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DE ENEMIGO A

PROMETIDO
MULTIMILLONARIO
UN FALSO ROMANCE DE OFICINA QUE
CONVERTIRÁ A LOS ENEMIGOS EN AMANTES
L.A. PEPPER
ÍNDICE
Capítulo uno: En casa
Capítulo dos: Lejos
Capítulo tres: Atrapados
Capítulo cuatro: Sentar cabeza
Capítulo cinco: Libertad
Capítulo seis: Sin cadenas
Capítulo siete: Comprometido
Capítulo ocho: Conduciendo
Capítulo nueve: Construcción
Capítulo diez: Llegar lejos
Capítulo once: Deseo
Capítulo doce: Así funciona el mundo
Capítulo trece: Se fue
Capítulo catorce: Lugar de origen
Capítulo quince: Encantador
Capítulo dieciséis: Aventura
Capítulo diecisiete: Juntos
Epílogo
Sobre L.A. Pepper
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Este libro es un trabajo de ficción, cualquier semejanza con personas, vivas o
muertas, o lugares o eventos, es pura coincidencia.
CAPÍTULO UNO: EN CASA

R achel Rothenberg, mi jefa, bajó sus terriblemente


elegantes gafas de montura negra para mirarme
fijamente. “Chloe Beckett, si quieres tener éxito en
esta revista, debes aprender a jugar. Quieres tener éxito, ¿no?”
Suspiré con frustración y un mechón de cabello escapó de
mi coleta y cayó frente a mi cara. Lo puse detrás de mi oreja.
“Sabes que quiero tener éxito más que nada. Quiero dejar una
huella en el mundo, y eso es todo, Rachel. Lo sé y lo creo. Es
importante. Justo por eso DEBEMOS tener una sección en la
revista sobre viajes nacionales”.
“Chloe, la revista se llama ‘Wordly’. Se trata de viajes por
el mundo. Y ocio. Lujo”.
Levanté un dedo. “¡Correcto! Y nuestro país es una parte
importante, para tener por completo al mundo, debemos hablar
de él. Es por eso que una sección regular llamada ‘En casa’
nos daría la oportunidad para apreciar nuestras bellezas
nacionales, acercarnos tanto a lo familiar como a lo exótico”.
“No estoy de acuerdo contigo. Sin embargo, sí lo estoy en
que, si quieres perseguir tu interés aquí, necesitas entrar al
juego, justo como dije”.
“Yo no juego. Decido un curso de acción y me aseguro de
seguirlo”.
“Y por eso te contraté, porque no te andas con tonterías. Y
porque eres brillante. Tienes una gran carrera por delante. Tus
ideas pueden cambiar el mundo”.
“Entonces dame la sección. Tú eres la jefa”.
Rachel se rio. “Yo no soy LA jefa, soy tu jefa”.
Sacudí mi cabeza impacientemente. “El jefe nunca está
aquí. Está demasiado ocupado recorriendo el mundo, siendo
un diletante y adornando las portadas de las revistas de
chismes con su última ‘buena’ amiga”.
“Son muy ‘buenas’ amigas”.
Era una voz nueva. Profunda y rica, con una chispa de
humor atravesándola. Salté de pronto. Me había enfocado
tanto en Rachel y en exponer mi caso que no pude manejar
bien la interrupción. Mi corazón latía desbocado.
Se giró y me lanzó una mirada, fijando mis pies al suelo
con sus ojos color ámbar. Era alto y llenaba la habitación con
su presencia. Sus anchos hombros estaban cubiertos por un
traje a medida y ladeó su cabeza mientras me miraba de arriba
abajo. No pude moverme. Ni respirar. Y definitivamente no
pude hablar. Su cabello oscuro se movía hacia atrás desde una
ceja alta y sus pómulos afilados podían cortar como el cristal.
Sus labios sensuales se arquearon con diversión. Luego alternó
la mirada con Rachel y me quedé sin aliento. Había escrito
todo sobre él, investigado y examinado su vida, pero esta era
la primera vez que lo conocía en persona y fue algo
abrumador.
Tomó solo una fracción de segundo, pero fue como si las
rocas bajo el suelo se hubiesen movido. Nunca había conocido
a alguien que me dejara sin aliento tan de repente. El sudor
bajó por mi espalda. No podía sentir bien mis manos; él era así
de guapo. Estaba aturdida. ¿En serio era humano? Bien podría
ser un ángel caído del cielo.
“Nick, cariño, finalmente volviste. ¿Cómo estuvo Kuala
Lumpur?”
Ese era Nicholas Meryton.
El aliento que perdí volvió de pronto y se quedó atorado en
mi garganta. Claro. Debí reconocerlo, pero estaba muy
aturdida con su presencia. Este era el hombre que dije que era
una cara bonita y vacía. Nicholas Meryton. El fundador y
editor en jefe de la revista Wordly, donde recientemente me
habían contratado. Mi jefe. No, el jefe de mi jefa. La
celebridad multimillonaria que era la razón de que actualmente
tuviera un trabajo. Y yo lo había llamado diletante.
“Me discul…” Intenté hacer algo, cualquier cosa para
arreglarlo. Yo no jugaba, pero podía reconocer cuando me
había equivocado.
Levantó una mano de forma arrogante y sin siquiera
mirarme.
“Asumo que es tu nueva protegida”. Las palabras fueron
hacia Rachel, no hacia mí. “La que contrataste mientras no
estaba. La que me llamó y cito: el próximo premio del gran
juego de multimillonarios solteros”.
“Teníamos que reemplazar a Jenkins”. Rachel se encogió
de hombros. “Chloe es brillante y tiene un currículo
excelente”.
“Ah, sí”. Se giró brevemente y se dignó a darme una falsa
sonrisa. “Con experiencia en modas y”, se aclaró la garganta,
“¿noticias de celebridades? ¡Qué gran periodista!” Su sonrisa
debió haberme congelado, pero hizo hervir mi sangre.
“Escuche…” Dije, encontrándome de pie otra vez y ya sin
ganas de disculparme.
Finalmente se volvió hacia mí. “Señorita Beckett, ¿cierto?”
“Así es, lo sabría si hubiera aparecido en algún momento
durante los últimos seis meses. He estado aquí día tras día”.
“Ella se quema las pestañas, Nick, igual que tú”.
“Rachel, ¿cómo puede quemarse las pestañas si nunca está
aquí?” Ni siquiera entendí por qué dije algo como eso.
“Estaba TRABAJANDO. Me encargo de una revista de
viajes y eso hago, viajo”. Sus ojos sacaron chispas y pensé que
tal mirada bien podría quemarme por completo. “Y no
necesito que una interna me regañe”.
“Soy una escritora de artículos destacados”.
“¿Artículos destacados? ¿Sobre el último grito en faldas o
estás por exponer a alguna celebridad?”
“Solo escribí sobre usted una vez”.
“Pues fue bastante mordaz”:
“¡Tenía la mitad de su edad!”
“Era una mujer adulta, no hice nada malo”.
“Debería avergonzarse por salir con una adolescente. ¿Qué
edad tiene? ¿Cuarenta?”
“Sabes que tengo treinta. Eres muy perfeccionista como
para pasarlo por alto”. Me miró escandalizado por mi insulto
directo. Lo llamé viejo y él lo sabía. En efecto, yo conocía su
edad. Sabía mucho acerca de él. Todos lo hacían. Era alguien
famoso. Aunque infame sería una mejor palabra. Se me quedó
viendo. “Ella tenía veinte”.
“No cuando comenzó a verla”. Su rostro se contrajo de
manera casi imperceptible, pero logré verlo y lo disfruté
mucho.
“Mira Chloe…” Dio un paso hacia mí.
“¡Señorita Beckett, para usted!” Enfaticé el señorita.
SEÑORITA.
“Señorita Beckett”. Enfatizó él también.
SSSSEÑORITAA. “no veo por qué es de su incumbencia, sin
embargo, cualquier artículo que escriba es
COMPLETAMENTE de mi incumbencia. Porque este es mi
negocio y esta revista se enfoca en hablar de viajeros
internacionales, no en acampar en el patio trasero”.
“¡LAS LOCACIONES NACIONALES SON PARTE DEL
MUNDO!” Estaba gritando. Mi voz resonaba a todo volumen.
Mi rostro estaba ardiendo, podía sentirlo. De repente me di
cuenta de que estaba a solo centímetros de mí, observándome.
Cielos, era muy alto. Y su pecho parecía aún más amplio
desde tan cerca. Sus fosas nasales se dilataron y su aliento se
sintió cálido en mi rostro.
“Nick Meryton, te presento a tu nueva escritora de
artículos destacados. Chloe Beckett, te presento a tu editor en
jefe. Puedo decir con solo verlos que será una relación
duradera. Ustedes dos van a llevar esta revista a la
estratósfera”.
Lancé una mirada furibunda a Rachel, Nick Meryton hizo
lo mismo.
Rachel parpadeó. Paseó la vista unas cuantas veces entre
Nick y yo. Una sonrisa apareció en su rostro. Parecía
encantada. Yo no podía ni hablar. Por un momento, todo lo que
pude hacer fue respirar para poder controlar mi furia.
“Podemos terminar este encuentro más tarde. Llámame
cuando estés disponible”, dije, sintiendo mi garganta tensarse
sin razón alguna. Necesitaba abandonar esta oficina y lo
necesitaba ya. Cualquier control que creyera tener estaba
disipándose rápidamente y no sabía el por qué.
Me di la vuelta sin decir adiós y hui.
CAPÍTULO DOS: LEJOS

“B ueno, eso estuvo bien”, dijo Rachel, su tono


seco decía mucho más.
Me encontré de pronto mirando la puerta cerrada. Parecía
vibrar todavía del fuerte portazo que había dado Chloe. “No
necesito tu ayuda, Rachel”.
“¿Estás seguro? Porque nunca te había visto reaccionar así
ante un nuevo empleado”.
“¿Por qué la contrataste a ella? Es claro que no pertenece
aquí. Es una gruñona. No tiene visión. No entiende el mercado
del lujo. ¿Viste cómo estaba vestida?”
“Es un vestido camisero. Perfectamente aceptable para una
oficina, te lo aseguro”.
“Perfectamente desaliñado. Mercado de lujo, Rachel”.
Rachel puso los ojos en blanco. “¿No te gusta su vestido, o
no te gusta que escribió sobre tu novia adolescente?”
“Era legalmente adulta”.
“Todos escribieron sobre tu novia adolescente, Nick. Fue
un GRAN escándalo. Hubiera sido negligente no mencionarlo
cuando trabajaba en esa revista de chismes”.
“No deberías contratar escritores de revistas de chismes”:
“Solo tú tendrías problemas con el primer trabajo de
alguien. Ella acababa de salir de Princeton e hizo un trabajo
fabuloso”.
“¡En una revista de chismes!”
Rachel se rio. “¿Eso te molestó? No lo entiendo. Tú mismo
me dijiste que te arrepentías de salir con ella. Que te había
dicho que era mayor y que si lo hubieras sabido nunca te
habrías involucrado”.
“Ese no es el punto”.
“Y tu nueva empleada fue la que te expuso”.
“Ese no es el punto”.
“Ella estuvo en lo correcto. Y está en lo correcto sobre los
viajes nacionales. Dijiste que querías hacer una sección en
casa. Precisamente por eso la contraté, porque querías entrar
en el mercado de lujo nacional y devolver algo a las
comunidades en los Estados Unidos. Ya hablamos de esto,
¿cuál es el proble…? Oh”.
“¿Oh qué?”
“Piensas que es linda”.
“No seas ridícula. Es una empleada”.
“Mmm. Una que te llamó: chico lindo que usa su estatus
de celebridad para vender revistas”.
“Cualquiera estaría ofendido”.
“Sabes que eres un chico lindo que usa su estatus de
celebridad para vender revistas. Lo haces a propósito”.
“Ese no es el punto”.
“No, Nick. Ella es buena. Entiende el trabajo y no se anda
con tonterías. Solo porque tú entras en el juego y te la pasas
tomando ventaja, no significa que ella lo haga. Solo dijo lo que
estás haciendo y… Oh”. Ella rio de nuevo.
“¿Qué es tan gracioso?”
“Ella te impresionó, ¡pero no puedes usar tu encanto!
Hicimos un trato y no puedes salir con uno de nuestros
empleados. Sé exactamente lo que pasa. Leíste su trabajo
sobre Adirondack, su pueblo natal, y caíste enamorado a sus
pies”.
“Eres una persona absolutamente ridícula. Nunca la había
visto antes”.
“Entraste en el juego, Nick Meryton, el juego de la fama,
el juego del multimillonario playboy, pero lo que quieres es
otra cosa. El sentido de pertenencia, de hogar. Siempre lo
quisiste. Escribiste sobre eso por todo el mundo, cómo otras
personas aman sus ciudades, su tierra. Su hogar. Dices que lo
compartes con el mundo, pero realmente lo quieres para ti
mismo y Chloe… ella lo tiene. Lo conoce. Tú huiste de casa
en busca de alguna clase de verdad y Chloe sabe lo que es eso,
lo que es pertenecer, ser alguien de adentro. Definitivamente
leíste su trabajo. Y lo quieres. La quieres”.
“Podría despedirte”.
“Pero no lo harás, porque eso significaría que tendrías que
quedarte aquí y cuidar del negocio en vez de huir y buscar tus
respuestas”.
“No tengo por qué sentarme y escuchar más. Hay una
revista que manejar. Soy un hombre importante”. Me levanté
para irme. “Debería despedirte”.
“También te amo, Nick”, me dijo, pero su tono no era en
absoluto de amor. Lo mejor que podía hacer era salir de ahí.
Me alejé de ella antes de que pudiera ver la forma en que mi
corazón se aceleró al conocer a esa chica. Chloe. Su nombre
era Chloe.

Me agaché por el borde del cubículo de Chloe y chasqueé los


dedos hacia ella, solo porque sabía que lo odiaría. Ella dejó de
tipear. Tenía que ser cortés y lo hice, pero ambos estábamos al
límite. Ya llevábamos muchos gritos y discusiones que
terminaron cuando Rachel intervino y nos prohibió ser todo
menos corteses el uno con el otro. Ambos aceptamos.
Seríamos buenos. Yo dejaría de ser pesado, palabras de Chloe,
y ella dejaría de ser una amargada, mis palabras. Pero
chasquear los dedos no estaba dentro de la lista de
comportamiento grosero.
“¡Chloe!” Dije. No de forma pesada. Solo su nombre. Su
columna vertebral se puso rígida y reprimí mi sonrisa. Miró
fijamente a la mesa y no se dio la vuelta. Oficialmente los
llamábamos cápsulas, no cubículos. Eran lo último en diseño
de oficinas abiertas, pero ninguno de nosotros se engañaba con
los elegantes detalles modernos y los pequeños rincones de
tecnología. Eran cubículos. Y no tenían puertas, lo que
significaba que Chloe no podía dejarme fuera.
Pero, ¿por qué querría hacerlo? Yo era el jefe. No quité la
sonrisa de mi rostro, pero la convertí en una sonrisa
profesional adecuada antes de que, finalmente, ella se diera la
vuelta.
“Sí, señor Meryton. ¿Necesita algo?” Lo dijo de forma
alegre. Y falsa. Miró su engrapadora. Estoy seguro de que
pensó engrapar algo a mi pecho. Y me senté en la orilla de su
escritorio.
“Vamos, vamos Chloe, sabes que nos hablamos por
nuestro nombre en la revista Wordly. Es mejor para la moral
que nos tratemos como familia”. Ella sonrió. Era una muy
mala sonrisa. Casi me reí por eso.
“Muy bien, Nick”. Amé la forma en que dijo mi nombre,
como si quisiera morderlo entre sus dientes de tener
oportunidad. Me encantó cómo podía hacerla reaccionar solo
por ser encantador. Ella no se lo creía. Estaba en lo correcto al
no hacerlo. Pero yo conocía el juego y ella conocía el juego. Y
era muy mala jugadora. Había encontrado un sinfín de
entretenimiento al molestarla durante las últimas dos semanas,
en parte porque Rachel tenía razón. Sus historias eran de
primera categoría. Su investigación, impecable. Su instinto
sobre lugares y eventos interesantes daba justo en el blanco. Y
trabajaba más duro que nadie en la oficina, con excepción mía
y de Rachel. Ella era un activo valioso para mi revista y tenía
la posibilidad de convertirse en una verdadera estrella.
Pero era la persona más severa, más seria, más sincera e
implacablemente prosaica que había conocido. Con excepción
de su escritura. Sus escritos eran poesía pura. ¿Su persona?
Bueno, digamos que la vi esta mañana, perfectamente
presentable, pero ahora que eran casi las cinco, su chaqueta
había desaparecido, su cabello estaba recogido hacia atrás en
un nudo que empezaba a deshacerse. Había una mancha en su
blusa que parecía café, y su lápiz labial se había desgastado
por completo. Sus labios habían sido de color rojo brillante
esta mañana, a juego con su falda, y ahora eran de color
pétalos de rosa. ¿No le prestaba atención a su apariencia o
habría hecho algo divertido para quitarse la pintura de los
labios? El pensamiento envió una sacudida a través de mí
cuerpo. No pude decir si fue agradable o inoportuno.
“¿Necesitas algo, Nick?” Preguntó. Lo había olvidado.
Pareció destrozar mi nombre entre sus incisivos al
pronunciarlo.
Me aclaré la garganta. “Cierto”. La razón por la que había
venido a molestarla. Dejé caer el archivo en su escritorio.
“Necesito que investigues este complejo turístico”.
Ella lanzó un suspiro. Un mechón de cabello le cayó en la
cara y se lo puso detrás de la oreja. Era adorable. “¿No pudiste
enviarles un correo electrónico y ya?”
Se hacía cada vez más difícil evitar sonreírle. Sacudí mi
cabeza. “No. No está en línea. Es muy exclusivo. Incluso
secreto”.
Ella frunció el ceño, pero revisó el archivo rápidamente.
¿Eso era entusiasmo? Se volvió a acomodar un mechón
rebelde y dio vuelta a las páginas. “Este no es un complejo
turístico, es un retiro. Un retiro espiritual”. Su rostro estaba
confuso cuando volteó a verme. “En el desierto de Mojave”.
Gruñí un asentimiento. Nunca había notado el profundo
azul de sus ojos. “Exclusivo”, repetí.
“¿Qué tratas de hacer, Nick?”
Justo como dijo Rachel. Ella era genial: nada más que
honestidad. Muy real. Nunca tiraba ningún golpe. 100%
auténtica. Era agotador. Me levanté de su escritorio. “¿Quieres
la historia o no?”
Ella me miró entrecerrando esos ojos azules. “Por supuesto
que quiero la historia”, y entonces se centró en el archivo
como si yo ya no estuviera ahí. Parecía que había terminado de
hablar conmigo, aunque aún esperaba alguna señal de su parte.
Pero ella ya estaba trabajando y yo bien podría no haber estado
allí nunca.
Chloe se quitó la cinta de su cabello y se pasó los dedos
por los mechones color chocolate. El olor a flores de manzano
flotaba hacia donde estaba congelado, observándola. Un
sentimiento de anhelo me llenó, como cuando me llegaban las
ganas de viajar. La sensación de que mis deseos estaban, fuera
de mi alcance. De que, si pudiera llegar allí, podría vivir mis
sueños.
Luego se recogió el pelo y se encorvó sobre la carpeta,
absorta. No notó en absoluto el momento en que me alejé.
CAPÍTULO TRES: ATRAPADOS

T ras la asignación de último minuto por parte de Nick,


el señor Meryton, al diablo, no iba a tutearlo en mi
mente, no le daría ese estatus en mis pensamientos.
Tras esta asignación mi cabeza daba vueltas, estaba exhausta.
Me había quedado en la oficina mucho más de lo que
pretendía, y era la última aquí. Se me había pasado el tiempo
envuelta en la investigación.
Odiaba lo interesantes que eran sus historias, lo fascinada
que estaba por los lugares que había conocido y las cosas que
había hecho, la aventura que era su vida. Yo nunca había ido a
ningún lado ni había hecho nada importante, estaba muy
concentrada en mi educación y luego en mi carrera y, para ser
honesta, realmente nunca tuve el dinero para ir a ninguna
parte. Publicar en revistas puede sonar glamoroso, pero
realmente no paga mucho, y no era como si yo fuera una
multimillonaria del jet set que pudiera ir a Kuala Lumpur en
cualquier momento.
Uff. Cerré el archivo y me arreglé la blusa y el cabello.
Olvido el lápiz labial, de todos modos siempre me relamía los
labios cuando estaba pensando, y tenía muchas cosas en la
cabeza. Quería seguir trabajando en esta historia, así que pasé
el archivo y lo metí en mi bolso, como si alguien me estuviera
viendo y supiera que tenía una rivalidad con Nick en mi
cerebro. A pesar de que no había nadie allí. Y de que nadie
parecía saber que estaba compitiendo con mi jefe. Al menos
eso esperaba. Porque era una rivalidad ridícula. Simplemente
no podía dejar de pensar en él. En lo idiota que podía ser.
Resoplé. Un playboy multimillonario.
Quizá Rachel tenía razón, necesitaba salir y vivir más que
para el trabajo. Pero lo que hacía en el trabajo era tan
interesante. Tal vez pase por la tienda de camino a casa,
compre una botella de vino, algunas flores y algo que no sea
una cena congelada para poder decir que estaba haciendo algo
más que trabajar en casa. Eso era vida, ¿cierto?
Apagué la computadora y la oficina se quedó a oscuras y
en silencio. Se escuchaban mis tacones contra el piso mientras
caminaba y el botón del ascensor sonó claro y fuerte entre todo
ese silencio.
Igual de fuerte se oyó la puerta abriéndose del otro lado de
la oficina. ¿Era esa la oficina de Nick? ¿Todavía estaba
trabajando? Oh, no. Presioné desesperada el botón del
ascensor. ¿Solo él y yo? ¿Los únicos aquí?
“Date prisa, date prisa, date prisa”, susurré por lo bajo,
suspirando de alivio cuando la puerta del ascensor se abrió
delante de mí. Me deslicé dentro y presioné el botón de cerrar
una y otra vez. “Vamos, vamos”.
“¡Detengan el ascensor!” Gritó Nick. Su voz sonaba cada
vez más cerca.
“¡Ciérrate, maldita sea!”
Las puertas empezaron a cerrarse y por un segundo pensé
que estaba a salvo.
Una mano alcanzó a interponerse justo antes de que las
puertas se cerraran, lo que las hizo volver a abrirse de par en
par. Nick Meryton entró al ascensor. Estaba ofendido, lo noté
por su lenguaje corporal, y eso fue antes de verme con el dedo
presionado sobre el botón de cerrar.
Me observó con los ojos muy abiertos.
Yo me rehusé a ser la primera en hablar.
“¿De verdad ibas a cerrarme la puerta?”
“Eso intentaba”. Me quedé viendo los números de los
pisos, dispuesta a cerrar las puertas e iniciar el viaje, atrapada
con mi archienemigo, mi jefe, hasta que terminara.
Pero no se cerraron.
Se paró a mi lado, a unos noventa centímetros. No se
movió. Yo no lo miré, pero sabía que estaba ahí. Podía
sentirlo, su presencia era casi sólida contra mi piel. Le eché un
vistazo. Él tampoco me estaba mirando.
Giró la cabeza con una media sonrisa en su rostro y me
sorprendió. “Ahora sería un buen momento para apretar ese
botón”.
Cambié mi bolsa de mano y la sostuve. “Se cerrará”.
Él asintió y siguió esperando. Y esperando y esperando.
“¿Qué le hiciste al ascensor, Chloe?”
“¡Yo no le hice nada al ascensor!” Exclamé y me volví
hacia él. Esa sonrisa perezosa que siempre usaba hizo que mi
sangre hirviera. “Presioné el botón, se supone que eso es lo
que hay que hacer”.
“No tan fuerte ni tan seguido como tú lo hiciste”.
“Cállate, Nick”. Presioné el botón una vez más. Una.
Firmemente. Las puertas se cerraron sin percances. “¿Viste?”
Levanté mi barbilla hacia él. El pomposo idiota. Su mueca se
volvió una sonrisa, amplia, brillante y feliz, y mi corazón
comenzó a acelerarse. Tragué saliva tratando de controlarme.
“Idiota”, gruñí, y miré hacia otro lado porque ya no podía
seguir viéndolo.
Él suspiró pesadamente. Podía sentir su atención
dirigiéndose hacia mi cuando el ascensor comenzó a moverse.
Pude haber fingido que el golpe en mi estómago fue por el
movimiento, pero. como periodista. presté atención a los
hechos, y los hechos eran que mi reacción física no se debía al
movimiento, sino a que estaba sola en una pequeña caja con
un hombre que era demasiado atractivo para su propio bien. Y
necesitaba mantener la distancia.
Él dio un paso hacia mí.
Yo di un paso hacia atrás, chocando contra el muro. Y
entonces miré sus ojos. Por Dios, era tan apuesto. Era como
ver fijamente al sol.
“¿Qué tienes exactamente contra mí, Chloe?”
“Yo no tengo nada contra ti”, mentí.
Él soltó una risita. “Sabes, no tuviste ningún problema con
la autoridad en tus antiguos trabajos, lo que me lleva a pensar
que tu problema conmigo es…” él se acercó un paso más,
“personal”.
“No seas absurdo”, dije y levanté mi barbilla un poco más,
como un reto. Olía a una mezcla entre un bosque de pinos y
algo que quería lamer de pies a cabeza. Sentí cómo me
inclinaba hacia él. Esto no podía ser. “Me molesta tu
suposición de superioridad simplemente por dónde naciste”.
Parpadeó y me sonrió con sus blancos, muy blancos
dientes. “¿Dónde nací? ¿Recientes mi nacimiento?”
“Sí, diablos”. Lo golpee en el pecho con un dedo para
hacerlo retroceder. Su durísimo pecho. “Todo esto. Tu naciste
para esto. Te dieron todo junto con la cuchara de plata en la
boca y esa linda cara”.
“También te dieron una linda cara, Chloe”, mostró una
sonrisa afectada. “¿Se supone que debo resentirme por eso?”
Sus ojos bajaron hasta mi pecho. Miré hacia abajo. Un botón
se había abierto. Diablos. No podía detenerme ahora para
arreglarlo, Le pegué de nuevo. Fuerte.
Esta vez me agarró la mano y la sostuvo, levantó una ceja
a modo de advertencia.
“He tenido que trabajar por todo lo que tengo. Trabajé
realizando pequeñas tareas cuando era niño. Después trabajé
para obtener las calificaciones para una beca. Tuve tres
empleos en la universidad para poder comprar los libros. Y
ahora comparto un departamento con otras tres chicas que ni
siquiera me agradan, solo para tener la oportunidad de dejar mi
marca en el mundo. Para probar que estoy aquí. Que significo
algo”.
“Tú significas algo”, su mirada retadora se suavizó. No.
Eso no serviría.
“Y a ti te dieron todo, sin un gramo de trabajo duro”.
Sus ojos ambarinos titilaron. “Tuve que trabajar
jodidamente duro, pequeña…”
El ascensor se tambaleó y caí contra el duro pecho de
Nick. Él afianzó sus pies y me sostuvo hasta que recuperé el
equilibrio.
“Estoy bien, estoy bien”, dije, aunque mis manos aún
descansaban en su pecho y él agarraba mis brazos fuertemente.
“Disculpa”, esto era muy embarazoso. Había tirado mi bolsa y
me agaché a recogerla, pero cuando me levanté de nuevo Nick
estaba viendo los números sobre las puertas.
“Nos detuvimos”, dijo.
Dos pisos estaban iluminados, 17 y 18, y no, no nos
estábamos moviendo. “No puede ser”, dije mientras
presionaba el botón del vestíbulo.
Él gruñó por lo bajo. “¡Maldita sea! El ascensor se atascó”.
Una sensación de alarma subió hasta rozar mi cuello.
Sacudí la cabeza. “No. Va a empezar a trabajar de nuevo”.
Nick rio entre dientes. “¿Nunca te habías quedado atascada
en un ascensor, Chloe?”
“¡Por supuesto que no! ¡Qué clase de idiota tiene su
oficina en lo más alto de un edificio!”
“Disculpa, ¿qué?” Él se veía demasiado conmocionado
para estar ofendido.
“Los lugares donde normalmente están los negocios se
encuentran lo suficientemente cerca del piso para usar las
escaleras si necesitas irte. ¿Qué clase de falta de previsión
permite que las personas queden encerradas en un ascensor y
mueran de asfixia?”
“¿Asfixia? ¿Falta de previsión?” Me miró como si
estuviera loca y, para ser justos, así es como me sentía justo
ahora. Mi cerebro daba vueltas y estaba casi segura de que las
paredes se estaban cerrando sobre nosotros. “¿Sabías que
estamos en la ciudad de Nueva York y que la mitad de los
edificios son más altos que este?”
“¡Claro que lo sé!” Estallé. Respirar profundamente no
estaba funcionando. “Solo me aseguré de no tener que pasar
mucho TIEMPO en uno de ellos antes de venir aquí. Y
ciertamente evité quedarme atrapada en un ascensor”.
“Está certificado”, dijo antes de darme la espalda.
“Llamaré al gerente del edificio y conseguiremos que un
custodio baje el ascensor hasta el vestíbulo. Es a prueba de
fallos”.
“Bueno, la prueba de fallos falló”. ¿La temperatura estaba
subiendo aquí? Era difícil respirar.
Él me ignoró, lo que agradecí, e hizo la llamada. Yo
presioné todos los botones uno a uno y luego volví a empezar.
“Inhala”, murmuré por lo bajo, “exhala”.
“¡Maldita sea!” Gritó. Yo casi salté fuera de mi cuerpo y
mi corazón comenzó a latir en una carrera más rápida aún.
“No podrá venir nadie en una hora al menos. Espero que no
tengas alguna cita urgente”.
Lo miré sin verlo realmente. “¿Una hora?”
“Está bien”, dijo, y estaba segura de que su voz pretendía
ser relajante, pero no lo era. “No te preocupes, pasa todo el
tiempo. El ascensor está perfectamente a salvo. No puede caer.
Hay cables de emergencia asegurándolo”.
“¡¿El ascensor puede caer?!” Eso no era bueno. No era
bueno. Me volví hacia los botones. Sabía que me estaba
poniendo obsesiva, pero no me importaba. “Ábrete. ¡Abre la
puerta!” Presioné el 17 y luego el 18. Luego ambos. Una y
otra vez. Golpeaba el botón de abrir. “Abre, por favor Dios,
abre”. Presioné todos los botones.
Mi garganta se estaba cerrando, no estaba segura de si me
llegaba algo de aire.
“Hey”, su voz vino desde muy lejos. “¿Estás bien?”
“No puedo respirar”, dije o pensé que lo dije. ¿Las
palabras salieron de mi boca? No estaba segura. Mi visión
empezó a oscurecerse, los límites de ella brillaban con
destellos de luz.
“¿Chloe?” Escuché como si estuviera muy lejos de mí,
luego: la nada.
CAPÍTULO CUATRO: SENTAR CABEZA

