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Resumen de la encíclica Laudato sí.

Papa Francisco (10)

Síntesis. En la naturaleza todo está interrelacionado. Los seres humanos –a pesar de


nuestra especificidad- no estamos fuera de la naturaleza, sino que formamos parte de
ella. El cuidado de la naturaleza, la justicia hacia los pobres y la paz interior son
realidades inseparables. Utilizar la naturaleza como objeto de uso y dominio lleva
consigo la exclusión de los pobres y nuestro propio empobrecimiento humano y
espiritual. Por otra parte, los cristianos tenemos una ineludible obligación hacia la
creación y sabemos, además, que Cristo, por su resurrección, envuelve
misteriosamente todas las cosas y las orienta a un futuro de plenitud.

 CAPÍTULO I. Lo que le está pasando a nuestra casa

Estamos convirtiendo la tierra en un basurero. La contaminación es un problema


para la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes
prematuras. Estamos convirtiendo la tierra en un basurero y las medidas, cuando se
toman, llegan demasiado tarde. La raíz del problema está en la cultura del
descarte. Esta cultura no afecta sólo a las cosas, sino también a muchos seres
humanos que son excluidos.

 CAPÍTULO II. El misterio del Universo

Naturaleza y creación. Para la tradición judeocristiana, decir “creación” es más que


decir “naturaleza”. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza,
comprende y gestiona. La creación, en cambio, es vista como un regalo de Dios.
Realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal. La libertad
humana puede hacer su aporte inteligente hacia una evolución positiva.

CAPÍTULO III. Raíz humana de la crisis ecológica.

Es necesario reconocer la raíz humana de la crisis ecológica. Propongo que nos


detengamos en el paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de
su acción en el mundo. La tecnociencia bien orientada puede mejorar la calidad de
vida del ser humano, pero estos conocimientos científicos y sobre todo, el poder
económico para utilizarlos está en manos de muy pocas personas que tienen, de
este modo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo
entero. Esto supone un riesgo tremendo.

CAPÍTULO IV. Una ecología integral

El medio ambiente. La ecología estudia las relaciones entre los organismos vivientes
y el ambiente donde se desarrollan. Cuando se habla de “medio ambiente” nos
estamos refiriendo a la relación que existe entre la naturaleza y la sociedad que la
habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo ajeno a nosotros, como un
mero marco de nuestra vida. No hay una crisis ambiental y otra social, sino una sola y
compleja crisis socio-ambiental.

CAPÍTULO V. Algunas líneas de orientación y acción.


Para abordar los problemas de fondo es indispensable un consenso mundial. El
movimiento ecológico mundial ha hecho ya un largo recorrido gracias al esfuerzo de
muchas organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, por falta de decisión política,
las cumbres mundiales sobre el ambiente no alcanzaron acuerdos ambientales
globales realmente significativos y eficaces.
En relación con el cambio climático, los avances son muy escasos. Los países pobres
necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo social de
sus habitantes. También es cierto que deben desarrollar formas menos contaminantes
de producción de energía, pero para ello necesitan contar con la ayuda de los países
que han crecido mucho a costa de la contaminación actual del planeta.

CAPÍTULO VI. Educación y espiritualidad ecológica.

Una espiritualidad ecológica. Lo que el Evangelio nos enseña tiene consecuencias


en nuestra forma de pensar, sentir y vivir. Pero también tenemos que reconocer que
algunos cristianos comprometidos y orantes, bajo excusa de realismo, suelen burlarse
de las preocupaciones por el medio ambiente. Otros son pasivos y se vuelven
incoherentes. Las líneas de espiritualidad ecológica nacen de las convicciones de
nuestra fe.

La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida.


La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. Debemos vivir el
presente y valorar lo pequeño. No es fácil desarrollar esta sana humildad, si excluimos
a Dios de nuestra vida, si nuestro yo ocupa su lugar.
No todos están llamados a trabajar directamente en la política, pero en la sociedad
existen muchas asociaciones que intervienen a favor del bien común preservando el
ambiente natural y urbano. María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto
y dolor materno este mundo herido. Junto con ella, se destaca la figura de san José. Él
cuidó y defendió a María y a Jesús con su trabajo y su presencia generosa. Por eso
fue declarado custodio de la Iglesia universal

La vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente


transformada, ocupará su lugar. Junto con todas las criaturas, caminamos por esta
tierra buscando a Dios. Él no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a
nuestra tierra y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos

“Fratelli tutti”. La encíclica social del Papa Francisco (11)

La fraternidad y la amistad social son las vías indicadas por el Papa Francisco
para construir un mundo mejor, más justo y pacífico, con el compromiso de
todos: pueblo e instituciones. Reafirmado con fuerza el no a la guerra y la
globalización de la indiferencia. 04/10/2020. Presentación de la nueva Carta
Encíclica Fratelli tutti. Isabella Piro - Ciudad del Vaticano.

