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PRIMERA UNIDAD.
Lectura Obligada:
- Código de ética profesional del Colegio de Abogados de Arequipa.
- Grande Yánez Miguel, Ética de las Profesiones Jurídicas, Universidad Jesuitas, desclée. Bilbao 2006. Introducción,
Capítulo 1.
- Hortal Augusto. Ética General de las Profesiones. Centros Universitarios de la Compañía de Jesús. Desclée. Bilbao
2002. Capítulo 4.
Lectura Sugerida:
- Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Pontificio Consejo Justicia y Paz. Ed, Paulinas 2005. Capítulo IV,
Debemos partir del presupuesto que vivimos en un mundo globalizado y globalizante, que estamos ingresando a una
nueva era en el desarrollo de la humanidad, que los pensadores de hoy han dado en llamar la posmodernidad;
Así como que las características de los últimos tiempos de la era moderna han sido la deshumanización,
debido al inimaginable crecimiento de la tecnología, que ha hecho pensar al hombre que lo importante es
trabajar lo menos posible, ganar mucho dinero y pasarla bien, se busca el máximo placer, lo que conduce a un
individualismo exacerbado, que solo puede llevarnos a las peores aberraciones (hedonismo); una sociedad en
1
la que no importa y por tanto no se busca el bien común, lo que importa es lo que me favorece a mí, al dueño,
al jefe; el culto al dinero que solo puede llevar a la inmoralidad y a la corrupción como lo ha demostrado nuestra
más reciente historia política, de asesinatos, torturas y cualquier medio válido para eliminar opositores (Idolatría
del dinero); una sociedad en la que el amor ha sido distorsionado confundiéndolo con idolatría, es decir colocar
a una persona por encima de todo el resto, que nos hará ver que es ético solo aquello que favorece a la
persona idolatrada; posición que solo conduce a la injusticia y al sentimentalismo y que lleva a la toma de
decisiones que contradicen el bien común y la justicia general (Amor desordenado); se valora cada día más lo
que distingue a una persona de las demás, se aclama las actuaciones extraordinarias por muy extrañas que
sean, siendo complacientes con lo que antes fue considerado como aberraciones, justificándolas en que son
derechos del individuo, dejando de lado el bien común, lo que constituye un favorecimiento a la autonomía
desmedida del sujeto humano, que nos lleva a creer que cada quien puede hacer lo que le venga en gana y
determinar por su cuenta lo que está bien y lo que está mal, haciéndonos creer que todo es posible y
justificable, y que lo nuevo por el solo hecho de serlo es más apetecible que lo tradicional o antiguo (Excesiva
autonomía); de esta excesiva autonomía no puede surgir otra cosa que el subjetivismo, manera de pensar
que consiste en considerar que solo lo que uno piensa y decide e valedero, sin tomar en cuenta las realidades
objetivas como la naturaleza de las cosas y el derecho de los demás. El “yo” pasa a ser el centro de universo y
consecuentemente lleva a una “ética de situación” (Subjetivismo), que no es otra cosa que aquella que
considera que la persona está autorizada a actuar solamente en función al momento, sin tener en cuentas las
normas generales que trascienden al instante, el sujeto es visto como un absoluto sin relación alguna con el
pasado ni el futuro y sin referencia alguna con algo superior, las leyes son para el momento (Ética de
situación).
Otro factor que incide en la concepción que pueda tener un profesional, sobre la ética, está determinado por las
ideas filosóficas preponderantes en esta llamada era posmoderna. Por mencionar algunos, que seguramente
no agotan toda la gama, pero por lo menos son los más importantes:
El Positivismo.- Corriente filosófica que aparece a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, favorecida por el
decaimiento del sentido religioso, la Revolución Industrial y los cambios tecnológicos que marcan esa época.
Se piensa que la religión no tiene la respuesta al por qué de las cosas, mientras la ciencia sí, ya que se
considera que lo conocido por medio de la ciencia brinda seguridad, confianza y confort; la realidad queda
enmarcada por las coordenadas del tiempo, espacio y masa o materia y solo puede estudiarse científicamente
los hechos, los fenómenos, lo experimentable, observable y verificable para conseguir el desarrollo de la
sociedad, que sólo puede alcanzarse con la ciencia. Se considera que es la objetividad frente a la subjetividad,
en todas las ramas de saber humano y por tanto también en los hechos sociales.
Considera que no se puede llegar al conocimiento del hombre sino solo a través de la sociología, puesto que es una
ciencia que permite la experimentación, y de allí surge como consecuencia la creación de unas normas
descriptivas, luego externas, de lo que debería ser el comportamiento del hombre en la sociedad. El
fundamento de la moral es exclusivamente lo que vive de hecho el grupo humano, por lo que su ética está
restringida al pensamiento y al comportamiento común de la sociedad, en frecuente cambio e incluso
decadente. El hombre queda sometido a las normas rígidas de la sociedad de la que forma parte. Será ético
aquello que mande la sociedad, lo que imponga el grupo humano. Es una ética opresiva dentro de un marco de
obligaciones externas que se constituyen en un yugo que oprime de manera insoportable, que esclaviza.
(Augusto Comte, Emilio Durkheim).
En síntesis, de acuerdo a esta corriente filosófica solo se pueden admitir como científicamente válidos los
conocimientos que proceden de la experiencia, toda noción a priori y todo concepto universal y absoluto deben
ser rechazados. La única realidad científica es el hecho y la experiencia y la inducción son métodos exclusivos
de la ciencia.
No tiene cabida una ética cuyos fundamentos son principios y verdades absolutas como el bien, la libertad, la verdad,
la conciencia, Dios. No se quiere aceptar que “…hay valores reconocidos como buenos en todos los tiempos y
culturas y que sus contrarios son malos”.1
El Freudianismo.- (S. Freud: Friburgo 1856, Londres 1939) Considera la conciencia como un simple mecanismo
psicológico de represión de los instintos, negando la apertura del espíritu humano hacia el bien absoluto. Para
sus seguidores, la ética es el fruto de una neurosis colectiva; la obsesión de una humanidad que se siente
1
José Ramón Ayllón. Ética Razonada. Ediciones Palabra S.A. Madrid 1999. Pág. 14
2
culpable que busca alivio en el conocimiento de lo vivido en su infancia. Una ética centrada en lo psicológico,
polarizada por el problema de los instintos, dominada por los principios del placer y la utilidad, encierran al
hombre dentro de unas fronteras impuestas por el instinto sexual, la libido, que lo alejan de lo trascendental, y
de su proyección hacia el futuro. (“Tótem y Tabú”; “El Malestar y la Cultura”.)
El Marxismo.- Marx, centró su ética en la lucha de clases, en los resultados económicos. De allí que será ético
todo lo que favorezca la destrucción de la superestructura alienante que esclaviza al trabajador. La historia nos
ha demostrado que esta manera de pensar solo ha conducido al odio, a las guerras fratricidas, al terrorismo.
Como en cualquier período de la historia de la humanidad, esta época presenta algunas características que la
distinguen y que marcan la manera de ser y el modo de actuar de los individuos y de las sociedades que
conforman.
Globalización, no es un fenómeno nuevo ni una ideología en sí misma, sino más bien un proceso de interconexión
y difusión de ideas y mensajes, así como patrones culturales, acelerado por el progreso de las nuevas
tecnologías. Proceso multidimensional que abarca no solo la economía, aunque ésta pueda haber sido su
origen, sino que llega a todos los ámbitos de la vida humana, sociales, políticos, religiosos, culturales, etc.
(Parodi Trece, 2005), yo añado, específicamente, aspectos morales y jurídicos. En todo caso estoy más de
acuerdo con aquella definición que considera la globalización como “un proceso (o una serie de procesos) que
engloba una transformación en la organización espacial de las relaciones y las transacciones sociales,
evaluada en función de su alcance, intensidad, velocidad y repercusión, y que generan flujos y redes
transcontinentales o interregionales de actividad, interacción y del ejercicio del poder 2”. (Held, David. McCrew,
Anthony. Goldblatt, David y Perraton, Jonathan, 2002). El aspecto negativo de la globalización es que como
producto de ella, se tiende a considerar inapropiado, y hasta criminal, o signo de resistencia al desarrollo, o
señal de intolerancia, el no participar de los cambios que propone la globalización, aunque tales cambios
afecten o pongan en peligro estructuras, valores y principios. 3 (Bauman, 2001)
Ética esencialista, como una reafirmación de la moral del pasado, construida sobre las esencias metafísicas, sin
tener en cuenta las dimensiones existenciales de la vida y de la historia. El hombre no es libre porque está
determinado por su esencia, por tanto sus decisiones no podrían ser malas. Ese enfrentamiento entre la vida,
hecho real, y la historia como forma de ver los hechos del pasado, provoca esa actitud que conocemos como
perplejidad.
Perplejidad, como resultado de encontrarse en una realidad en la que se mezclan distintas éticas, falta de ética,
desinterés por la ética y la moral. Como resultado esta perplejidad, de este llenarse de dudas existenciales, de
ambigüedades, se llega a la lógica posición de preguntarse si no dará lo mismo una que otra cosa, cayendo así
en el relativismo.
Relativismo, que puede expresarse en un “todo da lo mismo”, o en la actitud facilista de no hacer nada es decir
dimitir.
Permisivismo, es decir niveles de tolerancia en la propia vida ética como en la de los demás, por comodidad, para
no ser mirado como un retrógrado, por lo que cada circunstancia será afrontada con diversos criterios, según
convenga, es decir el juego de una
2
Held, David.McCrew, Anthony. Goldblatt, David y Perraton, Jonathan. Transformaciones Globales.
Política, Economía y Cultura. OXFORD. Mexico 2002 L.
3
Bauman, Z. La Globalización. Consecuencias Humanas. Mexico. Fondo de Cultura Económica. 2001.
3
Doble moral, estoy en contra de la pena de muerte, pero a favor del aborto; quiero vivir en paz, pero justifico las
guerras; soy defensor de la familia pero admito el divorcio; critico los malos modales de los demás pero yo
mismo trato mal a las personas de mi entorno; digo ser justo y honesto pero al mismo tiempo justifico las
actitudes deshonestas de mis compañeros y el plagio y no soy capaz de denunciar estos hechos como
injusticias. Si queremos más ejemplos solo tenemos que pensar en la ley del embudo. Esta falta de educación,
de convicción, de formación, solo puede conducirnos a una falta de personalidad; queremos ser y actuar de un
modo correcto, pero sentimos vergüenza de hacerlo, porque para los demás eso es ser retrogrado, fósil, “nerd”.
Influye en nuestras decisiones el “qué dirán”, el temor al ridículo, la falta de madurez.
Falta de personalidad, sin embargo, afirma Hallet, de quien hemos tomados estas ideas previas, existe un gran
número de personas que se rigen por normas éticas muy valederas, pero como les falta formación más
profunda y sistemática, en parte su cumplimiento es por tradición, parte por intuición, siempre con algo de
convicción, pero muchas de las veces con cierto pudor o vergüenza: saben que es importante vivir éticamente,
pero les falta argumentos para defender su posición, lo que puede llevarlos a abandonar la moral, por temor al
qué dirán, al ridículo, a la falta de espíritu crítico y de autonomía de pensamiento frente al grupo, es decir por
falta de madurez ética. Frente a todo ello, no debemos olvidar que existe un patrimonio ético que nos ha sido
legado por los grandes filósofos y por las religiones, y que la ley natural siempre se manifiesta en el corazón de
cada uno de nosotros.4
El encuentro de esas ideologías, las características del mundo de hoy, nos lleva a constatar que vivimos en un mundo
en permanente crisis, y no solo ética y moral, sino como resultado de catastróficos procesos económicos,
sociales, políticos y ecológicos, que nos inducen a pensar que es necesario una reflexión sobre el talante ético,
sobre el comportamiento moral del hombre, si es que no quiere seguir el camino de la autodestrucción,
necesitamos de una ética que nos ayude a encontrar los valores y las normas que llevan a buen puerto
nuestras acciones y nuestros proyectos, como señala Hans Kung 5.
La libertad inteligente.
Lo que nos hace diferentes a los animales, es la libertad inteligente, y solo en esa condición de seres inteligentes y
libres nos permite ver la realidad como el campo propicio para el desarrollo de nuestras posibilidades, infinitas
posibilidades que nos permiten transformar nuestro entorno para generar el progreso, el desarrollo. Podemos
escoger libremente incluso posibilidades negativas, y no con poca frecuencia elegimos el mal, porque por
nuestra libertad sabemos que estamos obligados a elegir pero nada nos garantiza que vayamos a acertar en
nuestra elección. Y en ese mundo que hemos visto constituye nuestro entorno, necesitamos de una brújula que
nos oriente, para poder así hacer de nuestro mundo una realidad habitable, producto de buenas elecciones que
impidan que acabemos mal, como dice José Ramón Ayllón: “…si el homínido se convierte en homo sapiens, no
le queda más remedio que convertirse en homo ethicus. Es decir no le queda más remedio que diseñar un
mundo habitable. Algo que requiere elegir bien para no acabar mal: respetar la realidad; respetarse a sí mismo;
abrir los ojos y aprender a mirar; superar la ley de la selva; no ser lobo para el hombre; usar la brújula y el
mapa; saber que el terreno está minado; estar dispuesto a sufrir. En resumen: sostener un esfuerzo inteligente
al servicio del equilibrio personal y social. Y si se quieren emplear palabras diáfanas: hacer el bien y evitar el
mal.”6
Y nos sigue diciendo que por el hecho de ser inteligentes y libres no somos gobernados ni por el instinto ni por la
sensibilidad; y que hacemos honor a nuestra condición de sujetos al sujetar nuestros actos, al llevar la rienda
de nuestra conducta, conduciéndonos, ya que nuestra composición de libertad e inteligencia es de dos piezas
inestables que a veces no encajan bien e incluso a veces constituye una mezcla explosiva; porque como seres
humanos llamados a vivir en sociedad tenemos que aprender a vivir bien, porque queremos ser felices y el mal
sabemos que nos esclaviza. Somos seres humanos y no animales y necesitamos del arte de saber construir
nuestras vidas con autentica calidad. No vivimos aislados sino en comunidad, en sociedad y nuestro mundo no
puede ser la selva y el caos.
Siendo el propósito ético central de las profesiones jurídicas lograr la resolución pacífica de los conflictos privados,
tiene que considerarse que el ejercicio profesional del abogado no puede ser visto como un negocio ni como
una empresa, ya que en ellos el propósito es el enriquecimiento económico, la especulación y el lucro;
4
Carlos Hallet C. sj. El Profesional y la ética hoy. Introducción a la moral. Ed. Paulinas. S. de Chile.
5
Hans Kung. Proyecto de una ética mundial. Ed. Trotta 1992.
6
José Ramón Ayllón. Ética razonada. Libros MC Madrid 1999. pág.9.
4
finalidades que deben estar ausentes en el ejercicio profesional del abogado que ante todo es un servidor
social de la paz y de la justicia, sin dejar de lado que es natural que su profesión le posibilite un medio de vida
digno.
Como profesionales del derecho somos promotores del cambio de nuestra sociedad para con seguir su desarrollo
integral y coherente y nos dice nuestra Santa Madre la Iglesia: “Los auténticos cambios sociales son efectivos y
duraderos solo si están fundados sobre un cambio decidido de la conducta personal. No será posible jamás
una auténtica moralización de la vida social si no es a partir de las personas y en referencia ellas: en efecto, “el
ejercicio de la vida moral proclama la dignidad de la persona humana” (catecismo de la Iglesia Católica 1706).
A las personas compete, evidentemente, el desarrollo de las actitudes morales, fundamentales en toda
convivencia verdaderamente humana (justicia, honradez, veracidad, etc.), que de ninguna manera se puede
esperar de otros o delegar en las instituciones. A todos particularmente a quienes de diversas maneras están
investidos de responsabilidad política, jurídica o profesional frente a los demás, corresponde ser conciencia
vigilante de la sociedad y primeros testigos de una convivencia civil digna del hombre”. 7
Si la ética es el saber ser o saber actuar la deontología viene a ser el deber ser de ese saber ser, es decir la guía
de la actuación correcta del profesional y pretende resolver los dos principales problemas que se plantean en
todo grupo social, en el colegiado: 1. la armonía interna: que el comportamiento individual de cada uno no
haga estallar la cohesión del grupo; 2. el reconocimiento por los demás: que la profesión sea tenida como
socialmente útil.8
La finalidad de los códigos deontológicos determina su necesidad, garantizar la confraternidad, la solidaridad entre los
profesionales de un colectivo, en respuesta a la necesidad de armonía interna; y el respeto a las autoridades y
al cliente que constituyen esa necesidad de reconocimiento. Las disposiciones de un código deontológico se
dirigen a la conciencia de los individuos y a su buena voluntad de someterse al juicio de sus pares.
“La universalidad de la esperanza cristiana incluye, además de los hombres y mujeres de todos los pueblos, también
el cielo y la tierra:”destilad cielos, como rocío de lo alto, derramad, nubes, la victoria. Ábrase la tierra y
produzca salvación, y germine juntamente la justicia. Yo, Yahvéh, lo he creado” (Is. 45.8). Según el Nuevo
Testamento, en efecto, la creación entera, junto con toda la humanidad, está también a la espera del Redentor:
sometida a la caducidad, entre lo gemidos y dolores del parto, aguarda llena de esperanza ser liberada de la
corrupción (Cf. Rm 8,18-22).9
B.1.- Concepto.
Aristóteles aplica este término para designar el cambio sustancial, o transformación de una realidad (sustancia) en
otra.
Si se traslada esta definición filosófica al ámbito antropológico, social y político, explica la degradación de la persona
“corrompida”, la corrupción social o política. 10Uno de sus efectos es producir desmoralización general.
Cuando se refiere a la función pública se considera que es la utilización de bienes públicos para fines privados, es
decir consiste en desvirtuar la naturaleza de lo político que es la promoción del bien común. El bien que se
persigue con la actividad del Estado se deja de lado en beneficio de intereses privados. 11
Entendemos también por corrupción, “la acción de dañar, pervertir, depravar y echar a perder manipulativa y
utilitariamente a alguien con propósitos malsanos, alterando y trastocando su identidad, propiciando,
consciente o inconscientemente, la complicidad en el logro de esa finalidad. 12
7
Pontificio Consejo Justicia y Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. E. Paulinas 2005. 134.
8
Etienne Perrot. Ética Profesional, el discernimiento en la toma de decisiones. Libros MC, Paris 200.
pág.29
9
Pontificio Consejo Justicia y Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. E. Paulinas 2005. 123.
10
Blásquez Carmona F., Devesa del Prado A., Cano Galindo M. Diccionario de términos éticos. Verbo
Divino. Navarra 1999.
11
Defensoría del Pueblo. Escuela Superior Antonio Ruiz de Montoya. Precariedad y Proyecto. Ética y
Función Pública en el Perú. Lima 2002. 174.
12
Peña K. Saúl. Psicoanálisis de la Corrupción. Política y ética en el Perú Contemporáneo. PEISA. Lima,
2003. 59.
5
B.2. Causas y efectos.
La principal causa de la corrupción no es otra que la crisis de valores, al desvincularse éstos de los principios éticos
fundamentales. Se manifiesta por la actuación dentro de un clima de permisividad moral en el que parecen
estar bien algunas conductas que antes eran reprochables desde el punto de vista ético, como señala Jorge
Yarce en su obra “Valor para Vivir los Valores” 13. El efecto de esta causa e la perdida de los puntos de
referencia, lo que genera una ética inconsistente, sin bases sólidas, nos dice este autor, que lleva a la gente a
hacer cosas malas creyendo que son buenas y por tanto los demás también las pueden pensar, hacer o dejar
de hacer, porque lo que no está expresamente prohibido por una norma, se puede hacer.
Otra causa surge de las concepciones erradas como el hedonismo, la idolatría del dinero, el amor desordenado, la
excesiva autonomía, el subjetivismo, la ética de situación, el relativismo, el permisivismo, la doble moral, la falta
de personalidad, etc., cuyo efecto es trastornar la conducta de los individuos haciéndola incoherente con los
valores y principios éticos es decir la corrompen, le cambian la esencia, la hacen “otra cosa” que no es lo que
debe ser.
La corrupción no siempre será el producto de una conciencia mala y perversa. Muchas personas “buenas”, incurren
en actos de corrupción y encuentran justificación para haberlo hecho, recurriendo precisamente a esa doble
moral, al relativismo o al subjetivismo, o a cualquier otra de las concepciones erradas de la ética.
Cicerón dijo: “Lo peor de las personas importantes no es que sean viciosas, sino que tengan tantos imitadores. Pues
basta con recorrer la historia para ver que, tal como fueron los principales ciudadanos de una república, así fue
esa república, y los cambios que los grandes introdujeron en sus costumbres no tardaron en ser adoptados por
el pueblo. Por eso los grandes, cuando tienen vicios, resultan particularmente perniciosos para el Estado, pues
además de estar corrompidos, corrompen a los demás”.14
Este es el efecto principal de la corrupción, generar un círculo vicioso: el corrupto corrompe a otros y estos a su
vez a otros y así hasta nunca acabar. León Trahtemberg, haciendo un análisis de la corrupción se pregunta
“¿Cómo podríamos romper este círculo vicioso de inmoralidad? Primero, los gobernantes deben crear las
condiciones para que todos los peruanos de buena voluntad puedan actuar de acuerdo a la ley y a los
principios de la convivencia correcta sin tener que apelar a artimañas o transgresiones para resolver sus
problemas, impidiendo y sancionando además los beneficios de las coimas y chantajes. Segundo, los
ciudadanos debemos aprender a elegir autoridades que en su trayectoria personal hayan demostrado poseer
estas calidades éticas…”15
Considerando que el abogado es la persona a quien la sociedad ha habilitado, luego de lograr conocimientos
especiales sobre el derecho, para que con prudencia jurídica asesore a las personas acerca de sus derechos y
obligaciones, y reclame de los jueces el reconocimiento de sus pretensiones, recibiendo un pago equitativo por
esos servicios,16su conducta será corrupta si no obtuvo esos conocimientos especiales que lo habilitan para
ejercer la profesión, si la ejerce de manera imprudente y si la retribución que exige no corresponde de manera
equitativa a los servicios prestados, y añadiremos, si incumple con los deberes que le impone su colegiado
mediante su código deontológico: el pago de comisiones indebidas (soborno, coimas), el cohecho, los pactos
indebidos con la parte contraria, el asumir conductas procesales indebidas, el uso de recursos dilatorios, de
argumentos falsos, medios ilícitos, publicidad indebida, incitación al litigio; la dicotomía, que consiste en
duplicar o multiplicar los ingresos u honorarios pasándose los profesionales de un mismo ramos los clientes de
uno al otro, el mal uso de los pactos quota litis, de los que trataremos más adelante; la propaganda indebida
del propio bufete.17
Debido a las concepciones ideológicas, alguna de ellas brevemente enunciadas, y a las características de la sociedad
moderna o pos moderna, como quiera llamársele, aunque pienso yo que esta época pasará a la historia como
13
Jorge Yarce. Valor para vivir los valores. Ed. Norma 2004.
14
José Ramón Ayllón. Ética razonada. Libros MC Madrid 1999. pág.128.
15
León Trahtemberg. La Moral como Privilegio. Arequipa al Día. 27 de marzo de 2005.
16
Rodolfo Luis Vigo (H.). Ética del Abogado. Conducta Procesal Indebida. LexisNexis Abeledo Perrot.
Buenos Aires.2004. Pág.65.
17
Peinador C.M.F., Antonio. Moral Profesional. BAC, Madrid 1962. Pág. 271.
