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Selene
August
∞
Nada une tanto a las personas estresadas como los postres.
La venganza es un plato que se sirve mejor caliente. Por eso, Heaven
Wilson, una profesional estresada y amante de los postres, crea un
perfil falso en la aplicación que utiliza su novio infiel para encontrar
ligues.
Pero cuando inesperadamente coincide con Shane H, un hombre
que parece tan dulce como los dulces horneados con los que la tienta,
la venganza se convierte en el menor de sus problemas.
¿Un problema más acuciante? No enamorarse del hombre con el que
está haciendo catfishing hasta que pueda deshacerse de su novio infiel.
¿Más urgente aún? Shane resulta ser el nuevo jefe, profesionalmente
estresado e intimidante, con el que la envían a trabajar.
Y él no tiene ni idea de que ella es la chica cuyos mensajes le dejan
con ganas de más cada noche.
Con un novio que podría condenarla a una enorme deuda
financiera, un jefe caliente y frío e irresistible que complica su vida
laboral, y la intrincada red de mentiras que ella misma ha diseñado,
ésta es la receta perfecta para el desastre.
Cuando se descubre que Heaven no es la única que guarda secretos,
¿se desmoronará finalmente la galleta?
Postres para gente estresada es una tórrida historia de amor,
amistad y dulces. Presenta a dos estresados adictos al trabajo que,
confiando en la fuerza del otro, encuentran el valor para perseguir el
«felices para siempre» que se merecen.
El principio del fin
Camino por los grises pasillos del edificio de Emma, mientras mis
dedos teclean al mismo tiempo un mensaje para mi jefe. Aunque
trabajo con la gente más despreocupada del sector del marketing, mi
función como gestora de proyectos me obliga a trabajar como una
esclava de nueve a cinco. Y los sábados, como hoy.
Su apartamento es, por definición, todo lo contrario al mío. Cálido,
indie. Las baratijas de colores abarrotan el espacio, y la mayoría de
ellas tienen una historia, como el gato de porcelana verde que
compramos cuando nos pasamos con el sake en uno de nuestros
restaurantes favoritos.
—¿Hola? —llamo, abriéndome paso por su salón y entrando en la
cocina. Tiene el frustrante desorden habitual por todas partes. Dos
dedos de polvo en los estantes azules, platos acumulándose en el
fregadero. Quizá me deje lavarlos.
—¡Eh! —Aparece detrás de mí y me aprieta fuerte—. ¿Cómo estás?
Al pasar junto a la mesa, su larga melena rubia se agita a cada paso.
Abre la puerta de la nevera y me mira por encima del hombro. Una
mirada de «siento que tu novio te esté engañando».
—Bien. Hice algo… estúpido.
Saca una jarra que contiene un líquido anaranjado-rojizo y sus
grandes ojos azul claro se iluminan. Casi puedo ver cómo mueve el
rabo al saber que vengo cargada de chismes.
—He descargado RadaR.
Deja la jarra sobre la mesa, el líquido resbala por el borde y mi
cerebro se pone en estado de alerta.
—H, ¡es increíble! Deberías salir y divertirte, no suspirar por esa
sabandija. ¿Sabes lo que hice anoche? —Cuando niego con la cabeza,
toma su teléfono y me enseña una foto de un tipo moreno con rastas
rubias que parece que vive en una playa y trabaja como galleta de
coco—. Él. Me llevó a patinar sobre hielo, luego a un camioncito de
comida donde comí los mejores tacos de mi vida, luego me destrozó.
—Se queda sin aliento al pensar en ello mientras vierte el líquido en
los vasos, sus labios carnosos se curvan en una sonrisa complacida.
—Eso es… —hago una pausa, intentando pensar en la palabra
adecuada— maravilloso, Em. Y por mucho que me encantaría que
alguien como… —entrecierro los ojos mirando la pantalla— Juan, me
destrozara, no es por eso por lo que me he descargado la aplicación.
Tras colocar dos pajitas rosas en los vasos, Emma desliza una hacia
mi lado de la mesa.
—Entonces, ¿por qué?
—Para atraparlo en el acto.
—¿Alex? —pregunta, y cuando asiento con la cabeza, da un pisotón
en el suelo—. ¡Oh, me encanta esta nueva vieja Heaven!
Sacudo la cabeza riendo. Una buena amiga me diría que es la peor
idea del mundo. Que debería terminar con él amistosamente y seguir
adelante. Pero Emma no es una buena amiga. Es mi mejor amiga.
—En serio, H. Es genial. ¿Cuál es el plan?
—Crearé un perfil falso y coincidiré con él. —Los siguientes pasos
son bastante fáciles de adivinar. Conseguiré las pruebas que necesito
y la venganza que merezco.
Sorbe de su pajita.
—O podrías saltarte la venganza virtual por completo y ponerle
crema para los pies en el yogur. Incluso mejor, podríamos cortar cada
uno de sus trajes en pequeñas rayas. —Le brillan los ojos—. O
podríamos plantar un par de bolsas de cocaína en su traje, entonces…
—Dios mío, Em. No. Y recuérdame que nunca te haga enfadar. —
Cuando pone los ojos en blanco, jugueteo con un trozo de papel
abandonado—. Concertaré una cita, y apareceré en lugar de su cita
caliente. Luego romperé con él.
—¿Y el apartamento?
Me encojo de hombros y bebo el primer sorbo, dándome cuenta
rápidamente de que estoy bebiendo sangría cuando el líquido ácido y
dulce se apodera de mis papilas gustativas.
—Esperaré a que venza el contrato de alquiler para fijar nuestra cita.
Pero al menos no seré su víctima indefensa mientras tanto. Lo
convertiré en mi víctima.
Sus ojos se desvían, su bonita nariz se arruga mientras se revuelve.
Debe de estar imaginándose la escena, porque sonríe.
—Otra vez, lo entiendo perfectamente. —Ladea la cabeza y su
pendiente de aro asoma bajo sus ondas playeras—. Supongo que estoy
sorprendida.
Mi dedo recorre el borde del vaso de tallo largo.
—Siempre pensé que estaba haciendo lo correcto con Alex, Em.
Pensaba que así es como funciona, que en algún momento tienes que
comprometerte y seguir con alguien aunque las cosas se vuelvan…
—¿Horribles?
—No, solo…
—¿Abusivo al límite?
Pongo los ojos en blanco.
—Solo… aburrido.
Emma me aprieta la mano encima de la mesa cuando mi barbilla se
tambalea.
—Creo que es genial. Terapéutico. Solías ser un toro con bandera
roja, y Alex te robó esa parte de ti. Es hora de volver a tus días de zorra
mala.
Con un movimiento de cabeza vacilante, le paso mi teléfono.
—Prepáralo tú. Si lo hago yo, me lo replantearé con el perfil a medio
crear.
—Está bien —dice con un suspiro. Tomo una patata frita y me quedo
mirando sus dedos, que teclean furiosos en mi teléfono—. Correo
electrónico añadido. Ahora necesitamos un nombre.
Limpiándome las manos en una servilleta azul de papel de dos
capas y evitando las astillas que infestan su mesa más vieja que la vida,
miro fijamente al salón. Mis ojos se centran en la luz roja intermitente
del televisor en modo de espera mientras la duda se desliza por mis
venas, metiendo sus dedos espinosos en mi torrente sanguíneo. ¿Qué
estoy haciendo? Esta no es la forma correcta de hacerlo. Crear un perfil
en una aplicación de citas para sorprender a mi novio in fraganti es lo
más estúpido que podría hacer.
Emma tararea, estirando sus largas piernas en la silla junto a la mía.
—Debería ser algo poético.
—Poético… —murmuro mientras Emma mordisquea su pajita rosa,
con los ojos todavía clavados en el teléfono que tiene en las manos.
—Sí. Este es un momento crucial para la historia de tu vida. Te
deshaces del hombre que te entrega un sobre con dinero en cada
cumpleaños.
Tras una suave carcajada, se hace el silencio. Emma mueve los ojos
de un lado a otro de la habitación, arruga la frente y mueve
ligeramente los labios. Cuando chasquea los dedos, sus ojos se abren
de par en par y brillan.
—Ya está. La convertiremos en tu opuesto exacto. Nombre incluido.
Claro, tiene sentido. Si Alex me quisiera, estaría conmigo. Él quiere
otra cosa.
—Lo contrario de mi nombre. —Puse mi vaso sobre la mesa—. Así
que mi nombre de incógnito es Infierno.
Escribe algo con rabia y le da la vuelta a mi teléfono.
—Nevaeh —leo, y mis labios se curvan en una sonrisa
involuntaria—. ¿Es un nombre?
—Si Apple y Siri son nombres aceptables, también lo es Nevaeh. —
Pulsa otra cosa en la pantalla—. Ahora, necesitamos una foto.
¿Supermodelo al azar?
Mi corazón se hunde. ¿De quién se supone que debo usar la foto?
¿No es eso un delito? ¿Robo de identidad, tal vez?
—No, eso es un lío. Dios mío, Em. ¿Qué estoy haciendo? —pregunto
mientras escondo la cara entre las palmas de las manos.
—Está bien. Vamos a darle un cambio de imagen a sus videojuegos
con un martillo. —Suelta el teléfono, y mi estómago se siente cubierto
de pintura negra mientras la miro fijamente. ¿Es esto lo que significa
estar en una relación? ¿Perder los nervios? Nunca he sido impulsiva,
pero en los últimos años me he convertido en un parásito, demasiado
cómoda en mi capullo de tristeza familiar como para forzar el cambio.
Siempre elijo la alternativa segura antes que la aterradora.
Agarro el pequeño aparato y miro fijamente la pantalla oscura,
esperando que me dé una respuesta, y cuando me vuelvo hacia Emma,
tiene las cejas arqueadas.
—¿Y las fotos de Olivia?
—¿No se han visto antes?
Sacudo la cabeza.
—Sabes que hace años que no la veo. La última vez que nos visitó,
Alex y yo estábamos fuera de la ciudad, y antes de eso… —Con un
suspiro, repaso rápidamente mis recuerdos—. Aún no estábamos
juntos.
—¿No son amigos en las redes sociales? —pregunta Emma, que
inmediatamente pone los ojos en blanco—. Ah, claro. Es un teórico de
la conspiración.
Reprimo una risita. No me atrevería a llamarlo así, pero odia las
redes sociales y no para de despotricar sobre la privacidad y el
Gobierno. Está claro que no piensa lo mismo de RadaR, el hipócrita.
—Ella es cien por cien tu opuesto —dice Emma con una sonrisa
traviesa, mirando fijamente a la pantalla. La gira hacia mí y Olivia me
devuelve la sonrisa desde el móvil.
Me encanta esta foto suya. La tomé el día de su graduación, hace
ocho años. Lleva un vestido de cóctel rojo, sostiene una botella de
champán a punto de explotar y se ríe de algo fuera de cámara. Fue una
de las últimas noches que pasamos las tres juntas antes de que se
trasladara a Sydney para su nuevo y elegante trabajo.
No hay duda de que Alex la encontrará atractiva. Olivia es preciosa.
Durante mucho tiempo, deseé tener unos rizos castaños como los
suyos, que rebotan en todas direcciones cuando camina, su piel
bronceada y sus cautivadores ojos felinos.
Quizá debería preguntarle a Olivia si puedo robarle las fotos para
poner a mi novio al tanto, pero hay catorce horas de diferencia horaria
entre nosotras y probablemente esté durmiendo. Además, Emma,
Olivia y yo somos amigas desde siempre. Sé que no le importará que
se lo cuente mañana. De hecho, si estuviera aquí, me animaría.
—Hazlo —digo con voz firme.
—Bien. ¿Qué tal esto? —Me enseña la pantalla de mi teléfono y echo
un vistazo a las palabras que ha escrito en la descripción de Nevaeh.
«Buscando diversión, sin compromiso serio. ¡Dame un toque si tú
también estás tomando un descanso de tu vida!»
—Sutil —comento con la mirada.
—No intentaba ser sutil.
Con una mirada punzante, golpeo con los dedos el borde de la mesa.
—¿Y ahora qué?
Emma se encoge de hombros.
—Ahora, añade algunas fotos más y empieza a deslizar hasta que
encuentres a tu novio de sofá.
Me bebo el resto de la sangría de un trago, con el estómago revuelto
mientras contemplo lo terrible que es esta idea. Suponiendo que
coincidamos, ¿cómo voy a enviarle mensajes a mi novio sin que se dé
cuenta de que soy yo? ¿Y cómo voy a flirtear con él sabiendo que es un
infiel y un mentiroso? Tal vez Emma debería hacerlo en su lugar.
