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En LA MARCA SUPERIOR
LEGITIMACY OF THE BANū HūD’S DINASTY IN
aL-Ṯagr aL-aq à
1 Sabemos que este título se da ya con ‘Abd al-Rahmān I, para los encargados de guardar la puerta
del monarca y no permitir la entrada más que a visitas concertadas, aunque adquirió importancia con emi-
res posteriores. El título de hāŷib fue pronto superior al de wazīr (visir) otorgado a simples consejeros de
diversos orígenes que ayudaban al monarca en las tareas administrativas y gubernamentales. Con el emir
Muhammad I, el hāŷib ejerció de portavoz del emir, cargo que también era compatible con diversas funciones
militares. En el siglo X había ganado un prestigio tal que el califa le asignaba una mensualidad y concesiones
territoriales. Llegó incluso a ejercer el poder de facto, aunque mantuvo siempre su legitimidad justificada
en la figura del monarca. Véase, para más información sobre el tema, VALLVÉ BERMEJO, J., Al-Andalus:
sociedad e instituciones, Madrid, 1999, pp. 225-238.
2 TURK, A., El Reino de Zaragoza en el siglo XI de Cristo (V de la Hégira), Madrid, 1978, pp.
43-49.
3 GRAnJA, F. de la, La Marca Superior en la obra de al-‘Udrí, Zaragoza, 1966, p. 43.
4 Esa campaña se realizó entre los años 924-925 y se refiere al hijo del primer Tuŷībī al que
hacíamos referencia anteriormente, Ibídem, p. 47.
al mando del gobierno de Ibn Abī ‘ mir [Almanzor] (…) este Munḏir, era un
jinete que tenía dotes caballerescas [furūsiyya], saliéndose [así] de los límites
de la ignorancia”5. Esta obra reprocha “los actos tan vergonzosos que cometió
con Hiš m [II] el depuesto, que fue su benefactor, elevó su rango y lo envió a la
frontera para defenderla (…) lo hizo bajar de su trono y lo entregó a la muerte;
vendió la sangre de sus partidarios, las gentes de Córdoba, a los beréberes (…)”6.
Según M. J. Viguera, este reproche lo retrataba seguramente ya Ibn ayy n en
su obra y se refería a la acción del tuŷībī, que tomó parte a favor de Sulaym n
al-Musta‘īr, intervino activamente en el asedio de Córdoba y en la destitución del
califa omeya, tras lo que Sulaym n volvió a alzarse con el califato en mayo de
10137. Fue precisamente el hecho de luchar en el partido de Sulaym n el que le
facilitó alcanzar el poder en Zaragoza8.
A lo largo de la itna, Munḏir mostró su apoyo a ‘Alī b. ammūd, el que
fuera sucesor —por la fuerza— del califato de Sulaym n9. El lugarteniente en
Lérida de Munḏir era Sulaym n ibn Hūd, que en veinte años aproximadamente
se haría con el poder de la taifa aragonesa, como veremos. El candidato al que
apoyaban en el año 1018, al-Murtaḍà fue asesinado y fue su hermano el que se
alzó con el califato en 1027 como Hiš m III al-Mu‘tadd, considerado el último
califa de al-Andalus10.
Ante una situación tan caótica, con la institución del califato tan denostada
por todos los problemas dinásticos que se habían dado desde la muerte de Al-
manzor, Munḏir se nombró ḥāŷib y tomó otros dos títulos que también habían
5 IBN Iḏ Rī, al-Bayān al-Mugrib, MAÍLLO SALGADO, F. (ed. y traducción), Salamanca, 1993,
p. 151.
6 Ibídem, p. 152.
7 VIGUERA MOLInS, M. J., Aragón musulmán, Zaragoza, 1998, p. 172-173. Véase también
VIGUERA MOLINS, M. J. (coord.), “Los reinos de taifas. Al-Andalus en el siglo XI”, en Historia de España
de Menéndez Pidal, VIII-1, Madrid, 1994.
8 “Sulaym n premió a las tribus beréberes que le habían ayudado otorgándoles tierras en Andalucía,
sobre las que enseguida alzarán sus taifas, y dando (a‘ṭà) Zaragoza a Munḏir”, VIGUERA MOLINS, M. J.,
Aragón musulmán…, p. 173.
