y producir prohibiciones.
Su vida sexual ha sido en general pobre, el onanismo desempeño sólo un ínfimo papel
a los 16 años. Afirma que su potencia es normal. EL primer coito fue a los 26 años.

Sexualidad infantil:
Dice que su vida sexual comenzó muy temprano. A los 5 años, cuando la señorita
Peter, una gobernanta joven y bella yacía sobre el sofá, este le pidió permiso para deslizarse
bajo su falta. Ella le permitió siempre y cuando no le dijera a nadie. Le tocó los genitales y el
vientre. Desde entonces quedó en él una curiosidad ardiente por ver el cuerpo femenino. A los
6 años, había otra señorita en su casa, también joven y bella, que tenía abscesos en las nalgas
y al anochecer solía estrujárselos. El acechaba ese momento para saciar su curiosidad.
Ya a los 6 años padecía erecciones y una vez acudió a su madre para quejarse. Tuvo
durante algún tiempo la idea enfermiza de que los padres sabrían sus pensamientos.
Había personas por quienes sentía un urgente deseo de verlas desnudas. Pero a
raíz de ese desear tenía un sentimiento ominoso, como si por fuerza habría de suceder
algo si yo lo pensaba, y debía hacer toda clase de cosas para impedirlo.
Lo que nuestro paciente pinta de su 6 año no es sólo el comienzo de la
enfermedad, sino ya la enfermedad misma. Vemos al niño bajo el placer de ver, cuyo
resultado es el deseo, que aflora siempre de nuevo y con mayor intensidad cada vez, de ver
desnudas a personas del sexo femenino que le gustan.
Junto al deseo obsesivo, un temor obsesivo se anuda estrechamente a aquel: toda vez
que piensa algo así, es forzado a temer que suceda algo terrible. El temor obsesivo rezaba “Si
yo tengo el deseo de ver desnuda a una mujer, mi padre tiene que morir”. El efecto penoso
cobra la coloración de lo ominoso, su supersticiosa, y ya origina impulsos a hacer algo para
extrañarse de la desgracia. Vale decir:
Ante una Pulsión erótica una sublevación contra ella
Ante un deseo todavía no obsesivo un temor ya obsesivo que lo
contraría
Ante un efecto penoso un esfuerzo hacia acciones
de defensa

Neurosis

El gran temor obsesivo (2° sesión):

“quiero empezar hoy con la vivencia. Ocurrió durante las maniobras militares. Durante
el alto tomé asiento junto a un oficial checo, quien contó haber leído sobre un castigo terrorífico
aplicado en Oriente: el condenado es atado y sobre su trasero es puesto un tarro dado vuelta,
en este luego hacen entrar ratas que penetraban el ano. En el momento me sacudió la
representación de que eso sucede con una persona que me es cara (la dama que el admira)”.
Cuando el capitán habló de aquel cruel castigo y le afloraron aquellas ideas consiguió
no obstante defenderse de las dos con sus fórmulas habituales: un pero acompañado por un
movimiento de aventar algo con la mano, y el dicho “¡que se te ocurre!”. Al mismo tiempo
emergió en él otra idea; que el castigo recae también sobre su padre. Como su padre ha
fallecido hace muchos años, este temor obsesivo es muchísimo más disparatado que el
primero.
Al atardecer del día siguiente, el mismo capitán le alcanzó un paquete llegado con el
correo y le dijo “El teniente primero A pagó el rembolso por ti. Debes devolvérselo a él”. Pero en
ese mismo momento se le plasmó la sanción: no devolver el dinero, de lo contrario sucedería la
fantasía de las ratas con su padre y amada. Y según un tipo que le era consabido, en lucha
contra esta sanción se elevó enseguida un mandamiento a modo de juramento: “Tú debes
devolver al teniente primero A las 3.80 coronas”.
Por fin se topó con el teniente A, pero este rechazó el dinero observándole que no
había pagado nada por él, sino que fue el teniente B. Quedó entonces muy afectado, y se
inventó este raro expediente: iría a la estafeta postal con los dos señores A y B; allí A le daría a
la señorita de la estafeta las 3.80 coronas, la señorita las daría a B, y él, de acuerdo con su
juramento, devolvería a A las 3.80 coronas.
Entonces llegó a la estación ferroviaria y se propuso visitar a A. Nuestro paciente tiene
el hábito de dejarse empujar por sucesos casuales como si fueran juicios de Dios. Por eso dijo
Si, cuando un changador le pregunto en la estación ferroviaria si se iba en el tren de las 10.
Así, se alejó de P donde estaba A. Resolvió seguir viaje hasta Viena, buscar allí a su amigo,
contarle el caso y, según su decisión, viajar de vuelta a P con el tren nocturno. El amigo lo
tranquilizó y a la mañana siguiente lo acompaño al correo para devolver las 3.80 coronas…a la
dirección de la estafeta postal.
Si el llamado a la reflexión del amigo no envió la pequeña suma al teniente primero A,
ni al B, sino directamente a la estafeta postal, era fuerza que supiera ya antes de partir de viaje,
que no era otra que la empleada del correo la que pagó el reembolso. Y nuestro paciente no
podía menos que saber que era un error. A pesar de ello, se hizo un juramento basado en ese
error.