6
la de la globalización; hay algo que se ha perdido de vista, y que muy pocas veces es parte de las
consideraciones generales a tenerse en cuenta para la consecución de los fines del hombre y por tanto para el
desarrollo armónico de la sociedad, me refiero al bien común: Eso que permite la unión entre sí de los
individuos procedentes de un origen común y que viven en similares condiciones ; “y también el modo en que
se comparan las diferencias de sus peculiaridades e iniciativas individuales, los contrastes se complementan
entre sí, etc. En definitiva el “modus convivendi” de las mayorías que allí se hace posible”. 18
C.1. Concepto.- El Papa Pio XX, en un radiomensaje del 24 de diciembre de 1942 definió el bien común con estas
palabras: “conjunto de aquellas condiciones externas necesarias para que el hombre pueda desarrollar sus
cualidades y sus oficios, su vida material, intelectual y religiosa, que el individuo, la familia y los demás
organismos inferiores no son suficientes para perfeccionar.” 19
El hombre por su natural imperfección busca relacionarse con sus semejantes, para complementarse y completarse,
y ayudarse en la consecución de sus aspiraciones y de su fin último, que es la felicidad, que en definitiva se
confunde con el bien común, por lo que también podemos decir que el bien común es el fin de toda sociedad y
todos, gobernantes y gobernados tenemos la obligación de contribuir al bien común.
“…todo orden político se justifica y legitima únicamente en función de esta finalidad suprema: promover condiciones
sociales que coadyuven a que cada ser humano pueda alcanzar libremente la meta definitiva de su existencia,
a saber, llegar a la plena comunión de amistad con Dios. Comunión que, a su vez, es condición de posibilidad
de relaciones auténticamente fraternas. Así, el orden racional contenido en la ley natural, accesible a todo
hombre, señala unas pautas ético - políticas fundamentales tanto para los ciudadanos como para los
gobernantes. Recordemos la insistencia con que Santo Tomás deposita en el legislador la responsabilidad
primordial de desarrollar en los ciudadanos las virtudes éticas. De hecho, remarca Dewan, “es una enseñanza
constante de Tomás de Aquino que el fin, la meta o el bien de la sociedad política es la virtud, es decir, el bien
humano, y que para lograr esto es necesario que los gobernantes sean virtuosos. …Y ser virtuoso no es más
que seguir fielmente la voz de la naturaleza racional que nos inclina a la consecución de su telos o fin o bien
propio. La consumación de nuestro ser individual y social no se alcanzará jamás si se desatiende dicha voz.
Nuestro propósito al mostrar el valor decisivo de la vida social y del bien común para la plenitud humana, se
encamina a evidenciar que resultados tan anhelados como son los de una convivencia justa y pacífica no
podrán alcanzarse si no se atiende a estos elementos fundamentales de la vida individual y comunitaria. Tal
como ha enseñado Lawrence Dewan, la naturaleza humana, obra de la divina sabiduría, marca el camino por
seguir si queremos establecer relaciones justas, cuyo fruto es la paz.” 20
a) Los principios éticos son aquellos imperativos de tipo general que nos orientan acerca de qué hay de bueno y
realizable en unas acciones y de malo y evitable en otras.
b) El principio moral es un imperativo universal que prescribe determinado tipo de acciones en razón de
determinadas características descriptivas, que, siempre que se den y en igualdad de circunstancias (caeteris
Paribus), obligan a actuar obedeciendo a ese principio. Los imperativos , aun siendo universales, tienden a
prescribir actuaciones; los principios morales no prescriben actuaciones concretas de forma directa e
inmediata, más bien apuntan a los temas y metas que no hay que perder de vista a la hora de actuar y sobre
todo a la hora de formular cualesquiera normas o prescripciones morales.21
Los Principios se distinguen de las normas en que éstas son menos genéricas, las normas aplican los principios a
situaciones concretas aunque no siempre queda clara la distinción.
Sin ser los principios veredictos definitivos e independientes, nos ofrecen sin embargo, el punto de partida y nos
hacen fijar en consideraciones básicas que se deben tener en cuenta para tomar decisiones o resolver casos
problemáticos.
La bioética ha aportado a la ética profesional aspectos fundamentales en la teoría de los principios, y de los tres que
fueron consagrados: el de respeto a las personas, el de la beneficencia y el de la justicia, se ha llegado hoy a
cuatro principios fundamentales: el de beneficencia, el de autonomía, el principio de justicia y el de no
maleficencia.
18
Guardini, Romano. Ética, lecciones en la Universidad de Múnich. BAC, Madrid 1999. Pág.629.
19
Peinador C.M.F., Antonio. Moral Profesional. BAC, Madrid, 1962. Pág. 84.
20
Irizar, Liliana Beatriz. Los Fundamentos Metafísicos de la Ética y la Política en Lawrence Dewan:
Elementos para la construcción de una comunidad democrática, justa y pacífica. Díkaion, Revista de
Fundamentación Jurídica. Año 24, Vol. 19 Núm. 1/1-248-Chía, Colombia, Junio 2010. Universidad de La
Sabana.
21
Augusto Hortal. Ética General de las Profesiones. Universidad Jesuitas. Desclée. Bilbao 2002. Pág.92.
7
1.- Principio de Beneficencia: Hacer bien una actividad y hacer bien a los otros mediante una actividad bien hecha.
Comprende pues el realizarse como profesional, la permanente actualización en conocimientos propios de la
profesión, para realizar un servicio profesional eficiente que redunde en beneficio no solo del profesional, en
cuanto que satisfaga su capacidad, así como del cliente, en cuanto que satisface su necesidad o interés, sino
de la sociedad en general, en cuanto que satisface su aspiración ética de justicia. “El abogado no puede, no
debe defender de tal manera a su cliente que dañe a todos los demás, al conjunto de la sociedad, a la
administración de justicia y cause un deterioro serio en las instituciones dedicadas a administrarla conforme a
las leyes”22 Implica Ser competente, diligente, responsable. La deontología será precisamente, a través del
control de los colegios profesionales, la que califique las conductas, que ante una eventual denuncia, puedan
ser calificadas de buenas, competentes, correctas, o malas y sancionables.
2.- Principio de autonomía: nada es verdaderamente humano si es impuesto a los hombres por otros hombres. La
voluntad racional y libre de cada persona es la única fuente de la ley moral. Una moral que se considere adulta
no puede aceptar un imperativo ético sin una explicación racional. Es necesario que sepamos dar razón de
nuestra conducta, nuestro comportamiento debe tener una motivación autónoma. Mediante la autonomía el ser
humano no obedece a ninguna instancia externa sino a su propia voluntad racional que le convierte en
legislador, colegislador junto con los otros seres racionales y libres, de un reino de los fines en los que cada
persona tiene dignidad y es insustituible, no tiene un precio que se le pueda poner y por el que se la pueda
cambiar. Supone la libertad, la racionalidad, la responsabilidad, pero especialmente el respeto a la propia
conciencia.
Cabe poner como límite a la autonomía, la libertad de los otros y el daño que pudiera causarles en el ejercicio de mi
propia libertad.
3.- Principio de Justicia: se debe procurar dar a cada quien lo suyo, lo que le corresponde.
Supone un compromiso con el bien público y con los grandes problemas sociales, así como de servicio a la sociedad
para ayudar a solucionarlos. Los profesionales para ser justos tienen que ser leales a las condiciones sociales
en las que ejercen la profesión.
d. Que haya cierta proporcionalidad entre el efecto bueno y el malo, mejor dicho, que el efecto bueno supere al
malo, o al menos lo iguale.
“Hacer bien las cosas para hacer bien a las personas prestándoles un servicio profesional competente, responsable,
adecuado a sus necesidades y deseos como forma de ayudarles a vivir la vida, a vivirla mejor o a no vivirla
peor, es la caracterización que hemos ofrecido del que puede llamarse principio de beneficencia en el
ejercicio de una profesión.
Tratar a los clientes y usuarios de los servicios profesionales como personas, contando con su parecer, respetando
sus derechos y convicciones, proponiéndoles las diferentes alternativas que su caso presenta y recabando su
consentimiento tras haberles informado en términos inteligibles, es decir, relacionarse con ellos como con
personas iguales y diferentes, merecedoras de respeto y consideración, puede asociarse con el principio de
autonomía en ética profesional.
Proceder con justicia, cumplir las obligaciones contractuales implícita o explícitamente contraídas, teniendo en cuenta
el marco institucional público o privado y el rol que desempeña el profesional en él, así como los títulos que
concurren en el cliente o usuario que acuden a los servicios profesionales, tomando en consideración también
el contexto social y las obligaciones que de él se derivan a la hora de establecer prioridades y asignar recursos,
es lo que proponemos como principio de justicia en ética profesional.
El principio de no maleficencia, ya lo hemos dicho, es la sombra de los tres anteriores y de cualquier otro; propone
ante todo no hacer daño, es decir, para empezar no hacer mal el propio oficio profesional, no perjudicar ni
hacer el mal ni al cliente ni a otros, no manipularles ni ejercer violencia sobre ellos, no violar sus derechos ni
ignorarles como personas; no cometer injusticias con ellos privándoles de lo que se les debe y corresponde.
22
Augusto Hortal. Op. cit. Cap.5 Pág. 128.
8
Para ser un profesional ético hay que serlo íntegramente; no valen los atajos ni las simplificaciones. El profesional
que actúa éticamente tiene que cumplir con todos los principios en la medida en que las situaciones lo
permiten. …”23
c) Los Valores son esas propiedades o calidades sui generis que poseen los seres y que se dan en un orden
jerárquico, que determina que en caso de conflicto se prefiera el superior. Es la condición de algo que sirve y
es deseable. Son realidades objetivas porque su existencia no depende del sujeto sino de la naturaleza misma
del ser. Es en sí la perfección del ser y que debido a ello atrae nuestra potencia apetitiva, nuestro deseo de
realizarla o de alcanzarla. Para la ética el valor es el bien. (Ser veraz, ser justo, ser responsable, ser tolerante,
ser dialogante, ser solidario, trabajar honradamente, mantener la palabra dada, ser crítico y saber aceptar la
crítica, estar abierto a la utopía…)
d) Las virtudes: - término que equivale a capacidad y aptitud -, en cambio, significan la habilidad, facilidad y
disposición para llevar a cabo determinadas acciones adecuadas al hombre. Es un hábito operativo bueno.
Puede decirse que la virtud es la repetida realización de un valor. Es esa fuerza interna que nos impele a
actuar conforme a nuestros principios en el afán de alcanzar nuestro fin último. La virtud no es innata, pero se
tiene una natural disposición para ella, y se adquiere por el ejercicio constante, serio y duradero de esa
capacidad y aptitud.
Si queremos ser prudentes deberemos practicar habitualmente la prudencia; si ser justos deberemos practicar la
justicia; fuertes, la fortaleza; si ser honestos la honestidad; buenos, la bondad; fieles, la fidelidad… es decir,
para ser virtuosos hay que practicar las virtudes.
La conciencia moral puede ser cierta o dudosa, verdadera o errónea, y el error puede ser vencible o invencible.
Se distingue de la conciencia sicológica, en que esta es la capacidad humana de conocer la realidad y conocerse a sí
mismo (autoconciencia).
La conciencia se presenta como una exigencia de nosotros a nosotros mismos, que algunas veces nos enfrentará
con las exigencias del grupo o de la sociedad y no por rebeldía sino por convencimiento de que existen cosas
que no se pueden o no se deben hacer.
“…la conciencia se nos presenta sobre todo como orientadora de la acción moral e impulsora de la misma: me
sugiere lo que debe hacerse y me impulsa a ello con fuerza variablemente obligante. En la conciencia se
acaban así plasmando los ideales que me realizan, los valores y criterios de comportamiento que debo seguir,
tanto en relación a mi mismo como en relación a los otros. Pero igualmente se acaban plasmando los “juicios
morales en situación”, aquellos que me indican lo que debo hacer en el aquí y ahora, encarnando en ese aquí y
ahora ideales y normas.
La voz no siempre se oye con claridad. Como en todo proceso de comunicación, puede haber interferencias,
dificultades, oscuridades. Para evitar las interferencias es importante que nos introduzcamos en un proceso
educativo de maduración de la conciencia, que se consolida con la formación y la autonomía, enfrentándonos
así a las diversas manipulaciones a las que puede ser sometida. Y ante las dificultades y oscuridades se
impone el arte de la interpretación y el discernimiento, fiel y creativo a la vez, algo que debe acompañar todo
proceso de conciencia.”24
Esta doctrina social de la Iglesia está contenida en diversos documentos de la Iglesia que específicamente tocan el
tema de los profesionales y la Doctrina Social de la Iglesia, y que en el Compendio de DSI, podemos analizar
más detenidamente con la lectura de los siguientes numerales:
El Santo Padre Benedicto XVI, en su mensaje a los Obispos Italianos reunidos en Asís durante la 55 Asamblea
General el 10 de noviembre de 2005, señaló “En esta misión evangelizadora y humanizadora de la Iglesia
participan los fieles laicos de un modo peculiar y acorde con su índole secular, pues viven y actúan allí donde
se organiza la vida social, donde se toman las decisiones o se transforman las estructuras que condicionan la
vida civil. Ellos han de seguir su vocación específica de "buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según
Dios, los asuntos temporales" (Lumen gentium, 31) y, por tanto, poniendo sus capacidades profesionales y el
testimonio de una vida ejemplar al servicio de la evangelización de la vida social, haciéndola al mismo tiempo
más justa y adecuada a la persona humana. Para ello necesitan una sólida formación que les permita discernir
en cada situación concreta, por encima de intereses particulares o propuestas oportunistas, lo que realmente
mejora al ser humano en su integridad y las características que han de tener los diversos organismos sociales
para promover el verdadero bien común. En este sentido, el Compendio, objeto de estudio en ese Encuentro,
por su carácter orgánico y la formulación sintética de cada uno de los puntos tratados, es una ayuda preciosa
para la formación de los fieles cristianos en las cuestiones sociales; sobre todo si va acompañado de una
acción pastoral y catequética sabia, constante y capilar”.
En síntesis, a nosotros, los profesionales, nos cabe una mayor responsabilidad en la cuestión social del mundo, ya
que se nos ha entregado los talentos de los que deberemos dar cuenta como nos dice Mt 25, 14-30.
10
conmutativa; las obligaciones de la sociedad para con el individuo, que es lo que conocemos como justicia
distributiva; y, las obligaciones del individuo para con la sociedad, que es lo que conocemos como justicia legal.
“Una persona justa es una persona ecuánime que no se deja llevar ni por la moda, ni por el “qué dirán”, ni por
veleidades caprichosas. Ser justo hoy significa vivir radicalmente a favor de la dignidad de la persona humana,
buscando su bien. …El valor ético de la justicia es un valor fundamental y, juntamente con la verdad,
constituyen la piedra angular del edificio de la ética civil. Sin justicia y verdad no hay ética y, cuando la ética
elemental falla, el incivismo se apodera de nuestras sociedades y estas resultan inhabitables.” 25
SEGUNDA UNIDAD:
El Abogado y su función
A. El Abogado.
A.1 Concepto
A.2 El abogado en la Iglesia
A.3 Buen y mal abogado
25
Joan Bestard. Diez Valores éticos. PPC. Madrid 2004. Pág. 61
11
B. Diversas formas posibles de vidas (maneras de vivir) ético-jurídicas, del abogado.
B.1 Bíos justo,
B.2 Bíos utilitario.
B.3 Bíos Legista.
B.4 Conclusión
C. El Bíos Prudente.
C.1 La Prudencia Jurídica.
D. Función del Abogado en el Campo Jurídico.
D.1 Interprete
D.2 Crítico valorativo
D.3 Difusor
D.4 Fuente material pre normativa
E. La imagen negativa del abogado en la sociedad actual, desprestigio y rechazo social.
Lectura Obligada:
- Vigo Rodolfo Luís, ética del Abogado, conducta procesal indebida. Lexis Nexis. Abeledo-Perrot, Buenos Aires 2003.
Capítulos 3, 4 y 5.
Lectura Sugerida:
- Grande Yánez Miguel, Ética de las Profesiones Jurídicas, Universidad Jesuitas, desclée. Bilbao 2006. Capítulo 2.
- Hortal Augusto. Ética General de las Profesiones. Centros Universitarios de la Compañía de Jesús. Desclée. Bilbao
2002. Capítulo 4.
A.- El Abogado.
“Para ser competente en la práctica del derecho uno debe dominar, por supuesto, un conjunto considerable de
doctrinas, y conocer las distintas formas de argumentación que emplea el derecho. No obstante, el abogado
verdaderamente notable, el que es reconocido por sus colegas como un practicante ejemplar, y cuyo trabajo es
distinguido por su sutileza e imaginación, posee más que un simple conocimiento doctrinario y destreza
argumentativa. Lo que distingue a un abogado de esta clase y hace de él un modelo para la profesión, no es
cuánto sabe sobre derecho, ni tampoco su manera inteligente de hablar, sino la sensatez con la cual juzga lo
que su tarea requiere. Cuando un abogado quiere elogiar el trabajo de otro, lo más probable es que le diga que
es una persona de buen juicio. Entre abogados practicantes nada es más valioso. Por cierto, si uno observa
principalmente la retórica de la profesión ( la cual puede darnos al menos una idea de cómo se ven los
abogados a sí mismos), va a poder constatar que la virtud más admirada por los abogados que creen esencial
para su trabajo es la del buen juicio o la prudencia, para usar un término más antiguo cuyo sentido sufrió una
alteración radical en los tiempos modernos.”26 (Martín F. Böhmer, 1999)
La abogacía es una profesión libre, independiente, cuyo fin es la justicia y los medios para alcanzarla son el consejo,
la concordancia y defensa de los derechos e intereses públicos y privados, aplicando para ello conocimientos y
técnicas jurídicos. Esta es una definición formal que caracteriza a la abogacía con cuatro notas: “1) es una
profesión liberal; 2) su fin es la justicia; 3) los medios que utiliza para este fin son el consejo, la concordancia y
la defensa de derecho e intereses; 4) su instrumento es la ciencia y la técnica jurídicas.” 27
Nuestro Código de Ética de los Colegios de Abogados del Perú, Artículo 17, resalta la importancia de la actitud
independiente y autónoma del abogado en aras al libre ejercicio de su ministerio. El Artículo 1, se refiere a la
justicia como fin de la actuación del abogado, y los medios para ello, mediante la defensa de los derechos de
su patrocinado, con estricta observancia de las normas jurídicas y morales. Y el Artículo 25, señala como
obligación del abogado ser eficiente en el uso de los instrumentos para alcanzar su fin.
El jurista Couture, señalaba que la abogacía podía ser la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios. Se
refería al hecho de que al estar los abogados en continuo o permanente contacto con todas las miserias del
mundo, sin una adecuada formación, sin una vida fundada en valores y principios sería fácil que caigan en la
tentación de usar todos los recursos, incluso los vedados por la recta conciencia, para alcanzar sus objetivos.
Un estudio hecho por Patrick J. Schiltz, (Schiltz, 2007) profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Notre
Dame, señala que el papel de los abogados en la sociedad es enorme, ya que son ellos los que dirigen la
civilización, los gobiernos, los negocios, incluso las vidas privadas de los ciudadanos, y sin embargo, es la
profesión en la que sus miembros son los más propensos a una salud deteriorada, física y mentalmente,
adolecen de depresión, alcoholismo y uso de drogas, divorcio y tendencia al suicidio, llegando plantear en su
26
Martín F. Böhmer. Compilador. La Enseñanza del Derecho y el Ejercicio de la Abogacía. Edit. Gedisa.
Barcelona 1999. Pág. 228.
27
Francisco Javier de la Torre Díaz. Ética y deontología jurídicas. Edit. DYKINSON, Madrid.2000. pág.
263.
12
trabajo de investigación el cómo ser un miembro feliz, saludable y ético de una profesión que no es feliz,
saludable ni ética. Las soluciones que plantea y las recomendaciones que da a sus lectores, futuros abogados,
se podrían reducir simplemente a ser uno mismo, valorase justamente y considerar que en la vida siempre
habrá retos y desafíos que vale la pena afrontar.
“A la pregunta de por qué uno elegiría pasar la vida entera en el derecho se le podría dar la siguiente respuesta. Vivir
en el derecho en vez de del derecho significa someterse a su disciplina y aceptar sus ideales. Entre estos
ideales está obtener y ejercer el buen juicio o la sabiduría práctica. Sin embargo, poseer buen juicio no es
simplemente poseer buena instrucción o inteligencia, sino que significa ser una cierta clase de persona y
también tener un cierto tipo de personalidad. Apuntar a tener sabiduría práctica jamás puede ser apuntar
simplemente a apropiarse de una capacidad, cuyo dominio no produce ningún cambio en el que lo posee.
Apuntar a poseer sabiduría práctica es apuntar a una concepción particular de la personalidad y al modo de
vida asociado a ella. Mientras el propósito de uno sea verdadero, el resultado será probablemente lo que
Sócrates describe en La República como un giro del alma, una transformación de uno mismo, el desarrollo de
una persona profesional. A diferencia de otras personas, yo no considero esto como una causa de
arrepentimiento o de temor. Al contrario, lo veo como una fuente de orgullo, puesto que el carácter que los
abogados pueden lograr desarrollar si viven de acuerdo con sus ideales profesionales, es en sí mismo un
mérito que proviene de haber alcanzado a poseer una cualidad central para la excelencia humana.” 28
A.1. Concepto.-
“El abogado es la persona a quien la sociedad ha habilitado, luego de lograr conocimientos especiales sobre el
derecho, para que con prudencia jurídica asesore a las personas acerca de sus derechos y obligaciones, y
reclame de los jueces el reconocimiento de sus pretensiones, recibiendo un pago equitativo por esos
servicios”.29
Henry Robert, antiguo bastonero de la academia francesa, en su obra “El Abogado”, publicada en 1923, dice, que la
palabra abogado, evoca, en las personas que están más alejadas del palacio de justicia, la figura del “defensor
de las viudas y de los huérfanos, el campeón desinteresado de todas las nobles causas, aquel que acude
desinteresadamente a todos los oprimidos, a todos los desdichados, a todos los desheredados de la fortuna, y
que hace oír ante la justicia la voz de la piedad humana y de la misericordia.” 30
Hoy ya no podemos quedarnos con el concepto tradicional de abogacía, como la profesión destinada a la defensa del
derecho y auxiliar de la administración de justicia; o solamente, como el ministerio de la paz social. El
abogado, es el licenciado en derecho, que ejerce profesionalmente la dirección y defensa de las partes, en toda
clase de procesos, o el asesoramiento y consejo jurídico.31
Nuestro Código Deontológico, ha optado por declarar que el abogado es un servidor de la justicia y un
colaborador de su administración; y que, su deber profesional es defender con estricta observancia de
las normas jurídicas y morales, los derechos de su patrocinado. (Código de Ética de los Colegios de
Abogados del Perú, Art. 1)
El Corpus Iuris Civile de Justiniano, en el Código, dice a favor de los abogados: “No creemos que en nuestro Imperio
militen solamente los que están armados con espadas, escudos y corazas, sino también los abogados. En
efecto militan los patronos de las causas quienes confiando en el arma de su gloriosa palabra, defienden la
esperanza, la vida y la descendencia de los que sufren”. 32
28
Martin F. Böhmer. Compilador. La Enseñanza del Derecho y el Ejercicio de la Abogacía. Edit. Gedisa.
Barcelona 1999. Pág. 234.
29
Rodolfo Luis Vigo (H.). Ética del Abogado. Conducta Procesal Indebida. LexisNexis Abeledo Perrot.
Buenos Aires.2004. Pág.65.