—¿Cuánto tardaremos en encontrarlo? —pregunto, moviéndome
hacia la nevera para rellenarla—. ¿No hay como un millón de personas
en estas aplicaciones?
—Pondremos algunos filtros. Su edad exacta, y un pequeño radio
de kilómetros. No puedo garantizarlo, pero deberías encontrarlo.
Respiro hondo mientras vuelvo a sentarme.
—Además, nunca se sabe. Quizá tú también conozcas a alguien.
Escupo un ruido raro y agudo, y cuando Emma me saluda con una
ceja levantada, me burlo.
—Quieres decir que Nevaeh también encontrará a alguien.
Emma sacude la cabeza con una suave carcajada.
—Ah, claro. Bueno, tómatelo como una práctica. Si hay algo que te
guste aquí… —señala el teléfono y se encoge de hombros— puedes
volver como tú misma.
Pongo los ojos en blanco cuando termina de configurar el perfil y se
me aprieta el estómago cuando me devuelve el teléfono. Oficialmente,
soy una morena informal, divertida y sin compromisos.
Nevaeh.
SHANE:
¿Quieres salir ésta noche?
SHANE:
No, no me dejes en visto. Es peor que el rechazo real.
SHANE:
Maldita sea. ¡¿Doble visto?! ¡No tienes corazón!
NEVAEH:
No pensaba dejarte en visto. Estaba tratando de averiguar qué decir.
SHANE:
Oh, así que tienes corazón. ¿Ha habido suerte?
No, nada de suerte. Suerte sería que no supiera mi dirección, si
alguna vez decidiera visitarme. Suerte sería que Shane no volviera a
coincidir conmigo, y no estuviéramos teniendo esta conversación.
Suerte sería que Alex no me engañara después de una relación de cinco
años para empezar.
Cruzo las piernas en el centro de la cama, mirando el móvil, sin
saber qué decir. Me palpita todo el cuerpo y sé que tengo que contestar
con algo, pero no se me ocurre nada. Me ahorra la molestia y vuelve a
enviarme un mensaje.
SHANE:
¿Qué te traes entre manos?
NEVAEH:
Dormir.
SHANE:
Nunca consigo dormirme antes de las dos o las tres de la mañana.
Una sonrisa tuerce mis labios. Pero hay un problema. Quiero saber
más. Vuelvo a teclear y los dedos me tiemblan de adrenalina.
Reconozco el hormigueo en mi cuerpo, mis músculos se tensan como
si fuera a saltar al otro lado de la habitación.
NEVAEH:
¿Qué te estresa?
SHANE:
De momento, el no saber si me dejarás en visto y cuándo. Pero
normalmente, el trabajo. Mi familia loca.
NEVAEH:
Te prometo que yo no lo haré. No puedo tener tu ciclo de sueño en
mi conciencia.
SHANE:
Ya estoy mucho más relajado… Y aquí viene el primer bostezo.
NEVAEH:
¿Qué estás haciendo?
SHANE:
Estoy viendo una película antigua en el canal cinco. Casi ha
terminado, pero pronto empezará una buena.
SHANE:
¿Te la has puesto?
Con una risita, respondo que sí y pulso más botones hasta que la
guía de los canales aparece en la pantalla del televisor. Una vez que lo
hace, me quedo boquiabierta, con los ojos desorbitados. La siguiente
película es mi favorita. Un clásico. Volver al futuro. He visto a Marty y
Doc intentar no estropear la línea temporal cientos de veces. Cada vez
me pongo enferma, triste, celebrando algo y todo lo que ocurra entre
medias.
NEVAEH:
¿Bromeas? La próxima película no es solo buena. ¡Volver al Futuro
es la mejor película del universo!
SHANE:
Espera un minuto, Doc. ¿Me estás diciendo que construiste una
máquina del tiempo… a partir de un DeLorean?
«Soy increíble».
Chillo y me deslizo hacia abajo hasta apoyar la cabeza en la
almohada. Es estúpido y estoy exagerando, pero definitivamente voy
a ver esta película esta noche. Y es para celebrar que soy increíble.
SHANE:
¿La ves conmigo?
NEVAEH:
No puedo.
SHANE:
Marty, el futuro no está escrito. Se puede cambiar. Cualquiera
puede hacer de su futuro lo que quiera que sea.
SHANE:
Cinco minutos. Tiempo suficiente para hacer palomitas y ver VAF
conmigo.
NEVAEH:
¿Estás comiendo palomitas?
NEVAEH:
¿Me arrepentiré de abrir esta foto?
SHANE:
No, a menos que tengas antojo de postres.
SHANE:
¿Eres nueva en RadaR?
NEVAEH:
Sí. Nueva desde ayer.
SHANE:
Entonces debo decirte que recibo una notificación cada vez que abres
la foto.
SHANE:
Oh, vamos. Si hubiera sabido que te convertirías en un fantasma,
no habría dicho nada. ¿No tengo ningún crédito por ser honesto?
NEVAEH:
Estaba tratando de entender si fuiste a Yale.
#MejorSinVergüenzaQueSinShane
SHANE:
Ya quisieran. Yale apesta. Pero #NevaehrDiceNevaehr
¿Y bien? ¿Están listas tus palomitas?
NEVAEH:
Tengo antojo de brownies después de todo.
SHANE:
No, no, no. No me hagas esto. No puedes comer eso.
NEVAEH:
¿Por qué no puedo?
SHANE:
¡¿Brownies de caja?! El postre es un capricho. Si te das un capricho,
tienes que hacerlo bien.
NEVAEH:
No son tan malos. Están rellenos de trocitos de chocolate.
#ReclamandoLibertad #LosQueOdianVanAOdiar
SHANE:
Ugh. Te haré brownies de verdad, y nunca más te acercarás a esas
cosas. #NoHayGalletasDeChocolate #EnBrownies
NEVAEH:
Los tuyos tienen mucho mejor aspecto que los míos. Tendré que
conseguir la receta.
SHANE:
Esta es una de las mejores escenas. Y no sólo estoy cambiando de
tema, porque mis recetas morirán conmigo.
NEVAEH:
Guarda tus secretos entonces. Nunca adivinarás mi escena favorita.
SHANE:
Tú me cuentas la tuya y yo te cuento la mía.
NEVAEH:
Conocerás la mía solo si consigo la receta.
SHANE:
Tendrás la receta si me das tu número.
SHANE:
¿Es cuando crea el monopatín?
NEVAEH:
No. Cuando envíen a Einstein al futuro.
SHANE:
Maldita sea. Por supuesto. Es un clásico.
NEVAEH:
¿La tuya?
SHANE:
Cuando crea el rock 'n' roll. Estamos en deuda con él.
NEVAEH:
Lo siento. Me quedé dormida. Gracias por lo de anoche. Me divertí.
Eso es todo lo que le dije. Pero hasta que fiché, y justo después de
fichar, mi estómago estaba nervioso. Anoche fue tan divertido. Es un
buen mensajero, si eso es algo.
Me aprieto más la chaqueta, intentando desaparecer dentro de ella,
y luego miro por la ventanilla del coche. Ya casi estoy en casa y, una
vez allí, no sé cuánto tiempo tendré para contemplar la cara de Shane,
así que vuelvo a abrir las fotos y me ahogo en mi fantasía.
¿Cómo habría sido anoche si le hubiera dicho que sí a su proposición
de quedar? Habríamos comido brownies juntos y… bueno, quizá lo
habría visto como Dios lo trajo al mundo. Apuesto a que es lo que
mejor le queda.
—¿Quieres que baje el aire acondicionado?
Muevo la cabeza para mirar al conductor. El ruido de mis dientes
probablemente me delató.
—Si no es mucha molestia.
Pulsa unos botones en el salpicadero del coche. Cuando vuelvo a
mirar el teléfono, la pantalla está apagada y le doy un golpecito para
desbloquearlo. Hay un mensaje en RadaR.
Un mensaje de Shane.
—¡Mierda! —grito con voz sorprendida cuando el teléfono se me
escapa de las manos y cae a mis pies. Tras una mirada interrogativa
del conductor, sonrío disculpándome—. Lo siento, tengo un calambre
en la mano.
Tomo el móvil y miro la notificación de RadaR con los ojos muy
abiertos. El corazón se me acelera. Cuando no contestó a mi mensaje
esta mañana, no le di mucha importancia. Incluso me alegré. Me
facilitó las cosas. Pero ahora que lo ha hecho, tengo la misma sensación
de nerviosismo de anoche, que me hace cosquillas en cada centímetro
de la piel y me acelera el ritmo cardíaco.
SHANE:
Me lo imaginaba. Pero me dejaste en visto, así que me debes una.
#NevaehrRompeUnaPromesa
SHANE:
¿Puedes adivinar lo que voy a hacer esta noche?
NEVAEH:
¿Brownies?
SHANE:
No. No hay cacao.
NEVAEH:
¿Galletas de chocolate?
SHANE:
Ingredientes similares, lo reconozco. Pero, ¿para qué usaría los
plátanos?
¿Plátanos? Vuelvo a ver la foto y… maldita sea. Los plátanos se
esconden detrás de la harina.
NEVAEH:
¡Pan de plátano!
SHANE:
Cerca. Te enviaré una foto cuando esté hecho.
SHANE:
Ya está. Si tienes la versión empaquetada de esto, por favor abstente
de mostrármela.
NEVAEH:
Nada de postres de caja esta noche, lo prometo.
SHANE:
Estás fuera. Lo siento, vuelve a tu noche.
NEVAEH:
Estoy sola. Dando un paseo.
SHANE:
Me encanta esa zona de la ciudad. Si caminas por el canal y luego
giras a la derecha en la fuente de mármol con los caballos, hay un
bonito rincón escondido.
Mis cejas se levantan. ¿Lo dice en serio? Llevo años viviendo aquí.
Alex ha aparcado delante de esa fuente mil millones de veces. Pero,
¿qué hay a la derecha? No puedo recordarlo.
Por supuesto, voy andando. Salto, de verdad. Quiero ver cuál es ese
lugar secreto y, dos minutos después, estoy mirando la fuente cuando
mi teléfono vuelve a vibrar.
SHANE:
¿Ya estás allí?
SHANE:
Oh, mierda. Te caíste al canal, ¿no? Te daré cinco minutos, luego
llamaré a los bomberos. #911LlamadaDeEmergencia
Una sonrisa curva mis labios. Aquí no hay nadie. Estoy siendo
paranoica. Quizá esté en su sofá, disfrutando de una rebanada de pan
de plátano con pepitas de chocolate. Lo que me recuerda que tendré
que preguntarle cómo se mantiene en forma, y más vale que la
respuesta no sea: en el gimnasio, porque no necesito ese tipo de
negatividad en mi vida.
NEVAEH:
Es la pared trasera de un complejo de apartamentos.
#CulpaDeShane
SHANE:
¿Ves el graffiti de la chica?
En la pared hay una figura pintada con spray de una chica con un
vestido rosa. Lleva un paraguas amarillo en la mano y, al acercarme,
me fijo en la expresión de asombro de su rostro. Señala a su derecha,
pero no hay nada. La pared gira y… Hay un estrecho pasadizo entre
la pared y la barandilla del canal que recorre el lateral del edificio.
Bien, esto es un poco demasiado aventurero para mí. Quiero decir,
al menos mientras estoy sola y a estas horas de la noche. Apenas hay
espacio para pisar, y tendría que caminar de lado. Pero la curiosidad
me asalta. Quiero ver ese lugar del que habla. Y soy consciente de que
hay muchas posibilidades de que me esté mirando desde un balcón y
se esté partiendo de risa al verme casi caer al agua fría, pero doy el
primer paso.
Me deslizo a lo largo de la pared, colocando cuidadosamente cada
pisada en el suelo que parece más estable. Algunas partes están
cubiertas de piedras y barro, y casi resbalo dos veces, pero mantengo
las manos planas contra el muro de hormigón. Al cabo de un rato, se
acaba.
A la izquierda hay un arco. Entro en el pasadizo, más grande pero
igual de aterrador, y asomo la cabeza para ver un jardín con
apartamentos en cuatro plantas. Me doy la vuelta una y otra vez y
observo todos los detalles. Las paredes de ladrillo rojo y los tres
pasillos elevados sobre mi cabeza, que conducen a apartamentos
vacíos. Las malas hierbas cuelgan de la barandilla de hierro forjado y
se entrecruzan con flores silvestres de vivos colores. El pavimento de
piedra está plagado de grietas. La naturaleza se ha abierto paso,
reclamando lo que es suyo por derecho, con altos arbustos que salen
de él. Es de una belleza inquietante.
Debería estar más oscuro aquí, y cuando miro hacia arriba, me doy
cuenta de que hay un gran agujero justo en el centro del tejado, y la
luz de la luna brilla hacia abajo, coloreándolo todo con un tono pálido
y plateado.
