Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Sumario: 4.1. Antecedentes: la legislación delegada. 4.2. Control de los decretos con
fuerza de ley. 4.3. Configuración del control constitucional de los decretos con fuerza de
ley. 4.4. Normas especiales de procedimiento. 4.4.1. Requisitos para que el requerimiento
sea acogido a tramitación. 4.4.2. Admisibilidad del requerimiento. 4.4.3. Efectos de la
sentencia.
1 Cf., v. gr., Silva Cimma, Enrique: Derecho Administrativo chileno y comparado. Ed. Jurídica
de Chile, Santiago, 1962, 2ª edición, Tomo I, pp. 112-131. Nogueira Alcalá, Humberto: Instituciones
políticas y teoría constitucional. Ed. Universidad de Talca, Chile, 2001, pp. 279-283. Sobre los
orígenes de la delegación legislativa cf. Quiroga Lavié, Humberto: La potestad legislativa. Ed.
Zavalia, Buenos Aires, 1993, pp. 49-169. También, Cordero Quinzacara, Eduardo: La legislación
delegada en el Derecho chileno y su función constitucional”, en Estudios Constitucionales. Año 8, N°
2, Centro de Estudios Constitucionales de Chile Universidad de Talca, 2010, pp. 49-86. Respecto a
la vinculación entre legislación delegada y situaciones de emergencia, cf. Agamben, Giorgio:
Estado de excepción. Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2004, trad. Flavia Costa e Ivana Costa,
especialmente pp.48, 51-80, 83, y 101.
2 Cf., v. gr., Locke, John: Segundo tratado sobre el gobierno civil. Ed. Altaya, Barcelona, 1998,
estado de Derecho liberal, John Locke, pudo observar atinadamente, en un texto
frecuentemente citado y encaminado a criticar las leyes de concesión de poderes y
las delegaciones legislativas, que la misión del legislador no es precisamente la de
hacer legisladores, sino la de hacer leyes”.3
La legislación delegada en Chile estuvo presente desde las
Constituciones de 1822 y 1823; pero se difunde durante la vigencia de la Carta
Política de 1833, en particular a través de la Ley de 31 de enero de 1837, que
permitió “la dictación de una abundante cantidad de decretos con fuerza de ley
conocidos como las Leyes Marianas, pues en su gran mayoría fueron redactados
por don Mariano Egaña”,4 finalmente derogada mediante la reforma constitucional
de 1874, que desde entonces impidió la legislación delegada. Sin embargo, durante
la vigencia de la Constitución de 1925, se difundió nuevamente en Chile la
legislación delegada, como una práctica al margen de la Constitución, situación que
sólo fue regularizada con la incorporación de esta institución a la Constitución de
1925, en su artículo 44, mediante la Ley N° 17.284, de reforma constitucional, de
1970. Hasta entonces, la doctrina concebía a la legislación delegada como
legislación irregular.5
La Constitución de 1980, mantiene esta institución en el artículo 64,
donde, en su inciso primero, dispone: “El Presidente de la República podrá solicitar
autorización al Congreso Nacional para dictar disposiciones con fuerza de ley,
6 Molina Guaita estima, primero, que la ley habilitante puede señalar un plazo inferior a un año
para la dictación de decretos con fuerza de ley, contado desde la entrada en vigencia de aquélla, y
segundo, que “si la ley no lo ha prohibido, vigente el plazo, pueden dictarse Decretos con fuerza de
ley para modificar o dejar sin efecto, otros dictados con anterioridad”. Por otra parte, señala que “los
Decretos con fuerza de ley podrán dictarse y enviarse a la Contraloría antes del vencimiento del
plazo establecido en la ley autorizante (…) El plazo es para que dentro de él se dicten los D. F. L.,
no para que se cumplan dentro de él los distintos procedimientos de control de legalidad y
constitucionalidad”. Molina Guaita, Hernán: “Los Decretos con fuerza de ley en la Constitución”, en
Revista de Derecho –XXII-2001. Edeval, Valparaíso, 2001, p. 426. Cf., también, Silva Bascuñán,
Alejandro: Tratado de Derecho Constitucional. Ed. Jurídica de Chile, Santiago, 2000, Tomo VII, p.
76.
7 La doctrina nacional ha discutido si se trata de una delegación de atribuciones o bien de una
autorización o permiso otorgado al Presidente de la República para dictar disposiciones con fuerza
de ley. V. gr., Molina Guaita, por razones de texto, de armonía con la concepción de los órganos del
Estado en los artículos 5°, 6°, y 7° de la Constitución, y porque evita las complejidades de la
delegación, prefiere hablar de autorización. Cf. Molina Guaita, Hernán: “Los Decretos con fuerza
de ley en la Constitución”, en Revista de Derecho –XXII-2001. Ob. cit., p. 432.