30
Henri – Robert. L’Avocat. A Paris Chez Hachette. 1923.
31
Miguel Grande Yánez. Ética de las Profesiones Jurídicas. Desclee De Brouwer S.A. 2006.
32
Justiniano. Corpus Iuris Civile. Código 2.7.14.
13
todas las circunstancias materiales y sicológicas. La dificultad misma de la tarea requiere, para su desempeño
digno, cualidades poco comunes y una atenta preparación”. 33
El abogado debe mantener el honor y la dignidad profesional, combatiendo por todos los medios lícitos la conducta
moral censurable de sus colegas y de los magistrados y debe obrar con honradez y buena fe no aconsejando
actos fraudulentos, afirmando hechos falsos como ciertos o negando los ciertos, no debe hacer citas inexactas
o tendenciosas, ni hacer uso del soborno o “coima” o abusar de recursos y formalidades legales innecesarias
con el único fin de dilatar el proceso, el normal desarrollo del procedimiento, o causar perjuicio a la otra
parte.(Código de Ética de los Colegios del Abogados del Perú. Artículos 1, 2, 3, 4 y 5).
B.- Diversas formas posibles de vidas (maneras de vivir) ético-jurídicas, del abogado. Bíos justo, Bíos
utilitario. Bíos Legista.
El término bíos, es usado por Aristóteles para significar “vida”, considerada como una unidad vital humana, un todo,
una actividad unitaria, como dice Xavier Zuviri, en sus cinco lecciones de filosofía, citado por Rodolfo Luis Vigo,
“la unidad de la actividad vital humana: es la energía, la actualidad del viviente humano en su actividad. El bíos
así entendido reviste distintos tipos. Y es que bíos, tal como lo entienden los griegos, es ciertamente una
actividad unitaria, pero determinada por una actitud fundamental, por un ethos que subyace en ella. Y según
sean estas actitudes o ethos tendremos bíoi, vidas diversas”.35
Es decir que bíoi, son maneras de vivir la vida de acuerdo nuestros propios principios o criterios, que sustentan
nuestras escalas de valores, que le dan sentido a nuestras vidas, y que, aunque no son definitivos, porque
tratándose de actitudes se pueden cambiar al adoptar otros valores o principios, sin embargo nos definen,
construyen nuestro “yo” en el ahora, en el presente, y lo proyectan al futuro.
Teóricamente podemos asumir diversas formas o maneras de vivir la vida. Decimos teóricamente, porque en la
práctica la complejidad de la vida hace que en ella interactúen diversas características que corresponden a uno
u otro modo. Los tipos de analiza Vigo, en la obra citada, no se dan en un estado de pureza sino confusos y
mezclados, como él lo advierte.
Más claramente, en un abogado se pueden presentar características que lo identifiquen con uno u otro bíoi, aunque
de hecho predomine alguno. Cabe añadir que como se trata de actitudes, que no son por tanto esenciales de la
naturaleza de la persona, son cualidades accesorias, que se adquieren con su asimilación y práctica constante
y en necesarios perseverar en dichas prácticas, para hacer de esas maneras de vivir o bíois, la característica
distintiva de nuestra persona.
Es necesario también considerar que, no todo lo que caracteriza nuestro modo de vida profesional nos ha sido dado
en la formación universitaria, para adquirir nuestra profesión; sino que muchas de nuestras cualidades ya
vienen de un proceso de formación anterior, producto de nuestra educación familiar y del entorno socio-cultural
del que provenimos.
Vigo, considera los siguientes modos de vivir la profesión: el bíos justo, el bíos utilitario, el bíos legista. Y añade un
modo ético jurídico práctico: el bíos prudente. Veamos cada uno de ellos.
33
L’illustre Barreau. La Profesión Jurídica. Alocución de Pío XII el 23 de Abril de 1957 a un grupo de
abogados parisienses.
34
Ángel Osorio. El Alma de la Toga. Editorial Jurídicas Europa-América. Resumen de David Madrigal.
35
Rodolfo Luis Vigo (H.). Ética del Abogado. Conducta Procesal Indebida. LexisNexis Abeledo Perrot.
Buenos Aires.2004. Pág.43.
14
abogado deberá siempre acudir al juez, reclamando lo que le corresponde a cada uno según la ley, reclamando
lo debido, sea la sanción o las ventajas, sin pretender jamás obtener lo que no corresponde, o argumentar
confundiendo lo que corresponde a cada quien.
Se llega al extremo de despreciar la seguridad jurídica que brinda la norma, exigiendo que el juez tenga tales
atribuciones, que le permitan actuar de tal manera que sus fallos, antes que legales sean justos. El abogado
deberá convencer al juez de la justicia de su pretensión más que de la legalidad de la misma, lo que conlleva la
suposición, de que en el campo de la administración de justicia, los jueces deben ser hombres perfectos.
La ética se aprecia con un criterio técnico, como instrumento variable y apto al servicio de mi beneficio personal. El
centro de todo es el “yo”, y por tanto, es el egoísmo exacerbado que me permitirá utilizar todos los medios, sin
importar su bondad o maldad, para obtener el éxito; llegando a afirmar que lo justo es lo útil al más fuerte, y
que la justicia, es solo una creación del hombre.
Es la razón por la que la imagen del abogado, ha derivado en la imaginación del pueblo, como el ave de rapiña,
águilas, cuervos, o roedores como ratas. Ya que se considera que son personas, cuyo único interés es ganar el
juicio sin importarles los medios a emplearse, e incluso si es justo o injusto, lo que con ello se pretende, y por
supuesto al margen de toda consideración moral o ética.
La labor del abogado se limita a un saber hacer cosas: saber ganar juicios, saber hacer dinero o reputación. En
síntesis, la ética no importa, lo que importa son los resultados del proceso y que éstos me sean favorable.
El abogado es un simple sumiso a la letra de la ley, que al margen de cualquier argumentación justa o utilitaria, lo que
importa es la letra misma de la ley. Que deberá invocarse, interpretarse y aplicarse teniendo en cuenta lo que
quiso el legislador, lo que da lugar a la corriente exegética del derecho. Incluso algunos llegan a afirmar que los
exégetas son los culpables de los problemas de la justicia ya que, si no hubiera tantas interpretaciones y se
aplicara el texto mismo de la ley, a la letra, no existirían esos problemas ni esas incertidumbres.
Como señala Vigo, en este modo de vida o bíos, no existe ninguna preocupación ética de índole personal, ya que lo
que importa es una cuestión meramente técnica que consiste en averiguar lo que quiso el legislador y aceptarlo
sin cuestionamientos.
Kelsen dice: “El deber jurídico…no tiene ninguna relación con la noción deber moral. Un individuo está jurídicamente
obligado a adoptar una conducta determinada en la medida en que una norma jurídica hace de la conducta
contraria la condición de un acto de coacción llamado sanción”. 37
B.4. Conclusión:
En el bíos justo existe una falta de respeto total a la ley y solo se tiene en cuenta la justicia, encierra un
desprendimiento ético total; en el bíos utilitario no importa ni la ley ni la justicia sino lo que yo pueda obtener
resultados favorables a mis intereses personales utilizando cualquier medio, no existe un comportamiento ético;
en el bíos legista el derecho es un fin en si mismo, lo que importa es la ley y su estricto cumplimiento más que
la justicia, no es tampoco un comportamiento ético aconsejable, aunque sea menos cuestionable que el
utilitario.
Habíamos señalado que Vigo, propone un modo ético-jurídico práctico y posible de ser abogado, y le llama el Bíos
Prudente.
36
Rodolfo Luis Vigo (H.). Ética del Abogado. Conducta Procesal Indebida. LexisNexis Abeledo Perrot.
Buenos Aires.2004. Pág.51.
37
Rodolfo Luis Vigo (H.). Ética del Abogado. Conducta Procesal Indebida. LexisNexis Abeledo Perrot.
Buenos Aires.2004. Pág.52.
15
Ya habíamos adelantado, que solo por razones de estudio y para su mejor entendimiento, es que podemos hablar de
los distintos bíois ético jurídicos posibles, siguiendo el planteamiento del profesor Vigo. En la práctica, el
abogado, en el desempeño de su profesión, se mueve en un contexto en el que se pueden reconocer aspectos
que corresponden a los distintos modos de vivir la profesión, predominando alguno o algunos de ellos. La
abogacía es una profesión y como tal un medio de vida, y como trabajo que es, existe el derecho legítimo a
exigir una remuneración por su desempeño. Esto no hace de por sí, que estemos frente a un ethos utilitario; lo
que si se debe tener en cuenta es que la retribución u honorario sea el que justamente corresponde, aplicando
los criterios no solo del mercado, sino especialmente las consideraciones que merece la situación del cliente y
el principio de solidaridad que debe animar a todo hombre frente a la necesidad de sus hermanos. El deber de
lealtad del abogado, lo obliga frente a su cliente, a que este derecho a su defensa, que constituye un interés
jurídicamente protegido, sea debidamente satisfecho; utilizando para ellos los medios éticamente tolerados y
posibles más idóneos, ejercitando tal defensa con habilidad y eficacia.
De la prudencia, Josef Pieper,38 nos dice que es la madre y el fundamento de las otras virtudes; justicia, fortaleza y
templanza; y que en consecuencia solo el que es prudente puede ser también justo, fuerte y templado.
Prudente es que el obra con conocimiento de los efectos de su obrar, con el que busca realizar el bien y
esta realización exige el conocimiento de la verdad, el conocimiento objetivo de la realidad es presupuesto
necesario para realizar el bien.
Es decir que la voluntad justa, la razón práctica que busca la justicia, es informada por la prudencia. Y esto se da
cuando se ordenan todas las conductas sociales prudentemente hacia su fin, en cuanto búsqueda de la justicia,
de manera tal que las conductas voluntarias tengan como base previa y sustento actual la realidad, y su
desarrollo en términos de justicia sea el resultado.
En este sentido “la prudencia jurídica parte de la experiencia de la realidad y dirige el actuar del hombre desde la
propia realidad de que parte a la perfección social que, a través de sus decisiones justas, se va realizando así
mismo y al grupo social”.40
La prudencia jurídica es una forma de conocimiento racional práctico que consiste en sacar de los principios remotos
que deben inspirar la conducta del ser humano (sindéresis), las conclusiones prácticas y posibles de realizar,
aplicables a cada caso en concreto. (Hervada, 1961)
En este sentido, la prudencia actúa por dos vías, (1) aprehende la realidad para (2) ordenar el querer y el obrar.
Desde el punto de vista ético es prudente la actuación del abogado cuando éste determina el camino más idóneo
para servir a la justicia, luego de conocidos y valorados los elementos de la situación que le ha sido planteada.
Adopta la conducta jurídica apropiada, la norma o principio jurídico aplicable, y los contrasta con el interés de
su cliente desde una perspectiva ética.
El abogado no es solamente un técnico conocedor del derecho y de su aplicación a los casos concretos lo que hace
que gane juicios; es eso y más. Es un profesional que debe buscar el perfeccionamiento personal, el
perfeccionamiento de su cliente y el de la sociedad, promoviendo la justicia antes que el derecho, pero sin dejar
de lado a éste, teniendo como medida la recta razón, es decir actuando con prudencia.
Con relación a la norma jurídica dada el abogado puede ser Intérprete, Crítico valorativo y difusor. Es también una
fuente material pre normativa.
38
Josef Pieper. Las Virtudes Fundamentales. RIAKP, 6ta. Edición. Madrid 1998. Pág.16.
39
Rodolfo Luis Vigo (H.). Ética del Abogado. Conducta Procesal Indebida. LexisNexis Abeledo Perrot.
Buenos Aires.2004. Pág.63.
40
Javier Hervada. Reflexiones acerca de la Prudencia Jurídica y el Derecho Canónico. Revista Española
de Derecho Canónico Nº XVI, año 1961. Pág.424.
16
Consiste en desentrañar el sentido de la ley desde una perspectiva técnica y práctica, con el objeto de descubrir su
sentido y alcance dentro de todo el sistema jurídico, requiere de estudio y conocimiento del sistema,
manejando de manera prudente los sistemas gramatical, sistemático, teleológico, haciendo una interpretación
literal, extensiva o restrictiva, vinculando prudentemente la norma con la conducta.
El abogado que no está en permanente actualización de sus conocimientos estará renunciando a esta función, y lo
peligroso de esta actitud es que pondrá en riesgo su capacidad de plantear, seguir y alcanzar las justas
pretensiones de sus clientes, o resolver justamente los conflictos que sean sometidos a su conocimiento. Es
decir, su conducta denotará falta de ética, especialmente si sus conocimientos no están a la altura de los
servicios que imprudentemente ofrece.
Para lograr pericia en el ejercicio de esta función, deberá ser un lector y crítico constante de las disposiciones legales
que se promulgan en el día a día. Estar siempre atento a las nuevas leyes y sus reglamentos, a la
jurisprudencia y a la doctrina. De otra manera su actitud no sería ética.
D.3. Es difusor,
En la medida en que cumpla su papel de puente entre las fuentes formales del derecho y las personas para quienes
éste ha sido dado. Es el nexo entre los juristas y los ciudadanos comunes.
Es tarea del abogado, explicar a sus clientes los alcances de las disposiciones legales en relación con sus actos
sometidos a consulta, siendo honesto al señalar la aplicabilidad o inaplicabilidad de una disposición legal al
caso concreto materia de consulta o resolución.
El ideal del abogado es tratar de llenar los vacíos de la ley, proponiendo las normas apropiadas o la modificación de
las ya existentes, para que en ningún caso a causa del vacío legal se deje de administrar justicia.
Es importante tener clara conciencia que nuestra profesión no es bien vista por la sociedad en general. Incluso no
faltan los abogados que se consideran a sí mismos como un mal necesario. Bástenos ver en la literatura, el
cine, y las artes en general cómo se dibuja la imagen del abogado, incluso en el imaginario popular, en el chiste
y los refranes encontramos la acidez con la que se refiere la sociedad a nuestra profesión y consecuentemente
a los miembros de la misma. Me permito algunos ejemplos y pido disculpas anticipadas por el tenor de los
mismos.
¿Por qué los científicos están reemplazando las ratas de laboratorio por abogados? Hay tres razones: 1.- Porque hay
más abogados que ratas, 2.- los científicos llegan a encariñarse con las ratas y 3.- hay algunas cosas que ni las
ratas harían.
Para saber cómo es un abogado, al pasar por su oficina tira un gato. Si el gato sale corriendo es que el abogado es
un perro, pero si sale corriendo el abogado es que éste una rata.
El invierno pasado fue tan frío que vi pasar a un abogado con las manos en sus propios bolsillos.
17
Se encuentran dos abogados y se saludan con un efusivo abraso, cuando llegan a sus casas se dan cuenta que han
intercambiado billeteras.
¿Qué diferencia hay entre un abogado y un cuervo? Que uno es un animal de rapiña, vive de la carroña, de la basura
y de lo ajeno. Acecha a sus víctimas y cuando se descuidan, ataca. Primero le come los ojos y después
termina de destrozarla... y el otro es un inocente pajarito negro.
Durante un juicio, el abogado se dirige a un testigo que estaba interrogando y le dice: - Usted parece ser una persona
bastante honesta. - A lo que el testigo contesta: - Gracias y si no estuviera bajo juramento, le devolvería el
cumplido
¿Por qué los tiburones no atacan a los abogados? Por cortesía profesional.
Estaba un abogado tomando el sol, llega una señora y le dice: - ¿Qué hace abogado?, éste le responde: - Robándole
unos rayos al sol. Y la señora le dice lo siguiente: - Usted siempre trabajando verdad abogado.
Frente a un problema de límites entre el cielo y el infierno Satanás propuso solucionarlo llamando cada quien a sus
abogados, San Pedro le dice al Arcángel, mejor llega a un arreglo porque en el cielo no tenemos ni un solo
abogado.
En la literatura universal tenemos no pocos ejemplos del concepto que tienen los literatos de la justicia y sus
operadores, especialmente los abogados:
“El libro del Buen Amor” del Arcipreste de Hita (1330 – 1343), trata de la influencia del dinero en las decisiones
judiciales;
18
Víctor Hugo, en “El último día de un condenado”;
Graham Greene; Agatha Christie; Norman Mailer; Arguedas; Ciro Alegría, López Albujar; y tantos otros escritores que
fruto de sus propias experiencias relacionadas con la administración de justicia o su trato con los abogados los
han llevado a presentar una pobre imagen de éstos.
Esta realidad la constatamos no solo en la literatura, sino también en la opera, el cine, el teatro.
Los casos Montesinos, Colina, Fujimori, Petroaudios, y tantos otros, así como las permanentes noticias en los diarios
y noticieros regionales y nacionales que dan cuenta de la corrupción en los medios judiciales, no hacen más
que agrandar la mala imagen de los servidores de la justicia y propiciar el rechazo de la sociedad.
Es contra esta imagen, y desprestigio de la profesión, con los que tenemos que confrontar nuestro ejercicio
profesional, y por tanto, se requiere de una sólida formación en principios y valores, así como en los
conocimientos propios de la profesión, y especialmente el testimonio constante de probidad, de fortaleza y
amor a la verdad, para lograr revertir el concepto negativo y conseguir la aceptación y reconocimiento de
nuestra profesión. Como abogados cristianos estamos llamados no solo a buscar la justicia con verdadera
sabiduría sino en santidad.
Permítanme compartirles una experiencia personal. Me inicie en la carrera como un joven idealista dispuesto a lograr
la realización de la justicia, y muy pronto constate que la cosa no era tan fácil. El primer juicio que acepté llevar
fue una ejecución de una letra de cambio. Mi cliente, ganó el juicio. Pero durante el procedimiento descubrí que
las partes se podían valer de malas artes para lograr sus pretensiones. Se perdían los escritos presentados, y
por tanto se vencían los términos sin que uno se enterara de las actuaciones del otro. Se insinuaban
comisiones (coimas) para acelerar o detener el procedimiento. Y lamentablemente, todo aquello que no
constara por escrito no tenía validez alguna. Recibía llamadas de colegas que me proponían alargar el juicio
para poder seguir cobrando honorarios a los clientes y otro tipo de componendas. Llegué a pensar que me
había equivocado al elegir la profesión, y no quería que ninguno de mis hijos optara por seguirla. Para evitar
que lo hicieran los motivaba a interesarse por carreras científicas, medicina, odontología, ingenierías; les
regalaba microscopios, telescopios, y les hacía ver la lucha constante por evitar el mal ejercicio de la profesión
de abogado y las presiones constantes del medio para ser complaciente con esta actitud generalizada. Mi hijo
mayor, Carlos, un día me pidió conversar seriamente, se sentó frente a mí, me pidió un cigarro y me sirvió un
trago. Me puse nervioso, él tenía 17 años y pensé que me estaba preparando para hablarme de matrimonio o
algo así. Pero me dijo: -papá, quiero ser abogado, lo he decidido y me voy a presentar a la universidad.
Seguramente vio mi reacción o la sintió, apenas empecé a repetirle la cantaleta de la corrupción, de lo que iba
a sufrir siendo abogado….la competencia desleal…etc… me interrumpió diciendo: -Quiero ser abogado, como
tú. Esto sucedió hace veinte años y desde entonces he repensado mi vocación, y la he reforzado; estoy
orgulloso de ser abogado y de que mi hijo mayor haya optado por esta dignísima profesión.
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TERCERA UNIDAD:
Deontología Jurídica
Lectura Obligada:
- Grande Yánez Miguel, Ética de las Profesiones Jurídicas, Universidad Jesuitas, desclée. Bilbao 2006. Capítulo 5 y
6.
- Hortal Augusto. Ética General de las Profesiones. Centros Universitarios de la Compañía de Jesús. Desclée. Bilbao
2002. Capítulo 11.
Lectura Sugerida:
- Eduardo J. Couture. Los Mandamientos del Abogado. Ed. Depalma. Buenos Aires 1990.
A.- Principios Fundamentales de actuación del Abogado. – Independencia. – Honradez y veracidad. – Secreto
Profesional.
20
Cuando hablamos de principios, nos estamos refiriendo a las normas o ideas fundamentales que rigen el
pensamiento o la conducta; las formas de ser o de actuar respecto de esas normas o ideas fundamentales, que
consideramos pre existentes y naturales, y sobre y a partir de las cuales la persona dictamina la moralidad de
sus actos.
Hemos visto en la primera unidad, que los principios éticos son imperativos categóricos, de tipo general, que nos
orientan acerca de qué hay de bueno y realizable en unas acciones y de malo y evitable en otras. Al referirnos
a imperativos categóricos, estamos señalando que son juicios o raciocinios mandatorios que afirman o niegan
algo sin restricción alguna ni condición.
Hemos afirmado también, en la primera unidad, que la bioética ha aportado a la actuación profesional, de cualquier
profesión, los principios fundamentales de beneficencia, autonomía, justicia y no maleficencia, cuya aplicación
en la medida en que las situaciones lo permiten, hace de la conducta profesional una conducta ética.
En la segunda unidad, siguiendo a Vigo, consideramos que existen maneras de vivir la profesión, que el autor
denomina “bíois” y los presenta como características propias de la manera de vivir de cada persona y que para
su mejor entendimiento y estudio separa en justo, utilitario y legista, según sea que predomine la falta de
respeto a la ley por priorizar la justicia, o el interés por los resultados favorables sin importar ni la ley ni la
justicia, o la aplicación estricta de la ley sin importar la justicia. Frente a estas maneras de vivir la profesión de
abogado, propone el bios prudente, que tiene de los tres anteriores pero sujetos al obrar con conocimiento
de los efectos de su obrar, buscando la realización del bien, que exige como presupuesto el
conocimiento de la verdad. Sólo si buscamos verdaderamente la verdad, en cada caso, en cada actuación,
con la pretensión de realizar el bien, conociendo objetivamente la realidad, estaremos haciendo de nuestra
conducta una conducta ética.
Vamos a ver ahora, partiendo del reconocimiento previo que nos ha sido suficientemente explicado en los cursos de
Introducción al Derecho, Filosofía del Derecho, Ética, y algún otro; que la abogacía no es un negocio, es una
tarea social y así también lo reconoce nuestra ley orgánica del Poder Judicial, cuando en el Art. 284,
expresamente enuncia: “La abogacía es una función social al servicio de la Justicia y el Derecho…”
Es conveniente a estas alturas del curso, tener en consideración los artículos pertinentes del Código de Ética de los
Colegios de Abogados del Perú, y pasaremos a ver el contenido de algunos de ellos.
En efecto, el abogado es el profesional que ha de desarrollar su profesión sirviendo a los demás en la honrosa tarea
de servir a la justicia colaborando con su administración, defendiendo con estricta observancia de las normas
jurídicas o morales, los derechos de sus patrocinados, como lo señala el Art. 1.
El Art.2 dice que el Abogado debe defender el honor y la dignidad de su profesión, siendo no solo un derecho, sino un
deber, combatir por todos los medios lícitos la conducta censurable de sus colegas y de los jueces.
No es otra cosa que el principio cristiano de la corrección fraterna, que nos obliga a ser no solo colaboradores sino
corresponsables con la conducta de nuestros colegas. Si tu hermano actúa mal corrígele en privado, si no te
hace caso, llama a dos testigos para que vean que has tratado de hacerle cambiar y si aun así no hace caso,
denúnciale ante la autoridad competente. Solo de esa manera evitarás no solo que haga más daños a la
sociedad, sino que se haga daño a sí mismo.
No debemos confundir esta corrección fraterna, con el escarnio ni con el escándalo, así como tampoco debemos
confundir la indiferencia irresponsable del dejar hacer dejar pasar, que es la falsa solidaridad, con el verdadero
espíritu de cuerpo y la defensa del honor de la profesión.
