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El siguiente material es una traducción realizada por

fans para fans.


Beautiful Coincidence no recibe compensación
económica alguna por este contenido, nuestra única
gratificación es el dar a conocer el libro, a la autora y
que cada vez más personas puedan perderse en este
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Si el material que difundimos sin costo alguno, está
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Agradecimientos

Directora de Traducción

Anne

Traducción e interpretación

Cande34 Leon
DianaX Liseth Johanna
Fallon Aris Markov Little Rose
Femme Fatale Lorena
Itorres Scherezade
Jess Ximena-BPC

Corrección de Estilo

Cande34 July Styles Tate


Femme Fatale Liseth Johanna
ivettelaflaca Paz.T

Lectura Final

Femme Fatale
3

Diseño de Imagen
Página

Anne
Página 4
Índice
Capítulo 1 Capítulo 14
Capítulo 2 Capítulo 15
Capítulo 3 Capítulo 16
Capítulo 4 Capítulo 17
Capítulo 5 Capítulo 18
Capítulo 6 Capítulo 19
Capítulo 7 Capítulo 20
Capítulo 8 Capítulo 21
Capítulo 9 Capítulo 22
Capítulo 10 Capítulo 23
Capítulo 11 Capítulo 24
Capítulo 12 Capítulo 25
Capítulo 13 Once Loved
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Cecy Robson

Cecy Robson es la autora New Adult de Once Perfect, Once Loved y Once
Pure y la galardonada autora de la serie de fantasía romántica urbana
Weird Girls. Una autoproclamada profesional de la siesta, Cecy cuenta entre
sus talentos un conocimiento asombroso de trivia inútil, la habilidad de
darle volumen a su cabello y un don para comenzar a cantar, a pesar de las
vehementes protestas de su familia. Escritora a tiempo completo, enfermera
registrada, esposa y madre viviendo en el Gran Noroeste, Cecy disfruta pasar
tiempo con su familia y silenciar a los personajes charlatanes en su cabeza
contando sus historias.
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La vida de él nunca fue fácil. La de ella no se suponía que fuera así de dura.
Ellos vienen de mundos diferentes, pero el destino los une de una manera
que ninguno espera en el tórrido y fuerte debut New Adult de Cecy Robson…
perfecto para fans de Monica Murphy y J. Lynn.

El futuro de Evelyn Preston una vez pareció perfecto… hasta que su


adinerado padre se vio atrapado en un escándalo de malversación de fondos
y se quitó la vida. Sola y luchando para pagar su matrícula universitaria y
las cuentas, Evelyn encuentra trabajo como camarera en Excess, el club
nocturno de moda donde solía tener más en común con los clientes de
privilegiadas escuelas privadas que con sus compañeros miembros del
personal. Pero algo la hace sentirse atraída por el sexy gorila y luchador de
la MMA de casi dos metros de altura, Mateo Tres Santos. A pesar de que han
llevado vidas diferentes, sus problemáticos pasados los unen tanto en
supervivencia como en amor.

Mateo es un exmilitar que terminó en la cárcel por agredir al hombre que


hizo daño a su hermana. Ahora siente el mismo impulso de protección por
esta menuda camarera rubia. Cuando Evelyn experimenta un ataque de
pánico en el club, Mateo viene a su rescate. Y cuando Mateo es herido
protegiéndola de una reyerta, Evelyn le devuelve el favor y viene en su
ayuda.

Mientras su atracción se intensifica, Mateo está decidido a averiguar qué


pesadillas están al acecho en el pasado de Evelyn… incluso si eso significa
hacer frente a sus propias pesadillas para salvarla.

Shattered Past #1
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Página
Capítulo 1

—B
arbie de Malibú. ¡Necesitamos más servilletas!

Dejé de limpiar la barra, dividida entre lanzarle mi


cubeta a Sam o al grupo de gorilas burlándose por
su indirecta de Barbie. Todavía tenía dos mesas
más que limpiar antes de que las puertas del infame Club Excess de Main
Line abriera y el verdadero trabajo comenzara. Un grupo de mocosos
malcriados ―chicos de las familias más ricas de Philly―, con demasiado
dinero y demasiada actitud ya llenaban las puertas. Debería saberlo. Solía
ser una de ellos. Excepto que ellos todavía tenían el dinero.

Yo tenía un jefe gritón.

—¡Malibú!

—Jesús, Sam, ya voy. —Tiré mi toalla en la mesa y di zancadas a través de la


pista con mis botas altas color negro. Si no fuera por las propinas locas que
los idiotas borrachos lanzaban como bolas de bowling, no habría forma de
que trabajara en un lugar donde tenía que ponerme pantalones muy cortos
color negro y un top revelador con estas botas de prostituta. La camisa
blanca atada a mi estómago era la manera de Sam de comprometerse
cuando las otras meseras y yo nos quejamos de nuestros nuevos
“uniformes”. Las más desesperadas entre nosotras se lo ajustaban más cerca
del escote. Yo no. Incluso si significaba menos dinero, quería aferrarme al
poco orgullo que me quedaba.

Mis pasos desaceleraron mientras me acercaba al grupo de gorilas que se


apiñaban alrededor de Mateo. Él era joven, más joven que al menos la mitad
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de ellos y aun así lo respetaban. Considerando que Mateo era un exconvicto


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que luchaba en clubs de pelea, pensarías que el personal lo evitaría. Seguro


que yo lo hacía. Infiernos, apenas le había hablado en seis meses que
llevaba trabajando en el Excess, usando cualquier excusa para conservar la
distancia. Dicho eso, había algo en él que hacía que las personas lo notaran.
Sus brazos fornidos se cruzaban sobre su pecho. La palabra Poder estaba
tatuada en su antebrazo con letras góticas, Ira en el otro y llamas negras se
arremolinaban sobre ambas, despareciendo bajo las mangas de su apretada
camiseta negra.

Mis hombros debiluchos se tensaron mientras me acercaba más. Mateo


había cumplido su condena por pegarle a un pobre tipo tan brutalmente que
la víctima había pasado dos semanas en el hospital recuperándose de los
golpes en su rostro y cuerpo. Yo observaba a Mateo, mucho. De vez en
cuando, también lo atrapaba mirando en mi dirección. Me ofrecía un corto
asentimiento o una pequeña sonrisa, pero yo jamás le había ofrecido nada
en respuesta. Su tamaño, la profundidad de su voz y su aptitud por la
violencia me asustaban, a pesar de su apariencia cautivante. Se movía como
una pantera acechando a su presa, listo para cualquier cosa, sus duros ojos
avellana observándolo todo.

Habló bajo y áspero mientras el último de su personal llegaba.

—Escuchen. Mantengan las drogas y los traficantes fuera. Si entran con esa
mierda o ven a alguien vendiendo, saquen sus traseros por esa puerta. Sam
no quiere otra sobredosis en su lugar. Si esos riquitos quieren morir, pueden
hacerlo en otra parte.

Los otros le respondieron a Mateo con rígidos asentimientos, excepto por


Dale, quien silbó mientras pasaba por su lado.

—Lindo trasero, Evelyn…

Su voz se apagó. Me volví para darle una mirada sucia por encima de mi
hombro, solo para atrapar la mirada de muerte que Mateo estaba lanzando
en su dirección.
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—Deja a Evie jodidamente en paz y presta atención, Dale —le dijo Mateo.
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Dale bajó la mirada inmediatamente, permitiéndole a Mateo volver su


atención al resto del grupo—. Como ya terminó la primera semana de clases,
estos idiotas están buscando salir de fiesta en fiesta y los traficantes están
listos para asistirlos. No los dejen pasar. Pidan refuerzos si necesitan y
cuando lo necesiten. Me quedaré cerca de la barra. Ant es mi segundo a
cargo. Él se quedará del lado izquierdo de la pista. Si estoy enredado en otra
mierda, lo llaman a él. ¿Entienden?

Los gorilas murmuraron colectivamente, estando de acuerdo. Incluso Dale.

Mi corazón estaba retumbando contra mi esternón y perdí el equilibrio.


Alcancé mi cola de caballo y la apreté rápidamente, intentando fingir que
esa era la razón por la que había trastabillado y no, absolutamente no,
porque Mateo hubiera salido en mi defensa y le hubiera callado la boca a
Dale. O porque me hubiera llamado Evie. De nuevo. Nadie nunca me había
llamado así.

Me deslicé detrás de la barra donde Sam estaba acomodando otro estante de


vasos.

—Agarra dos cajas y asegúrate que tengan el nuevo logo, no el viejo —


espetó—. Los idiotas pusieron “Excess” mal en el último.

—Lo sé Sam, lo sé. —Fruncí el ceño—. ¿Estás de barman de nuevo esta


noche?

—No. Solo me pongo el delantal para mostrar mis tetas de hombre. Por
supuesto que seré el barman. ¡Tuve que despedir a Joe cuando se sirvió de la
máquina registradora la semana pasada! —Se apartó el loco cabello del
rostro. Le daba unos cincuenta años, pero su melena, ahora blanca a lo Rey
León, lo hacía parecer diez años mayor—. Apresúrate, Malibú, ¡solo tenemos
veinte minutos antes de que esos imbéciles colapsen la puerta!

—Me movería más rápido si no nos hicieras usar estas botas —murmuré.

—Deja de quejarte. Esas botas te hicieron ganar al menos trescientos la


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primera noche que las usaste. Te vi contando los billetes.


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Mi cuerpo se desplomó mientras le concedía eso. Sam tenía un punto. Dedos
ampollados o no, estas botas estaban pagando mi creciente matricula y
otras deudas. Abrí la puerta detrás de la barra e inmediatamente encendí la
luz antes de dejar la puerta cerrarse detrás de mí. El pequeño conjunto de
escalones a la izquierda conducía a un ático donde Sam tenía una oficina.
Pero yo no necesitaba ir ahí. Tenía que dirigirme por todo el pasillo frente a
mí hacia el depósito.

La luz barría por la longitud del piso de baldosa blanco, iluminando todo
excepto la habitación a la que necesitaba entrar. No seas gallina, me dije a
mí misma y marché por el pasillo con la barbilla arriba. Jesús. Odiaba el
depósito. Pero el resto del personal estaba ocupado limpiando los baños o
terminando con el resto de las mesas. Además, yo no era exactamente
popular por aquí. Nadie iría por mí, incluso si lo pidiera.

El pasillo parecía más largo esta vez, incluso más largo que las últimas doce
veces que había venido por algunos artículos para la barra. Mi mano agarró
el pomo y dejé salir un largo suspiro, esperando en la seguridad del brillante
pasillo mientras buscaba en la oscuridad la pequeña cuerda en el centro de
la habitación, mi salvavidas y el único dispositivo que encendía las luces
superiores.

Podía verla desde donde estaba parada, pero solo debido a la luz del pasillo.
Como siempre, maldije a Sam por no remodelar esta parte de la vieja bodega
cuando todo lo demás fue remodelado meses atrás. “¿Por qué gastaría
alguien dinero adicional en algo que almacena bolas de disco y tampones?”,
había argumentado él.

—Bastardo tacaño. —Mi queja se transformó en maldiciones más creativas


cuando vi que la caja llena de cerezas marrasquino había disminuido a solo
unos cuantos tarros. La había usado como tope cada vez que había sido
exiliada al depósito. Ahora, no había suficientes para sostener la pesada
puerta de metal, pero quizás podrían darme algo de tiempo para alcanzar la
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cuerda. Cualquier cosa más pesada; viejos taburetes de barra, sillas; estaban
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en la parte trasera… junto a las malditas servilletas. Nota mental: mover un
maldito taburete más cerca de la puerta.

Empujé la caja con mi pie, sin atreverme a entrar todavía y luego la lancé
contra la puerta abierta. Por algún milagro, la sostuvo. Con una profunda
respiración y un sentido de determinación, salté al centro como una
cobarde.

Mis pies pisaron fuerte el liso piso. Pero la baldosa estaba demasiado
resbalosa y mis botas no tenían suficiente agarre. Me deslicé justo mientras
alcanzaba la cuerda, cayéndome fuertemente sobre mi costado. La caja
cedió y la puerta se cerró de golpe, encerrándome en la completa oscuridad.

Mi aliento se paralizó mientras mis ojos luchaban por enfocar. El negro


invadía la habitación sin ventanas. Estaba desorientada y tenía que irme,
rápido.

Mi respiración continuó en rápidos y cortos pufff, prediciendo mi inminente


colapso. No entres en pánico. No entres en pánico. No entres en pánico.

—Detente, Evelyn —dije en voz alta, poniendo algo de empuje en mis


palabras—. Solo es una habitación. No va a hacerte daño. —Traté de no
pensar en lo sola que sonaba en la oscuridad y me recordé que la cuerda
había estado a mi alcance. Mi cuerpo ignoró mi razonamiento y reaccionó a
mi creciente miedo, volviendo mis músculos gelatina y haciendo que mi
corazón latiera con tontos golpes contra mi pecho.

Me levanté con piernas temblorosas y golpeé el aire en la dirección en la que


imaginaba que colgaba la cuerda. No estaba ahí. Mis pies me movieron un
poco a la derecha y traté de nuevo. Nada.

—De acuerdo Evelyn. Ve a la izquierda. Debiste haber optado por la


izquierda, boba.

Así que me moví a la izquierda y golpeé al aire. Todavía nada. La estúpida


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pieza de hilo no estaba ahí. Intenté calmar mi respiración, pero mi


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estruendoso corazón no lo lograba.


Regresa. Solo regresa a la puerta.

El miedo me volvía torpe. Me moví hacia adelante solo para estrellarme con
la pared, golpeando una caja atiborrada cuando mi brazo retrocedió. El
contenido se derramó, bang, bang, crash, llenando mi confusión y haciendo
que la habitación diera vueltas. Mis piernas se apresuraron mientras mi
desesperación crecía hacia la histeria. Golpeé algo liso y pesado. Podría
haber sido el refrigerador, pero, ¿cuál? ¿El que estaba contra la pared
trasera? ¿O el más cercano a la puerta? Luché para encontrar el pomo para
conseguir algo de luz, cualquier luz, pero mi estado atontado me apartaba de
ello.

—¡Mierda!

El aire se metió a través de mis pulmones como cemento secándose,


apretujando mi pecho y constriñendo mi garganta. Me forcé a avanzar,
trastabillando cuando alguien me tomó por el brazo. Me alejé de un salto,
golpeándolo en la cara.

—No me toques —grité.

Pero no había nadie ahí.

Solo el desolado silencio me esperaba en la oscuridad.

Breves imágenes destellaron en mi mente, confundiéndome y llenando mi


creciente histeria. Alguien más me agarró el brazo. Retrocedí, llevándome
algo pesado conmigo. Los objetos cayeron en todas direcciones mientras mi
mente trabajaba para discernir qué era real y qué había sido creado por mi
terror.

Me apreté la cabeza, enterrando mis uñas cortas en mi cuero cabelludo.

—No hay nada aquí. Basta. ¡Basta!


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Mis pies se apresuraron, apenas arreglándoselas para dar unos cuantos


pasos antes de que mis rodillas cedieran y colapsaran, desparramada contra
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el frío piso y llorando. Las náuseas quemaban como ácido, haciendo hervir
mi estómago y mi garganta estrecha. Jadeé incluso más rápido, ordenándole
a mi garganta que se abriera para poder respirar. Necesitaba respirar. ¿Por
qué no podía respirar?

Cada doloroso jadeo cerraba mucho más mi garganta. Iba a morir.

—No. no. ¡No!

La luz se derramó por la habitación y pesados pasos atravesaron a zancadas


el lugar. Las lamparitas fluorescentes del techo parpadearon a la vida antes
de que la puerta se cerrara de golpe como una explosión. Me enrollé en mí
misma, sollozando.

Una profunda y dura voz me llamó.

—Evie. Evie. Está bien.

No. No lo está. Mis ahogados sollozos se hicieron más fuertes, sonando más
como un doloroso vómito.

—Evie… está bien. Estás bien ahora… no dejaré que nadie te haga daño…

Mi cerebro se aferró al fuerte consuelo del ronco barítono mientras hacía


eco por la expansión de la habitación. Mateo. De todas las personas, él había
venido a buscarme.

—Respira. No pienses, nena. Solo respira para mí.

Hice lo que pedía, trabajando para respirar más lento y sabiendo que
necesitaba salir de ahí. Mateo era peligroso. Lo había visto “escoltar” a los
fiesteros fuera. No era amable. No era bonito. Era una muestra de
dominancia.

Y me rehusaba a sucumbir.

Adentro y afuera, adentro y afuera, luché para detener mis patéticos


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lloriqueos. Jodido ataque de pánico. Sabía lo que era. Sabía que mi cuerpo
estaba fuera de control. Pero sin importar cuán duro tratara de racionalizar
Página

mi camino por el terror, no lo hacía menos real.


—Eso es. Buena chica. Estás a salvo ahora.

Me tomó un rato dejar la posición fetal en la que había colapsado. Mis


rígidos músculos se estiraron gradualmente. Con un gran esfuerzo, me senté
y aparté mi cabello rubio de donde yacía pegado a mi rostro.

Mateo se agachó solo a unos centímetros de distancia, viéndome con suaves


ojos avellana, que no deberían pertenecer a alguien tan fiero. Liberé un
estremecedor jadeo.

—Estás a salvo —dijo él de nuevo—. Nada va a hacerte daño. Lo prometo. —


Revisó mi estado y miró alrededor—. Voy a ponerme de pie ahora, ¿de
acuerdo?

No se movió hasta que asentí e incluso entonces lo hizo con cuidado, dando
dos pasos atrás antes de moverse hacia el estante con las bolas de disco y
las servilletas. Hurgó en la caja más cercana.

—E-esas no son las correctas. —me las arreglé para decir, mi voz
entrecortada.

—Lo sé. —Sacó un paquete de servilletas con el logo equivocado y regresó,


manteniendo su distancia, de modo que tuvo que estirar su musculoso brazo
para pasármelas—. Ten. Limpia tu rostro. Nos iremos cuando estés lista.

Sam y Dale llegaron disparados a la habitación.

—¿Qué infiernos pasó? —gritó Sam— ¡Todo lo que tenías que hacer era traer
las servilletas!

Viejos anteojos plásticos y decoraciones de Halloween llenaban el piso. Yo


estaba sentada entre vasos rotos y guirnaldas blancas y anaranjadas,
todavía trabajando en respirar correctamente. Las guirnaldas habían
colgado de estanterías. Debí haberme enredado con ellas de alguna forma.
Ahora las hebras rotas estaban esparcidas por toda el área como racimos.
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Pensé que alguien me había agarrado. Pensé… no estaba segura de lo que


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pensaba.
Sam y Dale me miraron. Mateo permaneció agachado.

—La puerta se cerró antes de que pudiera encender la luz. —logré decir.

—¿Y? —preguntó Sam cuando no dije nada más.

No quería decirles sobre mi miedo a la oscuridad. La gente ya me


encontraba lo suficientemente rara. Pero tenía que decir algo. Abrí la boca,
segura de que me las arreglaría para dar una repuesta decente. Excepto que
nada me vino a la mente, así que presioné con fuerza los labios y alcancé la
cinta que apenas sostenía el resto de mi cabello.

—Es claustrofóbica —respondió Mateo por mí.

No era verdad, pero creo que él sabía eso.

Dale miró la amplia habitación y resopló.

—No puedes estar hablando en serio. Puedo estacionar tres autos aquí. —
Ondeó un brazo alrededor del desastre—. La habitación ni siquiera tiene
seguro. Eres todo un caso mental, ¿sabes eso, Evelyn?

Mateo se levantó, su pesada figura pareciendo tragarse la habitación y su


mirada congelándose en donde Dale estaba de pie.

—Y tú eres un estúpido gordo que todavía vive con su madre y que no


diferencia el orificio de su oído del de su trasero. —Se encogió de hombros—.
Nadie es perfecto. Ya déjalo.

Había una amenaza subyacente en su orden. La escuché. También Dale.


Miró al piso con el ceño fruncido y se apresuró a salir, dejando la puerta
cerrarse fuertemente detrás de sí.

Mateo me ofreció su mano. No creo que lo hubiera hecho si Sam no


estuviera en la habitación, pero no podía estar segura. Yo había trabajado en
el Excess por seis meses y todavía no conocía realmente a nadie ahí. No de
16

verdad. Excepto tal vez a Sam.


Página
Sacudí la cabeza. Mateo podría haberme ayudado, pero yo no dejaba de
temerle ni un poco.

Apartó su mano y retrocedió una vez más, observándome mientras me


levantaba lentamente.

Sam se retiró en el momento que me enderecé.

—Vamos. Los pequeños idiotas están por tumbar la puerta.

—¿Estás lista para ellos? —preguntó Mateo. Con el asentimiento de Sam,


habló por su auricular—. Ant. Dile a Jace que encienda la música y dé la
señal de abrir las puertas.

La música detonó contra los bloques de la pared, seguida por la voz sofocada
de Jace:

—¿Están liiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiistos? —Los débiles gritos emocionados apenas


podían oírse por encima del estallido del sonido, pero los escuché. Suficiente
gente había llegado, lista para beber, bailar y follar.

Mateo agarró dos cajas de las servilletas por las que yo había sido enviada.

—Ve. Yo me encargo. —Mientras él caminaba, sus pesadas botas negras


patearon una de las calabazas decorativas. Me agaché para recuperarla,
más instintivamente que por el deseo de permanecer en este infierno con
él—. Déjalo —dijo—. Me encargaré del desorden después de cerrar. Límpiate
y luego sal cuando estés lista. Las chicas te cubrirán hasta entonces.

Caminé rápidamente a través de la habitación mientras Sam mantenía la


puerta abierta, pasando a su lado en mi afán por alcanzar el vestuario
situado al otro lado del club, junto al baño de mujeres. En mi mente, ese
pequeño espacio brillante significaba seguridad y una oportunidad de
luchar contra mis nervios. Salí por la puerta como una mujer en peligro.
Pero bueno, tal vez lo era.
17
Página
El último éxito de Pitbull estalló a través de los altavoces mientras la
primera mezcla se reproducía. El resonante bajo golpeó contra mis oídos;
igual pasó con las risas de los clientes.

Pero no me importaba.

La música y los llamados alborotados se entremezclaban mientras las luces


del club disipaban la oscuridad, ayudando a calmarme.

Al igual que el tamborileo de la profunda voz de Mateo.

18
Página
Capítulo 2

M
is pies estaban rogándome que los matara para el final de la
noche. Froté mi pantorrilla mientras esperaba al otro camarero en
la fila para cambiar mis propinas por billetes de mayor
denominación y más manejables. Ciento ochenta. Eso es todo lo que mis
carreras épicas a la barra habían ganado. Podría haber hecho más si
hubiera utilizado al menos una sonrisa. Pero después de mi ataque de
pánico, solo estaba agradecida de no encontrar una excusa para irme a
casa.

Mis ojos vagaron hacia donde se encontraba Mateo con Sam, Ant y el resto
de los gorilas. Como Mateo, Ant mantenía su cabello muy corto, se
encontraba de pie en posición de defensa y se armaba con una mirada
fulminante que podría carbonizar hierro. Poseía la fuerza y la inteligencia
para tener el control y era el reemplazo en ausencia de Mateo. Solo un
estúpido podría ocasionar problemas con Ant.

A pesar de lo mucho que me gustaba Ant, no llamaba mi atención. Mi


enfoque volvió a Mateo mientras discutían los eventos de la noche: quién no
tenía permiso de regresar, quién debería haber sido echado y cómo él
debería haber sido llamado cuando fueron encontrados rastros de cocaína
en el baño, antes de que el consumidor terminara de inhalar toda la
evidencia.

Mateo me vio observándolo durante la sesión informativa. Había apartado


la mirada, luego había vuelto a mirar, incapaz de controlar el impulso. Me
atrapó cada vez. No me correspondió mientras el grupo estaba a su
alrededor, pero una vez que se dispersaron, me saludó con un guiño que
19

hizo enroscarse los adoloridos dedos de mis pies.


Página
Mi rostro se calentó y aparté los ojos. Otra vez. No, no era una total idiota o
algo parecido. Noelle se apoyó en la barra.

—Mmm. Es hermoso, ¿cierto?

Pretendí jugar con el cierre de mi bota.

—¿Ant? Sí, supongo.

Sin lugar a dudas, era la peor mentirosa en el planeta y posiblemente en


Marte. La sonrisa de Noelle se agrandó.

—Sí. También. Pero sabes de quién estaba hablando.

—Para nada —murmuré, quitando los billetes de la barra y guardándolos en


mi billetera.

Noelle resopló.

—Maldición, Evelyn. ¿Podrías ser más antisocial?

—Lo siento, yo…

Demasiado tarde. Echó su largo cabello rojizo tras ella y caminó hacia el
gorila esperando para acompañarla a su auto. ¿Era una sorpresa que yo no
le agradara a nadie? Cerré mi bolso y continúe, solo para gemir cuando vi
qué gorila me escoltaría fuera. Dale. Fabuloso. Preferiría tener mi
oportunidad con un ninja asesino.

—Evie, espera.

La profunda voz de Mateo me envolvió a mitad de camino hacia la puerta,


justo en el medio de la pista de baile. Dejé salir un largo suspiro, dispuesta a
parecer tranquila y serena mientras me giraba para enfrentarlo.

—¿Tienes un celular?
20

—¿Eh? ¿Qué?
Página

Serena, calma, tranquila. Esa era yo.


Presionó sus labios. Al principio no estaba segura si lo había molestado o
estaba tratando de no reírse de mí. La chispa que de repente iluminó sus iris
color avellana y las sutiles arrugas formándose en la comisura de sus ojos
me dijeron que era lo último. ¿Podría avergonzarme más? Sí. Probablemente.

Inclinó su barbilla.

—Un celular. ¿Tienes uno?

Rebusqué en mi bolso.

—Sí. Lo tengo. ¿Necesitas hacer una llamada? —Le tendí mi maltratado


iPhone, el único aparato lujoso junto con mi portátil que había sobrevivido al
embargo hecho por el IRS1 de nuestros activos. Mierda, ¿todo ese drama fue
hace solo tres años?

La gran mano de Mateo cubrió la mía mientras la bajaba. Era cálida, a pesar
del intenso frío del aire acondicionado. Ahora que la multitud había
desaparecido, no había respiraciones febriles ni cuerpos acalorados para
mitigar la baja temperatura.

Las puntas de sus dedos rozaron mis nudillos. Retiré apresuradamente mi


mano como si quemara y, en el proceso, dejé caer mi celular.

—Maldita sea.

Traté de reprimir mi nerviosismo. Mateo nunca había sido inapropiado con


las camareras y Sam obviamente confiaba en él para guiar al equipo. Pero
había cumplido un tiempo en prisión por agresión y quizás más.

Había visto de primera mano la violencia de la que era capaz. Justo esta
noche había agarrado a un tipo por el cuello y lo había arrastrado fuera del
local. Si podía hacer eso con alguien de su tamaño, ¿qué podía hacerme a
mí?
21

1
IRS: El Servicio de Impuestos Internos (por sus siglas en inglés Internal Revenue Services),
Página

es la agencia federal del Gobierno de los Estados Unidos encargada de la recaudación fiscal
y de los cumplimientos de las leyes tributarias.
Me tomé mi tiempo inspeccionando el celular para demorar el tener que
enfrentarlo. Cuando finalmente levanté la vista, sus ojos eran
sorprendentemente amables, justo como habían sido cuando me encontró en
el almacén. Ignoró mi rudeza, hablando suavemente.

—Descarga una aplicación de linterna. Hay varias disponibles. Elige la más


brillante y mantén el celular en tu bolsillo trasero mientras estás aquí.

Había descubierto que estaba aterrada de la oscuridad.

—Yo… Sam no nos permite llevar el celular con nosotros durante el trabajo. Y
no hay mucho espacio en estos pantalones cortos. —Tiré de ellos hacia
abajo, para el bien que me hacían.

—Hablaré con Sam. Mientras no mandes mensajes ni hagas llamadas,


podrás tenerlo.

Deslicé mi mano por el supuesto bolsillo. Mis dedos estaban apretados


contra mi trasero.

—Hazlo entrar —apuntó—. Eres lo bastante pequeña.

Mordí mi labio, asintiendo. Observó mi boca y tragó fuerte. Mis párpados se


abrieron considerablemente, sorprendidos. ¿Se estaba fijando en mí? Se
aclaró la garganta y llamó sobre su hombro.

—¡Ant!

—¿Sí?

—¿Puedes llevar a Evie afuera?

Ant dejó al grupo restante del personal, su paso disminuyendo a medida que
se acercaba. Dio un vistazo en mi dirección y luego a Mateo, su sonrisa
blanca y brillante en contraste con su piel oscura. Lo había visto hacerse
cargo de un grupo de chicos de fraternidad cuando habían intentado
22

arrinconar a Noelle unas semanas atrás. Ant era malvado, musculoso y


Página

capaz de golpear cabezas como alguien invencible. Pero cuando las


personas abandonaban el establecimiento y las luces se encendían, Ant se
convertía en un comediante de bromas pesadas. Nadie se salvaba de sus
indirectas. Codeó a su mejor amigo.

—Oh, ya veo. No quieres dejar a tu pequeña Evie en las manos del imbécil de
Dale.

—Oye. ¡Estoy justo aquí! —gritó Dale.

—Como si me importara —lo desafió Ant, haciendo que el grupo detrás de él


riera. Sacudió la barbilla—. ¿Estás lista, muchacha?

—Ah, sí. Tengo todo lo que necesito.

Mateo se marchó en dirección a la otra barra y hacia la puerta del almacén.


No dijo nada, pero Dee-Dee, otra mesera, sí. Posó la mano en su cadera y
gritó a través de la habitación.

—¡Teo! Llegaremos tarde a las peleas. ¿Adónde vas, dulzura?

Mi cabeza se alzó de vuelta hacia Mateo. ¿Dulzura? Eso era nuevo. ¿Estaban
saliendo?

—Solo tardaré unos minutos —dijo, sin molestarse en girarse.

Iba a limpiar mi desastre. No había otra razón para que fuera allí.

Dee-Dee se embelesó con la parte trasera de los pantalones estilo militar


negros de Mateo. Por la forma en que se lamió los labios, estaba ansiosa por
su regreso y por más. Y por alguna bizarra razón, no me gustaba nada.

La mayoría del personal se iba después del trabajo a cenar, a casa, o a


cualquier lugar. Estaban acostumbrados a quedarse hasta tarde y trabajar
más que los turnos de fin de semana y las noches alternadas de jueves que
yo atendía. Pero excepto por Noelle, yo era la única en la escuela. Después de
cada turno en Excess, regresaba a casa y colapsaba en la cama, rogando por
23

unas pocas horas de sueño para así poder despertar alerta y terminar mis
Página

planes de cuidados y análisis de laboratorio.


Había conseguido graduarme tres años atrás en una secundaria privada
solo porque la colegiatura había sido pagada antes de la muerte de mi
padre. Solo que eso no hizo que fuera más fácil terminarla. Mis supuestos
amigos me habían abandonado por mi escandalosa familia y los parientes
que me quedaban no querían tener nada que ver conmigo, acusándome de
embarrar el apellido Preston. Había tenido problemas de confianza desde
entonces. Así que, cuando las otras camareras inicialmente intentaron ser
amables e incluirme en sus planes, fue más fácil decir que no y permanecer
callada que arriesgarme a salir lastimada otra vez.

Lo que apestaba era que mi silencio me ganó la reputación de ser una


esnobista. Nadie sabía por lo que había pasado. Pero era más fácil que el
personal creyera lo que quisiera y me ignoraran. Entonces, ¿por qué Mateo
se había desviado de su camino para ayudarme?

Pensaba en eso mientras seguía enfocada en él.

—Gracias —grité tras él mucho después.

Continuó caminado y desapareció por el pasillo, dejando la puerta que daba


hacia el bar se cerrara tras él. ¿Qué esperaba? Me había ayudado y antes no
me había molestado en agradecerle. Todo lo que había hecho fue alejarme
bruscamente como una tonta.

