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ETIMOLOGÍA

El término “Profeta”, viene del griego pro-phetes, que significa hablar en nombre de alguien,
especialmente de una divinidad. Nada tiene que ver, por tanto, con el adivino ni con el agorero o
vaticinador que en griego se llamaba mantis. Pro-phetes en hebreo es “nabí” y pertenece al lenguaje
religioso, significa el designado por Dios para hablar en su nombre. En el griego extra-bíblico
“profetes” también pertenece al vocabulario religioso que significa el portavoz de un dios o de Dios,
que proclama la voluntad divina en un orá culo. 1.

Sobre el término “Profetas” existe un problema, por ejemplo en 1 Sm 9, 6 vemos tres términos:
Hombre de Dios (Is elohim), Vidente (ro eh) y Profeta (nabí); los tres son hombres que hablan en
nombre de Dios. En algunos casos, aparecen como sinó nimos, pero su uso está bien marcado2…
Veamos:

1. El término “vidente”.- Solo se usa 11 veces y se dice de: un hombre que conoce cosas ocultas
mirando las entrañ as de las víctimas que pedía para el sacrificio. En Isaías “vidente” es
paralelo a “visionarios” (Hozím), grupo que mediante sus visiones y palabras, recuerda al
pueblo su responsabilidad ante Dios. El libro de 2 Re 17, 13 también equipara profetas y
visionarios. Que en este caso, aparece algo má s ligado a la monarquía, visionario del rey.

2. El término “hombre de Dios”.- Aparece 76 veces, 55 de ellas en el libro de los Reyes. Se


designa a los elegidos de Dios: Eliseo 29 veces, Elias 7v., Moisés 6 v., Samuel 4, David 3,
Semayas 2, Janá n 1v. y algunos personajes anó nimos.

3. El término “Profeta”.- Aparece 315 veces, traducida del hebreo, “nb” “nabí”, usado a partir
del s. VIII y durante el S. VI coincidiendo con la redacció n de la Historia deuteronomista y con
profetas como Jeremías, Ezequiel y Zacarías.

En una sentido amplio, la Biblia, atribuye el título de profeta a: Abrahá n, a María, hermana de Moisés
y de Aró n, a los setenta ancianos imbuidos por el Espíritu (Nm 11, 25-29), a Débora, que juzgó a
Israel en la época de los jueces, y, por su puesto, a Moisés, prototipo de profeta. De él llegó a decirse
que “no ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien el Señor trataba cara a cara” Dt
34, 10”3.
EL FENOMENO DEL PROFETISMO

En las religiones, tanto las primitivas como las evolucionadas, se ha conocido el fenó meno del
profetismo como quienes interpretaban la mente divina y la hacían inteligible. La funció n del
“profetes” se consideraba situada en el orden de la religió n pú blica. Si queremos acercarnos, por
analogía, a la profecía vetero-testamentaria debemos de indagar en el Pró ximo Oriente Antiguo. De
esta forma conoceremos la dependencia, si la hubo, de la profecía israelita a la profecía de
Mesopotamia y Egipto.

A. Las Profecías en el Oriente Próximo

1
AA. VV., Sagrada Biblia - Comentario, Eunsa, Pamplona 2010, pág. 673
2
SICRE, José Luis, Profetismo en Israel, Ed. Verbo Divino, Navarra 1992, pág. 68
3
AA. VV., Sagrada Biblia - Comentario, pág. 674
En la fenicia del s. XI está atestiguada la profecía extá tica, la grá fica descripció n de 1 Re 18, 19-40 es
un testimonio del cará cter que revestía ésta profecía en tiempos de Elías, que no llegan a diferenciarse
mucho de la de los profetas yahvistas de las que se habla en 1Sm 10,5-7; 19, 18-24.

Gracias a los datos que nos ha dejado la Babilonia antigua, se puede saber que en sus templos había
sacerdotes llamados “baru” que emitían un “teru” (mensaje) a solicitud de sus clientes. En el Oriente
Pró ximo, apenas se lograba diferenciar entre profeta y sacerdote, pero en Israel, estas dos figuras
estaban bien definidas, ya que mientras el sacerdocio israelita era hereditario y jerá rquico, la profecía
era de orden carismá tica. En algunos casos se cumplían las dos funciones sacertotal y profética como
Ezequiel y Jeremías, en otros como el profeta Amos no hay indicio de que fuera sacerdote. Mientras
que en Samuel es difícil diferenciar las funciones proféticas y sacerdotales 1 Sm 19, 18-24. Para los
á rabes, el hombre inspirado, el profeta, es conocido por el término Kahim, emparentado con el hebreo
Kohem, sacerdote.

En este sentido la profecía Israelita sigue manteniendo ciertas analogías con el resto del pró ximo
oriente. Así pues, el profeta, hombre que comunicaba los mensajes de Dios a sus correligionarios fue
los mismo tanto en Babilonia, en Canaá n y en Israel.
B. El Profetismo y la Tradición de Israel
Tres Momentos importantes:
a. Profetismo primitivo.- El primitivo profetismo no era solo de varones 4 sino que, incluso,
algunas mujeres que fueron consideradas profetas el caso de María, Débora (Ex 15,20; Jue
4,4). Habían profetas que vivían en grupos y contaban con discípulos. Otros vivían solos
2Re 4,1 ligados a un santuario, o al servicio del rey en calidad de profeta de la corte.

La experiencia extá tica de profecía primitiva, tenía que organizar un clima adecuado para
profetizar que se conseguía a través del contagio mutuo provocado mediante la mú sica y la
danza. Todo esto acontecía en una genuina experiencia religiosa en la que se creía tener un
verdadero contacto con Dios. Elías y Eliseo son frecuentemente asociados a los “hijos de
los profetas” como maestros y jefes. En 2 Re 3, 15, se aprecia como Eliseo utiliza un
recurso habitual, para provocar el É xtasis.

b. Profecía Clásica.- Son aquellos profetas cuyos nombres encabezan los libros proféticos.
En el A.T. especialmente en la historia de Samuel, aparece clara la intenció n con que
Yahvé suscitó la profecía de la edad clá sica. Con Samuel que era una “nabí”5, la profecía
israelita iba alcanzar una nueva dimensió n.

En la profecía clá sica, los profetas, procuraban darse a sí mismo nombres distintos al de
nabí: mensajeros de Yahvé (Is 44,26; Mal 3,1) siervo de Dios (Is 20,3; Am 3,7), pastores (Jr
17,16), guardianes (Is 62,6), centinelas (Am 3,4; Is 56, 10), etc. Dos características del
profetismo clá sico: La revelació n intrépida de la voluntad moral de Yahvé y el Dios de la
alianza israelita. Los profetas clá sicos son de los s. VIII, VII y VI, por orden cronoló gico:
Amos, Oseas, Isaías, Miqueas, Nahú m, Sofonías, Habacuc, Jeremías y Ezequiel. Todos
ellos judíos.