La introducción en el entendimiento de la cura (4° sesión):

Relata con mucha amplitud la historia de la enfermedad de su padre. Se hizo el


reproche de no haber estado presente en el momento de su muerte. Al comienzo el
reproche no era martirizador. Sólo un año y medio después el recuerdo de su omisión despertó
y empezó a martirizarlo horriblemente, a punto tal de tacharse de criminal y sólo los
consuelos del amigo lo sostenían.
Cuando existe un falso enlace entre contenido de representación y afecto, ósea
entre magnitud del reproche y ocasión para él, el contenido de representación consabido
sólo ha caído en este lugar en virtud de un enlace falso. Ahora bien, no estamos
habituados a registrar en nosotros afectos intensos sin contenido de representación, y
por eso, cuando esta falta, acogemos como subrogado otro que de algún modo
convenga; es lo que hace nuestra policía: si no puede atrapar al verdadero asesino, aprisiona
en su lugar a uno falso.
En la 6° sesión relata que a los 12 años él amaba a una niña. Le acudió la idea de que
ella le mostraría amor si a él le ocurría una desgracia; se le puso en la cabeza que esta podría
ser la muerte de su padre. Rechazó esta idea enseguida y aún ahora se defiende de la
posibilidad de hacer exteriorizado con ello un deseo.
La idea de la muerte del padre no se presentó por primera es en ese caso; es
evidente que venía de antes. Idéntico pensamiento le acudió una segunda vez como un
relámpago medio año antes de la muerte de su padre. Le asombra que fuera posible en él
ese deseo, siendo que su padre era para él el más amado de los hombres. Yo respondo
que justamente ese amor intenso es la condición del odio reprimido. El mismo gran amor
es el que no admite el odio. Cierto que es un problema averiguar de dónde proviene ese odio
y uno podría preguntarse por qué el gran amor no ha podido extinguir al odio. Sólo cabe
suponer que el odio se concentra con una fuente, con una ocasión, de suerte que ello lo
vuelve indestructible. Así, por un lado, un nexo de esta índole protegería del
sepultamiento al odio contra el padre, y por el otro, el gran amor le impediría devenir
consiente.
Es para nosotros algo consabido que a los enfermos su padecer les procura una cierta
satisfacción, de suerte que en verdad todos se muestran parcialmente renuentes a sanar.
Nuestro tratamiento se realiza bajo resistencias.

Algunas representaciones obsesivas y su traducción:


