Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Según Jerónimo Baschett, la Edad Media ha sido objeto de diversas interpretaciones a lo largo de la
historia. Entre los siglos V y XV en Europa Occidental, existen ideas preconcebidas asociadas a la
Edad Media, como la barbarie, el oscurantismo y la regresión económica y política. Sin embargo, la
imagen de la Edad Media es ambigua y se encuentra entre los extremos de los avances de la
modernidad y la visión romántica de un pasado idealizado.
En el siglo XIX, el romanticismo valorizó la Edad Media como una forma de crítica a la realidad
contemporánea. La burguesía, por un lado, exaltaba la Edad Media como contrapunto al progreso
lineal acumulativo del liberalismo, mientras que otros la denigraban para resaltar los avances de su
tiempo.
La construcción historiográfica de la Edad Media permitió a la burguesía exaltar sus propios valores
y presentar una ruptura con el orden anterior. La Edad Media se convirtió en un contrapunto a la
idea de progreso de la modernidad. Sin embargo, esta visión de luces y sombras de la Edad Media
es simplista y no refleja la complejidad de la época.
Baschet, divide la Edad Media de la siguiente manera. Adoptó una división tripartita, la divide en
Alta Edad Media, del siglo V al X. La Edad Media Central, del siglo XI al XII. Y los siglos XIV y
XV representan la Baja Edad Media (que incluye la crisis y la peste negra).
La obra de BASCHET, su libro “La civilización Feudal, Europa del año 1000 a la Colonización de
América, nos invita a una reflexión sobre la construcción del pasado y sobre la función presente de
representación del pasado. Para el autor, estudiar Occidente medieval en tierras americanas permite
pensar la reconquista y conquista formando parte de un proceso de unificación y expansión de la
cristianidad. Esta situación supone que en ambos lados del Atlántico, el feudalismo reviste
características comunes..
En el capítulo "La Otra Transición: Del Mundo Antiguo al Feudalismo" de Chris Wickham, se
analiza el fin del modo de producción antiguo y la transición hacia el predominio del modo de
producción feudal. Wickham utiliza categorías marxistas y weberianas para comprender la
transición y destaca la importancia de la caída del Imperio Romano de Occidente como un punto de
inflexión en el surgimiento del feudalismo en Europa Occidental.
El modo de producción feudal se caracterizaba por la relación de vasallaje entre los señores
feudales y los campesinos, en la cual los campesinos trabajaban la tierra a cambio de protección y el
pago de rentas. Esta relación de dependencia personal fue fundamental en la organización social y
económica del feudalismo.
El estado perdió el control sobre la adscripción del campesinado, lo cual se hizo evidente en el siglo
IV. La jerarquía y el estatus estaban parcialmente alejados del control gubernamental. La red de
títulos oficiales se convirtió en la categoría más útil para el estado, certificando la sociedad
aristocrática. Con el tiempo, la propiedad de la tierra se convirtió en el principal medio para obtener
poder y estatus.
El siglo V marcó un período de cambio en el poder del estado sobre las relaciones de producción, y
la propiedad de la tierra se convirtió en el propio poder. El estado dependía de la aristocracia para
ejercer su poder, y los reyes tenían que confiar en la lealtad de la aristocracia. A través de oficios y
la posesión de tierras, los reyes compraban el apoyo de la aristocracia. Sin embargo, las continuas
guerras socavaron la hegemonía de los reyes y llevaron a una pérdida de tierras y poder por parte
del estado.
En la crisis final del estado, como en el siglo XI en Francia, lo público se disolvió en lo privado,
tanto en el plano político, ideológico como en el económico. La tradición romano-carolingia de los
poderes y responsabilidades del estado desapareció o se transformó en algo nuevo: el sistema
privatizado contractual basado en el señorío personal, conocido como feudalismo. Cada una de las
numerosas unidades políticas diminutas del período post carolingio era feudal, ya que todas se
basaban en la política y la economía de la posesión de la tierra.
Es posible, incluso probable, que el principal grupo social que se benefició con la caída del estado
romano y la transición a la sociedad feudal fuera el campesinado. Según Wickham, los campesinos
conservaron más para sí mismos, y aquellos que tenían la propiedad de la tierra se encontraron con
que se les exigía muy poco excedente a cambio de servir en los ejércitos francos y visigodos.
