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El colapso actual de la ética

15/05/2023 LEONARDO BOFF1 COMENTÁRIO https://leonardoboff.org/2023/05/15/el-


colapso-actual-de-la-etica/

Leonardo Boff*

Hemos vivido y sufrido en Brasil tiempos sombríos bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, donde la
ética fue enviada al limbo y prácticamente valía todo (las fake news, las mentiras, la
predicación de la violencia y la exaltación de la tortura). En el momento actual asistimos
desolados a la guerra Rusia-Ucrania. Esta guerra representa la negación de todos los valores
civilizatorios, pues una gran potencia nuclear está literalmente destruyendo una pequeña
nación y a su pueblo.

Sin perder de vista los dos datos que hemos mencionado, percibo, entre otros, dos factores
principales que alcanzan el corazón de la ética: la globalización del capitalismo depredador y la
mercantilización de la sociedad.

La mundialización del capitalismo, como modo de producción, y su expresión política, el neo-


liberalismo, ha mostrado las consecuencias perversas de la ética capitalista: sus ejes
estructuradores son el lucro ilimitado, acumulado individualmente o por grandes
corporaciones, la competencia desenfrenada, el asalto a los bienes y servicios de la naturaleza,
la flexibilización de las leyes y la minimización del estado en su función de garantizar una
sociedad mínimamente equilibrada. Tal ética es altamente conflictiva porque no conoce la
solidaridad, sino la competencia que hace de todos adversarios, si no enemigos a ser vencidos.

Es muy diferente, por ejemplo, la ética de la cultura maya. Esta cultura pone todo centrado en
el corazón, ya que todas las cosas nacieron del amor de dos grandes corazones, del Cielo y de
la Tierra. El ideal ético es crear en todas las personas corazones sensibles, justos, transparentes
y verdaderos. O la ética andina del “bien vivir y convivir”, basada en el equilibrio con todas las
cosas, entre los humanos, con la naturaleza y con el universo.

La globalización, al interrelacionar todas las culturas, ha acabado por revelar la pluralidad de


caminos éticos. Una de sus consecuencias está siendo la relativización general de los valores
éticos. Sabemos que la ley y el orden, valores de la práctica ética fundamental, son los
requisitos previos de cualquier civilización en cualquier parte del mundo.

Lo que observamos es que la humanidad está cediendo ante la barbarie, poniendo rumbo
hacia una verdadera edad de las tinieblas global, tal es el descalabro ético que estamos viendo.

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El segundo gran obstáculo para la ética es la mercantilización de la sociedad, lo que Karl


Polanyi llamaba ya en 1944 La Gran Transformación. Es el fenómeno del paso de una
economía de mercado a una sociedad puramente de mercado.

Todo se transforma en mercancía, algo ya previsto por Karl Marx en su texto “La miseria de la
filosofía” de 1848, cuando se refería a la época en que las cosas más sagradas como la verdad
y la conciencia serían llevadas al mercado; sería “el tiempo de la gran corrupción y de la
venalidad universal”. Pues estamos viviendo ese tiempo.
La economía, especialmente la especulativa, dicta el rumbo de la política y de la sociedad en su
conjunto, que se caracteriza por generar un profundo foso entre los pocos ricos y las grandes
mayorías empobrecidas. Aquí se revelan huellas de barbarie y crueldad como pocas veces en la
historia.

¿Qué ética puede orientarnos como humanidad que vive en la misma Casa Común? La ética
que hunde sus raíces en lo que nos es propio como humanos y que, por tanto, es universal y
puede ser asumida por todos.

Creo que en primer lugar está la ética del cuidado. Según la fábula 220 del esclavo Higino, bien
interpretada por Martin Heidegger en Ser y Tiempo y detallada por mí mismo en Saber cuidar,
el cuidado constituye el sustrato ontológico del ser humano, es decir, el conjunto de factores
objetivos sin los cuales el ser humano y los demás seres vivos no podrían existir.

Dado que el cuidado está en la esencia del ser humano, todos pueden vivirlo y darle formas
concretas, según las distintas culturas. El cuidado presupone una relación amigable y afectuosa
con la realidad, una mano tendida para la solidaridad, no el puño cerrado para la competición.
En el centro del cuidado está la vida. La civilización deberá ser bio-socio-centrada.

Otro dato de nuestra esencia humana es la solidaridad y la ética que de ahí se deriva. Hoy
sabemos por la bioantropología que fue la solidaridad de nuestros antepasados antropoides la
que nos permitió dar el salto de la animalidad a la humanidad. Buscaban los alimentos y los
consumían solidariamente. Todos vivimos porque ha existido y existe un mínimo de
solidaridad, empezando por la familia. Esto que ayer fue fundamento sigue siéndolo todavía
hoy.

Otra vía ética, ligada a nuestra estricta humanidad, es la ética de la responsabilidad universal.
Ser responsable es ser consciente de las consecuencias beneficiosas o perjudiciales de
nuestros actos personales y sociales. O asumimos juntos responsablemente el destino de
nuestra Casa Común o recorreremos un camino sin retorno. Somos responsables de la
sostenibilidad de Gaia y de sus ecosistemas para que podamos seguir conviviendo con toda la
comunidad de vida.

El filósofo Hans Jonas, que elaboró por primera vez el Principio de Responsabilidad, le agregó la
importancia del miedo colectivo. Cuando surge este miedo y los humanos empiezan a darse
cuenta de que pueden tener un final trágico e incluso desaparecer como especie, surge un
miedo ancestral que les lleva a una ética de supervivencia. El supuesto inconsciente es que el
valor de la vida está por encima de cualquier otro valor cultural, religioso o económico.

También es importante rescatar la ética de la justicia para todos. La justicia es el derecho


mínimo que debemos a los demás para que puedan seguir existiendo y darles lo que les
corresponde como personas: dignidad y respeto. Las instituciones, especialmente, deben ser
justas y equitativas para evitar los privilegios y las exclusiones sociales que producen tantas
víctimas, particularmente en Brasil, uno de los países más desiguales, es decir, más injustos del
mundo. De ahí el odio y la discriminación que desgarran la sociedad, que no provienen del
pueblo, sino de las élites adineradas que no aceptan la ley para todos, sino que quieren
preservar sus privilegios.

La justicia no sólo se aplica a los seres humanos, sino también a la naturaleza y a la Tierra, que
son portadoras de derechos y deben, por tanto, incluirse en nuestro concepto de democracia
socioecológica.
Por último, debemos incorporar una ética de sobriedad compartida para alcanzar lo que decía
Xi Jinping, Jefe Supremo de China: “una sociedad moderadamente acomodada”. Esto significa
un ideal mínimo y alcanzable.

Estos son algunos parámetros básicos para una ética, válida para cada pueblo y para la
humanidad reunida en la Casa Común. De lo contrario, podríamos vivir un Armagedón social y
ecológico.

*Leonardo Boff ha escrito Cómo cuidar de la Casa Común, Vozes 2018.

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