Las representaciones obsesivas aparecen inmotivadas o bien sin sentido. Esta
tarea de traducción se consigue situándolas dentro de un nexo temporal con el vivenciar
del paciente, explorando la primera emergencia de cada idea obsesiva.
El paciente tenía un impulso suicida. Ocurrió cuando su dama viajó para cuidar a su
abuela enferma. Mientras su dama está ausente, él se empeñaba en estudiar para un examen.
Mientras estudiaba, lo asaltó la añoranza por la ausente y el pensamiento sobre la razón de su
ausencia “¡Justo ahora tenía que enfermarse la anciana, ahora que yo la añoro!” Lo que se
tradujo como un ataque de furia “¡Me gustaría viajar hasta allí y matar a la anciana que me
roba a mi amada!”. A esto sigue el mandamiento: “Mátate a ti mismo como autocastigo por
semejantes bestialidades de furia y muerte”. Así le sobrevenía la compulsión de cortarse el
cuello con una navaja de afeitar.
El día en que ella partió, el tropezó contra una piedra de la calle y se vio obligado a
removerla porque le vino la idea de que dentro de unas horas el carruaje de ella pasaría por la
misma calle y podría dañarse con esa piedra, pero algunos minutos después se le ocurrió que
era un disparate y se vio obligado a regresar y volver a poner la piedra otra vez en su anterior
lugar. Tras la partida de ella, se apoderó de él una compulsión de comprender que lo volvió
insoportable para los demás. Lo constreñía la comprender con exactitud cada sílaba que
alguien le dijera.
La duda de la compulsión de comprender es una duda en cuanto al amor de ella. En
nuestro enamorado se embravece una lucha entre amor y odio dirigidos a la misma
persona, y esa lucha es figurada en la acción obsesiva, también de significado
simbólico, de remover la piedra del camino por donde ella ha de pasar y luego volver a
deshacer ese acto de amor: reponer la piedra donde antes estaba, con el fin de que su
carruaje tropiece y ella se haga daño.
Tales acciones obsesivas de dos tiempos, cuyo primer tiempo es cancelado por
el segundo, son de ocurrencia típica de la neurosis obsesiva. Se trata siempre de la
oposición entre amor y odio. En vez de llegarse (como en la histeria) a un compromiso
que contenta a ambos opuestas en una sola figuración, aquí los dos opuestos son
satisfechos por separado, sin que se intente establecer entre esos opuestos algún tipo
de enlace lógico.

El ocasionamiento de la enfermedad:
En la histeria es regla que las ocasiones recientes de la enfermedad sucumban a la
amnesia igual que las vivencias infantiles. En la neurosis obsesiva sucede de otro modo. Es
posible que las premisas infantiles de la neurosis sucumban a una amnesia; en cambio,
las ocasiones recientes de la enfermedad se encuentran conservadas en la memoria. En
lugar de olvidar al trauma le ha sustraído la investidura de afecto, de suerte que en la
conciencia queda como secuela un contenido de representación indiferente considerado
inesencial.
El neurótico obsesivo tiene noticia de sus traumas como que no tiene noticia de
ellos. En efecto tiene noticia de ellos en la medida en que no los ha olvidado, pero no
tiene noticia de ellos puesto que no discierne su significado.
Enfermos obsesivos que padecen de autorreproches y han anudado sus afectos a
ocacionamientos falsos, no es raro que hagan al médico la comunicación correcta sin
vislumbrar que sus reproches están simplemente divorciados de esta última.
Antes de conocer a la madre, su padre había hecho la corte a una muchacha pobre y
linda. He ahí la prehistoria. Tras la muerte del padre, uno de los primos había expresado su
buena disposición para entregarle una de sus hijas cuando é terminara sus estudios. Este plan
le encendió el conflicto: si debía permanecer fiel a su amada pobre o seguir las huellas
del padre y tomar por esposa a la rica y distinguida muchacha que le habían destinado.
Lo solucionó enfermando, mejor dicho, enfermando se sustrajo de la tarea de
solucionarlo en la realidad objetiva. El refugio en la enfermedad le fue facilitado por la
identificación con el padre.
El complejo paterno:
El padre de nuestro paciente fue un hombre de excelentes dotes. Lo singularizaban un
cordial humor y bondadosa indulgencia hacia los demás. El hijo no exageraba al declarar que
se habían tratado como mejores amigos, salvo en un único punto (Era fuerza que se debiera a
ese solo punto que el pensamiento de la muerte del padre ocupara al pequeño con intensidad
abusiva): el padre había entrado en una neta oposición con el erotismo del hijo tempranamente
despertado. Varios años después de la muerte del padre, se le impuso al hijo, cuando por
primera vez experimentó la sensación de placer de un coito “¡Pero es grandioso! A cambio de
ello uno podría matar a su padre”.

