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Traductoras:
Alex Phai ElyCasdel Mire
Alexa Colton Jadasa Miry GPE
Amélie Jasiel Odair Nats
Anty Jeyly Carstairs Niki
Beatrix Juli Sandry
CamShaaw Julieyrr Sofía Belikov
CrisCras Lorena Susanita20
Daniela Agrafojo MaJo Villa Vani
Dannygonzal Mary Yure8
Diana Mel Cipriano

Correctoras:
Adriana Tate Itxi Niki
Amélie Jane Paltonika
AriannysG Jasiel Odair SammyD
Dafne2 Key Val_17
Daniela Agrafojo Laurita PI Verito
ElyCasdel LucindaMaddox Victoria
florbarbero Miry GPE

Revisión Final:
Beatrix Ivana Jadasa

Diseño:
Ivana
ÍNDICE
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Writing a wrong
Sobre el autor
SINOPSIS
La escritora de romance histórico, Nicole Blake, de veintidós años,
o NS Blake para sus lectores, no ha comprobado una encuesta oficial,
que conste, pero está convencida de que ella podría ser la única autora
de romance en el planeta que sigue siendo un miembro activo del club
virgen. No es que no haya intentado ponerle fin a su membresía. La vida
simplemente sigue encontrando molestas maneras de ponerse en su
camino. Sin perspectivas en el horizonte, Nicole comienza a sentirse más
cerca que nunca de llegar a experimentar cómo es un hombre dentro de
sus propias historias.
La oportunidad se presenta en la forma de un sensual
camarero/estudiante de pre-medicina, Alec Petropoulos, quien se
compromete a ser el modelo de la portada de su próximo libro. Las
chispas vuelan instantáneamente entre ellos, y Nicole comienza a
considerar la posibilidad de finalmente haber encontrado a la persona
correcta a quien entregarle su tarjeta V hecha jirones. Alec tiene todos
los ingredientes para ser un perfecto candidato de una noche, excepto
que, para sorpresa de Nicole, parece ser el único hombre del mundo que
no está interesado en enrollarse con una virgen.
Atrapada entre una roca y un hombre terco, ¿qué es lo que una
virgen puede hacer? Seducirlo, por supuesto. ¿Qué tan difícil podría
resultar? Si funciona para los personajes de sus historias, ¿por qué no
iba a funcionar para ella? Después de todo, lo que ocurre debajo de la
portada... se queda debajo de la portada.
1
Traducido por Alex Phai
Corregido por Key

Su aliento se dispersó sobre mi rostro cuando sin esfuerzo me


levantó entre sus brazos. La parte sensible de mi cerebro me castigó, me
llamó tonta. Debería haber golpeado mis puños contra su duro y curtido, y
cincelado pecho, y exigirle que me baje. Me miró. Sus ojos burlones bailaron
con una combinación de diversión y el deseo reprimido. Es como si pudiera
observar en mi mente, extrayendo cada pensamiento pecaminoso. Lo
deseaba tanto, al igual que un moribundo ansiaba una última bocanada
de aire, y él lo sabía. No había forma de negarlo cuando mi cuerpo tan
abiertamente me traicionaba. Mi pecho se movía con anticipación a medida
que sus ojos se movían a mis pechos que apenas se asomaban por el escote
del vestido de seda fina que llevaba. Sus ojos se oscurecieron con anhelo,
dándome una pequeña medida de satisfacción. Me deseaba tanto como yo
a él.
—Voy a hacerte mía —murmuró con voz ronca, bajando la boca—.
Vas a estar gritando mi nombre en el momento en que termine la noche. —
Sus labios se hallaban a centímetros. La expectativa se fue de mi propia
boca jadeante de deseo.
Se detuvo apenas por debajo de mis labios, esperando. Sabía que él
quería que rogara por ello. No cedería a sus demandas silenciosas. Si me
iba a tomar, la decisión sería totalmente suya.
Sus brazos se tensaron a mí alrededor mientras asimilaba mi
silencio. Conocía muy bien mi terquedad. Era lo que nos mantuvo
separados todo este tiempo. —Pídeme que te bese —exigió, bajándome a
la cama.
Sacudí la cabeza con resentimiento. No sé por qué luchaba tanto
contra él. Mi cuerpo entero gritó, exigiendo que me entregara a lo que había
estado esperando durante más tiempo de lo que podía recordar.
—Kassie —canturreó, jugando con mi debilidad por su voz profunda
y sensual. Se movió, inclinando su cuerpo de manera que se ubicaba entre
mis piernas temblorosas—. Dilo.
Podía sentirlo, duro como una piedra, presionando contra mí. Apreté
los dientes, tratando de mantenerme fuerte en tanto luchaba contra el
impulso de presionar mis caderas contra él. Utilizando todas las
herramientas en su arsenal, sus manos se deslizaban a lo largo de mi
costado, rozando mis costillas antes de hacer cosquillas a los lados de mis
pechos.
—Kassie —gruñó, reaccionando a la respiración jadeante cuando
presionó contra mí.
Negué con la cabeza. No cedería a sus demandas. Comenzó a mecer
sus caderas. Mi cuerpo muerto de hambre se amotinó, igualando sus
movimientos en busca de algo para saciar su sed. Nuestros cuerpos
bailaban, llenando mi cabeza con la canción más reciente de A Great Big
World.
Espera, ¿qué? ¿A Great Big World? Eso no está bien. Moví mis ojos
de mi pantalla de la computadora, sorprendida de encontrar mi visión
ligeramente borrosa. La luz del sol se filtraba por las persianas que olvidé
cerrar la noche anterior. Sacudí la cabeza para aclarar algunas de las
telarañas confusas de mi cerebro. La última vez que recordé levantar la
mirada, afuera estaba todo de color negro. Había estado escribiendo toda
la noche. La música que acaparó mi atención continuó sonando desde
algún lugar de la silla en la que me encontraba sentada. Frotando con
una mano mis ojos, y tanteando para encontrar mi teléfono, que se
deslizó por el brazo del sillón reclinable de gran tamaño y quedó atrapado
entre los cojines. Feliz de ver que la llamada era de mi mejor amiga,
Olivia, deslicé mi dedo por la pantalla antes de gruñir un saludo desde
mi seca-como-el-desierto garganta. A juzgar por la taza vacía en la mesita
junto a la silla, había pasado algún tiempo desde la última vez que bebí
algo. Tenía la costumbre de dejar de lado todas mis necesidades básicas
cada vez que escribía. Por cierto, mi vejiga de repente exigía atención. Era
un pensamiento escalofriante, pero si mi vejiga pudiera hablar, intentaría
demandarme, o al menos, de exigirme que usara pañales o algo así.
Teniendo en cuenta que esta no era mi primera novela, uno pensaría que
mi cuerpo a estas alturas se habría acostumbrado a la rutina por ahora.
—¿Nicole? —preguntó Olivia, sonando preocupada.
Me aclaré la garganta para encontrar una voz que sonara más
humana, pero mi segundo intento al hablar no fue mucho mejor. —Sí.
—¿Estás enferma?
—No —contesté, agarrando una lata de refresco de dieta de la mesa
de al lado de mi silla. La sacudí para encontrar la lata medio vacía y tomé
un trago. Puaj. Refresco de dieta sin gas absolutamente bolas de burro
chupadas. Hice una mueca cuando el líquido vil se deslizó por mi
garganta seca. Por lo menos, cumplió su propósito de humedecer mi
garganta como para poder hablar sin sonar como un sapo.
—¿Estás segura? Por la forma en que suenas, siento como que
debería estar pidiendo un ataúd. ¿Puedo sugerir algo en color marrón?
De esa manera tu tez pastosa-culo no se destacará tanto.
—Encantada de hablar contigo, puta. Como digo, los cadáveres son
pálidos. Incluso tu culo bronceado será pastoso cuando estires la pata.
Olivia soltó un bufido de risa a través del teléfono y no pude evitar
sonreír. Estoy segura de que si un extraño escuchara una de nuestras
conversaciones cuestionaría seriamente nuestra amistad. Palabras
como puta y zorra eran términos regulares de cariño para nosotras.
Acomodando mi teléfono entre el hombro y la oreja, hice clic en guardar
en mi computadora portátil antes de hacerla a un lado. Odiaba tomar
un descanso cuando me encontraba en ello, pero mi vejiga se hallaba
decidida a no ser ignorada. Me puse de pie, gimiendo como mi abuelo
durante acción de gracias por la forma en que mi cuerpo estalló y crujió.
Cada músculo en las piernas y la espalda estaba rígido y tenso. Teniendo
en cuenta que tenía solo veintidós años de edad, no era nada para
presumir. —Oye, Liv, ¿puedo volver a llamarte? Tengo que orinar y mi
estómago está amenazando con un motín si no arrojo algún alimento en
él.
—¡No, espera! Llamaba por una razón. Te necesito. Como ahora
mismo. —Su tono era tan dramático como solo ella podía hacerlo.
Poniendo los ojos en blanco, bailaba fuera del baño, haciendo mi
mejor esfuerzo para no mojar mis pantalones. —Liv, yo te llamo luego. Lo
prometo. —Mi intento de tranquilizarla era sincero, pero el inodoro me
parecía un trono preciado.
—No, no. Te conozco demasiado bien como para creerte. Irás a
hacer pis, prepararas algo de comer y luego totalmente te envolverás de
nuevo en tu libro. No voy a colgar hasta que te comprometas a venir a
ayudarme.
—¿Ir para que te ayude? —Hice una mueca, capturando mi reflejo
en el espejo. Llamarlo malo habría sido un eufemismo. Si se tratara de
Halloween, podría haber aterrorizado a todos los niños que vinieran a mi
puerta. Mi cabello recogido en lo que parecía ser un intento azaroso de
un moño en la parte superior de mi cabeza. Recordé recogerlo como a las
dos de la mañana después de que mi cabello cayera sobre mi rostro,
obstruyendo mi visión de la pantalla del ordenador. De alguna manera,
desde entonces hasta ahora se había convertido en un jodido nido de
pájaros. Mi camiseta gigante graciosamente exhibía una mancha de
chocolate de cuando me entusiasmé con la botella de jarabe de chocolate.
Me permití involuntariamente agotar mi fuente de chocolate, y tiempos
desesperados requerían de medidas desesperadas. La peor parte, mis
pantalones de yoga; hacía que mi cabello y mi camiseta casi parecieran
elegantes. La mayor parte de mi muslo se encontraba cubierto de huellas
anaranjadas de cuando estuve demasiado absorta en mi trabajo actual
en progreso como para tomar una servilleta en tanto comía bolitas de
queso.
—Liv, no voy a ir a ninguna parte. —Le di la espalda al espejo antes
de que pudiera romperlo o mi reflexión podría gritar con disgusto—. Me
veo como algo que el gato no se molestaría en arrastrar. Además, quiero
terminar este capítulo antes de que pierda mi ritmo.
—Nicole, esto es serio. Si quieres que este libro intelisexy tenga una
portada, es necesario conseguir tu culo aquí abajo. La iluminación es la
correcta, y solo tenemos una pequeña ventana para atraparlo. El
pronóstico para el resto de la semana predice que lloverá.
Incapaz de contener a mi vejiga un momento más, bajo mis
pantalones cubiertos de queso y me dejo caer en el inodoro. —Liv, ya
sabes que esos chiflados del clima en el noticiero no siempre tienen la
razón. Es el único trabajo en el que puedes estar equivocado todo el
tiempo y aún permanecer en él.
—¿Estás orinando mientras hablas conmigo?
—¿Qué otra cosa podía hacer? Dijiste que no ibas a colgar. Además,
tienes el peor oído. ¿Necesito mencionar a Brent?
—Dios no. Por favor, no me lo recuerdes. Todavía no puedo creer
que me llamara grano en el culo mientras lo estaban haciendo del baño.
Quiero decir, ¿quién demonios hace eso? Ugh, los ruidos me marcaron
de por la vida.
Me reí cuando terminé.
—¿Vas a venir? —preguntó a medida que me lavaba las manos.
—Um, eso es una pregunta personal, pero no, simplemente
orinaba.
—¡Eres una pervertida! Trae tu culo aquí abajo ahora. Vas a hacer
que pierda mi oportunidad, y luego voy a tener que darte una Perra-
Palmada.
—Liv, en serio. Soy un desastre. Déjame al menos saltar a la ducha
y luego me dirigiré allí.
—No hay tiempo. Sabes que no te lo pediría si no fuera serio. Siento
que nuestra ventana para esta portada se está cerrando. Eres quien dijo
que no quiere usar fotos de archivo. Si no puedo obtener esta foto, no
vamos a tener mucho de dónde escoger.
Suspiré pesadamente, sin encontrar alguna excusa que Olivia
aceptaría. Si recurre a la amenaza de fotos, las cosas deben ser alerta-
roja serias. Olivia no solo era mi mejor amiga desde la secundaria,
también era el genio creativo detrás de las portadas de cada uno de los
libros que había autopublicado durante los últimos dos años. Siempre
tuvo un ojo para la fotografía, pero nunca puso cualquier esfuerzo serio
en ello hasta que le pedí que hiciera la portada de la novela que escribí
durante el primer año en la universidad. Tardé más de un año en
terminarlo, pero tras interminables relecturas y ediciones, finalmente
encontré el coraje de publicarlo. No rompió ningún récord o se volvió el
sueño de todos los autores como para convertirse en un libro del Club de
Oprah, pero proporcionó un ingreso estable con el que nunca conté.
Después de tres libros, mis clases se pagaban sin la ayuda de préstamos
estudiantiles, y era capaz de pagar un modesto apartamento cerca de la
playa. Para el momento en que saqué el último libro de la serie, justo
después de la Navidad, obtuve un ingreso que me permitió ser
independiente totalmente.
—Bien. Estoy en camino —dije, sin molestarme en mirarme de
nuevo en el espejo. No había razón para detenerme en el hecho de que
me veía como alga de estanque. No tardaré mucho, y no era como si
estuviera tratando de impresionar a alguien.
—Gracias. —Cortó la conexión sin un adiós. No era nada nuevo.
Olivia era movimiento y agitación constante.
Agarrando mi bolso y las llaves; me dirigí a la puerta después de
prometer a mi gato, Severus, que le daría de comer tan pronto como
volviera. Su único reconocimiento fue darse la vuelta y mostrarme su
vientre suave y esponjoso en tanto disfrutaba de los cálidos rayos del sol
que entraban a través de mi puerta del patio. Obviamente, la comida no
se encontraba en su lista de pendientes. Deseaba poder decir lo mismo,
pero mi estómago se quejaba. Dejé mi apartamento antes de que pudiera
cambiar de opinión. Por el amor de Olivia, será mejor que este viaje llegue
a ser tan necesario como decía.
El sol era casi demasiado brillante cuando salí de mi complejo de
apartamentos. Parpadeé rápido, busqué en mi bolso mis gafas de sol,
sintiendo como si fuera parte vampiro o alguna otra criatura que prefiere
la oscuridad de la noche. El asfalto del estacionamiento negro irradiaba
calor como un horno. No hice caso de las pequeñas gotas de sudor que
ya corrían por mi espalda y en la cintura de mis pantalones de yoga.
Caminé hasta mi todoterreno que dejé estacionado bajo el único
árbol, en el estacionamiento, lo suficientemente grande como para
proporcionar cualquier tipo de sombra, que había dado a los dioses del
fuego o el sol o cualquier otra cosa que me hizo sudar un rapapolvo. El
resto del lote se hallaba lleno de palmeras. Supuse que estacionar bajo el
árbol más grande mantendría mi jeep más fresco, pero todavía se sentía
como un grado más frío que el infierno interior.
Deslizando una mano por mi frente húmeda, me metí en mi
vehículo e inmediatamente giré la manivela de aire acondicionado a lo
más alto, haciendo caso omiso de la explosión inicial de aire caliente que
me golpeó en la cara a medida que mi jeep ociosamente volvía a la vida.
Fueron menos de cinco minutos en coche a la playa donde Olivia tomaba
fotografías. Durante cualquier otra época del año sería un paseo
agradable, pero incluso con una suave brisa del océano, las temperaturas
de verano eran demasiado fuertes. Además, era arruinado por el aire
acondicionado.
La playa parecía relativamente muerta cuando entré en el
aparcamiento. Era mitad de semana y este tramo particular de la arena
se encontraba poblada en su mayoría por madres con su los niños
pequeños y otros niños pequeños. Juguetes de playa sin fin, toallas y
refrigeradores llenos de cajas de jugo fueron esparcidos bajo los paraguas
de colores brillantes. La mayoría de los niños estaban ocupados jugando
en las olas de aguas entrantes poco profundas o construyendo castillos
de arena. Sus madres, por otro lado, parecían notablemente curiosas por
Olivia y sus modelos, no muy lejos de la playa.
Mis pies se hundían en la arena caliente y seca que en pocas horas
estaría demasiado caliente como para caminar sin zapatos o sandalias
protegiendo los pies. Caminé hacia el agua, protegiendo mis ojos con mi
mano al tratar de descifrar a Olivia en la distancia. Incluso usando gafas
de sol, el sol brillante hacía que fuera difícil verla sin entrecerrar los ojos.
Finalmente, la vi de pie, con los tobillos en la profundidad del agua
ladrando instrucciones a dos modelos que metió en el agua hasta la
cintura.
Me di cuenta de que Olivia no estaba satisfecha por la forma en que
se mordía el labio. Nunca fue buena para ocultar sus emociones.
Preguntándome qué conseguía que su tanga se convierta en una
armadura, miré hacia los modelos, preguntándome si tal vez tenían un
mal día. Reconocí a Natasha. Ella siempre era una profesional. El tipo
era desconocido para mí, pero a medida que mis ojos se abrieron, estoy
bastante segura de que pude haber jadeado. No es extraño que todas las
mamás que pasé estuvieran mirando con tanta atención. Quienquiera
que fuese, el modelo que Olivia contrató era posiblemente el hombre más
guapo que yo había visto alguna vez. Olvida eso. Era más que guapo. Este
tipo era francamente precioso. Me encontré hipnotizada por sus
pectorales perfectamente esculpidos y hombros anchos. Parecía un
maldito Adonis, de pie entre las suaves olas que lamían el agua en su
tenso estómago. Su abdomen cincelado pedía ser lamido.
Sacudí la cabeza para recuperar el sentido. Pensamientos errantes
como este no eran normales para mí. No me malinterpreten. Podía
apreciar un hombre sexy, guapo tanto como la chica de al lado, pero
jamás había mirado boquiabierta y abiertamente a cualquier tipo antes.
Es evidente que mi mente seguía atrapada en la escena sexy que había
estado escribiendo cuando Olivia llamó antes. ¿Cómo podría explicar el
hecho de que quería lanzarme sobre él y rogarle que me haga su esclava
sexual? Honestamente, debe estar en contra de la ley tener un cuerpo
tan perfecto.
Me detuve un momento, dándome cuenta de que no estaba en
condiciones de conocer a alguien así. Maldita Olivia. Iba a matarla por
arrastrarme aquí hecha un desastre cuando ella sabía que fotografiaba a
alguien que le haría competencia a Ryan jodido Gosling. Me habría dado
la vuelta y corrido a mi todoterreno si Olivia no me hubiera visto y
saludado con la mano.
Señor Adonis me observaba mientras me acercaba. En un
movimiento totalmente cliché, empujé mis gafas de sol por el puente de
la nariz y miré por encima de los lentes para obtener una mejor vista de
él. Olivia apareció a mi lado, sacudiendo mi brazo para llamar mi
atención. Girando la cabeza, débilmente le oí decir hola, pero apenas lo
reconocí en tanto mis ojos se enfocaban donde se encontraba el semidiós
en el agua. Olivia recuperó mi atención cuando saludó a los dos modelos
que le devolvieron el saludo antes de caminar hacia la orilla. Traté de
mirar hacia otro lado, pero mis ojos traidores me dijeron que me fuera a
la mierda, negándose a alejar la mirada del par de modelos que
aparecieron majestuosamente en tanto caminaban fuera del agua.
Olivia parecía estar entre la diversión y la frustración. —Jesús,
Nicole. ¿Has tenido una pelea con una bolsa de Cheetos o algo así? —
preguntó, tirando de mi camisa y sacudiendo la cabeza ante la gran
mancha de chocolate—. ¿Y qué pasa con tu cabello? Eso es exactamente
una declaración audaz la que estás haciendo ahí.
—Lo que sea, gracias. Traté de decirte que no podía venir, pero
locamente me dijiste que era necesario hacerlo ahora mismo —dije,
imitando su tono desesperado de nuestra conversación telefónica
anterior.
—No quise decir que no podías tomarte dos minutos para
cambiarte de ropa.
Levanté mi mano y la detuve antes de que pudiera decir una
palabra más. —Solo recuerda, reembolsos son una estupidez. —Intenté
desempolvar y alisar mi ropa, pero el intento fue inútil. Lo único que
podría mejorar mi apariencia en este momento sería un genio saliendo de
una lámpara mágica.
Mirando a mí alrededor, me di cuenta de que todos los ojos
femeninos en la playa aún estaban pegados al hombre espectáculo de
caramelo. Por una buena razón. Él era puro sexo en un maldito bastón
de caramelo. El agua brillaba y rodaba por su cuerpo delgado y
musculoso de una manera que yo habría creído que era Photoshop si no
lo estuviera viendo con mis propios ojos.
Por desgracia, el señor Sexo en un bastón tenía pleno conocimiento
de mi apariencia, pero no por las razones por las que hubiera preferido.
Ropa o cabello desordenado por el viento hubiera sido mejor por qué sus
ojos se habían fijado un momento en mi pecho. Una ligera ráfaga de
viento había soplado través de la playa en el ángulo correcto, me recordó
que me olvidé ponerme un sujetador antes de salir de mi apartamento.
Sí, iba a enterrar a Olivia en una tumba poco profunda. Me hubiera
gustado no haber dejado el teléfono en el todoterreno porque le hubiera
preguntado a Siri1 por el mejor lugar para volcar el cuerpo de Olivia. Siri
podría ayudar. Siri nunca me habría llevado ciega en una situación
embarazosa como esta.

1
Una aplicación con funciones de asistente personal que se utiliza para responder
preguntas, hacer recomendaciones, etc.
2
Traducido por Lorena
Corregido por LucindaMaddox

La desafortunada coincidencia de la ráfaga de viento y mi reacción


corporal había llamado la atención de Olivia también. Se puso delante de
mí como un agente del Servicio Secreto protegiendo al presidente. Estoy
segura de que su intención era ser más discreta, pero todo lo que hizo
fue traer más atención a mis pezones duros que de repente tenían mente
propia. ¿Qué había en los pezones de una mujer que les hacía querer
llamar la atención en el peor momento posible?
—Conoces a Natasha, por supuesto. Alec, esta es mi mejor amiga,
y autora del libro del que estamos intentando hacer la portada. Es decir,
si podemos hacer que estas putas olas cooperen… Nicole Blake, o N.S.
Blake para sus lectores. Obviamente, la moda no es su punto fuerte.
Miré horrorizada a Liv antes de dar la mano torpemente a Alec. —
Nicole, está bien —dije cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Nicole, este es Alec Petropoulos.
—Encantado de conocerte, Nicole. Espero ser lo que estabas
buscando.
—¿Eh? Yo… —Su comentario me tomó por sorpresa y empecé a
ahogarme con mi saliva. O realmente era tan obvia, o él podía leerme la
mente. Los ojos de Olivia brillaron de risa. Me encantaba que mi
sufrimiento pudiese ser una fuente de gran placer para ella. Sería todo
diversión y juegos hasta mi próximo libro, cuando la escribiría como un
personaje y la mataría arrojando un meteorito a su cabeza. Después de
que le pasase algo completamente humillante primero, por supuesto. Tal
vez olvidó que éramos amigas desde la secundaria y había un montón de
buen material que podía usar. No luciría tan presumida entonces.
La miré por última vez en tanto trataba de recuperarme de mi
repentino ataque de tos. Recomponiéndome, pegué una sonrisa brillante
en mi cara justo cuando recordaba que también olvidé cepillarme los
dientes. Solo podía imaginar cómo estaban mis dientes considerando mis
pantalones cubiertos queso. Quería enterrar mi cabeza en la arena.
—Guau, ¿estás bien? —Alec sonrió y puso la mano en mi hombro.
Mis rodillas temblaban ligeramente como si el suelo se moviese bajo mis
pies. Realmente necesitaba controlarme. Actuaba como una virgen de
dieciséis años de Dorkville. Lo cual, si tenía que ser completamente
honesta, era en parte verdad. No la parte de la edad, pero técnicamente
se podía decir que seguía siendo virgen. No fue una decisión que tomé.
El momento nunca pareció el adecuado. La historia de mi vida, hasta
ahora. Hubo una sesión de manoseo que fue mal en el instituto, cuando
Mitch Klein no consiguió desabrochar mi sujetador. Entonces sus padres
llegaron a casa, frenando el intento. Rompimos antes de poder volver a
intentarlo. La única otra vez que estuve cerca fue en la noche del baile en
el último año, pero Paul Dent se adelantó él solo antes de que pudiésemos
sellarlo, terminando las cosas prematuramente… si me entiendes.
Cuando empecé la universidad, mi plan era esperar al chico correcto. Aun
lo sigo haciendo.
De pie en la playa, la mano de Alec se sintió más que un simple
gesto. Era algo delicioso que me hacía encoger los dedos de los pies y que
las partes latentes de mi cuerpo volviesen a la vida con un rugido.
El sonido de Olivia riendo rompió mi ensoñación. Como si no me
hubiera mortificado lo suficiente; de repente me di cuenta de que había
agarrado la mano de Alec, la que puso sobre mi hombro, y continuaba
sacudiéndola como una tonta. —Lo siento —dije, soltando su mano como
si fuese una serpiente lista para atacar. Esta era la razón por la cual
normalmente permanecía encerrada en mi apartamento cuando no
estaba en clase. Era una persona introvertida que no pertenecía al
público.
Intentando recuperar un gramo de dignidad, volteé hacia Natasha,
pero excesivamente, envolviendo mis brazos a su alrededor como si no
nos hubiésemos visto en años. Desafortunadamente, no consideré el
hecho de que estábamos de pie en arena desigual con el agua hasta los
tobillos. Si lo hubiese hecho, quizás no nos habríamos caído hacia atrás
en las olas. Teniendo en cuenta como había ido mi mañana, no debería
haberme sorprendido.
—Bueno, ahí va mi oportunidad —murmuró Olivia mientras
Natasha y yo emergíamos escupiendo agua salada.
La expresión de sorpresa de Natasha habría sido graciosa si las
circunstancias hubiesen sido diferentes, pero ahora me sentía terrible. —
Mierda, Natasha. Lo siento —gemí, mirando su cabello empapado.
—No te preocupes. Solo me tomaste por sorpresa, eso es todo —
dijo, tratando de recuperar el equilibrio entre las olas. Alec se acercó a
ayudarnos. Al menos era lo suficientemente caballeroso como para
contener la risa hasta que estuvimos de pie.
Olivia, por otro lado, no tenía ese tipo de tacto. Me llevó a un lado
y susurró en voz baja para que Alec y Natasha no oyesen nuestro
intercambio. —Te he llamado para ayudarme a conseguir la toma
perfecta. No para sabotearla totalmente. —En todo caso, Olivia siempre
fue profesional. Tiro de mi camiseta hacia ella—. ¿Y desde cuándo das
abrazos? Pensé que te hacían sentir incomoda.
—Obviamente. Mira lo que ha pasado cuando lo he intentado —
susurré—. No olvides que esto es tu maldita culpa. Me arrastraste de mi
apartamento con este aspecto. Ni siquiera tuve la oportunidad de lavarme
los dientes. —Tenía mucho valor al intentarme culpar de este fiasco.
—No te olvides del sujetador —dijo ella sin expresión,
descaradamente mirando mi pecho.
Ahora que me encontraba empapada de agua fría, podría también
estar sin camiseta. No quedaba mucho de mi pecho a la imaginación. —
Voy a matarte mientras duermes —dije, cruzando los brazos sobre mi
pecho. Sus susurros se convirtieron en fuertes risas. Sabía que era hora
de tirar la toalla, o en mi caso, mi camiseta mojada.
Mi partida fue tan torpe como lo había sido mi llegada, pero no me
permití obsesionarme con mi actuación hasta que me hallaba camino a
casa. Natasha y Alec fueron amables, aunque noté que les divertía la
situación. Gemí en voz alta en mi todoterreno mientras pensaba en el
espectáculo erótico de mi pezón. Me vendría bien una nueva oportunidad
para toda la mañana.
Al menos Severus se sentía feliz de verme cuando llegué a casa. Él
no me juzgaría por mi vergonzoso comportamiento.
—No fue mi mejor momento —le murmuré mientras iba al baño.
Treinta minutos más tarde, estaba duchada, tenía los dientes
limpísimos, y me hallaba vestida con ropa que en realidad era aceptable
para llevar en público. Por supuesto, eso no quería decir que tuviese a
donde ir o algo que hacer en particular. Mi creatividad para escribir huyó
a algún lugar entre mi sonrisa naranja fosforescente y mi chapuzón en el
océano. En cualquier otro momento habría llamado a Olivia para que
pasáramos el rato durante el breve respiro entre las sesiones de
maratones de escritura, pero seguía enfadada con ella.
En cambio, decidí darle a mi apartamento el tipo de limpieza que
merecía. No era una persona extremadamente desordenada, pero era una
apiladora. En vez de guardar las cosas, tenía tendencia a construir
pequeños montones. Era sobre todo correo basura, revistas y libros. Solo
cuando los montones ocupaban mucho espacio en la encimera empezaba
a guardarlos en cajones o armarios para tenerlos fuera de vista. Al menos,
limpiar me daba una excusa para quemar mi energía nerviosa. Comencé
a trabajar en el armario de la ropa blanca, donde muchos de mis
montones terminaron. Mis toallas y sabanas ocupaban los tres primeros
espacios, en tanto los juegos y cualquiera de los libros que había sido
demasiado vaga como para vender a la librería de la universidad
ocupaban las dos inferiores.
La mayoría de los libros cayeron al suelo, cuando abrí la puerta,
debido a mi típico método de apilamiento irregular. Una vez más, me
debatí entre llevarlos a la librería del campus; aunque por lo que había
oído, te pagaban poca cosa. Los metí en el armario de nuevo, pensando
que no valdría la pena mi tiempo y esfuerzo.
Después del armario de la ropa blanca, me trasladé a la cocina.
Normalmente comía comida para llevar más a menudo de lo que cocinaba
para mí, pero la cocina seguía siendo el punto donde dejaba todo lo que
traía a casa. Dispersos entre las montañas de correo basura y cosas de
libros variados que recogí, encontré algunas facturas que necesitaban ser
pagadas.
Sentándome en uno de los taburetes con respaldo alto ante mi
encimera, reorganicé distraídamente el bol de frutas que Olivia colocó
hace un par de semanas. Se hallaba convencida de que, si lo ponía a la
vista, me sentiría obligada a dejar de lado mi comida chatarra para comer
una manzana o un plátano. La intacta fruta parecía ahora aún menos
atractiva cubierta de pelusa. Sin mencionar el olor. Intenté decirle que
malgastaba su dinero, pero Olivia era tan terca como yo. Era un círculo
vicioso. Con el tiempo una de las dos se tenía que romper. Mejor ella que
yo.
Coloque el cuenco vacío sobre la encimera tras tirar la fruta en el
basurero. Mis pensamientos fueron hacia mi corto tiempo en la playa en
tanto intentaba describir lo que había pasado antes. No había excusa
para la forma en la que actué. Siempre fui un poco “tímida como un
ratón” como le gustaba decir a Olivia, pero era capaz de actuar como un
humano normal en circunstancias sociales. Había estado alrededor de
una justa parte de chicos guapos. Infiernos, estuve sentada detrás de
Chip Price en clase de inglés todo un año en el instituto, envuelta en una
bruma de colonia y esperando a que se girase y me diese una de sus
sonrisas baja bragas. ¿Y qué si la única vez que se dio la vuelta fue para
pasar papeles del profesor? Lo que importaba era cómo todas y cada una
de esas sonrisas me hacían sentir especial y hacían que mis dedos de los
pies se doblasen.
Sin embargo, hoy, fue una historia diferente. Alec era guapísimo, y
sus abdominales deberían ser expuestos en algún museo sobre dioses del
sexo, pero escribo romance por Dios. Podía describir una escena de sexo
de una manera que haría sonrojarse a un motorista, pero ponme en una
situación con un chico sexy, y actuaba como si hubiese encontrado mi
primer amor. Una cosa era cierta, a los veintidós había pasado de sobra
la edad para un enamoramiento de colegiala.
Los pensamientos siguieron filtrándose en mi mente mientras
estaba sentada en la encimera en el limbo. Sabía que tenía que volver a
escribir. Wicked Lovely se suponía que sería publicada a finales del
próximo mes, y todavía me quedaban otras veinte mil palabras para
concluir la historia. Mi editor esperaba el manuscrito en dos semanas, lo
que significaba que no podía perder el tiempo. Simplemente, hoy no podía
poner de nuevo mi mente en modo de escribir- Me debatí entre pasar el
tiempo en Facebook y Twitter, pero incluso eso tenía poco atractivo.
Facebook especialmente absorbía completamente el tiempo. Sabía por
experiencia previa que un minuto se convertiría en cinco, lo cual se
deslizaría fácilmente en una hora.
Agarré mi teléfono y pensé en preguntarle a Siri consejos sobre
dónde esconder un cuerpo antes de decidir que había estado enfadada
con Olivia suficiente tiempo. Así era como funcionaba nuestra amistad.
Ninguna de las dos era capaz de estar enojada con la otra durante más
de una hora o dos. En este momento, necesitaba la cordura de mi amiga
para demostrarme lo ridícula que era, así que toqué la pantalla para
marcar su número.
Olivia respondió en el primer tono, como si estuviese esperando a
que llamase. —Tardaste bastante tiempo.
Puse los ojos en blanco. No hay nada como ser predecible. —Psh,
tienes suerte de no estar enterrada en algún pantano. ¿Cómo pudiste
hacerme eso?
Su risa revoloteó a través del teléfono. —¿Cómo iba a saber que te
presentarías pareciendo uno de esos malos clientes de Wal-Mart que la
gente publica en Facebook? Créeme, si hubiese sabido que ese era el
aspecto que llevabas, habría tapado los ojos a los niños en la playa. Eso
fue un choque de trenes.
—Que te jodan, puta. Esa es tu última advertencia. —Pensé en
colgar. Quizás no la necesitase después de todo.
—Está bien, lo siento, lo siento, lo siento —dijo rápidamente—. Solo
estoy bromeando. Vamos, no seas aguafiestas. Te invitaré a comer —
persuadió—. He encontrado un nuevo restaurante mexicano que quiero
que probemos.
—¿Otro? —Olivia se hallaba en una búsqueda constante para
encontrar un restaurante mexicano decente en el centro de Florida. Cada
mes más o menos, ella tropezaba con uno nuevo. Personalmente, no creo
que ninguno de los restaurantes anteriores fuera malo, pero a todos los
consideraba una mierda. Olivia había vivido en California durante un
tiempo y se jactaba de que no conocías buena comida mexicana hasta
que probabas algunos de los restaurantes justo al norte de la frontera.
—Estoy obligada y decidida a encontrar un lugar que haga taquitos
de sabor autentico. No algo que sacas del congelador y calientas en el
microondas —dijo lanzándome una indirecta. Era de conocimiento
común entre nosotras que moriría de hambre si no fuese por mi
microondas y mi obsesión a los cereales. Si algo no podía ser calentado
en el microondas o vertido en un tazón con leche, no pertenecía a mi
cocina. A Olivia le gustaba bromear con que, si alguna vez me hacía
famosa por mi escritura, lo primero que debería hacer es contratar a un
cocinero. Era un bonito sueño imposible. Exactamente no era exitosa con
mis libros, pero los ingresos superaron bastante lo que alguna vez pensé
que iba a ganar. Cuando empecé la universidad, sabía que quería la
carrera de literatura. Albergué la esperanza de que sería un trampolín
para alimentar mi amor por la escritura, pero en realidad había planeado
usar la carrera para convertirme en profesora. Ahora en mi último año,
empezaba a pensar que quizás esta cosa de la escritura podría volverse
permanente. Quizás nunca haría lo suficiente como para contratar mi
propio cocinero, pero me gustaría viajar por el mundo algún día. A decir
verdad, sólo la idea de que hacía lo que amaba y que era capaz de hacerlo
a tiempo completo, era todo lo que podía pedir. Me encontraba viviendo
mi sueño a los veintidós. Nadie necesitaba decirme lo afortunada que era.
3
Traducido por Niki
Corregido por florbarbero

