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Introducción general al profetismo del Antiguo

Testamento
1. Orígenes del  profetismo en Israel
2. El profetismo  clásico
3. El  Profeta
4. La profecía   y la nueva economía
5. Puerta de entrada  al Nuevo Testamento
6. La profecía   y la nueva economía de salvación en el
Nuevo  Testamento
7. Jesús: "El  Profeta"
8. La profecía   de Jesús en la iglesia primitiva
9. Alcances y  diferencias del profetismo   neotestamentario
10. Síntesis
11. Bibliografía
Tradicionalmente se creía que el fenómeno profético era un producto  propio y
peculiar de la religión  Yahvista. Sin embargo, los recientes hallazgos
arqueológicos y literarios han sacado a la luz, aquí y allá, por todo el antiguo
Oriente Medio indicios y ejemplos de manifestaciones proféticas
más o menos afines al profetismo israelita. Se pueden citar entre otros, los
videntes y mensajeros no profesionales de los archivos  de Mari, el relato del
viaje de Wen Amón a
Fenicia, la estela de Zakir, rey de Jamat. El adivino
Balaán y los profetas de Baal se mueven asimismo en un
contexto similar.

Al lado de los paralelismos y coincidencias


estructurales, e incluso literarias, que existen entre los
videntes y mensajeros extra bíblicos y los profetas
israelitas, se dan a su vez diferencias esenciales. La fe
en un Dios único y personal , creador del cosmos y
Señor de la historia , junto con la referencia a la alianza
como base de las relaciones especiales entre el Señor y su
pueblo, colocan al profetismo bíblico en una
categoría aparte.

ORÍGENES DEL PROFETISMO EN ISRAEL


Aunque algunos textos tardíos pretenden remontar
a Moisés el origen del profetismo, en realidad el
fenómeno profético hace acto de presencia en
Israel  de la mano de Samuel, coincidiendo con el nacimiento de la
monarquía  (fines del S. XI a.C.). Se podría decir
que la monarquía y el profetismo nacen y mueren juntos.
Son dos instituciones  estrechamente relacionadas entre sí.
De hecho, la edad de oro del profetismo coincide con los tres
últimos siglos de la monarquía (VIII – VI
a.C.), que a su vez corresponden a los llamados profetas
clásicos, canónicos o
escritores.

De los profetas anteriores al siglo VIII, que


constituyen el llamado profetismo preclásico o pre
canónico, la Biblia ha conservado algunos relatos sueltos
o agrupados en ciclos. El conjunto de datos nos permite
diferenciar tres modelos  proféticos:

 a) Profetas individuales:
vinculados a la corte y muy cercanos al rey. Es el caso de
Natán, Gad o Miqueas hijo de Yimlá, que solo
intervienen en asuntos relacionados con la política  y
las intrigas cortesanas

 b) Grupos  o fraternidades de
profetas: que aparecen como discípulos en
torno  a un gran maestro, como Samuel, Elías y Eliseo.
Actúan poseídos por el espíritu de Dios
y llegan a estados de éxtasis contagiosos, provocados
por ritmos musicales, danzas y gesticulaciones.

 c) Profetas independientes: que
viven entre el pueblo, alejados de la corte, aunque
ocasionalmente intervengan ante los reyes. Entre estos
podemos citar a Ajías de Siló, un profeta
anónimo de Judá, a Elías, y
frecuentemente a Eliseo. Este será seguramente el
modelo  que más influirá en los profetas
escritores.

EL PROFETISMO CLÁSICO
A mediados del s. VIII a.C., entran en escena toda una
pléyade de profetas, cuyas predicaciones serán
consignadas por escrito en los llamados libros  proféticos.
A estos se los conoce mejor como profetas clásicos o
canónicos.

 Cronológicamente hablando
se pueden agrupar en tres momentos: Profetas
preexílicos: Periodo asirio (s. VIII):
Amós, Oseas, Isaías 1-39 y Miqueas Periodo
babilónico: (ss. VII-VI): Sofonías,
Nahúm, Jeremías y Habacuc Profetas
exílicos: (586 -538 a.C.): Ezequiel e
Isaías 40-55

Profetas post exílicos: (ss.