C hloe se puso blanca como el papel, esa fue mi primera


pista. Debió haber sido su griterío sobre los edificios,
pero no, fue cuando su rostro se drenó de color,
cuando sus ojos empezaron a cerrarse. En realidad, yo estaba
preparado.
Ella se desmayó y la atrapé entre mis brazos. Me acomodé
con ella en el piso, la puse en mi regazo. Quité algunos
mechones de su rostro, que habían caído de su coleta. Estaba
fría y pegajosa. “Cielos, Chloe”, susurré a la mujer
inconsciente, sorprendido por mi instinto de protegerla. Aún
olía a flores de manzano. El anhelo apretó de nuevo mis
entrañas.
Sus ojos se abrieron unos segundos después, algo que
agradecí. Preferiría pensar en una mujer que tiene un ataque de
pánico en mis brazos, a pensar en lo que siento por la mujer
que tiene un ataque de pánico en mis brazos.
“¿Estás bien?”
Se tensó en mis brazos, se puso rígida. Su garganta se
convulsionó. “No puedo respirar”, susurró y sus dedos se
clavaron en mi camisa. “No hay aire…” Sus ojos se movieron
como si estuviera enfocando las paredes, pero tenía el
presentimiento de que no estaba viendo nada.
“Hey, hey”, le dije, sin saber en verdad qué hacer, solo
intentando ganar su atención y hacer que olvidara que
estábamos atascados en un ascensor. “El aire está bien, ¿ves?
Estoy respirando también”.
“Lo sé, lo sé. Pero no puedo…” La observé abrir y cerrar
la boca con desesperación.
“No, hey, Chloe. Yo puedo respirar. Respira conmigo”.
Llevé su mano a mi pecho, la presioné contra mí para que
sintiera mis latidos. “Dentro”. Dije mientras llenaba mis
pulmones de aire. “Fuera”. Exhalé.
Ella no me seguía. Puse mi mano en su pecho, sobando en
círculos. “Respira conmigo. Dentro… Fuera”. Entonces, sus
ojos se cruzaron con los míos. Al principio estaban abiertos
con pánico, pero no la dejé ir. Su respiración empezó despacio.
Ella asintió. Dios, sus ojos eran tan azules. Azul como el mar
Egeo.
Poco a poco comenzó a volver en sí. La vi recordar quién
era yo. Recordar en dónde estaba. Para ser honesto, yo
también lo había olvidado. Había olvidado por qué ella se
sentía suave y cálida en mi regazo mientras que estaba
sobando círculos en su pecho. Tres botones se habían abierto
en su blusa y yo no recordaba haberlo hecho.
“Oh”, dijo, y la palabra fue muy pequeña. Ella quitó su
mano de mi pecho y yo hice lo mismo con la mía. “Señor
Meryton”, habló y mi estómago se apretó.
“Nick”.
“Nick”. Ella se levantó de mi regazo y de repente tuve frío.
“Lo siento. Lo siento mucho”. Su rostro, que antes había sido
blanco como el hueso, ahora estaba totalmente rojo.
“No tienes que disculparte. Sé cómo es un ataque de
pánico. Yo lamento que te quedaras atrapada en el ascensor”.
“No me gustan los espacios pequeños”, dijo con una voz
muy débil.
Se palmeó el cuello con dedos flojos. “Mi garganta está
muy seca. Esto es horrible. Lo siento, no había sucedido en
mucho tiempo. No quise decirte…”.
“Dije que no te disculparas”. Me acerqué a mi bolso y
saqué la botella de agua que siempre llevaba conmigo. Abrí la
tapa y se la acerqué. “Ten. Bebe”.
“Tú no eres mi jefe”, murmuró y yo sonreí, si ya estaba
haciendo bromas sarcásticas, entonces estaba mejor. La
sostuve más cerca de ella para que la tomara. “Mi héroe”, dijo,
con la cara aún sonrojada, pero volviendo a mirarme a los
ojos.
“Es solo una botella de agua, Chloe”.
El silencio cayó entre nosotros. Ella no habló más sobre el
agua. Me pregunto si eso es lo más cerca que estaré de un
agradecimiento de su parte. Probablemente no debería
presionarla. No aún. Me puse a pensar que tal vez estos eran
los primeros pasos para ponerla de mi lado. Probablemente me
gustaría tenerla a mi lado. “Saldremos del ascensor en una
hora más o menos. ¿Crees que lo logres?”
Ella dio un profundo trago. “No”.
Suspiré. “Bueno, podrías desmayarte de nuevo por
hiperventilar o, no lo sé, podríamos buscar otra manera de
mantener tu mente ocupada”.
Sus ojos se centraron sospechosamente en los míos, como
si pensara que estaba diciendo algo inapropiado, algo que a los
de Recursos Humanos no les gustaría, que no les gustaría para
nada. Pretendí no entender lo que pensaba. “¿Tienes algo qué
hacer dentro de esa bolsa? Puede que nos mantenga
ocupados”.
“Oh, sí. Traje el archivo”. Ella cerró el agua de golpe y yo
arrastré su bolso desde donde había caído al suelo. Sacamos
los papeles y nos pusimos a trabajar.
Ni quince minutos después ya estaba leyendo el artículo
que ella había iniciado y era bueno, diablos, sí que lo era.
Rachel estaba en lo correcto. Chloe tenía lo que se necesitaba.
“¿Estás seguro de que el ascensor no se está quedando sin
aire?” Preguntó Chloe, la ansiedad regresaba a su voz. ¿Se
había ido antes? Ella revolvía papeles alrededor sin hacer nada
realmente. Yo me había quedado atrapado en su escrito, pero
ella apenas si lograba mantenerse bien.
“Positivo”.
“Entonces, ¿por qué hace tanto calor?”
“No hace calor”.
“No. Definitivamente hace calor”. Comenzó a abanicarse
con las hojas. El sudor se acumulaba en la línea de su cabello.
“Oh por Dios, voy a arder”.
“No empieces a hiperventilar de nuevo”.
“No lo haré. Me voy a derretir y a formar un charco”.
“Toma algo de agua”. Alcancé la botella.
“No. Estoy demasiado caliente”, dijo ella, lo que no tenía
sentido, entonces la vi alcanzar los botones de su blusa, que
nunca se abotonó tras desmayarse. De pronto empezó a
quitársela.
“¿Qué diablos estás haciendo?” En esos momentos
también sentí que faltaba el aire en el… ascensor.
“Hace mucho calor, voy a morir. Y tú has visto suficientes
mujeres desnudas con anterioridad”.
Bueno, sí, pero esto es diferente. No sabía por qué era
diferente, pero lo era, encerrado en este ascensor con una
mujer que me odiaba con fervor. Estaba perdiendo la batalla,
no podía odiarla después de los largos minutos que estuvo en
mis brazos, presionada contra mí, cálida, pesada y con
necesidad de mi contacto.
Inmediatamente mi temperatura se elevó. Su rostro estaba
sonrojado y sudoroso, y la piel de su pecho brillaba.
“Chloe…” Comencé, aunque no sabía qué decir después de
eso. La visión de su cremosa piel de olivo me abrumaba. Nada
de lo que traía era sexy. Vestía un sostén azul sencillo, una
prenda del día a día con solo un poco de encaje, que cubría sus
senos redondos y llenos. No tendría que desear ahuecar mis
manos en ellos y sentir su peso. No tendría que desear mover
mi cabeza hacia abajo y dejar que mi lengua tocara su piel.
Ella se retorció a mi lado, incómoda. Yo también me ponía
más y más incómodo.
De pronto gimió y el sonido pegó como un disparo a través
de mí. “El aire…”, dijo. “Hace mucho calor. No puedo
respirar”.
“No, sí puedes, Chloe”, mi voz estaba tensa. Me aclaré la
garganta y empujé el agua hacia su cara. “Bebe, maldita sea”.
Hizo un sonido de frustración y tomó un sorbo, luego alejó
la botella y su mano se curveó a la izquierda. “Ugh, no está
ayudando”.
Tomé su descartada blusa y la rocié con agua. No era el
movimiento más brillante, posiblemente porque no podría
ponérsela de nuevo. En cambio, le limpié la frente con la tela
húmeda, la pasé por la cara y el cuello. Ella suspiró y cerró los
ojos. Se apoyó en mí. “Sí…” Cuando ella tragaba, yo seguía el
movimiento bajando por su garganta, bajando la compresa a
través de las suaves curvas de su pecho. Iba a irme al infierno.
“Distráeme, Nick”, dijo y casi salté fuera de mi piel porque
sabía exactamente cómo quería distraerla, y no solo estábamos
en el lugar y momento equivocado, no solo la veía vulnerable,
no solo me odiaría y nunca me dejaría tocarla así si no fuera
claustrofóbica, además, era mi empleada y no había manera de
que esto terminara bien. Me congelé en donde estaba, mi mano
entre sus senos con la blusa húmeda, intentaba tranquilizarla,
pero solo lograba desesperarme.
“Háblame de tu vida, por favor. Tu llevas una vida muy
excitante”. Me reí por lo bajo.
“Mi vida no es tan excitante, Chloe”. Mi voz era más
profunda y ronca de lo que quería. Subí mi mano a su cuello.
“Inclínate hacia adelante”, dije, y ella apoyó sus antebrazos en
sus muslos. Presioné la tela mojada en la parte posterior de su
cuello y ella respiró hondo. Y lo hizo de nuevo.
“Eso está mejor, gracias. Pero tu vida es muy interesante.
Has ido a todas partes. Has hecho de todo”.
Sacudí mi cabeza, a pesar de que no podía verme, y dejé la
blusa mojada en la parte posterior de su cuello, haciendo que
los extremos cayeran hacia el frente por sus hombros. Vertí un
poco más de agua sobre ella para mantenerla fresca y busqué
la liga de la coleta para quitarla porque, de todas formas, había
dejado de hacer su trabajo. Liberé su cabello, que cayó sobre
su cuello y hombros.
“Oh no”. Ella intentó jalar aire. “Es horrible. Hace
demasiado calor”.
“Relájate”, le susurré al oído, luego pasé los dedos por los
mechones perfumados con aroma a flor de manzano y los
retorcí, formando un nudo en la parte superior de su cabeza,
asegurándome de obtener todos los mechones que estaban
húmedos con su sudor. Ella dejó caer la cabeza sobre mi cuello
y suspiró. Maldita sea, me gustó eso. “Ya sabes todo sobre mí,
cariño”. Ella respiró con asombro ante el ‘cariño’. ¿Por qué
usé esa palabra? “Escribiste un informe completo sobre mi
vida traviesa, ¿recuerdas?”
“Ese no eras tú. Esa era solo tu personalidad pública”.
Parpadeé, sorprendido de que pensara de esa manera sobre mí,
de que intuyera que yo era otra persona bajo el playboy
multimillonario, algo más que una cara bonita y vacía que
servía para vender revistas. “Háblame del verdadero tú”.
Sus palabras tocaron algo en mi interior y de repente me
puse muy tenso. Necesitaba algo de ella que no tenía nada que
ver con toda esa piel deliciosa que estaba luchando por
ignorar. Gruñí. “No. No de mí”, el pensamiento me aterrorizó
y emocionó al mismo tiempo. “Tú”. Ese pensamiento me dio
miedo y me emocionó también, pero la idea de aprender algo
sobre ella me puso ansioso. “Háblame sobre ti. No sé nada con
excepción de que tienes un currículo excelente y que me
odias”.
“No te odio”, susurró, y esperé las siguientes palabras con
las que podría cambiar mi vida, pero lo que llegó no fue lo que
esperaba. “Soy del campo”.
Estaba a medio camino entre el alivio y la desilusión,
porque ella había evitado hablar sobre sus sentimientos.
“¿Entonces eres una chica de granja?”
“No. Quiero decir, mis padres crían abejas y siembran
flores, tienen algunos árboles frutales y un jardín con cabañas,
pero no, no una granja. Mi papá es poeta y mi mamá escribe
libros de cocina. También hace algo de edición. Pero no. No
hay granja. Crecí en las montañas, a veinte minutos del pueblo
más cercano. Con una población de seiscientas personas.
Tuve que reír. “Una verdadera metrópoli”.
“Sí”, dijo ella, y nunca escuché su voz más llena de humor,
así, sin esa tensión que cortaba y que siempre la envolvía.
“Suena a que tuviste una infancia perfecta”. No supe si
escuchó la envidia en mi voz.
“Supongo que lo fue. Era hermoso allá arriba. Sé que
querían que sentara cabeza con mi amor de la infancia, Leif”.
“¿Leif? ¿Qué clase de nombre es Leif?”
Esta vez ella se rio. “Leif. Leif Erikson, el explorador
nórdico. Oh, era perfecto también. Alto, rubio y fuerte. Todas
las chicas del pueblo estaban enamoradas de él”.
“Pero no te quedaste. Estás aquí, en la tierra de los
edificios con trampas en forma de ascensor. ¿Cómo pasó eso?”
“Supongo que nada de eso era perfecto para mí. Yo quería
viajar por el mundo. Dejar mi huella. Enfrentar los ascensores
peligrosos. Realmente vivir. Como tú”.
“¿Cómo yo?” Retrocedí, solo entonces me di cuenta de
que había deslizado mis dedos entre sus cabellos y le estaba
dando un masaje.
“Deslumbrante, rico, cosmopolita. Has estado en aventuras
sobre las que yo solo escribiré”.
“Tú tienes un hogar como el que yo solo he soñado”.
Ella levantó la cabeza y me miró por el rabillo del ojo. Por
un segundo pensé que había un destello de fuego azul en su
mirada, pero volvió a bajar la cabeza. “Sí, y supongo que me
podría haber quedado para escribir poesía, cosechar miel y
casarme con Leif”.
Ella ya era dulce como la miel, pero no iba a decirle eso.
“¿Escribes poesía?”
“No”, dijo, y la risa salió de las profundidades de su alma.
“Yo no. Escribo artículos. Has leído lo que escribo”.
“Sí, lo hice. Y parecía poesía. Tus palabras me hablaron”.
“¿Es eso un cumplido, señor Meryton?”
“Llámame Nick, Chloe”, eso se había sentido oscuro y
amenazante. No podía dejar que fuera tan formal conmigo.
“Oh, supongo que después de que me has visto medio
desnuda es una tontería no hablarte por tu nombre”.
Me merecía una medalla por no comentar sobre su
semidesnudez y sobre cuánto me gustaría que estuviera
completamente desnuda.
Ella se estremeció contra mí. “Oh, querido”, dijo.
“Realmente no hace calor en este ascensor, ¿verdad? Oh, Dios
mío, se está congelando”. Los temblores se intensificaron.
“Bueno, Nick, hiciste tu trabajo demasiado bien. Puedo
respirar y ya no me sofoco. Ahora estoy cubierta de un sudor
frío”.
Él le quitó la tela mojada del cuello y la sacudió. “¡Maldita
sea! Lo siento. He empapado tu camisa. No tienes nada que
ponerte”.
“No, hiciste lo necesario”.
Me incliné hacia adelante y me quité la chaqueta. “Aquí,
toma esto”.
Ella no discutió conmigo, solo deslizó sus brazos dentro de
la chaqueta y se envolvió. Esta vez me miró por completo.
“Gracias, Nick. No eres para nada como pensé que serías”.
Sus ojos eran muy azules. Tan azules como los mares que
bañan la costa de las islas griegas. Podría ahogarme en ellos.
Quería hacerlo.
CAPÍTULO CINCO: LIBERTAD

N ick Meryton no solo era apuesto. Acostada en el


suelo de una pequeña caja, entre sus brazos, Nick
Meryton era abrumador. Su cálido olor a pino y sal
me rodeó y me envolví aún más fuerte en su chaqueta. Podía
sentir el latido de su corazón mientras me recostaba contra él,
y el rumor de la risa en su pecho.
“¿Cómo pensaste que sería?”
“No pensé que me cuidarías”. No pensé que sus brazos me
harían sentir tan segura. No pensé que su pecho fuera tan
ancho y fuerte. No pensé que quisiera lamer el punto de su
cuello donde su pulso late, ese que tengo tan cerca de mi
cabeza, apoyada en su hombro.
“No estoy seguro de haber estado solo con una mujer en
medio de un ataque de pánico. Me alegra no haberlo hecho
peor”.
Luché contra el impulso de pasar la mano por su camisa y
sentir sus músculos, desabrochar los botones y deslizar mis
dedos por su piel. Quería presionar mi pecho desnudo contra el
suyo. “Definitivamente no lo empeoraste”, le dije. No podía
mirar su rostro en este momento, o más bien, no podía
obligarme a apartar la mirada de su cuerpo. No pude
resistirme. Cubrí su corazón con mi palma. Sus latidos eran
fuertes y constantes. “¿Cómo…, cuánto tiempo hasta que nos
rescaten de esta caja de muerte?”
Resulta que no pude evitar mirarlo a la cara, y cuando me
miró de vuelta, sus ojos color ámbar estaban llenos de calidez
y preocupación. Sentí el calor resonar dentro de mí.
“¿Estás entrando en pánico de nuevo? ¿Necesitas que te
distraiga otra vez?”
Sacudí mi cabeza mientras veía sus sensuales labios
formar palabras. “¿En pánico? No”. Acercó una mano a mi
cuello. ¿Sintió que mi pulso latía rápido? Porque lo hacía. No
por el pánico. “Pero necesito que me distraigas”, le dije. Y no
iba a pensarlo demasiado. Alcé la mano y lo acerqué para
besarlo.
Él no se resistió en absoluto. Sus labios se sentían tan
suaves, al principio se cuestionaba, luego solo sentí su aliento
revoloteando contra mis labios, después me tomó,
engulléndome con su pasión. Su lengua abrió la costura de mis
labios y profundizó en ellos, como si ya fuera suya para
saquear. Me rendí. Me entregué a él.
Debería haberlo sabido, debería haberlo sabido. En el
momento en que sus labios tocaron los míos, los deseé aún
más. Yo sabía. Todo este tiempo supe que lo quería, y por eso
lo odiaba. Estaba demasiado consciente de mí misma como
para permitir el engaño. Esto siempre fue lo que quise, y
estuve tratando de alejarme lo más que pude.
Oh, estúpida. Tan estúpida.
Pero allí estaba yo en su regazo, y él deslizaba sus manos
por mi espalda desnuda, tan grande y fuerte que me hacía
temblar, no con frío, sino con lujuria. Oh. Mi falda me llegaba
hasta los muslos porque lo necesitaba más cerca, se aferró a mi
trasero y me hizo sentir su deseo justo donde lo necesitaba.
“Joder”, le dije. “Sí”. Y se quitó la chaqueta. Tenía su
propia camisa desabrochada y se la quitó antes de que pudiera
volver a agarrar su mandíbula. Al final del día, el rastrojo
áspero estaba contra mi mejilla. Sus labios estaban hinchados
y suaves. Tenía unos labios preciosos y quería que fueran
míos.
Reclamé su boca con mi lengua y él gimió, y no pensé que
alguna vez quisiera que este beso terminara. Se separó
jadeando y me sujetó cuando fui por otro, con los ojos pesados
y una sonrisa en su rostro que me hizo derretirme. “Chloe”,
jadeó, y me incliné para otro beso porque lo necesitaba, pero él
se movió y dejó un rastro caliente en mi cuello, mordiendo la
hinchazón de mi pecho y encontrando un pezón. Jadeé y hundí
mis dedos en su cabello, grueso y sedoso. Me aferré mientras
me volvía loca con lengua, labios y dientes. Fue demasiado.
Me aplasté contra él y gemimos juntos.
El intercomunicador zumbó a la vida, un sonido estático en
el aire sensual del ascensor. Solo existíamos nosotros. De
pronto el mundo real interrumpió. “¡El custodio!”, chilló la
caja. “¿Están todos bien allá arriba?”
Estábamos atrapados en un ascensor del trabajo y a punto
de tener sexo en el piso mientras esperábamos el rescate.
Me puse en pie de un salto, tirando desesperadamente de
mi falda hacia abajo, pasando mis manos temblorosas por mi
cabello, que estaba despeinado. Al final desistí con eso.
“Maldición”, dijo Nick. Estaba en el intercomunicador,
con la camisa ya puesta. Se movió apresuradamente. “Estamos
aquí. Estamos bien. ¿Cuánto tiempo más tardará?” Él movió
sus ojos hacia mí. No pude precisar el mensaje que estaba
enviando. ¿Culpa? ¿Deseo? ¿Preocupación?
“Mmm. No debería ser mucho. No se preocupen, los
sacaremos lo antes posible”.
“Genial”, dijo Nick y se volvió hacia mí, me miró mientras
se abrochaba la camisa y se agachaba para agarrar la chaqueta
de su traje, la había arrojado con prisa porque quería estar
desnuda en su regazo.
“Genial”, le dije, repitiéndolo de manera absurda. Me puse
la chaqueta, la abroché hasta el tope para ocultar mi falta de
blusa, pero en realidad no ayudó. Encontré una bufanda en mi
bolsa de trabajo y la até alrededor de mi cuello, metiéndola en
las solapas. Sostuve mi camisa mojada en la mano. Ni siquiera
podía meterla al bolso. Empaparía todos mis papeles.
Me miró con los ojos entrecerrados. “No puedes salir así.
No llevas tu blusa y hace mucho frío”.
“Es un verano prácticamente balsámico. Me alegra que
salgamos de este ascensor”. Me reí nerviosamente, pero no se
dejó engañar. Hizo una mueca. “Estaré bien. Y nadie se dará
cuenta”.
“No te dejaré tomar el metro así. Te llevaré a casa”.
Lo fulminé con la mirada. No me gustó que me dijera qué
hacer. Pero la verdad me golpeó como un rayo. ¿Cómo sabía
que tomaba el metro para ir a trabajar todos los días? “Mi
héroe”, dije. Y salió sarcástico, pero en mi corazón, no fue así.
Después de todo el terror que había sentido al quedar
atrapada, fue anticlimático cuando el ascensor comenzó a
moverse y las puertas se abrieron en el vestíbulo. Recogí mi
bolso y Nick me puso una mano en la espalda para sacarme de
ahí sin ningún problema.
Me detuvo justo en el mostrador de recepción, cuando se
inclinó y chasqueó los dedos al guardia. Así que no solo me
chasqueaba a mí. Ese asno arrogante. “La cinta de vigilancia”,
dijo bruscamente, sin disimular.
Mi corazón se detuvo. ¿Había una cinta de vigilancia?
“Dámela. La señorita Beckett sufre de claustrofobia y no
tendré rumores sobre su ataque de pánico”.
El guardia les aseguró que nadie diría una palabra, pero
Nick solo sonrió con serenidad y esperó a que se la entregara.
Lo cual hizo. Nick asintió y luego me acompañó.
“Entonces, ¿regresamos al tratamiento formal, cierto?”
Pregunté.
Él no respondió, solo me miró con esos ojos ámbar y me
sentí embriagada.
Me acompañó hacia un Cadillac Escalade negro. Su
conductor abrió la puerta y Nick gentilmente me acomodó en
el asiento trasero. Se subió a mi lado. Olía rico y lujoso. Me
hundí en los asientos de cuero, sintiéndome segura y
protegida. Su conductor me llevó a casa sin mucha discusión.
No fue hasta que llegué a casa y cerré la puerta tras de mí,
que me di cuenta de cuál era exactamente el estribillo que
había estado pasando por mi cerebro a través de todo esto. “Mi
héroe. Mi héroe. Mi héroe”. Y no había nada sarcástico al
respecto.
CAPÍTULO SEIS: SIN CADENAS

