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Correctoras
Bella'
BelSan
ClauV
Cherrykeane
EstherC
Macciardi
3 Taywong
Vickyra
Tolola
Lectura Final
Tolola
Diseño
JanLove
Índice
Sinopsis Capítulo 19
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
4 Capítulo 7 Capítulo 26
Capítulo 8 Capítulo 27
Capítulo 9 Capítulo 28
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Capítulo 33
Capítulo 15 Capítulo 34
Capítulo 16 Epílogo
Capítulo 18
Sinopsis
Una vez quise morir. Esa fue la noche que conocí a Guy.
El extraño hombre con flores salió de las sombras y me salvó la vida.
Guy. Sonrisa con hoyuelos. Cuerpo de un dios del surf. Inteligente y
divertido. Quedándose sin tiempo.
Nos convertimos en compañeros de viaje a lo largo de la vida,
marcando ítems en nuestras listas. Me había escondido de la felicidad
durante años y mantenía mi vida bajo estricto control.
Guy me enseñó cómo entrar en el mundo y experimentar más.
Trajo luz a las sombras y me ayudó a atravesar la oscuridad.
Me convertí en Phe de nuevo. Viví.
5 Sólo hay un problema.
Nos enamoramos, y esto no era parte de nuestros planes.
Pensé que podríamos enfrentar el futuro juntos, pero Guy tiene un
secreto que lo cambia todo.
A veces, creer las mentiras que nos decimos a nosotros mismos es
más fácil que lidiar con la verdad.
Para Nick, mi compañero de viaje
Y para todos aquellos que luchan en las profundidades
6
1
#9 Salvarle la vida a alguien
Vivir es lo más raro del mundo. La mayoría de la gente existe, eso es
todo. —Oscar Wilde
10 —Cállate.
—Pareces una chica inteligente, con tus citas de Shakespeare y todo
eso, estoy seguro de que puedes hacerlo mejor que “cállate” si no quieres
perder una discusión.
Lo miro molesta, apretando los dientes.
—¿Por qué? ¿Por qué estás aquí?
—¿Pregunta filosófica o práctica?
Estoy a punto de decirle que se calle de nuevo, pero su ceja levantada
me lo impide.
—No puedes sentarte aquí conmigo toda la noche.
—¿No puedo? Soy un niño grande. Puedo hacer lo que quiera.
¿Cuántos años tiene? ¿Veintitantos, como yo? ¿Mayor? Tiene más
músculo que la mayoría de los chicos de mi edad.
¿Qué importa todo esto?
Enfadada por su distracción, aparto la mirada otra vez. Deja de
atarme a la tierra, no soy parte del mundo.
—No trataré de persuadirte de qué hacer, o de “hablar”, no te
preocupes. No tiene sentido decirte que te sientas culpable por aquellos que
dejarás atrás porque, si estás aquí, creo que estás más allá del pensamiento
racional sobre la vida o los sentimientos.
—Siento. Me duele. ¡En todas partes, todo y quiero que esto pare! —
Lo digo sin rodeos. Poniendo una mano temblorosa sobre mi boca, cierro los
ojos y vuelvo a la oscuridad a la que me recuerda.
—¿Y crees que la muerte lo detiene? —pregunta—. La muerte no sólo
detiene el dolor. La muerte lo detiene todo. La muerte te detiene a ti.
—Lo sé.
—Todo de ti, no sólo la parte enferma.
—La parte enferma es toda yo.
—No, no lo es. En el fondo lo sabes. Puedes arreglar esto. Puedes tener
una nueva vida.
—Pensé que no ibas a decirme qué hacer.
—No lo hago. Sólo estoy señalando lo obvio.
La presión se acumula en mi cabeza, dolorida mientras sus palabras
asaltan mis oscuros pensamientos.
—Me estás confundiendo. Por favor, otra vez, déjame en paz.
11 Me ignora.
—¿Cómo te llamas?
—¿Cómo te llamas tú?
—Guy.
—Un tipo llamado Guy —digo con una pequeña risa.
—No cualquier tipo.
—Estoy segura de que no.
—Soy el tipo que va a salvarte la vida. —No. Me pongo en pie. Espero
que salte detrás de mí, pero se queda quieto—. ¿Y tú eres...?
—Acabada.
—Ese es un nombre extraño —contesta, sin sentido.
Miro por encima del hombro.
—¿Te crees gracioso?
—La verdad es que no, chica suicida.
La palabra penetra en mi cuerpo, en mi corazón. Esto es lo que seré.
La chica que se suicidó, de la que se hablaba, por la que sentías pena. Pero
no entienden cómo no puedo vivir con esta presión expandiéndose en mi
cráneo, la oscuridad forzándolo todo.
—Phe —digo—. Mi nombre es Phe.
—¿Fi? ¿Fiona?
—No. Fiona no.
—Extraño nombre para una chica extraña. ¿Te gustaría ir a tomar
algo, Phe? —Él también está en pie.
—No, no quiero un trago.
Su frente se arruga por un momento.
—Oh. ¿Demasiado joven? Pareces lo suficientemente mayor.
—Soy lo suficientemente mayor. Es que no salgo mucho. Prefiero mi
propia compañía.
—Pues eso da asco.
—¿Por qué?
—Salta desde ahí y nunca tendrás la oportunidad de vivir la vida, de
arriesgarte con experiencias que te dejen más viva que otras.
12 Me acerco más al borde, para probar mi argumento.
—Mucha gente vive vidas vacías y llenas de nada, Phe, no elijas el
vacío y el olvido cuando tienes tanto. Puedes hacer mucho, créeme.
—No me conoces —le digo al horizonte.
—Tú no te conoces. Eres demasiado joven para saber quién eres y tu
cerebro enfermo no te deja aprender.
Giro la cabeza.
—¿Y por qué eres tan sabio? ¡No eres mucho mayor que yo!
—Ni mucho más sabio tampoco, pero toma una oportunidad en la
vida.
Sigue haciendo esto. Guy no me está alejando físicamente del borde,
pero sus palabras se están enrollando gradualmente alrededor de mi cuerpo
y tirando de mí para devolverme al mundo.
—¿Tienes una lista de cosas que hacer? —pregunta.
Miro de nuevo sus extraños ojos, cada vez más confundida por sus
preguntas al azar. ¿Es esto una treta?
—No.
—Deberías tener una.
—¿Por qué? Estoy a punto de morir. ¿Tienes una tú? —respondo
rápidamente.
—Sí. Pero no he llegado muy lejos con la mía. —Guy saca una hoja de
papel A4 de su bolsillo, una que desdobla y despliega repetidamente—.
Tengo diez cosas en la lista. —Pasa su dedo por el papel—. He hecho dos,
ocho más para terminar.
Si espera que le pregunte cuáles son los ítems, se equivoca.
—¿Puedes ser mi tercera? Hay algo que quiero hacer contigo.
Las posibilidades vuelan por mi mente. Me pidió una bebida. ¿Sexo
con una chica cualquiera? O tal vez es virgen y quiera tachar eso. Valoro su
cuerpo delgado de nuevo. Poco probable.
—¿Algo para marcar en tu lista? No soy esa clase de chica.
Se ríe y me mira, su escrutinio me irrita, pero la mirada de Guy
permanece más tiempo en mis ojos que en mi cuerpo.
—Estoy seguro de que no lo eres —dice en voz baja—. No, no es sexo.
Sonrojada, aparto la mirada. El papel cruje y se aclara la garganta.
—Número Nueve: Sálvale la vida a alguien.
13 Me quedo mirándolo.
—¿Quieres salvarme la vida para poder tacharme de una lista?
—Bueno, no te conozco, así que no hay otra razón. —Señala el ramo—
. Pero traje flores.
Las desamparadas flores descansan en el suelo donde Guy las dejó
caer, y pateo el ramo. Los lirios rosados caen desde el borde del acantilado
y caen del desfiladero. Guy da un paso adelante y mira la caída.
—Es un largo camino hasta el fondo.
Hay un mareo entre mi cabeza y mi estómago, y el instinto natural de
supervivencia de mi cuerpo se activa cuando la roca se desliza desde debajo
de mis sandalias de verano en la dirección de las flores. Me tambaleo hacia
atrás y agarro la valla. Guy se queda cerca del borde y cruza los brazos,
mirándome.
—¿Y? ¿Puedo? —pregunta.
—¿Salvarme la vida?
—Sí.
—¿Por tu lista?
—Sí. —Se quita el pelo rebelde de la cara—. Además, eres demasiado
guapa para ser golpeada contra un montón de rocas.
¿Por qué me sonrojo? Inspecciono mis pies, centrándome en mis uñas
pintadas. Compré el esmalte de uñas rosa neón en un viaje de compras con
mi amiga Erica el mes pasado. Recientemente me he puesto el color para
fingir que soy una chica rosa deslumbrante, no una chica en un agujero
negro.
—¿Por qué no donar sangre? Eso le salvaría la vida a alguien —replico.
La boca de Guy se levanta con una sonrisa, acentuando los hoyuelos.
—Guapa y también inteligente. Es una muy buena sugerencia. Oh,
bueno, ahora estoy aquí. Más vale que te salve.
Me clavo las uñas en las palmas de las manos y siento más dolor.
Sentir.
—Pero mejor que sea rápido —dice en tono casual.
—¿Rápido?
—No tengo mucho tiempo.
—Oh, ¿hay algún sitio en el que tengas que estar? —pregunto
sarcásticamente, y vuelvo a mirarlo.
—No, no tengo mucho tiempo para terminar mi lista.
14 —Pero es una lista de cosas que hacer. Tienes toda la vida para
terminar.
Su sonrisa se le escapa.
—Como dije, no mucho.
Agarro la valla con más fuerza. Mi mundo de hoy está envuelto en una
niebla surrealista y Guy se va sumando a esto cada minuto. Continúa
observándome con la misma mirada impasible, volviéndose más difícil de
ver cuando el sol se pone.
—¿Qué quieres decir con que no tienes mucho tiempo? —pregunto.
Asiente para indicar que debo decir lo obvio—. ¿Quieres decir que estás...?
¿Estás enfermo?
—Eufemismos. ¿No te encantan? Morir. Tengo que completar mi lista
de cosas que hacer primero, por eso no tengo tiempo que perder.
Me balanceo como si un mazo me hubiera golpeado en el pecho,
alejándome más del borde. ¿Cómo puede ser tan indiferente, como si me
dijera que llega tarde a una cita para cenar?
Soy una persona egoísta y mala. Aquí hay un hombre moribundo que
quiere vivir lo suficiente para cumplir sus sueños, y aquí estoy yo, queriendo
morir. Mis pensamientos deben ser evidentes porque Guy se acerca. El
choque se extiende a mis dedos y los aprieto para abrirlos y cerrarlos,
viéndolos temblar. Siento los dedos como parte de mí otra vez.
—Lo siento —susurro.
—¿Por qué? No me conoces.
—Pero eres una buena persona.
—¿Lo soy?
—Te sientes como una buena persona.
—¿Sentir? Pero no sientes nada, chica suicida.
El nudo en mi garganta ahoga la necesidad de decirle que no me llame
así. No puede, porque no lo soy.
No podría. No con Guy mirándome; tiene que irse. Me tengo que ir. No
puedo hacer esto delante de otra persona.
—De acuerdo —digo—. Sálvame la vida.
Se endereza.
—¿En serio?
—Sí. —Puede tacharme de su lista esta noche; puedo cambiar de
15 opinión y volver de nuevo.
Guy sube la valla, luego se gira, extendiendo una mano.
—Déjame llevarte a casa, Phe.
Pongo las manos debajo de mis brazos y él deja caer la suya.
—No a casa.
—¿Adónde?
La sensación se filtra de nuevo hasta mis extremidades, bordeando mi
mente, pero el estado onírico al que he descendido en las últimas semanas
permanece. La realidad es tan tenue como mi cambio de opinión.
—No lo sé. —Me estremezco, la brisa marina de la tarde me pica en
los vellos de los brazos.
—¿Llamo a alguien? —pregunta.
—No lo sé. —Erica. No. No puedo arrastrarla a esto otra vez; no es
responsable e intenta serlo. Los amigos deben ayudarse mutuamente, pero
el amigo enfermo no debe ser una carga. Jen no sabe nada de este lado de
mí. No puedo ir a casa.
Guy se frota la cara.
—¿Cómo llegaste aquí esta noche?
—Autobús. Caminé.
—Espera ahí. Déjame buscar algo. —Se da la vuelta para irse y luego
se detiene antes de echar la mirada atrás—. Esperarás allí, ¿verdad?
Envolviéndome con los brazos, asiento. Guy desaparece en dirección
al estacionamiento. Las estrellas ahora pinchan el cielo, la luna creciente
arroja luz sobre la paz del lugar. La caída que me hacía señas ha quedado
atrás. Me alejo un poco más hacia el banco al otro lado del sendero, sobre
el que me senté cuando perdí la última pelea conmigo misma.
Guy reaparece sosteniendo una botella en mi dirección.
—¿Algo de beber?
—¿Qué es?
—Agua que pretende ser especial porque tiene sabor y está en una
botella de lujo. —Sostiene una taza—. Tengo café, pero está frío. Puedes
quedarte con él, ¿si quieres?
Tomo la botella y la aprieto mientras él se sienta a mi lado. El
incesante llamado de las cigarras y el bajo sonido de los autos que viajan
por una carretera cercana me llegan a la mente. Guy se toma el café.
20 —Para ti, querida Phe —dice con una sonrisa, palabras que deseo
sean sólo para mí, pero se las dice a todas las chicas que pasan por aquí.
—Gracias.
Un día diré algo más que mi pedido, mi nombre y un “gracias” a Ross,
pero en la fila llena de clientes no hay tiempo para charlar. Así que le
devuelvo su sonrisa con la falsa confianza que descansa en mi superficie y
me voy.
***
28
4
1. Hacerme un tatuaje.
2. Dormir bajo las estrellas.
3. Visitar Londres.
4. Nadar con delfines.
5. Beso bajo la lluvia.
6. Asistir a un baile de máscaras.
7. Aprender a surfear.
8. Escribir y publicar un libro.
9. Pedirle una cita a un extraño.
29 10. Enamorarme.
7
El agua llena el auto. Me las arreglé para abrir la puerta un poco
mientras nos sumergíamos en el río, el pánico impulsándome a elegir la opción
equivocada. El auto estaba a flote después de golpear el río pero, cuando abrí
la puerta, el agua de la inundación aceleró la inmersión.
47 Mis padres no se mueven, y les grito mientras la presión vuelve a cerrar
la puerta. Mi hermano pequeño, Robin, no se despierta, atado en su asiento
de auto y durmiendo. Enredo torpemente con la hebilla, jadeando en busca
de aire en el espacio inundado. Mi cabeza se sumerge bajo el agua,
amortiguando mis gritos de ayuda mientras lucho por desatarlo.
La oscuridad nos sumerge, el agua roba a mi familia uno a uno.
Desabrocho a mi hermano y sostengo desesperadamente a Robin en el
pequeño espacio de aire sobre el agua. No puedo sacarnos del auto y
sostenerlo al mismo tiempo. La puerta no se abre contra la presión del agua;
pateo la ventana, pero mis pies descalzos no hacen nada.
Mis gritos son tragados por el agua, robándome mi mundo y mi vida.
Once años es demasiado joven para morir.
Golpeo mis manos contra la ventana, el aire burbujeando desde mi
nariz hasta el cristal mientras el agua consume lo último del aire.
Respiro profundamente, me siento con el corazón saltándome en el
pecho, y cierro los ojos de nuevo. No me estoy muriendo. No estoy teniendo
un ataque al corazón. Puedo respirar. La luz a un lado de mi cama ilumina
mi habitación, y pongo los pies sobre la tierra contando los marcos de fotos
en la parte superior de mi cómoda. Durante unos momentos, me siento con
los brazos abrazándome las piernas antes de estar lo suficientemente
calmada como para volver a acostarme. La lámpara proyecta una sombra
sobre la pared. Ya nunca duermo en la oscuridad.
Los pensamientos vuelven a torturarme, la repetición nocturna de la
noche en que mi padre mató a todos mis seres queridos comienza de nuevo.
48
8
—¿Puedo tocarlo?
Erica no espera una respuesta, sino que pasa suavemente un dedo
por la tinta negra brillante contra mi piel pálida. El tatuaje se curó y, una
semana después, alguien de mi pasado lo ve.
—¿Cuándo hiciste eso? ¿Por qué no me dijiste que te ibas a hacer un
tatuaje? ¡Esto no es propio de ti! —Emite las palabras con sorpresa.
—Está en mi lista de cosas por hacer.
—¿Tienes una lista de cosas que hacer?
—¿No la tiene todo el mundo?
Erica se sienta en el sofá de mi luminosa y espaciosa sala.
49 —Tengo cosas que quiero hacer, pero no una lista real. ¿Las
escribiste?
—Sí. ¿No tienes una?
—Una vaga. Debería haber esperado que estuvieras organizada.
Apuesto a que también tienes plazos para cada una.
Saco la lengua.
—¿Quieres que te lleve a almorzar o no?
—Sí, a esa cafetería donde trabaja el tipo del que me hablaste. El
Señor Pestañas.
—Qué forma tan extraña de llamarlo.
—¡Mencionaste sus pestañas! Quiero decir, vamos, esa no es la parte
de su cuerpo donde la longitud importa.
—¡Erica!
Sonríe con suficiencia.
—¡Las piernas! ¡Tiene que ser más alto que tú! ¿Qué creías que quería
decir?
—Claro —murmuro—. Déjame agarrar mi bolso.
Amigas desde la secundaria, la actitud brillante de Erica hacia el
mundo mancha de color mi gris. Le debo a Erica el haberme ayudado
durante mi adolescencia, criándome con mis abuelos después de la pérdida
de mi familia, y por haber cambiado de ciudad y de escuela, lo que sin duda
desencadenó el lado oscuro de mi mente. Mi amistad con Erica detuvo la
depresión que me ennegreció por completo.
Erica me sigue a mi habitación.
—¿Cómo van los nuevos medicamentos? —pregunta.
La caja descansa en el borde de mi mesita de noche y rápidamente la
meto en un cajón.
—Mejor.
—Me preocupas. Ojalá viviera más cerca para cuando me necesites.
—Estoy bien, Erica. El cambio de medicamentos de hace unos meses
me jodieron la cabeza. Ya no tengo los pensamientos.
Erica ha visto a través de mis mentiras antes y estoy agradecida de
que no estuviera cerca en el momento en que conocí a Guy. Sus mensajes
diarios y llamadas después del día en que casi muero me impulsaron a ver
a mi médico, a seguir con la medicación y a retenerme en un mundo contra
el que luchaba.
54 No, soy una de los cientos de clientes que pasan por aquí a diario.
Parte del trabajo de Ross es hacer que los clientes vuelvan y el coqueteo es
una herramienta útil que usar. El rechazo sería vergonzoso. Necesito elegir
a alguien que esté innegablemente interesado.
***
***
71 ***
Tiro el vestido corto sobre la pila de ropa que crece en mi cama. Media
docena de cambios y no estoy cerca de elegir. Pantalón hasta la pantorrilla
blanco y top rosa ajustado. No. Tres variaciones de vestidos de verano. No.
Al diablo con eso. Me pongo unos vaqueros negros y delgados y una blusa
blanca suelta que baja bastante desde mi cuello. Los tatuajes me llaman la
atención en el espejo del baño mientras me pongo lápiz labial. Todavía me
sorprendo cuando veo los pájaros; pero me encantan, y ahora estoy
considerando mi próximo tatuaje.
Mientras busco en la sala mis botas de tacón bajo, mi teléfono suena
y me da vueltas el estómago. ¿Y si Ross cancela? Tomo el teléfono de la
mesa.
Guy: Phe :) ¿Cómo están las cosas?
Guy. Después de tres semanas de ignorarme, ¿envía un mensaje
como si hubiéramos hablado ayer?
Yo: Muy bien, gracias.
Coloco el teléfono y suena de nuevo.
Guy: Tengo mi punto de la lista de cosas por hacer
Yo: Estoy ocupada. Te enviaré un mensaje más tarde.
Guy: ¿Ocupada?
Yo: Voy a salir
***
Jen apila los platos de la gran mesa de comedor hecha con árbol de
Jarrah y recojo los tazones de servir y los cubiertos. Cuando nos dirigimos
a la cocina, me da un fuerte codazo en las costillas y tropiezo.
—¡Phe! Te mantuviste callada sobre él —sisea ella—. ¿Qué está
pasando?
—¿Qué quieres decir?
Levantando la ceja, Jen coloca los platos en la encimera de mármol
junto al fregadero.
—Cuando dijiste que pasaríamos el fin de semana en casa de un
82 amigo, pensé que te referías a una chica del trabajo. ¿Cuánto tiempo llevas
con él? ¿Por qué no me lo dijiste?
—Sí es un amigo. —Abro el cajón del lavavajillas y dejo caer los
cubiertos en la cesta. Por ahora es un amigo. Para el final del fin de semana,
no estoy tan segura.
—¿Lo crees? —Gira el cuello para mirar a través de la puerta de la
cocina detrás—. ¿Cómo mantienes las manos lejos de él?
Buena pregunta, y una con una respuesta complicada.