VI-II a.C.): Ageo, Zacarías 1-8, Isaías 56-66,
Abdías, Malaquías, Jonás, Joel,
Zacarías 9-14, Baruc y Daniel.
Cuadro del profeta Daniel, pintado por
Miguel Ángel.

Género literario
profético

Los libros proféticos contienen las


palabras de los profetas y las palabras sobre los profetas.
Esta doble clase  de material da lugar a dos grandes
géneros literarios : oráculos proféticos (las
palabras de los profetas) y narraciones proféticas (las
palabras sobre los profetas). Vocación y
misión  del profeta

El profetismo, constituyendo una


tradición, tiene también un puesto preciso en la
comunidad  de Israel: forma una parte integrante de la misma, pero
sin absorberla.

 Rey, sacerdote y
profeta: son durante siglos como los tres ejes de la
sociedad  de Israel. Esta trilogía, también
subsistirá al definir más tarde los
títulos dados a la persona  de Jesús de
Nazaret.

Aunque la forma literaria de los profetas


parezca estereotipada, dichos relatos se basan en la vida. Por
ello contienen habitualmente los siguientes puntos:
Manifestación divina: expresa una
experiencia de cercanía vivida como irrupción
inesperada, diferente a la vivencia cotidiana de la presencia
divina (una experiencia religiosa). Dios entra en la vida de ell
"llamado" en un momento concreto  de su historia.
Palabra introductoria: la formula "la Palabra de
Dios se dirigió a", utilizada muy a menudo, indica el
carácter  personal de la comunicación  entre el
Señor y el elegido. Su relación no se diluye en la
impersonalidad del conjunto, es algo personal y concreto.
Encargo: la misión que el Señor
encomienda suele expresarse en imperativo para subrayar el
carácter irresistible de la experiencia. La
misión de portavoz, de embajador personal, no se le arroga
a nadie, pero una vez conferida tampoco se relega con el olvido.
Objeción: en todo relato de vocación
aparece una objeción. No es humildad y mucho menos falsa
modestia; es señal de libertad  en la
aceptación del encargo, pero muy a menudo recoge las
dificultades reales del llamado. A veces suena como un
grito de impotencia y tiene algo que ver con la función
mediadora del profeta. Confirmación: el
encargo de Dios supera la debilidad, los impedimentos e incluso
las incoherencias del llamado. La misión no se confirma
tan solo con las cualidades del profeta. Es una fusión :
entre Dios, su portavoz y el mensaje que deber trasmitir al
pueblo. Por eso, bíblicamente la palabra de Yahvé
entre en escena con la siguiente fórmula "Yo estoy
contigo". Signo: no se encuentra en
todos los relatos de vocación, pero sí en la
mayoría. El signo externo que se ofrece no pretende
satisfacer la curiosidad personal, ni siquiera proporcionar
seguridad  al llamado. Supone para él una especia de
credencial de que el Señor ha hablado y se ha comunicado
con él. El signo confirma la realidad de la experiencia
vivida para luego ser creída y más tarde
transmitida.Por tanto, el profeta se sabe un hombre  indefenso,
pertrechado únicamente con la fuerza  y la debilidad de la
Palabra. Toda vocación profética es una
vivencia compleja que abarca la vida entera de él
"llamado" en profundidad. Aunque los relatos vocacionales
proféticos, se coloquen en el momento inicial; siempre
conviene releerla desde el final,(contexto histórico y
vivencial: individual y comunitario), para captar la profundidad
humana y espiritual que encierra: entonces se comprenderá
que el encargo desinstala, que el mensaje resulta duro de
pronunciar, que las objeciones son un eco de crisis y que la
promesa de presencia divina se conjuga con una experiencia de
silencio divino.

