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Catherine
Armas de mujer
La historia de Catherine es una de las más curiosas que he
conocido en mi vida. Ahí donde la ven ustedes, despoblada de
ropa, pudor y timidez, su obra es caritativa. Me explicaré:
no se trata de una exhibición de matices más o menos ‘sexys’,
sino que trabaja para una obra benéfica. La suya.

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E lla piensa que si pidiera o recolec-


tara dinero en nombre de algo sa-
crosanto, la gente lo tomaría a
guasa y pasaría del tema. Sin em-
bargo, cree, con muy buen crite-
rio, que si a su obra le da un carác-
ter mundano, podrá obtener mu-
chos mayores beneficios, dada la
contradicción humana. Yo diría
que es un trabajo monjil o similar.
Naturalmente, cuesta mucho
creer que un ser como el que
muestran estas fotografías pueda
esconder una misión misionera y
cuasi angelical, y, sin embargo,
esa es la historia que nos contó
cuando vino con la pretensión de
que se publicase esta pequeña co-
lección de semidesnudos integra-
les. Se generalizaron las risas y el
cachondeo fue múltiple entre el
personal, ya cachondo de por sí.


Pero ni se llama Catherine ni pide

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La madre natura le ha
regalado un cuerpo y
una cabeza realmente
envidiables. Son sus armas para
enfrentarse al pugilato de la vida
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Catherine
Armas de mujer

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para nadie, sino para sí misma. ser así, pero sí es verdad que cuan-
Sabe que las jóvenes que reúnen do se tiene un escaparate de tales
estas condiciones de sexo y belle- características, surgen, como las
za pueden manejar talonarios con ratas, los compradores de ocasión.
mucha facilidad. Que el tiempo Ojalá nuestra amiga de hoy
que dura esta facultad exhibicio- pueda embaucar a tanto falso ac-
nista es corto, y que la ocasión la cionista del sexo y consiga su
pintan calva, aunque también ig- propósito de tener servidoras y
Ojalá consiga su noro por qué las ocasiones tienen
que aparecer sin pelo en la cabeza.
piscina junto al lecho. E incluso a
alguien que la ame de verdad. Yo,
De cualquier manera estoy con desde luego, si pudiera, sería un
propósito de tener Catherine. El tiempo vela por ella
y hace por ella. La madre natura le
acérrimo pretendiente de Catheri-
ne, o cualquier otra Catherine de
ha regalado un cuerpo y una cara semejantes posibilidades visibles.
servidoras y piscina junto verdaderamente envidiables. Y
son sus armas para enfrentarse al
Pero creo que no. Al final, como
todos, tendré que conformarme
pugilato de la vida. Nadie da nada con un buen libro, un buen com-
al lecho, y a alguien que a nadie, si no es a cambio de algo.
Y la belleza hoy es una supuesta
pacto y unas bue-
nas fotos de las
riqueza que muchas poseen y al- Catherine que hay
la ame de verdad gunas utilizan. Es cierto que la be-
lleza por sí misma nada ofrece o
en el mundo.

nada vende por el solo hecho de JOSÉ LUIS COLL

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