Olivia ya había consumido la mitad de una margarita cuando me


reuní con ella para el almuerzo, una hora más tarde.
—Gracias por esperarme —bromeé, tirando de mi sudadera. La
temperatura era un infierno afuera, pero el interior del restaurante
llegaba al nivel de un frío ártico. No es que me quejara. Prefiero estar con
frío que sudar, pero vivir en Florida toda mi vida me enseñó a llevar una
chaqueta o un suéter en cualquier momento cuando salía a comer.
Olivia sorbió hasta lo último de su bebida con sabor a fresa. —
Nunca temas. Planeo pedir otra. Después de esta mañana, creo que las
dos podríamos necesitar unas cuantas.
Puse los ojos en blanco. A Olivia le encantaba hacer que todo fuera
un poco más dramático de lo que realmente era. —Por favor, si alguien lo
pasó mal, fui yo. Apuesto a que quedé como una completa idiota.
—Sí —concordó, señalando a la camarera.
Incapaz de evitarlo, le di una patada por debajo de la mesa. —¿No
hay una cláusula de amistad donde se supone que mientas y me digas
que no fue tan malo?
—Las mentiras no van a hacer que tengas sexo, mejillas dulces —
respondió, volviéndose a la camarera. Palidecí cuando la camarera me
sonrió. Genial, ¿por qué no acabar de anunciar al mundo que no tenía a
ningún hombre que calentara mi cama?—. Voy a tomar otra, y trae una
para Bolitas de Queso aquí también —añadió.
Olivia sonrió cuando le enseñé el dedo medio. El problema era que
ella sabía que yo era todo charla y nada de acción.
—Entonces, ¿cuál era tu problema esta mañana? —Recogió la salsa
con una papa frita y lo metió en su boca—. Sé que te aparté de uno de
tus maratones de escritura, lo que explica el aspecto descuidado, pero
parecías francamente nerviosa.
Me encogí de hombros. —No lo sé. Por cierto, ¿cómo está Natasha?
—Todavía me sentía terrible por llevarla conmigo al agua.
—Está bien. Definitivamente la sorprendiste hasta la mierda,
cuando la abordaste.
Podía sentir mis mejillas empezando a calentarse. ¿Cómo podría
explicar que Alec era la fuente de mi comportamiento inesperado? Que
mi cuerpo sentía la necesidad de responder con solo mirarlo. Puedo ser
una virgen, pero no era ingenua. Reconocía la lujuria cuando la sentía.
Los ojos de Olivia se estrecharon astutamente mientras me
observaba. Mierda. Ella sabía. Me di cuenta por la forma en que sus ojos
se abrieron y una sonrisa alegre iluminó su rostro. Agaché mi cabeza,
tratando de alcanzar una papa frita, pero tenía la peor cara de póquer en
existencia. —Ahhhhh, la trama se complica —canturreó—. Crees que
podría ser el indicado para desbloquear el cinturón de castidad.
A mi pesar, no pude evitar resoplar. —¿Cinturón de castidad? Tal
vez necesitas dejar de leer mis libros de romance histórico. Bienvenida al
siglo XXI.
La camarera regresó con nuestras bebidas y se rio de mi
comentario. —¿Están listas para ordenar?
—Quiero los taquitos con una guarnición de arroz y frijoles, y mi
amiga, obviamente, quiere algo alto, moreno y fornido —dijo Olivia, por
lo que las tres nos reímos.
—Tú y yo —respondió la camarera, mirándome.
—Está bien, escúpelo —exigió Olivia, una vez que realizó el
pedido—. He estado esperando este momento por siempre. Empezaba a
pensar que jugabas para el otro equipo. Ya tenía todo solucionado en mi
cabeza de cómo zafarme fácilmente cuando finalmente te me propusieras.
—Ja, ya quisieras. Si iba a jugar para el otro equipo, sería por
alguien dulce.
Trató de parecer herida. —Soy dulce, perra.
Arqueé las cejas. —¿En serio?
—Bien. Fui dulce una vez. Creo que tenía cinco o alguna mierda
así. Mi hermana quería la paleta que me dieron cuando tuve que
aplicarme una inyección y casi pensé en dársela.
Me reí entre dientes. —Supongo que la intención es lo que cuenta...
—Maldita sea, claro que sí. Ahora deja de tratar de evadir mi
pregunta. Dime qué cosa de mi nuevo modelo te puso que toda lujuriosa
y mojada.
—Quieres decir, ¿además de lo obvio? De todos modos, ¿cómo lo
encontraste? Pensé que tenías problemas para encontrar a alguien que
reemplazará a Grant cuando se trasladó a Nueva York el mes pasado.
Olivia mojó la papa frita en la salsa antes de contestar—: En
realidad, esa es una historia interesante. Lo conocí cuando la otra noche
salimos con Taylor.
—Fueron a ese club nuevo por Church Street Station, ¿verdad? —
Seguí, sumergiendo mi propia papa frita en la salsa.
—Ahí es donde lo conocimos. Trabaja como camarero cuando no
está en clase.
—¿Y modela también?
—Ahora sí —respondió Olivia—. Antes de que aparecieras esta
mañana e hicieras tu gran revuelo, ya me había dado cuenta de que iba
a ser natural para él. Quiero decir, fueron los abdominales, ¿verdad? Si
no estuviera en una relación, tendría que repensar mi política sobre no
tener relaciones con los modelos. Definitivamente trae una tentación a la
mesa que ninguno de los otros trajo antes.
Tomé un trago, dejando que la bebida congelada se deslizara por
mi garganta antes de responder—: Eso es porque todos tus otros modelos
masculinos son gais. Tendrías más oportunidad de conectar con Natasha
que con cualquiera de ellos.
—Cuánta razón tienes, Sherlock. De todos modos, cuando nos
encontrábamos en el bar, Taylor se puso a conversar con él. Alec llevaba
una camisa de Tampa Bay Bucs y sabes cómo los chicos sienten la
necesidad de unirse a causa del deporte. Prácticamente babeaba por
aburrimiento para el momento en que empezaron a hablar sobre un
algoritmo de las posibilidades que los Bucs llegaran a la Serie Mundial el
año entrante.
—Super Bowl —corregí automáticamente. Nací y crecí con tres
hermanos mayores, sabía más sobre deportes de lo que debería
naturalmente. Todos ellos eran atletas, al igual que mi padre. Pasé mis
años adolescentes viviendo con el olor de los calcetines de gimnasia y
ungüentos para el pie de atleta. No me importaba, ya que la mayoría de
las veces babeaba por sus amigos. Por supuesto, tener tres hermanos
mayores que recibieron de nuestro padre sobreprotector la orden de
cuidarme no ayudó a mi vida amorosa en la escuela secundaria. Añádele
a eso una personalidad naturalmente tímida y no era de extrañar que me
convirtiera en una persona introvertida. Sólo los más cercanos amigos de
mis hermanos sabían lo que existía debajo de mi superficie tímida.
Aunque apreciaban a una chica que podía hablar de deportes, nunca me
miraron como algo más que una hermana pequeña.
—¿A quién le importa? Super Series, Bowl Mundial, ese no es el
punto. Mientras se hallaban ocupados pontificando sobre el futuro de un
equipo en el que ninguno de ellos jugaba, yo apreciaba a Alec.
Definitivamente se sentía cómodo en su propia piel. No tomó mucho
poder de convencimiento conseguir que estuviera de acuerdo. Creo que
le gustaba la idea de ganar algo de dinero extra.
Intenté evitar que mis mejillas se encendieran de color rojo, pero
en tanto más Olivia hablaba de él, más parecía sonrojarme. —
Definitivamente tiene la apariencia de un modelo de portada —chillé.
—Guau, sí que estás embelesada —reflexionó Olivia mientras la
camarera regresaba con nuestra comida.
—¿Ahora vas con embelesada? Olivia, no estoy bromeando.
Necesitas leer algunas novelas contemporáneas. Si comienzas a refirirte
a las mujeres como damas y a los hombres como caballeros, voy a
organizar una intervención.
—¿Qué puedo decir? Tus libros me engancharon en el tema
histórico. Deberías estar contenta.
La camarera se detuvo cuando me entregó mi plato. —¿Eres
escritora? —preguntó con entusiasmo—. ¿Qué tipo de libros escribes?
Agaché la cabeza, casi ahogándome con la papa frita que acababa
de meter en mi boca. Hablar de mis libros con extraños aún era una
experiencia nueva para mí. Asentí, ya que todavía me encontraba
tosiendo.
—No le hagas caso —respondió Olivia—. Pasa la mitad del tiempo
encerrada en su apartamento como una ermitaña mientras escribe.
Gracias a Dios sus libros son mejores que sus habilidades sociales. —
Suavemente sacó uno de los marcadores que diseñó para mí de su
bolso—. Aquí tienes —añadió, entregándoselo.
—Guau. Esto es tan emocionante. Soy una ávida lectora, para gran
disgusto de mi marido. Odia cuando empiezo a leer un nuevo libro. Dice
que lo ignoro por completo.
Finalmente, dejé de toser y tuve la oportunidad de estar de acuerdo
con ella. —Soy de la misma manera. Ya no tengo mucho tiempo para leer
debido a que ocupo todo mi tiempo escribiendo, pero no hay nada como
perderse en las páginas de un libro asombroso.
—Sí —respondió con entusiasmo, asintiendo para dar énfasis—. No
puedo esperar a salir del trabajo y decirle a mi marido que le serví a una
autora real. Y definitivamente voy a conseguir tu libro.
Explicar a dónde ir en línea para encontrar mis libros siempre me
era incómodo. Como autor independiente, ninguno de mis títulos se
podía encontrar en las librerías tradicionales. Olivia era mucho mejor en
la explicación de la logística, así que le dejé tomar control de la
conversación. Después de unos momentos, la camarera tenía toda lista
completa con todos los vínculos para encontrar mis libros. Antes de
marcharse, me pidió que firmara el marcador y sacó su teléfono para una
foto. Accedí a regañadientes. No porque no estuviera agradecida.
Simplemente no tenía la menor idea de por qué alguien querría una foto
conmigo. Olivia se levantó de la mesa para hacer los honores. —
Acérquense un poco más —dijo, dándome un guiño—. Está bien, en tres
digan sexy. —Tomó la foto y le entregó el teléfono a la camarera que nos
agradeció de nuevo.
—Entonces, ¿en qué más estás trabajando esta semana? —le
pregunté a Olivia después de tragar un bocado de mi “quesadilla sosa”
como ella le decía. Sus gustos eran más picantes que los míos. Prefería
que mi boca no se sintiera como incendiada.
—Tengo un par cubierto hasta el final y otro rodaje para Michelle.
Ella quiere un ambiente paranormal, así que voy a hacer la sesión la
noche del jueves. Se supone que es una luna llena, siempre y cuando las
nubes se comporten. ¿Quieres salir conmigo y Taylor mañana por la
noche?
—No estoy segura. Tengo que terminar Wicked Lovely y
entregárselo a Hollie para que lo edite antes del 12.
—Pensé que casi se encontraba terminado.
—Sí, pero como que me interrumpieron hoy.
Se limitó a arquear una ceja hacia mí. —No voy a dejar que me
culpes. Ambas sabemos que, de todas maneras, prefieres escribir en la
noche.
—No me conoces tan bien. Quizás decidí durante las vacaciones de
verano, que ahora que no tengo que preocuparme por las clases, podría
tratar de escribir durante el día y realmente dormir por la noche.
—Cierto. Lo creeré cuando lo vea. Eres un ave nocturna.
Suspiré. —Es cierto. —Siempre fui más una criatura de la noche.
Incluso cuando era más joven, me quedaba hasta más tarde leyendo bajo
las mantas con la pequeña linterna que mi hermano mayor, Tony, me
había dado.
—Todavía creo que deberías salir con nosotros. Has estado
encerrada en tu apartamento cada fin de semana durante tanto tiempo
me sorprende que alguien no haya entrado e intercambiado tu
identificación de la universidad por una tarjeta de socio permanente.
Necesitas salir de vez en cuando. Descontrólate. Sé salvaje.
—¿En serio? —Solté un bufido—. En todos los años que nos
conocemos, ¿cuándo he sido salvaje? —Negué en tanto me limpiaba la
crema agria de la esquina de mi boca.
—Bueno, todavía eres joven. Nunca ha habido un mejor momento
para empezar. Ven con nosotros, Nicole. Te divertirás, y va a ser bueno
para ti.
Medité sus palabras pesadamente mientras continuábamos
nuestra comida. No podía negar su punto. Eran los años en mi vida
cuando debería estar viviendo un poco. Además, me gustaba salir con
Olivia. Éramos cercanas desde la secundaria, cuando le pateó el culo a
Kara Miller por meterse conmigo. Desde ese día en adelante, nos
convertimos en mejores amigas. Teníamos una relación tipo yin-y-yang.
Yo era tímida y reservada; ella, confiada y directa.
Olivia tenía el tipo de características por el que cualquier chica
mataría. Era alta y tenía una cara hermosa, con el cabello largo de color
negro brillante y magníficos ojos para morirse. Luego estaba yo, toda
incómoda con mi piel pálida, el cabello espigado y ojos color marrón.
Olivia siempre me dijo que me encontraba llena de mierda; que era más
atractiva de lo que pensaba y que iba a patearme el culo por pensar lo
contrario. Por eso la amaba tanto. Siempre fue una amiga leal por encima
de todo.
—Hola, Nicole. Estás por las nubes de nuevo. —Olivia chasqueó
sus dedos en mi cara, consiguiendo mi atención. Todo el mundo que me
conocía se acostumbraba a mi ocasional andar por las nubes. La mayoría
de las veces era porque pensaba en el progreso de mi trabajo actual. Mis
hermanos se burlaban de mí, alegando que en realidad podían ver el
humo saliendo de mis oídos.
—Lo siento —dije, mojando la quesadilla en guacamole.
—Por lo tanto, ¿mañana? ¿Estás dentro?
Asentí. —Supongo. Siempre puedo escribir cuando llegue a casa.
Olivia sonrió con satisfacción. Por el resto de la comida hablamos
de mi nueva portada. Me las arreglé para esquivar las preguntas sobre
Alec al negarme a reconocer más de los comentarios de Olivia acerca de
eso. Finalmente dimos con un plan de juego sobre cómo manejar la
segunda toma. Irónicamente, después de todo lo que pasó en la playa
esta mañana, admitió que todo fue para mejor porque la pose que
imaginó para los modelos era exagerada y ahora tenía otra idea… si podía
conseguir la iluminación perfecta, por supuesto. Esa era su preocupación
estándar para cada sesión. Al menos se hallaba de vuelta en la pista, que
era lo único que me importaba.
Salimos de la temperatura prácticamente congelante del
restaurante hacia el exterior en el calor sofocante. Me sorprendió que no
me enfermara con más frecuencia. —Bueno, ¿cuál es el veredicto? ¿Sí o
no a los taquitos?
—No está mal. No fueron tan buenos como los de SoCal,
obviamente, pero tal vez vamos a seguir viniendo. Con Taylor pasaremos
mañana por tu casa a las ocho para recogerte.
—Está bien, pero no sushi esta vez. —La última vez que Olivia trató
de ampliar mi paladar terminé con náuseas y casi vomité en los zapatos
del camarero. No era algo que el personal en el restaurante tomara
demasiado bien, pero aprendimos la lección.
Olivia se río entre dientes. —Está bien, pero ¿quién sabía que ibas
a ser una bebé?
Le saqué la lengua en tanto subía a mi todoterreno.
4
Traducido por Beatrix
Corregido por Daniela Agrafojo

A las dos de la tarde siguiente, lamentaba mi repentina decisión de


salir con Olivia y Taylor. Mi rutina había vuelto y me quedé despierta toda
la noche escribiendo. Probablemente sufriría las consecuencias más
tarde, pero por ahora tenía una sensación de euforia porque todas las
piezas de mi historia comenzaban a encajar. Sabía que si no quería ser
un completo zombi cuando saliera más tarde, necesitaba conseguir un
par de horas de sueño. Fue duro alejarme de mi manuscrito, pero a las
tres me obligué a cerrarlo.
Colocando mi portátil en el lado vacío de la cama, me recosté contra
mis almohadas, esperando que mis ojos se volvieran pesados
rápidamente. El problema era que, después de una sesión de escritura
larga no podía apagar mi cerebro de inmediato, así que por lo general sólo
me quedaba allí llena de adrenalina. Pensé que, si me quedaba en la
cama, técnicamente me hallaba descansando. Ese fue el razonamiento
que usé con mis padres cuando era más joven. Gracias a las cortinas que
compré, mi habitación se hallaba sumida en la oscuridad tras apagar mi
lámpara. Puse la alarma de mi teléfono para las seis y media, resistiendo
la tentación de echar un vistazo a Facebook o revisar mis emails.
Severus había estado esperando pacientemente a los pies de mi
cama y ahora caminaba por mis piernas, tomando su lugar habitual en
mi estómago. No era exactamente gordo para los estándares de un gato,
pero era fornido. Gruñí bajo su peso mientras amasaba la manta hasta
que estuvo satisfecho y cómodo. Cerré los ojos a medida que acariciaba
a Severus en la cabeza. Debía haber estado más cansada de lo que
pensaba, porque me sentí ir a la deriva hacia el estruendo constante de
su ronroneo.
Algún tiempo después, me desperté sorprendida por el sonido de
golpes en mi puerta. Severus maulló disgustado cuando me incorporé
bruscamente, echándole de mi estómago. Me sentía desorientada. Mi
habitación permanecía oscura sin importar qué hora del día era debido a
mis cortinas. Andando a tientas alrededor de mi escritorio, me las arreglé
para encontrar mi teléfono y tecleé el botón para encender la pantalla.
Otra serie de golpes en la puerta hizo eco en todo el apartamento. Gemí
cuando vi que eran las ocho.
Luchando desde mi cama, me pasé una mano por los ojos y encendí
las luces mientras me dirigía a la puerta con Severus siguiéndome.
—Lo sabía. Te quedaste dormida —proclamó Olivia cuando abrí la
puerta.
En lugar de tratar de negar lo evidente, me volví y me alejé para
que pudiera entrar.
—¿Por qué no utilizaste la llave que te di?
—La dejé en el coche con Taylor. Su mamá lo llamó mientras
estacionábamos.
Me mordí el interior de mi mejilla por la manera en que Olivia
dijo mamá, como si fuera una mala palabra. Sus propios padres habían
estado ausentes en el mejor de los casos. En los últimos años, se acercó
a mi madre; pero aún mantenía una actitud distante en lo que concernía
a los padres.
—¿Por qué no estás vestida? ¿Es esto una estratagema para
librarte de ir? Porque podría también decirte, que no va a funcionar. De
manera que saca tu culo flaco de allí y vístete.
—No seas mandona. Estuve despierta hasta tarde escribiendo y mi
alarma falló en despertarme —dije, sosteniendo en mi mano al culpable.
Olivia tomó el teléfono de mi mano y me siguió mientras me dirigía
a mi habitación a cambiarme. Se sentó en mi cama deshecha en tanto
rebuscaba en mi armario algo presentable para usar. No era una experta
en moda; pero incluso yo, tenía que admitir que mi armario era escaso.
Mi tocador desbordaba con pantalones de yoga y camisetas, pero mi
armario parecía ignorado. Se hallaba compuesto de unas cuantas cosas
que recogí en los últimos años, junto con algunos restos de mi armario
de la escuela secundaria. Mirándolo ahora, era realmente lamentable.
—Tu armario está jodidamente anoréxico. —Se quejó Olivia
mientras miraba por encima de mi hombro. Me rodeó, empujando
perchas a un lado para buscar el traje perfecto que no se encontraba
allí—. Necesitas una renovación completa de vestuario. Y una
intervención de pantalones de yoga —añadió, mirando mi par color rosa
fuerte.
Me encogí de hombros. Con el tiempo me gustaría complementar
mi armario, pero no se encontraba en lo alto en mi lista de prioridades.
Agarrando un ligero top de raso negro y una camiseta negra del armario,
me dirigí a mi tocador y saqué un par de vaqueros que tenía desde la
secundaria. A juzgar por la expresión del rostro de Olivia, no estaba de
acuerdo, pero no me importaba. Los vaqueros nunca pasaban de moda,
y todavía me quedaban bien.
Sacándole la lengua, me metí en el cuarto de baño para ducharme
rápidamente y vestirme.
Quince minutos más tarde salí del baño con una nube de vapor
flotando detrás de mí. Recogí mi cabello en un nudo flojo, ya que no tenía
suficiente tiempo para secarlo y alisarlo. El maquillaje era otra cosa en la
que no puse mucho esfuerzo, pero apliqué lo suficiente como para añadir
algo de color a mis mejillas. Al crecer, mi mamá hizo todo lo posible
enseñarme a ser una chica normal, pero al estar rodeada de chicos
constantemente, aprendí a apreciar los juegos bruscos y concursos de
eructos más que el maquillaje y la ropa.
Cuando me uní a Olivia y Taylor en la sala de estar, imaginé que
mi apariencia debió pasar el sello de aprobación de Olivia porque no hizo
ningún comentario negativo. Taylor se sentó en el sofá acariciando a un
Severus bastante contento. Olivia se hallaba en el mostrador, liada con
mi teléfono.
—La alarma funciona mejor si se establece para que suene a las
seis y media de la tarde, no las seis y media de la mañana, Einstein.
—Vaya, buen punto —dije, tomando el teléfono después de que me
lo arrojara.
Taylor sonrió. —La intención es lo que cuenta, ¿no? —Se puso de
pie después de dar a Severus una última caricia.
Le devolví la sonrisa. Taylor era genial así. No se quedaba atrás en
el departamento de las miradas tampoco. Olivia y él eran en realidad una
buena pareja. Claramente pensaba que ella era hermosa porque lo decía
muchas veces, pero además no la trataba como un trofeo. Con los años,
había visto un flujo constante de hombres ir y venir con Olivia. La
mayoría de ellos prosperaban con la idea de salir con alguien tan bonita
como era ella, pero aun así eran idiotas que la trataban como una mierda.
Por suerte, los dejaba rápidamente. Taylor demostró ser diferente. La
trataba como una igual, en lugar de una posesión. Me di cuenta de que
sus intenciones eran más serias, pero Olivia tenía grandes problemas de
compromiso. Sería interesante ver cómo se desarrollaba todo. Olivia era
un hueso duro de roer, pero algo me decía que eso no tenía importancia
para Taylor.
Tuvimos nuestra animada conversación típica de nada en
particular durante el viaje. Taylor era un par de años mayor que Olivia y
yo. Trabajaba para una compañía farmacéutica en Orlando y hacía buen
dinero. Su trabajo le exigía viajar muy a menudo, pero siempre tenía un
montón de historias para compartir con nosotras. Estuve tentada a dejar
de lado mis historias de romance histórico y escribir un libro sobre
asistentes de vuelo tras escuchar algunas de sus anécdotas. El libro
prácticamente se escribiría por sí mismo.
Terminamos comiendo en una pequeña pizzería en el centro de la
ciudad antes de dirigirnos a lo que me di cuenta de que había sido el
destino previsto de Olivia todo el tiempo. No debería haberme
sorprendido. A decir verdad, debería haber sospechado, cuando dejó caer
el tema el día anterior. Nunca se daba por vencida tan fácilmente. Tan
pronto como Taylor se detuvo en la Estación de la Calle Church supe
dónde estábamos y quien trabajaba dentro.
Mi normalmente valiente amiga evitó hacer contacto visual
conmigo mientras bajábamos del coche. En cambio, tomó a su novio por
el brazo y se dirigió hacia el nuevo club nocturno. Si Taylor estaba en el
plan de Olivia lo escondió bien, porque parecía ajeno a nuestro
enfrentamiento silencioso.
Podíamos oír y sentir el latido de la música desde el
estacionamiento. Después de haber sido amiga de Olivia durante tanto
tiempo, no era una completa novata en los clubes. Simplemente no eran
lo mío. Aun así, de vez en cuando, le permitía que me llevara. Por lo
general lo pasaba bien en su mayor parte, pero eso era porque nunca
había tenido ninguna expectativa. Incluso en un club lleno de pared a
pared con gente era fácil pasar desapercibida. Esta vez era diferente.
Sabía exactamente por qué había elegido el Luna Roja. No era una idiota.
Olivia trataba de jugar a Cupido, y el Luna Roja era donde Alec trabajaba.
Una parte de mí disfrutaba de la oportunidad de compensar mi
comportamiento extraño del otro día en la playa. Al menos podía
demostrarle a Alec que sabía cómo actuar normal. Por desgracia, la mitad
más dominante de mí quería correr de regreso a mi apartamento y
esconderse donde se sentía segura.
Olivia debió sentir mi reticencia porque llegó por detrás y me agarró
por la muñeca. Me dije que todavía tenía tiempo para alejarme, pero cada
paso nos acercaba al club. Mirando alrededor, vi a una pequeña cafetería
en la calle donde podría esconderme durante un par de horas, pero Olivia
mantenía un control firme sobre mi muñeca. Antes de darme cuenta,
llegamos a la puerta.
—Aquí tienes —dijo Olivia, entregando dos identificaciones a un
alto y bien musculado portero. Liberé mi mano y busqué a regañadientes
en el interior de mi pequeño monedero. Manoseando a través de los
contenidos, no sabía si entrar en pánico o sentir alivio cuando mi licencia
de conducir no estaba en su lugar habitual.
—¿En busca de esto? —Olivia sostenía mi licencia y me agarró de
la mano para tirar de mí hacia el interior del club.
—Entonces, ¿ahora eres una ladrona?
—La tomé prestada en tanto te vestías. Sólo quería asegurarme de
que no tenías una excusa para salir huyendo. —Mi amiga me conocía
demasiado bien.
Cuando entramos, me detuve antes de llegar a la larga barra donde
la gente esperaba de pie, hombro con hombro por sus pedidos. Había tres
camareros detrás del mostrador trabajando con la multitud, pero sólo
uno de ellos significaba algo para mí. Tenía la intención de actuar bien,
pero mis manos comenzaron a sudar al momento en que mis ojos se
encontraron con los de Alec. Maldita sea, era tan guapo como lo
recordaba. Sonrió, asintiendo en mi dirección. Me reconoció. Fantástico.
Nada como hacer una impresión duradera.
Olivia me estiró el resto del camino hasta el mostrador donde un
espacio se abrió milagrosamente. Era el extremo opuesto de la barra
desde donde Alec trabajaba, pero lo suficientemente grande para que
Olivia y yo nos sentáramos en dos taburetes con Taylor interponiéndose
entre nosotras.
Alec sonrió de nuevo, mirándome mientras preparaba una orden
de bebidas. Tal vez alguien como Olivia no tendría ningún problema en
mantener contacto visual con un chico atractivo a través de la habitación,
pero miré hacia otro lado, fingiendo buscar a tientas en mi bolso. Me puse
de pie para reajustar mi taburete, manteniendo la cabeza hacia abajo.
Después de conseguir acomodarme, encontré el valor para echar un
vistazo hacia Alec. Sonrió como si hubiera estado esperando que lo
mirara. Lanzándome un guiño, volvió su atención de nuevo a los clientes
frente a él.
Esa era mi debilidad, sobre todo de alguien con unos ojos tan
llamativos. Llámenme puta, pero no necesitaría mucho más que eso para
que dejara caer mis bragas para él. Un guiño para mí era como el licor
para un alcohólico, y él me estaba emborrachando. De repente, me di
cuenta de que tenía problemas más grandes que hacer contacto visual.
En algún momento iba a caminar hacia nosotros y tendría que decir algo.
Preferiblemente algo ingenioso o inteligente. Cuanto más me esforzaba
por llegar a algo inteligente, mi mente más se quedaba en blanco. Mierda,
de todos los tiempos para experimentar el bloqueo del escritor. Mi
corazón se sentía como si latiera fuera de mi pecho. No tenía nada. Todo
en lo que podía pensar era cómo me hubiera gustado no llevar el cabello
recogido. Podría usarlo para ocultar mis embarazosas mejillas
sonrojadas. Me removí, incómoda en mi taburete, rezando a cualquier
dios que quisiera escuchar que me diera la cordura para poder pasar por
esto.
Olivia puso su mano sobre mi hombro. —Mira, no es tan malo,
¿verdad? ¿Qué vas a querer para beber?
—Uh, todavía no estoy segura.
Olivia volvió su atención de nuevo a Taylor. Me sentía como la
tercera en discordia en tanto sus voces eran ahogadas por la multitud. A
decir verdad, probablemente me hallaba demasiado distraída para
escuchar de todos modos. Me encontré estudiando a Alec de nuevo
mientras charlaba con dos mujeres a las que les preparaba sus bebidas.
Ninguna de las mujeres podría haber sido más coqueta si lo intentara.
Ambas llevaban camisetas de talla más pequeña que mostraban tanto
escote como era posible. Por la forma en que sobresalían sus pechos, se
podría pensar que querían que Alec tomara un bocado. Personalmente,
me pareció más divertido que atractivo, pero evidentemente Alec sabía
cómo manejarse. Se acercó más a medida que hablaban antes de tirar la
cabeza hacia atrás, riendo profundamente. Las dos zorras absolutamente
lo devoraron, como si cualquiera de las dos tuviera una oportunidad.
No sabía qué se apoderó de mí. Alec y yo no éramos una pareja. No
éramos nada. Sin duda nada que provocara celos. Tenía que ser su
engatusador atractivo sexual. Nublaba mi juicio. Como si pudiera oír mis
pensamientos, se volvió hacia mí, con una sonrisa devastadora en tanto
caminaba.
Sé genial. Sé genial. Las palabras resonaban en mi cabeza.
—Hola, Olivia —dijo, saludándola con entusiasmo—. Taylor, mi
amigo, ¿cómo lo llevas? —Chocaron puños antes de que Alec volviera su
atención hacia mí—. Y la hermosa Nicole —dijo, guiñándome un ojo de
nuevo. Santo infierno, ahí iban mis hormonas de nuevo. ¿Era posible caer
en una instantánea lujuria con alguien? Nunca había creído en el amor
a primera vista, a pesar de que mis pensamientos en realidad no tenían
nada que ver con el amor empalagoso y todo que ver con la palpitación
persistente entre mis muslos.
Tenía la intención de regresarle el saludo. Incluso abrí la boca con
la expectativa de decir algo, pero mi lengua se pegó obstinadamente a mi
paladar como si hubiera comido mantequilla de maní. Pudo haber visto
mi imitación de un guppy2, pero al menos asentí.
Olivia tosió levemente, haciendo todo lo posible de ocultar su risa.
Taylor, sin saberlo, me salvó al distraer a Alec comentando jugada tras
jugada del último juego de las Rayas de Tampa Bay. Irónicamente,
también había visto el partido cuando cenaba en casa de mi familia la
noche del domingo. Incluso después de tener mi propio departamento,
mamá insistió en que todavía fuera todos los domingos para la cena. Dijo
que era la única forma en que podía estar segura de que comiera al menos
una buena comida a la semana. No es que nunca comiéramos una
tradicional cena familiar en la mesa del comedor. En nuestra casa,
comíamos mientras veíamos la televisión, por lo general algún tipo de
deporte. Pudo haber sido poco convencional, pero nunca pretendió ser
normal.
Escuchar a Taylor y Alec hablando de las estadísticas del cambio
sobre el juego era como escuchar a mis hermanos, a Tony, Zachary y
Riley. Me podría haber unido fácilmente a su conversación y llevar a cabo
la mía. Como que Davis debería haber sido sacado en la sexta antes de
dejar un jonrón de dos carreras para empatar el juego. Su brazo se
encontraba obviamente dañado en ese punto. Me sentía indecisa respecto
a aportar mi granito de arena, temiendo que Alec me viera de la misma
manera que los amigos de mis hermanos en la escuela secundaria. Una
chica genial para hablar de deportes, pero que no valía la pena para salir.
Olivia golpeó la barra para llamar su atención.
—Muchachos, si van a hablar de deportes aburridos toda la noche,
Nicole y yo tendremos que encontrar otras maneras de ocupar nuestro
tiempo.
Taylor se detuvo a media frase arqueando las cejas levantadas. —
¿Ah, ¿sí? Me encantaría ver eso.
—Deja de tener la mente tan sucia, pervertido. ¿Qué tal si en
cambio me traes una bebida?

