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ART. 79 DEL C.P.

Comentado

Autor: Santiago M. Irisarri

Universidad del Este

La Plata – Argentina

LIBRO SEGUNDO

DE LOS DELITOS

TITULO I

DELITOS CONTRA LAS PERSONAS

El título I del Código Penal, denominado “Delitos contra las personas”, se


caracteriza -en defectuosa técnica- por no distinguir el bien jurídicamente protegido, sino
a su titular. Teniendo presente que, en realidad, todos los delitos (en algún sentido) son
“contra las personas”, debe entenderse -para ser más específicos- que estamos en
presencia de delitos en que se protege la vida y la incolumidad material de las personas1.
Se distinguen los siguientes seis capítulos: “Delitos contra la vida” –artículo 79
al 88-, “Lesiones” –artículo 89 al 94-, “Homicidio o lesiones en riña” –artículo 95 al 95-
, “Duelo” –artículo 97 al 103-, “Abuso de armas” –artículo 104 al 105-, y “Abandono de
personas” –artículo 106 al 108-.
El sentido que el codificador le ha dado a la acepción persona es restringido, pues
no incluye el honor, la integridad sexual o la libertad, siendo éstos –como atributos de la
personalidad- reconocidos y protegidos en títulos especiales que luego veremos2. Por ello

1
Nuñez…..AGREGAR ¡!!!
2
Buompadre, “Derecho Penal. Parte Especial”, p. 61: “Si bien es cierto que la rúbrica ´delitos contra las
personas´ desde una primera perspectiva podría ser interpretada con un alcance mucho más amplio que
el dado por el legislador dentro del sistema del Código, ya que delitos contra las personas son, en el fondo,
todos los delitos del Código Penal, también es verdad que es el propio contenido del Título el que delimita
su particular ámbito de aplicación. Únicamente la vida y la integridad física del individuo son los bienes
jurídicos protegidos en esta parte del Código Penal. El concepto de persona empleado por la ley debe ser
entendido como persona de existencia visible…no es la personalidad la que está aquí en juego, sino el
individuo como entidad psico-física”.
se sostiene que la persona es protegida, en este segmento sistemático del Código, en su
aspecto físico. De allí que se haya considerado que las figuras de este Título comprometen
la vida humana o la integridad corporal o funcional –lo que Molinario llamó
derechamente salud-3.

CAPÍTULO I
DELITOS CONTRA LA VIDA

El presente capítulo tutela la vida desde su concepción en el seno materno hasta


el momento de su finalización con la muerte de la persona, subdividiéndose
principalmente en dos grupos delictivos con sus respectivas variaciones: el homicidio que
protege a las personas desde su nacimiento y el aborto que tutela la vida de la persona que
no ha nacido4.
El homicidio se clasifica en: simple (art. 79), agravado (art. 80), atenuado (art. 81
inc. 1 letra a), preterintencional (art. 81 inc. 1 letra b) y culposo (arts. 84 y 84 bis); por su
parte, el aborto se divide en: sin consentimiento de la mujer (art. 85 inc. 1), con
consentimiento (art. 85 inciso 2), el practicado por profesionales de la salud (art. 86), el
culposo consciente (art. 87) y el causado por la propia mujer (art. 88). La tentativa de la
mujer, al igual que los abortos eugenésicos, sentimentales y terapéuticos no son punibles
(véase gráfico 1).

3
Molinario “Los delitos”, p. 90.
4
Al respecto, señala Buompadre que el concepto de vida humana, como sustrato físico biológico, no
puede ser suministrado por el Derecho. El legislador no puede decidir qué es vida humana y qué no lo
es. Tal determinación corresponde a otras disciplinas científicas. El legislador lo que puede hacer es
sólo decidir el cuándo y el cómo habrá de prestar tutela normativa a esa realidad biológica que otra
ciencia denomina vida humana”, Buompadre, Derecho penal parte especial, editorial ConTexto,
Resistencia-Chaco, 2018.
(Gráfico 1)

Independientemente de la concepción filosófica, social, o de cualquier índole con


respecto a la vida humana, todas las legislaciones a través de los tiempos han castigado
su supresión ilegítima, incluso (por lo general) asemejándolo al delito más grave.5
Citando al maestro Omar Breglia Arias asumimos que sin la vida no se puede disfrutar
de ningún otro bien o satisfacer ningún interés y, por ello, la pérdida de la vida es
irreversible, es la pérdida de todo6. La trascendental importancia de este bien jurídico es
indiscutible.

