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VOTO DISIDENTE

Sucre, 22 de junio de 2011

Sentencia: 0270/2011-R de 19 de marzo


Expediente: 2009-19737-40-RAC
Materia: Recurso de Amparo Constitucional
Partes: Roberto Carlos Landivar Rivas contra
Osvaldo Céspedes Céspedes, Ramiro
Claros Rojas y Edgar Terrazas Melgar,
Vocales de la Sala Civil Segunda de la
Corte Superior del Distrito Judicial de
Santa Cruz.
Distrito: Santa Cruz
Magistrado Relator: Dr. Abigael Burgoa Ordóñez

El suscrito Magistrado, dentro del término previsto en el art. 47.II de la Ley del
Tribunal Constitucional, presenta su voto disidente a la SC 0270/2011-R de 19 de
marzo, en la forma, respecto al cómputo del plazo para la inmediatez, conforme a los
siguientes fundamentos:

1. El amparo constitucional y el principio de inmediatez

Considerando que la CPE es de aplicación directa e inmediata tal como se explicó en


la SC 0008/2010-R de 6 de abril entre otras, es evidente que el análisis de la presente
causa debe estar circunscrito a esta norma, por tal razón, de acuerdo a la nueva
ingeniería constitucional la acción de amparo constitucional, forma parte de las
llamadas “acciones de defensa”, criterio a partir del cual y utilizando postulados
propios de la teoría de los Derechos Fundamentales, se establece que los derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución se configuran como garantías
sustantivas, que para su reconocimiento eficaz, necesitan de garantías procesales, en
este contexto, esta acción, definitivamente está configurada como un mecanismo
procesal-constitucional cuya naturaleza jurídica la hace ser un verdadera “garantía
adjetiva” que inequívocamente debe ser analizada bajo la lupa de la teoría general de
los derechos fundamentales.

Precisamente, el nuevo modelo constitucional boliviano, en sus arts. 128 y 129 diseña
la acción de amparo constitucional en la perspectiva o dimensión procesal-
constitucional descrita en el punto anterior, atribuyéndole por su naturaleza dos
características esenciales a saber: La subsidiaridad y la inmediatez.

La inmediatez, es una condición esencial para que el control de constitucionalidad


pueda operar a través del amparo constitucional, en virtud a este presupuesto de
orden procesal-constitucional, éste se consagra como un mecanismo caracterizado
por su prontitud y efectividad para brindar la tutela debida.

En efecto, la inmediatez del amparo constitucional encuentra su génesis en el art. 25


de la Convención Americana de Derechos Humanos, que taxativamente manda a los
Estados miembros del Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos,
disciplinar a favor de las personas un recurso sencillo, rápido y efectivo para la

1
defensa de sus derechos reconocidos en la Constitución, la ley o la citada Convención,
precepto que debe ser fielmente cumplido en virtud al principio “pacta sunt
servanda”.

Por lo señalado, siguiendo el criterio desarrollado supra, se infiere que la acción de


amparo, es un mecanismo sencillo, rápido y efectivo para la protección de
Derechos Fundamentales no tutelados por otros recursos específicos, en
ese contexto, esencialmente la rapidez como característica del principio de
inmediatez se encuentra circunscrita al plazo de seis meses para su
interposición, criterio plasmado en el art. 129.II de la CPE, disposición
constitucional que por la relevancia en el caso concreto, será analizada de
manera particular infra.

2. El art. 129.II de la CPE. Criterios de interpretación como “control de


validez objetivo” de la postura del Magistrado disidente

En la especie, adquiere capital relevancia la interpretación constitucional del art.


129.II de la CPE, en ese contexto, en principio, es imperante señalar que la
interpretación constitucional y los criterios utilizados, son elementos
objetivos determinantes para evitar decisiones arbitrarias, siendo un
requisito esencial para la legitimidad de las decisiones que el intérprete
haga mención expresa del criterio o método utilizado, aspecto a partir del
cual deberá desarrollarse la debida motivación, en tal sentido y con la finalidad
de cumplir con esta exigencia, es imperante previamente realizar algunas
consideraciones en relación a la interpretación constitucional, tarea que será
ejecutada infra.