2Es un pez ovovivíparo de agua dulce procedente de Centroamérica que habita en zonas
de corriente baja en ríos, lagos y charcas.
—Lo siento, nena. Mis modales son horribles —dijo Taylor,
depositando un beso en el dorso de la mano de Olivia. Ella prácticamente
se derritió contra él antes de enderezarse. Sabía, por nuestras
conversaciones, que trataba de mantener los límites con Taylor, pero era
evidente que él lentamente encontraba una forma de pasar bajo las
grietas. Lo animé en silencio.
—Así que, ¿cuál es tu veneno? —preguntó Alec, girando su
atención hacia mí.
Respiré profundamente antes de contestar—: Uh, voy a tomar una
Coca-Cola. —No era la opción más cosmopolita, pero al menos no me
atraganté con las palabras.
—Diablos, no. Tomaremos chupitos esta noche —canturreó Olivia,
apartando la mirada de Taylor—. Esta noche estamos aquí para que te
relajes.
Alec rio ligeramente ante sus palabras.
—Liv —advertí, mirando a mí amiga.
—Vamos, Nicole. Han pasado años desde que lo hiciste. Necesitas
relajarte y soltarte un poco. Si no tienes cuidado, desarrollarás una
reputación como una loca señora de los gatos.
Nunca se lo admitiría a Olivia, pero mi mayor temor era que ella
terminara teniendo razón. Tenía una pesadilla recurrente en la que,
dentro de diez años, a partir de ahora, seguiría siendo una virgen
refugiada en mi apartamento escribiendo historias sobre la vida amorosa
de otras parejas. Deseaba poder cambiar mi personalidad. Lo quería tan
desesperadamente. Permanecer virgen a los veintidós años no era un
estado que me propuse lograr. Infiernos, en la escuela secundaria a veces
era en lo único que pensaba. Cuando eres una estudiante novata no
quieres la reputación de puta, por lo que mantienes tus rodillas juntas,
pero en algún lugar entre el tercer año de secundaria y la graduación ese
estigma comenzó a cambiar. Comenzó con una de mis amigas perdiendo
su tarjeta V, y luego otra amiga después de eso. Antes de darme cuenta,
era la única en mi grupo de amigas que todavía no había tenido sexo. No
se sentía como una gran cosa en el momento ya que había un montón de
chicas de mi clase de graduación que tenían el mismo estatus. Todo eso
cambió durante mi primer año de universidad. Todo el mundo parecía
estar follando, excepto yo.
Alec puso cuatro vasos de chupitos, luego de que asintiera en
acuerdo, y las llenó hasta el borde con whisky. Todo el mundo tomó un
vaso, dejando el último para mí.
—¿Te dejan beber en el trabajo? —pregunté, tratando de ganar
tiempo mientras tomaba el mío tentativamente.
—Ahora puedo. No estoy trabajando. Es un poco difícil estar en una
cita mientras estoy trabajando. —Me guiñó el ojo de nuevo.
Lo miré boquiabierta antes de girar hacia Olivia, que tenía una
expresión de fingida inocencia. Y de nuevo quise matarla. Arrojando la
precaución al viento, llevé mi vaso a mis labios, terminando el contenido
de un solo trago. El ardiente líquido quemó un camino por mi garganta
antes de establecerse en la boca del estómago. Una tos corría por mi
garganta, pidiendo ser liberada, pero la retuve en tanto las lágrimas
llenaban mis ojos.
No podía creer que Olivia tirara esta mierda sobre mí. Ambas lo
habíamos decidido tras la desastrosa cita a ciegas que armó para mí hace
dos años, que yo resolvería mi propia vida amorosa. El tipo me palmeó
en el culo tantas veces durante nuestra cita que parecía una berenjena
magullada. Finalmente terminé al caer la tarde, creyendo que estaba a
punto de beber un cóctel sedante y no despertar hasta la mañana
siguiente. El tipo era un desgraciado. Por supuesto, la perspectiva de Alec
tocando mi culo no sonaba como una mala idea.
Alec volvió a llenar nuestros vasos antes de caminar alrededor del
mostrador uniéndose a nosotros. Chocamos nuestros vasos en el aire
antes de terminar el contenido y golpear los vasos de chupito sobre el
mostrador. Todos parecían ser capaces de manejar su licor como viejos
profesionales. Yo me quedaba al borde de la tos con cada trago.
Después de un par de chupitos ya me había acostumbrado a la
presencia de Alec, lo cual era bueno porque la gente a nuestro alrededor
no le dejaba otra opción que instalarse cerca. Significaba literalmente que
podía ver las motas de oro en sus ojos y un pequeño hoyuelo en la barbilla
que se me escapó antes. Se quedó parado con el brazo cubriendo
casualmente el respaldo de mi asiento. Con un poco de esfuerzo, podría
haberme inclinado y estaríamos prácticamente abrazándonos. El oscuro
aroma picante de su colonia estimulaba mis sentidos. Cerré los ojos un
instante, inhalé suavemente, imprimiendo el olor en mi memoria.
Definitivamente podría trabajar un momento como este en mi libro
actual.
—Aquí está la pérdida de la señora loca de los gatos —anunció
Olivia, levantando su vaso de chupito. Quise darle una patada en la
pierna, pero fallé y casi me caigo del taburete antes de sujetarme del
mostrador—. Vaya, con calma, hermana. Tendremos que conseguirte un
cinturón de seguridad —bromeó. Supongo que era más bebedora de peso
ligero de lo que pensaba. Mi percepción de solidez se encontraba un poco
apagada. Alec se estiró alrededor de la parte posterior de la silla y me
entregó mi vaso de chupito, que mágicamente se había rellenado. El
movimiento nos puso íntimamente cerca, tal como lo imaginé.
Vacié el vaso de nuevo sin dudarlo, sintiendo un mayor nivel de
confianza que no poseía cuando llegamos antes. Presionada contra la
dureza del cuerpo de Alec, tuve un repentino deseo de acurrucarme más
cerca. A partir de ahí sólo quería captar rápidamente el olorcillo de su
cuello. Se suponía que iba a ser inofensivo. Cómo se involucró mi boca
se hallaba más allá de mí.
De alguna manera mis labios encontraron el hueco suave y cálido,
donde su cuello se encontraba con sus hombros. Mi lengua decidió unirse
a la acción, experimentando el sutil sabor salado de su piel.
Al principio pensé que imaginé todo el asunto, hasta que una
inspiración aguda de Alec seguida de un reflejo de su brazo apretándose
causó que retrocediera. Mis ojos se encontraron con los suyos mientras
me estudiaba con atención.
Quería morir de repente. No podía creer que en realidad lo hubiera
lamido. Olivia y Taylor rieron en tanto me daba la vuelta. Tomé la primera
copa que vi sobre el mostrador y la bebí de un trago. Mi acción precipitada
causó que el ácido líquido ámbar bajara por el conducto equivocado,
haciéndome toser. Mi aliento se sentía como fuego de dragón tratando de
empujar a través de mi vía aérea. No habría ningún fin para mi
vergüenza.
5
Traducido por Juli & CrisCras
Corregido por SammyD

Sorprendentemente, no morí. Eso habría sido demasiado fácil. En


cambio, fui golpeada en la espalda por mi mejor amiga, que me miraba
como si esperara que mi cabeza girara sobre sí misma.
Una vez que pude respirar de nuevo y los puntos negros
desaparecieron de mi vista, Olivia me arrastró hacia el baño de mujeres.
—Ven aquí —dijo, estirándome hacia el urinario. Cerró la puerta detrás
de nosotras, bloqueándola.
—Ah, hemos llegado a un nuevo nivel en nuestra amistad. Vas a
mear delante de mí.
—Bueno, no te acostumbres a ello. Simplemente no confío en ti lo
suficiente en que no te deslices por la puerta trasera —dijo, cubriendo el
inodoro con un par de capas de papel higiénico antes de sentarse.
Le lancé una mirada irónica antes de dirigirme al espejo. Mi cara
era una ruina. Gracias a las lágrimas de mi ataque de tos, mi delineador
de ojos manchó debajo de mis ojos y mis mejillas se encontraban rojas.
Incluso el recogido de mi cabello se retorcía sobre mi cabeza. Por el lado
bueno, ya no me sentía mareada. Usando mi dedo, logré reparar mi
delineador de ojos, por lo que ya no parecía un mapache demente. Para
el momento en que Olivia terminó, acomodé el moño sobre mi cabeza,
viéndome más presentable.
Olivia se lavó las manos, volviéndose hacia mí cuando terminó. Me
apoyé en la puerta del urinario con los brazos cruzados sobre el pecho,
esperando algún tipo de reprimenda. Probablemente merecía lo que
sentía que tenía que decir. —En mi defensa, dijiste que tenía que
volverme loca, y si recuerdas, lo único que yo quería era una Coca-Cola.
Me sorprendió sonriendo alegremente. —Eso fue jodidamente
increíble. Sabía que te gustaba. Ayer en el almuerzo no respondiste a
ninguna pregunta, pero sabía que existía algo allí. Alec podría ser el que
te desflore. —Puse una mano sobre su boca. La acústica en el baño llevó
su voz hacia fuera donde escuché un estallido de risas.
—A por él, chica —dijo alguien, golpeando en la puerta del urinario.
—Ups. —Los ojos de Olivia bailaban con alegría en tanto se reía
detrás de mi mano.
—¿Por qué insistes en anunciar mi virginidad al maldito mundo?
—Oh, ¿y qué? Es sólo un cuarto lleno de chicas. Créeme, todos
apreciamos el significado de este momento. Entonces, ¿qué te parece?
—Dios, no lo sé. ¿Deberíamos siquiera hablar de esto? ¿La primera
vez no se supone que es espontánea y emocionante?
—No siempre. Créeme. No se parece en nada a los libros de
romance que escribes. A veces la primera vez es un polvo rápido, pero al
mirar a Alec, estoy bastante segura de que ese no sería el caso. Lo
importante es que por fin pondrás esto detrás de ti y ya no va a ser esa
soga en el cuello que siempre pretendes que es.
—Hablas de ello como si ya fuera una conclusión inevitable. Como
si todo lo que tengo que hacer es decirle a Alec que estoy lista y cooperará.
¿Qué te hace pensar que querría acostarse conmigo? Nos hemos dicho
como cinco palabras el uno al otro.
—Por favor. Es un hombre. Por supuesto que quiere acostarse
contigo.
—Para ti es fácil decirlo. Puedes conseguir que cualquier chico te
desee. Incluso uno tan delicioso como Alec. Sólo porque es hombre no
significa que quiera acostarse con cualquier chica que se le arroje.
Olivia puso las manos sobre mis hombros. —¿Cuándo vas a
detener esa mierda? Las chicas son atractivas por diferentes razones. Así
que no eres tan alta como yo. ¿Qué tiene eso que ver con nada? Tu culo
es impresionante. Y mira esas tetas —dijo, tratando de alcanzar mi pecho
hasta que le agarré las manos.
No podía dejar de reír, aunque era evidente que la gente de fuera
seguía escuchando. —Tranquila, pervertida —susurré.
—Créeme, Nicole. Está interesado. Me doy cuenta por la forma en
que te mira. El tipo está, sin duda desesperado por más acción de esa
lengua.
Apoyé la cabeza contra el urinario y miré al techo. —Todavía no
puedo creer que lo lamí. —El último par de días se convirtieron en los
más embarazosos de mi vida.
—No lo habría creído si no lo hubiera visto.
Negué con la cabeza. —Como si fuera una maldita paleta.
Su risa rebotó en las paredes de azulejos cuando se dobló. —Ve allí
y dile eso, y estarás bien.
—No es gracioso, Liv. No sé qué me pasó. Nunca en mi vida me he
sentido así. Todo mi cuerpo reacciona a él en cualquier momento en el
que esté en un radio de tres metros. Me siento completamente ridícula.
—Se llama lujuria, zorra. Confía en mí. La buena lujuria anticuada
es buena para ti de vez en cuando. Hace las cosas interesantes. Prefiero
la lujuria antes que el amor cualquier día.
Me debatí si preguntarle en cuál encajaba Taylor. ¿Se hallaba
enamorada o era lujuria? No sabía con certeza si quería saber la
respuesta. Era un arma de doble filo. Si sus sentimientos por Taylor se
basaban únicamente en la lujuria, entonces, su relación era superficial y
sin sustancia y eso, inevitablemente, se esfumaría, el cual fue el caso de
varias de las relaciones de Olivia en el pasado. Si ese fuera el caso, ¿qué
significaba lo que sentía por Alec? No es que debiera importar. ¿Cómo
podría considerar estar enamorada de alguien con quien todavía ni
siquiera tuve una conversación completa? Esto era sólo un medio para el
final de mi virginidad. Nada más.
—¿Estás segura? —pregunté mientras ella jugueteaba con mi
cabello por un momento. Echando un vistazo en el espejo, vi que soltó
algo del pelo por lo que cayó alrededor de mi cara, dándome un aspecto
más sexy y suave.
—Estoy segura. —Abrió su bolso y sacó un tubo de brillo de labios.
—Tengo brillo de labios.
—Este es especial. Les da volumen. Confía en mí, los chicos no
pueden resistirse.
Untó una cantidad abundante. Un agradable calor seguido de una
sensación de ardor cubrió mis labios. —¿Qué demonios, puta? Mis labios
están en llamas. —Levanté la mano para limpiarlos, pero me detuvo.
—No seas una bebé. Tiene pimienta de cayena. A veces la belleza
duele un poco.
—Suenas como un anuncio enfermizo para alguna película de
terror demente. —Afortunadamente, una parte del calor se dispersó y mis
labios ya no se sentían como si estuvieran derritiéndose de mi cara.
Olivia se aplicó el brillo de labios a sí misma antes de volverse hacia
mí. —Vamos a hacer que tengas sexo, mi puta tramposa.
—Que Dios me ayudé —murmuré al seguirla desde el baño hacia
el lado opuesto del club donde la iluminación era mucho más tenue.
Me incliné más cerca para hablar por encima de la música
palpitante. —¿Qué pasa con los chicos?
—Taylor me envió un mensaje. Consiguieron una cabina.
Después de abrirnos camino por un mar de cuerpos dando vueltas
en la pista de baile, nos encontramos con una fila de cabinas ubicadas
en un rincón donde se hallaban sentados Taylor y Alec. Mi corazón latía
violentamente en mi pecho a medida que nos acercábamos. Al menos,
Alec no huyó. Podría tomar esto como una buena señal. Mi esperanza era
que todo el mundo dejara pasar mi movimiento embarazoso y no me
sentiría obligada a explicar.
Cuando llegamos, Taylor se puso de pie en la cabina para permitir
que nos uniéramos a ellos. Una nueva ronda de bebidas descansaba
sobre la mesa y cuando nos acomodamos, una camarera llegó con un
plato de aperitivos.
—Vaya, hablando de un buen momento —dijo Olivia,
acurrucándose cerca de Taylor.
Alec respondió, guiñándome un ojo—: Todo depende de a quién
conoces.
Crucé las piernas debajo de la mesa, deseando que mi cuerpo se
comportara. Si iba a tener alguna oportunidad de empezar una relación
con Alec, tendría que aprender a manejar el guiño que convertía en
papilla mi interior. —Ventajas del trabajo, ¿eh? —pregunté.
—Definitivamente. —Deslizó el brazo por la parte posterior de la
cabina donde me encontraba sentada, inclinando su cuerpo hacia mí
para que pudiéramos conversar por encima de la música—. Por lo tanto,
Olivia dice que escribiste tu primer libro cuando eras una estudiante de
primer año. Eso es bastante impresionante.
Estos eran normalmente los tipos de situaciones en los que miraba
a Olivia para que me rescatase, pero Taylor y ella se hallaban envueltos
en su propio pequeño mundo privado. Hundirse o nadar. Si deseaba a
Alec, tendría que saltar en la parte más profunda.
—Ah, sí —contesté, alcanzando uno de los vasos de agua que la
anfitriona trajo con la comida. Tomé un sorbo para acomodar mis
pensamientos confusos. Vamos, Nicole. Saca la cabeza de tu culo—.
Comenzó como una asignación para mi clase de escritura creativa. Mi
profesor pidió un relato corto de diez mil palabras, pero una vez que
empecé a escribir, no podía cerrar la historia. Antes de darme cuenta,
tenía setenta mil palabras escritas.
—Eso es impresionante. ¿Me juzgarías si admito que estoy
luchando con tres trabajos de tesis de mil palabras? —Sus ojos se
iluminaron cuando se rio, dándole una dimensión diferente de encanto.
—Para nada.
—¿Y si te dijera que en un artículo recurrí a un montón de citas y
acorté los márgenes ligeramente con el fin de llegar al requisito de diez
páginas?
Me eché a reír. —He pasado por eso.
—¿En serio? Pensé que escribir era algo natural para ti.
—Oh, diablos no. Me encanta escribir, pero sobre algo que me
apasiona. Pídeme que escriba unas diez páginas de microeconomía y
también podrías haberme pedido que me sacara los dientes.
—Eso es gracioso. ¿Supongo que eres una apasionada de las
historias de amor? —Movió la mano de la cabina detrás de mí y comenzó
a acariciar suavemente mi nuca. Por suerte llevaba una camisa de manga
larga, ocultando la piel de gallina que sentí cubriendo mis brazos. Su
toque se sentía cálido y acogedor, tentándome a rodar la cabeza hacia
adelante para darle más acceso. Me resistí a la tentación, porque no
quería avergonzarme más.
—No me puedo resistir al romance —respondí.
—Yo tampoco. —Su brazo siguió adelante, más allá de mi cuello
antes de asentarse sobre mis hombros. Me estiró suavemente hacia él.
Capté la indirecta, deslizándome a lo largo de la cabina hasta que me
metí contra su cuerpo.
—¿Esto está bien? —Su aliento le hizo cosquillas al interior de mi
oreja.
Me limité a asentir, sin querer tomar el riesgo de que mi lengua no
quisiera cooperar. Estaba más que bien. Esto era exactamente donde
quería estar.
—¿Vas a venir a la sesión de mañana? —preguntó Alec,
distrayéndome de mis pensamientos fugitivos.
—No estoy segura. —Normalmente me quedaba alejada de las
sesiones de fotos de Olivia a menos que me pidiera que estuviera allí.
Creativamente, ambas teníamos estilos diferentes, y había aprendido a
regañadientes que el buen ojo de Olivia para las buenas cubiertas
superaba al mío. Ocasionalmente, como ayer, ella conseguiría que fuera
para aprobar algo, pero más allá de eso, confiaba en su juicio.
—Eso es malo. Habría sido agradable verte otra vez —dijo Alec,
enlazando sus dedos a través de mi mano izquierda y colocándolas sobre
su muslo.
Si fuera posible para una persona sufrir una combustión
espontánea, me habría sucedido a mí en el momento en que mi mano
tocó su pierna. —¿Vas a alguna parte ahora? —Me esforcé para mantener
la compostura, extendiendo los dedos para sentir el músculo por debajo
de sus vaqueros.
—No a menos que quieras que me vaya —murmuró, pasando sus
dedos por el dorso de mi mano.
—Bueno, entonces quédate —dije valientemente. Olivia tenía
razón. Todas las señales apuntaban en la dirección correcta. A menos
que estuviera malinterpretando completamente las cosas, esta noche
podría ser la noche si yo quería que lo fuera.
—¿Te gustaría bailar? —Se levantó de la cabina y extendió su
mano.
Miré con recelo la pista de baile. Todo el mundo parecía moverse
fácilmente en sintonía con la música. Aprendí pronto en la vida que me
hallaba rítmicamente incapacitada. Cuando tenía seis años, mi corta
permanencia en el ballet terminó cuando mamá y papá descubrieron que
no tenía equilibrio. Después de eso, me pusieron en clases de jazz y
claqué, lo cual también llegó a un alto cuando mi instructora les informó
de que debía de ser musicalmente sorda. Informó de que no podía
encontrar el ritmo, ni aunque mi vida dependiera de ello. En realidad, no
me encontraba devastada puesto que de cualquier modo prefería pasar
mí tiempo leyendo. A Zachary y Tony, quienes fueron bendecidos con una
habilidad atlética natural, todavía les gustaba burlarse sin misericordia
de lo descoordinada que era siempre que se les presentaba la
oportunidad.
A pesar de mi ausencia de habilidades para bailar, no quería
rechazar la invitación de Alec. Sin embargo, sentí que debía advertirle. Al
menos así sabría que los dedos de sus pies corrían peligro. Necesitaba
una etiqueta de advertencia en mi frente que dijera: Puede causar daños
corporales al bailar en las cercanías.
Por suerte para mí, los dioses del baile debían de haber estado de
mi lado puesto que la música pasó de un ritmo acelerado a algo mucho
más lento. Irónicamente, era la misma canción de A Great Big World que
usaba como tono de llamada. Tenía que ser una señal. Por la forma en
que iban las cosas, parecía tener a cada fuerza cósmica del universo
ayudándome.
Alec nos guio hasta la pista de baile, atrayéndome con gracia a sus
brazos con sus manos en mi cintura. Extrañamente, no se sentía ni de
cerca tan incómodo como sentarse en la cabina tropezando a través de
una conversación incómoda. Tal vez la música combinada con la suave
iluminación hacía más fácil ignorar mis inseguridades. Fuera cual fuera
la razón, me sentí lo suficientemente a gusto para envolver mis brazos
alrededor de su cuello. El movimiento me atrajo a su pecho, donde apoyé
la cabeza. Podía sentir el suave latido de su corazón en tanto me abrazaba
con fuerza, pegando todo mi cuerpo al suyo. Nuestros cuerpos encajaban
como si estuvieran hechos para estar juntos. Apenas nos movimos. Los
impulsos de deseo reprimidos con los que estuve luchando claramente
no eran de un solo lado. Su cuerpo endurecido prácticamente me
hablaba, empezando desde las puntas de mis pies hasta llegar a mi
cabeza, trayendo imágenes de lo que podríamos hacer juntos. Se me puso
el vello de la nuca de punta. Curiosamente, alcé la cabeza, encontrando
la mirada entornada en sus ojos con los míos. No hacía falta ser un genio
para saber qué significaba esa mirada. Incluso una virgen como yo lo
sabía. Había escrito sobre ello muchas veces. Era una mirada de pasión
y necesidad.
No estábamos haciendo tanto como bailar si no balanceándonos
juntos. Incluso después de que la música volviera a pasar a un ritmo
rápido, permanecimos en los brazos del otro mientras otros bailarines se
movían a nuestro alrededor. Permití que mis manos se deslizaran hacia
abajo por sus hombros para explorar su cuerpo. Su ajustada camiseta
hizo poco para esconder la reacción de sus pezones a medida que pasaba
los dedos alrededor de sus pectorales. Se sentía justificado después de
mi poco afortunada experiencia en la playa. Su postura cambió un poco,
pero ya había sentido la prueba de mi exploración presionada contra mí.
Ambos parecimos olvidar la multitud a nuestro alrededor. Las
manos de Alec se movieron desde mi espalda descendiendo hasta mi
trasero, donde agarró con fuerza y tiró de mí contra él. Si no fuera por la
música, mi gemido lleno de placer se habría oído a través de la
habitación. Casi caí de rodillas cuando colocó sus labios sobre mi cuello,
pasando su lengua hacia arriba hasta mi lóbulo. No podía imaginar lo
que Olivia tenía que estar pensando, pero tampoco me importaba. La
única cosa que nos separaba a Alec y a mí era una fina capa de ropa que
quería arrancar en ese momento. Cada parte de mi cuerpo era suya. Le
deseaba más de lo que había deseado nada.
Perdí la cuenta de cuántas canciones sonaron. Se sentía como si
estuviéramos en nuestra propia burbuja, como sumergirte en tu propio
baño caliente, pero un millón de veces más estimulante. Todo mi cuerpo
zumbaba.
Alec jadeó en mi oreja. —¿Quieres salir de aquí? —Podría haber
dicho “Déjate caer aquí en el suelo”, para todo lo que me importaba.
Habría tomado cualquier cosa. Asentí impacientemente mi
consentimiento.
Atravesamos en zigzag rápidamente la pista de baile llena de gente
como si estuviéramos en una misión. Necesitaba mi bolso, pero también
necesitaba hacerle saber a Olivia que me marchaba. Lo aprobó, por
supuesto. Taylor y Alec chocaron los puños en tanto Olivia y yo nos
dábamos un abrazo de despedida. —Escríbeme más tarde —susurró en
mi oreja. Luego volvió su atención a Alec—. Oye, cuida de mi chica.
—Estoy segura de que lo hará —respondí por él sin pensar. Taylor
se rio hasta que Olivia le golpeó en el brazo. Cómo me las arreglaba para
seguir encontrando maneras de avergonzarme a mí misma era
alucinante. El comentario sonó diferente en mi cabeza. Considerando lo
calientes que se sentían mis mejillas, mi cara tenía que estar tan roja
como un tomate.
Alec se rio. —No te preocupes. Está en buenas manos. Te veré
mañana en la sesión. —Le dedicó un gesto de despedida a Olivia antes
de colocar su mano en la parte baja de mi espalda y guiarme al exterior.
Alec se despidió de algunos compañeros de trabajo por el camino,
pero al final salimos del ruidoso club y alcanzamos su pequeño sedán en
el estacionamiento para empleados, detrás del edificio. Por alguna razón,
asumí que conduciría algo grande y acomodado a su cuerpo alto. No es
que importara.
Se rio entre dientes cuando vio mi expresión. —¿Esto ha cambiado
toda tu imagen de mí?
—Ah, no. Quiero decir, eres… ya sabes, más grande. Y tu coche es
más pequeño. —Negué con la cabeza, deseando dejar de sonar como una
idiota cuando hablaba con él—. Está bien. Lo juro. Ya sabes, a veces
puedes tener ideas preconcebidas sobre una persona y luego cuando ves
que es diferente de lo que imaginabas te atrapa con la guardia baja. Eso
es todo.
—¿Quieres decir cuando un tipo como yo debería conducir un
camión Ford Super Duty en vez de abrir la puerta de este Focus?
—Lo siento. Sé que estoy siendo estúpida. —Bajé la cabeza otra
vez, sintiéndome como si hubiera arruinado el ambiente.
—Oye, espera. No te molestes. Estoy de acuerdo contigo. En
realidad, creo que es divertido como el infierno, pero el quid de la cuestión
es que soy un estudiante universitario pobre y este bebé hace sesenta y
cinco kilómetros por cuatro litros.
—¿Cómo entras siquiera? —Doblé mi cuerpo fácilmente dentro del
lado del pasajero, pero era diminuta en estatura comparada con él. Me di
cuenta de que el asiento del conductor se hallaba tan alejado como era
posible, sin dejar espacio en el asiento trasero.
—Con cuidado —dijo, echando hacia atrás el asiento mientras
metía la cabeza dentro del coche antes de introducir las piernas, por
último—. Ves. Bonito y cómodo.
—Sí. Como un guante. —Tuve que reírme un poco—. Es bueno que
no vaya nadie más con nosotros.
—Es por eso que lo compré. Simplemente doblo el asiento y ellos
pueden tumbarse allá atrás. —Parecía mortalmente serio. Me encontraba
a punto de cuestionarlo antes de que las comisuras de su boca se alzaran
en una sonrisa.
Agarró mi mano, riendo. —Sabía que mentías —dije. Al menos tenía
sentido del humor que acompañaba a sus excepcionales atributos físicos.
Hasta el momento, Alec iba sumando puntos para ser el chico perfecto.
Demasiado malo que fuera todo acerca de sexo. Tenía un potencial
decente como novio.
—Entonces, ¿tu casa o la mía? —Arrancó el coche y puso marcha
atrás, esperando mi respuesta.
De repente la risa murió en mi garganta como si alguien hubiera
envuelto las manos alrededor de mi garganta para ahogarme.
—Debería advertirte. Tengo un compañero de piso. Es posible que
se encuentre fuera, pero no hay garantías.
—Oh, mi casa está bien —dije con voz ronca. Esto iba a suceder de
verdad. El aire dentro del coche se sentía pesado y húmedo. Por
supuesto, estoy segura de que mi presión sanguínea acababa de
dispararse cien puntos. Extendí la mano hacia el control de la
temperatura, bajando el aire para enfriarme—. Espero que no te importe.
Estoy sudando como un cerdo. —Brillante. No podía creer que hubiera
dicho eso. Compararme a mí misma con un cerdo era la imagen perfecta
que él necesitaba para mantener su sangre hirviendo. Quizás, la próxima
vez me compararía con una oveja.
—No importa. Ponlo tan frío como necesites.
Me recosté en mi asiento, dándole indicaciones hacia mi
apartamento en tanto deseaba que mis nervios se comportaran.
Segundos pensamientos comenzaron a pesar sobre mí. Me sentía
nerviosa por terminar con mi estatus de virgen, pero siempre imaginé mi
primera vez estando con alguien a quien amaba. No alguien por quien
sentía lujuria.
Sacudí la cabeza, intentando alejarme a mí misma de un cambio
de opinión. Quería esto. Después de esta noche, cuando escribiera una
escena de amor vendría de la experiencia personal. Los sentimientos y
las sensaciones serían legítimas. Debería haber hecho esto hace mucho
tiempo. Demonios, esto era investigación. Escribir romances era mi
trabajo. Me lo debía a mí misma y a mis lectores.
6
Traducido por Julieyrr & Vani
Corregido por ElyCasdel