“¡I naceptable!” Dijo Nick, firme y claro. Definitivamente


no gritó. Se aseguró de evitar cualquier contacto visual
conmigo antes de salir de la reunión de personal. El resto del
equipo murmuró y recogió sus cosas, antes de marcharse para
cumplir las órdenes del jefe. Pero yo no.
Continué tomando notas con calma. No me había hablado
de todos modos. No me regañó, ni criticó mi trabajo, ni me
enseñó mis fallas de la misma manera que hizo con todos los
demás miembros del personal. Entonces, su ira no estaba
dirigida a mí. Terminé la oración en mis notas y agregué un
punto. Muy enfáticamente. Posiblemente más de una vez.
Dejé caer el bolígrafo sobre la mesa y finalmente tuve el
control de mis emociones para mirar a la sala de conferencias
vacía.
No estaba vacía.
Rachel permanecía sentada al final de la mesa, mirándome
por encima de sus anteojos. Odiaba que hiciera eso.
Significaba que me estaba observando y haciendo conexiones.
No quería que ella me observara justo ahora.
Ni que hiciera conexiones.
“Divertida reunión”, dije, con esa mueca que la gente hace
cuando finge sonreír, pero no realmente y todos saben que es
falso.
Rachel no estaba tragándose nada de eso. “¿Qué le
hiciste?”
“¿Yo?” Estaba demasiado conmocionada como para fingir
despreocupación. “¿Qué te hace pensar que hice algo? Él no
me gritó”.
Ella se rio entre dientes y volvió a ponerse las gafas en la
nariz con un dedo. “Lo noté. Entonces, ¿qué le hiciste?”
Nada. No le había hecho absolutamente nada. Apenas
habíamos hablado en las tres semanas desde que tuve un
ataque de pánico en sus brazos. Y había hecho todo lo que
estaba en mi poder para olvidar cómo se sentían sus labios.
Había hecho todo lo posible para actuar normalmente cuando
él me ignoraba. Otra vez. Mi falsa sonrisa se puso rígida.
Podía sentirla asentarse dura y fría en mi cara. “Nada”. Lo dije
claramente. “Estamos exactamente igual que antes”.
“¿Antes?” Ella saltó ante la palabra. “¿Antes de qué? ¿Qué
pasó?”
Maldición La gente inteligente era tan molesta cuando
estaba cerca. “Antes de que se volviera psicótico. No lo sé,
Rachel. Nos odiamos el uno al otro. Pensé que eso había
quedado claro tan pronto como regresó de dar piruetas
alrededor del mundo mientras tú te ocupabas de su revista”.
Ella ladeó su cabeza hacia mí. “Mmm. ¿Es eso lo que
quedó claro?”
Me puse de pie y recogí mis cosas. “Es lo que me quedó
claro a mí. Tengo que volver al trabajo”, dije. Era mejor
terminar la discusión.
“Mmm”, escuché, y el peligro en ese sonido me puso
nerviosa. “Asegúrate de llegar a tiempo a la Gala Meryton. Lo
cierto es que necesitaré que llegues temprano”.
Recogí mis notas. “No voy a la Gala Meryton”.
Se puso de pie, ambas manos sobre la mesa y me miró.
“Por supuesto que vas. Se requiere al personal de la revista
Wordly. Las invitaciones se enviaron hace seis meses”.
Le sonreí. “Sí. Y solo he trabajado aquí durante cuatro
meses. Nunca recibí una invitación”.
Rachel me devolvió la sonrisa. “Eso fue un descuido. Ya
estás en la lista de invitados y necesitas estar allí, lista para
jugar y cortejar a los millonarios que se mueren por
congraciarse con Nick. Quiero que te asegures de vestirte lo
mejor posible”.
Me atraganté, demasiado ofendida para ser elocuente.
“¿Qué?”
“Puede que no te guste jugar, pero estás en el juego, Chloe
Beckett, y puedes llegar lejos con las conexiones correctas.
Puedes comenzar a hacerlas aquí. Te quería en nuestro
personal por tus habilidades, pero más que eso, por quién
podrías ser. Así que, escucha a tu tía Rachel…”
“No eres mi tía, no eres mucho mayor que yo…”
“Y más vale que aparezcas con un vestido fabuloso y
regodeándote con las personas ricas que aman a las mujeres
bonitas y talentosas. Los hace sentir especiales pensar que han
descubierto a la próxima nueva sensación”.
“Tienes que estar bromeando. Soy una escritora, no una
vendedora”.
“Este es un negocio, Chloe. Necesitas a la gente de dinero
de tu lado. Eso incluye a Nick, debo agregar”.
Presioné mis labios hasta formar una línea. No me quería
de su lado. De lo contrario no habría fingido que lo del
ascensor no sucedió. “Bueno, no puedo ir. Soy una pobre
escritora. No tengo un vestido de alta costura para una gala
multimillonaria. Todo lo que verá la gente de dinero es a una
chica de campo vestida con harapos.
“¡Esperaba que esa fuera tu única objeción!” Dijo, su
brillante sonrisa de vuelta. “Tengo el vestido perfecto para ti.
Me queda un poco pequeño, pero a ti te irá muy bien”.
“No voy a usar tu vestido”.
“No es realmente mío. Una de las ventajas de estar en esta
revista son todas las conexiones glamorosas. El vestido fue
regalo de un diseñador cuyo espectáculo cubrí. Sin embargo,
nunca encajó bien, así que nunca lo usé. Ahora solo está
ocupando espacio en mi armario. Así que lo traeré el jueves y
tomarás el viernes libre para ir al spa”.
“No puedo pagar un sp…”
“Tengo un certificado de regalo y, antes de que me digas
que no puedes tomar mi certificado, es un regalo de un show
de premios y una compañía competidora de mi estética, así
que simplemente no puedo usarlo por lealtad. Lo tomarás,
también el vestido, y llega temprano a la gala. Puede que no lo
sepas, pero eres mi protegida. Tengo planes para ti. Y no
pretendo que tu modestia los arruine”.
Parpadeé. “Está bien”. ¿Qué más podría decir?
“Bueno. También trabajas muy duro, así que puedes tomar
esto como Rachel asegurándose de que no te consumas y
continúes siendo la bestia que eres en tu carrera de escritora.
¿Sí?”
“Sí”.
Ella sonrió. “Está bien, vuelve al trabajo antes de que Nick
decida regresar y acostarse contigo”.
“¿Qué?” Mi corazón tartamudeó.
“Vete”, dijo ella. Y yo me fui.

Llegué allí temprano, como pidió Rachel. Me tomé el día libre,


me peiné y me maquillé en un elegante salón de belleza y me
puse el vestido.
“Te ves increíble”, dijo Rachel cuando me vio. “Sabía que
ese vestido se vería fabuloso en ti”.
Miré hacia abajo. Se veía fabuloso. El vestido se sujetaba
por un hombro y caía largo y elegante, con una abertura que
terminaba en lo alto de mi muslo. El rojo intenso hizo que mi
piel clara oliva brillara y mi cabello oscuro también. “Es un
vestido hermoso, Rachel. Gracias. Señálame a la gente de
dinero con la que quieres que charle. Estoy lista para el juego.
Lo prometo”.
Se rio y le quitó un par de copas de champaña rosa a un
camarero que pasaba. “No, no tienes que trabajar esta noche.
De hecho, solo quería que te divirtieras. Trabajas demasiado
duro y necesitas salir. Adelante”, se despidió con la mano
hacia el salón de baile que aún estaba vacío. “Bebe champán,
baila, encuentra a alguien con quien coquetear. Diviértete”.
“¿Qué? Creí que era un evento de trabajo”.
Ella se encogió de hombros y se rio entre dientes. “Nop. El
personal odia estas cosas. Es un requerimiento de equilibrio
entre trabajo y vida. Oh, creo que veo a alguien que tengo
que…”, Rachel ya se había ido antes de terminar de poner una
excusa. La miré furiosa mientras cruzaba el piso de parquet
hacia un grupo de personas que conversaban bajo los altos
candelabros.
“Me trajeron aquí con falsas pretensiones”. El vestido. El
día de spa. ¿Todo? Un grupo de personas riendo entró en la
habitación y decidí que necesitaría más champaña para lidiar
con toda esta socialización. Aún era temprano. Había tiempo
de sobra para hacer que esto fuera lo menos doloroso posible.
La música comenzó y decidí que me iba a divertir. Esto era
parte de lo que quería, ¿no? Quería la oportunidad de vivir y
no estar atrapada en las montañas, atendiendo a las abejas y las
flores, donde nunca sucedió nada porque estuvo nevando todo
el invierno. Aquí estaba, codeándome con multimillonarios
que no eran mi jefe, que no me habían ignorado durante
semanas y que no habían aparecido en mis sueños para
volverme loca.
De hecho, fue bueno que Rachel me hubiera traído aquí
con falsos pretextos, engañoso, pero bueno. Ella tenía razón.
Debería empezar a salir. Seguir adelante. Encontrar a alguien
más en quien pensar, que no sea el totalmente inadecuado e
imposible Nick Meryton.
Y eso fue lo que hice. Había tantas bandejas de champaña
yendo y viniendo a través de la fiesta, que perdí la cuenta de lo
que había bebido, mareada por los candelabros de cristal, los
hermosos vestidos y lo poco que me gustaba mi vida
comparada con esta gala. Cuando un hombre con brillantes
ojos color miel me pidió que bailara, dije que sí e ignoré el
hecho de que la cara de Nick vino a mi mente.
Este hombre no era Nick Meryton, él ni siquiera estaba
aquí. Este era alguien completamente diferente. Y quería
bailar conmigo, a diferencia de Nick, que ni siquiera podía
estar en la misma habitación conmigo. Me gustó estar en esos
brazos, aunque no eran los brazos de Nick. Me gustó cómo
parecía estar pendiente de cada una de mis palabras y me gustó
la forma en que se reía cuando hacía bromas, a pesar de que su
risa llegó un segundo después de la de Nick, porque por
alguna razón, Nick siempre parecía entender mis bromas antes
de que las terminara. Por alguna razón, Nick parecía
entenderme, incluso antes de que las palabras salieran de mi
boca.
Pero aparté los pensamientos de él y miré a este hombre,
que realmente me prestó atención, a diferencia de Nick, y
cuando se inclinó hacia mí, lo dejé. Y cuando sonrió con esa
peculiaridad en la comisura de su boca que me recordó a Nick,
casi me hizo enojar. Porque este NO era Nick y tenía que
recordarlo.
Dije su nombre tantas veces como pude para no
confundirlo. “David”, le dije. “David…” y le hice preguntas
tontas solo para seguir hablando. Sin embargo, no pareció
darse cuenta de que eran preguntas tontas. Nick lo habría
hecho y se habría burlado de mí sin piedad, habría respondido
con fuego. Pero no, David solo quería meterme en su cama.
Fue simple y obvio. Probablemente no iba a funcionar, pero lo
estaba considerando. Sabía que necesitaba superar a Nick.
Aunque no pensaba que David pudiera ayudarme a hacerlo.
CAPÍTULO SIETE: COMPROMETIDO

P asé por alto la bandeja de champaña que llevaba el


camarero y fui directamente a la barra por un whisky
escocés doble. No era aficionado a estos eventos de
caridad de mi familia. No habría venido a este, pero se me
exigió. Me aseguré de llegar lo más tarde posible y que de
todas formas pareciera ‘elegante’.
La gala estaba en pleno apogeo. Mi estado de ánimo era
muy poco alegre. Todos lo notaron. No era nada sutil de todas
formas. Y sabía perfectamente por qué estaba así, lo que
empeoraba todo.
Era Chloe.
No podía sacarla de mi mente. Durante tres semanas, lo
único en lo que pude pensar era en encontrarla sola y probar su
piel desnuda nuevamente, cosa que simplemente no
funcionaría. No se me permitía tocar a mis empleados. Pasé la
mayor parte de las últimas semanas evitándola, lo que no fue
fácil porque ninguno de nosotros parecía hacer nada más que
trabajar. Me alegré de tener una noche en la que no tendría que
verla ni pensar en ella. Nadie en la revista Wordly quería venir
a estos eventos mortales.
Claramente, mi única solución era encontrar alguna otra
mujer con quien obsesionarme. Con esas intenciones, me
recosté en la barra y examiné la habitación para ver si había
caras nuevas en la multitud. O rostros conocidos a quienes no
les importaría una jugada más.
No tardé mucho en ver a una mujer con un vestido rojo
que abrazaba sus deliciosas curvas en todos los lugares
correctos. Su largo cabello oscuro caía por la espalda en ondas
lujosas y cuando se rio de algo que dijo el hombre que estaba
con ella, su risa flotó por la habitación y me dio escalofríos. Se
sacudió el pelo y la gracia de su brazo y muñeca resonaron en
mí, un tirón, eso era justo lo que estaba buscando. Todo lo que
pude ver fue su espalda, pero podía decir que era justo lo que
quería.
Sonreí y me acomodé para observarla un momento. Ella no
parecía familiarizada con su compañero, así que dudaba que
no pudiera alejarla de él. Después de todo, yo era un
multimillonario famoso del que se contaban leyendas sobre
cómo lograba que las damas se enamoraran. ¿Por qué no tomar
ventaja? El hombre rodeó a la mujer y le susurró algo al oído.
Maldición. Era David. Debería haberlo sabido. Por
supuesto. Debería. Era el hijo obediente que corría detrás de
nuestro padre y saltaba todos los aros para poder contar con su
aprobación. Y yo era el hijo que realmente nunca se alineó. El
alborotador. Al que no le importaba la aprobación de los
padres y no la necesitaba. David era el hijo que siempre
intentaba ponerse al día para gustarles. Sí, por supuesto que les
gustaba, pero él nunca podría competir conmigo. Aunque le
dije que no estaba tratando de quitarle nada. Nunca lo había
hecho. No quería nada de lo que él tenía…, hasta ahora.
Tomé otro trago de whisky y vi a mi hermano ser galante
con la mujer de rojo. No era muy bueno, honestamente. Era
divertido verlo tratar de acercarse y cómo ella lo evitaba. Otra
persona podría retroceder si supiera que su hermano se
interesa por una mujer, pero no éramos así el uno con el otro.
Él siempre había estado celoso de mí, y yo era siempre
indiferente a sus celos.
David se inclinó y le dijo algo a la mujer, su brazo se
deslizó alrededor de su cintura y la atrajo hacia su costado,
aparentemente sus intentos empezaron a funcionar.
Tendría que encontrar otra chica después de todo. A
regañadientes le deseé lo mejor.
Luego vi que ella dio la vuelta en los brazos de mi
hermano; estrellé mi bebida en la barra y crucé la habitación
antes de ser consciente de lo que estaba haciendo.
“David”, dije; una amenaza en mi tono de voz.
Dio un paso atrás de ella, claramente sorprendido por mi
repentina aparición. No me importó.
Chloe se volvió y me miró con sus ojos azules
sobresaltados. “¿Nick?”
“Cariño”, dije, y envolví mi propio brazo alrededor de su
cintura, atrayéndola hacia mí, lejos de mi hermano. Presioné
un suave beso en su mejilla.
Ella se puso rígida, probablemente estaba conmocionada,
pero no se apartó y aproveché la oportunidad para acariciar su
cuello. “Lo siento, llegué tarde. Qué hermosa eres, mi amor”.
“¿Cariño?” David me miró con recelo. Y con razón. Le
devolví la sonrisa ampliamente. “¿Estás con ella?”
“Sí. Gracias por hacerle compañía mientras me esperaba”.
“¿Yo te esperaba?” Sus labios se apretaron. Estaba
enojada. ¡Señor, ayúdame! Encontraba su enojo adorable.
Reprimí mi sonrisa.
“No seas así, querida”. Dejé que mis dedos jugaran con un
mechón de su cabello. Ella nunca se peinaba así y era glorioso.
Envolví el mechón alrededor de mi dedo y lo acerqué a mis
labios para besarlo. Esta noche no olía a flores de manzano y
me decepcioné. La miré y sonreí, ella me devolvió la mirada.
“¿Cariño, mi amor y ahora querida?” Ella arqueó una ceja
mientras me lanzaba una mirada peligrosa. Me gustó.
“¿Prefieres flor de manzano?”
Ella parpadeó sorprendida y sus labios se abrieron. Era
algo muy atractivo.
“Ella no parece feliz de verte, Nick”.
Cierto. David. Lo había olvidado. Me giré para mirarlo.
Era un poco más bajo, un poco más pesado y su cabello
comenzaba a caer. Todos siempre me habían llamado el
hermano más hábil, y sabía que en parte por eso me odiaba.
Siempre que lo comparaban con su hermano menor salía mal
parado. Pero yo nunca había tenido culpa. Hasta ahora. Iba a
usar lo que tuviera a mi disposición, porque él no podía tener a
Chloe.
“Hemos estado peleando”. Dije, me puse de pie para
sobrepasar su altura y lo miré.
“Bueno, eso es cierto”, dijo Chloe en voz baja. Pasó un
camarero y ella tomó una copa de champán de su bandeja.
“¿Entonces todavía tengo oportunidad de robarte?” David
volvió su atención a Chloe, poniendo una sonrisa de playboy
que era totalmente transparente.
“No”, gruñí.
Esta vez puso una mano en mi pecho y me apartó. Ella
volteó a verme y bebió un sorbo de su copa. “¿Robarme? Eso
requeriría que me tuvieras, ¿no es así, Nick?” Un desafío. Me
pondría a la altura.
“No seas así, bebé”, le dije y tomé la mano que aún
descansaba en mi pecho. La llevé a mis labios y besé su
palma, sus egeos ojos azules revolotearon. Le sonreí, utilicé la
sonrisa que hacía que las mujeres se pusieran a mis pies. Ella
retiró su mano de la mía.
“¿Soy bebé ahora? ¿Estás planeando reclamarme para ti?”
Estaba enojado. Loco por haberme alejado de ella durante
tres semanas. Loco porque nunca mencioné lo que había
sucedido entre nosotros. Loco por no haber hablado con ella.
Y tal vez debería haberlo hecho. De repente me sentí muy
tonto al respecto. De repente deseé haberla invitado a una cita.
Empleada o no. No fue una broma. Nunca fue una broma.
“Oh, no”, dijo David. “Por favor no la reclames. Yo la
quiero”.
Sentí un filo helado traspasarme de la cabeza a los pies.
“No puedes tenerla. Ella es mía”.
“¿En serio?” Qué desafío. Ella no se daba cuenta de que
estaba en medio de una larga rivalidad entre hermanos. Era
exactamente así, y me deleitó tanto cómo se me molestó
David. Esta gala estaba resultando no ser nada aburrida,
después de todo.
“En serio”, afirmé. ¿Qué diría ella de eso? Ella era mía.
“Entonces supongo que debo volver a ponerme tu anillo de
compromiso”. El sarcasmo goteaba de sus palabras.
“Sí, deberías”, dije mientras mostraba una sonrisa
afectada.
“¿Estás comprometido?” David nos miró boquiabierto.
“Mamá te va a matar, Nick”.
“¿Mamá?” Ella parpadeó e intercambió miradas conmigo y
con él un par de veces.
“Pensé que ya habías conocido a mi hermano, Chloe”, le
dije y mi voz era mucho más mortal de lo que pretendía. Sus
ojos se abrieron de par en par. Yo también estaba enojado. Ni
siquiera podía mirar a David. No podía creer que hubiera
dejado que él la tocara. No podía creer que ella me hiciera
esto. Debo haber dejado que algo se notara en mis ojos. Dio un
paso hacia mí, con la cabeza ligeramente inclinada hacia un
lado.
“Herm…, hermano”. Giró la cabeza hacia David, que nos
miraba con avidez. “David. Dijiste que eras David… David
Meryton. En la Gala Meryton. ¡Oh, Dios mío! Eres el hermano
de Nick”.
“Me siento herido, Nick. Tu prometida no parece saber
nada sobre mí”.
“No hay razón para que hablemos de ti”.
Chloe estaba rígida a mi lado. “Nick”, siseó. “Nick,
¿puedo hablar contigo? ¿En privado?”
“Sí, Nick. ¿Por qué no vas a hablar con tu prometida,
mientras yo le informo a mamá y papá que decidiste
eliminarlos de tu vida? Quiero decir, ni siquiera les dijiste que
tomaste una decisión tan importante como casarte”. Me sonrió
con saña. Estaba deseando comenzar una discusión. Por
supuesto. Cualquier cosa que lo hiciera sentir que estaba
ganando.
Pero no estaba ganando a Chloe, eso era seguro. Pasé mi
brazo alrededor de sus hombros y tomé la copa de champán de
sus dedos flácidos, terminándola de un trago. “¿Por qué no vas
a hacer eso? Recuérdales que no necesito el permiso de mis
padres para vivir mi vida. Y tampoco necesito su aprobación.
¿Puedes decir lo mismo?”
Se burló de mí, pero no respondió, solo salió corriendo
para ir a decirle a nuestros padres. Éramos adultos, pero a
veces todavía actuábamos como niños que intentan ganar una
guerra entre hermanos. Solté un profundo suspiro.
“Nick…”, dijo Chloe, su voz temblorosa. “¿Acabas de
decirle a tu hermano, quien luego fue a decirle a tus padres,
que estamos comprometidos para casarnos? Porque así es
como sonaba”.
Sí. Ya les habría dicho. Había mucho silencio en el salón
de baile. Todos estaban mirando. “Sí. Lo hice”, agaché mi
cabeza para que solo ella pudiera escuchar. Porque todos
estaban atentos. “También se lo dije a los columnistas de
chismes, Rachel, y aparentemente a todos en la ciudad de
Nueva York”. Un flash apuntó hacia nosotros. Luego otro.
Estaríamos en la página seis en la mañana. “Parece que
estamos oficialmente comprometidos”.
“Nick”.
“Sin embargo, te ves preciosa”, le dije, porque todavía no
lo había dicho, y ella se veía hermosa. Ya estábamos en un
gran enredo, así que podría disfrutar finalmente el poder
hablar con ella de nuevo. Poder tocarla.
“Me gustaría…” Sus palabras se desvanecieron como si no
supiera qué decir primero.
“¿Hablar en privado?”
“Matarte”.
Me reí como si acabara de decir lo más ingenioso del
mundo. Las apariencias eran importantes. Nadie podía saber
que esto era un gran desastre.
Otro flash se disparó. Sonreí, instintivamente, luego me
incliné hacia ella. “Lo siento”, susurré, luego la besé.
CAPÍTULO OCHO: CONDUCIENDO