Me sobresalté un poco al notar que Ant me estaba viendo observar a Mateo.


Colgué mi bolso en el hombro y avancé hacia la puerta.

—¿Estás listo?

Ant agrandó su sonrisa.

—Solo si terminaste de mirar a mi chico Teo.

La lava no podría haber quemado tanto como mi rostro. Me apresuré. Ant


trotó detrás de mí, alcanzándome fácilmente.
24

—No lo estaba mirando, Anthony —murmuré, rechazando a Dale mientras


Página

pasábamos.
—Si tú lo dices. —Rio. Por supuesto que no me creía.

Fruncí mi ceño, pero era difícil de mantener. Me gustaba Ant, aunque él


probablemente no lo sabía. Cuando reía, era con todo su corazón. Desearía
poder reírme así. Era un buen chico y sorprendentemente amable, a pesar
del tatuaje de dragón que serpenteaba por su brazo y reptaba hasta su
cuello.

Mi Cherokee estaba en lo más alejado del estacionamiento, bajo una farola


torcida que decoloraba su débil rojo a rosa. Hubo un tiempo en que mi auto
era un BMW personalizado. Ya no. Incluso en la distancia, el oxidado
parachoques frontal del Cherokee parecía reírse de mí, como si consumir
más gasolina de la que podía costear no fuera suficiente humillación. Había
tratado de venderlo, pero nadie quería comprar la vieja monstruosidad.

—Es un buen chico, sabes. —Se rio entre dientes cuando mi atención fue
hacia él.

—¿Eh? —Guau. ¿Acaso no era la chica más expresiva?

—Teo. Es buena persona. Y no lo digo solo porque seamos cercanos.

—Ha estado en prisión. —Al momento que lo dije, me arrepentí al instante.


Era su compañero con quien estaba hablando.

Redujo sus pasos hasta detenerse.

—Evelyn, hay mucho que tienes que aprender sobre la vida. —Me sorprendió
al negar con la cabeza y ponerse en modo ataque—. No todos lo que van a
prisión merecen estar ahí.

Acerqué mi bolso, enderezando mi espalda.

—¿Es-estás diciendo que es inocente? ¿Que fue incriminado?

Ant hizo una pausa, pareciendo perplejo por mi estúpida respuesta.


25

—No. Hizo lo que hizo. Pero eso no significa que no fuera lo correcto.
Página
No podía creer lo que estaba diciendo.

—Agredió a alguien, Ant. Por lo que escuché, ¡el pobre al que atacó terminó
en el hospital!

Ant se elevó en toda su altura y cruzó sus grandes brazos, causando que
retrocediera instintivamente. Su personalidad juguetona desapareció,
reemplazada por un gran hombre, listo para defender a su amigo
igualmente amenazador.

—Evelyn, ese “pobre” abusó de su hermana. —Se mofó cuando me congelé


boquiabierta—. Sí, es cierto. ¿Sabías que solo tenía catorce? ¿Sabías que el
idiota tenía dinero? El dinero lo puede todo, muchacha. Lo suficiente para
desaparecer los cargos contra un violador y enviar a un hermano latino a
prisión.

—Oh, por Dios.

Ant bajó sus brazos despacio, sus hombros cayendo ligeramente.

—Teo llegó a casa con una licencia cuando todo se vino abajo. Un año en el
Ejército, posición estelar, registro perfecto, todo acabó porque trató de hacer
lo correcto por su familia. Fue dado de baja por conducta deshonrosa sin
posibilidad de volver. —Se apoyó sobre sus talones—. Mi chico rompió las
leyes. No estoy diciendo que no. Pero antes de juzgarlo, piensa en por qué lo
hizo y en todo lo que perdió por ello.

Pasó un momento entre nosotros antes de que pudiera hablar.

—Dios, Ant, lo siento. Yo solo… lo siento. —Apenas podía mirar su rostro, la


vergüenza manteniéndome cabizbaja.

—No espero que alguien como tú lo entienda —dijo.

El problema era que lo entendía. En formas que no me atrevía a admitir.


26
Página
Capítulo 3

L
ourdes se apoyó sobre mi hombro mientras mezclaba la masa, riendo
mientras golpeaba el grueso lío como si fuera el rostro de Donovan.

—Evelyn. ¿Qué demonios estás haciendo?

—Galletas. Para Mateo —gruñí. ¡Hornear no debería ser así de difícil!

Sacó una silla y apoyó su codo sobre nuestra agrietada mesa de linóleo. La
pequeña cocina no era ni siquiera de la mitad del tamaño de la despensa en
mi antigua casa en Villanova.

Gruñí otra vez, esta vez más fuerte. Atrás quedaron los días de cocineros y
mucamas. Mi amiga Lourdes y yo nos habíamos mudado al apartamento del
segundo piso de esta antigua colonia poco después de que nos graduáramos
de la escuela. Un baño, dos dormitorios pequeños y una pequeña sala de
estar componían nuestra casa. Y así de modesta como era, estaba en un
mejor lugar.

—¿Te gusta? —preguntó ella, trayéndome de vuelta al momento.

Mi paliza se desaceleró a unos golpes más afectuosos.

—¿Quién?

—Sabes quién. Mateo. Te gusta, ¿no?

—No me gusta. Pero tampoco me desagrada.

Decidí cambiar las cucharas. La de metal no estaba cortándola. Mientras


hurgaba en nuestro cajón, pensé en la mejor forma de minimizar mi
27

intención.
Página
—Solo estoy intentando ser amable. Él fue… amable durante mi ataque de
pánico. —Fallé en agregar lo duro que lo había juzgado. Quizás todavía me
quedaba algo de princesa, después de todo, a pesar de mi tiara confiscada.

Encontré una cuchara de madera y seguí mezclando, dejando caer el cuenco


sobre la encimera tras varias pasadas más. Mi madre había muerto cuando
tenía cuatro años. Si hubiera estado viva mientras crecías, ¿me habría
enseñado a hornear? Era algo que me preguntaba con frecuencia. Ahora,
sobre todo intentaba concentrarme en mi futuro… y no en lo que debería y lo
que podría haber sido. Levanté el cuenco otra vez, luego lo puse de vuelta
abajo.

—Ha pasado casi una semana y nunca le di las gracias.

—Mmhmm.

Lourdes se sentó en sus batas perfectamente planchadas, lista para su turno


en la residencia de ancianos, una hora antes como de costumbre. Había
elegido trabajar en el trabajo de menor paga por la experiencia que le daba,
pero ella podía darse el lujo de hacer eso; tenía una familia y becas para
ayudarla. Todo lo que yo tenía eran recuerdos de mis tíos peleándose para
aprovechar lo que podían de la fortuna de la familia y las acusaciones de
que había “escondido” el dinero. Perdedores.

Una sonrisa diabólica jugueteó en su rostro. Intenté no poner los ojos en


blanco.

—Lourdes, no lo entiendes. El sábado pasado fue una locura total; setecientas


personas a la media noche, tres del equipo de Mateo agarraron a traficantes
de drogas y olvida todo sobre los imbéciles comenzando peleas sobre el la
pista de baile. —Sacudí la cabeza—. Pero la parte más seriamente aterradora
fue cuando los traficantes se descubrieron entre sí.

Ella se levantó y arqueó una ceja.


28

—¿Traficando para diferentes líderes del narco?


Página
—Eso es lo que parecía. Mateo, Ant y Sam manejaron las cosas afuera
cuando la policía llegó. El resto de los gorilas mantuvieron a todos alejados.
—Añadí más chispas de chocolates a la mezcla—. Parece que toda la acción
se está moviendo desde Filadelfia.

—Tiene sentido. Hay un montón de dinero aquí en Main Line. Harán más
con coca y Mollies que en los clubes menores en Filadelfia. —Le dio otro
vistazo a mi cuenco—. Aw, demonios. Si estás intentando agradecerle, solo di:
“Gracias”, nena. —Señaló la masa espesa e hizo una mueca—. No le des esa
mierda desagradable.

—¡Ni siquiera las has probado!

Ella hizo girar los extremos de su corto cabello negro.

—Evelyn. He probado suficiente de tu cocina para saber que eso no lo tienes


en ti.

Me limpié la sustancia viscosa de mis manos.

—¿Qué no está en mí?

—Cocinar… lo que sea. Apégate a lo que sabes y lo que te funciona:


espaguetis, sopa enlatada y tostadas. —Ajustó las ataduras de los pantalones
de su bata—. ¿Tengo que recordarte cuánto tiempo te llevó dominar eso?

Suspiré.

—Es una receta, Lourdes. La estoy siguiendo línea por línea. —Reanudé mi
frenética mezcla, intentando librar al cuenco de todos los rastros de harina
blanca. Dejé caer el cuenco nuevamente cuando mi hombro comenzó a
doler.

Lourdes se sentó, jugando con los cordones a pesar de que había asegurado
el lazo.
29
Página
—Creo que deberías hablar con alguien, Evelyn —dijo en voz baja—. Tener
ataques de pánico solo por estar en la oscuridad no es… normal. Creo que
ocurre algo más.

Si Lourdes no fuera mi compañera de cuarto, no habría sabido de mi miedo


a la oscuridad o sobre la luz de noche que necesitaba para poder dormir. No
divulgué nada, nunca. Los últimos años me habían enseñado mucho. ¿Tenía
problemas de confianza? Ah, sí.

—Sabes, un semestre de psicología no te hace una psicóloga.

Sonrió suavemente.

—Solo quiero que estés bien, nena.

Sí. Bueno, yo también. Extendí el brazo para agarrar el cuenco solo para
saltar cuando mi teléfono sonó. Lo fulminé con la mirada cuando vi el
mensaje de texto.

¿Cómo estás?

Este era el segundo mensaje de Donovan, mi ex novio. Rubio. Ojos azules.


Jugador de futbol americano. Un total idiota. Me había prometido un para
siempre. Para siempre al parecer no tenía ninguna posibilidad contra un
escándalo familiar. Me estremecí cuando pensé en todo lo que le había dado.
Y todo lo que había tomado de mí.

Lourdes también fulminó con la mirada.

—¿Puedes bloquear a la pequeña perra?

—Lo hice. Pero la compañía de teléfono lo revoca después de seis meses. —


Borré el mensaje al igual que había hecho con el primero cuando él había
tenido el descaro de declarar que me extrañaba. Estoy segura que tenía su
cosecha de chicas ingenuas en Notre Dame. Y yo no era ingenua. Ya no.
30

Recogí la masa con una cuchara y dejé caer pequeños montículos sobre la
Página

bandeja del horno.


—Necesitamos otra bandeja para el horno.

Lourdes hizo una mueca de nuevo y sacudió la cabeza.

—Si esto es para lo que la necesitas, pienso que no. La masa se ve…

—¿Pegajosa?

—Nop.

—¿Gruesa?

—Ah, algo así. —Utilizó la punta de la cuchara para empujarla—. Dura. Esta
mierda se ve demasiado dura. Los penes alrededor del mundo envidiarían
este pastoso.

—¡Lourdes! —Se rio cuando le arrebaté el cuenco—. Está bien. ¡Estoy segura
que va a estar bien!

Avancé firmemente, necesitando hacer las cosas bien por una vez en mi
ridícula vida.

***

Llegué al club un poco más temprano de lo habitual. Más de una vez me


debatí sobre regresar a mi camioneta para dejar las galletas. Pero al final,
“Gracias” no era suficiente. La amabilidad a menudo no se ofrecía
libremente o genuinamente, especialmente alrededor de la zona de
Filadelfia. Normalmente, había una trampa.

La preocupación de Mateo había radiado casi con la misma fuerza que su


fortaleza. Y el suave roce en su tono me había anclado nuevamente a la
realidad. Mientras yacía en el suelo, vulnerable, podría haberme hecho
cualquier cosa y nadie lo habría sabido. Podría haber salido, dicho a Sam y
a Dale que yo estaba bien y regresar a mí.
31

En vez de eso, me había dado espacio y tiempo. No sé lo que habría hecho


sin él entonces. A medida que me acercaba a las grandes puertas de cristal,
Página
el gran Chris me vio y asintió hacia mí, mirando el plato en mis manos.
Cuando abrió las puertas para mí, supe que no había vuelta atrás.

No podía darme el lujo de comprarle algo a Mateo. Mi padre solía hacerme


regalos con joyería cuando llegue a ser la líder de las animadoras, fui
nominada para reina de la graduación y cuando fui aceptada en Notre
Dame junto con Donovan. Solo me parecía justo darle algo a Mateo.

Él y Ant estaban recostados en el bar, esperando que el resto del equipo


apareciera antes de discutir la estrategia para la noche. En el puesto del DJ,
Jace repasaba su lista de reproducción, sus audífonos firmemente en el
lugar, golpeando su cabeza ante cualquier nueva mezcla que hubiera
inventado.

Mateo se rio de algo que dijo Ant. Su sonrisa revelaba constantemente trazos
del joven escondido debajo de la pared de duros músculos. Había visto a
chicas de la hermandad intentar atraer esa sonrisa al entrar y salir del club.
Hasta ahora, ninguna había tenido éxito y, esta noche, estaba especialmente
encantada por eso. Su camiseta negra de Club Excess abrazaba su amplio
pecho y una barba incipiente jugaba a lo largo de su mandíbula cuadrada.
No se había afeitado. Se veía bien en él… incluso sexy.

Mis ojos se abrieron de sorpresa ante adónde habían vagado mis


pensamientos. Conté hasta diez y me obligué a acercarme a él, aferrándome
a mi pequeño plato de papel como si poseyera el poder de hacerme un poco
más valiente y de alguna forma menos estúpida.

Mateo dejó de reírse cuando me vio acercarme, apenas logrando un


asentimiento.

—Evie.

No estaba contento de verme. Maravilloso. Todo en mí gritaba que corriera y


me escondiera. Pero ahora era muy tarde.
32

Ant sonrió..
Página

—Oye, dulzura. ¿En qué andas?


—En nada.

“Nada” parecía ser la palabra clave. Se quedaron allí, esperando por más.
Luché con qué decir hasta que mi mirada cayó en el tatuaje de Ira de Mateo.
Le hice señas a su antebrazo con mi plato.

—¿T-te hiciste eso cuando estabas… ya sabes, en la gran casa?

Su aturdida pausa le dio a mi cara tiempo para calentarse, pero eso no era
nada comparado al rubor ardiente que causó la repentina carcajada de Ant.

—¿La gran casa? —Se rio otra vez, esta vez doblándose y pegándole a su
pierna—. Evelyn, eres la persona más blanca del planeta. No tiene sentido
decir “gran casa”.

El pecho y los hombros de Mateo se sacudieron y luchó por mantener sus


labios firmemente presionados. No se rio en voz alta exactamente, pero
cuando me dio la espalda me imaginé que era una muy mala señal. Colocó
las manos en sus caderas y bajó la cabeza, tomando unas cuantas
respiraciones mientras yo esperaba como una tonta con las malditas
galletas en mis manos. Cuando se dio la vuelta, me sorprendió ver que todo
rastro de humor se había disuelto de su rostro. Mientras tanto, Ant seguía
muriéndose de la risa. Mateo se aclaró la garganta.

—Ant, ve a preguntarle a Sam si entraron las nuevas camisetas.

Ant se secó los ojos llenos de lágrimas.

—¿Estás seguro que quieres que te deje solo con esta fantástica tipa?

La cabeza de Mateo se sacudió hacia la pared. Se limpió la boca con la mano


y tomó otra respiración profunda, recuperando su compostura.

—Solo pregúntale.

Le dio un empujón cuando Ant abrió la boca para decir algo más. ¿Qué
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carajos? Solo quería morir. Mateo ladeó la cabeza hacia las galletas.
Página

—¿Te gusta hornear?


—No. Sí. No. —Dios mío. Tendí el plato—. Las hice para ti. Me ayudaste la
semana pasada y nunca tuve la oportunidad de, bueno, decir… —Solté un
suspiro cuando él se quedó mirando—. Gracias. Solo estoy tratando de darte
las gracias.

Los siguientes segundos fueron los más largos de mi vida y tomó todo lo que
tenía no salir corriendo. Me alegré de haberme quedado. Los bordes de los
labios llenos de Mateo se curvaron en una sonrisa. Me miró a los ojos y
olvidé todo: la risa de Ant, mi humillación, mi arrepentimiento. Supe que
estaba en problemas cuando me di cuenta que nunca quería apartar la
mirada.

—De nada, Evie —murmuró él, su voz más profunda. Agarró el plato,
rompiendo nuestra conexión mientras lo ponía sobre la barra. Quitó la
endeble envoltura de plástico. Con un guiño y una sonrisa, tomó una galleta.

Fue todo tan mágico.

Hasta que le dio un mordisco.

El momento en que sus dientes apretaron, algo cambió en su expresión. ¿Era


sorpresa congelando los fuertes ángulos de su rostro? ¿Dolor? No…

Continuó masticando con una vergonzosa gran dificultad justo cuando Ant
regresó.

—Sam dice que las camisetas deberían estar el lunes. Oh, galletas.

Mateo extendió una mano, intentando detener a Ant de robar una, pero
estaba demasiado ocupado ahogándose con mi creación mutante para ser
de alguna utilidad. Ant le dio un mordisco e lo escupió inmediatamente.

—¿Qué demo…? —Apuntó hacia la galleta acusadoramente—. ¿Tú hiciste esa


mierda?
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Respondí de la única forma que sabía.


Página

—Ah, ¿no?
Mateo se limpió la boca con el dorso de la mano, trozos de migas y chocolate
manchando su boca y mandíbula. Esta vez no pudo contener su risa. Su
cuerpo se extendió por la barra mientras tragaba lo último de mi
agradecimiento.

Había momentos en mi vida a los que podría haberme aferrado por siempre.
Este no era uno de ellos. Estaba mortificada.

No podía ponerse peor —o eso pensaba—, hasta que algunos de los gorilas
se pasearon y encontraron a su intrépido líder desplomado sobre el bar con
un ataque de risa. Me alejé un poco, lista para correr, gritando. Ant, por
supuesto, no pudo dejarlo morir.

—Escuchen, fisgones. Si cualquiera, y quiero decir cualquiera, saca la mierda


de tráfico de drogas esta noche, quiero que aporreen sus cráneos con una de
estas. —Levantó una de mis galletas sobre su cabeza—. Estas perras
noquearán a un hijo de perra.

35
Página
Capítulo 4

N o le hablé a Mateo o a Ant por el resto de la noche del jueves o el


viernes, evitándolos como si fueran pacientes come humanos
infectados con un virus que me fueron asignados durante mi último
turno clínico. Ambas noches había escapado al vestuario y me había
ofrecido como voluntaria para labores del baño y el sábado no fue la
excepción.

Odiaba las labores de baño. Pero la humillación avivaba mi necesidad de


lavar retretes. También ayudaba que Sam le pagaba extra a cualquiera
dispuesto a limpiar Aquellos de nosotros con complicaciones nos ofrecíamos
como voluntarios regularmente, dándole a Sam una excusa para no
contratar a una compañía de limpieza. Sí, podrías decir que el hombre era
barato.

—Evelyn. Nadie va a comer aquí. No tienes que ser tan meticulosa. Vamos,
terminamos. Levanta los pies mientras todavía puedas.

Continué puliendo el grifo automático.

—Solo unos minutos más, Dee-Dee. Casi termino.

—Bueno, lo que sea.

Abrió la puerta de golpe, golpeando su cubo contra esta. El choque —junto


con la risa distante del personal y el tarareo de Jace revisando su
mezcladora de sonidos—, rebotó en los azulejos negros y rojos.

—Dee, ¿Evie todavía está allí adentro?


36

Me detuve a media limpiada. Oh. No.


Página
Mateo me esperaba afuera. Mi cuerpo se calentó sin siquiera mirar en su
dirección.

—Evelyn —llamó Dee por encima de su hombro—. Mateo te quiere.

No me digas. Él y Ant habían hecho intentos de hablar. Solo me había


alejado, rígida, rápida y silenciosamente. Si no había sido percibida como
una estirada antes, ahora sí.

Dee se fue. Miré mi reflejo. Con nada mejor que hacer, me deshice de la
coleta del cabello y arreglé mi espeso cabello rubio de nuevo en una pulcra
cola de caballo. Todavía no estaba vestida para el trabajo. Aunque Sam
insistía en que el personal estuviera uniformado treinta minutos antes de
abrir, todavía estaba en mis jeans y playera ya que había planeado
esconderme y lavar lavabos. Pero ahora era tiempo y Mateo esperaba,
probablemente esperando otra risa a mi costa.

Aventé todos mis suministros de limpieza en un cubo y empujé la puerta


para abrirla. Nuestro vestuario estaba situada justo en la puerta de al lado.
Mi esperanza era que Mateo se hubiera ido y pudiera escabullirme
inadvertida. Por supuesto, eso no era posible.

En el momento en el que empujé el picaporte, allí estaba él, inclinado contra


la pared opuesta con los brazos cruzados, mirando directamente hacia la
puerta. Sin palabra alguna, di una brusca vuelta a la izquierda.

—Evie, espera. —Su mano agarró mi mano libre, apenas tocándome, pero de
alguna manera logrando mantenerme en el lugar—. Mira, sé que estás
enojada.

—No estoy enojada.

—Sí, estás enojada.

—Estás equivocado.
37
Página
Esa era la verdad, pero había más. Mientras me agarraba, me encontré a mí
misma escupiendo demasiada información como una universitaria después
de muchos tragos de Patrón.

—Sé que todos aquí piensan que soy una perra, pero no es así. —Sus dedos
se deslizaron de los míos—. No me es fácil congeniar con todos. No sé cómo
encajar y no sé cómo hacer amigos. —Lo miré entonces. Sorpresa y
preocupación sombreaban los planos de su suave rostro.

No había tenido la intención de decirle algo. Era solo que parecía no poder
detenerme. Algo sobre Mateo contribuía. Así que aquí estaba, soltándolo
todo.

—Las personas venían a mí por ser quien soy y lo que supuestamente tenía.
Nunca tuve que hacer un esfuerzo. No como ahora.

Él apoyó un hombro contra el marco de la puerta, observándome.

—Pero lo hiciste cuando me diste las galletas.

Asentí, sintiendo mis ojos picar por la verdad en sus palabras.

—Las probé antes de que te las diera. No pensé que fueran malas…

Mi voz se apagó mientras él se acercaba y agarraba mi nuca gentilmente.


Suaves labios cálidos rozaron mi frente, apenas recorriendo mi piel
electrificada.

—Lamento haberte lastimado —murmuró. Su pulgar acarició un punto suave


detrás de mi oreja mientras sus asombrosos ojos se encontraban con los
míos—. Gracias por pensar en mí.

Me soltó y se alejó mientras yo permanecía inmóvil, sosteniendo mi estúpido


cubo.

***
38

La noche fue una locura. Las puertas abrieron a las nueve. Para la
Página

medianoche, ya me había corrido hacia el bar al menos treinta veces. Y no


era la única. Dee-Dee alzó su bandeja encima de mi cabeza mientras Noelle
y yo pasábamos con las nuestras llenas hasta el tope.

—¿Esas son aceitunas orgánicas? –La chica vestida de pies a cabeza en


Versace levantó la aceituna en un palillo de su bebida y la agitó hacia a
mí—. Solo me gusta lo orgánico.

Sonreí y mentí.

—Totalmente. Solo usamos productos orgánicos.

La metió a su boca.

—Entonces sigue trayéndolas, cariño.

No era la única lidiando con idiotas. El gran Chris separó a dos desinhibidos
chicos de la fraternidad agarrándolos de las nucas. Anduve entre la
multitud, observándolo arrastrarlos mientras regresaba por más bebidas.

Azoté mi bandeja en la estación de recogida en la esquina del bar. Sam llenó


la bandeja de Noelle con un récord de tés helados Long Island y ocho tragos
Blow Job.

—Tontos ignorantes de hermandades —murmuró. Se abrió paso por la


multitud mientras el remix de Timbaland de Jace llevaba a los universitarios
hacia una multitud gravitante.

—Sam, ¡necesito mis gin tonic para la mesa dieciséis!

El sudor corría por su frente mientras servía lo que parecían tragos


Redheaded Slut en diez pequeñas copas.

—¡Julian hará las tuyas!

Generalmente, trabajaban tres barman en el bar frontal y cuatro tomaban la


parte trasera, más cerca del DJ. Esta noche solo estaban Sam y Julian al
39

frente. Julian era nuevo. Demasiado nuevo. Pero lo admitiré, el chico podía
mezclar
Página
—¡Los tuyas son las que siguen, Evelyn! —dijo

—¡Gracias!

Mis caderas se balanceaban involuntariamente al ritmo de la música


mientras esperaba mis bebidas. Mateo tomó posición a solo unos metros de
distancia. Escaneó la multitud desde su plataforma elevada, pareciendo ver
todo menos a mí. No habíamos hablado desde que me había dejado cerca
del vestuario. No pensé que me hubiera notado hasta que su voz resonó a mi
lado.

—¡Ni siquiera lo pienses!

Salté, sorprendida de lo rápido que se había movido. Agarró a algún idiota


por la muñeca, sus manos a unos centímetros de mi trasero. El idiota había
intentado manosearme.

Mateo se aseguró de que nunca me tocara.

El tipo cayó sobre sus rodillas por la presión que aplicó Mateo. La mirada
fulminante de Mateo permaneció en él mientras lo soltaba y el perdedor se
alejaba a tropezones.

—Gracias —murmuré.

Mateo me guiñó el ojo antes de regresar a su puesto. Está bien. Eso no era un
momento para estar embelesada o algo así. Me observó por un momento
hasta que alguien más atrajo su atención.

Un bruto sin cuello en una chaqueta de cuero se movió por la multitud, con
su mirada fija en algo delante de él. Mis ojos se abrieron. Había sido uno de
los vendedores arrestados la semana pasada.

Mateo habló a su auricular. Seis gorilas de distintas plataformas a lo largo


de la pared levantaron la mirada al mismo tiempo, con las manos
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agarrando sus orejas mientras escuchaban las órdenes de Mateo. Ant estaba
entre ellos. Asintió y bajó mientras otro gorila tomaba su posición. El gran
Página
Chris, quien estaba trabajando en la pista, también asintió, acechando en la
dirección de Ant.

—Aquí tienes, Evelyn. —Julian puso el último de mis gin tonic, decorándolo
con una lima.

Mateo puso su mano en mi espalda baja, haciéndome vacilar en el lugar.

—Quédate aquí hasta que sepamos qué pasa —murmuró en mi oído.

Otro gorila había tomado su posición. No me moví, incluso cuando la palma


de Mateo se deslizó de mi espalda baja, sabiendo que era mejor no
cuestionarlo. Su enfoque permaneció hacia delante mientras esperaba,
angulado solo ligeramente en frente de mí.

El tipo de la chaqueta de cuero se detuvo en entre los dos hombres que se


movieron hacia delante. Entre el mar de cuerpos danzantes y brazos
moviéndose, vi a quién estaba buscando.

Un chico muy delgado en una sudadera gris lanzó su cabeza hacia atrás y
se rio hasta que captó al hombre en cuero mirándolo directamente. Abrió los
ojos en pánico y le gritó a su grupo.

El tipo de chaqueta de cuero buscó detrás de su espalda. Hubo un momento


en el que todo pareció paralizarse, entonces Mateo gritó:

—¡Arma!

Las luces del club destellaron contra un brillo plateado mientras Ant
aseguraba el brazo del hombre al que estaban observando y lo torcía hacia
arriba.

Mateo me arrastró detrás del bar por la cintura, su voz era un rugido.

—¡Abajo!
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El arma disparó justo cuando mis pies golpeaban el suelo, congelándome


donde estaba. Mi sangre se heló. Jesús. Conocía ese sonido.
Página
Los gritos seguían, seguido del colectivo rugido de todos apresurándose
hacia adelante al mismo tiempo. La pesada bandeja de Noelle salió
disparada de su mano cuando alguien chocó contra ella. Era la última
imagen que presencié antes de que me metiera debajo del bar.

Otro disparo, seguido de otro. Mi cuerpo se sacudía con cada estallido.

Estaba de cuclillas, con mis manos encima de mi cabeza. Oh, Dios. Oh, Dios.
La sensación de mareo regresó y mi garganta se tensó hasta que apenas
pude respirar. Pero luego algo me pegó fuerte, sacándome abruptamente de
mi creciente pánico.

Una de las meseras había aterrizado encima de mí. Rodó de encima de mí,
con la cara teñida con miedo.

—Cristo, ¡agárrenlas! —gritó Sam.

Sam y Julian estaban tirando de las meseras que estaban gritando, quienes
se habían apresurado hacia delante, encima y detrás del bar. Dee-Dee gateó
en el suelo hacia mí.

—Evelyn. ¿Dónde está Noelle? ¿La viste?

Grité por encima del ruido.

—¡Estaba en la sección VIP!

—Demonios. ¿En verdad? ¡Allí no hay nada para esconderse!

Tenía razón. Peor, el área elevada la hacía más visible. Trepé detrás del bar
hacia donde había visto a Noelle perder su bandeja. Algunos de los clubbers
saltaban sobre algo en el suelo, algunos se tropezaban con eso. Me llevé las
manos a la boca. No había allí nada lo suficientemente grande para crear
una barrera. Excepto tal vez una persona.

No pensé. Solo reaccioné, apresurándome a rodear a la multitud en


42

estampida hacia donde pensaba que estaba Noelle.


Página

—¡Evelyn!
—¡Evelyn!

—¡Maldición, Evelyn!

Los gritos de Dee-Dee, Julian y Sam eran apenas audibles por encima de
todos los gritos de una multitud aterrada. No era grande y tampoco alta.
Pero eso no me hacía débil.

Fui entre los clubbers empujando hacia delante en su prisa de huir del caos.
Cada golpe de un hombro, un codo descuidado o un brazo agitado me hacía
más determinada a llegar hasta Noelle. Si estaba en el suelo, estaba en
peligro.

El problema era que podía terminar de la misma manera.

Alguien me empujó contra una pared, causando que el aire en mis pulmones
se fuera en una ráfaga dolorosa. Abracé el bloque negro, tomando un
momento para reunir mi respiración antes de darme cuenta de la ventaja
del lugar en el que estaba. Había una plataforma desnivelada de cerca de
quince centímetros por encima del suelo, restos de la pared original que
quedó después de las renovaciones. Era apenas suficiente para deslizar mis
pequeños pies, pero servía para separarme de la multitud pisoteante para
poder alcanzar el primer reservado de una fila de diez revistiendo el muro.

Subí al asiento de respaldo alto y corrí rápidamente por la mesa al siguiente,


continuando mientras veía el caos en la pista de baile.

Cada gorila había abandonado su puesto. Algunos oscilaban sus puños;


otros empujaban o restringían a hombres tratando de meterse en la
multitud. El gran Chris y Ant tenían a tipos acorralados en el suelo.
Empujaban sus rostros contra los pegajosos tablones de madera dura,
maldiciéndolos y retándolos a moverse.

Mateo había tomado a un monstruo de hombre. Iban de golpe en golpe,


Mateo lanzando su peso detrás de cada golpe traqueteante de huesos.
43
Página
La sangre goteaba de un corte encima del ojo derecho de Mateo. Mi cuerpo
se estremeció. Oh, Dios, no podía verlo sangrar. Por lo que me forcé hacia
adelante, jadeando cuando capté la vista del pie inmóvil de Noelle.

La baranda de vidrio y cromo que seccionaba el área VIP estaba a solo unos
reservados de distancia. Tropecé, caí y me arrastré hasta que alcancé la
sección y balanceé mis piernas.

Mis botas se deslizaron por el suelo de madera mientras corría hacia las
pequeñas escaleras. Mi desviación me había llevado hacia la parte posterior
del club, permitiéndome moverme con la multitud hacia Noelle. Yacía sobre
el suelo lleno de vidrio, sollozando y agarrándose el muslo. Sangre salía de
su pierna mientras la gente continuaba chocando contra ella. Gritó cuando
alguien la pateó en el costado.

