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1.2. BREVE HISTORIA DEL PROFETISMO BÍBLICO

1.2.1. La profecía en el Oriente Medio 9

1.2.1.1. Introducción

La existencia de profetas fuera de Israel, incluso en culturas distintas de las del Antiguo Oriente,
es un hecho que nadie pone en duda actualmente.

Han pasado los años polémicos en los que parecía necesario negar la existencia de un
profetismo extrabíblico para salvar la inspiración de los profetas hebreos. O, a la inversa, en que se
encontraban profetas por todas partes para negar la pretendida revelación de Dios a través de estos
personajes de Israel. El estudio de la cuestión se ha vuelto más científico, menos polémico y
apologético. El hecho de que existan profetas fuera de Israel no implica que los profetas bíblicos
carecieran de inspiración; y tampoco les resta originalidad.

Una vez admitida la enorme difusión de este fenómeno, lo que nos interesa saber ahora es si la
profecía bíblica tiene su origen en las manifestaciones proféticas de algún país vecino. Se ha propuesto
a la profecía extática cananea como lugar de origen de la israelita. Luego se ha propuesto Egipto.
Más tarde se relacionaron los orígenes con la ciudad de Mari. Ahora es frecuente comparar los profetas
bíblicos con los neoasirios.

A lo largo del siglo XX se han propuesto como proféticos los textos más diversos, porque no se
ha partido de un concepto relativamente claro y unívoco de profecía.

Parece conveniente adoptar la definición de Huffmon; que la describe con las siguientes
características:

- Una comunicación del mundo divino 10, normalmente para una tercera persona a través de un
mediador (profeta), que puede identificarse o no con la divinidad;

- inspiración a través de éxtasis, sueños o lo que podríamos llamar “iluminación interior”;

- un mensaje inmediato, es decir, que no requiere de un especialista para interpretarlo;

- la posibilidad de que el mensaje no haya sido solicitado (a diferencia de lo que ocurre en la


adivinación);

- probabilidad de que el mensaje sea exhortatorio o recriminatorio.

9
Sigo aquí a Sicre 2011, 157-168.
10
Este aspecto, tan central, está ausente en la "profecía" egipcia, por lo que no debe ser considerada como tal.
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1.2.1.2. Mesopotamia

a) Mari

Mari fue la capital de un reino durante la segunda mitad del tercer milenio y la primera mitad
del segundo a.C. Controlaba las principales rutas comerciales entre Babilonia y Siria. Descubierta en
1933, las excavaciones han dado a la luz un archivo de más de 20.000 tablillas cuneiformes, de las
cuales quedan por publicar varios miles. Entre las cartas, un grupo ofrece sueños, oráculos y
acontecimientos desfavorables transmitidos por los adivinos al rey; generalmente no de forma directa,
sino a través de altos oficiales o de damas de la corte.

Los títulos más frecuentes para designar a estos “profetas” son “el/la que se vuelve loco” o
“entra en trance”, o bien “el/la que responde”. El primero hace referencia al modo de entrar en contacto
con la divinidad, el segundo, a la misión que desempeña.

Tienen cierta relevancia unos 50 textos, los más importantes de la época del rey Zimri-Lin
(1774-1760 a.C.). De entre ellos los más importantes son: un mensaje exigiendo un sacrificio, que
proviene de un mahhu (vidente), otro desaconsejando la construcción de una puerta y un oráculo del
dios Adad al rey Kallasu que exige fidelidad en terminos muy similares a los tratados de alianza del
mundo antiguo.

Hay varios puntos importantes en estos textos:

- el hecho de que la revelación no es fruto de deducciones mecánicas, sino de hombres


inspirados con alguna experiencia de tipo místico;
- el dios basa sus reclamaciones en en la elección y la alianza
- la palabra ocupa un puesto central;
- la conciencia del profeta de ser enviado por una divinidad;
- la idea de una salvación condicionada a la conducta del rey;
- se trata de profetas relacionados con la corte, como Natán y Gad.