El Art.3. señala que el abogado debe actuar con honradez y buena fe, no debe aconsejar actos fraudulentos, ni
afirmar o negar con falsedad, hacer citas inexactas o tendenciosas y tampoco debe realizar actos de cualquier
naturaleza que puedan estorbar o entorpecer la administración de justicia.
De acuerdo al Art.4, Se falta gravemente al honor cuando se soborna a un funcionario o empleado público, y
consigna además la obligación moral de denunciar al colega si se entera que éste lo ha hecho.
Constituye también una falta a la ética, como señala el Art.5.,el empleo de recursos y formalidades innecesarias, o
cualquier tipo de gestión que tienda a dilatar el proceso o entorpecer su normal desarrollo, o cause perjuicio a
la otra parte. Constituye una actitud deshonesta que afecta la ética profesional.
El Art.6., de manera positiva enuncia que constituye actitud ética del ejercicio de la abogacía actuar con absoluta
libertad para aceptar o rechazar asuntos en los que se le haya solicitado su patrocinio. Siempre que para la
toma de decisión prescinda de intereses crematísticos o egoístas, y deje de lado el poder o la fortuna del
21
adversario. No deberá aceptar asuntos en los que se vea obligado a sostener tesis contrarias a sus principios y
convicciones, no solo jurídicas sino incluso políticas y religiosas, con mayor razón si en anteriores
oportunidades ha defendido sus convicciones. Tampoco deberá aceptar un caso cuando no esté de acuerdo
con su cliente en la forma de plantearlo o de desarrollarlo, o en caso de que de aceptarlo se verá menoscabada
su independencia por motivos de amistad, dependencia u otros. En resumen, solo debe aceptar un caso
cuando tenga libertad moral para dirigirlo.
El Art. 7, impone la defensa gratuita a los pobres, bien sea que esta defensa le sea solicitada por estos o le sea
impuesta por nombramiento de oficio. Se trata de una obligación derivada de la esencia misma de la función, el
servicio a los más necesitados, y por tanto no cumplir con ello es ir en contra de la esencia misma de la
abogacía. Debe tenerse en cuenta que si existen defensorías gratuitas, el abogado está eximido de esta
obligación, salvo que su propia conciencia se lo demande.
El Art.8, señala que el abogado es libre de asumir la defensa de un acusado, cualquiera sea la opinión que se ha
formado sobre la culpabilidad de éste, pero una vez que la ha aceptado tiene que emplearse en ella con todos
los medios lícitos, y el Art.9 complementa esta obligación con el deber primordial del abogado de conseguir
que se haga justicia a su patrocinado.
El Art.10, toca el delicado tema del secreto profesional, señalando que es un deber y un derecho del abogado, que
debe perdurar aun después de concluido el asesoramiento del cliente, y en caso sea citado como testigo, con
absoluta independencia deberá negarse a contestar cualquier pregunta que implique la violación del secreto
profesional. Esta obligación abarca no solo lo que el cliente le haya manifestado, sino incluso aquellas
confidencias que le hayan sido reveladas por terceros en razón a su actuación y aquellas que sean
consecuencia de tratativas previas a una conciliación que no llegó a concretarse, y las confidencias que le
hayan hecho sus colegas. El abogado no puede aceptar un asunto, sin consentimiento previo del confidente,
relativo con un secreto que le confió por motivo de su profesión, ni puede tampoco utilizar este secreto en su
propio beneficio.
El Art.12, señala las limitaciones de esta obligación, la misma que concluye cuando el abogado es acusado por su
cliente o por otro abogado, pudiendo revelar el secreto que el acusador o terceros le hubieren confiado, si esto
favorece a su defensa. Así mismo, la obligación de guardar silencio termina cuando el cliente comunica al
abogado la intención de cometer un delito, siendo más obligación del abogado hacer las revelaciones
necesarias que tiendan a prevenir o impedir la comisión del acto delictivo o proteger a la persona en peligro.
Señala el Art.13, que el abogado está obligado a formar su clientela de manera decorosa, cimentando esta captación
de clientes en su capacidad profesional y honradez, evitando escrupulosamente la solicitación directa o
indirecta de clientela, así como la utilización de propaganda o publicidad con fines de lucro en elogio de su
propia situación, ya que de esta manera menoscaba la dignidad de la profesión, no deberá por tanto gratificar
directa o indirectamente a las personas que están en condiciones de recomendarlo. No afecta la ética el
repartir sus tarjetas o publicarlas, con indicación de su nombre, domicilio y especialidad.
El Art.14, prohíbe al abogado dar a conocer o publicitar por cualquier medio, informaciones sobre un juicio que esté
patrocinando, salvo para hacer rectificaciones que por justicia o razones morales deba hacer. Una vez
concluido el juicio podrá publicar los escritos y constancia del proceso en forma respetuosa y ponderada, así
como comentarios formulados con fines científicos en revistas profesionales, omitiendo los nombres de los
actores si el publicarlos pudiera afectar la honra de las personas.
Señala así mismo el Código, en su Art.15, que falta a la dignidad profesional el abogado que absuelva consultas por
radio o emita opiniones por cualquier medio de publicidad sobre casos jurídicos concretos que le sean
planteados, sean o no gratuitos sus servicios.
Y, el Art.16, sanciona que no está de acuerdo con la dignidad profesional el que un abogado espontáneamente
ofrezca sus servicios o de opinión sobre determinado asunto con el propósito de provocar un juicio u obtener
un cliente.
Observamos que estos artículos del Código de ética del abogado, están amparados en algunos de los principios
fundamentales de su actuación, o que éstos, los principios, resumen o sintetizan el contenido de los mismos;
y aunque existan diversas teorías sobre los principios, considero apropiada para nuestra realidad la que trae
Miguel Grande Yáñez en su libro Ética de las Profesiones Jurídicas,41 el principio de independencia y libertad,
principio de honradez y veracidad y principio de secreto profesional.
41
Miguel Grande Yáñez. Ética de las Profesiones Jurídicas. Desclee De Brouwer, 2006.
22
El abogado es un profesional que por las características del desempeño de su profesión, ésta debe desarrollarse
siempre bajo la posibilidad de la creación de una decisión libre, basada en su conciencia profesional y al
margen de cualquier presión externa, o injerencia de terceros. Su decisión libre debe ser producto de un
proceso cognitivo reflexivo y crítico. La eticidad de su decisión depende pues que ésta se haya formado
libremente, nacida de una voluntad libre, firme y segura, fundada en el conocimiento de los hechos y del
derecho y acorde con las prácticas jurídicas. El abogado ignorante y sin experiencia corre el riesgo de no
actuar con verdadera libertad. La independencia del abogado equivale a la imparcialidad del juez, y así debe
considerarla el profesional que se respete y respete su profesión. Este principio de independencia se traduce
en la práctica en la libertad con la que debe actuar el abogado, libertad para aceptar al cliente, para asumir el
caso, para pactar sus honorarios, para optar por el tipo de acción legal y libertad de expresión. Libertad de
asesorarse con especialistas e incluso de acudir a personas cercanas al cliente para confirmar sus
apreciaciones y asegurarse de que está actuando correctamente.
Cabe aquí que hagamos unas precisiones respecto a lo que debemos entenderé por verdad formal y verdad material,
ya que en derecho, no siempre nos estaremos refiriendo al sentido filosófico del término, cuando hagamos
referencia a la verdad. Lo que se pretende, es hacer una distinción entre cómo sucedieron los hechos en
realidad (verdad material) y lo que aparece en el expediente o actuados del proceso de acuerdo a las pruebas
(verdad formal). Lo ideal será que cuando se resuelva el caso, exista coherencia, o por lo menos la mayor
coherencia posible entre ambas. Dicho en otros términos, que el pronunciamiento formal de la verdad oficial (la
sentencia) exprese lo que sucedió realmente (verdad material), para lo que el juez deberá aplicar todos sus
conocimientos y evaluación de las pruebas. Lamentablemente no siempre se dará esta coincidencia y no
porque existan varias verdades sino porque existiendo una sola verdad (material) ésta puede ser formulada de
distintas maneras; y es precisamente de estas diversas interpretaciones de donde surgen las disputas o
controversias que requieren la intervención del juez para que interprete los hechos, la validez de las pruebas y
las formalidades del proceso para declarar la valides del acto procesal y de sus conclusiones.
Miguel Grande Yáñez nos trae algunas orientaciones éticas que deberemos tener en cuenta en relación al principio
de veracidad:
1.- En una alegación procesal nunca se debe falsear la verdad material para la obtención de un pronunciamiento
injusto.
2.- En aras de la defensa de los derechos del cliente, cabría establecer una narración de hechos conforme al
resultados de las pruebas practicadas (verdad formal), aunque no haya coincidencia con la verdad material que
conocemos, siempre y cuando tales pruebas intencionalmente no se hayan falseado u obtenido ilegítimamente.
3.- Un abogado debe oponerse a la actividad probatoria de la parte adversa, aun cuando sea en detrimento de la
verdad material, siempre que dicha actividad probatoria del contrario infrinja las normas ordenadoras del
procedimiento (principio de legalidad procesal).
4.- Nunca se debe utilizar pruebas falsas, así como tampoco falsear las auténticas o privar ilegítimamente al
adversario de la prueba que procesalmente le corresponde. 42
42
Miguel Grande Yáñez. Ética de las Profesiones Jurídicas. Desclee De Brouwer, 2006. Pág.170
23
A.3. Principio del secreto profesional.-
“La obligación moral de guardar el secreto deriva de la dignidad misma de la persona que es digna de respeto y
dueña de su intimidad y del derecho a que sea respetada. El quebrantamiento de la obligación moral del
secreto sería un atentado al bien común de la comunidad, pues destruiría la fiabilidad humana en la
convivencia comunitaria.”43 (F.Blásquez Carmona, A.Devesa del Prado, M.Cano Galindo, 1999)
Nadie está obligado a incriminarse a si mismo y la constitución y las leyes protegen el derecho a la intimidad. El
abogado en el ejercicio de la profesión se convierte en un protector jurídico de tales derechos atendiendo a que
para el ejercicio de la defensa es necesario que el cliente ponga en su conocimiento hasta los más mínimos
detalles de su vida privada y de sus actividades, así como de las circunstancia de las mismas.
El secreto profesional es el deber que tiene el abogado de no descubrir los hechos que ha conocido con motivo del
ejercicio de su profesión sea por revelación de su cliente o de las personas relacionadas con éste.
Una cosa es el secreto profesional y otra la obligación de guardarlo, el secreto nace de la relación humana entre el
que comunica el secreto y el que lo recibe o confidente; la obligación de guardarlo es más bien una relación
jurídica.
En todo caso el secreto profesional nace de la relación de confianza y se constituye en una obligación tácita para el
abogado, en la medida en que el cliente no depositaría un secreto en persona en quien no confía lo ha de
guardar.
No solo constituye una falta a la ética la revelación del secreto profesional sino que también está previsto como delito
en el Art. 165 del Código Penal, que sanciona al que teniendo conocimiento por razón de su ministerio de
información secreta, la revela con perjuicio para el cliente.
Constituye no solo un deber y obligación, sino también un derecho, ya que el abogado puede alegar esta obligación
para negarse a testificar o declarar ante cualquier autoridad sobre hechos que le hayan sido revelados por su
cliente.
Sin embargo existen doctrinariamente tres causales de exención de la obligación de guardar el secreto profesional:
la primera es cuando exista autorización expresa del cliente, lo que no significa que baste la autorización de éste
para revelarlo, sino que si a pesar de existir esta autorización, al revelarlo se pude causar un daño mayor a la
sociedad, subsiste la obligación moral del abogado de guardar el secreto.
La segunda, cuando el abogado ha sufrido agravio del cliente y necesita revelar el secreto para ejercer su justa
defensa. Lo prudente y aconsejable es que el abogado no tenga que enfrentarse a su cliente judicialmente,
salvo en casos excepcionales y cuando el abogado haya sufrido agravio por parte del cliente y que de este
agravio se derive una acción judicial y que en ella sean necesario revelar el secreto profesional. Si no se dan
todos estos supuestos no sería justificable la exención. Y,
La tercera, cuando el cliente comunica al abogado la intención de cometer un delito. En este caso el abogado
deberá actuar con criterio de conciencia para evitar que se pueda producir un daño moral o material como
consecuencia de cumplirse la amenaza.
43
F. Blásquez Carmona. A. Devesa del Prado. M. Cano Galindo. Diccionario de Términos Éticos. Edit.
Verbo Divino, Navarra 1999. Secreto.
24
sentido social que supere los intereses del propio colegio profesional en beneficio de los intereses de la
sociedad.
Frente a este tipo de responsabilidad, brota una del propio sujeto, de su conciencia, es decir una responsabilidad
autónoma, que el propio profesional delimita con su criterio de conciencia.
Ambas responsabilidades son absolutamente legítimas, pero a nosotros nos compete por el momento tratar la
responsabilidad ética del abogado.
La responsabilidad personal es la que el propio sujeto tiene ante su conciencia, ante la reflexión y concreción de su
proceder. Para poder ser responsables ante los demás hay que partir siendo responsable ante uno mismo.
Solo de esta manera encontraremos el sentido del deber y seremos capaces de enjuiciar y corregir nuestras
decisiones y nuestras actuaciones.
La responsabilidad de beneficencia es la exigencia ética del abogado para con su cliente, en la medida en que debe
hacer bien las cosas que se requieran para satisfacer debidamente sus pretensiones de justicia, haciendo bien
sus prestaciones profesionales, ejerciendo bien su profesión.
Teniendo en cuenta siempre que el bien de su cliente tiene que ser compatible con el bien social, surge la
responsabilidad social del abogado. El abogado debe comprender que con su actuación en cada caso, está
contribuyendo a la construcción de estructuras de justicia en un mundo abiertamente injusto. Está promoviendo
la ética para conseguir la armonía en las relaciones entre los hombres.
La práctica profesional se realiza dentro de un marco social. La profesión del abogado no se explica ni justifica al
margen de los demás, sino que se desarrolla en relación con otras personas e instituciones.
Sin embargo y a pesar que no se diga expresamente en el código, deberá estar al día en el pago de sus cuotas
sociales, respetar a los órganos de gobierno de su colegio y a los colegas que lo componen
(Art. 41.) El abogado no debe tratar directa ni indirectamente, con la contraparte, sino por conducto de su abogado y
solo con la intervención de éste podrá gestionar convenios o transacciones.
(Art.42.) El abogado no debe aceptar patrocinar a una persona que ya está siendo patrocinada por otro abogado, sin
darle previamente aviso a éste, y si se hubiera enterado de este hecho con posterioridad a haber aceptado el
patrocinio, se lo hará saber de inmediato.
25
(Art.43.) Los convenios entre abogados deben ser estrictamente cumplidos aunque no se hayan hecho constar por
escrito.
(Art.44.) El abogado no debe considerar como falta de confianza de su cliente que éste consulte con otro abogado o
que le proponga la intervención de otro profesional, debiendo aceptar la colaboración, salvo que considere que
atenta contra su prestigio profesional y en cuyo caso podrá renunciar al patrocinio. Si es que existiera conflicto
de opiniones entre los abogados que patrocinan a un mismo cliente, deberán hacérselo conocer a éste para
que resuelva, debiendo aceptar su solución salvo que el abogado cuya opinión fuera rechazada considere que
esto impedirá una efectiva cooperación en la solución del caso y deberá pedir a su cliente que lo releve del
patrocinio.
En el caso de colaboración de abogados para resolver un caso, deberán distribuirse equitativamente los honorarios
(Art.45.).
La asociación de profesionales abogados para ejercer la profesión no solo está permitida (Art.46.), sino que es
recomendable para el buen ejercicio profesional de la abogacía, máxime que en estos tiempos es imposible
que un abogado esté al corriente de todas las especialidades que supone la abogacía. En caso de que uno de
los abogados del estudio asociado acepte un puesto oficial incompatible con el ejercicio de la profesión deberá
retirarse de la asociación.
El Código de ética traduce lo anteriormente expuesto al señalar como obligaciones del abogado para con su cliente
(Art.25.) servirlo con eficiencia y empeño para que haga valer su derecho, sin supeditar su libertad ni su
conciencia, ni menos aun exculparse de acto ilícito atribuyéndolo a instrucciones de su cliente. (Art.26.) No
debe asegurar a su cliente que su asunto tendrá éxito, sino solo manifestarle su opinión sobre el derecho que
le asiste, y en todo caso favorecer siempre una justa transacción. (Art.27.) La atención del abogado hacia su
cliente debe ser personal y no por medio de agentes salvo el caso de instituciones altruistas para la defensa de
los pobres. (Art.28.) El abogado debe asumir las responsabilidades jurídicas y éticas que se deriven de sus
actuación y estar dispuesto a reparar el daño y perjuicio ocasionados a su cliente por negligencia, error
inexcusable o dolo. (Art.29.). Si existe conflicto de intereses entre el cliente que solicita sus servicios y otros
clientes o consigo mismo, se lo debe dar a conocer a éste y abstenerse de asumir el caso. (Art.30.) Solo
puede renunciar al patrocinio de un caso por causa justificada y sobreviniente, que afecte su honor, su dignidad
o su conciencia, o implique el incumplimiento de obligaciones morales o materiales del cliente hacia el abogado
o el caso requiera de la intervención de un profesional especializado. (Art.31.) El abogado debe velar por la
conducta de su patrocinado frente a los magistrados, a la otra parte y a los terceros que intervengan en el
procedimiento. Si el cliente persiste en una actitud reprochable, deberá renunciar al patrocinio. (Art.32.) Si el
abogado durante el juicio descubre equivocación o engaño que beneficie injustamente a su cliente, debe
comunicárselo a éste para que rectifique y renuncie al provecho indebido y si el cliente no está conforme, el
abogado debe renunciar al patrocinio.(Art.33.)
Cobro de honorarios.-
El abogado está obligado a cobrar los honorarios justos, ya que el objeto esencial de su profesión es servir a la
justicia y colaborar en su administración y no un negocio, atendiendo fundamentalmente para fijar los
honorarios a lo siguiente: (Art.31):
26
1. la importancia de los servicios;
2. La cuantía del asunto;
3. El éxito obtenido y su trascendencia;
4. La novedad o dificultad de las cuestiones jurídicas debatidas;
5. La experiencia, la reputación y especialidad de los profesionales que
hayan intervenido;
6. La capacidad económica del cliente, teniendo presente que la pobreza
obliga a cobrar menos y aún a no cobrar nada;
7. La posibilidad de resultar el Abogado impedido de intervenir en otros
asuntos o de desavenirse con otros clientes o con terceros;
8. Si los servicios profesionales son aislados, fijos o constantes;
9. La responsabilidad que se deriva para el Abogado de la atención del asunto; 10. El tiempo empleado en el
patrocinio;
11. El grado de participación del Abogado en el estudio, planteamiento y
desarrollo del asunto;
12. Si el Abogado solamente patrocinó al cliente o si también los sirvió como
mandatario;
2. El Abogado ser reservará el derecho a rescindir el pacto y separarse del patrocinio o del mandato en cualquier
momento, dentro de las situaciones previstas por el artículo 30; del mismo modo que dejará a salvo la
correlativa facultad del cliente para retirar el asunto y confiarle a los otros profesionales en idénticas
circunstancias.
En ambos casos el Abogado tendrá derecho a cobrar una cantidad proporcional por sus servicios y con la
participación originariamente convenida, siempre que sobrevengan beneficios económicos a consecuencia de
su actividad profesional.
Cuando las pretensiones litigiosas resulten anuladas por desistimiento o renuncia del cliente o reducidas por
transacción, el Abogado tendrá derecho a liquidar y exigir el pago de los honorarios correspondientes a los
servicios prestados.
3. Si el asunto es resuelto en forma negativa, el Abogado no debe cobrar honorarios o gasto alguno, a menos que se
haya estipulado expresamente a su favor ese derecho.
El Abogado dará aviso inmediato a su cliente de los bienes y dinero que reciba por él y se los entregará tan pronto
aquello solicite. Falta a la ética profesional el Abogado que disponga de fondos de su cliente.
(Art. 18.) Es deber del Abogado velar para que el nombramiento de Magistrados no se deba a consideraciones
políticas, sino exclusivamente a su aptitud para el cargo; y también para que no se dediquen a otras
actividades distintas de la judicatura, que ponga en riesgo su imparcialidad. El Abogado que integra la Junta
Directiva de su Colegio, no podrá ejercer y aceptar el cargo de Magistrado Suplente, excepto cuando para este
cargo no exista en el lugar el número de Abogados suficientes.
(Art. 19.) Cuando haya fundamento serio de queja en contra de un Magistrado, el Abogado la interpondrá ante el
órgano respectivo o ante su Colegio. Solamente en este caso tales acusaciones serán alentadas y los
Abogados que las formulen apoyados por sus colegas.
(Art. 20.) Las reglas de los dos artículos anteriores se aplicarán respecto de todo funcionario ante quien
habitualmente deben actuar los Abogados en ejercicio de la profesión.
27
(Art. 21.) Cuando un Abogado deje de desempeñar la Magistratura o algún otro cargo público, no debe aceptar el
patrocinio del asunto del cual conoció, tampoco patrocinará asunto semejante a otro en el cual expresó opinión
adversa con ocasión del desempeño de su cargo, mientras no justifique su cambio de postura.
(Art. 22.) Es deber del Abogado no tratar de ejercer influencia sobre el juzgador apelando a vinculaciones políticas o
de amistad, o recurriendo a cualquier otro medio que no sea el de la defensa. Es falta grave intentar o hacer
alegaciones al juzgador fuera del tribunal sobre un litigio pendiente.
(Art. 23.) Ningún Abogado debe permitir que se usen sus servicios profesionales o su nombre, para facilitar o hacer
posible el ejercicio de la profesión por quienes no estén legalmente autorizados para ejercerla. Denigra su
profesión el Abogado que autorice con su firma escritos en cuya preparación y redacción no intervino o que
preste su intervención sólo para cumplir exigencias legales.
(Art. 24.) Es deber del Abogado ser puntual en las diligencias y con sus colegas, sus clientes y las partes contrarias.
CUARTA UNIDAD:
Lectura Obligada:
- Vigo Rodolfo Luís, ética del Abogado, conducta procesal indebida. Lexis Nexis. Abeledo-Perrot, Buenos Aires 2003.
Parte segunda Capítulos 1 y 2
- Grande Yánez Miguel, Ética de las Profesiones Jurídicas, Universidad Jesuitas, desclée. Bilbao 2006. Capítulo 3.
Lectura Sugerida:
- Osorio Ángel. El Alma de la Toga.
- Alocución de Pío XII el 23 de Abril de 1957 a un grupo de abogados parisienses.
Hemos visto que con relación a la norma jurídica el abogado puede asumir tres funciones o modos de desempeñar
su profesión: como intérprete, como crítico valorativo y como difusor.
En su condición de crítico, su función consiste en someter el derecho que conoce a consideraciones valorativas tanto
en la forma como en el contenido de las normas, para determinar su validez formal, en la medida que proviene
del órgano competente para promulgarla y que lo haya sido hecho de acuerdo a los procedimientos
establecidos; y luego valorar la norma en cuanto a que esté debidamente compatibilizada con las normas de
superior jerarquía, de acuerdo a la pirámide de Kelsen; siendo su deber procurar la invalidación de las normas
que se opongan o contradigan este orden jerárquico. Pero no debe quedarse solo esas consideraciones, sino
llegar hasta el análisis del sentido mismo de la norma, es decir hasta la constatación de que la norma no solo
es legítima sino que satisface los fines propios del derechos, es decir la justicia y la seguridad jurídicas.