Empujé a los demás para llegar hasta ella y la levanté de sus antebrazos,
usando el impulso de la multitud para movernos hacia delante. Demasiadas
personas esperaban adelante tratando de salir, pero no necesitaba irme.
Solo necesitaba llevarla a un lugar seguro.

En el momento en el que llegamos al primer reservado, la metí encima de


este. Ella se escondió rápidamente debajo de un lado mientras yo gateaba al
otro, gruñendo cuando alguien pateó mi tobillo.

Apreté los dientes por el dolor agudo, preguntándome cómo ella había
sobrevivido a la serie de golpes.

—¿Estás bien?

La máscara manchaba su piel limpia y pecosa, pero se las arregló para


asentir entre sus gemidos.

—No podía levantarme y esas perras no me ayudaron.

—Lo sé, Noelle. Está bien. —Me quité mi camisa blanca y la apretujé, luego la
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presioné fuerte contra su pierna. Debería de haberme sentido desnuda en mi


Página

camiseta ligera, pero no me importó—. Toma. Mantén la presión.


Agarró mi muñeca cuando traté de irme.

—¿Adónde demonios vas?

—El personal está en la pista. Solo quiero asegurarme de que todos estén
bien.

Asintió, como si entendiera más de lo que dije y soltó su agarre.

Me contoneé por el reservado, agachándome en el asiento acolchonado


mientras escaneaba la pista de baile.

El gran tipo que Mateo había vencido estaba estupefacto, con sangre
saliendo de su nariz y boca. Otro tipo atravesó la multitud e intentó
confrontar a Mateo. Mateo llevó su codo a la cabeza del tipo diminuto y lo
sacó volando como un costal de arena.

Pero la interferencia del pequeño tipo le había dado a su otro sangrante


oponente tiempo para alcanzar la pistola en su tobillo.

—¡Teo!

No sé si fue mi grito o los rápidos reflejos de Mateo que lo salvaron. Atrapó


la gran muñeca del hombre en una llave, jaló el brazo y lo rompió con un
gran golpe de su palma. La pistola cayó y se deslizó por el suelo.

Tanto Mateo como un tipo en una playera roja se lanzaron por esta. El tipo
de playera roja estaba más cerca y la alcanzó primero, disparando y
dándole a una mujer que huía. Ella colapsó, gritando y retorciéndose.

Mateo rompió la muñeca de su oponente, liberando la pistola mientras una


flota de oficiales de policía entraba por las puertas. Se apresuraron dentro
del área, sacando sus armas y apuntándolas hacia Mateo, quien se levantó
agarrando la pistola.

El montón de policías gritaron al unísono:


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—¡Suelta el arma! —Mateo movió algo en la pistola y el tambor salió. Un


Página

segundo después, dejó que el arma cayera de sus manos. La pateó con su pie
y colocó sus manos detrás de la cabeza, con su expresión peligrosamente
dura.

—¡Al suelo! —gritó otro grupo de voces.

Mateo se dejó caer sobre sus rodillas. Salté de la seguridad del reservado,
furiosa y atravesé a empujones a través de lo que quedaba de la multitud
que huía.

Su equipo comenzó a protestar. También Sam, que forzó su camino por la


habitación. Llegaron más policías, pasándome a toda velocidad. La mayoría
arrestaron a los clubbers que los gorilas habían detenido. Aun así, algunos
se pelearon a gritos con nuestro personal que demandaba que liberaran a
Mateo.

Traté de empujar a través de la pared de policías. Pero eran los gritos de la


mujer que había sido disparada que congelaron a todos en su lugar.
Sostenía su brazo sangrante mientras fruncía el ceño a Mateo.

—¡Me disparó! —gritó—. ¡Me disparó!

El oficial esposando a Mateo le preguntó su nombre.

—Mateo Tres Santos —murmuró.

El oficial se burló en su oído.

—Oye. ¿No estuviste preso?

—¡Cállate! —espeté, saltando hacia delante. Aquellos que me conocían se


detuvieron boquiabiertos.

El oficial bloqueando mi camino agarró mi brazo fuertemente.

—Da otro paso y te arrestaré por interferir.

Me zafé de su agarre.
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—Mateo no hizo nada. Le quitó el arma de la mano de ese pequeño idiota. —


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Apunté al tipo sosteniendo su muñeca rota. Me dio una mirada


desagradable y le regresé una—. Había dos hombres armados y Mateo
controló la situación. Deberías de agradecerle, ¡podría haber sido mucho
peor!

—¿Es tu novio, rubiecita? —preguntó el policía agarrando a Mateo.

Mateo se tensó debajo de su agarre.

—Es mi amigo. —Apreté los dientes—. ¡Y sus preguntas están fuera de lugar!

El policía bloqueando mi camino entrecerró los ojos.

—Cállate, Zimmerman. —Me examinó con brusquedad—. ¿Viste lo que pasó?

—Sí, lo vi todo.

***

Se tomaron declaraciones de todos allí, pero Mateo y yo fuimos escoltados a


distintos lugares para interrogarnos. El sargento que estaba en el lugar lo
interrogó a él primero en el almacén, luego procedió a interrogarme a mí en
la oficina de Sam. Nuestras historias debieron haber coincidido en donde
importaba. Cuando regresé a la pista, Mateo estaba sentado en el bar en un
taburete. La gasa por encima de su ojo había detenido el sangrado.
Obviamente, él pegó más fuerte que su oponente. Gracias Dios.

Los últimos policías que quedaban salieron del edificio. Alguien había
prendido las luces y no creo que pudiera estar más agradecida. El disparo
había desencadenado los recuerdos del suicidio de mi padre suprimidos por
mucho tiempo y la noche salvaje me había dejado al borde. Lo último que
necesitaba era otro quiebre.

Ant les exclamó a los oficiales que se iban:

—Gracias, señores finos, por no arrestarme esta vez. Pero supongo que
tenían otro tipo de hermano en mente esta noche.
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—Cállate, Ant —espetó Dee-Dee. Ella y otros estaban limpiando lo que


Página

quedaba de vidrio roto. Ella no quería que Ant fuera arrestado y estaba
preocupada de que diría después. No podía culparla. Ant había perdido el
control cuando descubrió lo que le había pasado a Noelle. Dicho eso,
tampoco podía ignorar que tenía un punto.

Mateo estaba vestido como todos los demás gorilas. Una camiseta negra con
el logo blanco de Club Excess, pantalones negros militares, botas negras. Y
dado que era quien sostenía la pistola, la policía no se había molestado en
sospechar de nadie más.

La piel oliva de Mateo siempre lo había etiquetado como el chico malo. Justo
como su pasado criminal había afectado mi juicio. Había descartado su
inteligencia y sus habilidades de liderazgo e ignorado el respeto que con
derecho se había ganado de Sam y del personal.

Y era una idiota por eso.

Mateo nos había mantenido a salvo esta noche. Al igual que hacía siempre.

Los gorilas que se habían reunido alrededor de él se dispersaron cuando me


acerqué. Me senté en el taburete junto a él y crucé las piernas. Esta vez era
mi turno de observarlo. Se hizo hacia atrás, apoyando sus codos contra el
bar. Había dicho en serio lo que dije. Si Mateo no hubiera reconocido y
actuado en contra de la amenaza, podría haber sido mucho peor.

—Estaban con los vendedores competidores de la semana pasada, ¿cierto?

Mateo asintió, prestando atención a mis labios.

—Y esta vez trajeron más amigos.

Mi cuerpo se estremeció involuntariamente. Sabía que recordaba al tipo de


chaqueta de cuero.

—¿Crees que regresarán?

—No por lo que están encarando. —Tamborileó los dedos en el bar—. Dale
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fue el idiota que permitió que entrara al club el tipo de la chaqueta de cuero
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y probablemente al que tenía el arma en el tobillo. Nunca cuestionó por qué


el idiota usaba una chaqueta tan pesada en una noche tan jodidamente
caliente. Tampoco buscó bultos en sus piernas. El imbécil de mierda tuvo las
pelotas para decirme que nunca se le ocurrió, incluso cuando le advertí al
equipo un centenar de veces.

—¿Cuántos gorilas estaban trabajando en la puerta?

Mateo se frotó la barbilla.

—Tres además de Dale. Por lo que pude decir, todos estaban haciendo sus
trabajos. Pero por lo que pasó, tengo que ponerlos a prueba. Dale se va, en lo
que me concierne. —Señaló hacia el frente con un cabeceo—. Sam está de
acuerdo conmigo. Lo está despidiendo ahora mismo.

—Guau. —No quería decir que extrañaría a Dale.

—No puedo tener a idiotas en mi equipo, Evie. No con la forma en la que está
creciendo la reputación del club. Sam ya está hablando de incrementar mis
hombres de veinte a veinticinco y quizás contratar un policía para los fines
de semana.

Bien para mí.

Mateo se acercó más a mí.

—¿Por qué no te quedaste detrás del bar como te dije?

Suspiré.

—Sabía que Noelle estaba en problemas. No podía dejarla así.

—Deberías haber dejado que mi equipo se encargara.

—Tu equipo estaba ocupado rompiendo cabezas. Además, creo que fui la
única que la vi caer.

Mateo tensó la mandíbula.


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Página
—Noelle es una amiga. Y aprecio que la ayudaras. Pero fue una locura lo que
hiciste. Podrías haber recibido una bala. ¿Me entiendes? Allí arriba, en esos
reservados, eras un blanco fácil.

Traté de discutir, pero Dee-Dee interrumpió.

—Déjala en paz, Teo. —Sus ojos oscuros se suavizaron por primera vez desde
que la conocí—. Ayudó a Noelle cuando nadie más lo hizo o pudo. Los
médicos que se la llevaron dijeron que pudo haber sido pisoteada hasta
morir si Evelyn no la hubiera salvado. —Buscó en su delantal y le aventó
una toalla limpia—. Toma. Límpiate. Tienes la sangre de alguien en tu
pantalón.

Mateo presionó la toalla contra su pierna.

—Es solo mi sangre. Me apuñalaron rompiendo…

—¡Fuiste apuñalado! —Casi me caí del taburete.

Mateo frunció el ceño.

—Detuve el cuchillo antes de que alcanzara el hueso.

—¡Como si eso me hiciera sentir mejor! —Hablando de enloquecer. Aparté su


mano de un manotazo y rompí la tela dañada con mis dedos. Sangre salía
del corte en su piel—. ¡Sam! Llama una ambulancia.

—Evie, estoy bien.

Podía sentir sus ojos en mí mientras me apresuraba por el bar y agarraba


una botella de vodka.

—¡Oye! ¡Ese es licor de primera clase! —dijo Sam.

—¡Cállate, Sam! —Rodeé el bar y vacié el contenido en el muslo de Mateo,


empapando su piel y pantalón—. Dame otra toalla. —Dee-Dee me dio otra,
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con la boca ligeramente abierta. Mateo se encogió cuando apliqué presión al


a herida—. ¿Duele?
Página
—¿Tú que crees? —espetó—. ¡Acabas de vaciar una bebida con valor de cien
dólares en una herida punzante!

Me encontré con su mirada de acero.

—Pienso que acabo de salvarte de una posible infección. Pienso que deberías
de ir al hospital. ¡Y creo que deberías dejar de darme esa actitud!

El personal reunido de Club Excess coincidió.

—Haz que te revisen —ordenó Sam.

Tomé la mano de Mateo y agarré mi cartera, sin molestarme en esperar una


respuesta.

—Vamos, conduciré.

No se resistió. En vez de eso, entrelazó nuestros dedos y le dio un apretón del


demonio a mi mano.

Traté de ignorar el abrasador calor que su mano enviaba por mis venas
mientras abandonábamos el club y desaparecíamos en la noche.

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Página
Capítulo 5

E
l amanecer rompió, derramando luz a lo largo de la alfombra
industrial de la sala de espera del Servicio de Urgencias. Frente a mí,
un anciano tosió violentamente en su codo. Aunque mis ojos ardían
por falta de sueño, me levanté y le pasé a su esposa un montón de pañuelos
desechables del dispensador más cercano. Pobre viejito, esperaba que no
estuviera sufriendo algo crítico.

Su esposa le limpió la boca antes de que apareciera un técnico de


enfermería y se lo llevara lejos.

—Gracias, dulzura —dijo la anciana, arrastrando los pies detrás de su


marido.

Las puertas dobles se abrieron, permitiéndoles la entrada y Noelle y Mateo


salieron. Mateo caminaba delante, sus ojos avellana brillando cuando me
vio. Su cojera era apenas perceptible. Nadie pensaría que hubiera algo malo
con él.

A diferencia de Noelle, que gritó desde sus pulmones:

—¡Evelyn está presente!

Mateo rio entre dientes mientras el enfermero empujándola en silla de


ruedas ponía los ojos en blanco. Me puse de pie, agarrando las correas de mi
bolso y ajustándolo por encima de mi hombro en mi prisa por llegar a ellos.
Noelle era un desastre caliente de pelirroja. Su loco cabello estaba erizado en
las puntas y tenía vendajes Ace2 sujetos en ambos tobillos. Cada botón de su
blanca camisa de vestir estaba retorcido y mal alineado. Las mangas
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colgaban más allá de sus muñecas y, aunque pude ver los rastros de sus
Página

2
Vendajes Ace: Son un tipo de vendaje elástico utilizados para controlar la hinchazón.
diminutos pantalones cortos negros a través de la camisa, parecía no tener
pantalones ante la vista de alguien más de pie a unos pocos metros de
distancia.

Eso no impidió que ella me guiñara un infierno de sonrisa y elevara dos


entusiastas y desequilibrados pulgares hacia arriba. Miré las filas de
contusiones pintando sus hermosas piernas. Considerando el daño, Noelle se
sentía un poco demasiado bien.

—¿Medicamentos para el dolor? —pregunté.

—Morfina —respondió Mateo, mirándola—. Y un montón de eso, a pesar de


que sus tobillos solo están golpeados y no rotos. Deberías haberla oído
tratando de dar marcha atrás cuando Ant se coló para ver cómo estaba.

Me reí un poco, deseando que Ant todavía estuviera aquí para verlo. Había
ido a dejar a Dee a casa con su niña después de asegurarse de que Noelle
estaba a salvo. Le hice señas a la pierna de Mateo.

—¿Que pasa contigo?

—Nah, no necesito esa mierda.

—Lo que sí necesitaba eran antibióticos. —El enfermero me miró, sonriendo.


Supuse que mis botas y atuendo de puta tenían ese efecto. Aunque no me
miró lascivamente, me aparté. No podría haber tenido más de veintiocho
años, pero basado en la forma en que se movía y cuadraba sus hombros,
había trabajado en el servicio de urgencias por un tiempo—. ¿Fuiste tú quien
vertió el vodka en su pierna? —Señaló con el pulgar en dirección a Mateo.
Dejé que mis mejillas enrojecidas respondieran por mí. Rio—. Eso solo
funciona en las películas del viejo oeste, cariño.

Tal vez tenía intención de ser divertido, pero su comentario y su remarcado


"cariño" me hicieron moverme unos centímetros más lejos de él y más cerca
de Mateo.
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Página

—Es bueno saberlo —murmuré. Mis cejas se juntaron cuando Mateo hizo
una pequeña sonrisa—. Mira, aún no vimos lo de las heridas de arma blanca
en enfermería. Solo estaba, ya sabes, tratando de salvar tu vida y todo eso. —
Su sonrisa se ensanchó—. De nada, por cierto —agregué, mi cara cada vez
más caliente.

—¡Evelyn está presente! —cantó Noelle de nuevo.

—¿Estás en la escuela de enfermería? —preguntó el enfermero. Ante mi


asentimiento, dijo—: ¿Aún no has hecho tus prácticas médicas? Si no las has
hecho, piensa en venir aquí. Oriento a los estudiantes a menudo y hay
muchas cosas que podría enseñarte.

La atención de Mateo cambió de mí hacia él.

—Lo tendrá en mente —le dijo, con la voz ronca.

—¡Evelyn está presente! —Noelle jaló su cabeza hacia atrás para mirar entre
Mateo y el enfermero—. ¡Con dos chicos lindos que quieren su aaaaa-
mooooor! —añadió en el último momento.

Mi boca se abrió, pero ninguno de los hombres parecía darse cuenta de


nadie más que del otro. De acuerdo. Tiempo de retirarse. Mis dedos rozaron
el brazo de Mateo, sobre todo para llamar su atención.

—Iré por mi auto y lo pondré sobre la zona de circulación. ¿Puedes llevar a


Noelle afuera?

Su atención se mantuvo fija en el enfermero.

—Sí. Te veré ahí, Evie.

Apreté su brazo; ahí fue cuando por fin me miró.

—Cuida de Noelle, ¿de acuerdo? —dije.

Las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa que aceleró mi


pulso.
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—Sabes que lo haré —respondió en voz baja. Luego guiñó. Y me tomó un


Página

momento moverme.
Cuando lo hice, pude sentir el calor de esos candentes ojos color avellana
rozando por mi espalda. Mis pasos rápidos y las botas altas contoneaban
mis caderas más de lo que me hubiera gustado. Le rogué a Dios por todo lo
que valía la pena que no me dejara tropezar. No mientras Mateo me
observaba.

La puerta de salida se abrió con una explosión, permitiendo que la brisa


fresca de la mañana ondeara a lo largo de mi piel expuesta.

—¡Evelyn ya no está presente! —gritó Noelle a través del vestíbulo.

Tapé mi boca, en vez de cruzar los brazos para protegerme del repentino frío.
Las payasadas de Noelle me marearon, así como también la atención de
Mateo, pero estaba demasiado cansada y ahora con demasiado frío para
reírme. Sin embargo, sonreí y continué haciéndolo hasta el estacionamiento
subterráneo.

Salté dentro de mi Cherokee y giré la llave del motor. Tomó varios bombeos
en el acelerador y algunas maldiciones para que encendiera. Cuando el
motor finalmente encendió, di un suspiro de alivio. Estaba ansiosa por llevar
a todos a casa. A pesar de mi necesidad de meterme en la cama más
cercana y teniendo en cuenta la noche que habíamos tenido, me sentía
extrañamente feliz. Mateo y Noelle estaban a salvo. E iban a estar bien.

Giré mi monstruo por la pendiente del estacionamiento subterráneo y luego


a lo largo de la calzada curvada, deteniéndome en la acera donde Mateo
esperaba con Noelle. El enfermero estaba notablemente ausente. Y Noelle, la
pobre Noelle tan-elevada-como-una-cometa, estaba sentada en la silla de
ruedas riéndose a carcajadas. Mateo estaba detrás de ella con las manos en
las asideras, sacudiendo la cabeza de ida y vuelta lentamente.

Puse mi camioneta en parqueo y abrí la puerta de atrás antes de deslizarme


y salir para ayudar a Mateo a cargar a Noelle.
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—La tengo, Evie —dijo Mateo—. Solo abre la puerta.


Página
—Espera. Permíteme estabilizar la silla. —Aseguré las ruedas y levanté los
reposapiés. Buena cosa que Mateo fuera tan fuerte como lo era, porque
Noelle no era de ayuda absolutamente en nada. En lugar de permitir a
Mateo levantarla de su asiento, se aferró a los lados y estalló a cantar. Al
parecer, pensó que “Independent Woman” de Destiny Child era una gran
manera de decir adiosito al servicio de urgencias. Tal vez era la morfina. O
tal vez Noelle solo no podía cantar. De cualquier manera, los médicos que
acarreaban una camilla plegable de regreso a su vehículo hicieron una
mueca cuando Noelle destrozó la brillantez de Beyoncé.

—Noelle, suelta la silla. ¡Noelle! —Mateo rio mientras arrancaba a Noelle y a


su trono de tirones hacia arriba—. Eres un dolor en el trasero. Evie, hazle
cosquillas a sus costados.

Dejé de tratar de forzar sus dedos para que los soltara de los reposabrazos.

—¿Qué?

—Hazle cosquillas en las costillas. Es delicada allí.

En este punto, Noelle pensó que era un buen momento para cambiar a
“Single Ladies”.

—¿Cómo lo sabes? —pregunté, en vez de hacer lo que me pedía. Inclinó la


cabeza, preguntándose por qué estaba saliendo con eso—. No es asunto mío
—añadí, apresuradamente.

—¿Qué no es asunto tuyo? —preguntó Mateo.

Que sepas dónde tocarla.

Me quedé allí, mirando fijamente, sin saber exactamente qué decir que
pudiera excusar mis estúpidos comentarios. Afortunadamente, Noelle
decidió que esta era la parte perfecta de la canción para levantar sus manos
y gritar. Mateo la arrebató de la silla y la colocó dentro de mi Cherokee con
56

poco esfuerzo. Tomé la silla de ruedas y la empujé de vuelta a la entrada,


Página

dando las gracias a los voluntarios que se ofrecieron a regresarla por mí


mientras corría de vuelta a mi auto.
Mateo se apoyó en la puerta del lado del pasajero, esperándome, sonriendo
mientras me acercaba. Tenía una sonrisa vaporosa. Pero cuando Noelle
cantó “Halo”, me recordé a mí misma que no era la única que se había dado
cuenta de lo caliente que él era.

Caminó alrededor de la camioneta conmigo y me abrió la puerta.

—Gracias —murmuré, cuidando de no mirar boquiabierta ante la forma de


sus abultados músculos en sus trabajados brazos. Mantuve mi
concentración hacia adelante hasta que el lado del pasajero se cerró muy
bien y su cinturón de seguridad hizo clic—. ¿Adónde?

—Havertown. Ahí es donde vive Noelle.

Excelente. Él también había estado en su casa.

Noelle detuvo su canto tortuoso y metió la cabeza entre nosotros.

—Pero Evelyn vive en Ardmore. Y tú —Ella trató de empujarlo y falló—, vives


en Haverford. Estás de camino, más cerca. Debemos dejarte primero —dijo
arrastrando las palabras.

Mateo miró por encima de su hombro.

—Entonces, ¿quién va a arrastrar tu inestable cuerpo dentro de tu casa?


Noelle, ni siquiera puedes arrastrarte y mucho menos caminar y que me
maldigan si te dejo tirada a costa de Evie.

Noelle se echó a reír de nuevo, pero yo no entendía el chiste.

—Oh, ya veo. —Ella movió su dedo—. Quieres pasar tiempo con Shevelyn.

—Evelyn —corrigió él, sonriendo.

—Mira, te lo dije. Quieres besarla. Y… besarla… y… —Noelle se desplomó en la


parte de atrás y aterrizó en el suelo de la camioneta cuando di vuelta a la
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derecha. Todo lo que vi fueron sus piernas balanceándose en mi espejo


retrovisor.
Página
—Mierda. ¿Está bien? —Mi cabeza giró hacia atrás, pero no podía ver cómo
estaba sin apartar los ojos de la carretera.

Mateo estiró su gran cuerpo para mirar el asiento trasero.

—Sí, está bien.

Noelle empezó con “Grown Woman” solo para demostrar que lo era3.

Mi motor hizo ese sonido de chillido horrible que siempre hacía cuando
aceleraba. Mateo frunció el ceño hacia el tablero.

—Suena como si necesitaras un nuevo alternador, Evie.

—Y que lo digas —dije.

Tiró de mi cola de caballo.

—No sabes lo que es eso, ¿verdad?

—Ni idea. —Entré a Avenida College, ignorando la piel de gallina que envió
corriendo hasta mi cuello el contacto con Mateo. No tenía que girar mi
mirada para saber que su interés se mantenía únicamente en mí.

—Da vuelta a la izquierda en Darby —dijo Mateo. La voz de Noelle se hizo


más fuerte cuando di vuelta hacia la pequeña carretera—. Oye, Noelle —dijo
él hacia la parte trasera—. ¿Te gusta Beyoncé?

—¡Tú lo sabes!

—Entonces deja de matar sus canciones, mujer.

Noelle no apreció la crítica y procedió a cantar a tomo pulmón un tributo a


Sasha Fierce… todo el camino a su casa, lo cual fue por todo el tiempo que le
tomó a mi vehículo llegar.

Mateo señaló hacia delante.


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—Aquí, es la segunda pasando ese buzón negro.


Página

3
Grown Woman: Su traducción es “Mujer adulta”, a eso se refiere la oración.
Viré la Cherokee, en frente de la calzada llena con tres autos.

—Regresaré —dijo Mateo, saltando hacia afuera. Abrió la puerta del auto y
arrastró a Noelle por el asiento trasero. Ella gritó cuando Mateo la lanzó por
encima de su hombro. Por supuesto, su cuerpo caído solo detuvo
momentáneamente su tributo. Cantó, haciendo caso omiso de la advertencia
de Mateo de que despertaría a los vecinos, todo el camino hasta el porche de
una pequeña casa blanca tipo Cape Cod.

Mateo golpeó con sus nudillos en la puerta negra. Otra llamativa pelirroja
respondió.

—Hola, Teo —dijo ella, dándole una gran sonrisa lasciva—. ¿Qué tenemos
aquí?

—Noelle se metió en una fuerte pelea en el club.

—¿Qué? —preguntó la chica, su tono ya no más juguetón. Abrió la puerta


para que Mateo pudiera cargar a Noelle, aún cantando, hacia adentro.

Lo oí empezar a explicarle mientras la puerta se cerraba detrás de ellos.


Bien. ¿Ahora qué? Apagué mi motor, sin saber cuánto tiempo esperaría. La
chica que salió había sido hermosa. Por otra parte, también Noelle, incluso
en su estado desastroso. Podría Mateo tener… Murmuré una maldición y
miré mis uñas. Mateo era un total placer para ver, el tipo de chico que la
mayoría de mujeres y hombres seguro notaban. No podía culparlo por eso,
pero eso no quería decir que me gustara la atención que captaba por ser
caliente.

La pelirroja en la puerta prácticamente le había ronroneado. Crucé mis


brazos y me pregunté de qué tipo de chica se enamoraría, si Mateo de hecho
se “enamoraba”. El hecho de que nunca lo hubiera visto con alguien no
significaba que no estuviera la mayor parte de su tiempo en lo de los
intercambios de números de teléfono y citas. ¿Estaba en lo de sexo de una
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noche, como muchos de los chicos de su edad? ¿O se comprometía? Mis


instintos me decían que alguien como él no sentaría cabeza fácilmente.
Página

Después de todo, con esos músculos bien definidos en cada centímetro de su


cuerpo y con su rostro perteneciente a una portada de Vogue, no tenías que
sentar cabeza, con nada ni nadie.

Por no hablar de la pequeña rubia que había pasado meses rechazándolo.

Suspiré y alcancé de la parte trasera mi mochila. Mientras esperaba, quizás


también podría hacer algo de trabajo.

Mis dedos hojearon a través de un plan de salud en el que había recibido


una B en el último parcial. Mi objetivo era descubrir mis errores para así
arreglarlos la próxima semana y los convertiría en una A. Una beca me
ayudaría mucho. Si pudiera hacerlo mejor este semestre, podría ser capaz de
hacer el último semestre y pagar por él. Sin embargo, la posibilidad de un
poco de dinero de la cuota no fue suficiente para distraerme acerca de
pensar en Mateo.

La puerta principal se cerró de golpe y Mateo saltó por las escaleras. Abrió la
puerta del pasajero, haciendo una pausa para mirar los libros que poblaban
su asiento. Los reuní con rapidez, tratando de darle espacio.

—Siento que tuvieras que esperar, Evie. Quería asegurarme de que Noelle
fuera atendida. Su hermana, Colleen, puede ser una boba a veces.

Metí mis suministros en mi mochila.

—Eso está bien. Sé que te preocupas por ella.

La mano de Mateo cubrió la mía cuando intenté cerrar mi mochila.

—Es una amiga —dijo.

La suavidad de su profunda voz me aseguró que no tenía nada de qué


preocuparme cuando se trataba de él y Noelle. ¿Era tan obvia? Mis pestañas
bajando insistieron en que lo era.

—Será mejor que te lleve a casa —dije en voz baja.


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Quitó su mano de la mía.


Página
—Sí, deberías. Me parece que tienes un montón de trabajo que hacer.

Mis hombros cayeron.

—La escuela de enfermería es más difícil de lo que pensé que sería.

—Eso es lo que he oído. Mi hermana está en una universidad privada cerca


de Allentown. Cada vez que hablo con ella, siempre me cuenta lo duro que va
a ser su curso de enfermería allí. ¿Estás en Villanova?

Arrojé mi mochila detrás de mí, gimiendo cuando todo se cayó de esta.


Maldita cremallera.

—No. No puedo pagarla. Estoy en una universidad comunitaria terminando


mi título de asociada. Una vez que pase mis exámenes y consiga un trabajo
de verdad, tal vez piense en ganar mi Licenciatura en Ciencias de la
Enfermería. Por ahora, no es una opción.

Se subió en el asiento y se abrochó el cinturón de seguridad.

—Así que, trabajar en el club no es un trabajo de verdad, ¿eh?

Mis mejillas se sonrojaron.

—Oh, no me refería a eso. Lo que estaba tratando de decir era que no era un
trabajo real para mí. —Podría haberme abofeteado a mí misma. ¿Por qué
todo era tan difícil de decir a su alrededor? ¿Y por qué siempre me las
arreglaba para decirlo mal?

Se rio entre dientes.

—Evie. Está bien. Cuando miras lo que haces, es un callejón sin salida. Eres
inteligente. Sé que eres capaz de más que tomar pedidos y evitar idiotas
borrachos tratando de agarrarte el culo.

—Tú también lo eres —señalé. Casi al instante me arrepentí de mis palabras,


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pensando que, una vez más, lo había ofendido.


Página

—No es tan malo. La mayoría de esos idiotas no se meten con mi culo.


Me eché a reír a carcajadas. Él sonrió suavemente mientras sus ojos
recorrían mi rostro y sus nudillos rozaban mi mejilla.

—Eres muy bonita cuando sonríes, ¿lo sabías? Me gustaría poder ver esa
sonrisa más.

Sostuvo mi mirada con la suya. Al principio no me podía mover y mucho


menos responder, sobre todo porque no me había sentido bonita en mucho
tiempo… o sonreído mucho. El estrés por la universidad, la preocupación por
cómo pagaría mis cuentas y la falta de tiempo no me permitía tales simples
placeres. Todo el dinero que gastaba estaba destinado a mi supervivencia.
Mi último gran derroche fue en un nuevo brillo de labios en la farmacia dos
semanas atrás. Tal vez por eso las palabras de Mateo significaban mucho y
golpeaban tan duro. O tal vez era solo él. No estaba obligado a ser tan
amable. Solo lo era.

—Gracias —dije finalmente.

—¿Lista para irnos? —preguntó cuando no dije nada más. Ante mi


asentimiento, gesticuló indicando hacia delante con un movimiento de su
barbilla—. Todo derecho y giras a la izquierda en el semáforo. Tomaremos el
camino de regreso.

Giré la llave del motor, provocando que hiciera un horrible sonido


desgarrador que hizo que Mateo hiciera una mueca.

—Oh. Evie, ¿cuándo fue la última vez que le hiciste algo a esta cosa?

—Le cambié el aceite hace unos meses. —Me miró—. Funciona muy bien.
Solo es escandaloso. —El motor rugió de nuevo—. Muy bien, realmente muy
escandaloso.

—Eso es porque está sufriendo.

—¿Sufriendo?
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El ruido chirriante volvió solo para mostrar su punto. Me encogí un poco,


Página

entendiendo lo que quería decir. Tocó mi reposabrazos.


–Si quieres, déjalo en mi casa mañana, le daré un vistazo.

—¿Al motor?

—Y probablemente a algo más, por el ruido que hace. –Nos detuvimos en


una intersección–. Soy bueno con las manos –murmuró–. Siempre lo he
sido.

Mis ojos pasaron por sus palmas hacia esos dedos largos. Sí… apuesto a que
lo eres. Mateo me atrapó mirándolo. Su boca se curvó en una sonrisa. Jesús,
había suficiente calor en su mirada para tensar cada parte de mí.

La luz cambió a verde. Aceleré, probablemente demasiado fuerte.