Pero también hay algunas diferencias importantes:

- el carácter episódico y poco frecuente del fenómeno profético en Mari;


- la ausencia de una crítica profunda y radical; sólo se condenan pequeñas omisiones o faltas
muy concretas.

b) Profecía neoasiria

De la época neoasiria se han transmitido una serie de oráculos en 10 tablillas. Algunas de ellas
contienen un solo texto, mientras que otras contienen colecciones, con títulos que hacen referencia al
autor o autora de la profecía. En la actualidad contamos con 33 oráculos. En ellos aparecen un total de
15 profetas, 10 mujeres y 5 hombres; la mayoría de las veces se indica su nombre, lugar de residencia y
profesión. Casi nunca se indica la forma y lugar de la revelación; parecen revelaciones expontáneas,
pero en ocasiones se trata de respuestas a una pregunta. Los oráculos se dirigen al rey, a veces a la reina
madre y al príncipe heredero; en un caso a la población asiria. Raras veces se encuentra una crítica al
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rey; casi todos los oráculos le prometen bienestar, éxito, victoria y larga vida.

Son importantes los “Oráculos dirigidos al rey Asarhaddon” y el “Sueño oracular dirigido a
Asurbanipal”

1.2.1.3. Canaán

El profetismo cananeo era de sobra conocido por los antiguos lectores de la Biblia. Baste
recordar el enfrentamiento de Elías con los 400 profetas de Baal en donde se habla incluso de la
costumbre de estos “falsos profetas” de hacerse incisiones (1 Re 18). Es muy discutida actualmente la
supuesta procedencia de la profecía israelita de la cananea. No parece suficiente afirmar que en ambas
hay experiencias extáticas.

Dos son los textos más importantes:

- El viaje de Unamum (Wen-Amón)

Relata las aventuras del sacerdote egipcio Unamum que, hacia el 1.100 a.C.(poco antes de
Samuel y los grupos proféticos) realiza un viaje a Fenicia en busca de madera de cedro para reparar la
basca sagrada. Llega a Biblos, pero el príncipe no quiere recibirlo y durante un mes, día tras día, le
manda irse del puerto. Cuando está a punto de hacerlo, un vidente de la corte ordena al rey que traiga al
dios Amón (es decir, a su enviado, el sacerdote). Veamos un trozo:

“Un día en que el príncipe de Biblos sacrificaba a sus dioses, el dios (Amón) se apoderó de un
vidente y le hizo entrar en éxtasis. Y le dijo: 'Trae al dios al alto, trae al embajador que está en la
carga. Es Amón quien lo envía; es quien lo ha hecho venir.”

Se puede apreciar aquí una auténtica consulta a la divinidad por parte del rey. Por eso se ofrecen
sacrificios al comenzar, para provocar la respuesta del dios (como hace Balaam, en Nm 22 – 24).
Durante este ritual, uno de los videntes de la corte entra en éxtasis y recibe la comunicación divina.
Estas consultas son habituales.

- La estela de Zakir

Fué encontrada en Afis, a 40 km de Alepo. Se refiere a sucesos ocurridos hacia el año 805 a.C.
Este rey, amenazado por una coalición de otros 7, invoca a su dios, Baal-Samaim. Por medio de
videntes y adivinos obtiene un oráculo favorable. Hay fórmulas muy parecidas a las biblicas: “yo te
hice rey”, “estaré junto a ti”.

1.2.1.4. Conclusiones

Lo más sensato parece ser admitir que la profecía de Israel, en sus remotos orígenes de los
siglos XI y X, ofrece puntos de contacto con Mari y Canaán; incluso es probable que debamos ver ahí
su punto de partida.

Sin embargo, los profetas hebreos se distancian más tarde de este mundo, como lo muestra la
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forma tan distinta en que actúan Elías y los profetas de Baal (1 Re 18). Y este abismo será aún más
grande a partir del siglo VIII, cuando la profecía bíblica llega a su máximo esplendor (Amós, Isaías,
Oseas, Miqueas). Incluso a partir de este momento, los profetas hebreos pudieron utilizar recursos
literarios difundidos por otros países. Pero esto no les quita originalidad a su mensaje y a su actuación.