Finalmente, como difusor, el abogado es, como señala Vigo, el puente entre los sujetos formales del derecho y
aquellos a quienes se dirige la norma. Es el nexo entre el creador de la norma y el ciudadano común a quien se
le aplicará la norma o exigirá se aplique para la solución de su controversia o la satisfacción de sus
pretensiones. Esto significa que el abogado hace la ley entendible por el ciudadano común.
En este sentido, el abogado es un colaborador en la formación del derecho, cuidando que se llenen los vacíos
legales, presentando interpretaciones y proponiendo nuevas normas que satisfagan las nuevas relaciones
suscitadas entre los hombres debido al cambio constante y evolución de la sociedad.
Colabora con la jurisprudencia, en la medida en que precisamente a través de la casuística concreta, formula
propuestas de solución al caso no previsto, para que el juzgador, tenga los elementos suficientes para resolver
el caso, utilizando los argumentos propuestos por el abogado.
Colabora en los actos jurídicos, propiciando nuevas formas de contratación que se adecuen a la voluntad de las
partes contratantes, cuando no exista una forma típica de contrato que pueda aplicarse al caso concreto. Así es
como han nacido los contratos nuevos, especialmente relacionados con las actividades financieras, el leasing,
el alquiler venta, etc.
Colabora con la aplicación de la costumbre jurídica, logrando que la costumbre alcance las ventajas técnico-
formales que necesita para ser aplicada al caso concreto, invocándola ante los tribunales para respaldar sus
demandas.
Finalmente, colabora con la ley actuando como crítico de la norma, promotor de su creación, forjador de doctrina.
Todo ello es el sustento de una conducta procesal debida, acorde con el derecho y encaminada a buscar la justicia,
que en último término no es otra cosa que la verdad.
A.1.1.- El problema.-
29
Distintas corrientes filosóficas se han planteado el problema de si pueden existir o no leyes injustas. No pocas veces,
el hombre común, el ciudadano de la calle, encuentra que existen leyes que afectan su conciencia moral (Por
ejemplo: Pena de muerte, aprobación del aborto, píldora del día siguiente, objeción al servicio militar etc.) o sus
creencias religiosas (Por ejemplo: prohibición del uso del velo a mujeres musulmanas, prohibición de empleo
de signos cristianos en las escuelas: crucifijos, imágenes, etc.) o ambas.
Se suscita pues, un conflicto entre la conciencia moral del individuo y la obligación de cumplir la ley, entre este
carácter imperativo de la norma y la libertad de conciencia; es necesario entonces, resolver el problema sin
llegar a la violencia, máxime si se tiene en cuenta que lo que se pretende imponer por parte del estado al
individuo, éste lo asume como un conflicto entre el derecho y la moral, al ser sus creencias religiosas o
motivaciones éticas, un obstáculo que impide su cumplimiento.
El Estado no es ni puede constituirse en la conciencia colectiva o la conciencia de las conciencias, y por tanto nunca
podrá imponerse a la conciencia propia del individuo.
Como dice Sergio Cotta (COTTA, 2000), cuando nos comportamos de acuerdo a ellas, (las reglas justas) nuestros
comportamientos son precisos y estables, previsibles, compatibles y armonizables entre todos; gracias a ellas
resulta posible esa coordinación pacífica de las relaciones humanas. Pero esta capacidad ordenadora y
pacificadora de la norma, de la ley, solo puede darse en cuanto ésta sea justa, porque solo si es justa es regla,
porque al no serlo, tendría que ser impuesta por la fuerza o la amenaza de emplearse la fuerza; es decir que
su eficacia dependería de algo externo a ella y no de ella misma. De allí que, como dice el mismo Cotta, en el
libro citado, “… cuando la regla es justa, entonces es plenamente ella misma, es decir, capaz de establecer per
se la más amplia regularidad de los comportamientos, sin que se imponga la necesidad de recurrir a algo
externo. De una regla (o “ley”) científica se dice que es válida (que expresa fielmente la regularidad de ciertos
hechos) cuando los datos a los que se refiere no la contradicen o desmienten. De una regla de comportamiento
diremos que es válida (en el sentido de aplicable por sí misma) cuando está en disposición de armonizar sin
contradicciones ni conflictos los comportamientos que contempla” 44 (COTTA, 2000).
Tomemos el ejemplo la ley de la gravedad, se dice que es válida porque regularmente todos los cuerpos caen, es
decir son atraídos en relación directa a su masa. Una señal de tránsito indica la dirección en que regularmente
deben circular los vehículos o si deben detenerse o cambiar de dirección, etc.
En síntesis, atendiendo a la doctrina de Locke, Hobbes, Russeau y Rawls, lo que se pretendería proponer es que,
desde que el legislador actúa en representación del pueblo que lo ha elegido para expresar la voluntad de
todos, confirma con su actuación, al legislar, la racionalidad y la bondad de la voluntad de todos, y así, los
ciudadanos al obedecer la ley solo están haciendo lo que han decido voluntariamente: someterse, pues han
cedido sus derechos, dejando de lado su derecho natural a la resistencia; que de hacer uso de él, significaría
controlar al soberano, lo que resulta contradictorio con el concepto mismo de soberanía; y esta soberanía
reside en la totalidad que es incapaz de cometer injusticia contra sus partes. El poder de legislar está
44
COTTA, Sergio. ¿Qué es el Derecho? Madrid, 2000.RIALP S.A. Pág.103
45
GRANDE YAÑEZ, Miguel. Ética de las Profesiones Jurídicas. Bilbao 2006. Descleé De Brouwer S.A.
pág.91
30
encarnado en toda la colectividad y no solo en una de sus partes. La ley emitida por el soberano, o sea por
quien puede darla, atendiendo a estos razonamientos, no podría ser injusta. (Hobbes, 2004)
Ya a mediados del siglo XX, Alf Ross, representante del empirismo jurídico, respecto a este tema, decía de manera
categórica: “afirmar que una norma es injusta, como hemos visto, no es más que la expresión emocional de
una reacción desfavorable frente a ella. La declaración de que una norma es injusta no contiene ninguna
característica real, ninguna preferencia a algún criterio, ninguna argumentación. La ideología de la justicia no
tiene, pues, cabida en un examen racional de las normas”. Sin embargo señala que la justicia es la aplicación
correcta de la norma como cosa opuesta a la arbitrariedad. 46 (pag.63) (Vigo (H), 2006).
Para Roos la idea de justicia, en la administración de justicia, exige que el juez decida en forma típica, normal y
objetiva. La decisión será objetiva (justa en el sentido objetivo) cuando cabe dentro de principios de
interpretación o valorizaciones que son corrientes en la práctica; y es subjetiva (injusta en el sentido objetivo)
cuando se aparta de ello. Es decir, la injusticia de la ley nada tiene que ver con la moral.
Para otro representante del positivismo H. L. A. Hart, La reglas son válidas si formalmente lo son. El derecho es
descriptivo más que normativo. Por tanto, a pesar de reconocer algunas vinculaciones entre el derecho y la
moral, parte de una separación conceptual de ambos. Admite que las reglas morales y las jurídicas pueden
coincidir en la medida en que ambas prescriben o prohíben las mismas conductas. Solo que mientras las
normas jurídicas son creadas o cambiadas mediante actos deliberados, las normas morales no son
susceptibles de ello. Sin embargo, admite que el derecho para ser lo que debe ser debe incluir ciertas reglas
básicas (no matar, no dañar, cumplir las promesas, respeto a algunas formas de propiedad etc.) de no hacerlo,
dejaría de ser derecho para convertirse en “una especie de tabú sin sentido”. Un derecho que no garantice la
vigencia de normas básicas o que violente la finalidad de la supervivencia del individuo no sería derecho y por
tanto, el derecho debe asegurar para algunos los beneficios mínimos del derecho natural, lo cual no impide la
presencia de reglas moralmente ofensivas o absolutamente inicuas moralmente. (Vigo (H), 2006)
Pero no solo atendemos al concepto clásico de Tomás de Aquino, si recurrimos a Javier Hervada, “Para el profesor
español, la norma jurídica es regla o estatuto del derecho, por lo que afirmar su juridicidad, significa afirmarla
como ratio juris. … la relación entre derecho y norma se da en que ésta es causa –si atribuye el bien que es
derecho- o medida de aquél –si sólo lo regula-. Por lo que lo distintivo de la norma jurídica es que regule lo
justo. El autor insiste en que la norma es un factor estructural dinámico de orden y de regulación del sistema de
relaciones jurídicas. En todo caso, baste decir por ahora que para Hervada, como para el iusnaturalismo
clásico en general, no basta que una norma cumpla con la formalidad de ley para que lo sea realmente: si la
norma positiva no es racional, es voluntad arbitraria que impone el desorden, por lo que no es verdadera regla
de derecho”.49
“Pero si para Hervada la norma es jurídica por ser regla de lo justo, en definitiva es regla –que es lo mismo que decir
que es norma- por su racionalidad. Sólo la razón que esclarece la voluntad es capaz de ordenar las conductas
disponiendo los medios en torno al fin. Por ello una “norma jurídica” que sea irracional no es norma jurídica en
realidad porque ni siquiera es norma. La racionalidad de la norma jurídica para el profesor español está dada
sobre todo por su consonancia con la condición integral del hombre y sus fines, por lo que además de ser
46
VIGO (H), Rodolfo Luis. Perspectivas Iusfilosóficas Contemporáneas. 2ª.Ed. Buenos Aires 2006.
Pág.85
47
“Regla y medida de los actos, según la cual alguno es inducido a obrar o retraído de la operación. La
ley es ordenación de la razón para el bien común, promulgada por aquel a quien incumbe el cuidado o
gobierno de la comunidad.” Citado por Fernández de Henestrosá y Boza. Doctrinas Jurídicas de Santo
Tomás de Aquino. Madrid 1888. Pág. 83.
48
Peinador C.M.F., Antonio. Moral Profesional. BAC, Madrid 1962. Pág. 60.
49
CHAVEZ FERNANDEZ P. José. “Lo antropológico y lo epistemológico en la relación derecho-
moral en Javier Hervada.” En: CHAVEZ-FERNÁNDEZ P. José (COMP.). Derecho y Moral en el
Debate Iusfilosófico Contemporáneo. Actas de las I Jornadas Internacionales de Filosofía del
Derecho (Arequipa,-Perú, 17-19 de junio de 2009). Universidad Católica San Pablo. Primera
edición. Arequipa, 2010.pág. 355
31
técnicamente adecuada, debe ser prudencialmente buena: no atentar contra la naturaleza humana y la ley
natural, orientarse al bien común y respetar las circunstancias históricas de una determinada sociedad.” 50
Este punto lo podemos concluir con lo manifestado por Javier Hervada, cuando dice que las leyes son injustas
“porque lesionan el derecho natural, o sea, porque atribuyen cosas a personas distintas de aquellas a quienes
están atribuidas anteriormente por derecho natural, o niegan la titularidad de algo a quienes lo tienen por
derecho natural o atribuyen cosas a quienes por derecho natural les está negado” 51 (Leyes que pretendan
legalizar el aborto, los matrimonios homosexuales, la pena de muerte, etc.)
“De suyo, toda ley es obligatoria, so pena de no ser verdadera ley. Pero no se trata de preguntar aquí si los súbditos
del Estado están obligados a prestar obediencia a sus leyes en el fuero externo y en el orden puramente
humano y temporal – que es cosa clara y evidente -, sino de averiguar si la obediencia a las leyes civiles obliga
también en el fuero interno, o sea, en el orden de la propia conciencia y ante el mismo Dios. … Conclusión I. ª:
El cumplimiento de la ley civil justa obliga en conciencia ante Dios.” 52 (ROYO MARIN, 1973) (FERNÁNDEZ
HENESTROSÁ Y BOZA, 1888)
La razón es que la autoridad legítima proviene de Dios a través de la elección del pueblo teniendo en cuenta además
que por su naturaleza una comunidad no subsistiría sin reglas.
Se conoce que una ley es justa y legítima cuando “tenga por finalidad el bien común humano y no se oponga a
ninguna ley natural ni positiva, divina o eclesiástica. En un Estado que se inspire en los principios católicos… la
justicia de una ley se ha de presumir siempre, mientras no se pruebe lo contrario. Pero para un análisis
exhaustivo habría que tener en cuenta las cuatro causas: final, eficiente, material y formal. Y así:
a) Por parte de la causa final será justa si se ordena al bien común, como exige la justicia legal.
b) Por la causa eficiente, si ha sido dada por la autoridad legítima y dentro de sus atribuciones.
c) Por la material, cuando sea buena en sí misma y atendidas las circunstancias de tiempo, lugar, etc.
d) Por la formal, cuando se impone a los ciudadanos guardando la proporción debida, como exige la justicia
distributiva. La ley debe tener en cuenta el lugar que ocupa cada súbdito en el conjunto de la nación por su
dignidad, riquezas, etc.”53
Pues bien, si atendemos a estos razonamientos, y al hecho de que una comunidad no podría subsistir sin leyes, nos
es fácil concluir aplicando la lógica, que si por el contrario la ley es injusta, es decir que luego del análisis
descubrimos o se nos hace evidente que no está ordenada al bien común, no está dada por autoridad legítima
dentro de sus atribuciones, no es buena en sí misma y no se impone guardando la proporción debida, es
evidentemente discriminatoria; no obliga en conciencia y lo que es más, puede ser obligatorio desobedecerla
abiertamente.
Pero cabe todavía preguntarnos ¿por qué obliga moralmente –con deber de justicia- la norma jurídica? Para Hervada
la respuesta es una vez más antropológica. El hombre es por naturaleza un ser libre y teleológico por lo que
sus fines le exigen una conducta moral –libre y responsable- que en la correspondencia con ellos encuentre su
perfeccionamiento. Pero el hombre es un ser en relación –socio por naturaleza de los demás- por lo que para
alcanzar ese perfeccionamiento personal que implica el bien común, requiere la cooperación de los otros y en
específico del gobierno de quienes han recibido legítimamente tal responsabilidad por parte de la sociedad.
Como lo bueno obliga al hombre en conciencia en razón del fin, lo justo en tanto objeto de la virtud de la justicia
–un hábito específico de lo bueno-, lo obliga en conciencia en razón del bien. Para Hervada en definitiva, el
derecho obliga porque es bueno.” (pág. 367).
50
CHAVEZ FERNANDEZ P. José. Op.cit. pág. 367
51
Hervada, Javier. ¿Qué es el Derecho?. Ediciones Universidad de Navarra S.A., Pamplona 2002. Pág.42.
52
Royo Marín, Antonio. Teología Moral Para Seglares I Moral Fundamental y Especial. BAC Madrid
1979. Pág. 118.
53
Royo Marín, Antonio. Teología Moral Para Seglares I Moral Fundamental y Especial. BAC Madrid
1979. Pág. 119.
32
“La Ley humana puede ser injusta por un doble capítulo: o porque falla alguna o algunas de las cuatro causas
anteriormente mencionadas, o porque contradice al bien divino … lo que no es honesto en el orden natural
contradice al bien divino, y lo que contradice al bien divino no puede ser honesto en el orden natural” 54
Queda pues claro, que la ley injusta no solo no obliga en conciencia, porque una norma que carece de la rectitud
necesaria y esencial a toda ley, no es ni puede ser verdadera ley, y consecuentemente, lo que no es ley no
obliga; pero no solo no obliga en conciencia, sino que además el abogado está obligado a desobedecerla
porque atenta contra el bien común, carece de valor jurídico.
Aunque, excepcionalmente obliga si bien no sea útil para el bien común, mientras no atente contra la ley natural o
divina, en cuyo caso para evitar escándalo o perturbaciones sociales o un daño mayor, debe cumplirse. Se
aplica también a las leyes que sean parcialmente injustas, en cuyo caso la parte no injusta abiertamente,
obliga, por las mismas razones. (PORTELA, 2005)
“La Objeción de conciencia supone que una persona se niega a cumplir lo que establece una norma jurídica por
motivos de conciencia, porque entra en conflicto con sus obligaciones morales o religiosas. El rechazo se limita
a sustraerse al cumplimiento de la norma sin pretender en ningún momento la modificación o derogación de la
norma. No cabe un derecho a la objeción de conciencia con carácter genérico (sólo alguna o algunas normas)
pues esto llevaría a no declarar vinculante el Derecho”. 56
“…supone la no observancia de una o varias normas con la finalidad de lograr la modificación de esas mismas
normas o de otras (políticas, programas, etc.) que se consideran injusta o inmorales, aceptando normalmente
la sanción impuesta por la desobediencia. Su finalidad es política y por eso la desobediencia civil es pública y
manifiesta. La desobediencia civil puede ser: directa, si vulnera la norma que se pretende modificar, o indirecta,
si se vulnera una norma que no se cuestiona para poner en evidencia la disconformidad con otra norma o
decisión”.58
Su fundamento es de orden moral, no es el simple disgusto de la ley o de sus consecuencias, es una protesta que
busca cambiar la realidad, reemplazar las estructuras de injusticia por estructuras justas, y ese es el único
fundamento que la hace válida.
“En consecuencia, la desobediencia civil es un acto de protesta, con fundamento moral, cuya finalidad primaria
consiste en intentar reemplazar una norma jurídica o una política gubernativa, o hacer que ésta quede
simplemente sin efecto.”59
54
Royo Marín, Antonio. Teología Moral Para Seglares I Moral Fundamental y Especial. BAC Madrid
1979. Pág. 119.
55
PORTELA, Jorge Guillermo. La Justificación Iusnaturalista de la desobediencia civil y de la objeción
de conciencia. EDUCA Buenos Aires, 2005. Pág.30.
56
De la Torre Díaz, Francisco Javier. Ética y Deontología Jurídicas. DYKINSON 2000. Pág. 187.
57
PORTELA, Jorge Guillermo. La Justificación Iusnaturalista de la desobediencia civil y de la objeción
de conciencia. EDUCA Buenos Aires, 2005. Pág.29.
58
De la Torre Díaz, Francisco Javier. Ética y Deontología Jurídicas. DYKINSON 2000. Pág. 187.
59
PORTELA, Jorge Guillermo. La Justificación Iusnaturalista de la desobediencia civil y de la objeción
de conciencia. EDUCA Buenos Aires, 2005. Pág.30.
33
Hobbes, T. (2004). Leviatán. Madrid: C.Mellizo, Alianza Ensayo.
PEINADOR, A. (1962). Moral Profesional. Salamanca: BAC.
PORTELA, J. G. (2005). La Justificación Iusnaturalista de la Desobediencia Civil y de la Objeción de Conciencia. Buenos Aires:
Editorial de la Universidad Catolica Argentina.
ROYO MARIN, A. (1973). Teología Moral Para Seglares. Madrid: BAC.
Vigo (H), R. L. (2006). Perspectivas Iusfilosóficas Contemporáneas. Ross - Hart - Bobbio - Dworkin - Villey - Alexy - Finnis. . Buenos
Aires: Abeledo - Perrot.
Cualquier conducta que afecte el proceso de tal manera que los elementos del mismo no estén sujetos a una
actuación que garantice un debido proceso, es una conducta procesal indebida.
Se trata pues de eliminar los procesos innecesarios, maliciosos e indebidamente tramitados, que no solo perjudican
el prestigio de la magistratura y de los abogados, sino que constituyen la desfiguración del derecho y la
negación de la posibilidad de alcanzar la justicia.
Contrario sensu, la conducta procesal debida se traduce en la obligación de las partes, y el deber de las mismas, de
comportarse en el juicio con lealtad y probidad. Teniendo siempre en cuenta que el mayor deber del litigante
es la verdad.
Cuando en la doctrina se trata este tema, se enuncia como faltas de los litigantes y abogados a las siguientes:
a) las obstrucciones al curso de la justicia que incluye los actos contrarios al deber de lealtad, probidad y buena fe; y
Ya en la antigüedad, se ponía especial cuidado en recomendar a los abogados una conducta apropiada a su
profesión, y así encontramos en Gayo (Intst. IV. Tit. XVI, 178) se refiere al improbus litigator. Y la recopilación
Justiniana imponía en el juramento del abogado la obligación de abstenerse de patrocinar o defender casos
injustos. (Ver Ética del Abogado. Conducta Procesal Indebida. Rodolfo Luis Vigo (H.) pág. 90 y ss.)
Nuestra legislación positiva legisla expresamente esta conducta procesal indebida como vemos a continuación:
(*) Artículo vigente conforme a la modificación establecida por el Artículo Único de la Ley Nº 27020, publicada el 23-12-98.
Así mismo, el Código de Ética de los Colegios de Abogados del Perú, resume este deber de los abogados en los artículos 1, 3 y 5.
Art. 1.- Esencia del deber profesional.- El abogado debe tener presente que es un servidor de la justicia y un colaborador de su
administración y que su deber profesional es defender con estricta observancia de las normas jurídicas y morales, los
derechos de su patrocinado.
Art.3.- Honradez.- El abogado debe obrar con honradez y buena fe. No debe aconsejar actos fraudulentos, afirmar o negar con
falsedad, hacer citas inexactas o tendenciosas, no realizar acto alguno que estorbe la administración de justicia.
Art.5. Abusos de procedimiento.- El abogado debe abstenerse del empleo de recursos y formalidades legales innecesarias, de toda
gestión dilatoria que entorpezca el normal desarrollo del procedimiento y de o causar perjuicio.
1.- Negligente.- porque no satisface las exigencias definidas por el derecho positivo y apareja la frustración de actos
procesales cuya realización se intentaba. Si bien propiamente no ocasiona daño a la contraparte, impide la
realización oportuna del derecho.
2.- Dilatoria.- porque altera el ritmo del debido proceso postergando más de la cuenta la litis y su solución. Y a
diferencia de la conducta negligente si provoca un daño al demorar la solución judicial ocasionando una justicia
tardía.
3.- Temeraria.- actitud de quien afirma hechos o se conduce sin fundamentos o motivos, con conciencia de la propia
sinrazón. (Carnelutti). P.e. quien promueve una acción sabiendo que no tiene la razón y con la intención de
perjudicar y dañar a su adversario.
4.- Maliciosa.- conducta que se caracteriza por el dolo procesal, o sea que se sirve conscientemente del proceso,
utilizando los medios que éste le brinda, para ocasionar un daño a la contraparte.
5.- Irrespetuosa.- La ética profesional exige en la actuación de los abogados una conducta que garantice el debido
respeto a la contraparte y al juez.
36
B.3.1.- El Prevaricato.- el término proviene del latín “prevaricare” que significa cometer delito proponiendo a
sabiendas o por ignorancia inexcusable resoluciones manifiestamente injustas.
Esta figura jurídica puede darse desde la perspectiva de los jueces y fiscales, cuando estos incumplen
maliciosamente o por ignorancia inexcusable las funciones que les corresponde en razón a su cargo en la
administración de justicia. Y desde la perspectiva del abogado cuando este viola la fidelidad debida a su cliente
para favorecer a la otra parte, es decir cuando el abogado traiciona a su cliente, falta al deber de lealtad
profesional para favorecer a la parte contraria.
Nuestra legislación positiva sanciona esta conducta como delito en el Código Penal:
Puede ser total, cuando todo el honorario es satisfecho con la parte del bien en litigio; y parcial, cuando una parte del
honorario se sujeta a esta consideración y otra, independientemente del resultado del proceso, con dinero o
especies o en forma mixta.
Aunque hay legislaciones que no la admiten, nuestra legislación si lo hace y por tanto nuestro código de ética se
refiere a el en su artículo 35:
“El pacto de cuota litis no es reprobable en principio. En tanto no lo prohíban las disposiciones legales, es admisible
cuando el abogado lo celebra por escrito antes de prestar sus servicios profesionales sobre bases justas,
siempre que se observen las siguientes reglas:
1.- la participación del abogado nunca será mayor que la del cliente.