9 No vamos a entrar en detalles sobre los ammūdíes porque nos parece que sólo complicaría un
panorama suficientemente oscuro de por sí, pero hay que tener en cuenta que se consideran los herederos de
la dignidad califal con todo lo que ello conlleva. Sobre la relación entre Munḏir y el califato ammūdí véase
ROSADO LLAMAS, M. D., op. cit. y especialmente VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón musulmán…, pp.
172-181. De hecho, el Bayān afirma abiertamente que el responsable de la muerte del hijo de Sulaym n fue
el propio Munḏir, para asegurar que el ammūdí llegase al poder. Lo refugió en Zaragoza, aunque luego
cambió su lealtad por ‘Abd al-Ra m n al-Murtaḍà y lo proclamó en el año 1018.
10 Toda esta información se encuentra más ampliada en VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón
musulmán…, p. 174. Sobre el reconocimiento de un califa real o ficticio en este período tan complejo y en
aras de estudiar la relación entre ese reconocimiento y la legitimación de cada nuevo gobernante en su taifa,
se recomienda la magnífica aportación de CLÉMENT, F., Pouvoir et Légitimité en Espagne musulmanes à
l’époque des taifas (V/XI siècles), Paris, 1997.
los creyentes Hiš m y se opone a sus derechos”14. Este episodio nos da un ejem-
plo de hasta qué punto es necesario un reconocimiento determinado a la hora de
legitimar a una persona en el poder, aunque también hay ambiciones individuales
detrás de la muerte de Munḏir b. Ya yà. De hecho, ‘Abd All h b. akīm una vez
que tomó el poder emitió moneda en la que se intitulaba como ḥāŷib, sin mención
alguna a Hiš m ni a ningún otro califa.
14 Todo esto está recogido en M. J. VIGUERA MOLINS, Aragón musulmán…, pp. 182-183. El
episodio está relatado también en al-Bayān al-Mugrib: “Estaba [Munḏir b. Ya yà] sumido en la lectura de
un libro, entonces [‘Abd All h b. akīm] lo hirió con un cuchillo que llevaba preparado y le cortó con él
las yugulares sin que [nadie] lo impidiera (…) Al punto sacó la cabeza de Munḏir del alcázar en lo alto del
palo y gritó “Este es el galardón a quien se rebela contra el emir de los creyentes Hiš m y se opone a sus
derechos” refiriéndose con eso al hombre exaltado [al califato] en Sevilla [y] al que se invocaba entonces
en ella, adhiriéndose este revoltoso a su gobierno y confirmando su proclamación, (…) Sobrevino entonces
en Zaragoza una gran perturbación, y sus gentes estuvieron al borde de una violenta revuelta. Aspiraron a
[valerse de] ellos muchos de aquellos que les hablaban; más se sometieron a este árabe que los asaltó y que
temieron hasta el punto de que los dominó…”, IBN Iḏ Rī, op. cit., pp. 154-155.
15 “Envió buscar al momento al cadí de la ciudad y a los jeques, que se presentaron ante él, estando
sentado en el trono del asesinado, mientras [el cuerpo de] Munḏir [permanecía]al lado del trono, bañado
en sangre y cubierto con sus ropas; entonces les explicó que él marcharía por la senda de su prosperidad
y [procedería] al fortalecimiento de su autoridad, e hizo ver que reconocía primeramente a Ibn Hūd” IBn
Iḏ Rī, Op. cit., p. 154
16 Ibídem. p. 155.
17 “Sulaym n ibn Hūd al-Musta‘īn entró en Zaragoza en safar del año 443 (junio-julio 1051)…”,
GRAnJA, F. de la, Op. cit., p. 54
18 Aunque no hay mucha información al respecto, las crónicas árabes relatan que los Banū Hūd
proceden del linaje árabe de ŷuḏ m, originario del Yemen, y que llegaron a al-Andalus seguramente en los
primeros de la conquista con los ŷund de Palestina y Jordania. Al parecer se instalaron en Sidonia, Algeciras,
Tudmīr y Sevilla. Esta información aparece de forma más detallada en VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón
musulmán…, p. 185.
23 Las crónicas se refieren a este acontecimiento con las siguientes palabras “En el [mismo año]
el enemigo se apoderó también de la ciudad de Barbastro que es una de las capitales de la frontera, notable
por la fortaleza y las defensas. La sitiaron los cristianos aproximadamente unos cuarenta días hasta uqe
la conquistaron por asalto, como se expuso anteriormente. Dice al-Bakrī: (…) mataron a toda su gente y
cautivaron a las mujeres de los muslimes y a los niños que en ella había, en incontable cantidad.”, IBn
Iḏ Rī, op. cit., pp. 210-211.