El viaje hasta mi apartamento pasó en una cuenta regresiva de una


mezcla de emociones. Sólo cuando estuve convencida de que no era gran
cosa, la voz de mamá se coló, diciéndome cuán especial era el sexo y que
no debería ser casual. Por otro lado, ya no tenía dieciséis. Ni siquiera
tenía dieciocho. Era una verdadera adulta. Si podía beber, podía tener
sexo. Seguramente mamá no tenía intención de que fuera virgen para
siempre. Mi padre probablemente tenía otros planes, pero incluso él tenía
que darse cuenta de que no podía ser su niñita por siempre.
—¿Estás bien? —preguntó Alec, cuando se unía a la autopista.
Asentí, preguntándome si la indecisión en mi rostro era tan
evidente. Bajando la mirada, me di cuenta de que su pregunta
probablemente derivó de la forma en que agarraba los lados de mi
asiento, como si esperara para golpear un botón de expulsión en
cualquier momento.
Alec se inclinó para colocar su mano sobre la mía. Mis dedos se
tensaron en respuesta antes de aflojarse para poder enlazar sus dedos a
través de ellos. Levantó las manos unidas, colocándolas sobre su muslo
como en el restaurante. Esta vez fueron más arriba. Tan arriba como en
una zona peligrosa. Bajando la mirada hacia el bulto en sus pantalones,
era claro que quería que esto sucediera. En cierto modo, me halagaba.
Me preguntaba si eso me hacía sonar excitada. Por otro lado, ¿no quieren
todas las mujeres ser deseables?
Probando las aguas, moví mi mano un centímetro, sonriendo con
satisfacción cuando se retorció en su asiento. Mi confianza comenzó a
dispararse por su reacción a mi tacto. Moví mi mano un poco más arriba
cuando giró en mi calle. La humedad entre mis piernas se volvió
sorprendentemente perceptible para mí, junto con un dolor sordo que
rogaba ser aliviado.
Los dedos de Alec se estremecieron sobre los míos, pero no detuvo
a mi mano de moverse hacia arriba. Mi meñique se puso en contacto con
un lado de su polla, que se sentía como un tubo duro en sus pantalones
vaqueros. Me moví en mi asiento, intentando aliviar la punzada de
humedad entre mis piernas. Me encontraba tan nerviosa que casi perdía
la vuelta en mi edificio de apartamentos.
Ante mis instrucciones, frenó bruscamente en el estacionamiento.
Sintiéndome poderosa y absolutamente deseada, quizá por primera vez
en mi vida, puse mi mano firmemente sobre su parte superior, sintiendo
todo el peso de lo que tenía que ofrecer en sus pantalones.
Detuvo el auto, pero ninguno de los dos se movió para salir. En
cambio, reclinó la cabeza y cerró los ojos a medida que mi mano lo
acariciaba lentamente a través de sus pantalones vaqueros. Su aliento
silbó entre sus dientes apretados.
—Me estás matando, cariño. —Quitó de mala gana mi mano de su
regazo y abrió la puerta. Salí del vehículo, satisfecha conmigo misma.
Podría hacer esto. Me encontraba lista.
Alec se ajustó antes de unirse a mí en la parte delantera del coche.
No pude evitar sonreír. —Te ves terriblemente feliz contigo misma —
murmuró. Tomándome por sorpresa, me levantó sin esfuerzo y dio un
paso hacia adelante para que mi culo se apoyara en su coche. El capó se
hallaba caliente por el paseo. Separó mis piernas, colocándose justo
donde lo quería.
Casi gruñí por el placer. En realidad, creo que lo hice, pero no podía
decirlo con seguridad. Mi cuerpo se sentía como si se estuviera
controlándose solo. Estaba en esto. Con suerte, el mejor viaje de mi vida.
Alec dejó caer su boca a mi cuello, mordisqueando el lóbulo de mi
oreja. Envolví mis piernas alrededor de su cintura para inmovilizarlo
contra mí. No es que fuera a ir a ninguna parte. —Eres tan jodidamente
sexy —gruñó. Sus labios se arrastraron a través de la parte inferior de mi
cuello a la parte superior de mi pecho. Tiró del escote de mi blusa, con
agilidad soltando los dos primeros botones. Me resistí contra él al
contacto. Con su camisa agarrada fuertemente en mis puños, tiré de él,
prácticamente rogando que se la quitara.
El aire húmedo afuera, combinado con el calor que generamos
entre nosotros, nos causó una fina capa de sudor en la piel. —Mi
apartamento. —Logré decir finalmente cuando oí el sonido distante de
alguien arrojando basura en los grandes contenedores en el lado más
alejado del estacionamiento.
—Definitivamente —dijo, moviendo sus manos debajo de mi
trasero, así que me aferré a él como un mono. Sus labios continuaron
explorando mi cuello mientras se dirigía hacia las escaleras que
conducen a mi apartamento. Por primera vez en la historia deseaba vivir
en la planta baja.
Subió al segundo piso sin soltarme. Cuando llegamos a mi puerta,
lentamente me depositó en el suelo, lo cual permitió a nuestros cuerpos
hacer fricción uno contra el otro. Busqué en mi bolso mis llaves con mi
espalda presionada contra la puerta. Alec me miraba con expectación.
Finalmente, mi mano se cerró alrededor de ellas y prácticamente tiré las
llaves de mi bolso. Antes de que pudiera comenzar con la cerradura, Alec
me ancló en mi lugar. —He querido hacer esto desde ayer. —Su rostro se
movió hacia delante, dispuesto a darme un beso.
—Era un desastre ayer —suspiré, esperando a que nuestros labios
se encontraran.
—Un desastre ardiente. Quería rasgar esa camiseta mojada
después de que saliste del agua.
Mis piernas se sentían como espaguetis cocidos. Si él no me
hubiera estado sosteniendo, me habría caído a sus pies en un charco.
Maniobró su cuerpo para que pudiera separar mis piernas con su rodilla.
—Sí —gemí en voz baja, agarrando su espalda con mi mano libre.
Se detuvo y bajó la cabeza contra mi pecho. —Dios mío, mujer. De
verdad sabes cómo hacerme desearte. Sigue con esto y voy a tomarte
fuerte y rápido contra esta puerta —advirtió a un suspiro de distancia de
mí.
—Te reto —susurré descaradamente justo antes de que sus labios
reclamaran los míos. Su boca era suave, pero demandante, guiándome
como un director de orquesta. Me di cuenta rápidamente que tenía que
repensar la forma en que escribía escenas de besos en mis libros a partir
de ahora. Todos mis personajes masculinos deberían usar sus lenguas
tan audazmente como Alec. Me dejó pensando, o de plano esperando, que
fuera tan hábil con su lengua en otras áreas. Se echó hacia atrás,
haciéndome flexionarme con decepción.
—Pensé que sería mejor aprovechar esta fiesta dentro a menos que
estés lista para dar a tus vecinos un espectáculo después de la cena. —
Tomó las llaves y hábilmente abrió mi puerta. Sus labios reclamaron los
míos de nuevo en tanto me apoyaba contra la puerta. Lo que decía tenía
sentido, pero todo lo que me importaba era que no se detuviera. Había
llegado al punto de no retorno. Esperemos que su pasión haya alcanzado
el mismo nivel. Cerró mi puerta detrás de nosotros y bloqueó la
cerradura. Todo lo demás se desvaneció cuando me levantó en sus
brazos. Envolví mis piernas cómodamente alrededor de su cintura
mientras mis manos se arrastraron por su cabello, sosteniéndolo en su
lugar a medida que nos besábamos.
Señalé por encima de mi hombro, por el pequeño pasillo. —Por ahí
—dije, sin liberar mis labios de los suyos. Con nada más que las
intermitentes luces verdes del enrutador de internet para guiar nuestro
camino, lentamente me bajó a la cama. Mi espalda tocó el colchón y un
segundo después, su duro pecho presionaba el mío. Se acomodó entre
mis muslos. Incluso con la ropa puesta, mi espalda se arqueó en deseosa
necesidad.
Nuestras bocas se separaron, pero no antes de que mordieran su
labio para bien. Se rio oscuramente, buscando la apertura de mi blusa
con su mano. De un golpe, abrió el resto de los botones. Podría habérmela
arrancado para lo que me importaba. La saqué por completo y murmuró
su aprobación tras ver que mi sujetador se abrochaba adelante. Sus
dedos ágiles lo desabrocharon, liberando totalmente mis pechos. Los
masajeó con avidez, utilizando el pulgar para acariciar mis ya duros
pezones. Me estaba matando. Me hallaba al borde del orgasmo y todavía
no habíamos hecho el acto. Sus caderas se sacudieron contra las mías.
Podía sentir lo que quería dentro de sus pantalones. Era una dulce
tortura. Como si quisiera enviarme completamente al borde, con su boca
maravillosamente competente llevándome a un nuevo nivel cuando se
cerró alrededor de mi pezón.
La desesperación se hizo cargo. Tiré de su camisa, tratando de
quitarla sobre su cabeza. Necesitaba sentir su piel contra la mía. Se puso
de rodillas y se quitó la camisa antes de tirarla al suelo. Di un grito
ahogado de placer cuando su pecho cubrió el mío desnudo y sus labios
tomaron los míos de nuevo. Mi estado virgen se iría en unos pocos
minutos. Pude ver la luz al final del túnel lleno de éxtasis. El por qué
había esperado tanto tiempo, se encontraba más allá de mi comprensión.
Mis movimientos se hicieron casi frenéticos debajo de él. Respondió
desabrochando de un chasquido mis pantalones vaqueros. Levanté mis
caderas para que pudiera deslizarse para retirarlos cuando se desató el
infierno.
Por infierno, me refiero a Severus, quien decidió en ese momento
convertirse de repente en un gato de ataque. En el cuarto oscuro, ni Alec
ni yo lo habíamos visto venir, pero a juzgar por su reacción y la cadena
de palabrotas que siguieron, Severus agarró bien a Alec.
—Hijo de puta. ¿Qué es eso? —chilló Alec, saltando de la cama
como si hubiera sido electrocutado. Ahora que mis ojos se acostumbraron
a la oscuridad, pude distinguir débilmente a Alec bailando alrededor de
mi habitación con Severus aferrado a su espalda. Traté de no reír, pero
el aullido proveniente de ambos era demasiado difícil de resistir.
—Severus, no. Ven aquí. —Le di unas palmaditas a la cama,
apenas capaz de pronunciar las palabras sin reír. Afortunadamente,
desenganchó sus garras de la espalda desnuda de Alec, y saltó sobre la
cama conmigo. Se subió a mi regazo, ronroneando como si nada hubiera
pasado.
Alec hurgó a lo largo de mi pared por el interruptor de luz. —¿Qué
demonios fue eso, un tigre? —Giro la cabeza tratando de evaluar los
daños en su espalda.
—Lo siento. Es mi gato, Severus. Tal vez pensó que me atacabas,
¿supongo? No lo sé. Nunca ha actuado así antes. No me di cuenta de que
los gatos eran protectores de esa manera. —Severus se dejó caer sobre
su espalda, impulsándome a frotar su vientre como le gustaba—. ¿Estás
bien?
—¿Protector? —preguntó con incredulidad, dándose la vuelta para
que pudiera ver las rayas finas de sangre corriendo por su espalda.
—Mierda. —Salté de mi cama para ayudarlo, olvidando que me
encontraba esencialmente en toples. A pesar de su evidente incomodidad,
sus ojos se centraron en mis grandes senos. No me hallaba preparada
para estar tan expuesta ante la dura luz de mi habitación. Agarré mi
blusa de la cama y traté de colocármela rápidamente, pero las mangas se
encontraban al revés. Agarrándolo en mi puño, tiré la blusa hecha una
bola a mi pecho, tratando de asegurarme al menos de que mis pechos
estuvieran cubiertos.
Alec se dirigió hacia mí. Ya no parecía preocupado por Severus o
los arañazos en la espalda. Tomó mis manos, tirando suavemente de ellas
hasta que solté mi agarre de muerte en la blusa. —Deberíamos haber
prendido la luz desde el principio —dijo, deslizando sus manos desde mi
caja torácica hasta ahuecar mis pechos—. Eres digna de ser apreciada a
la luz. Tal vez hubiera visto el ataque de tu gato también.
Sabía que intentaba de aligerar el ambiente, pero no tenía más
ganas de reír. La forma en que sus manos me acariciaron reavivó mi
pasión como el gas en un incendio. —Lo siento de nuevo por eso. Supongo
que no está acostumbrado a los extraños en mi habitación. Creo que
Olivia es la única persona aparte de mi familia que ha estado aquí.
—¿No traes hombres a casa? —Bajó la cabeza y pasó la lengua por
mi hombro.
Momentáneamente distraída, me tomó un segundo para
contestarle.
—¿Hmmm? —impulsó.
—Eres el primero —admití, tratando de no sonrojarme.
Levantó la cabeza. —¿El primer chico aquí?
Tragué saliva. Mi virginidad era mi asunto, pero sentía que merecía
saberlo. Probablemente no le importaría de todos modos. —Primero en la
vida —dije, exhalando profundamente. Fue algo vergonzoso admitirlo
considerando que estábamos cerca de dos minutos de cambiar ese estado
de todos modos.
—¿Primera vez? —Apartó las manos como si yo tuviera una
enfermedad.
Quería decirle que estaba bien, que no esperaba nada de él, pero
las palabras se encerraron en mi garganta. Su reacción me sorprendió.
Francamente, no veía el problema. No era como si fuera la última virgen
en la tierra. En todo caso, había oído que siempre querían ser el primero.
Abrí la boca para hablar, pero me interrumpió—: ¿Eres virgen?
—Sí, ¿y qué? —Hasta ahora, siempre estuve avergonzada e incluso
un poco apenada por mi falta de experiencia sexual, pero su tono me
hacía sentir más a la defensiva de lo que era. Era casi como si esperara
una disculpa o algo así. Di un paso atrás y agarré mi blusa del piso para
cubrirme. Debería haber sabido que esto saldría mal. ¿Quién era él para
juzgarme? No era como si sólo le dije que tenía una ETS. Debería estar
contento de saber que me encontraba absolutamente limpia, que era más
de lo que él probablemente podría decir.
Suspiró, pasándose la mano por el cabello. —¿Una virgen? ¿Cómo
me perdí eso? —Se agachó para recoger su camisa del suelo—. Sé cómo.
Dejé que mi cabeza pequeña piense en vez de la grande. —Habló sin
siquiera mirarme, como si no estuviera en la habitación. Jodidamente
odié eso.
Cuando se colocó su camisa, tuve el repentino impulso de pegarle
en la cara. Podría ser un poco inmaduro, pero por un segundo me alegré
de que Severus le arañara. —¿Cuál es tu maldito problema? —pregunté,
vistiéndome con una camiseta que agarré del cajón de mi cómoda.
Suspiró de nuevo, tirando de sus zapatos. —Mira, Nicole. Eres
genial. Y no voy a mentir. Deseaba esto. Más de lo que me gustaría
admitir —dijo, acomodándose—. Pero no me acuesto con vírgenes.
Sus palabras me atravesaron. No deberían, pero incluso con lo
molesta que me estaba poniendo, mi armadura no era tan fuerte. Crucé
los brazos sobre mi pecho, tratado de mantener la compostura. Mi cara
seguramente expresaba mis verdaderos sentimientos, pero no podía
dejarlo verme herida. —¿Qué significa eso? ¿Eres realmente tan
vanidoso?
—No es por ti. Es sólo una regla que tengo. Las vírgenes esperan
más. Quieren más, y están dispuestas a hacer lo que sea necesario para
conseguirlo.
—¿Conseguirlo? Porque, ¿lo que tienes es tan deseable?
Hace dos minutos la respuesta a esa pregunta habría sido un sí
rotundo. No había nada que quería de él, excepto su cuerpo. ¿Qué más
tiene que ofrecer? Nada de lo que yo necesitaba. Me hallaba muy contenta
con el camino que mi vida tomó. Su rechazo tomó todo el atractivo en él.
El deseo y la lujuria que dictaron mis emociones por las últimas
veinticuatro horas se fueron. No quería nada excepto que se fuera.
Por suerte, ambos estábamos de acuerdo en este punto. Parecía
que él no podía salir de mi habitación y el apartamento lo suficientemente
rápido. Seguía de pie atónita en medio de mi habitación cuando oí la
puerta cerrarse suavemente. Las lágrimas de rabia, mortificación y dolor
que había guardado se derramaron.
Robóticamente aseguré la puerta principal con llave antes de ir a
mi cuarto de baño. Mirándome en el espejo, mis manos se extendieron
para agarrar el lavabo, cuando el impacto total de su rechazo me golpeó.
Me sentí estúpida. Sin brillo.
Le di la espalda a mi reflejo burlón, me despojé de mis ropas y giré
el pomo de la ducha a la temperatura caliente. El agua se apoderó de mí,
mezclándose con mis lágrimas.
Me quedé en la ducha hasta que lloré y mi actitud se endureció. Al
diablo con él y su regla de no-vírgenes. Podía tener sexo con tantas putas
como él quisiera. Claramente esquivé una bala. Sólo deseaba no sentir que
me mentía a mí misma.
7
Traducido por Jadasa & Amélie.
Corregido por Victoria