Primer enigma:
Porque los dos dichos del capitán checo (el cuento sobre las ratas y su reclamación
de devolver el dinero a A) le provocaron tanta emoción y reacciones patológicas tan
violentas.
-Nuestro paciente se encontraba dentro de una identificación inconciente con su padre.
Una vez el padre había perdido en el juego de naipes una suma de dinero al cual un camarada
le prestó. Después lo buscó a este camarada para devolverle el dinero, pero nunca lo encontró.
Las palabras del capital “Tienes que devolver las 3.80 coronas al teniente A” le sonaron como
una alusión a la deuda impaga al padre.
- El castigo de las ratas despabiló sobre todo al erotismo anal, que en su infancia
había desempeñado considerable papel y se había mantenido durante años por un estímulo
constante debido a los gusanos que padeció (lombrices intestinales). Así, las ratas llegaron al
significado de dinero, nexo señalado al ocurrírsele al paciente para ratas (Ratten), cuotas
(Raten). Todas sus representaciones fueron asentadas a través de este puente de
palabras cuotas-ratas, en lo obsesivo y arrojadas a lo Icc.
La rata era consabida además como portadora de infecciones; y en otro sentido,
portador de la infección sifilítica era el pene mismo. EL pene del niño pequeño, que puede ser
descrito sin más como un gusano y en el cuento del capitán las ratas cavaban en el ano como
una su infancia lo hacían los grandes gusanos. Así, el significado de pene de las ratas
descansaba a su vez en el erotismo anal.
En muchas configuraciones de sus delirios obsesivos, las ratas significaban
también hijos. La dama a quien admiró durante años, con la cual no podía casarse,
estaba condenada a no tener hijos a consecuencia de una operación ginecológica, y aún era
esto para él, que amaba a los niños, la principal razón de sus vacilaciones.
Cuando el capitán le alcanza el paquete y le reclama devolver las 3.80 coronas a
A, él ya sabe que el jefe cruel se equivoca y que su deuda es sólo con la señorita encargada de
la estafeta postal. Pero desde el complejo paterno, revuelto entretanto, y desde el recuerdo
de aquella escena infantil, se le plasma la respuesta: “sí, devolveré el dinero a A si mi padre
y mi amada tienen hijos” o “Tan cierto como que mi padre y la dama pueden tener hijos,
devolveré el dinero a él”. Vale decir, una afirmación solemne anudada a una condición
incumplible.
Ahora bien, la blasfemia de él contra las dos personas que le eran más caras,
padre y amada, esto pedía un castigo, y la punición consistió en imponerse un juramento
imposible de cumplir “Ahora tienes que devolver realmente el dinero a A”. De este
proceso llega a su conciencia sólo una noticia borrosa, pero la sublevación contra el
mandamiento del capitán y el vuelco hacia lo contrario están por cierto subrogados en
su conciencia (primero no devolver el dinero, de lo contrario aquello sucede… y luego la
mudanza en la orden juramentada contraria como castigo por la sublevación).
Cuando vaciló tanto tiempo sobre si viajaría a Viena o permanecería para cumplir el
juramento, lo que en verdad hacía era figurar en una unidad los dos conflictos que desde
siempre lo habían movido: si debía obedecer al padre o si debía permanecer fiel a la amada.

SEMINARIO 4, CLASE 13 – LACAN:


La privación se trata especialmente del hecho de que la mujer no tiene pene, esta
privada de él. La castración toma como base la aprehensión en lo real de la ausencia de pene
en la mujer. Hay una parte de los seres que están castrados, castrados en la subjetividad del
sujeto. EN lo real, en la realidad, están privados.
La propia noción de privación implica la simbolización del objeto en lo real, ya que, en
lo real, nada está privado de nada. Todo lo que es real se basta a sí mismo. Lo real es pleno. Si
introducimos en lo real la noción de privación es porque ya lo hemos simbolizado
suficientemente.
El objeto en cuestión en este caso es el pene. En el momento y al nivel en el que
hablamos de privación, es un objeto que se nos presenta en el estado simbólico. En cuanto a la
castración se refiere a un objeto imaginario.
- Padre Simbólico: es el significante del que nunca se puede hablar sin tener presente
al mismo tiempo su necesidad y carácter, que debemos aceptar por lo tanto como un hecho del
mundo del significante.
- Padre Imaginario: es con él con quien siempre nos encontramos. A él se refiere la
dialéctica de la agresividad, de la identificación, de la idealización por la que el sujeto accede a
la identificación con el mismo. Es el padre terrorífico que reconocemos en el fondo de
experiencias neuróticas y no tiene en absoluto relación alguna con el padre real.
- Padre Real: es algo muy distinto, que el niño muy difícilmente ha captado, debido a la
interposición de los fantasmas y la necesidad de la relación simbólica. Es al padre real a quien
conferimos la función destacada en el complejo de castración.
Juanito, a partir de los cuatro años y medio hace lo que se llama una fobia, es decir,
una neurosis. Su padre es un buen tipo, lo mejor que pueda haber como padre real.
Juanito es objeto de los más tiernos cuidados por parte de su madre, y su padre, se
encuentra por fuera del juego de esta situación, pues diga lo que diga, las cosas siguen su
curso decididamente. La madre no tiene en cuenta en lo más mínimo las observaciónes
sugeridas por el personaje del padre.
Juanito no está frustrado de nada, no está privado de nada. La masturbación misma,
en ese momento, no acarrea ninguna angustia, y así el niño sigue masturbándose.
La madre para él es el objeto de amor, objeto deseado en cuanto su presencia. La
madre es de entrada madre simbólica y sólo tras la crisis de la frustración empieza a realizarse.
La madre objeto de amor puede ser en cualquier momento la madre real en la medida en que
frustra ese amor.
En la relación con la madre, el niño siente el falo como centro del deseo de la madre.
EL niño se presenta a la madre como si él mismo le ofreciera el falo. Puede identificarse con la
madre, identificarse con el falo, identificarse con la madre como portadora del falo o
presentarse como portador de falo. El niño asegura a la madre que puede colmarla, no sólo
como niño, sino también en cuanto al deseo y en cuanto a lo que le falta.
Juanito fantasea constantemente con el falo. EL falo es verdaderamente el eje, el
objeto central de la organización de su mundo. ¿Qué es lo que cambia, si no ocurre nada
crítico en la vida de Juanito? Lo que cambia es que su pene empieza a convertirse en algo muy
real. Su pene empieza a moverse y el niño empieza a masturbarse. Su pene se ha convertido
en real.
Podemos preguntarnos si no hay una relación entre este hecho y lo que surge en ese
momento, la angustia. La angustia es correlativa del momento de suspensión del sujeto, en un
tiempo en el que ya no sabe dónde está, hacia un tiempo en el que va a ser algo en lo que ya
nunca podrá reconocerse.

Hasta aquí, el niño se encuentra en el paraíso del señuelo. El trata de deslizarse, de


integrarse en lo que es para el amor de la madre. Pero en cuanto interviene su pene real, el
niño cae en su propia trampa, engañado por su propio juego, confrontado con la inmensa
hiancia que hay entre cumplir con una imagen y tener algo real que ofrecer. Lo que juega el
papel decisivo es que eso que él puede ofrecer se le antoja como algo miserable. El niño queda
prisionero, se convierte en blanco, en elemento pasivizado de un juego que le deja a merced de
las significaciones del Otro. El niño queda completamente pendiente de las indicaciones de su
partner. Así, en la medida en que no interviene el padre simbólico, el niño se encuentra a
merced de la mirada del Otro.
El complejo de castración traslada al plano puramente imaginario todo lo que está en
juego en relación con el falo. La intervención del padre introduce aquí el orden simbólico con
sus defensas, el asunto ya no está en manos del niño, se resuelve en otra parte. El orden
simbólico interviene precisamente en el plano imaginario. La castración afecta al falo
imaginario. Lo interesante es que en Juanito no pasa nada de esto. Juanito está metido en el
punto de encuentro entre el pene y el juego imaginario del señuelo. Se produce entonces una
regresión. En este caso en el que el niño es el centro, la regresión se produce cuando ya no
alcanza a dar lo que hay que dar, y su insuficiencia le produce el más profundo desasosiego.
Si la fobia termina en una cura satisfactoria como pocas es porque intervino el padre
real, que tan poco había intervenido hasta entonces, y por otra parte pudo intervenir
únicamente porque detrás estaba el padre simbólico, que es Freud.