N ick sonrió y posó para las cámaras mientras los


flashes parpadeaban a nuestro alrededor, yo hice
todo lo posible para no parecer un ciervo atrapado
por los faros de un auto. Nada tenía sentido, pero estaba
tratando de ir con la corriente, seguir el juego, como Rachel
quería que hiciera. No pensé que este era el juego que ella
quería que yo jugara. La pillé boquiabierta un momento, entre
la multitud, pero luego la perdí en el vertiginoso giro de todo.
“Nick”, lo atraje hacia mí y le susurré al oído. “Necesito,
necesito sentarme”.
La máscara de la perfección se deslizó y sus cejas se
estrecharon con preocupación. “¿Estás bien? ¿Es esto
demasiado?” Su mano se alzó para hacer círculos suaves
contra mi piel desnuda entre los omóplatos y me recordó la
forma en que me tocó en el ascensor. Se me ocurrió que podría
estar perdiéndome de nuevo. No, eso sería lo peor.
“No. No me está dando un ataque de pánico. Pero he
bebido demasiado y tú acabas de decirle al mundo que
estamos comprometidos y ni siquiera me preguntaron al
respecto “.
Se mordió el labio para ocultar una sonrisa. Quería
golpearlo, pero todos estaban mirando mientras fingían no
estar mirando. “¿Entonces quieres que me quede solo?” Se
inclinó para otro beso falso y lo detuve.
“Nick, tenemos que hablar sobre esto. Necesito saber qué
va a pasar ahora”.
Se rio de nuevo, pero esta vez pude escuchar la tensión
debajo de su máscara.
“Nick”, dije, “necesitamos hablar”.
Pasó su mano por mi brazo desnudo y me estremecí, ni
siquiera pude ocultarlo, pero cuando unió sus dedos con los
míos y luego los acercó a sus labios para besarlos, no tuve
palabras. No había forma de que pudiera resistirme. Él inclinó
su cabeza sobre la mía. “Gracias por jugar conmigo. Creo que
he estado aquí el tiempo suficiente y he dejado una impresión
lo suficientemente grande como para que podamos escapar
antes de que mis padres vengan a buscarme”.
“¡Tus padres!” Miré a través de la multitud que fingía no
mirarnos y fallaba miserablemente para ver si podía
encontrarlos. Había hecho el artículo sobre Nick. Sabía cómo
se veían. Y no quería enfrentarlos cara a cara. ¡Especialmente
no como su supuesta nuera!
“Lo siento”, susurró, quitando mi cabello de mi oreja.
“Vamos, salgamos de aquí”.
Dejó que sus dedos bajaran por mi cuello hasta mi
clavícula e intenté no temblar. Traté de no derretirme bajo la
perfección de su toque, pero no pude evitarlo. No sabía si era
todo por espectáculo, solo parte del juego en el que estábamos.
No sabía si el juego era conmigo o si yo era solo una especie
de peón en un juego más grande que no tenía nada que ver
conmigo, pero sabía que quería que me siguiera tocando.
Finalmente estaba liberando el aliento que había estado
conteniendo desde esa noche en el ascensor. Nada se había
sentido bien, hasta ahora que estaba de vuelta en sus brazos.
Lo que estaba sucediendo no lo entendía, pero lo quería.
Puso su mano en la parte baja de mi espalda y me condujo
de regreso a través de la multitud, hacia las puertas arqueadas,
donde recogió mi abrigo y me condujo por los amplios
escalones. El valet fue a buscar su auto.
Había silencio aquí afuera. El aire fresco se sentía bien en
mis mejillas calientes. “¿Qué está pasando, Nick? Estoy
realmente confundida”.
“Todavía no”, dijo y miró hacia la calle. Pensé que estaba
vacío, pero cuando volví a mirar, vi sombras, personas de pie
sin razón alguna.
Me incliné hacia él.
“¿Son acosadores?”, dije en voz baja.
“Paparazzi. No los llamamos acosadores”.
“¿Entonces lo son?”
“Sí”.
Resoplé. “Entonces, ¿esto es con lo que me voy a casar?”
Él se rio y colocó su brazo alrededor de mi cintura. “Me
temo que sí”. No había olvidado cuánto me gustaba la forma
en que sentía su brazo a mi alrededor, así que me deleité con el
calor y la fuerza de él hasta que su auto se detuvo enfrente. Era
un auto mucho menos llamativo de lo que pensaba. Un jeep
negro Nada especial.
“Lindo auto”, le dije.
“Se adapta a mis necesidades”.
Me abrió la puerta y la cerró, y luego nos fuimos,
conduciendo por las calles de Manhattan, pasando las luces de
la ciudad, mientras permanecíamos sentados y en silencio. “¿A
dónde me llevas?”, pregunté finalmente.
“A mi casa. No te preocupes, no te voy a violar, solo
necesito un lugar fuera del ojo público. Podríamos ir a tu casa,
si lo prefieres”.
Pensé en mi departamento lleno de gente con tres
compañeras de cuarto. “¿No tienes una casita en Greenwich
Village? ¿Con vistas al río Hudson?”
Él sonrió, pero no me miró, siguió navegando por el tráfico
de la ciudad. “¿Eres una de mis acosadoras, Chloe?”
“Escribí un artículo exponiendo tu vida escandalosa,
¿recuerdas?”
“Ah, sí, ¿cómo podría olvidarlo?”
“Nunca lo olvidaste, ¿verdad? ¿Es esta tu venganza contra
mí? Sé que mi artículo terminó haciendo que rompieras con tu
enamorada adolescente”.
Él se burló, aún sin mirarme. “De ningún modo. Solo nos
estábamos divirtiendo. Era, como dices, demasiado joven para
mí y habría terminado tarde o temprano”.
“Pero lo terminé antes. Así que ahora me estás arrastrando
a tu sórdida vida amorosa, tu supuesta sórdida vida amorosa,
con este ridículo compromiso falso. Esto se siente como una
telenovela, Nick. No tengo tiempo para una telenovela. Tengo
cosas reales de las que preocuparme”.
“¿Como tu carrera?”
“¡Sí, como mi carrera!” Lo dijo como si fuera una
acusación, sus ojos sobre mí con una mirada calculadora. Él
tenía un plan. Y me puso nerviosa. Nick Meryton podría haber
sido un infame multimillonario playboy con el tipo de
atractivo sexual que hacía que las mujeres cayeran a sus pies,
incluida yo, pero detrás de esa máscara de niño bonito había
una mente aguda con objetivos que siempre me habían
parecido opacos.
Se me ocurrió que esa era, en parte, la razón por la que
siempre me había cautivado el mito de Nick Meryton, porque
sentí que había capas debajo que él escondía de todos. Y me
encantó la idea de desenterrar esas historias y traerlas a la luz.
Con él mirándome ahora, sentí la agitación de esa historia,
sentí que podría perderme en ella, y una sacudida de…
¿miedo?, ¿nervios?, ¿emoción? No estaba segura de qué, pero
lo sentí.
“¡Ojos al frente, Nick! Nos vas a estrellar y luego los
titulares de la mañana serán sobre cómo nuestro romance
épico se truncó por un trágico y mortal accidente”.
“Poético”, dijo, su tono rezumaba sarcasmo, pero se estaba
deteniendo, fue hacia una calle lateral donde se estacionó,
apagó el motor y se volvió hacia mí.
Mi corazón latía tan fuerte que me sorprendió que no
pudiera escucharlo en el interior del repentinamente silencioso
jeep.
“¿Quieres saber lo que provocó que me expusieras,
Chloe?”
No debí contestarle, no podía llevar a nada bueno. “Sí”.
Se quitó el cinturón de seguridad, se inclinó sobre la
consola y volteó a verme. Yo me recosté hacia atrás, hasta que
me presioné contra el frío cristal de la ventana. Me señaló con
el dedo. “Tu artículo hizo que rompiera con mi pequeña novia,
cierto. Tienes razón. Pero también puso en el foco público mi
vida personal y también todos los patrones de acción que ni yo
no sabía que tenía. No se trataba solo de paparazzi tratando de
vender fotos mías con la última chica en la lista. Eran personas
analizando toda mi vida y señalando todos mis defectos para
que el mundo los pudiera ver. Eso es lo que hiciste”.
“Yo… Yo no quería”.
“Tú no querías. Trabajaste en esa terrible revistucha de
chismes a la que nunca le importó si sus historias eran ciertas,
y cavaste en MI historia, la diseccionaste y me dejaste desnudo
sobre la mesa. Y desde entonces no he podido ir a ninguna
parte sin una docena de mujeres tratando de ser quien me salve
de mi vida triste y solitaria, buscando amor”.
“Sólo intentaba decir la verdad. Entenderla”.
“Pero soy una persona, Chloe, no una historia. Y usaste tu
talento, inteligencia, perspicacia, integridad y todo lo demás;
me examinaste como a un objeto”.
No podía ver su rostro, no en la oscuridad del automóvil,
con solo las luces de la calle brillando. No podía ver sus ojos y
quería hacerlo. Quería romper esas defensas y saber, realmente
saber qué es lo que había hecho. Podía escucharlo en su voz: el
dolor que había causado. Solo estaba tratando de ser
inteligente, de hacerme un nombre como escritora. Mi objetivo
eran personas poco profundas sobre las que se solía chismear.
Quería exponer una verdad y lo olvidé. Olvidé que no se
trataba solo de mí. “Nick”, no podía borrar la emoción de mi
voz, tal vez no merecía sentirme por encima de esta situación.
“Lo siento. Esa no era mi intención. No quise lastimarte.
¿Aceptarías mis disculpas?”
Él gruñó y se dio la vuelta; sin su atención centrada en mí,
la intensidad del momento se desvaneció. Era solo un auto
oscuro. Se encogió de hombros casualmente. “Bueno, digamos
que hiciste más difícil mi trabajo, porque ahora no solo estoy
luchando contra los paparazzi, sino también contra las mujeres
que han decidido que soy un gran premio”.
“Lamento haberte llamado un gran premio”.
“Demasiado tarde. Pero puedes hacer algo para
compensarlo”.
Su voz había vuelto a ser la de esa encantadora celebridad
superficial. Me libré del hechizo al que me había sometido.
“¿Supongo que crees que fingir ser tu prometida compensará
el artículo que escribí?”
“Creo”, dijo lentamente, como si estuviera midiendo sus
palabras, “que pretender ser mi prometida me permitirá volver
al trabajo y detener a las mujeres depredadoras que están
tratando de cazar el próximo gran premio”.
“De verdad lamento haberte llamado…”
“Sí, me llamaste así”, se giró para mirarme y colocó su
brazo sobre el respaldo de mi asiento. Todavía estaba
presionada contra la ventana, pero sentía como si fuera una
jaula. “Si realmente lo sientes, puedes ser mi escudo contra
estas mujeres y podemos hacer nuestro trabajo sin
hostigamiento. Y me quitará a mis padres de la espalda, para
empezar”. La luz de la calle captó su sonrisa torcida y mi
respiración se cortó. “Porque, por supuesto, leyeron tu artículo
y decidieron que lo único que podría arreglarme sería que me
casara. Es por eso que mi hermano creyó en tu pequeña broma
tan rápido. Porque pensó que finalmente podría vencerme en
algo”.
“Mi broma”.
“Esa, sobre ponerte mi anillo de compromiso. Se podría
decir que todo este desastre es tu culpa”.
Me encontré sacudiendo la cabeza, a pesar de que parte de
esto fue mi culpa, no, no lo fue, no todo y no quería asumirlo.
No hice todo esto sola y él tuvo la oportunidad perfecta para
decirle a David que no estábamos comprometidos. “Podrías
haberle dicho que no había nada entre nosotros y que era una
broma. Quiero decir, vamos Nick, me odias”.
Eso lo mandó de nuevo a su asiento. “No te odio”. Hablaba
abiertamente en la oscuridad.
Todo lo que pude hacer fue recordar cómo me había
evitado desde el ascensor. “Así no se sentía”. No me gustó lo
vulnerable que soné. Había algo sobre sentarse en la oscuridad
así, con la ciudad pasando a nuestro alrededor, pero solo
nosotros, aquí, juntos. Me recordó a la forma en que
estábamos en el ascensor y, a pesar de mi pánico, cómo me
trató, como si quisiera decir algo, como si fuera importante.
“Chloe. Soy tu jefe No debería haberte besado. Estaba
tratando de…” Sus palabras se desvanecieron.
“Tú no me besaste, Nick. Yo lo hice. Solo intentabas
ayudarme en mi ataque de pánico. Yo soy quien no debería
haberlo hecho”.
Él expulsó el aire con fuerza. Eso dejó en claro alguna
emoción que lo atravesaba, pero no estaba claro cuál. “Debería
haberte hablado sobre esto en lugar de evitarte”.
Sí, debería haberlo hecho. “Bueno, estamos hablando de
eso ahora”. Quería decirle que deseaba besarlo nuevamente.
Pero no se supone que lo deseara. Él era mi jefe y todo sonaba
a una muy mala idea.
“No es algo que debiera pasar entre nosotros”.
“Tendré la reputación de ascender de cama en cama”.
Él rio. “No te imagino tomando alguna vez el camino fácil.
Nunca he visto a nadie trabajar tan duro como tú. Y no juegas,
nunca te andas con tonterías”.
“¿No es eso en lo que caímos, Nick? ¿En un juego?”
“Chloe, no”, dijo casi decepcionado.
Sacudí mi cabeza. Esto era imposible. “Ni siquiera sé
cómo haría para fingir ser tu prometida. No soy alguien a
quien los paparazzi amen. Quiero decir, ¡mírame!”
Sus ojos recorrieron mi cuerpo de arriba abajo. Él ladeó la
cabeza. “Créeme, te he estado mirando Te ves…”, la pausa se
hizo pesada. “Magnífica”.
“Bueno, Rachel me forzó a usar este vestido y me hizo
pasar un día en su tonto spa. ¿Crees que me veo así todos los
días?”
“Me gusta cómo luces”.
Las palabras me sorprendieron. “¿Te estás burlando de mí?
Sé perfectamente que no estoy elegante ni a la moda”.
“No, en verdad me gustas. Eres adorable. Tan sincera.
Trabajas muy duro. Nunca puedes mantener tu cabello
recogido, o tus blusas bien puestas. Y te quitas el lápiz labial a
las diez de la mañana porque estás pensando mucho”.
“¿Cómo…, cómo sabes eso?” Me pasé la mano por el pelo
conscientemente. ¿Me estuvo observando?
“Está bien, ¿sabes? Entiendo que es diferente estar en el
ojo público. Yo he estado ahí prácticamente toda mi vida. Pero
acaba de ocurrirte a ti”. Sus ojos brillaron. “Dame un segundo
y lo resolveré”.
Sacó su teléfono y apenas tuve la oportunidad de pensar en
cómo sería estar comprometida con Nick, antes de que dejara
de hablar.
“Todo listo”, dijo. “Mañana, antes del trabajo, irás a ver a
mi estilista, ella te conseguirá un guardarropa listo para la
cámara”.
“¿Tienes una estilista?
“Por supuesto que tengo una estilista. ¿Crees que puedo
manejarme como la cara bonita de la revista Wordly sin
alguien a cargo de mi estilo? Chloe, esto es un negocio, y es
parte de mi negocio”.
“Y yo sería parte de tu negocio. Quiero decir, como tu
prometida, haciendo mi papel”.
El asintió. “Sí. Mantendremos el secreto en el trabajo”.
“No es un secreto, es una mentira”.
“Sin embargo, está fuera. Así que no tenemos que
escondernos allí”.
“Tenemos que mentir. No estamos comprometidos”.
Él apretó los labios con fastidio. “Míralo de esta manera.
Tú y yo tenemos un acuerdo en el que estamos aliados
personal y económicamente para satisfacer nuestras
necesidades. Es igual que estar comprometidos, si lo miras de
la manera correcta”.
“No, no es igual. No, a menos que le des la vuelta”.
“Entonces démosle la vuelta. Tenemos que hacer nuestra
propia historia, Chloe. Eso es lo que no entiendes de jugar así.
Todos juegan. Y estás tan ocupado tratando de ganarte un
lugar en la mesa siendo el mejor o el más inteligente, que no te
das cuenta de que nadie más está tratando de serlo, solo
intentan aprovechar cualquier ventaja que tengan. Esta es tu
oportunidad de aprovechar. Ahora. Esto no es bueno
solamente para mí. También lo es para ti”.
“No creo ser mejor que cualquier otra persona”.
“¡Pues deberías, maldita sea!”, espetó. “Eres mejor. Y más
inteligente. Y más talentosa. Y tan condenadamente hermosa”.
Se detuvo por un segundo y me miró, su respiración era
pesada. “Escucha Chloe, has dejado en claro que no crees que
me haya ganado mi lugar, que crees que simplemente nací en
él. Dado tu pensamiento, déjame darte algo de eso”
“Creo que lo has ganado”, dije escarmentada. Sí lo había
dicho, pero ahora lo conocía mejor.
“No importa, eso es lo que estoy tratando de decirte.
Hacemos esto, este compromiso falso, y me aseguraré de que
tu carrera avance. Podrás hacer lo que quieras. Podrás dejar tu
huella en el mundo. Te daré esa sección en la revista. La que
querías sobre viajes nacionales, preocupaciones indígenas,
intereses ecológicos”.
Me quedé impactada. Habíamos estado peleando por eso
durante meses. Bueno, no meses, siendo honesta, solo
semanas. Dejó de pelear conmigo después de lo del ascensor.
Dejó de discutir conmigo y Rachel comenzó a darme tareas
que se ajustaban mejor a mis solicitudes. “¿No es eso hacer
trampa?”
“¿No estás escuchando? Todos hacen trampa. Todos
aprovechan su ventaja cuando la obtienen. Tómala. Te lo has
ganado. Eres brillante, Chloe, y quiero tu voz en mi revista, no
solo algunos artículos. Quiero que te hagas cargo de toda la
sección. Te daré un equipo. Te haré editora nacional”.
Por un momento dejé de respirar. “No puedes. Acabo de
empezar a trabajar allí. Todos me odiarán”.
“Nadie te odiará. Todos te aman, ¿lo sabías? Te están
apoyando. Y, si estás comprometida conmigo, nadie pensará
que estás usando tu cuerpo para salir adelante. El nepotismo es
una honrosa tradición. Seguirás con tu avance. Parecerá
natural. Puede que se quejen, pero también creerán que es
mejor que seas tú a que sea alguna modelo sin cerebro que se
cree escritora. Y si te conviertes en mi esposa, será tu
derecho”.
“¡Tu esposa!”
“O prometida, es lo mismo. Mira. Es algo falso. Una
actuación. Podemos tener un compromiso todo el tiempo que
quieras. No tenemos que casarnos. Eventualmente el foco
público se alejará de mí y mientras tanto tú encontrarás
oportunidades en tu carrera que no alcanzarías nunca si no
estuvieras comprometida conmigo”.
“Nick…” Esto parecía una mala idea. Iba en contra de todo
lo que había pensado sobre mí y sobre mi vida y, sin
embargo…, quería más de él. Su sola presencia a mi lado me
hacía girar cada vez más fuerte. Solo quería estar a su lado y
no me había dado cuenta de cuánto lo había extrañado durante
el tiempo en que no me habló. Lo miré fijamente, tratando de
descifrarlo en las sombras proyectadas por la noche. Si no
hago esto, ¿me ignoraría de nuevo? ¿Lo perdería otra vez?
Oh, este era un juego peligroso. Estaba preocupada de que
no solo estuviera en juego mi carrera, sino que también lo
estuviera mi corazón.
No consideró este arreglo como una propuesta romántica.
No me miraba como si me quisiera, y eso me dolió, aunque era
difícil admitirlo. Me miró como quien propone un negocio.
Esto era algo que facilitaría su vida, su negocio y simplificaría
las complicaciones que había agregado a su vida con mi
artículo. Y con mi broma del anillo.
“Esta es una terrible idea, Nick”.
Me miró, frío como un témpano, y se encogió de hombros.
“No es algo real, Chloe. Nos proponemos un acto. Fingir que
salimos. Digamos que estamos comprometidos y luego,
cuando ya no funcione, decimos que nos separamos. Una
división amistosa. Seguimos nuestros caminos alegres. Tú
sigues con tu carrera y yo vuelvo a ser el soltero más elegible
en la ciudad de Nueva York. ¿Qué puede salir mal?” Y dejó
salir esa sonrisa devastadora que hacía que cualquiera hiciese
lo que Nick deseara.
“Está bien”. Lo dije y no podía creer que lo hubiera hecho.
“Lo haré”. ¿Qué puede salir mal? Tenía miedo de que esas
fueran sus famosas últimas palabras.
CAPÍTULO NUEVE: CONSTRUCCIÓN