2.- el Abogado se reservará el derecho a rescindir el pacto y separarse del patrocinio o del mandato en cualquier
momento, dentro de las situaciones previstas por el Art.30; del mismo modo que dejará a salvo la correlativa
facultad del cliente para retirar el asunto y confiarlo a otros profesionales en idénticas circunstancias.
En ambos casos el abogado tendrá derecho a cobrar una cantidad proporcional por sus servicios y con la
participación originariamente convenida, siempre que sobrevengan beneficios económicos a consecuencia de
su actividad profesional.
Cuando las pretensiones litigiosas resulten anuladas por desistimiento o renuncia del cliente o reducidas por
transacción, el abogado tendrá derecho a liquidar y exigir el pago de los honorarios correspondientes a los
servicios prestados.
3.- si el asunto es resuelto en forma negativa, el bogado no debe cobrar honorarios o gasto alguno; a menos que se
haya estipulado expresamente a su favor este derecho.
37
Artículo 36.- gastos del asunto.- no es recomendable en principio, salvo que se trate de un cliente que carezca de
medios, que el abogado convenga con él en expresar los gastos del asunto, fuera del caso de promediar pacto
de cuota litis y obligación contractual de anticiparlo con cargo a reembolso.
Artículo 37.- adquisición de interés en el asunto.- fuera del caso de cuota litis escriturado con anterioridad a su
intervención profesional, el abogado no debe adquirir interés pecuniario de ninguna clase relativo al asunto que
patrocina o haya patrocinado. Tampoco debe adquirir directa o indirectamente bienes de esa índole en los
remates judiciales que sobrevengan.”
Debemos tener siempre presente, que la labor del abogado rebasa el marco particular de su cliente y ejerce influencia
en la sociedad, de allí que podamos afirmar que la abogacía debe cumplir una labor social sirviendo a su
cliente dentro de los límites de la moral, esto es, a la luz de los cuatro principios que ya hemos estudiado: el de
beneficencia, el de autonomía, el de justicia y el de no maleficencia.
Si queremos traducir lo dicho en actitudes concretas, diremos que el abogado deberá tener siempre en cuenta que en
todas sus actuaciones lo que busca es hacer el bien, hacer el bien a su cliente, obteniendo para el los
beneficios que le correspondan con arreglo a las leyes. Cada quien debe actuar con arreglo a los dictados de
su conciencia, sin imposiciones de nadie, para que la responsabilidad sobre sus actos pueda serle imputada,
cada quien es autónomo, libre de elegir la conducta que más le “convenga” para lograr sus objetivos y
aspiraciones, los seres humanos son morales en la medida en que libremente se determinan a sí mismo
mediante la razón. Debemos pues actuar con criterio de conciencia, con discernimiento, es decir buscando lo
bueno para realizarlo y conociendo lo malo para evitarlo. En aplicación del principio de justicia, el abogado
debe buscar la justicia no solo para su cliente, sino para la sociedad; es decir debe quedar satisfecha tanto la
pretensión de su cliente como la necesidad de restablecer el equilibrio perdido que tiene la sociedad. Podrá
conseguirlo en la medida en que logre que a su cliente se le retribuya lo que le corresponde, ni más ni menos,
ni en la medida en que afecte de manera desproporcionada a la otra parte o a la sociedad. Es la expresión del
sentido social de la profesión, es la realización de la ética social. Y por supuesto, el abogado deberá tener
siempre presente que lo que siempre deberá evitar, a toda costa, es el hacer daño con su actuación.
Para logar todo ello, deberá tenerse presente algunos principios generales de actuación profesional:
b) Compromiso.- El asesor deberá asumir el caso solo si tiene el tiempo y los conocimientos adecuados para
llevarlo a buen término. Deberá no solo tener disponibilidad de tiempo sino de independencia y libertad
profesional para hacerse cargo de caso.
c) Confianza.- del cliente hacia el abogado, que debe ser ganada mediante la sincera exposición del caso y sus
probables soluciones; y también del abogado hacia el cliente, que le permita confiar en la justicia y rectitud de
las pretensiones de éste. Debe lograrse a través de un trato transparente, sincero y fundado en la
argumentación veraz y cierta de los hechos materia de la litis.
d) Consideración.- el cliente es una persona, un ser humano en situación de crisis ocasionada por el conflicto de
sus intereses con los de su contrincante. Deberá tenerse en cuenta sus opiniones y pareceres, respetándose
sus derechos y sus convicciones. Deberá presentarles las alternativas que permita el derecho y solicitarles su
aprobación para ejecutarlas. El profesor Hortal señala: “no hay bien ético que lo sea si es impuesto a la
persona, ni siquiera para hacerles el bien se puede dejar de respetar su dignidad, libertad y derechos”.
2.- Expresarle al cliente lo inapropiado de su pretensión tanto desde el aspecto técnico como ético. (P. de
beneficencia y autonomía).
5.- buscar la mejor alternativa para su cliente incluso si este es culpable (no maleficencia).
6.- aplicar todos los medios y herramientas que le brinde el derecho para favorecer a su cliente.
7.- reclamar por la ley injusta y proponer por todos los medios su inaplicabilidad.
Conviene, como una ayuda, tener presente los siguientes mandamientos del abogado, así llamados por su autor,
como una síntesis de los principios éticos que deben regir la conducta de los abogados.
I. “ESTUDIA: El Derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos serás cada día un poco menos
abogado”.
IV. “LUCHA: Tu deber es luchar por el Derecho; pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la
Justicia, lucha por la Justicia”.
V. “SE LEAL: Leal para tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal
para con el adversario, aún cuando él sea desleal contigo. Leal para con el Juez que ignora los hechos y debe
confiar en lo que tu dices; y que en cuanto al Derecho alguna que otra vez, debe confiar en el que tu lo
invocas”.
VI. “TOLERA: Tolera la verdad ajena en la misma medida en que tu quieras que sea tolerada la tuya”.
VII. “TEN PACIENCIA: El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración”
VIII. “TEN FE: Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en la justicia,
como destino normal del Derecho; en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia; y sobre todo ten fe en la
libertad, sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz.
IX. “OLVIDA: La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor,
llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido en combate, olvida tan pronto tu victoria como tu
derrota.
X. “AMA TU PROFESIÓN: Trata de considerar la Abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida
consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado”.
QUINTA UNIDAD:
39
Ética de los Magistrados, Ministerio Público y Notarios.
Lectura Obligada:
- Código de ética profesional.
- Grande Yánez Miguel, Ética de las Profesiones Jurídicas, Universidad Jesuitas, Desclée. Bilbao 2006. Capítulo 4.
- Hortal Augusto. Ética General de las Profesiones. Centros Universitarios de la Compañía de Jesús. Desclée. Bilbao
2002. Capítulo 15.
- Carlos E. Gómez de la Torre R. Función Ética del Notario. Notarios. Revista del Colegio de Notarios de Lima. Año X
Nº 10. Lima, 2000.
40
Lectura Sugerida:
- Joan Bestard. Diez Valores Éticos. PPC Madrid 2004.
Con el nacimiento del estado, la distribución de los poderes asigna esta función de resolver conflictos al llamado
poder judicial, es decir el poder del Estado encargado de administrar justicia, es decir realizar la voluntad
constante de dar a cada quien lo suyo, lo que le corresponde, en cualquiera de los modos que los filósofos han
elucubrado, sea de manera distributiva, que se ejerce mediante la autoridad, y consiste en repartir los bienes
y los males según el mérito de las personas, distribuir así mismo los honores y ventajas y las cargas y
obligaciones entre los miembros de la comunidad conforme a su situación, aptitudes y fuerzas. Conmutativa,
que se ejerce respetando la igualdad de las cosas cambiadas, en la equivalencia entre las obligaciones y
cargas estipuladas en los contratos, que requiere de la reciprocidad, del doy para que me des, y que en un
sentido puro e ideal no necesitaría la intervención de un tercero (el juez), sino que corresponde a cada quien
defender recíprocamente lo que en derecho a cada uno le corresponde. Y, general o legal, que es la que nace
de las leyes o normas que velan por el bien común, por el orden social, que permite la construcción de este
orden social.
Esta función, es delegada por el estado al magistrado, por tanto éste debe considerar que la justicia es la esencia de
su deber, lo que determina que debe aplicar rectamente el derecho para alcanzar el fin último de éste, que es
la justicia. De esto se desprende, lo que ya hemos tratado anteriormente, que la ley injusta no obliga al
magistrado a actuar conforme a ella.
Son deberes primordiales del magistrado conseguir que se realice la justicia y la defensa del honor profesional. De
ellos se deriva que en su actuación cuidará de manera especial que la aplicación de la ley no genere injusticia y
que las actitudes o conductas irregulares de sus pares deberán ser no solo reprobadas sino también
denunciada.
Deberá tener en cuenta que el Honor, es el reconocimiento, por parte de la sociedad, de lo que merece alta
estimación en la manera de actuar de un individuo, de una colectividad, de una institución. Que la dignidad es
la gravedad y decoro de las personas en cuanto a su comportamiento y que se manifiesta en el desinterés, la
cortesía, la corrección, la distinción, la pulcritud, la puntualidad, delicadeza, etc., que en último término
determinan esa condición del hombre por la cual se le considera como un fin en sí mismo y no como un medio
de pago para algo; como sujeto y no como objeto.
A.1.1 El juez.-
Tratamos aquí el concepto de Juez en su condición de autoridad que tiene a su cargo el ejercicio de la función
jurisdiccional del Estado (juris dicere: el que pronuncia el derecho), aplicando las normas legales a los casos
concretos que le son sometidos. Es pues, la persona que habilitado por la sociedad por sus conocimientos
especiales del derecho (con excepción de los jueces de paz y los árbitros), ha obtenido su título de abogado
que a su vez lo ha habilitado para acceder al nombramiento de juez por la autoridad competente que lo inviste
de potestad jurisdiccional para que administre justicia con las prerrogativas y facultades que le confieren las
leyes de la materia. Tienen el carácter de funcionarios públicos e integran el Poder Judicial. Son autónomos,
independientes e inamovibles y solo pueden ser destituidos por las causales previstas en la Constitución y las
leyes y son responsables en el ejercicio de su función administrativa, civil y penalmente. El ejercicio de su
función está jerarquizado, y las resoluciones de las instancias inferiores son revisadas por las instancias
superiores pudiendo ser confirmadas, modificadas o revocadas.
Un buen sistema judicial debe tender a proveerse de los mejores profesionales del derecho para aprovechar al
máximo su experiencia, sus conocimientos, destrezas y capacidades; su formación humana, sensibilidad y
vocación de servicio a la comunidad; promoviendo en ellos el desarrollo de sus virtudes innatas para impartir
justicia.
41
A.1.2 El Ministerio Público.-
La labor del magistrado se complementa con la del Ministerio Público, institución destinada a representar y
defender los intereses del Estado y de la sociedad, mediante el control de la legalidad, velando por la
independencia del poder judicial y por la recta administración de justicia, realizando las investigaciones que
conduzcan a esclarecer la existencia o no del delito. Le son pues, aplicables todas las apreciaciones sobre los
deberes que hemos señalado y las que más adelante señalaremos.
A.2.2.1 Lealtad.-
Por la lealtad actuará siempre de acuerdo a la norma y a los principios generales del derecho, así como a los demás
deberes morales; no podrá contradecir con su decisión la norma invocada.
A.2.2.2 Veracidad.-
Por la veracidad sus decisiones estarán apoyadas en los hechos y en la ley. No le está permitido tergiversas o alterar
los hechos para emitir resoluciones que se adecuen a hechos falsos, debe respetar rigurosamente la verdad de
los hechos y la verdad legal.
A.2.2.3 Probidad.-
Por la probidad, se dejará guiar por su hombría de bien, por su rectitud de conciencia, buscando la justicia y no la
aplicación ciega de la ley.
A.2.2.4 Independencia.-
Por la independencia, no permitirá que factores extraños al proceso tuerzan el camino recto hacia la justicia, ni la
influencia política, social, familiar, religiosa, deberán apartarlo de su búsqueda de la verdad y de la justicia.
A.2.2.5 Imparcialidad.-
Por la imparcialidad, atributo de la justicia, emitirá sentencias realmente justas, sin inclinarse indebidamente hacia
uno u otro interés o pretensión. Si duda de su imparcialidad debe abstenerse de juzgar y también debe hacerlo
cuando existan causales de ley que así lo determinen.
A.2.2.6 Diligencia.-
Por la diligencia, debe actuar con el mayor celo y cuidado, puntualidad y oportunidad para evitar dañar a las partes
y administrar justicia oportuna.
A.2.2.7 Decoro.-
42
Y por el decoro, su actuación debe ser actuar con pulcritud y decencia tanto en su apariencia personal, en su
lenguaje, como en el cumplimiento de sus deberes y reconocimiento de sus errores.
A.3 Virtudes que deben cultivar magistrados y miembros del Ministerio Público.-
Estas obligaciones morales de los magistrados y miembros del Ministerio Público deben estar fundadas en virtudes
sólidas, propias de todo profesional, pero especialmente de aquellos que desempeñan tan delicada función de
administrar justicia y representar los intereses del estado y de la sociedad. Por lo que tanto magistrados como
miembros del Ministerio Público deben cultivar:
A.3.1 La prudencia.-
Madre de todas las virtudes, que implica discernir los bueno de lo malo, la sensatez y el buen juicio y que se
desarrolla y establece en el hombre a través de los dones innatos así como de la experiencia combinando las
capacidad naturales con lo adquirido por la experiencia, el estudio, la contemplación , las lecturas. Para
Aristóteles es la virtud del hombre juicioso que sabe determinar en concreto, en cada situación, lo que tiene
que hacer y lo hace, por eso se le conoce también como sabiduría práctica. Presupone el conocimiento de la
realidad y la previsión de las consecuencias a derivarse de la acción o decisión que se va a adoptar.
A.3.2 La fortaleza.-
Que le permitirán perseguir sus objetivos, sus metas, sus ideales, sin desmayar ni quebrantar sus principios,
dominando sus naturales temores, no dejándose llevar por las tentaciones del poder, de la vanagloria, del
dinero. No dejando que las amenazas, las animadversiones ni las represalias lo aparten del recto camino. Es
una virtud que los griegos denominaron “andreia” (hombría, valor) con una fuerte connotación masculina, que
consistía en lograr dominar las tendencias desordenadas o como decía Aristóteles, la capacidad para vencer el
miedo a los peligros que nos acechan. Y como dirán los escolásticos, el término medio entre la timidez y la
audacia y que consiste en dominar los movimientos irascibles de la sensualidad para que no impidan la
consecución de un fin al que se le oponen grandes y graves obstáculos.
Por esta virtud el hombre modera los placeres y asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos, tendencias y
pasiones.
A.3.4 La justicia.-
Cuya expresión será el dar a cada quien lo que le corresponde, teniendo en cuenta que el ser humano es un fin en sí
mismo y no un objeto del derecho. Y mejor aún si fundamenta su decisión en la verdadera justicia cristiana que
es dar a cada quien lo que necesita.
Hábito operativo bueno que se manifiesta en la disposición constante e irrenunciable de la voluntad de dar a cada
uno su derecho, su parte, lo suyo.
A.3.5 La sociabilidad.-
Virtud indispensable en el ejercicio de las relaciones humanas que hacen capaz al hombre de comportarse acorde
con la dignidad de las personas en sus relaciones con otras personas, entendiendo que existe una comunidad
de intereses entre las personas que conforman un colegiado, entre las personas que ejercen una misma
profesión que obliga a la verdadera solidaridad, a compartir experiencias y conocimientos, y también al respeto
de la honorabilidad del cargo, cuidando que se ejerza con dignidad por los otros miembros de la magistratura,
denunciando las conductas y actitudes que atenten contra la honorabilidad y dignidad de la magistratura.
A.3.6 La veracidad.-
Rectitud de la acción y de la palabra, que se expresa en la coherencia entre sus actuaciones y la verdad, dejando de
lado y repudiando la mentira, la hipocresía, la simulación, la adulación; considerando siempre que sin la
búsqueda de la verdad no se podrá alcanzar la justicia: supone la exactitud de sus actuaciones, es decir el
estudio concienzudo del caso, la precisión de los datos; la objetividad en la consideración de lo fáctico, al
margen de criterios subjetivos o influencia externas al proceso; y la imparcialidad que supone el ajustarse a la
verdad de los hechos.
43
¿Qué es un notario?, ¿qué rol le toca desempeñar en este proceso de alcanzar la felicidad, de vivir bien?, ¿la
sociedad necesita de notarios?, ¿quiénes deben ser notarios?.... Si no tenemos respuesta a estas preguntas,
hablar de ética de la función notarial sería teorizar, conceptualizar académicamente, pero no responder a una
problemática real y evidente, en un mundo como el nuestro, con escala de valores trastocada o peor aún un
mundo que adolece una pérdida cada vez más patente de valores.
Tiene que haber un momento en la historia de la humanidad, en que las sociedades incipientes, las primeras
comunidades de hombres, frente al natural deseo del hombre de acreditar como propio el producto de su
esfuerzo, de su trabajo, tuvieran que escoger entre sus miembros a una persona que sirviera de testigo
especial, avalado por toda la comunidad, para que su testimonio fuera tenido como verdad vinculante. Quizás
sea el origen de la función judicial, o de la administrativa, o de la notarial o de todas ellas al mismo tiempo. En
todo caso tal persona, seguramente tendría que estar dotada de ciertas cualidades y calidades que la hicieran
confiable para las mayorías. ¿No es acaso el notario moderno, un testigo por excelencia, a quien la sociedad,
vía el Estado, le ha delegado la función de decir la verdad oficial, la verdad vinculante? Yo afirmo que sí.
En ese sentido, fe pública es "presunción de veracidad respecto a ciertos funcionarios a quienes la ley reconoce
como probos y verdaderos, facultándoles para darla a los hechos y convenciones que pasan entre los
ciudadanos"60, como afirma Gonzalo de las Casas, citado por Enrique Jiménez Arnau en su obra sobre derecho
Notarial.
Por tanto el Notario peruano ejerce una función específica, de carácter público, cuya misión es robustecer con una
presunción de verdad los hechos o actos sometidos a su amparo. Y fe pública notarial es también, el
sentimiento, que con carácter de verdad y certeza, los ciudadanos prestamos a lo manifestado por aquellos a
quienes el Poder Público reviste de esa autoridad: los notarios.
Basta echar una mirada a nuestra sociedad actual, para darnos cuenta que en los últimos veinte años, se ha
deteriorado la moral a un ritmo tan acelerado, que prácticamente la inmoralidad es la regla y la actitud moral y
ética son la excepción.
Esto ha afectado tanto a la mentalidad de los administradores del estado, que la fe pública de ser considerada como
un valor ha pasado a ser una mercancía. Esta no es una afirmación teórica, vamos a la práctica, nos
preguntamos ¿por qué los notarios no pueden tener un arancel de honorarios mínimos? La respuesta es que
como la fe pública es una mercancía, el arancel supone una concertación de precios, lo que está prohibido por
ley. Consecuencia: si la fe pública más que un valor es una mercancía, es lógico que muchos piensen que a
mayor capacidad económica, mayor posibilidad de fe pública, o fe pública de mejor calidad; y a menor
capacidad económica, menor posibilidad de obtener fe pública o se obtiene de menor calidad.
Otro ejemplo, El que tiene dinero, tiene acceso a la titulación vía el instrumento público notarial por excelencia, la
escritura pública; el que no tiene dinero, tiene acceso a un titulo más barato, el formulario registral.
¿Qué nos demuestra la poca consideración que tiene el Estado con la función notarial?, entre otras cosas, el
nombramiento de los llamados fedatarios administrativos, función que la mayor parte de veces recae en
personas que no tienen ni la preparación académica, ni la formación personal para sumir tan grave
responsabilidad. El mensaje que da el Estado en estos casos es que como sólo sirven para legalizar copias,
eso lo puede hacer cualquiera.
El aumento de atribuciones a los señores Registradores, quienes ponen en tela de juicio las certificaciones notariales
contenidas en los instrumentos públicos, exigiendo que los interesados acompañen los documentos originales
que dieron mérito a esas certificaciones notariales. Qué mensaje se le da al ciudadano común: la fe notarial no
sirve.
¿Cómo se evitaría esta incoherente situación? Muy fácil, mediante el reconocimiento de que la fe pública no es una
mercancía que pueda estar sujeta a la libre oferta y demanda, y que por constituir un valor necesario para la
60
Enrique Giménez Arnau. Derecho Notarial. EUNSA, Pamplona 1976. Pág.37
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justicia social, la función de darla, que se hace por delegación del Estado, debe estar sujeta a un arancel que
garantice que todos los ciudadanos, sea cual fuere su condición, tendrán la misma oportunidad, sin ser
discriminados por su capacidad económica o de cualquier otra índole.
Pero, ¿la sociedad necesita notarios? Sí. Ya que de otra manera, la verdad oficial solo podría estar en manos de los
jueces, y estos significaría que la seguridad jurídica quedaría expuesta hasta que un magistrado se pronuncie,
y éste lo hará cuando ya se haya producido el desequilibrio, la controversia, con los costos que supone la
intervención del aparato judicial para resolver un asunto, y el aumento desmedido de la carga procesal a un
poder judicial ya agobiado actualmente con sus propios problemas. Significaría también renunciar a la
seguridad jurídica por una seguridad económica, ya que daría lugar al ingreso del seguro de títulos, una fuente
de ingentes ingresos para las compañías aseguradoras, las grandes transnacionales de los seguros, como en
los países en los que no existe el notariado latino.
Sí son necesarios los notarios, porque la sociedad quiere la seguridad jurídica de sus actos y contratos, de sus
patrimonios, de sus inversiones, que en muchos de los casos han significado el esfuerzo de toda una vida y no
solo de una persona sino de familias enteras.
Estas preguntas se hacen más urgentes, cuando constatamos que en los últimos años, pareciera que la sociedad se
ha equivocado al elegir a algunos de los funcionarios de la fe pública. No podemos cerrar los ojos a esa
realidad, se ha deteriorado la imagen del notario público en el Perú. En los círculos de abogados se comenta
de tales o cuales notarios que son flexibles, que hacen favores a cambio de pequeñas o grandes sumas de
dinero. Las entidades financieras y bancarias, se dan el lujo de exigir que sus clientes trabajen con los notarios
que ellos les asignan y no admiten que el cliente lo haga con el notario de su confianza o de su preferencia. Se
desconfía del instrumento público notarial, a tal punto que hoy en el poder judicial, es una prueba sujeta a la
discrecionalidad del juez, cuando siempre fue considerada como prueba plena y pre constituida.
La opinión pública, ha manifestado su disconformidad con algunas situaciones irregulares que se han presentado
desde el acceso mismo a la función notarial, a raíz de la ley de excepción para completar el número de notarios
en los diversos colegios del Perú, la denuncia de tráfico de influencias y pago de sumas de dinero hechas por
postulantes para “comprar” su ingreso, han sido materia de comentario y crítica a la función que merecen una
investigación y esclarecimiento, para preservar la imagen del Notariado Peruano.
Hay que revertir esta situación, el notariado debe recuperar el sitial que le corresponde en la sociedad. Y la manera
de conseguir este propósito, es exigir al notariado una mejor selección de sus postulantes y un mejor control de
sus miembros.