8 Se trata de una ley ordinaria que, por tanto, debe ser aprobada con el quórum de mayoría
simple propio de la regla democrática de mayoría, pues, por una parte, la Constitución no califica la
ley delegatoria y, por otra parte, entre las materias prohibidas de legislación delegada se encuentran
precisamente aquellas que corresponden a leyes orgánicas constitucionales y de quórum calificado.
9 En la Constitución de 1925 también se indicaban taxativamente las materias sobre las que
procedía la habilitación legislativa, en su artículo 44, N° 15, resultando más amplia la actual
prohibición en cuanto comprende genéricamente las garantías constitucionales, la organización,
atribuciones y régimen de funcionarios del Tribunal Constitucional. Cf. Molina Guaita, Hernán: “Los
Decretos con fuerza de ley en la Constitución”, en Revista de Derecho –XXII-2001. Ob. cit., p. 424.
de los funcionarios del Poder Judicial, del Congreso Nacional, del Tribunal
Constitucional ni de la Contraloría General de la República”.
De acuerdo con el artículo 54 Nº 1, inciso final, de la Constitución, se
contempla una habilitación constitucional directa al Presidente de la República para
dictar Decretos con Fuerza de ley en los siguientes términos: “En el mismo acuerdo
aprobatorio de un tratado podrá el Congreso autorizar al Presidente de la República
a fin de que, durante la vigencia de aquél, dicte las disposiciones con fuerza de ley
que estime necesarias para su cabal cumplimiento, siendo en tal caso aplicable lo
dispuesto en los incisos segundo y siguientes del artículo 64”. Se trata de una
disposición nueva, no contemplada en la Constitución de 1925.
Se advierte que la exclusión de la aplicación en este caso del inciso
primero del artículo 64, deja sin aplicación el plazo no superior a un año para dictar
disposiciones con fuerza de ley. “En consecuencia, podrá la autorización ceñirse al
tiempo de la vigencia del tratado que puede ser superior a un año, o a un plazo
inferior que se señale en el acuerdo del Congreso”.10
Finalmente, la reforma constitucional de la Ley N° 20.050, de 2005,
incorporó en el actual inciso quinto del artículo 64 de la Constitución, un nuevo tipo
de decreto con fuerza de ley, cuya naturaleza jurídica, sin embargo, es discutida en
la doctrina,11 al autorizar al Presidente de la República “para fijar el texto refundido,
coordinado y sistematizado de las leyes cuando sea conveniente para su mejor
ejecución. En ejercicio de esta facultad, podrá introducirle los cambios de forma que
sean indispensables, sin alterar, en caso alguno, su verdadero sentido y alcance”.
En síntesis, en la actual normativa de la Constitución Política, la
doctrina reconoce tres tipos de decretos con fuerza de ley, uno que se configura
como regla general y dos excepciones.
En primer lugar, se encuentran los decretos con fuerza de ley sujetos al
estatuto general, en los términos previstos en los incisos primero al cuarto del
10 Molina Guaita, Hernán: “Los Decretos con fuerza de ley en la Constitución”, en ob. cit., p.
427. Atendido el objetivo de esta habilitación constitucional, esto es, el cabal cumplimiento del
tratado, el autor estima que ello “obliga al acuerdo a señalar las materias precisas que comprende
la autorización”. Ídem.
11 Cf. Cordero Quinzacara, Eduardo: “La legislación delegada en el Derecho chileno y su
función constitucional”, en Estudios Constitucionales. Año 8, N° 2, ob. cit., p. 68.
artículo 64 de la Constitución.
El segundo tipo de decreto con fuerza de ley estaría constituido por la
autorización al Presidente de la República para fijar textos refundidos, coordinados
y sistematizados de las leyes. Su carácter excepcional obedece, por una parte, a la
ausencia de ley habilitante y, por otra, a la ausencia del plazo no superior a un año
para su dictación.
El tercer tipo de decretos con fuerza de ley estaría constituido por
aquellos previstos en el inciso final del N° 1 del artículo 52 de la Constitución Política,
antes referidos. Su carácter excepcional deriva de la ausencia del plazo no superior
a un año para su dictación, pues la autorización del Congreso se extenderá durante
la vigencia del tratado.