—Esta es una de esas situaciones en las que no quiero perder su
amistad.
—¿Cómo sabes que lo harás? Parecen muy en sintonía. Además, más
que una amistad podría llevar a momentos emocionantes. —Jen me empuja
de nuevo y le doy un codazo en la espalda.
—¡Compórtate, Jen!
—Solo lo digo. Es el paquete completo: un tipo apuesto, un cuerpo
sexy y con sentido del humor. También parece inteligente.
—Lo es.
—¿Cuál es el problema? Le gustas; eso es obvio.
Me doy la vuelta y me concentro de nuevo en el lavavajillas. ¿Lo es?
—Las cosas podrían no funcionar. Se... va a ir pronto.
—¿Y qué? ¡Diviértete antes de que se vaya! Claro que no estás
buscando a alguien con quien sentar la cabeza.
—Para nada. —Pero un corazón roto podría hacerme girar en una
dirección que no quiero.
Mira hacia la puerta.
—¡Si no estuviera con Cam, te apartaría del camino! ¡Muy bien, Phe,
toma un poco mientras puedas! ¿No quieres lamerlo centímetro a
centímetro? Esos abdominales...
Mastico el interior de mi labio en lugar de seguir esta línea de
conversación. Sí, quiero. Y más. Ella y Cam llegaron poco después de las
siete y se había servido su primera generosa copa de vino tinto en cuestión
de minutos. He perdido la cuenta del número que ha tomado.
Anteriormente, Guy me llevó a un mercado de productos locales donde
seleccionamos pescado y verduras frescas de granja antes de dirigirnos a
una tienda de botellas dónde Guy seleccionó su vino local favorito. La región
de Margaret River está llena de bodegas, por lo que la selección llevó su
tiempo. El aire de cita no se me escapó; pero en vez de causar tensión me
83 relajé en la atmósfera de las vacaciones.
Más tarde cocinamos juntos mientras esperábamos la llegada de Cam
y Jen, Guy expertamente preparó el pescado mientras yo tomaba el asiento
trasero y cocinaba las verduras. Admito que ya iba con un par de copas de
un agradable y local Sauvignon Blanco de ventaja con Jen cuando llegaron.
Las verduras no tardaron mucho en prepararse y me pasé el tiempo
descansando en el banco de la cocina observando a Guy, cegadoramente
consciente de lo feliz y relajada que estaba a su alrededor. ¿Qué pasaría
después?
Jen apunta detrás de mí.
—Toma el vodka. Ya he bebido bastante vino.
—Jen...
Hace pucheros.
—¡Oye, estoy de vacaciones! —Extiende la mano y agarra la botella.
Sigo a Jen de vuelta de la cocina. Guy se sienta en la mesa, recostado
en su silla con una pierna cruzada sobre la otra, feliz y riéndose de algo con
Cam mientras beben sus cervezas embotelladas. Tipos comunes y corrientes
en la vida cotidiana. ¿Por qué sugirió esto Guy? ¿Para sacarnos de nuestro
mundo de listas de cosas por hacer y convertirnos en una realidad de la que
estamos al borde? Otra pareja viviendo el momento pero planeando un
futuro.
¿Qué es lo que he hecho? Invitar a Jen y Cam aquí también se suponía
que sería una señal para Guy, esto no era un viaje sobre “nosotros” sino
sobre “Guy y Phe”. Ahora he creado la ilusión de dos parejas juntas de
vacaciones.
—¡Sofás! ¡Ahora! Juegos de beber —dice Jen, agitando el vodka y los
vasos de shot en su dirección.
Espero a que Guy se ría y se una, pero su sonrisa se congela.
—No estoy segura... —empiezo.
—¡Vive la vida mientras aún seas joven! —me interrumpe ella,
frunciendo el ceño.
—Guy saltará de un avión mañana, puede que no quiera tener resaca.
—respondo, mirando a Guy.
Cam se ríe.
—Razón de más para hacerlo. ¡Si todo sale mal, podría tener un
momento para vivir rápido, morir joven! —Le lanza un corcho de la mesa a
Guy para llamarle la atención—. ¿Cuán rápido caes?
Guy quita la etiqueta de su botella.
84 —Rápido. Caigo muy rápido.
Mientras dice las palabras, Guy me mira. Sus ojos de un azul
profundo son inescrutables; pero sus palabras me preocupan. Lucho contra
las ganas de extender la mano para tocar la suya. Cada minuto que pasa
cuestiono la sabiduría de permitir que mis dos mundos choquen.
Cediendo al acoso de Jen, me coloco en el sofá amarillo y Guy se sienta
en el suelo cerca de mis pies. Jen y Cam se abrazan en el sofá azul de
enfrente, con las piernas de Jen debajo de ella. Hablamos entre shots o
burlas de Jen. Guy dice poco. Media hora y una botella de vodka después,
el mundo nada. El entusiasmo de Jen por los juegos de beber roza la presión
de grupo.
—Normalmente no bebo mucho —dice Guy, descansando la cabeza en
el sofá—. Debería parar. —Su mejilla toca mis piernas mientras se recuesta
y me mira—. Así que discúlpame si digo cosas raras.
—¡Ooh! ¡Eso me da una buena idea! —dice Jen entusiasmada—.
¡Verdad o reto!
Cam se queja.
—¡Jen, no tenemos trece años!
—¡Será divertido! Quiero saber más sobre el Tipo Misterioso. —Se ríe
y coloca la botella de vodka vacía en la alfombra entre los dos sofás—. No
habla de sí mismo, ¿te has dado cuenta?
—No soy muy interesante —responde con firmeza.
—¿A qué te dedicas? —pregunta.
—Nada.
—De trabajo, quiero decir.
—Nada. Me estoy tomando un tiempo. Viviendo rápido, muriendo
joven.
En su estado de ebriedad, Jen se pierde el sarcasmo.
—Está bien, si puedes permitírtelo.
Guy se arrastra hacia adelante.
—¿Girar la botella?
—¡Oh! ¡Sí! ¡Juego!
Bien evitado, Guy.
Afortunadamente, la botella se detiene en Jen, que juro que es lo que
quería.
—¡Verdad! —Mira a Cam—. ¡Pregunta tú!
88
12
Una farola a unos pocos cientos de metros de distancia no ofrece
mucha iluminación, pero la gran luna esboza a una figura que camina a
través de la maleza hacia la playa. Me apresuro a cruzar el camino vacío
para alcanzarlo.
—¡Guy! —O no me escucha o me ignora. Parpadeo al salir al camino
iluminado hacia la playa, ajustando los ojos hasta volver a ver su figura—.
¡Guy!
La arena llena mis sandalias y me retrasa a medida que me acerco
más a él. Lo llamo una vez más, más fuerte, y se detiene. No puede fingir
que no me oye en el silencio de la madrugada.
Guy se gira, con la luz de la luna destacando sus rasgos delineados.
89 —¿Por qué me has seguido?
—Porque estoy preocupada por ti.
—Ah.
El espacio entre nosotros es pequeño, pero se siente como un abismo
que no estoy segura de poder cruzar. ¿Por qué dijo lo que hizo? Este hombre
en las sombras de la luna no es el tipo que conozco. Maldice en voz baja y
se sienta.
Cuando Guy no habla, me uno a él en la arena y, durante unos
momentos, miramos fijamente al océano.
—Debería haber aceptado el reto y besarte —dice—. Pero me hizo
enojar.
—Ciertamente la callaste.
Guy clava sus dedos en la arena a su lado.
—Era la verdad —dice—. Maté a mi madre.
Controlo el jadeo de la respiración que amenaza con escapar.
—Entonces, ¿por qué no estás...?
—¿En prisión? Murió hace mucho tiempo. Era un niño.
Las olas bañan la orilla, el agua se oscurece cerca de mis pies y me
retuerzo, sin querer que me toque. Guy habló de esto esta noche por una
razón, no lo necesitaba; tenía otra opción.
—¿Quieres decirme qué pasó?
—Murió al darme a luz. La maté —dice, sin emoción en la voz.
—Guy... —Pongo una mano en su brazo—. No, no lo hiciste. Es
trágico, pero no puedes pensar así. —No se mueve ni responde—. Estoy
segura de que te lo han dicho miles de veces.
Guy toma mi mano y la aleja.
—Le hago daño a la gente, Phe. Mato gente. Vine a este mundo
tomando una vida. Toda mi vida, la gente a la que me acerco sufre. Soy una
maldición. Merezco morir.
La brisa del atardecer me levanta los cabellos de la nuca. Guy no me
mira y sus palabras están borrosas; sacadas de profundidades de las que
no tenía ni idea.
—¡No digas esas cosas! No creo que seas una mala persona.
—No me conoces, Phe.
90 —Porque te escondes.
—Supongo que ya no estoy escondido, ¿verdad?
Tomo su mano de nuevo.
—Quiero saber qué clase de hombre eres bajo la superficie, porque
creo que eres un buen hombre.
—Las cosas son complicadas. —Envuelve sus dedos fríos alrededor de
los míos y aprieta—. Me siento maldito.
Guy se acerca, nuestras piernas se tocan. ¿Una persona normal se
alejaría de él? En este momento quiero más que nunca su cercanía, para
mostrarle que no estoy de acuerdo. Que me importa. El agua oscura cerca
de la orilla es apenas audible bajo la respiración estresada de Guy.
—Ya que sabes algo de mí, ¿puedo preguntarte algo? —pregunta.
—¿Qué?
—Dijiste que tus padres estaban muertos. ¿Qué pasó?
Un intercambio de secretos, deslizándose a través de una grieta en la
barrera entre la parte de Guy que reconoce parte de Phe y quiere apoderarse
de ella. Alejo la mano y me envuelvo las rodillas con los brazos.
—¿Recuerdas que te dije que su muerte fue un accidente? No lo fue.
—Oh.
Respiro hondo.
—Salí.
—¿De dónde?
—No puedo hablar de esto, Guy, las pesadillas empezarán de nuevo.
—Lo entiendo todo sobre las pesadillas.
—Entiendo lo de sentirse maldito —susurro.
Guy me toca la mejilla y tiemblo contra la brisa fresca de la playa, el
miedo desenterrado y la necesidad de Guy de agarrarme. Guy luce igual que
en el café el lunes pasado, cansado y derrotado, y me duele el corazón por
él.
—Quiero explicarte muchas cosas, pero no puedo. No sé cómo hacerlo.
—No necesitas hacerlo hasta que estés lista.
Guy me pone un brazo alrededor de los hombros y apoyo la cabeza
contra su pecho duro.
—¿Por qué confías en mí? —pregunta.
—¿No debería confiar en ti?
91 —Te acabo de decir que lastimo a todos los que están cerca de mí.
—¿Cómo puedes decir eso después de lo que hiciste por mí?
Su falta de respuesta me preocupa y me muevo para mirarlo. Guy
toma mi mano y traza las líneas de mi palma.
—Cuando te vi en la oscuridad, tuve que luchar contra correr y
alejarte a rastras del borde. Quería abrazarte, absorber tu sufrimiento.
Estoy harto de hacer daño a la gente. Pensé que quitarte el dolor podría
absolverme, de alguna manera.
—No creo que lastimes a la gente, Guy.
—No lastimo a la gente deliberadamente. Simplemente sucede. —
Respira hondo y me mira—. Desde el momento en que te vi al borde del
abismo he querido un nosotros, pero tengo miedo. No quiero que te pase
nada.
Le toco el rostro.
—Ya me has ayudado mucho. Esa primera noche y en los días
siguientes.
Guy me mira las manos.
—Te mandé un mensaje todas las noches para que cuando cerraras
los ojos para dormir supieras que a alguien le importaba.
Las palabras de Guy me ahogan; el hombre cuidadosamente
escondido revelando los bordes fracturados de su alma y la profundidad de
su corazón.
—Estar contigo está transformando mi mundo, y no creo que la lista
sea la única razón, ¿verdad?
—¿Y si te hago daño?
—Entonces me las arreglaré.
—¿Lo harás?
Entiendo su necesidad de apartarme del borde. Comparto el odio por
que otra persona pueda sufrir de la misma manera. Todo este tiempo y no
me di cuenta, demasiado ocupada luchando contra la marea oscura
amenazando con hundirme. Guy está nadando en la misma profundidad
que yo.
—Sí. No puedo esconderme del mundo y negar lo bueno por miedo a
lo malo. Tú vives el momento, y yo también debería hacerlo —digo.
Guy se ríe suavemente y me toca la mejilla.
—Viviendo peligrosamente, Phe. Serás la próxima en saltar de un
92 avión.
—Tal vez no trate de vivir peligrosamente en ese momento en
particular.
—¿Entonces qué pasa?
—No quiero esperar a que llueva. —Me acerco más a él, dispuesta a
que me abrace.
—Estás loca.
—Eso ya lo sabemos.
Exhalando, Guy cierra la mano en mi cabello, y luego apoya su frente
contra la mía, su aliento caliente calentándome el rostro.
—Esto nos lleva a algo diferente. No estoy seguro.
—Bésame, aunque solo sea una vez. —Muevo la cabeza para que
nuestros labios se toquen, el zumbido de la conexión es inmediato.
—Si te beso será más de una vez.
—Bien. —Me doy vuelta y me encuentro con su boca envolviendo una
mano alrededor de su cuello para acercarlo. Guy pone una mano en la
arena, me rodea la cintura con su otro brazo y me besa. La cálida presión
de su boca cambia de tímida a más firme mientras presiono mis labios
contra los suyos, respondiendo con entusiasmo y presionándome contra él.
Empuja su boca más fuerte contra la mía; Guy separa mis labios,
explorando mientras empujo mi lengua contra la suya.
Nos besamos durante lo que parece una eternidad, un solo momento
congelado en el tiempo, sin mover o cerrar el resto del espacio entre
nosotros. Anhelo las manos de Guy en mi piel, para también deslizar mis
manos contra la suya, pero esto debe permanecer como un beso.
Guy se aleja lentamente, como si no quisiera separar sus labios de los
míos, y suelta mi cintura. Podríamos besarnos de nuevo, nuestros labios
están lo suficientemente cerca como para que aún parezcan conectados, y
estoy tentada. Muevo la cabeza hacia atrás pero, en la oscuridad, apenas
puedo ver la expresión de Guy.
—Hay algo extraño en nosotros —dice.
Me río.
—¿Lo crees?
—No, sobre nosotros. Juntos. ¿Crees que nos cancelamos el uno al
otro?
—¿Qué quieres decir?
93 —Vida y muerte.
—No hables de la muerte cuando te acabo de besar, Guy. Eso fue para
distraerte.
—¿No porque querías besarme?
—Eso también.
Guy sostiene mi rostro con ambas manos y me besa suavemente otra
vez.
—Estar contigo cambió mi mundo, Phe. No estoy seguro de que pueda
volver a mi antiguo mundo.
—El mundo es un lugar más brillante contigo, eso es seguro. —Tomo
su mano y la aprieto—. No quiero hablar de lo malo o del pasado.
Guy me mete un mechón de cabello detrás de la oreja.
—No quiero quedarme aquí. Volvamos a la casa y esperemos que tu
estúpida amiga se haya dormido.
Camino con Guy de vuelta a la casa; una línea ha sido cruzada.
Podríamos ser cualquier pareja cediendo a nuestra atracción, dando un
paso tentativo en la dirección en la que ambos queremos ir. Pero no lo
somos.
La luz de la puerta principal semiabierta ilumina el sendero y
entramos a una sala de estar vacía. Botellas y vasos vacíos permanecen
esparcidos por la habitación, pero Jen y Cam se han ido. Un apagado Guy
se sienta en el sofá y se frota la arena de los pies.
Levanto la vista cuando oigo un ruido en la cocina. Cam duda en la
entrada con dos grandes vasos de agua y una sonrisa de pesar.
—Hola —dice.
—Hola —respondo.
Guy no dice nada.
Me alivia cuando Cam termina la conversación con el saludo
intercambiado y se dirige al fondo de la casa con sus bebidas. Guy lo mira,
y de vuelta bajo la luz puedo ver más claramente lo borracho que está. El
aire fresco tampoco hizo mucho por mi sobriedad, ni tampoco la sensación
de mareo del beso de Guy.
Su boca se curva cpn una sonrisa y se deja caer contra la parte trasera
del sofá.
—¿Crees que me creyeron, sobre mi madre?
Me siento a su lado.
—Probablemente no.
94 —Es un poco molesta, tu amiga. —Se pasa una mano por la cara—.
Lo siento, es tu amiga, pero es grosera.
—Jen siempre es así cuando está borracha.
Me quita el cabello de mi rostro y acuna mis mejillas.
—Como dije, debería haberte besado si hubiera sabido que lo ibas a
hacer de todos modos.
Antes de que pueda responder, los labios de Guy vuelven a encontrar
los míos y me lleva de la locura de la noche a la calma de su abrazo. Su beso
es lento, sosteniéndome la cabeza en vez de moverse para tocar mi piel. Se
detiene, entierra su rostro en mi cuello, exhala pesadamente y me aprieta.
Le acaricio el cabello.
—¿Estás bien?
—Borracho. Desearía haber mantenido la boca cerrada.
Lo sostengo y lucho contra la excitación provocada por su beso. La
áspera mejilla de Guy me raspa la piel mientras me pone los labios en la
clavícula. Permanecemos en silencio y el calor borracho de nuestro abrazo
junto con la respiración rítmica de Guy conspira contra mí. Empiezo a
quedarme dormida cuando el cuerpo de Guy se vuelve más pesado contra
el mío.
—No puedo dormir aquí —murmuro.
Estirando y sacudiendo la cabeza para despertarse, Guy me estudia
mientras llegamos al momento en que las cosas podrían cambiar aún más.
—¿Te vas a la cama?
—Iba a ir, sí. ¿Estarás bien?
—¿Yo? Sí. —Pone sus labios en mi frente—. Me gustaría unirme a ti,
pero no creo que sea una buena idea.
Aguanto el aliento, la moral adormecida por el alcohol sugiere que
podría pedírselo.
—Correcto.
Guy se levanta y tira de mí hasta ponerme en pie.
—Si no estuvieras tan borracha como yo, te estaría sugiriendo todo
tipo de cosas.
—Y, cuando estemos sobrios, ¿entonces qué?
—Entonces tendré muchas sugerencias —dice en voz baja.
Cuando nos separamos, me acuesto en la cama y reflexiono sobre las
últimas horas en mi cabeza. El destino es una extraña criatura, reuniendo
almas perdidas y luego dando un paso atrás para ver lo que pasa. Lo que
95 me preocupa es cómo se sintió besar a Guy y lo natural que es estar en su
compañía. ¿Cómo puede esto terminar bien?
13
#5 Hacer paracaidismo
El desayuno es tenso. Una Jen con resaca prepara una taza de café
humeante cuando llego abajo, y Guy está en la cocina haciendo tostadas
con mantequilla. Sin hablar con Jen, me dirijo a la cocina con Guy.
—¿Cómo estás? —pregunto—. ¿Listo para hoy?
Se lame la mantequilla de los dedos.
—Sí. No es demasiado tarde para unirte a mí.
—¡No lo creo! Es tu lista de cosas por hacer, no la mía.
—¿Entonces te quedas a mirar?
96 —Por eso vine aquí este fin de semana.
—Correcto. —Le da un mordisco a una tostada—. Tus amigos se van.
Pensé que querrías ir con ellos tú también.
Me duele el estómago. No ha intentado tocarme ni besarme desde que
entré en la habitación; esto fue un error para él.
—Oh. ¿Quieres que lo haga?
—No, Phe. No quiero que lo hagas.
Mientras me ocupo preparando una taza de té, Guy se queda detrás
de mí, y siento su proximidad como si nos estuviéramos tocando.
—¿Estabas muy borracha anoche? —pregunta.
—Bastante. Creo que todos lo estábamos.
—¿Querías besarme?
Me giro sorprendida.
—No, Guy, me tropecé y mis labios se encontraron con los tuyos. ¿Por
qué? ¿No querías hacerlo?
—Anoche fue un desastre —dice—. No quería que supieras esas cosas
sobre mí.
—Bueno, ahora lo hago. Y ellos también. —Señalo a Jen, que ahora
tiene la cabeza sobre la mesa, con el cabello a su alrededor—. ¿Vas a
explicárselo?
—No. Le haré creer que soy un fugitivo prófugo por el asesinato de su
madre.
Aparto la mirada. No podemos volver a esto. No asesinato. Llevo la
culpa del día que sobreviví al asesinato de mi madre y mi hermano. Entiendo
su necesidad de atar el pasado en el interior, pero también sé cómo se
enreda alrededor de su alma y devora.
—Buenos días, Jen. —Guy se sienta frente a ella en la mesa. No
bromeaba sobre fingir que no pasó nada. Se mueve y dice algo que no
escucho.
—No te preocupes. Todos dijimos cosas que no queríamos. —Come
sus tostadas.
Una torpe y pálida Jen se une a mí en la cocina. No la veo a menudo
sin maquillaje, sus labios desnudos y ojos sin pintar suavizan sus rasgos, y
parece años más joven que sus veinticuatro.
—Nos vamos esta mañana.
97 —Guy me lo dijo.
—Ten cuidado, Phe —dice en voz baja—. No sé si confío en él.
—Yo sí. —Tiro la bolsita de té a la basura y vierto leche en mi taza—.