Este lugar parece a punto de desmoronarse, como si el primer soplo
de viento fuera a derribarlo. Pero por algún milagro, se mantiene en
pie. Y es majestuoso. Ojalá pudiera comprarlo todo y pasarme el resto
de mi vida arreglándolo, limpiándolo hasta convertirlo en una
grandiosa mansión, como estoy segura que fue antes de que lo
convirtieran en apartamentos.
Todavía estoy boquiabierta y dando vueltas cuando vibra mi
teléfono.
SHANE:
¿Qué te parece?
NEVAEH:
Es precioso. No puedo creer que nunca supe que esto estaba aquí.
SHANE:
Muy poca gente lo sabe.
NEVAEH:
Gracias por mostrármelo. Necesitaba un lugar donde esconderme
esta noche.
SHANE:
¿Ves la columna blanca a la derecha de la entrada? Hay algo detrás
de ella.
Me acerco a la columna y me fijo en lo que hay escrito. Hay el
símbolo del comunismo, un montón de penes y algunas etiquetas que
no puedo leer. Camino a su alrededor, intentando leer todas las demás
marcas que la gente ha dejado a lo largo de los años, cuando mi pie
golpea una caja roja de metal, no más grande que un teléfono móvil.
No debería tocarla, no sin al menos cinco pares de guantes, pero
sabiendo que eso es lo que Shane quiere que vea, levanto la tapa.
—¿Pero qué…?
Hay un llavero. No, es una llave dorada y pesada, sujeta a un llavero
blanco que se ha vuelto gris por el polvo y la suciedad. Tomo mi
teléfono y tecleo.
NEVAEH:
¿Qué abre?
SHANE:
Bueno, una puerta. ¡Vaya!
SHANE:
La puerta detrás de ti. #GranNombreParaUnaPelículaDeHorror
Tal como dijo, hay una puerta verde en la pared opuesta en la que
no me había fijado antes. Debe de ser la entrada a este lugar porque es
imposible que la gente tuviera que entrar como yo cuando estaba
habitado. Sin embargo, ¿dónde diablos encontró la llave?
NEVAEH:
¿Es tuya?
SHANE:
Es tuya si la quieres. En caso de que necesites esconderte de nuevo.
Tengo una copia.
Se me caen los hombros. ¿Quiere que tome la llave que abre la
puerta de su lugar secreto? Es evidente que este lugar significa mucho
para él. Claro que podría venir aquí sin ella, como he hecho esta noche,
pero el hecho de que quiera facilitarme las cosas me alegra el corazón.
Básicamente soy una extraña, y aun así comparte esto conmigo. ¿Es
por la conexión que hay entre nosotros, o es porqué dije que necesitaba
esconderme? No sé qué me complacería más.
Ojalá pudiera hacerle un millón de preguntas. Sobre dónde
consiguió la llave y por qué este lugar estaba abandonado. Sobre todo,
quiero saber por qué quiere que yo la tenga, pero no pregunto, porque
la quiero. Siento como si tuviera un trozo de él, y además es precioso.
NEVAEH:
¿Seguro?
SHANE:
Sí. Es un sitio bonito, y no debería ser el único que lo disfrutara.
NEVAEH:
De acuerdo. Lo tomaré.
SHANE:
Bien. Puedes usarlo para salir. Una vez, al entrar, terminé cayendo
a unos centímetros del canal.
—Shane… —susurro.
Sus cejas se crispan un segundo mientras Marina se burla detrás de
mí. Noto cómo su mirada me quema el cráneo, pero no podría dejar
de mirarlo aunque lo intentara.
Está apoyado en la ventana frente a mí, tan guapo que duele, pero
ni siquiera puedo disfrutar de eso, porque es mi jefe durante las
próximas seis semanas. Es el Sr. Imbécil.
—Quiero decir, yo… —Mierda. Tengo que recuperarme, acabo de
decir su nombre de pila—. Señor imbécil —continúo, para mi horror.
Me limpio la frente sudorosa con el dorso de la mano y vuelvo a
intentarlo—. Señor… Hassholm, encantada de conocerlo.
Oh, Dios.
Su cara apenas se mueve, como si no le impresionara en absoluto mi
despliegue de torpezas e insultos.
—Bien hecho, Cuarto Piso.
Con un bufido, Marina se da la vuelta y sale del despacho.
Se me seca la garganta y no puedo dejar de mirar, aunque sé que
debería hacerlo. Debería bajar la mirada porque probablemente él
pueda ver que mi cara ya no está sonrojada, es rojo tomate, rojo sangre.
El tipo de rojo «que la tierra se abra y me trague ahora mismo».
Sus cejas se fruncen.
—¿Quién es usted?
—Yo… yo soy la nueva directora del proyecto para el Devòn…
—Correcto. De las campañas web.
Asiento con la cabeza.
No parece muy contento; de hecho, parece que se ha tenido que
conformar conmigo. Y no hay ni rastro del hombre con el que pasé la
noche charlando. ¿Dónde está su ingenio? Por mensaje, me llamó
impresionante. Bueno, llamó a Nevaeh impresionante. No parece que
sienta lo mismo por mí en este momento.
—¿Has leído todo el material?
Trago saliva. No todo, pero presiento que no le gustará esa
respuesta.
—Me he desplazado…
—¿Cuándo podemos empezar? ¿Cuánto tiempo necesitas?
Mi cabeza se echa hacia atrás. ¿Por qué sigue interrumpiéndome? Si
no le interesa la respuesta, mejor que no haga la pregunta.
—Me llevará un par de días, creo. Sin embargo…
—Bien. Pídele a Marina que te presente al equipo. Ellos despejarán
todas las dudas. —Se sienta en su escritorio, concentrado en la pantalla
de su ordenador. Cuando no me muevo, suspira—. ¿Hay algo más?
—Sí. Las invitaciones deberían haberse enviado hace un mes, pero
aún no han sido seleccionadas.
Sus ojos se dirigen a su reloj negro mate.
—Soy consciente.
—Deberíamos empezar con eso. Además, los lugares que he visto…
—Empieza con lo que creas que es mejor.
El corazón me palpita en los oídos, los músculos del cuello se me
agarrotan. Le ruego a mis labios que se cierren, a mi lengua que se
quede quieta, pero las palabras salen a toda prisa.
—Perdona, no había terminado de hablar.
Sus ojos se dirigen a mi cara y me sorprende no explotar en el acto.
Su mirada podría congelar el sol.
Se estira hacia atrás y respira hondo.
—En este piso, hacemos las cosas un poco diferente a lo que estás
acostumbrada. No somos… —abre las manos—, artistas.
«Artistas». ¿Por qué suena como un insulto? Nosotros tampoco
somos artistas, aunque no tiene nada de malo. Claro, nos dedicamos
sobre todo al diseño, a la edición de vídeo y al trabajo gráfico, pero
difícilmente estamos dibujando figuras de palo con lápices de colores,
que es como suena la palabra artistas en sus hermosos y sonrosados
labios.
Cruzo los brazos con el ceño fruncido.
—Bueno, en la cuarta planta creemos en la contribución de los
demás. Parece que tú me necesitas a mí, no al revés. Estoy más que
feliz de volver a mi piso de artistas, si eso es lo que quieres. O puedes
dejarme hablar.
Se queda inmóvil unos segundos y en el brillo de sus ojos se
vislumbra el hombre que he conocido en Internet.
—¿Tu nombre?
Oh, mierda. ¿Y si conecta los puntos? ¿Por qué dejé que Emma me
convenciera de hacer algo poético?
Cuando dudo, sus cejas se levantan.
—¿Se te olvidó?
—Me llamo Heaven.
—Heaven.
—Sí, Heaven.
Entrecierra los ojos como si estuviera pensando en algo y el sudor
me llega hasta el trasero. Tras el silencio más largo de su vida, agita la
mano izquierda.
—Habla.
Me tomo un momento para respirar y, al notar cómo exhala, fuerzo
las palabras.
—Tres de los lugares no son adecuados para el evento. Te explicaría
las razones, pero estoy segura de que la mitad de mi frase acabaría
interrumpiendo el principio de la tuya.
Sus labios se curvan un instante. Aún tengo un nudo en la garganta,
pero parece que disfruta con mis réplicas y eso hace que se me infle el
pecho de orgullo.
—¿Qué tal si me envías un correo electrónico al respecto? No puedo
interrumpir un mensaje escrito. —Cuando asiento, él también lo
hace—. ¿Algo más? —pregunta.
—No. Tendré un informe completo para ti en cuanto haya revisado
el resto de los materiales.
—Genial —dice, sin dejar de mirarme con sus ojos oscuros y
encapuchados.
Es tan inquietante verlo moverse. Durante días, he estado mirando
fotos de él y ahora está delante de mí. Es horrible, es cierto. Pero sus
ojos son aún más magnéticos de lo que parecen en las fotos, y su pelo
parece más suave que la lana.
Cuando entrecierra los ojos, sé que se pregunta por qué no me he
ido todavía. Así que me doy la vuelta y me alejo, con la garganta
ardiendo por el enfado y unas cuantas palabrotas no dichas.
Shane Hassholm
Director de Eventos de IMP
Hum. Añadió mi nombre. Nunca había hecho eso antes. Sería una
horrible pérdida de tiempo, que en este piso es un pecado capital.
¿Está haciendo un esfuerzo? Si es así, ¿por qué?
Suspiro y paso al siguiente correo cuando recibo un mensaje.
EMMA:
¿Ya viste al Sr. Imbécil hoy? Vino al Departamento de Ventas hace
media hora y casi me doy contra la pared.
HEAVEN:
No. Pero si nos viéramos, lo olvidaría.
EMMA:
Concéntrate en el verdadero enemigo. Y si Shane te olvida de nuevo,
flashéalo. Tienes unas tetas gloriosas.
HEAVEN:
Tetas que por el momento pertenecen a otro hombre. Sigo sin
coincidir con Alex. ¿Quizás dejó la aplicación? Em, ¿estoy
cometiendo un gran error?
EMMA:
Puede que sí. O tal vez no. Flashea al Sr. Imbécil.
Cierro la puerta del piso de una patada e inhalo el olor del difusor
de aroma a brisa marina que compré la semana pasada. Estoy agotada.
No solo Shane y yo hemos caminado mucho hoy, lo que con mis
tacones no ha sido muy agradable, sino que estar cerca de él me pone
tensa. Es difícil de explicar. Me hace sentir segura y cómoda, como una
canción conocida o una película reconfortante. Sin embargo, me
tiemblan las rodillas cada vez que me sonríe.
Coloco los zapatos ordenadamente al lado de los otros tacones que
suelo llevar para trabajar, los que están permanentemente manchados
con mi sangre en la parte interior, luego entro en el cuarto de baño y
me lavo la cara. Hay algo que he estado evitando todo el día, pero ya
no puedo ignorarlo. Mi teléfono. O más bien, las dos personas que
enviaron mensajes de texto a Nevaeh. Shane y Alex. No revisé ninguno
de los dos mensajes de camino a casa porque Shane me trajo hasta
aquí, porque después de que terminamos con la tercera ubicación, ya
había pasado la hora de la oficina.
Al menos siento que sé cuál ubicación debemos elegir. Todavía me
gustaría que Corinne hubiera venido, porque, como era de esperar,
cuando le pregunté a Shane su opinión, dijo que confiaba en mi juicio.
Sí, claro. El hombre es aún más fanático del control que yo. Y estoy
bastante segura de que solo hay una respuesta correcta en su mente, y
me está poniendo a prueba.
Tomo el desmaquillante y me froto la cara.
—No te oí volver.
La botellita de plástico sale volando de mis manos y mi corazón da
un vuelco.
—¡Dios! Me has asustado —le digo a Alex, que sonríe
perezosamente.
—¿Cómo estás? —Se acerca y me besa los labios.
Hace una semana que no lo veía, y estoy tan conmocionada por el
repentino gesto cariñoso que pierdo temporalmente la capacidad de
hablar.
—Estoy bien —digo finalmente—. ¿Qué tal el viaje?
Se encoge de hombros.
—Estuvo bien. Trabajo.
Agarro la botella rosa que yace de lado encima de la alfombra.
—Bien.
—¿Qué hay para cenar?
Hago un mohín mientras me vuelvo hacia el espejo. Por supuesto
que es lo primero que me dice. Porque para eso estoy aquí. Para hacer
mamadas, limpiar y cocinar.
—¿Puedes traer una pizza? Estoy agotada.
Cuando asiente y sale del baño, me miro al espejo. Estoy tan tensa
que me tiemblan las manos. Tomo el móvil, grito que me voy a duchar
y cierro la puerta tras de mí con un renovado propósito. Tengo que ver
lo que le ha dicho a Nevaeh.