¿Cuáles son los grandes ideales, pero también los caminos concretos a
recorrer para quienes quieren construir un mundo más justo y fraterno en sus
relaciones cotidianas, en la vida social, en la política y en las instituciones?
Esta es la pregunta a la que pretende responder, principalmente “Fratelli tutti”:
el Papa la define como una “Encíclica social” (6).

Un motivo inspirador, citado varias veces es el Documento sobre la Fraternidad


humana firmado por el papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar en febrero
de 2019. La fraternidad debe promoverse no sólo con palabras, sino con
hechos. Hechos que se concreten en la “mejor política”, aquella que no está
sujeta a los intereses de las finanzas, sino al servicio del bien común, capaz de
poner en el centro la dignidad de cada ser humano y asegurar el trabajo a
todos, para que cada uno pueda desarrollar sus propias capacidades.

Una política que, lejos de los populismos, sepa encontrar soluciones a lo que
atenta contra los derechos humanos fundamentales y que esté dirigida a
eliminar definitivamente el hambre y la trata de personas. Al mismo tiempo, el
Papa Francisco subraya que un mundo más justo se logra promoviendo la paz,
que no es sólo la ausencia de guerra, sino una verdadera obra “artesanal” que
implica a todos.

La pena de muerte es inadmisible, debería abolirse en todo el mundo

Es fuerte el rechazo de la pena de muerte, definida como “inadmisible” porque


“siempre será un crimen matar a un hombre” y central es la llamada al perdón,
conectada al concepto de memoria y justicia: perdonar no significa olvidar,
escribe el Papa, ni renunciar a defender los propios derechos para
salvaguardar la propia dignidad, un don de Dios.

“Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal – escribe el Papa – y Dios


mismo se hace su garante”. De ahí dos exhortaciones: no ver el castigo como
una venganza, sino como parte de un proceso de sanación y reinserción social,
y mejorar las condiciones de las prisiones, respetando la dignidad humana de
los presos, pensando también que la cadena perpetua “es una pena de muerte
oculta” (263-269). Se reafirma la necesidad de respetar “la sacralidad de la
vida” (283) allá donde hoy “partes de la humanidad parecen sacrificables”,
como los no nacidos, los pobres, los discapacitados, los ancianos (18).

Los problemas globales requieren una acción global, no a la “cultura de


los muros.”

Abierta por una breve introducción y dividida en ocho capítulos, la Encíclica


recoge – como explica el propio Papa – muchas de sus reflexiones sobre la
fraternidad y la amistad social, pero colocadas “en un contexto más amplio” y
complementadas por “numerosos documentos y cartas” enviados a Francisco
por “tantas personas y grupos de todo el mundo” (5).

En el primer capítulo, “Las sombras de un mundo cerrado”, el documento se


centra en las numerosas distorsiones de la época contemporánea: la
manipulación y la deformación de conceptos como democracia, libertad o
justicia; la pérdida del sentido de lo social y de la historia; el egoísmo y la falta
de interés por el bien común; la prevalencia de una lógica de mercado basada
en el lucro y la cultura del descarte; el desempleo, el racismo, la pobreza; la
desigualdad de derechos y sus aberraciones, como la esclavitud, la trata, las
mujeres sometidas y luego obligadas a abortar, y el tráfico de órganos (10-24).

El amor construye puentes: el ejemplo del buen samaritano.

El segundo capítulo, “Un extraño en el camino”, está dedicado a la figura del


buen samaritano y en él, el Papa destaca que, en una sociedad enferma que
da la espalda al dolor y es “analfabeta” en el cuidado de los débiles y frágiles
(64-65), todos estamos llamados – al igual que el buen samaritano – a estar
cerca del otro (81), superando prejuicios, intereses personales, barreras
históricas o culturales.

Los derechos no tienen fronteras, es necesaria la ética en las relaciones


internacionales.