Confío en él más que en nadie.
Las cejas de Jen se levantan.
—Entonces creo que te estás buscando problemas.
—Ayer estabas a favor de emparejarnos.
—Oh, Dios, no empieces una relación con él —se queja de mi pequeña
sonrisa—. Phe, no. ¿Ustedes...?
—No, pero ustedes sí. Ruidosamente. —Jen arruga la nariz en
respuesta y yo la esquivo—. Anoche me abrió los ojos a algunas cosas.
—Espero que sepas lo que estás haciendo.
Miro detrás de ella a Guy, que gira la cabeza como si fuera consciente
de mi escrutinio y me mira a los ojos. Siempre sentí que Guy me veía más
de mí que nadie, y ahora el velo que queda entre nosotros se está cayendo.
Por primera vez en mucho tiempo, sé lo que quiero y lo estoy haciendo.
***
El avión vuela sobre mí y me siento en la arena blanca, protegiéndome
los ojos contra el sol mientras observo. Los afortunados paracaidistas
disfrutan de unas vistas increíbles de la bahía, aunque yo sentiría el vuelo
como el de una mujer condenada. No saldría del avión a menos que alguien
me empujara físicamente o me arrastrara gritando por el aire.
Los preparativos de Guy para el salto tomaron algún tiempo y, cuando
entregó su formulario médico y de renuncia, se me ocurrió que podría haber
mentido. Una vez más, le echo un vistazo a su figura sana y en forma,
tratando de averiguar qué es lo que le pasa. Todo el día he sido hiper
consciente de su proximidad, sufriendo por él. Ahora que he dejado
acercarse a alguien, mi cuerpo anhela más.
También soy consciente de que necesito escuchar más secretos de su
parte antes de permitirme caer más lejos, pero eso implica renunciar a más
de los míos.
Un hombre con dos niños pequeños se me une en la playa donde
esperamos a que el avión dé la vuelta. El niño y la niña rubios se persiguen
entre el agua y la playa mientras el hombre se queda de pie a mi lado con
los brazos cruzados.
—No entienden por qué su mamá quiere saltar de un avión —dice.
98 Asiento.
—No entiendo por qué alguien lo haría.
—Lo hace por caridad, pero ¿y si se hace daño? —Señala a sus hijos—
. O peor.
—Estoy segura de que está bastante segura —le digo. La preocupación
en la cara del hombre de mediana edad es clara. Nunca pensé en
preocuparme de que Guy se hiciera daño.
—Te vi con tu novio. ¿Por qué no saltas tú también? —pregunta.
—No me gustan los deportes extremos. —Me río—. No estoy metida en
nada extremo.
—Sensata. —El niño le tira de la manga, pidiendo algo de beber, y el
hombre mete la mano en su mochila negra.
Sensata.
Ese es el problema. Pensé que lo sensato controlaría mi mundo y
evitaría que la tragedia volviera a tocar mi vida, pero eso ya fracasó una vez.
Lo sensato entumece. La sensatez no deja que nada me impulse a seguir, a
vivir una vida que pueda. ¿Pero puedo llegar a lo extremo?
—¡Ahí está! —grita la niña.
Dos figuras unidas, tan pequeñas como un pájaro en el cielo, caen por
el aire y mi corazón se tambalea en mi boca mientras observo. ¿Quién salta
primero? ¿Este es Guy?
El paracaídas atrapa a la pareja en caída libre, tirando de ellos hacia
arriba hasta que su descenso se reanuda, más lentamente. Estos somos
Guy y yo, cayendo libremente juntos hasta que algo nos salva y ralentiza la
caída hasta la muerte.
Al menos a uno de nosotros.
Las lágrimas me hacen picar los ojos, no porque sepa que voy a perder
a Guy, sino porque a un hombre tan lleno de vida le puedan arrebatar la
suya cuando gente que apenas vive está desperdiciando la suya.
Más lejos, a lo largo de la playa, el paracaidista y el instructor tocan
el suelo y luego corren a lo largo de la playa. La figura de la derecha es
demasiado alta para ser la pequeña mujer que se despidió de sus hijos y
cuyo marido se negó a besarla. La persona podría ser uno de los dos
mochileros holandeses, una pareja encerrada en su excitación antes de
dirigirse al avión de espera; pero al acercarse, sé que este es Guy. Un hombre
en la playa lo ayuda a salir del paracaídas y la emoción de Guy se refleja en
su lenguaje corporal, los brazos gesticulando salvajemente mientras cambia
99 su peso de pie.
Guy corre a través de la arena hacia mí, vigorizado, con mejillas rojas
y ojos brillantes. Me levanta del suelo. Lo agarro de los hombros por la
sorpresa y bajo la mirada hacia él. Me besa fuertemente en la boca y se ríe
sin aliento.
—¡Tienes que hacerlo! ¡Es jodidamente increíble! —Guy me hace girar,
el mundo fuera de control, mientras envuelvo mis brazos alrededor de su
cuello—. ¡Es la segunda cosa más asombrosa que he hecho en mi vida!
—¿Segunda? ¡Has llevado una vida loca si no es la primera! ¿Qué es
mejor que eso?
Me pone en el suelo y acuna mi rostro con sus frías manos.
—Besarte anoche.
La intensidad ha vuelto; sus palabras sonarían trilladas, pero se dicen
con sinceridad. Toco su mejilla con una pequeña sonrisa.
—Corrección, una vida aburrida si eso es lo primero.
—No te subestimes, a ti y al efecto que tienes en la gente. Es seguro
que tienes un efecto en mí. —Me agarra el trasero con las dos manos y lo
aprieta.
Avergonzada, miro a mi alrededor al hombre y a sus hijos, pero
afortunadamente, miran hacia otro lado.
—¡Todavía no puedo creer que hayas saltado de un avión! ¡Es una
locura!
—¡Creo que todo el mundo debería probar el paracaidismo!
Con el entusiasmo de Guy, le abrazo el cuello y lo beso. Tiene el rostro
húmedo, su corazón late contra mi pecho mientras nos abrazamos. Se
separa y me levanta de la arena de nuevo, dándonos vueltas hasta que el
mundo se difumina en vetas de color. Mareada y sin aliento, apoyo la cabeza
contra la de Guy y me aferro. Estamos anclados en nuestro mundo borroso,
fuera de tiempo y lugar, y por primera vez en mi vida aferrarme a alguien
más se siente bien.
***
14
La exuberancia de Guy continúa durante el resto del día con repetidos
relatos paso a paso de su salto. Me burlo de él y se ríe; pero afortunadamente
deja de insistir en que empiece mis clases de surf. Nos dirigimos a una
bodega cercana a almorzar, nos sentamos bajo el dosel de metal fuera del
café en bancos de madera y compartimos una tarde entre los altos viñedos.
Guy se relaja y charla sobre los momentos que ha pasado aquí en el pasado,
y yo alejo la conversación de su entusiasmo por la escena de surf local en
caso de que salte de nuevo a ese tema e intente arrastrarme a la lección que
acepté.
101 No recuerdo la última vez que estuve así de relajada y feliz, y dejo de
lado el pensamiento más oscuro sobre el futuro de Guy y sigo sus mantras.
Vivir por ahora. Estar en el momento. Compartir estos momentos con un
hombre que hoy me mira como si fuera la persona más importante de su
mundo me emociona y me inquieta. Si tan sólo pudiéramos quedarnos en
este lugar y momento más tiempo, una semana, un mes. Para siempre.
La casa está fresca cuando volvemos, el vacío tranquilo da la
bienvenida después de la ocupada tarde entre turistas. Guy tira las llaves
de su auto en la mesa baja cerca de la puerta principal y yo subo a
cambiarme. S eme acelera el pulso cuando oigo sus pasos en la escalera de
madera detrás. A medida que avanzaba la tarde, nos fuimos acercando
físicamente y los toques sutiles se convirtieron en besos arrebatados hasta
que sólo el calor del día nos impidió abrazarnos completamente.
En el dormitorio, me dirijo a las puertas abiertas del balcón. La brisa
del mar sopla en mi cara y cierro los ojos, sintonizando mis sentidos con el
sonido calmante y los olores de la naturaleza. El tranquilo océano recorre la
playa a través del camino, sin oleaje en el agua. El sol de la tarde calienta el
dormitorio; corro las cortinas a través de las puertas, pero la luz del sol brilla
a través del fino material azul. Estoy mirando hacia otro lado de la puerta
del dormitorio y se me pone la piel de gallina al ver a Guy entrar en la
habitación.
—¿Apartando al mundo? —pregunta desde atrás.
—Recuperando el día.
Dedos amables apartan mi cabello de mi cuello, y un escalofrío corre
a través cuando Guy coloca sus labios contra mi piel.
—Un viaje a una bodega no estaba en nuestra lista.
—¿Por qué importa eso?
—Otro paso más lejos de compañeros de viaje, Phe.
Me alejo y me doy la vuelta para mirarlo.
—Creo que el beso de anoche fue un paso mayor.
En un movimiento repentino, Guy me agarra la cabeza y su boca
choca con la mía. Jadeo, lista para alejarlo pero, a quién engaño, he
esperado esto toda la tarde. Deslizo mi mano hacia su nuca y lo sostengo
firmemente, presionándome contra él. Guy me presiona contra la pared y
me mete la lengua en la boca. Nos besamos profundamente hasta que, con
dificultad para respirar, alejo la cabeza.
Guy mantiene mi rostro firme con sus labios cerca de los míos. Me
estudia con la mezcla de deseo y afecto que he visto en sus ojos todo el día:
—No tenemos que volver a Perth esta noche, podemos quedarnos
102 hasta mañana. Pasar la noche juntos.
—Pensé que habías dicho que esperabas que yo tomara las decisiones.
Arquea una ceja.
—Si no lo haces tú, lo haré yo. Estamos fuera de la vida otra vez, Phe.
Viviendo por lo que queremos y yo te quiero a ti.
—¿No una compañera de viaje? —paso mis dedos por sus labios.
—Quiero continuar este viaje contigo, sí; pero nos quiero a nosotros.
¿No crees que el sexo mejoraría la experiencia?
Se me abren los ojos de par en par ante sus directas palabras.
—Qué romántico —digo sarcásticamente.
Guy desliza sus brazos alrededor de mi cintura y me jala hacia sus
caderas. Tropiezo y le pongo una mano en el pecho.
—¿A menos que no quieras?
Me niego a pensar demasiado en esto, dejaré que mi cuerpo tome la
decisión sobre esto. La fuerza de los brazos que me rodean y el músculo
sólido contra el que me sostienen son una tentación suficiente para mí.
Guy malinterpreta mi vacilación.
—Pero entiendo si necesitas un hombre que te ame antes de dar ese
paso.
—No creo que sea capaz de permitirme ser cercana de nadie todavía
—susurro—. Físicamente está bien, no emocionalmente.
Toma mi barbilla.
—Te prometo que tendrás el respeto de alguien que se preocupa por
ti y es exclusivamente tuyo, pero no tenemos que enamorarnos.
—Suena bien para mí.
Guy empuja una mano debajo de mi camiseta y traza un dedo a lo
largo de mi estómago, provocando vibraciones de mi vientre hacia abajo.
—¿Así que estamos bien?
—Espero que lo estemos —digo con una risita. Imprudente, puedo
hacer esto. ¿Qué tiene de malo que una chica quiera sexo sin ataduras?
Acerco a Guy, meto las manos bajo las mangas de su camiseta y clavo
las uñas en el músculo duro. Coloca sus labios sobre los míos, enviando
una ola de sensación a través de mi cuerpo, y la última duda desaparece.
Me pierdo en el momento en que su boca toca la mía, la inexplicable
conexión que nos fusiona. Corre su lengua a lo largo de mi labio inferior y
abro la boca, permitiéndole besarme profundamente. Perdiendo mi agarre
en todo menos en la calidez de Guy y el creciente calor entre nosotros, tomo
103 su cabello y le devuelvo su pasión.
Guy se mueve para besarme en el cuello, con el rastrojo de su barba
de un día raspándome la piel, disparando calor a mi centro. Me jala hacia él
por las caderas y desliza la mano por mi espalda. La forma en que nuestros
cuerpos se moldean uno contra el otro nos arrastra a nuestro intenso
mundo en el que no existe nadie más. Incapaz de respirar, me alejo, pero su
agarre alrededor de mi cintura se aprieta.
Guy pone su frente sobre la mía, su aliento me calienta la piel.
—¿Quieres hacer esto?
—¿Tú lo quieres?
Guy se ríe.
—Soy un hombre, Phe, esa es una pregunta estúpida. —Se quita la
camiseta sobre la cabeza, confirmando que los músculos bronceados de mis
fantasías están a la altura de la realidad. Hago lo mismo y la mirada de Guy
cae sobre mis pechos cubiertos de encaje. Por un momento nos paramos en
el borde del precipicio, en negación de que esto será una conexión
cualquiera. La energía sexual que existe entre nosotros se sustenta en una
corriente de otra cosa, la polarización de la vida y la muerte.
Estoy viva gracias a Guy.
Se sienta en el borde de la cama y me mira a través de ojos que se
oscurecen antes de extender los brazos.
—Ven aquí.
Me siento a horcajadas sobre Guy, y extiende la mano detrás de mí
para desabrocharme el sostén. Deslizo mis brazos por los tirantes y dejo
caer el material de encaje al suelo. Continuando, mirándome, Guy traza
dedos desde mi costado hasta mis senos, rozando mi pezón con su pulgar.
Sostengo la cabeza de Guy y le mordisqueo el labio inferior y me recompensa
con otro beso que me quita el aliento, moviendo las manos hacia mi trasero
y metiendo los dedos en el algodón de mis pantalones cortos. Su excitación
empuja entre la barrera de nuestra ropa; el calor se acumula entre mis
piernas en cada toque y beso.
—Es difícil mantener mi autocontrol a tu alrededor —gruñe.
—Entonces no lo hagas.
—¿No? —pregunta, y levanta la ceja.
Me muerdo la comisura del labio provocadoramente. En un
movimiento repentino, Guy se pone de pie y me da la vuelta sobre la cama,
arrodillándose encima de mí. Normalmente me sentiría expuesta y nerviosa,
104 pero la expresión de Guy es una promesa que anhelo que cumpla.
—¿Confías en mí? —pregunta.
—Confío en ti, o no estaría aquí tirada medio desnuda.
Guy pierde las arrugas preocupadas en su cara y regresa a una
sonrisa perezosa.
—Suena bien para mí.
Me desabrocha los pantalones cortos y me los quito mientras me baja
el material por las piernas. Guy observa mi desnudez con hambre y, por
primera vez en mi vida, no me siento expuesta bajo el escrutinio de un
hombre.
—Eres hermosa, Phe —dice, con la voz ronca—. Pero creo que ya te lo
dije antes.
—Una o dos veces. —Enredo una mano en su cabello y lo tiro hacia
mí.
Poco a poco pasa una mano a lo largo de mi pierna y el suave toque
de sus dedos en la cara interna de mi muslo ilumina el papel con deseo de
Guy. Paso los dedos a través de las crestas de los músculos de su espalda y
lo jalo hacia mí.
—No dejes de besarme —le digo.
Nuestras bocas se encuentran, los dientes chocando con la cruda
intensidad del beso. Guy toma mis muñecas con una de sus grandes manos
y sostiene mis brazos sobre mi cabeza. Hago un sonido sin aliento mientras
los duros besos de Guy se mueven hacia mis pechos antes de que cierre la
boca alrededor de mi pezón endurecido. Separa mis piernas con su rodilla,
los dedos subiendo por mi muslo hasta que descubre mi calor húmedo.
Guy acaricia, provocando, suavemente. A medida que mi excitación
crece, mete un dedo y me muevo contra él, empujándome contra la palma
de su mano. Desliza la lengua a través de mis pechos, burlándose de mis
pezones y convirtiéndolos en picos antes de meterlos en su boca. Me ahogo
en la sensación de su atención a mi cuerpo; sus besos y toques expertos me
llevan al borde del abismo y luego me detengo, hasta que no puedo soportar
más la presión construyéndose.
—¡Guy! —Me sacudo contra su agarre en mis manos, desesperada por
tocarlo yo también.
Guy duda y me mira.
—¿Quieres que pare?
—No. Sí. Quiero decir, deja de hacer eso.
105 —¿Por qué? —Me suelta las manos y desliza las suyas por debajo de
mi trasero, acercándome. Mi cuerpo tiembla de excitación cuando su boca
caliente vuelve a encontrar la mía. Detengo su mano—. Dime.
Estoy parcialmente entrelazada con Guy, pero quiero estar desnuda
debajo de él y completamente rodeada de su cálida fuerza. Ahora que tengo
las manos libres, las muevo a la cintura de sus pantalones cortos y deslizo
mis dedos en el interior.
—¿Por qué crees?
—Oh, cierto. —Se quita de encima con una sonrisa engreída—. Espera
un segundo. —Se saca la billetera del bolsillo y saca un condón, luego baja
sus pantalones cortos. Se sienta en la cama y me pasa el paquete—. Vas a
tener el control de esto, Phe.
Control. Parpadeo; este es un reto mayor que elegir de qué menú
comer.
—¿Y si digo que no lo haré?
—Entonces me pondré la ropa. —Arquea una ceja, la diversión
jugando en la comisura de sus labios. Yo abro los míos, ya ha pasado mi
punto personal de no retorno, y le quito el envoltorio, desgarrándolo y
enrollando el condón en su dura longitud.
Guy se acuesta de nuevo en la cama y me arrastra sobre él. El desafío
en su expresión es inconfundible. Quiere decir en control de verdad.
—De acuerdo —digo, y coloco mis caderas sobre las suyas, consciente
de que mi calor resbala contra su firme cuerpo. Guy inhala bruscamente y
me agarra el trasero.
Cuando lo miro, mi cabello cae sobre su cara. Aparta un mechón y
aparece su sonrisa con hoyuelos.
—Hola.
Le doy un toquecito en la nariz.
—Hola.
Mientras nos besamos, mis pezones rozan el pecho duro de Guy,
nuestros cuerpos ya resbalan con el sudor del calor del verano. El placer
late mientras Guy se desliza contra mí, pero no empuja hacia el interior.
Sostengo sus anchos hombros, relajándome en el poder que Guy me permite
sobre él; su fuerza pesa más que la mía y podría hacerme lo que quisiera
fácilmente. Pero este es Guy, el hombre que me alejó del borde y que apenas
necesita pedirme que confíe en él.
Mirándolo, alcanzo entre nosotros y lo guío al interior. Guy cierra los
ojos, con la boca abierta mientras me bajo lentamente sobre él. Su agarre
en mis caderas se endurece y me inclino hacia adelante de nuevo,
106 mordiéndole la oreja mientras muevo las caderas. Guy dice algo, pero no lo
oigo, perdida en la sensación que me llena mientras me muevo. Gime y
extiende una mano entre nosotros, frotando los dedos contra mí en
sincronía con los movimientos.
Nuestras miradas se encuentran, me paso el cabello por encima de
los hombros y sigo deslizándome contra él, deleitándome con el placer que
aumenta con cada movimiento. De repente, Guy se empuja hacia arriba y
me sostiene en su regazo. Le clavo las uñas en la espalda y gruñe, girándome
sobre la cama antes de hacer una pausa.
—¿Mi turno? —pregunta.
Cuando mi boca dice “sí” sin sonido, empuja con fuerza contra mí.
Guy se mueve lentamente al principio, con los ojos aún fijos en los míos,
antes de aumentar la urgencia. La presión aumenta a medida que el
movimiento de nuestros cuerpos deslizándose a la vez golpea mi clítoris.
Agarro sus tensos hombros y me muevo contra él, incapaz de alejarme
de mi urgencia. Me besa, el movimiento de su lengua coincide con el empuje
de sus caderas. Todo se desborda en un mundo de sensaciones a medida
que subo en espiral hacia el borde, hasta el lugar donde nada existe aparte
del puro placer. Las estrellas bailan en mis ojos cuando grito, el éxtasis
enviando ondas de choque a través de mi cuerpo, tensándome el corazón.
Perdida en este mundo, soy consciente de que las caderas de Guy se tensan
antes de que empuje fuerte una vez más, maldiciendo cuando se viene.
Guy me abraza con fuerza y entierra la cabeza en mi cuello. Me relajo
con los ojos cerrados mientras nuestros corazones laten uno contra el otro.
Pegajosa debajo de las sábanas, las empujo hacia abajo, envolviendo el
algodón alrededor de mi cintura mientras apoyo la mejilla en el húmedo
pecho de Guy. Cierro los ojos y paso un dedo por su piel. El firme latido del
corazón de Guy se ralentiza mientras me acaricia el cabello, lo que me calma
aún más. No me he sentido tan cerca de nadie en años, si es que alguna vez
lo he sentido, y apenas lo conozco. Desconectar mis emociones de una
relación física y no preocuparme por adónde me llevarán las cosas me da
una libertad que no pensé que disfrutaría.
—Viajar contigo será mucho más divertido ahora. —Guy besa mi
cabello húmedo.
Hasta que lleguemos a su destino final.
107
15
Me siento en el mostrador de la cocina y observo cómo Guy convierte
las sobras de anoche en una comida, echándole salsas y especias que
encuentra en un armario. El agua borbotea mientras añade la pasta y me
gruñe el estómago.