Compruebo mis notificaciones y me quedo helada. Como imaginé
durante el trayecto en coche, Alex ha coincidido conmigo y me ha
enviado un mensaje. Sin embargo, lo que me hace entrecerrar los ojos
es que los últimos mensajes que me ha enviado son fotos.
Cada latido de mi corazón es más doloroso, pero abro la
conversación y veo el punto verde junto a su nombre. Con un grito
ahogado, me llevo una mano a la boca y dejo caer el teléfono sobre la
lavadora.
Está en línea ahora mismo, cuando debería estar pidiendo su pizza.
Mientras yo estoy en el baño, a una pared de distancia de él.
Tardo un par de minutos en recuperarme de las náuseas que me
oprimen el vientre, pero cuando lo hago, mi corazón sigue a mil por
hora.
Las fotos. No, no puede ser… no es lo que estoy pensando. Alex es
un montón de basura humana, y no tenía ni idea hasta hace una
semana. Pero es imposible que sea ese tipo de hombre. No. Sin
embargo, no puedo encontrar otra explicación. Tienen que ser
desnudos, o fotos de pollas, o alguna otra horripilante sorpresa.
Suspiro y tomo el móvil: solo hay una forma de saberlo. Abro de
nuevo la conversación y me desplazo hacia arriba.
«Hola», dice el primer mensaje. «¿Quieres ver lo duro que me han
puesto tus fotos?» dice el segundo. Y luego, fotos.
Es ese tipo de hombre.
Probablemente no debería sentirme tan violada como me siento. Es
mi novio quien me envía fotos de sus genitales. Debería abrirlas, hacer
capturas de pantalla y guardarlas en mi teléfono para amenazarlo más
tarde. Pero las lágrimas manchan mis mejillas en un instante. No sé si
es por las fotos, porque él está en línea o porque todo se ha vuelto real,
pero entro en la ducha y lloro hasta que se me enmohecen los dedos.
SHANE:
No me gusta tanto ahora que sé que fue un regalo de despedida.
SHANE:
Te deben gustar otras películas.
NEVAEH:
Lo juro. Pero este es mi favorito. #MartyyDoc4E
SHANE:
¿En qué minuto estás? #NocheDePelícula
SHANE:
Bien, dame un minuto.
SHANE:
¿Preparada?
NEVAEH:
Largo e interesante. ¿Qué tal el tuyo?
SHANE:
Bien. Incluso mejor ahora que Marty está a punto de salvar el
presente tal y como lo conocemos.
Ahora que hemos pasado algún tiempo juntos, sé que sus ojos son
probablemente dos finas líneas en su cara. Todavía me lo imagino con
el traje azul que lleva en su primera foto de perfil, sentado en su sofá
de cuero y mirando atentamente su teléfono.
NEVAEH:
Tu perfil dice que no buscas nada serio. Pero me sigues mandando
mensajes y nunca me pides quedar.
SHANE:
Podría decir lo mismo de ti.
Y antes de que me indiques que soy yo quien siempre te manda
mensajes, déjame recordarte el hecho de que has contestado.
Y antes de que me señales que me has ignorado varias veces,
permíteme recordarte el hecho de que en algún momento siempre
has contestado.
Me hormiguean las mejillas mientras me muerdo los labios. Estos
textos no pueden sentar tan bien. No son para mí, no realmente. Pero,
chico, me calientan como una chimenea.
NEVAEH:
Supongo que podrías decir lo mismo de mí. ¿Qué tal si me das tus
razones y yo te doy las mías?
SHANE:
Tu propuesta parece razonable.
NEVAEH:
Trato hecho.
SHANE:
Las damas primero.
NEVAEH:
No me hagas sacar los brownies de caja. #NadaQuePerder
SHANE:
Bien. Tú ganas. Y eres una bruja.
NEVAEH:
Sí. Tiene mucho sentido.
SHANE:
Ahora te toca a ti.
NEVAEH:
Cada vez que nos mandamos mensajes, es como leer un libro y
pensar: «Mierda, qué bueno es este capítulo».
Dices que el postre es un capricho. Supongo que tú eres mi capricho,
y me estoy dando el gusto.
SHANE:
Soy tu postre. Lo tengo. #ReciénSalidoDelHorno
Tic, tac.
Shane Hassholm
Director de Eventos de IMP
ALEX:
Ahora tú.
Eso es todo lo que dice su texto. «Ahora tú». Como que es mi turno
de enviar fotos de mis genitales. En serio, esperarías que alguien se
molestara en escribir una frase entera cuando le pide desnudos a una
extraña.
Me clavo las uñas en la palma de la mano izquierda mientras resisto
la tentación de llamar a su madre y contarle lo que ha estado haciendo
su precioso hijo. Abro el chat apresuradamente, con el cerebro
aturdido por la furia, y escribo que no le enviaré nada de eso y que,
francamente, podría haber prescindido de sus fotos de pollas. Pero en
lugar de enviarlo, borro el mensaje.
Y escribo algo mucho peor.
NEVAEH:
No te enviaré ningún desnudo. Quedemos y te lo enseño todo.
Cierro los ojos y me paso las manos por la cara mientras me invade
una oleada de náuseas. Oficialmente, he perdido la cabeza.
Sé que esta es la razón por la que he hecho todo esto para empezar.
Para sorprenderlo con las manos en la masa y enseñarle lo que se
siente cuando te la juegan. Que alguien pisotee tu confianza, que te
traicione la persona con la que más contabas. Pero no debía hacerlo
ahora. Debía esperar a que me subieran el sueldo y poder echarlo a
patadas. ¿En serio no he sobrevivido a las dos primeras semanas?
Mientras miro fijamente el teléfono, aparecen los tres puntos.
Oficialmente le estoy haciendo catfishing a mi novio.
1 Alubia de rama
—En realidad, ayer pasamos todo el día juntos. Y tenemos una
especie de apuesta en marcha.
—¡¿Estás de broma?! ¿Por qué no empezaste con eso? —pregunta,
dejando que el rollo de salmón vuele por el suelo—. ¡Cuéntamelo todo!
Shane Hassholm
Director de Eventos de IMP
Srta. Wilson
Heaven Wilson, Gestora de proyectos junior en IMP
Tuyo de verdad,
Sr. Imbécil
Shane Hassholm
Director de Eventos de IMP
Salimos del coche, y estoy agitada, quizá porque esta cena me está
poniendo nerviosa, pero probablemente por lo que Shane dijo
mientras conducíamos. Que soy «especial».
—¿Lista? —pregunta, uniéndose a mi lado.
—Supongo. —Me aliso el vestido y tiro un poco de él hacia abajo,
pero me aprieta la piel y no consigo ningún resultado tangible.
Su mirada es tierna.
—No puedes estar tan nerviosa.
—¿Es tan obvio?
—Sí, estás casi temblando. ¿Cuál es el problema?
Me trago el nudo que tengo en la garganta. Supongo que nunca le
he mostrado esta faceta mía. En el trabajo, soy mucho más segura de
mí misma. Pero por mucho que intento convencer a mi cerebro de que
esta noche es un evento de trabajo, no lo consigo.
—Me siento como un fraude. ¿Y si me hacen preguntas que no sé
responder? No soy organizadora de eventos, nunca he hecho esto
antes. —Mi cabeza tiembla a diestro y siniestro—. No sé nada de
moda. No sé quiénes son estas personas. Diré algo equivocado, y todos
se reirán, y te avergonzaré a ti y a la empresa y…
—Guau, guau, guau. —Shane me agarra de los hombros—. Respira,
Heaven.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Y no ayuda precisamente que me
esté tocando, sus manos firmes y cálidas sobre mi piel.
—Hay tantas cosas que pueden salir mal. ¿Qué pasa si es demasiado
difícil para mí?
Resopla, como si un pensamiento tan ridículo no mereciera
atención.
—No es cierto. Lo estás manejando todo como una profesional.
Mucho mejor que cualquier otro organizador de eventos con el que
haya trabajado. No sé si es porque eres tan simpática y la gente no
puede decirte que no, o porque eres la mejor multitarea del mundo.
Pero este evento será un éxito gracias a ti.
Me encojo de hombros sin convicción. Sé que está intentando
calmarme, así que no le digo que está trabajando el doble que yo y que
mi trabajo de coordinación no valdría ni medio céntimo si no fuera por
todas las personas de talento que participarán en el evento.
—Oye. ¿Por qué no vamos paso a paso? —Su pulgar me acaricia los
brazos por debajo de los hombros—. Esta noche, se trata de probar
comida pretenciosa e impresionar a algunos clientes.
—No sé cómo impresionar a los clientes —protesto.
—No necesitas hacer nada. Ya eres impresionante.
Lo miro a los ojos. Es el segundo cumplido que me hace esta noche
y siento que debería corresponderle. Decirle que es mucho más
impresionante que yo. Que tenerlo cerca es mágico, como si me
hubiera tocado la lotería. O que me encantan sus postres. Cómo me
gustaría no poder comer otra cosa que los deliciosos pasteles que
prepara para mí. Desde que pruebo sus postres, todos los pasteles de
caja que como me saben amargos.
Pero me pierdo en el interminable marrón de sus iris y, mientras lo
hago, no puedo juntar dos palabras. En cambio, sueño con él
inclinando la cabeza hacia delante. Con sus labios rozando los míos y
su barba rasposa rozando mi piel. Casi me convenzo de que lo hará
cuando seguimos mirándonos en silencio y sus manos siguen
apretándome los brazos.
—Lo harás muy bien.
Sus manos se retiran, y la falta de su cálida piel sobre la mía casi me
deja helada, pero me fuerzo a levantar la comisura de los labios. Es
cierto que no me ha besado, pero ha intentado hacerme sentir mejor.
Sigue pensando que soy impresionante.
Camina, pero lo tomo del brazo.
—Espera.
—¿Sí?
—¿Y si preguntan por el lugar? Nunca me dijiste lo que pensabas de
mi elección.
Sonríe.
—No importa lo que yo piense.
Seguramente importa más que lo que yo piense. Mientras se aleja,
me apresuro a su lado.
—Entonces, ¿a cuál les vas a enviar?
—Ya les he enviado mi recomendación.
—¿Lo hiciste? —jadeo—. ¿Cuál es?
Alarga la mano hacia la puerta del restaurante y luego inclina la
cabeza hacia ella.
—Vamos a averiguarlo.
Caminamos hacia una larga mesa: hay diez, quizá quince personas
sentadas a su alrededor. Casi me dan ganas de darme la vuelta e irme
porque noto que todos me miran, aunque probablemente no lo hagan.
Y puede que Shane sea adivino, porque en cuanto se me pasa por la
cabeza esa idea, su mano me agarra del codo y seguimos avanzando.
—¡Shane, jefe! —Una mujer rubia, de mediana edad y
absolutamente preciosa se acerca a nosotros y besa las dos mejillas de
Shane—. ¿Cómo estás? ¿Cómo va todo?
Sonríe y casi puedo ver cómo aumenta su carisma, como si llevara
puesta su máscara de cliente. Apuesto que si tuviera la mitad de su
experiencia en esto, yo también tendría una, pero nunca trato con
clientes y soy como un pez fuera del agua.
—A mí me va muy bien. ¿Y a ti? —responde.
Sus ojos se desvían hacia mí.
—Oh, no sabía que tu mujer se uniría a nosotros. Encantada de
conocerte. —Me ofrece la mano para estrechármela mientras mis
mejillas enrojecen.
—No, no. Ella no es… —Shane intenta recuperarse rápidamente de
la evidente conmoción escrita en su cara—. Ella es la directora del
proyecto a cargo del evento. No es mi… —Se vuelve hacia mí—. No.
No estoy casado. No.
Caramba. ¿He contado cinco noes? Trato de no dejarme llevar por
el hecho de que parece horrorizado por la idea y sonrío, aunque le
lanzo una mirada asesina. Esta noche tiene que mantener la
compostura por mí.
—Encantada de conocerte. Heaven Wilson.
—Soy Therese —responde ella, sin dejar de lanzar divertidas
miradas a Shane—. ¿Has dicho Heaven?
—Sí, Heaven. Como… —Señalo con el dedo hacia arriba.
Se lleva una mano al pecho y se ríe.
—Oh, vaya. Es un nombre particular.
—No me había dado cuenta —digo con una sonrisa juguetona.
Me toma del brazo y me arrastra hasta la mesa.
—¡Es divertida, Shane! Mejor que esa cosita asustada con la que
trabajaste el año pasado. —Enfoca su mirada cortante en mí—. Ven,
vamos a presentarte a la tripulación.