Algunas familias romanas cambiaron sus nombres y se convirtieron en germanas para tener un
papel en el ejército, pero la mayoría quedó políticamente marginada.
BONASSIE: Feudalismo
Es importante distinguir entre el régimen feudal y el régimen señorial dentro de Europa. El régimen
feudal se refiere a los lazos contraídos entre señores y vasallos dentro de la clase nobiliaria,
mientras que el régimen señorial se refiere a las relaciones entre señores y campesinos.
Los derechos feudales son aquellos derivados del contrato feudo vasallático, mientras que los
derechos señoriales se refieren al poder ejercido por los señores sobre sus campesinos.
El feudo era un conjunto de bienes y rentas, principalmente tierras trabajadas por los campesinos
cuyo producto de su trabajo les daba valor. Las rentas eran los impuestos o tributos pagados por los
campesinos.
El auge de las relaciones feudo vasalláticas en Europa en los siglos XI y XII fue posible gracias al
crecimiento económico, especialmente en el sector agrícola. Este crecimiento generó excedentes
que beneficiaron a la clase dominante y aumentó su número. Sin embargo, este crecimiento solo fue
posible gracias a los esfuerzos de los campesinos.
Las relaciones feudo vasalláticas son fundamentales para entender el régimen feudal, y se basan en
la extensión del vasallaje durante la época carolingia y en los años posteriores a esta, coincidiendo
con la desintegración del Imperio Franco. Durante este período, se generalizó la entrega de feudos a
vasallos que los consideraban como propios.
Entre los siglos X y XIII, las relaciones feudo vasalláticas alcanzaron su madurez y comenzaron a
surgir contradicciones internas en el sistema. Los líderes de Francia promovieron la estructuración
de la sociedad en un sistema más jerárquico, buscando unir su persona y su política con los más
poderosos del reino. En ese momento, aquellos líderes procuraron tener un gran número de vasallos
para gozar de mayor independencia y fuerza, especialmente en un momento en el que el poder real
se debilitaba y las invasiones extranjeras daban protagonismo a los poderes locales y territoriales.
Las obligaciones del vasallaje se dividen en varias categorías. En primer lugar, está la fidelidad, que
implica lealtad y apoyo al señor. También está el servicio militar, que incluye la vigilancia de las
fortalezas y del territorio, así como la participación en expediciones y cabalgatas. Además, el
vasallo podía realizar tareas administrativas en el dominio del señor, como el servicio doméstico o
el correo, entre otros. Por último, el señor feudal podía requerir ayuda económica de sus vasallos en
ciertas ocasiones específicas, como el rescate del señor cuando era capturado, la boda de la hija
mayor, la entrada en la caballería del hijo primogénito y la participación en las cruzadas. En el caso
de los señores eclesiásticos, el vasallo también podía aconsejar al señor en asuntos sometidos a su
consideración y participar en el tribunal que juzgaba los casos llevados ante la corte del señor.
Por su parte, el señor feudal también tenía obligaciones hacia sus vasallos. Estas incluían la
fidelidad, la protección y la manutención. La protección se manifestaba en la defensa militar y
judicial de los vasallos, mientras que la manutención podía ser proporcionada mediante la provisión
de alojamiento o, más comúnmente en el siglo XI, otorgando un feudo. Al otorgar el feudo, el señor
entregaba un símbolo o atributo del mismo.
El contrato vasallático tenía una duración inicialmente vitalicia, pero existían casos en los que podía
ser roto por el incumplimiento de las obligaciones mutuas. Si el vasallo no cumplía con sus deberes
o cometía acciones como adulterio con la esposa del señor o seducción de mujeres de su familia, el
señor tenía el derecho de confiscar el feudo o no brindarle una defensa adecuada. En tales casos, se
rompía públicamente el homenaje y el vasallo quedaba liberado de sus juramentos.
El señor conservaba el derecho supremo sobre el feudo y podía transferirlo a otra persona, pero el
vasallo no perdía el usufructo y debía trasladar su homenaje al nuevo propietario. A su vez, el
vasallo podía conceder parte de su tierra a sus propios vasallos, quienes estarían vinculados a él en
lugar del señor principal. Estas dinámicas indican las contradicciones a las que el feudalismo fue
enfrentándose, especialmente a medida que el siglo XIII avanzaba y el sistema feudal apenas
conservaba sus características originales.