4
La profecía inició con la historia de Israel que consideró como el máximo profeta a Moisés, también a Aarón Nm 12, 2-8.
5
1 Sm 3,1; 1 Sm 12, 1-5.
c. Profecía post-exílica.- En este periodo encontramos una profecía carente de energía y
espontaneidad, que caracterizaba la profecía pre-exílica. Los profetas vivían a costa de lo ya
profetizado. El corpus profético post-exílico, constituye probablemente, un conjunto má s
compacto que el pre-exílico. Es que estaban en condiciones de mirar con mayor optimismo
el porvenir de Israel, había una nueva esperanza en la figura del Siervo de Yahvé revelada
por el Isaías exílico. Zacarías y Malaquías se preocuparon del templo, de la ley y algunos
asuntos relacionados con el culto, que no podía esperarse de un profeta pre-exílico.

Cronoló gicamente serían: la secció n final de Isaías (del llamado Trito-Isaías), Ageo,
Zacarías, Malaquías, Abdías, Joel y los profetas anó nimos autores de Zac 9-11 y 12-14. Sin
mencionar las distintas manos que seguro estuvieron presente en Isaías, Jeremías y
Ezequiel.

C. El Profetismo como Institución propia de Israel

Conocemos que el profetismo nace al calor de los templos donde los israelitas acudían a solucionar
sus problemas y a consultar qué quería el Señ or de ellos. Samuel que ejerce esta funció n en el templo
de Siló , es considerado el profeta má s antiguo, y la tradició n posterior lo ha ensalzado có mo
intercesor, trasmisor de la palabra de Dios, promotor de las instituciones de Israel y có mo el primer
mensajero de los tiempos mesiá nicos. Samuel es profeta porque interpreta el querer de Dios para el
pueblo entero, o para una persona elegida por el Señ or para desempeñ ar un cometido importante: él es
quien unge a Saú l y a David, él indica có mo ha de ser la monarquía, etc. A parir de Samuel, el profeta
de Israel tendrá la funció n pú blica de transmitir la voluntad de Dios en momentos decisivos.

Hay algunos personajes que ejercieron la profecía como Balaá n que pronunció algunos orá culos Nm
23,7-10, a pesar de no ser del pueblo elegido. Gaad y Natá n vivieron en la corte y fueron profetas del
Rey David, otros como Ajías de Silo, Jehú , y Miqueas hijo de Yinmlá , eran profetas cortesanos.

Menció n particular tienen los llamados profetas carismá ticos, porque no estaban relacionados con la
corte ni con el templo y tuvieron gran importancia en la vida de Israel, entre ellos destacan Elías y
Eliseo, que desempeñ aron el ministerio profético en el siglo IX a. C., e influyeron poderosamente en la
política de su época y en la purificació n de la religió n de Israel. De todos estos profetas hablan las
Sagradas Escrituras en orá culos o intervenciones, pero no se les atribuyó ningú n escrito. Son profetas
porque segú n el testimonio bíblico actuaron y trasmitieron su mensaje en nombre de Dios.

LOS PROFETAS DEL CANON BÍBLICO

Los profetas escritores que formar parte del canon bíblico tienen como características propias que sus
visiones, sus acciones, sus orá culos y todo aquello que constituía su actividad profética han sido
puestos por escrito. En sentido estricto, má s que de profetas habría que hablar de literatura profética o
de libros proféticos. Entendiendo por estos, los escritos que, atribuidos a un profeta determinado, han
sido trasmitidos como tales en el canon bíblico. Los libros proféticos tienen su autoridad porque, “en
cuanto que, escritos por inspiració n del Espíritu Santo tienen a Dios como autor, y como tales han sido
confiados a la Iglesia”6.

1. Formació n de los Libros Profé ticos

6
Concilio Vaticano II. Dei Verbum n. 11.
Los libros Proféticos, lo mismo que otros muchos libros de la antigü edad, no fueron escritos de un
tiró n. Sino que como la mayoría de los escritos de la Biblia, tuvieron un proceso de redacció n má s o
menos largo hasta llegar a la forma definitiva trasmitida en el canon. Cada libro profético, sin
embargo, tiene mucho que ver con el personaje que lleva su nombre. Porque contiene a grandes rasgos
su doctrina y ademá s porque se sabe que algunas secciones fueron escritas directamente por él o por
sus amanuenses, como el caso de Baruc que escribió al dictado de Jeremías (Jr. 36).

Los comentaristas suelen señ alar tres capas redaccionales presentes en los libros proféticos,
correspondiente a tres momentos concretos de la historia de su composició n. Si bien hay que matizar
mucho en cada libro, se puede decir, como regla general que:

- Una parte corresponde al profeta


- Otra ha sido elaborada por los discípulos
- La estructura literaria final es obra de un ú ltimo redactor

Del propio profeta, suelen considerar algunas secciones poéticas, en concreto, las que tienen má s
fuerza expresiva como por ejemplo los orá culos contra las naciones de Amos o las confesiones de
Jeremías. A los discípulos, se les asignará la labor fundamental: recopilar y seleccionar los orá culos
má s relevantes, darles forma literaria, redactar las partes biográ ficas en tercera persona, poner por
escrito las visiones y las acciones simbó licas. Y al redactor final, se le considera responsable de la
unidad del libro y de la actualizació n del mensaje
Desde el punto de vista literario, los profetas se diferencias del resto porque conservan los modos
específicos de proclamació n pú blica. El profeta ordinariamente se dirigía a sus oyentes en voz alta,
con intenció n de conmoverles y de orientar su conducta. Por tanto, el modo habitual de expresió n
profética es el orá culo, es decir, la declaració n solemne en nombre de Dios que lleva implícita una
condena o una promesa de salvació n. A los orá culos de Salvació n pertenecen los orá culos mesiá nicos
y gran parte de los escatoló gicos. Hay también orá culos judiciales o procesales, en los que
literalmente se entabla un pleito entre Dios y el pueblo para poner de manifiesto los motivos del
castigo divino7.

2. Gé neros Literarios de las Profecías8

El elemento profético má s característico es el orá culo, que como dijimos anteriormente suele ser una
sentencia poética breve. Varios de estos orá culos, han sido acoplados, para formar unidades de mayor
extensió n, a veces, hecho por el propio profeta, pero generalmente hecho por obra de un redactor que
para subrayar el cará cter divino del orá culo, lo inserta con las advertencias oportunas como: Así habla
Yahvé, Yahvé dice, etc. Cuando lo hace el profeta su autoridad vasta, por ser porta voz de Dios.