Nos dirigimos hacia el resto de la gente, y hay una rápida
presentación general y un montón de apretones de manos que me
dejan aturdida. Espero no tener que recordar los nombres de estas
personas, sobre todo porque, aparte de Therese, todos son hombres
blancos de edad avanzada con el pelo hacia atrás en diferentes tonos
de gris.
Una vez sentados uno al lado del otro, Shane vuelve a ser
impenetrable y mantiene el interés de todos mientras explica los
progresos que estamos haciendo con el evento. Las palabras salen con
confianza de sus labios y yo me quedo mirando con asombro hasta que
los camareros nos traen una selección de vinos.
Pinot, Verdicchio, vino de Oporto… Parece que están todos. Los he
elegido, junto con el sumiller del restaurante, basándome en el
maridaje, el sabor afrutado, las notas y matices, y un montón de otras
cosas de las que no entiendo casi nada.
Cuando aparecen los primeros comentarios, hay consenso en que
todos los vinos son increíbles. Todos rellenamos los formularios de
preferencias que he preparado de antemano y se los entregamos al
proveedor. Me ayudarán a decidir qué platos se incluirán en el menú
final y cuáles no.
Me mantengo en silencio, sorbiendo vino blanco y escuchando las
conversaciones que tienen lugar a mi alrededor. Aunque recibo
algunas miradas de los hombres sentados a la mesa, nadie interactúa
conmigo, así que me relajo. Parece que esta noche le toca a Shane
salvarme el trasero.
Los camareros se mueven alrededor de la mesa en perfecta sincronía
y colocan platos con varios aperitivos delante de cada uno de nosotros,
mientras uno de ellos nos explica lo que vamos a comer. Yo también
conozco cada uno de estos aperitivos de aspecto extraño, incluso
podría recitar sus ingredientes. Tuve que incluirlo todo en una carpeta
y luego cotejarlo con las listas de invitados y sus alergias o
restricciones alimentarias.
—¿Preguntas? —pregunta el camarero, pero todos parecen
embelesados con los aperitivos, así que Shane sacude la cabeza con un
«Gracias».
Nos atrincheramos. O mejor dicho, yo lo hago. Mi opinión, esta
noche, no importa, y disfruto de los sabores agridulces combinándose
sobre mis papilas gustativas mientras asimilo los comentarios de los
clientes.
—¿Cuáles son veganos? —le pregunta un hombre calvo al otro
extremo de la mesa a Shane, que mira la comida desviando la mirada
de un lado a otro. No se acuerda.
Me aclaro la garganta y señalo cada uno de los aperitivos veganos.
—Champiñones rellenos salados con salchicha vegana, rollitos de
primavera de pepino, fatayer3 de espinacas y baba ganoush4 vegano.
Cuando todos me miran fijamente, Shane sonríe.
—Cierto. Heaven se ha ocupado personalmente de cada uno de los
aspectos del evento durante las dos últimas semanas.
Therese jadea, sus labios carnosos se doblan hacia arriba.
—Oh, ¿así que todas las encantadoras mejoras de los últimos días
son obra tuya?
Sacudo la cabeza, porque no es así. No soy humilde con mi trabajo,
y cuando merezco elogios, los acepto, pero esto ha sido un trabajo de
equipo.
Shane habla antes de que yo tenga la oportunidad de hacerlo.
—Sí. Nuestro anterior director tuvo que ocuparse de una situación
personal y trasladaron a Heaven de otro proyecto para que nos
ayudara.
ALEX:
¿Cuándo puedo ver tu coño?
Heaven Wilson
Gestora de proyectos junior en IMP
No quiere contestar. Está furioso, y tiene todo el derecho a estarlo.
Excepto que no me dejó explicarle, y una vez que lo haga, todo será
mucho, mucho mejor. Al menos, eso espero.
Cuando termino de trabajar y no hay nada más que hacer, limpio.
El mármol blanco de la cocina y los suelos de madera blanca del salón
acumulan polvo con bastante rapidez, y se nota lo suficiente como
para que pase la aspiradora cada dos días.
Cuando ha pasado la mitad de la tarde, Alex sigue fuera, Shane aún
no ha contestado y yo no tengo ningún trabajo extra en el que
concentrarme. El apartamento está limpio, y me pregunto si debería ir
a la plaza, junto a la fuente de los caballos. Tal vez me tropiece de
nuevo con Shane.
Cuando el ruido en mi cerebro se vuelve tan fuerte que apenas
puedo seguir pensando, tomo mi teléfono y abro RadaR. Mis ojos se
posan en un icono redondo verde junto al nombre de Shane, y casi se
me parte el corazón. Siento como si alguien me hubiera dado una
patada en el estómago, magullándome las costillas, y ahora cada
respiración me escuece.
No me habla, pero está en línea.
Eso nunca ha pasado antes, y lo he comprobado muchas veces.
Obviamente está hablando con otras chicas. ¿Lo que pasó ayer tiene
algo que ver con esto?
No puedo contenerme. Abro nuestro chat y escribo.
NEVAEH:
Hola. ¿Cómo va tu fin de semana?
SHANE:
¡Vaya! Un mensaje no instigado de la única Nevaeh. Me siento
halagado.
NEVAEH:
Podrías haber dicho: «Mi fin de semana es maravilloso #Bendecido
como todo el mundo.
SHANE:
Mi fin de semana es maravilloso #Bendecido #LaVidaEsUna. ¿Qué
tal el tuyo?
NEVAEH:
Un poco aburrido, debo decir.
SHANE:
¿Otra maratón?
NEVAEH:
Tus películas favoritas esta vez.
SHANE:
Claro. La trilogía de El Señor de los Anillos. #Casémonos
NEVAEH:
¿Hablas en serio?
Estoy medio convencida de que lo dice por decir. Es una apuesta
segura para impresionarme: sabe que me gustan las películas de
ciencia ficción y fantasía porque hemos hablado de ello largo y
tendido.
SHANE:
Como un ataque al corazón. Puedo citar primera y segunda a la
letra.
NEVAEH:
La tercera apesta. #SméagolMerecíaAlgoMejor
SHANE:
¿He mencionado ya lo increíble que eres?
SHANE:
Si lo piensas, es una locura lo buena que es esta película. Cuando se
estrenó, yo tenía nueve años.
NEVAEH:
Tienes razón. El próximo maratón de cine, veremos la trilogía de
Matrix.
SHANE:
Claro. ¿Entonces me toca elegir a mí? Yo digo
#LosHombresDeNegro
SHANE:
Mentí antes. Mi fin de semana apestó. Me alegro de que aparecieras.
NEVAEH:
Lo siento. Me alegro de haber podido ayudar.
Espero que me diga que pensaba que había una chica a la que le
gustaba, pero que se ha enterado de que tiene pareja, y ya me estoy
acobardando. ¿Cómo voy a responder a algo así? No quiero
manipularlo, engañarlo. Quiero que me dé una oportunidad porque
yo lo convencí, no porque Nevaeh lo hizo.
SHANE:
No vale la pena pensar en ello.
SHANE:
Dime algo que nunca le dirías a una cita.
SHANE:
¿Demasiado poco convencional?
NEVAEH:
No. Es más difícil de lo que parece. Estoy pensando.
SHANE:
Cuando estaba en el instituto, me acosté con dos mejores amigas.
Rompió su amistad, y todavía hoy me arrepiento.
Con risitas que brotan de mis labios, espero el siguiente texto que
está tecleando.
NEVAEH:
Cuando tenía catorce años, robé un pintalabios en el centro
comercial. Mi amiga y yo lo hicimos, simplemente por diversión.
SHANE:
No estoy seguro de estar cómodo charlando con una criminal,
Nevaeh…
NEVAEH:
¡No estoy segura de sentirme cómoda charlando con un
rompeamistades, sin vergüenza!
SHANE:
Me parece justo. Mi turno.
SHANE:
La mayoría de la gente con la que trabajo me odia. Me llaman Señor
Imbécil. #TienenRazón
Tras echar un vistazo a mi pantalla, jadeo. Es la primera vez que las
vidas del Sr. Imbécil y Shane se cruzan, y eso hace que se me apriete el
pecho.
Ojalá pudiera decirle que no lo odian. Le temen, pero también saben
que es muy bueno en lo que hace. Si dejara de ladrar órdenes y se
esforzara de verdad, sus empleados le querrían al cien por cien. Pero
supongo que es mi turno, así que me centro en la televisión y elijo una
información autodespreciativa para compartir con él.
NEVAEH:
Hace años que no soy feliz.
SHANE:
¿Por qué no?
Chasqueo la lengua.
NEVAEH:
Puede que tenga que comprobar las reglas de este juego…
SHANE:
Las encontraré mientras escribes la respuesta. Están en uno de estos
cajones, no llevará más de un minuto.
NEVAEH:
Porque me conformé. Decidí que lo que tenía era suficiente y no
busqué nada mejor. Resultó que no era suficiente.
SHANE:
Mi padre era una mierda con mi madre, y tenemos una relación
horrible. Apenas soporto verlo, así que… nada de cenas familiares
para mí, me temo.
NEVAEH:
¿Siguen juntos?
SHANE:
Sí. Ella nunca lo dejó, que es parte de la razón por la que las cosas
están tensas. Si hubieran roto cuando su amor se extinguió,
probablemente tendríamos una relación diferente.
SHANE:
Esto ha tomado un giro bastante depresivo. Déjame arreglarlo. Una
vez, mi madre tuvo que recogerme y llevarme a casa desde la escuela
primaria porque me ensucié encima. Me hizo tumbarme boca arriba
para no ensuciar los asientos del coche. #SrPantalonesSucios
NEVAEH:
Una vez estaba visitando a mi abuela en verano, y me emborraché
tanto que vomité sobre ella mientras dormía. Y ella no se despertó.
#VomitoSinFin #ElExorcistaSaleDeMi
SHANE:
Maldición. Y yo que pensaba que mi historia de la caca era
insuperable.
SHANE:
Hola Nevaeh. Hace tiempo que no hablamos, el trabajo me tiene
ocupado. No estoy seguro de lo que estoy haciendo o si este mensaje
tiene sentido, teniendo en cuenta que no nos conocemos. Pero
tampoco quiero dejarte sin palabras. Creo que es justo decir que
compartimos una conexión, aunque no llevó a nada romántico. Así
que quería que supieras que voy a borrar esta cuenta. Conocí a
alguien, y si fuera cualquier otra situación, me encantaría seguir
siendo amigos. Pero supongo que no sería fácil explicar mi amistad
con una chica misteriosa de una aplicación para ligar. Siento que
nunca pudiéramos ver Matrix juntos. Para compensarte, esta es mi
frase favorita. «¿Alguna vez has tenido esa sensación de no estar
seguro de si estás despierto o soñando?» Shane
—No creo que pueda ir más lejos —dice el taxista mientras echa un
vistazo a la multitud que tiene delante.
—No, aquí está perfecto. —Me fuerzo a sonreír mientras pago y
salgo del coche. Cuando veo el entorno, se me revuelve el estómago.
Gente guapísima, todos más altos y más delgados que yo, se pasean
con trajes y vestidos caros y exuberantes. La alfombra roja está
rodeada de fotógrafos y periodistas a ambos lados, y la villa que hay
detrás tiene un aspecto magnífico. La última vez que estuve aquí era
de día, y ahora la decadente fachada beige se ilumina con haces de luz
que apuntan al cielo. Es impresionante, lo que no ayuda a la presión
que ya siento en el pecho.
Cuando suena el teléfono dentro de mi bolso, lo saco y suspiro.
Emma.
No hemos hablado desde su confesión de ayer, aunque me ha
llamado unas cincuenta veces. También me ha enviado cientos de
mensajes de texto, y Olivia me ha rogado que ponga fin al tortuoso
tratamiento del silencio. Es ridículo, pero también es el mayor tiempo
que he pasado sin hablar con Emma desde que nos conocimos, y con
lo que pasó con Shane y lo que estoy a punto de hacer… Me vendría
bien una amiga.
Tapándome la oreja izquierda contra el ruido, me acerco el teléfono
a la izquierda.
—¿Hola?
—¡H! Oh… yolosientosoyunahorribleperso…
Arrugo la nariz y alejo el teléfono unos centímetros.
—Solo los perros pueden oírte, Em.
—Lo… lo… lo siento…
—Lo sé, cálmate —suspiro, haciéndome a un lado para dejar pasar
a un par de preciosos rubios gigantes—. Entiendo por qué lo hiciste,
Em. Estabas frustrada y tienes un historial de comportamiento
impulsivo. De verdad, me sorprende que no lo asesinaras.
—Lo consideré —se queja.
Con una sonrisa rígida, observo la punta de mis tacones azules.
—Solo necesito algo de tiempo para… no sé, perdonar y olvidar.