La seguridad de la llamada conlleva


búsqueda, opción, riesgo  y plenitud de sentido y de
vida. Tal vocación consagra al profeta como portavoz de
Dios encargado de transmitir la palabra divina, que habla de
salvación en la historia.

EL PROFETA
Etimología y
denominaciones: La palabra profeta deriva del
griego "profétes", cuyo significado
etimológico es el de "hablar en nombre de", "ser
portavoz" de otro, y traduce a su vez en la literatura
bíblica el término hebreo
nabí´.

El nabí sería el que habla con


vehemencia y bajo el influjo de una potencia  superior, para
anunciar cosas inaccesibles a los mortales.

Así el nabí se siente


un poseído por el espíritu de Dios, un
inspirado y esa es su característica
principal.

Con el correr de los tiempos, la tradición va


depurando este concepto  de "nabí",
llegando a ver en estos "inspirados", la boca misma de un
Yahvé comunicador.

Tales personajes no tuvieron definidas sus funciones


durante el periodo del nomadismo. Incluso en tiempos del
éxodo actúan de forma esporádica, nunca como
un grupo  organizado. Para institucionalizar el oficio
profético fueron necesarios varios siglos de
depuración religiosa.

La identidad
profética

Es verdad que los profetas


bíblicos se refieren al futuro, pero también se
refieren, mucho más frecuentemente, al presente y al
pasado.

Para definir con un mínimo de


objetividad a los profetas es preciso recurrir a los relatos de
vocación, ya que son el mejor medio de que disponemos para
saber cómo se comprendieron a sí mismos y
cómo los vieron sus discípulos y
contemporáneos. Aunque no se dispone de los relatos de
vocación de todos los profetas, contamos con ejemplos
abundantes y suficientemente representativos (Is 6; Jr 1; Ez 1-3;
Os 1-3; Am 7,10-17; Jon 1,1-3; 3, 1-4). Estos relatos coinciden
en destacar cuatro rasgos principales que nos permiten
reconstruir el "perfil del profeta".

Llamados y enviados por DiosComo


se explicaba al principio, no se es profeta por propia
iniciativa, por determinadas cualidades o condiciones heredadas.
Se es profeta por decisión y elección de
Dios. Todos los relatos de vocación coinciden en
señalar la iniciativa divina que culmina en la "llamada"
concreta a cada uno de los profetas. Estos, a su vez, perciben
dicha "llamada", o vocación, en el marco de un
encuentro especial con Dios que cambia radicalmente sus vidas,
dándoles una nueva orientación. Por eso, a la
llamada sigue normalmente la misión que constituye al
llamado en un "enviado", es decir, alguien que no actúa ya
por cuenta propia, sino por cuenta y en nombre de Dios. Es lo que
expresan frases como: "¿A quién
enviaré?" ¿Quién irá por
nosotros?" (Is 6,8); "irás a donde yo
te envíe, y dirás lo que yo te ordene" (Jr
1,7); "les comunicarás mis palabras, escuchen o no"
(Ez 2,7); o los frecuentes estribillos de
autoridad: "así dice el Señor",
"oráculo del Señor", "palabra del
Señor". Todo ello apunta a una misma
dirección: el profeta es el "hombre de Dios".
Por eso ha de hablar y actuar desde la fe y la experiencia en
El.

Misión públicaLa
llamada y el envío convierten al profeta en un personaje
público, que no puede guardar para sí la
experiencia de Dios, pues la misión lo sitúa
pública y abiertamente ante la comunidad : ante unos
destinatarios a menudo renuentes e incluso hostiles a escuchar el
mensaje que por su boca, Dios les desea dar a
conocer.

Ministerio de la palabra

El profeta es también, y
sobre todo, el "hombre de la palabra".
Podríamos decir que la palabra es la herramienta
más característica del oficio
profético. De esta manera el profeta ya no hablará
por su cuenta, ni dirá sus propias palabras, sino que
se convertirá en un atento "oyente de la palabra"
(Is 50,4-5) y en un fiel transmisor del designio divino: "Yo
pongo mis palabras en tu boca" (Jr 1,9).