Música sonó desde mi celular despertándome, a la mañana


siguiente. Obviamente, ahora necesitaría cambiar esa canción. Cuando
sonaba en el club mientras bailábamos con Alec, creí que era el destino,
pero ahora era un recordatorio de mierda de una noche que fue muy mal.
Lo que apestaba era que me gustaba A Great Big Mundial. Supongo que
tendría que encontrar otra de sus canciones para usar como tono de
llamada.
Me estiré por mi teléfono sin abrir mis ojos. ―Sí ―respondí, ya
sabiendo que era Olivia. Incluso sabía lo que serían sus primeras
palabras.
―Dormiste todo el día, ¿por qué no? Se suponía que me enviarías
un mensaje de texto. Necesito detalles, promiscua ―exigió.
Suspiré, abriendo mis ojos. Se sentían en carne viva, pero por lo
menos secos. Odiaba llorar y no podía creer que anoche sucumbí a las
lágrimas. ―¿Qué hora es? ―respondí con una voz monótona.
―Casi la una. ¿Lo hicieron tantas veces que ni siquiera puedes salir
de la cama? En la sesión de esta mañana, Alec no soltó la lengua sobre
los detalles, así que confiesa.
Me olvidé de las fotos. Al menos sabía que Alec mantuvo su boca
cerrada sobre lo que ocurrió, pero podía entender por qué. Quizás asumió
que, ya que con Olivia somos amigas, se lo contaría. Estoy segura de que
también esperaba que lo que ocurrió no afectara a su oportunidad de
ganar dinero modelando. ―No hay nada que contar ―dije, rodando.
―Eso es lo que también dijo Alec. ¿Ustedes practican sus
respuestas o algo así? ¿Qué quiere decir “nada”? Los vi a ambos bailando.
Se hallaban uno encima del otro. Sudaba sólo viéndolos. De hecho, Taylor
quería que te agradezca, porque tuvo suerte ayer por la noche a causa de
ello.
Realmente apreciaba cómo de divertido era eso, pero aún no me
hallaba lista como para reírme. Ni siquiera podía encontrar una réplica
sarcástica. Al menos alguien tuvo suerte anoche. No es que culpara a
Olivia. Esto no era su culpa. Seguro, estuvo detrás de la cita a ciegas,
pero sabía que nunca habría arreglado todo el asunto si sabía lo cretino
que era Alec.
―¿Nicole? ¿Estás bien? ―Sonaba preocupada, y me di cuenta de
que pasaron varios segundos desde que pregunto.
―Quiero decir, no realizamos el acto. Enloqueció cuando descubrió
que aún era una virgen.
―De ninguna jodida manera. ¿Quieres decir que hizo el viejo
meter―y―retirarse?
Severus, quién se hallaba acurrucado a mi costado, se levantó y se
estiró. Estiré el brazo y acaricié su lomo. ―Ni siquiera llegamos tan lejos.
Se lo dije anticipadamente.
―¿Por qué? ¿Por qué lo mencionarías?
―¿Importa por qué lo mencioné? ¿Y qué sobre el hecho de que no
debería importar? ―dije bruscamente.
Dejó escapar un suspiro fuerte. ―Tienes razón. No importa. Tiene
la cabeza en el culo. ¿Qué chico no quiere tener relaciones con una
virgen? Es como el Santo Grial.
Al instante, se disipó mi enojo mientras una renuente sonrisa se
extendió por mi cara. ―Lo sé, ¿está bien? Eso es lo que pensaba, pero no
de él, supongo.
―¿Te dio una razón?
―En realidad no. A decir verdad, sólo quiero dejarlo atrás. Confía
en mí cuando digo que no era mi mejor momento.
―Lo siento, nena. Es su pérdida. Me alegro de que no llegara a ser
tu primero. Te mereces algo mejor. Tu primera vez debe ser especial.
Apreciaba su lealtad. Había una razón por la que Olivia y yo éramos
amigas por mucho tiempo. Primero, nos cuidábamos la una a la otra, sin
importar qué. Además, en el fondo, lo que ocurrió entre Alec y yo anoche
fue especial hasta que descubrió mi secreto y enloqueció. Incluso ahora,
en la cama, recordaba su toque sobre mi piel. La manera en que me besó.
La dureza de su cuerpo contra el mío. Se sentía mal tener esos
pensamientos en mi cabeza. Eran traidores. Pensar en él no me haría
ningún bien.
Durante unos minutos más, charlé con Olivia. Incluso sugirió que
encontraría otro modelo para mi portada. Lo consideré sin responder. No
estaba segura de cómo me sentía con ello, sinceramente.
Afortunadamente, Olivia dejó el tema, preguntando si quería almorzar.
Rechacé la oferta. Mis planes para los próximos días consistirían en no
salir de la casa en absoluto. Tenía a mano varios menús de comida para
llevar, así no moriría de hambre, pero planeaba sumergirme en mi
manuscrito. Tuve suficiente contacto humano para que me durara un
tiempo.
Olivia no lo aprobó, pero no insistió. Una vez que terminamos
nuestra llamada, cambié mi tono. Por las siguientes cuarenta y ocho
horas me desconecté del mundo exterior.
Estiré mi cabello recogiéndolo en un moño desordenado y me
coloqué mi par favorito de pantalones de yoga y una sudadera.
Asegurándome de que no pasaría calor, bajé la temperatura del aire
acondicionado de mi apartamento. Era un pensamiento retrogrado, pero
prefería el frío en tanto escribía.
Diez minutos más tarde, me acurruqué en mi silla de escribir con
un gran vaso de café helado. No era tan bueno como Starbucks, pero
tendría que serlo. Severus escaló el árbol del gato que aún se encontraba
entre la ventana y la silla. Extendí mi mano para acariciarlo mientras mi
ordenador se encendía. Ronroneó, apreciando la atención antes de
acurrucarse en una bola cuando comencé a escribir.
Durante los siguientes días, con Severus no nos movimos, excepto
para buscar comida, usar el baño y me dejaba caer sobre mi cama cuando
mis ojos se negaban a permanecer abiertos un momento más.
Este particular maratón de escritura mataba dos pájaros de un
tiro. Terminé mi novela antes de mi fecha límite, y fui capaz de empujar
exitosamente los pensamientos sobre Alec a los recovecos más lejanos de
mi mente. De mala gana, tuve que admitir que su rechazo le ayudaba a
mi historia. Fui capaz de sacar mis sentimientos y plasmarlos en la
historia. Al final me encontraba contenta con la manera en que resultó.
Con ojos borrosos y más que un poco mareada por la falta de
movimiento, me dirigí al baño para limpiarme la suciedad de no
ducharme en dos días. Sintiéndome perezosa, decidí alargar el baño así
podría depilar mis piernas y mimarme a mí misma un poco.
Por el resto del día me puse al corriente con las redes sociales,
contactando con los blogueros sobre mi próximo lanzamiento, y
preparando el material que tendría que enviar el lunes.
Olivia me envió un correo electrónico con la portada, mientras me
encontraba aislada. Aún no lo había abierto. La cara burlona de Alec no
era algo para lo que me hallara lista para ver. Al final, sabía qué hacía el
ridículo, así que finalmente hice clic en el enlace para abrir el archivo.
Por varios minutos, estudié el arte de la portada, tratando de
analizar lo bien que capturó la esencia de mi historia y no el hecho de
que los hipnóticos ojos de Alec me miraban. Me estuve preguntando si
tomé la decisión correcta al no decirle a Olivia que buscara otro modelo.
Al ver el producto final, tenía que admitirlo, me alegraba no haber dicho
nada. La portada de Wickedly Lovely era impresionante. Fácilmente, era
el mejor trabajo de Olivia hasta la fecha. Natasha se encontraba tan
hermosa como siempre, pero era Alec quien le daba vida a la tapa. Olivia
estuvo en lo cierto. Era natural. Los lectores inmediatamente lo iban a
aceptar. Encarnaba la esencia misma del novio literario que todas las
mujeres deseaban. Además, era la viva imagen de mi personaje principal,
Harrison. Solo el rostro de Alec me hacía querer tener el libro.
Junto con los archivos de la portada, Olivia también envió modelos
de los marcadores e imanes, lo cual decía que le gustaban las pruebas.
Tenía un programa completo de eventos de firma de libros independiente
durante los próximos meses y el material era bueno para la promoción
de mis títulos. Con suerte, podría conseguir algo de ruido para la nueva
serie. La idea de lanzar algo nuevo me asustaba mucho. El hecho de que
mi primera serie lo hubiera hecho bien no garantizaba que los lectores
aceptarían mi nuevo material. Sentía que mi forma de escribir mejoró con
cada libro, así que esperaba que fuera evidente en la historia.
Esa noche, de verdad fui a la cama a una hora normal. No sabía lo
cansada que me encontraba. La portada para Wicked Lovely permaneció
en mi mente a medida que me quedaba dormida. Más exactamente, Alec
se hallaba en mi mente, lo cual lo llevaba a mis sueños. Imágenes
distorsionadas de nuestra noche juntos llenaban mi subconsciente.
Íbamos directos al punto de la verdadera acción, y luego algo nos
interrumpía y comenzaríamos de nuevo. Era frustrante e interesante al
mismo tiempo.
Soñar con casi orgasmos toda la noche me dejó palpitando de deseo
hasta el momento en el que finalmente me desperté antes del amanecer.
Me debatía en tomar una ducha fría, pero mi cuerpo quería más.
Deslizando mi mano en mis pantalones de pijama, pude sentir lo mojada
que me ponían los sueños. Cerré mis ojos y conjuré las imágenes de Alec
y lo que podría haber hecho con su lengua. Mi dedo se deslizó fácilmente
en mi interior mientras mi cuerpo se movía contra mi mano. Me
imaginaba que era Alec tocándome. Mi respiración se aceleró y gemí como
si estuviera apoyado sobre mí. Sentía como si debiera detenerme, pero
mi mano no cooperaría. Mi liberación vino casi de inmediato. Me recosté
en la cama, inmóvil, preguntándome si debía sentirme mal por correrme
sobre un chico que me rechazó.
Me las arreglé para volver a caer dormida antes de despertarme de
nuevo varias horas más tarde. El dolor se fue, pero me sentía despojada.
Lo que hice antes era un pobre sustituto de la verdadera acción, pero
quizás no era honesta conmigo misma. De ser así, tendría que admitir
que aún deseaba a Alec.
Sea como sea, me hallaba cansada de reflexionar, así que me
levanté de la cama para empezar mi día. Cada domingo le daba a mi
apartamento una buena limpieza, incluyendo mis sábanas en mi
lavadora y limpiaba cada superficie. Aspiraba mi dormitorio y la sala de
estar, luego recogí toda la basura de la excesiva comida para llevar, que
se encontraba apilada desde hace dos días sobre el mostrador.
Una vez que terminé, me duché y me vestí para dirigirme a la cena
en lo de papá y mamá.
Cuando llegué a mi casa de infancia una media hora más tarde, fui
la última en llegar. Zachary y Tony se encontraban en el jardín de
adelante lanzando una pelota de fútbol, mientras que la para siempre
novia de Zachary, Ashley, se encontraba sentada en la mecedora del
porche leyendo un libro.
Zachary me dio un abrazo aplastante. ―¿Qué trajiste para el
postre?
―Buen intento. Sé que es un hecho que era tu turno traer el postre.
Espero que sea algo decadente y súper delicioso. He estado encerrada en
mi apartamento durante dos días y mi gusto por lo dulce llora por
negligencia.
―Por suerte para ti, Ash hizo su famoso brownie de barras de
chocolate. Si eres buena, quizás lo comparta ―bromeó, frotando sus
nudillos arriba de mi cabeza.
Me retorcí antes de que pudiera hacerme más daño. —Mal aliento.
—Me quejé, tratando de suavizar mi cabello.
—Zach, sabes que a ella no le gusta eso —dijo Tony, castigándolo
cuando me empujó en un abrazo rápido antes de que colocara un dedo
mojado en mi oído.
—Uh, ¿crecerán alguna vez ustedes dos? —Me giré hacia él, pero
era demasiado rápido y fácilmente se lanzó fuera del camino. Pisé fuerte
hasta el porche, mirando a los dos.
Ashley sacudió la cabeza con simpatía mientras subía los escalones
del porche. —Tus hermanos.
—Hola, Ash. —La saludé con un abrazo que no implicaba
coscorrones o mojar oídos—. Lo sé, ¿verdad? Mamá debió darles la
espalda cuando nacieron. Ahora sé por qué algunas especies comen a
sus crías.
Ashley se rio. Ella y Zachary salieron el tiempo suficiente como para
que supiera cómo funcionaban las cosas en mi familia. Sabía que en el
fondo todos nos amábamos, aunque a veces quería enterrarlos en una
tumba poco profunda. —¿Qué estás leyendo? —pregunté, tratando de
echar un vistazo a la cubierta.
—Ese que elegiste para mí en tu último evento del libro. —Movió
su mano para mostrarme la cubierta del más reciente libro de mi amiga
Melissa Brown.
—Oh, ese es un buen libro. Lo leí entero durante mi viaje de
Chicago el mes pasado.
—Lo creo. —Rio Ash—. Acabo de empezar esta mañana y ya casi
termino. La escritura es impecable.
—Cierto. Además, la historia es locamente increíble.
Se levantó de la mecedora del porche para seguirme en el interior.
—¿Cómo va tu libro?
Le lancé una sonrisa. Ash era una lectora beta para mí, lo que
significaba que era una de las primeras personas en leer mis libros y dar
sugerencias sobre la historia antes de la publicación. Algunos autores
utilizan más lectores beta que otros, pero Olivia funcionaba
perfectamente para mí. Me imaginé que demasiados cocineros en la
cocina arruinarían la comida. —Es gracioso que preguntes. De hecho, lo
terminé anoche —dije, sonriendo ampliamente cuando saltó arriba y
abajo como un niño en una tienda de dulces. Esperemos que el
entusiasmo se trasladé cuando lo lea.
Wicked Lovely era diferente de mi trabajo anterior, y me hallaba
preocupada por las reacciones de mis lectores.
Se frotó las manos con avidez. —¿Cuándo puedo tenerlo?
Esperé a responder mientras mamá me envolvió en un delicado
abrazo que olía a su perfume favorito. Era un olor que llevó durante todo
el tiempo que podía recordar. Papá se aseguraba de reponer su
suministro cada Día de San Valentín. —Te ves cansada —dijo,
mirándome a la cara.
Rodé los ojos. Su radar de madre se encontraba siempre encendido.
—No sé por qué —mentí fácilmente.
Ash se reía detrás de mí, ganándose la misma mirada que les di a
mis hermanos que se encontraban afuera. No hay libro para ti, balbuceé.
Su expresión paso de graciosa a una horrorizada en un instante.
Mi mamá se encontraba demasiado ocupada riéndose sobre las
bolsas, bajé mi mirada para prestar atención a nuestro intercambio. —
¿Por qué estás tan pálida? ¿Estás comiendo bien?
—Mamá, me viste el domingo pasado. ¿Cómo podría haberme
enfermado en una semana?
Me sostuvo con el brazo extendido, estudiando mi cara
atentamente. —Una madre sabe. Estás trabajando demasiado duro.
Debes dejar de presionarte a ti misma.
—Lo sé, mamá, pero créeme, estoy bien. Es que no he dormido muy
bien las últimas noches, eso es todo. —Por supuesto, me olvidé
mencionar la razón por la cual no dormí. No había manera de que
admitiera que la fuente de mi insomnio era un chico. Esa era una lata de
gusanos que no me hallaba dispuesta a abrir. Le di un beso en la mejilla
para distraerla—. Por cierto, Olivia me envió la prueba de la cubierta de
Wicked Lovely. ¿Quieren verla?
—Oh, yo sí —intervino Ash, saltando arriba y abajo. Su entusiasmo
era contagioso y era una de mis cosas favoritas de ella. Zachary era un
completo idiota por no proponerle todavía matrimonio. Mi peor miedo era
que Ash finalmente se cansara de esperar que le preguntara y siguiera
adelante. Amaba mucho a mi hermano, pero si eso pasara tendría que
odiarlo.
Sacando mi teléfono, hice clic en el icono de imágenes donde ya
guardé las fotos de la nueva cubierta. Las dos, mamá y Ashley
reaccionaron con el entusiasmo que esperaba.
—Oh Dios. Eso es lo que llamo sensual —dijo Ash, abanicándose
mientras Zachary y Tony venían de afuera.
Zachary miró por encima, en comprensible curiosidad. —Déjame
ver —demandó, sacando de mis manos mi teléfono. No dudé en dárselo.
Alec fue un bicho tonto la otra noche, pero no me sentía interesada en
escucharlo comenzar a criticar.
Tony miró por encima de su hombro y me di cuenta de que ambos
querían encontrar algo negativo que decir, pero ninguno de ellos pudo
encontrar nada.
—Qué mala suerte que sea gay —dijo finalmente Zachary,
entregándome de nuevo el teléfono.
Debería haber mantenido mi boca cerrada. Fue una salida fácil.
Dejarles asumir que Alec era gay. Pero no, tuve que abrir mi boca como
una imbécil completa. —Definitivamente Alec no es gay —dije con más
énfasis de lo que pretendía.
Los ojos de todos giraron a mí, incluyendo los de papá y los de mi
otro hermano Riley, quien llegó al final de la conversación. —¿Quién no
es gay? —preguntó mi papá. Genial. Boca grande Nicole atacó de nuevo.
—Al parecer, “Alec definitivamente no es gay” —dijo Zachary,
haciendo comillas.
—Zach, deja de burlarte de ella —dijo Ash, viniendo en mí defensa.
Papá me beso en la mejilla y caminó al refrigerador para llenar un
vaso que sacó del armario con hielo. —¿Quién es Alec? —Apoyó el vaso
en el mostrador y abrió una lata de coca loca dietética.
—El modelo en su nueva cubierta. Se ve muy bien, tengo que decir
—dijo mamá, guiñándome un ojo.
Antes de que pudiera reaccionar, Riley se coló por detrás de mí y
me arrebató el celular de mi mano. —¿Ah sí? Sí tiene a mamá elogiándolo,
debe ser algo especial —dijo, deslizando la pantalla para revelar la nueva
cubierta—. Santa mierda. Ups. —Se cubrió la boca y se agachó a un lado
cuando mamá golpeó su cabeza con un trapo de cocina. Aunque éramos
todos adultos, mi mamá no toleraría maldiciones en la casa—. Lo siento,
mamá. Es que es un hombre muy bonito el de la foto.
—¿Bonito? Tal vez eres tú el gay —dijo Tony, agarrando a Riley en
una llave por su cabeza. Lucharon alrededor, casi tirando la bebida de
papá de sus manos.
—Oye, ya basta —gritó papá. Mis hermanos pararon de jugar
inmediatamente. Siempre los mantenía bajo control, y ellos sabían
cuando pasaban su límite. —¿Entonces qué pasa si Alex es gay? Eso no
es de nuestro interés.
—Es Alec, y no es gay. Digo, no creo que sea gay. —Me lamenté sin
convicción, tratando de arreglar mi error. En este punto era una causa
perdida. Ya puse esa palabra en mi boca. Los ojos de Zachary y Tony
brillaron, obviamente en conspiración. Incluso mamá parecía encantada,
como si pudiera leer mi mente. Mierda. Mierda y doble mierda. Ella me
habría casado antes de la noche si por ella fuera.
—Guarda silencio, mi corazón. Creo que nuestra Nikki Pooh está
enamorada —anunció Riley. Y que pensaba que era mi hermano favorito.
Éramos los más cercanos ya que solo teníamos un año de diferencia. Que
traidor. A ver si le pedía que hiciera la lista de reproducción de Wicked
Lovely ahora. Riley tenía aspiraciones de ser un productor después de
estudiar en la escuela de música. Realmente tenía mucho talento y podía
tocar siete instrumentos. Aun así, genio de la música o no, podía
soportarlo.
—No lo estoy. —Deseé que mis palabras sonaran más creíbles, pero
¿Cómo podría cuando no me creía ni a mí misma? En cambio, mi traidora
cara de póquer decidió desaparecer.
—Ahí está, señoras y señores. Nikki Red ha aparecido para la fiesta.
—Rio Zachary, usando el sobrenombre que me pusieron cuando éramos
niños porque mis mejillas se ruborizaban en un rojo brillante por la
vergüenza.
—Chicos, paren de burlarse de su hermana —dijo mamá. Le di una
mirada de agradecimiento, esperando que pudiéramos volver a ser
adultos—. Ahora, cuéntame acerca de este chico quien te tiene tan
agotada —agregó, pasando un brazo por mis hombros.
Suspiré. Todos eran incorregibles. —Mamá, no estoy agotada. Sólo
quería decir que salí con él y no es gay. —Estaba haciendo un trabajo
horrible de pensar antes de hablar. Las palabras salieron antes de que
pudiera pararlas. En serio, tenía que cortar mi lengua.
De repente, nadie tenía nada que decir. Todos se veían más
sorprendidos que otra cosa. No era tan descabellada la idea de que tuve
una cita. Tal vez en sus ojos Alec se hallaba fuera de mi alcance o algo
así, pero no tenían que parecer como si les hubiera dicho que estaba
embarazada de Satanás. —Tengo que ir al baño —dije, caminando lejos
antes de que pudieran decir otra palabra.
Cerrando la puerta del baño detrás de mí, suspiré con alivió cuando
escuché el cerrojo. El baño de la planta baja era sólo un medio baño con
un lavabo de pedestal y un aseo, pero se sentía como un santuario de
lujo después del problema en el que me encontraba. Sabía que iban a
saltar sobre mí al momento en que abriera la puerta, pero por el momento
me hallaba, a salvo.
Agarrando la porcelana fría del lavabo, eché un vistazo en el espejo
y casi me sorprendí al ver la mirada casi salvaje en mis ojos. Ahora
entendía por qué estuvieron todos mirándome tan extraño. Me
encontraba siendo completamente ridícula. Necesitaba superar a Alec.
Solo porque estuviera en mi nueva portada no significaba que lo volvería
a ver otra vez. También le diría a Olivia que no lo usaríamos en ningunas
de mis portadas en el futuro. Ella entendería.
Cuando salí del baño no conseguí la inquisición que esperaba. No
sabía si sentirme insultada o aliviada. Quizás mamá y papá les dijeron a
mis hermanos que dejaran de molestar. Cualquiera que fuera la razón,
nadie pronunció una palabra más sobre Alec. En cambio, la conversación
cambió al partido de los Rays que se encontraba a punto de comenzar.
Nos sentamos frente a la TV a comer pizza como cualquier otro domingo.
8
Traducido por MaJo Villa & ElyCasdel
Corregido por Jane

—No te enojes.
Nada bueno ha salido de esas palabras nunca. A decir verdad, su
uso en conjunto debía ser borrado del idioma.
Pausé la maratón del programa que estuve viendo. Cada vez que
terminaba un libro me permitía un día entero de televisión sin sentido.
Me gustaba ver una temporada completa de uno de mis programas
favoritos sin ninguna culpa. Esta vez elegí uno de mis programas
favoritos en HGTV3 y no quería perdérmelo. Desplacé mi teléfono hacia la
otra oreja. —¿Qué hiciste? —le pregunté a Olivia.
—Primero, necesitas recordar que sólo quiero lo mejor para ti.
Sabes que soy tu mayor animadora cuando se trata de tus victorias y tus
logros. Quiero más que nada que N. S. Blake sea un nombre conocido.
Siento que tu marca es lo más importante en estos momentos y que
deberíamos estar trabajando agresivamente para construirla. —Sus
palabras salieron como un maremoto.
—¿Qué hiciste?
—Está bien. No es para tanto, de todos modos. Contesté uno de los
emails que no has tenido tiempo de leer aún.
Esperé. Hasta ahora no confesaba nada que no hubiera hecho
antes. Olivia no sólo me ayudaba con mis cubiertas de libros, también
actuaba como una asistente cuando sabía me encontraba en lo profundo
de mi cueva de escritor. Me ayudaba a contestar emails y a mantener mi
agenda organizada.
Cuando no hablé, continuó—: De todas formas, Indie Booklicious
Con quería saber si te gustaría participar en su portada Extravaganza.
Naturalmente, me pareció una gran idea. Sé que querías hacer correr la
voz para Wicked Lovely, así que pensé que ésta era una situación en
donde todos ganamos.
Sus palabras sonaban razonables. No podía discutir con nada de
lo que dijo, y sin embargo la forma en la que lo dijo no era necesario ser

3 HGTV, Home and Garden Television, es canal disponible en la señal de cable de


los Estados Unidos y Canadá que a través de sus programas propios nos brinda
información y entretenimiento en toda clase de temas relacionados a la remodelación,
mantenimiento, y decorado del hogar.
Einstein para saber que una explosión se encontraba por venir. Ésta
tenía que ser gigante por la forma en la que me halagaba.
—Por lo tanto, les dije que absolutamente te gustaría participar
este fin de semana en la firma de libros, y que estarías feliz de llevar tu
modelo de portada —habló rápidamente, como si sintiera que, si decía
las palabras lo suficientemente rápido, no tendría tiempo de objetar.
Negué con la cabeza, aunque no pudiera verme. No había manera
de que mi mejor amiga, a quien amaba, en quien confiaba por encima de
cualquier persona, me hiciera esto de nuevo. Especialmente después de
que básicamente le dije que preferiría sacarme los ojos con un tenedor
oxidado antes de volver a ver a Alec.
—¿Qué me estás diciendo, Liv? —Me froté la sien para aliviar el
repentino dolor de cabeza que apareció.
—Lo siento, Nic, pero honestamente siento que es lo mejor para ti
en este momento. Ambas sabemos que el último evento de tu libro en
Chicago trayendo a tu modelo de portada contigo ha llegado a ser
popular. A los lectores les gusta tomarse fotos. Les hace sentir como que
están teniendo la oportunidad de intervenir realmente en tus páginas.
Cerré los ojos con resignación. Sabía que tenía razón. Incluso
hablamos sobre esto después de la firma de libros en Chicago. Fue una
gran ventaja comercial y definitivamente atrajo la atención en la firma de
libros. Hasta este momento eludió llamar la atención hacia mí en los
eventos. Hablar con nuevas personas era algo a lo que todavía me estaba
acostumbrando. Envidiaba a mis amigos escritores que eran sociables de
forma natural en las firmas de libros. Interactuaban y comprometían a
sus lectores de una forma que no logré todavía. Atravesar una firma de
libros con Alec podría ayudarme a cambiar eso.
—¿Nicole? —dijo Olivia mi nombre con cautela, esperando a que le
arrancara la cabeza de un mordisco.
—Está bien —contesté, cediendo.
—¿Está bien? —gritó con júbilo.
—Sí, está bien. No voy a decir que estoy emocionada con la idea;
pero sé que, si quiero que este nuevo libro se abra camino hacia las
manos de nuevos lectores, necesito salir de mi zona de confort. Siento
que estoy siendo arrojada a la parte más profunda de la piscina con Alec,
pero estoy segura de que voy a sobrevivir. Y oye, si no logro sobrevivir, tú
te quedarás con todas mis cosas. Sólo asegúrate de que Severus sea bien
cuidado.
—Es algo bueno que no estés siendo dramática ni nada de eso —
dijo secamente—. Así que, si ya está todo arreglado y no vas a matarme,
lo arreglaré con Alec. Estoy segura de que va a saltar a la oportunidad de
más exposición y… —Sus palabras se detuvieron al recordar con quien
hablaba.
—Eso está bien, Liv. Sólo asegúrate de que colocas las reglas del
juego.
—¿Las reglas del juego?
—Sí, como no acariciar a las mujeres durante la firma, y no ir a
casa con nadie. —Estoy segura de que mis reglas sonaban estúpidas. No
era como si pudiera dictaminar con quien Alec pudiera o no coquetear, y
mucho menos con quien se podía acostar.
—Em, Nicole. Creo que Alec sabe los límites de ser profesional.
—Está bien. Sólo me quiero asegurar de que entiende que estamos
promocionando mi libro. No buscándole una cita —dije bruscamente,
descargando mi irritación en ella. Terminé la llamada abruptamente
antes de que pudiera decir algo más estúpido.

***

El resto de mi semana pasó en un frenesí de actividad que fue


disuelta por episodios de falta de confianza. Wicked Lovely fue enviada a
mi editor, y decidí tomarme la semana para descansar de escribir y
prepararme para la firma de libros de ese fin de semana. Olivia vino a
mitad de la semana para ayudarme a empacar mi inventario y a ordenar
a través de los suvenires. Ninguna de las dos mencionó a Alec.
En cambio, hablamos sobre desde cuando Indie Booklicious se
celebraba en Orlando, ésta sería la primera firma de libros importante a
la que mi familia asistiría. Me sentía nerviosa por las expectativas de ellos
puestas en mí. Mis seguidores crecían lentamente, pero había un montón
de otros autores en la firma de libros que tenían fans incondicionales.
Tuve que recordarme que esta firma de libros era sobre las nuevas series.
Era sobre abrirme paso ahí.
No pude evitar burlarme de Olivia acerca de ver a mis hermanos.
Era de conocimiento común en nuestro hogar que Tony se sintió atraído
hacia Olivia por años. Ella lo rechazó numerosas veces, alegando que no
permitiría que un tipo cualquiera arruinara su amistad conmigo. Salir
con Tony inevitablemente causaría eso. Tony se mantuvo persistente y
nunca dejó pasar una oportunidad para coquetearle como rutina. Este
sábado sería interesante ya que todos íbamos a cenar después de la firma
de libros y Taylor se uniría a nosotros.
Olivia se rio, pero la conocía suficientemente bien para saber que
también se sentía nerviosa sobre el sábado. Al menos esto no sería
cansador solamente para mí.
El viernes por la noche, con Olivia nos dirigimos a pasar el rato con
algunos de mis amigos autores y blogueros que llegaron un día antes
para la firma de libros. Esto se ha convertido en un ritual para reunirnos
en cualquier momento en que realizamos los mismos eventos. Había una
fiesta organizada para mezclarse y socializar en el hotel donde se
celebraba la firma de libros.
Para ahorrar tiempo en la mañana, nuestro plan era dejar mis
cosas para la firma de libros esta noche ya que nos gustaría estar ahí
para mezclarnos de todas formas. El vestíbulo del hotel se encontraba a
rebosar de grupos de fanáticos de la convención repartidos por la gran
sala hablando y chismoseando sobre todo, desde el último libro que
leyeron hasta lo que había dicho y por qué lo dijo tal persona en los
medios de comunicación. Durante el último año que estuve asistiendo a
este tipo de eventos, me di cuenta de que escribir era una experiencia
muy solitaria y que cuando tienes a un montón de autores y amantes de
los libros juntos, un ruido explosivo contenido se hallaba a punto de
llegar. A veces puede ser abrumador, pero en su mayor parte era fabuloso
pasar el rato con tanta gente con los mismos intereses.
—¿Quieres una bebida? —preguntó Olivia, escudriñando la sala en
busca del bar.
Negué con la cabeza. —Continua. —Vi a Melissa al otro lado del
cuarto y quería charlar con ella.
—¿Estás segura? ¿Ni siquiera una Coca-Cola?
—Tal vez en un rato más.
—Está bien. Estaré de regreso en un momento.
Asentí. —Estaré con Melissa y con Tracey por ahí —dije, señalando
en dirección de dos de mis amigas que conocí por Facebook. La idea de
haber conocido a tantas personas en internet era graciosa para mí. Me
recordó a los sitios de cita de los que me gustaría ver comerciales en la
televisión, pero para hacer amistades.
—¡Nicole! —Me saludó Melissa en su forma normal y exuberante,
dándome un apretado abrazo—. ¿Qué te tomó tanto para llegar hasta
aquí?
—Tuve que dejar toda mi mierda en el salón de baile —contesté,
dándole un abrazo a Tracey—. ¿Cuándo llegaron muchachas?
—Llegué hace un par de horas —respondió Tracey.
—Yo también —añadió Melissa, tomando un sorbo de su bebida—
. ¿Esto es siempre así de calurosa?
—Esto no es nada. Espera hasta agosto. Cuando vivas aquí
aprenderás a ir desde un lugar con aire acondicionado hacia otro.
—Mi familia vino para que pudiéramos visitar La Casa de Mickey
Mouse. Mis hijos han deseado ir a Disney, pero vamos a estar como
huevos fritos ahí afuera —dijo Tracey secamente.
Melissa y yo reímos. Para el momento en que Olivia se nos unió,
comparábamos las cosas buenas y malas de nuestras ciudades de origen.
Eventualmente, más y más personas se unieron a nuestro grupo hasta
que había una docena de diferentes conversaciones ocurriendo al mismo
tiempo. La tensión que sentí durante la semana comenzó a debilitarse, y
para el resto de la noche Alec se convirtió en alguien de poca importancia.
Nuestra noche hizo que despertarse al día siguiente fuera duro.
Olivia y yo estábamos de mal humor y apenas hablábamos hasta que
conduje hacia un Starbucks y recogí un par de cafés para nosotras. La
cafeína no ayudó a mis nervios, que ya se encontraban al borde. Alec
puede no haber estado en mi mente anoche, pero esta mañana era una
historia diferente. Los pensamientos rebotaban alrededor de mi cabeza
como una pelota de ping-pong drogada, pintando diferentes escenarios
de cómo nuestra interacción del día de hoy iría.
¿Diría algo sobre esa noche, o pretendería que ésta nunca sucedió?
La última cosa que quería erar crear una escena y convertirme en el tema
del último chisme en los grupos de Facebook de todo el mundo. En tanto
Alec y yo actuáramos como profesionales, el día saldría bien.
Cuánto más nos acercábamos al hotel, más ansiosa me sentía. Mi
estómago se hallaba atado con nudos. Si no tuviera a Olivia conmigo,
habría considerado saltarme el evento. Por suerte, ella era mi roca y me
arrastraría dentro si tuviera que hacerlo. Sin mencionar, que mi familia
y mis lectores estarían decepcionados.
—¿Estás bien? —preguntó Olivia mientras estacionaba en un lugar
libre. Su voz me sobresaltó. No me di cuenta de que agarraba el volante
como si este fuera un salvavidas.
—Estoy bien —mentí, abriendo mi puerta y forzando a mi cuerpo a
salir del todoterreno.
Olivia llevaba nuestros cafés mientras que firmaba el registro de
entrada y recogía nuestras identificaciones con cordones de la mesa de
registro de la convención. Personas desde diferentes direcciones agitaban
sus manos y gritaban saludos hacia nosotras mientras que nos
dirigíamos hacia la gran sala de banquetes para instalarnos. En el
interior, docenas de autores correteaban alrededor como abejas
ocupadas organizando sus mesas con libros, suvenires y otros tipos de
mercancías para vender. Grandes pancartas se encontraban siendo
ensambladas y colocadas de forma prominente alrededor de la
habitación. Algunos de los autores fueron muy creativos con sus
exhibiciones.
Con Olivia actualmente luchábamos con la base de mi pancarta
vertical cuando el sutil aroma de la colonia de Alec atrapó mi atención.
Me di cuenta de lo triste que era ser capaz de reconocerlo por su colonia,
pero el aroma parecía estar arraigado a mis sentidos. Por supuesto tenía
que acercarse cuando me encontraba inclinada con mi trasero al aire.
—¿Necesitan ayuda ahí?
—No, nosotras podemos. —Olivia me miró sin decir ni una palabra,
pero sabía que ella cuestionaba la rudeza de mi respuesta.
—Si tú lo dices —contestó.
Podía prácticamente ver la sonrisa burlona en su rostro sin ni
siquiera darme vuelta. Burlándose de mí no iba a conseguir un día de
descanso para un buen comienzo. Mi mano se cerró alrededor de una de
las barras de metal del soporte de mi pancarta. Por un momento,
consideré golpearle en los testículos, pero conté hasta diez en mi cabeza
para calmarme. Esto me llamó la atención, desde que conocí a Alec hace
unas semanas atrás desarrollé tendencias bastante violentas. Me
encontraba volviendo francamente demente. Mis hermanos estarían tan
orgullosos. Zachary y Tony siempre afirmaron que era una presa
demasiado fácil.
Alec se quedó de brazos cruzados mientras Olivia y yo luchábamos
y maldecíamos a mi pancarta, tratando de conseguir que esta se
extendiera a su altura máxima. El problema era que ninguna de las dos
era lo suficientemente alta como para encajarla en su lugar en la parte
superior. Olivia abrió su boca para pedirle a Alec ayuda, pero le lancé
una mirada que la detuvo. Llegando con mi mano libre, arrastré mi silla
más cerca para que de esa manera pudiera subirme en ella para hacer
clic en la pancarta para colocarla en su lugar. Pude haber derribado mis
cajas en el proceso, pero era mejor que pedirle ayuda a Alec.
Justo cuando me bajé de la silla para darme un golpecito de bien
hecho en mi espalda, la pancarta se deshizo en la parte superior del
puesto y cayó a mis pies. Olivia resopló, tratando de ocultar su risa. Se
giró y se arrodilló para recoger las cajas que derribé.
—Espera, déjame hacerlo —dijo Alec, dando un paso hacia mí. El
olor de su colonia me envolvió como una manta cálida en los días más
fríos. Cerré mis ojos, inhalándola profundamente.
Finalmente me di la vuelta para mirarlo de frente, convencida de
que podría manejarlo sin agrietarme. Me hallaba equivocada y tenía
razón al mismo tiempo. Físicamente, era capaz de esconder mis
emociones detrás de una máscara de indiferencia, pero por dentro era un
desastre. —Bien —dije, dando un paso lejos de la pancarta. Arrastrando
mi silla, me deslicé alrededor del otro lado de la mesa y comencé a colocar
mis libros.
Vi por el rabillo de mi ojo como Alec finalizaba de ensamblar la
pancarta sin pérdida de tiempo. No escapó de mi atención cuando la
camisa se le levantó ligeramente, insinuando la serie completa de
abdominales que mis manos repasaron íntimamente. Echando un vistazo
alrededor de la habitación, se hizo evidente que no era la única que lo
notó.
Alec fue claramente el tema de conversación entre muchas mujeres
que de pronto parecían más interesadas en su trasero que en terminar
de acomodar sus presentaciones. No sabía si reír o tirarlas. De hecho, no
podía culparlas. Tuve experiencia de primera mano de cuán sexy era.
Sentí sus manos y labios en mi cuerpo. Mis piernas se envolvieron
alrededor de su estrecha cintura, sintiendo cada glorioso centímetro
suyo.
—Ya regreso —dije, levantándome abruptamente de la mesa.
Olivia parecía sorprendida, sosteniendo un puñado de
separadores. —Espera, ¿qué con tu mesa?
—Solo ponle los últimos toques. Confío en ti. Solo me iré un
minuto. —Tenía que alejarme para componerme. Exactamente el cuerpo
del que me sentaba a ser recordada era el mismo que me dejó colgando,
y seca y prácticamente humillada. Mucha gente intentó obtener mi
atención mientras pasaba, probablemente para preguntarme por Alec,
pero los esquivé con la excusa de una emergencia de vejiga mientras
rápidamente hice mi camino hacia el pasillo principal.
Por suerte, encontré el baño vacío. Resulto que no mentí. En serio
necesitaba orinar. Una vez que terminé, deliberadamente me quedé en el
baño lavando mis manos tanto tiempo como fuera posible antes de que
supiera que absolutamente debía regresar a mi mesa.
Caminando por la recepción de regreso a la sala de banquetes, vi
una larga línea de lectores esperando entrar a la firma. Su charla
emocionada hizo eco por el pasillo, haciendo flotar a las mariposas de mi
estómago. Retomando mi ritmo, entré a la sala de banquetes y vi a todos
en sus mesas, listos para empezar.
—Dos minutos —anunció una voz en el altavoz.
Saludé a algunos más de mis amigos mientras entraba antes de
finalmente llegar a mi mesa, que lucía fantástica. Olivia se superó otra
vez. Mis libros se hallaban creativamente apilados y prominentemente
esparcidos a un lado de la mesa mientras que mis separadores se
hallaban desplegados en la otra. Incluso sacó mis dos plumas favoritas
para firmar justo con una lata de Coca Cola. —Gracias —dije, dándole
un rápido abrazo—. Lamento actuar como una loca.
—Está bien. Sabes que estoy aquí para ti. Solo recuerda para lo
que estás aquí. Esta es tu oportunidad de brillar. —Apretó mi mano y
recogió las cajas vacías para amontonarlas debajo de la mesa fuera de la
vista.
Olivia tenía razón y lo sabía. Solo necesitaba tragarlo y hacer mi
trabajo. Alec salió atrás de la pancarta que colocaba en su lugar. En mi
ausencia se quitó la camisa, lo que no debía ser tan sorprendente
considerando que era parte del plan. Lucía impresionante, eso era por lo
que se encontraba aquí. Ahora todo lo que debía hacer era evadir el
contacto físico con él y estaría bien.
Mientras caminaba alrededor de la mesa a mi silla, mi pie quedó
atrapado en la pata de la mesa a mi lado y me balanceé hacia adelante.
Hubiera caído de cara si no fuera por la mano firme de Alec estirándose
para agarrar mi antebrazo. Me salvó posiblemente de un labio sangrante
o un caso de raspadura en la cara, pero mi plan de evitar el contacto
físico con él duró treinta segundos. Tenía que ser un récord mundial.
Su mano permaneció en mi bíceps incluso luego de que me puse
de pie. Nuestros ojos se encontraron mientras esperé a que me soltara.
No tenía el poder de alejarme. Ambos actuamos como si tuviéramos algo
que decir, pero el momento no era correcto. No aquí.
El zumbido de voces entró a la habitación cuando las puertas se
abrieron y la línea de personas que esperaban entraron. Algo en mis ojos
debió haber hecho clic con Alec porque abruptamente soltó mi brazo. Me
deslicé a su alrededor, dejándome caer en mi silla mientras tomó su
lugar, parándose frente a la mesa. Olivia levantó sus cejas hacia mí, pero
negué. A penas podía imaginar mi comportamiento, y mucho menos
explicarlo.
No tomó mucho tiempo para que Alec atrajera la atención por la
que fue traído mientras grupos de mujeres comenzaban a cubrir mi mesa.
Sorprendentemente, muchas de ellas no eran tímidas para expresarle sus
sentimientos hacia él.
Una mujer en particular incluso pidió mi opinión mientras
esperaba su turno para acercarse a él. —¿Habías visto abdominales como
esos?
—Claro. Justo aquí —respondí dócilmente, entregándole un
separador de Wicked Lovely. No me hallaba lista para este tipo de
atención tan rápido.
—¿Es él? Creo que morí y fui al cielo de trozos-deliciosos. —Se
abanicó con el programa mientras se dirigía a la puerta.
—Oh dulce caído —dijo la mujer con ella, arrebatando uno de los
separadores para sí misma—. ¿No sale hasta julio? Necesito leer esto
ahora —gimoteó—. ¿Firmarías esto para nosotras al menos?
—Con gusto —dije, quitando la tapa de mi pluma plateada.
Mientras esperaban, una de ellas se estiró por uno de mis viejos
títulos. —¿Y estos son sus otros libros?
—Sí. ¿Leen romance histórico?
—Chica, leo cualquier cosa —dijo, girando el libro para leer la
sinopsis—. Espera. Vi esto en Amazon. De hecho, lo tengo en mi lista de
lecturas pendientes. Mejor lo llevo ahora para poder añadirlo a mi
colección de libros autografiados.
—También yo —añadió su amiga.
Olivia dirigió la transacción a medida que terminaba de firmar y
personalizar las copias de sus libros. El resto del día pasó mucho de la
misma forma. La multitud nunca se reducía. Tenía que concederlo a Alec
y la forma en que manejaba la atención como un profesional. Se tomó
innumerables fotos, fue tocado incontables veces, tolerar pellizcos en la
mejilla e incluso un par de pellizcos en el trasero. Incluso fue posicionado
más de una vez y simplemente comido con los ojos más veces de las que
podía contar. Todo el material que traje de Wiced Lovely se acabó, y la
emoción de darme cuenta de ello parecía tangible. Fue un día de drenado
mental, pero no podía evitar responder al entusiasmo de todos los que
conocía. Mi familia apareció a la mitad de la firma, e incluso se hallaban
emocionados de ver que me encontraba demasiado ocupada para hacer
más que darles un rápido abrazo antes de regresar a mi mesa.
—Santa mierda. Eso fue una locura —dijo Alec, dejándose caer en
la silla de Olivia cuando la abandonó para ir al baño. El último asistente
fue sacado por la puerta hace unos minutos y la mayoría de los autores
se hallaban empacando. Necesitaba descomprimirme unos minutos
antes de poder pensar en irme.
Le di una pequeña sonrisa. Me encontraba cansada, pero no podía
imaginar cuán difícil debió ser para él. Al menos tuve una mesa detrás
de la cuál ocultarme. —Lo hiciste genial. Aprecio que lo manejaras tan
bien —dije, hablándole por primera vez en horas.
—Fue divertido. —Se rio cuando levanté mi ceja escéptica—. En
serio. Lo digo de verdad. No pasa todos los días que un chico tiene cientos
de mujeres alineadas esperando solo para tomarse una foto con él.
Bueno, a menos que seas Channing Tatum, supongo.
Rodé los ojos. —Estoy segura de que eso no hirió tú sobre inflado
ego. Por su puesto, eres más un fastidio que nada.
—¿Fastidio? Es la primera vez que me llaman fastidio.
Aparté la mirada, temerosa de que vería a través de la mala pared
que construí.
—Mira, sobre la otra noche…
Lo detuve. —Si todo es lo mismo para ti, prefiero no escucharlo,
¿bien? Tuviste tus razones, y no veo por qué necesitamos refreír las
cosas. Lo entiendo. Fuerte y claro. —Me levanté, ocupándome en
empacar mis cosas.
—Nicole. —Se estiró y tomó mi mano, pero la estiré como si fuera
una serpiente venenosa.
—Alec, por favor no —rogué mientras Olivia se nos unía.
Era claro que sabía que llegó en mal momento. Sus ojos se
movieron de Alec a mí, pero me volteé. Mis nervios se hallaban agotados
y me encontraba lista para terminar. De todas formas, nunca fui fanática
de los castigos, por lo que hoy fue una prueba.
Sabiendo cuándo darme espacio, Olivia permaneció en silencio en
tanto me ayudaba a limpiar el resto de la mesa. Alec bajó mi pancarta sin
que se le pidiera, y le agradecí a regañadientes. Cargamos mis pertenecías
en el auto, despidiéndonos de algunos autores que conocía. Mi familia
nos encontraría en un restaurante local italiano no demasiado lejos del
camino al hotel. Renunciaría a la cena, pero sabía que esta noche se
suponía que fuera algo como una celebración ya que fue la primera vez
que me vieron en acción en una firma.
Podría haberlo hecho sin Alec acompañándonos, pero Olivia ya lo
mencionó y no vi forma elegante de retirar la invitación. Además, habría
lucido como una malvada perra, luego de toda su ayuda durante el
evento. Decir que fue un ayudante sería decir lo menos.
La prisa de la cena se hallaba llena de fuerza cuando los tres
llegamos mientras la línea de clientes desbordaba por la puerta delantera.
Afortunadamente, Olivia hizo una reserva. Nos deslizamos entre la
multitud para entrar, viendo a mamá, papá y Ashley compartiendo un
sillón para dos del otro lado del puesto de anfitrionas.
—Cariño, estuviste asombrosa —comentó mamá, levantándose
para darme un abrazo—. No puedo creer cuanta gente fue a verte. Eres
famosa.
—Mamá, ¿en serio? Estás atrayendo atención. Mira esa gente
mirando —dije, dejando caer mi cabeza con vergüenza.
—¿Qué? Cariño, es mi trabajo presumirte. —Se giró a la joven
pareja parada a su derecha—. Mi hija es una famosa autora.
—Ay, Señor. Dispárame ahora —gruñí mientras Olivia contenía
una risa.
Mamá no podía hacer más un espectáculo de mí a menos que
sacara un megáfono y le gritara a todo el restaurante. Mis hermanos
regresaron del baño golpeándome entusiastamente la espalda. Tony tomó
mi novatada un paso adelante frotando la cima de mi cabeza con sus
nudillos, ganándole un golpe en las costillas. —Déjalo, imb… —Mi voz
bajó cuando mamá me estiró por la camisa, dándome su famosa mirada.
Alec me miró con diversión, teniendo vista de primera mano de con
quiénes crecí. Esta cena iba a ser tan divertida. No.
—Nicole, por qué no nos presentas a tu amigo —dijo mamá,
tomando nota de Alec, quien se paró en silencio a mi lado.
—Amigo. —No era la palabra que usaría para describirlo—. Bueno,
es… —Me paré como idiota, buscando la manera correcta de presentarlo.
Miré a Olivia por ayuda. Negó con la cabeza, riendo.
—Todo tuyo. —Se rio.
Zachary se metió cuando aún no podía lograr formar una oración.
—Por Dios. Eres Alec, ¿no? Te encontrabas como ocupado en la firma
hoy, de otra manera te habríamos saludado. Soy Zachary. Esta es mi
novia, Ashley. —Estrecharon manos con Alec, mientras Zachary seguía
con las presentaciones—. Por allá está nuestro hermano Tony, y ese otro
es Riley.
—Ya vimos la portada, así que no necesitas quitarte la camisa aquí
—bromeó Riley, palmeando la espalda de Alec.
—Eso es bueno. —Se rio—. Pasé todo el día sin camisa. Estoy a
favor de un descanso.
Alec manejó los nervios con calma, riendo con mis hermanos como
si fueran amigos de años. Zachary terminó presentándolo a mis padres
en tanto prácticamente me escondía detrás de Olivia. Afortunadamente,
Taylor apareció para salvarme de volverme a convertir en tiro al blanco
de la humillación.
El buen humor de Tony se disipó de pronto mientras miraba a su
competencia desdeñosamente. La anfitriona nos mostró nuestra mesa
con Taylor empujando a Olivia por la parte baja de su espalda. Zachary
y Riley intercambiaron miradas conocedoras. Mi temor era que Tony
dijera algo estúpido e hiciera la cena aún menos manejable. A medida
que todos empezaron a sentarse, rápidamente enganché la silla al lado
de Olivia antes de que Tony pudiera tomarla. Sólo parte de mi intención
era asegurarme que se comportara. En serio, no quería estar atrapada al
lado de Alec. Con mi silla acomodada de la manera correcta, ni siquiera
hice contacto visual con él. Él y Riley parecían haberse llevado bien de
todas formas y conversaban constantemente todo el tiempo.
La cena resultó no ser el espectáculo de horror que anticipé. Tony
logró dejar la situación de Olivia-y-Taylor en paz y el evento del libro se
convirtió en el tema principal de la conversación durante la mayoría de
la comida. El resto de mi familia parecía tan impresionada como mamá
con el montón de actividad que atestiguaron en mi mesa. Me encontraba
encantada de que los lectores y los blogueros se tomaran el tiempo de
pasar para verme. Sería patético si me encontrara ahí sentada
jugueteando con mis pulgares cuando mi familia apareció.
Eventualmente, acabamos con la conversación sobre la firma y
mamá volvió su atención a Alec al final de la mesa. Quería tanto escuchar
lo que decían, pero los chicos entraron en un acalorado debate sobre el
juego de béisbol de la noche anterior. Conociendo mi suerte,
probablemente ella intentaba jugar al juego de las citas y emparejarme.
Podría haberle ahorrado el problema. Ese barco zarpó.
9
Traducido por Alexa Colton
Corregido por Itxi