—Sí, lo entiendo. Te daré todo el tiempo que quieras. ¿Pero todavía
me quieres?
—Sí, lo… —Un fuerte bocinazo me sobresalta.
—¿Dónde estás?
—Oh… —Echo un vistazo a la multitud de limusinas y coches
lujosos que se detienen frente a la alfombra roja—. Estoy en el desfile
de Devòn.
—¿Qué? Pero Olivia dijo que Shane enloqueció…
—Sí, y me prohibió venir.
—¿Y fuiste de todos modos?
Con un mohín, digo:
—Más o menos.
—Suena razonable.
—¿Verdad?
—¡Por supuesto! No puede excluirte de tu evento veinticuatro horas
antes de que se celebre. Es poco profesional y totalmente injusto. No
te dejó otra opción.
—¡Eso es exactamente lo que estaba diciendo! —grito.
Las dos nos reímos y, cuando se hace el silencio, miro a los
guardaespaldas vestidos de negro en las puertas.
—Por supuesto, existe la posibilidad de que no me dejen entrar. O
que lo hagan, y la mirada asesina de Shane lo convierta finalmente en
un Escáner.
—¿Un qué?
—Un Escáner. ¿De la película «Escáneres»? —Sacudo la cabeza—.
Individuos que pueden herir a otros con sus poderes psíquicos
mirándolos fijamente.
—Así que… cosas de cerebritos.
Con los ojos en blanco, estudio nerviosa la alfombra roja. ¿Debería
ir? ¿Importa siquiera si gano? De todas formas, el premio no es Shane.
—Ojalá pudiera ir contigo —dice Emma mientras exhala un gran
suspiro.
—Lo sé. Todo irá bien. —Enderezo los hombros y empiezo a
caminar. Tal vez no tenga sentido que vaya, pero desde luego sé que
alejarme y rendirme no me acercará más a Shane—. Mira, tengo que
irme, pero… hablaremos pronto, ¿bien?
—De acuerdo. Ve a buscar a tu hombre. Te quiero, y… lo siento, otra
vez.
En cuanto me acerco, los periodistas se dan cuenta de que no soy
nadie a quien merezca la pena fotografiar, me hacen unas cuantas fotos
perezosas y siguen su camino.
Al pasar por la alfombra roja, aprieto los puños para que no me
tiemblen las manos. Sobre todo cuando me enfrento al guardia que me
pregunta mi nombre.
—Heaven Wilson.
Con un movimiento de cabeza, hojea la lista.
El corazón me palpita en el pecho. Será tan humillante si mi nombre
no está en esa lista y tengo que caminar por la alfombra roja hacia atrás
y buscar un taxi.
—No veo tu nombre aquí. Espera un segundo.
Se da la vuelta e indica a alguien que se acerque y, para mi alivio
instantáneo, no es Shane. Aunque puede que no sea mucho mejor,
porque se trata de Marina, que pone los ojos azules como el hielo y
mira mi vestido de arriba abajo con un ligero desdén.
—Cuarto Piso.
—Hola —le digo, arrastrando los pies. ¿Le pido que me deje entrar?
Probablemente no. Se excitaría, y dudo que mis ruegos la hicieran
cambiar de opinión.
—¿No volviste a tu departamento?
No tengo alternativa. Es hora de mendigar.
—Este es mi evento también, Marina. Por favor.
Ladea la cabeza y niega, pero no dice nada durante unos segundos.
Mira hacia atrás y luego hacia mí y gime.
—Bien. Está dentro.
Casi podría abrazarla mientras la sigo al interior del local, y creo que
ella lo nota porque se detiene y se vuelve hacia mí.
—No lo hago por tu ridícula relación. Solo porque necesitamos
ayuda. —Se ajusta los ribetes del vestido—. Sobre todo porque el Señor
Imbécil ha sido de todo menos útil hoy. Arrastrándose como un zombi.
—Cuando no digo nada, pone los ojos en blanco—. Y me ha metido en
su vida privada, lo cual es inaceptable. Preguntándome si estaba
cometiendo un error.
La miro fijamente, con las cejas fruncidas. ¿Me está ayudando?
—¿Qué le dijiste? —le pregunto.
—Que no lo era. Que está mucho, mucho más bueno que tú, y que
está mejor con literalmente cualquier otra persona en el mundo.
O tal vez ella no me está ayudando en absoluto, la arpía.
—Y que nunca sonrió tanto desde que te conoció. Así que si una
mala decisión le hace feliz, quizá no sea tan mala decisión —añade con
la mirada.
Camino tras ella, y no tengo tiempo de analizar el latigazo que me
está dando, porque ya está hablando de lo que tenemos que arreglar,
comprobar y resolver. Pero cuando me pregunta si la he entendido, la
abrazo y, aunque se pone rígida, no la suelto.
Tal vez no le gusto, pero creo que le gusta Shane. Ella tiene sus
mejores intereses en el corazón. Y eso podría ser lo único que tenemos
en común.
No veo a Shane hasta pasada una hora del evento. El lugar es así de
grande y hay demasiada gente. Y cuando lo hago, casi me desplomo
al suelo. Lleva su traje azul oscuro, del mismo color que mi vestido. Le
pedí que se lo pusiera esta noche, y lo hizo, aunque yo no debía venir.
Como si le llamaran, sus ojos se dirigen a los míos. Directamente. Lo
suficiente para que me pregunte si ya sabía que estaba aquí. Después
de mirar mi vestido con los labios ligeramente entreabiertos, hace una
mueca y se da la vuelta.
Desde ayer, ya ha pasado un puñado de veces, y cada vez, me mata
de nuevo. Me mira como si todo estuviera arruinado, como si no
hubiera vuelta atrás. Supongo que es la misma forma en que miré a
Alex.
Ignorando el creciente pavor en mi interior, apago fuegos toda la
noche, corriendo de un lado a otro de la mansión mientras Shane se
sienta en su mesa y entabla conversación con Therese y el grupo de
clientes.
Me ignora durante las siguientes horas, pero cuando estoy
engullendo un par de aperitivos en la cocina, aparece a mi lado y me
arrastra hasta el pasillo. Me veo obligada a seguirlo, agradecida de
que, una vez más, me toque, aunque dista mucho de parecerse a la
forma en que me tocaba antes.
—Así que haces lo que te da la gana. ¿No es así? —pregunta
mientras se detiene y centra su mirada enfurecida en mí.
Levantando la barbilla y enderezando la espalda, me preparo para
la batalla que se avecina.
—No iba a dejar que me dejaras en el banquillo, Shane. He vertido
mi sangre, sudor y lágrimas en este proyecto. Merezco estar aquí.
Mira hacia otro lado.
—¿Quién te dejó entrar?
No habla en serio, ¿verdad? No regañará a Marina por dejarme
entrar. ¿Cómo sabe que mi nombre no está en la lista de invitados?
Me quedo boquiabierta.
—¿Pediste que quitaran mi nombre de la lista?
—Te conozco, Heaven —dice, ladeando la cabeza—. Sabía que
aparecerías.
Es. Un. Imbécil.
Me burlo, cruzándome de brazos. Si así es como quiere jugar,
entonces lo haremos. Sabe que sé pelear.
—Entonces sabes que hace falta más que eso para detenerme.
—Informaré a Billy de que has ido en contra de mis órdenes directas
y te has unido a un evento del que te pedí específicamente que te
mantuvieras alejada.
—Asegúrate de decirle que me he pasado toda la noche arreglando
los inconvenientes de los que tu equipo no puede ocuparse.
—Eres increíble —murmura.
—Soy increíble —respondo.
Le tiemblan los ojos. Casi se le cae la máscara y, por un segundo,
parece el hombre más triste que he visto nunca. Luego recupera
rápidamente la compostura.
—Bien. Tú ganas. Quédate en el evento. Salva a mi equipo y haz lo
que quieras, como siempre.
Mientras se aleja, doy un paso tras él.
—No es lo único que gano.
—¿Qué? —Me mira, con las cejas fruncidas por la exasperación.
—No es lo único que gano. Hicimos una apuesta, y hoy es la fecha
límite.
Metiendo las manos en los bolsillos, se burla.
—Sí. ¿Y qué es lo que quieres?
—Otra oportunidad —le digo, y antes de que pueda negarse, le
pongo las manos en el pecho—. Shane, sé que lo que hice estuvo mal,
pero no hubo malicia en mis acciones. Si me dejaras explicártelo todo,
estoy segura de que lo entenderías.
Respira hondo y me mira las manos. Me aprieta los nudillos con las
palmas de las manos y el calor que desprenden me reconforta hasta el
punto de hacerme llorar.
—Aunque quisiera, no puedo, Heaven. No confío en ti. Lo hecho,
hecho está.
Agarrándome las manos, las aparta.
—¿De verdad? ¿Lo hecho, hecho está? —Insisto una vez que
empieza a caminar de nuevo—. «Puedes labrarte tu propio futuro,
Marty». —Me ignora, pero no me doy por vencida. Si es necesario, le
seguiré la pista toda la noche. Hasta que tenga la oportunidad de
hablar, hasta que me escuche—. Si estás tirando todo por la borda por
un estúpido error, por una estúpida mentira…
—¿Entonces qué, Heaven? —suelta, dándose la vuelta tan
repentinamente que casi choco con él.
Lo miro fijamente a los ojos, ahora casi sin vida.
—Entonces, ¿te importo siquiera? ¿Fue esto… real? ¿Significó algo?
Mira a un par de camareros que caminan a nuestro lado. Cuando
están lo suficientemente lejos, se centra en mí.
—No me culpes de esto, Heaven. Todo lo que quería era una
oportunidad, eso era todo lo que pedía. Que fueras sincera y me dieras
una oportunidad para demostrarte que podías confiar en mí.
—Eso es lo que te estoy pidiendo ahora mismo, Shane, pero ni
siquiera me escuchas.
Con una risita amarga, sonríe.
—Sí, bueno. Me suenas irritantemente familiar. ¿Qué tal si Alex y tú
se dan otra oportunidad? El anillo era bastante espectacular.
Abro la boca, pero no sale ningún sonido, aunque tengo muchas
cosas que decir. Si mi lengua cooperara, le diría que chatear con él a
través de un perfil falso no tiene nada que ver con la mierda en la que
se ha convertido mi relación con Alex. Que la diferencia entre Shane y
yo, comparado con mi ex y yo, es que compartimos sentimientos el
uno por el otro. Que el anillo era una mierda y que, como todo lo que
hace Alex, demuestra lo poco que me conoce.
Pero mi boca permanece abierta y vacía, y Shane me lanza un
«adiós» marchándose sin mirar atrás.
Exploro la habitación que me rodea mientras siento cada latido de
mi corazón, cada aliento que sale de mis labios. A mi alrededor, este
lugar está decorado con objetos que he visto mil veces. Los invitados,
vestidos con magníficos trajes y esmóquines, son personas con las que
he hablado o a las que conozco por su nombre. Se mueven por un lugar
que yo elegí, comiendo comida que yo probé. Y en todo eso, también
está Shane. Es casi demasiado doloroso mirarlo.
Las reuniones sobre la distribución de los asientos, cambiando
pequeñas chinchetas en un tablero de un lado a otro. La banda que
vimos juntos, antes de nuestra no-cita. La pasarela que me hizo probar
hace unos días, mientras fingía hacerme fotos con las manos.
No debería estar aquí.
Me dirijo a Marina y le entrego la tabla que me dio al principio de la
noche.
Tras mirarlo y luego a mí, se aleja en silencio y con el ceño fruncido
de siempre.
Yo tampoco tengo nada más que decir.
Avanzo hacia la entrada, me vuelvo una vez más hacia la habitación
y mis ojos se encuentran con los de Shane. Inhalo profundamente,
demorándome un segundo, pero no voy a llorar más. No delante de
él.
Da unos pasos hacia mí y, por un momento, la esperanza me hace
levitar unos centímetros del suelo. Pero alguien lo detiene, y llevo el
tiempo suficiente frente a la puerta para que parezca raro, pero él no
me presta atención, así que salgo y me adentro en la noche.
La gratitud de las consecuencias
RILEY:
Heaven, ¿qué pasó en nombre de Dios?
HEAVEN:
Hola Riley. ¿Qué tal estás? Qué bueno saber de ti. Las cosas… se
complicaron, como probablemente sepas. Metí la pata, y tu hermano
se merece algo mejor.
RILEY:
OMG, me vas a matar. No me dirá lo que pasó, pero tiene el corazón
roto. Tienes que arreglar esto. No puede haber esperado años, para
estar contigo solo una semana.
HEAVEN:
Tienes razón, Riley. No te preocupes. No me voy a rendir.
Volver al futuro
[…]
Se inclina más cerca, roza sus labios con los míos y luego se detiene
en el último segundo.