Podríamos clasificar los orá culos como:

a) Oráculos contra un individuo, son los má s antiguos, breves, de estilo directo. Un caso típico es Am
7,16-17 (Ver también 1R 21,17-19; 2R 1,3-4).

b) Oráculos contra una nació n (Israel o las naciones extranjeras) Son la mayoría, por lo que no cabe
esperar un esquema fijo; Por su sencillez y cualidades didá cticas son típicos los orá culos contra las
naciones de Amó s (Am l,3-2,16).

7
AA. VV., Sagrada Biblia - Comentario, pág. 675.
8
Comentario Bíblico San Jerónimo, pags. 635-637.
c) Oráculos de lamentación. También llamados Ayes, por comenzar con esa interjecció n. Suelen estar
redactados en pasado, aunque se refiera a acontecimientos futuros. Un ejemplo sencillo es el recogido
en Is 5,8-17.

d) Oráculos de salvación. Aparecen con má s frecuencia en los profetas exílicos o postexílicos que
procuran elevar el á nimo decaído de los deportados o de los que acaban de regresar (cf. Is 41,8-13;
44,1-5). Pero también se encuentran en los preexílicos (cf. Am 5,15; Is 9,1-6; etc.). Como ejemplo
podemos leer Is 41,8-13.

e) Promesas mesiánicas y oráculos escatológicos. Pertenecen a los orá culos de salvació n (por
ejemplo Is 7,14) con mayor frecuencia en los profetas postexílicos (por ejemplo Za 14,1-11).

“Los profetas, también utilizan otros géneros comunes a toda literatura profana o bíblica: canciones (Is
5,1-2), himnos (Is 44; 45), cartas (Jr 29), confesiones íntimas (Jr 11,18ss; 15,10-21; 17; 18,20),
instrucciones sapienciales, o sermones (Am 5,21-24; Is 8,11-15). Los profetas, en efecto, fueron
oradores de amplios recursos oratorios, y en ocasiones se mostraron como poetas de alta sensibilidad
(Isaías, Jeremías), como maestros conocedores de las técnicas sapienciales (Amó s, Joel), como
narradores capaces de destacar detalles sorprendentes (Jeremías, Ezequiel), como profesionales del
culto capaces de componer salmos, himnos, oraciones (Nahum, Habacuc)”9.

3. Los temas má s relevantes de los Profetas10

Los escritos abarcan un periodo de má s de cuatro siglos. Por tanto, no eran iguales las preocupaciones
de Amó s del s VIII a.C., a las que tenía Ageo y Zacarías al final del S. VI o el redactor final de Daniel
en el siglo II. Aú n, habiendo tanta diferencia de entornos sociales y de tiempos, hay tres puntos en los
que todos los profetas inciden con má s o menos insistencia: el monoteísmo, el mesianismo y la
doctrina moral y social.

a) El monoteísmo. Es el tema má s importante de los orá culos proféticos, no se trata solamente de


un monoteísmo ético y cultural, que se conoce como “Monolatría”, sino de la fe en Dios uno y
ú nico: no hay otro Dios que el Señ or. El esquema monoteísta de los profetas puede
estructurarse del modo siguiente:

- Dios es soberano absoluto de la historia. Los profetas así como los sabios, reconocen al
Señ or como soberado de la creació n, y, por encima de todo como Señ or y guía de la
historia (Am 4, 4-12).
- Dios tiene con Israel una relació n particular. En el libro de Amos se habla de Dios como
compañ ero de camino que comunica sus secretos a sus siervos los profetas (Am 3,3-8).
- Dios es Santo. A pesar de su íntima relació n con el pueblo, no es como ellos, ni puede ser
tratado como uno má s, ni es manipulable, sino que Dios es trascendente, el Altísimo (Is
6,3).
- El castigo es interpretado también como parte de la relació n de Dios con su pueblo. Si este
no cumple, las exigencias de su elecció n Dios tendrá que castigarlos. Solo entonces lo
rehabilitará (Am 3,2).

9
Santiago AUSIN, Profetas y Libros Proféticos, pág. 72.
10
Ibíd, págs. 677-678.
b) La Esperanza Mesiá nica. Es la espina dorsal de los libros proféticos. Los de la época anterior al
exilio de Babilonia, lo mismo que los Salmos parten de la profecía de Natá n, para expresar su
idea de que la salvació n viene al pueblo a través de las dinastías davídicas, mediante un
descendiente de David. Isaías es, sin duda, quien má s referencias hace a la dinastía davídica (Is
7, 13-17). También Miqueas alude a la dinastía davídica sin nombrar al rey (Mi 5, 1-5). En
Jeremías solo encontramos una vez la referencia a la venida de un vá stago davídico que reinará
con la justicia del Señ or (Jr 23, 5-6).

Los profetas de la deportació n apenas hablan del mesianismo real: Ezequiel llega a quitar el
título de rey al príncipe que regirá al Israel restaurado y le considera un nuevo David. A la
vuelta del destierro, se proclama que Dios mismo es el que traerá la salvació n. Vendrá , ante
todo, a través del pueblo, o de uno nacido en él, un siervo del Señ or que asuma obedientemente
el castigo de todos (Is 42,1).

En los ú ltimos profetas, los post-exílicos, surge una espiritualizació n del mesianismo, que
cuadra mejor con la doctrina escatoló gica que enseñ an. Se entiende aquí por escatología, el
convencimiento de que Dios ha de llevar a cabo la obra salvífica de forma definitiva y para
siempre a través de Israel, pueblo elegido, que tiene una especial misió n en el advenimiento de
la salvació n. Segú n Zacarías, Dios mismo vendrá a reinar sobre la tierra (Zc 13,9).

c) Doctrina Moral y Social. Los profetas, en particular, los anteriores al destierro, insistieron en
las exigencias sociales de la fe, y el cumplimiento con las obligaciones que de ellas se
derivaban. Con especial crudeza denuncian la opresió n de quienes gobiernan, y proclaman la
predilecció n divina por los pobres del Señ or. Los profetas nunca consideraron la pobreza como
algo deseable, ni menos aú n, como un ideal. Sin embargo el pobre es justo porque pone su
confianza en el Señ or dejando la vida en sus manos y en un esperar la consolació n de Israel.