13 La doctrina ha hecho una enumeración de los posibles vicios que afecten la juridicidad del
decreto con fuerza de ley: 1º Si se encuadra o excede o contraviene la autorización concedida. Lo
cual implica un examen de la ley delegatoria o, en su caso, del acuerdo aprobatorio del tratado por
parte del Congreso; 2º Si fue dictado dentro del plazo no superior a un año, en su caso; 3º Si se
refiere a materias precisas; 4º Si se han respetado las limitaciones, restricciones y formalidades que
pudieren haberse establecido en la ley delegatoria; Si se han dictado efectivamente para el cabal
cumplimiento de un tratado, en el caso del artículo 54 Nº 1 de la Constitución. Cf. Molina Guaita,
Hernán: “Los Decretos con fuerza de ley en la Constitución”, en ob. cit., p. 429.
En efecto, si el decreto con fuerza de ley fuere representado por
ilegalidad, la Constitución hace prevalecer el criterio de legalidad del Contralor
General de la República, por tratarse del órgano constitucionalmente investido de la
potestad de control de legalidad de los actos de la Administración del Estado, según
dispone expresamente el inciso primero del artículo 98 de la Constitución Política.
En cambio, si el decreto con fuerza de ley fuere representado por
inconstitucionalidad, el artículo 99 citado, prevé expresamente la atribución del
Presidente de la República, “en caso de no conformarse con la representación de
la Contraloría”, para “remitir los antecedentes al Tribunal Constitucional dentro del
plazo de diez días, a fin de que éste resuelva la controversia”. Si ello ocurre,
estaremos en presencia de un control de constitucionalidad preventivo y facultativo.
Sin embargo, la Constitución contempla también la posibilidad de un
control de constitucionalidad de los decretos con fuerza de ley a posteriori, aunque
facultativo, en el inciso séptimo de su artículo 93 al disponer que “en el caso del Nº
4, la cuestión (…) También podrá ser promovida por cualquiera de las Cámaras o
por una cuarta parte de sus miembros en ejercicio en caso de que la Contraloría
hubiere tomado razón de un decreto con fuerza de ley que se impugne de
inconstitucional. Este requerimiento deberá efectuarse dentro del plazo de treinta
días, contado desde la publicación del respectivo decreto con fuerza de ley”.
La doctrina ha destacado el silencio de la Constitución en este control
constitucional en sede represiva, en caso de acogerse el requerimiento de
inconstitucionalidad en relación con los actos celebrados durante la vigencia del
decreto declarado inconstitucional. Molina Guaita estima “que declarada la nulidad
de derecho público del D. F. L. caen de igual modo los actos realizados bajo la
norma írrita”.14 Finalmente, los decretos con fuerza de ley quedan sujetos al control
de constitucionalidad concreto del Tribunal Constitucional, previsto en el artículo 93
Nº 6 de la Constitución que otorga a dicho órgano la atribución para “resolver, por
la mayoría de sus miembros en ejercicio, la inaplicabilidad de un precepto legal cuya
aplicación en cualquier gestión que se siga ante un tribunal ordinario o especial
14 Molina Guaita, Hernán: “Los Decretos con fuerza de ley en la Constitución”, en ob. cit., p.
431.
resulte contraria a la Constitución” y, quedan también, por tanto, sujetos
eventualmente al control de constitucionalidad abstracto en sede represiva, previsto
en los siguientes términos en el artículo 93 Nº 7: “Resolver por la mayoría de las
cuatro quintas partes de sus integrantes en ejercicio, la inconstitucionalidad de un
precepto legal declarado inaplicable en conformidad a lo dispuesto en el numeral
anterior”.
15 Pfeffer Urquiaga, Emilio: Manual de Derecho Constitucional. Editorial Jurídica Ediar Cono
Sur Ltda., Santiago, Chile, 1990, Tomo II, p. 259, donde el autor agrega: “Determinar si el contenido
preceptivo del decreto con fuerza de ley, se haya o no comprendido dentro del marco preestablecido
por la ley habilitante, no representa, a nuestro juicio, una cuestión de constitucionalidad, sino importa
un simple problema de legalidad. De consiguiente no puede recurrirse por este motivo al Tribunal
Constitucional”.
En efecto, el artículo 93 de la Constitución prescribe que es atribución
del Tribunal Constitucional, en su N° 4°: “Resolver las cuestiones que se susciten
sobre la constitucionalidad de un decreto con fuerza de ley”.16
A su vez, el artículo 93, inciso séptimo, de la Constitución Política de
1980, dispone: “En el caso del número 4º, la cuestión podrá ser planteada por el
Presidente de la República dentro del plazo de diez días cuando la Contraloría
rechace por inconstitucional un decreto con fuerza de ley. También podrá ser
promovida por cualquiera de las Cámaras o por una cuarta parte de sus miembros
en ejercicio en caso de que la Contraloría hubiere tomado razón de un decreto con
fuerza de ley que se impugne de inconstitucional. Este requerimiento deberá
efectuarse dentro del plazo de treinta días contado desde la publicación del
respectivo decreto con fuerza de ley”.17
En este Nº 4, en forma excepcional, el Tribunal puede conocer de la
constitucionalidad de un decreto con fuerza de ley no sólo en forma preventiva, sino
también en forma represiva, según quien plantee el requerimiento:
En primer lugar, si el requerimiento lo plantea el Presidente de la
República, en los términos previstos en el inciso tercero del artículo 99 de la
Constitución, el control será preventivo, pues el decreto con fuerza de ley no podrá
promulgarse por haber sido representado por la Contraloría. En este caso, no cabe
el decreto de insistencia presidencial y, por tanto, al Presidente de la República no
le cabe otra alternativa que recurrir al Tribunal Constitucional en el plazo de diez
días, señalado en el inciso séptimo del artículo 93 de la Constitución.