—Creo que voy a besarte ahora.
Poniendo los ojos en blanco juguetonamente, sonrío.
—Menos mal. Te has vuelto tan jodidamente hablador.
Sonríe durante medio segundo, pura alegría brotando de él, luego
sus labios están contra los míos. No sé cómo es posible que se sientan
incluso mejor que antes, pero lo hacen. Mi mano se entierra en su
cabello justo cuando él toma mis muslos y me levanta. Una vez que
mis piernas lo rodean, él gime contra mi boca.
—Carajo, te amo muchísimo.
—Dilo de nuevo —exijo, mirándolo profundamente a los ojos.
—Te amo, Heaven.
Las lágrimas se derraman.
—Dilo de nue…
Su lengua se introduce en mi boca con la misma hambre que siento,
luego da un paso hacia la derecha hasta que mi cuerpo queda
presionado entre él y la pared de ladrillos.
—Tu turno —dice, usando su pulgar para secar mis lágrimas—. He
esperado bastante.
—Te amo, Shane —respiro. Mi corazón está explotando, estoy
bastante segura—. Te amo.
Cuando él estalla en algo entre lágrimas y risas, rápidamente lo sigo.
Nos besamos una y otra vez, saboreando los labios del otro de todas
las formas posibles, murmurando «te amo» como si fueran las palabras
más naturales del mundo.
Una vez más, el chocolate es todo lo que puedo sentir, oler y
saborear. Chocolate por todas partes.
¿Mi consejo?
Es el mejor postre para personas estresadas.
Shane
Bueno, ¿no es jodidamente genial?
Una sonrisa tensa se dibuja en mis labios cuando entro al amplio
espacio que IMP alquiló para la fiesta de Navidad. Lo juro por todo, a
veces desearía que todavía fuéramos doce en lugar de los cien
empleados actuales.
Algunos miembros de mi equipo pasan y me envían la mirada
habitual. Asustada, insegura e intimidada por la que trabajé duro para
que tuvieran cuando estoy cerca. Los hace más agradables, acelera el
trabajo y les mantiene agachados. Pero estoy empezando a
preguntarme si vale la pena.
—Señor Hassholm —dice Dianne.
Ella sonríe levemente y luego inmediatamente mira hacia otro lado.
Con un débil saludo, no le devuelvo la sonrisa y en lugar de eso me
muevo por el espacio, mirando las decoraciones navideñas sobre las
paredes. Mierda, es como si Santa vomitara aquí. Cortinas rojas,
manteles, flores. Incluso la mayoría de mis colegas van vestidos de
rojo. Enormes bastones de caramelo cuelgan de los techos, nieve
artificial y árboles de Navidad colocados demasiado juntos y
abarrotando el espacio.
Me acerco a la barra, luego espero a que el camarero prepare mi
bebida y veo al dueño de la empresa riéndose de los chistes de algunos
jóvenes pasantes, aunque estoy bastante seguro de que no es su humor
lo que le interesa.
De cualquier manera, no es asunto mío. Solo estoy aquí para hacer
una aparición, estrechar la mano de algunas personas, desearles «Feliz
Navidad» a algunas personas y luego volver a casa y caer en estado de
coma en mi sofá.
Veintisiete horas. Eso es lo que dormí en los últimos cinco días.
Estoy bastante seguro de que un cuerpo necesita varios más para
funcionar, pero entre la feria artesanal en la que estamos trabajando y
mi proyecto de croissants, es lo mejor que pude hacer. La feria va como
una mierda, pero al menos he conseguido hacer una tanda perfecta de
croissants. Perfecto. De hecho, son tan perfectos que mi corazón canta
de alegría cuando los imagino en la encimera de mi cocina. Con una
corteza crujiente de color marrón oscuro y una masa maravillosamente
suave por dentro. Aireado y burbujeante.
—Shane.
Tomo mi cerveza y me vuelvo hacia la voz familiar. Su corte de
cabello bob corto y oscuro parece pegado sobre su cabeza como un
casco, su rostro atractivo y hostil cerca del mío.
—Marina.
La comisura de su labio se mueve cuando se inclina aún más cerca,
una nube de perfume seco me golpea como un puñetazo en la cara.
—Recibí esa llamada de Daniel. Solucionó el problema del espacio.
Jodidas gracias.
Asiento mientras ella se recuesta y luego respiro profundamente.
Parece que podría estar durmiendo esta noche. Ese idiota de gerente
de proyecto que fue asignado a mi equipo calculó mal los espacios de
stand que necesitaríamos para la feria, y dos tiendas que pagaron una
suma considerable para exhibir sus productos quedaron eliminadas.
Lo juro, estoy muy cerca de rogarle al CEO que despida a Terrence.
Nadie es tan estúpido.
—Está bien. Entonces disfruta de la fiesta.
Ella entrecierra sus fríos ojos azules hacia mí; incluso Terrence
descubriría por qué. Quiere que le agradezca. Decirle que ha hecho un
gran trabajo y que es invaluable para el equipo. Ella realmente lo es.
Es cierto que también es insoportable y pasa demasiado tiempo
maquillándose en el trabajo, pero es eficiente, rápida y una gran
asistente. Aun así, no hago cumplidos. No, a menos que sean
realmente merecidos. Lo único que ha hecho es su trabajo y le pagan
por ello.
—¿Disfruta la fiesta? —se burla.
Asiento con la cabeza y apunto mi vaso a mi alrededor.
—¿Esta multitud de borrachos? Eso es una fiesta.
Con una burla, se cruza de brazos.
—¿Cómo sabrías siquiera cómo se ve el disfrute?
—¿Algo más que necesites de mí? —pregunto.
Cuando se le presenta la opción de ser desagradable, Marina
siempre irá por ese camino. He aprendido que es más fácil ignorarlo
que involucrarse.
Ella frunce sus labios regordetes, cubiertos con un lápiz labial rojo
de aspecto húmedo, y luego chasquea la lengua.
—No. no —dice con una voz dolorosamente sarcástica—. Es solo
que disfruto terriblemente de tu compañía.
—¿Entonces qué es?
Saca su tableta y se desplaza por la pantalla durante una eternidad,
y yo miro las mesas cubiertas de comida y veo la que tiene postres. Ni
siquiera como tantos dulces; eso no es lo que me atrae de ellos. Lo que
me gusta es darle a la gente mis postres. Riley, mi mamá. Algunos días
también le metería un poco de masa en la garganta a Marina, pero eso
es por una razón completamente diferente.
Estudio las galletas de avena de la derecha. Conseguimos de todo
en una gran panadería del centro, pero las mías son mejores. Más
crujiente y la panadería de Poppy usa demasiada mantequilla. Pero
hacen una excelente tarta de queso de Oreo y me complace notar que
nos entregaron dos, tal como les pedí.
Están en el extremo izquierdo de la mesa y lucen cremosos e
ilegalmente dulces. La vista hace que mi estómago gorjee justo cuando
una mujer se para enfrente y se sirve un trozo. Y en una fracción de
segundo, me olvido por completo de la tarta de queso
¿Quién es ella? Nunca la había visto antes, aunque hemos estado
contratando gente a un ritmo tan alarmante, lo mismo ocurre con
muchas otras personas en esta sala. Pero ella… ella es espectacular.
Espléndida. No, más que preciosa. Es como si estuviera mirando una
obra de arte que me deja sin palabras. Como respirar aire fresco
después de años de contaminación. Como sentir el sol en tu piel
después de nada más que oscuridad.
Se da vuelta y mira tímidamente a su alrededor, con una cuchara
atrapada entre sus labios y su rodilla rebotando ligeramente. Su
cabello está recogido en una trenza lateral, pero algunos mechones
morenos caen por sus mejillas y, mierda, de alguna manera sé que se
ve aún más hermosa con ese hermoso cabello cayendo sobre sus
hombros en ondas. Sus pequeños pies están calzados con un par de
tacones altos color nude y sus piernas son increíblemente largas.
El calor recorre mi cuerpo como si mi sangre estuviera ardiendo, y
cuadrando mis hombros, descaradamente dejo que mis ojos vaguen
hasta sus rodillas, luego noto con más que un poco de disgusto que
sus muslos están ocultos por la tela blanca de su vestido ajustado.
Su piel es clara, sus ojos de un hermoso color marrón ámbar. Sus
mejillas son ligeramente rosadas y sus labios se arquean como el
corazón más perfecto. Incluso sus orejas son sexis. Su delicado cuello,
sus cejas arqueadas mientras mira su plato.
¿Quién es ella?
—… ¿te llamo?
Trago. La voz de Marina me llega, pero no puedo quitar los ojos de
la mujer morena que está enterrando su cuchara en su rebanada de
tarta de queso con una sonrisa.
—¿Shane?
Miro a Marina.
—¿Qué?
—¿Cuándo quieres que él te llame?
¿Él? ¿Quién es él?
—Mañana. En cualquier momento.
Ella asiente y lo anota en su tableta, luego continúa hablando
mientras yo me concentro en la extraordinaria mujer que está a unos
pasos de mí. No puedo evitarlo. Es como si hubiera absorbido toda la
luz y el color de la habitación, y ella fuera la guardiana de todo. La
única persona aquí que vale la pena mirar.
Mis ojos se dirigen a sus anchas caderas y su delgada cintura, y soy
muy consciente de que la absorbo, pero mi mirada se dirige a su escote.
Hasta el atisbo de piel que se asoma a través del tejido. Tiene el cuerpo
más perfecto, la sonrisa más hermosa y contagiosa.
Sacando la cuchara de entre sus labios, deja escapar un murmullo
de satisfacción. Aunque no puedo oírlo, casi vibra dentro de mí
cuando sus labios se presionan y su lengua se desliza sobre el superior.
Mis rodillas casi se doblan.
—¿Qué diablos te pasa hoy?
Aparto la mirada de ella y me giro hacia Marina. Mi mente está
confusa, apresurada. Los latidos de mi corazón están por las nubes y
el calor cubre la piel de mi cuello con sudor.
—Nada. —Tomo un sorbo de mi cerveza, luego meto un dedo en el
cuello de mi camisa, esperando que me dé algo de alivio—. ¿Qué
estabas diciendo?
—¿Podemos trasladar la reunión a las doce?
¿Qué reunión? ¿Por qué? ¿A quién le importa? Lo único que quiero
saber es quién es esa mujer.
—Seguro.
—¿Y la cena? ¿Puedes posponerla hasta el próximo martes?
—Sí.
—Bueno. Ahora, el nuevo diseñador. Recursos Humanos seleccionó
algunos candidatos. ¿Podemos repasarlo la semana que viene?
Tal vez ella mire hacia aquí.
—Bueno.
—Y una vez que hayamos terminado, necesitaremos…
—¿Quién es ella? —estallo.
Mierda. Mierda, mierda, mierda. Se suponía que no debía preguntar
eso en voz alta. Quizás a Billy o a alguno de los otros directores. Pero
no a ninguno de mis empleados, especialmente a Marina.
La cabeza de Marina se vuelve hacia la mujer y luego se encoge de
hombros.
—No la conozco.
Mierda. Intento enterrar mi decepción, pero creo que se nota,
porque Marina sonríe.
—¿Por qué?
Tomo un sorbo de mi cerveza. Una vez, dos veces, tres veces. No
hace nada para calmar mi sed; más bien, es como usar un balde de
agua para sofocar un incendio forestal. Pero al menos me estoy
demorando.
—Nunca la había visto antes.
Marina tararea, lanzándole otra mirada.
—Nunca has visto tanta gente en esta sala. ¿Como ese tipo viejo y
feo? —Señala a un hombre que se encuentra en el rincón más alejado
de la habitación—. Sin embargo, no quieres saber quién es. ¿O sí?
Bueno, ¿no es jodidamente genial? Le doy a Marina mi mirada
característica, aunque no funciona en ella como en los demás. Ella sabe
que es para demostrar.
—Uuu. Espeluznante —dice rotundamente—. A menos que planees
sacar un látigo y hacerme pasar un buen rato, mantén tu mirada
furiosa hacia alguien que realmente te tenga miedo.
—¿Qué más quieres? —escupo.
No sé quién es esa mujer ni por qué está aquí. Podría ser la esposa
de alguien y es posible que nunca la vuelva a ver. Incluso si trabaja
para IMP, no está en nuestro piso y yo nunca voy a la cafetería. Así
que esta noche es el momento de descubrirlo. Marina tiene que irse.
Ella inclina la cabeza con una sonrisa de complicidad.
—Nada. No dejes que te interrumpa en mitad de la erección.
¿Es tan obvio? Mierda, ¿se nota? Cambiando incómodamente el
peso sobre mis pies, me concentro nuevamente en la diosa del vestido
blanco. Nunca esperé controlar a Marina y seguramente no empezaré
esta noche.