—¿Eres mecánico? –No sé qué chirriaba más, si mi voz de chica o mi viejo


motor.

El duro tono de Mateo bajó y su sonrisa desapareció.

—Ese era mi plan original. He estado entre autos desde siempre.


Aprendiendo un poco de aquí o de allá de cualquiera que me enseñara y de
cualquier revista que pasara por mis manos. –Se encogió de hombros–. Fui
a la Armada esperando obtener mi certificado arreglando camionetas y
tanques, pero no funcionó.

—Lo sé. Ant me lo dijo.

—¿Lo hizo? —Mateo bufó cuando asentí—. Ant tiene la boca muy grande.

Suspiré.

—Quizás, pero necesitaba escuchar lo que me dijo.

Quería decirle más. Y probablemente él quería decir más también. En


cambio, todo fue silencio entre nosotros. Bueno, todo menos el jodido ruido
de mi Cherokee. Mateo conocía bien el área. Me llevó directamente hacia las
63

carreteras de atrás hasta Haverford. El camino probablemente fue más largo


de este modo, pero no me importaba. Con mi creciente cansancio a un lado,
Página

sin mencionar mis libros que estaban rebotando y demandando atención en


la parte trasera, era agradable pasar tiempo con él. No, él era agradable. Tan
agradable como podía imaginar que alguien tan rudo podía ser.

Nos detuvimos en una pequeña calle, pasando la calle Ivy donde los viejos
olmos se alineaban en la cera estrecha.

—Es el siguiente camino de entrada a la izquierda. Puedes estacionar dentro,


a Elaine no le importará.

—¿Quién es Elaine?

—Mi casera. Hace los libros de Sam. Alquilo la casa independiente encima de
su garaje por casi nada. A cambio, le ayudo con la casa: arreglo lo que se
haya roto, hago el trabajo del jardín, ese tipo de cosas.

—¿No está casada?

—No. El idiota de su marido no la trató bien. —Él miró hacia delante como si
supiera cuan mal la trató—. Pero ella fue lo suficientemente lista para no
aceptar su mierda. —Abrió la puerta tan pronto como detuve delante de la
casa, deteniéndose con un pie fuera—. ¿Quieres entrar?

Levanté mi cabeza un poco, echándole un vistazo a la casa. Hubo un


momento de mi vida que no me sentía intimidada por una casa victoriana
sin pretensiones. No podría tener más de doscientos ochenta metros
cuadrados, algo que mi ex, Donovan, hubiera considerado pequeño para sus
gustos arrogantes. Y aun así me encontraba a mí misma intentando
esconderme de su vista.

—Mejor no.

Mateo se inclinó, así su hombro descansaba sobre el asiento.

—No tienes que quedarte Evie, no te estoy pidiendo eso. Pero al menos echa
un vistazo, así sabrás adónde tienes que ir cuando traigas tu auto mañana.
64

Apreté el volante con las manos.


Página

—Estás asumiendo que dejaré a mi bebé en tus garras.


Como si estuviera probando algo y totalmente del lado de Mateo, mi
Cherokee hizo un ruido extraño, a pesar de que estaba a ralentí sobre el
estacionamiento. Mateo rio.

—Suena como si tu bebe no pudiera esperar a que le ponga las manos


encima.

Jugué con los mechones de mi cabello que se habían escapado de la cola de


caballo. Sí… realmente no puedo culparla.

Su mano aterrizó sobre mi codo.

—Vamos, te prometo que no te entretendré.

Apagué el motor a regañadientes. Se estremeció, haciendo sonar la puerta


mientras salía. Mateo me esperó y me agarró la mano, lo que hizo más fácil
ir por la amplia calzada. Por un momento, su toque ralentizó mis pasos.
Suspiré y me forcé a ir hacia delante. Dios, ¿qué pasaba con él que hacía que
todo en mí fuera un punto muerto?

En un intento por relajarme, intenté centrarme en todo lo demás menos en


él. Matas gruesas de arbustos y filas de lilas y lavanda alineadas a cada
lado.

—¿Te haces cargo de todo esto? —pregunté, intentado animarle a hablar.

—No —contestó—. Elaine es la jardinera y tiene habilidades locas cuando se


trata de las flores. Mayormente, recorto arbustos y mantengo el césped. No
es duro. Me compró una cortadora de césped, así que no tardo mucho.

Mis ojos se detuvieron sobre nuestros dedos entrelazados. Supuse que


después de haberlo sacado del club de su mano, había alentado su
comportamiento. Me mordisqueé el labio, extrañamente contenta por su
respuesta y su deseo de ir de la mano. Él levantó nuestros brazos así que me
encontré con su rostro y me ofreció un giño. No era suficiente con ser
65

caliente: Mateo sabía cómo encandilar.


Página
La temperatura de mi cuerpo subió unos grados y mis pasos fueron más
lentos mientras él continuaba bebiéndome. Está bien. No estaba totalmente
en problemas ni nada. No, para nada.

Miré hacia otra parte, intentando mantener mis emociones de chica en


control. Le ofreció a mi mano otro apretón, de alguna forma
tranquilizándome mientras me dejaba saber que había notado mi no tan
sutil aturdimiento.

Esperaba decir algo que nos llevara a hablar y me diera la oportunidad de


parecer algo así como sofisticada. Pero en vez de eso, me mantuve en
silencio y permití que Mateo nos guiara, pasando la casa donde los
adoquines creaban un camino que llevaba a una vieja piscina de cemento.

Fue allí cuando obtuve un primer vistazo del garaje independiente que hacía
a la vez de su apartamento. El tejado sobresalía entre una sección de árboles
altos, lejos del camino de entrada y lo suficientemente lejos de la casa
principal. Hizo un gesto hacia la piscina.

—Tendré que cerrarla la semana que viene, el buen tiempo no durará mucho
más.

—Parece que haces muchas cosas por Elaine.

Él se encogió de hombros.

—No realmente. Pero ella parece apreciarlo.

Una puerta de pantalla se abrió mientras estábamos a mitad del patio de


atrás. Una mujer alta y agraciada a principio de los cincuenta con el cabello
corto rubio y rizado salió corriendo, sus pasos se detuvieron ligeramente
mientras se acercaba. Amplió los ojos brevemente cuando me vio, pero se
recompuso rápidamente.

Mateo asintió cortésmente.


66

—Buenos días, Elaine. Esta es Evelyn.


Página
Elaine continuó hacia delante, con sus suaves ojos marrones fijándose en mi
falta de ropa y en lo desgastada que parecía en general. Me moví
nerviosamente, deseando haber guardado una chaqueta en mi camioneta.

—Buenos días, señora. —Mientras continuaba con su escrutinio, tiré del


dobladillo de mi camiseta—. Discúlpeme por mi atuendo. Solo me visto así
para el trabajo. —Y para mi proxeneta, debería haber añadido, notando
inmediatamente lo mal que había sonado. Gemí. No hacía mucho tiempo me
consideraba inteligente.

La atención de Elaine cambió hacia Mateo.

—¿La nueva elección de uniforme de Sam? —Bufó con una risa—. No estoy
sorprendida. Ese hombre haría cualquier cosa por dinero, incluso a expensas
de una joven agradable. —Sonrió con simpatía y se limpió la mano sobre el
delantal antes de ofrecérmela—. Bienvenida a nuestra casa, Evelyn.

Ella dijo “nuestra casa” como si Mateo no fuera un inquilino. Me gustó eso. E
inmediatamente me gustó Elaine. Parecía más joven de cincuenta y era
absolutamente impresionante, incluso en su vestido de verano y un simple
delantal.

—Encantada de conocerla —dije.

Elaine frunció el ceño en dirección a Mateo.

—Sam me llamó hace unas horas. Me contó lo que pasó. Podría haberlo
matado cuando me dijo que te habían apuñalado y que ni siquiera se había
molestado en llevarte al hospital él mismo. Pero puedo ver que tienes una
compañía mejor —dijo con una inclinación de cabeza a modo de
aprobación—. ¿Te dieron una receta para antibióticos? —Cuando él asintió,
ella extendió su mano—. Déjame que la saque. Los traeré cuando salga de
compras más tarde. Hablando de eso. ¿Qué más puedes necesitar de la
tienda?
67
Página
—Estoy bien de comida, gracias, Elaine. —Mateo deslizó su mano en bolsillo
de la parte de atrás de sus pantalones militares, sacando dos billetes de
veinte.

Su ceño se profundizó.

—Guárdate el dinero, hijo. Sam me lo va a devolver, es lo mínimo que puede


hacer el cerdo. —Volvió su amable rostro hacia mí—. Estoy haciendo el
desayuno. ¿Se unirán tú y Mateo? He estado horneando toda la mañana.

Mateo esperó a que yo respondiera. La montaña de trabajo que tenía


esperándome colgaba sobre mi cabeza.

—Gracias, pero solo estaba trayendo a Mateo de vuelta a casa.

—Trayéndolo a su apartamento. —Ella se golpeó la cabeza como si algo se le


acabara de ocurrir—. Disculpa, querida. Probablemente acabo de
interrumpir sus relaciones.

¿Relaciones? Jesús, ayúdame. Intenté quitar mi mano de la de Mateo. La


sujetó más fuerte y me acercó a él, riéndose mientras Elaine levantaba la
mano.

—Por favor, perdóname, Evelyn. Mateo no trae jovencitas a casa. No estaba


pensando. —Ella palmeó mi brazo—. De todos modos, el desayuno estará
listo en quince minutos. Espero que te nos unas. —Enrojeció—. Quiero decir,
si no deciden pasar tiempo a solas los dos.

Me cubrí la boca para evitar un grito. Mateo permanecía inafectado. Bien


por él. Mi falta de ropa no implicaba exactamente que iba a ser una futura
enfermera. ¿Bailarina de barra? Diablos, sí. Pero definitivamente no una
joven universitaria. No era de extrañar que Elaine asumiera que estaba allí
para lo que estaba.

Mateo me llevó por el camino de entrada mientras Elaine desaparecía


68

dentro de la casa.
Página

—No estés avergonzada, Elaine solo tiene buenas intenciones.


Me encogí de hombros cuando de repente algo me vino a la cabeza.

—Um. ¿Cómo conociste a Elaine, de todos modos?

La voz de Mateo cayó una octava.

—Su hijo y yo nos conocimos en la cárcel. Mantuve a John a salvo mientras


estuvimos allí. Me aseguré de que nadie se metiera con él o conmigo. —Se
encogió de hombros—. Elaine supo que lo mantuve a salvo y me ofreció el
garaje cuando nos liberaron. John… No pudo permanecer limpio. Tuvo una
sobredosis no mucho después de que me mudara.

Miré hacia atrás, hacia la casa, antes de volver mi atención hacia él.

—Dios, lo siento mucho. Eso es tan horrible para ella… y para ti.

—Sí, bueno… la mierda ocurre, no siempre lo puedes controlar. —Respiró


brevemente antes de pasar su pulgar por mis nudillos—. Vamos, te enseñaré
dónde puedes dejar tu auto.

El camino de entrada giraba hacia la derecha, con una pronunciada cuesta


hacia abajo hasta un garaje. La construcción era definitivamente nueva, a
pesar de que quien la construyó fue lo suficientemente inteligente para
hacer que coincidiera con la arquitectura victoriana de la casa. Mateo liberó
mi mano y marcó algunos números en el panel de control para que la
puerta automática se abriera.

—Veintitrés, veintidós, doce. Ese es el código. Introdúcelo y entra.

—Está bien. —Simplemente podría haberme dicho que siguiera el camino y


lo estacionara frente a la puerta. Quizás, como yo, no había estado listo para
decir adiós.

El garaje era amplio y profundo, suficiente para albergar seis autos. Las
herramientas se alineaban ordenadamente en la pared, mientras que había
69

un gimnasio en la pared opuesta. Ese fue el espacio que atrajo mi atención.


Había una cinta de correr mirando hacia la pared en la cual había sido
Página

montada una vieja televisión. Un pesado saco de boxeo colgaba en el centro


sobre una estera de espuma negra. Y como si esto no fuera suficiente para
proclamar que era el espacio de Mateo, había un banco acolchado de
abdominales y una fila de pesas alineadas a los lados.

—¿Dónde está tu Explorer? —pregunté, intentando no imaginármelo


trabajando.

—En el club. Llamaré a Ant para que me ayude a traerlo después. Solo quiero
darle a él y a mí un tiempo para dormir. —Miró sobre su hombro—. Lo
hubiera podido conducir hacia el hospital, pero no quería enfadar a una
fierecilla rubia que estaba intentando salvar mi vida.

—De nada —dije, intentando no reírme.

Me tuvo practicando el código, hasta que finalmente cerramos la puerta del


garaje.

—¿Te quedas a desayunar?

Pateé un guijarro con mi pie.

—No. Debería irme a casa.

No discutió y me agarró la mano otra vez. Mis tacones cliqueaban contra el


asfalto mientras me acompañaba hacia mi auto. Cuando me encogí por la
brisa, Mateo me rodeó con su brazo y me acercó a él. No luché contra él,
pero tampoco le devolví su afecto. En su lugar, crucé los brazos y bajé la
cabeza, esperando que no viera mi pequeña sonrisa.

Mateo abrió la puerta de mi auto cuando lo desbloqueé a mano. La llave


automática no funcionaba incluso desde antes de que comprara esta vieja
chatarra.

—¿Tienes alguna idea de cuánto costará todo? —pregunté antes de entrar.

Movió sus dedos sobre el techo.


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Página
—Tendré una mejor idea cuando lo mire. Pero no te preocupes por eso. No te
cobraré por la mano de obra y tengo un amigo que me conseguirá piezas
baratas.

Incliné mi mandíbula, así podía verlo mejor. Dios, era tan alto. Y Noelle tenía
razón, era hermoso.

—¿Por qué estás siendo así?

—¿Así como?

—Agradable. Apenas me conoces.

Mateo apoyó su codo sobre el marco de la puerta y se inclinó hacia delante,


analizándome de cerca.

—Podría decir lo mismo. No tenías por qué decir esa mierda cuando
apareció la policía.

—Sí que tenía. No podía dejar que te trataran de ese modo. —Miré hacia
abajo—. Quiero decir. Somos amigos, ¿no?

Sonrió.

—Sí, lo somos.

¿Lo somos? No es como si estuviera esperando una respuesta diferente, pero


la observación “amigos” reducía totalmente el calor entre nosotros a una
temperatura tibia. Sigue así, Evelyn. La próxima vez dale una patada en las
pelotas.

Suspiré y entré al auto antes de hacer otra estúpida observación. Él dio un


golpecito en el cristal. Encendí mi Cherokee —con un rugido y un gemido y
algunos otros sonidos aleatorios que hicieron que Mateo se encogiera de
nuevo—, y pulsé el botón para bajar la ventanilla.
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—Tengo una pelea el miércoles a las diez. ¿Quieres venir conmigo?


Página

—¿Para verte golpear a alguien?


Presionó los labios durante un momento, del mismo modo que lo hizo
cuando le pregunté por la vida en la gran casa.

—No pienso perder.

Saqué mi cabeza un poco para ver sus pantalones rasgados por donde había
pasado el cuchillo.

—¿Crees que es inteligente en tu condición?

Echó la cabeza hacia atrás y se rio tan fuerte que se le sacudieron los
hombros.

—No estoy acabado, Evie. Y he luchado en muchas peleas más herido que
ahora. Además, será una buena lucha. La última vez, mi oponente y yo
empatamos, así que el bote es alto. Si gano, haré una buena cantidad de
dinero.

¿Pero qué pasa si pierdes? Pensé en lo duro que fue verle dar golpe tras
golpe a aquel traficante.

—¿Tengo que verlo?

Trazó mi mandíbula con su dedo.

—No te obligaré. Pero me gustaría que estuvieras conmigo.

Eso me hizo sonreír; también la forma en la que tocó ligeramente mi piel


antes de apartarse.

—Está bien. Iré.

Me hizo enviarle un mensaje para tener mi número. No quería admitir lo


mucho que quería que me llamara.

Sus ojos avellana buscaron los míos, manteniéndome en el sitio.


72

—¿Quieres saber algo? —me preguntó, con su voz tan ronca que podía
sentirla. Asentí, pero apenas—. Noelle tenía razón sobre una cosa. Sí que
Página

quiero besarte. —Estiró su mano a través la ventana, pasando mi hombro,


masajeando mi cuello hasta que sus dedos encontraron rápidamente el
broche en mi cabello. Jugó con el broche, liberando mi pelo liso, así podía
sentirlo a alrededor de mí—. ¿Me dejarás? —preguntó con sus ojos fijos
sobre los míos mientras jugaba con mis mechones.

Me incliné hacia delante, ahogada por cada parte de Mateo: su voz, su


cuerpo, todo me empujaba hacia él. Él inclinó la cabeza y cerró los párpados,
presionando sus labios contra los míos.

Jesús.

Su lengua empujó dentro de mí, abriendo mi boca y probándome con suaves


barridos. Mis puños apretaron el cuello de su camisa con mi puño,
incitándolo a apretar sus labios más fuerte contra los míos. No quería que se
detuviera. Por la forma en la que sus dedos hurgaban en mi cabello mientras
su otro brazo hacía círculos sobre mi hombro, parecía que él tampoco tenía
prisa por terminarlo.

Mateo besaba como un hombre real, rudo, seguro y sexy. Fue un infierno de
primer beso. No estuve segura de cuánto duró hasta que mi dulce auto hizo
otro ruido espeluznante.

Nos separamos, riéndonos un poco, pero jadeando mucho.

—Besas muy bien —me dijo, volviendo a jugar con mi cabello.

Lo observé por debajo de mis pestañas, preguntándome lo que hubiera


pasado si la puerta del Cherokee no hubiera actuado como barrera. Tanto
como había disfrutado nuestro momento, por ahora, estaba agradecida de la
protección. Rozó sus labios contra los míos.

—Te veré mañana, ¿está bien?

—De acuerdo.
73

Mateo me observó hasta que salí del camino de entrada de Elaine y giré
hacia la larga calle.
Página
Capítulo 6

N o recuerdo haberme quedado dormida. Pero sí recuerdo mi último


pensamiento. Mateo. Había besado a Mateo.

Lo que no recordaba era mi sueño, el que me enredó en mis sábanas


y me hizo despertar gritando.

—Evelyn. ¡Evelyn!

Lourdes me sacudió con fuerza hasta que me senté de un salto. Sudor frío
resbalaba por mi espalda; mi cabello enredado colgaba en mi rostro. Lo
empujé fuera del camino y froté mi esternón, donde un dolor sordo parecía
estar cavando hacia el interior de mi corazón.

—¿Qué pasó?

El agarre de Lourdes en mis hombros se suavizó.

—No lo sé, nena. Tú dímelo. Estaba haciendo la cena y te asustaste. Mierda.


Fue como si alguien estuviera tratando de matarte.

Froté mis brazos. No, tal vez no matarme… Imágenes como las del carrete de
una borrosa película antigua trataron de empujar su camino de parte a
parte. Recordé manos, vagando, manos asquerosas tirando de mi ropa y un
terrible dolor entre mis piernas que hizo que estómago retumbara.

—No lo recuerdo. —Lo poco que podía recordar no tenía sentido, pero las
imágenes intermitentes me enfermaron lo suficiente para forzarlas a
alejarse—. Recuerdo estar asustada.
74

Lourdes envolvió sus brazos a mi alrededor. No pude devolverle el abrazo,


pero dejé caer mi cabeza en su hombro. Lourdes era buena en demostrar que
Página
le importaba, aunque yo parecía carecer de ese gen. Me soltó después de un
momento y me sostuvo con los brazos extendidos.

—Estás a salvo aquí. Lo sabes, ¿cierto, nena?

Limpié el rastro de mis lágrimas.

—Sí. Lo sé. Gracias, Lourdes. —Hice una pausa cuando mi mente se aferró a
lo que había dicho—. ¿Dijiste que estabas haciendo la cena?

Arqueó sus delgadas cejas hacia mí.

—Chica, has estado durmiendo todo el día.

—Mierda. —Luché por salir de la cama. Mi mochila y libros abiertos yacían


en el suelo. Había tratado de hacer un poco de trabajo después de conducir a
casa, pero la falta de sueño y los pensamientos sobre Mateo no habían
permitido que terminara ni un maldito capítulo—. Todavía tengo un
centenar de páginas sobre desórdenes alimenticios por leer.

Lourdes se puso de pie, mirando la pila en el suelo.

—Míralo de esta manera: has dormido lo suficiente para empezar ahora y


hacerlo hasta entrando la noche. ¿A qué hora es tu primera clase mañana?

—No tengo hasta las once.

—Bien. Incluso si te quedas hasta tarde, todavía puedes dormir un poco.

—No lo entiendes. Pretendo conseguir salir adelante en mis planes de


atención y el trabajo de laboratorio. —No pude reprimir mi sonrisa—. En
realidad, tengo planes el miércoles por la noche.

—¿En serio? —Cuando mantuve mi cabeza gacha, Lourdes dobló y retorció


su cuerpo de modo que su cara redonda empujaba la mía—. ¿Con quién? —
preguntó, sabiendo malditamente bien con quién era.
75

Me encogí de hombros.
Página

—No es la gran cosa. Mateo me invitó a verlo pelear.


Silencio. Nada más que silencio. Lourdes se quedó con la boca abierta.

—Nena, ¿cómo demonios vas de no tener ninguna cita, nada sexo, nada de
nada, para asistir a clubes de lucha ilegales con un tipo caliente cuyo
trasero quieres morder como Snickers? En serio, mataría por ser rubia.

—¿Cómo sabes que Mateo es incluso atractivo?

Se rio, echando la cabeza hacia atrás.

—Porque todo el tiempo que has hablado sobre el chico, tu cara se pone toda
roja. —Se rio de nuevo y me señaló—. Justo como lo es ahora. ¿Qué es lo que
tiene el hermano que hace que, como, te intereses? Estaba empezando a
pensar que jugabas para mi equipo.

Dejé de sonreír.

—Es agradable conmigo.

La sonrisa de Lourdes se suavizó a algo más amable.

—Bien. Eso es algo bueno, Evelyn. —Hizo un gesto hacia el teléfono—. Será
mejor que revises eso. Sonó más de una vez hoy. —Rio como un niño
pequeño cuando mis ojos se abrieron—. Estoy haciendo chiles rellenos.
Estarán listos en un rato.

—Gracias, Lourdes. —Esperé hasta que cerró la puerta y me lancé por mi


teléfono. Tres mensajes de texto en el transcurso de varias horas. Todos de
Mateo.

Oye.

Gracias por cuidar de mí.

¿Llegaste bien a casa?

Murmuré una maldición cuando me di cuenta de que probablemente pensó


76

que lo había ignorado. Estaba a punto de llamarlo cuando el teléfono sonó


Página
en mi mano. Mis pensamientos fueron directamente a él y no miré la
pantalla antes de deslizar el dedo a través de esta para contestar.

—¿Hola?

Hubo una pausa.

—Hola, chica linda.

Donovan. Mierda. Mis pulmones cayeron a la boca de mi estómago.

—¿Evelyn?

—¿Qué quieres?

Otra pausa.

—Solo quería ver si estabas bien. —Y solo así, su voz suave inicial se volvió
defensiva—. Maldita sea. No devuelves mis mensajes de texto y bloqueas mis
jodidas llamadas. ¿Tienes alguna idea de lo que me hace sentir?

Estaba tratando de darle la vuelta hacia mí. Como siempre lo había hecho
cuando estábamos juntos y me había enojado por coquetear con otra chica
o por cancelar nuestros planes e ir a beber con sus amigos, en su lugar.

—No lo sé. ¿Qué sienten los imbéciles?

—¿Qué? ¿Qué demonios te pasa, Evelyn? ¡Estoy tratando de hacer un


esfuerzo aquí!

—No te molestes y no llames. Considérate bloqueado, de nuevo.

Lo desconecté y saqué la silla que iba con mi maltratado escritorio. Me


temblaban las manos con tanta fuerza que apenas podía voltear para abrir
mi portátil. El teléfono sonó una y otra y otra vez mientras esperaba a que
mi computadora lenta-como-el-infierno arrancara. No podía bloquearlo sin
tener acceso a la página web de mi proveedor. Mientras tanto, Donovan se
77

hizo más persistente.


Página
Lourdes entró con dos pimientos rellenos en un plato y una toalla de papel
doblado alrededor de un tenedor. Los bajó hacia mi pequeño escritorio
mientras observaba que mi iPhone vibraba y yo no respondía.

—¿Ese es Mateo?

Parpadeé mis lágrimas de ira.

—No, Donovan.

—Oh —dijo Lourdes y salió de la habitación. Cuando regresó, tenía su claxon


de aire en sus manos. Mis ojos se abrieron mientras desbloqueaba el
teléfono cuando Donovan volvía a llamar. Me agaché, cubriendo mis oídos
cuando la mejor compañera de cuarto en el mundo sonó el claxon en mi
iPhone.

Ambas esperamos en el silencio que siguió y sí, el teléfono dejó de sonar


entonces.

—Te la debo por esto, Lourdes.

—Lava mis toallas y sábanas la próxima vez que laves las tuyas y estaremos
igual, nena. —Pensó sobre eso—. También, préstame tu plan de cuidado
médico-quirúrgico del semestre pasado.

Abrí los archivos de enfermería en mi portátil.

—Si, seguro. ¿Cuál?

—El de quemaduras de tercer grado.

—Bueno. Oye, ¿podrías prestarme uno de tus psicoanálisis de los trastornos


alimenticios? Esa es la primera rotación que tendremos la próxima semana.

—Seguro. Te daré el de la bulimia. Tengo que advertirte, nena. Va a ser un


semestre difícil por trabajar. La mayor parte de esos trastornos son
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realmente oscuros. —Se estremeció—. Aun así, apenas puedo soportar los
capítulos sobre las quemaduras. Empecé a leer anoche y tenía casi
Página

demasiado miedo como para encender la cocina.


—Oh, te escucho. —Busqué a través de la pantalla e hice clic en la carpeta. Mi
navegador puede ser lento, pero afortunadamente mis documentos de Word
eran de fácil acceso. Leí rápidamente a través del plan antiguo—. Es
principalmente sobre la prevención de la infección y la limpieza. Te estoy
enviando un correo electrónico ahora.

—Gracias, nena. Solo necesito una base para poder llegar al mío. Quiero
saber si la pequeña perra llama de nuevo. —Comenzó a salir de la
habitación y se detuvo en el umbral—. ¿Quieres algo de beber?

Pensé en lo sedienta que estaba.

—Agua y un gran vaso de té helado sería genial.

—Lo tienes.

Sonreí mientras se alejaba. Lourdes era muchas cosas: una amiga, una
madre cuando necesitaba una y mi defensa personal. Su abuela solía ser
una de nuestras criadas. A veces, Lourdes quería acompañarla y ayudarla
con la limpieza.

La vergüenza me empujó duro. Nunca noté a Lourdes en ese entonces. Pero


su abuela se fijó en mí, especialmente cuando más importaba.

Cuando lo perdí todo, fue su abuela quien vino por mí. Ella me arrastró lejos
de mis tíos gritando y me dio un lugar para quedarme. Cuando se hizo
evidente que estaba por mi cuenta, ella me ayudó a formar un plan.
Enfermería. Esa fue la carrera a la que su nieta se dirigía; la que tenía la vía
más rápida, la que pagaba más y la que aseguraría mi futuro. Tenía razón y
era bondadosa.

Ni yo ni Lourdes podíamos dejar de llorar cuando ella murió de un ataque al


corazón un año después.

Eliminé los mensajes de texto que Donovan había enviado antes de


79

comenzar mi trabajo. Era una parte de mi pasado que no necesitaba


Página

recordar.
A pesar de que no tenía la intención de leerlos, vislumbré unas palabras
aquí y allá; los textos eran enojados primeramente, insistiendo en que lo
llamara de vuelta; el último fue una disculpa. Probablemente, había llegado
antes que Lourdes hiciera su tímpano de perra.

Mis dedos recorrieron el teclado mientras añadía a Donovan, una vez más, a
mi lista de “bloqueados”. Mi proveedor probablemente pensaba que tenía un
acosador. No, solo era un arrogante exnovio idiota.

Salté cuando mi móvil vibró de nuevo, preparada para que fuera Donovan,
sabiendo que el bloqueo no tendría un efecto inmediato. Una sonrisa se
encontró en mis labios cuando vi que era Mateo.

—Hola.

—Hola. ¿Acabas de despertarte? —Su voz sonaba adormilada.

—Sí. No me di cuenta de lo cansada que estaba.

—Yo tampoco. Volví a la cama después de que Ant y yo trajéramos de vuelta


mis ruedas. ¿A qué hora vas a pasarte mañana?

—Alrededor de las tres, después de mi clase. ¿Todavía está bien?

—Sí, pero no estaré allí. Elaine tiene cirugía dental mañana. Tienen
que anestesiarla, ya que no puede soportar que alguien excave en sus
dientes y no podrá conducir después. Yo la llevaré. ¿Puedes esperarme? Solo
será como una hora.

Mis ojos se asentaron en el montículo de asignaciones apiladas en


cuidadosas pilas en el suelo. Me gustaba Mateo. Pero no podía saltarme la
escuela por él.

—¿Evie?

—Lo siento, tengo un montón de trabajo que hacer. No podré ir a tu pelea si


80

no termino.
Página

—¿Quieres hacerla aquí?


Miré la pantalla de mi portátil sin realmente verla.

—¿En tu casa?

—¿Por qué no? Te dejaré la llave debajo del tapete. Puedes trabajar mientras
esperas y cuando le eche un vistazo a tu auto.

—¿Qué hay de la pelea? ¿No tienes que prepararte?

—Entrenaré en la mañana y en los días siguientes.

—¿Y qué hay de tu pierna, Mateo?

Se rio entre dientes.

—Jesús, Evie. Solo es un rasguño. No es gran cosa.

—Los rasguños comúnmente no involucran cuchillos y vendedores de


drogas.

—Confía en mí, he pasado por peores.

Algo en sus palabras me dijo que así era. Por un momento, no pude
moverme, distraída por lo que pudo haberle pasado.

—Entonces, ¿vienes? Nos dará algo de tiempo a solas.

Mis dedos tamborilearon el escritorio. Había pasado de apenas hablarle a


Mateo a ser invitada de vuelta a su casa. Por un momento, el pensar en estar
allí sola con él me asustó como el demonio. Pero entonces me recordé que ya
había estado a solas con él antes.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Seguro.

—¿Qué es lo que va a pasar si voy?


81

Mateo esperó antes de hablar, sospechando, me imaginé, lo que realmente


Página

había preguntado.
—Nada que tú no quieras. —Su áspera voz se endureció—. Nunca.

La honestidad brutal en su tono decía más que sus palabras. Sonreí al móvil.

—Está bien. Estaré allí después de clase.

***

Eran las tres y diez cuando llegué al acceso de autos de Elaine. Todo estaba
silencioso, excepto, por supuesto, por mi enojado motor. Era casi como si el
monstruo estuviera enojado de que Mateo no estuviera allí esperando para
atender sus necesidades. Me deslicé fuera del auto, cuidadosa de mantener
mis piernas juntas a pesar de que el sauce a mi izquierda no le importaba si
le daba un vistazo de mi tanga.

Generalmente, me vestía con jeans y una playera para atender a clase. No


este día. Un vestido de verano azul de Donna Karan donado a Goodwill
abrazaba mis pequeñas curvas. Lourdes me lo había comprado por mi
cumpleaños unos meses atrás. Originalmente, planeé usarlo durante mi
imperdible ceremonia de cuando me graduara, pero después del conjunto
desastroso en el que me vio Elaine la primera vez, quería dejar una mejor
impresión.