En efecto, el ejercicio del control de constitucionalidad hace que la CPE y el bloque de


constitucionalidad adquieran una verdadera validez material a través de una triple
labor a saber: la interpretación, la aplicación y la integración de la norma, en esta
perspectiva, la interpretación en palabras del tratadista Zagrebelski, es “una actividad
eminentemente práctica, en el sentido de que procede de casos prácticos y tiene
como finalidad su resolución” (sic)1, en este contexto, la aplicación a situaciones
reales de la norma suprema, hace necesaria su integración a través de la llamada
“argumentación jurídica”, que a su vez precisa de métodos y criterios de
interpretación constitucional como elementos esenciales para el control objetivo de la
razonabilidad de la decisión del intérprete. Por lo expuesto, es imperante señalar que
entre los métodos de interpretación conocidos por la teoría constitucional se
encuentran verbigracia el gramatical, el teleológico, el funcional, el sistémico, el
histórico o el sociológico entre otros. Asimismo, entre los principios y pautas
constitucionales, la teoría constitucional ha desarrollado principios de validez general
para cualquier orden constitucional, como ser el de unidad constitucional,
concordancia práctica, eficacia integradora, de conformidad funcional entre muchos
otros más. Además, de manera específica, para la interpretación de derechos
fundamentales y por antonomasia para la interpretación de garantías jurisdiccionales,
la teoría constitucional ha desarrollado criterios particulares como ser el principio pro-

1
ZAGREBELSKY, Gustavo. La Corte Constitucional y la Interpretación de la Constitución. En LÓPEZ PINA, Antonio
(coord..). División de Poderes e Interpretación. Hacia una teoría de la praxis constitucional. Madrid. Tecnos.
1987. P. 162.

2
homine con todas sus variantes que por su relevancia en la presente disidencia será
desarrollado infra.

Una vez citados los métodos y criterios de interpretación constitucional desarrollados


por la teoría constitucional, para la interpretación del art. 129.II de la CPE, es
imperante identificar aquellos que serán utilizados por el Magistrado disidente para
fundamentar su posición en cuanto al inicio del cómputo de los seis meses para la
apertura de la tutela constitucional a través del amparo, en ese orden, en principio, es
importante regirse a los criterios establecidos en la propia Constitución, a cuyo efecto,
cabe resaltar que el art. 13.IV establece un criterio de interpretación para los
derechos denominado “de conformidad con los tratados internacionales”, pauta
interpretativa que deberá ser asumida en la presente disidencia; además, no puede
soslayarse el contenido del art. 196.II, que para el ejercicio del control de
constitucionalidad, señala como criterio interpretativo preferente la voluntad del
constituyente de acuerdo con sus documentos, actas y resoluciones, así como el tenor
literal del texto. Del contenido de las citadas disposiciones constitucionales, se infiere
que el control de constitucionalidad para su labor interpretativa debe
utilizar con preferencia el método literal, en caso de ser este insuficiente
para determinar el alcance de la norma constitucional, debe utilizarse el
método “literal subjetivo”, es decir se debe desentrañar el alcance de la
norma constitucional de acuerdo a la voluntad del Constituyente,
expresamente detallada en sus papeles de trabajo y finalmente, en caso de
no poder establecer de forma clara el sentido de una norma constitucional,
deberá utilizarse el criterio de interpretación “de conformidad con los
tratados internacionales”. Por lo expuesto, serán precisamente estas tres pautas
las utilizadas por el Magistrado disidente para la argumentación jurídica vinculada con
el inicio del cómputo del plazo de seis meses para la apertura del amparo
constitucional plasmado en el art. 129.II de la CPE.

Ahora bien, utilizando en principio el criterio de interpretación literal, se tiene que el


art. 129.II del texto constitucional, señala que la acción de amparo constitucional
podrá interponerse en el plazo máximo de seis meses, computable a partir de la
comisión de la vulneración alegada o de notificada la última resolución judicial
o administrativa. El tenor literal de la citada norma, al utilizar la palabra “o” en
términos gramaticales, incorpora una “disyuntiva", razón por la cual, se tiene que
existen dos supuestos de hecho fácticos para computar el plazo de los seis meses a
saber: a) el acto que consume la vulneración denunciada; y, b) la última resolución
judicial o administrativa. En este contexto, el contenido literal del inciso b) es
insuficiente para establecer con precisión cual es el último acto jurisdiccional o
administrativo, razón por la cual, es imperante utilizar las otras dos pautas
interpretativas restantes, en este entendido, de acuerdo a las actas y papeles de
trabajo consultados elaborados por la Asamblea Constituyente, se puede evidenciar
que el alcance de este precepto no esta clarificado, por tanto, resta utilizar el último
criterio interpretativo antes señalado, es decir el de interpretación de los derechos y
se entiende también de las garantías jurisdiccionales de “conformidad con los tratados
internacionales”.