⮚ Síntesis del Caso Juanito

Fue publicado en 1909 y pertenece al volumen X de las obras completas de Sigmund


Freud. En el caso de la traducción de Luis López Ballesteros y de Torres para Editorial
Iztaccíhuatl figura en el tomo XV, Historiales Clínicos I. También se le conoce como El Caso del
pequeño Hans.
Juanito, en realidad Herbert Graf, era hijo de Max Graf, musicólogo y miembro del
círculo de Freud en Viena. En la introducción Freud aclara que fue el padre del niño quien llevó
a cabo el análisis y quien le remitió las notas con sus diálogos, sueños y fantasías. A partir de
estas notas, incluidas en la primera parte del texto con breves comentarios de Freud, este lleva
a cabo un examen del desarrollo del caso mostrando cómo la evolución de Juanito corrobora
los descubrimientos expuestos en La interpretación de los sueños (1900) y Tres ensayos de
teoría sexual (1905).
Cuando Juanito tenía cuatro años y estaba de paseo por el parque con la criada
contempló una escena aterradora: un caballo que tiraba de un pesado carro se desplomó en la
calle. A partir de ese momento padece una grave fobia hacia los caballos, y más
específicamente a que los caballos con algo negro en la boca lo muerdan. El pánico es tan
grande que le impide salir de casa. En un primer momento, su padre interpreta que la fobia de
Juanito se debe a los excesivos cariños de su madre y al miedo al gran “hace-pipí” del animal.
Freud orienta el análisis del padre hacia la angustia que provocó en Juanito el nacimiento de su
hermanita Hanna y al misterio recurrente en las fantasías y preguntas de Juanito sobre el
origen de los bebés. A partir de estas indicaciones el material necesario para interpretar la
fobia de Juanito va saliendo a la luz.

En primer lugar,

el caballo que se desploma y muere, y que puede morderlo, es un símbolo del padre.
El caballo tiene un gran “hace-pipí” como el padre y tiene “algo negro” en la boca que puede
parecer un bigote. Juanito desea la muerte de su padre para poder estar más tiempo a solas
con su madre. Al mismo tiempo, tales deseos le producen sentimientos de culpa y vergüenza
que se resuelven en la angustia hacia los caballos. Juanito expresa este tipo de fantasías
edípicas recurriendo a la curiosa historia de las jirafas:

“En la noche había en la habitación una jirafa grande y una jirafa arrugada, y la grande
ha gritado porque yo le he quitado la arrugada. Luego dejó de gritar, y entonces yo me he
sentado encima de la jirafa arrugada".
La gran jirafa soy yo (analiza el padre) o, más bien, el pene grande (el cuello largo); la
jirafa arrugada, mi mujer o, más bien, su miembro; he ahí, por tanto, el resultado del
esclarecimiento.

Sigue el padre: El todo es la reproducción de una escena que en los últimos días se
desarrolla casi todas las mañanas. Juanito siempre acude temprano a nosotros, y mi esposa no
puede dejar de tomarlo por algunos minutos consigo en el lecho. Sobre eso yo siempre
empiezo a ponerla en guardia, que es mejor que no lo tome consigo ("La grande ha gritado
porque yo le he quitado la arrugada"), y ella replica esto y aquello, irritada tal vez: que eso es
un absurdo, que unos minutos no pueden tener importancia, etc. Entonces Juanito permanece
un ratito junto a ella. ("Entonces la jirafa grande dejó de gritar, y luego yo me senté encima de
la jirafa arrugada".)

La solución de esta escena conyugal trasportada a la vida de las jirafas es, pues: él
sintió en la noche añoranza de la mamá, añoranza de sus caricias, de su miembro, y por eso
vino al dormitorio. El todo es la continuación del miedo al caballo. No debe extrañarnos la
ambivalencia de los sentimientos de niño: ama a su padre y al mismo tiempo desearía verlo
muerto. Pero “de tales pares de opuestos se compone la vida de sentimientos de todos los
hombres”.

Y guardémonos de hallar chocante esta contradicción; de tales pares de opuestos se


compone la vida de sentimientos de todos los hombres; más todavía: acaso nunca se llegara a
la represión y a la neurosis si no fuera así. Estos opuestos de sentimiento, que al adulto por lo
común sólo le devienen conscientes de manera simultánea en la cima de la pasión amorosa, y
de ordinario se suelen sofocar recíprocamente hasta que uno de ellos consigue mantener
encubierto al otro, hallan durante todo un lapso en la vida anímica del niño un espacio de
pacífica convivencia. Estas fantasías edípicas tienen en ocasiones un trasfondo sádico. Juanito
confiesa que le gustaría azotar a los caballos. El caballo, en este caso, vale como símbolo del
padre y también de la madre, a quien le gustaría pegar con “el batidor de alfombras”. Por un
lado, Juanito experimenta una hostilidad inevitable hacia su padre pues lo contempla como rival
y, al mismo tiempo, una “concupiscencia oscura, sádica” sobre la madre pues es la que
produce nuevos niños que pueden hacerle la competencia.