N o podía creer que ella estuviera de acuerdo. No podía


creer que yo lo hubiera sugerido, pero cuanto más
trataba de convencerla, más me parecía la mejor y
más lógica solución para una multitud de problemas.
Por supuesto, solo había una parte de la ecuación que había
mantenido fuera del argumento y era que este compromiso
falso era justo la táctica que funcionaría para llevar a Chloe a
mi cama. ¿Las hordas de cazadoras de hombres eran realmente
un gran problema? No, en realidad no. ¿Me molestaban mis
padres para casarme? Eran molestos, pero yo era un experto en
evitar e ignorar a mis padres. ¿Me enojé por el artículo en el
que me expone y quiero que cambie de opinión sobre mí? Sí,
eso era cierto. Y no quería hacerlo como venganza, quería
hacerlo porque no me gustaban las conclusiones a las que
había llegado y no me gustaba cómo había pintado mi imagen.
Pero me gustaba ella y yo era lo suficientemente terco y
egoísta como para luchar por que me quisiera.
La creación de este compromiso falso no solo la mantuvo a
salvo de los avances de mi hermano, sino que aún sentía el
ardor en mi sangre cuando pensaba en David poniendo sus
manos sobre Chloe. Realmente no quería detenerme a
examinar esos sentimientos posesivos. Este compromiso la
obligaría a pasar tiempo conmigo, dándome la oportunidad de
trabajarla. Tenía muchas artimañas. Ella escribió sobre ellas,
pero nunca las había experimentado de primera mano. Y si mis
tácticas no funcionaban, usaría mi dinero y mi poder para
hacer que ella me quisiera.
Sabía que era una farsa de mi parte, pero no podía dejar de
pensar en ella. Se había convertido en una obsesión y estaba
empezando a ser un problema. Todos en el trabajo habían
notado que estaba distraído. Era solo cuestión de tiempo hasta
que conectaran los puntos y descubrieran que llevaban hasta
Chloe.
Este falso compromiso haría que los puntos fueran fuertes
y claros, pero mantendrían a todos alejados de la verdad y
establecería algunas protecciones. Para nosotros dos. Podría
perseguirla si estuviéramos comprometidos, no existía una
regla contra las personas en relaciones establecidas que
trabajaban en la revista, pero, ¿qué ocurría con un romance
ilícito entre el jefe y una joven y vulnerable empleada? Eso no
estaba exactamente aprobado. Sabía que nunca la castigaría
por una relación que salió mal. ¿Y hacerla pretender? Bueno,
eso solo nos haría conscientes de que la relación no llegaría a
ningún lado. Estaba empezando a sentirme bastante orgulloso
de mi pequeña treta.
“Sabes que no tienes que hacerlo si no quieres”.
Ella me miró como si estuviera ofendida. “¿Estás tratando
de terminar conmigo?”
Dios, esta chica me hacía reír. “No. No, para nada. Solo
quiero asegurarme de que sepas que pase lo que pase con esto,
no habrá repercusiones negativas en el trabajo. Tu trabajo está
seguro. Lo entiendes, ¿verdad?”
“Confío en ti, Nick”, y cuando lo dijo sentí una punzada de
culpa. Lo que sea que pasara entre nosotros, me prometí que
no haría nada que ella no aceptara, y me iba a asegurar de que
fuera feliz. Y de que lo disfrutara.
“También confío en ti, Chloe. ¿Qué tal si vienes a mi casa
y cerramos el trato con un pequeño brindis? Podemos resolver
cualquier detalle”.
Respiró hondo, como si quisiera discutir. Por supuesto que
quería discutir. Ella siempre lo quería. Luego cerró la boca con
un chasquido y sacudió la cabeza. “No, Nick. Creo que
deberías llevarme a casa. No quisiera que olvidáramos que
este compromiso no es real”.
Ahora era mi turno de discutir con ella y pensarlo mejor.
Era un compromiso falso, claro, pero yo quería algo. Y eso no
era del todo falso. Pero no pensé que fuera el momento de
dejarlo salir.
Huh. Esto ya era una mejora en nuestra relación. Pensar así
antes de arremeter y golpearnos el uno al otro. Me sonreí a mí
mismo. “No hay problema”, le dije. “Podemos resolver los
detalles en el camino”.
Arranqué el auto nuevamente y avancé. Todo el viaje a su
departamento estuvo lleno de negociaciones sobre cómo
actuaríamos juntos, cuándo saldríamos en público y cómo nos
manejaríamos exactamente con la prensa y en nuestro lugar de
trabajo. Para empezar, tendríamos que hablar con los de
Recursos Humanos, luego con Rachel. Ella querría saber
cuánto tiempo había estado sucediendo esto.
“Desde lo del ascensor”, dijo ella. “Mantenlo lo más
cercano posible a la realidad”.
“Huh. Ese es un romance torbellino. ¿Solo hicieron falta
tres semanas para que te pidiera matrimonio?”
“¿Cuándo más? ¿Ya te había visto antes de que me
contrataran? ¿Dónde? ¿En Kuala Lumpur?”
“Por supuesto que no. Y antes de irme estaba en una
relación con otra mujer. No duró mucho, pero todos lo sabían.
No pudo ser antes. Eso me haría ver como alguien…”
“Fácil”, dijo.
“¡Oye!”
“Y ligero”.
Me estaba tomando el pelo y me gustó. “Digamos que me
haría un hombre que se enamora de más de una a la vez.
Realmente no tengo esa reputación”.
“Tal vez pueda salvar tu reputación. ¿Por qué no soy yo
quien te pide que te cases conmigo?”
Tuve que sonreír, ella me encantó. “No. Definitivamente
sería yo quien te lo pidiera. No peleemos, osita. Digamos que
me enamoré instantáneamente de ti y te pedí que te casaras
conmigo”.
“¿Osita? ¿Vas a usar toda la miel del catálogo? Eres un
hombre ridículo”.
“Pero soy tu hombre ridículo”. Ella se sacudió en su
asiento. “O, más bien”, enmendé, “tu ridículo hombre falso.
¿O tu falso hombre ridículo? No, eso tampoco suena bien.
Porque soy a la vez un hombre real y realmente ridículo”.
Su carcajada me llenó y me entristeció el detenerme frente
a su edificio.
“Está bien, prometido falso. Supongo que comenzaremos
el juego el lunes”.
“Mi estilista te recogerá a las ocho. Prepárate para ella.”
“¡Ocho! ¡¿Tan temprano?! Ya me arrepiento de esto.”
“No lo harás después de que ella te lleve de compras”.
“Estoy segura de que me arrepentiré de esto tarde o
temprano”.
“Si te arrepientes lo terminamos. No hay problema. Si
alguien quiere salirse, por cualquier motivo, entonces se
acabó. Sin repercusiones. Y déjame contarte un pequeño truco.
Evitamos confirmarlo. Evita, evita, evita. Solo sonríe y asiente
con la cabeza, di ‘nos gustaría mantener eso en privado’ y
luego, cuando inevitablemente termine, simplemente decimos,
‘nos valoramos mucho y siempre seremos amigos’. Bla, bla,
bla, al final los paparazzi pasan al siguiente objetivo y mis
padres estarán decepcionados una vez más, y tú descubrirás
que tu notoriedad mejoró tu carrera y podrás quedarte con la
ropa. Es una situación de ganar-ganar…”
Ella sacudió la cabeza como si no pudiera creerlo todo. Me
estaba acostumbrando a la idea y estaba deseando que esto
empezara.
“Buenas noches, Nick”, dijo y salió del auto antes de que
yo tuviera la oportunidad de salir y abrirle la puerta. Ya la
conocía, de todos modos.
“¿Qué estás haciendo?”, preguntó sorprendida.
“Te acompaño a tu puerta. ¿No has estado nunca
comprometida con un caballero?”
Esa risa se presentó de nuevo. Como campanas sonando
dentro de mí. “En realidad nunca lo he estado. Bueno, aquí es.
No hay mucho camino a mi puerta, me temo”.
Tomé un respiro para hablar. Realmente quería decir esto,
pero no sabía cómo respondería ella.
“¿Qué?”
“Hay un problema con las MPA”.
“¿Muestras públicas de afecto?”
Asentí.
Se mordió el labio por un minuto. “¿Con qué tipo de MPA
me siento cómoda?”
“Claro, podemos empezar por ahí”.
“¿Empezar por ahí? Mmm. Podemos sujetarnos de la
mano. Sujetarnos por la cintura. Tocar la rodilla. La parte baja
de la espalda, como cuando me guiaste a la puerta”. ¿Había
hecho eso? No me acordaba, pero un sonrojo tocó sus mejillas,
así que recordaría hacerlo con más frecuencia. Ya me estaba
divirtiendo. “Los brazos, los hombros y la espalda”.
“¿Cuello?” Me acordé de su cuello y cabello. Su aroma a
flor de manzano.
Ella miró hacia otro lado. Su sonrojo se profundizó.
También lo recordaba.
“¿Besos?”, pregunté y casi temblé esperando su respuesta.
Ella levantó la barbilla. ¿Estaba a punto de iniciar una
discusión?
En cambio, asintió. “En la mejilla”, dijo decididamente.
“¿Un beso en la mejilla? Eso es para niños y tías
solteronas”.
Ella giró los ojos. “Es un MPA aceptable en el trabajo,
Nick. Trabajamos juntos. No vamos a estar besándonos”.
“En la oficina no”, gruñí por lo bajo, pero creo que ella
escuchó.
“Así”, dijo, puso una mano sobre mi hombro y se inclinó
hacia mí. La sorpresa me atravesó cuando su cuerpo se
presionó contra mi pecho. Me quedé quieto y la dejé presionar
sus labios contra mi mejilla, suave, dulcemente. Algo dentro
de mí se derritió por completo. Se apartó y la miré, tenía una
sonrisa que terminó el trabajo. “¿Ves? Apropiado para la
oficina”. Tuve que tragar porque tenía la garganta seca.
“Déjame intentar eso”, dije y deslicé mi mano alrededor de la
parte posterior de su cuello, dejando que mis dedos se
enredaran en su cabello. Dejé que mi pulgar recorriera su
pómulo y luego lo besé, justo donde el rosa de su rubor era el
más brillante. Dejé que mis labios permanecieran un
momento; luego, antes de alejarme por completo, presioné un
fugaz beso en su cuello, justo debajo de su oreja.
Ella jadeó y yo retrocedí. “Dijiste cuello”.
Sus labios estaban separados, tal vez porque estaba
conmocionada, tal vez porque le gustó mi beso. “Ya sabes”, le
dije, sintiéndome astuto, sintiendo que estaría de acuerdo
conmigo. “El personal de la revista Wordly me ha visto con
mis novias. Saben que no me limito a besos en la mejilla. Si se
trata de un romance vertiginoso, van a esperar que te bese de
verdad”.
Entrecerró los ojos, pero me di cuenta de que no estaba
realmente ofendida, era más este juego al que estábamos
jugando. “Sí, bueno, me conocen lo suficiente como para saber
que no me besaría con mi pareja en el trabajo. Así que
piénsalo de nuevo”.
“Bueno. Prometidos, pero sin besos en el trabajo”, me
aseguré de decir ‘en el trabajo’, porque estaba planeando
llevarla a otros lugares. “Pero un beso en los labios. Casual.
Como si fuéramos una pareja real”. Su mirada mostró aún más
sospecha. Me reí de ella. “Está bien, crees que estoy
intentando algo, déjame mostrarte”. Así que me incliné, con la
sonrisa todavía en mi rostro, y besé suavemente sus labios.
“Hola”, susurré al alejarme. Ella me parpadeó sin moverse.
Me tuve que reír de nuevo. “Si así es como reaccionas cuando
te beso, nadie va a creer que somos una pareja real. Debes
hacer que parezca que hacemos esto mucho. Como si no fuera
gran cosa”.
Me arrugó la nariz y luego sacudió la cabeza como si
necesitara deshacerse del aturdimiento. “No. Pruébalo otra
vez. No estaba lista”.
Fue difícil quedarme serio, así que me reí y la besé de
nuevo. Esta vez, cuando terminó, inclinó la cabeza y me miró.
“Hola”, respondió ella. “¿Mejor?”
Asentí. “Mejor. Ahora tú bésame, como si me estuvieras
saludando”.
Ella levantó una ceja, pero asintió. Colocó una mano sobre
mi hombro y se paró sobre sus puntas. “Buenos días, bebé”,
dijo y me besó, apenas tocando mis labios, pero la sensación
reverberó por mi columna vertebral.
“¿Bebé?” Pregunté para distraerme de los temblores que
sentí.
“Si vas a darme un apodo, pensé que lo correcto era que se
me ocurriera uno para tí”.
“Oh”. No sé por qué no tenía palabras.
Ella asintió y mostró una pequeña sonrisa malvada.
“Buenos días, pastelito de calabaza”, dijo, y me dio un pico en
los labios.
Me reí. “¿Pastelito de calabaza?”
“¿Ves?, yo también puedo hacer esto. Hasta luego, flor de
manzano”, dijo y se inclinó para besarme, pero la detuve.
“Esa es mía. Tú eres quien huele a flor de manzano”.
Ella se sobresaltó. “¿Lo decías de verdad?”
“Tu cabello”, dije, con las palabras detenidas en mi
garganta.
Se llevó una mano al pelo con timidez. “¡Oh! Es mi
champú. Me recuerda a mi hogar”.
“¿Tú…?” Mi voz estaba tensa. La despejé “¿Tienes
manzanos en la montaña?”
Ella me miró y en las sombras de la noche sus ojos azules
parecían profundos. “Sí tengo. Sí. La miel es de flor de
manzano”.
Ella era dulce como la miel. “Sí. Eso tiene sentido”, dije y
me alejé de ella. Tal vez yo era la abeja y ella la flor. “Creo
que ya logramos los besos casuales. Te llamaré más tarde para
hacer planes para la próxima semana”.
“¡Oh!”, susurró como si lamentara verme ir. ¿Lamentaba
que me fuera? Le sonreí. Me gustaría que lo lamentara.
“Está bien, sí. Parece que es lo mejor”, se pasó los dedos
por el pelo y se los echó tras los hombros. Me gustaba,
siempre lo tenía atado en el trabajo y siempre estaba muy
concentrada en los negocios. Lo cual era bueno para mi
negocio, pero no era todo lo que quería de ella. Ciertamente no
en este momento… “Te veré el lunes. Cariño”. Añadió. Fue
tan incómodo que casi me reí.
“Quizá deberías llamarme simplemente Nick, flor de
manzano”.
Ella se rio entonces. “Sí, tal vez debería, Nick. Nos vemos
el lunes”. Luego entró en su edificio y me quedé en la acera,
preguntándome qué demonios le había hecho a mi vida.

Fui a trabajar temprano el lunes, quería entrar antes que los


demás y adelantarme a esta historia del compromiso,
desafortunadamente, no me adelanté lo suficiente.
“¡Oh, Nick!” Rachel me llamó tan pronto como salí del
ascensor. “¿Puedo hablar contigo?” Su voz era una canción y
un signo de interrogación estaba al final de sus palabras, pero
no por eso estaba preguntando. Era una orden.
Técnicamente era mi empleada y no debería ordenarme
así, pero en verdad era mi compañera. Ella era el cerebro
detrás de la revista, mientras que yo era el dinero y la cara. Y
ella tendría cosas que decirme. Puse una sonrisa agradable en
mi rostro y fui a su oficina, cerrando la puerta detrás de mí.
La puerta se cerró con un clic. Ella estaba parada frente a
su escritorio, no gritaba, sino que exclamaba. Ruidosamente.
Si quisiera sentirme generoso. Y como había dejado caer esta
bomba en su regazo, estaba dispuesto a ser un poco generoso.
“¡¿Qué demonios es lo que planeas, Nicholas Meryton?!”
“Buenos días a ti también Rachel”, le dije alegremente, a
un volumen normal y me senté en su sofá.
“No me vengas con eso. ¿Qué demonios intentas con
Chloe? Lo juro por Dios, Nick, si estás jugando con ella, te
voy a matar”.
“Es bueno que mi vieja amiga, Rachel, confíe en mí”.
“Oh, yo confío en ti. En lo que no confío es en tu libido. Sé
que es adorable…”
“Es hermosa”.
Ella me observó un momento. “Pero es inocente. No es tu
clase de persona”.
“¿Mi clase de persona? ¿Qué se supone que quiere decir
eso?”
“Sabes a lo que me refiero. Rico, harto del mundo y
manipulador”.
“Yo no la estoy manipulando”.
“Más te vale no hacerlo. La contraté porque ella tiene algo,
algo grandioso, y no me va a ayudar que le rompas el corazón,
le sueltes los tornillos y arruines su…”
“Me gusta Chloe”.
“¿Te gusta la mujer con la que estás comprometido?” Su
voz era seca y cortante.
“Yo… Yo”, ¿por qué las palabras no fluían cuando se
trataba de Chloe? “Yo la amo, ¿de acuerdo? Sabes que no es
algo que pueda decir fácilmente”.
“Oh, ¿pero fue sencillo pedirle que se casara contigo,
Nick?”
“Lo fue… Yo… Nosotros…” Era el momento de sacar a la
luz la historia que acordamos. Respiré hondo y enderecé los
hombros. “Nos quedamos atrapados en el ascensor y ella tuvo
un ataque de pánico. Yo la cuidé y cuando nos liberaron, no
pude dejarla ir. Y simplemente no lo hice”.
Se sentó en el borde de su escritorio con los brazos
cruzados y me miró. “Lo sé”, dijo.
“¿Lo sabes?”
“Sí, lo sé. Hablo con todos. Y hablé con los custodios”.
De repente me quedé observándola. “¿Viste la cinta de
vigilancia?” No pude mantener el tono amenazante fuera de mi
pregunta. Se suponía que nadie vería esa cinta. No quería que
saliera a la luz el episodio de Chloe, y mucho menos lo que
pasó entre nosotros”.
Se bajó las gafas y me miró por encima de los marcos,
evaluándome, como si ella viera más de lo que quería mostrar.
Parpadeó lentamente antes de hablar. “No, no vi ninguna cinta
de vigilancia, aunque si hubiera habido una, supongo que
habría algo que ver”.
Recordé ese día con ella en mis brazos y mi respiración se
volvió irregular. “Ella me necesitaba, ¿de acuerdo?”
Rachel asintió. “Y te gustó que te necesitaran, ¿verdad?”
“Por favor, no me psicoanalices, Rachel. Sucedió, está
bien. Traté de no hacerlo pero, no funcionó. No pude evitarlo.
Yo solo…” ¿Cuál era la palabra correcta? “Caí”.
“Pobre bastardo. No es de extrañar que estuvieras tan mal
estas últimas semanas”.
“Intentábamos mantenerlo en secreto”. Esa fue nuestra
explicación para la ley del hielo que le había hecho a Chloe
mientras intentaba fingir que lo sucedido no había sucedido.
Ni siquiera era una mentira. Simplemente decidimos contarle a
la gente más cosas de las que realmente ocurrieron.
Rachel me señaló con un dedo afilado. Su uña estaba
pintada de rojo. “Si esto sale mal, tú eres quien tendrá que
aguantar. Tendrás que hacer otro viaje a, no sé, Tombuctú o
algún otro lugar. No la voy a despedir. Ella es mi protegida. Yo
la contraté y la quiero para esta revista”.
La idea me ofendió. “¿Por qué saldría mal? Estamos
enamorados. Vamos a casarnos”.
“¿Tan rápido? Es una mala idea”. Ella sacudió la cabeza y
volvió a su escritorio. “¿Nunca antes has estado enamorado y
luego te has desmoronado? Siempre parece que es para
siempre al principio, hasta que ya no lo es”.
“Eso no va a pasar aquí”.
Ella lo miró de nuevo. “¿Nunca te has enamorado antes?
¿Nunca habías pasado por esto?”
“¿Qué? ¿Qué tipo de…? ¿Sabes qué, Rachel? Hablaré con
los de Recursos Humanos y nos encargaremos del desorden.
No estoy jugando con Chloe. Esto es…, esto es real. Y
agradecería si pudiera contar con tu apoyo”.
Rachel estalló. “¡Ella tiene mi apoyo! ¡A ti te voy a matar
si la lastimas!”
Mi temperamento amenazó con salir, pero lo aplasté. “Voy
a cuidarla. Ella es mi…”
“¿Tu qué, Nick? Si ni siquiera puedes decirlo, ¿qué tan real
será?”
Estreché mis ojos al mirarla. Podría decirlo incluso aunque
no fuera real. “Ella es mi prometido y mi responsabilidad. No
voy a lastimarla”.
“Más te vale”.
“Asumo que esta reunión terminó”. Lo dije no como
pregunta, sino como aseveración.
Nos observamos fijamente hasta que di media vuelta y salí
de ahí.
La puerta se cerró de golpe detrás de mí y me alegré de
que la oficina aún estuviera vacía, porque mi corazón latía con
fuerza y tenía problemas para mantener la calma. Entré en mi
oficina y me enterré en el trabajo.
CAPÍTULO DIEZ: LLEGAR LEJOS

A las ocho en punto había un automóvil afuera de mi


puerta. Cuando me deslicé dentro, una mujer rubia
platinada enfundada en negro me miró de arriba
abajo. “Eres Chloe”, dijo, y no era una pregunta. “Soy Bar. No
tenemos mucho tiempo, por lo que tendremos que comenzar
de inmediato. Esto es para ti. Póntelo”, y me tendió la caja de
un anillo.
“¿Qué?” Un anillo. Un anillo gigante de diamantes corte
esmeralda en un aro vintage. Jadeé.
“Era de su abuela. Ahora que no están ocultando su
relación, él quiere que lo uses”.
La miré. Ella no sabía que era falso. Asentí y seguí el
juego mientras me interrogaba sobre mis gustos, mi vestuario
actual y mis necesidades. Nunca había pensado en las cosas
que me preguntaba. Cuando llegamos a Barneys en la Quinta
Avenida, mi cabeza daba vueltas. No había tiempo para
pensarlo mientras me arrastraba a un vestidor privado y me
pasaba un atuendo tras otro para que me los probara.
Decidí seguir la corriente y pronto me equipó con zapatos,
vestidos, abrigos, trajes, maquillaje, incluso ropa interior que
era mucho más cara de la que podría haber comprado con mi
salario. Traté de sorprenderme por el costo, pero cuanto más
me empujaba, más me adormecía, y estaba un poco mareada.
“Muy bien”, dijo al final de la ocupada mañana. Ahora
llevaba un elegante vestido entubado y botas de tacón alto, e
iba de camino al trabajo. “Te ves maravillosa. El resto de tus
compras se enviarán a tu departamento”.
“Esto fue demasiado, Bar”, dije por vigésima vez en el día.
Pero esta vez, tal vez porque su trabajo de la mañana había
terminado, respondió: “No te preocupes, Chloe. Nick puede
permitírselo y, por la forma en que habló de ti, me di cuenta de
que te ama y que quiere tratarte bien”.
Parpadeé varias veces, quería presionarla para obtener más
información sobre cómo se sentía él, pero se suponía que
estaba comprometida. No debería preguntarme cómo se sentía
en absoluto. Así que solo sonreí y dije adiós
La primera persona que vi fue la recepcionista, una mujer
rubia que siempre me intimidaba con su estilo y gracia.
“Chloe! ¡Te ves hermosa!” Jennifer miraba mi atuendo de
arriba abajo y gritó como si fuéramos viejas amigas. No lo
éramos. “¡Estamos muy contentos de que seas tú!”
Mis pasos vacilaron. “¿Muy contentos de que yo sea qué?”
Ella se rio como si hubiera hecho una broma. “¡Pues la
mujer que finalmente consiguió el gran premio!”
Sentí la sangre agolparse en mis mejillas. “Él no es un
premio. Este no es un juego. Yo nunca debí…”
“Oh, mi chica estrella. ¡Eres tan linda! Defendiendo el
honor de tu hombre de esa manera. Lo sabía. Cuando entraste
aquí por primera vez dije, ‘escucha mis palabras, esa chica va
a llegar lejos’, y aquí estás, la que está por ser reina de todo
esto”. Su sonrisa se amplió. Se amplió mucho.
“Yo no… Yo solo quería escribir para la revista”.
“Mmm”, dijo. “Como decía, vas a llegar lejos”.
Asentí y me alejé de la conversación lo más rápido posible.
Decididamente evité correr a mi cubículo. Cápsula. Lo que
sea. Me aclaré la garganta y me puse a trabajar. No es que
fuera capaz de trabajar. Todos en la oficina se las arreglaron
para pasar por ahí en algún momento, y Rachel me llamó a su
oficina para asegurarse de que Nick no estuviera
aprovechándose de mi o algo así.
Fue desconcertante y tras insistir que era un convenio
mutuo (ella levantó las cejas por mi selección de palabras,
pero no sentí ganas de explicar más) hice que me dejara ir para
volver a mi lugar. Finalmente pude sumergirme en el trabajo
gracias a mis audífonos y a que ignoré a toda la gente que se
me acercó.
Hasta la hora de comer.
De repente, ahí estaba Nick, sentado en mi escritorio justo
al lado de mi computadora, imposible de ignorar. Salté en mi
asiento y él sonrió perversamente. Me quité mis audífonos y lo
fulminé con la mirada.
“Hora del almuerzo, mielecita. Te ves preciosa. No digo
que no te veas increíble siempre”.
Hice girar mis ojos tan rápido que a él se le escaparon las
carcajadas, luego extendió la mano y tomó la mía, colocándola
en su regazo, jugó con el anillo de compromiso en mi dedo,
una pequeña sonrisa levantó la comisura de sus labios.
“Secretos fuera mi dulce niña, ahora puedo consentirte frente a
los testigos”.
“No tengo idea de qué estás diciendo”.
Él sacudió su cabeza, tenía una amplia sonrisa, como si no
pudiera creerme, luego se levantó y me atrajo hacia él. “Te
llevaré a almorzar. Rachel casi me corta la cabeza y prometí
cuidar de ti para defenderte, y empezaré por asegurarme de
que almuerces”.
“Perdí demasiado tiempo de trabajo esta mañana con ese
excesivo viaje de compras”. De repente me sentí avergonzada.
“Por cierto, gracias”.
“Cuando quieras, flor de manzano”, dijo con su mano
firme sobre la mía, su pulgar pasando sobre el diamante en mi
dedo. “Ahora déjame alimentarte”.
“Puedo comer por mí misma, Nick. No soy una niña”.
“No, no lo eres, pero te he visto saltarte el almuerzo cuatro
de cinco días a la semana y simplemente agarrar algo de la
máquina expendedora, así que, te guste o no, si eres mía,
almorzarás conmigo”.
Quería estar en desacuerdo con su reclamo, pero también
sabía que toda la oficina nos estaba observando, un silencio
inquietante se apoderó de nosotros mientras los demás
escuchaban nuestra conversación. Un grupo de periodistas
entrometidos, eso es lo que eran. Y nosotros éramos la historia
del día. Nick vio mi preocupación.
“Vamos, toma tu chaqueta, salgamos de aquí. No puedo
esperar para presumirte”.
“Nick”, gruñí. “No quiero que me presumas”. Aunque me
encantó mi vestido nuevo, me hacía sentir elegante.
Me atrajo hacia él y me susurró al oído. “Quiero
presumirte. Te ves preciosa. No te preocupes, Chloe, te cubro.
Podemos hacer esto”.
Suspiré como si fuera a mi funeral. “¿Por qué acepté
esto?”, murmuré.
“Porque me amas”, dijo, y no fue particularmente
silencioso. Becky, de la siguiente cápsula, jadeó y Nick arqueó
las cejas.
“Bien, vamos. Llévame a almorzar”.
Y ese fue el inicio de mi compromiso público con Nick.