Como ya se señaló, al haber sido insuficientes las pautas constitucionales de


interpretación específicas para el orden constitucional boliviano, corresponde ahora

3
utilizar los principios comunes de interpretación a todo sistema constitucional, criterios
que por supuesto, están armonizados con el principio de “conformidad con los
tratados internacionales”, en tal sentido, resulta coherente utilizar las pautas
brindadas por el tratadista Linares Quintana y aceptadas por la doctrina, que se
traducen en los siguientes aspectos: a) En la interpretación constitucional debe
prevalecer siempre el contenido teleológico o finalista de la Constitución, que es la
protección y la garantía de la libertad y la dignidad del hombre; b) La Constitución
debe interpretarse con un criterio amplio y práctico; c) las palabras empleadas en la
Constitución deben ser entendidas en su sentido general y común, a menos que
resulte claramente de su texto que el constituyente quiso referirse a un sentido legal-
técnico; d) La Constitución debe interpretarse como un conjunto armónico, ninguna
disposición debe ser interpretada aisladamente; y, e) Las excepciones y privilegios
deben ser interpretados con criterio restrictivo; asimismo, Bidart Campos, señala que
las normas declarativas de derechos y garantías han de demandar una interpretación
a favor de su operatividad para facilitar su aplicación. Por su parte, García Belaunde,
propone otra pauta de interpretación, la referente a la razonabilidad, es decir la
sensatez y la flexibilidad frente a situaciones concretas, de tal manera que se llegue a
la solución adecuada sin afectar el sistema normativo constitucional2.

Siguiendo las pautas señaladas supra para la interpretación del art. 129.II de la CPE,
se tiene que de acuerdo a un criterio teleológico o finalista de esta
disposición, la introducción por este artículo de un supuesto disyuntivo, es
decir de la frase “o de notificada la última decisión administrativa o
judicial” tiene la misión de hacer que las personas afectadas con un acto
lesivo, puedan acceder a la justicia constitucional no solamente desde que
se produjo el acto lesivo, sino desde la ultima decisión judicial,
entendiéndose que la última decisión judicial o administrativa no puede ser
interpretada restrictivamente, sino más bien de la manera más favorable
para la operatividad de la garantía constitucional del amparo. En este
entendido, de acuerdo a la teoría constitucional, no existe fundamento
alguno para utilizar una interpretación restrictiva de esta última parte del
art. 129.II de la CPE ni tampoco existe criterio constitucional interpretativo
legitime una interpretación restrictiva, de hecho, computar el plazo
únicamente desde el momento en que se produjo el acto lesivo
desconociendo el “supuesto de hecho disyuntivo” formulado en esta
disposición, implicaría modificar el texto constitucional y desconocer el
mandato del soberano, es decir del pueblo, quien incluso mediante
referendo constitucional, dio plena legitimidad y validez a este texto
supremo.

Ahondando aún más en la problemática y con la finalidad de reforzar la


argumentación jurídica de la presente disidencia, adicionalmente a los criterios
interpretativos ya utilizados precedentemente, es imperante recurrir a las pautas
propias de la interpretación de los derechos fundamentales y sus garantías
constitucionales, en este entendido, uno de los criterios universalmente reconocidos
2
LINARES QUINTANA, Segundo V. Tratado de la ciencia del Derecho Constitucional argentino y comparado.
Depalma. Buenos Aires Argentina. P. 468-495. Ver también BIDART CAMPOS, Germán. La interpretación y el
control constitucionales en la jurisdicción constitucional. P. 236. Finalmente ver GARCÍA BELAUNDE, Domingo.
“La interpretación constitucional como problema”. En la obra Homenaje a Carlos Restrepo Piedrahita. Simposio
Internacional sobre Derecho del Estado. Tomo II. Bogotá. Universidad Externado de Colombia. 1993. P. 671.

4
para su interpretación, es el denominado principio pro homine, el cual en palabras
de la tratadista Mónica Pinto, “se trata de un criterio hermenéutico que informa todo
el derecho de los derechos humanos, en virtud del cual se debe acudir a la norma
más amplia, o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de reconocer
derechos protegidos e, inversamente, a la norma o a la interpretación más
restringida cuando se trata de establecer restricciones permanentes al ejercicio de los
derechos o a su suspensión extraordinaria”3.

Por lo expuesto, definitivamente resulta contrario a este criterio hermenéutico,


interpretar el art. 129.II de la CPE, en el sentido limitativo y restrictivo en virtud del
cual se compute el plazo de los seis meses únicamente desde el momento que se
produjo el acto lesivo, anulando la segunda parte de esta disposición, que literalmente
y teleológicamente, permite computar el plazo de los seis meses desde la última
decisión judicial o administrativa, operativizando así un mayor y mejor acceso a la
justicia constitucional para la tutela de derechos fundamentales protegidos por el
amparo constitucional.