Con la expresió n “pobres del Señ or”, no es infrecuente referirse a las personas piadosas, justas,
temerosas de Dios, humildes de corazó n, creyentes que esperan la consolació n de Israel y
cumplen la voluntad de Dios. El pobre es especialmente querido por Dios porque es “víctima
de la injusticia” de los poderosos y adinerados, es la víctima clara de la injusticia por quien
Dios batalla. Con este fin, los profetas gritan a los cuatro vientos, que justicia y santidad son
exigencias ineludibles de la Alianza.

Los preceptos morales que recuerdan los libros proféticos son los mismos que aparecen en la
ley, pero en ellos hay un enorme esfuerzo de interiorizació n. Los profetas exigen un corazó n
limpio por encima de actos externos. Las exigencias culturales son también parte del mensaje
profético. La insistencia en purificar y rectificar el culto refleja la preocupació n de los profetas
por la adoració n y el respeto debido a Dios. Un pueblo que se aproxima al Señ or con los
sacrificios y lo confiesa en la liturgia no puede después negarlo con sus costumbres
depravadas e injustas.

El siglo de oro de la Profecía y los Grandes profetas

Isaías, Jeremías y Ezequiel


En el s. VIII se pusieron por escrito muchas profecías, es que, “si el mensaje de los profetas a partir de
Amos, se conservó por escrito, fue debido a que su palabra causó honda impresió n en los oyentes. Esta
novedad consistiría en el rechazo del reformismo para dar paso a la ruptura total con las estructuras
vigentes.”11 Lo que pasa es que Amos advertía que el sistema en que vivían estaba podrido y que Dios
no volvería a perdonar a su pueblo. Entonces se decide que, lo que decía Amos se consignase por
escrito, para que cuando ocurriesen las desgracias, nadie pueda decir que Dios no les había advertido.
Desde este momento, se empieza a poner por escrito las cosas que dicen los profetas y también las que
Dios ordenaba que se escriban en los orá culos.
Antes de entrar hablar de los profetas y la estructura de sus escritos, es conveniente mirar las
problemá ticas en las que se mueven. José Luis Sicre, las sintetiza en:

a) La problemática social.- Existe mucha marginació n social que le toca muy fuerte a Amos, a
Miqueas, le ofusca la opresió n de los campesinos de la Séfela por parte de los terratenientes y
de las autoridades de Jerusalén. Isaías que, parece, vive en la ciudad, enfoca otros problemas
como la corrupció n de los ricos. Recordemos que en el s. VIII el Reino del norte como el del
sur habían pasado rá pidamente, de una gran pobreza a un auge econó mico, solo comparable
con el reino de Salomó n. Pero esto se había conseguido a base de la explotació n de los má s
pobres, estas desigualdades entre pobres y ricos eran de proporciones alarmantes. Amos les
conoce como: los oprimidos y los que atesoran (Am 3, 9-12).
b) La problemática religiosa.- Tiene dos vertientes, por una parte el culto a los dioses
extranjeros, especialmente a Baal. En Oseas vemos có mo se arremete contra él. La segunda
sería la má s grave, la falsa idea de Dios, puesto que se promovía un culto vacío, de malas
interpretaciones sobre los designios divinos, sin exigencias éticas; todo se quería controlar con
ofrendas y sacrificios, llegó a considerarse, un dios cualquiera que los cultos y ofrendas le
satisfacían.
c) La problemática política.- Aparece este tema, con mayor fuerza, en Oseas e Isaías. “La chispa
que hará estallar la bomba es la subida al trono de Asiria a Tiglatpileser III (745 a.C.). Su
política imperialista y la de sus sucesores (Salmanasar V, Sargó n II, Senaquerib)
transformaron el antiguo oriente en un campo de batalla donde Asiria intenta imponer su
hegemonía sobre pueblo pequeñ os y tribus dispersas.12” Frente a ella Egipto es la ú nica capaz
de oponerse, así nacerá en Israel y Judá dos partidos contrarios los: “asiró filos” y los
“egiptó filos”. Isaías arremete muchas veces contra estas tendencias, pide la conversió n pero
nadie hizo caso.
Isaías

La relevancia que tiene el libro de Isaías dentro de la Biblia, ademá s de ser manifiesto por su posició n
y extensió n, se hace notar también porque es el libro del Antiguo Testamento má s citado en el Nuevo
Testamento, después de los salmos. Esto quiere decir que el libro de Isaías es el que anuncia con
mayor claridad a Jesucristo el Siervo sufriente, profetiza sobre Cristo, e incluso sobre la Iglesia.
Vida

11
SICRE, José Luis, Profetismo en Israel, pág. 262.
12
SICRE, José Luis, Profetismo en Israel, pág. 263
Son pocos los datos que poseemos sobre la vida de Isaías. Debió de nacer, posiblemente, en Jerusalén
hacia el añ o 760 a.C. Su padre se llamaba Amos, no tiene relació n con el profeta. Recibió la vocació n
profética muy joven a los 20 añ os. Lo que no sabemos es cuá ndo murió .13

Isaías como escritor, es el gran poeta: dueñ o de singular maestría estilística, que le permite variar
originalmente un tema. Poeta de buen oído, amante de la brevedad y la concisió n, con algunos finales
lapidarios. En su predicació n al pueblo sabe ser incisivo, con imá genes originales y escuetas, que
sacuden por su inmediatez. Los que copilaron el libro de Isaías no se molestaron en ordenar el material
cronoló gicamente ni en distinguir entre orá culos auténticos e inauténticos. Los temas para entender el
hilo conductor de Isaías son: la santidad, la conciencia de pecado (personal y colectivo), la necesidad
de castigo y la esperanza de la salvació n.
Estructura del Libro

El inicio del Escrito se señ ala que las visiones y orá culos del profeta tuvieron lugar en tiempo de los
reyes de Judá , desde el reinado de Uzías hasta el de Ezequías; se puede dividir, por tanto, en tres partes
segú n su contenido y trasfondo histó rico:

Primera parte: Comprende los capítulos 1-39. Refleja la época de los reyes de Judá y recoge las
visiones y orá culos del profeta del S. VIII.
Secciones de esta primera parte:

- 1-12 Orá culos destinados al pueblo de Dios


- 13 -23 Orá culos contra las naciones
- 24-27 Gran Apocalipsis de Isaías
- 28-33 Amenaza contra Judá y Jerusalén
- 34-35 Pequeñ os Apocalipsis
- 36-39 Apéndices histó ricos

Segunda Parte: Va del capítulo 40 al 5514 también llamado el Deuteroisaías.