Todos los días, me llevaba a almorzar a relucientes


restaurantes en los que era terriblemente difícil entrar. Nunca
tuvimos que esperar y siempre nos sentamos en las mejores
mesas con el mejor servicio, ya que todos sonreían a Nick
Meryton y a su prometida. Sería el caballero perfecto, el
hombre perfecto, el novio perfecto, mientras nos tomaban
fotos. Todas las noches me llevaba a casa. Nos reunimos un
par de veces para tomar un café antes del trabajo, para
mantener la ilusión de que estábamos juntos fuera del trabajo.
Durante la primera parte de la semana, la oficina era un
hervidero de gente, pero se calmó bastante rápido. Los
paparazzi, sin embargo, eran una historia diferente. Nos
seguían a todas partes”.
“¿Cómo lo haces?” Estábamos aturdidos por millonésima
vez por los extraños que colocan cámaras en nuestras caras,
por las luces intermitentes y por escuchar cómo gritan el
nombre de Nick. Incluso empezaron a llamarme por mi
nombre también.
Él se encogió de hombros, “Te acostumbras. Pero sí, puede
ser un poco molesto. Cuando se den cuenta de que no somos
tan emocionantes, la atención se extinguirá”.
Excepto que no se calmó. Quizás lo haría, pero me estaba
poniendo nerviosa y no se estaba muriendo lo suficientemente
rápido. Alguien se había acercado a una de mis compañeras de
departamento, ¿cuál?, no sabía, tal vez a todas. Se estaban
dando detalles sobre mí y nuestra relación y, como realmente
no había nada que decir, estaban inventando cosas, con la
verdad suficiente para que me diera cuenta de que tenía que
ser una de mis compañeras.
“Ya fue suficiente”, dijo Nick cuando me llevó a casa esa
noche. “Te vienes conmigo”.
“¿Qué?”
“No puedes vivir con esta gente. No te gusta vivir con
ellas. Además, este vecindario no es muy seguro”.
No era un barrio elegante como el suyo, pero estaba
perfectamente bien. “No estamos realmente comprometidos,
Nick. Vivir juntos haría todo demasiado real”.
“Estás viviendo con unas traidoras y tampoco estás
comprometida con ellas. Puedes quedarte en mi habitación de
invitados, donde no hay espías, no tendré que llevarte a casa
todas las noches ni verte por la mañana para planear nuestros
movimientos. Puedo mantener a los paparazzi fuera de tu
espalda y enfocarme en donde debo. Y, si siempre estamos
juntos, comenzarán a aburrirse porque no hay historia. Di que
sí, Chloe. Haría todo mucho más simple”.
“Si digo que sí “, planteé con cautela, porque no creía que
esto simplificara nada, mi pulso se aceleró ante la idea, pero su
rostro se iluminó, esperanzado. “Si digo que sí, eso significa
que cuando esto termine no tendré nada en absoluto. Si vivo
contigo, trabajo contigo y paso todo mi tiempo contigo,
cuando termine…”
“No, Chloe, porque no es real, ¿ves? Tu trabajo está
seguro. Tu jefa es Rachel, no yo. Todas tus tareas pasan por
ella. Los de Recursos Humanos está a bordo. Puedes quedarte
conmigo, pero mantener tu lugar en este departamento, guarda
tus cosas aquí si quieres, pero no tienes que quedarte mientras
estamos en esto. No te haré pagar el alquiler de mi casa ni
nada. Y bueno, somos amigos. Cuando todo termine,
seguiremos siendo amigos”.
“¿Somos amigos, Nick?”
Me miró bruscamente antes de volver a mirar la carretera.
“Sí, soy tu amigo”, soltó, un poco más fuerte de lo que
esperaba. ¿Se sintió insultado? No me lo creo. “Y no voy a
dejar de ser tu amigo cuando termine nuestro pequeño
arreglo”.
“Arreglo”.
“Compromiso falso. Es solo un acto. Solo vamos. Quédate
conmigo. Está mucho más cerca del trabajo. Mi casa es mejor
que la tuya y no hay compañeros de cuarto espeluznantes”.
Así que Nick me llevó a mi departamento, donde mis tres
compañeras de cuarto nos observaron boquiabiertas mientras
el glorioso Nicholas Meryton hacía bromas y las sorprendía a
todas con su belleza. Yo hice mis maletas. Y así, mi
compromiso se convirtió en algo que era difícil creer que no
fuera real.
Lo peor fue que sí FUE más fácil. Fue muy fácil. Nick no
tuvo ningún acercamiento extraño conmigo, alejado de la
reputación de mujeriego que lo perseguía. Mantuvo sus besos
casuales y públicos, en la mejilla o en los labios, y la delicia de
estar fuera de mi departamento, solos, mientras
‘practicábamos’ los besos, nunca se repitió.
Nunca.
Hablamos de todo: mi ciudad natal, mis estudios en
Princeton y el olor de la primavera cuando finalmente se
terminaba el invierno en las montañas; de su rivalidad con su
hermano, sus años salvajes en la preparatoria y Harvard y,
después, de cuando estaba descubriendo lo que quería hacer y
sus viajes para encontrarse a sí mismo. Cuanto más hablaba,
más me gustaba. Era divertido estar con él en público, pero
cuando comenzamos a compartir la casa, sin testigos, me
encontré con ganas de hacerme un espacio dentro de él y vivir
allí. Nunca quería irme a dormir, porque no quería darle las
buenas noches.
Me encontré buscando razones para pasar tiempo con él.
Incluso cuando era demasiado tarde para salir a cenar,
pedíamos en los elegantes restaurantes que amaba y comíamos
nuestras exóticas comidas gourmet del Hawaiian Poke o una
harissa tunecina. Estaba empezando a volverme adicta. No
había forma de conseguir esas comidas en mi antiguo
vecindario. Lo forzaba a comer conmigo y él se reía y fingía
resistirse, luego encendía velas para crear ambiente, a pesar de
que me burlaba de eso. Pero burlarse estaba bien, siempre que
estuviéramos juntos.
Hacía cualquier cosa para acercarlo a mí, a pesar de que
esta relación era falsa y de que él nunca me había demostrado
que sentía algo como lo que yo sentía. Era el caballero
perfecto, siempre me cuidaba y se aseguraba de que estuviera
bien. Se había negado a que ayudara en la casa, haciendo que
su sirvienta limpiara detrás de mí e incluso lavando la ropa y
limpiando en seco.
Yo no quería acostumbrarme, pero me encantaba.
Lo obligué a ver un documental sobre los océanos, porque
le dije que era bueno que su revista fuera consciente de la
ecología, y se quejó, pero se sentó conmigo después de que
nuestra cena gourmet a la luz de las velas terminara. Lo
observé sentado en el sofá, a mi lado, su perfecta mandíbula se
veía aún más nítida, tenía el cabello oscuro despeinado por
tanto pasarse los dedos mientras se recostaba en los cojines
con un vaso de whisky frente a él. Debería servirle otro. Este
era el segundo y todo el hielo ya se había derretido.
“¿Te sirvo otra bebida?” Ofrecí, alcanzando la botella en la
esquina de la mesa.
Él se rio, divertido. “¿Estás tratando de emborracharme?”
Yo solo me le quedé viendo. “Claro que no”, dijo entre dientes
con una risita. “De todas formas, no más para mí. Mañana hay
trabajo. Después de este episodio será mejor que me vaya a la
cama”.
Se reclinó contra el sofá, con un brazo a lo largo del
respaldo, la manga de su camiseta extendida sobre su bíceps.
Podría pasar mi mano por sus músculos y ver qué pasaba.
“Tienes razón”, le dije y agoté lo último de mi cerveza.
“Viejo”, dejé caer la botella de cerveza sobre la mesa de café.
Él se sentó y se volvió hacia mí.
“Disculpa, ¿cómo me llamaste?”
“Dije ‘viejo’, ‘abuelo’, ‘antigüedad’”. Ladeé la cabeza
como un desafío. “Es un día de trabajo, tengo que dormir
temprano. No puedo quedarme despierto para otro episodio de
este documental y tomar otra bebida”. Me incliné hacia él. Si
mi camiseta sin mangas era lo suficientemente corta como
para darle un vistazo a mi escote, ¿sería tan malo dejar que lo
hiciera? “¿Pensé que eras un chico malo, Nick?”
El me miró, boquiabierto.
“Supongo que no lo eres”, me encogí de hombros y me
recosté. Chasquee mi lengua. “Estoy tan decepcionada de que
nuestra reputación no esté a la altura de la realidad. Corre a la
cama, Nick, me quedaré despierta y me divertiré mucho con
David Attenborough”. Alcancé el control remoto y presioné
para iniciar el próximo episodio.
Me miró atónito. “¿Qué estás haciendo, Chloe?”
Me tuve que reír. Se veía tan escandalizado. Como si la
pequeña e inocente Chloe nunca pudiera bromear, frustrarse o
dejar de trabajar en algún momento. Agité mis pestañas. “Te
estoy molestando, Nick”.
Me miró estrechando sus ojos.
Dios, todo lo hacía sospechar. “¡Molestando!” Lo piqué a
un costado y él saltó hacia atrás, retorciéndose un poco.
“¡Chloe!” gritó conmocionado.
“¡Por Dios, Nick! ¿Tienes cosquillas?”
“¡No!” Respondió tan rápido que supe que era mentira.
“¡Sí tienes!”. No pude evitarlo, antes de que pudiera pensar
en otra cosa que no fuera cuánto quería estar en su regazo, me
subí encima de él y deslicé mis dedos debajo de su camisa
para poder hacerle cosquillas y verlo retorcerse. Era tan cálido
y firme y estaba logrando lo que me proponía. Era delicioso.
“¡Chloe, no!” Pero ya estaba allí, y él trataba de alejarse.
Yo lo torturé tal como me había estado torturando estas
últimas semanas solo por estar vivo y tan cerca de mí, y casi
mío, pero realmente no. Era mi novio falso, pero ahí, de
repente, me di cuenta de que quería que fuera real.
Con apenas un esfuerzo, ya no estaba en el regazo de Nick;
él me dio la vuelta y me aprisionó contra el sofá, sus manos
capturaron mis muñecas y las llevaron sobre mi cabeza, su
pesado cuerpo sobre el mío.
Estaba respirando pesadamente. También él.
No pude hacer nada más que moverme debajo de él,
tratando de quitarlo o… algo.
Sus ojos quemaban al mirarme y yo lo necesitaba tanto.
Me besó vorazmente, como si se hubiera estado muriendo
por hacerlo, y sabía al whisky que había estado bebiendo y a
algo que no pude descifrar, sabía a Nick. Sentí el aroma que
flotaba fuera de mi alcance todas las noches cuando me iba a
acostar pensando en él, una esquiva esencia de pino, sal, humo
y hombre que me hizo sentir segura, al mismo tiempo que me
hizo añorar algo que nunca tuve, algo que me pertenecía”.
¿Cuándo me soltó las muñecas? Todo lo que sabía era que
mis manos se deslizaban por su piel, hambrientas por su toque.
Podía sentir el duro acero de sus músculos debajo de la seda
caliente de su piel. Me aferré a sus hombros y lo atraje más
hacia mi beso, su lengua acariciaba la mía. Yo lo quería todo.
Tiré de su camisa y se la quité, dejando que mi palma
recorriera su torso antes de enredar mis dedos en el cabello de
su nuca y tirar de él hacia mi boca. Era mío.
“Espera”, dijo, y me alejó.
“No”, respondí y traté de acercarlo de nuevo.
No funcionó. Me miró con su mano izquierda debajo de mi
cabeza, envuelta en mi cabello, y su brazo derecho
abrazándome. “Chloe, no quiero aprovecharme de ti”.
“No lo haces”, quise acercarme, sedienta de sus labios.
“Hablo en serio, Chloe. Por favor”.
Él todavía me estaba cuidando. “Está bien, está bien”, dije,
lamiendo los rastros de su beso de mis labios. “Pero, Nick,
solo porque este compromiso sea falso no significa que no
podamos tener esto también. Los dos somos adultos. No
necesito que me salves de mí misma”.
“Pero yo tengo todo el poder aquí, no es justo, estás
vulnerable”.
Me reí profundamente y sus pupilas se dilataron. “No soy
vulnerable, Nick. Te deseo. Sabes cómo te ves. Todas te
desean. Y estás aquí todo el tiempo. Besándome para fingir.
Podemos hacer esto y nadie tiene que salir lastimado. ¿O es
que tú …?” Me alejé de él tanto como pude en esa posición
cuando se me ocurrió una idea. “¿O es que tú no me deseas?”
Él parpadeó. “Dios, no. Digo, sí. Sí. Te deseo. Dios, Chloe,
me he estado muriendo de ganas por besarte de nuevo, de
verdad, por poner mis manos sobre ti. Pero pensé que no
confiabas en mí. O que querías mantenerlo todo como un
acuerdo de trabajo. Estaba tratando de ser respetuoso”.
Gruñí. “Bueno, olvídalo”. Saqué mi camiseta sobre mi
cabeza y él dejó escapar un gemido bajo, aplastándome contra
su cuerpo y quitándome el aliento con su beso.
CAPÍTULO ONCE: DESEO

E lla entrelazó sus brazos alrededor de mi cuello y


nunca sentí nada tan intoxicante como su dulce piel
presionada contra la mía. Antes de darme cuenta de lo
que estaba haciendo, no me quedó otra opción, mi cuerpo
reaccionó y la levanté del sofá.
“¿Estás segura?” Pregunté porque tenía que saberlo.
Ella pestañeó. “Oh, sí”, dijo mientras lamía un camino
hacia mi cuello y me daba una ligera mordida junto a donde
me latía el pulso.
La llevé a mi habitación mientras ella se reía. Pensé que
eso era genial, hasta que la arrojé a mi cama y me sonrió
abiertamente, con sus ojos azules brillando. Entonces supe que
ESO era genial. Se recostó sobre los codos y me miró, con
nada más que un sostén y los pantalones de su pijama de
franela. “No tienes idea de cuánto tiempo he querido esto”, le
dije.
Su sonrisa se suavizó en algo tierno. “Y yo. Desde que te
conocí, Nick”
“¿En serio? Pero me odiabas”.
“Claro que te odiaba, tenía que odiarte o me la hubiera
pasado deseándote todo el tiempo, sin esperanza de tenerte”.
“Oh, yo creo que tenías esperanzas”.
“Entonces ven por mí”, dijo, su voz apenas un leve
gruñido. Se sentó y tiró de mí por la cintura de mis pantalones.
Sin perder tiempo, me los quité y, por si acaso, le quité los
suyos, junto con su ropa interior, todo de un tirón. Ella estaba
allí, riendo en la cama mientras me arrastraba sobre su cuerpo
casi desnudo.
“Esto va a ser divertido”, dije sorprendido por mi propia
sorpresa. ¿Cuándo había empezado a disfrutar tanto estar con
ella? ¿Cómo pasamos de disputas constantes a esta risa fácil?
“Sí, lo será”. Me pasó las manos por las costillas y por la
espalda, volviéndome loco.
“Esto debe irse”, dije señalando el sostén.
“Tus deseos son órdenes”, ella alcanzó su espalda y se
desabrochó. Yo lo quité rápidamente.
“Nunca pensé que te escucharía decir eso”.
“Nunca pensé que lo diría y, sin embargo, aquí estamos”.
Su risa se desvaneció y su rostro se puso serio, sus ojos se
oscurecieron totalmente. “¿Qué quieres, Nick? Todo lo que
quieras”.
Sus ojos eran tan grandes y profundos. Olía a flores de
manzano y a calidez. Su piel era de seda bajo mis manos, tan
suave, tan perfecta, caliente, mía. “A ti”, dije en un susurro.
“Te quiero a ti”.
Bajé la cabeza para besar sus suaves labios, la sostuve y se
aferró a mí, no me dejaba ir. Pero yo no quería ir a ningún
lado. Justo aquí, solo quería estar con ella. Guie mis labios por
su cuello, mientras sus dedos se enredaban en mi cabello.
“¿Me quieres?” preguntó, la emoción en su voz
golpeándome. “Soy tuya”.
Besé sus senos, llenos y redondos, y ella arqueó la espalda
pidiendo más, así que le di más. Con la lengua, los labios y los
dientes, mordí y tiré un poco y ella se retorció debajo de mí,
como un animal indómito. Se encontraba indefensa. La besé
de nuevo y ella me agarró, presionándose contra mí. Deslicé
mis manos por su cuerpo hasta ese lugar que ya estaba
resbaladizo y húmedo, solo para mí. Ella gimió en mi boca,
una vibración que me tocó más profundamente de lo que pensé
que sería posible. “¿Esto es lo que quieres?”, pregunté. Ella no
encontró palabras.
Asintió frenéticamente y se agarró a mi espalda. Sus uñas
rasgaron mi piel y la punzada de dolor hizo que el placer fuera
aún mayor. La abracé y jugué con sus sentidos, rompiendo
nuestro beso para poder ver el éxtasis en su rostro mientras se
elevaba más y más, hasta que había dejado atrás sus ingeniosas
palabras. Su mente en constante ebullición había sido
silenciada, dejó ese impulso siempre presente en las arrugadas
sábanas de algodón, retorciéndose debajo de su pasión. Tan
dulce. Tan caliente. Tan hambrienta.
“Por favor…” Suplicó.
Estaba complacido. Oh, tan complacido. Me envolvió con
las piernas mientras me deslizaba dentro de ella, yo estaba
llegando a casa.
CAPÍTULO DOCE: ASÍ FUNCIONA EL
MUNDO

H abíamos pasado la noche juntos, en la cama de Nick,


y nos levantamos demasiado tarde, borrachos al
tacto, haciendo el amor una y otra vez; luego
dormimos más porque dijo que él era el jefe. ¿De qué servía
ser el jefe si no podías llegar tarde alguna vez? Y cuando nos
despertamos elegantemente tarde, me sonrió como el hombre
peligroso que era y volvimos a hacer el amor, yo no me
saciaba. Finalmente salimos de la cama y nos preparamos para
ir al trabajo. Lo miré a través del jeep durante el trayecto y me
guiñó un ojo.
Era imposible contener la risa y la felicidad. Extendió la
mano a través de la consola y tomó la mía. Se la llevó a los
labios y besó mis nudillos.
“Dios, me gustas, flor de manzano”. Yo le sonreí.
La luz cambió y él volvió a centrarse en el camino,
mientras yo escuchaba las palabras cantando en mi alma.
Te amo.
Volví mi rostro hacia la ventana. La emoción de reconocer
que lo amaba fue seguida casi inmediatamente por el terror.
No podía. No podía.
Esto no era así. Lo aclaramos desde el primer momento,
esto era falso. Nada más que una mentira.
Un compromiso falso para mejorar mi carrera y su vida
personal, ¿verdad? Solo un acto, nada más que un acto.
Claramente hubo atracción sexual, pero eso no debería ser, no
deberíamos tener…, yo no debería haber…
…Oh, no…
Me enamoré de Nicholas Meryton.
Esto era un desastre. Le eché un vistazo a Nick. Seguía
conduciendo, pero sujetaba mi mano. No podía hacerle saber
que había algo mal. No podía hacerle saber que había roto
nuestro acuerdo. Lo que tuvimos no fue algo falso. No fue solo
para el espectáculo. Acostarme con él había sido un error. Un
gran error, todo lo que logré fue entender que los sentimientos
que había estado ocultando eran reales.
Fueron reales desde el principio.
¿Cómo pude ser tan estúpida? Tan ingenua. Tenía toda la
razón sobre mí, era ingenua y no entendía cómo funcionaba el
mundo
Y también yo había estado en lo cierto. No pude con el
juego. Nunca pude. No había estado jugando, solo fingí que lo
hacía.
Así que seguiría fingiendo. No podía dejarlo saber.
Nick se detuvo en su estacionamiento y besó mi mano
nuevamente. Quería golpearlo para que no lo hiciera, pero
pude ver a los paparazzi afuera del auto, esperando la foto del
día.
“¿Lista para el juego, flor de manzano?” Su sonrisa era
diferente esta vez, despojado de esa imagen de playboy, del
acto de chico guapo. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho
como el traidor que era
¿Se dio cuenta de que la sonrisa que le di era falsa? ¿Se
daría cuenta de que estaba actuando para él? Lista para el
juego, que ya no era el juego que acordamos. Había reglas
completamente nuevas. Mi cabeza dio vueltas. No sabía cómo
iba a hacer esto: fingir que estaba enamorada de Nick Meryton
y comprometerme con él y con todo el mundo, mientras fingía
con Nick que no estaba enamorada y que solo estaba actuando.
No estaba hecha para este tipo tan sofisticado de trama. Yo
era una chica de campo después de todo. Quería volver a mis
palabras en las páginas y a mis pensamientos agradables y
ordenados. A mis investigaciones y análisis. Escribir historias
era mucho más fácil que vivirlas. Y aún más difícil era cuando
las historias dejaban de serlo y comenzaban a ser mentiras.
Rachel negó con la cabeza cuando llegamos y los
comentarios de mis compañeros de trabajo sobre los ‘pajarillos
enamorados’ y sobre lo ‘agradable que era estar comprometida
con el jefe’, no se detuvieron. Sin importar lo divertido y
alegre de las burlas, mi corazón se había roto en mil pedazos.
Estaba en un gran problema.
Lo intenté. Lo intenté todo el día. Intenté no anhelar verlo
durante su día de trabajo. Traté de esperar a nuestra cita
habitual para almorzar, de que todo fuera como siempre, un
romance falso para la audiencia y una amistad, una sociedad
entre nosotros, pero él lo sabía. Mi sonrisa era quebradiza, mi
conversación se apagó.
“¿Estás bien, Chloe?” Preguntó en voz baja mientras
almorzábamos. “Pareces… tensa”. Extendió la mano sobre la
mesa y tomó la mía, su pulgar acarició mis nudillos de una
manera que me recordó a la noche anterior. Sus ojos color
ámbar se oscurecieron y un amago de sonrisa apareció en la
esquina de sus labios. Él también lo había recordado.
Le mostré una pequeña sonrisa. Falsa. “Sí. No te
preocupes, solo me estoy ajustando”.
“Hey, flor de manzano, no te preocupes. Nada tiene que
cambiar. Estamos igual que antes, ¿de acuerdo? Lo de anoche
no tiene que ver”.
“Por supuesto”, lo tranquilicé. Él volvió a su comida, lo
que debe haber significado que yo era mejor actriz de lo que
pensaba. Porque no había nada bueno en todo esto. Estaba
enamorada de Nick Meryton y él pensaba que lo que teníamos
era un pequeño arreglo, un acuerdo de negocios.

Entré en la oficina de Rachel y cerré la puerta detrás de mí.


Ella me sonrió desde su escritorio. “¿Chloe, en qué puedo
ayudarte?”
Yo no sonreí. “Renuncio”.
Rachel puso una cara muy seria y bajó la cabeza para
mirarme por encima de sus gafas.
“Yo t… tengo nostalgia. Necesito dejar la ciudad de Nueva
York y volver a las montañas, a donde pertenezco”.
Se quitó las gafas por completo. “¿Qué hizo?”
“No hizo nada. No es su culpa. Es mía. Ya no puedo
trabajar más aquí. Renuncio”.
“No”.
“¿No?”
“No. No acepto tu renuncia. No te dejaré renunciar. Voy a
hablar con Nick y arreglaré todo. No volverá a molestarte, te
lo aseguro. Eres mi empleada, no suya, y ya se lo había dicho.
Le advertí que, si te hacía algo, estaría de tu lado y él tendría
que hacer un viaje de trabajo muy prolongado. Le conté todo
esto porque no puedo controlar su vida personal, aunque
desearía hacerlo. Pero puedo controlar su vida laboral y estoy
a cargo de quién trabaja en esta revista, no él. No nos dejes”.
Se me hizo un nudo en la garganta. “No es su culpa,
Rachel. Es mía. Rompí nuestras reglas”.
Las cejas de Rachel se arquearon. “¿A qué te refieres con
que rompiste sus reglas?”
Tragué saliva para contener las lágrimas. “Pusimos reglas
cuando concertamos el convenio…”
“Convenio. De nuevo esa palabra”.
“Convenio”, repetí. Ella debería saber. “Lo rompí. Me
enamoré de él”.
Rachel ladeó la cabeza y luego me miró. “Recuerdo
claramente que dijo que este convenio, este compromiso,
sucedió PORQUE tú te enamoraste”.
Me reí. ¿O fue un sollozo? “El compromiso fue falso”.
Ella seguía observándome. Su cabeza ladeada. Sus manos
se flexionaron en el escritorio como si quisiera estrangular a
alguien. “¿Y cómo entraste en este compromiso falso?
No sonó sorprendida.
“En un principio fue accidental. Estábamos discutiendo en
la gala, como lo hacemos, como solíamos hacerlo, y luego su
hermano se sobresaltó por algo que dije…”
“¿Su hermano? ¿Todo esto es sobre su hermano?” Ella
levantó los ojos hacia el techo. “Voy a matarlo”.
“No. No lo hagas. No lo culpes. Estuve de acuerdo. Dijo
que me daría esa sección en la revista. Estuve de acuerdo”.
“Te iba a dar esa sección de todos modos, Chloe. Y él lo
sabía. Estábamos esperando hasta que tuvieras suficiente
experiencia. Chloe… Chloe. ¿Por qué te involucraste en un
conflicto entre Nick y su hermano? Sabes el tipo de relación
que tienen”.
“No sabía que era su hermano. ¡Solo pensé que era un tipo
llamado David que quería coquetear conmigo!”
“¡Chloe! Tu expusiste su vida al mundo. Sabes los
problemas que tiene con su hermano. ¡Escribiste sobre eso!”
“¡Yo no sabía! ¡No estaba pensando! Solo estaba pasando
un buen rato, viviendo la vida. Un balance entre trabajo y
socializar, ¡como me dijiste!”. Me limpié una lágrima. “David
es un nombre muy común”.
“Y supongo que vio a su hermano tratando de seducirte y
se puso todo posesivo. Porque dijo que eras suya”.
Recordándolo ahora, sí, eso es justo lo que había pasado.
Ahora que lo conocía mejor, eso es exactamente lo que había
ocurrido. Asentí.
“¡Ese hombre! ¡Nunca dejará de ser un mujeriego!”
“No lo culpes. Yo sabía en lo que me estaba metiendo”.
Me reí. No fue una risa feliz. “Escribí su historia. Sabía cómo
era él y acepté esta farsa de todos modos”.
“No fue una farsa, Chloe. Fue una táctica, una estrategia
para meterte en su cama”.
Sus palabras fueron como cuchillas que dieron en el
blanco. “Funcionó”. Había sido tan estúpida. “Ahora ves por
qué tengo que renunciar. No puedo trabajar con él. No puedo
estar enamorada de él. No puedo seguir con esto ni con sus
juegos”.
“Dijo que te protegería. Que no habría ningún castigo
cuando terminaran”.
Me quedé sin aliento al pensar en él discutiendo con
Rachel sobre qué ocurriría si su relación se terminaba, como
un asunto de negocios. Lo habló con ella. “No se trata de eso.
Necesito alejarme de él. Fuera de que quiera, o no, seguir con
este acto. No puedo. No me puedo imaginar querer estar con él
y no poder. O peor, verlo con otra mujer tras dejarme”. Las
lágrimas que había luchado por contener comenzaron a fluir.
Rachel salió de su escritorio y se sentó a mi lado en el
sofá. Puso un brazo alrededor de mis hombros. “Nop. Nah ah.
Esto es lo que vamos a hacer. Te voy a enviar a cumplir una
asignación”.
“¿A dónde? ¿Kuala Lumpur?” Fue gracioso. Yo era la
chica que hablaba de su ciudad natal. No era de ir a lugares
exóticos.
Ella sacudió su cabeza. “No. Nacional. Te enviaré a las
montañas Adirondack”.
“¿Qué? ¿Me envías a casa?”
Asintió. “Sí. Te enviamos a tu destino de viaje nacional,
donde vas a escribir un artículo, con tu bella prosa, sobre las
glorias y maravillas de ese lugar”.
“Pero no es un destino de lujo”.
“El lujo está en el ojo del espectador…, o más bien, en la
persona que comercializa la historia al espectador. Vas a
escribir cada lujo en la gran belleza natural que son tus
montañas. Y esa será tu tarea. NO vas a renunciar. Te quiero
en mi revista”.
“La revista de Nick”.
“Es solo la cara bonita, Chloe. Esta es mi revista y él lo
sabe. Y tú eres mi protegida, no suya. Esta historia del
compromiso falso puede desvanecerse, como debería. Nunca
debió pedirte que traicionaras tus principios de esta manera”.
“No me pidió que hiciera nada en lo que no estuviera de
acuerdo, Rachel. Como dijiste, debí aprender a entrar en el
juego”.
“No con tu corazón, Chloe. Tu corazón nunca fue parte del
juego”.
“Fue mi culpa”.
“Tengo claro que no es así. Se aprovechó de tus
vulnerabilidades, porque no eres como él. Eres real y sincera.
Y a él le gustó eso”.
Moví mi cabeza. “No fue así”.
“De acuerdo, te creo. Pero te tomarás unas semanas lejos
de aquí y volverás al trabajo. Te alejarás de Nick. Apuesto a
que verás todo diferente cuando regreses. Tendrás los pies en
la tierra. Todo lo que necesitas es algo de perspectiva sobre esa
fuerza de la naturaleza llamada Nick Meryton”.
Rachel se encargaría de todo. Se lo informaría a Nick.
Todo lo que tenía que hacer era empacar e ir a casa.
Me sentía como una cobarde, pero mi corazón estaba muy
débil como para quedarme y luchar. Así que corrí. Corrí hasta
llegar a casa.
CAPÍTULO TRECE: SE FUE

T erminaba el día y moría de ganas por tomar a Chloe y


volver a casa. Trabajé muy duro para evitar pensar en
ella. Traté de no pensar en la forma en que sabía su
piel o en cómo se sentía al moverse sobre mí, y, sin embargo,
sin importar a dónde iba o lo que hacía, olía su champú de flor
de manzano. No estaba seguro de si se me había pegado algo
de ese aroma o si era la fuerte presencia que tenía en mi
mente.
Todo lo que sabía era que estaba listo para salir de aquí e
irme a casa con ella. Y besarla de verdad y llevarla de nuevo a
la cama.
“¿Me estás escuchando, Nick?”
Parpadeé. Rachel me observaba. “Para ser honesto, no”.
Me encogí de hombros. Nuestra reunión diaria no me llamaba
la atención.
Ella hizo eso de mirarme por encima de sus anteojos, como
si fuera una madre decepcionada. Solo era dos años mayor que
yo. No era mi madre, así que le devolví la mirada.
“¿Estás pensando en tu prometida?”
Me recosté y crucé los brazos… “¿Y qué si lo hago?”
Ella se inclinó hacia delante. “Entonces quizá escuches
esto. Ella es mi empleada y si su relación está interfiriendo con
el trabajo, tengo el deber de hacer algo al respecto”.
“No pasará”.
“Ya lo hizo. Su trabajo está decayendo”.
“No lo está. Retira tus palabras”.
“¿Qué? ¿Estamos jugando en el patio de la escuela como
niños de ocho años?”
“No, manejamos una revista. Mi revista. Y ella es una
excelente escritora”.
“Quiero que realice sus propios proyectos, no los tuyos”,
Rachel chasqueó los dientes, sus ojos cafés relucían. Ella
estaba enojada. Algo no estaba bien. “Le envié en una
asignación”.
Mi corazón se saltó un latido. Parpadeé. “¿Enviaste a mi
prometida a un viaje y no me preguntaste?”
Ella presionó sus labios en una línea apretada. “Envié a mi
escritora a cumplir una historia asignada. La quería allí a
tiempo para la temporada de esquí.”
Chloe no estaba ahí. La habían enviado lejos.
Me quedé conmocionado, sabiendo que Chloe se había
ido. No podía ir a su cubículo y encontrarla. No podía llevarla
a su casa en el jeep. No se sentaría a mi lado en el sofá ni
veríamos ese tonto documental sobre el océano. No podría
besarla.
Rachel me estaba escrutando. “Dijiste que tu relación con
ella no dañaría su carrera ni se interpondría en el camino de la
revista”.
“No lo ha hecho”.
“Yo no lo veo así”.
La mirada que me dio era acusatoria y…
“Lo sabes”.
“Sí. Sé que el compromiso fue falso todo el tiempo. Así
que no deberías tener problemas con su asignación, ya que
todo eso no es real, solo es un arreglo que hiciste para tu
conveniencia. No es como si realmente la quisieras. No es
como si realmente estuvieras comprometido con ella”.
“Si no te conociera mejor, diría que estás celosa”.
Ella giró los ojos. “Soy protectora. Es mi protegida y no
vas a jugar con ella”.
“No estamos jugando a nada que no hayamos aceptado
ambos. Es un arreglo entre adultos, Rachel”.
Ella me envió una mirada de decepción. Definitivamente
sabía que me había acostado con Chloe y que no era solo un
falso compromiso. Me conocía desde hace mucho tiempo.
“Entonces puedes continuar tus juegos cuando ella regrese.
Sin daño, sin problemas”.
“¿Cuánto tiempo estará lejos?”
“Indefinidamente. Hasta que termine su historia”.
Me senté ahí, sin palabras. “¿Indefinidamente? ¿Por qué
no me lo dijo antes de irse?”
“Estabas en una reunión, Nick. Eres un hombre ocupado.
Le dije que me encargaría de eso. Y dado que este
compromiso es solo un acuerdo comercial de todos modos,
entonces no había necesidad de una discusión íntima,
¿verdad?”
Sacudí mi cabeza. Estaba siendo castigado o algo así.
Había un bloque de hielo oprimiendo mi pecho. “¿Asumo que
esta reunión terminó?” Ella asintió. “Entonces volveré al
trabajo”.
Me fui sin decir ni una palabra más.