En definitiva, el gran problema no es el de la relación de la profecía israelita y la profecía


del Antiguo Oriente, sino el de la relación entre los primeros profetas bíblicos y sus
continuadores. Probablemente, Gad se parecía más a un profeta de Mari que a Jeremías. Sicre cree que
la diferencia esencial que se va introduciendo en la profecía de Israel es que de un oráculo solicitado se
pasa a un oráculo dado espontáneamente por Dios, una palabra que abarca los ámbitos más distintos de
la vida. Este fenómeno se da también en Mari, y lo podemos constatar también en Grecia, aunque en
menor cuantía. En cualquier caso, parece indudable que el fenómeno profético alcanzó un relieve sin
igual en Israel.

1.2.2. Los orígenes de la profecía israelita

Si leyésemos la Biblia sin el menor sentido crítico, deberíamos afirmar que Israel tiene profetas
desde sus orígenes, ya que su padre en la sangre y en la fe, Abrahán, es honrado en Gn 20,7 con el
título de profeta. Más tarde, Moisés aparecerá como el gran mediador entre Dios y el pueblo, el que
transmite la palabra del Señor y se convierte en modelo de todo auténtico profeta. Su misma hermana,
Miriam, es también profetisa (Ex 15,20). Y, durante la marcha por el desierto, setenta ancianos son
invadidos por el Espíritu de Dios y entran en trance profético (Nm 11,16-17.24-29).

En realidad, más que reflejar la realidad histórica sobre los primeros profetas, estos textos
proyectan sobre los orígenes los rasgos de los grandes profetas de la época clásica.

Pueden diferenciarse tres modelos proféticos:

- Profetas individuales, vinculados a la corte y muy cercanos al rey (incluso adscritos a su


servicio). Es el caso de Natán (2 Sam 7; 12; 1 Re 1), Gad (1 Sam 22,5; 2 Sam 24,11) o Miqueas hijo de
Yimlá (1 Re 22), que sólo intervienen en asuntos relacionados con la política y las intrigas cortesanas.

- Grupos o fraternidades de profetas, que aparecen como discípulos en torno a un gran maestro,
como Samuel, Elías y Eliseo (1 Sam 10,10; 19,20; 1 Re 22,10; 2 Re 2,3.5; 4,38). Actúan poseídos por
el espíritu de Dios (1 Sam 19,20-24; 1 Re 22,24) y llegan a estados de éxtasis contagiosos, provocados
por ritmos musicales, danzas y gesticulaciones (1 Sam 10,5; 19,20-24; 1 Re 22,10-11). No siempre eran
bien mirados (1 Sam 10,12).

- Profetas independientes, que viven entre el pueblo, alejados de la corte, aunque


ocasionalmente intervengan ante los reyes. Entre estos podemos citar a Ajías de Siló (1 Re 11,29-39;
14,1-18), un profeta anónimo de Judá (1 Re 13), a Elías (1 Re 17 – 2 Re 2), y Elías (1 Re 17 – 22; 2 Re
2) y Eliseo (2 Re 2 – 8).
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1.2.3. El profetismo clásico

1.2.3.1. Período Asirio (siglo VIII) 11

En el siglo VIII ocurre un fenómeno totalmente nuevo dentro de la profecía de Israel: la


aparición de profetas que dejan su obra por escrito. Por ello se los conoce como «profetas escritores»,
aunque el término no es muy adecuado.

¿Qué sentido tiene esta consignación por escrito del mensaje profético? En principio,
podríamos atribuirlo a la difusión cada vez mayor de la escritura. Pero numerosos autores piensan que
la causa es más profunda. Si el mensaje de los profetas a partir de Amos se conservó por escrito fue
debido a que su palabra causó honda impresión en los oyentes. Habían escuchado algo nuevo,
totalmente diverso de lo anterior, que no podía ser olvidado. Esto “nuevo” consistiría en el rechazo
del “reformismo” para dar paso a la “ruptura total” con las estructuras vigentes.

Expliquemos este dato. Los profetas anteriores a Amos eran reformistas. Admitían la estructura
en vigor y pensaban que los fallos concretos podían ser solucionados sin abandonarla. A partir de
Amós, no ocurre esto. Este profeta advierte que todo el sistema está podrido, que Dios no volverá a
perdonar a su pueblo. Es un cesto de fruta madura, madura para su fin. O, como dirá Isaías, un árbol
que debe ser talado hasta que sólo quede un tocón insignificante. La única solución es la catástrofe, de
la que emerja, al correr del tiempo, una semilla santa (Is 6,13).