—¿Estás bien? —pregunta, frotándome la pierna con una mano.
—Sé que estamos viviendo en el ahora, pero me preocupo.
Frunce el ceño.
—No te preocupes. ¿Por qué preocuparse?
—Sobre ti.
—Cuando estoy contigo, me olvido de la vida. ¿No es lo mismo para
108 ti?
Nuestro paso hacia una relación sexual no significa que tengamos que
compartir todo sobre nosotros mismos, pero la cercanía exige que sepa más.
—Sí pero, aunque no quieras contarme toda la historia, necesito saber
qué te está pasando. Siento como si sólo conociera a la mitad de ti.
—¿Qué quieres saber? —Estudia el contenido de la sartén y lo
revuelve.
—¿Qué crees?
—No lo sé. Podría ser cualquier cosa.
¿Está siendo deliberadamente evasivo? Respiro profundamente. He
sentido la fuerza de este hombre, pero también he visto al Guy cuyo dolor
apareció brevemente anoche.
—¿Crees que puedes decírmelo ya? —pregunto.
—¿El qué?
Trago.
—Lo que te está matando.
Guy coloca cuidadosamente la cuchara en el mostrador de la cocina.
—Pensé que podría salirme con la mía. —Levanta la vista con una
pequeña sonrisa—. Pero entiendo que quieras saberlo.
—Y entiendo que no quieras hablar de tu enfermedad, pero te lo pido
como amiga...
—Y amante.
—Como alguien a quien le importa.
Me mira unos momentos y me preocupa haber llevado las cosas
demasiado lejos.
—Bien, ¿pero me dirás qué te pasó? ¿La historia completa sobre tu
familia?
Es mi turno de apartar la mirada. Un intercambio de secretos, de
cosas que intentamos mantener alejadas del lugar que hemos creado juntos.
—No estoy segura de que pueda.
—Tumor cerebral.
Las palabras brotan de la nada y levanto la cabeza.
—Oh. —Ensayé una reacción para el día en que Guy inevitablemente
me lo dijese, y esa respuesta patética no era mi plan. ¿Cómo puede esperar
que reaccione razonablemente cuando lanza las palabras así y luego sigue
cocinando como pidiéndome que le pasara la sal?
109 —Lo siento.
—Sí. —Se frota con una mano su corto cabello—. Del tipo inoperable.
Bueno, lo hicieron hace años. Trataron de sacar lo que había y pensaron
que lo habían hecho. Regresó. —Mientras habla, Guy me mira directamente,
pero su cara es impasible. Cómo alguien puede aceptar el hecho de que se
enfrenta a la muerte y actuar con indiferencia, no lo sé. Cuando miré a la
muerte a la cara, estaba en una neblina y acepté la idea. ¿Es su elección
ignorarlo porque no puede luchar?
—¿Te duele?
—A veces.
—Dijiste que tu enfermedad no te afectaba físicamente. Pensé que los
tumores cerebrales hacían eso.
—Todo el mundo es diferente, Ophelia.
Me tenso con que use, una advertencia para que deje de preguntar
más.
—Correcto.
—Por eso estoy planeando todo rápidamente. Necesito organizar mi
viaje al Reino Unido.
Tumor cerebral. Me lo imagino incapaz de caminar, de hablar...
—¿Pero dentro de unos meses podrás?
—Sí, pero cuanto antes mejor. ¿Julio?
—Supongo. Pediré permiso y veré cómo van las cosas.
—Genial.
En este momento, todo lo que quiero es sostener a Guy, las lágrimas
amenazan con derramarse, pero no creo que sea la simpatía lo que quiere.
La tristeza que siento por él se mezcla con el alivio de que finalmente me lo
haya dicho, que confíe en mí. Ahora entiendo por qué nunca quiso decir la
verdad.
—Tu turno —dice—. Háblame de tu familia.
No puedo estar tan tranquila en la superficie como Guy; los recuerdos
están demasiado cerca. Tengo una versión condensada de la historia, una
que uso en las raras ocasiones en las que me veo obligada a contarla. Pasé
de psicóloga a doctora y a terapeuta en un alegre paseo cuando era
adolescente, he perfeccionado mi versión de la historia. Hechos. Corta.
Rápida.
—Mi padre drogó a mi familia y se estrelló contra un río. Todos
murieron. Menos yo. Obviamente. Creen que puso sedantes en algo que
110 comimos o bebimos esa tarde y mi mamá y mi hermano se desmayaron
durante el viaje. En el auto, entre el momento en que salimos de casa y el
se metió en el agua, vomité. Mi padre estaba enfadado conmigo, muy
enfadado, y ahora sé por qué. Vomité las drogas. Sabía lo que estaba
haciendo cuando el auto chocó con el agua.
Guy me mira en silencio y, por una vez, es incapaz de responder.
—Cuando el auto se sumergió, intenté ayudar a mi hermanito, pero
apenas tuve tiempo de salvarme. Tuve suerte. A pesar de que era tarde por
la noche y estábamos en algún lugar tranquilo, otro auto que pasó vio el
accidente. Un hombre que nunca he visto desde que me salvó la vida. —Me
limpio los ojos, molesta porque una lágrima haya encontrado la salida—. Al
menos mi madre y mi hermano no se enteraron porque estaban... dormidos.
Mi padre debió estar consciente antes de ahogarse, porque no había drogas
en su sistema. Algunos días me alegro de que sufriera.
—Y te sientes culpable —dice Guy en voz baja.
—Sí. Siempre. Debería haber muerto cuando tenía once años, no
debería estar aquí.
—Pero lo estás —susurra—. Fuerte, hermosa y más capaz de lo que
crees. Vive la vida que te han dado, eso es lo que tu madre habría querido.
—Ese es el problema, lo estoy haciendo, y lo odio. De pequeña, antes
de que muriera, hablaba de lo inteligente que era, de todo lo que lograría.
Ahora tengo que hacerlo, porque el éxito es mi legado para ella.
Guy sacude la cabeza y toma mis dos manos con las suyas,
alejándome del borde de mis recuerdos hasta él.
—No. Te equivocas. Tu madre habría querido que vivieras una vida de
color, sin ahogarte en la oscuridad después de todos estos años.
—Pero quiero hacerlo. Quiero tener éxito, ser alguien.
—Eres alguien. Cualquier cosa que elijas hacer, serás increíble. —Guy
toma mi rostro en sus manos y me mira directamente a los ojos—. No te
subestimes.
Pongo mis manos sobre las de Guy, ignorando la creciente ansiedad.
Un momento decimos que no habrá ataduras y al siguiente apretaremos el
hilo que nos une. Una tragedia en el pasado y la amenaza de muerte, la
culpa que sigue.
—Voy a enseñarte a ser Ophelia —dice—. No puedes volver a ser Lia,
pero no tienes que ser Phe.
—Y yo voy a enseñarte que no tienes que pasar por cosas por tu
111 cuenta.
Me besa la frente.
—Lo sé, porque tengo a mi compañera de viaje.
Se vuelve hacia la sartén, revolviendo con la cuchara en una mano y
sosteniendo mi mano en la otra. Una pareja relajada, natural y normal
cuando no somos nada. Secretos revelados, cuerpos compartidos, ¿hay
alguna forma de evitar que nos enredemos?
16
Cuando llegué a casa de Dunsborough, Jen fue cautelosa, y después
de un par de días se enfrentó a mí, una vez que había tomado un par de
copas de vino. Cuando le conté a Jen lo que Guy me había dicho de su
madre, se quedó callada. El tema no se ha mencionado desde entonces. La
desaprobación de Jen por Guy me enoja porque nunca la entendí como una
persona que juzga y no entiende nuestra situación.
Paso menos tiempo en mi casa compartida y camino las aguas de una
relación con Guy. De vuelta en Perth, una ráfaga de mensajes de Guy
desciende durante el día y nos ponemos al día por la tarde por lo menos
cada dos días. Ya hemos pasado de reuniones sobre la lista a lo que la gente
normal llamaría citas. En dos semanas, estoy cayendo libremente en Guy
más rápido de que él a través del cielo australiano.
112 Esta noche nos reuniremos en casa de Guy con la pretensión de
discutir las listas y nos engañaremos sobre que esta es la principal conexión
entre nosotros. Nos sentamos en la mesa de Guy en su brillante cocina con
grandes vasos de vino y su laptop.
—Este fin de semana pensé que podríamos hacer frente a uno de los
ítems de tu lista —dice Guy.
—¿Tengo que elegir? —No surfear.
Se encoge de hombros.
—Claro. He estado investigando todo. Incluso he tomado una hoja de
tu libro supremamente organizado y he empezado a planear un horario de
lo que podemos hacer y cuándo.
—Entonces probablemente necesitemos discutir lo que estás
planeando. —No voy a volver a personas que organizan mi vida por mí.
—Claro. Quiero decir que he encontrado lugares y horarios de
apertura, no tiene sentido ir más allá de eso antes de hablar contigo. —Bebe,
mirándome por encima de su copa de vino—. Aparte del viaje al extranjero.
—Correcto.
Guy saca sitios web marcados en su laptop y me habla de su
investigación. El viejo entusiasmo ha vuelto; el hombre de la playa que me
dejó acercarme se ha sumergido de nuevo.
Hace clic en la página siguiente, una página turística de una ciudad
entre el mar y el desierto.
—Uno de los tuyos. Dormir bajo las estrellas.
—Espero que no te refieras a literalmente dormir bajo las estrellas.
Guy se ríe.
—Llevaré una tienda de campaña, que no cunda el pánico. —Hace clic
por el sitio, abriendo una nueva página—. Aquí. Para probar que hay un
campamento real en el que podemos quedarnos.
—De acuerdo. —Me pongo de pie y levanto la mano para tomar su
copa de vino; cuando me la pasa, sus dedos tocan los míos. Desde el sexo,
la forma en que Guy me mira es diferente. Esperaba que volviera a ser casual
pero respetuoso, como si no hubiéramos hecho más que besarnos, pero algo
ha cambiado. Esta diferencia no es sólo la línea que cruzamos físicamente
hace un par de fines de semana, sino una comprensión más profunda que
revelar más la piel del otro.
El sexo no se ha repetido, a pesar de ponernos al día en lo que
negamos son citas, pero la necesidad de unirnos se intensifica con cada
mirada o toque. Rozar los dedos con Guy inmediatamente desencadena una
113 ola de excitación inconsistente con un gesto tan inocente. Envuelve con u
mano la mía y frota la parte trasera un momento, su cambio de expresión
es un entendimiento asentido de que comparte mi necesidad.
—¿Cuándo quieres acampar? —pregunto mientras sirvo el vino.
—¿Pronto? Sabes que no quiero perder el tiempo.
—Suena divertido.
Toma el vaso que le ofrezco y me mira.
—Tu cara no dice eso.
—Nunca he acampado, eso es todo.
Guy me envuelve las piernas con el brazo y apoya la cabeza contra mi
cadera, sorprendiéndome con su relajada intimidad.
—¡Te divertirás!
—Claro... —Le acaricio el cabello—. ¿Adónde quieres ir para
someterme a esto?
—Al norte. —Abre una página marcada con fotografías de un cielo
lleno de estrellas sobre rocas monolíticas en el desierto—. Al desierto de
Pinnacles.
—No está muy lejos, ¿verdad?
—Unas horas en auto. Nos tomaremos un fin de semana libre. —Otra
vez la mirada. Lo no dicho: ¿recuerdas lo que hicimos en nuestro último fin
de semana?
—¿En una tienda?
—En una tienda. —Mueve la mano y me frota el trasero—. No
subestimes la diversión que puedes tener en una tienda.
Abro los ojos de par en par en respuesta a sus palabras y a la
repentina visión de subirme sobre Guy y pedirle que no demuestre lo que
está sugiriendo, pero ya no me está mirando.
—Raro. —Apunta a la pantalla del portátil.
—¿Qué es raro?
—Desde que empecé a investigar, no paro de encontrar fotos y
anuncios en otros sitios que visito, exactamente lo que buscaba. Así.
Cruceros con delfines.
—¡Oh! Delfines. ¿Qué tal eso en vez de acampar? —Miro la pantalla—
. Eso es normal. Todo lo que buscas probablemente reaparecerá como
anuncios.
114 —¿Cómo?
—Supongo que Internet nos acecha. —Me río, pero Guy no lo hace—.
Además, a veces los anuncios son útiles.
—¿Cómo nos acechan?
—No estoy segura. Supongo que tu historial de búsqueda se comunica
con los sitios de publicidad. Cookies o algo así.
Cierra la tapa.
—No creo que me guste eso. ¿Puedo evitar que suceda?
—No estoy segura. Puede que haya algo en tu navegador que puedas
usar, no lo sé.
—¿Para que alguna compañía al azar pueda ver todo lo que busco en
Internet?
—¿Por qué? ¿Algo que esconder? —me burlo.
Guy sacude la cabeza, pero su cara está preocupada.
—Nada en absoluto. No me gusta que me vigilen, eso es todo.
—Nadie te está mirando.
Rueda su silla hacia atrás y me lleva a su regazo.
—Vi algo en la televisión sobre cómo el gobierno quiere que los ISPs
revelen los detalles del historial de búsqueda de la gente. ¿Es eso lo que está
pasando? Jodidamente raro.
—Eso está relacionado con el crimen. No creo que estemos en el punto
del Gran Hermano en la historia todavía.
—Aun así.
Envuelvo con ms brazos la cabeza de Guy, lo acerco, consciente de
que al hacer esto su rostro está cerca de mis pechos, y la parte superior que
llevo puesta tiene suficiente escote como para que pueda verlo. Gira la
cabeza y coloca sus labios suavemente sobre la piel de la parte superior de
mis pechos, luego me frota la espalda. Este contacto físico que hemos
evitado no está ayudando a la excitación que comienza instantáneamente
con él.
Me mira.
—¿Te vas a casa pronto?
—¿Por qué? ¿Quieres que lo haga?
—No, pero siempre empiezas a mirar el reloj alrededor de las diez, y
corres a casa antes de que termine la noche. ¿Estás segura de que no eres
115 Cenicienta?
Le beso la frente, sabiendo que, si esta conversación continúa, no me
iré a casa.
—Tengo que levantarme temprano para ir a trabajar.
Suspira y se mueve, así que tengo que ponerme en pie.
—Un día, haré que lo dejes todo y te pierdas. El mundo sigue
funcionando sin tu control.
Arrugo la nariz ante su típica honestidad.
—Sí, lo entiendo. Soy una maniática del control. Estoy trabajando en
eso, gracias al hecho de que señalas que lo hago regularmente.
—Así que quédate. —Extiende su mano y toma la mía.
—No lo he planeado.
—Te presto mi cepillo de dientes.
Niego con la cabeza, tentada.
—No sé.
Me arrastra de vuelta a su regazo y me sujeta por la cintura.
—Vamos a detener esto, Phe.
—¿Detener qué?
—Desde la noche en Dunsborough, me he obsesionado contigo. Me
has robado todos los pensamientos racionales de mi cabeza y los has
reemplazado por sueños tuyos. Y estoy confundido porque no estoy seguro
de lo que quieres. —Me acaricia el cuello—. Creo que quieres más, pero eres
cautelosa y no lo puedo adivinar.
Mi corazón se salta un latido en mi pecho.
—No estaba segura de lo que querías.
—¿En serio, Phe? ¿Crees que diría que no, si me dijeras que quieres
más?
—Pero esto es confuso; hemos pasado de amigos a amantes
potenciales y…
Rompe en una de sus sonrisas.
—¿Potenciales? Creo que hemos ido más allá de eso.
—Quiero decir amantes potenciales, no una cosa de una noche. —
Frunzo el ceño ante sus bromas.
—Oh, de ninguna manera es suficiente una noche. No contigo. —Guy
mete sutilmente sus manos debajo de mi camisa, acariciándome el vientre
116 con suaves dedos, disparando el doloroso calor entre mis piernas—. Todo el
día tengo visiones de ti desnuda. Necesito comprobar que esas visiones son
exactas.
—¿Es eso cierto?
—Sí, así que si pudieras quitarte la ropa y meterte en mi cama sería
de ayuda. —Me burlo de él y le agarro la mano. Frunce el ceño—. ¿O te
decepcioné la última vez? ¿Es eso lo que está mal?
Los recuerdos de sus manos y su boca en mi piel y el apagar el mundo
por uno nuestro propio me acercan más a ceder ante él. Me deja besos
suaves a lo largo del cuello, con las manos deslizándose a lo largo de mi
costado y empujando mi camiseta hacia arriba.
—No, no me decepcionaste. ¿Por qué pensarías eso?
—Eres un libro cerrado. Quédate —dice, con su boca moviéndose
contra el sensible espacio de mi cuello.
Tiemblo. Sensata, Phe. Trabajo.
—No puedo.
—Respuesta equivocada. —Guy sube aún más mi camisa y le agarro
la mano, pero él aleja mis dedos de un empujón—. Vamos. Quédate. No
puedo prometerte que dormirás mucho.
—¡Ese es el problema! —protesto, pero le permito que me quite la
camisa.
Guy se humedece los labios al mirarme. Soy incapaz de apartarme del
nosotros físico, el crujido de la energía que se interpone entre nosotros y nos
une. Desde el fin de semana en Dunsborough, cuando estamos juntos, nos
tocamos constantemente: los dedos entrelazados, acariciando la piel,
cualquier cosa para mantener el control sobre lo que tenemos.
—Está bien, príncipe encantador —susurro, y apoyo mi cabeza en la
suya.
Guy se pone de pie, me agarra y envuelvo con mis piernas su cintura.
—Silencio. Te lo dije, nada de príncipes. —Me besa tranquilamente,
sus labios suaves y burlones contra los míos—. Ve a por el lobo feroz.
Le muerdo el labio inferior, deseando no parar.
—¿El gran lobo malo?
—Oh, sí. —Se dirige hacia las escaleras, todavía sujetándome contra
sí—. Él te ve mejor, te escucha mejor, y te come...
—¡Dios mío! —Me río y pongo mi mano sobre su boca.
117 Los ojos de Guy brillan y aleja la cabeza de mi mano.
—Te quedas. Fin de la historia.
17
Cuando tengo pesadillas, siempre me siguen a la luz del día. He
aprendido a bloquear los recuerdos y a dejar la mente en blanco, pero la
ansiedad desencadenada por mi subconsciente no desaparece en horas. En
esos días, mi mundo está envuelto en rojo; estoy en alerta constante contra
las amenazas a mi paz mental. Cuando estos días coinciden con
experiencias negativas en el trabajo, las cosas me dan vuelta.
Veo que el cambio está ocurriendo, como si estuviera fuera y
observara a la ansiosa Phe incapaz de concentrarse, haciendo listas
interminables o con la mirada perdida. La reconozco y odio cuando vuelve a
entrar. No la quiero aquí, pero sé que es difícil sacudírmela de encima.
El tiempo con Guy apaga la ansiedad; pero lejos de Guy, las cosas se
magnifican y esto me preocupa. ¿A quién le estoy mintiendo más cuando
118 digo que esto es sin ataduras, sin conexión real: a él o a mí?
La tarde en Dunsborough cuando le dije a Guy que sólo quería algo
físico tenía la intención de seguir adelante. No esperaba sentir nada más
que placer sexual. Entonces me dije que esto era un hecho aislado, una
liberación de la frustración acumulada y de las emociones de meses de
control. Error. Cada vez que tenemos sexo, me acerco más a Guy. La
conexión física es diferente que antes; nadie me ha mirado a los ojos ni me
ha hablado al perderse en la intensidad física. Sí, tengo el cuidado y respeto
de Guy; pero en sus ojos veo más. Algo nos rodea, cada vez me ata más a
Guy de una manera que no puede más que ser malsana.
Así es como el miedo se arrastra, por la pérdida a la que me enfrento.
No hablamos de la enfermedad de Guy, de la misma manera que él no me
cuestiona sobre mi estado mental. He intentado investigar su condición en
Internet, pero me encontré con una confusa serie de síntomas y variedades
de tumores cerebrales. Una cosa es segura: Guy se verá afectado
físicamente.
Nos engañamos porque estamos viviendo en el ahora, pero nuestras
vidas están centradas en lo que nos espera. No estoy segura de poder hacer
frente a un futuro brillante que se vuelva negro de nuevo. Me digo que soy
más fuerte, que estoy caminando hacia esto con los ojos bien abiertos, pero
mi corazón también está abierto y expuesto.
A través de Guy estoy aprendiendo que no tengo que permanecer
congelada en un momento o controlada por el pasado, y que mi dependencia
de los medicamentos sólo para cambiar mi vida está mal. Se hace eco de las
sugerencias que me han hecho durante años, pintando un cuadro holístico
de mi recuperación. Guy me convence de que asista a clases de yoga con él
y le acompañe a dar paseos los fines de semana. Ya no somos compañeros
de viaje, somos compañeros. Amantes. Una pareja.
Intento retroceder y forzar las ataduras, pero están demasiado
apretadas. Necesito ver cómo termina esto.
119
18
#2 Dormir bajo las estrellas
El polvo rojo y los largos caminos nos llevan en dirección a Pinnacle.