Pero la sociedad actúa en forma incoherente, rechaza a los profesionales probos, porque no facilitan la formalización
irregular de sus pretendidos derechos; y buscan a los calificados de corruptos o inmorales, porque, afirman,
con un poco de dinero se evitan engorrosos trámites o el cumplimiento de exigencias legales.
B.4.1 el asesoramiento:
Que es la labor mediante la cual el notario aconseja a las partes, adecuando sus intereses y su voluntad a los medios
lícitos, controlando la legalidad de sus actos y contratos, con veracidad, imparcialidad, justicia y firmeza, que
obtenga como resultado la seguridad jurídica. El Art.11 de la Ley del Notariado de México, resume esta función
cuando dice: "El notario a la vez que funcionario Público, es profesional del Derecho, que ilustra a las partes
en materia jurídica y que tiene el deber de explicarles el valor y las consecuencias legales de los actos que
vayan a otorgar..."
B.4.2 La redacción:
De las declaraciones que recibe de los particulares, para adaptarlas a las exigencias legales para su validez y eficacia
jurídica. No es pues un simple transcriptor o copista de los instrumentos. Para ellos debe ser un permanente
estudioso de las leyes y de las instituciones jurídicas.
B.4.3 La constatación:
Con su intervención comprueba los hechos para establecer su veracidad y deja constancia de ellos a través del
documento. Y,
45
B.4.4. La autenticación:
Por la que acredita el acto como cierto y positivo, confiriéndole plena eficacia a través del revestimiento de ciertas
formas o solemnidades, garantizando la realización del acto de conformidad con la norma jurídica.
"Para González Palomino, la deontología profesional no va dirigida a la técnica del funcionario, sino a su espíritu.
Para aquellos, decía, que tengan por costumbre seguir los estímulos de su conciencia, bastará con hablar a su
conciencia. Será ésta la que les diga cual es cada momento la conducta profesional digna y correcta pues no
existe, como bien dice una moral notarial, "moral no hay más que una", y es una moral personal, individual,
tamizada en su ejercicio por el quehacer profesional. Por ello, la deontología profesional poco interés puede
tener para los que hayan amordazado la conciencia, y solo escuchen su interés. Son quizás fieles seguidores
del viejo adagio hegeliano que recoge el mismo autor: "Todo lo moral ha de ser posible, y todo lo posible ha de
ser moral". Imaginemos, no es muy difícil, las repercusiones de semejante forma de pensar".62
Para el ejercicio correcto de nuestra función, es no solo necesario sino imprescindible obtener un muy alto nivel
técnico jurídico, lo que debe demandarnos una constante preparación y estudio, que se traduzca en una
constante superación profesional y formación; pero son más imprescindibles una sólida formación moral y los
valores éticos, para que nuestro ejercicio profesional redunde verdaderamente en beneficio de la sociedad.
B.6.1 Inmediación.- Es decir la exigencia de que la función de dar fe, en la medida en que proviene de la delegación
del Estado, en el funcionario facultado para darla, es personalísima; y es la única manera de garantizar la
certeza del acto, la identidad de los comparecientes y su capacidad jurídica para obligarse, la manifestación
expresa de su voluntad de hacerlo; evitando la posibilidad de la suplantación que lo involucraría en el acto
ilícito y sus consecuencias.
B.6.2 Autonomía.- Que supone la absoluta independencia del Notario en la toma de las decisiones dentro del marco
de la normatividad ética y jurídica, con objetividad e imparcialidad. No existe instancia superior que pueda
modificar la actuación notarial ni determinarla en uno u otro sentido diferente al expresado por el notario en el
ejercicio de su función, lo que determinará la actuación imparcial de éste, en aras a la conseguir la prevención
de la litis con la seguridad jurídica que imprime su actuación a los actos por él intervenidos.
B.6.3 Veracidad.- Que significa la exacta coherencia entre el hecho y lo que se dice del hecho, la expresión o reflejo
objetivo de la realidad en la actuación notarial; la negación de toda posibilidad de avalar la falsedad o mentira.
B.6.4 Exclusividad.- Que significa que es el Notario y sólo él, quien debe cumplir con la función que le ha sido
encomendada por el Estado, y que por tanto no puede realizarla a través de sus empleados o dependientes,
salvo cuando la ley expresamente lo permita.
B.6.5 Probidad.- es decir rectitud, actuación inspirada en los valores éticos y principios y disposiciones legales, que
hacen del acto intervenido por notario un acto legítimo.
61
XXII Congreso Internacional del Notariado Latino. Buenos Aires Argentina. 1998. Ponencias del
Notariado Español. La Deontología Notarial en Relación con los Clientes.
62
XXII Congreso Internacional del Notariado Latino. Buenos Aires Argentina. 1998. Ponencias del
Notariado Español. La Deontología Notarial en Relación con los Clientes.
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B.7 Deberes del Notario.
Pero el Notario es un profesional, y es también un funcionario de la fe pública, y por tanto se entiende que sus
exigencias morales y éticas son mayores que las de la persona común, de la que no ha recibido una formación
profesional y de la que no es depositario de una función pública y más aún si esta función pública es la de dar
fe.
Y como profesional, miembro de un colegio, de una colectividad de profesionales que ejercer el mismo oficio, tiene
deberes éticos específicos para con sus compañeros de profesión, y veamos algunos de esos deberes:
B.7.1 Deber de lealtad, que debe expresarse en el compañerismo y solidaridad, en el consejo mutuo, servicio y
apoyo, que conlleva así mismo, la obligación de denunciar ante su propio colegio cualquier acto que ponga en
peligro los intereses de la profesión así como cualquier hecho delictuoso. De este deber se deriva la obligación
de no difamar a los colegas, ni contribuir en forma directa o indirecta a su difamación o denigración con motivo
de su actuación profesional. Conlleva también la disponibilidad para sustituir al compañero en caso de
ausencia o impedimento. Pero que no significa de ninguna manera la falsa solidaridad o encubrimiento de
conductas impropias o que sean producto de inconducta funcional.
las publicaciones en forma de propaganda comercial, ya sea en medios masivos de comunicación, volantes,
tarjetas, cartas dirigidas a las empresas ofreciendo sus servicios en mejores condiciones que otros notarios o
con mayor eficiencia o utilizando medios más modernos o especiales, regalo de almanaques, agendas,
colocación de letreros luminosos para atraer al público. Toda publicación deberá limitarse a mencionar el
nombre del notario, domicilio y teléfono, y realizarse con mesura y decoro profesional.
Invasión de jurisdicción ajena sin la respectiva autorización del colegio respectivo y solo en cumplimiento de la ley.
Cobro de honorarios por debajo de los normalmente establecidos por el consenso de usuarios y notarios.
La existencia de un arancel evitaría en muchos casos esta competencia desleal, y permitiría que el aparato
fiscalizador del estado, la SUNAT, pudiera ejercer una más eficiente labor de fiscalización a la actividad
notarial.
Pero no solo con sus colegas sino también frente al cliente, se presentan ciertas exigencias éticas para el notario que
podemos enumerar, con peligro de quedarnos cortos, pero a modo de ejemplo las siguientes:
B.7.3 de información.
El deber de informar al cliente de la naturaleza, contenido y efectos de los actos que van a celebrar.
B.7.4 de no discriminación.
El deber de no discriminar a los clientes. Tendrá siempre en cuenta que todos los ciudadanos son iguales ante la ley
y por tanto gozan del mismo derecho a un tratamiento neutral al margen de favoritismos ni prejuicios por
ninguna razón, sea política, social, religiosa o de cualquier otra índole.
B.7.7 de diligencia.
La diligencia del notario en el trabajo que se encomiende, celeridad y seguridad.
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B.7.8 Cobro de honorarios justos.
Que consiste en el cobro de honorarios que estén en correspondencia con la importancia y cuantía del asunto,
con el tiempo y el trabajo que demande al notario su redacción y formalización, teniendo en cuenta que los
notarios no perciben un sueldo ni gozan de beneficios laborales; comprende el de rebajar de honorarios o
incluso intervenir gratuitamente cuando la situación del cliente por razones humanitarias lo americe.
Consigna también, la obligación de conocer y cumplir las normas jurídicas, en especial las relacionadas con su
función; estudiar y capacitarse permanentemente; puntualidad en sus actuaciones, sufragar en las elecciones
de su colegio y asistir a las asambleas, aceptar cargos directivos y comisiones, observar el buen trato con su
Decano y colegas así como con el público en general; proporcionar la información que le sea requerida por las
autoridades en general. (Código de Ética D.S.015-85-JUS Art.5).
B.9 Prohibiciones.
La ley señala además las prohibiciones a las que está sujeto el Notario en el ejercicio de la función, en los
artículos 17 y 18.
Estas prohibiciones son las de autorizar instrumentos públicos en los que se concedan derechos o se impongan
obligaciones a él, a su cónyuge, ascendientes o descendientes y parientes consanguíneos o afines dentro del
cuarto y segundo grado respectivamente. Autorizar instrumentos públicos de personas jurídicas en las que él,
su cónyuge o los parientes indicados anteriormente participen en el capital o el patrimonio o tengan calidad de
administradores, directores, gerentes, apoderados o tengan representación alguna, con excepción de las
empresas de servicio público. Ser administrador, director, gerente, apoderado o tener representación de
personas jurídicas de derecho público o en las que el Estado, Gobiernos locales o Regionales tengan
participación; desempeñar labores o cargos dentro de la organización de los Poderes Públicos y del Gobierno
Central, Regional o Local, con excepción de aquellos para los cuales ha sido elegido mediante consulta
popular, Ministro, Viceministro, la docencia y los nombrados en su condición de Notario; Ejercer la abogacía,
excepto en causa propia y la de sus parientes arriba señalados; tener más de una oficina notarial y ejercer la
función fuera de los límites de la provincia para la cual ha sido nombrado. También está prohibido de autorizar
minutas, salvo que se trate de asuntos propios o de sus familiares arriba señalados.
Además en el Código de Ética se le prohíbe realizar actos que atenten o afecten la ética del notario, como incurrir en
competencia desleal, utilizando cobros indebidos, captando clientela a través de personas u oficinas fuera de
su oficio notarial, dando opiniones en perjuicio de la calidad personal o profesional de sus colegas. Incumplir
con las disposiciones emanadas del Colegio y hacer publicidad por cualquier medio de comunicación social,
usar artificios para ejercer fuera de su circunscripción territorial, gratificar a terceros para obtener trabajo
(Código de Ética D.S.015-85-JUS Art.7).
B.10 Derechos.-
En el Código de Ética del Notariado Peruano, se incluyen además como derechos del notario el respeto y
consideración por la importante función que desempeña, por parte de la sociedad en general y por las
autoridades; el derecho a percibir un honorario justo por los servicios que presta, el negarse a intervenir en
actos y contratos contra la ley, la moral y las buenas costumbres, cuando se le causa agravio personal o
profesional, cuando hay discrepancia respecto de la calificación jurídica del acto o contrato, cuando no se le
sufraguen sus honorarios en la oportunidad y forma que tenga establecido.
Se le reconoce también el derecho a solicitar el apoyo de las autoridades para el ejercicio de su función mediante el
otorgamiento de garantías y facilidades que requiera. (Art.1).
El código deontológico del notariado, no solo determina las obligaciones del Notario como persona y en el ejercicio de
su función, sino que también establece los derechos que le corresponden y que debe exigir tanto de sus demás
colegas, como de los clientes y del propio Estado que le delegó la función.
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A pesar de las prohibiciones expresas, pareciera que los mismos notarios consideran su función como una actividad
mercantil y ofrecen sus servicios notariales mediante cartas o propaganda, en la que se oferta honorarios más
convenientes o servicios más eficientes que los otros notarios, atención en horarios continuos de 24 horas al
día y permanentes, durante los siete días de la semana; incluyendo ofrecimiento de asesoría gratuita, atención
a domicilio del cliente, recojo y devolución de documentos del domicilio del cliente.
Protesto de títulos valores en condiciones especiales, por exigirlo así algunas entidades bancarias como un requisito
para seguir trabajando con el notario “flexible” y dejar de trabajar con el que no acepta el requerimiento.
El desacreditar a los colegas, mediante la difusión de chismes o propagación de problemas de su vida privada o del
ejercicio de su profesión.
Debemos exigir un mayor respeto a la fe pública notarial, y para ello debemos revertir la imagen que se ha pretendido
difundir del notario con el fin de motivar el consenso para su desaparición. El notario corrupto debe ser
sancionado con todo el rigor de la ley luego de comprobado su delito, y se debe poner mayor cuidado en los
profesionales que son seleccionados para acceder a tan digna e importante función.
Para muchos será discutible mi punto de vista respecto a que uno de los aspectos más importantes para el bien
ejercicio de una profesión, arte u oficio, es necesario que quien lo ejerce lo haga por haberse sentido impulsado
por una fuerza interior a hacerlo, no simplemente por consideraciones crematísticas: posibilidades económicas,
estatus; presión de la tradición familiar: mis abuelos, mis padres, mis tíos, todos son abogados…; oportunismo:
es a la única carrera que pude ingresar… era mi segunda opción…; caso contrario, nunca sentirás que haz
alcanzado un ideal, que estás logrando las metas que te conduzcan a la felicidad, a tu realización personal.
Sólo en la medida que asumas tu trabajo en su dimensión social, es decir con conciencia plena de que no solo
trabajas para ti, para tus logros personales, sino que lo haces para los demás, para hacer de esta sociedad una
sociedad justa, pacífica y solidaria, en la que se priorice el bien común por sobre los intereses personales; solo
así estarás contribuyendo a la humanización de la sociedad en la que te ha tocado vivir y elegir un medio de
vida: la abogacía en cualquiera de sus posibles formas de practicarla.
Solo si sientes una verdadera satisfacción personal de lograr tu graduación como abogado, no por el cartón o título
que te posibilitará encontrar un medio de trabajo; sino porque marcará el logro de una etapa importante para el
desarrollo de tu persona humana en el servicio de los demás, realizando la justicia por medio del Derecho, solo
así, podrás decir que vas a ser abogado.
Solo si te sientes llamado a ser abogado, por tu propia conciencia, por tu recta razón, por esta sociedad que tanto
necesita de profesionales del derecho que no sean mercaderes de la justicia, sentirás la satisfacción de hacer
todos los esfuerzos y vencer todas las dificultades académicas, económicas, familiares y de cualquier otra
índole que pudieran impedirte alcanzar tus metas.
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Solo cuando vivas tu propia profesión como vocación, optimizarás el compromiso ético con los valores y bienes
intrínsecos de la profesión que haz elegido, además del compromiso con la razón de ser de la profesión y con
el servicio a la comunidad por medio de ésta.
La calidad de tus estudios ahora, del ejercicio profesional después, dependerá de que te sientas llamado a ser el
profesional que quieres ser.
Si no tienes vocación para el derecho, todavía estás a tiempo de ser sincero contigo mismo y con la sociedad y elegir
lo que realmente te haga sentirte un verdadero ser humano digno.
ANEXO.
1. El Código de Ética busca dotar a los Jueces del Poder Judicial peruano de un conjunto ordenado de reglas que orienten su
comportamiento ético, tanto en el ejercicio de sus funciones públicas como privadas.
La sociedad espera de los Jueces un comportamiento de excelencia en todos los ámbitos de su vida. Por lo tanto, es posible
exigirles altos estándares de buena conducta con la finalidad de que contribuyan a crear, mantener y acrecentar la confianza
ciudadana en la judicatura.
2. Las normas contenidas en el Código son de naturaleza ética. En tal sentido, sus prescripciones y acciones de corrección son
independientes de las medidas disciplinarias y de cualquier sanción legal.
La norma ética, en el Poder Judicial, sólo tiene legitimidad en la medida en que constituye un medio de autorregulación creado y
hecho suyo – como pauta de conducta- por los propios jueces, sus autores y destinatarios.
3. En concordancia con lo anterior, el Código tiene su vocación preventiva y de auxilio frente a los dilemas éticos que a menudo
se plantean a los magistrados tanto en el desempeño de las funciones como en el desarrollo de sus actividades privadas.
Las normas éticas, no sancionadoras o punitivas, son pautas que orientan a los magistrados, servidores y colaboradores de la
justicia -respecto de hechos que pueden ser objeto de reproche moral- permitiendo, inclusive, la consulta preventiva en
condiciones de reserva a un Comité de Ética Judicial.
4. Se consagran como los valores mas elevados del modelo de conducta de los jueces – tanto en la esfera individual como
institucional- los de independencia, imparcialidad, integridad y transparencia. Los jueces deben contribuir, decididamente,
a su establecimiento y conservación.
5. Ninguna norma de conducta que se proponga podrá sustituir la calidad humana del magistrado quien, con el ejemplo de su
diaria labor y el reconocimiento de la sociedad a la que sirve, realiza el valor de la justicia.
6. El Código de Ética Judicial es un instrumento que posee un valor trascendental, ya que promueve pautas de conducta ejemplar
que contribuyen tanto a combatir la corrupción como a prestar un eficiente servicio de justicia.
Propósito
Artículo 1
El propósito de este Código es servir de guía ética para mejorar el servicio de justicia. Su finalidad es asistir a los jueces ante las
dificultades de índole ética y profesional que enfrentan, y ayudar a las personas a comprender mejor el rol que corresponde
a la judicatura.
Artículo 2
El juez debe encarnar un modelo de conducta ejemplar sustentado en los valores de justicia, independencia, imparcialidad,
honestidad e integridad, los cuales deben manifestarse en la transparencia de sus funciones públicas y privadas.
La práctica transparente de estos valores contribuirá a la conservación y fortalecimiento de un Poder Judicial autónomo e
independiente y se constituirá en garantía del Estado de Derecho y de la justicia en nuestra sociedad.
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Artículo 3
El juez debe actuar con honorabilidad y justicia, de acuerdo al Derecho, de modo que inspire confianza pública en el Poder
Judicial.
El juez debe evitar la incorrección, exteriorizando probidad en todos sus actos. En la vida social, el Juez debe comportarse con
dignidad, moderación y sensibilidad respecto a los hechos de interés general. En el desempeño de sus funciones, el Juez
debe inspirarse en los valores de justicia, independencia, imparcialidad, integridad y decencia.
El Juez ejercerá sus funciones libre de interferencias y rechazará con firmeza cualquier intento de influencia jerárquica, política,
social, económica o de amistad, de grupos de presión o de cualquier otra índole; asimismo, no adoptará sus decisiones por
influencia del clamor público, temor a la crítica, consideraciones de popularidad, notoriedad o por motivaciones impropias
o inadecuadas.
El Juez no debe realizar actividades ni aceptar encargos públicos o privados que obstaculicen el pleno y correcto desenvolvimiento
de su función jurisdiccional; tampoco los que, por la naturaleza, la fuente o la modalidad del cometido puedan, de alguna
manera condicionar su independencia. Sin embargo, el Juez puede participar en actividades extrajudiciales relacionadas con
el quehacer jurídico y la mejora de la administración de justicia.
Imparcialidad judicial
Artículo 5
El Juez debe ser imparcial tanto en sus decisiones como en el proceso de su adopción. Su imparcialidad fortalece la imagen del
Poder Judicial.
El Juez debe respetar la dignidad de toda persona otorgándole un trato adecuado, sin discriminación por motivos de raza, sexo,
origen, cultura, condición o de cualquier otra índole. En el ejercicio de sus funciones, el Juez debe superar los prejuicios
que puedan incidir de modo negativo sobre su comprensión y valoración de los hechos así como en su interpretación y
aplicación de las normas.
El juez no debe no debe valerse del cargo para promover o defender intereses particulares, ni transmitir, ni permitir que otros
transmitan la impresión de que se hallan en una posición especial para influenciarlo.
El juez debe gobernar sus asuntos personales y económicos, de modo tal que las ocasiones en las cuales le sea necesario inhibirse,
en las causas a su cargo, tengan carácter excepcional.
Artículo 6
El Juez debe evitar ser miembro o participar en grupos, organizaciones o encuentros de carácter político que pudieran afectar su
imparcialidad en asuntos de carácter jurisdiccional.
Diligencia judicial
Artículo 7
Los deberes judiciales del Juez tienen precedencia sobre toda otra actividad. El Juez debe ser diligente y laborioso. También debe
actualizar y profundizar permanentemente sus conocimientos.
En el ejercicio de sus funciones, el Juez -consciente del servicio que brinda a la colectividad- debe atender las actividades propias
del cargo, evitando dilaciones injustificadas y/o molestias inútiles a los usuarios y a sus abogados.
El Juez debe desempeñar su rol con pleno respeto a los demás; en tal sentido, actúa reconociendo la dignidad de los protagonistas
del proceso y buscando desempeñarse con el máximo cuidado para lograr una decisión justa.
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El Juez debe comportarse siempre con reserva y prudencia, garantizando el secreto de las deliberaciones judiciales, así como el
ordenado y mesurado desenvolvimiento del proceso.
Al redactar la fundamentación de las resoluciones, el Juez debe emplear un lenguaje claro, coherente y ordenado. Al exponer las
razones de la decisión -evaluando adecuadamente los hechos y los argumentos presentados por las partes- debe respetar los
principios que gobiernan el proceso.
Al fundamentar las resoluciones y durante la realización de las audiencias, el Juez debe evitar pronunciarse sobre hechos ajenos a
la causa y emitir juicios de valor sobre la capacidad profesional o la conducta de otros magistrados, defensores, partes del
proceso y los auxiliares de justicia; salvo, en los casos permitidos por la ley.
El juez debe cuidar que los medios, las dotaciones y los recursos del despacho judicial sean empleados en razón de su objetivo
institucional, evitando cualquier forma de dispendio o utilización indebida.
Cuando no está sujeto al secreto o reserva de la información que conoce, por razón de su cargo, el Juez puede, a su libre criterio,
proporcionar todas aquellas sobre la actividad judicial, para un adecuado conocimiento de ella por la colectividad. Realiza
ello en salvaguarda de la imagen de la justicia, a través de una oficina especializada del Poder Judicial, cuidando de no
adelantar criterio u opinión sobre el fondo de las cuestiones jurisdiccionales a su cargo.
El Juez debe ser prudente en la utilización de los medios de comunicación y no usarlos para agraviar a otros magistrados, a los
órganos de Gobierno del Poder Judicial o a terceros.
(i) Aceptar invitaciones de personas que tienen intereses creados respecto de alguna decisión a su cargo; y tampoco de
abogados que ejercen en asuntos bajo su jurisdicción.
(ii) Concurrir a lugares de dudosa reputación.
(iii) Ingerir sin moderación bebidas alcohólicas.
(iv) Aceptar directa o indirectamente dádivas o beneficios económicos provenientes de personas o abogados que puedan ser
afectados por alguna decisión jurisdiccional a su cargo.
(v) Consumir sustancias estupefacientes.
(i) Un Vocal Supremo Titular en actividad, elegido por acuerdo de Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia de la
República, quien lo presidirá.
(ii) Cuatro Magistrados cesantes o jubilados de cualquier instancia, elegidos por la Sala Plena de la Corte Suprema de
Justicia de la República.
Para ser elegido miembro del Comité de Ética Judicial se requiere haber desempeñado la judicatura no menos de diez años y gozar
de una reputación intachable.
Artículo 12
Corresponde al Comité de Ética Judicial:
(i) Difundir y promover el conocimiento del Decálogo del Juez y del presente Código.
(ii) Absolver las consultas que le formulen los jueces sobre la interpretación y aplicación de las reglas de este Código. Las
consultas y las respuestas del Comité podrán ser orales o escritas, y tendrán carácter reservado, salvo que el interesado
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admita o solicite su divulgación. No obstante, el Comité podrá difundir en términos generales los lineamientos
interpretativos que elabore en cumplimiento de sus funciones.