Este corte radical con la predicación de los profetas anteriores habría motivado que el mensaje
de se consignase por escrito, para que, cuando ocurriese la desgracia, nadie pudiese decir que Dios no
la había anunciado.

Cuatro profetas predican en este siglo, marcado por la influencia de asiria.

- Amos (entre 760 y 750 12)

Es un pastor de Judá al que Dios le encomienda decir su palabra en el Reino del Norte. Critica el lujo
de los ricos a costa de los pobres, el soborno a los jueces y un culto grandioso desvinculado de la
justicia. Anuncia como castigo la invasión asiria.

- Oseas (767 – 725)

Profetiza poco después de Amós en el Reino del Norte y es probable que haya vivido hasta la
caída de Samaria.

Oseas es el primero que presenta las relaciones de Dios con su pueblo como un matrimonio de
un marido fiel con una esposa infiel. Hay en esta imagen una crítica velada al culto a Baal.

Oseas critica al rey, a los sacerdotes, a los jueces, que llevan al pueblo a la ruina; ataca las
11
Llamamos así este período debido a la supremacía asiria en todo el Oriente Medio.
12
Las fechas entre paréntesis corresponderán de aquí en adelante al ministerio profético. En el caso de Amós, su ministerio
parece haber durado menos de un año.
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alianzas políticas con los imperios y el culto vacío. Predice el destierro por parte de Asiria, y en un
futuro lejano la conversión y el regreso del exilio.

- Miqueas (727 a 701 aprox.)

Es de Judá. Fue un campesino o quizás un pequeño ganadero. Miqueas anuncia los desmanes de
las grandes autoridades de Jerusalén en contra del pueblo sencillo. Hay trabajos forzados, impuestos,
hombres explotados, mujeres expulsadas de sus casas, niños desprovistos de libertad. Los autores son
los grandes terratenientes, las autoridades civiles y militares, jueces y sacerdotes, y profetas que
justifican religiosamente la opresión. Anuncia la destrucción de Jerusalén y del Templo.

- Isaías (739-701)

Es de Jerusalén y es muy cercano a la corte real. Está convencido de la elección divina de


Jerusalén y de la dinastía davídica.

Isaías critica la arbitrariedad de los jueces, la corrupción de las autoridades, la codicia de los
latifundistas y la opresión de los gobernantes. Critica a un culto disociado de las justicia. En su
enfrentamiento con los reyes critica la alianza con Asiria y posteriormente los intentos de alianza con
Egipto (en ese contexto llama a mantener la alianza con los asirios). Anuncia la invación asiria.

1.2.3.2. Período babilónico (ss. VII – VI)

A la edad de oro de la profecía siguen muchos años de silencio. Bastantes comentaristas dirían
que alrededor de setenta y cinco. En gran parte se explica por el largo reinado de Manases, hombre
despótico, que “derramó ríos de sangre inocente, de forma que inundó Jerusalén de punta a cabo” (2 Re
21,16).

- Nahúm (688-612)

Quizá podamos datar durante su reinado la profecía de Nahún, cuyo libro es una durísima
crítica a Asiria. Más precisamente, habría que datarlo entre el 688 (caída de Tebas, capital de Egipto) y
el 612 (caída de Nínive). Nahúm predica en Judá, quizás en Jerusalén.

Pero es a finales del siglo VII cuando volvemos a encontrar un grupo de grandes figuras:

- Sofonías (640 a 609 aprox.)

Sofonías alienta la reforma religiosa y política del rey Josías. Denuncia los pecados contra Dios y
contra el prójimo, que están haciendo la situación insostenible y que provocarán la llegada del “día del
Señor” en que Dios juzgará a su pueblo. Sólo quedrá un resto de gente sencilla y fiel.

- Habacuc (609-597)

Se plantea el problema de la historia, de esa serie interminable de potencias opresoras -Asiria,Egipto,


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Babilonia-, dato difícil de conciliar con la bondad y la justicia de Dios.