El cielo de Australia Occidental no contiene nada más que sol, algunas veces
en el año no aparecen nubes durante semanas. Esto hará el ver las estrellas
hermoso. Cuanto más nos alejamos de la ciudad, más relajada me siento, el
zumbido del motor y la música de Guy incitando un clima de vacaciones.
Posiciono el aire acondicionado para que sople sobre mi rostro y me
recuesto, con los ojos cerrados.
—¿Cómo estuvo tu semana? —pregunta Guy.
—Bastante bien. Hablé con Pam sobre escribir otro artículo y dijo que
***
***
(intenso).
—Malas decisiones —dice en voz baja. ¿Con quién está hablando?
¿Conmigo o consigo mismo? Guy se mueve de nuevo y lo oigo suspirar,
pierdo el consuelo de su cuerpo contra el mío cuando se aleja de mí.
Nos decimos mucho el uno al otro y a la vez tan poco, al borde de la
vida del otro. Me dice que soy suya, pero no creo que él sea mío.
129
19
Nos sentamos en la mesa fuera de la cafetería donde nos vimos la
primera vez. Técnicamente, la segunda vez. Cada vez que venimos aquí,
quien llega primero elige esta mesa. Menos de dos meses y tenemos nuestro
lugar. ¿Y ahora qué? ¿Una canción? ¿Nombres cariñosos?
Guy está en uno de sus estados de ánimo distraídos, los días que no
es accesible. Estoy aprendiendo que va de un extremo a otro. Tranquilo e
introspectivo, con un campo de fuerza a su alrededor, o abierto y sociable,
arrastrando a todos con su entusiasmo. Me tomo estos cambios de humor
con calma, entendiendo su deseo de mantener cosas ocultas a los demás.
La mañana siguiente a la observación de las estrellas Guy no estaba
cuando me desperté, y regresó media hora más tarde de un paseo por la
playa. Volvió a su alegre y brillante personalidad, dejando de ser el hombre
130 serio en la oscuridad. Guy habló sobre nuestro viaje a Pinacles y, después
de un desayuno rápido, empacamos y nos fuimos a casa.
Esta es la primera vez que nos vemos desde entonces y, aunque estuve
ocupada en el trabajo y cansada, no pude descubrir si la ausencia esta
semana es deliberada. Su estado de ánimo actual no ayuda. Guy juega con
el borde de su reloj y cuando la reunión desemboca en conversaciones sobre
el tiempo, decido presionar.
—¿Cómo estás, Guy? Estás callado.
—¿Qué hacemos ahora? —Levanta sus ojos hacia los míos.
—No sé, yo... ¿Adónde quieres que vaya esto?
—No, en la lista, Phe. —Frunce el ceño—. ¿Por qué? ¿Estás
preocupada por lo que pasa entre nosotros?
—No, ¿debería estarlo?
—Ya sabes por qué. Porque me iré pronto.
Me muevo en mi asiento y miro a la pareja detrás de Guy, agarrados
de la mano, con las cabezas juntas compartiendo una broma. El elefante en
la habitación está a punto de pisotearlo todo.
—Eso es algo con lo que tengo que lidiar —digo con rigidez—. Pero es
una sombra que no quiero sobre nosotros. Sobre ti.
Levanta una mano para apartarse del rostro el cabello que ya no está
ahí, un hábito que es difícil de matar, y entonces bebe un sorbo de su café.
Rezo para que no vuelva a empezar una conversación sobre lo negativo.
—¿Puedo elegir el siguiente ítem de las listas? —pregunta.
—Tú elegiste la última vez.
—Bien. Tú eliges. No hay muchas que podamos hacer localmente, así
que deberíamos empezar nuestros planes para irnos.
Asiento, no solo nos estamos adentrando más en la vida del otro, sino
más en el exterior del mundo en el que estamos.
—Tengo curiosidad por saber por qué tantas cosas de tu lista son
ordinarias —dice—. Espero que tengas más imaginación.
—Puede que sean ordinarios para ti, pero hay cosas en la lista que
son un gran paso fuera de lo común para mí —replico.
—¿No es solo porque así estás segura de que los cumplirás todos?
Me siento y cruzo los brazos.
—¿Qué hay del surf?
—Fácil.
131 —Para ti.
—Fácil de lograr, puedo enseñarte a menos de media hora de donde
vives, apenas es un ítem importante.
Las imágenes de mí misma en el agua desencadenan ansiedad,
empujando a su vez la irritación por la desestimación de Guy de algo enorme
para mí.
—¡Solo porque ya surfeas! ¡El surf todavía puede ser un gran problema
para alguien más! ¡Yo no me burlo de los ítems de tu lista!
—Lo siento. —Los dedos largos de Guy se enroscan alrededor de mi
mano y la aprietan.
Nos sentamos en silencio por unos momentos, la mano de Guy
rodeando la mía. Miro fijamente los anillos de café en la mesa, mis manos,
la gente de alrededor. A cualquier sitio menos a él.
—Es el agua, ¿verdad, Ophelia? —pregunta—. No te gusta el agua. Lo
noté en la playa.
—Sé nadar.
—¿Pero no quieres?
Saco mi mano de debajo de la suya y me cruzo de brazos.
—Por lo que me pasó. Mi familia se ahogó y yo casi me ahogo,
¿recuerdas?
—Correcto.
Lo miro, sorprendida por su indiferencia.
—¿Oíste lo que dije?
—Tu familia se ahogó y tú casi lo haces, así que naturalmente tienes
miedo de ir bajo el agua. Me lo dijiste antes. Lo entiendo.
—Lo entiendes. ¿No crees que esto es importante para mí?
—Phe, la gente presiona a otros a derramar sus pensamientos y
miedos. Si quisieras hablar de esto, lo harías, no te lo estoy pidiendo.
—¡Pero eres muy frío con algo sobre lo que me es muy difícil hablar!
—¿Qué quieres que diga? ¿Que lamento tu pérdida? ¿Felicitaciones
por salvarte? Phe, si quieres hablar con alguien sobre lo que pasó, te
escucharé.
Cada palabra que dice hace que aumente mi ansiedad, mi ira porque
no le importe.
—Vaya. Gracias. —Me pongo en pie—. Tengo que volver al trabajo.
132 Guy no se mueve ni intenta tocarme y, antes de que pueda responder,
me voy corriendo.
Por lo general, cuando surgen los recuerdos del día en que el agua se
robó a mi familia, me arrastran de vuelta y me preparan para las pesadillas
inevitables. Hoy los pensamientos son encauzados hacia la ira. No quería
trivialidades ni miradas de preocupación, pero no esperaba que fuera tan
desdeñoso con el miedo que me provoca la situación.
***
135 Me quedo mirándolo. Para un hombre que puede ser intuitivo, todavía
tiene la habilidad de sorprenderme con su grosero desprecio por mis
sentimientos.
—¿En serio, Guy?
—Si no vamos a mirar atrás, miremos hacia delante. Tienes miedo al
agua. Quiero ayudarte a enfrentar eso. ¡Vamos, salté de un avión y me
aterrorizan las alturas!
—No sabía eso.
Guy se encoge de hombros y vuelve a la sartén humeante.
—¿Cuál es el fin de una lista llena de cosas fáciles? Te estás
desafiando con todo lo que has escrito.
Está mirando la lista, sujeta a la nevera por un imán, parcialmente
oscurecida por los papeles de la pizzería local.
—No exactamente todo.
—Hmm.
La comida es acompañada por una charla relajada sobre una nueva
película que queremos ver y lo incito a que me cuente más sobre su
experiencia de paracaidismo. En ese momento, nunca consideré que Guy
pudiera estar asustado; no había ningún indicio de nervios cuando se alejó
de mí para cruzar el campo esa tarde.
Nos acurrucamos en el sofá, me tumbo contra el pecho de Guy y él
juega con mi cabello. Perdida en un drama televisivo durante media hora,
Guy me sorprende cuando habla.
—Esto ha cambiado. Nosotros. Ya no somos solo algo físico.
Lo miro.
—¿Eso te preocupa?
—Un poco. —Me toca los labios, y veo al Guy intenso regresando—.
Por favor, no lo hagas.
—¿Hacer qué?
—Enamorarte de mí.
Trago, con mi estómago tensándose ante sus palabras
—No lo estoy. No lo haré.
—Me preocupo demasiado por ti como para dejar que pase. No quiero
arruinarnos. Quiero decir, probablemente lo haga, de todos modos, pero no
me ayudes.
Tomo su mano.
138 a distancia.
Como si supiera de mi inspección, se da vuelta y me muestra una
sonrisa antes de dejar la tabla y venir.
—Puede que tengas que ir un poco más profundo que eso.
Meto las manos en los bolsillos de los pantalones cortos.
—Lo sé. ¿Está bien si solo remo primero?
—Claro. Tenemos todo el día.
Le lanzo mi bolso y me quito los pantalones cortos y la camiseta,
revelando un bikini azul que compré hace varias semanas en un intento de
decirme a mí misma que iba a hacer esto. Guy me mira mientras abro el
bolso y meto la ropa.
—Jesús, Phe —dice con los ojos en mi pecho.
—¿Qué?
—Menos mal que estoy sosteniendo este bolso, porque estoy pensando
en la otra noche y los pensamientos no son muy limpios.
—Bueno, detente. Estoy segura de que estás acostumbrado a ver
chicas en bikini.
—Oh, sí, pero tú eres diferente.
—Iba a besarte, pero ahora no lo haré —replico.
—Ay, vamos. —Frunce los labios.
Con un pequeño suspiro, coloco una mano sobre su pecho y apoyo
brevemente mis labios sobre los suyos.
—Deja el bolso en el suelo y quédate conmigo mientras estoy en el
agua, por favor.
—Claro que sí.
Un Guy sin camisa regresa y me agarra la mano. Nos adentramos en
aguas poco profundas, donde las olas rompen contra mis rodillas. Puedo
hacerlo, pero la idea de que el agua me arrastre bajo las olas me revuelve el
estómago. Cuando llegamos al punto en que el agua me llega a la cintura,
el movimiento de las olas amenaza con arrancarme los pies de la arena.
Agarro el brazo de Guy con ambas manos.
—Ayh. Cuidado con esas uñas.
Aparecen marcas rojas en su brazo y las relajo con una disculpa.
Una ola más grande salpica hasta mi pecho, y un sonido de pánico se
me escapa de la boca, mientras vuelvo a agarrar a Guy.
—Oye, Phe, no te preocupes. Mira el océano, el agua está en calma.
139 —¿Entonces de dónde vino esa ola?
Sonríe.
—¡Eso no fue una ola!
—Y eso es lo que me molesta. —Cada célula de mi cuerpo me grita que
dé la vuelta y salga del agua, pero no puedo moverme, balanceándome en
los empujones y tirones de la marea, aferrándome a Guy.
—¿Quieres seguir adelante?
Niego con la cabeza, mi cabello volando alrededor de mi rostro, porque
las palabras no son posibles. Jadeo y se me tensa el pelo.
—Phe, respira hondo. Estás bien.
—No lo estoy —me las arreglo para decir con un chirrido—. Llévame
de vuelta.
—Quédate aquí. Solo unos minutos.
—No puedo moverme y ya vienen. Guy, por favor.
—¿Qué vienen? ¿Las olas?
—Los recuerdos. No puedo hacer esto. No puedo dejarlas entrar. —
Las lágrimas empujan hasta mis ojos, me duele la cabeza al intentar
controlarlas y mi voz se eleva.
—Te tengo. —Guy me suelta la mano y me envuelve a su alrededor—
. ¿Cuándo fue la última vez que te metiste al agua?
—Hace ocho años. —Sacudo la oscuridad que entra, la falta de aliento
cuando el agua me atrapa—. No puedo. Por favor. Llévame de vuelta.
—Estamos cerca de la orilla. Date vuelta. Podemos volver andando.
—¡No puedo! ¡No puedo moverme! —Contengo el aliento, mi corazón
se salta un latido y aumenta la ansiedad—. ¡Guy!
—Phe, shh. Te llevaré de vuelta.
—¡La arena me está succionando!
Guy se muerde la boca y no responde. No me sorprende, está en un
metro de agua con una mujer histérica. Con un movimiento rápido, me
levanta con los brazos debajo de mis piernas húmedas y yo envuelvo mis
brazos alrededor de su cuello, enterrando mi rostro en su hombro. Su piel
se encuentra cálida por el sol, perfumada con el océano y protector solar,
calmante. Me concentro en él, en alejar los recuerdos. Qué estúpida, pensar
que podría hacer todo esto de una vez.
—No creo que pueda surfear hoy —le digo contra el hombro.
142
21
#10 Enamorarse
Me duele el cuerpo después de lidiar con el pánico y estoy cansada,
quiero ir a casa y esconderme pero, en vez de eso, regresamos a casa de
Guy.
Me gusta la casa de Guy, a quién no le encantaría este nivel de lujo;
pero hay un aire de esterilidad en el lugar. Las zonas de estar no parecen
habitadas, en todas partes está limpio y ordenado. Me gusta tener una casa
ordenada; pero compartir casa significa que no hay posibilidad de tener la
casa exactamente como me gustaría, así que no me preocupo.
—¿Quieres ver una película esta noche? —pregunta mientras se sirve
un poco de agua—. ¿O salir a algún lado?
143 —¿Qué tal hacer más planes? —pregunto—. Algo que me haga olvidar
el desastre de esta mañana.
Sonríe.
—¡Genial! Espera a ver lo que tengo.
Desaparece y regresa con una carpeta de papel grueso. Nos sentamos
lado a lado en el mostrador y Guy saca fotos de lugares que quiere visitar.
Poco a poco, me aleja del incidente en la playa mientras miro fotos de
Londres y de lugares ingleses de interés turístico. Tal vez ahora sea el
momento de centrarse en los ítems fuera del país rodeado de océano en el
que vivo.
Garabateo notas mientras él hojea la investigación impresa que ha
realizado sobre hoteles y vuelos, con puntos resaltados en colores
fluorescentes.
—¡Esto es exhaustivo, Guy!
—A decir verdad, he planeado esto durante años. Tengo carpetas
llenas de planes desde que era adolescente.
—Deberías haber hecho el rito de iniciación de mochilero australiano,
trabajar en un bar en Londres.
Echa un vistazo a las fotos.
—Consideré ir, pero no había nadie a quien llevar conmigo.
—Estoy segura de que eres el tipo de persona que podría encontrar y
hacer amigos muy fácilmente.
—A veces. —Distribuye en el mostrador fotos de verdes paisajes
ingleses y contrastantes paisajes urbanos de edificios grises—. Inglaterra
sería mejor en verano.
—Estoy de acuerdo.
Me mira de reojo.
—Estaba esperando a la persona adecuada para ir con ella.
—E ir está en tu lista de deseos —le recuerdo.
—Sí, y eso. —Salta del taburete y regresa con un paquete de papas
fritas—. He notado algo extraño, Phe.
—¿Más extraño que nosotros? —Tomo una papa frita y la muerdo por
la mitad.
—Sobre nuestras listas. Estaba pensando nuevamente en esto el otro
día. Podemos completar casi todos los ítems en Australia.
—¿Porque vivimos en un país increíble? —Busco otra papa.
144 —¿Crees que estamos evitando el resto del mundo?
—Solo pensé que tu lista era deliberadamente local. Me sorprendió ver
que te ibas al extranjero.
—¿Por qué?
—La planificación y... el tiempo que te queda.
—Oh, cierto. —Se frota la cabeza—. Pero tú no tienes excusa. Debe
haber otros países que quieras visitar.
—Los hay.
—¿Entonces por qué no están en tu lista?
—No lo sé. Supongo que podría hacer eso más tarde.
Guy se tensa y durante unos minutos se queda en silencio.
—Así que la tuya no es realmente una lista de cosas que hacer,
¿verdad?
—¡Sí!
Junta los papeles en un montón y los vuelve a meter en la carpeta.
—¿Escribiste una lista que pensaste que podíamos hacer juntos y
dejaste algunas cosas que querías hacer?
—No. Supongo que no soy lo suficientemente valiente para ir lejos —
suspiro—. No empieces a analizar las cosas de nuevo, Guy. Un minuto me
estás enseñando a vivir el momento y al siguiente estás destrozando las
cosas.
—¿Crees que deberíamos cambiar nuestras listas? —pregunta.
—¿Cambiarlas? ¿Te refieres a añadir cosas?
—Poner algo desafiante en la lista, imposible de completar. —El viejo
e intenso Guy está de vuelta, lejos del surfista despreocupado de la playa.
Es extraño que me atraiga más este Guy; que la energía que irradia en este
momento me acerque más. Reconozco los pensamientos profundos en sus
ojos, la emoción que sumerge empujando hacia la superficie. Es más como
yo en momentos como éste, y conscientemente tengo que alejarme.
—Creo que verás que ya tienes eso en tu lista, cazar fantasmas.
Levanta una ceja.
—¿No crees en la vida después de la muerte, Ophelia?
—No creo en fantasmas.
—Pero persiguen tus sueños, ¿no es así? —Cruza el mostrador y me
145 toca lamano.
Trago con fuerza.
—No. No lo hacen.
—Lo hacen. Te he escucho mientras dormías.
No. Las pesadillas viven dentro de mí; nadie las oye y las hace realidad
—Siento si te desperté.
—Traté de despertarte, pero no pude. Tampoco me dejaste abrazarte.
—Se lleva mi mano a los labios y la besa suavemente—. Quería despertarte,
decirte que todo estaba bien.
—Gracias por cuidarme.
—Claro que te cuido. Pero me preocupo. No quiero que vuelvas a estar
enferma.
Me bajo del taburete y me acerco a él, le aliso el cabello.
—Estoy bien. Mejor. No soy la chica de las rocas.
La preocupación no deja su frente arrugada.
—Pero no ha desaparecido por completo. La tienes bajo control, eso
es todo. No quiero ser responsable de traerla de vuelta.
—Haces lo contrario, lo sabes —susurro.
—Eso espero. Fue insensible de mi parte pensar que podía empujarte
a superar tus miedos. Incluso arrogante. —Me envuelve la cintura con un
brazo y me sostiene más cerca.
—Tus locas habilidades de yoga me ayudarán a recuperarme —le digo,
y envuelvo con mis brazos su cuello—. Bésame. No quiero hablar de esto.
Lo hace, lenta y tiernamente, y luego entierra su rostro en mi cuello.
¿Tiene el mismo miedo por mi futuro que yo?
—Creo que necesitamos una cosa imposible en nuestras listas, de esa
manera nunca las terminaremos —dice, y aprieta su agarre en mi cintura.
—¿Quieres hablar de lo que te está pasando? —susurro contrasu
cabello.
—No. No puedo.
—Nunca lo haces, Guy. A veces pienso que hablar puede ayudarte a
enfrentar lo que está pasando. ¿Cómo estás ahora?
—Tú no quieres hablar de ti. Yo no quiero hablar de mí.
Le muevo la cabeza, deseando poder meter mis dedos dentro y sacar
lo que lo esté matando, y luego le sostengo el rostro para que tenga que
146 mirarme.
—Solo prométeme que lo harás si lo necesitas. Puedes hablarme de
cualquier cosa. Haré lo que pueda para ayudar.
Guy cambia a lo que hace cada vez que tocamos el tema de su muerte:
me besa. El patrón se ha vuelto predecible, a medida que nos saca del
abismo y nos lleva a la vida a través de la fuerza de su pasión. Puedo medir
la profundidad de su necesidad de escapar por si su tacto es áspero y su
lujuria incontrolable o si me hace el amor suavemente. De cualquier
manera, apartamos el futuro que nos amenaza y mantenemos la cabeza
fuera del agua.
Guy me levanta sobre el banco de la cocina y se presiona entre mis
muslos, con las manos envueltas en mi cabello mientras su boca magulla la
mía. Desesperada por unirme a su intento de alejarnos de la dirección en
que se dirigía nuestra conversación, le agarro las caderas con mis piernas e
igualo su intensidad.
A veces cuando Guy tiene las manos sobre mí, su piel contra la mía,
quiero llorar. No porque un día no vuelva a tocarme otra vez, sino porque
despierta en mí algo nuevo. El toque y el beso de Guy profundizan en el
centro de lo que soy y liberan las emociones que he escondido durante años.
Hemos pasado días y noches explorando el cuerpo del otro, negándonos que,
con cada momento que estamos juntos, nos volvemos más que amantes.
Guy descansa sus manos alrededor de mi cintura, sosteniéndome en
mi lugar. Sus dedos se me clavan en la piel, pero no me importa, apenas me
doy cuenta. Solo cuando deja de besarme me doy cuenta de que tengo los
labios hinchados por la feroz pasión de los últimos minutos.
Arrastra su pulgar por mi boca. Lo oculto está desprotegido por un
momento mientras nuestros ojos se encuentran en la comprensión.
—¿Estás bien? —pregunto.
—Te amo, Phe —dice, apartándome mi cabello húmedo del rostro.
Su admisión derriba los cimientos de las mentiras que hemos vivido,
y las lágrimas que prometí que no derramaría por él me escuecen en los
ojos.
—Sabía que esto no podía seguir siendo sencillo.
Los ojos que examinan los míos no están llenos de ternura sino de
confusión.
—¿Por qué te amo? —pregunta, tomándome el rostro con ambas
manos—. ¿Por qué hicimos eso?
—Creo que a veces el amor se te acerca de puntillas por mucho que
147 intentes esconderte —susurro, y lo acerco—. Te a...