ARTÍCULO 79: Se aplicará reclusión o prisión de ocho a veinticinco años, al que


matare a otro siempre que en este código no se estableciera otra pena.

I. El delito de homicidio. El bien jurídico tutelado. La palabra homicidio


proviene del latín y significa matamiento de hombre (en realidad, literalmente,
homicidium es destrucción de hombre).7 Ha sido también definido como la muerte de un
hombre cometida por otro hombre (en sentido genérico y cual mero hecho) o la muerte
de un hombre cometida injustamente por otro hombre (en sentido más restringido y como

5
Molinario “Los delitos”, p. 91.
6
Breglia Arias “Homicidio simple”, p. 5.
7
Molinario, “Los delitos”, p. 98.
delito).8 Preferimos la primera definición pues lo “justo” o “injusto” no debe depender
del tipo penal (que es lo que aquí importa), sino de la antijuridicidad (que estudia la
ilegitimidad del comportamiento o, en otras palabras, la contrariedad del hecho con el
ordenamiento jurídico).
Si bien a lo largo de la historia los distintos códigos han sancionado la destrucción
de hombres entre sí, las penas han ido variando conforme el lugar y momento histórico:
en el derecho antiguo (Código Hammurabi y Leyes de Manú) se lo sancionaba con la
pena de muerte, predominando la Ley del Talión. En Egipto y entre los hebreos también
se aplicaba la pena de muerte; por las leyes de Moisés se cumplía apedreando o
decapitando al acusado, aserrándole el cuerpo o tirándole metales calientes en la boca. En
Atenas se lo castigaba con la muerte, exilio y confiscación de bienes. En Roma, si bien el
amo podía matar al esclavo y el padre a sus hijos sin que esto fuera considerado un
homicidio, el parricidio (la muerte del padre en manos del hijo) se castigaba arrojando al
Tíber al autor dentro de un saco con cuatro animales a in de no contaminar el suelo.9
En el Código Penal argentino el homicidio se encuentra tipificado en el art. 79 que
castiga con pena de “prisión de ocho a veinticinco años, al que matare a otro, siempre
que en este Código no se estableciere otra pena”.
Conforme esta fórmula legal, que no ha variado desde la sanción del Código en
1921 (Código de Rodolfo Moreno hijo), incurre en homicidio simple o simplemente
homicidio el que matare a otro, sin que concurran circunstancias que atenúen o agraven
el delito o modalidades que conduzcan el hecho a otra calificación legal (por ejemplo,
homicidios atenuados, agravados, preterintencional, etc.). Esto último se identifica a
partir de la frase “siempre que en este Código no se estableciere otra pena”, lo cual refleja
que estamos ante un delito de aplicación “residual”.
La figura protege la vida de las personas desde el nacimiento hasta la muerte. Aquí
no importa el sexo, la raza, la edad o las características individuales del sujeto, como
tampoco interesa la esperanza de vida (habrá homicidio aun tratándose de un moribundo,
de un condenado a muerte o de quien se sepa que solo vivirá unos pocos días o incluso
minutos). De igual forma, cuando decimos que se protege “la vida de las personas” nos

8
Esta distinción es realizada por Francesco Carrara en su Programa de Derecho Criminal, indicando que la
primera acepción se limita a analizar el resultado lesivo muerte, independientemente que exista una causal
de justificación (por ejemplo, por haber actuado en un estado de legitima defensa) o que sea un homicidio
legal (el caso del verdugo que imparte la pena de muerte) o el de los soldados en una guerra legítima o el
homicidio puramente causal (en que el hombre es instrumento de una fuerza superior pero que no es causa
moral de la acción).
9
Levene, “El delito de homicidio”, p. 17; Breglia Arias, “Homicidio simple”, p. 7.
referimos al funcionamiento vital del complejo orgánico que conforma al ser humano; en
consecuencia, no se protege la actividad autónoma de un órgano ni de un conjunto de
órganos separados del sujeto (por ejemplo, no se incluiría en el tipo penal la destrucción
de un corazón humano que se encuentra separado del cuerpo y que se hace funcionar
mecánicamente).10
II. Aspecto objetivo. El delito consiste en “matar a otro”, lo cual debe ser
entendido como “quitar la vida de otra persona”. No importa el medio ni el modo en que
se desarrolle dicho comportamiento; lo único relevante es la producción del resultado
mortal. Pese a ello, en algunos casos, el modo de comisión del delito podrá trasladar el
caso al art. 80 CP (el cual será analizado más adelante).
III. Los sujetos. El nacimiento y al muerte. Cualquier persona puede ser sujeto
activo y/o pasivo, sin que existan condicionantes legales al respecto; la única salvedad
que cabe realizar es que para que exista homicidio el sujeto pasivo debe tratarse de una
persona que habiendo nacido no haya muerto (sino como consecuencia del
comportamiento homicida). Esto último es muy importante en tanto se otorga relevancia
a dos momentos específicos de la vida humana: el nacimiento y la muerte. Sin una persona
nacida no habrá homicidio, sino aborto; de igual forma, sin una persona viva (es decir,
que no haya muerto) tampoco podrá haber homicidio11.