- Jeremías (609 – 586)

Nace en Anatot, hacia el 645, en el seno de una familia sacerdotal. Su ministerio está
condicionado por acontecimientos muy fundamentales de la historia de Judá:

- La reforma de Josías. Parece que predica a las tribus del Norte un mensaje de conversión y
perdón. Intenta animar la fe de estas tribus duramente golpeadas por la invasión asiria de un siglo antes.

- Muerte de Josías y reinado de Joaquín (609-598). Al comienzo del reinado de Joaquín


pronuncia su discurso contra el templo, que casi le cuesta la vida. Critica la confianza fetichista de lo
judíos de Jerusalén en esta institución, que se ha convertido en una “cueva de ladrones”.
Posteriormente Joaquín se manda a construir un palacio a falta de dinero con injusticias. Jeremías lo
denuncia duramente.

- Nabucodonosor vence a los egipcios en Karkemish el 605. Jeremías anuncia la invasión asiria
como castigo por los pecados de Judá y llama a la convesión. Es brutalmente perseguido por el rey.

- El 597 ocurre la primera deportación a Babilonia. Jeremías critica la falsa confianza de los que
han evitado el destierro (que consideran pecadores a los que partieron) y advierte a los desterrados que
el exilio será largo. Jeremías critica los intentos de rebelarse contra Babilonia apoyándose en Egipto. Es
acusado de traidor a la patria.

- El 587 viene la segunda deportación con el insendio del Templo y la destrucción de Jerusalén.
Por libre elección decide vivir con el nuevo gobernador, Godolías. Pero éste es asesinado a los tres
meses. La comunidad, temiendo una nueva represalia, huye a Belén y después a Egipto llevándose a
Jeremías. El profeta muere en ese país.

1.2.3.3. El destierro

La caída de Jerusalén marca una nueva etapa en la historia de la profecía. Antes de ella estuvo
dominada por el tema del castigo y la amenaza. A partir de ahora, los profetas hablan de esperanza y
consuelo.

- Ezequiel (597 - ?)

Sabemos que era hijo de un sacerdote llamado Buzí. Probablemente él mismo fue sacerdote,
como lo sugiere su lenguaje, su conocimiento de la legislación sacral y su interés por el templo. Es
llevado al destierro el año 597, no sabemos a qué edad.

Frente a la escasez de datos biográficos, extraña la abundancia de indicaciones sobre la


personalidad del profeta. Tiene frecuentes visiones en las que actúa y participa, junto a otras
expresiones de un estado extático.

Se puede distinguir dos etapas en el ministerio y el mensaje de Ezequiel:


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- Entre las dos deportaciones (597 y 587): Ezequiel advierte a los desterrados que no abrigen
esperanzas de que el destierro será corto (a pesar de las revueltas que se dan al interior del imperio). A
los que han podido continuar en Jerusalén, Ezequiel critica en los términos más duros su idolatría,
injusticias y crímenes. Y sobre todo su creencia de que se han librado del exilio porque son menos
pecadores que los exiliados.

- Después de la caída de Jerusalén. La caída de la Ciudad Santa abre una etapa completamente
nueva en la predicación del profeta. Anuncia una Nueva Alianza basada en un cambio del corazón y la
reconstrucción de Jerusalén y del Templo.

- Deuteroisaías (533 – 539)

Deuteroisaías es un profeta anónimo del exilio, autor de Is 40 – 55. Actuó entre los desterrados
de Babilonia a finales del exilio. Basándonos en la mención de Ciro, podemos fechar el contenido de
estos capítulos entre el año 533, cuando comienza sus campañas triunfales, y el 539, fecha de la
rendición de Babilonia.

Isaías 40 al 55 nos habla del “consuelo” de Dios a los desterrados. En una primera parte (c.40-
48) el consuelo consiste en la liberación de Babilonia y la vuelta a la tierra prometida, una especie de
segundo éxodo, semejante al primero. El liberador aquí es Ciro, emperador persa, que está derrotando
al imperio babilónico y que de hecho permitirá a los judíos volver a su tierra.