A través del profeta y su


ministerio, la palabra de Dios interviene en la historia y se
encarna en ella para juzgarla, reconvertirla y
salvarla.

Ezequiel se aproxima a la llegada de Dios


y ha abandonado sus textos para escuchar a los ángeles
niños que le susurran la venida del Mesías y la
proximidad del Juicio Final. (Pintura  Miguel
Ángel).

El profeta frente a los valores


admitidos:

El encuentro dramático entre el


profeta y el pueblo sucede primero en torno al terreno de la
antigua alianza: ("Tu eres mi pueblo, y yo seré tu Dios")
la ley, (el Decálogo) las instrucciones al
culto.

La ley: declara lo que debe ser


en todo tiempo  y para todo hombre. El profeta, para comenzar,
denuncia las faltas  que surgen contra la ley. Lo que le distingue
aquí de los representantes de la ley es que no aguarda a
que se le someta un caso para pronunciarse, y que lo hace sin
referirse a un poder  que le ha transmitido la sociedad ni a un
saber aprendido de otros. En razón de lo que Dios
le revela para el momento presente, asocia la ley con la
existencia. Por tanto, la ley es su telón de fondo, y la
existencia la palabra que surge en el presente, para confrontar
pasado, presente y futuro, si es que el pueblo no está
alerta.

Las tradiciones: la sociedad ha


cambiado, y los profetas dan cuenta de ello. Y en su "hablar"
algunas veces esto será denuncia, otras,
comprensión, otras, alerta y otras tantas
desconsuelo.

El culto: los profetas condenan


sacrificios vacios sin conversión. Así, el culto
purificado judío, se debe en su mayor parte, al esfuerzo
reiterado de los profetas, que no se imaginaron
jamás, una religión sin culto, como tampoco una
sociedad sin ley.

LA PROFECÍA Y LA NUEVA ECONOMÍA


Como hombre profundamente inserto en la historia de
su pueblo, el profeta bíblico ve en la alianza y en la
Torah el instrumento más adecuado para vivir en paz y en
fidelidad al pacto establecido.

Son hombres que se han puesto al servicio  de la


"tradición" sagrada de Israel, señalando la
historia de su pueblo. Pero la experiencia de Dios, -su
manifestación que se hacía esperar-, y la
responsabilidad  del mensaje que anunciaban, comenzaron a dar
cuenta de que estaban llamados a superar naturalmente la
estrechez temporal para hacerse patrimonio  común de la
historia de la humanidad en un futuro que hiciera evidente lo que
ellos no habían hecho más que prometer y
representar simbólicamente.

Como profetas que son, expresan esta


situación en términos de momentos
históricos. Por eso su mensaje comporta,- junto con
exhortaciones-, el enunciado de una sentencia, con o sin fecha,
pero nunca indeterminada.
Mas allá de las advertencias, los profetas,
desde el tiempo de Amós, saben que Dios es ante todo
salvador. Son los únicos que pueden afirmar que
después del "castigo" triunfará Dios perdonando sin
estar obligado a ello, (Ez. 16,61); sólo por su gloria lo
puede hacer (Is. 48,11).

PUERTA DE ENTRADA AL NUEVO TESTAMENTO


 LOS HERALDOS DE DE LA NUEVA
ALIANZA:

 . Desde los tiempos del exilio lo dicen los


profetas cuando hicieron promesas para el futuro: "se acerca
la hora de la misericordia de Dios para con el
pueblo"

 Habrá una nueva alianza, (Jer. 31,


31-34).

 esta es la nueva perspectiva donde no se


suprime la Ley, sino que cambia de puesto: "la ley debe vivir
dentro del corazón  del hombre".

 Es ésta una gran novedad: la


experiencia profética se extiende a todos para
renovarlo todo. Por su género  de vida como por su
doctrina son los profetas veterotestamentarios los jefes de
fila de los que Pascal  llamó los "cristiano de la
antigua ley".