—No sé porque aún estás discutiendo. Sabes tan bien como yo que
es una buena idea —dijo Olivia, haciendo una pausa en la película que
veíamos.
—Liv, sabes que los lanzamientos son bastante estresantes para
mí. El hecho de que tengo que hacer tres eventos consecutivos ya me está
enloqueciendo. No tengo ni idea de cómo se supone que debo seguir con
la gira del blog y todas las otras cosas de promoción que organizaste
mientras estoy fuera por tres semanas enteras. No hay manera en el
infierno en que agregue a Alec a la mezcla.
Olivia suspiró. —En serio, Nicole, necesitas crecer. Esta no es la
escuela secundaria. ¿No hemos pasado ya por eso de no le gusto, por lo
tanto, nunca le hablaré de nuevo? Las próximas tres semanas son más
grandes que las tonterías a las que te sujetas. No estoy diciéndote esto
porque eres mi mejor amiga. Sinceramente, creo en ti, y Wicked Lovely es
tu mejor libro. No me malinterpretes. Sabes que adoro tu escritura como
una elefanta mamá ama a su bebé de dos toneladas, pero este libro es
especial. Es como si cavases profundo y escribieses desde tu interior. Es
el amor en bruto, bello y verdadero en su máxima expresión.
—¿Robaste eso del comentario de otro libro?
—Lo digo en serio, puta. Le debes a este libro todo. Si eso significa
tragarse el orgullo para conseguir al modelo de la portada, que así sea.
—Traté de interrumpir de nuevo, pero levantó la mano—. Tienes que
hacer esto.
Reflexioné sobre sus palabras, mordisqueando mi labio inferior.
Sabía que tenía razón. Había una fuerte competencia en el mercado de
libros y si quería que Wicked Lovely consiguiera el puesto que se merecía,
necesitaba una ventaja. Odiaba que estuviese guardado en una caja en
una esquina, pero Alec proporcionaba esa ventaja. —No puedo creer que
estuve de acuerdo con todo esto —suspiré—. Tres firmas consecutivas.
Espero que me eches de menos cuando todo esto me mate. Buena suerte
encontrando otra mejor amiga quien vea el programa de poligamia tan
obsesivamente contigo, como yo.
—Sé que dijiste antes que si mueres conseguiré todas tus cosas,
pero ¿tengo que quedarme a Severus? —Miró a mi gato, quien le dio un
golpe con la pata cuando intentó acariciarlo. Nunca fueron tan
terriblemente cercanos—. Sigue así, bolsa de pulgas, y te convertiré en
una alfombra.
Me reí cuando Severus le dio la espalda en respuesta, haciéndome
pensar que los gatos eran especies superiores.
Olivia tomó otro sorbo de vino. —Ese pedazo de mierda,
básicamente, me dio la versión gatuna del dedo, ¿no? Muy bien, si
aceptas tu destino, te reservaré al lado de Alec durante el viaje, ¿de
acuerdo?
—¿Estás segura de que tenemos suficiente dinero en el
presupuesto de marketing? —Ya sabía la respuesta, pero me agarraba a
la última cosa.
—Más que suficiente. Dejando a un lado el veinte por ciento de tus
ingresos, tienes un buen colchón. Si este libro hace lo que estoy
esperando que haga, esos ahorros se convertirán en una docena. Este
viaje no podría haber llegado en mejor momento.
Levanté mi copa de vino, pero no tomé un sorbo de inmediato.
Distraídamente recorrí mi pulgar sobre el filo. Me hubiera gustado ser
tan optimista como ella. En lo que a mí respecta, todo el viaje tenía los
ingredientes de una pesadilla.

***

—¿Una dona? —Alec abrió la bolsa de papel cubierta y me la


ofreció.
Me senté en mi asiento en el aeropuerto, cruzando los brazos sobre
mí pecho. —No, gracias. No tengo hambre. —Mi estómago ruidoso dijo lo
contrario, pero me sentía demasiado nerviosa para comer.
—¿Estás segura? —Me dio una mirada de lado después de
escuchar el testimonio de mi estómago vacío.
—Estoy segura. No puedo creer que comas eso de todas formas. Te
hubiese vinculado a un comensal saludable.
—Por lo general, pero me encanta algo de Krispy Kreme.
Miré por la ventana grande que iba desde el suelo hasta el techo.
El sol no salió aún, por lo que todavía era demasiado oscuro para ver
nada fuera, pero mí reflejo me miraba. Nuestro vuelo a Nashville partía
en cuarenta y cinco minutos, y todo el mundo en nuestra puerta de
embarque parecía ansioso por abordar. Un aleteo de pánico se instaló en
mi estómago, lo que aumentaba la intensidad a medida que los minutos
pasaban. Si me iba ahora podía volver a mi bonito y seguro apartamento.
No era que tuviese miedo a volar. Era la idea de pasar los próximos
veintiún días con alguien con quien no podía conectar y tenía mi humor
tan negro como el cielo afuera.
Alec, por otro lado, era como el maldito sol. —Ya sabes, nosotros
no tenemos que ser enemigos —dijo, tomando un gran bocado de su
desayuno glaseado de ensueño. Mi boca se hizo agua. Las donas Krispy
Kreme eran una de mis debilidades.
Alejé mis ojos de la tentadora masa glaseada. —No somos
enemigos. Ni siquiera te conozco lo suficiente como para ser enemigos, o
cualquier otra cosa para el caso. —Odiaba ser mala. Esa no era mi
personalidad. Todo el mundo que me conocía diría lo mismo. La mayoría
del tiempo me deshacía para asegurarme de que todo el mundo fuese
feliz. Mi mamá dice que fui alguien que deleitó al nacer. Le gustaba
bromear diciendo que lo agradable corría a través de mi ADN como las
pulgas en un perro.
Alec no respondió de inmediato, pero sus ojos taladraban los míos
mientras enrollaba su bolsa de papel. —Nicole, ¿no deberías estar feliz de
que no estuviese dispuesto a llevar las cosas más lejos? ¿Que no te
perdiste a ti misma en una aventura de una noche?
No podía dejar de mirar alrededor con vergüenza. No era como si
estuviésemos sentados en un lugar vacío. —¿Qué quieres, un gracias? —
susurré con los dientes apretados.
—Sólo estoy diciendo que deberías estar contenta de que no fui un
cabrón. No estoy diciendo que tengas que darme las gracias, pero seguro
que te das cuenta de que nos hice un favor.
La risa estalló fuera de mí. Tenía que estar bromeando. —¿Un
favor? Por supuesto. ¿Cómo no lo vi antes? Rechazarme es como recibir
una rebanada de pastel extra de cumpleaños. Estoy tan feliz de que
detuvieras las cosas cuando lo hiciste. —Me puse de pie con rabia, sin
preocuparme por las personas que se hallaban sentadas a nuestro
alrededor.
Agarrando el asa de la maleta de mi equipaje, pisoteé lejos, como
un niño tratando de huir. Qué manera de mierda para justificar lo que
pasó entre nosotros esa noche. Básicamente me dijo que no era digna
para tener relaciones sexuales con él y luego me dice que me hizo un
favor. Pasé junto a las filas llenas de puestos de pie junto a la ventana.
En el reflejo de cristal, vi que alguien tomó el asiento vacío que dejé libre
al lado de Alec.
Obstinadamente, permanecí junto a la ventana hasta que se
anunció el embarque a nuestro vuelo. Los primeros rayos del sol
comenzaban a asomarse por el horizonte, llenando el cielo con delicados
tonos de rosa y suave naranja. Mis acciones se sentían cada vez más
infantiles mientras más permanecía allí. Independientemente de nuestra
historia, tenía que encontrar una manera de lograrlo a través de este
viaje. Olivia estuvo en lo cierto. Esta no era la escuela secundaria.
Treinta minutos más tarde, probablemente habría saltado del avión
sin un paracaídas si tuviese la oportunidad. Un golpe duro golpeó la parte
trasera de mi asiento, me sacudí por centésima vez desde que
despegamos.
—Johnny, por favor deja de patear el asiento de la pobre señora.
—Noooooooo —gritó Johnny, haciendo que varios pasajeros se
volvieran para mirar la fila del infractor donde actualmente atormentaba
a su madre.
—Lo siento. Sólo está cansado de volar —dijo la mamá de Johnny
el pateador, asomándose entre nuestros asientos.
—Está bien —dije, sonriéndole con una sonrisa tensa en los labios.
Alec se sacudió con una sonrisa silenciosa. Sin pensarlo, giré el pie fuera
llevándolo con elegancia a su espinilla.
—Maldita sea, mujer —dijo, frotándose la espinilla. La forma en
que la madre de Johnny se quedó sin aliento, sonaba a que pensó que
Alec hablaba con ella. A pesar de eso, fue suficiente para hacerme sonreír.
Alec se inclinó con complicidad a susurrar en mi oído. —¿Sabes
que podrías decirle que no está bien?
—O podrías cambiar de asiento conmigo —le dije por la esquina de
mi boca.
—No en esta vida. Johnny podría encontrarse atado al ala del avión
si hiciéramos eso.
No pude dejar de resoplar con una risa, a punto de perder mi iPad
de mi regazo.
—¿En qué estás trabajando?
—No mucho. Tengo planeado iniciar la secuela de Wicked Lovely,
pero mi cerebro se niega a cooperar. Nunca estoy muy productiva cuando
tengo mucho que hacer. Probablemente debería resignarme al hecho de
que no voy a conseguir nada escrito por las próximas semanas —dije,
cerrando mi iPad.
—¿Cuántos libros escribes al año? —Estiró sus largas piernas en
el espacio limitado.
—Parece que estoy en un promedio de uno cada cuatro o cinco
meses.
Silbó entre dientes. —Impresionante.
—Eso no es nada. Tengo amigos que hacen más que eso. Hace mi
cabeza girar algunas veces. Los lectores parecen amar eso.
—Supongo que no me di cuenta de que los libros eran producidos
rápido. Me siento como si tuviera que esperar una eternidad para que
algunos de mis autores favoritos publiquen un libro.
—Eso es con los que publican libros de manera tradicional. Ellos
tienden a moverse más lento debido a la forma en que llenan su
calendario de publicación. Los autores que publican independientemente
tienen la autonomía para hacerlo cuando lo deseen. —La conversación se
sentía extraña. Estábamos hablando como si fuéramos amigos.
Me tendió la bolsa con la dona que quedaba dentro. No pude negar
mi hambre por más tiempo, lo acepté y lo hice sonreír cuando me devoré
el sabroso manjar en dos bocados.
—Impresionante —dijo, arrugando la bolsa.
—Lo siento. Realmente tenía hambre. Gracias.
—Así que, ¿es por eso decidiste publicar independientemente, para
poder publicar cuando lo desees?
Me encogí de hombros, lamiendo el glaseado de mis dedos. —En
parte. Al principio me sentía demasiado impaciente para intentar la vía
tradicional, pero no diría que no a una oferta ahora. Siempre he sido una
de esas personas que quieren algo tan pronto como me he hecho a la
idea. Soy una gratificación instantánea hecha mujer. —Me arrepentí de
las palabras al momento en que salieron de mi boca fuera de control.
Incluso Alec se sentó en silencio. Probablemente pensando en lo
que él creía que era un significado oculto en mi explicación. Abrí la boca
para aclarar lo que quería decir cuando un objeto voló sobre el asiento
golpeándolo a un lado de la cabeza.
Esta vez sus malas palabras fueron más coloridas y un octavo más
alto.
—¿Te importa? —preguntó la madre de Johnny, mirando a Alec a
través de los asientos—. Mi hijo es joven e impresionable.
—Tendrá un Spider-Man empujando en su joven e impresionable
culo en un minuto —murmuró Alec en voz baja mientras le entregaba a
la madre de Johnny la figura de acción infractora. Fue refrescante ver a
Alec nervioso ya que normalmente era yo la que se avergonzaba a sí
misma cuando estábamos juntos.
En el momento en que aterrizamos en Nashville una hora más
tarde, tanto Alec como yo estuvimos en el largo pasillo listos para bajar
del avión. Los dos estuvimos arriba y fuera de nuestros asientos en
cuanto el piloto apagó las luces de los cinturones de seguridad. En
retrospectiva, podría haber sido una mejor idea dejar que Johnny y su
madre fuesen primero, porque le gritó durante todo el camino por el
pasillo estrecho.
—Ahora sé de otro buen uso para la cinta adhesiva.
—Guau, dime cómo te sientes realmente acerca de los niños. —
Bromeaba, por supuesto, pero Johnny fue suficientemente malo para
volver loco a cualquiera.
—Oye, no me malinterpretes. Me gustan los niños, pero no uno que
sea la reencarnación de Chucky.
—¿Estás comparando a un niño gritón con un loco muñeco
asesino? Él no estuvo tan mal.
Alec me lanzó una mirada de incredulidad mientras caminaba a
propósito a través de la terminal. —¿Estabas en el mismo vuelo que yo?
Ese chico hizo que mis espermatozoides corrieran y se escondieran con
miedo. Es una garantía para el sexo seguro, o mejor aún, la abstinencia.
—Bueno, eso no te costará tanto. —Fue un comentario malicioso,
pero no era capaz de ayudarme a mí misma. Se sentía bien tener una
conversación normal con él, pero trae la palabra "sexo" y mi perra interior
se presenta a la fiesta.
—¿Ayudaría si dejo que me golpees en las pelotas?
No estoy segura de haber oído bien, me detuve en medio de la
terminal, causando que varios pasajeros molestos caminaran a mí
alrededor. —¿Qué dijiste?
—Si dejo que me des un puñetazo en mis bolas, ¿me perdonarías
por haberte dejado? Me gustaría ser tu amigo, Nicole, pero no creo que
sea posible hasta que hayas obtenido tu venganza. Si eso significa que
me des un golpe en las bolas, que así sea.
—¿Estás dispuesto a sacrificar tus joyas por ser amigos? ¿Es
incluso posible que un hombre y una mujer que casi se acostaron sean
amigos? —Entramos de nuevo en el flujo de tráfico después de caminar
junto a un hombre furioso vestido con un traje de negocios que tropezó
con mi maleta de ruedas.
—Claro, es posible. ¿No tienes amigos hombres?
No le contesté, tratando de mantenerme al día con sus largas
zancadas hacia el reclamo de equipaje. —¿Me estás diciendo que tienes
amigas mujeres con las que no te has acostado? Y no estoy hablando de
las chicas con las que tus amigos están saliendo.
—Sí, una, y nosotros estaremos juntos las próximas tres semanas,
así que ¿no sería bueno si pudiéramos lograr llevarnos bien? —Me
engatusó, convirtiendo su sonrisa devastadora en una poderosa.
—Eres una mierda. —Sonreí a cambio. Sabía que tenía razón. Era
el momento de enterrar el hacha de guerra. La noche que me rechazó
pudo haber sido la noche más humillante de mi vida, pero ya era hora de
dejarlo ir—. Bien, pero no me sonrías así. Es un tipo de movimiento súper
sexy, y puesto que no es una opción, puede que también quieras
guardarlo para las mujeres con las que realmente desees dormir. —Seguí
a Alec por la escalera mecánica, tirando de la maleta de ruedas conmigo.
—¿Súper sexy? ¿Qué se supone que significa eso?
—Confía en mí, es una cosa. También podría añadir no guiñar a la
lista.
Se agarró el pecho como si tuviese dolor físico. Dos asistentes de
vuelo que subían por la escalera mecánica opuesta abiertamente lo
chequearon. —¿Qué pasa con guiñar?
A estas alturas ya estaría sonrojada, pero dije ¿qué diablos? Yo
misma me puse ahí. —No todos los guiños. Sólo tus guiños. Son peores
que tu sonrisa. Es una clara invitación para saltar a tus huesos.
—Si tú lo dices —dijo, riendo entre dientes.
Logramos llegar a la planta baja y nos unimos a una multitud de
personas en todo el carrusel de equipaje que empezaba a escupir maletas.
—¿De verdad me hubieses dejado darte un puñetazo en tus bolas?
Una pareja de ancianos en espera de su equipaje nos miró con
interés.
Alec asintió hacia ellos antes de estirarse y agarrar mi maleta, ya
que hacía su camino alrededor del carrusel. —Si eso es lo que hacía falta,
pero esperaba que no lo hicieras. No quería cantar como un soprano.
—Bueno, no creo que estés a salvo. Tus bolas están seguras
siempre y cuando te apegues a nuestro acuerdo.
—Escucharía a esa chica tuya. Parece que puede hacer mucho
daño con un golpe. —El anciano dio una palmada en la espalda a Alec,
riéndose de su propia observación, mientras se giraba para tomar su gran
maleta que se acercaba.
—Sabias palabras —me dijo Alec, cogiendo su propia maleta a
medida que pasaba.
10
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Paltonika