En el tercer capitulo el Papa afirma que el derecho a vivir con dignidad no


puede ser negado a nadie y como los derechos no tienen fronteras, nadie
puede quedar excluido, independientemente de donde haya nacido (121).
Desde este punto de vista, el Papa recuerda también que hay que pensar en
“una ética de las relaciones internacionales” (126), porque todo país es también
del extranjero y los bienes del territorio no pueden ser negados a los
necesitados que vienen de otro lugar. Por lo tanto, el derecho natural a la
propiedad privada será secundario respecto al principio del destino universal de
los bienes creados (120). La Encíclica también subraya de manera específica
la cuestión de la deuda externa: sin perjuicio del principio de que debe ser
pagada, se espera, sin embargo, que ello no comprometa el crecimiento y la
subsistencia de los países más pobres (126).

Migrantes: gobernanza mundial para proyectos a largo plazo

Al tema de las migraciones está dedicada parte del segundo y todo el cuarto
capítulo, “Un corazón abierto al mundo entero”, con sus “vidas que se
desgarran” (37), huyendo de guerras, persecuciones, desastres naturales,
traficantes sin escrúpulos, desarraigados de sus comunidades de origen, los
migrantes deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Hay que
evitar migraciones no necesarias, afirma el Pontífice, creando en los países de
origen posibilidades concretas de vivir con dignidad. Pero al mismo tiempo, el
derecho a buscar una vida mejor en otro lugar debe ser respetado.

La política, una de las formas más preciosas de la caridad.

El tema del quinto capítulo se refiere a la política, que en su opinión es una de


las formas más preciosas de la caridad porque está al servicio del bien común
(180) y conoce la importancia del pueblo, entendido como una categoría
abierta, disponible para la confrontación y el diálogo (160) Pero la mejor política
es también la que tutela el trabajo, “una dimensión irrenunciable de la vida
social” y trata de asegurar que todos tengan la posibilidad de desarrollar sus
propias capacidades (162).

También es tarea de la política encontrar una solución a todo lo que atente


contra los derechos humanos fundamentales, como la exclusión social; el
tráfico de órganos, tejidos, armas y drogas; la explotación sexual; el trabajo
esclavo; el terrorismo y el crimen organizado. Fuerte es el llamamiento del
Papa a eliminar definitivamente el tráfico, la “vergüenza para la humanidad” y el
hambre, que es “criminal” porque la alimentación es “un derecho inalienable”
(188-189).

Otro presagio presente en la Encíclica se refiere a la reforma de las Naciones


Unidas: frente al predominio de la dimensión económica que anula el poder del
Estado individual, la tarea de las Naciones Unidas será la de dar sustancia al
concepto de “familia de las naciones” trabajando por el bien común, la
erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos.
Recurriendo incansablemente a “la negociación, a los buenos oficios y al
arbitraje” – afirma el documento pontificio – la ONU debe promover la fuerza
del derecho sobre el derecho de la fuerza, favoreciendo los acuerdos
multilaterales que mejor protejan incluso a los Estados más débiles (173-175).

El milagro de la bondad

El capítulo sexto, “Diálogo y amistad social”, saca también a la luz pública el


concepto de la vida como “el arte del encuentro” con todos, incluso con las
periferias del mundo y con los pueblos originarios, porque “de todos se puede
aprender algo, nadie es inservible” (215). El verdadero diálogo, en efecto, es el
que permite respetar el punto de vista del otro, sus intereses legítimos y, sobre
todo, la verdad de la dignidad humana. El relativismo no es una solución – se
lee en la Encíclica – porque sin principios universales y normas morales que
prohíban el mal intrínseco, las leyes se convierten sólo en imposiciones
arbitrarias (206).