24 Ibídem. pp. 211-212. Sobre la percepción de los andalusíes de ese momento véase KASSIS, H.
E., “Muslim Revival in Spain in the fifth/eleventh Century. Causes and Ramifications”, Der Islam, nº 67,
vol. 1, 1990, pp. 78-110.
25 “(…) Lo que le ocurrió a Ibn Hūd con Denia fue lo mismo que le pasó a Ibn ḏī-l-Nūn con
Córdoba: al apoderarse de la plaza, todo al-Andalus se conmovió y todos los príncipes, al ver que la había
entrado sin combatir y en un abrir y cerrar de ojos, se alarmaron y comenzaron a hacer preparativos para
precaverse de su maldad, hasta que Dios los libró de él, haciéndolo morir en plena guerra y a punto de lograr
sus esperanzas”, ‘ABD ALL H AL-BULUGGīN, El siglo XI en primera persona. Las “Memorias” de ‘Abd
allāh, último rey Zīí de granada, destronado por los almorávides (1090), LÉVI-PROVEnÇAL, E. (ob.
1956) y GARCÍA GÓMEZ, E. (traductores), 2010 (1ª edición 1980), pp. 189-190.
26 ACIÉn ALMAnSA, M., op. cit., p. 47
27 Al-Muẓaffar de Lérida recurrió a su hermano por medio de una carta redactada por su secretario,
Ibn ‘Abd al-Barr —que pretendía dirigirse a todo al-Andalus en nombre de los barbastrinos— que apela a
solidaridad entre musulmanes: “a todos los gobernantes musulmanes y guerreros creyentes, guardianes de
la Fe, autoridades y súbditos ¿qué pensáis al ver las mezquitas y alminares donde antes se recitaba el Corán
y daba gozo la llamada a la oración, ahora clausurados por el politeísmo y la infamia, llenos de campanas y
cruces, en lugar de los fieles de All h?”, VIGUERA MOLINS, M. J., Aragón musulmán… p. 194.
28 Ibídem, p. 204
29 AnDú RESAnO, F., El esplendor de la poesía en la taifa de Zaragoza (409 de la hégira/ 1018
D.C. -503 de la hégira / 1110 D.C.), Zaragoza, 2007; véase también LOMBA FUENTES, J., “El Islam en
el Valle del Ebro: la cultura filosófica y científica”, en V Semana de estudios medievales: Nájera, 1 al 15 de
agosto de 1994, 1995, pp. 175-189.
hacia su erudición, aspecto que superaría su hijo al-Mu’tamin. Sin duda, intelec-
tuales y poetas de fama encontraron en Zaragoza un espacio de producción ar-
tística y cultural cuya plasmación material se ilustra en el palacio de la Aljafería
(al-Ŷa‘fariyya).
Antes de hablar de la sucesión de al-Muqtadir, vamos a detenernos en el
papel que desempeñan los ‘ulamā’ en la taifa hūdí. Este colectivo es fundamental
para la legitimidad de los gobernantes musulmanes, especialmente a partir de
inales del siglo VIII y comienzos del IX, cuando las escuelas de jurispruden-
cia islámica ya se han consolidado30. El fragmento anteriormente citado de Ibn
ayyān es especialmente ilustrativo sobre la simbiosis entre emires y ‘ulamā’
para guiar los corazones de los súbditos andalusíes y cómo el desprestigio de la
autoridad implica a ambos grupos de poder.
Realmente, la posición de los ‘ulamā’ comenzó a fortalecerse a partir del
califato de ‘Ab al-Ra mān III al-Nāṣir (912-961)31. El creciente protagonismo
que les brindaba el califa desembocó en un incremento de la inluencia política
de estos ‘ulamā’, algo que en el siglo XI era más que evidente, como expondre-
mos en el siguiente párrafo. Como señala D. Urvoy32, la itna supuso poner en
juego un cierto número de fuerzas tanto a nivel político como cultural, que va a
llevar a situar Córdoba como una región más en la producción de conocimiento,
perdiendo así su dignidad de “capital cultural” en tanto que capital califal. Lo
cierto es que, en general, la fragmentación del territorio permitió la diversiica-
ción de los centros culturales y muchos gobernantes empezaron a actuar como
mecenas —y algunos como al-Mu‘tamid de Sevilla se autorreconocieron como
poetas— de manera que la creación intelectual se vio estrechamente entreverada
con el poder33.