—Considéralo tu regalo de Navidad para mí y vete. Adiós.
—Es usted un tipo grosero, Señor Imbécil —bromea—. Aunque no
es tu corazón el que ha crecido tres tamaños, ¿verdad?
—Vete —gruño.
—Haz lo que quieras. Pero sí sé algunas cosas sobre ella.
Ella se da vuelta, pero antes de que pueda dar un paso, le agarro la
muñeca y luego la suelto inmediatamente. ¿He perdido la cabeza?
—Lo… lo… siento mucho —digo, mirando mi mano con horror. No
puedo agarrar así a mis empleados, ¿qué carajo estoy haciendo?
Sus labios se abren cuando sus ojos se fijan en mí, muy abiertos y
divertidos. Luego, con una risa sin humor, se me acerca.
—¿Tienes… —Ella atrapa su labio inferior con sus dientes, luego
bate dramáticamente sus pestañas—… un enamoramiento por la chica
nueva?
Chica nueva. Eso debe significar que ella trabaja aquí. Santa mierda.
Ella trabaja aquí. Estoy casi demasiado feliz como para reprimir una
sonrisa.
—Dime, Marina.
—Quiero un aumento.
Pongo los ojos en blanco.
—No. Solo dime.
—Mi propia oficina.
Cada segundo que no estoy con esa mujer es un momento perdido.
Mi molestia crece. Mi inquietud aumenta.
—Solo. Dime.
Ella se encoge de hombros y se da vuelta, con los brazos cruzados
sobre el estómago.
—Está bien, está bien —digo, dando un paso hacia ella. No
demasiado cerca, por si la mujer nos nota. No quiero que piense que
hay algo entre Marina y yo—. Está bien —repito mientras ella inclina
la cabeza—. Dos horas de descanso para almorzar durante un mes.
—Un año.
—Seis meses —murmuro con los dientes apretados.
Su sonrisa se vuelve malvada y sus ojos se entrecierran con un brillo
de deleite.
—Trato. —Se inclina más cerca y luego se vuelve hacia la mujer—.
Ella es la nueva subdirectora de proyectos. Campañas online y
marketing.
Entonces ella trabaja para el equipo de Billy. La miro mientras charla
con una mujer rubia que nunca había visto antes, y aunque la rubia es
atractiva, palidece en comparación.
—Aparentemente, ella está pateando traseros.
Mi pecho se infla de orgullo. No tiene sentido; ni siquiera sé su
nombre. No puedo estar orgulloso de sus logros. Pero en algún lugar
muy dentro de mí, algo se hincha de satisfacción. Mi chica es hermosa,
es inteligente, patea traseros. Y ella no es mi chica, pero lo es. Podría
serlo, si ella quisiera.
—Ella ayuda a Alice —continúa Marina, y cuando se encuentra con
mi mirada vacía, se encoge de hombros—. Pelo rubio y rizado. Un
montón de puntas abiertas.
Bueno, eso lo aclara.
—De cualquier manera, Alice la odia. —Ella se ríe—.
Aparentemente, la chica lleva aquí una semana y ya está haciendo un
mejor trabajo que ella. Y Billy se dio cuenta. Sigue diciendo que será
directora en poco tiempo.
Oh, mi chica no solo es inteligente. Es talentosa. Muy talentosa, si
Billy habla de ella en términos tan entrañables.
Especialmente si su superior directo la odia, que es algo con lo que
tendré que lidiar. Asegurarme de que Billy la cuide bien y la ayude a
subir escalafones, si eso es lo que quiere. Y que ella también sabe a qué
se está apuntando. No hay manera de que ella trabaje sesenta horas a
la semana, y tampoco es que yo pueda impedir que alguien alcance
sus objetivos. Pero debería descansar más de cuatro horas por noche y
disfrutar de la vida. Ella merece comer postres y reír como lo está
haciendo ahora. Con los dientes a la vista y los ojos brillando incluso
en la penumbra.
—Ugh, Shane. Nunca te había visto sonreír antes.
Marina dice mientras tuerce la cara con disgusto.
«¿Dios, Shane. Tranquilízate, ¿puedes?».
—¿Algo más? —pregunto.
—No. Disfruta la erección —dice secamente.
Mientras ella se pavonea con sus tacones increíblemente altos, me
concentro por completo en la mujer. Ella no me ha mirado ni una sola
vez, pero me pregunto cómo se sentiría tener esos ojos puestos en mí.
Que me miren profundamente antes de besarla.
—¡Shane! —dice Robert.
Es el jefe del departamento de ventas y un aburrido. Ciertamente no
es la persona con la que deseo hablar ahora.
—Hola, Robert —lo saludo mientras le estrecho la mano—.
Disculpa, pero me están llamando. —Señalo un lugar indefinido al
otro lado de la habitación y me alejo, acercándome a ella.
Una vez que estoy al otro lado de la habitación, ella sigue hablando
con la mujer rubia. Quizás sea otra nueva colega. Lo único que sé es
que casi se ha comido una segunda porción de tarta de queso y es tan
tentadora que espero que coma una tercera porción.
Tengo que hablar con ella. Tengo que.
Porque esta podría ser mi única oportunidad.
Ella trabaja aquí. Lo que significa que es solo cuestión de tiempo
antes de que alguien le diga que soy el Sr. Imbécil, el jefe más odiado
de IMP. Quizás el más odiado en mil millas. Demonios, mis empleados
dirían que soy el peor de todo el maldito planeta. Y si se entera de
cómo hice llorar a ese interno el año pasado, o de cómo despedí a
cuatro personas en una semana hace un par de meses, se le formara
una idea de mí. Será demasiado tarde.
Tengo que hablar con ella esta noche.
Bebo el resto de mi cerveza y me arreglo el cabello
desesperadamente. Como un adolescente. Luego me arrepiento de
haber bebido la cerveza, porque probablemente es a eso a lo que huelo
ahora. Eso no es demasiado sexy. No cuando probablemente huele a
chocolate, crema y pura perfección.
Tan pronto como la mujer rubia se aleja, respiro hondo y me acerco.
Ella me da la espalda y por un momento me detengo. ¿Qué puedo
decir para impresionarla? No puedo simplemente saludar, ¿verdad?
Ella vale más. Más que «¿Quieres pasar el rato esta noche?» Ya he
tenido aventuras de una noche.
Ella mira la mesa con una sonrisa codiciosa y yo podría mirar su
expresión durante horas. Lo adoro. A ella le encanta el postre. A nadie
que conozco le encanta tanto como a mí, y nunca he visto a nadie
disfrutarlo como ella lo disfruta ahora. Parece que está tratando de
resistir la tentación mientras sus ojos van de las galletas al pastel y
luego a las rebanadas de pastel. Quizás eso es lo que debería decirle.
Debería caminar hacia ella y decirle…
«Hola. ¿Ves esas galletas, ahí mismo? Son geniales, pero las mías
son mejores. Y quiero hornear para ti. En cualquier momento que
desees. Tu favorito, sea lo que sea. Te despertaré todos los días con
olor a azúcar, mantequilla y cacao. Te prometo que, si me das una
oportunidad de hacerlo, será la mejor elección de tu vida».
Sí. Eso la hará correr hacia el otro lado lo suficientemente rápido.
Secándome el sudor de la frente, me acerco a su lado y la miro de reojo.
Ella todavía no se ha fijado en mí. Mierda, tal vez sea que no esté tan
fascinada con los postres. Quizás ella simplemente no me encuentre
atractivo.
Doy otro paso a un lado, pretendiendo mirar los pasteles como ella,
y el siguiente literalmente hará que nos encontremos. Entonces, es
hora de decidir. Creo que simplemente diré «Hola».
Ignorando los latidos de mi corazón y la alarma cerebral que me
advierte que estoy a punto de ser rechazado, me giro hacia ella. Ella
está cerca. Tan cerca que puedo oler el aroma floral que sale de su piel.
Es como si hubiera derretido toda la nieve afuera y ya fuera primavera.
Su brazo avanza y, cortando otra pequeña porción de tarta de queso
Oreo, se muerde el labio inferior. Lo deja en su plato de papel y,
mientras se lleva a los labios la primera cucharada de su tercera
porción, sonrío.
Creo que podría estar enamorado de ella.
Ella debe sentir mi mirada, porque se da vuelta, pero alguien se
mueve frente a mí antes de que nuestras miradas se encuentren.
—Oye —dice, pasándole un trago a la hermosa mujer—. Aquí está
tu agua. Lo siento, la fila en el bar era una locura.
Oh, mierda.
Me congelo y el chico se gira hacia mí, con el ceño fruncido con
fuerza. Es rubio, algo atractivo, supongo. Con ojos azul oscuro. Parece
de su edad, por lo que no puede ser su padre. Quizás sea un amigo.
Por favor, dime que es su hermano.
—¿Te importa? —pregunta, señalando hacia abajo. Por supuesto,
estoy a su lado, donde él quiere estar.
Doy un paso atrás y él le rodea la cintura con el brazo. Así que
definitivamente no es un hermano. Me temo que tampoco es un amigo.
Es como si alguien me raspara la piel desde dentro. Y no puedo
moverme. Mientras ella le sonríe y toma la bebida, mientras su mano
se acerca a su pecho, mientras sus ojos se llenan de amor. Tenía razón:
sus ojos. La mirada en ellos la hace aún más insoportablemente
hermosa. Y si estuviera dirigida a mí… no lo sé. Creo que moriría. Me
daría un infarto y moriría con una sonrisa en la cara.
Pero no está dirigida a mí. Es para que la disfrute su novio. Un novio
del que está claramente enamorada. Uno que la haga feliz, y espero
con toda mi alma, uno que le consiga todos los postres que quiera.
Cuando se vuelve hacia mí de nuevo, con los ojos entrecerrados y
las cejas arqueadas en una pregunta silenciosa, agarro una galleta y
me doy la vuelta, caminando en dirección opuesta. Pero siento como
si hubiera dejado una parte de mí atrás. Dejo caer la galleta en la
papelera (ya no hay manera de que pueda comer nada) y me vuelvo
hacia ella una vez más. Una última vez, necesito verla.
Bien, eso es una tontería. La miraré mucho, si tengo la oportunidad.
Quizás en la cafetería, si es que alguna vez está allí. O puedo
encontrarme con Billy en su piso a veces. Sucede que nuestros
proyectos se superponen y necesito su experiencia. Y si así debe ser,
tal vez algún día ya no esté con ese idiota rubio. Tal vez ella se
desenamore. O tal vez no lo haga y será feliz para siempre.
Pero puedo comprobarlo. Asegurarme de que siga sonriendo así
cada vez que la vea por la oficina. Quizás algún día ella me note. Todo
lo que sé es que mantenerme alejado de ella es lo mejor que puedo
hacer. No podré evitar cuánto la miro, ni mi expresión cuando lo hago,
aparentemente, porque estoy sonriendo como un niño de secundaria
con un enamoramiento.
Camino hacia la puerta, resoplando mi decepción. Podría averiguar
fácilmente su nombre, ahora que sé un poco más sobre ella. Pero no
quiero. La primera vez que escuche su nombre, quiero que sea por sus
hermosos labios rosados. Solo sé que tiene la voz más hermosa. Y tal
vez algún día ella también diga mi nombre.
Cuando llego a la salida, doy la vuelta por última vez. Ella todavía
está allí, apoyada en su novio, sonriendo mientras él susurra palabras
en sus labios. Su chica. Cuando él la suelta, ella echa otro vistazo a la
mesa de postres y se aleja, desapareciendo con él entre la multitud.
No sé qué me ha hecho, pero algo ha hecho bien. Esto… esto nunca
había sucedido antes. Ni siquiera he estado enamorado ni he tenido
relaciones a largo plazo, pero ahora, quince minutos de comerme con
la mirada a una extraña, siento que mi corazón nunca volverá a ser el
mismo. Durante esos quince minutos que la he visto, ella se ha
convertido en mi todo. Ella me elevó, me hizo sentir diferente a mi
habitual soledad e infelicidad. Durante esos quince minutos, mientras
me enamoraba de cada cosa que podía ver sobre ella, ella hizo que
todos los problemas desaparecieran.
Ella es más que un enamoramiento.
Ella es puro cielo.
¿Cuántas bodas hacen falta para enamorarse?
Hace un año, Amelie lo tenía todo.
Casi comprometida con su novio de la secundaria, cercana a su
mejor amiga de la infancia y cocinando en el restaurante de su padre:
su vida era exactamente lo que había ordenado.
Hasta que Ian, un obstinado que odia las bodas, apareció de la nada
y demostró que podría gustarle algo fuera del menú.
***