LA PROFECÍA Y LA NUEVA ECONOMÍA  DE SALVACIÓN EN


EL NUEVO TESTAMENTO
Ha corrido el tiempo, y los profetas de
antaño han desaparecido y el uso de la profecía
sólo se adquiere en virtud de la dignidad  sacerdotal (Jn.
11,5); por lo demás, sólo la esperanza
apocalíptica consigue mantener vivo el sentido de espera
por el retorno de "uno semejante" a Moisés (Dt. 18,
15-18).

La figura de Jesús aparece entonces, por


así decirlo circundado con una red  de profetismo. Aparecen
allí, las figuras de Zacarías, Simeón, la
profetisa Ana y por encima de todos, esta Juan el
Bautista.

La persona del Bautista recuerda en términos


muy concretos la de los profetas veterotestamentarios. La vida
ascética que llevaba, el recuerdo del desierto, la
apelación a los temas fundantes de la ley y de la alianza,
la predicación a la conversión y la praxis
bautismal, todos estos elementos, orientan a ver en él una
de las grandes figuras del profetismo clásico. Por tanto
su presencia alimentó de alguna manera el sentimiento
profético de una esperanza entre el
pueblo.

No podemos prescindir de él, ya que los


textos neotestamentarios lo presentan como a uno que pertenece a
la historia del maestro de Galilea, y su predicación como
un "prepararle el camino a Jesús" (Mt.
3,1-3).

Nacimiento de Juan el Basutista El


Tintoretto, (Jacopo Robusti) 1518-1594l

JESÚS: "EL PROFETA"
Aunque el comportamiento  de Jesús es
claramente distinto del de Juan el Bautista, se reconocen en
él, muchos rasgos proféticos; revela el contenido
de los "signos  de los tiempos" (Mt. 16,2) y anuncia su fin (Mt.
24-25).

Su actitud  frente a los valores  recibidos reasume la


crítica  de los profetas: severidad para con los que tienen
la llave, pero no dejan entrar, (Lc. 11,52); ira contra la
hipocresía religiosa (Mt. 15, 7), por citar
algunos.

Finalmente, un rasgo que lo enlaza particularmente


con los profetas de otro tiempo: ve denegado su mensaje, (Mt.
13,33), y rechazado por esa Jerusalén que había
matado a los profetas, (Mt. 23, 37).

Es profeta de sí mismo, puesto que


sabiéndose hijo, acepta realizar el designio del Padre,
formulado en las Escrituras.
Es una autentica singularidad esa autoridad  que
recibe del Padre: una cercanía inusual, lo cual lo
sitúa por encima de toda la serie de los profetas (Heb.
1,1).

Los profetas decían: "Oráculo de


Yahvé"; mientras que Jesús dice: ""en verdad, en
verdad os digo"

El bautismo de Cristo (1597),
cuadro de El Greco

LA PROFECÍA DE JESÚS EN LA IGLESIA


PRIMITIVA
 EN LOS EVANGELIOS:

Respecto de Jesús, podemos observar que los


evangelios lo presentan a veces en una doble figura
profética: en algunos casos hablando de Él, como
uno de tantos en la tradición judía normal;
mientras que en otros casos, por el contrario se le define como
él profeta (Jn. 7,40), refiriéndose
lógicamente al cumplimiento de un pasaje del texto  del
Antiguo Testamento .

 PARA PABLO:

"Las profecías desaparecerán un


día" , explica Pablo en la Carta  a los Corintios. Pero
esto será al fin de los tiempos. La venida de Cristo
acá abajo, muy lejos de eliminar el carisma
profético, provocó su
extensión.

El material presente en el corpus paulino


podría por si solo dar base a una teología de
profetismo neotestamentario, absolutamente clarificadora sobre el
papel de los profetas en la comunidad primitiva.

Así Pablo dará el siguiente orden: en


primer lugar están los apóstoles, luego los
profetas y luego los maestros/evangelistas, (1Cor.
12,28-30).

 PARA PEDRO:

Exhorta el día de Pentecostés: "el


espíritu de Jesús se ha derramado sobre toda
carne". Visión y profecía son cosas comunes en el
nuevo pueblo de Dios.

