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Carlos Molina Vallejo

DERECHO URBANÍSTICO Y AMBIENTAL

CASO PRÁCTICO TEMA 1

Leed con atención el artículo del Profesor Tomás Ramón Fernández “La herencia
cultural de la Ley del Suelo de 1956” (disponible como material adjunto a la
práctica) y exponed de forma resumida qué supuso la promulgación de dicha
Ley cuáles fueron las principales virtudes, sus defectos y, en qué medida, el
modelo urbanístico que en ella se propugnaba se ha mantenido vigente en la
actualidad.

60 AÑOS DE LA LEY DEL SUELO


El pasado 14 de mayo de 2016 se cumplieron sesenta años de la entrada en
vigor de Ley de Suelo de 1956, una Ley muy novedosa en su época y que sigue
de forma indirecta vigente en las leyes urbanísticas de las Comunidades
Autónomas y en la Ley de Suelo estatal.

En primer lugar es importante tener en cuenta su contexto socio económico


nacional, en 1956 la vida española empezaba a recuperar el pulso perdido en la
guerra civil y miles de españoles se trasladaban a diario del campo a las
ciudades para intentar encontrar en estas una vida mejor.

Ese fenómeno migratorio, imparable, exigía una respuesta adecuada, capaz de


regular el proceso. A eso responde ese planeamiento en cadena previsto por la
Ley con un plan nacional a desarrollar por los correspondientes planes
provinciales, que habrían de asegurar que la corriente migratoria llegara
debidamente encauzada a las poblaciones y pudiera ser absorbida sin
dificultades por los planes generales municipales de ordenación urbana.

En este contexto socio económico, la Exposición de Motivos de la Ley de Suelo


de 1956 ya habla de combatir la especulación del suelo y de la necesidad de
planificar las ciudades con anterioridad a su crecimiento. De hecho, su
aportación más importante es el planeamiento urbanístico general y sobre todo,
el concepto de propiedad estatutaria del suelo, es decir, que el contenido del
derecho de propiedad del suelo se establece a través del planeamiento. Dicho
régimen jurídico se materializó mediante la división de todo el suelo del
municipio en «urbano», «de reserva urbana» y «rústico».

En materia de urbanización de las ciudades, incorpora una importantísima


novedad, al establecer que ya no será la administración sino esencialmente los
propietarios del suelo los que deban costear las obras de urbanización como
consecuencias de las plusvalías que consiguen por la transformación de los
terrenos.

También, en resumen, la Ley de Suelo de 1956 preveía medidas para evitar la no


edificación del suelo urbano en los centros históricos como es el registro de
solares, además de la reparcelación, la valoración el suelo o el patrimonio
municipal de suelo para la construcción de viviendas de protección oficial. Así
mismo las licencias y órdenes de ejecución relacionadas con el deber de
conservación de los edificios. También se regula el régimen fiscal derivado de la
actividad urbanística así como de forma muy breve la disciplina urbanística,
básicamente la paralización de obras sin licencia o sin ajustarse a la licencia.

La Ley de 1956 no dejaba, pues, nada al azar. Un planeamiento exhaustivo


determinaba de antemano el lugar y las características de cada pieza. Todos los
pasos del proceso de ejecución de los planes estaban cuidadosamente pautados
y en todos ellos era preciso, por supuesto, obtener el correspondiente plácet de
la Administración municipal. La Ley del Suelo de 1956, en su afán de prever,
ordenar y controlar todo, estableció un sistema extraordinariamente
intervencionista, que ha contribuido a marcar con ese signo nuestra cultura
urbanística.

En lo bueno y en lo menos bueno, la huella que dejó la Ley de Régimen del


Suelo y Ordenación Urbana de 12 de mayo de 1956 no ha podido ser más
profunda, de una simple lectura de la Ley de Suelo de 1956 podremos reconocer
la mayor parte del contenido de las leyes urbanísticas de España y por tanto a
esta Ley como el origen de todas ellas.

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