Mi sistema de aire acondicionado había tenido una muerte miserable el


verano pasado, por lo que había conducido esta tarde aquí con las ventanas
bajas. Mateo estaba equivocado. Todavía quedaba un poco de verano. Dejé
mi auto en marcha y apreté el teclado, abriendo la puerta del garaje sin
traba. La Explorer negra de Mateo estaba notablemente ausente. A pesar de
lo vergonzoso que era escuchar los gruñidos de mi auto haciendo eco en
todos lados, había esperado secretamente que estuviera aquí. Parecía
extraño estar en su casa sin él.
82
Página
Apagué el motor y levanté mi mochila y mi cartera, cerrando la puerta del
garaje antes de dirigirme hacia las escaleras de madera que conducían al
apartamento de Mateo. Su casa. Donde dormía. En su cama. Desnudo.

Los hombres en sus veintes dormían desnudos todo el tiempo, ¿cierto?

Me detuve al inicio de las escaleras antes de subir. Mis zapatos planos


plateados chocaban contra la madera, amenazando con resbalarse, pero no
dejaría que me retrasara. Si me detenía, seguramente me giraría y me
acobardaría. Por lo que continué hacia adelante, agachándome cuando
alcancé la cima.

Me reí de su tapete de “Los vendedores serán golpeados hasta perder el


sentido y serán comidos por mutantes” y agarré la llave debajo. Aunque
claramente no estaba en casa, toqué la puerta de todas maneras. Una
pequeña hilera de cristales se encontraba en la parte superior de la puerta,
pero estaba demasiado alta para ver hacia adentro. Viendo que no había un
taburete, esperé por un momento, abrí la puerta y la empujé. Asomé mi
cabeza al lugar donde dormía desnudo, sin sábanas y un oso de peluche
metido entre sus…

¡Solo entra al maldito apartamento!

Algunas veces, me llevaba todo en mí no abofetearme.

La puerta abría a una cocina. Azulejos azules y dorados cubrían el suelo. Un


patrón de los mismos azulejos cubría la pared sobre las encimeras. La isla
tenía un fogón eléctrico y se alargaba lo suficiente para cuatro taburetes de
bar. Detrás de esta había una pequeña sala de estar, solo ligeramente más
grande que la mía, con un sofá de cuero café y un sofá reclinable a juego
que estaba frente a una pantalla plana. Puertas francesas a la derecha del
sillón se abrían hacia otra habitación. Sin entrar, pude ver un pequeño baño
en la esquina y el borde de una cama cerca de la puerta.
83

Salté cuando mi móvil sonó y hurgué dentro de mi bolso para pescarlo.


Página

—¿Hola?
—¿Dónde estás? —preguntó Lourdes—. Pensé que tenías un montón de
trabajo por hacer.

—Estoy en casa de Mateo —susurré como si fuera un gran secreto.

—¿Lo están haciendo?

—No.

—Si es así, mejor usas protección.

—Lourdes, estoy aquí para estudiar y… y él va a echarle un vistazo a mi auto.

—Evelyn, es un hombre. Probablemente también quiere echar un vistazo


debajo de tu capó.

—Jesús, Lourdes, no es así.

—Azota una silla de montar en el caballo, Evelyn. No montes a pelo sin silla
en ese caballo salvaje.

Cerré la puerta y le puse seguro.

—No voy a tener sexo.

—Todavía.

—¿Qué?

—No vas a tener sexo todavía. Evelyn, sé que te gusta.

—Sí, pero realmente no lo conozco todavía. —Dejé caer mi mochila en la isla


y comencé a sacar mis libros—. Además, él dijo que no teníamos que hacer
nada que no quisiera. —Gruñí por lo estúpido que eso sonaba.

—Por supuesto que eso es lo que dijo. Es un hombre. Los hombres dicen
mierda como esas todo el tiempo. ¿Recuerdas a ese puto que me dijo: “No
tenemos que hacer nada, podemos solo quedarnos acostados en nuestra
84

ropa interior”?
Página
Me recosté contra la encimera y puse mi mano contra mi frente. Sí,
recordaba a ese puto.

—Escalera de incendios, Evelyn. Tuve que salirme por la escalera de


incendios en el centro de Filadelfia. ¿Tengo que recordarte esa noche, o
cómo el puto persiguió tu auto…?

—En ropa interior, sí, lo sé. —Por no mencionar que casi robaron mi auto de
día. Buenos tiempos—. No voy a enrollarme con Mateo, Lourdes. No estoy
lista. Y ni siquiera estoy segura de que sea el chico correcto con el cual
enrollarse. —Froté mi brazo cuando pensé sobre cómo había sido el sexo con
Donovan. No era nada digno de repetirse. Nunca.

Lourdes captó mi repentina aprensión.

—¿Quieres que te vaya a recoger? ¿O quieres que espere contigo mientras


trabaja en tu auto?

—No, creo que estaré bien.

—Está bien, pero mándame un mensaje si cambias de parecer. Las palabras


del código secreto son “Lourdes, estoy jodida”.

Me reí a pesar de todo.

Ella también estaba riendo, pero luego suspiró.

—Te gusta, ¿verdad?

—Sí, en verdad me gusta —admití finalmente.


85
Página
Capítulo 7

E
staba leyendo cuidadosamente el último de mis exámenes de prueba
cuando el suelo retumbó debajo de mí. El garaje se estaba abriendo.
Mateo regresó. Crucé y descrucé las piernas, debatiéndome cómo
sentarme y cómo lucir. Me había enviado un mensaje de texto cuando
estaba esperando por Elaine, solo para asegurarse de que yo estaba allí y
decirme que me sintiera cómoda. Me había cepillado el cabello, añadido una
fresca capa de brillo labial y regresado a trabajar.

Había leído y tomado notas tarde en la noche y estaba muy cansada.


Aunque nunca lo admitiría en alto, me sentía malditamente orgullosa de mí
misma. Mi trabajo estaba casi terminado por el día y me estaba quedando
en la casa de un chico tierno. Nada mal, Evelyn.

Al menos no estaba mal hasta que el cuerpo duro de Mateo se golpeó contra
la puerta. Corrí hacia esta para desbloquearla. Él tuvo que mirar dos veces
cuando me vio a través de la hilera de cristales. Abrí la puerta. Buen. Dios. Lo
había visto con su ropa negra de trabajo. Pero nunca lo había visto en
jeans… mucho menos con una musculosa blanca que parecía pintada al
cuerpo.

Un gorro militar cubría su cabeza, oscureciendo sus ojos avellanas.


Esperaba que de alguna manera también bloqueara mi expresión
sorprendida, pero lo dudaba.

—Lo siento, olvidé destrabarla.

—No hay problema. —Continuó mirándome—. Te ves… bien. —Levantó mi


barbilla con sus dedos—. ¿Siempre te vistes así para la escuela, nena?
86
Página

¿Nena? Me desmayo.
—No. Usualmente no.

No me besó, como anticipaba y quizás esperaba. Pero me guió dentro,


manteniendo su gran mano en mi espalda baja.

—Parece que has estado ocupada —dijo, moviéndose hacia mi pila de


trabajo—. ¿Crees que llegara al miércoles a la noche?

Regresé a mi taburete mientras él abría la puerta del refrigerador.

—Sí. Totalmente.

—Bien. —Guiñó un ojo—. ¿Quieres una soda?

—No. —Golpeteé mi vaso con el resaltador—. Estoy bien con solo agua.

Mateo abrió una lata de Coca-Cola y se sentó a mi lado, hojeando las


páginas de mi libro.

—¿Qué diablos es eso?

—¿Esto? —Señalé la imagen—. Oh, un cerebro disecado.

Él hizo una mueca.

—Lindo.

Me reí.

—Oh, por Dios. ¿Por qué te da asco? No es tu cerebro.

—Solo no me gusta esa mierda médica. Cuando mi hermana habla de agujas


y meter tubos en algún pobre bastardo, me largo.

—¿Te asustan las agujas?

No contestó.
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—¿Y los procedimientos médicos?


Página

Hizo una mueca.


—No soy un fan.

—Dice el hombre que hace sangrar a la gente.

Él sonrió.

—Eso es diferente. Puedo manejar la sangre cuando proviene de algún


gamberro que acabo de golpear. Pero cuando empiezas a hablar de limpiar
heridas… Es un desastre. —Tomó una gran bocanada de aire—. Mi hermana
sabe que odio escuchar sobre ello. Pero cada maldita vez que aprende algo
nuevo, no puede esperar a compartirlo. La semana pasada, llamó solo para
decirme que le metió una manguera a un tipo en… —Se estremeció—. No
importa. Olvida que dije algo. Todo lo que sé es que tiene que haber una
mejor manera de ganarse la vida.

—Estoy segura que la hay, pero es una profesión honorable.

Sonrió y me dio un codazo juguetonamente.

—Sí. Estarás bien.

Dibujé círculos con mi lapicera en mi cuaderno, tratando de ocultar mi


sonrisa.

—¿Cómo se llama tu hermana?

—Tengo dos. Lety es quien está en la universidad. Sofía es mi hermana


pequeña. Todavía está en la preparatoria.

—¿Eres cercano a ellas?

—Sí. Lo somos. Tengo que cuidar de mis chicas, ¿sabes?

Asentí, aunque personalmente no lo sabía. Había llamado a Sofía su


“hermana pequeña”. Con su edad y la actitud protectora hacia ella, pensé
que era quien había sido violada. Catorce. Esa es la edad que Ant dijo que
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tenía cuando el ataque sucedió. No podría imaginar…


Página
Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Dejé mi lapicera y froté mis brazos,
incómoda.

—¿Qué hay de ti? —Mateo puso mi cabello a un lado, frunciendo el ceño


cuando algo en mi expresión captó su atención—. ¿Te encuentras bien?

Tragué saliva e intenté relajar mi tenso cuerpo.

—Sí. Um. Lo siento, ¿qué estabas diciendo?

Se alejó, dándome espacio. Mierda. Eso no era lo que necesitaba.

—Hermanas. ¿Tienes alguna? ¿O hermanos?

—No, nunca tuve hermanos. —Trabajé en la mejor forma de terminar mis


pensamientos y cuánto decir—. Mi madre murió en un accidente de auto
cuando tenía cuatro años.

—Maldición, lo siento.

—Está bien. No la recuerdo mucho. Desearía hacerlo, pero supongo que era
demasiado joven. —Levanté mi lapicera de nuevo—. Mi padre, él, ah, murió
hace pocos años. Ahora soy solo yo. No tengo otra familia.

—Está bien —dijo, dándose cuenta que esta conversación tenía que terminar.

Se terminó su gaseosa. Estaba esperando que inclinara su cuerpo más cerca


del mío. En lugar de eso, se puso de pie y señaló mi libro.

—Sigue haciendo lo que estás haciendo. Solo no me hables de eso.

Entró en su habitación sin otra mirada. Lo escuché tirar de su cremallera.


También escuché sus jeans cayendo al suelo. La gruesa tela crujiendo. Me
paralicé, sabiendo que se había quitado los pantalones. Sin pensarlo, robé
una mirada detrás de mí. Había dejado la puerta francesa a su habitación
abierta, pero no podía ver nada más que el lado de la pared. Maldita pared.
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Mis dedos hojearon las páginas de mi libro de psicología cuando lo escuché


Página

moverse hacia la puerta. Entró en la cocina en su oscuro overol. Subió la


cremallera mientras yo miraba. Ah, demonios. ¿Acaso Mateo no hacía bien
de mecánico caliente?

Sonrió ante la vista de mis mejillas sonrojadas.

—Voy a echar un vistazo a tu auto. Si terminas pronto, ven.

—Uh-huh.

Él sonrió otra vez, porque sí, era así de obvia.

Estaba segura de que Mateo regresaría por mí antes de que terminara. Mi


trabajo, lo suficientemente exasperante, tomó más tiempo del que pensé.
También lo hizo mi cacharro de auto. Terminé todo lo que necesitaba,
incluso avancé un poco en la lectura. Finalmente, entré en el garaje un rato
después para ver las botas negras de trabajo asomarse de debajo de mi auto.
Me agaché.

—¿Cómo va eso?

—Retrocede y te diré.

Lo hice y él se deslizó fuera recostado en una tabla de madera con ruedas.


Manchas de aceite resbalaban por su rostro y grasa cubría sus dedos. No, no
lucía sexy ni nada.

—Alcánzame la toalla, ¿lo harás, nena?

Su oxidada y profunda voz sumada a llamarme “nena”, me clavó en el lugar


momentáneamente.

—¿Qué? Oh. —Alcancé la toalla del estante y se la lancé.

La atrapó y limpió sus manos.

—¿Quieres las buenas noticias o las malas?


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—¿De verdad hay buenas noticias?


Página

Se rió entre dientes.


—Dame las malas noticias primero, así tengo algo por lo que esperar.

—Bien. Cambié tu aceite, arreglé un escape, limpié tus filtros y ajusté un


montón de cables sueltos y cubrí tu aire acondicionado con líquido
refrigerante. Debería funcionar ahora.

—¿Hablas enserio?

Se rio.

—Sí. ¿Por qué te mentiría?

—Solo pensé que murió y era todo lo que quedaba.

—No. De hecho, ese es el menor de tus problemas. Necesitas nuevas bujías,


cinturones, un silenciador, un alternador y un nuevo inyector de
combustible.

—Teo, espero que llegues a las buenas noticias, porque me perdiste después
de “silenciador”.

Acortó la distancia entre nosotros y se inclinó, pero solo besó mi frente.

—Eres tierna, ¿sabes? —Estaba sonriendo—. No te pongas muy nerviosa. Las


buenas noticias son que puedo arreglar todo eso. Solo tomará algo de
tiempo. También puedo conseguir todas las partes bastante baratas.

—¿Qué tan baratas?

—Te saldrá cerca de seiscientos por todo.

—¿Eso es barato?

—Serían alrededor de seiscientos solo arreglar el alternador. No te preocupes


—dijo cuando vio mi rostro decaer—. Podemos hacer todo por etapas. Nada
es tan crucial que no pueda esperar otro mes. Vamos, regresemos.
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Lo seguí a los escalones de madera, pausando para mirar hacia la casa


principal.
Página
—¿Tendrás tiempo? Parece que tienes un montón que hacer.

—Evie, no estoy pretendiendo. Si no pudiera ayudarte, te lo diría.

Dejó una botella de agua en la cocina antes de desaparecer en su


habitación. Escuché el lavabo en su baño. Cuando regresó, su rostro y sus
manos estaban limpias y volvía a usar sus jeans y musculosa blanca. Se
estiró en el sofá de cuero, mirándome mientras terminaba de guardar el
último de mis libros. Me hizo señas para que me acercara a él cuando
terminara.

—Siéntate conmigo.

Mateo estaba recostado como una pantera, todo músculo relajado, sus ojos
avellana brillando contra su piel oliva. Me acerqué lentamente y me
desplomé junto a él. El cuero del sofá, desgastado y suave, era
sorprendentemente cómodo bajo mis piernas desnudas.

Aunque no me había besado como había querido que lo hiciera, enroscó su


brazo alrededor de mis hombros y se giró para enfrentarme, sus dedos
jugaban con mi cabello.

—Hola —dijo en voz baja y rasposa.

—Hola.

—Se supone que no me distraiga tan cerca de una pelea. —Sus dedos
rozaron mi brazo y su provocativa mirada se deslizó hacia abajo—. Pero tú y
ese vestido lo hacen difícil.

Se inclinó sobre mí. Cerré mis párpados cuando sus labios encontraron los
míos. Esta vez, mi lengua se acercó a la suya. No me di cuenta de lo mucho
que lo quería besar hasta entonces. Su mano izquierda se ajustó alrededor
de mi cadera, masajeando mientras mis brazos rodeaban su cuello.
92

Mateo me empujó más cerca. Su mano de desvió más abajo, llegando bajo
mis rodillas y subiéndome a su regazo. Sostuve su cabeza mientras
Página
profundizábamos el beso. Su cabello corto alborotado cosquilleaba mi piel,
haciéndome sonreír justo cuando mis dientes encontraban su labio inferior.

Se rio de mi coqueteo y abandonó mi boca para mover sus labios por mi


mandíbula. Gemí. Maldición, se sentía tan bien. Su mano —la que sujetaba
mi cadera— alisó mi trasero. La manera en que jugaba me hizo jadear. Me
gustaba cómo me tocaba, excepto que yo sabía también jugar y ese cuerpo
suyo me hacía querer mostrarle. Mis manos presionaron sus hombros y lo
besé detrás de su oreja. Esta vez, él gimió. Amaba ese sonido profundo y
quería escucharlo de nuevo. Así que besé su cuello, lo bastante fuerte para
captar su atención, pero no tanto para dejar una marca.

Sí. También le gustó eso.

Su mano vagó hacia arriba y cubrió mi pecho. Me sacudí, arqueando mi


espalda cuando sus dedos pellizcaron mi pezón. Su boca descendió a mi
garganta expuesta y pellizcó de nuevo; esta vez, no se soltó y sujetó fuerte.

Otra vez, nuestras bocas se juntaron, más fuertes y más ansiosas. Maldición,
me estaba volviendo loca. Su mano jugó con todo mi pecho antes de vagar a
la parte de atrás de mi vestido y bajar el cierre por completo.

Me giré, de repente cubriéndome a mí misma aunque mi ropa permanecía


puesta.

—¿Demasiado? —dijo, respirando con dificultad.

Incliné mi barbilla con la vista gacha.

—Lo siento. No debí haber… Lo siento.

Sus manos vagaron por mi espalda. Por un momento, me congelé, segura de


que me quitaría el vestido. En su lugar, subió despacio el cierre, cubriendo
mi piel expuesta. Cuando terminó, su brazo envolvió mi cintura y plantó un
beso en mi hombro.
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Página
—Oye, mírame. —No pude y seguí cabizbaja. Él ahuecó mi rostro—. Evie,
mírame. —Acarició mi mandíbula con su pulgar hasta que hice lo que
pidió—. Hacemos lo que quieras. Y solo lo que tú quieras. ¿Entiendes?

Sostuve su mirada, todavía excitada por la sensación de su boca y manos.


Esto era algo totalmente nuevo. Con Donovan, lo físico era más como
movimientos coreografiados que gestos que verdaderamente me excitaran.
La mayoría del tiempo, había desconectado hasta que lo que hacíamos
terminaba. Con Mateo, sentía todo… la fuerza de su toque, el calor de su
cuerpo, su respiración cálida a lo largo de mi cautivada piel. Esto era más de
lo que pensé que sería la intimidad física. Pero, evidentemente, no era la
única afectada.

—Estás listo para más, ¿verdad? —pregunté.

—Lo estoy. No voy a mentir. Pero lo dije en serio. No te presionaré a hacer


nada.

—Está bien. —Me mordí el labio. Aún era temprano. Y aún teníamos mucho
tiempo—. ¿Esto significa que debemos dejar de besarnos?

Los bordes de sus ojos se arrugaron cuando sonrió.

—Oh, infiernos, no —dijo, atrayéndome hacia él.

***

Mateo me sacó a cenar temprano el miércoles antes de su pelea. No fue nada


sofisticado, solo una pequeña pizzería. Pero fue agradable, realmente
agradable. No podía recordar la última vez que había comido afuera y lo
había extrañado desde nuestro momento juntos el lunes.
94

Comí un par de porciones de pizza y una ensalada. Él se comió dos grandes


Página

porciones de pasta, carbohidratos que él reclamaba lo llenaban de energía


para la pelea. En nuestro camino a Filadelfia, no dijo mucho. Supuse que
necesitaba concentrarse. Yo, en su mayor parte estaba asustada y esperaba
poder soportar toda la pelea. La lucha entre él y el traficante me había
dejado alterada. Y aunque él decía que su pierna estaba bien, yo todavía
notaba una ligera cojera en su caminar, sin importar lo mucho que tratara
de ocultarlo.

Froté las manos contra mis jeans, intentando desvanecer mi energía


nerviosa. Se suponía que no se permitían armas en el club de pelea, excepto
que aun así era una pelea no autorizada. Cualquiera podía escabullir un
cuchillo, un arma o cualquier cosa.

—Te preocupas demasiado, cariño. —La profunda voz de Mateo atravesó la


oscuridad de su Explorer.

—Es solo que no quiero que te pase nada.

—No me pasará nada. Puedo con esto.

No estaba tan segura. Las puntas de mis dedos trazaron mis labios. La
hinchazón de nuestra maravillosa sesión de besuqueo ya había bajado.
Deseaba estar de vuelta en su sofá en lugar de estar en camino a verlo
lanzar el guante.

—¿Quieres taparme los ojos?

—¿Ahora? —preguntó con un guiño.

Me cubrí el rostro.

—Quiero decir, para no recordar la ubicación. ¿Hay como un apretón secreto


de manos o algo para entrar?

—Normalmente, no te permitirían la entrada, Evie. Pero estás conmigo. —


Sonrió entre dientes—. Y el lugar no es tan secreto. Es un gimnasio de MMA,
95

Artes Marciales Mezcladas, abierto al público durante el día. El dueño hace


peleas después de cerrar y solo aquellos conocidos para él y su equipo
Página

tienen acceso después del horario.


—¿Cómo te enteraste de eso?

Se quedó callado, como debatiendo qué decirme.

—Mi tío Lino me introdujo en las artes marciales cuando era un niño. Sentía
que yo tenía problemas de ira en los que debía trabajar. —Sus labios se
torcieron—. Y tenía razón al respecto. De cualquier forma, Lino ayudó a
pagar algo de la matrícula. Yo hice el resto trabajando para el dueño
original: limpiando pisos, sacando la basura, ese tipo de cosas.

Jugué con mis palmas.

—¿Qué hay de tu padre?

Mateo se puso rígido.

—No solía estar cerca.

La forma en que habló dejó claro que no debería presionarlo. Así como el
silencio que creció entre nosotros mientras él maniobraba su Explorer
alrededor de Konrad Square.

—¿Cómo fue tu infancia para ti? —preguntó.

Giró hacia una calle estrecha. Noté la larga hilera de casas y el grupo de
adolescentes reunidos alrededor de una de las escaleras, riendo y tomando
pitadas de un porro.

—Diferente a esto.

—Tenía la sensación de que no eras una chica de ciudad. —Puso su mano


sobre mi pierna—. Tal vez algún día me dirás un poco más de ti.

Cubrí su mano con la mía. Él no se había ofrecido a compartir más de su


pasado y yo no estaba prometiendo hacerlo tampoco. Parecía que ambos
teníamos secretos que era mejor dejar escondidos. Al menos por ahora.
96

Ingresó al estacionamiento de una iglesia católica y aparcó.


Página
—Tenemos que hacer una corta caminata, pero necesito parar aquí por un
momento.

—¿Quieres que te espere?

—No. No te dejaré aquí sola.

Mateo esperó mientras yo rodeaba el auto y tomó mi mano en el momento


que llegué a su lado. Subimos los escalones de la iglesia y atravesamos un
pequeño vestíbulo. Los primeros dos bancos de la gran iglesia antigua
estaban ocupados por un grupo de viejas mujeres vestidas de negro. Mateo
se dio la bendición con el agua bendita, se inclinó ante el altar, se dio la
bendición de nuevo y empezó a salir antes de que yo pudiera imitar sus
acciones.

—¿De qué fue eso? —pregunté, mirando hacia las pesadas puertas de
madera.

—Fui criado como católico. Una oración de protección es algo que hago
siempre antes de una pelea. —Me condujo a través del jardín trasero y hacia
otra cuadra.

—¿Entonces eres un buen niño católico?

Sonrió.

—Dije que me criaron como católico. Nunca dije que fuera bueno en ello.

Levanté la mirada hacia él, riendo, pero su expresión se había tornado fría.
El comportamiento relejado de Mateo se había desvanecido en un instante,
reemplazado por la apariencia familiar del gorila con cabeza rapada que
dirigía el personal del Club Excess. Dos hombres jóvenes caminaron hacia
nosotros, sus expresiones enojadas y firmes. Sus desgastados zapatos
deportivos y gruesas cadenas de oro dejaban ver que eran traficantes,
miembros de pandilla o ambos. La mano de Mateo dejó la mía para
97

enganchar mi cadera opuesta y empujarme más cerca antes de deslizarla


Página

para cernirse sobre mi espalda baja.


Mateo quería mantenerme cerca y protegida. Pero también se preparó para
actuar y emparejó su amenaza con igual fuerza. Se decía mucho a través de
sus músculos tensos. No se intercambiaron palabras, pero Mateo
definitivamente hizo un voto silencioso de hacerlos sangrar si actuaban. Él
los observó mientras pasaban y los mantuvo en su línea de visión hasta que
cruzamos la calle y desaparecimos tras la esquina.

—Mierda —murmuré—. Si estuviera sola, estaría yendo hacia el otro lado.

—Este no es el tipo de barrio al que vas sola, Evie. Ni tú ni nadie.

—Pero, ¿no pasas solo por aquí cuando vas a una pelea?

—Eso es diferente. —Frotó mi espalda baja—. También es diferente porque


estás conmigo. Tuve que mostrarle a esos vándalos que no les dejaría
hacerte una mierda.

No, no los dejarías, ¿cierto?

Inclinó su cabeza cuando vio mi pequeña sonrisa.

—No salgas sin mí y no vayas a ninguna parte sola, incluso en el gimnasio.


Te mantendré a salvo. Pero necesito que seas lista.

—De acuerdo —acordé, observando el vecindario.

En la siguiente cuadra, había una gran bodega. El piso inferior tenía una
tienda de zapatos, una tienda de comestibles puertorriqueña y una tienda de
licores. Puertas de metal cubrían toda la parte delantera, excepto por la
tienda de licores, de donde salieron dos hombres y una mujer trastabillando
y riéndose. Rodeamos la esquina hacia el gimnasio cerrado. Mateo me
condujo a través de una entrada lateral. El tipo en la puerta, con todos sus
ciento ochenta kilos, se levantó de su taburete y asintió a Mateo.

—¿Qué tal, Garten? —dijo Mateo.


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—Teo —dijo el hombre—. Aposté cinco billetes por ti esta noche.


Página

—Veré que puedo hacer —respondió Mateo, su voz profundizándose.


Pasamos por un gran gimnasio abierto donde un tipo gigantesco con una
cruz celta tatuada en su espalda golpeaba el relleno de un pesado y triste
saco. Sus patadas, altas y letales, casi alcanzaban la cadena que lo sostenía,
incluso aunque colgaba a varios metros del piso.

Mateo se detuvo repentinamente cuando lo vio.

—¡Killian! —llamó.

El peleador abandonó su masacre y cruzó el piso de tapete, su enorme


cuerpo brillando de sudor. Él sonrió mientras apretaba la mano de Mateo.
Había una familiaridad en su saludo, del tipo que podías esperar entre
hermanos.

—Ha pasado un largo tiempo, Teo. ¿Cuándo vas a regresar?

—No puedo. Hay demasiado que hacer en el club. —Hizo señas hacia mí—.
Esta es Evelyn. Evie, este es Killian O’Brien, mi viejo compañero de rounds. Es
del barrio.

Miré entre ellos.

—¿Crecieron juntos?

Mateo asintió.

—Sí. Nos conocemos hace mucho tiempo.

Traté de sonreír, pero era difícil ser amigable alrededor de alguien tan
intimidante. Un grueso cabello oscuro cubría su cabeza, y ojos azul de
medianoche parpadearon hacia mí.

—Qué bueno conocerte —dije.

—Lo mismo digo —dijo él. Se volvió hacia Mateo—. ¿Cómo está tu hermana?

—¿Lety? Está bien. En la universidad, tratando de hacerse de sí misma.


99

—Hablo de Sofia.
Página
El repentino silencio entre ellos me dejó a un lado. Los hombros de Mateo se
cuadraron lo suficiente como para colgar bandejas de ellos.

—Está en la secundaria. Así es como está.

Killian no respondió, pero Teo sí que lo hizo.

—Oh, sé que no estás persiguiendo a mi hermana menor.

—Todo está bien, hombre. Solo me preguntaba cómo estaba. —Killian jugó
con las tiras de sus guantes de boxeo—. Si la ves, mándale mis saludos.

Se alejó y volvió al saco. Mateo lo observó, sus fuertes rasgos convirtiéndose


en bloques de hielo. Inicialmente, él había estado feliz de ver a su amigo.
Ahora, no tanto. No me perdí la tensión o la amenaza en las palabras de Teo
y Killian tampoco, aunque él no había reaccionado. Teo no le daría el
mensaje a su hermana menor. Lo sabía y podía sentir que Killian también lo
sabía.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—Todo está bien. Vamos.

Basado en el frío tono, no le creí. Igual que no le había creído cuando Killian
había usado la misma frase.

Mateo me condujo por el pasillo. Tocó la pesada puerta de metal con sus
nudillos. Estaba empezando a repensarme esta cita cuando un hombre algo
calvo con un cigarro en su boca respondió y el rugido de un montón de
voces floreció desde abajo. El tipo miró de Teo a mí.

—Bien. Necesitamos una chica para el ring. Ladasha llamó para decir que
estaba enferma.

Mi boca cayó abierta.


100

—Ella no va ser tu jodida chica del ring —dijo Teo, como si esto fuera algo
con lo que lidiaba con regularidad—. Mira por donde caminas, Evie.
Página
Aunque me advirtió, perdí el paso en las empinadas escaleras. Mateo agarró
mi codo, estabilizándome mientras el octágono saltaba a la vista. Así es, el
octágono, él me había dicho que así llamaban al ring de ocho lados. Estaba
cubierto con un tapete azul claro. Había cercas de malla a los costados y
gruesa espuma negra cubría los postes y barandales. Varias filas de sillas de
metal rodeaban la arena, extendiéndose hasta las paredes pintadas de gris.

Parecía como que toda la bodega había sido remodelada para acomodar al
creciente público. Concreto pintado de gris formaba el suelo y cuatro salidas
de emergencia estaban situadas en cada esquina.

—¿Cómo es que la gente nos sabe de este lugar? —susurré.

—Porque es un establecimiento legitimo durante el día. Los miembros pelean


por aquí en horas regulares. Los tapetes, el equipamiento y todo lo demás
son movidos durante las luchas nocturnas.

Ant, que estaba hablando con alguien cerca del ring, inclinó su cabeza
cuando nos vio. Dejó al hombre y caminó por el pasillo, saludando a Mateo
con esa cosa de mano a hombro que los chicos hacen.

—¿Qué estás haciendo aquí, Evelyn? —me dijo.

—Solo vine a ver a Mateo —respondí como una idiota.

—¿Ya llegaron las chicas? —preguntó Mateo.

—Todavía no. Big Chris las va a traer, dado que Noelle no está caminando
mucho. —Sus ojos me penetraron, pero luego su sonrisa se tornó más
atrevida—. Tus cosas están atrás. ¿Quieres que me quede con Evelyn hasta
que ellas lleguen?

—Sí. Gracias. —Sus manos trazaron mi espalda—. Te veré en un rato, ¿de


acuerdo?
101

—Está bien, buena suerte. —Y, por favor, intenta no morir o sangrar
demasiado.
Página
Ant lo observó desaparecer por una puerta abierta. Al vestuario, asumí.

—¿Quieres sentarte al frente, Evelyn?

—Donde tú quieras está bien para mí.

—Mmm. —Me miró de arriba a abajo—. Vamos dos filas atrás. De lo


contrario, te salpicarán con saliva y toda esa mierda.

Jesús. Esperaba que estuviera bromeando.

Ant me escoltó por el pasillo.

—Teo usualmente empieza de este lado… Hola, imbéciles. Fuera de aquí. —Los
tres hombres que intentaban guardar una fila de asientos agarraron sus
chaquetas y se apresuraron a irse—. ¿Qué creen que es esto, la iglesia?
Irrespetuosos hijos de perra. —Afortunadamente, su tono se aligeró cuando
se volvió hacia mí—. Aquí, cariño. Siéntate aquí.

Me senté lentamente, agradecida de que los dos tipos más grandes de aquí
me cuidaran la espalda.

—Ant, ¿qué debería hacer si este lugar es descubierto?

Endureció sus ojos marrones.