Secciones de esta segunda Parte:

- 40, 1-11 Pró logo


- 40, 12 – 48, 22 Libro de la consolació n (exilio de Babilonia, la elecció n y la misió n de
Ciro el persa, la liberació n de los deportados y su vuelta a la tierra). Aquí se inserta el
primer canto del Siervo sufriente.
- 49,1 – 55,13 Proclama la salvació n divina y la restauració n de Jerusalén

Tercera Parte: Incluye los capítulos 56-66 Acontecen los problemas que surgieron en Judá y sobre
todo en Jerusalén, a la vuelta del exilio de Babilonia. La tierra de Judá estaba totalmente devastada.
Existía un dominio extranjero. Al profeta le urge hablar de la fidelidad a Dios y a la rectitud de las
prá cticas religiosas.
13
“la tradición judía recogida en el Talmud dice que fue asesinado por el rey Manasés, quien mandó aserrarlo por la
mitad; aunque esta tradición fue recogida por Justino, Tertuliano y Jerónimo, carece de fundamento.” Ibíd, pág. 286
14
Hay muchos motivos para pensar que esta segunda parte no fue escrita por Isaías. Algunos motivos son histórico:
Jerusalén ha sido destruida tal como se profetiza en Is 1,20. Y la esperanza se pone en la vuelta de los desterrados tras el
edicto de Ciro, el Persa. La reconstrucción de Jerusalén y los destinatarios de los oráculos son los exiliados de Babilonia.
Secciones de esta tercera parte:

- 56-59 Introducció n con amplia temá tica


- 60-62 Envío del Espíritu del Señ or sobre el profeta
- 63 -66 Conclusió n del apartado de este libro de todo Isaías.

Actividad profé tica

La actividad de Isaías se puede dividir en cuatro periodos que coinciden con los reinados en que vivió :

a) Yotán (759- 743). Es una época de prosperidad econó mica y de independencia política. Isaías
enfoca, desde el querer de Dios, la situació n social y religiosa. Constata numerosas injusticias,
que intentan arroparse con una falsa piedad y abundantes prá cticas religiosas (1,10-20). Para
nuestro profeta, Jerusalén ha dejado de ser la esposa fiel para convertirse en una prostituta (1,
21-26). Su principal interés radica en que el hombre se convierta, practique la justicia y se
muestre humilde ante Dios.

b) Ajaz (743-727). Se suscita la guerra siro-efraimita. Isaías se opone al temor del rey y del
pueblo ante la amenaza del enemigo (Is 7-8). Al temor porque revela la poca confianza en
Dios que se ha comprometido con Jerusalén y la descendencia davídica; supone desconfiar de
que Dios está con su pueblo. Para Isaías la implicancia del hombre que se considera heredero
de Dios, ha de ser de una fe activa incluso de una política basada en la fe. Si no crees no
subsistirá s ( 7,9). Su mensaje ronda en dos polos: salvació n y condenació n (Is cc.7-8).

c) Minoría de edad de Ezequías 721-715 a.C. En la minoría de edad de Ezequías15 só lo se


pueden datar dos orá culos: contra Filistea (14, 28-32), la salvació n está en el Señ or, debemos
confiar en sus promesas. Y contra la rebelió n de Samaria (28,1-4) el profeta amenaza a la
ciudad con la ruina.

d) En la mayoría de edad de Ezequías (714-698). Ezequías sube al trono a la edad de dieciocho


o diecinueve añ os. Movido por sus deseos de reforma religiosa y de independencia política,
estaba propenso a meterse en revueltas. El Profeta denuncia esta actitud, puesto que, no traerá n
la libertad sino la destrucció n, ademá s, se realizan sin tener en cuenta la voluntad de Dios.
Cuando empiezan a reconstruir la actividad de los añ os 705-701, poder ver como Isaías
condenó la alianza con Egipto y consideró la invasió n Asiria como justo castigo por la actitud
del pueblo. A pesar de lo sucedido prometió la salvació n de Jerusalén pero la constante actitud
desordenada del pueblo volvió a desilusionarlo (Is 28 - 31).
Generalidades del Profeta
Critica mucho a la clase dominante por su codicia y orgullo, por su codicia desmedida y por sus
injusticias. Dios se ha comprometido con la ciudad y la dinastía, y en esto consiste su mayor seguridad.
Esto exige una respuesta de Fe que el pueblo no muestra y ante la cual el profeta responde
enérgicamente. Isaías con el anuncio de la Palabra de Dios, busca el cambio de conducta de los fieles
del Señ or.

Deuteroisaías
15
Ezequías solo cuenta con cinco años de edad y se encarga del gobierno un regente cuyo nombre se desconoce.
El deuteroisaías es considerado un profeta anó nimo del exílio, para muchos el mejor profeta y poeta de
Israel. En cuanto al lugar de su nacimiento y realizació n profética hay muchas hipó tesis algunos lo
centran en Babilonia, otros en Jerusalén donde desarrolla la predicació n profética. Lo cierto es que no
hay ningú n conceso sobre el tema. Es importante situar la época del profeta, que sería el siglo VI a.C.
Caracterizada por la rá pida decadencia del imperio neo-babiló nico y la aparició n de una nueva
potencia, Persia.

La deportació n nunca fue asimilada por los judíos, desde el primer momento esperaron la rá pida vuelta
a Palestina, pero esto se quebró cuando un grupo de compatriotas en el añ o 586 a.C. fue deportado. De
allí la expresió n tan famosa: “junto a los canales de Babilonia nos sentá bamos a llorar”. Todos estos
sentimientos van acompañ ados de una crisis de Fe, de Esperanza “… mi Dios ignora mi causa” (Is 40,
27) “… me ha abandonado el Señ or, mi dueñ o me ha olvidado” (Is 49,14) estos versículos reflejan la
desilusió n de muchos contemporá neos del profeta.

Su mensaje, está centrado en la consolació n del pueblo de Israel, debido a sus palabras iniciales
“consolad, consolad a mi pueblo, dice el Señ or” en: 40, 27-31; 41, 8-16, etc. mostrando el amor y la
preocupació n de Dios por su pueblo. El consuelo de Israel tiene dos etapas:

a) Cc. 40-48, sería en la liberació n de Babilonia y vuelta a la tierra prometida, una especie de
segundo éxodo, semejante al primero cuando el pueblo salió de Egipto. Aquí Deuteroisaías
detenidamente trata el problema y polemiza contra los dioses e ídolos paganos, impotentes e
ineficaces (40, 12-26; 41, 21-29; 44, 5-20; 46, 1-7).

b) Cc. 49-55, nos habla de la reconstrucció n y restauració n de Jerusalén. La imagen de Jerusalén


es de “mujer” (que le faltan lo hijos) y “ciudad” (en ruina); ambas cosas será n superadas
gracias al sufrimiento del siervo de Dios, que trae la salvació n eterna, el consuelo perpetuo de
Sió n. Y mientras que “Ciro basa su actividad en el poder de las armas; el siervo de Dios,
modelo de debilidad y de no violencia solo cuenta con el poder del sufrimiento. Ciro se gana la
admiració n y la gloria. El Siervo arrastra el desprecio de todos. Pero el dolor y la muerte le dan
la victoria definitiva, má s duradera que la de Ciro”.16

Nunca, hasta entonces, se había hablado del valor del sufrimiento, de su valor redentor en sí mismo.
Deuteroisaías proclama por vez primera que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no produce
mucho fruto.