La casa estaba oscura, a excepción de las luces parpadeantes


del documental del océano en la televisión. Yo estaba sentado
en el sofá, esperando.
Era un arreglo. Un compromiso falso. Y si no iba a
llamarme para decir que había salido en una asignación, yo no
la iba a llamar”.
Mi ira hacia Rachel, por manipular mi vida personal, se
había convertido en furia hacia la misma Chloe. Eran más de
las diez cuando finalmente llamó y por un minuto pensé en
dejar que se fuera al correo de voz, pero quería escucharla.
Respondí, pero no hablé.
“… ¿Nick?” Dijo ella tras una pausa significativa.
“¿Esperas que alguien más responda mi celular?”
“No, yo… no. Lo siento. Lamento no haberte dicho.
Estabas en una reunión y no quise interrumpirte. Rachel dijo
que se haría cargo”.
“Y por eso le dijiste que el compromiso era falso”.
“Debimos haberle dicho desde el principio, Nick. Tiene
derecho a saber”.
“¡¿También tenía derecho a saber que fornicamos?!”
“Nick, no me hables así”.
Respiré hondo, tratando de calmarme. El océano en la
televisión se balanceaba con cefalópodos y calamares. “¿Vas a
fingir que esta asignación no tiene que ver con lo que pasó
anoche?
El teléfono se quedó en silencio por un momento. “Lo
sabes. Creo que empujamos límites que no debimos. Lo de
anoche no fue falso. Eso pone en peligro todo el acuerdo”.
“Somos dos adultos consintiendo, Chloe. Es solo sexo. Eso
es exactamente lo que me dijiste anoche”.
Podía oírla respirar. “Sí. Lo sé”.
Y nos escuchamos respirar en el teléfono. Ella estaba muy
lejos de mí. “¿Hay alguna razón por la que no me llamaras
hasta pasadas las diez de la noche?”
“Nada siniestro, Nick. Estaba manejando. No hago
llamadas mientras conduzco. Y cuando llegué a la ciudad, tuve
que parar y comprar algunos alimentos, mis padres están en
Florida con mi hermana y su nuevo bebé. Tuve que abastecer
la nevera de la casa”.
“¿No me llamaste porque estabas comprando la
despensa?”
“Y cenando. Me encontré con un viejo amigo. Fue un
largo viaje”.
¿Un viejo amigo? De pronto lo supe. “Así que cenaste con
Leif. Tu primer amor”.
“¿Cómo lo supiste?” Sonó sorprendida.
“Soy muy perspicaz”. Y muy desconfiado. Y muy celoso.
Un agujero se abrió en mi estómago. La conversación no llegó
a ningún lado después de eso. Nada se resolvió. No acordamos
nada. Estábamos rodeados de palabras que se resistían a salir.
“Nick”, dijo mi nombre en un suspiro. “Creo que sabemos
que este pequeño juego debe terminar, y esta asignación llega
en el momento perfecto para dejar que se desvanezca todo.
Fue una broma mala en una fiesta lo que hizo que algunas
cosas se pusieran incómodas, y es tiempo de dejar eso atrás”.
“¿Incómodas?” La palabra me golpeó y estalló en mi
pecho.
“¿No era este el trato? Si alguno de nosotros quería salir,
podríamos terminarlo. Sin repercusiones. Sin daño, sin
problemas. ¿Cierto?”
Respiré en el teléfono sin decir nada.
“¿Cierto, Nick?”
“Sin daño, sin problemas”, dije, manteniendo un tono
ligero. “Ese era el trato”.
“Me alegra que estemos en la misma página”. Me dijo que
estaba bien y la llamada terminó. Así. Punto.

Estaba de mal humor. Y no me llevó mucho tiempo estallar.


No ayudó que todos en la oficina fueran unos imbéciles. Cada
uno de ellos.
El quinto día después de Chloe, entré en la oficina y me
burlé de la recepcionista. Era encantadora, con grandes ojos y
una sonrisa para todos, justo el tipo de chica que querías que
saludara a los visitantes. En lugar de sonreírme, frunció el
ceño.
“Hasta aquí, señor Meryton”, me dijo con ese tono que
usaban las mujeres cuando estaban a punto de intervenir en mi
vida privada. Oh, Dios. “Se acabó. Necesita contentarse con
Chloe, porque cuando están peleados usted es el mayor gruñón
del mundo, y hemos decidido que ella es quien lo hace feliz.
Así que es tiempo de que se reconcilien”.
Retrocedí un paso y di la vuelta para enfrentar a la
recepcionista. “Jennifer, has estado leyendo mucho las revistas
de chismes. Mi relación con Chloe Beckett no es un cuento de
hadas”.
Ella plantó sus puños en sus caderas y frunció el ceño otra
vez. “Sabemos que no es un cuento de hadas. También vemos
que lo hace feliz y que la extraña. Esa felicidad también es
nuestra. Ella es de las buenas. Y usted la ama. Necesita
resolver las cosas”.
“No hay nada que resolver. Ella tiene una asignación. Es
su trabajo”.
“Entonces vaya a visitar a su prometida, porque la extraña
tanto que está haciendo que todos a su alrededor sean
miserables”.
“¿Te eligieron los empleados para decirme esto?”
“De hecho, sí”.
“Y te sentiste tan segura que no pensaste que podría
despedirte de inmediato por meterte en donde no te llaman”.
“No puede despedirme por nada. Los de Recursos
Humanos lo dijeron”.
“Oh, así que ellos también votaron por ti”.
Ella levantó la barbilla. “Sí. Vaya a ver a Chloe, señor
Meryton. Nos lo agradecerá después”.
“No sabes de lo que estás hablando”, gruñí y me alejé
furioso.
Ella estaba equivocada. Irrumpí en el salón de los
cubículos, perfectamente consciente de las miradas cautelosas
desde todas las direcciones. Todos estaban equivocados. No
estaba furioso porque extrañaba a Chloe. Estaba furioso
porque ella me había dejado. Porque ella me traicionó y
rompió nuestro acuerdo para ir a cenar con ex novios granjeros
en su mundo perfecto de flor de manzano en las montañas.
Ella me había dejado.
Y no me hice ilusiones de que no era porque habíamos
dormido juntos. No era, de hecho, ingenuo o estúpido.
Claramente se había sentido amenazada por la forma en que
habíamos dado el siguiente paso en nuestra relación.
Claramente. Las cosas se habían vuelto demasiado reales para
ella. Prácticamente lo admitió al teléfono. Ya no quería
participar en nuestro acuerdo y, en lugar de enfrentarme como
una persona honorable, me dejó y huyó de regreso a donde era
seguro y nadie la desafiaba. Huyó a casa.
Ella me había dejado.
La idea me dejó con la respiración agitada. Hirviendo.
Finalmente exploramos nuestra atracción mutua, como
adultos. ¡Como adultos que consienten, y ella había
reaccionado como una mocosa malcriada!
Por eso estaba enojado. Ella no mantuvo su palabra. Y
luego me dejó, con las revistas de chismes y los paparazzi que
contarían la historia de que no podía mantener una relación
seria. Asumirían que había hecho algo mal, algo que haría un
guapo playboy sin profundidad emocional. Las especulaciones
ya corrían desenfrenadas.
Chloe nunca dejó de probarme. No podía evitarlo. Tenía
que desafiarme en cada paso del camino y no iba a detenerse.
Me di la vuelta, atravesé el salón y me detuve en la
recepción.
“Recibe todas mis llamadas y dile a Rachel que fui a
encargarme de unos negocios en las Adirondacks”.
Jennifer dejó salir un gran suspiro. “¡Oh, gracias a Dios!”
“¿Qué se supone que significa eso?”
“Significa que al fin va por su chica”.
“Eres terriblemente descarada, ¿lo sabías?”
Ella asintió. “Ahora, por favor, vaya por Chloe para que ya
no tengamos que lidiar con su humor”.
No fue hasta que estuve en el ascensor, dirigiéndome a mi
jeep, que se me ocurrió una idea. ¿Qué pasaría si acostarse
conmigo hubiera sido el impulso para que ella me dejara
después de todo, pero no de la forma en que pensaba? ¿Y si no
es que fuera demasiado real o demasiado bueno? ¿Y si era
porque dormir conmigo la hizo comprender que nunca podría
ser el tipo de hombre que ella quería? Tal vez se dio cuenta de
que no era lo suficientemente especial, y lo que realmente
necesitaba hacer era volver a su verdadero amor, Leif, y a sus
montañas. Ella no quería quedarse conmigo, con una farsa.
CAPÍTULO CATORCE: LUGAR DE
ORIGEN

S e acercaba una tormenta. Podría ser la primera vez en


toda mi vida que esperaba con ganas una gran tormenta
y que un manto de nieve cubriera todo alrededor de mi
casa en medio de la nada, en las montañas. Significaba que no
podría ceder a mi anhelo de subir a mi auto arrendado (pagado
por la revista) y volver corriendo a casa con Nick. Diablos, era
tan estúpida.
Necesitaba un acto de Dios en forma de la primera
tormenta de nieve de la temporada para evitar sucumbir a las
artimañas de Nick.
Sabía que tenía sus trucos. Lo supe todo el tiempo, y los
había atribuido a chismes de celebridades, a pesar de haberlo
conocido. Lo conocía y sabía que era irresistible para las
mujeres. Pensé que era más inteligente. Pensé que sabía lo que
estaba haciendo, y me equivoqué.
“Te ves muy enojada con esas papas”.
Salté al escuchar la voz y viré para ver al dueño de la
misma. “Oh”. Alto, de hombros anchos y un rubio brillante.
“Leif”.
“¿Te lastimaron?”
Parpadeé. “¿Qué?”
“Las papas. Parece que quisieras aplastarlas o algo así”. Se
rio de su broma.
Me reí con él, sin sentirlo realmente, pero aún feliz de
verlo. Había olvidado que estaba parada en la tienda de
comestibles Swift. “No es eso, me quedé atrapada en mis
pensamientos”.
Él asintió sabiamente. “Es porque nos dejaste aquí, en un
rincón del mundo, para ser una gran chica de ciudad, Chloe.
Has olvidado cómo abastecerte para una nevada”.
“¡No lo he olvidado!” Grité ofendida.
“Está bien, Chloe”, le guiñó un ojo, “yo te cubro. Vamos,
déjame ayudarte a buscar lo que necesitas. Sé que los
suministros de emergencia de tus padres están almacenados
porque los ayudé a prepararse antes de que fueran a visitar a tu
hermana en Tampa. Por suerte para ellos, se perderán la
primera tormenta”.
“Me gusta la primera tormenta”, dije, sintiéndome
disgustada.
Dio un paso atrás. “¿Te gusta? Has cambiado. Siempre
odiaste quedar atrapada en la casa. Pero ya no quedarás
atrapada así. Ahora tengo un quitanieves y siempre me
aseguro de despejar el camino principal hacia la ciudad, y
también me ocupo del camino de tus padres”.
“Siempre has sido un hombre muy considerado, Leif. Me
alegra que sigas aquí, a pesar de que todos nos fuimos de
casa”.
“Bueno, tus padres eran como mis segundos padres
mientras crecía. No iba a olvidarlo. Incluso cuando sus hijos se
fueron”.
Eso me puso un poco triste. Pero a mis padres siempre les
gustó el aislamiento, la oportunidad de trabajar en sus libros,
en sus abejas y cestería. “Estoy ansiosa por que neve. Es
bueno no tener a dónde ir. Nada que hacer. Es bueno hacer que
el vertiginoso mundo se detenga por un minuto para poder
recuperar el aliento”.
Entonces se detuvo y la miró más de cerca. “¿Estás bien,
Chloe? Sé que dijiste que estabas escribiendo algo grande para
tu periódico, pero…”
“Revista”.
“Revista. Pero, ¿está todo bien con tu vida en la ciudad?”
Sonreí y sacudí la cabeza hasta que me di cuenta de que
estaba negando. “Sí. Sí. Es genial en realidad. Me están dando
mucha más responsabilidad en el trabajo y mi jefe…” Los ojos
ámbar de Nick y su amplia sonrisa brillaron ante mis ojos por
un minuto. “Mi jefa, Rachel, dice que trabajo demasiado y que
necesito tomar un descanso, así que me envió aquí”.
“Pero te envió aquí a trabajar. ¿Cómo es eso un descanso?”
Bajé mis pestañas y recogí una bolsa de papas. “Porque lo
es”.
“Muy bien, vamos por tus suministros. ¿Todavía te gustan
los dulces de arce?”
Me burlé. “¿Y a quién no?” Y así, fue fácil. Caminamos
por la pequeña tienda apilando lo que él me pasaba en mi
canasta, escogiendo dulces y golosinas como lo hubiéramos
hecho cuando éramos niños.
Observé a la empleada de la tienda de comestibles, una
chica pelirroja de cara dulce que nos veía mientras
paseábamos por la tienda. La recordaba de cuando era niña. La
hija del tendero. “Hola, Laura”, le dije. “¿Cómo has estado?”
“Hola Chloe. Es bueno verte de vuelta”. Sus enormes ojos
azules parpadearon de un lado a otro entre Leif y yo. “Te ves
tan hermosa”, dijo. “Muy glamorosa. Nunca podría ser una
chica de ciudad como tú”.
“Oh”, exclamé sobresaltada y volteé a ver mis ropas: jeans,
botas y un cuello de tortuga negro debajo de mi abrigo de
invierno. No pensé que hubiera elegido algo particularmente
glamoroso. Aunque la mayor parte de mi ropa la había
comprado con la estilista de Nick. Supongo que ya no parecía
una chica de campo.
“Gracias, eres muy dulce. Aunque no entiendo por qué
querrías ser como yo”.
“Oh, por favor, Chloe. Eres la chica del pequeño pueblo
que triunfó en la gran ciudad con su trabajo millonario”. Leif
la miró con orgullo.
“Sí…, no creo que sea como dices”. Ellos no sabían nada
de cómo había enredado las cosas.
“Aun así”. Laura suspiró tristemente, sus ojos gigantes se
nublaron.
“Vamos chica de la ciudad, terminemos tu suministro. Esa
tormenta se acerca”.
“No te preocupes, Chloe, Leif te ayudará. Él es el héroe de
todos”.
Otro cliente se acercó al mostrador para que le cobrara y
ella le sonrió, dulce y amigable, pero cuando Leif se fue para
ocuparse de mis suministros, vi que sus ojos lo seguían, llenos
de anhelo por algo que no pensaba que alguna vez pudiera
tener.
Conocía esa mirada. La había sentido desde adentro, así
era como miraba a Nick. Un sentimiento que me hizo
volverme mordaz y antagónica. Pero a Nick le había gustado
eso. Le había gustado como era. Me rompió el corazón el
enamorarme de su encanto y de la atracción que sentíamos, y
que para él todo fuera un juego.
“Vamos, soñadora”, grito Leif mientras estaba recogiendo
lana. Envolvió un brazo alrededor de mi cintura para que me
moviera. Los ojos de Laura se abrieron y se llenaron de
lágrimas antes de seguir cobrando a su cliente. “Vamos a
terminar aquí antes de que la nieve comience a caer en serio”.
Señaló la ventana delantera y cómo flotaban las primeras
hojuelas de hielo.
Laura tenía razón. Leif era un héroe. Sin embargo, no era
mi héroe. Necesitaba a alguien tan dulce y genuino como él,
alguien que apreciara sus papas y su quitanieves, que no
siempre estuviera buscando una salida o un mundo mucho más
grande para dejar su huella, sino alguien a quien le gustara este
mundo, su mundo. Alguien como Laura.
Finalmente terminamos mis compras y Laura las estaba
registrando; ella mantuvo los ojos bajos, esos bonitos ojos azul
claro, y respondió a mis preguntas irrelevantes con cortesías.
Leif ni lo notó. Estaba ocupado prestándome toda su
atención. Y Lauta notó que él me estaba poniendo atención.
Leif me ayudó a llevar las cosas a mi auto y cerró la puerta
tras guardar las últimas bolsas. Se detuvo allí, apoyado en el
capó. “¿Estás segura de que no quieres que me quede contigo
mientras neva, Chloe? Ha pasado mucho tiempo desde que
estuviste aquí durante el invierno. Quizá olvidaste lo solitario
que es”.
Me detuve. Le di un beso en la mejilla. No iba a empezar
ningún juego. No podría. “Leif, no vamos a regresar. No
podría hacerte feliz y tú no podrías hacerme feliz”.
“Sus cejas rubias se juntaron, sintiéndose en un apuro.
“Eso no es lo que quise decir, solo quería…”
“Eso es lo que quisiste decir. Estoy en casa y estás
recordando cosas del pasado que fueron maravillosas, en su
tiempo. Eso fuimos. Fue nuestra infancia. Pero ya no somos
esos niños. No me voy a quedar aquí, Leif. Y tú no vas a irte”.
“Pero, Chloe, estás aquí ahora”. Él tampoco iba a jugar. Él
me quería. Tal vez incluso se imaginó que estaba enamorado
de mí, pero era una fantasía del pasado y deseos que nunca se
harían realidad.
“Necesitaba un descanso. Regresaré a Nueva York tan
pronto como mi cerebro vuelva a funcionar. Tengo una casa y,
aunque soy de aquí, este lugar ya no es mi hogar. Y tú y yo ya
no estamos juntos. Ya no”.
“Nunca te he olvidado”, dijo, y su voz era suave. De
cualquier otro me hubiera sorprendido escucharla viniendo de
un gran cuerpo fornido. Pero Leif era la persona más gentil
que conocía, la más hogareña, más con flores y frutas que con
aventuras, jet set, paparazzi y personas inteligentes que podían
hacerte reír o llorar con sus palabras.
“Espero que no. Éramos muy felices cuando niños. Nunca
te olvidaré tampoco. Pero tienes a alguien aquí que te mira
como yo veo a…” Me detuve. No estaba lista para admitir en
voz alta que había huido porque mi corazón se había roto.
“Ah”, dijo. Y vi cómo la comprensión llegó a sus ojos
azules. “Estás enamorada. Por eso escapaste y volviste a casa”.
Moví mi cabeza para negarlo. “Yo no hui”.
Levantó un dedo y lo movió frente a mí. “No me mientras
Chloe. Te conozco. Te sentiste atrapada y huiste”.
Ah, sí. Lo había olvidado. Leif era un chico de pueblo
pequeño que apreciaba las cosas simples de la vida, pero no
era un hombre simple.
“Es mi jefe”, dije en voz baja.
“¿El de los periódicos? ¿El gran premio de cara bonita?”
“No lo llames así”.
“Pero tú lo dijiste. Leo todos tus artículos, Chloe. No
somos tan ignorantes aquí arriba como para no entrar a
Internet y suscribirnos a las revistas”.
“Estaba equivocada. Y fui injusta. Él es mucho más que
eso”.
“Así que es en serio”.
Sacudí la cabeza. “No para él”.
Él frunció el ceño. “Eso no es bueno. Debería saber que
vales mucho la pena”.
Me encogí de hombres. “No siempre obtenemos lo que
queremos”.
“Supongo que no”.
Él caminó al asiento del copiloto y yo subí al otro lado,
pero antes de dejarlo ir, estiré el brazo y agarré su muñeca.
“¿Sabes quién más vale la pena y no la reconocen?” Él negó
con la cabeza, algo de tristeza aún permanecía en su rostro.
“La preciosa Laura Swift”.
“¿Laura?”.
Asentí. “No podía quitarte la vista de encima”.
“¿A mí?”
Sonreí. “Oh, sí. Y creo que piensa que nunca te podrías
interesar en ella”.
“¿En Laura?” Asentí de nuevo. “Pero la conozco desde
que era una niña pequeñita. ¡Conozco a su papá!”
“Así es como conoces a todos. ¿Ya notaste que no es una
niñita? ¿Te diste cuenta de que ahora es una mujer muy
guapa?”
Su rostro de inmediato se puso rojo, probando que sí lo
había notado.
“Deberías invitarla a pasar la nevada contigo, Leif”.
Ya no me estaba prestando atención, miraba por encima
del techo del automóvil, justo hacia la ventana delantera de la
tienda de comestibles Swift, donde la bella Laura estaba
siendo amable y trabajando para ayudar a las personas a pasar
la primera nevada.
“Adiós, Leif”, dije.
“Adiós”, respondió distraído. Y conduje a casa de mis
padres, hacia arriba de la montaña, sintiendo que al menos
había hecho algo bueno en el mundo.
CAPÍTULO QUINCE: ENCANTADOR