—¡No! ¡No lo digas! —Los ojos de Guy se abren de par en par,
alarmados.
—¿Por qué? Estoy diciendo la verdad. Míranos. Piensa en nosotros. —
Nuestros cuerpos permanecen unidos de una manera tan natural que me
duele el corazón. Aunque nuestra piel se toca, no soy consciente de nada
más que de la extraña energía que nos rodea cuando estamos juntos.
—Lo sé, y nunca pensé que conocería a alguien como tú. Nunca pensé
que me enamoraría. No creí que fuera posible.
Una vez más, las palabras deben ser afectuosas; pero es infeliz
mientras me agarra contra sí.
—Guy, ¿no podemos vivir el momento como siempre? —susurro.
Guy mueve la cabeza y suavemente me da besos en el rostro, y el calor
regresa.
—Me parece bien amarte pero, por favor, no me ames tú a mí —
murmura.
No le permito evitar esto, estar en esto por sí solo.
—Demasiado tarde. Te amo. Quién eres y cómo me haces sentir.
Ahora. Aquí. En este momento.
Miro de nuevo las oscuras aguas azules de sus ojos, observo cómo la
tristeza se disipa y se relaja.
—Supongo que caímos juntos —dice.
—Supongo que lo hicimos.
—Ven aquí. —Me atrae hacia él y me acomodo contra su pecho; su
corazón late contra mi oreja—. Lo siento.
—¿Por qué?
—Por lo que sea que pase después.
—Nosotros. Nosotros somos lo que pasa después —le susurro, y lo
abrazo más fuerte.
Las palabras son pronunciadas, cruzando una línea mayor que la que
sobrepasamos cuando nuestra relación se volvió sexual. Esto lo cambia todo
y nada, porque hemos estado en este lugar durante meses.
148
22
Erica se sienta con las piernas cruzadas en mi cama, mientras me
preparo para la noche planeada y agarro mi teléfono.
—Santa mierda, Phe. ¿Ese es Guy? —Da la vuelta al teléfono; el fondo
es una foto de Guy y mía que tomé hace un par de noches, en una caminata
nocturna por el parque cerca de su casa. Tiene una cara tonta, pero ni
siquiera eso le quita mérito a su aspecto; elegí esta foto porque la felicidad
que espero causar brilla en sus ojos.
—Sí.
Sacude la cabeza.
—Guau. Bien hecho. No me extraña que nunca me hayas enseñado
una foto antes. ¿Cuántos años tiene?
149 —Veintitrés.
Erica sigue mirando.
—No puede ser buena persona también. Los tipos que se ven así o son
arrogantes o gays.
Me rio de su estereotipamiento.
—Claro, Erica. Puede que lo encuentres un poco intenso o raro, pero
es una gran persona. ¡Y definitivamente no es gay!
—Debe ser bueno. Tus nubes oscuras se han ido. —Erica se levanta
y se dirige hacia donde estoy maquillándome los ojos con una brillante
sombra dorada—. Me alegro por ti. ¡No puedo esperar a conocerlo! —Me
empuja—. ¿Así que lo elegiste a él en vez de al tipo de la cafetería?
Ross. Me preocupaba visitar el café después de nuestra cita
cancelada, pero él estuvo tranquilo ante la situación. Se burló de mí por
romperle el corazón y me disculpé profusamente. Al final, Ross me dijo que
dejara de avergonzarme cada vez que traía un café. Todavía lo visito a diario,
pero nunca he llevado a Guy a ese lugar.
La última visita de Erica a Perth fue hace más de dos meses, pero esos
meses parecen años. Hablo con ella regularmente, le di una versión
condensada de mi relación con Guy. No le he contado a Erica lo su
enfermedad, imaginando el alboroto que hará por mi relación con él. O tal
vez ese sea mi subconsciente diciéndome que debería preocuparme más.
Erica conoce a la Phe que estoy dejando atrás y quiero que conozca a la
nueva y más segura. Erica necesita ver en quién me estoy convirtiendo, no
preocuparse por lo que pasará.
En las semanas transcurridas desde que Guy y yo cambiamos de
velocidad, la vida ha acelerado. La confianza que tímidamente creció entre
nosotros finalmente construyó un puente entre nuestras vidas. Tenemos
una regla tácita de guardar nuestros secretos dentro de la relación y no
compartirlos fuera de esta. Guy tiene razón, ahora que hemos entrado en
nuestro mundo, es difícil volver al de los demás.
—Estoy segura de que te gustará. —Dependiendo de su estado de
ánimo. Los estados de ánimo más tranquilos de Guy han aumentado
recientemente; niega que su comportamiento se deba a nuestra admisión,
pero me preocupa que las palabras hayan ido demasiado lejos. Luego lo
suaviza con el Guy exuberante, el que me dice que me ama y la verdad es
clara a sus ojos, así que mi miedo se disipa.
—Debe ser especial, si te has enamorado de él. Puedo ver el cambio
en ti. ¿Sigues viendo al psiquiatra regularmente?
—He aprendido a no faltar a las citas. ¡Además, te tengo a ti
regañándome si lo hago!
150 —Sí, vendré aquí y te llevaré a los médicos si alguna vez pienso que
necesitas que lo haga.
Dejo mi brocha y agarro un pintalabios rosa, evitando los ojos de
Erica. Nunca la llamé en mi peor momento y, si Erica lo supiera, estaría
dolida. Sí, llamar a Erica habría tenido más sentido que estar sola en las
adversidades, pero estaba ocupada y no sentí que valiera la pena su tiempo.
No sentí que valiera la pena el tiempo de nadie.
—Guy dijo que vendría esta noche —le digo, y froto un poco de lápiz
labial en la comisura de mi boca.
—¿Tiene algún amigo sexy que pueda traer? —pregunta con una
sonrisa.
—¿Qué le pasó a Rob?
—Terminamos las cosas. Ya no éramos una pareja, apenas tenía
tiempo para mí. —Erica agarra un par de aretes de un joyero en el tocador.
—Si sales con un futbolista tienes que esperar que esté ocupado
durantela temporada de fútbol.
—Eso no era todo con lo que estaba ocupado. —Erica frunce los
labios, derramando indiferencia.
—Oh. ¿Otra chica? —pregunto, como si lo necesitara.
—Sí. —Sostiene los aretes largos de plata contra su oreja—. ¿Me
prestas esto?
Erica y Rob eran la pareja de la escuela secundaria que se predijo
serían novios de la infancia casados y juntos de por vida. Me sorprende que
Erica no dijera algo. Siempre está ahí para mí, y era mi turno de estar ahí
para ella.
—Lamento oír eso. ¿Por qué no lo dijiste? Y claro, puedes usarlos.
—Sinceramente, no me molesta. Fuimos a la deriva hace meses; un
final natural. Supongo que para cuando terminamos éramos amigos más
que nada.
—Bien.
¿Cómo puede ser tan indiferente con su ruptura? Esto y mi resistencia
a contarle detalles de mi vida son nuevas medidas contra lo mucho que está
cambiando. La distancia física entre Erica y yo es equiparable a una amistad
que se desvanece a medida que nuestras vidas se alejan una de la otra.
Erica da un paso atrás y admira sus pendientes.
—Estoy bien. Estoy feliz. Tú también, ¡vamos!
153
23
A la tarde siguiente, dejo a Erica en el aeropuerto y me dirijo a casa
de Guy. Sus mensajes de esta mañana eran más brillantes, sofocando mi
miedo de que estuviera enfermando. Investigué de nuevo sobre los tumores
cerebrales, pero dejé de leer después de unos minutos, sintiéndome
intrusiva. La voz regañona diciéndome que estoy haciendo algo malo al
empezar a encariñarme con Guy. ¿Empezar? Ya estoy encariñada.
Un Guy desaliñado abre la puerta, parpadeando al sol.
—¿Qué hora es?
—Las tres. ¿Estás bien?
Hay círculos oscuros que le rodean los ojos y tiene el cabello revuelto,
así que aliso un mechón. La parte delantera de su camisa blanca a medio
154 abotonar está cubierta con un arco iris de colores, como un delantal que se
usa en los niños en la escuela. Rayas amarillas se extienden por su cara.
—Tres. Guau. —Da un paso atrás—. Pasa.
Guy entra en la casa e inmediatamente comienza a recoger objetos de
la mesa del comedor. Hojas de papel A4 garabateadas con dibujos que no
puedo distinguir, pinturas de pastel al óleo esparcidas en el suelo.
—¡Oh! —Deja caer el montón y me examina la cara—. Nunca dije hola.
Tropiezo cuando hace chocar su boca contra la mía, aprovechando la
sorpresa de mis labios separados mientras hunde su lengua en mi boca. Me
quedo congelada y perpleja, incapaz de responder, así que me suelta.
—¿Así que te sientes mejor? —pregunto.
—Lo estoy. —Frota el pulgar contra mi labio—. Pediré comida y
saldremos.
—¿Adónde?
—¡Ni idea! —Aprieta los papeles en sus brazos y con el pie apila las
pinturas en un montón.
—¿Quizás deberías cambiarte?
—Buena idea. Me voy a duchar. ¿Quieres unirte a mí?
—Um.
—Siento haberme distraído anoche —dice, y abre un armario cercano,
metiendo los papeles. Veo más apilados en el interior.
—Erica quería conocerte.
—Ah. —Se aprieta la nariz—. ¿Esta noche?
—Solo se quedaba el fin de semana, ¿recuerdas?
—¿Es sábado?
—No, domingo.
Sonríe.
—¡Ups!
—¿Ups?
—Me perdí un día. Pensé que habías llamado el viernes.
—No. —Suspiro—. ¿Has dormido, Guy?
—No lo creo. No me sentía muy bien, así que te llamé y pasé tiempo
dibujando. Y pintando. Supongo que perdí la noción del tiempo.
—¿Dijiste que no te sentías bien? —Aprieto los dientes. Anoche fue
una excusa. No quería conocer a mi amiga.
155 —Estaba bien, pero no podía salir. Hay gente a la que no quiero ver.
—¿En Northbridge?
—Cada vez que voy a la ciudad por la noche los veo, y me molestan.
—¿Quién?
—Gente. Nadie importante. —Se frota el rostro con ambas manos, una
sombra de preocupación en su cara—. Espero no haber molestado a tu
amiga.
No, pero me has molestado a mí.
—Todo bien. —Indico hacia el desorden que queda en el piso de
madera—. Parece que anoche fuiste muy productivo.
—¡Claro que sí! Cierto. Ducha. —Sube las escaleras y vuelve a
aparecer segundos después—. ¿Vienes?
—No.
—¡Una maldita pena!
Me siento en el sofá sintiéndome como arrastrada y escupida por un
torbellino.
Después de diez minutos debatiendo sobre si abrir el armario y mirar
el trabajo de Guy, reaparece con un pantalón corto y una camiseta limpios.
Guy se arrastra por el sofá a mi lado.
—¿Podríamos quedarnos en casa? —sugiere, pasando los dedos por
mi rostro. En respuesta, como siempre, mi rostro y mi cuerpo resplandecen
de calor.
—¿Dijiste que querías salir?
—Mmm. —Guy me besa el cuello, los labios se quedan en el punto de
mi pulso mientras su brazo serpentea para agarrarme la cintura—. Lo sé,
pero creo que quiero estar a solas contigo.
Cuando su otra mano se desliza por mi muslo, agarro sus dedos.
—¡Guy! ¿Por qué prepararse para salir y luego empezar esto?
Su fresca fragancia me adentra más en los recuerdos del sexo, el
aroma frutal de su champú y la fragancia del océano de su jabón que me
recuerda cómo sabe esto en su piel. Ignorándome, planta besos a lo largo de
mi cuello y clavícula, agarrándome la pierna mientras lo hace. Me muevo
contra él, luchando contra el deseo de hacer exactamente lo que me indica.
De repente, se aleja.
—¡Anoche hice otra cosa! Olvidé decírtelo.
156 Se levanta del sofá y yo recupero el aliento, tocándome la piel donde
estaban sus labios. Guy camina alrededor de la habitación, mirando debajo
de las revistas, y luego entra en la cocina. He visto a Guy centrado y feliz
antes, pero esto es extraño. ¿Su tumor cerebral le hace esto?
—Lo perdí. —Está en la puerta de la cocina, con los labios fruncidos.
—¿Qué estás buscando?
—Papel. Una copia impresa. —Agita las manos y escanea la
habitación.
—¿Ahí dentro? —sugiero y señalo el armario.
Guy se golpea la frente con la palma de la mano.
—¡Por supuesto! —Busca dentro y saca dos trozos de papel—. Aquí.
Tengo una copia para ti.
Me pasa una confirmación de reserva para los vuelos a Inglaterra en
julio.
—¡Guy!
—¿Qué?
—¡No puedes hacer esto! Necesito comprobar si puedo tomarme el
tiempo libre del trabajo. Te lo dije.
—Bueno, ahora tienes las fechas.
—¡No puedo decir que sí!
—¿Por qué? Phe, tengo que ir pronto. —Se apoya en la mesa de café
frente a mí, con los hombros caídos.
Extiendo la mano y le toco la cara.
—¿Seguro que estás bien? Pareces un poco... agitado.
—¿Sí? Lo siento. A veces me concentro demasiado en las cosas.
—Tu amor por la vida —digo con una sonrisa.
—Aprovecharlo al máximo. A veces no hay suficientes horas en el día,
así que hago más. —Se pica la pintura amarilla pegada debajo de la uña.
—¿Sin dormir?
—De vez en cuando. —Señala la hoja—. Vamos, toma eso y dale la
fecha a Recursos Humanos en el trabajo. Di que sí.
Miro cuidadosamente los horarios de vuelo y el coste.
—¿Has pagado por esto?
—Sí. Quiero hacerlo. No me lo devuelvas.
—¡No puedo hacer eso! ¡Ese es tu dinero!
157 —No puedo llevarme todo esto conmigo, Phe. —Se frota la nariz con el
dorso de la mano—. Pensé que tal vez podrías quedarte también con mi casa.
—Guau. Guy. ¿Podemos limitarnos a un tema de conversación? —Y
no ese.
—Bien. Tómalo. —Señala el papel—. Reserva tus vacaciones en el
trabajo y luego planearemos qué hacer.
Doblo cuidadosamente la hoja y me meto el papel en el bolsillo.
—Tal vez deberías descansar, Guy. Relajarte un poco.
Frunce el rostro.
—¿Soy demasiado? Hay tanto que quiero hacer antes de que se me
acabe el tiempo.
Me pongo en pie.
—¿Qué tal si voy a casa y tú vienes a la mía más tarde?
Aparecen los hoyuelos en su cara.
—¿Quieres decir cuando me haya calmado?
—¡Eres agotador! Estoy cansada de anoche. Se suponía que iba a ser
una visita rápida para ver si estabas bien.
—Estoy absolutamente bien. —Me besa brevemente en la boca.
—Si vamos a salir, yo también tengo que cambiarme. —Señalo mi
pantalón negro desaliñado y mi holgada camiseta gris.
—No te preocupes, iré más tarde. Supongo que debería desayunar.
—Almorzar.
Sonríe.
—Almorzar.
Guy desaparece en la cocina dejándome con una incertidumbre que
no puedo ignorar, y con la certeza de que le pasa algo que está eligiendo
ocultar.
158
24
Guy aparece en mi casa un par de horas más tarde, trayendo consigo
energía que juro que no debería tener. Un pensamiento me golpea y lo
estudio. ¿Guy se droga? Si está viviendo la vida al máximo y permaneciendo
despierto toda la noche, podría ser así es como se las arregla.
—¿Estás bien? —pregunta, examinando mi cara a cambio.
—Lo estoy. ¿Ya has dormido?
—No. Quería verte. —Pone su mano detrás de mí y me agarra el
culo—. Iba a sugerir que nos quedáramos en casa, pero realmente quiero ir
a la ciudad.
—¿En serio? ¡Anoche no quisiste! —digo, irritada.
—¡También tengo algo que mostrarte! ¡Deprisa! —Señala mi bolso—.
159 ¿Lo tienes todo?
—Sí.
—¡Vamos!
Cuando salimos de la casa, se detiene junto a un deportivo negro que
no reconozco. Las luces parpadean cuando golpea el control remoto y lo
observo.
—¿Tienes un auto nuevo?
—Sí. ¿Te gusta?
—Muy bonito. Costoso.
Sin responder, Guy se mete en este. Me uno a él, acomodándome en
el frío asiento de cuero color crema. La extraña combinación de la fragancia
de un auto nuevo se mezcla con la colonia familiar de Guy.
Un auto no es necesario para la duración del viaje que estamos
haciendo, un autobús sería igual de bueno. Es extraño que Guy quisiera
alardear de esto; recientemente ha elegido conducir su todoterreno antes
que sus autos más llamativos.
—Debes tener mucho dinero —le digo.
—Sabes que sí. Es gracioso que nunca preguntes por qué.
—No creí que fuera asunto mío. —Aliso mi vestido corto. Tantas
preguntas que no he hecho porque decidí no hacerlo—. ¿De dónde sacas el
dinero si no trabajas?
—Heredé mucho. Mi padre fue uno de los millonarios originales de
Silicon Valley. Era parte del equipo que inventó Internet. —Me mira
fijamente—. Impresionante, ¿eh?
—Supongo. Sí. ¿Era americano? —Me pica el cuero cabelludo, y la voz
que me pregunta por qué he decidido no entrometerme se hace más
fuerte—. No eres estadounidense, ¿verdad?
—No, australiano. Mi madre lo era, y yo nací aquí. Mi padre murió el
año pasado. Se separó de mi madrastra y, como único hijo superviviente,
heredé mucho dinero.
Otra pregunta ignorada aparece.
—Correcto. ¿Así que no tienes familia?
—La verdad es que no. Al menos no cerca.
—¿No te sientes aislado pasando por todo esto tú solo?
—Siempre estuve aislado, Phe —dice en voz baja—. ¡Pon un poco de
160 música!
El volumen del sistema de sonido me ataca los oídos cuando presiona
un control y yo agarro el botón que está frente a mí.
—¡Guy! ¡Baja eso!
—¡Lo siento! —La música se calla y hace un gesto a la pantalla LCD
con la lista de emisoras de radio—. Tu elección.
Me trago la sensación de que definitivamente pasa algo con Guy y elijo
la primera estación guardada en su dispositivo. ¿Ha tenido malas noticias
sobre su condición y ha elegido vivir más y más rápido?
***
El club que Guy escoge está en las afueras de las áreas populares e,
inmediatamente, estoy al límite. La clientela está muy lejos del club en
donde pasé la noche con Erica ayer. Los escalones, que dan paso
directamente a la calle, bajan desde la entrada no guardada hacia una
habitación oscura. Ajusto mi mirada y me quedo en el borde de la puerta,
contra paredes pintadas de oscuro, cubiertas de carteles de películas
clásicas y volantes mal impresos de bandas locales. Hay un hombre alto con
cola de caballo en el bar. Con él hay una chica con vaqueros y una camiseta
negra con las mangas cortadas ásperamente. Me mira con desdén. Pensé
que iba a algún lugar que Guy y yo solemos visitar y elegí un vestido que me
compré la semana pasada: rosa pálido y femenino. Nadie más en este lugar
es rosa pálido y femenino.
Guy no habla con nadie, lo que me confunde aún más. Si iba a traerme
a un lugar así, asumiría que conocía a alguien. Incluso para un domingo, la
pequeña habitación está llena.
Me siento con Guy en un taburete de la barra bajo las luces de neón.
—¿Por qué hemos venido aquí? —pregunto.
—Porque no quiero que nadie sepa que estoy en la ciudad —dice sin
mirarme, y levanta la mano para llamar al hombre del bar.
Pido una Coca-Cola y Guy se ríe, y luego me compra una con vodka.
No bebo mucho y, desde la desastrosa noche en Dunsborough, no he visto
a Guy beber mucho. Esta noche toma chupitos, animándome a unirme.
Tomo uno, pero me da náuseas el sabor del tequila agrio.
—Pídeme otro vodka —le susurro al oído sobre la música—, con Coca-
Cola, Guy.
—Ah. —Veo cómo Guy llama al barman y coloca su billetera en la
barra. El nerviosismo permanece, pero sus ojos son brillantes.
El desaliñado camarero me mira con desinterés mientras coloca un
vaso en la barra frente a mí y varios chupitos más frente a Guy.
161 Me siento en el taburete, tensa, sin querer nada más que irme. ¿Cómo
puedo persuadir a Guy para que se vaya a casa antes de emborracharse?
Guy habla exuberantemente, como lo hace a veces, sobre sus planes para
Inglaterra. Intento interrumpir un par de veces con mis propias sugerencias,
pero me ignora. Lo miro a los ojos y son distantes, como si estuviera
contando una película que está viendo en su mente. Normalmente en días
como estos, amo su gregarismo 3 y la luz que esto trae a mi vida; pero esta
noche me preocupa.
—¿Estás seguro de que todo está bien? —le pregunto, viendo cómo se
toma su décimo chupito.
—¡Sí!
—No pareces tú mismo.
—¡Phe! ¡Solo me estoy divirtiendo! ¿Qué hay de malo con eso? —Se
inclina desde su taburete para que su boca se encuentre con la mía, un beso
duro y repentino antes de darse la vuelta y tomarse otro chupito con un
guiño hacia mí.