Tritoisaías

Iría del c. 56 al 66, son atribuidos a diversos autores vinculados espiritualmente a Deuteroisaías.
Proclamaron, los mensajes de Dios, en los ú ltimos decenios del s. VI y primeros del siglo V.

Para llegar a tener un panorama, quizá no tan firmemente definido, pero que ayuda a centrar los
acontecimientos que envuelven al escrito, viene bien citar dos textos: Is 56,1 “Guardad el derecho,
practicad la justicia, que mi salvació n está para llegar y se va a revelar mi victoria”, y el segundo,
recogido por Jesú s en la sinagoga: Is 61,1-3 “el Espíritu del Señ or está sobre mí, porque el Señ or me
ha ungido…”. En ambas citas se habla de un consuelo futuro, de un consuelo y victoria de Dios, que
repercutirá en el bien de todos los pueblos. Tritoisaías, mantiene la esperanza del pueblo que se va
realizando 59, 1-2, a la vez, invita a la paciencia e invoca a la colaboració n del hombre, en su cambio
de actitud y conducta.

16
SICRE, José Luis, Profetismo en Israel, pág. 338.
Estas ideas quizá muy sencillas, nos ayudan a entender todo el libro del profeta Isaías. El nú cleo
bá sico se cree que está n en los capítulos 60-62, que contienen el mensaje salvífico bastante
relacionado con Deuteroisaías, y con Tritoisaías.

Isaías y su relació n con el Nuevo Testamento17

El libro de Isaías es citado explícitamente 90 veces en el Nuevo Testamento. Jesú s se aplicó así mismo
las palabras del profeta “El Espíritu del Señ or está sobre mí…..”Is 61,1-2. La pasió n de Jesucristo se
ve retratada en la imagen del siervo sufriente de Isaías. A partir de la muerte y resurrecció n del Señ or
Jesú s, los apó stoles entendieron que en Jesú s se había cumplido aquellos orá culos sobre el Siervo del
Señ or de Isaías. En el mismo sentido al escribir los evangelistas, parece que tienen delante los poemas
del siervo sufriente, para mostrar el valor expiatorio de la muerte de Cristo.

San Pablo utiliza mucho el escrito de Isaías, para poder hablar del rechazo de Dios a Israel y el
ofrecimiento de salvació n a todas las gentes. La tradició n patrística seguirá el mismo camino,
especialmente en las controversias con los judíos, porque dirá n que tanto en Isaías como en los
Evangelios se cumple en Jesú s lo que profetizaron los profetas. Isaías es un profeta que se lee mucho
en la liturgia de la Iglesia, ayuda a fijarnos en la verdadera actitud de fe y de fidelidad a Dios. Es un
libro especialmente actual.

Jeremías

Jeremías es un profeta de linaje sacerdotal, cuya actividad profética duró má s de 40 añ os. Desde el
primer momento comprobó que su misió n no era nada fá cil y que no tendría buena acogida entre la
gente. Pero permaneció fiel al llamado que Dios le hizo. Con crudas palabras expone su situació n
interior, sus dificultades e incluso hasta sus desá nimos pero no se deja avasallar, siempre da ejemplo
de fidelidad inquebrantable ante la proclama de la Palabra de Dios.

El tema má s importante de éste profeta, es la “conversió n” que quiere de sus conciudadanos tanto en
lo cultual, social y política. El libro ofrece también, muchos pasajes importantes que hablan de un
cambio de suerte, de un futuro descendiente de David que practicará el derecho y la justicia (Jr 23, 5-
6), de una nueva alianza entre Dios y su pueblo (Jr 31, 31-34). En este ú ltimo orá culo aparece todo el
tema de la esperanza mesiá nica.
Vida

Nació hacia el añ o 650 a.C. en Anatot, a unos seis kiló metro de Jerusalén, perteneciente a la tribu de
Benjamín unida a la tribu de Judá 18. El título del libro (1,1), indica que Jeremías era hijo de Jelcías de
los sacerdotes residentes en Anatot, posiblemente su ascendencia se remonte a Abiatar el sacerdote
desterrado por Salomó n a Anatot (1 Re 2,26). Todavía joven recibió la vocació n19 profética 1, 4-10.
Dios no le admite excusas y le encomienda que trasmita sus palabras en añ os muy difíciles de la
historia de Judá . El inicio del escrito de Jeremías, centra su actividad en el añ o trece del reinado de
Josías (1,2; 25,3), que segú n los primeros capítulos del profeta, habría tenido unos 18 añ os de
actividad durante este reinado.
Estructura del Libro
Pró logo (1, 1-3)
17
AA. VV., Sagrada Biblia - Comentario, pág. 691-692.
18
Jeremías concede mucha importancia al éxodo, habla del santuario de Siló Jr 7,14; 26,6.
19
Suele ser frecuente centrar su vocación entre los años 626-625 a.C.
La vocació n del profeta que va del (1, 4-19)
La primera parte (2,1-25,13) comprende prá cticamente toda la predicació n del profeta; los
orá culos son difícilmente encuadrables ni por la cronología ni por los temas. La divisió n que
proponemos es má s pedagó gica.
- Cap. 2-6 se encuentran los orá culos sobre Israel y sobre Judá .
- Los capítulos 7-20 contienen los orá culos que mejor reflejan la personalidad sensible y
mística del profeta.
- Los capítulos 21-25,13a contienen unos severos orá culos contra Sedecías y contra Joaquín.
La segunda parte (25,13b-45,5) está formada sobre todo por relatos autobiográ ficos. Se podría
decir que es el relato de los sufrimientos del profeta.
- Introducció n a los orá culos de las naciones. Una sobrecogedora visió n de la copa de vino
(25,13b-38). Entre ellos:
o Los capítulos 30-33 forman el llamado Libro de la consolació n de Jeremías, porque
contiene el mayor nú mero de orá culos de salvació n.
o Los relatos autobiográ ficos (cc. 26-29)
o El ejemplo de los recabitas (cap. 35) y los padecimientos del profeta que culminan
en el encarcelamiento y petició n de muerte (caps. 36-38).
- Jeremías termina huyendo a Egipto (caps. 39-42). Vaticinio del profeta, la caída de Egipto
(43,8-44). Orá culo a favor de Baruc (45,1-5).
La tercera parte (46-50). Está formada por los orá culos contra las naciones. Al anunciar la caída
de Babilonia se subraya la pró xima liberació n de Jerusalén. De esta forma cobra sentido la denuncia de
los crímenes y castigos de los gentiles como prueba de salvació n para Israel.
El apéndice histó rico (52,1-34) tiene como objetivo subrayar la protecció n de Dios sobre el
pueblo, prefigurado en el trato favorable que el rey cautivo recibe en el palacio de Babilonia.