Ser amiga de un hombre como Alec era como ser amiga de una
estrella de cine. A cualquier lugar que íbamos las mujeres lo admiraban
abiertamente, lo miraban boquiabiertas. Diablos, las más valientes
incluso le ofrecían las llaves de sus cuartos. Justo como el evento
anterior, en Orlando, la mayoría de las mujeres no tenían vergüenza de
pedirle fotos, o besos, o que firmara sus pechos. Eso en realidad pasó
más veces de las que esperaba. A pesar de todo, Alec se mantuvo como
un buen jugador, y para mi disgusto, parecía estar disfrutando. Era un
hombre después de todo.
Sabía que la mayoría de la atención tenía que ver con dónde nos
encontrábamos. El evento de los Amantes del Romance le hacía honor a
su nombre, atrayendo a todos los autores de gran renombre, muchos de
los cuales permanecían en el negocio por siempre. La mayoría de ellos
tenía una docena de títulos bajo sus cinturones, dándoles una base de
lectores leales y dedicados. Las mujeres caminaban a través del hotel con
camisetas y bolsas con asas con las portadas de sus libros favoritos. No
hacía falta decir, que Alec fue la sensación de la noche.
Sentada frente a él después de que le pidieran firmar otro escote de
mujer, no podía evitar sentirme contrariada. Alec, por otro lado, lucía
como el gato que se comió al canario. Llevó sus huevos a su boca con ojos
brillantes.
Le fruncí el ceño por encima del borde de mi taza de café. —Sabes,
no tienes que parecer tan satisfecho.
—¿Qué puedo decir? Soy un hombre. ¿Quién soy para negarme a
las damas? —En su cara comenzó a extenderse una sonrisa diabólica,
pero me siguió la corriente mirando hacia su plato mientras mojaba el
tocino en el jarabe de sus panqueques.
Levantó la mirada para encontrarme claramente sorprendida por
la cantidad de comida que consumía. Además de los huevos, tocino,
panqueques y croquetas, también tenía un bol de avena que planeaba
terminar.
—Me ejercito bastante —dijo con la boca llena de panqueques—.
Quemo un montón de calorías. ¿Los eventos son siempre así?
—No estoy segura. Esta es la primera vez que vengo a este evento
en particular. Definitivamente es más grande que los pocos fichajes en
los que he estado en el pasado. —Mi voz insinuó la inseguridad que sentía
de estar aquí.
—Me he dado cuenta de que no te ves muy cómoda aquí. ¿Soy yo o
algo más?
Me encogí de hombros. —No, no eres tú. Después de todo,
decidimos enterrar el hacha, ¿cierto? Me gusta ver a todos en los eventos,
y no voy a negar que sean mi clase de gente, pero conocer personas
nuevas siempre me enloquece. Me has visto. Puedo volverme torpe
incluso cuando estoy cómoda. Prefiero las cosas pequeñas que son menos
abrumadoras.
—Entonces, ¿por qué los grandes eventos?
Suspiré. —Para meterme ahí. Las editoriales Indie son una especie
de negocio donde el perro grande se come al pequeño, y solo he estado
en ello por un corto tiempo. Todavía estoy construyendo un público
lector.
Asintió, acabando con lo último de su tocino. —Tiene sentido.
Sabes, podría ayudarte.
—¿Ayudarme?
—Sí, a ser más abierta. Ya sabes, relajarte un poco. Soy bueno en
esa clase de cosas.
Mi mente automáticamente se fue a la alcantarilla. Podía abrirme
totalmente. No tenía dudas sobre eso. Traté de alejar la imagen suya y
mía, sin ropa, en la habitación. Un par de horas de eso y podría tomar
cualquier evento. Imagínate, después de mi charla con él acerca de los
límites y todo lo que no se le permitía hacer, sería pervertido que fuera
yo quien tuviera pensamientos desagradables. Como sus deliciosos labios
bajando por mi cuello, pasando mi clavícula…
—¿Qué piensas?
—Lo siento —dije, sacudiendo la cabeza—. ¿En qué pensaba? Es
decir, ¿qué decías?
Me miró como si mi cordura estuviera en duda. No era la primera
vez. Me encontraba acostumbrada ahora. —¿Te gustaría mi ayuda?
—Uh, seguro —respondí finalmente. Tenía que dejar de ofuscarme
de esa manera.
—No suenes tan entusiasmada —bromeó, señalando a la mesera
por la cuenta.
—Es solo que no estoy segura de que sepas la causa perdida que
soy. Mi lengua se rehúsa a trabajar en los momentos más extraños, y
chupo pezuñas de cerdo cuando se trata de hablar de mis propios libros.
Olivia ha estado tratando de ayudar, pero incluso ella ha dicho que no
tengo esperanzas.
—¿Pezuñas de cerdo?
—Sí, pezuñas. Ya sabes, porque los cerdos no tienen dedos.
Se rio. —Sí, lo sé, pero ¿quién dice eso? Me haces reír con las cosas
que dices. Me gusta. —Sonrió cálidamente. No era sensual como la
sonrisa que pegó en su cara durante la firma de libros y, sin embargo,
algo en mi estómago se apretó con conciencia.
—Cielos, me alegra que mi rareza tenga tu sello de aprobación.
—¿Siempre eres tan dura contigo misma?
—¿Qué quieres decir? —pregunté, alcanzando la factura. La tomó
antes de que pudiera poner mis manos en ella—. Oye, ¿qué estás
haciendo?
—No me siento cómodo dejando que lo pagues todo.
Me reí. —No seas ridículo, Alec. Todo es parte del trabajo. Es un
gasto de negocios.
—Tal vez lo es, pero mi ego me golpea cada vez que pagas por algo.
—Estoy segura de que te sobra un montón —me burlé, deslizando
mi tarjeta de crédito en el soporte por la mesera.
Puso los ojos en blanco, pero dijo—: Mira, mi papá era de la vieja
escuela. Fue arraigado en mi cabeza a una edad temprana que un
caballero siempre paga.
Sonreí. El sentimiento era lindo, pero anticuado. —Bueno,
desafortunadamente, estás trabajando para mí, y cubro los gastos
cuando viajamos. Incluyendo la sorprendente pila de comida que
devoraste y nuestros cuartos de hotel contiguos.
Una cosa que encontraba curiosa era la manera en que se refería a
su papá en tiempo pasado. Noté de nuevo que no sabía nada sobre la
vida de Alec. Siendo curiosa por naturaleza, podía ver a la gente como
nadie, de manera que, por supuesto que quería preguntarle, pero no
podía obligarme a hacerlo. Se sentía demasiado personal.
—Entonces, ¿lo eres?
—¿Soy qué? —pregunté, sin recordar su pregunta.
—Siempre tan dura contigo misma. Es solo que en las pasadas
veinticuatro horas te he visto menospreciarte al menos una docena de
veces. ¿Es solo una estratagema, o de verdad te sientes carente en todas
esas áreas? —su pregunta era mordaz y seria, haciéndome sentir
incómoda. No sabía con seguridad de que me encontrara lista para ser
analizada.
—¿Un truco para llamar la atención? Sí, claro. Obviamente, no
sabes con quién estás hablando. No me gusta la atención lo suficiente
para eso. Además, ¿no se supone que debemos reconocer nuestras faltas
y aceptarlas?
—Solo cuando es saludable. Tu fascinación con menospreciarte
bordea la mutilación emocional.
Resoplé mientras la mesera me devolvía mi tarjeta de crédito. —
¿Mutilación emocional? Suenas como un doctor, no un barman.
Levanta la mirada con diversión. —Eso está bien, ya que estoy en
pre-medicina. Créelo o no, no tengo aspiraciones de atender un bar y
modelar para siempre. No es que no aprecie la actuación —dijo,
levantando su taza de café en un brindis para mí—. Es solo un medio
para un fin. —Se puso de pie, extendiendo una mano y ayudándome a
levantarme.
—¿No me digas? ¿Cómo un cirujano o algo en esa especialidad? —
Mi conocimiento del campo médico se limitaba a mirar Grey’s Anatomy.
Vi el programa que sentía que podía ser una doctora.
—Ese es el objetivo final. Todavía no he decidido una especialidad,
pero tengo un montón de tiempo para eso. Me vi obligado a tomar un
descanso y ahora estaré empezando la escuela de medicina en otoño.
—Guau, no tenía idea.
—¿Te sorprende que esta cara tenga un cerebro? —Se veía
complacido por haberme impactado. Sonreí, sacando mi agenda para el
resto del día de mi bolso.
—Tú lo dijiste, no yo. —Me reí—. Dejando de lado las bromas, creo
que es genial.
Se asomó por encima de mi hombro. —¿Qué es lo primero en el
horario? —Su aliento se deslizó por toda mi mejilla, y su boca se
encontraba tan cerca del lado de mi cara que si giraba la cabeza
ligeramente mis labios habrían tocado los suyos. Era un pensamiento tan
tentador que tuve que clavarme las uñas en las manos para resistirme.
Tratando de recuperar un poco de mi autocontrol, cambié
ligeramente de posición para evitar otro de mis embarazosos deslices. —
Tenemos la exposición Sueño Modelo, Olivia fue capaz de meternos en el
último minuto. Eso es en treinta minutos, pero nada más hasta el Baile
Hunky esta noche, así que la tarde es tuya. Me gustaría descansar ya que
te van a estar subastando. —Traté sin éxito de esconder mi sonrisa. No
estoy segura de cómo logró Olivia que participara, pero tenía que ser
divertido.
—Creo que te acompañaré. No te importa, ¿o sí?
—¿Estás seguro? Será aburrido para ti. Iba a mirar unas
exposiciones y luego tener un almuerzo tardío con algunos de mis amigos
blogueros.
—Funciona para mí. Ya que soy tu amigo y todo, debería encajar
bien.
No vi ningún argumento viable a su razonamiento. Sería su funeral.
Ya experimentó cuán implacables podían ser las mujeres en estos eventos
cuando un hombre caliente se encontraba cerca. Chupé mi labio inferior
en mi boca, mordisqueándolo ligeramente mientras me devanaba los
sesos por una salida. Sus ojos se movieron a mi boca y lamió sus labios.
Interesante. Puede que no quisiera dormir conmigo, pero, aun así,
definitivamente prestaba atención.
Alec, por supuesto, encantó su camino a través del día con todos
mis amigos. Ya no sabía por qué me sentía sorprendida. Quizás era el
barman en él, pero era un parlanchín por excelencia y no tenía problema
conteniéndose cuando la conversación giraba repetidamente hacia los
libros. Me sorprendió saber que disfrutaba leer casi tanto como yo. No
que leyera mucho romance, pero sí compartíamos los mismos intereses
en varios de los mismos autores.
Fiel a su palabra, Alec me siguió todo el tiempo. Donde pensé
originalmente que su presencia sería opresiva e incómoda, me encontré
entablando una conversación con él cuando no permanecíamos en un
panel o rodeados por un grupo. Era carismático, divertido y de fácil
conversación. La voz secreta en mi cabeza lo llamaba perfecto. Trataba
de ignorar esa voz y en su lugar, sacar a la luz el dolor que me causó,
pero mi corazón ya se negaba a ir ahí. Alec ganó más. La barrera de
inseguridad que su rechazo causó esa noche todavía seguía allí, pero
quería derribarla. No podía hacerlo sola. Alec tendría que darme una
vívida señal de que se encontraba interesado.
Eso no quería decir que no pudiera arrojar una pequeña carnada
en el anzuelo para probar las aguas, como diría mi papá: solo pequeñas
cosas para medir su reacción, si da alguna en absoluto. Sabiendo que
daría pasos fuera de mi zona de confort, traté de canalizar a uno de los
fuertes personajes femeninos de los que acostumbraba a escribir,
personajes que eran lo opuesto a mí y no les asustaba seducir a un
hombre. Alguien que sabía lo que quería y no tenía miedo de mostrarlo.
Se sentía comprensiblemente incómodo, especialmente después de
que mi primer intento sacudiera mi confianza. La idea era inclinarme y
susurrar algo al oído de Alec durante la exposición en la que nos
encontrábamos sentados. Momento en el cual mis labios rozarían
“accidentalmente” su oreja. El problema con mi plan era que seguía
siendo yo, no alguno de los personajes de mis libros. En mi manera típica,
me olvidé de mi teléfono sobre mi regazo, el cual por supuesto se cayó al
suelo. En mi prisa por tratar de atraparlo, mi cara casi terminó en su
entrepierna, lo que podría haber sido interesante, pero no era mi
intención. Por una vez, mi torpeza realmente valió la pena, ya que me
sorprendí colocando una mano sobre su pierna. Su glorioso, duro muslo,
para ser exactos. Podía —y debería— haber sido un desastre que volviera
mi cara varios tonos de rojo, pero de alguna manera mantuve mi
compostura. Alec se inclinó, recogió el teléfono y lo extendió hacia mí.
Sus ojos se detuvieron en mi mano que aún se encontraba en su muslo,
antes de levantar la mirada y sonreír. Una cálida sensación de vértigo
llenó mi vientre. Una mano en la pierna era definitivamente una carnada
más grande que un labio rozando su oreja, y lo tomaría como una sutil
victoria.
Mi próximo intento iría de acuerdo con el plan. Mientras la
multitud salía de la pequeña sala de convenciones después de la
discusión de la exposición, Alec se paró detrás de mí cuando dejé caer mi
bolso. Frené bruscamente, y como planeé, Alec chocó con mi trasero.
Tratando de evitar tumbarme al suelo, sus manos rodearon mi cintura,
anclándome firmemente contra sus caderas.
—Ups, lo siento —murmuré. Sentirlo presionado contra mí era tan
terriblemente bueno que tuve que luchar contra el impulso de apretarme
más cerca.
—Dedos de mantequilla hoy, ¿eh? —Se rio, arrodillándose para
recoger mi bolso por mí. Bajé la mirada para atraparlo, tomando nota de
dónde se encontraba su cabeza con respecto a determinadas zonas de mi
cuerpo. No era necesario decir, que hizo que esa zona en particular
tomara nota, también—. Aquí tienes —dijo, levantándose.
Poderosa, caminé por la habitación con un nuevo rebote en mis
pasos. Las señales eran sutiles, pero parecía que todavía se hallaba
interesado. Solo se contenía por algún estúpido código de ética.
Era momento de poner la Operación Seducción en juego.
11
Traducido por Mel Cipriano & Yure8
Corregido por Dafne2

Decidir tratar de seducir a Alec fue fácil. Descubrir cómo hacerlo


era la parte difícil. Hubiera sido diferente si yo fuera tan hermosa y
confiada como Olivia, pero yo era yo. Podría escribir una ardiente escena
de seducción, pero la idea de orquestar una en la realidad prácticamente
me volvía loca.
Esa noche, mientras me vestía para el Maravilloso Baile, repasaba
mentalmente una lista de maneras en las que podría lograr tener a Alec
en mi cama. Los métodos obvios, como simplemente preguntarlo, no eran
una opción, y todo lo que se me vino a la mente sonaba bastante ridículo
o simplemente desesperado. Él ya había visto mis pechos, por lo que no
sería nada nuevo. Además, había conseguido más que mi escote en su
rostro durante el viaje. El licor podría ser una opción, pero teniendo en
cuenta que él era un barman, y yo era una bebedora ligera, no
conseguiría nada más que una resaca por ese lado.
Por último, en tanto me aplicaba una ligera capa de maquillaje, se
me ocurrió que podía hacer lo que había estado haciendo todo el día. Ser
yo misma. Cualquier otra cosa parecería forzada y transparente. Ya había
puesto algo de cebo hoy y sería un largo camino hasta poder captar su
atención. Todo lo que tenía que hacer ahora era dejarlo suceder. Puede
que no fuera sido el plan más creativo, pero así era yo. Si no podía
conseguir a Alec de esa manera, no lo lograría nunca.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un suave golpe en la
puerta. Dándome una última mirada, metí detrás de mi oreja un mechón
de cabello que se había escapado del nudo que hice en mi cabeza. Estaba
buscando lograr algo elegante, pero no era la mejor en arreglar mi propio
cabello. Mis rodetes desordenados por lo general terminaban
pareciéndose más a nidos de pájaros. Atraer palomas probablemente
sería un poco más que tonto. Con mi suerte, terminaría arruinada.
Suspirando, le di a mi nido de pájaro una última palmadita antes
de abrir la puerta expectante. No estaba preparada para ver a Alec vestido
de punta en blanco. Todo lo que había estado pensando voló de mi cabeza
junto con mi capacidad de respirar.
Aspiré una bocanada de aire en el momento que debería haber
exhalado. Mis pulmones, confusos, expresaron su descontento sacándolo
por mi garganta, que se cerró.
Ahogarse con aire era lo suficientemente vergonzoso, pero hacerlo
frente al hombre al que me gustaría ver en mi cama, mientras él me
golpeaba en la espalda no era exactamente la esencia de la sensualidad
que estaba esperando para empezar la noche.
—Jesús, ¿estás bien? —Alec sonaba preocupado. Debía estarlo.
Parecía que mi vida llegaba a su fin. Qué irónico que este fuera mi último
momento. Morir como una virgen en los brazos del hombre que quería
que tomara mi virginidad. Esperaba que Olivia aprendiera a amar o, al
menos, convivir con Severus.
Logrando verme en el espejo mientras tosía, pude ver el rímel
mezclado con lágrimas rodando por mis mejillas. Mi cara se hallaba roja
y manchada, y mi cabello se había caído. Esta sería la última imagen que
Alec tendría de mí.
Mi descripción era un poco melodramática. Quizás no me
encontraba a punto de morir, pero los ojos de mapache, la cara de payaso
y el cabello de espantapájaros eran bastante ciertos.
Me aparté de mi pensamiento, centrándome en arrastrar el aire a
mis imbéciles pulmones que no serían felices hasta que hubiera vomitado
sobre Alec.
Afortunadamente, eso no sucedió. Después de un par de golpecitos
en la espalda, empecé a respirar de nuevo, a duras penas. Me sentía como
si acabara de correr un maratón.
A medida que mis respiraciones jadeantes volvían a la normalidad,
Alec comenzó a frotar su mano en amplios círculos a lo largo de mi
espalda. Se sentía tan bien que casi me olvidé de que parecía sacado de
una novela de Stephen King. —¿Vas a lograrlo? —sonrió, tratando de
hacerme sentir mejor.
Me alejé de él de mala gana, a pesar de que no pude evitar
devolverle la sonrisa. —Estoy bien —dije con voz ronca—. Dime que al
menos hubieras sabido qué hacer si me hubiese desmayado.
—Definitivamente. Fui el mejor de mi clase en respiración boca a
boca —dijo, guiñándome un ojo—. Perdón. Se me escapó. Todavía estoy
trabajando en eso.
—Gracioso. Voy a dejarlo pasar desde que prácticamente me
salvaste la vida. Dame un segundo para arreglar… bueno, esto —dije,
agitando mis manos arriba y abajo para abarcar mi cuerpo y cara.
Sólo me tomó cinco minutos limpiar mi rostro y volver a aplicarme
el rímel. Esta vez decidí recoger mi cabello en una coleta alta que sería
más fácil de manejar. Por lo menos mi garganta ya empezaba a sentirse
mejor. Me puse un poco de brillo de labios como toque final. Nadie me
confundiría con una modelo, pero era una gran mejora sobre lo que
parecía antes.
Alec se hallaba sentado al borde de mi cama cuando regresé del
baño. Esta vez tuve la oportunidad de apreciar mejor su apariencia. Decir
que era devastadoramente guapo en un esmoquin sería un cliché, pero
era cierto. En mi opinión, un esmoquin hacía que cualquier chico
automáticamente subiera hasta dos puntos más en el departamento de
miradas. Considerando que Alec ya era un diez, con un esmoquin estaba
fuera de la maldita escala.
—Te ves hermosa —dijo, poniéndose de pie.
No resoplé. Hubiera arruinado la imagen de dama que tenía que
proyectar el vestido que llevaba. Junto a él, yo era la hermanastra fea.
—¿Dudas de mí? —Mi mirada de reserva no se le escapó. Se acercó
y me ofreció su brazo.
—No, sólo no estoy de acuerdo. Olivia es hermosa. Yo soy promedio.
Ya sabes, la chica de al lado. Con la que los chicos finalmente se
establecen cuando se cansan de follar cualquier cosa que se mueve. —
Huevos de pollo en una cesta de mierda. Como de costumbre, las
palabras salieron de mi boca antes de que pudiera evitarlo. Destacar el
hecho de que no era hermosa no era la mejor manera de seducir a un
hombre.
—¿Follarse? —se rio, manteniendo la puerta abierta para mí.
Disparándole una tímida sonrisa, agarré la llave de mi habitación
que se encontraba sobre la cómoda y la deslicé en mi pequeña cartera
antes de salir. —Lo siento, mis hermanos solían decir eso todo el tiempo.
Nunca sabrías que estoy en la universidad por mi bocota de niño de trece
años.
Alec apoyo suavemente su mano en la parte baja de mi espalda,
conduciéndome hacia los ascensores. —No sabía que estabas en la
universidad.
Su toque me hizo querer dar volteretas, pero fui capaz de mantener
mi cabeza en su sitio cuando entramos juntos en el ascensor. —Estoy
terminando una licenciatura en Lengua Inglesa, lentamente, ya que sólo
llevo un par de clases por semestre. El sentido de urgencia para
terminarla se disipó tan pronto como me di cuenta de que ya tenía mi
trabajo ideal. Me graduaré eventualmente. Además, va a ser bueno tener
un título para poner en mis libros cuando empiecen a ser conocidos, pero
por ahora estoy contenta con la forma en que están las cosas.
—¿Y todo eso con qué? ¿Veintiún años?
—Veintidós —corregí. Él se echó a reír—. Lo siento, es el hábito.
Siempre he parecido joven para mi edad, así que estoy constantemente
obligada a convencer a la gente de mi edad real. Cada año cuenta. ¿Qué
edad tienes?
—Veinticinco, pero me siento mucho más viejo —admitió mientras
el ascensor bajaba lentamente. La convención había reservado el hotel a
su máxima capacidad, por lo que todos los ascensores habían estado
repletos los últimos días. Por suerte, sólo estábamos en el quinto piso y
no tuvimos que esperar tanto como los demás.
Podíamos oír el zumbido de voces en el vestíbulo antes de haber
llegado a la planta baja. Sonaba como un montón de abejas en una
colmena. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, el ruido aumentó
y nos inundó con todas las conversaciones en voz alta. —¿Estás listo para
esto? —le pregunté a Alec a medida que nos adentrábamos en la multitud
de mujeres elegantemente vestidas, esperando a que las puertas del salón
de baile se abrieran.
Recibimos una gran parte de los silbidos, o debería decir, Alec los
recibió, mientras caminábamos del brazo a través del vestíbulo.
—Oye, cariño, muéstranos tus pectorales.
Como mujeres, no nos gusta admitirlo, pero a veces podemos ser
tan obscenas como un grupo de trabajadores en una construcción. Alec
tomó todo con tranquilidad. —Se puede vestir a la mujer de seda, pero lo
cachonda sigue esperando para ladrar —murmuré mientras Alec
agarraba mi mano. Sus largos dedos delgados estaban entrelazados con
los míos y nos dirigimos hacia el bar establecido en el lado opuesto de la
habitación. Me gustó el gesto, aparentemente íntimo, más de lo que se
haya dado cuenta. Había una gran cantidad de cuerpos esperando a que
las puertas del salón de baile se abrieran y me sentía claustrofóbica.
Alec se acercó más para hablar por sobre la ruidosa habitación. —
¿Qué quieres tomar?
—Algo frutal, por favor. —Moví la cabeza hacia él, haciendo que
nuestras mejillas se tocaran accidentalmente. Sonriendo para mí, me
acordé de mi plan original de tocar su oído en la exposición esa mañana.
Parecía que la única forma en que mis planes funcionaban era por
accidente.
Con una copa en la mano, nos trasladamos a la esquina más
alejada de la habitación, lejos de la mayoría de la multitud. Tomé un
sorbo de mi bebida para romper el hielo. Mis labios se fruncieron por el
fuerte sabor del alcohol, pero no permití que eso me disuadiera de no
tomar otro trago largo.
—¿Estás bien? —Alec observó mientras bajaba mi bebida como si
fuera una Coca-Cola.
—Sin duda, esta es mi cosa favorita en el mundo para hacer.
¿Sabes lo que haría aún mejor? Si decidieran sellar la habitación y
lentamente llenarla con agua. Eso haría todo realmente fabuloso.
Soltó una carcajada, tomando un poco de su botella de cerveza.
Sabía con certeza que no había tenido la intención de hacerlo, pero se las
arregló para distraerme de todos modos. Alec era sexy, incluso cuando
bebía. Decidí que tenía que ser su boca. Cada vez que entraba en contacto
con algo, mi cuerpo respondía.
—Pensé que tenías un montón de amigos aquí. Pareces muy
nerviosa.
Dejando salir mis pensamientos de mis labios, contesté—: Lo hago.
Sólo me abruman las multitudes. Todas las conversaciones ocurren al
mismo tiempo y me da sobrecarga sensorial.
—Entonces, ¿realmente no quieres llenar la habitación con agua y
ahogar a todos?
—¿Qué? No. Lo que quise decir fue que estar en una habitación
llena de gente era tan divertido como estar en una habitación sellada y
llena de agua.
—Supongo que le tienes miedo al agua también, ¿no?
—No al agua en particular. De hecho, me gusta nadar cuando tengo
tiempo. Le tengo miedo al agua en grandes cantidades, como en
tsunamis, huracanes, inundaciones repentinas. Cualquiera de esos,
realmente me espantan.
—Cariño, no me gusta darte esta noticia, pero como que vives en el
estado equivocado. —La palabra cariño salió de su boca como miel
espesa, pero mucho más atractiva. Me dieron ganas de lamer sus labios.
Culpé a la copa que acababa de tomar. —Debido a eso no vivo en
la playa. Lo he calculado. Incluso si un tsunami azotara la costa al este
de Florida, el agua no llegaría al segundo piso de mi complejo de
apartamentos.
—Supongo que una escapada romántica a los cayos está
descartada.
No podría decir si me hacía una proposición o si sencillamente
continuaba la conversación. —¿Estás bromeando? Tendría que estar
sedada, incluso antes de que pudieras llevarme a través del Seven Mile
Bridge4. Sin mencionar que tendría que estar noqueada para permanecer
en una isla rodeada por agua.
—En realidad no es tan malo. Cuanto más vas al sur, más azul
cristalino se pone el agua. Puedes ver literalmente todo en el agua cuando
te pones de pie en ella.
—Paso. No necesito ver el tiburón antes de que arranqué mi mano
—bromeé.
—¿También tienes miedo de los tiburones?
—¿Quién no? ¿Has visto la película Tiburón? —Me di cuenta de que
la lista de fobias que estaba admitiendo era bastante amplia, y ni siquiera
había mencionado mi miedo a las arañas, alturas o montañas rusas
saliéndose de control—. ¿Y tú? Apuesto a que no tienes miedo de nada.
—Serpientes.
—¿Serpientes?

4Seven Miles Bridge: El puente Seven Mile es un famoso puente en los cayos de Florida,
en el Condado de Monroe, Florida, Estados Unidos.
—Sip, Indiana Jones no tenía nada de mi temor a esos bastardos
reptando. Todos ellos deben morir en los abismos del infierno.
No pude evitar reírme de la pasión en su voz. Era lindo.
—Señora Blake —gritó una voz desde detrás de Alec.
Instintivamente, miré a mi alrededor por mi mamá. Señora Blake sonaba
tan formal. Me tomó un momento antes de que registrara en mi cabeza
que la voz se dirigía a mí.
—¿Sí? —respondí, alejándome de la pared contra la que me
apoyaba.
—Estamos listos para ti y tu modelo. —dijo una mujer,
ruborizándose intensamente cuando asintió en dirección a Alec.
—¿También me necesitas? —pregunté.
Asintió. —Nos gustaría que los autores presenten sus modelos
antes de cada uno sea subastado.
—¿Cómo con un micrófono? —gemí, mientras la seguíamos por
una puerta lateral al salón de baile.
—Sí, señora —respondió con respeto, aunque no era mucho mayor
que yo.
Alec se inclinó para susurrarme al oído—: ¿También tienes fobia al
micrófono?
—Hablar en público —contesté por un lado de mi boca.
Se rio entre dientes, pero no hizo ningún comentario mientras su
cálida mano encontraba la parte baja de mi espalda de nuevo.
Entramos en un escenario improvisado creado en el lado izquierdo
de la sala de baile. Siendo paranormal el tema del evento de este año, la
habitación estaba decorada de arriba a abajo para parecerse a una
guarida oscura y misteriosa. Las brillantes luces moradas y magentas en
las paredes combinadas con las lámparas de cristal que centellaban en
el techo daban la ilusión de movimiento en tanto la música resonaba en
todo el lugar.
Alec dejó escapar un silbido de admiración. —Elegante. Esto es otra
cosa. —Se volvió hacia la chica que nos había traído y le guiñó un ojo.
Ella sonrió. Incluso bajo la luz de color morado oscuro, podía ver
la sombra de color rojo brillante de su cara. No podía culparla. Alec era
embriagador.
El asistente nos dejó en el escenario con los otros modelos y
autores. Me acerqué a mi amiga Jennifer, y Tristan, el modelo que había
utilizado para algunos de sus libros anteriores y que también adornaba
la portada de su versión actual. Tristan era un veterano en la industria
de modelaje de portada. Ahora mismo, lucía aburrido. Sus abdominales
y pectorales habían aparecido en más de un centenar de portadas de
novelas románticas. Sabía por conversaciones anteriores con Jennifer
que él era duro. Sostenía un régimen diario de ejercicio y pulía y enceraba
su cuerpo entero cada semana. También iba al salón de bronceado por lo
menos cuatro veces a la semana y era un vegano dedicado. Sus servicios
venían con una etiqueta de precio por lo que tenía entendido, pero los
lectores lo amaban.
—Hola, Jennifer —dije, dándole un rápido abrazo.
La expresión de aburrimiento de Tristan desapareció en el instante
en que vio a Alec de pie junto a mí. Por la forma en que miró a Alec como
si fuera una golosina deliciosa dejó claro en qué lado estaba. —Jennifer,
este es Alec —dije, presentándolo.
Estrechó la mano de Alec, viéndose tan nerviosa como yo. —
Encantada de conocerte.
Tristan carraspeó, a la espera de ser incluido en las presentaciones.
—Oh, cierto —dijo ella, sacudiendo la cabeza—. Este es Tristan.
—Encantado de conocerte. —Alec estrechó la mano de Tristan con
firmeza y le dio una palmada en el hombro. Viendo la mirada casi
mareada en el rostro de Tristán me hizo preguntarme si así era como
lucía la primera vez que vi a Alec. Debatí burlarme un poco de él, pero
me distraje cuando un par de personas se unieron a nosotros en el
escenario. En concreto, la autora que sería mi archienemiga si tuviera
uno.
Samantha Tran y yo empezamos la auto publicación al mismo
tiempo y habíamos formado naturalmente una amistad mientras
caminábamos juntas a través de las trincheras. Ella encontró más éxito
un poco más rápido que yo cuando su tercer libro despegó como un
cohete. Estaba encantada por ella. Fue alentador ver a alguien que podía
lograr encontrar un público más amplio para sus libros. La forma en que
nos habíamos apoyado mutuamente se sentía como un éxito compartido.
En alguna parte entre alcanzar un par de listas de libros más vendidos,
Samantha decidió que nuestra amistad ya no era necesaria. Algunos de
los pensamientos personales que habíamos compartido con los demás
acerca de nuestros miedos e inseguridades habían comenzado a ser
susurrados a través de los medios de comunicación. Por supuesto, lo que
se olvidó de decirle a todos fue que algunas de las cosas que
vergonzosamente aseguraba que eran mías, provenían de su boca, no la
mía. La peor parte fue que lo hizo todo para encajar con un público
diferente. Su traición aplastante casi me alejo del negocio. Era como la
escuela secundaria de nuevo, pero mucho peor. Éramos adultos después
de todo. Demonios, se suponía que debíamos ser profesionales.
Con el tiempo, mamá y Olivia intervinieron para ponerme algo de
sentido común. Básicamente me dijeron que madurada y dejara de
lamentarme. Los negocios a veces eran despiadados, y lo único que podía
hacer era aprender de la experiencia. Desde entonces, mis relaciones en
la industria se hicieron más cautelosas. Había desarrollado un montón
de amistades, pero la mayoría eran superficiales. Incluso aquellos en los
que confiaba nunca me llenaron. Lo guardé todo para Olivia. Si
necesitaba desahogarme, intercambiar ideas o compartir una excelente
noticia, Olivia era mi persona.
—¿Ocurre algo? —Alec pareció sentir la tensión que se había
extendido lentamente por mis miembros.
Sacudí la cabeza. No vi ninguna razón para introducirlo en mis
problemas. No haría ningún bien agitar las cosas, y sinceramente, en el
fondo, me sentía avergonzada por toda la situación. Alec ya había
conseguido un asiento de primera fila a la locura que parecía atraerme.
No había ninguna razón para también incluirlo en este drama.
Pegué una sonrisa falsa en mi cara que se sentía pesada, pero quité
de ella la peor parte. Las luces a nuestro alrededor comenzaron a girar
salvajemente mientras la gran bola de discoteca que colgaba en el techo
comenzaba a girar. Me recordó a los tiempos en que solía ir a patinar
cuando era niña. La pista de patinaje en nuestro barrio era como de
treinta años anteriores a sus días de gloria, pero había sido en un lugar
popular para fiestas de cumpleaños antes de que los niños llegaran a la
escuela secundaria. Después de que ya no era genial. Incluso tuve mi
fiesta de cumpleaños número nueve allí. La cosa que más recordé acerca
de esa fiesta hasta el día de hoy fue la forma en que mi mamá y mi papá
patinaban alrededor de la pista juntos. Recuerdo verlos y la forma en que
tenían sus ojos el uno al otro.
Tal vez si imaginé mi trayecto para convertirme en una escritora de
romance, había empezado ese día. Incluso a los nueve años, sabía que
quería ser parte de una historia tan grande de amor. Un amor que parecía
no tener principio ni fin. Era perfecto y lo quería.
—Guau, increíble. Todos deberíamos drogarnos y relajarnos —
arrastró Alec las palabras en una imitación de Matthew McConaughey en
la película Dazed and Confused5.
Una risita sorprendida salió de mí, llevando mi tensión con ella.
Matthew fue uno de mis amores secretos en la adolescencia. Tenía trece
años cuando mis hermanos me mostraron la película, y me enganché al
instante.
—Una película clásica.
Jennifer me miró de forma extraña. Por la expresión de su cara, no
estaba familiarizada con el género clásico. —¿Dave? ¿De Dazed and
Confused? —Probablemente no debería haber sonado tan crítica, pero era
una de mis favoritas.
—Está bien, está bien, está bien —intervino Alec de nuevo,
imitando otra línea de la película. Tuve que agarrar mi costado de tanto
reír. Evidentemente mi alegría era contagiosa porque incluso Jennifer no
pudo evitar reírse conmigo. La única persona que no parecía encontrar
ningún humor en la situación era Samantha Tran, que había estado