—¿Quieres decir si se asoman los poli poli y te envían a la gran casa? —Su
rostro se tornó divertido y rompió en carcajadas cuando me quedé
mirándolo boquiabierta—. Evelyn, la mayoría de los tipos que vienen aquí
son policías de Filadelfia. Los policías de Filadelfia se cuidan las espaldas.
Estás a salvo, siempre que mantengas un perfil bajo y no vayas a ninguna
parte sola. —Sacudió la barbilla a un lado, donde un grupo de hombres
repulsivos tomaban una fila de asientos—. No puedo dar fe por todos aquí,
Evelyn. Solo quédate con nosotros y estarás bien.
102

—Si lo dices.

La puerta se abrió de golpe y escuché el sonido de maldiciones familiares


Página

vibrando hacia nosotros.


—No, no quiero ser tu maldita chica del ring —espetó Dee-Dee—. Perra,
¿cómo me veo para ti?

Salió disparada por las escaleras metálicas, seguida por el gran Chris, que
ayudó a Noelle a maniobrar por la estrecha escalera. Ella cojeaba, pero
estaba en mucha mejor forma que la última vez que la había visto. Me tensé,
sin saber cómo reaccionaría cualquiera de ellas a mi compañía. Dee había
sido amable conmigo la última vez que la había visto, más que nada porque
había ayudado a su amiga. Pero eso no nos convertía en mejores amigas y,
ciertamente, no me hacía más bienvenida. Especialmente si ella sentía algo
por Teo.

Las largas trenzas de Dee se balanceaban alrededor de su rostro cuando se


meció con confianza y un infierno de más actitud de la que yo tenía.

—Hola, Ant —dijo, abriéndose paso por su costado. Se detuvo en seco cuando
me vio.

—Hola, Dee —dije, mostrándole un pequeño saludo cuando ella no dijo más.
Incluso en la penumbra, probablemente podría adivinar que estaba
sonrojándome con una maldita tonta.

Noelle resopló detrás de ella.

—¿Qué infiernos, Dee? El doctor dice que necesito mantener la pierna en


alto. —Asomó la cabeza alrededor de Dee cuando ella no se movía, sus ojos
ampliándose—. Hola, Evelyn. No esperaba verte aquí, cariño.

—Ah, sí, bueno, ya sabes.

Ellas intercambiaron miradas, dándose cuenta que sí, yo era así de tonta.

Ant se levantó.

—Chris, Teo me necesita. ¿Cuidas de las chicas?


103

El Gran Chris parpadeó ante mi presencia.


Página

—Síp.
Me moví incómodamente. Dee se sentó junto a mí, Noelle a su lado y Chris
tomó el asiento del final. Dee miró directo al frente como si yo ni siquiera
estuviera ahí. Noelle rebuscó entre su bolso gigante.

—¿Quieren palomitas?

Dee suspiró y se volvió para mirarla.

—Trajiste palomitas. ¿A una pelea de MMA?

—Tengo hambre. Todos estos analgésicos me dan antojos.

—Yo quiero palomitas —dijo el Gran Chris.

Noelle le pasó una bolsa para sándwich empacada a rebosar.

—De acuerdo, dame algo —dijo Dee.

—¿Quieres que gire la silla enfrente de ti para que puedas alzar tus pies? —
ofrecí.

Noelle dejó de masticar ruidosamente.

—Sí. Gracias, Evelyn. —Ella sonrió a Dee—. Es bueno saber que alguien me
está cuidando.

Dee se rió. Su estrecha relación con Noelle estaba aliviando la tensión entre
nosotras.

—Solo come tus malditas palomitas.

Me levanté y agarré la silla justo cuando dos chicas se escabullían enfrente


de nosotras. Mucho maquillaje, cabello voluminoso, pequeños vestidos y
aparentemente grandes bocas. La más cercana me arrebató la silla lo
suficientemente fuerte para lastimar mi mano.

—¿Qué estás haciendo? Ese es mi asiento, perra.


104

—Ah, solo estaba agarrando la silla para mi amiga, sus tobillos…


Página

—Perra, no me importa —espetó, tratando de meterse en mi cara.


Pensé que estaba en serios problemas hasta que Dee se levantó y también
Noelle.

—¿Algún problema? —preguntó Dee, su voz baja pero lo suficientemente


afilada para cortar el aire. Las chicas no dijeron nada—. Pregunté si tenías
un problema.

Noelle apuntó a sus pies, sin esperar a que ellas contestaran.

—¿Ven estos? Están quebrados por la última estúpida puta a la que pateé en
la cara. —Las perras de cabello voluminoso intercambiaron miradas y
comenzaron a retroceder—. Eso es, sigan caminando —dijo Noelle,
gesticulando que se alejaran con la mano—. Sabía que eran más inteligentes
de lo que parecían con su cabello falso.

El Gran Chris continúo comiendo sus palomitas como si Dee y Noelle no


hubieran estado listas para lanzar el guante. No había estado preocupado,
por lo que debía de haber una razón para ello.

—¿Han estado en peleas antes? —pregunté.

—Sí —contestaron como si no fuera nada.

—¿Dónde crecieron?

—Filadelfia —contestó Noelle.

—Jersey —contestó Dee casi al mismo tiempo.

—Oh —dije.

Noelle tomó un trago de una lata de Sprite que había traído.

—¿Segura que no quieres palomitas, Evelyn? —preguntó Noelle.

—No. Gracias. Estoy bien. —Giré la silla y la ayudé a levantar sus pies. En el
105

momento en el que me senté, alguien apagó las luces para que las únicas
que estuvieran sobre el octágono enjaulado brillaran. El tipo con el puro se
Página

movió al centro con un micrófono inalámbrico.


—Esta pelea no está autorizada por el UFC.

—No —murmuró la multitud, seguido de unas cuantas maldiciones.

—Esta pelea no está aprobada ni por sus mamás, sus papis o su policía de
condicional.

La multitud se rio. Yo no pensé que fuera divertido. Continuó, su rostro se


enrojeció mientras se inclinaba hacia delante y gritaba:

—¡Esta perra no está aprobada por nadie más que yoooooooooooo!

—¡Sí! —gritó la multitud.

—¿Están listos para la sangre?

—¡Sí, joder!

—¿Están listos para el dolor?

—¡Sí, JODER!

—¡Entonces vamos por ellooooooooo!

La multitud rugió. Todos se pusieron de pie, excepto Noelle, quien gritaba


entre mordiscos y yo, que me cubría momentáneamente el rostro tratando
de no vomitar.

Un enorme hombre usando un pantalón negro, una camisa negra y unos


guantes vinyl se adelantó, seguido de la mujer corriente que había querido
pelearse conmigo. Sí, de verdad. Era la chica del ring de la noche. Puta.

—Tres jodidas rondas —continuó el tipo Cigar—. Entre Mateo “El Oso” Tres
Santos de Filadelfia…

—¿“El Oso”? —pregunté mientras el anunciador decía sus estadísticas de un


metro noventa y tres, ciento seis kilos y sesenta y longitud de brazos de
106

metro ochenta.
Página
Mateo entró al Octágono, descalzo, sin camisa y con unos shorts naranja
con una raya negra en cada lado. El pegamento quirúrgico mantenía la
herida de la apuñalada cerrada, pero podía verla. Eso significaba que su
oponente también la vería. Dee mantuvo sus ojos fijos en el ring mientras se
inclinaba en mi dirección.

—Es conocido como “El Oso” porque desgarra sus oponentes.

—… y Ernesto “El Asesino” Cortes…

—¿“El Asesino”? —No quería escuchar el resto. Especialmente cuando un


hombre enorme en shorts rojos entraba, gruñendo a Mateo y escupiendo por
su protector bucal.

Los ojos de Dee fueron vacilantes hacia mí.

—Se rumorea que mató a alguien. —Me golpeó con su hombro—. Pero no te
preocupes, no he escuchado que sea algo de verdad. Todo está bien, Evelyn.

—¿Entonces por qué estás nerviosa? Pareces nerviosa, Dee. —Así era, excepto
que su voz no era un chillido como la mía. Aun así, la quería con más
confianza, ya que por el momento estaba muy asustada. Aunque Mateo
permanecía siniestramente tranquilo. Bailaba en el lugar, con sus ojos fijos
en el oponente como si el enorme tipo fuera un pedazo de carne. Con suerte,
El Oso estaba hambriento de Asesino.

Dee murmuró por lo bajo algo que no pude entender. Pero luego me miró.

—Aposté dos grandes por Teo. Necesito que gane.

Noelle maldijo.

—¿Por qué demonios hiciste eso?

—Por Glori. El preescolar no se paga por sí mismo, Noelle. Y su papá no está


107

ofreciendo.
Página
—Eso es porque Shaz es un monstruoso idiota. —Noelle maldijo de nuevo y
miro hacia donde Mateo continuaba moviéndose en su lugar, con las manos
libres en sus costados—. ¿Teo sabe?

La voz de Dee bajó.

—Sí. Sabe.

El Oso y el Asesino se acercaron. El réferi dijo algo como: “Luchen duro,


luchen justo, y no muerdan”. No había campana. El réferi apuntó a Teo.

—¿Listo? —Teo asintió. El réferi apuntó al Asesino—. ¿Listo? —El Asesino


gruñó. El réferi gritó—: ¡Vamos!

Teo y el Asesino bailaron, con las manos arriba, las caderas relajadas.
Pareció tomar tiempo para que conectaran. Cuando lo hicieron, fue una
guerra sin cuartel. Sus movimientos eran rápidos. Casi demasiado rápidos
como para seguirlos. El Asesino gruñó y dio una patada. Teo la esquivó y se
le lanzó. Los hombres chocaron, enredándose y dieron rodillazos uno al otro
en las costillas. El Asesino trató de lanzarlo. Teo cambió su peso, dejando
caer sus centros de gravedad y lo lanzó.

El Gran Chris, Noelle y Dee gritaron, urgiendo a Teo. Yo también grité, pero
por una razón distinta. Detrás de nosotros la multitud rugió, lanzando sus
puños al aire.

El Asesino arremetió, azotándose contra Teo y chocándolo contra la valla.


Teo enterró los pies, lanzándose hacia delante cuando el Asesino lo pateó
duro en su pierna lastimada.

Colisionaron de nuevo e intercambiaron un torrente de rodillas. Teo golpeó


brutalmente y lo forzó a ir en dirección opuesta mientras se agachaba. Bajó
sus caderas y usó su peso para llevar a Asesino contra la esterilla.
108

Todos estaban de pie. Incluyendo Noelle. Incluyéndome a mí.


Página
Teo martilló la cabeza de Asesino puñetazo tras puñetazo, manteniéndolo
abajo. Ant se inclinó sobre la valla. No lo había notado antes, pero lo vi y lo
escuché entonces, incluso entre los gritos de la multitud.

—¡Mantenlo en el suelo, Teo! Mantenlo en el suelo —gritaba.

Teo agarró un codo y luego otro entre sus puñetazos al cráneo del Asesino.
Uno dio duro en la sien y otro lo recibió en su mandíbula. El Asesino rodó
sobre Teo, recargando su antebrazo en la garganta de Teo.

¡Lo estaba ahogando! El Asesino estaba ahogando a mi casi novio. Fui hacia
delante sin pensarlo. Dee pasó sus brazos por mi cintura y me regresó.

—¡Evelyn! ¿Adónde demonios crees que vas?

Apenas la escuché, mis ojos estaban tan enfocados en el Asesino y la


enrojecida cara de Mateo que casi me perdí la reacción de Teo.

Golpeó duro al Asesino en el rostro.

Salió sangre.

La multitud gritó.

Y mis rodillas cedieron.

Si Dee no hubiera estado sosteniéndome, hubiera aterrizado sobre mi


trasero.

Teo golpeó de nuevo, recuperando su posición encima de él y lo golpeó


puñetazo tras puñetazo. El Asesino dio palmaditas en su hombro. El réferi
descruzó los brazos y quitó a Teo de él.

Mateo no luchó para regresar sobre el Asesino. Alzó sus brazos y la multitud
perdió sus malditas mentes. Ant se apresuró, abrazándolo. Teo apuntó en
nuestra dirección. Dee, Noelle y el Gran Chris estaban de pie, gritando.
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Yo me quedé allí de pie como si estuviera hecha de piedra.


Página
El tipo con el puro regresó, anunciando a Teo como el ganador a un minuto
y cincuenta y nueve segundos de ir a extra. Sin lugar a dudas, ¡esos fueron
los más largos y violentos tres minutos de mi maldita vida!

Mateo cojeó hacia nosotros, con Ant celebrando a su lado. Teo chocó puños
con el Gran Chris y levantó a una Noelle gritando en un abrazo de un solo
brazo. Dee lo abrazó por completo envolviendo sus manos en su cuello.
Cuando lo soltó, tenía lágrimas en los ojos.

—Gracias, Teo —la escuché decir mientras se limpiaba las mejillas.

Dejó a Dee después de otro abrazo y caminó hacia mí. Fue entonces cuando
vi a la chica del ring deambulando detrás de él. Nunca había estado en una
pelea en toda mi vida. Pero, ¿sabes qué? Si ella hubiera seguido a Teo, la
hubiera golpeado.

El temple de Mateo había comenzado a inflamarse. Tendría un buen


moretón en la mañana y probablemente un ojo parcialmente negro. Su
apuñalada tenía sangre, pero el pegamento quirúrgico se las había apañado
para mantener la piel junta. Me mataba verlo lastimado —luchar tan duro y
arriesgarse a una herida permanente por dinero—, se sentía tan mal.

Teo se inclinó para besarme, deteniéndose cuando vio mi cara. Me murmuró


al oído:

—¿Qué pasa? Pareces enojada.

Crucé los brazos.

—¿Puedes llevarme a casa?

—¿Qué?

Miré alrededor de la multitud que se juntaba, que estaban turnándose para


golpear su espalda como si fuera su héroe. En una forma, supongo que era
110

un héroe. Había ayudado a Dee y probablemente mucho más. Pero eso no


me hacía más feliz.
Página
—Por favor, llévame a casa —dije de nuevo.

Mateo frotó su mandíbula. También estaba inflamándose.

—Después de que Dee recoja. No podemos dejar que salga con todo su dinero
sola.

Asentí y me senté. Me dejó, mirando hacia atrás una vez en su camino hacia
los vestuarios. Regresó un corto tiempo después con una bolsa negra de
gimnasio, usando sus jeans y la playera de manga larga gris con la que
había llegado. Se sentó junto a mí cuando Dee abandonó su silla para
recoger su dinero con Ant y el Gran Chris.

Mateo deslizó un brazo alrededor mío mientras comenzaba el siguiente


encuentro, una súper pelea de peso completo entre dos hombres del tamaño
de autos. Parecía vacilante en sostenerme. No estaba enojada, no realmente
y se lo mostré apoyando mi cabeza contra su hombro. Su agarre en mí se
hizo más fuerte cuando puse mi brazo en su estómago.

Fiel a su palabra, nos fuimos tan pronto como Dee regresó. Todos se habían
estacionado en el estacionamiento de la iglesia. Teo esperó a que Ant y Chris
se metieran por una calle con las chicas y los siguió fuera de Filadelfia. No
fue hasta que llegamos a la autopista que Mateo y yo hablamos.

—Te traje conmigo esta noche porque pensé que te gustaría verme pelear.
Supongo que jodí eso, ¿eh?

Incliné mi barbilla en su dirección.

—No. No es eso.

—¿Entonces por qué estás tan molesta? —Regresó su atención hacia


delante—. La mayoría de las chicas piensan que es caliente que sea un
luchador. Especialmente cuando pateó los traseros de algunos tipos.
111

No estaba fanfarroneando. Podía sentir su genuina confusión. Me di cuenta


de que solo había querido impresionarme.
Página
—Solo no me gusta ver que te lastimen —dije. Mi dedo se movió sobre su piel
amoratada—. Incluso cuando ganas.

Tomó mi mano y besó mis nudillos. Mierda. Mateo Tres Santos tenía todas
las movidas correctas. Por un segundo, no podía recordar mi propio nombre.
Bajó nuestras manos, manteniéndolas entre nosotros.

—No te llevaré otra vez —prometió.

Miré hacia los autos de adelante.

—Pero aun así vas a pelear.

—Es la forma que hago dinero. Espero hasta que el premio sea alto y voy por
ello. Es difícil meterse en peleas legales. Hay mucha competencia. Toma
mucho tiempo ser reconocido. ¿Y la paga? Es prácticamente nada.

—Pero es más seguro.

Mateo se encogió de hombros.

—Un golpe en el estómago duele de igual manera. Prefiero que me paguen.

—Y yo prefiero que no salgas lastimado.

—Evie, me arriesgo a eso en el club. No es distinto. Además, azotar cabezas


es en lo que soy mejor. Mira lo que hago cada vez que estoy en Excess.

Tal vez dar golpizas era en lo que Mateo pensaba que era bueno. Pero
cuando pensaba en cómo lideraba su equipo y mientras sentía su mano en
la mía, supe que estaba equivocado. 112
Página
Capítulo 8

F
ue después de la una de la mañana cuando volvimos a casa de Elaine.
Debido a la hora y la falta de fe de Mateo en mi Cherokee, insistió en
seguirme de regreso a casa. No me importaba. En gran parte, me
alegraba que todavía quisiera pasar tiempo conmigo. Supuse que esperaba
que lo montara después de su pelea por darle una paliza a su oponente y por
erigirse como ganador, incluso después de que intentaran ahogarlo. Quizás
eso es lo que la chica del Ring hubiera hecho. No estaba en mí, al menos no
por esas razones.

Llegué a nuestro pequeño estacionamiento. Mateo me siguió con su Explorer


negra, estacionando en la sección más cercana a la casa. Me tomó de la
mano cuando salí de mi auto.

—Vamos. Te acompañaré a la puerta.

Lo sujeté para mantenerlo en el lugar. Mis clases nos habían mantenido


separados durante los últimos días. Y sí, tenía práctica clínica al día
siguiente. Pero no estaba lista para dormir. Tal vez necesitaba algo más.

—¿Quieres pasar por un momento?

Ladeó la cabeza.

—¿Tú quieres que pase?

Su voz sexy me hizo sonreír. De ninguna manera podía decirle buenas


noches a eso tan fácilmente. Tomó la mochila de mi mano y la colgó sobre
su hombro.
113

Estábamos caminando juntos por la acera agrietada hacia las escaleras de


Página

madera del porche, cuando Lourdes salió apresurada con su novia. Su


práctica clínica había sido cancelada debido a un próximo proyecto de
grupo. Supuse que estaba celebrando con su novia y se dirigían a su casa.

Lourdes casi se resbaló en las escaleras cuando nos vio. Esperé que no me
avergonzara.

Fue demasiada maldita esperanza.

—Lourdes, este es Mateo. Teo, mi compañera de casa.

Teo dio un tieso asentimiento en forma de saludo. ¿Lourdes? Simplemente lo


miró al principio. Luego me miró.

—¿Este es Mateo? —preguntó.

Mis mejillas se calentaron, preocupada de adónde estaba yendo.

—Sí.

Sin absolutamente nada de vergüenza o algo parecido, fue hacia delante


hasta que prácticamente estuvo encima de él. Lo miró de cabeza a pies,
observando cada descomunal centímetro de músculo. Incluso lo apuntó.

—¿Este. Es. Mateo?

Él se rio por lo bajo. Apreté los dientes.

—Sí, Lourdes.

Se rio.

—Nena, estás en serios problemas.

Su novia no parecía apreciar que Lourdes valorara a Mateo y se la llevó


arrastrando.

—Lamento eso —le dije a Mateo. No dijo nada, pero podía decir que estaba
114

divertido.
Página

Abrí la puerta de nuestro pequeño vestíbulo y esperé que entrara antes de


cerrarla detrás de mí y subir a nuestro pequeño apartamento.
—Toma asiento.

Teo dejó mi mochila en el suelo mientras se sentaba en el sillón y yo


deambulaba hacia la cocina.

—Esto es agradable —dijo.

Llené una bolsa de plástico con hielo.

—No, tu casa es agradable. Esta casa solo está limpia y es rentable.

—Estoy encima de un garaje.

—Un garaje remodelado —señalé—. Con cosas más lindas. —Envolví la bolsa
con una toalla de cocina limpia y fui hacia su lado—. Toma, ponlo en tu sien.
Ayudará con la inflamación.

Me tomó la mano que sostenía la bolsa de hielo y la puso sobre el costado de


su cabeza.

—No puedo, estoy muy cansado. —Sus dedos jugaron sobre los míos—.
Quizás deberías hacerlo por mí.

Sonreí y toqué su rostro. Tenía algunos cortes en su frente y sien que


necesitaban atención.

—Después de que te arregle. —Besé sus labios. Una semana atrás, nunca
habría pensado en ser tan atrevida. Principalmente con él. Y especialmente
solos. Ahora, era fácil… y algo que quería seguir haciendo. Excepto que había
algo más importante entonces. Él—. Ahora vuelvo.

Dejé salir una exclamación cuando Teo deslizó su brazo por mi cintura y me
regresó.

—Vamos, Evie, quédate conmigo.


115

Mi cuello se arqueó cuando trazó un camino de besos hacia la base.

—Estás acostumbrado a que se haga a tu manera, ¿verdad?


Página
—Mm hmm. —Continuó. O al menos intentó hasta que me liberé.

Salté lejos cuando intentó atraparme de nuevo y fui hasta el baño.

—No esta vez, Teo.

Cuando regresé, acerqué la mesa y coloqué nuestro kit de primeros auxilios


encima. Mateo mantuvo el hielo en su rostro. Mientras observaba, me
arrodillé enfrente y comencé a trabajar.

—Mírate toda una enfermera —murmuró.

Lo profundamente áspero en su voz me afectó de todas las maneras


correctas. Traté de no dejar que se mostrara, pero el calor en mi piel no lo
permitiría.

—No es nada, en serio. —Vertí antiséptico en unas bolas de algodón, dándole


a mi cuerpo un momento para enfriarse—. Fui voluntaria en un
campamento para niños autistas el semestre pasado para créditos extras.
Pasé dos semanas atendiendo rodillas raspadas, un montón de cortadas y
raras erupciones pegajosas.

Hizo una mueca.

—Gracias por compartirlo.

Me reí y comencé a limpiar las cortadas que habían causado los puños del
Asesino. No eran profundas y no estaban sangrando, pero necesitaban
desinfectarse. Mateo se inclinó hacia delante, haciendo más fácil que lo
alcanzara.

—¿Te gustan los niños? —preguntó.

Asentí.

—Sí. Los niños con los que trabajaba eran realmente dulces, solo
116

necesitaban cuidados y atención. También me gusta la gente mayor. —


Sonreí recordando a la ancianita que cuidé durante mi primera práctica
Página

clínica—. Tienen tanta historia. Un montón de historias para compartir.


—Sí. Las personas ancianas son geniales. Pero tengo debilidad por los niños.

Puse algo de pomada antibacterial en un hisopo cuando se me ocurrió algo.

—¿Tienes alguno?

—¿Qué?

—¿Niños?

Su mano acarició mi antebrazo, haciéndome difícil aplicar el ungüento.

—No. Ninguno. Por la forma en que lo veo, si tienes a alguien llamándote


papi, tienes que ser hombre y ser todo para ese niño. No estoy listo para ese
tipo de responsabilidad, por lo que he sido cuidadoso. ¿Me entiendes?

Un recuerdo de mi padre trabajando en la oficina de nuestra casa comenzó


a formarse. Pero a diferencia del de la pequeña anciana, este no me hizo
sonreír. Estaba al teléfono, riéndose con un socio de negocios. Su expresión
cambió cuando me vio entrar. Acababa de llegar de una práctica de
porristas y todavía estaba en mi uniforme; mi rostro estaba sonrojado y
estaba jadeando con emoción. Me habían elegido como capitana de
porristas y no podía esperar contarle las noticias.

Apreté mis labios. Nunca imaginé que se suicidaría. Pero así fue.

—¿Evie?

—No, tienes razón —contesté, tratando de recordar lo último que Mateo


había dicho. Por suerte, lo hice antes de tropezar demasiado con mis
palabras—. Cuando tienes un bebé, ya no eres el número uno. Él o ella
deberían ser la prioridad. He escuchado las dificultades de Dee, cómo lucha.
No es fácil y no es algo que quiera hasta que sea el momento correcto.

Observé su rostro. Múltiples moretones dañaban sus fuertes rasgos, pero no


117

se encogió cuando toqué su piel. Mateo era un hombre acostumbrado al


dolor. Debió haber tenido un infierno de vida.
Página
—Te he visto después de tus peleas antes. Esto es bastante malo, incluso para
ti. ¿No?

Sonrió ampliamente.

—¿Has estado observándome?

Me mordí el labio, pero no pude encararlo directamente.

—Te he notado antes. Es un poco difícil no hacerlo.

—Pero me tenías miedo. —Dejó caer la bolsa de hielo en la mesa.

—Sí. —Guardé mi kit de primeros auxilios, con cuidado de regresar todo a su


lugar correcto. Siempre había sido organizada, pero también necesitaba
comprar algo de tiempo, sabiendo lo que venía a continuación.

La pesada mano de Mateo recorrió mi espalda.

—¿Me tienes miedo ahora?

Lo miré sobre mi hombro.

—No. No realmente.

—Entonces muéstrame.

Me levanté para pararme entre sus piernas. Sus manos frotaron el lado
exterior de mis muslos, masajeando todo el camino hacia arriba y hasta mis
caderas. Sus ojos avellana crepitaron, observándome mientras asía mis
muñecas y me tiraba hacia él. Lentamente, se inclinó hacia atrás y me
colocó encima, nuestras respiraciones acelerándose cuando mi pecho se
unió al suyo. Estar debajo lo hacía vulnerable a mí. Quizás era su manera de
aliviar cualquier aprensión restante.

Pero no quería estar encima.


118

Así que mientras nos besábamos y mis brazos se envolvían en su cuello y


sus manos vagaban hacia mi espalda baja, lo giré en el pequeño sillón hasta
Página

que estuve bajo su peso.


Se movió sobre mí, abriendo mis piernas y alentándome a rodearlo con ellas
por la cintura. Incliné la pelvis de adelante hacia atrás, jadeando mientras
su cuerpo tocaba el mío y su lengua recorría mi oreja. Era más de lo que
habíamos hecho antes.

Y estaba lista para ello.

La fricción se incrementó entre mis piernas, sus movimientos haciendo


palpitar a mis ya sensibles partes. Gruñí, mis uñas rasguñando sus hombros.

—¿Te gusta esto? —dijo enronquecido.

Mi cabeza cayó hacia atrás.

—Sí. —Para probarlo, estreché mi agarre y me froté más fuerte contra él. Al
principio, no reconocí la sensación que se estaba originando. Pero luego lo
experimenté todo. Grité, volviéndolo loco. Su cuerpo se movió más rápido
contra el mío, desenterrando cada estremecimiento, cada sensación, cada
grito.

Mientras desaceleraba, me percaté que no era la única que había disfrutado


de nuestro contacto. Jadeó y se alzó sobre sus codos, mirándome con deseo.

—Maldición —fue todo lo que dijo.

***

Todas las meseras nos reunimos en taburetes alrededor de Sam. Los


porteros, camareros y nuestro DJ formaron un arco detrás de nosotras, con
Mateo de pie justo detrás de mí. Esperando por la última y más grande
reunión de personal, algunos de nosotros con más paciencia que otros.
119

Mateo me había visto cuando llegué enfundada en mis botas altas y


minúsculo uniforme, pero no hizo ningún intento en decir hola, incluso
Página

cuando sonreí tímidamente en su dirección. Los moretones en su rostro se


habían desvanecido en las últimas dos semanas. Apenas había algún rastro
de su encuentro en el ring o de su pelea con el traficante.

Ah infierno, se veía bien. Me había perdido de ese rostro y de aquel


armamento envuelto a mí alrededor.

Aparte de nuestro tiempo en Excess, no lo había visto. Sus responsabilidades


junto a Elaine y el club y mi creciente pila de tareas nos habían alejado. Y sí,
me escribía mensajes de texto. Y sí, hablábamos por teléfono. Pero no era lo
mismo. No nos habíamos tocado o realmente conectado desde nuestro
momento en mi sofá.

Mateo me había invitado a salir un par de veces esa primera semana. Pero
cada vez que preguntaba, tenía clases o laboratorio o una práctica clínica
que preparar. Finalmente, dejó de preguntar. Pensé que tal vez había perdido
el interés. Sobre todo porque Ant caminó junto a mí los siguientes tres turnos
que había trabajado. Así que cuando esta noche había tirado de mi cola de
caballo mientras se colocaba detrás de mí, me fue difícil no darme la vuelta
y abrazarlo.

Mi cuerpo se calentó con la idea de estar solos de nuevo. Y estaba lista para
más que un beso y retorcerme debajo de él.

—Bienvenidos a la noche del viernes —saludó Sam, de una manera que


sonaba claramente que no lo decía en serio—. Debido al tiroteo de la otra
semana, a partir de ahora vamos a tener protección policial cada noche de
viernes y sábado. —Hizo un gesto al policía a su lado—. Este es Pete
McQueen. Estará armado y en uniforme. Mateo, como siempre, dirigirá la
seguridad.

Dee levantó la mano a mi lado.

—¿Entonces para qué está Pete?


120

—Por cualquier mierda que tenga que ver con armas o con los imbéciles que
agarren inhalando cocaína en los baños.
Página

—Pero es solo un hombre —señaló Noelle.


—No me digas, genial —escupió Sam.

Algunas de las camareras intercambiaron miradas confusas.

—El oficial McQueen se queda en la puerta con dos o tres de mi equipo —


explicó Mateo—. Su trabajo principal es de servir como elemento de
disuasión y observar si alguien lleva armas. Los gorilas son todavía los ojos
del club. Evaluaremos si está pasando algo real o si alguien está tratando de
crear una distracción para algo más grande. Mantengan la comunicación
directa con el equipo y conmigo, nosotros nos encargaremos del resto.

—¿Así que el policía siempre tendrá la puerta? —preguntó alguien.

—Y ochenta dólares la hora —murmuró Sam por lo bajo. Pete nos saludó con
una sonrisa. Le había gustado el sonido de eso. Las camareras comenzaron
a ponerse de pie pensando que nuestra reunión había terminado—. ¿Adónde
diablos van? ¡No dije que habíamos terminado! —ladró Sam.

Noelle puso los ojos en blanco y se desplomó hacia atrás.

—Adelante con esto, Sam. Todavía tenemos cabinas y baños por limpiar.

Sam sonrió. Como alguna clase de muñeco poseído que intentaría matarnos
con un cuchillo de carnicero.

—Como saben, a todos los idiotas ricos les gustan sus tragos. Y los bastardos
los quieren rápido.

—¿Y? —preguntó Dee.

Sam frunció el ceño.

—Y estamos tomando demasiado maldito tiempo para servirlos y el tiempo


es dinero… eso es lo que pasa. Les presento a la “Chica Shot”. —Hizo un gesto
hacia la puerta que conducía a la sala de almacenamiento. Todos nos
121

volvimos en esa dirección. No pasó nada, arruinando la gran introducción


de Sam y su buen ánimo—. Santa mierda, dije, “¡Les presento a la Chica
Página

Shot!”.
La puerta se abrió de golpe y la sorpresa de Sam salió caminando.

—Caliente maldición —murmuró Ant.

La Chica Shot en realidad era Candy Lynn. Candy Lynn tenía tetas que
avergonzarían a la mayoría de los melones. Candy Lynn era una de las
camareras más cachondas. Candy Lynn hacía la mayoría de las propinas.
Odiábamos a Candy Lynn.

Algunos de los gorilas incluso silbaron —incluido el oficial Pete—, mientras


Candy Lynn iba pavoneándose, no te doy mierda, hasta nuestro grupo.
Afortunadamente, Mateo no estaba entre ellos. La razón por la que lo sabía
era porque me di vuelta para asegurarme.