En cuanto a los efectos en esta situación hay que distinguir:
- Si el requerimiento formulado por el Presidente de la República es rechazado,
el decreto con fuerza de ley, no podrá promulgarse, y por tanto, habrá prevalecido
el criterio de Contraloría.
18 “La razón que justifica (…) este control a posteriori de una norma vigente, reside en que el
decreto con fuerza de ley es una muestra de confianza de las Cámaras en el Presidente, y este
control resguarda, en último análisis, las atribuciones legislativas del Parlamento. La justificación
para que una minoría ejerza el control está en que tal facultad obligatoria, puede haber sido ejercida
al margen de la Constitución y pasando a llevar a la minoría, lo que aconseja que esté facultada para
impugnar el decreto”. Gómez Bernales, Gastón: “Control de constitucionalidad y el Tribunal
Constitucional”, en Estudios sobre jurisdicción constitucional. Ob. cit., pp. 182-183, citado por Zúñiga
Urbina, Francisco: Elementos de jurisdicción constitucional. Ob. cit., Tomo II, p. 90.
declarado inconstitucional en conformidad a lo dispuesto en los numerales 2, 4 ó 7
del artículo 93, de la Constitución Política, se entenderá derogado desde la
publicación en el Diario Oficial de la sentencia que acoja el reclamo, la que no
producirá efecto retroactivo.”
19 Durante la discusión del proyecto de Ley N° 20.381, de reforma de la ley orgánica del
Tribunal Constitucional, la indicación N° 17 bis, del Ejecutivo, señaló que “la modificación consiste
en suprimir el traslado para hacer alegaciones sobre la admisibilidad del requerimiento y establece,
en cambio, que el Tribunal Constitucional fallará de plano, dentro de los cinco días siguientes a aquel
en que el requerimiento haya sido acogido a tramitación. La modificación propuesta es también
expresión del criterio, ya aprobado, de eliminar el incidente de admisibilidad”, y precisa que “de la
misma forma que en los casos anteriores, la Comisión resolvió que debe conferirse traslado cuando
se admiten alegatos”. Cf. Arellano Gómez, Pilar: Historia fidedigna de la nueva Ley Orgánica
Constitucional del Tribunal Constitucional de Chile. Ob. cit., p. 358.
3. Cuando la cuestión promovida por una de las Cámaras o una cuarta parte de
sus miembros en ejercicio se funde en alegaciones de legalidad”.20
El inciso primero del artículo 75 de la Ley Nº 17.997, dispone:
“Declarada admisible la cuestión, se comunicará a los órganos constitucionales
interesados para que, dentro del plazo de diez días, formulen las observaciones y
presenten los antecedentes que estimen pertinentes”.
El inciso segundo del artículo 75 de la Ley N° 17.997 dispone: “El plazo para
dictar sentencia será de treinta días, contado desde la declaración de admisibilidad,
término que podrá ser prorrogado hasta por otros quince días, por resolución
fundada del Tribunal.”
El artículo 76 de la Ley Nº 17.997, a su vez, dispone: “La sentencia que acoja
la cuestión promovida por el Presidente de la República será comunicada al
Contralor General para que proceda, de inmediato, a tomar razón del decreto con
fuerza de ley respectivo.
La sentencia que acoja una cuestión respecto de todo o parte de un
decreto con fuerza de ley del cual la Contraloría General de la República haya
tomado razón, será publicada en la forma y plazo que señala el artículo 40. A partir
de la fecha de publicación, la norma respectiva se entenderá derogada, sin efecto
retroactivo.”
Respecto de la sentencia del Tribunal Constitucional Rol N° 1288, de
25 de agosto de 2009, que aprobó las disposiciones especiales de procedimiento
sobre las cuestiones de constitucionalidad de los decretos con fuerza de ley, cabe
21 Cf. Arellano Gómez, Pilar: Historia fidedigna de la nueva Ley Orgánica Constitucional del
Tribunal Constitucional de Chile. Ob. cit., p. 364.