E l GPS murió en algún lugar alrededor de Goose


Creek, la ciudad natal de Chloe. Debería haberlo
sabido, había viajado lo suficiente como para saber
que las montañas tenían un servicio terrible y, en el país, nada
era tan fácil como volver a las tierras civilizadas. Sin embargo,
mi búsqueda de lujo me había echado a perder y quizá había
olvidado que eso no era todo lo que había en la vida.
Así que, con la nieve cada vez más pesada, entré en la
ciudad y encontré el único lugar todavía abierto, una pequeña
tienda pintoresca llamada Swift. Todo el pueblo era
encantador, especialmente en la nieve, con el manto blanco
sobre casas y árboles. Sentí el atractivo de la vida simple. El
pueblo tranquilo. Las impresionantes montañas. El silencio de
la nieve que cae. La campana sobre la puerta sonó cuando
entré.
Una linda pelirroja estaba coqueteando con un tipo grande
que estaba sobre el mostrador, ambos me miraron como quien
es descubierto haciendo una travesura. “¿Tienes café
caliente?”
La chica me miró con sorpresa. “Sí, señor”, dijo. “En la
parte de atrás”.
“Gracias”, ambos me observaron mientras me servía una
taza. Olía bien, aunque probablemente estuviera demasiado
caliente. En fin, los mendigos no podían elegir, y todavía no
sabía cuánto tiempo me llevaría llegar a casa de Chloe.
Tomé algo para comer del estante y esperé a que la chica
me cobrara.
El hombre se apoyó en el mostrador, mirándome. “Uh,
¿planeas ir muy lejos?”
Aproveché para mover mis hombros, estaban rígidos por
conducir en la nieve. “No veo que eso sea asunto tuyo”. La
gente de los pueblos pequeños era más amigable que la gente
de la ciudad, pero realmente no estaba de humor. Solo quería
encontrar la casa de Chloe y tocar su cuello. O besarla.
Todavía no estaba seguro, era lo que había estado debatiendo
todo el camino hasta aquí.
El gran hombre rubio hizo una mueca. “Es cierto, pero
cuando me llamen para que saque tu cadáver de la nieve, será
asunto mío”.
“¿Disculpa?” Voltee a verlo.
“Todo está cerrando. Las carreteras están cerradas. Lo
mejor que podrías hacer es quedarte en la posada esta noche,
porque no vas a llegar a ningún lado”.
“Mi jeep está bien en la nieve y sé cómo conducirlo”.
Envié una mirada oscura en su dirección. Levantó las manos
en señal de rendición. Suspiré. “¿Puedes darme algunas
indicaciones? Mi GPS no está cooperando”.
“Seguro, me ayudará a saber dónde buscar el cadáver”.
“Qué gracioso”. Le mostré la dirección.
“Ah”.
“¿Ah, qué?”
“Eres el chico de Chloe”.
No debería haberme sorprendido que en una ciudad de 600
personas todos se conocieran, y que pudieran haber oído
hablar de nuestro compromiso, pero lo hice. Me fijé en él.
Alto, rubio, guapo, fornido. Sobre la edad correcta. Supe que
era Leif.
“Y tú también eres su chico, supongo”.
Él sonrió. Una gran sonrisa. Agachó la cabeza y echó un
vistazo a la cabeza roja. Espera, ¿por qué estaba coqueteando
con la pelirroja cuando tenía a Chloe? Crucé mis brazos sobre
mi pecho y lo fulminé con la mirada.
“Debes saber que, si alguien la lastima, responderá ante
mí”.
Las historias que Chloe me había contado sobre este tipo
lo habían pintado como perfecto, amable y bueno, y seguro
que se veía bien. Más alto y musculoso que yo, con esa
perfecta fuerza que le daba el trabajar al aire libre. No me caía
bien en absoluto. Podría ser modelo en mi revista. Pero si
estaba jugando con Chloe y con esta pelirroja, también tendría
algo que decir al respecto. “Debes saber que, si alguien la
lastima, también me responderá. Y será un dolor que durará
mucho más de lo que creas que puedes repartir”.
“Está bien”, dijo y me sonrió, así que quería hacer que me
respondiera ahora mismo. “¿Entonces crees que vas a conducir
hasta allá arriba?”
“No creo que lo haré. Voy a hacerlo”. Estúpido hombre
apuesto de sonrisa perfecta.
Sacudió la cabeza como si yo fuera un tonto, y
definitivamente lo era. Tenía que ver a Chloe. Dejar las cosas
como estaban me iba a matar. Recibí las instrucciones, sentí un
dolor en la boca del estómago y me fui”.
Veinte minutos más tarde, en medio de la nada, en una
intensa tormenta, la nieve venció a mi jeep.
Estaba atrapado, en ángulo, había caído en una zanja.
“¡Maldita sea!” Mi primer pensamiento no fue la
preocupación de estar atrapado en una tormenta de nieve
cegadora por quién sabe cuánto tiempo, o que me había
perdido un accidente mucho peor porque conducía demasiado
rápido con mal tiempo, sino que ese granjero había tenido
razón e iba a tener que sacar mi cuerpo congelado de la nieve.
Él y Chloe se reirían de esto mientras vivían sus vidas
hermosas y puras sin que la manchara mi muerte.
Estaba muy consciente de lo ridículo que estaba, pero tenía
derecho a serlo. Maldije un poco más y giré las ruedas. Porque
así de estúpido era. Luego me senté en el auto, cuando la nieve
se hizo más espesa y el cielo se oscureció. Esto solo iba a
empeorar. Era sentarme en el automóvil para congelarme
lentamente o salir a caminar, en terreno desconocido, por
millas, en medio de una tormenta de nieve cegadora.
Y todo porque Chloe eligió huir de mí en lugar de
enfrentarme. “La mataré cuando finalmente la encuentre. Si no
muero primero”.
Respiré profundamente y extendí la mano para sacar mi
equipo del asiento trasero, porque no había forma de que
dejara que ese trozo de pastel de carne quemado me sacara del
auto como a una doncella indefensa.
Alguien golpeó el parabrisas.
Oh, no. Era el pastel de carne. Nadie más sabía que estaría
aquí.
Suspiré porque, aunque estaba celoso de que Leif se
quedara con Chloe y yo no, necesitaba ser rescatado de mi
propia decisión idiota de conducir de frente hacia una tormenta
de nieve.
Bajé la ventana, listo para escucharlo pavonearse.
“Tú… idiota”.
“¡Chloe!”
Ahí estaba ella. Sus ojos brillando como el mar
Mediterráneo durante el verano, sus mejillas rojas como rosas,
un gracioso gorro sobre su cabeza.
“¡Mi heroína!”, dije, y lo sentía de verdad. Y más. Quería
besarla.
CAPÍTULO DIECISÉIS: AVENTURA

E staba cocinando una gran olla de estofado de ternera


en la estufa, porque no hay nada como algo cálido y
reconfortante cuando una tormenta de nieve se desata
afuera. Tenía una hogaza de pan fresco en el horno y ya había
hecho dos docenas de galletas con chispas de chocolate. No
era elegante como las comidas gourmet de Nick, pero me trajo
un poco a recordar quién era, y si ahora era una chica de la
ciudad o no, todavía sabía cómo cocinar un montón de comida
reconfortante. Y necesitaba consuelo ahora mismo. Salté
cuando sonó el teléfono fijo. No creo haber escuchado un tono
antiguo, como ese, en años. Pero estaba en las montañas, y se
requería de un teléfono fijo para cuando el servicio
inalámbrico se cortara por cualquier razón. Como las
tormentas.
“¿Hola?”
“Sólo pensé que te gustaría saber que tu novio se dirige
hacia allí, y si no llega en veinte minutos, probablemente
deberías ir a rescatarlo de la nieve”.
“¿Quién habla?”
“Oh, lo siento”. Pero antes de que lo dijera, yo ya lo sabía.
“Soy Leif. Me topé con tu chico guapo de la ciudad y se negó
a entrar en razón y quedarse en la posada. Está conduciendo a
través de la tormenta de nieve para verte”.
“¿Mi qué?”
“Tu jefe. El chico rico”.
El aliento abandonó mi cuerpo. “¿Nick está aquí?”
“Bueno, no, a eso me refiero. Se va a quedar atrapado en la
nieve. Le dije que no lo hiciera. Probablemente morirá
congelado allí afuera. Chloe. Por favor, no me hagas
desenterrar a un muerto congelado. Tendrás que ir a buscarlo”.
“Nick está aquí”.
“Chloe, se supone que tú eres la inteligente. ¿Vas a rescatar
al tonto de tu novio o no?”
“Voy a matar al tonto de mi novio”, dije y colgué mientras
le gritaba a la nada. “¡Él no es mi novio! ¡Es una relación
falsa! Y voy a matarlo”.
No estaba segura de por qué estaba llorando, o por qué mi
corazón latía tan rápido, o por qué estaba tan asustada, incluso
cuando me puse las térmicas y saqué la mochila, las botas y
los esquís de campo traviesa, sabiendo cómo iba a ser. Saqué
el pan del horno, puse la estufa a fuego lento, me limpié las
lágrimas y salí a la tormenta.
Había pasado tiempo desde que practiqué esquí a campo
traviesa, pero me acostumbré rápidamente. Por suerte, era el
tipo de nieve suave y gentil, cayendo espesa y exuberante del
cielo, no una tormenta de nieve con viento, de esas que te
dejan sin aliento. Fue casi placentero, excepto por el temor de
volver a verlo y que me rompiera el corazón. ¿Para qué vino?
Seguí el camino durante unos diez minutos antes de ver su
maldito jeep, había caído en una zanja. La ira regresó, aunque
logré controlarme cuando me acerqué. Toqué el cristal.
Su ventana ya estaba cubierta de nieve, por lo que ni
siquiera me vio hasta que la bajó. “Tú… idiota”, le gruñí,
sintiendo alivio, ira y un extraño aleteo en el estómago.
Su rostro se iluminó como un niño la mañana de Navidad.
“¡Chloe! Mi heroína”.
Y allí estaba el corazón roto. No iba a empezar a llorar en
una tormenta de nieve. Que se joda. Di un paso atrás y me
quité la mochila, sacando los esquís y las botas adicionales
para él. Sabía que era de la talla de mi papá o lo
suficientemente cercano. Se puso su equipo de clima cálido y
abrió la puerta. “Póntelos. Sabes cómo ir a campo traviesa,
¿verdad, señor trotamundos?”
Captó mi tono, la ira, y ladeó la cabeza. Esperaba que no
descubriera mi corazón roto. “Chloe, tenemos que hablar. En
serio”.
“Sí, bueno, hace frío y la nieve solo se está haciendo más
profunda, así que me gustaría encontrar refugio. Vámonos”.
Él, por supuesto, sabía esquiar y me siguió. Por alguna
razón, en la quietud de la caída de nieve, no hablar se sintió
muy bien. No es como si no quisiera hablar, pero lo hice callar
cada vez hasta que se calmó y esperó. Solo esquió a mi lado
hasta que llegamos a la casa. La dejé iluminada como un faro,
por si no lo encontraba y estaba vagando en la tormenta, solo y
helado.
Lo llevé dentro. Olía a pan caliente y a comida rica, y un
poquito a vainilla. Inhaló y miró a su alrededor como si fuera
un sueño.
Me sentí cohibida. Mis padres habían construido la mayor
parte ellos mismos, hippies que vivían de la tierra, llenando su
casa con niños y poesía, hierbas y paz, agregando habitaciones
cuando las necesitaban, creando invernaderos para mantener
algunas verduras frescas durante el largo invierno. Siempre me
sentí bien al volver aquí, pero era el sueño de mis padres y
nunca había sido mío.
“Chloe, esto es maravilloso. Es como un refugio en el
desierto”.
Agaché la cabeza, murmuré mi agradecimiento y sacudí la
nieve de mi abrigo. Guardamos el equipo y entramos en la
sala. Lo vi, en la casa de mis padres, con el cabello hecho un
lío por el esfuerzo, sus mejillas teñidas de rosa por el frío.
Pude ver el asombro en sus ojos, esto era una aventura para él,
a pesar de que era un retiro para mí. Mi corazón dio un vuelco.
¿Tenerlo aquí, conmigo, que viniera detrás de mí así? Quizá él
me quería. Tal vez no del modo en que yo lo quería, pero tal
vez un poco. Y lo había extrañado.
“¿Tienes algo que me pueda poner? Estoy empapado y
dejé mis maletas en el jeep”.
“Sí”, respondí, pensando vagamente en algunas de las
ropas que mi hermano había dejado aquí. Pero en lugar de
aclarar, simplemente lo miré. Luego me acerqué a él, le saqué
el suéter húmedo sobre la cabeza y lo besé porque necesitaba
sus labios contra los míos.
“Chloe…” Lo silencié con mi boca, mis manos buscaban
desvestirlo. Le tomó un momento antes de que empezara a
ayudar, antes de que nos besáramos mientras nos quitábamos
botas, jeans y camisetas y, finalmente, pude probarlo de nuevo,
ese punto entre su cuello y su hombro que tanto amaba.
“Cariño, deberíamos hablar…” dijo, sus manos acercándome a
él.
“No, Nick. No deberíamos. Por una vez deberíamos dejar
de hablar y solo… ser”.
Soltó el aliento en un gran suspiro y me dejó llevarlo a mi
habitación. Podía verlo con ganas de preguntarme al respecto,
con ganas de descubrir más para entender, de dejar que sus
encantadoras palabras lo guiaran, pero puse un dedo en sus
labios y lo empujé de nuevo a mi cama. “Sin hablar”. Me quité
el sostén y la ropa interior, y también la suya mientras estaba
en eso. Me subí encima de él, nuestra piel todavía estaba
helada por el frío. “Sin hablar, ¿de acuerdo? Solo esto”.
Deslizó sus palmas por mis muslos mientras lo montaba a
horcajadas, viajaron por mis costados hasta envolver mis
pechos con el pulgar sobre mis pezones, sus ojos se habían
oscurecido con lujuria. “Está bien, de acuerdo. Sin hablar”. Me
agaché para tomarlo con mi mano y él gimió. Me apretó y
chupó con fuerza mis pezones, instándome a seguir. Lo
deseaba tanto. Nunca dejé de quererlo, y él vino a mí. Tal vez
no me importaba por qué, tal vez solo lo quería ahora, en este
momento, porque lo amaba, sin importar lo que sucediera. Si
esto era todo lo que podía tener, entonces esto era todo.
Me deslicé sobre él y maldijo por lo bajo. “Mierda, Chloe,
quiero que sea bueno para ti”.
“Más tarde”, dije, y comencé a mecerme en él, a sentirlo
dentro. No más palabras. Solo nuestros cuerpos, solo mi amor.
Levantó la mano y me buscó para poder besarme mientras
lo montaba, para poder respirar dentro de mí, para poder
murmurar mi nombre una y otra y otra vez.
Evité las palabras por completo, porque tenía miedo de
que, si soltaba mi lengua, le diría cuán enamorada estaba de él.
Así que todo lo que le di fueron gemidos y mi anhelo
inarticulado, mientras él susurraba mi nombre en mi oído,
hasta que todo el mundo se desvaneció.
CAPÍTULO DIECISIETE: JUNTOS

A la mañana siguiente no quería hacer nada más que


dormir con Chloe en mis brazos, el calor de su
cuerpo presionado contra el mío me aseguró que
nunca querría estar en otro lugar que no fuera con ella. No
tenía a dónde ir, nada que necesitara hacer era más importante
que besarle la nuca y acariciar las curvas de su suave vientre,
los valles de su cintura, el suave arco de su cadera.
“Nick”, dijo ella adormilada y se dio la vuelta para poder
presionar sus labios aterciopelados contra los míos.
“Ven a casa. Vuelve conmigo”, susurré. No pude evitar
decirlo. La quería de vuelta. “Podemos resolverlo, lo
prometo”.
Ella se acurrucó en mi pecho y tarareó, deslizando ambos
brazos alrededor de mí para agarrarme, mi alma se iluminó. La
acerqué aún más. Sabía que ella vendría conmigo. Sabía que
ella quería estar conmigo. Anoche no habría sido así si ella no
lo quisiera.
“Yo…” ella comenzó.
Fue interrumpida por un tremendo golpe en la puerta.
Los dos saltamos.
“¡Chloe! ¡Chloe!” Más golpes.
“Mierda”, dijo. “Leif”. Y luego rodó fuera de mis brazos,
metió las piernas en un par de pantalones de chándal y se puso
un suéter sobre la cabeza. Me dejó allí, desnudo, en la cama,
teniendo frío sin ella, y se fue con Leif.
El agujero en mi estómago se abrió y caí dentro. No había
nada más que furioso, rugiente y ardiente frío. Ella me dejó. Y
fue con él. Tiré las mantas y agarré la pila de ropa que me
había traído. La de su hermano, que olía un poco a moho. No
me quedaba del todo bien, pero, ¿qué importaba? Salí para
enfrentarlo.
Pero no pude. Ellos hablaban. “No es lo que crees, Leif”,
decía. “No somos eso”.
Y dentro de mí, me preguntaba: “Oh, en serio, ¿entonces
qué somos Chloe?”, recordando la forma en que se aferró a mí
y suspiró contra mi piel, feliz, contenta, completa. La forma en
que nuestros cuerpos se hablaban entre sí, como si ni siquiera
necesitáramos palabras. La forma en la que se sentía en mis
brazos, preciosa, querida. En casa.
“Tenemos un acuerdo”, dijo ella y mi ira aumentó.
“Apuesto que sí. Supongo que ese arreglo es lo que lo hizo
conducir hasta aquí en una tormenta de nieve arriesgando su
vida. Un arreglo.”
“Es por un asunto de trabajo”, dijo en voz baja, pero pude
escucharlo. ¿Qué tan cerca estaban el uno del otro? ¿Cuán
íntima fue esta pequeña confrontación? ¿Por qué le estaba
diciendo que solo teníamos un asunto de trabajo?
Entré en la sala de estar para ver a ese enorme montón de
carne parado muy cerca de Chloe.
Él me vio primero, por supuesto. “Es bueno saber que no
eres una paleta de carne”, dijo con una sonrisa peligrosa,
mostrando los dientes. “No estaba seguro cuando vi tu auto
vacío. Debí saber que Chloe podría encargarse. Ella siempre
puede”.
Asentí con la cabeza, apenas un reconocimiento. Ella se
volvió hacia mí y tragó tan fuerte que pude ver su cuello
trabajar. Probablemente no podía soportar dormir conmigo
anoche y enfrentar a su novio esta mañana.
Apreté los dientes. ¿Cómo pudo hacerlo? “Lo sé”.
“Mmm. Sí. Bueno, ahora tengo que hacer mis rondas y
terminar de quitar la nieve. Solo estoy cuidando a la gente de
la ciudad”, dijo y me miró.
“Leif”, Chloe subió el tono. Quería verla regañarlo como
me regañaba todo el tiempo, pero no lo hizo. Ella lo besó en la
mejilla.
Ella lo besó en la mejilla.
Pude sentir mi corazón romperse. Se giró para mirarme y
parpadeó sorprendida mientras la miraba fijamente.
“Nick…”
Me di la vuelta mientras se despedían y saludaban a
medias. Puse leña en la chimenea y encendí el fuego mientras
Chloe hablaba con él en voz tan baja que no podía escuchar.
Estaba furioso. Lleno de rabia. No. Herido. Herido porque ella
podía apartarse de mí, de lo que significábamos el uno para el
otro, e irse con él.
Estaba celoso.
No. Fue solo un arreglo. Me gustaba. Por supuesto. Me
volvía loco. Estaba loco por ella y quería tocarla todo el
tiempo, pero si ella quería a Leif, ¿quién era yo para
entrometerme? Solo un arreglo. Sin daño, sin problemas.
Apuñalé el tronco y desencadené una lluvia de chispas. Él
no era lo suficientemente bueno para ella. No lo era. Había
estado mirando a la linda pelirroja y Chloe debería ser la única
a la que le prestara atención. La única que importara. Ella era
la única que me importaba. Si Chloe lo había escogido, yo
quería que fuera feliz, la dejaría ir porque su felicidad era más
importante que la mía, no importaba cuánto quisiera que
viniese a casa conmigo. Pero él no la haría feliz. Él no podía
amarla como yo la amaba.
La chispa en la chimenea se encendió, se levantó y caí de
espaldas. Yo amaba a Chloe. La quería en mis brazos, en mi
casa, de nuevo a mi lado, mi amiga, mi amor. Oh, Dios mío.
Estaba enamorado de Chloe. No quería que esto fuera falso.
Quería que fuera real. Estaba enamorado de ella.
Fingí que no les estaba prestando atención, pero supe de
inmediato cuando finalmente le cerró la puerta al gran montón
de carne.
“Él limpió el camino entre la casa y el pueblo, y de paso
sacó tu auto de la zanja”.
“¡Genial!”, dije, lleno de falsa alegría. “Entonces volveré a
la ciudad y te dejaré en paz”.
Ella dio un paso atrás. “No puedes irte, las carreteras
todavía están bloqueadas fuera de las montañas. Solo despejó
el camino al pueblo”.
“Bueno, entonces debería conseguir una habitación en la
posada. Claramente no debería estar aquí. Has elegido a quién
quieres”.
“¿A quién quiero?”
Tuve que reír y no pude evitar la amargura de mi voz.
“Leif”. Su rostro estaba conmocionado, tal vez pensó que no
me daría cuenta de que ella elegiría al mejor hombre. Pero él
no era el mejor. “Él no es lo suficientemente bueno para ti, por
cierto”.
Ella frunció el ceño. “¿Por qué? ¿Porque es un granjero?”
Me burlé. “No. Porque…” No debería decirlo. Pero no
podía dejar que se metiera con alguien que no era tan honesto
como ella. “Porque estaba coqueteando con otra mujer cuando
lo conocí en el pueblo. Claramente no está interesado. Tú
deberías ser adorada. Él debería entregarte el mundo, no
engañarte”.
“¿En serio? ¿Con quién?” Ella no parecía tan molesta
como debería.
Solté un suspiro exasperado. “¿Importa?”
Ella asintió ansiosamente.
“Una pelirroja en la tienda”.
Su rostro se iluminó. “¡Oh! ¡Laura! Eso es genial. Oh Dios
mío”.
“Espera, ¿qué?”
Se volvió hacia mí y sonrió, casi depredadoramente.
“Estaba tratando de juntarlos. Más o menos. Ella es una buena
chica. Perfecta para él. Simple, dulce, honesta y buena”.
“Tú también lo eres. Y mereces a alguien que sea digno de
ti”.
“¿Yo?”
“¡Sí! Y él no es lo suficientemente buen… Espera. ¿Tú los
juntaste?” Esto no tenía sentido, ella no jugaba con la gente.
Ella rio. “No estoy interesada en Leif, Nick”.
“¿No?”
Ella sacudió su cabeza. “De ningún modo. ¿Estabas
celoso?”
Mi cabeza daba vueltas. “No”.
“Mientes”.
“No”. Mentí.
Ella dio un paso hacia mí y agarró la sudadera holgada
cerca de mi cintura.
“Te gusto, Nick”.
“No”. Mentí nuevamente.
“Sí. ¿Sabes cómo lo sé?” Preguntó, tirando de la sudadera
y acercándome a ella. No me resistí.
“¿Cómo?”
“Porque me miraste con los mismos ojos de anhelo con
que la pequeña y linda Laura miraba a Leif en la tienda. ¿Es
también la forma en la que te miro yo?”
De pronto pude volver a respirar. “¿Sí?”
Ella asintió y se inclinó, besando el punto del pulso en mi
cuello, y los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse.
“No… no me gustas Chloe”. Dije con alivio, debilitando
mi voz.
“Nick…” Ella sonó decepcionada. “Di la verdad”.
“Eso intento”.
Ella debió escuchar algo porque dio un paso atrás.
“¿Nick?”
Tragué saliva. “No solo me gustas. Te… te amo”.
Ella jadeó. “¿Me amas?”
“Estoy enamorado de ti”.
“¿De verdad? ¿No estás fingiendo?” Una lágrima apareció
en su ojo. Extendí la mano para limpiarla.
“De ningún modo. Chloe. Dios. Te amo. No debiste
dejarme”.
“Tuve que hacerlo”, sus ojos estaban llenos de sombras de
aguas profundas. “Rompí nuestras reglas”.
“¿Teníamos reglas?”
“Se suponía que todo era falso. Solo un acuerdo. Y me
enamoré de ti. No pude…, tuve que irme. Ya no podía seguir
con el juego”.
“Sin juegos, Chloe, se acabaron los juegos. Solo nosotros.
¿De acuerdo? Esto es real. Te adoro. Te daré lo que quieras”.
“Nunca quise nada, Nick. Solo te quería a ti”. Sus lágrimas
se convirtieron en alegría. “Nos iremos a casa. No más
huidas”.
La envolví en mis brazos y la besé, llevándola a la
alfombra frente al fuego. Aparté el delicioso cabello de
chocolate de su rostro. “Donde quiera que estés es mi hogar.
Eres tú. Tú eres mi hogar”.
Sonrió y me abrazó fuerte. “Tú también eres mi hogar”.
“Creo que estamos en casa cuando estamos juntos”. Le
quité su fea sudadera y ella me quitó la mía, y me encantó
sentir los latidos de su corazón presionados contra los míos,
sin nada entre nosotros.
Ella sonrió e hizo un trazo con su dedo índice en mi labio
inferior. “Entonces deberíamos estar juntos siempre”.
“Buena idea”, dije, y nos besamos, con el fuego
crepitando, las montañas cubiertas de nieve y el silencio, y
comenzamos nuestra aventura juntos.
EPÍLOGO

S alí del avión privado y miré los cielos griegos que se


arqueaban sobre mí. Las montañas antiguas salpicaban
el azul del mar Egeo, y el estuco blanco puro de las
aldeas caía por la orilla en un sorprendente contraste con todos
los tonos de azul.
“¿Cumple con tus expectativas después de todo lo que has
leído, señora Meryton? Este es mi mar favorito en el mundo,
porque me recuerda a tus ojos”.
Me reí alegremente cuando Nick vino detrás de mí y puso
su brazo alrededor de mi cintura. “No puedo creer que estemos
realmente en Grecia”.
“Es una de las ventajas de ser mi esposa, flor de manzano.
Y una de las ventajas de ser tu esposo es evitar una boda con
la alta sociedad neoyorkina y casarnos en el huerto de
manzanas de tus padres. Fue la boda más perfecta y
significativa de la historia”.
“No puedo creer que Rachel haya publicado un número
especial con nuestra boda”.
“¿No puedes?” Se rio entre dientes. “A ella le gustó tanto
que está planeando comprar una pequeña granja. Tantas cosas
orgánicas, tanta libertad y pureza hacen que muera de alegría.
Se ha enamorado de las montañas”.
“Bueno. Ella trabaja muy duro. Necesita un poco de
equilibrio entre vivir y trabajar”.
“Yo encontré el mío”, dijo y presionó un beso en mi cuello
mientras nos quedábamos de pie, solo un minuto más, en la
puerta del avión. “¿Estás lista para la aventura?”
“Contigo a mi lado estoy lista. Te quiero mucho, Nick. Me
has dado el mundo”.
Me besó y nunca me acostumbraré a la forma en que su
besó me llenó de amor, calidez y un sentimiento de felicidad,
de pertenencia.
“El mundo siempre estuvo ahí, esperándote. Pero tú, flor
de manzano, tú me has dado un hogar”.
El calor de su amor tomó mi aliento, en lugar de eso yo
tomé su mano y juntos bajamos los escalones que llevaban
hacia el resto de nuestras vidas, juntos.
SOBRE L.A. PEPPER

Al igual que usted, L.A. ama las historias románticas contemporáneas y es una
ávida lectora.

Su corazón ha sido roto por el verdadero amor, sin embargo, ¡todavía es adicta a los
finales felices!

Cuando L.A. no está escribiendo sobre la próxima novela romántica contemporánea


del chico malo multimillonario, disfruta de una copa de Chianti, de raclette con sus
amigas, de clases de spinning y de ver el amanecer cada mañana.

Es una ama de casa desesperada autoproclamada y vive en un callejón sin salida de


historias emocionantes, dramáticas y románticas. Muchas de sus ideas están
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L.A. recibió su apodo de una de sus hijas adolescentes, ¡y lo acuñaron amigos y


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