Actividad profé tica

a. El reinado de Josías (640- 609 a.C). Desde el punto de vista humano la situació n era de
profundo desá nimo, ciudades despobladas, economía muy precaria y una política sin cohesió n,
lo cual hacía sentir un abandono de parte de Dios a su pueblo (2,13). El problema religioso lo
trata Jeremías en los capítulos 2-3, habla de pecado y conversió n. Y también, enfrenta el
problema de la idolatría y del sincretismo religioso (Jr 2-3).

b. En el reinado de Joaquín (609-598 a.C.). La ambició n de construir un nuevo palacio hace que
cometa muchas injusticias con los pobres. Jeremías denuncie duramente estos añ os, los malos
tratos contra los necesitados (Jr 22, 13-19). El rey Joaquín, reinó sometido a Egipto y permitió
una progresiva depravació n de costumbres. Jeremías se opuso abiertamente a esa política pro-
egipcia y denunció con fuerza los abusos. La predicació n de esta época está contenida en los
cap. 7-20. También pertenecen a estos añ os los cap. 25-26 y 35-45. Es posible que la decisió n
y alcance de su celibato (16,1-9) fuera hecha en este período.

Jeremías, denuncia con especial fuerza el olvido de Dios, que se manifiesta en el rechazo de los
profetas (5,12-13; 6,16-17) y de su palabra (6, 10); en el falso culto (6, 20) y la falsa seguridad
religiosa (7, 1-15). Cuando denuncia las injusticias sociales no duda en acusar al rey (22,13-
19). Denuncia las falsas seguridades humanas, el poder y el dinero (17, 5-13). Son
acontecimientos que se suscitan a vísperas de la deportació n de judíos a Babilonia
( 22, 24-30; 13, 15-19).

c. Durante el reinado de Sedecías ( 597-586 a.C.), fueron añ os aparentemente tranquilos sobre


todo en lo político, pero se debate un problema religioso, el de los desterrados. La visió n que se
tiene sobre los deportados es de considerarles culpables de los pecados que les han llevado a la
deportació n, sobre todo por sus infidelidades ante Dios. A diferencia de los que está n en
Jerusalén y Judá que son los buenos; Jeremías despotrica estos comentarios, le parecen
injustos (c. 24; 29, 16-20). Escribe una carta a los desterrados advirtiéndoles que el destierro
será largo para no alentarles falsamente, pero que llegará porque el Señ or Dios es Señ or de
todos (c. 29).

Después de la caída de Jerusalén 586 a.C., los babilonios dividen al pueblo en tres grupos: los que
quedaron libres, los deportados y los juzgados personalmente por Nabucodonosor. A Jeremías le
obligan a marcharse a Egipto de donde desaparece y no se sabe má s de él.

El Profeta Jeremías y su relació n con el Nuevo Testamento20

La principal relació n entre el libro de Jeremías y el Nuevo Testamento, se encuentran en la continuidad


del anuncio hecho por el profeta de una nueva alianza entre Dios y su pueblo, y el testimonio dado por
el N.T., que aquella alianza se ha cumplido en Jesucristo. Los apó stoles entienden, que las profecías
de Jeremías se han cumplido. Comprenden que la nueva Alianza había sido sellada con la sangre de
Jesú s derramada en la Cruz. En la carta a los Hebreos se establece que Cristo es el mediador de una
nueva Alianza, má s excelente que la realizada por Moisés. También se hace la comparació n del
sacerdocio de la antigua Alianza, que ofrecen sacrificios que no borran los pecados, con el Sacerdocio
de la nueva Alianza que es capaz de proporcionar la remisió n de los pecados.

La vida y enseñ anza de Jeremías comparada con los rasgos con que los evangelios presentan a Jesú s,
hacen del profeta la figura má s nítida de Cristo en todo el A.T. (incomprensió n, menosprecios, iras
ante el mal uso del templo, finalmente fidelidad a la misió n encomendada). Jeremías ha sido visto por
la tradició n cristiana como una figura de Jesucristo, así lo afirma san Jeró nimo, san Isidoro. Es un
escrito que influye mucho en los comentarios al Nuevo Testamento y en la cristología. El profeta
Jeremías es un fiel intérprete de la Palabra de Dios y figura de Jesucristo.
Ezequiel

Ezequiel desarrolla su actividad profética durante el periodo má s crítico de Israel, con la destrucció n
de Jerusalén y la deportació n de parte del pueblo a Babilonia. Ezequiel formaba parte del grupo de los
primero deportados por Nabucodonosor. Su ú ltimo orá culo se puede fechar en el añ o 571 a.C.

Tres grandes temas circundan el libro, el primero sería la grandeza, santidad y trascendencia de Dios,
seguida de la fundamentació n de la moral en los mandamientos como responsabilidad personal, y la
esperanza en la salvació n que supone una modulació n propia de la doctrina mesiá nica tradicional. En
cuanto a su composició n contiene elementos, que aun siendo muchos y muy variados, conservan una
ló gica extraordinaria que le dan la unidad al texto. Muchos comentaristas afirman que el libro fue
compuesto directamente por el mismo profeta, porque así como anunció mucho, mucho escribió .