Candy Lynn no vestía nuestro uniforme estándar, no realmente, a menos


que contara nuestras malditas botas de puta y los diminutos pantalones
cortos negros en los que había embutido su culo redondo. Un sujetador
deportivo negro reemplazaba su chaleco, reduciendo su talla de corpiño F a
DD. Dos largas trenzas rubias asomaban por debajo de un sombrero de
vaquero negro. Pero no hubiera sido la Chica Shot de Sam sin otra muestra
de clase. Las fundas en su cadera contenían botellas de Patrón y Grey Goose4
y una extra añadida por debajo de su expuesto ombligo sostenía una lata de
crema batida. Se volvió para mover el culo y su botella de Baileys5.

—Como pueden ver, la Chica Shot servirá principalmente licor de primera


calidad.

Candy Lynn buscó entre sus senos para sacar uno de los muchos vasos de
chupito metidos en los cinturones con porta balas que cruzaban su pecho.
Vertió algo de Baileys en este y lo remató con crema batida.

—También hago mamadas —murmuró, brindando hacia Mateo.

—Sí, lo sabemos —susurré de vuelta.


122
Página

4
Patrón, Grey Goose: Marca de Tequila y Vodka, respectivamente.
5
Baileys: Licor irlandés.
—¡Oh! —gritó la multitud a mi alrededor.

No capté la reacción de Mateo. Estaba demasiado ocupada encontrándome


con la mirada fulminante de Candy Lynn.

—Y recortas nuestras propinas —señaló Noelle, su pelo rojo prácticamente


echaba humo.

El resto de las camareras murmuró en conjunto. Sam extendió una mano,


calmando a todos.

—Hay demasiadas mesas para una sola Chica Shot. Así que necesito dos
más. Una tomara el lado contrario, la otra la sección VIP.

—¿Hablas en serio? —preguntó Noelle, dando un vistazo a Candy Lynn.

—¿Por qué? ¿Te ofreces de voluntaria?

—Sam —espetó Dee—. Eres un cerdo a un nivel completamente nuevo.

—Cada Chica Shot hace veinte por hora más propinas.

Ocho manos se alzaron.

—Eso es lo que pensaba —dijo Sam—. Vengan, vamos a asignar los próximos
turnos.

Las ocho camareras entusiastas siguieron a Sam a su oficina; dos más


pensaban al respecto antes de perseguir al grupo. Dee las veía saliendo, su
expresión devastada.

—No lo hagas, Dee. Te daré algo de dinero para Glori —le dijo Noelle.

Dee frunció los labios y tomó su delantal y un cubo. Se había ofrecido


voluntariamente para asear los baños de nuevo esta noche. Shaz, su ex,
había dejado de dar apoyo financiero a su niña y ella estaba llevándolo
123

tribunales por esa causa. Mientras tanto, estaba por su cuenta.

—No te preocupes, Noelle —contestó, con los ojos entrecerrados—. Todavía


Página

tengo mi orgullo.
Mateo se arrodilló a mi lado antes de que pudiera comenzar con mis
cabinas, doblando una mano sobre la rodilla. Como me había quedado
sentada, nuestros ojos estaban casi al mismo nivel. Ahora tenía una buena
excusa para mirar y quizás desmayarme un poquito.

—Oye —dijo.

—Oye.

—¿Puedes salir después del trabajo? Algunos de nosotros vamos a ir a cenar.

Me mordí el labio inferior, frustrada. Tenía que decirle que no, otra vez.

—No puedo. Tengo que estudiar todo el fin de semana. Tengo un examen el
lunes. —Mateo se quedó mirando el suelo.

—Supongo que entonces estás ocupada para el sábado después del cierre.

—¿Por qué, qué hay?

—Una fiesta en lo de Ant.

Dos oportunidades más para pasar el rato con él. Otras dos veces que tenía
que decir que no. Muy pronto dejaría de llamar.

—Mateo, ojalá pudiera. Simplemente no puedo fallar en ninguna de las


pruebas. Son muy difíciles y menos de ochenta y tres puntos se considera
fracaso.

Se encogió con un hombro.

—No hay problema. Nos vemos por ahí.

Eso fue todo lo que dijo. Pero oí el “adiós” en su voz. Lo agarré del brazo
cuando intentó ponerse de pie.

—Espera… ¿qué tal el domingo?


124

—¿Qué sobre eso?


Página
Me acerqué más para que él viera que hablaba en serio sobre pasar tiempo
juntos.

—¿Me llamarás después de despertarte? Debería estar terminando de


estudiar para entonces.

Sus acerados iris de color avellana me analizaron. Tal vez era mi


imaginación, pero no pareció creerme.

—Muy bien —dijo—. ¿Quieres pasar por mi casa?

Mi dedo trazó la tinta de su tatuaje Poder.

—Realmente quiero.

Bajó la mirada a mi mano en su antebrazo antes de encontrar mi mirada.

—Sabes, estaba empezando a pensar que me estabas mandando a volar.

—Esa es la última cosa que quiero, Mateo —dije con sinceridad.

—Sí, yo también, Evie. — Se levantó, haciendo una pausa antes de alejarse—.


Por cierto, gracias.

—¿Por qué?

—Por no ofrecerte como voluntaria para ser una Chica Shot.

Me despidió con un guiño antes de reunir a su equipo con fin de discutir el


plan para la noche: quién tomaría tal lugar, cuántos gorilas serían porteros
y la cadena de mando que tenían que seguir de ahora en adelante. Incluso el
oficial Pete prestó mucha atención. Mateo era un sólido e inteligente líder. Y
yo no podía apartar los ojos de él.
125
Página
Capítulo 9

M
ateo me acompañó hasta mi auto el sábado por la noche, al igual
que el viernes. Y al igual que el viernes, me dio un tremendo beso
de buenas noches. Quizás la charla del viernes era justo lo que
ambos necesitábamos, algo que nos asegurara que lo nuestro no había
muerto.

—Un sofá nos vendría realmente bien en este momento —murmuró en mi


oído, acariciando mi cuello.

Gemí y cerré los ojos mientras besaba la base de mi cuello. Lo último que
quería era que se detuviera. Amaba sus labios y cómo trabajaban para
probar mi piel.

Mis dedos se enroscaron detrás de su cuello. Lo besé con fuerza, animándolo


a que presionara su cuerpo contra el mío. La manija de la puerta de mi
Cherokee estaba presionada contra mi espalda. Dolía. Y no me podía
importar menos. Mi única preocupación era mantener el suficiente control
para no frotarme contra él. Y aun así, la entrepierna de Mateo en mi cintura
se presionó y lo sentí gruñir.

Mis pezones se irguieron en respuesta. Volví a gemir, esta vez con más
desesperación, cuando la lengua de Mateo jugueteó con la mía. La necesidad
de dejarme ir parecía superarme, pero no duró. Él se alejó bastante
abruptamente, con la respiración agitada.

—Deberíamos…
126

Su voz se apagó mientras trabajaba para controlar su rápida respiración.


¿Qué iba a decir? ¿“Deberíamos tener sexo”? Si era eso, me asustaba, pero
Página

no lo suficiente como para estar segura de decir no.


—Deberíamos parar —dijo.

—Oh. —No sabría decir si él notaba mi decepción. Pero ciertamente yo sí. El


lugar no era del todo privado, pero como era a la vuelta de la esquina del
club, estábamos escondidos de la avenida principal y ocultos en las sombras.
Algunos empleados estaban de pie cerca. Dudaba que pudieran vernos
desde aquí. Entonces, ¿por qué exactamente quería que paráramos?

Mateo jugueteó con el borde de mi camisa de vestir blanca que tenía debajo
del largo cárdigan que me había puesto para trabajar. Examiné su oscuro
rostro, esperando encontrar una explicación en esta de su repentino
alejamiento.

—Te veo más tarde, ¿de acuerdo? —dijo.

Me aferré al cuello de su camisa, dudosa de soltarlo.

—¿Aún me llamarás mañana al despertar?

Su sonrisa me inundó de alivio.

—Sabes que sí, nena.

Volvía a ser “nena”. Nunca había notado lo mucho que me gustaba esa
palabra. Y cuánto necesitaba oírla en ese momento.

Mateo me dio un último beso y se quedó allí hasta que mi auto se fue del
estacionamiento a la avenida principal. Sonreí cuando pude verlo reírse del
escándalo que hacía mi carcacha. Quizás mi Cherokee odiaba estar lejos de
las manos de Mateo tanto como yo.

Mierda. Realmente no quería dejarlo. Aún ahora, mi cuerpo seguía sintiendo


la presión de su peso contra mí, aunque él ya no estaba ahí. Era rara y
condenadamente impresionante la forma en que Mateo me afectaba. Y
aunque intentaba no hacerlo, no podía evitar compararlo con Donovan.
127
Página
Donovan. Recuerdo haber hecho ruidos con él mientras teníamos sexo, pero
más que nada porque era lo que se esperaba. También recuerdo mis manos
y mi boca tomándolo, pero de nuevo, eso era lo esperado.

“Lo esperado…”, esa era una extraña forma de describir el sexo con alguien
que creí que amaba y con quien planeaba pasar mi vida. Pero en
retrospectiva, así se había sentido, aunque no lo hubiera admitido hasta
ahora. Él no me excitaba. Ni una vez. El sexo con Donovan nunca se sintió
bien.

Mi boca se abrió. Nunca había admitido eso antes.

La repentina revelación me dio escalofríos y me asustó aunque no podía


entender por qué. Encendí la calefacción. No ayudó. No noté lo rápido que
estaba respirando hasta que sentí el horrible agotamiento contra mi lengua.

Antes de que el pánico me invadiera, encendí la radio y comencé a cantar en


voz alta y sin entonar una canción de Kelly Clarkson. Eso sí que ayudó. Al
igual que las canciones que le siguieron. Suspiré, agradecida de que la
música me ayudara a alejar los sentimientos de mierda y el recuerdo del
camino a casa con Noelle y Mateo.

Esa fue la primera vez que me besó.

Apagué el motor al estacionar en la entrada de mi casa y me detuve


sonriendo. Mateo. Mmm. Ahora, esa era otra historia. Tenía la habilidad de
encenderme. Era difícil mantener la boca cerrada cuando él jugueteaba y
tocaba… y ni siquiera nos habíamos visto desnudos. Aún.

Me detuve con mi mano sobre la manija de la puerta. Mateo. Desnudo. Joder.


Gemí solo de imaginar cómo se vería estirado sobre mi sofá de nuevo, pero
esta vez sin ropa.

Me apresuré dentro de mi casa solo para encontrar a Lourdes y su novia


128

haciendo lo suyo en ese mismo sofá.


Página

—Jesús, ¡lo lamento! —Me cubrí los ojos con una mano, chocándome contra
el marco de la puerta cuando intenté entrar en mi habitación.
—Evelyn, ¿qué estás haciendo aquí?

—Ay, ¡vivo aquí!

Se oyó un cuerpo moviéndose y maldiciones en español antes de que


Lourdes entrara en mi cuarto.

—Mira, eso no es lo que quise decir. ¿No recibiste el correo electrónico?

—Es sábado a la noche. Por qué diablos…

Su malvada sonrisa me interrumpió.

—El departamento tiene un tipo de reunión de emergencia con el presidente


y los estudiantes de primer año de enfermería, algo sobre exámenes robados
de la oficina de empleados. Como sea, las clases del lunes fueron canceladas
para los de segundo año… todas.

Me congelé.

—No puedes hablar enserio.

—¡Mira tu correo electrónico, nena!

Arrojé la cartera al suelo mientras revisaba mi iPhone. Un correo electrónico


del presidente departamental cancelando las clases. Tal como dijo Lourdes.
Un día libre. Un día que potencialmente podría pasar con Mateo.

—¡Lourdes! —gritó su novia desde la sala.

—¡Mujer, solo espera en mi cuarto! —Sacudió mi hombro— Evelyn, puedes


tener una vida por esta noche. Ve con Mateo. ¡Esta es tu chance, nena!

—No estoy segura dónde está —murmuré aún sorprendida.

—Entonces envíale un mensaje, maldita sea.


129

Ella cerró la puerta en mi cara y volvió a su enojada e impaciente novia. Me


quité la ropa, parada desnuda en mi cuarto mientras miraba el teléfono. Lo
Página

último que quería era no ser deseada. ¿Y si ya estaba con alguien más? ¿O si
ya estaba besando a otra chica? Mierda. ¿Podría la idiota de Candy Lynn
estar allí también?

—¡Solo envíale un mensaje, Evelyn! —gritó Lourdes desde su cuarto.

Mi casi mamá me conocía muy bien.

Le envié un mensaje a Mateo. En lugar de responderlo, me llamó.

—¿Puedes venir?

—Cancelaron mis clases del lunes. Tengo tiempo ahora. —Esperé


impacientemente—. ¿Eso está bien?

Maldijo.

—Claro, solo que he tomado unos cuantos shots.

—¿Con quién? —Mi mente de inmediato pensó en la maldita Chica Shot.

—Con Ant. Estoy en su casa. —Se detuvo. Casi podía ver su sonrisa—. ¿Por
qué? ¿Con quién creías?

—No importa.

Él se rio de todas maneras.

—Mira, no puedo conducir todavía. Pero te quiero conmigo. Te enviaré la


dirección. —Hizo otra pausa—. Luego, si quieres, puedes llevarnos a ambos
de regreso a mi casa.

Si estuviéramos cara a cara, habría notado mi fuerte sonrojo y mi boca


abierta de par en par. No podía controlar mi sonrojo, pero cerré la boca para
hablar.

—De acuerdo.
130

—¿Sí?
Página

—Sí. Voy. ¿Es lejos?


—No. Estamos en Newtown Square.

***

Estacioné en el gran estacionamiento entre los edificios del condominio de


tres pisos. Las luces de casi todos los apartamentos estaban encendidas. Se
oían risas y música por todos lados. Supuse que no tendríamos que
preocuparnos por despertar a los vecinos.

Miré el mensaje y luego arriba hacia los edificios, intentando adivinar dónde
terminaba el Edificio D y empezaba el Edificio E. Salté en mi asiento cuando
alguien golpeó la ventanilla de la puerta del acompañante como si hubiera
un incendio.

—¿Evelyn?

Noelle, con un vaso rojo gigante en su mano y con aspecto de haber bebido
ya bastante, estaba de pie junto al Gran Chris. Él asintió, con un gran barril
en su espalda.

—Hola.

—¿Viniste a ver a Mateo? —preguntó Noelle a los gritos.

—Ah, sí —respondí un poco más tranquila.

—¡Está allá! —Señaló el camino—. ¡Dije, que se encuentra allá!

—Te oí —gesticulé con la mano—. Tú ve. Yo te seguiré.

Conduje detrás de ella y el Gran Chris, estacionando en el lugar vacío que


Chris me señaló. Me esperó, aún con el barril en su espalda como si fuera
131

una mochila.

—Estamos cortos de cerveza —fue todo lo que dijo.


Página
Él y Noelle aún tenían puestos sus uniformes del Club Excess. En mi intento
de verme bien para Mateo, me había puesto jeans ajustados, botas negras y
una ligera blusa blanca con una camiseta debajo. Los aretes redondos de
plata que me había regalado la abuela de Lourdes cuando me gradué
colgaban contra mi cabello suelto mientras intentaba seguirle el paso al
Gran Chris.

Me ayudó que Noelle cayera en las escaleras y él tuviera que detenerse a


ayudarla.

—¿Qué diablos? —dijo ella, sonando como si los escalones se lo hubieran


hecho a propósito.

El Gran Chris la ayudó a equilibrarse sin soltar el barril y sin decir una
palabra. Así era Chris, fuerte, silencioso y siempre cuidándonos. Juro que él
podría haber aplastado ese barril con sus dedos y, aun así, fue
increíblemente cuidadoso al guiar a Noelle al segundo piso.

La multitud que rondaba con vasos rojos vitoreó al ver llegar a Chris.

—Hola, señoritas —dijeron unos hombres mientras yo pasaba a su lado y


Noelle se tambaleaba.

—¡Hola! —les gritó ella, haciendo que le respondieran con una mueca. Se
volvió hacia mí y señaló adelante con su vaso, volcando cerveza—. Segunda
puerta.

El Gran Chris se metió en la primera puerta, aferrándose a Noelle. Yo seguí


avanzando hacia donde ella me había señalado, esperando que sus
indicaciones fueran correctas. La música de la casa retumbaba en las
paredes.

—Oye, Barbie. ¿Quieres que sea tu Ken esta noche?


132

¿De verdad? ¿Acaso todos relacionaban rubia con Barbie?


Página
Ignoré al tipo que me estaba silbando y entré a un lugar abarrotado,
deteniéndome en seco ante un gran pecho. El tipo gigante con el pecho
enorme me sonrió. Comenzó a hablar, pero no esperé a oírlo.

Me moví en zigzag entre los cuerpos y estaba a punto de dar la vuelta para
salir cuando vi a Mateo. Estaba sentado en un sofá jugando a un videojuego
de un apocalipsis zombi. Mis hombros se relajaron. Me moví hacia él y
golpeé su rodilla con mi pierna.

—Hola —dije, sin aliento por el estrés de haberlo buscado.

Enderezó su espalda y sus ojos se abrieron de par en par al verme.

—Jamie, toma mi lugar. —Arrojó su control. El tipo en el sofá opuesto lo


atrapó y volvió a patear traseros zombi. Mateo me sorprendió cuando de
inmediato tiró de mí hacia su regazo. Su mano rozó mi estómago para
aferrarse a mi cadera—. Pensé que ibas a escribirme cuando llegaras, así iba
a buscarte.

—Me encontré con Noelle y el Gran Chris afuera.

Noelle apareció y le golpeó el hombro.

—Hola, Teo. Evelyn está aquí buscándote.

Él sonrió.

—Gracias, ojo de halcón.

Escaneé el cuarto, consciente de los susurros a pesar del ruido de la música


y de las miradas furtivas. La gente estaba mirando y hablando sobre Mateo
y yo. Algunos eran miembros del personal de Excess. A la mayoría no los
conocía.

Por suerte, apareció Ant con dos grandes vasos rojos, riendo.
133

—¿Cuál es el problema con ustedes? ¿Nunca han visto a un hermano


marrón con una chica blanca? Racistas hijos de perra. —Todos se rieron, su
Página

humor y su exagerado idioma de calle disiparon la tensión y volvieron a


poner la fiesta como estaba. Me sonrió y nos pasó a mí y a Mateo los vasos—
. Hola chica. Es bueno verte afuera.

Sonreí, mi gratitud obviamente debido a más que la cerveza.

—Gracias, Ant.

—Sostén esto por mí, ¿sí, nena? —Teo me pasó su vaso y buscó en su
billetera, dándole un par de veintes a Ant.

Ant rio y metió el dinero en su bolsillo.

—Maldición, Teo. ¿Realmente crees que la pequeña Evie vaya a beber tanto?

Teo tomó su vaso.

—Puede, si es lo que quiere.

—Oh, entonces es para ti. —Ant se puso serio y me miró con rudeza—.
¿Intentas emborrachar a mi amigo para aprovecharte de él?

—Ese es el plan —respondí.

Ant rio fuerte, mientras Mateo se ahogaba con la cerveza. Claro que, aunque
intenté sonar ruda, no pude evitar que el rubor subiera por mi rostro.

Ant se quedó con nosotros hasta que una chica se lo llevó a bailar,
dejándonos a Mateo y a mí a solas.

Mateo no era tímido a la hora de abrazarme o susurrarme cosas en el oído.

—Desearía que me hubieras escrito. No me gusta que andes caminando por


ahí sin mí.

—No pensé que habría tanta gente. —Nadie parecía particularmente


peligroso, no como en el club de pelea, pero fue difícil encontrar a alguien
conocido.
134

—Nadie va a lastimarte aquí —me aseguró, lamiendo suavemente mi oreja—.


Página

Especialmente no ahora que saben que estás conmigo.


Sus palabras me hicieron sentir a salvo y protegida. También me dieron una
confianza que no había tenido antes. La punta de mis dedos acariciaron su
cuello mientras le sostenía la mirada.

—¿Entonces cuál es el problema?

—No quiero que algún imbécil sienta que tiene una posibilidad contigo esta
noche. —Y me besó. Sin importarle un carajo quién pudiera vernos.

Y me gustó.

***

La primera cerveza pasó a través mío. Dejé el regazo de Mateo para


encontrar el baño más cercano. Esta vez, la gente estuvo mejor, dándome mi
espacio y ningún chico se atrevió a coquetear conmigo. Eso no significó que
me encontrara sola. Al minuto de salir del baño, Dee y Noelle me estaban
esperando, copas en mano, sonrisas amplias.

Dee dio golpecitos a sus incisivos con su lengua.

—¿Qué pasa entre tú y Teo, Evelyn?

—Aún no estoy segura —les dije sinceramente—. Estamos, como, empezando


a salir.

El Gran Chris pasó con una bandeja de almuerzo de secundaria llena de


shots de gelatina. Dee agarró uno. Noelle agarró dos y me ofreció uno.

—¿Quizás lo sepas después de esto?

Brindamos y bebimos. Eran suaves, demasiado. Mi estómago se calentó.


135

—Guau.
Página

—¿Y bien? —preguntó Dee impaciente.


—Realmente no lo sé. Me gusta. Él es… bueno conmigo.

Las chicas dejaron de sonreír y asintieron como si entendieran.

—Sí. Es buena gente —coincidió Dee.

—Y no eres una zorra —agregó Noelle.

Me reí.

—¿Sale con muchas zorras?

Lo dije como broma. Así que no me agradaron sus inclinaciones de cabeza o


las miradas tan conocedoras que intercambiaron.

—No sé sobre citas. Pero de vez en cuando, se ha ido con alguna —dijo Dee.
Hizo señas hacia el patio, donde Mateo se encontraba con Ant y otras
personas—. Caso en cuestión.

Una morocha con mucho cabello y pequeña cintura se acercó a Mateo,


enlazando sus brazos alrededor de su cuello y atrayéndolo hacia ella.

Cada parte de mí se enfureció. Solo había estado fuera cinco malditos


minutos.

—¿Qué demonios?

Mateo desenroscó sus manos fácilmente y dijo algo que no pude oír. Se alejó
de ella y retomó su plática con Ant. Excepto que la zorra no se fue. Se quedó
ahí, meciendo sus caderas con One Republic mientras miraba a Teo.

Mi sangre hervía. Intentaba controlarme cuando Dee dijo:

—CFM6.

—Pfff. —Noelle sacudió su cerveza—. CFM total.


136

—¿Qué?
Página

6
CFM: Siglas de “Come Fuck Me” (Ven a follarme).
Noelle señaló con el mismo dedo que sostenía su vaso rojo.

—Le está dando a Mateo su mirada de “ven a follarme”.

¿Ven a follarme? Mierda.

Si las miradas congelaran… bueno, no sé qué demonios hubiera hecho la


mía, pero mi puño podría haber encontrado su rostro.

Dee se inclinó hacia mí.

—¿Vas a dejar que esa zorra convenza a tu hombre? —preguntó

—Oh, demonios no —dije, avanzando hecha una furia.

—Escuché eso —dijo Noelle arrastrando las palabras y siguiéndome.

Ant se rio cuando me vio llegar y codeó a Mateo. No sé qué vio Teo en mi
rostro, pero fue suficiente para abalanzarse —de la forma en que lo hace
cuando está por lanzar a algún borracho fuera de Excess—, y saltó sobre mí.

—Oye, músculos de cerveza —dijo, agarrando fuerte mis caderas—. ¿Quieres


bailar?

No esperó a que respondiera y me dio un beso profundo. Tan enfadada como


estaba, mi cuerpo se derritió en el suyo. Hizo una pausa para deslumbrarme
con una sexy sonrisa y volvió a hacerlo. Era su forma de decirme que estaba
solo conmigo. Y yo estaba bien con eso. La zorra morocha —oh, sí, me olvidé
de ella—, pisoteó junto a nosotros indignada. Mantuve mis brazos alrededor
de Teo, mirándola. Necesitaba mostrarle que él era mío, al menos esta noche.
Chocó con el respaldo de una silla de la cocina cuando Noelle la movió con
su pie.

Ella se detuvo para fulminar con la mirada a Noelle.

Noelle le devolvió la mirada.


137

También lo hizo Dee.


Página

También lo hice yo.


—Eso es, sigue caminando, perra —dijo Noelle cuando ella se fue.

Dee se rio.

—Deja de actuar como chica de barrio. Eres una mujer educada. —Se
encogió de hombros—. De alguna manera.

Las manos de Teo permanecían en mis caderas. Frotó mis costados con sus
pulgares, tratando de captar mi atención. Por el momento, sin embargo, mi
enfoque estaba todo en Noelle.

—¿La hiciste tropezar por mí? —le pregunté.

Los ojos verdes de Noelle parpadearon mientras me veía por encima de su


vaso de cerveza.

—Tú cuidaste mi espalda. Ahora yo cuido la tuya.

No pude detener mi sonrisa. Un minuto atrás, estaba furiosa. Pero tan


enojada como estaba, no era una luchadora. Noelle, Dee y Mateo se
aseguraban de que no tuviera que serlo.

—Vamos. Bailemos. —Mateo me empujó dentro de la sala de estar mientras


una mezcla de Drake se transformaba en otra de Will.I.Am.

—¿Bailas?

Él se rio.

—Demonios, sí. Soy cubano.

Donovan solo había bailado lentos conmigo. Quizás era porque no podía
bailar. ¿Mateo? Él podía moverse.

Era consciente de mi cuerpo y me volví más consciente del suyo. Nos


mezclamos, nuestros cuerpos balanceándose en sincronía mientras él
138

sujetaba fuerte mis caderas.

Pasamos el resto de la noche bailando y riendo con Ant, el Gran Chris, Dee y
Página

Noelle. Mateo me dio el resto de su cerveza y él cambió por agua,


diciéndome que me divirtiera y que él nos llevaría de regreso. Cerca del
amanecer, todos empezaron a irse. Ant pasó un brazo alrededor de Noelle.

—¿Te quedarás conmigo, dulzura?

Ella se bebió lo último de su cerveza.

—No.

—¿Por qué no? Podemos hacer algunos lindos bebés.

Noelle puso los ojos en blanco.

—No. Serían jodidamente feos, Ant. Afros pelirrojos y pecas serían bebés
horribles.

El pecho de Mateo retumbó contra el mío mientras se reía.

—No está mintiendo, Ant. —Me guió hacia fuera por la puerta.

—¿Qué demonios pasa contigo, Teo? —dijo Ant—. ¡Se supone que eres mi
chico!

—Comprométete con Noelle como ella quiere. Luego hablaremos, Ant.

El Gran Chris nos siguió, deshaciéndose del barril de cerveza para jalar a
Dee y Noelle. Agarré la mano que Teo envolvió sobre mis hombros.

—¿Ant y Noelle están juntos? —susurré— No tenía idea. —Lo que explicaba
por qué había estado realmente molesto cuando descubrió que ella fue
pisoteada.

Mateo se rio de nuevo.

—Estuvieron calientes hace más o menos un año. Pero Ant aún quería ser
libre. Ellos rompieron, permanecieron como amigos, pero puedo decir que él
todavía la extraña.
139

—Lo suficiente para enrollase, pero no tanto para comprometerse.


Página

Él se encogió de hombros.
—Sí. Por ahora.

Hurgué en el bolsillo de mis jeans, haciendo una pausa antes de entregarle a


Mateo mis llaves.

—¿Te encuentras bien para conducir?

—Los shots que tomé fueron hace horas y nunca terminé la otra cerveza. Si
no estuviera sobrio, Ant tendría dos compañeros de cuarto más hasta que lo
estuviera.

Sonreí.

—Está bien. Confío en ti.

Nos subimos. Teo tuvo que empujar mi asiento por completo hacia atrás
para que sus largas piernas cupieran en el auto.

—Maldición, Evie, tienes piernas pequeñas.

—Pensé que te gustaban mis piernas. —No había bebido demasiado… solo
dos cervezas y un shot. Pero eso es todo lo que necesitaba para dame
mareos y una gran boca.

—Me gustan. Y mucho más. —Se inclinó y me besó— ¿Lista para volver a mi
lugar?

Estaba amaneciendo y estuvimos despiertos toda la noche. Pero no íbamos a


ir a su lugar para dormir.

—Sí, estoy lista.

Mateo arrancó el motor, encogiéndose cuando mi Cherokee rugió como un


león y chirrió como un ejército de ratas.

—Realmente tengo que trabajar en tu máquina, nena.


140

No hablamos en todo el camino de regreso a su casa. Y no era porque


estuviéramos cansados. Sabía que ambos estábamos pensando en lo que
Página
pasaría entre nosotros cuando llegáramos a su apartamento y la puerta se
cerrara detrás de nosotros.

Mi latido, de por sí acelerado, golpeó un poco más fuerte cuando nos


movimos hacia la entrada para autos de Elaine. Mateo se bajó de un salto y
presionó los números en la puerta del garaje, luego regresó y estacionó mi
Cherokee junto a su todoterreno.

Cuando salimos, su mano buscó la mía. Miré su palma extendida, tomándola


y sabiendo que ahí era donde pertenecía la mía. Cerró la puerta del garaje y
me guió por las escaleras sin otra palabra, su manera de caminar relajada y
confiada.

Su apartamento estaba extrañamente silencioso cuando entramos, haciendo


que cada paso que daba con sus botas militares a través de la cocina sonara
mucho más ruidoso.

—¿Quieres un poco de agua?

—Sí. Por favor. —Me senté en su taburete y coloqué mi teléfono, mi


identificación y los pocos billetes de mi bolsillo trasero en la mesada donde
él había tirado mis llaves.

Agarró dos botellas del refrigerador, luego tomó asiento junto a mí. Bebimos
el agua despacio, pero no nos llevó mucho tiempo terminar. Mateo me
observó todo el tiempo. Lo supe porque no podía apartar mis ojos de los
suyos. Mis manos hormigueaban con adrenalina. Quería tocarlo. Pero seguía
nerviosa e insegura de qué tan lejos podía permitir dejar ir las cosas.

Donovan me había jodido en más de una forma. Y me había lastimado tan


horriblemente que no había querido a nadie desde entonces.

Hasta Mateo.
141

Frotó sus nudillos contra mi rostro.

—¿En qué estás pensando, Evie? —preguntó.


Página
Jugué con mi botella vacía.

—Solo en ti. —Esa fue la honesta verdad. Donovan no importaba cuando Teo
estaba conmigo.

—Entonces vamos a la cama.

Retrocedió en su camino a través de la pequeña sala de estar y dentro de su


habitación, guiándome con su mano enlazada con la mía. Mi nerviosismo se
debió haber mostrado en mis facciones. Él sonrió tiernamente.

—Oye, cariño. Recuerda lo que te dije, nada pasa a menos que tú lo digas.

Se sentó en el borde de su cama tamaño queen y me atrajo para sentarme a


horcajadas de él. Sus pies permanecieron en el suelo y mis rodillas
descansaron a ambos lados de sus piernas. Sus manos ahuecaron mi
trasero, pero no se movieron y tampoco me besó. Esperó a que yo hiciera el
primer movimiento.

Mis manos se extendieron por su rostro mientras lo miraba y mi cabello caía


en sus hombros. Le di un mordisco en su barbilla, luego algunos otros a lo
largo de su mandíbula, disfrutando el sentimiento de su barba raspando
suavemente contra mi mejilla. Sus moretones casi se habían curado, pero
besé en los puntos que todavía quedaban. Un gemido retumbó en su pecho
cuando besé detrás de su oreja.

—¿Te estoy haciendo cosquillas? —susurré.

—Me estás haciendo algo —murmuró.

Sí. Tú también me estás haciendo algo.

Mis labios pasaron por los suyos. No fue lento. Esta vez no quería que fuera
así. Así que los mordí y saboreé hasta que él metió su lengua profundamente
en mi boca. Fue entonces que las manos de Mateo vagaron sobre mi trasero,
142

agarrándolo en un masaje posesivo.


Página
Mis dedos se arrastraron por su ancha espalda, tomando cada hendidura de
músculo. Me detuve en su cintura y liberé su camiseta de sus pantalones
cargo, rompiendo nuestro beso para quitarla de su cuerpo.