Gráfico 2

En orden a lo expuesto, se advierte que el nacimiento permite distinguir la


“persona no nacida” de la “persona nacida” y, como consecuencia de ello, permite
distinguir el delito de homicidio del aborto; en cambio, la muerte permite distinguir la
“persona con vida” de la “no persona”.
Con relación al nacimiento lo primero que debemos aclarar es que el mismo no se
produce en un momento específico y puntual, sino que se trata de un proceso que se

10
CREUS, Derecho penal. Parte especial, Astrea, 1983, T. 1, p. 6.
11
Refiere el art. 93 del CCyC que “la existencia de la persona humana termina por su muerte”.
extiende a lo largo del tiempo (pudiendo, según el caso, ser más o menos prolongado).
Pero, más allá de ello, a efectos legales se hace necesario establecer un momento
específico que permita distinguir las personas nacidas de las no nacidas, caso contrario
(es decir, sin un momento temporal específico y determinado) generaríamos un vacío
legal para todas aquellas muertes producidas durante el proceso de parto12.
Las teorías explicativas del nacimiento son de lo más variadas; algunos autores
asumen que el nacimiento se produce con los primeros dolores de la mujer y, cuando estos
no se producen, cuando comienza el procedimiento de provocación artificial o extracción
quirúrgica del niño; otros enmarcar el nacimiento con el momento en que el niño es
susceptible de ser percibido desde el exterior; otros requieren expulsión total; otros
sostienen que es necesario el corte del cordón umbilical; otros se refieren a la respiración
autónoma; etc. (las teorías son de los más variadas y no creemos necesario referirnos a
todas)13.
Según nuestro criterio, el nacimiento tiene lugar cuando el cuerpo del niño se hace
visible desde el exterior (aunque sea parcialmente). Sin perjuicio de ello, la dificultad
interpretativa y consecuentemente práctica es innegable. Nótese que la determinación del
momento específico en que se produce el nacimiento no solo es importante a efectos de
distinguir el homicidio del aborto, sino a efectos de tipificar aquellos comportamiento que
han provocado la afectación del bien de forma involuntaria (por ejemplo, teniendo en
cuenta que código no castiga el aborto culposo, si la muerte se produce durante el parto,
solamente habrá responsabilidad penal en aquellos casos en que el nacimiento haya tenido
lugar; si la muerte se produce con antelación, entonces el comportamiento lesivo será
penalmente irrelevante).
La falta de precisión legal con relación al nacimiento hace que la cuestión quede
al libre entendimiento del intérprete, sin que exista una solución “correcta”. Por ello,
todos aquellos que interpreten que el nacimiento ocurre con el corte del cordón umbilical
resolverán los casos concretos de forma notoriamente distinta a quienes consideren que
el nacimiento ocurre con la respiración autónoma o salida parcial del cuerpo del niño al
exterior.