20
AA. VV., Sagrada Biblia - Comentario, pág. 744-745.
Vida

Pocos datos se conocen sobre la vida íntima de Ezequiel. Hijo de un sacerdote llamado Buzí, segú n
Flavio Josefo Ezequiel era todavía un niñ o cuando fue deportado, por lo que nos hace pensar que su
nacimiento se dio alrededor de los añ os 610 y 605 a.C. Para otros sería en el añ o 622 a.C. cuando se
encontró en el templo el libro de la ley. La informació n que el profeta, había estado casado es má s
fiable y que enviudó antes de la caída de Jerusalén. Se dice que murió de forma inesperada21.
Sus escritos lo presentan como el que tiene muchas visiones en las que participa (1 ,1-3, 15; 37, 1-14,
etc.), propenso al abatimiento, se muestra insensible, hay un tiempo en el que se queda mudo. Estos
elementos hacen considerar a Ezequiel como un hombre enfermizo. Hay algunos autores, como
Klostermann, que considera los capítulos 3-24 como el diario de un enfermo, al que sigue su curació n
del 33-48. Mientras que Karl Jasper diagnostica a Ezequiel como una personalidad esquizofrénica. 22
Estructura del Libro

Los primeros comentaristas judíos23 y cristianos señ alaban una divisió n en dos partes casi de la misma
extenció n. La Primera parte sería: cc. 1-24. Y la segunda parte sería del cc. 25-48. Don Santiago Ausís
hace esta divisió n:

1. Orá culos contra Judá : caps. 1-24 (predicació n anterior al 587 a.C.). Comprende la Visió n
inaugural de Quebar y la vocació n del profeta (1, 1-3 , 26).
- Las acciones simbó licas
- los orá culos que anuncian el asedio de Jerusalén (4-7).
- La teofanía en el templo con la denuncia de los pecados allí cometidos (8-11).
- Y los orá culos de condena (12-24)

2. Orá culos contra las naciones: caps. 25-32 (viene a ser un intermedio y una pausa en el cuerpo
oracular).

3. Orá culos de salvació n sobre Judá (caps. 33-39), má s la futura restauració n (caps. 40-48), con
la predicació n posterior al 587 a.C.

Esta estructura refleja, de un lado la personalidad y funció n del profeta, y de otro, la figura soberana
del Señ or y su presencia activa en la historia de su pueblo. Al profeta se le considera como divino
centinela de la casa de Israel, para anunciar la palabra del Señ or, tanto si es de condena como si es de
consuelo.

Actividad Profé tica

Dos etapas, una de condenació n y otra de salvació n:

a) Del destierro a la caída de Jerusalén (597 -586 a.C.) Nos ubicamos en el contexto del rey
Nabucodonosor, por un lado las luchas y conquistas y por otro lado, la mentalidad de los
desterrados que está n alimentados por la esperanza de que el castigo enviado por Dios será
pasajero, piensan que todos volverá n a Palestina. Lo que menos pensaron fue en la destrucció n
21
Existe una tradición, no lo suficientemente probada, recogida por San Atanasio y San Epifanio, que narra la muerte del
profeta a manos de un jefe del pueblo cuya conducta idolátrica el profeta recriminaba.
22
En: SICRE, José Luis, Profetismo en Israel, pág. 228
23
Flavio Josefo llegó a decir que Ezequiel había dejado dos libros: uno condenatorio y otro esperanzador.
de Jerusalén y el aumento del nú mero de deportados. Entre estos desterrados hay uno elegido
por Dios para trasmitir su mensaje, Ezequiel (Ez 1, 1-3,15). El profeta debe de hablar a un
pueblo rebelde y trasmitirle un mensaje duro y desagradable. En los capítulos 4-7 nos revelan
el contenido del mensaje. Frente al optimismo y esperanza de los deportados, Ezequiel anuncia
la catá strofe, habla del día del Señ or, proclama a toda la tierra prometida, la llegada del fin (c.
7).

El desarrollo de su mensaje gira en torno al: el castigo de Judá y de Jerusalén (sincretismos,


injusticias, alianzas con extranjeros etc.). Una dato importante es que durante el añ o 588,
cuando se produce la rebelió n, Ezequiel interviene (alegoría de la á guila 17, 1-10), denuncia la
política erró nea de Sedecías.

b) Después de la caída de Jerusalén (585 a.C.), En esta etapa, el profeta habla de la salvació n
incondicionada. Tiene una fuerte reacció n frente a los pueblos que colaboraron en la
destrucció n de Jerusalén, diversos orá culos del capítulo 25 condenan la actitud de Amó n,
Moab, Edó n y los filisteos.

El mensaje que Ezequiel da a los desterrados es esperanzador y personal: “Dios juzgará a cada uno
segú n su conducta”. En cuanto al cumplimiento de los mandatos del Señ or, pasan de una mentalidad
colectiva a una responsabilidad personal, un gran progreso en la historia de la teología de Israel (c. 18
y 33, 12-20). Una vez ocurrida la catá strofe Ezequiel denuncia con mayor claridad: a los príncipes,
sacerdotes, nobles, falsos profetas y terratenientes (Ez 22, 23-31). En el capítulo 34, podemos leer que
el profeta responsabiliza de las injusticias a los reyes y a los poderosos.

En el c. 36 hay una temá tica que es má s esperanzadora, habla de la renovació n de la naturaleza, hay
palabras de consuelo, se habla de reconstruir o volver a edificar, de “purificació n”24. Pero la realidad
del pueblo es muy diferente, se siente abatido y desanimado (Ez 37,11), entonces la esperanza renace,
Dios establecerá una nueva alianza y habitará permanentemente con su pueblo 37, 26-27. Hay la
promesa de un nuevo templo cc. 40-42, al que volverá la gloria del Señ or 43, 1-5.

Ezequiel y su relació n con el Nuevo Testamento25

Es un escrito de muy poca relevancia en los añ os de Jesú s. Por eso no aparece citado explícitamente y
las alusiones son escasas, se puede hablar de algunos rasgos que pertenezcan al conjunto de la
tradició n bíblica que está n también recogidas en Ezequiel como la imagen de la viñ a, la del buen
pastor, la de las fuentes de agua. En la literatura rabínica está prá cticamente silenciado y só lo tenemos
las noticias de las dificultades que tuvo para ser aceptado como libro sagrado.

La tradició n patrística no se sirve de Ezequiel, en la misma medida en que se sirvió de los otros dos
profetas mayores, só lo Orígenes, Teodoreto de Ciro y posteriormente San Jeró nimo comentará n con
detenimiento este escrito profético, pero sin má s.

24
“Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará… 36, 25-28.
25
AA. VV., Sagrada Biblia - Comentario, pág. 803.
BIBLIOGRAFÍA

AA. VV., Sagrada Biblia - Comentario, Eunsa, Pamplona 2010.

AA. VV. Comentario Bíblico San Jeró nimo, Tomo I. Antiguo Testamento, Madrid 1971.

SICRE, José Luis, Profetismo en Israel, Ed. Verbo Divino, Navarra 1992

Santiago AUSIN, Profetas y Libros Proféticos, apuntes para uso exclusivo de los alumnos de la
universidad de Navarra, Pamplona 2007.

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