En segundo lugar,

el miedo a la castración tiene su origen en una advertencia de su madre. A la edad de


tres años Juanito acostumbraba a jugar con su “hace-pipí” y la madre le advierte de que si
juega demasiado con él se lo cortarán. La amenaza permanece latente hasta que un año más
tarde el sentimiento de culpa la activa.

En tercer lugar, un elemento primordial en el surgimiento de la fobia está relacionado con el


nacimiento de su hermana menor. La presencia del bebé le roba aún más tiempo de su madre
lo cual provoca en Juanito el deseo de ver desaparecer a su padre y convertirse él en el “hace-
pipí” de la casa. Al mismo tiempo no puede evitar desear la muerte de su hermanita: fantasea,
por ejemplo, con que la madre la deja ahogarse en la bañera grande.

En cuarto lugar, Juanito acostumbra a preguntarse sobre los mecanismos biológicos asociados
al nacimiento de los niños. Sabe que no es la cigüeña quien ha traído a su hermana sino que
ha salido de la barriga de su madre igual que salen los excrementos. Esto también puede
asociarse al caballo que defeca en la calle. Así, la amenazante llegada de más niños que
pueden apartarlo de su madre se transforma en fobia hacia los caballos que llevan una carga
muy pesada.

A partir de que los padres le explican a Juanito cómo vienen exactamente los niños al mundo,
lo cual redunda en un alivio notable de su fobia. El proceso se completa gracias a dos fantasías
de Juanito. En la primera se ve a sí mismo como el “papi” casado con la “mami” y, en lugar de
eliminar al padre, lo relega al papel de “abuelo”.

Todo termina bien. El pequeño Edipo ha hallado una solución más feliz que la prescrita por el
destino. En lugar de eliminar a su padre, le concede la misma dicha que ansía para sí; lo
designa abuelo, y también a él lo casa con su propia madre. La segunda fantasía repara el
miedo a la castración. Un instalador llega a la casa y le cambia su trasero y su “hace-pipí” por
otros más grandes.

Interpretación de Freud
El historial está armado con los registros del padre, quien realiza las intervenciones a
través de cartas que le envía a Freud.
La fobia comienza antes de que cumpla los 5 años de edad
Denomina con las palabras:
1. Hace pipi: es el falo, le interesa el falo de todos, hombres, animales, etc. Tiene un
narcisismo por el pene. Placer de ver. Premisa universal del falo “todos tienen”
2. Lums: heces, excremento
Acontecimiento importante: nacimiento de la hermanita Hanna. Teorías sexuales
infantiles. Hay una actualización del complejo de Edipo a través de los celos, se enlaza con la
teoría sobre el origen de los niños. Los hijos son paridos por el ano.

¿Qué motiva la aparición de la angustia?

⮚ Es una respuesta frente a un peligro, el peligro de la castración.

⮚ El Síntoma es la manera de ligar la angustia. El síntoma siempre es una defensa contra la

angustia.
La angustia en vez de desviarse al cuerpo se dirige a un objeto (fóbico). Juanito
presenta una zoofobia histérica infantil. Histeria de angustia. Se angustia frente a un
determinado objeto.
Fobia: al caballo (teme que lo muerda). El Caballo tiene algo negro en la boca, similar al bigote
del padre.
¿Por qué el caballo es la pregunta que más le interesa a Freud?
El caballo es un sustituto del padre. El síntoma fóbico es la inscripción de la representación.
Efectos de la distribución de la represión en Juanito, ahí es donde radica el origen de la
fobia.
Fobia: retorno de lo reprimido, una representación por otra. Lo que causo la represión:
la amenaza de castración en Juanito cumple su efecto a posteriori; las mujeres no tienen hace
pipi, primero dice que le va a crecer (desmiente), luego le despierta la amenaza de castración.
Freud descubre con el caso Juanito que “la amenaza de castración es retroactiva” es la
castración del otro. Cuando se dirigía a él la desmiente. Luego cobra eficacia.