12
Vale aclarar que anteriormente nuestro Código penal contemplaba el delito de infanticidio (madre que,
a fin de ocultar su deshonra, daba muerte al niño durante el nacimiento o mientras se encontrara bajo la
influencia del estado puerperal); la figura típica fue derogada por la ley 24.410.
13
Para un análisis más pormenorizado del tema véase BREGLIA ARIAS, Homicidio simple, Astrea.
El concepto de muerte, originalmente carente de definición legal, fue definido
doctrinalmente como el cese de las funciones nerviosas, circulatoria, respiratorias y
termorreguladora, todo esto subsumido en la detención cardíaca14. Con los avances
tecnológicos y médicos, y más específicamente con la sanción de la ley 24.193 (Ley de
trasplante de órganos), el momento del fallecimiento de las personas fue establecido
legalmente al determinarse que “el fallecimiento de una persona se considerará tal
cuando se verifiquen de modo acumulativo los signos, que deberán persistir
ininterrumpidamente seis horas después de su constatación conjunta: a) ausencia
irreversible de respuesta cerebral, con pérdida absoluta de conciencia; b) ausencia
irreversible de respiración espontánea; c) ausencia de reflejos cefálicos y constatación
de pupilas fijas no reactivas; d) inactividad encefálica corroborada por medios técnicos
t/o instrumentales adecuados a las difersas situaciones clínicas, cuya nómina será
periódicamente actualizada por el Ministerio de Salud y Acción Social con el
asesoramiento del Instituto Nacional Único Coordinador de Ablación e Implantes
(INCUCAI). La verificación de los signos referidos en el inc. d no será necesaria en el
caso de paro cardiorrespiratorio total e irreversible” (art. 23).
La referencia legal podría ser traducida como “muerte cerebral” (así lo ha
entendido de forma casi unánime la doctrina y jurisprudencia)15.
IV. Características, homicidio por omisión y medios consumativos. Es un
delito doloso, instantáneo, de resultado y que puede cometerse por medios físicos o
psíquicos (morales). El delito se consuma con la muerte de la persona y requiere una
relación de causalidad entre la conducta del sujeto activo y el resultado muerte. Se admite
la tentativa siempre que el autor no haya podido, por cuestiones ajenas a su voluntad,
culminar su propósito delictivo: dar muerte. (arts. 42 y ss. del Código Penal).
Mayoritariamente los autores entienden que el delito es susceptible de ser
cometido mediante conductas comisivas (actos positivos) y omisivas (comisión por
omisión u omisión impropia). Algunos autores, en cambio, han sostenido que solamente
es posible su consumación mediante la modalidad comisiva (es decir, mediante un
comportamiento positivo o activo), negando la existencia del homicidio por omisión
(mediante un “no hacer”16). Este último criterio interpretativo pretende resaltar la

14
Aboso, Código Penal de la Republica Argentina. Comentado, concocordado con jurisprudencia, 4ta
edición, BdF, 2017, p. 475.
15
Véase por todos BREGLIA ARIAS, Homicidio simple, Astrea, p. 67.
16
Vale aclarar que hablar de omisión puede ser entendido como un “no hacer” (corriente transitiva) o como
un “no hacer algo” (corriente intransitiva), lo cual enmarca una distinción entre aquellos autores que asumen
importancia del principio de legalidad, en tanto -a diferencia del Código alemán, español,
austríaco, entre otros- nuestra legislación no posee una “cláusula de equivalencia” que
legitime y haga extensible la aplicación de tipos penales positivos (como este) a
comportamientos omisivos. Este último postulado ha llevado a la doctrina a dividirse
entre aquellos que nieguen la relevancia penal del homicidio por omisión y aquellos que
establecen una derivación a la figura de abandono de persona.
En este sentido, un ejemplo que ha aquejado a la doctrina y jurisprudencia es el
de la madre que deja de amamantar a su bebe y éste muere (es decir, la madre “no hizo”
lo que “debió haber hecho”). La amplia mayoría de la doctrina ha calificado la conducta
como un homicidio por omisión; otros autores, en menor número, consideran que se trata
de un abandono de persona con resultado mortal (artículos 106 y 107 C.P); finalmente,
un grupo muy minúsculo de autores proclaman que la conducta es atípica. En algún
momento hemos coincidido con este último grupo de autores, aunque – a base de
maduración intelectual y con una nueva perspectiva de lo que es el Derecho- hemos
volteado nuestra mirada asumiendo que estamos ante un homicidio por omisión.
Es importante destacar que para que la realidad permita subsumir el hecho bajo la
figura de homicidio por omisión se requiere la existencia de una relación de garante entre
víctima y victimario. Dicha “relación” puede originarse en: a) la conducta precedente del
sujeto activo (el experimentado escalador de montañas que presta ayuda a novatos para
concretar el ascenso y luego, buscando su muerte, los abandona); b) contrato (el bañero
que es contratado para vigilar a los niños que ingresan a nadar a la piscina); c) disposición
normativa (en este caso suele mencionarse a los padres quienes deben velar por el
bienestar de sus hijos).
Se habla de un “delito resultativo” o “prohibitivo de causar”, en tanto el legislador
se limita a castigar al sujeto que produce el resultado lesivo (muerte) independientemente
del medio empleado para lograrlo. En tal sentido, según Núñez, el medio homicida puede
ser material (una conducta que, por vía de hechos activos -heridas, envenenamientos,