La Marca Superior, así como el Levante son objeto de una cierta subes-
timación por parte de Ibn Baškuwāl a juicio de D. Urvoy34, pues sitúa este te-
rritorio por debajo de Toledo en cuanto a sus relaciones con Córdoba. Urvoy
deiende que tanto Zaragoza como el Levante estaban al mismo nivel de Toledo
30 Una obra muy ilustrativa sobre el desarrollo de la figura de los ‘ulamā’ es SCHACHT, J., The
Origins of Muhammadan Jurisprudence, New York, 1959.
31 Fue entonces cuando situó a un ‘ālim a la cabeza de los ‘ulamā’ y le concedió el título de
Šayj al-‘aṣr y además creó una especie de consejo para éste, conocido como al-Fuqahā’ al-Mušawarūn,
MALCZYCKI, W. M., reaching a new understanding of the andalusí ‘ulamā’ of the taifa kings era (1013-
1086), Master of Arts thesis from the Department of Laguages and Literature, University of Utah, 2001, pp.
98-99.
32 URVOy, D., El mundo de los ulemas andaluces del siglo V/XI al VII/XIII. Estudio sociológico,
Madrid, 1983, pp. 33-34.
33 Un artículo muy ilustrativo sobre este tema es CHAFIC DAMAJ, A., “Relación entre el poeta el
poder político en la época de taifas: de la concordancia a la discrepancia”, MEAH, sección árabe-islam, nº
53, 2004, pp. 3-38.
34 D. URVOY, op.cit., pp. 74-79.
35 Ibídem, p. 76.
36 Ibídem, p. 77.
37 CHAFIC DAMAJ, A., Op. cit., pp. 13-27 En estas páginas hay numerosos ejemplos de poemas
laudatorios y de lo contrario, en el caso de que perdiesen el favor del gobernante. Algunos poetas cargaron su
cálamo de forma voraz contra figuras en el poder, como es el caso de al-Mu‘tamid de Sevilla e Ibn al-Abbār.
38 Véase PRIETO y VIVES, A., Los reyes de taifas, Madrid, 1926 y un artículo sobre Ibn Ḥazm y la
moneda de los reinos de taifas, BARCELÓ, M., “’Rodes que giren dins el foc de l’infern’ o per a què servia
la moneda dels taifes?”, Rubartayr = Gaceta Numismática, nº 105-106, 1992, pp. 15-23.
39 Este territorio fue bastante problemático para el emir zaragozano, para más detalle al respecto
véase VIGUERA MOLInS, M. J., Aragón musulmán…p. 207.
COnCLUSIOnES
En primer lugar, hemos visto que el califato se mantiene como legitimador
durante el siglo XI, al menos en la primera mitad, incluso para ciertos actos
que responden a intereses individuales como es el asesinato del último tūŷībī.
D. Wasserstein airma que la tradición califal se mantiene y actúa como fuente
legitimadora, incluso cuando la institución en sí está desacreditada y sin repre-
sentantes políticos de altura41. De esta forma, la dignidad califal se mantiene de
forma simbólica, aunque ya no esté revestida de la autoridad de facto que se le
concedía antaño. Por otra parte, apreciamos una continuidad entre las élites loca-
les de la Marca Superior durante la época ‘ mirí y aquellos que se hicieron con el
control de la taifa durante la itna en los primeros años de emirato de Munḏir42. El
problema de legitimación surge con el cambio de dinastía. Sulaym n aún repre-
senta la continuidad en algún aspecto, por haber gobernado en los territorios de
Tudela y Lérida a lo largo del período tūŷībī. Además su papel como paciicador
y restaurador del orden le otorga autoridad y reconocimiento a su soberanía. El
problema lo tiene su hijo, que debe mantener el poder de la dinastía a través de la
serie de mecanismos que hemos analizado en este trabajo.
El momento de mayor esplendor de la Marca Superior se dio con al-Mu-
qtadir, también el que más factores de legitimación necesitaba, pues sus hijos
ya tenían una posición consolidada en el trono y su autoridad no parece tan dis-
cutida. De ahí que nos hayamos centrado más en su igura, cuya legitimidad se
sostiene sobre los mismos mecanismos que sostenían el poder califal —la guerra,
la expansión territorial y el lorecimiento cultural— pero carece del principio le-
gitimador de jilāfa, una vez que el califato Omeya ha caído. Su hijo, en cambio,
reproduce un modelo completamente distinto de gobernante, el de “soberano
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