ALCANCES Y DIFERENCIAS DEL PROFETISMO NEOTESTAMENTARIO


Ha sido vital, el mensaje que los profetas han
tenido en la comunidad primitiva. Su palabra, siempre fue
benéfica para la comunidad.

Así, el profeta del Nuevo Testamento


desempeña una función primordial que hemos de
sintetizarla en tres ápices:

 I. Trasmite la palabra y
los gestos de Jesús. Se diferencia del profeta del
Antiguo Testamento, porque no relee primariamente las
Escrituras antiguas, sino que transmite y comunica más
bien la palabra del maestro. No habla ya, en nombre de
Yahvé ni anuncia un oráculo suyo, sino que
recoge las palabras de Jesús y habla en su nombre. Los
apóstoles y los profetas, al final, no hacen
más que explicitar lo único necesario de la
iglesia: la palabra y la acción  de Jesucristo,
"apóstol" del Padre y su "profecía" definitiva
en la historia.

 II. El profeta
neotestamentario es un garante de la ortodoxia de la
comunidad. En efecto, es reconocido como hombre fiel a la
palabra, haciéndola actual bajo la acción del
Espíritu; por tanto, está capacitado para
reconocer como verdadera la palabra que el apóstol
transmite.
 III. El profeta, como recuerda Pablo,
está llamado a "formar, animar y consolar a los
hombres" (1 Cor. 14,3). En efecto, al actualizar la palabra
de Jesús, anima a vivir concretamente en ella y
consuela anunciando la vuelta gloriosa del Señor. De
esta manera, animando y consolando, forma y edifica a la
comunidad que, a través de él, se confronta con
la misma palabra del Maestro.

SÍNTESIS
Por tanto, el profeta se puede comprender a la luz de su
mismo carisma sin tener que confundirlo con otros.

El no es apóstol. El apóstol funda la


comunidad y la dirige, mientras que el profeta es un
creyente que acoge al apóstol y su mensaje.

El profeta tampoco es doctor; el doctor recibe de los


apóstoles y de los profetas la palabra del Señor;
mientras que el doctor lee e interpreta la Escritura , el profeta,
como hombre de Espíritu pone toda la Escritura bajo la luz
de la palabra de Cristo.

Finalmente, el profeta no es evangelista, ya que


éste reflexiona con una experiencia personal de
acción inspirada y formula una teología particular;
mientras que el profeta se interesa por el bien inmediato de la
comunidad y por las circunstancias particulares que se crean en
cada una de ellas.

Por tanto, es el hombre  de la mirada retrospectiva, ya


que orienta hacia la actualización del presente y hacia la
esfera del futuro, destacando el sentido de la persona de
Jesucristo.

Pero, lo que más impresiona de la profecía


neotestamentaria es que ya ha desaparecido por completo toda
forma de miedo, de
condenación y de
juicio.

El profeta es más bien el que da


ánimos y el que trae un mensaje de
salvación.

El acontecimiento de la resurrección, como


expresión más evidente de la victoria y de la
glorificación de Cristo, ha impreso ya un sello indeleble
en las relaciones entre el cristiano y el
Padre.
El profeta da confianza y seguridad de que ese
acontecimiento afecta también a cada uno de los creyentes
que harán de su vida una "ofrenda agradable a
Dios".

Así, la profecía neotestamentaria,


abre el horizonte de expectación, y lo dirige claramente
hacia el acontecimiento escatológico.

Un acontecimiento donde "Dios será todo en


todos, al fin de los tiempos".

BIBLIOGRAFÍA
 Vocabulario de Teologia  Sistemica:
Leon Dufour,

 Diccionario Teología
Fundamental, René Latourelle y Rino
Fischella,

 Biblia de Jerusalén,

 Biblia Latinoamericana,

 Biblia del Pueblo de Dios,

 Diccionario de Teología, L.
Bouyer,

 "Los profetas", Antonio Salas, M.


Martin Juárez.

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