el “algo” como parte integrante de la acción y aquellos que entienden que este “algo” no pertenece a la
acción sino al tipo. Un claro expositor de la corriente transitiva ha sido Beling para quien la omisión
consistía en la inacción corporal voluntaria a partir de la contención de los nervios motores (definición
carente de cualquier elemento de tipo valorativo); en cambio, como exponente de la corriente intransitiva
podemos mencionar a V. Liszt quien -luego de varios idas y vueltas- asume a la omisión como ”no hacer
algo esperado”. A medida que la dogmática penal fue avanzando en el tiempo la omisión fue adquiriendo
mayor significancia valorativa, tomando gran notoriedad la “teoría de la acción esperada” (Mezger).
Welzel, haciendo honor a su teoría de la acción final, entendió a la omisión como un no hacer la acción
determinada. Otros autores, en cambio, han resaltado la importancia de la corriente transitiva pues la misma
permite poner un orden al análisis sistemático delictual, sin que los elementos del delito colisionen entre sí.
ahogos, etc.-, por contacto directo o no, actúa físicamente sobre el cuerpo o la salud de la
víctima) o moral (una conducta que por vía de hechos físicos o psíquicos -por ejemplo
amenazas-, actúa sobre la moralidad de la víctima afectando su salud). Esta conclusión
no es pacífica, en tanto parte de la doctrina descarta la posibilidad de cometer un
homicidio por medios morales. Creemos que esta última corriente de pensamiento
evidencia un postulado estructurado meramente en cuestiones que hacen a la dificultad o
imposibilidad probatorias, las cuales no deberían influir en la interpretación del tipo
penal.17
Especial dificultad generan los casos de “defensas mecánicas predispuestas”, los
cuales -como su nombre lo indica- evidencian la utilización de dispositivos que se
accionan mecánicamente ante determinadas ofensas; a modo de ejemplo podemos
mencionar el “caso Takahasi” ocurrido en la provincia de Santa Fe:
Enrique Takahasi tenía un establecimiento donde criaba gallinas (teniendo su
domicilio en otro lugar). Cansado de que lo robaran, colocó un fusil de tal forma que se
dispararía automáticamente cuando algún intruso ingresare al gallinero. Un día, como
consecuencia de dicha estrategia, encontró desplomado en el piso y sin vida a un hombre
en la entrada a su gallinero. Tanto el Fiscal como el Juez de primera instancia encuadraron
el caso como un homicidio simple (art. 79 CP). Soler (quien en dicho entonces era
camarista en Rosario) lo resolvió como exceso en la legítima defensa privilegiada. Otros
autores, como Molinario y Aguirre Obarrio, han considerado que estamos ante un caso
de legítima defensa privilegiada (conf. 36 inc. 6 in fine CP). Lo cierto es que, a nuestro
juicio, estas últimas dos soluciones no serían viables en tanto su aplicación está
supeditada a la invasión domiciliaria (casa, departamento habitado o sus dependencias).
También se ha dicho que el caso es de legitima defensa, en tanto no debe analizarse la
proporcionalidad de los bienes jurídicos en juego (en este caso vida y propiedad), sino la
razonabilidad del medio empleado. Tampoco coincidimos con tal postulado, pues dicha
razonabilidad del medio empleado implica que se opte por el medio menos lesivo pero
eficaz para repeler la agresión (no correspondiéndose con la estrategia de Takahasi). El
Dr. Omar Breglia Arias, previo aclarar que la offendicula es una defensa pasiva que no

17
Carrara “Programa de Derecho Criminal”, p. 47: “yo persisto en mi tesis de la completa equiparación
de los medios morales y los medios materiales. Habrá dificultades al probar la intención determinada o la
eficacia causante de la muerte; pero cuando estos datos de hecho se comprueben, no acepto la conclusión
del antiguo jurisconsulto inglés, de que se trata de un homicidio ante Dios, pero de un acto inocente ante
los hombres, pues en él encuentro todo lo necesario para la esencia de hecho de un homicidio
criminalmente imputable”.
debe ser confundida con las defensas mecánicas, refiere que Takahasi “no estaba presente,
no se asustó, no corrió peligro en su persona; no tuvo que defender su vida, sino a sus
gallinas, por medio de un dispositivo. No existe proporcionalidad entre lo que ocurrió y
lo que lo amenazaba. El mecanismo colocado estuvo fuera de los extremos tenidos en
cuenta si la presencia de Takahasi hubiera sido real, en el lugar ´habitado´, conforme a lo
que se llama ´defensa privilegiada´ o ´hipótesis presuntiva de legítima defensa´”. En
definitiva, sostiene que se trata de un homicidio simple, asumiendo el mismo criterio de
quien fuera su maestro Dr. Frías Caballero, que a su vez adopta el criterio de su maestro
Dr. Jiménez de Asúa.18