—¡Algunos tenemos que trabajar mañana! —protesto.
3 [Persona, cosa] Que forma parte de un grupo sin distinguirse de los demás, especialmente
169
26
Guy no contesta a mis llamadas o mensajes. Nada. Normalmente,
tomaría esto como un significado de que algo se ha acabado; si un amigo
deja de responder capto la indirecta. En mi limitada experiencia con los
hombres, esto es claramente “déjame en paz”.
Pero mi sexto sentido no me lo permite. Este es un hombre cuya
máscara se desvaneció y reveló a alguien desgarrado por el dolor,
volviéndose loco para alejarme. Este es el hombre por el que estoy
empezando a preocuparme profundamente, y se está ahogando.
Dos días después, incapaz de dejar de pensar y de preocuparme,
aparto mi orgullo y me dirijo a casa de Guy. Tal vez esté avergonzado y no
sepa cómo contactarme.
174 Pero me permití amarlo; abrir mi corazón a un hombre que sabía que
me dejaría eventualmente. Aunque nunca esperé que termináramos así.
28
La presión del trabajo disminuyó cuando pasé tiempo con Guy,
empujando ese lado de mi vida dentro de un compartimiento en lugar de ser
mi foco. Ahora que Guy desapareció, sé que nuestra relación era mi nuevo
enfoque. En vez de obsesionarme con cada palabra que escribía en el
trabajo, me obsesionaba con todo lo que hacía con Guy.
Había pasado de usar una cosa para tratar de completarme a otra. El
miedo al fracaso me seguía, como con todo lo demás en mi vida; pero la idea
de que me hayan engañado más allá de lo que podría haber predicho me
arrastra hacia el fondo. Después de mi tercera llamada telefónica nocturna
en otros tantos días buscando consuelo de las nubes, Erica insiste en que
vuelva a ver los médicos. Estoy enojada, no sólo con Guy, sino con la
facilidad con la que puedo volver a la depresión. La oscuridad insidiosa no
175 es lo peor, sino el miedo. Miedo de que esto siempre me controle.
Mi psiquiatra se niega a tocar mis medicamentos hasta que haya
hablado de nuevo con un psicólogo. Este también es un patrón típico, una
visita a un psicólogo equivale a alguien que intenta decirme que mi
razonamiento está equivocado. No entienden que es más fácil protegerme
que abrirme. A menos que abra el candado de la cadena que me arrastra,
no seguiré adelante.
Guy tiene razón. Le tengo miedo a la vida y me escondo. Pero mira lo
que pasó cuando puse mi confianza en alguien que podía mostrarme que la
vida no era como pensaba. Mintió.
Dejo una reunión inicial con el psicólogo en la que intenté evitar
intentos de hablar sobre mi pasado, y me dirijo a los terrenos del hospital
donde se encuentra la clínica. Como tengo veinte minutos hasta que llegue
mi autobús, reviso los correos electrónicos del trabajo y deambulo por los
frondosos terrenos. Sonrío al mensaje de Erica en la pantalla deseándome
buena suerte, pero la sonrisa se congela cuando hay uno de Guy debajo.
Phe. Lo siento. Puedo explicarlo.
Las emociones de las últimas cuatro semanas me golpean como un
diluvio y me sumerjo en una pared baja al lado de la entrada de la clínica.
Los autos pasan, dando vueltas y buscando aparcamientos mientras miro
el nombre. Guy. Guy no. Mi primer instinto es ignorarlo, enterrarlo de nuevo
bajo tierra, pero mi ira se apodera de él.
Noah. No quiero verte.
La fresca brisa otoñal se agarra al borde de mi falda mientras
permanezco sentada con el teléfono en la mano debatiendo qué hacer. Me
duele la cabeza después de la sesión con el psiquiatra, exhausta como si
hubiera corrido un maratón, y el contacto de Guy me empuja aún más a
esconderme en mi casa.
Necesito explicarlo.
¿Como el mentir sobre tu verdadero nombre?
No. Phe. Por favor.
No quiero verte a menos que me expliques todo. Quién eres y por
qué estás enfermo. Si es que estás enfermo y no mentiste sobre eso
también.
Mi estómago se llena de ácido mientras miro fijamente las palabras
que quiero gritarle en vez de reducirlas a letras en la pantalla de un teléfono.
¿Cómo suenan en su cabeza cuando las lee? ¿Escucha ira? ¿Dolor?
Te lo explicaré, responde.
Esperaba silencio o evasión del tema, no un acuerdo. El mundo que
176 me rodea se retira mientras me encuentro encerrada en la conversación en
la pantalla de mi teléfono, con la mente llena de preguntas que quiero hacer.
¿Dónde estás?, pregunto.
Casa. ¿Dónde estás tú?
Clínica. Psiquiatra.
¿Estás bien?
¿Qué crees?
Dime dónde estás e iré a por ti.
Inclino mi cabeza hacia el cielo azul de Perth, el que se extiende
infinitamente, raramente nublado. ¿Cómo puedo confiar en él?
***
30
Mis sesiones con el psicólogo son más profundas que antes. Mis
conversaciones pasadas con Guy cavaron sobre los miedos y pensamientos
enterrados y los empujaron a la superficie. Por primera vez en terapia dejé
de sentirme culpable por la muerte de mi familia y enmarqué mi vida con lo
que quiero y necesito en lugar de lo que se espera. Nunca he apreciado cómo
mi confianza en el trabajo ha aumentado últimamente, ni cómo ha mejorado
mi capacidad para defenderme y no aceptar críticas infundadas. Hablar con
el psicólogo pintó un cuadro de la persona en la que me estoy convirtiendo.
Mi respuesta a la traición de Guy, mi negativa a dejar que esto me
arrastrara a un agujero negro, demuestra la fuerza que Guy me dio, y eso
187 me confunde muchísimo.
Me uno a Jen en salidas nocturnas, me convierto en parte de su
círculo social, pero este es el único lugar en el que me mantengo al margen.
Guy ha cortado de raíz cualquier deseo de empezar una relación. Quiero
pasar el tiempo dictando mi propia vida. Finalmente tengo el control, pero
de una manera diferente; la necesidad de gestionar cada mínimo detalle de
mi vida se desliza hacia la capacidad de confiar en mí misma.
Mi última sesión con una psicóloga en la clínica pasa en conversación
más que en análisis, y sugiere que reduzcamos las sesiones a mensuales, y
luego a menos. Varios meses de terapia y finalmente estoy llegando al final.
Espero poder algún ser libre de la medicación. Pase lo que pase, no puedo
imaginarme volver a donde estaba hace siete meses.
Afuera, la muy necesaria lluvia inunda el estacionamiento. Cuando
llegué antes las nubes en el cielo eran escasas y, al levantar la cabeza, me
golpea la ironía. En la sala tranquila con Cathy mis nubes oscuras se
alzaron pero, aquí fuera, vuelvo a entrar en ellas. La vida avanza tan rápido
como las nubes viajan sobre mí, y viviré esa vida al máximo.
La lluvia rebota en el piso y, como no tengo chaqueta ni paraguas, me
dirijo a la pequeña cafetería del hospital para esperar a que pase la
tormenta. En el luminoso vestíbulo hay dos ascensores y varios grandes
letreros en los que enumeran los médicos y los departamentos del gran
hospital privado. Pasa una pareja, con la mujer embarazada y los zapatos
chirriando mientras su pareja se preocupa por ella. Les sonrío y me aparto
del camino mientras sigo buscando la dirección que necesito tomar.
Estoy a punto de ir a la recepción baja de madera cuando una figura
cercana me llama la atención. Un hombre alto de cabello rubio se dirige por
el pasillo alfombrado en mi dirección.
Guy se detiene cuando me ve. Un hombre pasa de largo, la repentina
parada de Guy casi le hace tropezar.
Se me seca la boca al verlo. Es la primera vez que lo veo en casi seis
semanas. Se acerca con una sonrisa cautelosa, los hoyuelos clavados en sus
mejillas. La cara de Guy ha perdido la palidez de la última vez que lo vi, su
cabello crecido de nuevo al largo de la noche en la que nos conocimos.
—Hola, Phe —dice en voz baja—. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. Buscando café. —Las palabras salen de mi boca, pero
no soy consciente de nada más que de mi corazón derramando sangre en
mis oídos. El Guy que he tenido en mi mente es el hombre enfermo que me
contó su horrible secreto, indicando a su vez lo poco que significaba para él.
El que está frente a mí ahora es el viejo Guy. Al que amaba.
Arruga la nariz.
188 —No lo hagas. El café es malo. Es mejor que encuentres un lugar
cerca.
Nos miramos con recelo mientras la lluvia rebota en el patio del
hospital, e inclino la cabeza.
—Estoy pasando el tiempo hasta que eso pare.
—Buena idea.
Aparece una mujer que sostiene la mano de un niño pequeño y
empuja un cochecito, llevando al niño al ascensor. Me aparto del camino,
consciente de que estamos obstruyendo las puertas, pero Guy se queda y
mantiene abierta la puerta de metal pesado, asegurándose de que no se
cierren sobre el niño que se dirige hacia ella.
—Gracias —dice, y le sonríe a Guy.
—No se preocupe —responde.
Guy se aleja de nuevo y mi corazón salta un poco hacia el hombre que
es un caballero por naturaleza, sin perder la sutil segunda mirada que le da
la madre.
—No estarás enferma otra vez, ¿verdad? —pregunta frunciendo el
ceño.
—Psicólogo.
—Oh. ¿Está ayudando?
—Sí. Inmensamente. —Hago una pausa—. ¿Tú?
—Psiquiatra.
—Todos los psis —digo con una sonrisa débil.
Guy mete la mano en los bolsillos de su chaqueta negra.
—Siempre nos encontramos en los lugares más extraños.
—Correcto. —Me froto la mejilla, no sé qué pasará después. Una voz
interior me impulsa a correr, pero otra voz diferente susurra que me quede
y hable—. Gracias.
—¿Por qué?
—Por mostrarme el camino que recorrer.
Un músculo tiembla en la mejilla de Guy.
—Fue un viaje divertido contigo. Me alegro de que siguieras adelante
y no te alejaras del camino.
Me río.
—Te encantan las metáforas, ¿no?
189 —La vida es una gran metáfora. —Sonríe—. ¿Cómo va la lista?
Me pongo tensa.
—Bien. ¿Y la tuya?
—Rompí la lista, Phe —dice en voz baja—. Así que gracias.
—¿Qué hice?
—Me mostraste una nueva dirección.
¿Cómo puede contener tanto un momento ordinario? Estamos en
público, en realidad, pero todo lo que siento es que la cuerda se está
tensando a nuestro alrededor otra vez. Lucho en contra de tocar a Guy;
molesta de desear su toque también. Míranos. Nunca habríamos
funcionado.
—¿Quieres decir que has cambiado de opinión sobre tu falta de
futuro? —pregunto.
—He decidido seguir tu ejemplo y no huir de lo que me depara el
futuro. —Suspira—. Estoy aceptando que tengo esta... enfermedad y que no
soy esto.
—¿Y trabajar con los problemas con tu pasado?
—¿Lo estás haciendo tú?
Me río.
—Qué conversación tan extraña y qué lugar tan extraño para tenerla.
Guy me toma del codo como lo hizo en el baile de disfraces y me guía
a un área de asientos. Hay dos sillones tapizados y una mesa redonda baja
situados cerca de la ventana en la parte delantera del hospital. Su toque
desencadena el pasado, echando a un lado las últimas semanas. Cuando se
sienta, me uno a él. Se inclina hacia adelante, con los codos en las rodillas
y su barbilla ahuecada con ambas manos.
—Siento mucho lo que hice —dice—. Sobre las mentiras.
De nuevo, estoy atrapada en el oleaje; la presencia de Guy es la
verdadera razón por la que me he mantenido alejada. Es más que su
enfermedad como yo soy más que la mía. Pero esta extraña sensación de
verle de nuevo me ha reconectado con un trozo perdido de mi alma es
borrada por la duda de que podría volver a confiar en él.
—Diría que está bien, pero no lo está, Guy. Pero gracias por
disculparte.
—Intenté hablar contigo y explicarte, pero no contestabas a mis
llamadas.
190 Me siento en mis manos.
—No podía. No te conocía. No eras el hombre que amaba.
La lluvia llena el mundo exterior; el aire fresco me destroza la espalda
al abrirse las puertas de entrada de cristal cercanas. Mantengo los ojos fijos
en la ventana, convenciéndome de que lo borroso es la lluvia y no mis ojos.
—Lo entiendo. —Su voz está cargada de sinceridad y tristeza—. Te
extrañé —dice, y las palabras apenas se escuchan—. Me arrepiento de no
haberte dicho la verdad cada minuto de cada día desde que te fuiste.
—¿Por qué no me lo dijiste al principio?
—Pensé que huirías. Tenías tus propios problemas de salud mental.
No pensé que quisieras una relación con un hombre que tuviera la suya.
—Error, no quería una relación con un hombre que me mintiera.
Cuando pienso en lo que escondiste y en lo que planeaste hacer, me siento
enferma. —Miro en sus ojos de agua profunda—. Lo que más duele es que
no pudiste pedirme ayuda.
—Hice algo malo. Dejé de tomar mis medicamentos porque me sentía
mejor cerca de ti. Pensé que podría estar bien y entonces te merecería.
—Te habría aceptado. Todo sobre ti, excepto el plan de acabar con tu
vida.
—Creo que ya había cambiado de opinión al respecto —dice con una
pequeña sonrisa—. Unas semanas contigo y los planes comenzaron a
desbaratarse. Hasta que las voces volvieron para recordármelo.
—¿Y ahora?
—Las voces lo arruinaron todo y luego se fueron. Nunca debí haber
dejado de tomar los medicamentos. —La mesa redonda y baja entre nosotros
es una barrera contra la posibilidad de contacto físico. ¿Estoy aliviada o
infeliz por eso? ¿Qué haría si se acercara?— Pero no sé si volveré a ser Noah,
aunque ya no sea el malo.
—Prefiero cuando eres sólo un tipo. Me gusta.
Guy se ríe, los ojos se le iluminan.
—Guy era más feliz, hasta que metí la pata. —Su teléfono suena y lo
saca de su chaqueta. Echa un vistazo al texto—. Mierda. Lo siento. Tengo
que irme.
—Oh. Claro.
Se pone en pie.
—¿Necesitas que te lleve a algún lado? Puedo dejarte en el camino.
191 El aguacero continúa, una lámina vertical de agua del cielo sin señales
de parar. Diez minutos hasta el autobús, diez minutos desde el autobús
hasta mi casa. Bajo la lluvia.
¿Pero puedo ir con Guy y resistirme a pedirle volver a verlo? Yo
también me pongo en pie, casi choco con Guy y me ayuda a recuperar el
equilibrio agarrándome del brazo. El olor del océano llega hasta aquí,
trayéndome recuerdos de su piel contra la mía.
Guy se sube la cremallera de su chaqueta de lona negra.
—¿Bien?
—Sí. Gracias.
Pasamos la entrada arqueada con el viento soplando el agua hacia
nosotros y me estremezco bajo mi delgada chaqueta. La presencia de Guy
envía una mezcla de emociones, liberando otras que no quiero.
No puedo ir con él.
—Creo que tomaré el autobús —le digo.
Da un paso a un lado.
—Está bien. ¿Estás segura?
—Probablemente sea lo mejor.
—Probablemente.
Tiemblo cuando el viento empuja contra mi delgada chaqueta.
—¿Todavía vas a ir a Inglaterra el mes que viene?
—¿Tú vas?
—No lo creo. —He considerado esto una y otra vez, he cambiado de
opinión muchas veces. Algunos días la idea de continuar mi viaje me atrae,
otras soy contenida por la Phe que está al acecho, la que está llena de
ansiedad y dudas. ¿Podría viajar tan lejos sola?
Guy asiente y se muerde el labio.
—Ir estaba en mi lista de cosas que hacer. La que ya no existe,
¿recuerdas? Así que no puedo.
—Lo siento, no lo pensé.
Intercambiamos más sonrisas incómodas y Guy vuelve a meterse las
manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Bueno, supongo que te veré por ahí, Phe.
—Sí, podemos pasar el rato juntos en la sala de psiquiatría.
—No creo que las cosas vuelvan a llegar ahí, ¿verdad?
194
31
#7 Aprender a surfear
Un mes después
Estoy sobre el océano, más cerca que la última vez, y lista para luchar
contra las olas. Pero el agua ya no me controla. Ya no tengo miedo. Remo
con la tabla de surf a través del agua, esforzándome por tomar las olas que
me han eludido durante los últimos diez minutos. La emoción y la alegría
de surfear es mi nuevo subidón natural.
Veo una avanzando más cerca y la esperanza se eleva, una
determinación de golpear la ola y limpiar la energía negativa que se ha
acumulado esta semana. Estoy pensando en mudarme más cerca de la
195 playa y venir aquí más a menudo. La ansiedad es ahora emoción, el miedo:
euforia.
Me subo a la tabla, la cera debajo de los pies empujando entre los
dedos de mis pies mientras muevo la tabla en la ola y, de repente, estoy
sobre el agua. La energía de la naturaleza está bajo mis pies, tomándome,
pero no tirando de mí hacia abajo. Estoy volando sobre el mundo como lo
imaginaba de niña; como un pájaro cabalgando sobre el viento. El tiempo se
desvanece a medida que escapo de la realidad hasta que el mundo es sólo
yo y la ola.
El agua me rocía en la car al volverme uno contra lo que una vez luché.
Finalmente acepto el peligro de la vida y lo persigo. La ingravidez se apodera
de mí mientras acelero y me dirijo hacia la orilla. El poder de la ola empuja
mi tabla y me muevo a través, arriba y abajo de la ola, ganando velocidad.
Todos mis sentidos pertenecen a la naturaleza; el aire que pasa corriendo,
el sonido de la ola rompiendo mientras el agua salpica a mi alrededor y una
gaviota llora en lo alto.
Hoy en día cuando nado en aguas profundas es para cabalgar por
encima y no para ser arrastrada bajo la superficie.
En la orilla me quedo de pie con mi tabla y sin más pensamiento que
remar de nuevo. Sé que seguiré adelante hasta que mi cuerpo no me lo
permita, y luego me iré a casa con los músculos doloridos y exhaustos. Todo
lo que quiero hacer mañana es volver.
Saludo a mis compañeros surfistas. He estado surfeando durante un
par de meses y algunos días me quedo y charlo, discutiendo sobre las olas
y los mejores lugares para ir, pero hoy no. Estoy planeando ir más lejos, un
fin de semana con un grupo, pronto. Es irónico cómo la niña aterrorizada
por el agua pasa ahora gran parte de su tiempo libre sumergida en el mundo
del surf.
Hoy veo a Guy, su figura alta tan reconocible como la tabla
personalizada que una vez trató de persuadirme de usar. Sé que Guy
también me ve porque se detiene. Desde el día que nos encontramos en el
hospital, he pensado mucho en él. El Guy que conocí ese día era diferente
al que había conocido todo el tiempo, quizás porque era el verdadero
hombre, no se escondía detrás de la exuberancia mientras intentaba en vano
mantenerse a flote. Entiendo que la gente puede recuperarse y cambiar; pero
tengo muchas preguntas sin respuesta, ¿soy demasiado frágil para
arriesgarme a ver a Guy de nuevo o más fuerte de lo que pienso?
No he hablado con Guy desde el encuentro del mes pasado, y ahora
el destino nos une por segunda vez. Siempre había la posibilidad de que nos
encontráramos y, aunque paso el tiempo deseando compartir esta
experiencia con el hombre que me enseñó a dejarme ir, no me atrevo a
perdonarle la traición.
196 Mi mente viaja en círculos para intentar descifrar por qué mintió y
durante tanto tiempo, cuán enfermo estaba, ¿y debería haber aceptado que
puede mejorar? Pero cuando alguien te dice que tiene la intención de
suicidarse al mismo tiempo que te dice que te ama, ¿cómo podría hacerlo?
Mis pensamientos suicidas fueron un momento débil; los suyos un plan de
larga duración. ¿Cómo es tan fácil dejarlo ir, para mí o para él?
Espero a que Guy esté en el agua, buscando sus propios segundos de
libertad, y me voy.
32
El sol de invierno brilla a través de la ventana, a través de mi
escritorio, y acuno mi taza de café moca mientras reviso mis correos
electrónicos de trabajo matutinos. A mi lado, abierto por la página catorce,
hay un ejemplar de la revista de este mes. Las páginas catorce y quince
están cubiertas por un artículo. Mi artículo. No sobre cremas faciales o las
últimas dietas, sino mi depresión y recuperación. No, toda la historia no está
ahí; veintiún años de mi vida no pueden condensarse en una copia
inteligente. Mi experiencia es una base para entrevistar a otras mujeres de
mi edad sobre las presiones de ser adultas, un golpe contra la etiqueta de
egoísta de la Generación Y.
Si esto resuena en una persona que busca ayuda en lugar de
encontrarse colgada del borde en un lugar donde no hay un Guy con flores
197 esperando, he tenido éxito.