⮚ Primera intervención de Freud:

Aparece una interpretación edípica. Reacción de Juanito, no cree lo que dice esa
interpretación. Tiene una mejoría inicial pero no se resuelve nada.
Luego el temor de Juanito se extiende, empieza a temer a los carros cargados y que el caballo
se caerá. El yo se impone limitaciones, no puede salir a la calle tiene inhibiciones, medida
protectora de cuidado.

⮚ Freud le explica al padre el complejo de Edipo.

Juanito tiene hacia su padre mociones tiernas y hostiles (ambivalencia amor/odio). “la
fobia soluciona el conflicto entre esas mociones”.
La moción hostil es la que queda reprimida. Se sustituye al padre por el caballo. La
fobia no es el síntoma, sino la angustia frente al caballo.
El motor de la represión es la angustia, frente a la castración. Juanito debe resignar la
angustia frente al padre. El caballo que lo muerde es la angustia frente a una amenaza vivida
como real. La angustia crea la represión. Juanito reprime la figura del padre y en su lugar
aparece el caballo que lo muerde.
Padre: no cumple la función de castrador.
Luego con la intervención de Freud que realiza la función de padre a través del padre
de Juanito. Este puede tramitar la fobia.
En el caso Juanito Freud encontró que el objeto fóbico sustituye al objeto original y que
el caballo temido representaba al padre amado a la vez que odiado. El temor del castigo por
castración resultante del odio, se transforma en angustia fóbica de ser mordido por un caballo.

⮚ Interpretación de Lacan:

Fobia (singular): porque hay una posición tomada, histeria, N.O, fobia.
Fobias (plural): como síntoma que podría aparecer en la histeria, N. O, fobia.
● En el seminario 16, dice que la fobia es una placa giratoria, la fobia es una formación

sintomática transitoria, que puede virar hacia la neurosis obsesiva o hacia la histeria.

⮚ Según Lacan, Freud plantea tres hipótesis:

1. Cuando Juanito se toca el hace pipi, la madre lo amenaza, le dice que va a llamar al
médico para que se lo corte. No le da importancia a las amenazas. Esto es antes del
desencadenamiento de la fobia. Luego cobra una eficacia retroactiva la amenaza de
castración.
2. El nacimiento de la hermana
3. El papel de onanismo en el surgimiento de la fobia

⮚ Lacan desestima las tres hipótesis y expresa que el elemento decisivo para Juanito:

es cuando se confronta con la emergencia del goce peniano (Juanito experimenta las
primeras erecciones). Ese goce le es ajeno y la madre lo ha rechazado.

⮚ Metáfora paterna: operación del Ste. Simbólico

- Metáfora, porque hay una sustitución de un significante por otro


- Significante del deseo de la madre por el nombre del padre
- El niño viene al lugar del falo
- Padre agente de la castración

⮚ La metáfora paterna tiene tres tiempos lógicos:

1. Primer tiempo: Juanito advierte que la madre desea algo, se produce una simbolización
ausencia -presencia de la madre. Esto lo conmueve a Juanito en la identificación fálica.
Objeto de deseo fálico para la madre. Ya no es todo falo para su madre ¿Qué desea este
otro?
Es el paraíso perdido.
2. Segundo tiempo: se introduce al padre como agente de la privación (operación).
Privación es una operación real, se adjudica una falta en lo real. La privación recae sobre la
madre. El padre que priva rivaliza con el niño.
Lacan dice que Juanito no le teme al padre privador. No hay un interdictor entre la madre y
el niño identificado al falo.
El padre de Juanito no realiza la operación de privación
3. Tercer tiempo: Dador
Si paso por el segundo tiempo, la identificación viril con el padre cobra importancia El padre
que asume la operación de la castración simbólica, porque realiza la transmisión de la falta

● Castración: para el niño

● Privación: para la madre

● El padre de Juanito interviene desde el lugar de ideal, comprensivo. El padre no es un

agente de la castración.
Juanito le dice que se va a quedar con su madre y que el padre se case con su madre (con
la abuela) y van a tener hijos.
Lacan dice que es dudosa la elección sexual de Juanito. El niño queda en el linaje de la
madre.

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