En la segunda parte (c.49-55) el consuelo se traduce en la reconstrucción y restauración de


Jerusalén. Ella aparece como mujer y como ciudad. Como mujer, se queja de la falta de hijos; como
ciudad, de sus ruinas (c.54). Pero ambas cosas serán superadas, gracias al sufrimiento del Siervo de
Dios, misterioso personaje que aparece en cuatro cantos (42,l-9; 49,1-6; 50,4-ll; 52,13 – 53,12).

1.2.4. Decadencia y silencio

1.2.4.1. Los profetas de la reconstrucción

Abarcamos aquí los primeros decenios después del destierro (538-515 aproximadamente). Dos
personajes nos resultan perfectamente conocidos: Ageo y Zacarías. Otro aparece envuelto en el
misterio, y es probable que nunca existiera (Tritoisaías). Sus mensajes coinciden a veces, difieren en
otras. Pero, si buscamos un denominador común que nos permita relacionarlos, lo encontramos en su
preocupación por el futuro.

No tiene nada de extraño. El pueblo, que ha vuelto del destierro, se halla desanimado. El
presente no ofrece grandes alegrías. El pasado sólo sirve para aumentar la tristeza. La solución fácil es
la evasión: preocuparse por lo inmediato y cotidiano, renunciar a la esperanza, no pensar en el futuro.
Sin embargo, estos profetas, cumpliendo la antigua misión de sacudir las conciencias, enfrentarán al
pueblo con el futuro.
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- Tritoisaías (Is 56-66)

Por Tritoisaías entendemos una serie de oráculos, de contenido muy variado que se encuentran
en los caps. 56 a 66 del libro de Isaías. Su núcleo originario parece estar en los caps. 60 a 62.

En ellos se habla de un consuelo futuro, de una salvación y victoria de Dios, que repercutirá en
el bienestar de todo el pueblo. Pero este mensaje queda condicionado desde el comienzo por la
observancia del derecho y la práctica de la justicia. El futuro mejor no es una promesa incondicionada,
sino una promesa que hay que conquistar. Si la actuación de Dios ha sido tan modesta hasta ahora es
por el pecado del pueblo. Dios quiere escuchar a su pueblo, salvarlo de la situación en que se
encuentra. Pero el hombre debe colaborar, cambiando de actitud y de conducta.

- Ageo (520)

Ageo, un profeta que actuó en los meses sexto y noveno del año 520. Afirma que lo que impide
la irrupción de la salvación es la despreocupación por el Templo, que yace en ruinas. Por ello centra
todo su interés en la reconstrucción del Templo, de la depende también el éxito en las cosechas.

Sin embargo, para Ageo la promesa futura no se limita a un bienestar de tipo agrícola. Cuenta
también con una restauración política y una reconquista de la independencia, después de una catástrofe
que sacudirá a todas las naciones (2,6ss). Así se inaugura un nuevo reino, con Zorobabel como
representante de Dios (2,21-23).

- Zacarías (520 – 518)

No sabemos si es el sacerdote Zacarías, mencionado en Neh 12. En todo caso el ministerio de


este profeta tuvo lugar entre los años 520 a 518 a.C. Pertenecen a este profeta los caps. 1 al 8. Los
textos siguientes (llamados “Déuterozacarías” son muy posteriores).

Sus 7 visiones nocturnas son cuadros surrealistas, que en algunos aspectos continúan el estilo
profético de Ezequiel con sus caballos de colores, jinetes misteriosos, cuernos, etc., que explotarán más
tarde los autores apocalípticos, al igual que la figura del ángel intérprete. Pero la aportación principal
de las visiones radica en su mensaje: a través de ellas conocemos los pormenores del orden
escatológico que precede a la venida de Dios. Todas las ilusiones alentadas por los judíos que
marcharon desde el destierro se encuentran aquí plasmadas: Dios se vuelve benigno a su pueblo,
castiga a sus adversarios, llena de gloria a Jerusalén, suprime a los malhechores y le concede unos
gobernantes dignos de la nueva situación.

- Abdías (primeros años de la restauración)

Hay que añadir aquí a Abdías, un breve escrito que contiene una colección de oráculos en
contra de Edom (por su colaboración con la destrucción de Jerusalén) y un anuncio del “día del Señor”
(que incluye el castigo de todos los que han hecho el mal y una restauración de un “resto” de Israel en
el monte Sión). Debe situárselo en los primeros momentos de la reconstrucción. Respecto de quién es
Abdías, nada sabemos.
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1.2.4.2. La marcha hacia el silencio (siglos V – III)

- Joel (?)