V. El aspecto subjetivo. Es un delito doloso que admite dolo directo (determinado


o de primer grado), indirecto (de consecuencias necesarias o de segundo grado) y eventual
(cuando el autor se representa como probable la consecuencia dañosa de su accionar y a
pesar de ello, no desiste de él, resultándole entonces indiferente que se produzca o no la
muerte de la persona). Sobre este último supuesto es dable mencionar que no existe
acuerdo doctrinal, habiendo cuantiosas teorías que, incluso, llegan a ser contradictorias.19
Es menester aclarar que -en determinadas situaciones- puede advertirse cierta falta
de correspondencia entre la creencia o voluntad del agente y lo ocurrido en el mundo real;
podemos distinguir las siguientes situaciones:
a) La “aberratio ictus” o desviación en el golpe. Se produce cuando el
comportamiento del agente está dirigido contra un objeto determinado, pero no
alcanza a este, sino a otro equivalente. Por ejemplo: A tiene intención de matar a
B, pero yerra el disparo y termina matando a C.
b) El “dolus generalis”. El autor cree haber consumado el delito de homicidio, pero
en realidad la muerte de la víctima se produce a partir de compotramientos
posteriores. Por ejemplo: A cree erróneamente haber matado a B y con el fin de
garantizar su impunidad decide quemar el cadáver, causando mediante este último
accionar la muerte de B.
c) El “error in persona”. El sujeto cree dirigir su conducta contra una persona
determinada, siendo esta en realidad otra. Por ejemplo, A cree que la persona
contra la cual está disparando es B cuando en realidad es C. Es importante no
confundir este supuesto con del apartado a. (desviación en el golpe). Aquí existe

18
Breglia Arias, Homicidio simple, p. 151.
19
Tenca, Adrian, “Dolo eventual”, 2010, editorial Astrea.
una confusión por parte del agente con relación a la persona (es decir, a la
identidad) de la persona contra la cual se está acometiendo; en cambio, en el caso
de la “desviación en el golpe” existe una clara intención de atentar contra un
individuo específico pero por cuestiones ajenas a la voluntad del sujeto se mata a
otro individuo.
La resolución de estos casos han dividido a los autores entre aquellos que creen
que existe un concurso de delitos (tentativa de homicidio y homicidio culposo) y
aquellos que consideran que lo resuelven alegando que estamos ante un único delito
de homicidio doloso.

VI. La pena. El mínimo de la pena del homicidio ha sido criticado por excesivo,
teniendo en cuanta la posibilidad de su comisión por dolo eventual. Expresa Breglia Arias
que puede considerarse que la pena mínima resulte excesiva en el caso de este último
dolo [eventual] y que a esto pueda deberse la resistencia que, en nuestro país, ha tenido
la aceptación del dolo eventual en la práctica, durante muchos años…lo que nunca se
dice es que el tiempo pasado en prisión es existencialmente mucho más largo que el
cronológico. La experiencia del abogado en el campo penal enseña que cualquier
persona que haya estado detenido siempre dirá que ´le parece´ que ha estado privado de
libertad por un lapso más largo, que nada tiene que ver con el calendario. Esta
circunstancia de ´vivir´ el tiempo con más extensión nos hace siempre vacilar ante las
penas largas, porque la condena que se asigna no ha tenido en cuenta este criterio
diferenciativo, ´la vivencia existencial de un tiempo más largo´, que es -en definitiva- lo
que importa para mensurar lo justo de una pena”. Si bien compartimos la impronta del
abogado que ejerce la defensa y entendemos que la privación de libertad puede generar
la sensación de que “el tiempo pasa más lento”, no asumimos el criterio antedicho. Lo
justo de la pena y la escala punitiva en abstracto (8 a 25 años de prisión) debe ser analizada
conforme el resultado lesivo; a su vez, la determinación o imposición en concreto debe
ser analizada conforme las particularidades del caso -teniendo en cuenta lo normado por
los art. 40 y 41 del C.P., y analizando las circunstancias de realización, motivos que
llevaron a cometer el delito, etc.-.

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