Pensaba que estaba lista para mirar más de él. Pero Mateo sin camiseta me
dejó pegada en el lugar. No era como cuando lo vi en el ring… ahí él había
estado peleando y herido. Ahora esperaba allí solo por mí.

Y estábamos solos.

Me tomé un largo momento para inspeccionar su rasgado cuerpo y los


brillantes tatuajes serpenteando en sus fuertes brazos. Mis labios se
separaron. Mateo era jodidamente hermoso. Su dura forma me rogaba
tocarlo; también lo hacía mi estruendoso corazón.

Mis uñas rozaron los bordes de sus tatuajes que se extendían en sus
hombros, luego siguieron a sus pectorales hasta caer en sus abdominales
para tentarlos.

Él observó mis movimientos.

—¿Te gusta lo que ves, nena?

Casi no pude responder.

—Sí. Me gusta.

Su mano corrió por mi brazo mientras su rostro encontraba el mío.

—A mí también me gusta lo que veo.

Entonces me besó, lo suficientemente despacio y profundo para hacerme


frotar contra él. Detuve nuestro beso y mordisqué su cuello, animando a que
su mano se deslizara por la parte trasera de mis jeans. Maldijo cuando
descubrió mi tanga. Pero en lugar de indagar más profundo, quitó mi fina
143

blusa… y mi pequeña camiseta… y mi sostén.


Página
Todo yació en una pila en el suelo. Me acosté en la cama de espaldas,
gruñendo cuando su boca se aferró a la punta de mi pecho y su mano —oh,
Dios—, rastrilló entre mis piernas con movimientos rápidos y rudos.

Todo lo que podía hacer era acunar su cabeza en mi pecho mientras me


trabajaba. No me tomó mucho tiempo perder el control. Mis párpados se
agitaron y clavé mis uñas en sus sábanas. No, nunca había habido algo
como esto.

Mateo respiró entrecortadamente contra mi oído cuando terminé.

—Me pones tan caliente, Evie.

Tiró de los botones de mis jeans ajustados, pero lo detuve antes de que
pudiera bajar el cierre, cubriendo su mano con la mía.

—Por favor, no —dije.

Mateo plantó su rostro en la almohada, agarrándola fuerte a su alrededor.

—De acuerdo.

Me giré en mi costado.

—¿De acuerdo?

Él mantuvo su rostro enterrado.

—Sí.

Lo observé. Sabía que estaba duro por la forma en que acomodaba sus
caderas. Mis manos pasaron por su hombro.

—¿Estás enojado conmigo?

Levantó su cabeza, sus ojos avellana mirando con fuego.


144

—No. Pero realmente quiero lamerte en tu parte baja.


Página

Si estaba intentando que tuviera un orgasmo con solo sus palabras, por
jodidamente poco, casi lo lograba.
La palpitación por su toque todavía latía a través de mí, especialmente
cuando consideré permitirle hacer lo que él quería.

Me deslicé fuera de la cama y me puse mi camiseta. Mateo giró en su


costado.

—¿Te vas?

—No —respondí en voz baja. Mi calor corporal creció. No quería que me


fuera. Podía escucharlo en su voz. Lo que él no sabía era que yo tampoco
quería irme. No hasta que le diera algo de regreso.

Me deshice de mis botas y arranqué mis medias, mirando sobre mi hombro


aunque no podía verlo realmente.

—¿Podrías quitarte los zapatos por mí?

Hizo lo que le pedí, lanzándolos con sus medias a un lado.

Mis pies descalzos fueron sigilosos sobre las baldosas mientras rodeaba la
cama. Besé a Mateo cuando se sentó. Sus dedos se deslizaron por mi cabello
mientras me devolvía el beso. Maldición, esa lengua suya…

Mis manos desabrocharon sus pantalones cargo y se metieron dentro,


haciéndonos jadear a ambos. Tenía razón. Estaba duro. Y un infierno más
grande de lo que había pensado. Encontré sus ojos mientras bajaba sus
pantalones y calzoncillos y los arrojaba al suelo. Cuando me senté de nuevo
en la cama, mis labios inmediatamente buscaron los suyos y mis manos
comenzaron a acariciar.

—¿Tienes condones? —susurré después de algunas insinuaciones.

Mateo contuvo y soltó la respiración en un temblor, mientras mis manos


seguían atormentando y jugando. Mateo apretó los dientes cuando mis
movimientos se volvieron más agresivos.
145

—Pensé que no querías.


Página

Su necesidad por mí se intensificó bajo mi toque.


—No para nosotros. Todavía no. —Aunque en ese momento ya no estaba
muy segura. Mi cabeza nadó con la idea de él palpitando dentro de mí. Aun
así, me contuve—. Esto es para ti.

Él gimió y pasó sus dedos por la cinturilla de mis jeans.

—¿Estás segura? No tiene que ser solo sobre mí… —Su voz se trabó cuando
mis manos se movieron más rápido. La tendones en su cuello se tensionaron
antes de que su cabeza cayera contra mi hombro—. Te deseo tanto, Evie.

El deseo me hizo dudar, pero en el fondo aún no podía.

Mordí el lugar detrás de su oreja.

—Solo déjame hacer esto por ti, ¿está bien?

Su pecho subió y bajó un par de veces más antes de alcanzar la mesita


detrás de él. Lo liberé para agarrar el condón de su mano y deslizarlo sobre
él, dejando un poco de espacio en la punta. Continué observándolo y cómo lo
afectaba hasta que lo tomé dentro de mi boca.

Empecé con algunas probadas a su punta, bajando despacio. Cuando no


pude llevarlo más lejos, hice mis movimientos más rápidos para poder ir
más profundo, aunque fuera solo un momento. Mateo gimió y maldijo,
hundiendo sus dedos en mi cabello. No presionó o empujó, pero algo en la
forma en que acariciaba mi cuero cabelludo hizo el momento más caliente.

Cuando estuvo cerca, quité el condón cuidadosamente y lo hice correrse con


mi mano. Mientras que ambos cerrábamos los ojos, no supe cuánto tiempo
más podría resistirme a él.
146
Página
Capítulo 10

M
e desperté sacudiéndome en la oscuridad, sin saber dónde
estaba.

—Hola. Está bien. —Mateo me acercó y se estiró para encender


la lámpara de noche—. No te preocupes, estoy justo aquí
contigo.

Me acomodé contra su cálido pecho, permitiendo que su presencia y


profunda voz me tranquilizaran. Considerando que era de día, parecía
extrañamente oscuro.

—Los arboles ensombrecen el garaje a esta hora —dijo, como si entendiera


mi miedo.

Excepto que nadie lo entendía realmente. ¿Cómo podían, si yo no me


entendía a mí misma?

Froté mis ojos, tratando de sacudirme los recuerdos de otro tenebroso sueño.

—¿Qué hora es?

Él ajustó su cuerpo ligeramente.

—Un poco más de las doce. —Su mano frotó mi espalda—. ¿Tienes frío?

Tiró de la cálida sábana para cubrir mi espalda antes de que pudiera decirle
que sí. Aunque todavía estaba alterada por la pesadilla y por despertar en
una total oscuridad, levanté la barbilla y sonreí.
147

—Gracias.

Me sonrió de vuelta y me ofreció un pequeño beso.


Página
—De nada. —Jugó con mi cabello hasta que los gruesos mechones cayeron
detrás de mi hombro—. Ev, no tenías que hacer lo que hiciste antes.

—Quería hacerlo —le dije honestamente—. ¿Estuvo bien para ti?

—Me gustó. Mucho. —Dejó de sonreír entonces—. Es solo que quiero que lo
desees.

—Así fue.

—Bien. Así es como debería ser. —La gran mano de Mateo se deslizó por mi
brazo—. Entonces, ¿cuál es tu número?

Vaya. Íbamos a ir allí, ¿cierto?

—Uno.

Levantó la barbilla, enarcando sus gruesas cejas ligeramente.

—¿Solo uno?

Apoyé mi mejilla contra su pecho.

—Sí. Pero no era bueno. —Mis uñas vagaron por su piel—. ¿Qué hay de ti?

—Más de una.

Dejé salir un pequeño suspiro.

—Eso pensé. —Por la forma en que se veía, sí, tenía que haber varias.

—¿Quieres que te lo diga?

La noción de sus manos tocando a alguien más me puso triste.

—No, no quiero saberlo. Solo quiero estar a salvo.

—Yo también. —Me deslicé por su cuerpo cuando me levantó para


148

encararlo—. He tenido cuidado, Evie. Me haré un examen de sangre para


probarlo. —Consideró sus siguientes palabras—. ¿Te harás uno también?
Página
Me quedé quieta por completo.

—¿En caso de que las cosas vayan más lejos?

—Sí. Solo por si acaso. Pero, eso no significa que tengan que ir más lejos.

Él quería hacer más. Mucho más, basada en la manera en que su voz se


profundizó. Y aun así, no me presionó. Lo que no sabía era que yo también
quería hacer más. El problema era que todavía estaba muy jodidamente
dudosa.

—De acuerdo, solo quiero llevar las cosas lento. Mi ex, él… —Me volví sobre
mi espalda y me quedé mirando al techo, tratando de no permitir que el
recuerdo de las acciones de Donovan se interpusiera entre Teo y yo—. Solo
quiero llevar las cosas lento —repetí, sin saber qué más decir.

Mateo deslizó su brazo a mi alrededor y me rodó hacia él. No me di cuenta


que estaba llorando hasta que limpió una lágrima de mi mejilla con su
pulgar.

—¿Qué te hizo? —preguntó, con una subyacente contención en su tono.

Sacudí al cabeza, sin realmente comprender mis lágrimas. Mateo era el que
no tenía ropa, pero a pesar de la camisola y los jeans que yo todavía tenía
puestos, me sentía tan desnuda entonces.

—No fue bueno conmigo —fue todo lo que pude decir.

—Entonces, fue un imbécil.

La voz de Mateo permaneció ronca, pero sus ojos eran suaves mientras me
bebían. De alguna manera, me las arreglé para apartar mi mirada de la
suya.

—¿Puedo hablar contigo de algo?


149

—Adelante.
Página
—Si me hago un examen de sangre y las cosas continúan entre nosotros,
tienes que hacer algo por mí. —Esperó mientras yo recogía valor para
hablar—. Si estás con alguien más o incluso estás pensando en ello, tienes
que decirme. No me enojaré. —Me reí cuando él lo hizo—. Está bien, quizá me
enojaré un poco.

Me empujó encima de él.

—¿Solo un poco? Infiernos, Evie, yo estaría molesto como la mierda.

Le sonreí.

—Solo promete que me lo dirás, ¿de acuerdo?

Arrugó la cara cuando le hice cosquillas en la nariz con un mechón de mi


cabello, apartando la mirada antes de agarrar mi muñeca y rodear la parte
interna de mi palma con su pulgar.

—Trato hecho. Pero tú también tienes que decirme. ¿De acuerdo?

—De acuerdo. —Sonreí por la manera en que me miró—. Pero no creo que
tengas que preocuparte por eso.

Sus iris avellana ardieron.

—¿Ah, sí?

—Sí.

Me atrajo hacia él para un largo y profundo beso. Casi inmediatamente,


pude sentir su erección presionar contra mi estómago en donde el borde de
mi camisola se había levantado. Me sacó el top cuando me estiré bajo su
cintura y deslizó su mano entre mis piernas, por encima de mis jeans.

Mis gemidos inmediatamente emparejaron los suyos. Pero mientras luchaba


por deshacerme de mis jeans, su teléfono sonó. El ringtone vibró lo
150

suficientemente fuerte para agitar su celular contra la mesa de noche.


Maldijo y me deslizó de costado, sorprendiéndome al darme la espada y
Página

responder su teléfono.
—¿Sí? ¿Qué pasa…? Está bien… ¿Cuándo diablos pasó eso…? Cálmate,
pequeña… Ya voy… No. Quédate ahí. Voy por ti.

Colgó y salió rápidamente de la cama para ponerse la ropa. Hizo una pausa
cuando se sentó a atar sus zapatos. Era casi como si hubiera olvidado que
yo estaba ahí.

—Tengo que irme.

Tiré de la sábana contra mis pechos expuestos y me arrodillé en la cama


junto a él.

—¿Todo está bien? —Por las líneas endurecidas en su rostro, era una
pregunta estúpida. Simplemente, no sabía qué más decir.

Ató sus botas apresuradamente.

—Tengo que encargarme de unas cuantas cosas. Te llamaré luego, ¿de


acuerdo?

—Ah, está bien.

Le dio un rápido beso a mi cabeza y salió a zancadas de la habitación,


cerrando de golpe la puerta tras de sí. No miró atrás. Infiernos, no me miró
en absoluto.

***

Mateo no me llamó y sus textos durante la siguiente semana eran cortos y


limitados. Había empezado a preocuparme por su estado y por nosotros… si
incluso había un nosotros. Ya me había comprometido con él. Mi parada por
Paternidad Planeada en busca de píldoras anticonceptivas y un examen de
151

ETS a primera hora el lunes lo probaba.


Página
Cuando llegó el viernes y todavía no había hablado con él, fui a buscarlo
después de obtener los resultados de mi examen de sangre en la clínica.
Estaba limpia. Lo había sospechado, pero era genial tener algo que
realmente lo probara. Nunca le había sido infiel a Donovan y no había
estado con nadie desde entonces. Pero había aceptado que Donovan no era
el caballero que una vez creí que era. Puede que hubiera una seria grieta en
esa armadura. Y si así fuera, podría habérmelo pasado a mí.

De camino a casa de Mateo, me detuve en una tienda de sándwiches y usé


unos cuantos billetes destinados a comida para comprar dos grandes
submarinos y una limonada helada, esperando no estar cometiendo un
error. Él no me había invitado, precisamente. Pero razoné que tampoco me
había dicho que no pasara sin avisar. Maldita sea, era tan niña a veces. Mi
única preocupación era que mis acciones pudieran llevarme a territorio de
acosadora psicótica sin quererlo.

Mis manos temblaban mientras conducía. Desde que había dejado a Mateo
el domingo, mis pesadillas se habían puesto peores y se habían vuelto más
gráficas. No sabía qué me estaba sucediendo. Y empecé a preocuparme de
que Lourdes tuviera razón. Tal vez algo realmente estaba mal conmigo.

Esperaba que no. Con solo dos semestres más antes de la graduación,
finalmente podía ver la luz al final de ese largo, oscuro y jodidísimo túnel. Y
entonces estaba Mateo. Dios, de verdad me gustaba. Y de verdad me gustaba
cómo me hacía sentir.

Giré en el camino de entrada de Elaine, saludando cuando la vi ocupándose


de su cama de flores. A pesar de los overoles que usaba, se veía grandiosa. Y
todavía era relativamente joven. Esperaba que pudiera encontrar a alguien
agradable.

Miró en dirección al garaje y luego de vuelta a mí antes de saludar en


respuesta. Su gesto pareció raro. Algo estaba pasando. No supe qué hasta
152

que toqué la puerta de Mateo.


Página
Tomó un momento que se abriera la puerta. Cuando eso pasó, casi me caí
por los escalones. Una joven mujer que se parecía a Victoria Justice, solo que
con pechos más grandes, abrió la puerta usando la camiseta del Club Excess
de Mateo. La pretina de sus pantalones de MMA estaba enrollada varias
veces para ajustarse contra su diminuta cintura. No era bonita. No. En
absoluto. Era despampanantemente hermosa.

Su brillante cabello negro caía alrededor de su rostro y pechos en


enmarañadas ondas. Se inclinó contra el marco de la puerta con una mano
arriba, una en su cintura, mirándome audazmente con grandes ojos oscuros.

—¿Quién eres tú?

Mi corazón, que inicialmente había dejado de latir, golpeó brutalmente


contra mi esternón.

—Estaba por hacerte la misma pregunta.

—¿Quién toca la puerta? —Mateo apareció, su herido cuerpo envuelto solo


en una toalla. Sus ojos se ampliaron cuando me vio—. Oh, mierda.

Dejé caer mi bolso en el rellano.

Y le lancé mi bolsa de comida.

Agarré de un tirón mi bolso y salí disparada por los escalones. Él me había


mentido. Me había jodidamente mentido. ¿Qué era toda esa mierda de
prometer que me lo diría si estaba con alguien más? ¿Y sobre hacerse un
examen de sangre? Mierda. Supongo que cuando no le llevé el ritmo, ¡salió
corriendo a encontrar a alguien que sí!

—¡Ev! —Mateo salió a perseguirme, maldiciendo cuando las plantas de sus


pies golpearon las rocas en el piso de losa. Agarró mi brazo antes de que
pudiera rodear la esquina del garaje—. Espera, no te vayas.
153

Me aparté de golpe de su agarre.


Página

—¡No me toques! —Las lágrimas quemaban mis ojos—. ¡Dios, confié en ti!
—¿Tienes novia? —preguntó su conquista de la noche por encima de
nosotros.

—Cállate —le espetó él.

La primera de mis lágrimas cayó. Maldita sea. No quería llorar frente a él… o
ella.

Mateo agarró mis muñecas cuando traté de salir corriendo.

—Ev, no es lo que parece.

—¿Por qué no nos dijiste que tenías novia? —preguntó ella.

Me congelé. ¿Nos?

Otra chica, usando otra de las camisetas de Mateo, se unió a la primera, esta
era delgada y con oscuros rizos tan apretados que se balancearon cuando
miró por la barandilla.

Me quedé boquiabierta y casi lo golpeé.

—¡Jesucristo, Mateo!

Sonrió con suficiencia.

—Son mis hermanas.

Apenas entendí sus palabras.

—¿Qué?

Me liberó cuando dejé de luchar contra él y ajustó su toalla.

—¡Cállate, Lety! —gruñó cuando la primera chica se partió de la risa.

Eso no la detuvo.
154

—Eso es lo que te ganas por no responder los mensajes de tu chica —le dijo,
señalando.
Página
Él entrelazó nuestros dedos.

—Ven, te presentaré.

Tontamente, lo seguí mientras me conducía de vuelta a los escalones,


todavía en shock, ligeramente aliviada y más que un poco avergonzada. Sus
hermanas retrocedieron dentro de su apartamento. Él le dio un empujón
alegre a Lety cuando siguió riéndose.

—Deja de causar problemas —le dijo él.

—Ay, pesado —le dijo ella, golpeando su brazo. A mí me sonrió—. Hola. Soy
Lety. Y esta es Sofia.

Su hermana menor me observaba con cautela. A pesar de que era un poco


más alta que Lety, parecía tan frágil. Su piel era del mismo tono de oliva que
Mateo y sus ojos verde claro. Me recordaba a Jessica Alba, si Jessica fuera
una adolecente con largos rizos entintados.

—Hola —dijo ella, tan bajo que apenas la escuché.

Ellas miraron a Mateo.

—¿Bueno? —preguntó Lety.

Mateo apretó los dientes.

—Esta es Evelyn.

Lety cruzó los brazos.

—Ohhhhhh, así que una pequeña gringa ha estado ocupando tu tiempo.

—Cuidado con lo que dices. —Besó mi frente—. Voy a tomar una ducha. Solo
tardaré un poco. —Señaló con el dedo a Lety—. Sé agradable o patearé tu
trasero.
155

Lety hizo un gesto de hablar con su mano.


Página

—Sí, sí, ten tu ducha, tipo duro.


Él estrechó los ojos.

—Y limpia el desorden antes de que salgas. Es tú culpa que Evie se enojara.

—¡No hice nada!

Él le revolvió el pelo.

—Nunca haces nada, ¿cierto, Molestia?

Mateo cruzó la habitación y cerró las puertas francesas que conducían a su


dormitorio. Lo observé a través del cristal hasta que desapareció en el baño.
Tan cómodo como parecía con sus hermanas, no parecía cómodo
dejándonos juntas.

Lety y Sofía regresaron a la cocina y agarraron un fajo de toallas de papel.


Sofía mantuvo la cabeza gacha de modo que su cabello ocultaba la mayor
parte de su pequeño rostro.

Lety no tenía miedo de hablar.

—Entonces, ¿estás con nuestro hermano?

—Ah, sí. —Esperó a que dijera más. Mis mejillas se calentaron ante su
escrutinio—. Es nuevo. Las cosas son nuevas entre nosotros.

—¿Qué tan nuevas? —preguntó.

Sofía recogió la bolsa de emparedados ahora empapados con limonada.

—Lety, déjala en paz.

A pesar de que la voz de su hermana fue suave, Lety obedeció y me dejó en


paz. Roció el azulejo con un limpiador y pasó un trapo por el área hasta que
se iluminó brillantemente.

—¿Estás en la escuela de enfermería? —pregunté.


156

Ella tiró las toallas sucias en la basura.


Página
—Sí. Estoy en un programa en BSN7. ¿Estás en la universidad?

Estuve casi sorprendida de que preguntara.

—Me gradué de la escuela de enfermería en la primavera, con un grado


asociado. —Puede que yo hubiera sabido un poco sobre ella, pero ella no
sabía ni un poco de mi—. Mateo no me ha mencionado antes, ¿verdad?

Lety y Sofía intercambiaron miradas. Lety se encogió de hombros.

—No, pero no te preocupes. Teo no dice mucho sobre su vida aquí y calla las
cosas que son importantes para él.

No estaba segura si estaba intentando hacerme sentir mejor o ser


condescendiente. Sus suaves ojos oscuros me hicieron pensar que era lo
primero.

—Vamos, Evelyn —dijo ella—. Les debo comida a ti y Teo. ¿Te gustan las
cosas del desayuno? Eso es todo lo que él parece tener.

—Ah, seguro.

—Sofi, ¿quieres hacer el tocino?

Sofía asintió, pero por lo demás no habló y mantuvo la cabeza gacha. Seguí
a Lety en la cocina cuando comenzó a abrir los armarios. Sacó una caja de
mezcla para panqueques y me lo ofreció.

—¿Quieres ayudar?

—No soy la mejor cocinera —admití.

Lety le sonrió a Sofía.


157

7
BSN: BSN medial fue creada en abril de 2001 por dos grandes empresas de origen
internacional, Beiersdorf AG (Hamburgo) y Smith & Nephew plc (Londres), con el objetivo de
obtener el máximo provecho de las sinergias, la complementariedad geográfica y los
Página

canales de distribución de ambas empresas con una larga tradición en el mercado de la


salud a nivel mundial.
—Oh, chica, si quieres conservar a nuestro hermano, tienes que aprender a
cocinar. A ese chico le gusta comer. —Se rio cuando no me moví—. Vamos. Te
enseñaré si no sabes cómo.

—¿A cocinar?

Lety se rio otra vez. Parecía que era algo que hacía a menudo.

—Bueno, no todo… no todavía. Pero podemos comenzar con el desayuno. —


Empujó la caja de mezcla y un cuenco en mis manos.

Di vuelta la caja para leer las instrucciones. Lety sacudió la cabeza-

—No leas. Mezcla. —Tiró un montón de polvo en el recipiente y añadió


agua—. Bien, ahora usa el tenedor para mezclar todo. —Comencé a hacer lo
que dijo—. No demasiado fuerte, de lo contrario los panqueques serán
demasiado duros y desagradables.

Me quedé mirando el cuenco.

—¿Es lo mismo para las galletas?

—¿Eh?

—Batir la mezcla de galletas. ¿Batirla demasiado hará las galletas dura?

—Oh, sí, totalmente.

Está bien. Sabía entonces dónde me había equivocado con mis galletas para
Mateo. Lety le echó un vistazo a mi cuenco y levantó mi muñeca para que la
masa goteara del tenedor.

—Bien, esa es la consistencia que quieres.

—Pero todavía hay polvo en la parte superior. —Hice una mueca cuando las
hermanas me quedaron mirando como si fuera una completa idiota—. Como
158

mencioné, no soy la mejor cocinera.

Ambas me sorprendieron sonriendo.


Página
—No te preocupes —dijo Sofia suavemente.

Estaba vertiendo la mezcla en un sartén cuando Mateo salió de su


habitación en sus pantalones cortos de MMA de color negro con una franja
gris y una camisa negra. El agua caliente en la ducha había agravado los
moretones en su rostro e hinchado más su piel. Debió haber tenido otra
lucha desde el domingo. Excepto que entre más asimilaba su rostro, más me
daba cuenta que algo estaba mal.

Contusiones frescas alineaban su sien izquierda y se arrastraban a lo largo


de su mandíbula. Eran malas, pero lo que las hacían peor era cómo se
mezclaban con las antiguas en varios estados de curación. Mateo no había
tenido solo una pelea esta semana. Había tenido varias por su aspecto.

Deambuló por la cocina y se agachó para besar mis labios.

—Disculpa no haber llamado. Pasé los últimos días ocupándome de asuntos.

Lety golpeó la cuchara de madera fuertemente contra el sartén de huevos


que estaba preparando.

—Asuntos, claro.

Mateo se irguió ante sus palabras y frotó mi espalda.

—Hablaremos más tarde, ¿bien? —me dijo.

—Bien. —Toqué su rostro con la punta de mis dedos—. Necesitas hielo.

—Nah. Me preocuparé por ello más tarde.

Lety y Sofía nos miraron boquiabiertas como si nos hubieran atrapado


teniendo sexo. Mis mejillas enrojecieron.

—Cállate y cocina —espetó Mateo cuando Lety abrió la boca para decir
algo—. Jesús, eres un dolor en el culo.
159

Lety apuntó con la cuchara hacia él.


Página

—No uses “Jesús” y “culo” en la misma oración. Es una falta de respeto.


—Dice la chica reportada por correr desnuda en la universidad. —Mateo
echó la cabeza hacia atrás, riéndose cuando la boca de Lety se abrió—. No
creías que sabía sobre eso, ¿cierto, listilla?

Lety fulminó con la mirada a Sofía.

—Ya sabes, para alguien que no habla mucho, seguro que abres la boca por
las razones equivocadas.

Sofía sonrió y fue entonces cuando capté rasgos de su parecido con Mateo.

—Sé agradable, Lety —dijo ella—. Hay mucho más que podría decirle.

Lety se aclaró la garganta y apuntó a mi sartén.

—Cuando burbujea así, lo das vuelta. Bien. Espera unos segundos más y
luego ponlo en un plato. De lo contrario, se quemará o quedará demasiado
duro.

Nos sentamos en la mesa y comenzamos a comer. Los panqueques que hice


estaban, de hecho, bastante buenos. Pero no tenía mucha hambre. Más que
nada, estaba confundida por la falta de contacto de Mateo esta semana.
Estaba sentado a mi lado y comenzó a frotar mi hombro.

—¿Estás bien, Evie?

Asentí, a pesar de que en realidad no lo estaba. Él obviamente había estado


peleando y herido y pasando tiempo con sus hermanas. Pero parecía haber
más…

Lety nos observaba de cerca, sin perderse la tensión.

—¿Cómo se conocieron?

La mano de Mateo se deslizó de mi hombro.


160

—Ella trabaja en Excess.

Ella sonrió.
Página
—¿Cómo una de tus guardias?

Ambos nos reímos de eso.

—Soy mesera ahí cada fin de semana y cada dos jueves por la noche.

—¿Desde cuándo?

—Alrededor de siete meses.

—Mmm, siete meses. —Lety sorbió de su jugo, considerando su próxima


pregunta—. ¿Y mi hermano acaba de invitarte a salir ahora? ¿Qué estabas
esperando, Teo? Ella es linda.

—Lety —advirtió él.

—Y educada.

Mateo dejó caer su tenedor.

—En serio, eres el dolor en el culo más grande de este planeta.

Lety se rio y dejó caer una mano.

—Solo digo.

Mateo arrojó su servilleta arrugada.

—Sí, sí, sé lo que estás diciendo.

Coloqué mi mano en su muslo y miré en dirección de Lety.

—No sé lo que estás diciendo.

Su sonrisa se amplió.

—Solo digamos que eres un progreso de las prostitutas por las que iba detrás
mi hermano.
161

Mateo se cubrió el rostro con la mano.


Página

—¡Maldición, Lety!
Lety se limpió la boca con una servilleta, ignorando mi profundo rubor.

—¿Qué? Es un cumplido. Ella es agradable.

—Mierda —espetó Mateo—. Solo deja de hablar.

No estaba segura de cómo responder. Más que nada, estaba agradecida de


aterrizar con un prestigio de no prostituta. Me preguntaba si eso cambiaria
si ella supiera lo que le había hecho a su hermano el domingo. Sofía se rio, el
gesto iluminando su rostro. Se apartó el cabello. Fue entonces cuando noté el
gran hematoma que parecía abarcar toda su mejilla derecha. Con todo ese
cabello, no lo había notado antes.

—Oh, mi Dios, Sofía. ¿Qué sucedió?

Ella tiró de su cabello hacia abajo, retrocediendo detrás de Lety sin


responder. Me puse de pie, mis instintos llevándome a ayudarla.

—Cariño, ¿quieres que lo revise por ti…?

Mateo agarró mi brazo y me mantuvo en el lugar.

—Nena, ella está bien. Solo déjala sola.

Mis ojos viajaron hacia donde un rastro de contusiones marcaba sus


antebrazos. Heridas defensivas. No estaba bien. Estaba lejos de estar bien.
Alguien la había herido.

—Teo…

Los rostros tensos de Mateo y Lety dejaron claro que no debería decir nada
más. Lo mismo decía la expresión quebrada de Sofía. Se abrazaba a sí
misma protectoramente.

—Disculpen —dijo ella. Como un pequeño ratón, se dirigió hacia la


habitación de Mateo, apenas haciendo ruido, encogiéndose hacia adentro
162

como si tratara de desaparecer del mundo.


Página
Lety corrió tras ella y cerró la puerta detrás de ellas. El comportamiento de
Sofía me dejó la certeza de que era la que había sido violada. Por la que
Mateo había ido a la cárcel por defender. Mi mayor miedo entonces era que
había sucedido otra vez y era por eso que ella y Mateo estaban heridos.

Mateo se inclinó sobre la encimera, sus manos agarrando los costados. Me


volví hacia él lentamente.

—Teo, ¿Cómo te hiciste esos moretones?

No me respondía.

Enrollé mis brazos en torno a los suyos.

—Mateo, me estás asustando. Por favor dime que sucedió.

Lety salió, su expresión extrañamente fría.

—Le dieron una paliza tratando de proteger a Sofía de nuestro padre.

163
Página
Capítulo 11

L
a cara furiosa de Mateo se encontró con la de Lety.

—Realmente hablas demasiado, ¿sabes?

Encogió un hombro en respuesta.

—Lo siento.

—¿Lo siento? ¿Por qué? ¿Por decir mierda frente a mi chica que no quiero
que sepa?

—Sí, lo siento. —La confianza en la postura de Lety se esfumó—. Escucha, no


quiero pelear contigo o… causar problemas con tu chica. Tengo que regresar
a la escuela.

Los hombros de Mateo se cuadraron.

—¿Qué hay de Sofi?

—La dejaré en casa de tío Lino. Estará segura allí hasta la lectura de los
cargos contra Carlos el lunes.

La conversación entre ellos había continuado como si no estuviera allí.

—¿Quién es Carlos? —pregunté discretamente.

Lety dejó de prestarle atención a Mateo antes de contestar:

—Nuestro padre.
164

El odio en su voz prácticamente me apartó.

—¿Él la…? —Ni siquiera pude decir las palabras y de repente me sentí
Página

insoportablemente enferma.
—No, dañó su cara y la de Teo, pero incluso Carlos tiene límites cuando se
trata de sus hijos.

—Lety, suficiente —espetó Mateo.

—Teo, no pretendo ser una bocazas.

—Parecía otra cosa —le dijo.

Ella dejó caer sus manos contra sus costados.

—Lo siento mucho, Teo. Mira, gracias por ir a buscarla y por permitirnos
quedarnos mientras las cosas se calmaban.

Desapareció en su habitación cuando Mateo no contestó.

—Hora de irnos, Sofia —la escuché decir detrás de la puerta cerrada.

Mateo se giró, apoyó los brazos sobre la encimera, juntando rígidamente las
manos.

—Te veré en el trabajo esta noche, ¿de acuerdo?

Querí