En coherencia con el razonamiento desarrollado supra, se tiene que el tratadista


Saguez4, en cuanto a este principio, lo cataloga como “la directriz de preferencia
interpretativa”, estableciendo que el intérprete de los derechos, ha de buscar la
interpretación que más optimice un derecho constitucional, según él, tal directriz de
preferencia interpretativa, a su vez comprende el principio favor libertatis, en virtud
del cual, se debe entender al precepto normativo en el sentido más propicio a la
libertad en juego, es decir al derecho fundamental objeto de protección. Por su parte,
en relación a esta temática, cabe destacar también que el Tribunal Constitucional
Alemán, ha señalado que “incumbe a la jurisprudencia constitucional descubrir la
diferente función de una norma constitucional y en particular de un derecho
fundamental. Y al respecto se dará preferencia a la interpretación que más
fuertemente despliegue la eficacia jurídica de la norma” (sic)5. Ahora bien,
efectivamente la última parte del art. 129.II de la CPE, en su aplicación
debe sujetarse a esta directriz de preferencia interpretativa denominada
principio pro homine, en consecuencia, sería contrario al mismo y en
particular al criterio favor libertatis, reducir el cómputo del plazo al acto
que consumaría el derecho denunciado como vulnerado, sin tomar en
cuenta que el cómputo del plazo desde la última actuación en sede
jurisdiccional como criterio alternativo inserto en esta disposición
constitucional es más propicio para operativizar el acceso a la justicia
constitucional y por ende una tutela constitucional efectiva.

También dentro del análisis del principio pro-homine, no podríamos dejar de


referirnos al criterio denominado pro actione, que a la luz de la presente
problemática, está directamente vinculado con los derechos a la tutela constitucional

3
PINTO, Mónica. “El principio pro homine. Criterios de hermenéutica y pautas para la regulación de los
derechos humanos”. En ABREGÚ Martín y COURTIS, Christian (compiladores). La aplicación de los tratados
sobre derechos humanos por los tribunales locales. Buenos Aires. Editores del Puerto. 1997. P. 163.
4
SAGUEZ, Nestor Pedro. “La interpretación de los derechos humanos en las jurisdicciones nacional e
internacional”. En AA.VV. Derechos Humanos y Constitución en Iberoamérica. PALOMINO MANCHEGO José y
CARLOS REMOTTI José (Coord.). P.36.
5
BverfGE,6,55 (72). Sentencia citada por HABERLE, Peter. La libertad fundamental en el Estado Constitucional.
PUCP. Lima. 1997. Pp 263 y 328.

5
efectiva y al acceso a la justicia constitucional, en tal sentido, este es una
manifestación del principio pro-homine en el ámbito procesal, en virtud del
cual, la interpretación de una disposición constitucional, debe hacerse en el
sentido que sea lo más accesible posible a un adecuado y recíproco sistema
garantista, en el cual prevalezca más la justicia que cualquier formalismo
extremo que obstaculice u obstruya una tutela constitucional efectiva, en
este contexto, computar el plazo únicamente desde la comisión de la vulneración
alegada atentaría contra el derecho a una tutela constitucional efectiva y contra el
acceso a la justicia constitucional, por tal razón, en virtud al principio pro actione, la
última parte del art. 129.II, hace más accesible y oportuna la justicia constitucional,
para que frente a un formalismo extremo (interpretando teleológica y sistémicamente
esta disposición), prevalezca la justicia y los derechos fundamentales.

Siguiendo una argumentación jurídica coherente, considerando que todos los criterios
hasta aquí expuestos son absolutamente armonizables a la pauta inserta en el art.
13.IV de la Constitución, es decir “la interpretación conforme a los tratados” es claro y
evidente que en la interpretación del art. 129.II de esta norma suprema, debe
seguirse el criterio interpretativo inserto en los incisos b) y c) del art. 29 de la
Convención Americana de Derechos Humanos, que consagra en su contenido el
principio pro-homine, con todas sus variantes antes expuestas; entonces, a partir de
este postulado, se tiene que desconocer la última parte del art. 129.II de la CPE y
computar el plazo de seis meses exclusivamente siguiendo el primer supuesto de
hecho de la citada norma, es decir computar el plazo únicamente desde la comisión
de la vulneración alegada, implica limitar y hasta suprimir el goce efectivo de una
garantía constitucional cual es el amparo constitucional; además, en una
interpretación “sistémica de las garantías vigentes”, significaría excluir al afectado del
goce de otros derechos como ser el de la tutela constitucional efectiva y del acceso a
la justicia, aspectos completamente contradictorios al alcance y objeto de la citada
convención y absolutamente atentatorio del criterio interpretativo plasmado en el art.
13.IV de la CPE.

3. Análisis del caso concreto

Si bien en el fondo, la presente sentencia declaró la improcedencia de la acción


presentada por no cumplir con el principio de inmediatez, y fue presentada después
de más de más de ocho meses de ser notificado con la respuesta a su memorial de
complementación y enmienda, ya que se le notificó el 29 de febrero de 2008 y
presentó el recurso de amparo el 5 de noviembre del mismo año; sin embargo, la SC
270/2011-R, en su Fundamento Jurídico III.2., cita a la SC 0521/2010-R de 5 de julio,
de que este despacho es disidente en cuanto al cómputo del plazo para la
interposición de la acción de amparo constitucional.

Fdo. Dr. Abigael Burgoa Ordoñez


DECANO

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