El vasallo ya no buscaba solo protección al entrar en el sistema feudal, ya que el feudo no era
suficiente para mantenerlo y no era una contrapartida clara de servicios cada vez más regulados.
Además, el señor ya no podía elegir a sus vasallos y viceversa. El surgimiento de las monarquías
autoritarias y el desarrollo de la burguesía, sumados a estas contradicciones, provocaron una crisis
política y jurídica en el feudalismo, aunque algunos de sus aspectos se prolongaron durante varios
años.
El antecedente del régimen señorial se encuentra en la época carolingia, cuando los monarcas
otorgaban a ciertos nobles el derecho de inmunidad sobre determinados dominios. A cambio, estos
nobles asumían la responsabilidad de defender el territorio, mantener el orden público y administrar
la justicia. A cambio de estos servicios, recibían impuestos y rentas que, al menos en algunos casos,
podrían considerarse como ingresos públicos.
El régimen señorial generaba relaciones humillantes, ya que los vasallos rurales carecían de libertad
y realizaban servicios que no eran considerados dignos para la época. No tenían mecanismos de
defensa contra los abusos por parte de los señores y no recibían una compensación adecuada por las
múltiples tareas que realizaban.
Trifuncionalidad
Sin embargo, no existía una asociación simbiótica de servicios recíprocos entre los tres órdenes. Los
nobles y eclesiásticos se dedicaban a sus ocupaciones favoritas, mientras controlaban y, en muchos
casos, explotaban a los campesinos. Utilizaban argumentos ideológicos para justificar esta relación
y, cuando esto no era suficiente, recurrían a la fuerza y la violencia.
El éxito de este esquema social de la triunfuncionalidad se debió a su aceptación por parte de las
monarquías occidentales, quienes lo consideraron adecuado para estructurar la participación de
estos grupos en los nacientes parlamentos. Este sistema perduró hasta la desaparición del Antiguo
Régimen entre los siglos XVIII y XIX.
Las herejías representaban una impugnación total del orden establecido y soñaban con un orden
diferente basado en una concepción distinta de la verdad. Negaban que la comunicación con lo
sagrado se diera a través de gestos y fórmulas. Estas ideas permitieron acusar a los herejes de
atentar contra la monarquía. Además, rechazaban la violencia, la sangre y el sexo, y promovían la
abolición de las diferencias entre lo masculino y lo femenino. Proponían la igualdad total, lo que
generaba confusión con la triunfuncionalidad, ya que hombres y mujeres eran considerados iguales.
Por otro lado, la Paz de Dios planteaba que la masa popular debía recurrir a la tutela divina para
resistir a la opresión que los amenazaba, ya que la protección del soberano había desaparecido. La
Paz de Dios imponía el juramento, el ayuno y el perdón de las ofensas, lo que implicaba la abolición
de las diferencias sociales.
El monacato, representado por la orden de Cluny, soñaba con una sociedad guiada hacia el bien por
guías verdaderamente puras. Los monjes no buscaban su propia perfección, sino perfeccionar a los
demás. Consideraban que su vida espiritual estaba por encima de la de los obispos y se establecían
en lugares que consideraban más cercanos a lo angélico. Los clunienses se unieron al papado y
desarrollaron estrategias para monarquizar a los príncipes. Esta convivencia aceleró la autonomía de
los principados y ofreció una alternativa a la imagen del rey. El triunfo del monarquismo fue
generalizado, ya que incluso el rey cayó en la trampa y comenzó a actuar como los demás príncipes.
El incastillamiento implica una mutación en las formas de ocupación del suelo. Se estableció un
urbanismo aldeano y se construyeron murallas fortificadas para delimitar y proteger el espacio
habitado. Sin embargo, no se puede considerar como una empresa de colonización agraria pura, ya
que a menudo heredaba espacios cultivados preexistentes.
Con el tiempo, los hombres quedaron encerrados en una red de señoríos, formando unidades de
base llamadas señoríos. Este proceso de encerramiento involucró el surgimiento de la aldea, la
generalización del señorío y la creación de un marco parroquial.