(iii) Procesar las observaciones a la conducta de un Juez, presentadas por los usuarios del servicio judicial. Su actuación -que
deberá ser reservada conforme al reglamento que expida el mismo Comité y que en todo caso asegurará el respeto de los
principios del debido proceso- podrá culminar con la desestimación de la observación o con su acogimiento.
En este último caso, el Comité podrá, según la gravedad del acto observado:
(iv) Las respuestas a las consultas y decisiones del Comité de Ética Judicial no son vinculadas y son independientes de la
aplicación de medidas disciplinarias o de cualquier sanción legal.
Si la gravedad del acto observado trasciende el mero reproche ético y, a juicio del Comité, existen elementos de responsabilidad
disciplinaria, remitirá lo investigado al órgano de control.
1. Seamos conscientes que como jueces se nos ha encomendado la función más elevada a la que un ser humano puede aspirar:
juzgar a las personas. Se nos ha confiado, pues, su vida, su libertad, su honor, su tranquilidad y su patrimonio. Por tanto
debemos actualizar y profundizar permanentemente nuestros conocimientos.
2. Nuestra conducta debe ser ejemplar. La sociedad espera un óptimo servicio de justicia y debemos ejercer el cargo con
dignidad.
3. No juzguemos desde nuestra moral, nuestras costumbres o nuestra forma de vida. Preservemos las que todos admiten para
vivir y seguir viviendo en sociedad.
4. No abdiquemos de nuestra función ante el poder, la popularidad, la autoridad. Busquemos nuestra legitimidad en la justicia,
probidad y el respeto a los demás.
5. No permitamos que factores sociales, económicos, políticos o de amistad nos aparten de la verdad y de la justicia. Quienes
sucumben ante ellos desmerecen el cargo.
6. No dejemos que la pasión ciegue nuestra objetividad y razón, pues nuestros errores no tendrán remedio en la conciencia de los
justiciables.
7. Pensemos que nos debemos al justiciable y no el justiciable a nosotros. En el viven nuestros hijos, nuestro cónyuge, nuestros
hermanos y nuestros padres.
8. No seamos soberbios sino tolerantes con las ideas ajenas: Respetemos al justiciable, al abogado, al servidor judicial, a los
magistrados de distinta jerarquía y a las demás personas.
9. Busquemos siempre la justicia mediante la imparcialidad, independencia, legalidad, lealtad, probidad, veracidad y equidad,
utilizando las herramientas de nuestra conciencia, moral, diligencia, decoro y de nuestro sentido común.
10. Procuremos la paz y la justicia como el mayor de los triunfos. Seamos conscientes de que el impacto de nuestras decisiones
trasciende el caso concreto.
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LEY ORGÁNICA DEL PODER JUDICIAL.
TITULO III
DEBERES Y DERECHOS
CAPITULO I
DEBERES DE LOS MAGISTRADOS
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6.- Solicitar rectificaciones a través de los medios de comunicación social, en defensa de su honorabilidad, cuando ésta
haya sido cuestionada, dando cuenta a su superior jerárquico, sin perjuicio de formular la denuncia que corresponda.
CAPITULO II
DERECHOS
CAPITULO III
PROHIBICIONES E INCOMPATIBILIDADES
(*) Incisos vigentes conforme a la modificaciones establecidas por el Artículo 1 de la Ley Nº 27197, publicada el 08-11-99.
(**) Inciso incorporado por el Artículo 1 de la Ley Nº 27197, publicada el 08-11-99.
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1. Entre Vocales de la Corte Suprema, entre éstos y los Vocales Superiores y Jueces de los Distritos Judiciales de la
República; así como, con los Secretarios y Relatores de Sala de la Corte Suprema y de las Cortes Superiores de la
República y con los Secretarios de Juzgados de los Distritos Judiciales de la República.
2. En el mismo Distrito Judicial entre Vocales Superiores y entre éstos y los Jueces, Secretarios y Relatores de Sala y
Secretarios de Juzgado; entre Jueces y entre éstos y los Secretarios y Relatores de Sala y Secretarios de Juzgado; y, los
Secretarios y Relatores de Sala y Secretarios de Juzgado entre sí.
3. Entre el personal administrativo y entre éstos y el personal jurisdiccional, perteneciente al mismo Distrito Judicial.(**)
CAPITULO IV
ASOCIACIONES DE MAGISTRADOS
CAPITULO V
RESPONSABILIDADES
CAPITULO VI
SANCIONES DISCIPLINARIAS
REGLAMENTO DE LA PARTE DEL CAPÍTULO 2DO. DEL TÍTULO II DEL DECRETO LEGISLATIVO NO. 52 -
LEY ORGÁNICA DEL MINISTERIO PÚBLICO, RELATIVO A SANCIONES DISCIPLINARIAS
CAPITULO I - GENERALIDADES
Art 1º.- El procedimiento para la imposición de sanciones disciplinarias, así como los actos u omisiones materia de sanciones, se
establecen en los artículos que contiene el presente Reglamento.
Art. 2º.- Las únicas sanciones disciplinarias que pueden imponerse son:
Amonestación
Multa
Suspensión; y,
Destitución
Art 3º.- El proceso disciplinario se origina por denuncia o queja del Ministro de Justicia, de un Juez o Tribunal, de otro Fiscal o de
parte interesada.
CAPITULO II - PROCEDIMIENTO
Art 4º.- La queja o denuncia contra los miembros del Ministerio Público puede ser presentada ante cualquiera de los Superiores
del quejado, debiendo elevarse en el término de la distancia al Señor Fiscal de la Nación.
Art 5º.- Recepcionada la queja por el Señor Fiscal de la Nación, comisionará a uno de los Fiscales Supremos para que la
investigue. El Fiscal Supremo encargado de la investigación, dentro del plazo de siete días, podrá designar al Fiscal Decano
Superior del respectivo distrito fiscal para que realice una investigación preliminar, la que deberá efectuarse por el
designado dentro del plazo de 10 días útiles contados a partir de la fecha en que reciba el encargo, más el término de la
distancia, al lugar de destino del Fiscal cuestionado. La investigación preliminar podrá ampliarse por otros 10 días útiles. El
Superior deberá oír al Fiscal quejado o denunciado. Se actuarán en el período investigatorio las pruebas de cargo y
descargo que fueren del caso.
Concluida la investigación preliminar, el Fiscal Superior designado elevará un informe al Señor Fiscal Supremo encargado de la
investigación, expresando su opinión y los fundamentos de la misma en las conclusiones.
En caso que el cuestionado sea Fiscal Adjunto o Abogado del Cuerpo Auxiliar de Fiscales, el Fiscal Provincial o en su caso el
Fiscal Superior del cual dependa el Adjunto o Auxiliar quejado, deberá actuar colaborando con el Señor Fiscal Superior
Decano, en la forma y medida que éste lo determine. En todo caso, el Fiscal Superior Decano podrá ser reemplazado por un
Fiscal Superior Ad- hoc o Fiscal Adjunto ante la Corte Suprema, nombrado para el caso por el Fiscal ante la Corte Suprema
comisionado por el Señor Fiscal de la Nación con arreglo a lo dispuesto en el Art. 5° del presente Reglamento.
Art. 6º.- Tanto en el caso que se haya procedido a la investigación preliminar a que se refieren los párrafos precedentes, como en
el caso que el Fiscal Supremo considere que no es necesaria dicha investigación preliminar, se procederá con arreglo a lo
dispuesto en el art. 7o de este Reglamento.
Art. 7º.- El Fiscal Supremo comisionado dentro del plazo de 30 días de recibida la denuncia o en su caso de recibida la
investigación preliminar, deberá proceder de la siguiente manera:
En caso que de lo actuado se acredite que no se ha cometido falta alguna por el quejado o denunciado, ordenará que se archive el
proceso, con su conocimiento.
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De encontrar indicios de que se ha cometido alguna falta susceptible de sanción disciplinaria, comunicará al Fiscal investigado los
cargos que se le formulan para que ejercite personalmente su defensa dentro del tercer día, más el término de la distancia.
De la entrevista o entrevistas personales con el cuestionado se sentará un acta que firmarán ambos.
En caso de estar impedido o no querer hacerlo él cuestionado, dejará constancia de tal hecho en el acta, la persona que actúe de
Secretario en la diligencia.
Con posterioridad a la última entrevista personal, el miembro del Ministerio Público sometido a proceso disciplinario podrá
presentar las pruebas adicionales de descargo que considere convenientes a su derecho dentro del plazo máximo de 10 días
útiles, contados a partir de la primera entrevista personal.
Concluido el plazo de la investigación y dentro del término máximo de siete días útiles, el Fiscal Supremo comisionado deberá
presentar un informe a la Junta de Fiscales Supremos proponiendo la sanción disciplinaria a imponerse, si hubiese
encontrado responsabilidad o el archivamiento de Los actuados en caso contrario.
Igualmente, propondrá el ejercicio de las sanciones penales o civiles a que hubiere lugar de acuerdo con la investigación
practicada.
La Junta de Fiscales Supremos analizará las pruebas e informe presentados por el Fiscal Supremo comisionado y se pronunciará
como considere conveniente, dentro de los siete días útiles siguientes a la recepción de lo actuado, o podrá disponer la
ampliación del plazo investigatorio por 10 días útiles adicionales.
Art. 8º.- En caso de que el cuestionado no se presente a la citación o citaciones que se le haga durante la investigación preliminar,
deberá ser citado bajo apercibimiento de ser declarado en rebeldía.
De no concurrir a la citación hecha bajo apercibimiento se elevará de inmediato la actuado a la Junta de Fiscales Supremos y
dependiendo de la gravedad de la queja o denuncia, ésta podrá imponer las sanciones de suspensión o destitución. En éste
último caso la resolución deberá contar con el voto unánime de Los Fiscales Supremos presentes.
Art. 9°.- En los casos en que la Junta de Fiscales Supremos, aun sin el procedimiento a que se refieren los artículos anteriores,
considere que algún miembro del Ministerio Público ha cometido delito sancionado por las disposiciones de las leyes
penales vigentes, podrá poner al cuestionado a disposición del Poder Judicial disponiendo que el Fiscal respectivo formule
la denuncia del caso. El miembro del Ministerio Público contra el que se haya iniciado acción judicial por disposición de la
Junta de Fiscales Supremos queda suspendido en el ejercicio de sus funciones desde el momento en que se le abra
instrucción.
Art 10°.- Cuando la gravedad de los hechos, a criterio de la Junta de Fiscales Supremos, así lo justifique, y, salvo rebeldía, previa
entrevista, con el miembro del Ministerio Público cuestionado, la Junta de Fiscales Supremos podrá aplicar sin mayor
trámite las sanciones disciplinarias previstas en el art 52° del Decreto Legislativo No. 52 - Ley Orgánica del Ministerio
Público.
En estos casos para la aplicación de las sanciones de suspensión y destitución se requerirá el voto unánime de los miembros de la
Junta de Fiscales Supremos en ejercicio.
Art. 11°.-Los procesos disciplinarios que se sigan contra los Fiscales Superiores se tramitarán en la forma establecida en el art. 70
de este Reglamento.
Art 12°.- Los Fiscales de rango superior podrán imponer a los miembros del Ministerio Público del respectivo distrito fiscal las
sanciones de amonestación y multa, sin necesidad de proceso previo, en los casos en que él o los inferiores sean acreedores
de dichas sanciones.
Producida la resolución que impone las sanciones antes referidas y hechas efectivas las mismas, los Fiscales sancionados podrán
apelar ante el inmediato superior del que impuso la sanción, dentro del término de tres días.
No cabe la interposición de recurso impugnatorio alguno a lo que resuelva, el superior.
Art. 13°.- Todas las sanciones disciplinarias que se impongan deberán ser comunicadas al Señor Fiscal de la Nación como
Presidente del Consejo Nacional de la Magistratura, al Fiscal Supremo en lo Penal, al Fiscal Superior Decano del
respectivo distrito fiscal y al sancionado.
Art 14º.- Los Abogados Auxiliares del Fiscal Provincial, Técnicos Legales y demás empleados administrativos que dependan
directamente de los miembros del Ministerio Público, podrán ser sancionados por los Fiscales Provinciales, Superiores o
Supremos de que dependen, sin proceso previo, con amonestación o multa, sin perjuicio de que se efectúe el proceso
administrativo correspondiente, de acuerdo al Reglamento.
CAPITULO III
ACTOS E INFRACCION ES SUJETOS A RESPONSABILIDAD DISCIPLINARIA.
Art. 15º.- Ha lugar a responsabilidad disciplinaria de los miembros del Ministerio Público y en su caso de las demás personas a
que se refiere el presente reglamento, en los siguientes casos:
1.- Transgresión a las disposiciones contenidas en el art. 20 del Decreto Legislativo Nº52.
2.- Actuación impropia o negligencia en los procesos en que intervenga.
3.- Falta de adecuado estudio o sustento legal en los dictámenes que emitan por mandato de la ley.
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4.- Manifiesta negligencia o incumplimiento de las obligaciones o ejercicio de las atribuciones que se señalan en el Decreto
Legislativo Nº 52 y demás disposiciones legales.
5.- Incumplimiento de disposiciones reglamentarias o emanadas de normas generales, así como oficios circulares suscritos por sus
superiores.
6.- Desobediencia a sus superiores.
7.- Falta de respeto o trato descortés, ya sea en forma verbal o por escrito, a sus superiores, otros miembros del Ministerio Público,
funcionarios o empleados subalternos u otros participantes en los procesos en que intervengan.
8.- Faltar al secreto profesional en relación a los expedientes en trámite, aunque no haya orden expresa de guardar reserva.
9.-Interferencia en las labores de otras Fiscalías con actos ajenos a sus propias funciones.
10.-Conducta inconveniente o desdorosa, ya sea en sus centros de trabajo o en su vida de relación social. En este último caso
cuando se desprestigie la imagen del Ministerio Público.
11.-No formular la denuncia correspondiente, cuando se tenga conocimiento de infracciones funcionales o disciplinarias en que
pueda haber incurrido un miembro del Ministerio Público de su propia o inferior categoría o funcionarios o empleados del
Ministerio Público.
12.- El residir fuera de la sede de su destino.
13.- El ausentarse de la sede de su destino, o hacer uso de licencia sin que previamente se hubiera concedido.
SECCIÓN PRIMERA
NORMAS GENERALES
Honradez
Artículo 3.- El Abogado debe obrar con honradez y buena fe. No debe aconsejar actos fraudulentos, afirmar o negar con falsedad,
hacer citas inexactas o tendenciosas, ni realizar acto alguno que estorbe la administración de justicia.
Cohecho
Artículo 4.- El Abogado que en ejercicio de su profesión soborna a un empleado o funcionario público, falta gravemente al honor
y a la ética profesional. El Abogado que se entera de un hecho de esta naturaleza, realizado por un colega, está obligado a
denunciarlo.
Abuso de Procedimientos
Artículo 5.- El Abogado debe abstenerse del empleo de recursos y formalidades legales innecesarias, de toda gestión dilatoria que
entorpezca el normal desarrollo del procedimiento y de causar perjuicios.
Defensa de Pobres
Artículo 7.- La profesión de Abogado impone defender gratuitamente a los pobres, tanto cuando éstos se los soliciten como
cuando recaigan nombramientos de oficio. No cumplir con este deber, desvirtúa la esencia misma de la abogacía. No rige
esta obligación donde las leyes prevean la defensa gratuita de los pobres.
Acusaciones Penales
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Artículo 9.- El Abogado que tenga a su cargo la defensa de un acusado, tiene como deber primordial conseguir que se haga
justicia a su patrocinado.
Secreto Profesional
Artículo 10.- Guardar el secreto profesional constituye un deber y un derecho del Abogado. Para con los clientes un deber que
perdura en lo absoluto, aún después de que les haya dejado de prestar sus servicios; y es un derecho del Abogado por lo
cual no está obligado a revelar confidencias. Llamado a declarar como testigo, debe el letrado concurrir a la citación y con
toda independencia de criterio, negarse a contestar las preguntas que lo lleven a violar el secreto profesional o lo exponga a
ello.
Formación de Clientela
Artículo 13.- Para la formación decorosa de clientela, el Abogado debe cimentar una reputación de capacidad profesional y
honradez, y evitará escrupulosamente la solicitación directa o indirecta de la clientela. Es permitido la publicación o el
reparto de tarjetas meramente enunciativas del nombre, domicilio y especialidad.
Toda publicidad provocada directa o indirectamente por el Abogado con fines de lucro en elogio de su propia situación,
menoscaba la dignidad de la profesión.
El Abogado que remunera o gratifica directa o indirectamente a una persona que está en condiciones para recomendarlo, obra
contra la ética profesional.
SECCIÓN SEGUNDA
RELACIONES DE LOS ABOGADOS CON LOS TRIBUNALES Y DEMÁS AUTORIDADES
Artículo 17.- El Abogado estará en todo momento dispuesto a prestar su apoyo a la Magistratura, cuya alta función social
requiere de la opinión forense; su actitud ha de ser independiente, manteniendo siempre plena autonomía en aras del libre
ejercicio de su ministerio.
Artículo 18.- Es deber del Abogado velar para que el nombramiento de Magistrados no se deba a consideraciones políticas, sino
exclusivamente a su aptitud para el cargo; y también para que no se dediquen a otras actividades distintas de la judicatura,
que pongan en riesgo su imparcialidad.
El Abogado que integra la Junta Directiva de su Colegio o Asociación no podrá ejercer ni aceptar el cargo de Magistrado
Suplente, excepto cuando para ese cargo, no exista en el lugar el número de Abogados suficientes.
Acusación de Magistrados
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Artículo 19.- Cuando haya fundamento serio de queja en contra de un Magistrado, el Abogado la interpondrá ante el órgano
respectivo o ante su Colegio. Solamente en este caso tales acusaciones serán alentadas y los Abogados que las formulen,
apoyados por sus Colegas.
Puntualidad
Artículo 24.- Es deber del Abogado ser puntual en las diligencias y con sus colegas, sus clientes y las partes contrarias.
SECCIÓN TERCERA
RELACIONES DEL ABOGADO CON SUS CLIENTES
Conflicto de Intereses
Artículo 29.- Tan pronto como un cliente solicite para cierto asunto los servicios de un Abogado, si éste tuviere interés en él o
algunas relaciones con las partes, o se encontrare sujeto a influencias adversas a los intereses de dicho cliente, lo deberá
revelar a éste y abstenerse de prestar ese servicio.
Renuncia al Patrocinio
Artículo 30.- Una vez aceptado el patrocinio de un asunto, el Abogado no podrá renunciarlo sino por causa justificada
sobreviniente que afecte su honor, su dignidad o su conciencia, o implique incumplimiento de las obligaciones morales o
materiales del cliente hacia el Abogado, o haga necesaria la intervención exclusiva de profesional especializado.
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Descubrimiento de engaño o equivocación durante el juicio
Artículo 32.- Cuando el Abogado descubra en el juicio una equivocación o engaño que beneficie injustamente a su cliente deberá
comunicárselo para que rectifique y renuncie al provecho que de ella pudiera obtener. En caso de que el cliente no esté
conforme, puede el Abogado renunciar al patrocinio.
Honorarios
Artículo 33.- Como norma general en materia de honorarios, el Abogado tendrá presente que el objeto esencial de la profesión es
servir a la justicia y colaborar en su administración. El provecho o retribución nunca debe constituir el móvil de los actos
profesionales.
SECCIÓN CUARTA
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RELACIONES DEL ABOGADO CON SUS COLEGAS Y LA CONTRAPARTE
Sustitución en el Patrocinio
Artículo 42.- El Abogado no intervendrá en favor de persona patrocinada en el mismo asunto por un colega, sin dar previamente
aviso a éste, salvo el caso de renuncia expresa o de imposibilidad del mismo. Si sólo llegare a conocer la intervención del
colega después de haber aceptado el patrocinado, se lo hará saber de inmediato.
Distribución de Honorarios
Artículo 45.- Solamente está permitida la distribución de honorarios basada en la colaboración para la prestación de los servicios
y en la correlativa responsabilidad.
Artículo 47.- Es deber imperativo del Abogado prestar con entusiasmo y dedicación su concurso personal para el mejor éxito de
los fines colectivos del Colegio a que pertenezca. Los encargos o comisiones que puedan confiársele, deben ser aceptados y
cumplidos, procediendo la excusa solo por causa justificada. De la misma manera observará cumplidamente las
obligaciones que contrajera, personal y libremente, bajo la intervención del Colegio u otra Corporación de Abogados,
referentes al interés profesional o propio del mismo.
El presente Código será de aplicación en todos los Colegios de Abogados de la República y entrará en vigencia a partir del
15 de Mayo de 1997.
FIRMADO EN LA CIUDAD DE AYACUCHO A LOS VEINTISEIS DÍAS DEL MES DE ABRIL DE MIL NOVECIENTOS
NOVENTISIETE.
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
CONSIDERANDO:
Que entre las atribuciones del Consejo de Notariado y Archivos está la de proponer las normas que se requieran para el mejor
desenvolvimiento de la función notarial;
Que por la Resolución N° 003-85-JUS de 16 de mayo de 1985, el Consejo de Notariado y Archivos constituyó una Comisión
encargada de proponer el Anteproyecto de Código de Etica del Notariado Peruano; la misma que cumplió con entregar el
trabajo encomendado;
Que el referido Consejo en su sesión de fecha 11 de julio de 1985, acordó remitir el "Código de Etica del Notariado Peruano" para
su aprobación;
Estando a lo acordado, y de conformidad con el artículo 2 incisos a) y h) del Decreto Supremo N° 028-81-JUS;
DECRETA:
Artículo Único.- Aprobar el "Código de Ética del Notariado Peruano", que consta de Siete Artículos, y Una (1) Disposición
Transitoria, y que forma parte integrante del presente Decreto Supremo.
Dado en la Casa de Gobierno a los veinticuatro días del mes de julio de mil novecientos ochentaicinco.
FERNANDO BELAUNDE TERRY,
Presidente Constitucional de la República
ALBERTO BELAUNDE VENTO,
Ministro de Justicia
NORMAS GENERALES
Artículo 1°.- El Código de Ética del Notariado Peruano es el conjunto de preceptos de carácter moral vinculados con el ejercicio
de la función notarial, que rigen para todos los Notarios del Perú.
Artículo 2°.- El Notario, en su condición de profesional del Derecho encargado de dar fe pública en los actos y contratos en que
interviene por mandato de la Ley, debe orientar su acción fundamentalmente de acuerdo a los siguientes principios:
A) Veracidad;
B) Honorabilidad;
C) Objetividad;
D) Imparcialidad;
E) Diligencia; y
F) Respeto a la dignidad y derechos de las personas, a la Constitución y a las Leyes.
Estos principios deben orientar asimismo la vida personal del Notario
Artículo 3o.- Los Colegios de Notarios están obligados a vigilar el cumplimiento de este Código.
DISPOSICION TRANSITORIA
PRIMERA.- Este Código entrará en vigencia a partir del día siguiente a su publicación en el Diario Oficial EL PERUANO.
Ponencia de la delegación ecuatoriana aprobada por aclamación en la sesión plenaria del VIII Congreso de la Unión Internacional
del Notariado Latino celebrado en México en octubre de 1965.
1. Honra tu ministerio.
2. Abstente, si la más leve duda opaca la transparencia de tu actuación.
3. Rinde culto a la verdad.
4. Obra con prudencia.
5. Estudia con pasión.
6. Asesora con lealtad.
7. Inspírate en la equidad.
8. Cíñete a la ley.
9. Ejerce con dignidad.
10. Recuerda que tu misión es "evitar contienda entre los hombres".
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