El arte de la paz y la importancia del perdón

Ligado a la paz está el perdón: se debe amar a todos sin excepción, dice la
Encíclica, “pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así;
tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable”. Es más: los que
sufren la injusticia deben defender con firmeza sus derechos para salvaguardar
su dignidad, un don de Dios (241-242). El perdón no significa impunidad, sino
justicia y memoria, porque perdonar no significa olvidar, sino renunciar a la
fuerza destructiva del mal y al deseo de venganza.
¡Nunca más la guerra, fracaso de la humanidad!
Una parte del séptimo capítulo se detiene en la guerra, que no es “un fantasma
del pasado” – subraya Francisco – sino “una amenaza constante” y representa
la “negación de todos los derechos”, “un fracaso de la política y de la
humanidad”, “una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del
mal”. Debido a las armas nucleares, químicas y biológicas que golpean a
muchos civiles inocentes, hoy en día ya no podemos pensar, como en el
pasado, en una posible “guerra justa”, sino que debemos reafirmar con firmeza
“¡Nunca más la guerra!”. Considerando que estamos viviendo “una tercera
guerra mundial en etapas”, la eliminación total de las armas nucleares es “un
imperativo moral y humanitario”. Más bien – sugiere el Papa – con el dinero
invertido en armamento, debería crearse un Fondo Mundial para eliminar el
hambre (255-262).

Garantizar la libertad religiosa, derecho humano fundamental

En el octavo y último capítulo, el Papa se ocupa de “Las religiones al servicio


de la fraternidad en el mundo” y reitera que la violencia no encuentra
fundamento en las convicciones religiosas, sino en sus deformaciones. Actos
tan “execrables” como los actos terroristas, por lo tanto, no se deben a la
religión, sino a interpretaciones erróneas de los textos religiosos, así como a
políticas de hambre, pobreza, injusticia, opresión Al mismo tiempo, el Papa
subraya que es posible un camino de paz entre las religiones y que, por lo
tanto, es necesario garantizar la libertad religiosa, un derecho humano
fundamental para todos los creyentes (279).

Las virtudes (12)

¿Qué son las virtudes?


Cualidades buenas, firmes y estables de la persona que al perfeccionar su inteligencia y
voluntad la disponen a conocer mejor la verdad y a realizar cada vez más libertad y
gozo, acciones excelentes para alcanzar su plenitud humana y sobrenatural, que consiste
en el amor, en la comunión con Dios y con los demás.
Los seres humanos necesitamos guía. Normalmente la buscamos en el
ejemplo de nuestros familiares, en los consejos de los amigos, en la religión y
en general, en personas que admiramos. En el desarrollo de la vida nos
formamos un criterio, aunque muchas veces no nos demos cuenta de ello. Por
eso es importante saber qué son las virtudes humanas.

¡La vida no viene con un manual ya estructurado! Se va construyendo a lo


largo de nuestra existencia. Teniendo muy claro qué son las virtudes humanas,
estaremos preparados para desarrollarnos, abrirnos camino y tomar las
mejores decisiones para nosotros y para los que nos rodean. Las virtudes nos
orientan a mantenernos firmes en nuestra postura, según las diferentes
situaciones que experimentemos.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica (1803) “La virtud es una disposición
habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos
buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y
espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través
de acciones concretas”.

En la Antigüedad Clásica griega se le daba mucha importancia a la virtud


(areté), considerada como la plenitud y perfección de la naturaleza,
especialmente la humana. Para los antiguos griegos la virtud fue siempre un
tema de debate. Sócrates, Platón y Aristóteles y las distintas escuelas
filosóficas griegas plantearon su propio método hacia una existencia virtuosa,
plena, verdadera y buena.

Santo Tomás entiende la virtud como el hábito o disposición estable de las


facultades del alma para obrar bien y que, valiéndose del hábito, el alma puede
alcanzar más próximamente los fines que le corresponden. Los hábitos son
cualidades que disponen al sujeto a la acción, ayudando y reforzando el
ejercicio de una facultad (Summa Theologiae, I-II, q. 55, a. 2, c.). Para Santo
Tomas (el Doctor Angélico), son las últimas potencias a las que desea llegar el
ser humano, en cuanto que, son comprendidas como la realización de lo
posible en el hombre.

Las virtudes actúan como un principio de unidad que permite al hombre integrar
razón y sentimientos de modo que ambos converjan en un justo medio,
subordinando las tendencias inferiores a los dictados de la razón, ya que está
diseñada para dirigir el accionar humano. Las acciones bondadosas de los seres
humanos, responden a lo intrínseco que hay en ellos.

Clasificación de las virtudes.

Normalmente se suele clasificar a las virtudes en teologales, cardinales y


humanas. Santo Tomás aborda en la Suma Teológica lo relacionado a las
virtudes teologales que tienen como objetivo a Dios mismo, de tal manera que
ayudan a perfeccionar la disposición que hay en el hombre para dirigirse hacia
lo sobrenatural. Estas virtudes son la fe, la esperanza y la caridad (Geach,
1993), las cuales son infundadas por Dios a los hombres para que obren como
sus hijos. Tienen en Dios su origen y finalidad. Estas virtudes fundan, animan y
caracterizan la acción moral del hombre cristiano.