Releo el artículo por décima vez. Una copia similar se encuentra en el
sitio web invitando a hacer comentarios, pero la copia impresa es física. En
mi mano. Llego al final y a la última línea, que me ahoga cada vez. “No
esperes toda tu vida a que un príncipe azul te traiga una felicidad para
siempre, encuentra la tuya”.
¿Guy sigue el sitio web de la revista? ¿Se ha visto a sí mismo en mis
palabras? Guy dijo una vez que visitó el sitio web, pero yo también podría
ser un recuerdo doloroso para él. Erica compartió mi emoción y la gente se
me ha acercado preguntándome si la historia es cierta, si el hombre de las
flores existe. Sonrío y doy una respuesta vaga, añadiendo algo sobre una
licencia artística.
Guy. Miro la fecha en mi escritorio. 8 de julio. Nuestro viaje a
Inglaterra debía comenzar este fin de semana. El fin de semana pasado abrí
un cajón y encontré el extraño boceto de Guy, un mapa del Reino Unido con
puntos de referencia garabateados artísticamente, una línea roja punteada
de un lugar a otro. Recordé las discusiones y debates sobre adónde iríamos;
su deseo por la historia y el país en contra del mío por lo moderno y los
compromisos que estábamos estableciendo.
Esto desencadenó dolor, en el que me sumerjo la mayor parte del
tiempo. Verlo en la playa durante el fin de semana, a pesar de que no
hablamos, trajo recuerdos de nuestras conversaciones.
El dolor en forma de cuchillo en el pecho que me golpeó el día que Guy
me abrió con sus mentiras disminuye pero nunca se detiene. Si le quito el
engaño, Guy es la única persona en mi vida con la que me relacioné. Cuando
Guy se acercó a la cruda Ophelia, se apoderó de algo más que de su corazón.
No tener que fingir alrededor de Guy significó que me convertí en la chica
que se ahogó con su familia y perdió el caparazón de una persona que
sobrevivió. Aunque no puedo volver a ser Lia, y no quiero volver a ser
Ophelia, hizo que pudiera ser Phe.
198
33
Las puertas se cierran detrás de mí, dejando fuera el último aliento
del aire invernal de Perth. Me paro en el borde de la terminal del aeropuerto
y dejo mi pesada mochila en el suelo. Frotándome el hombro, respiro hondo
y luego exhalo la duda. Puedo hacer esto. Me mudé al otro lado de Australia
para comenzar una carrera por mi cuenta; un viaje a Inglaterra no es nada.
Temporal. Emocionante. Nuevas experiencias que me he negado a mí misma
abiertas ante mí, un elemento de la lista de cosas que hacer.
Una familia pasa a empujones, con las maletas rodando sobre el suelo
de baldosas mientras pelean con dos niños pequeños. La admiración de la
niña rubia contrasta con los labios fruncidos de su hermano mayor. Me echo
a un lado para evitar que me golpeen de nuevo. El flujo constante de llegadas
pasa mientras permanezco quieta y escudriño la sala en busca del
199 mostrador de facturación.
Localizando la fila correcta, arrastro mi pesada mochila por el suelo.
Llego tarde, lo que no me gusta, pero miré el reloj en casa mientras discutía
si seguir adelante con esto. Hace tiempo que quité mi lista de cosas por
hacer de la nevera, pero ahora tengo el papel doblado metido en un bolsillo
dentro del bolso.
Incapaz de olvidarlo y de lo cerca que estuvimos de reunirnos, casi
llamé a Guy para preguntarle si él también había venido. Entonces recordé
que, la última vez que nos vimos, Guy me dijo que se había dado por vencido
con su lista de cosas por hacer, que incluye nuestro planeado viaje al
extranjero. Llamar a Guy y pedirle que viniera sería injusto, tirando de él
hacia atrás cuando está claro que ha seguido adelante.
La chica en el mostrador de facturación toma mi billete y mi pasaporte
como si no tuviera derecho a estar aquí, haciendo un comentario en voz alta
sobre cómo se iba a cerrar la facturación en unos minutos. Sonrío a pesar
de que mi corazón palpita de miedo a perder el vuelo.
Me apresuro a través de seguridad, subiendo por la escalera mecánica
con una pequeña bolsa con mis cosas esenciales: teléfono, libro, pasaporte,
dinero. La vieja Phe con su ansiedad sobre si he recordado todo vuelve a
salir a la superficie; pero tiene su lista de verificación metida en su bolso
junto a la lista de cosas que hacer.
Los rezagados pasan por la puerta de embarque de mi avión y hundo
los hombros con alivio de que no haya un avión lleno de gente esperándome.
Miro la pantalla con la hora de embarque y frunzo el ceño. No llego tan tarde
como la estúpida chica de facturación había insinuado.
El hombre de cabello oscuro en la puerta tiene una calidez sincera;
quizás disfrute más de su trabajo que la chica de abajo. Toma mi tarjeta de
embarque con los dedos bien cuidados y, cuando sonríe, sus hoyuelos me
recuerdan a Guy.
—¿Entonces no soy la última? —pregunto, a falta de aliento por mis
viajes de pánico a través de la terminal.
—En absoluto, hay unos cuantos detrás de ti. Espero que salgan
pronto del bar. —Me guiña el ojo y le devuelvo la sonrisa.
Sólo una vez que me siento en el estrecho asiento junto a la ventana,
con el bolso encima de mí, me relajo. Miro el asfalto de abajo y el personal
de la aerolínea como hormigas cargando el equipaje en el avión y, por
primera vez, la emoción llena mi cuerpo en lugar de los nervios. Alguien me
dijo una vez que la ansiedad y el miedo son la misma reacción química, y
cómo interpreté la sensación señalada. No estoy segura de estar de acuerdo;
la emoción no puede venir sin nervios.
200 Veo una foto de Londres en la portada de la revista de la aerolínea y
la saco del bolsillo del asiento, hojeando el artículo.
Un compañero de viaje se sienta a mi lado y me centro en el texto,
analizando críticamente el artículo como siempre lo hago, girándome hacia
un lado para evitar el contacto.
—Si voy a Londres contigo, ¿me prometes que irás a Escocia?
Levanto la cabeza ante la voz. Guy. Señala al papel en mis manos
temblorosas.
—Sabes que no me gustan las alturas, ¿verdad? No estoy seguro de
poder subir a esa gran rueda de la fortuna.
—El Ojo de Londres —chillo.
—Sí, eso. —Arrastra los pies desde su asiento y apoya la cabeza en el
asiento—. No estaba seguro de si vendrías.
Miro fijamente la aparición. Mira hacia adelante, con una sonrisa
relajada. El cabello rubio toca sus orejas y, cuando se mueve, el olor familiar
de su seguridad y calidez me llega. Me aferro a las palabras.
—Dijiste que no ibas a hacer nada más en tu lista; no creí que fueras
a ir.
—No tengo una lista. Estoy viajando. —Se gira en su asiento, rozando
con sus piernas las mías—. ¿Compañeros de viaje?
Mi piel se pone de gallina bajo su escrutinio, los ojos azul oscuro me
arrastran de vuelta a quienes éramos. Extiende una mano y la envuelve
alrededor de la mía, reconectando.
—Sabíamos que ambos estaríamos aquí, ¿no? —pregunta en voz
baja—. Yo sí. Sabía que, si estabas aquí, estaríamos destinados a viajar
juntos de nuevo.
—Sí. —Muerdo el interior de mi mejilla, deteniendo el flujo de palabras
que luchan por salir de mi boca. Sí, esperaba que Guy estuviera aquí y negué
que la esperanza fuera lo que me llevó a este momento y lugar.
Guy me pasa el pulgar por el dorso de la mano y le aprieto los dedos.
¿Por qué dejé esto tanto tiempo? Podría haberme puesto en contacto con él
después del beso en el hospital, pero nunca lo hice.
Permanecemos en silencio tomados de la mano mientras la tripulación
de cabina sube y baja comprobando que los cinturones de seguridad de los
pasajeros están abrochados. Si la cabeza ya me daba vueltas por el hecho
de haber llegado al aeropuerto, la presencia de Guy me ha llevado del
espacio al cielo. Mis palmas sudan bajo la suya.
—¿Tienes miedo de volar? —pregunta mientras los motores retumban
a la vida debajo de nosotros.
201 —No. ¿Y tú?
—Salté del último avión en el que estuve, espero quedarme dentro de
éste.
Me vuelvo hacia él, con mis mejillas sonrojándose mientras mi pecho
se contrae con la alegría de verlo. Extiende su otra mano y me alisa el
cabello.
—¿Crees que a veces la vida puede ser como en las películas? —
pregunta—. ¿Puedo besar a la chica y matar a los chicos malos?
—¿Quiénes son los malos?
Se encoge de hombros.
—¿Quién sabe? Haré la parte de “besar a la chica”.
Guy pone sus labios sobre los míos y, en un abrazo incómodo,
obstruido por asientos de avión y cinturones de seguridad, nos besamos. Su
boca es familiar, su sabor y su tacto me empujan de vuelta a la tierra a
medida que el avión acumula velocidad a lo largo de la pista. Quién sabe si
es por el despegue por lo que me duele el estómago, o por la emoción de
estar de vuelta con el hombre que me puso en el camino en el que estoy.
El avión se tambalea y se inclina hacia un lado y yo entierro mi cara
en el pecho de Guy, inhalando su calor, e ignoro mi confusión. Guy descansa
su barbilla sobre mi cabeza, frotándome la espalda.
—Ya no huyo del futuro, Phe. Quiero hacer uno. Contigo.
—¿Por qué no me llamaste?
—Tenía miedo de que dijeras que no.
Levanto la mirada para verlo.
—¿Y si hubiera dicho que no cuando te sentaste a mi lado hoy?
—Entonces pasaría las próximas veinte horas explicando por qué
deberías decir que sí.
Gimo y me muestra la sonrisa con hoyuelos que he echado de menos.
—Sabía que, si estabas aquí, ya habías dicho que sí.
—Y yo sabía que, si estabas aquí, nunca podría decir que no.
La luz del cinturón de seguridad se apaga y me muevo para estar más
cerca de Guy.
—Creo que deberíamos empezar un nuevo viaje —susurra—. Y esta
vez sé adónde voy.
202
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#3 Visitar Londres
#6 Ver el cuadro “Girasoles” de
Van Gogh
Me siento en el banco bajo de madera mientras Guy se queda de pie
a unos metros de distancia frente al cuadro. Hay otros turistas esparcidos
por la habitación, hablando en voz baja mientras pasan lentamente de
pintura a pintura. Guy permanece en su sitio durante varios minutos,
detrás del cordón rojo, como si estuviera en su lugar. Sonrío para mí misma
cuando un par de adolescentes cambian su atención de las obras maestras
203 al hombre alto y musculoso con las manos en los bolsillos de los vaqueros,
ajeno a su interés. Tengo una gran vista de su retaguardia mientras ellas
pueden apreciar que su rostro es una atracción tan grande como su cuerpo.
Vuelvo a parpadear al ver a Guy como el hombre que me abrazó, cuya boca
tocó cada centímetro de mi piel y cuyos ojos sostuvieron tanto amor como
dolor. El hombre al que amaba.
Todo el mundo conoce las pinturas de los girasoles, a juzgar por el
número de personas es una gran tarjeta de atracción para la galería. No soy
una fanática del arte, así que la visita de hoy a la Galería Nacional de
Londres no me atraía. Sin embargo, mi deseo de reconectar con Guy durante
un par de días antes de emprender mi viaje previsto a otras partes del Reino
Unido me empujó a venir aquí también. Las cosas son fáciles entre nosotros
otra vez, las horas sentados juntos en un avión reforzando el viejo
“nosotros”, pero ¿puedo dar un paso más allá y permitirme cerrar? Nuestro
largo vuelo involucró conversaciones aún más largas, pero muchos temas
fueron eludidos.
Le dije a Guy que aún tiene secretos que revelar, que ahora tiene que
responder a todas las preguntas que debería haber hecho antes. Ahora está
bien; este Guy es el hombre que caminó hacia mí en el café la segunda vez
que nos vimos: tan vibrante como el arte que hemos estudiado hoy. El otro
hombre que me dijo que quería morir en el mismo aliento que me dijo que
me amaba no está aquí. ¿Pero qué pasa si este hombre conmigo ahora es él,
Noah, y sólo Guy me amaba?
Anoche, cuando llegamos al hotel de Londres, Guy me contó la
historia de su hermanastra, Sally. Las palabras eran duras para él y la
emoción cruda en su voz mientras contaba el día que la encontró en la cama,
llorando porque le dolía mucho la cabeza. Él tenía ocho años. Sally cuatro
años. No había nadie más cerca y quería cuidarla. Guy se las arregló para
abrir la botella de medicina que su niñera solía darle cuando estaba enfermo
y le dio a Sally unas cuantas cucharadas. Luego metió a Sally en la cama,
para mejorar, sin querer molestar a nadie más. Nunca lo hizo; Sally murió.
Durante gran parte de la vida de Guy creyó que había matado a su
hermana, que la decisión de medicarla había envenenado a Sally. El padre
de Guy también culpó a su hijo pequeño, mezclado en su mente con la
muerte de su esposa, pero años después Guy descubrió que había muerto
de meningitis. El Guy enfermo se negó a creer esto, convenciéndose de que
habían mentido para detener su culpa. En su mente, la decisión de no
encontrar a un adulto que la ayudara sino tratar de cuidarla él mismo causó
la muerte de Sally.
Escuché con horror y me acerqué a él. Guy se negó a mirarme durante
la mayor parte de la historia, claramente todavía lucha para llegar a un
acuerdo con esta parte de su pasado. Pero ahora cree que no fue
responsable, y eso es lo que importa.
204 Levanto la mirada. El hombre que se mezcla como cualquier otro
turista necesita revelar el resto de sus secretos para que pueda seguir
adelante, con o sin él.
Guy se acerca.
—¿No estás mirando más de cerca las pinturas?
—Lo haré. La habitación es claustrofóbica con gente apiñada.
—¿Qué tal si te compro un paño de cocina con los girasoles puestos,
y luego puedes mirar la foto cuando quieras? —Extiende una mano.
—Creo que preferiría una taza. —Agarro sus dedos y me pone en pie—
. ¿Qué se siente al ver el cuadro que te inspiró a pintar?
—Increíble. Este lugar es increíble. Podría quedarme aquí todo el día.
—Su sonrisa se ensancha ante mi pobre intento de disfrazar el
aburrimiento—. No te asustes, no te obligaré. Vamos, te compraré un paño
de cocina.
—Taza. Y no olvides que más tarde irás al Ojo de Londres conmigo.
—Tendrás que agarrarme la mano.
Entrelazo mis dedos con los suyos.
—Por supuesto.
Se detiene en la entrada de la tienda de regalos y sacudo la cabeza.
—Estaba bromeando sobre la taza, no la llevaré por Inglaterra durante
varias semanas.
—Está bien, quiero comprar un recuerdo. Dudo que vuelva a estar de
visita aquí pronto.
Miro a través de la puerta a los estantes de tarjetas y enormes
impresiones de obras de arte en las paredes. La gente se acurruca en la
concurrida tienda, seleccionando su botín.
—Te veré en la cafetería, creo.
Guy se ríe de mí.
—No te preocupes. —Me besa la frente.
Lo observo un momento mientras entra en la tienda, confundida por
la naturalidad con la que nuestras vidas han vuelto a encajar. Su naturaleza
tranquila estaba a menudo en primer plano y, con su lado oscuro
desaparecido, casi puedo creer que es mi Guy otra vez. Casi.
Bajo las escaleras, alejándome de la tranquila calma de la galería, y
entro en uno de los cafés cercanos, donde pido dos cafés del mostrador bajo
las brillantes paredes anaranjadas. El café está tan concurrido como el resto
de la galería, pero veo una esquina decorada con grandes asientos de cuero
205 negro debajo de pequeñas pinturas. Bebo mi café moca mientras espero a
Guy.
Reaparece, sosteniendo una bolsa de plástico impresa con el logotipo
de la Galería. Cuando Guy se sienta, entra y saca un paño de cocina.
—Aquí tienes.
Me quejo y la doblo sobre mi rodilla, mirando otra vez a la sonrisa con
hoyuelos de Guy.
—Gracias. Te compré un café.
Guy se sienta y se arrastra por el asiento de cuero. Mientras sorbe su
bebida, cae en silencio. Sé por qué. Le aprieto la mano en un gesto tácito de
que todo está bien.
—Supongo que hay algunas cosas que tengo que explicarte —dice en
voz baja.
¿Quiero saber esto? ¿Qué me lleve de vuelta? La mitad de mí no quiere
que lo haga, pero esa es la mitad que no hizo las preguntas antes.
—¿Aquí?
—No puedo aferrarme a esto más tiempo.
—¿Lo que tienes que decirme es tan malo que necesitas que estemos
en público y no pueda volverme loca? —digo, y le doy un golpe en el costado.
No se ríe.
—Sobre lo que he dicho en el pasado, los dos hablamos de todo en el
avión. ¿No es así?
—Como siempre lo hacemos.
—Y tenemos que hablar o esto no funcionará. No arreglaremos esto
hasta que no queden secretos.
—De acuerdo.
Coloca su taza en la mesa baja.
—Mentí por omisión, pero también mentí, punto. Algunas cosas son
ciertas: mi padre murió y me dejó dinero, mi madre murió al dar a luz, y soy
Noah y Guy. Algo de lo que dije no era verdad. Cuando me volví a enfermar
creí lo que te dije, como la loca idea de que mi padre inventó Internet. —Su
voz es baja, por debajo de las silenciosas voces de los demás en la sala.
—No creí que fuera cierto lo de tu padre.
Me toma de la mano.
—Mi padre me dejó con mis abuelos después de la muerte de mi
hermana. Se mudó a Estados Unidos con mi madrastra un par de años.
206 Volvió, pero nunca me permitió acercarme a él. Me cuidaron una serie de
niñeras. Inventé una razón para su falta de amor y desaparición, para
explicar por qué tenía que irse y estaba ocupado todo el tiempo. Mi padre
trabajó en el campo de los “puntocom” desde el principio y ganó un montón
de dinero. Dinero que ahora tengo yo.
Un par de turistas se sientan en una mesa junto a nosotros, charlando
en japonés mientras mezclan el azúcar con el café.
—Y ahora estoy bien de nuevo. Estable. He decidido planear un futuro
fuera de mí mismo. Encontrar trabajo. —Guy mira a la pareja y baja la voz—
. Lo último. He luchado en contra de decirte esto durante meses. O te alejas
o lo entiendes, por eso te lo digo ahora, antes de que nos acerquemos. No
quiero perderte.
—¿Qué? —le pregunto y le aprieto los dedos.
—Cómo nos conocimos. Creo que eso fue el destino, como te dije
antes, pero nunca te dije por qué estaba allí.
Mi estómago se tambalea, tengo los pelos de punta en los brazos por
la forma en que la brisa causó la noche en las rocas.
—¿Tú también planeabas saltar? —susurro.
—No. —Se pasa una mano por la cara y no habla, con la boca
formando palabras que no dirá—. Traía flores al lugar que tú elegiste. Nunca
esperé que alguien más estuviera allí.
La única razón obvia de esto me viene a la mente y miro atrás, los ojos
abriéndose de par en par.
—¿Quién murió allí, Guy? ¿Tu padre?
—No. Murió de un ataque al corazón el año pasado, aunque creo que
su corazón nunca se curó después de que mamá muriera.
El miedo familiar de que Guy me diga algo que no quiero oír vuelve.
¿Puedo seguir haciendo esto?
—¿Quién murió? —Por un momento Guy mira hacia adelante de una
manera muy familiar. La lucha contra el decir las palabras es evidente en
su tensa cara. Pongo una mano sobre la suya—. Dímelo.
—Mi novia. Ex. En realidad no era mi novia. Nunca la amé, no como
te amo... —Se detiene a sí mismo—. Emma me amaba, pero yo estaba
enfermo, la alejé. No tenía la capacidad de sentir lo que ella quería que
sintiera.
—Y ella... ¿Allí? —Cierro los ojos, centrándome en empujar hacia
abajo la emoción creciente, controlando el efecto de sus palabras.
—Sí. Hacía tres años, ese día que nos conocimos.
209 —Me alegro de que estuvieras allí —le susurro, y le toco la mejilla.
—¿En el avión?
—No, la noche que me salvaste la vida. Tal vez parte de mí ya supiera
que había un mundo al que pertenecía, en el que tú también vivías.
—¿Y podemos volver allí? —pregunta.
—Hay mucha más vida para explorar juntos.
—Compañeros de viaje —dice con una sonrisa.
—En nuestro mundo y el de ellos.
Me envuelvo con sus brazos, el mundo exterior retrocede. ¿A quién le
importa lo que pasó antes? Vivimos para lo que suceda después. Guy es mi
segunda parte, su mundo encajando en su lugar con el mío mientras mi
cuerpo se funde con el suyo a través de nuestro abrazo. La fusión de
nuestras vidas ocurrió hace meses, en el momento en que me alejé de la
muerte y entré en un nuevo futuro. Este hombre me trajo vida y luz, se
arriesgó mientras luchaba contra la oscuridad. Incluso cuando se perdió, se
aferró ferozmente a su creencia en nosotros.
Epílogo
"Todo hombre muere, pero no todo hombre vive de verdad."
Sir William Wallace