Podemos incluir en este periodo final un libro de muy difícil datación y escrito por un autor
anónimo, el de Joel, con su famosa plaga de langostas -que preludia la venida del “día del Señor”- y el
anuncio de la efusión del Espíritu.

- Malaquías (480-460)

Es una colección de oráculos proféticos que pertenecen a un autor anónimo. Aborda los
problemas de su época, sean teóricos (amor de Dios, justicia divina, retribución) o prácticos (ofrendas,
matrimonios mixtos, divorcio, diezmos). Si su mensaje no alcanza a veces un horizonte tan amplio
como el de los antiguos profetas, se debe a que la época no da más de sí. Leyendo esta obra, tenemos la
impresión de que la palabra de Dios se hace pequeña, se acomoda a las míseras circunstancias de su
pueblo. Como si no hubiese nada nuevo e importante que decir, limitándose a recordar la predicación
del Deuteronomio o de los profetas anteriores.

De esta época datan varios escritos que no son proféticos aunque estén insertos en los Escritos
Proféticos de nuestras Biblias.

Podemos situar en el siglo V al librito de Jonás, que es una especie de parábola de carácter
didáctico con un maravilloso mensaje sobre el amor de Dios a los paganos, incluso a los de peor fama,
los ninivitas. Pretende rechazar la política xenófoba de Esdras y Nehemías.

Baruc es una antología de fragmentos de distintas procedencias, atribuidos al profeta discípulo


de Jeremías, pero que nada tienen de proféticos y son muy tardíos (siglo III o II).

A estos siglos pertenecen también colecciones tardías, atribuidas más tarde a famosos profetas
del pasado: la llamada «Escatología de Isaías» (c.24-27), la colección conocida como
«Deuterozacarías» (Zac 9-14) y otros textos. Una producción interesante, pero que no logra evitarnos la
impresión de que la profecía va languideciendo.

Daniel es un texto, en parte hagádico 13 en parte apocalíptico, escrito en la época de la


persecución griega de Antíoco IV Epífanes (siglo II). No se trata, por lo tanto, de un libro profético.

1.2.4.3. ¿Por qué se termina la profecía?

Después de un pasado tan glorioso, cuyo fruto impresiona todavía hoy, este silencio de la
profecía llama poderosamente la atención. Se han buscado explicaciones a este hecho por senderos
muy diversos.

- Unos especialistas insisten en que la profecía fue evolucionando paulatinamente hacia la


apocalíptica, hasta dejar paso a esta nueva corriente.

13
Es decir un relato edificante que busca inculcar ciertas actitudes o conductas.
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- Otros creen que la profecía, estrechamente vinculada a la monarquía desde sus orígenes, sufre
un golpe de muerte con la desaparición de los reyes.

- Se aduce también que la canonización de la Ley o Torah, que probablemente tuvo lugar en el
siglo V proporcionó al pueblo un medio seguro de conocer la voluntad de Dios, que hizo innecesaria la
palabra profética.

- Otra causa podría ser el empobrecimiento creciente de la temática profética. Por una parte se
centra demasiado en el futuro lejano y, por otra, cuando habla del presente, no trata los grandes temas y
le falta el carácter incisivo de los antiguos profetas.

- Podría haber influido también el aumento creciente de religiones de salvación con sus magos y
adivinos, que el pueblo identificaba a veces con los profetas. Esta peligrosa identificación habría hecho
que el profetismo cayera en el descrédito.

De cualquier forma, la profecía siguió gozando de gran prestigio en Israel. Se estimaba


grandemente a los antiguos profetas y se esperaba la venida de un gran profeta en el futuro (1 Mac
4,46; 14,41). Según una corriente sería un profeta como Moisés (ver Dt 18,18); de acuerdo con otra,
inspirada en Mal 3,23, sería Elías quien volvería. Esta esperanza se cumplirá, para los cristianos, en
Juan Bautista y Jesús.

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