Las virtudes cardinales son consideradas virtudes naturales. Se les


denomina cardinales porque son el principio y fundamento de las demás
virtudes: Prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Las virtudes teologales ( fe,
esperanza y caridad) son consideradas como virtudes sobrenaturales las
cuales se dirigen directamente a Dios como su objetivo, permitiendo que el
hombre perfeccione su disposición y actitud en orden a lo sobrenatural
infundido por Dios.

La fe, está dirigida a creer en Dios y en el mensaje revelado, la esperanza


trata de depositar la confianza plena en Dios dirigida a alcanzar la gracia de la
vida eterna feliz y la virtud de la caridad, la cual pone de manifiesto el
mandamiento fundamental del amor, que se resume en el amor a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

Las virtudes humanas son aquellas convicciones o actitudes que nos permiten


conducirnos por la vida moralmente. Teniendo claro qué son las virtudes
humanas, estaremos preparados para desarrollarnos, abrirnos camino y tomar
las mejores decisiones para nosotros y los que nos rodean. Estos rasgos
distintivos que una  persona posee, están sustentados en otros valores como el
bien, la verdad, la justicia y la belleza. Para que el hombre actúe bien, se
requiere de buena voluntad, que es perfeccionada por la virtud moral. Esto
significa vivir manteniéndonos firmes en nuestra postura según las diferentes
situaciones que experimentemos, con diferentes personas.

Las virtudes humanas no se refieren directamente a Dios, sino que se


relacionan con nuestra actitud y con todas las cosas referentes a Dios. Estas
virtudes proporcionan dominio, facilidad y gozo, para llevar una vida
moralmente buena y más gratificante. Las virtudes humanas son virtudes
naturales que se incrementan mediante una práctica perseverante, en cambio
las virtudes sobrenaturales (fe, esperanza y caridad) únicamente reciben un
incremento de Dios a través de la gracia.

Las virtudes humanas pueden ser morales e intelectuales. Las virtudes


morales son adquiridas a través del ejercicio y repetición en la consecución de
la vida buena. Estas virtudes potencian las facultades apetitivas de la voluntad
que se inclinan hacia lo que conviene ser bueno según la razón. La prudencia
es la virtud moral más importante. Santo Tomas, considera las virtudes morales
como hábitos del alma, que perfeccionan igualmente las facultades del hombre,
que provienen de su interior, como es el caso de la voluntad.

Las virtudes intelectuales. Según Santo Tomas, las virtudes intelectuales son
practicas del entendimiento que perfeccionan la inteligencia. También son
llamadas virtudes dianoéticas que se adquieren por infusión o por el proceso de
enseñanza aprendizaje. Los seres humanos no las tienen solidariamente todas,
se ordenan de tal forma que estas virtudes dependen en su desarrollo de las
disposiciones naturales de cada individuo y sus disposiciones, ambientes,
facultades y aptitudes especiales. Estas virtudes permiten la bondad del
intelecto en su obrar dirigido a la búsqueda y conocimiento de la verdad tanto
teórica como práctica, para que la obra sea en sí misma buena.

Características de las virtudes intelectuales.


Hacen conocer la verdad, pero no garantizan utilizarla bien.
Se hacen más luminosas cuanto mejor se ejercen las virtudes morales
La sabiduría no lleva a amar a Dios directamente, pero ayuda en ese propósito.
Se suele decir que no son estrictamente virtudes, porque no perfeccionan a la persona
desde el punto de vista moral.
Clasificación de las virtudes intelectuales.
I La razón: facultad que disponemos los seres humanos y por la cual
podemos pensar, reflexionar e inferir. dispone de dos funciones:

1.1 Función especulativa o teórica: que se perfecciona con el entendimiento o hábito


de las primeras verdades especulativas
1.2 Función práctica: qué identifica las acciones cuando son buenas y cuando son
malas.
• II Ciencia: hábito que perfecciona a la inteligencia para conocer las cosas en razón de
sus causas particulares.
• III Sabiduría: Es la virtud intelectual más importante, que partiendo de las primeras
verdades de lo real y del conocimiento del mundo visible, nos lleva a conocer a Dios.

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