5Dazed and Confused: Película que traducida al español sería “Rebeldes y confundidos”
o “Movida del 76”.
haciendo un obvio intento de ignorarme desde que había subido al
escenario. A juzgar por su expresión molesta, probablemente creía que
era el blanco de nuestra broma, pero no tenía el valor de preguntar. La
expresión de su cara sólo me hizo reír más fuerte. Sin pensarlo, me giré
hacia Alec y hundí mi cara en su pecho. Me abrazó entre sus brazos,
frotando mi espalda hasta que pude recuperar la compostura. Nos
balanceábamos atrás y adelante como la primera vez que bailamos
juntos. De repente, la risa era lo más alejado de mi mente. Me podría
haber quedado en su abrazo durante horas.
Me alejé cuando me di cuenta de que todos los demás ya no estaban
riendo. —¿Mis ojos me engañan, o estás ruborizada? —preguntó
Jennifer, mirándome de cerca en tanto me limpiaba las lágrimas de mis
ojos alegres. Sacudí mi cabeza minuciosamente, negando el brillo en sus
ojos.
—No me sorprende. Su rostro siempre se vuelve cincuenta tonos
de rojo cuando está excitada. —dijo Alec, guiñándole un ojo a Jennifer.
Reaccioné casi de inmediato, dándole una palmada en el hombro.
—Dios mío, ya entendí. No te preocupes. Mis labios están sellados
—dijo ella, fingiendo como si hubiera cerrado con llave la comisura de su
boca.
Agarré el codo de Alec, tirando de él para que se acercara más. —
Muchas gracias. Mira qué tan rápido el rumor de que tú y yo estando
juntos se difunde por los medios.
El momento era surrealista. No es que tuviera algún problema con
alguna persona creyendo Alec y yo estábamos juntos si fuera cierto, pero
los chismes se difunden como reguero de pólvora y no me encontraba a
gusto con la gente hablando de mi vida personal.
Los ojos oscuros y llenos de humo de Alec se clavaron en los míos,
reflejando el fuego que rugía en mí. Vieron más allá de mis inseguridades,
indagando hasta que encontraron la pasión que se arremolinaba en mi
interior como lava fundida. Las palabras no eran necesarias entre
nosotros. Su mirada me sedujo lentamente, quitando una capa tras otra
hasta que expuso el núcleo de mi deseo. Mi boca se secó, dejando una
sed que necesitaba ser apagada, pero no por ningún líquido. Tenía sed
de él. Mi lengua se humedeció los labios, con la esperanza de darles un
poco de alivio. Nuestros rostros se acercaron. Podríamos haber sido las
únicas dos almas en la habitación. En alguna parte un ataque de risa y
el sonrojo por un romance que por supuesto no había sucedido todavía
se había convertido en el momento más íntimo de mi vida.
—Perdón —interrumpió Samantha Tran, deslizándose entre Alec y
yo mientras como si de alguna manera estuviéramos bloqueando su
camino a través del escenario—. Hola, guapo. ¿Dónde te has escondido
toda mi vida?
12
Traducido por Mire
Corregido por Niki

—Bueno, perdóname, Sam —dije, sabiendo que ella prefería ser


llamada Samantha—. ¿Qué, el resto entero del escenario no fue lo
suficientemente bueno para conseguir tu gran culo alrededor? —
Normalmente no se hallaba en mi naturaleza defenderme. Me pasaba mi
vida evitando conflictos, pero ella necesitaba morir. No decía que yo sería
la que iba a hacerlo. Puedo o no saber salirme con la mía con el asesinato,
pero tenía que haber un montón de maneras de hacer que parezca un
accidente. Incluso si me atrapaban, me encontraba bastante segura que
un juez estaría de mi lado. Especialmente cuando explique cómo
Samantha deslizó su viscoso, repugnante cuerpo entre el hombre y yo,
quien se hallaba a punto de plantar el mayor beso de mi vida en mis
labios.
Apretando los dientes, me giré para mirar a Jennifer antes de que
pudiera seguir adelante con mis instintos de empujar el pie de micrófono
directamente en el culo de Samantha. —Qué perra —susurró Jennifer,
sacudiendo la cabeza.
Alec puso sus manos alrededor de mis brazos para ayudar a
calmarme cuando las puertas del salón de baile se abrieron, permitiendo
a los asistentes de la fiesta entrar. Su charla emocionada llenó la
habitación junto con silbidos y aclamaciones, mientras llevaban a los
modelos vestidos con trajes al escenario. La rabia que sentía hacia
Samantha rápidamente se convirtió en el nerviosismo que estuve
tratando de aplacar antes sobre hablar en frente de una multitud.
Michael Hinks, uno de los representantes del evento, hizo su camino
hasta los tres escalones bajos hacia el escenario llevando un micrófono
auricular.
—¡Señoritas, señoritas, están EMOCIONADAS! —Su voz resonó por
los altavoces, dirigiéndose a la multitud—. Ah, me tomo eso como un sí
—dijo, en respuesta a los muchos gritos y silbidos—. ¿Quién de ustedes
está dispuesta a bailar con el hombre de sus sueños? ¿De entrar en su
novela favorita y convertirse en la heroína que siempre han querido ser?
—Se detuvo, esperando que otro estallido de entusiasmo disminuyera. Él
sabía cómo jugar con la multitud—. Esta noche serán capaces de decir
qué ocurre o no debajo de la portada, lo que permanece bajo la portada
—dijo, haciendo un guiño escandalosamente a la multitud. Más gritos y
chillidos siguieron sus palabras mientras todos los de la multitud se
acercaban al escenario.
Emocionadas risitas y apreciativos suspiros colorearon los rostros
de las que se encontraban cerca del escenario. Los focos cegadores
hicieron imposible ver más allá de la primera fila de gente. Los otros
autores y modelos intentaron proteger sus ojos, tratando de ver a la
multitud, pero yo le di la bienvenida a la ceguera. La incapacidad de ver
a todos mirándome haría mi presentación más tranquila. Al menos eso
era lo que estaba tratando de convencerme a mí misma.
Mientras Michael continuaba trabajando a las mujeres en un
frenesí, ensayé mi presentación en mi cabeza, centrándome en cada
palabra individualmente. Lo que preparé era corto, pero no quería hacer
el ridículo, sobre todo, por décima vez delante de Alec. Solo una vez me
gustaría demostrarle que no era ninguna completa, torpe idiota.
Michael volvió su atención hacia el escenario en tanto el centro de
atención se alejó de mi rostro y se concentró en la autora Trisha Scott y
Adam, el primero de los tres modelos que trajo con ella, quien había
aparecido en las portadas de su última serie. Cada libro entró sin
esfuerzo en el puesto número uno de la lista del New York Times. Trisha
era un pilar en el negocio y la autora de mayor éxito asistiendo al evento.
Ella estuvo mucho antes de que cualquiera de nosotros siquiera hubiera
considerado escribir profesionalmente. Su voz era gruesa y su piel llena
de arrugas de una vida de fumar cigarrillos mentolados que tanto le
gustaban. Se negó a reconocer el consenso de que los cigarrillos son
perjudiciales para la salud. Una persona, literalmente, fumaría
indirectamente un paquete al día si se encontraban a su alrededor el
tiempo suficiente. Sin embargo, la mejor parte de Trisha era su gusto por
el uso de la palabra mierda. Decía que eso derivó de una dura crianza en
Brooklyn, y nunca se disculpó por ello, sin importar a quien pudo haber
ofendido. Era fuerte y temible como el infierno, pero quería tanto ser ella
cuando crecí.
La multitud respondió a la presentación de Trisha hacia sus
modelos con un rugido de placer. Era difícil decir si su entusiasmo tenía
que ver con su dulce hombre o con ella. Sospechaba que era una
combinación de ambos. Incluso no pude evitar sentirme atemorizada. Los
libros de Trisha fueron las primeras novelas románticas que leí. Me
acurrucaba bajo las mantas con una linterna, sabiendo que mamá se
hubiera muerto de miedo si me atrapaba. Sus libros realmente me
enseñaron más sobre las aves y las abejas de lo que aprendí en la escuela.
Michael presentó al siguiente autor, que era alguien a quien no
conocía. Parecía tan incómoda como yo mientras tropezaba a través de la
presentación de su modelo de portada. Sentí su dolor. Samantha siguió
después. En silencio, ella maldecía todo el tiempo, deseando que un
agujero se abriera en la tierra y la tragara.
Antes del turno de Jennifer, le insté a alargar su presentación así
podría tener el repentino temblor en mis manos y las mariposas en mi
estómago bajo control.
Antes de que pudiera prepararme mentalmente más lejos, el
micrófono fue empujado a mi mano y las luces brillantes fueron
apuntadas a mi cara. Tragué saliva brevemente, tratando de desalojar el
ladrillo que se había formado en mi garganta.
Mi presentación voló en un aspecto borroso, pero a juzgar por la
reacción del público hacia Alec mientras él se movía, debo haber logrado
sacar las palabras.
Michael suavemente intervino después de que se terminaran las
presentaciones. —Bueno, ahí lo tienen, señoritas. Han leído las historias
y ahora ya conocen a la inspiración. Ahora es el momento de hacer una
oferta al que hace a su corazón repiquetear. Obtendrán una noche
inolvidable de baile y cena en el exclusivo restaurante de tejado con el
hombre de sus sueños. Recuerden, todos los ingresos irán a al refugio
local para mujeres maltratadas, por lo que profundicen. Después de todo,
su fantasía vale la pena. —La voz de Michael era tentadora—. Muy bien,
guapos. Vamos a mostrarles a estas bellas damas lo que están ofreciendo
—agregó, indicándoles a los chicos que se pavonearan por el escenario y
mostraran sus atractivos.
Jennifer y yo intercambiamos miradas divertidas ahora que la
presión de las presentaciones había terminado. Nuestra diversión se
transformó en risa mientras veíamos a Alec flexionando sus músculos.
No se podía ver nada a causa de su esmoquin, pero muchas de las
mujeres se detuvieron por mi mesa durante la firma y ya lo habían visto
con el torso desnudo. Ellas exclamaron y gritaron después de su
exhibición, sabiendo lo que su dinero conseguiría. Alec era claramente el
favorito del público. Mi risa se hizo más forzada cuando las mujeres se
presionaron más cerca del escenario. Alec sonrió ampliamente,
comiéndose la atención. Una mezcolanza de emociones se arremolinó a
través de mí. Me reprendí a mí misma por el monstruo de ojos verdes que
de repente alzaba su cabeza. Doscientas mujeres se encontraban
dispuestas a donar su dinero duramente ganado para una oportunidad
de cenar y bailar con Alec, y sin embargo, estaba celosa como el infierno.
Incluso sabiendo que era por una buena causa, no hizo nada para domar
a la bestia.
Un modelo tras otro fue emparejado con las ofertas de los chirridos
ganadores que rebotaban al escenario para recoger sus premios para la
noche. La mayoría de las mujeres parecían estar esperando a Alec, y se
hallaba una clara anticipación por su turno. No podía culparlas. También
quería hacer una oferta por él.
Al final, la oferta se redujo a una guerra entre una mujer robusta
de más edad que podría haber sido su madre, y una morena de piernas
largas con el cabello largo hasta la cintura que pertenecía a un comercial
de champú o una muñeca Barbie. Crucé los dedos, rezando por la mujer
de más edad, pero ¿desde cuándo tenía esa clase de suerte? Por
supuesto, ganó Barbie. Ella prácticamente se deslizó en su camino al
escenario. Estoy bastante segura de que dijo que se llamaba Candy. Pude
haber tenido arcadas. Planté una sonrisa en mi cara, fingiendo estar
complacida sobre el resultado. En realidad, me debatía en tirar cada
mechón de cabello de su cabeza. Veríamos lo atractiva que se veía
entonces.
No podía decir si se encontraba fingiendo para el bien del
espectáculo, pero Alec parecía totalmente alegre cuando ella lo llevó fuera
del escenario, a la pista de baile, donde las otras parejas ya se hallaban
reunidas. No sabía a quién engañaba. Por supuesto que se encontraba
contento con su compradora ganadora. Los altavoces canturrearon una
canción de amor y casi vomité cuando Candy se acurrucó en los brazos
de Alec.
—¿Quieres que sostenga sus brazos mientras le pegas? —me
susurró Jennifer al oído—. Podemos convertir esta danza en nuestra
propia versión del Club de la Pelea.
Suspiré, apartando la mirada de Alec mientras guiaba sin esfuerzo
a Candy alrededor de la pista de baile. —¿Es tan obvio?
—¿Si te refieres, a que puedo decir que quieres sacar sus ojos? Sí,
es obvio.
—Puf, no estoy tratando de hacerlo.
Jennifer rio, arqueando una ceja. —¿Están tú y Alto, Maravilloso,
Metrosexual saliendo? ¿O tal vez incluso más que eso? Sé que lo haría si
tuviera la oportunidad.
Palidecí ante sus palabras. Me gustaba Jennifer, pero la idea de
alguien más haciendo algo con Alec no debería hacerme temblar. —¿No
crees que a Kevin le importaría? —pregunté secamente en tanto salíamos
del escenario juntas. Kevin y Jennifer habían estado casados por casi
diez años y tenían el tipo de relación que quería.
—Creo que me daría un pase libre si ve a Alec. ¿Dónde se
conocieron? —Mantuvo la puerta abierta del salón para mí, así podía salir
detrás de ella.
Feliz de dejar la música a todo volumen y las luces intermitentes
detrás, moví mis hombros, tratando de aliviar la tensión que se había
reunido en un nudo detrás de mi cuello. —No puedo tomar el crédito por
descubrirlo; Olivia lo encontró.
—¿Por qué no estoy sorprendida? Esa chica tiene un buen ojo para
el talento. Estoy sorprendida que no esté aquí contigo.
—Quería, pero su lista de clientes se ha duplicado en los últimos
seis meses. Se encontraba demasiado ocupada —dije, deteniéndome
frente a los ascensores.
—Bien por ella. Su talento está fuera de los límites. Esperemos que
no esté demasiado ocupada para nosotros. —Me guiñó un ojo mientras
las puertas del ascensor sonaron abriéndose.
Esperé a que el ascensor se vaciara antes de entrar. —Más le vale
que no. ¿Subes?
Jennifer negó. —No. Voy al bar. Es definitivamente el momento
para un poco de recuperación de líquido. ¿Quieres acompañarme? Kim y
Malory se supone que me encontrarán allí.
—No, gracias. Mi cabeza está lista para declarar una rebelión si no
encuentro un poco de silencio y algo de Advil. Planeo tomar un baño extra
caliente y aumentar en mis sudores por un poco de HGTV y servicio a la
habitación. —Simplemente decir el plan en voz alta hizo a mi lado
introvertido feliz. Un poco de tiempo a solas era exactamente lo que
necesitaba.
Jennifer negó. —Sabes que tienes veintidós, no cuarenta y dos,
¿no? —gritó mientras las puertas se cerraban.
Sus palabras me siguieron hasta los siguientes cinco pisos. El
palpitar en mi cabeza que era un golpe sordo se convirtió en una banda
de música en toda regla. Jennifer tenía razón y yo lo sabía. No me decía
algo que no haya oído de Olivia un millón de veces. Muchas mujeres
solteras de mi edad probablemente preferirían una noche de fiesta, beber
o dormir con chicos sobre mi buen momento de un baño caliente, servicio
de habitaciones y Property Brothers.
Las puertas se abrieron en mi piso, revelando un pasillo vacío.
Disgustada conmigo misma, me arrastré fuera del ascensor sin
entusiasmo. Tendría que haber ido a la planta baja con Jennifer por un
poco de diversión. Si Olivia hubiera estado aquí, no me habría dejado
quedarme en mi habitación toda la noche. Debería tener y podría tener
eran dos cosas diferentes para mí como de costumbre. Me arrastré por el
largo pasillo hacia mi habitación.
Oí el sonido de una puerta abriéndose detrás de mí, pero no le di
ningún pensamiento hasta que una fuerte voz me sobresaltó llamando
por mi atención.
Asustándome, me di la vuelta tocando mi corazón que latía
erráticamente. Un hombre de mediana edad con un pecho
monstruosamente peludo, a quien no le importaba estar sin camisa, se
me quedó mirando con lascivia. Tenía en la mano una botella de cerveza
medio vacía. A juzgar por la forma en que se apoyó contra la puerta, esa
no era su primera bebida de la noche. —Ey, cariño. ¿Estás buscando una
fiesta?
—No, gracias —contesté, retrocediendo. Parada en un tranquilo
pasillo de hotel, de repente me di cuenta de lo sola que me hallaba. Me
encontraba rodeada de habitaciones en ambos lados, pero no tenía idea
de si alguna de ellas se encontraba ocupada. La mayoría de la gente
normal estaría probablemente comiendo fuera o disfrutando de la vida
nocturna, no sentados en sus habitaciones. En silencio, me reprendí por
estar en esta posición. Si me hubiera quedado en la planta baja, no
estaría atrapada en un pasillo con un borracho que me miraba como si
fuera un regalo entregado por el servicio de habitación.
—Vamos, nena. Te voy a dar las mercancías. —Se balanceó
ligeramente sobre sus pies, mirando mientras yo daba otro paso hacia
atrás. Su falta de firmeza me dio la esperanza de que se encontrara
demasiado borracho para comprender la mayor parte de algo. Tomé otro
medio paso hacia atrás cuando él se abalanzó hacia mí. Para alguien que
había estado bebiendo, sus reflejos eran sorprendentemente rápidos.
Extendió su mano y agarró mi muñeca, manteniéndome en el lugar.
Un nudo de temor se retorció en mi estómago mientras me atrajo
hacia él. —Vamos. No sea así. —Soltó un eructó, haciéndome encoger.
Clavé los talones en la alfombra a medida que me arrastraba a su
habitación donde la puerta todavía se encontraba abierta.
Negué, tirando de mi muñeca. —¡Jodidamente déjame ir! —dije,
tirando más duro para liberar mi muñeca—. ¡Déjame ir! —Me hallaba en
el borde del pánico antes de recordar los movimientos de autodefensa que
Tony y Zachary taladraron en mi cabeza cuando tenía trece años. En ese
momento, pensé que estaban siendo demasiado sobreprotectores y que
nunca iba a tener que usar nada de eso, pero como el bastardo delante
de mí apretó su agarre, sabía que tenía que intentar algo.
Inclinó la cerveza y bebió un trago largo. La mayoría de la cerveza
se fue por su pecho en lugar de en su boca. Deslizando una mano por
sus labios, arrojó la botella de cerveza vacía en su habitación y tiró con
más fuerza de mi muñeca. —Vamos, cariño. No sabes lo que te pierdes.
—Mi mano rozó la pared mientras luchaba para impedirle meterme en su
habitación. Abrí mi boca y dejé escapar un grito desgarrador que resonó
por el pasillo.
Con un tirón final, me tomó en sus carnosos brazos, envolviéndolos
alrededor de mi cuello. Intenté gritar de nuevo, pero su mano mugrienta
tapó mi boca. Me abrazó con fuerza contra él, anticipando una pelea.
Esto no podía estar pasando. Era la pesadilla de toda mujer, pero
nunca pensé que me pasaría a mí. Si él me metía a su habitación, nada
volvería a ser como antes. Mis gritos ya no podían ser escuchados, salían
como un gruñido sordo contra su mano. Mis dientes cortaron en el
interior de mi labio, llenando mi boca con el sabor a hierro de la sangre.
Le di la bienvenida al dolor, ya que cortó mi pánico como un cuchillo,
aclarando mis sentidos.
Su aliento rancio sopló en mi cara y sentí su mano libre deslizarse
alrededor de mi cintura, arrastrándome hacia su pecho. La idea de su
desagradable mano tocándome hizo que lágrimas salieran de mis ojos.
No dejaría que eso suceda.
Finalmente recordé algo de los entrenamientos de mis hermanos,
dejé que toda la lucha abandonara mi cuerpo. Fue en contra de todo
dentro de mí dejarme relajarme en sus brazos, haciendo su trabajo más
fácil. Su sorpresa y aprobación fueron evidentes. —Sabía que querías ir
de fiesta —gruñó en mi oído, acercando su rostro exactamente donde yo
quería. Sabiendo que solo tenía un tiro, lancé mi cabeza en su cara con
toda la fuerza que pude reunir. El golpe impactó profundamente en su
nariz mientras un zumbido llenó mis oídos. Me soltó inmediatamente,
tropezando de nuevo en la pared, con sangre corriendo por su rostro.
Corrí por el pasillo, gritando tan fuerte como pude mientras hurgué para
conseguir la tarjeta llave en mi puerta.
Una mujer y un caballero corpulento abrieron la puerta a mi
izquierda al sonido de mis gritos. No fue difícil para ellos averiguar lo que
sucedió cuando vieron mi aspecto andrajoso y la sangre brotando de la
nariz de mi agresor.
El hombre corpulento salió de su habitación, parándose entre mi
atacante y yo. —¿Qué diablos está pasando? ¿Se está metiendo con esta
pequeña dama? —gruñó, dando un paso amenazador hacia el borracho,
que se encontraba acunando su nariz rota mientras luchaba por
mantenerse en pie.
—Ey, hombre, no estoy buscando ningún problema.
—Puede que no hayas estado buscándolo, pero seguro que lo
encontraste. —Llegó hasta mi atacante y forzó su mano alrededor de la
garganta del despreciable, fijándolo a la pared—. Sally, llama a la
recepción y diles que traigan a la policía. Tengo a este pervertido.
Ella se acercó y pasó un brazo alrededor de mí. Pensé que por la
forma en que su cuerpo se estremeció debió haber tenido miedo, hasta
que me di cuenta de que el temblor venía de mí.
—¿Esta es tu habitación? —Tomó la tarjeta llave que aún agarra
entre mis dedos.
Asentí mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. Las sacudidas
que me alcanzaron aumentaron a la enésima potencia mientras
comprendí lo que había pasado. O peor aún, qué podría haber sucedido.
La adrenalina que corrió por mis venas se consumió y me dejé caer
débilmente contra mi puerta. La mujer amable quitó suavemente la
tarjeta llave de mis dedos. Abriendo la puerta para mí, me ayudó a entrar
en mi habitación.
Volví a mirar a mi puerta abierta, aterrorizada con que el tipo de
repente nos siguiera. —No te preocupes, cariño. Mi Jim no va a dejar que
ese abusador se acerque a ti de nuevo —dijo, llevándome a la única silla
en la habitación. El pasillo se llenó con los sonidos de voces levantadas,
pero no era capaz de centrarme en ellas. Me senté acurrucada en la silla,
con las rodillas metidas debajo de mi barbilla. Envolviendo mis brazos
alrededor de mis piernas, me mecí hacia atrás y hacia adelante,
intentando calmar mi cuerpo tembloroso.
13
Traducido por Diana
Corregido por AriannysG

La siguiente hora pasó con la seguridad del hotel, policías y


paramédicos moviéndose en mi habitación. Comprobando y preguntado
si necesitaba ir al hospital. Aparte de los moretones en mi muñeca, una
camisa rasgada y mi labio ensangrentado, les aseguré que me encontraba
bien.
Alec apareció en medio del caos. No sabía cómo se enteró, pero su
presencia me dio algo de alivio. Se quedó parado firmemente contra la
pared cerca de donde me encontraba sentada, esperando tranquilamente
mientras terminaba de darle mi declaración a la policía. Tenía la
mandíbula tensa y cualquiera de su normal alegría desapareció.
Mantuve mis ojos centrados en él en tanto daba mi declaración,
proporcionando todos los detalles que recordaba. Describiendo el
incidente causó que mi voz empezara a temblar cuando les conté cómo el
borracho había intentado arrastrarme a su habitación. Noté las manos
de Alec cerradas en puños que golpeaba ligeramente contra la pared a
medida que escuchaba.
Mis dos rescatistas, Jim y Sally, también dieron sus declaraciones
y eventualmente mi habitación comenzó a despejarse. Los paramédicos
fueron los primeros en irse, seguidos por los dos oficiales de policía y
luego la seguridad del hotel. Los oficiales tomaron fotos de mi rostro y
cuello antes de pasarme sus tarjetas, diciéndome que los llamara si
necesitaba algo. Después de haber documentado mis lesiones, siguieron
a la seguridad del hotel para ver las cámaras de vigilancia. La gerente del
hotel fue la última en irse después de pedir disculpas profusamente,
aunque no era su culpa. Me aseguró que mi habitación sería gratis y que
cualquier cosa que necesitará del servicio a cuarto también iría por
cuenta del hotel. Asentí atontadamente, apenas procesando sus
palabras.
Después de darme su tarjeta, abandonó mi habitación, dejándome
sola con Alec. La habitación duplicó su tamaño una vez que todos se
fueron. Ninguno de los dos se movió por un momento, y no pude evitar
preguntarme qué pensaba. ¿Era más que un desastre andante ante sus
ojos? Traté de recordar si me había visto en cualquier tipo de entorno
donde no era el centro de atención. La mayoría de ellos fueron de mí
actuando como una tonta, pero esta vez la situación había sido ajena a
mi voluntad.
Incapaz de soportar el silencio, finalmente obligué que mis
extremidades se liberaran y me levanté.
—Voy a tomar una ducha —murmuré. Sus ojos se encontraron con
los míos y él tomó un paso lejos de la pared antes de vacilar.
Cuando entré al baño, me apoyé contra la puerta por un momento
antes de forzarme a caminar hacia la ducha. Con el agua en la
temperatura más caliente, dejé que el baño se llenara de vapor a medida
que me sacaba la ropa, lanzando mi blusa rota en la pequeña papelera.
Un sollozo inesperado arañó su camino hasta mi garganta.
El agua ahogó los sollozos y las lágrimas siguieron mientras las
dejé verter. Sintiendo el toque del imbécil borracho todavía persistente en
mi piel, fregué mi cuerpo vigorosamente con una toallita. En el momento
que me detuve porque escuché la puerta del baño abrirse, ya había
frotado en varios lugares.
—¿Alec? —Cuando no respondió, me asomé por la cortina de la
ducha para encontrar mi par de pantalones favorito y una sudadera con
capucha dobladas sobre el mostrador. Una pequeña sonrisa de gratitud
tiraba de la comisura de mis labios antes de ser reemplazada por un
bostezo.
No tenía más lágrimas para llorar, pero me sentía muy cansada.
Saliendo de la ducha, me paré al lado de la bañera, sobre la alfombra de
baño para secarme. Eventos de la noche habían drenado mi fuente de
energía, y todo lo que quería hacer era arrastrarse bajo las mantas y
dormir. Mi estómago dolía ligeramente, recordándome sobre mi previo
plan para ordenar servicio al cuarto. La idea de comer ahora no tenía
ningún atractivo.
Una vez vestida, me recogí el cabello en un nudo suelto encima de
mi cabeza. Pasando mi mano sobre el espejo, estudié mi reflejo,
sorprendida de ver las señales del ataque en mi rostro. El tipo no me
había golpeado, pero bien podría haberlo hecho. Mi labio inferior se
hallaba hinchado por haber sido empujado contra mis dientes. Tras
inspeccionarlo de cerca, pude ver un gran corte por dentro. Algunos
débiles moretones se habían materializado en mis mejillas donde sus
dedos se apoderaron de mi cara. También tenía hematomas en el cuello,
junto a la clavícula.
La característica más sorprendente eran mis ojos, casi sin vida
cuando usualmente bailaban con risas. Mamá siempre comentó que el
brillo de mis ojos era la cosa favorita que ella me había dado. Ahora la
chispa había sido reemplazada por aburrimiento e inquietante vacío.
Estudiándome críticamente, sentí que de alguna manera perdí una
parte de mí esta noche. Por primera vez en mi vida, me di cuenta de que
había estado prácticamente en una burbuja de seguridad. Tuve mi cuota
de lesiones durante los años, un brazo roto cuando Zach decidió tirarme
de nuestro inclinado camino de entrada en patines. En otro momento
cuando Tony me retó a un concurso de trepar árboles, consiguiendo seis
puntos de sutura. Al menos había llegado a la cima. Fui capaz de escalar
el árbol como un mono araña, pero durante mi celebración olvidé
mantenerme colgada. Al final resultó, que caer entre ramas no fue tan
divertido como escalarlas. A pesar de esos dos casos, mi vida había sido
sorprendentemente libre de cualquier imperfección. Nunca me metí en
alguna pelea. Mamá y papá nunca fueron los tipos de padres que
azotaban a sus hijos. Incluso logré escapar de la secundaria
relativamente libre de drama. Para ser honestos, probablemente había
hecho la transición a la edad adulta casi con demasiada facilidad.
Mis ojos eran como ventanas hacia los sentimientos confundidos
girando en mí. Tenía que dejar atrás lo que pasó esta noche y seguir
adelante.
Volteándome del espejo, dejé el baño, sin saber si Alec todavía
estaría esperando. Lo encontré sentado en la silla que había desocupado,
hablando por teléfono. Una bandeja con dos platos cubiertos, llenos de
alimentos se encontraba a los pies de la cama. Mi estómago, que había
rechazado la idea de comida solo unos minutos atrás, soltó un pequeño
ruido.
Alec terminó la llamada y me miró.
—Olivia —dijo, colocando mi teléfono sobre la mesa.
Casi gemí.
—¿Llamaste a Olivia? —No sabía con certeza como me sentía con
el hecho de él tomándose la libertad de llamarla. Ella iba a llamar a mis
padres y yo quería decirles acerca del incidente en mis propios términos,
después de haberlo digerido completamente en mi cabeza.
Se levantó y deslizó la silla más cerca de la cama donde se
encontraba la bandeja de comida.
—No la llamé. Tu teléfono estaba volviéndose loco, así que me decidí
contestar. Le dije que la llamarías de vuelta en la mañana. Creo que se
encontraba a punto de tomar un avión si no hubiera respondido.
—¿Qué? ¿Cómo se enteró?
—No sé específicamente —Levantó las tapas de los platos
cubiertos—. Ordené hamburguesas. Espero que eso esté bien. —Palmeó
el borde de la cama así podía sentarme frente a él—. Me enteré porque
me topé con Jennifer abajo y me dijo que habías subido a la habitación.
Vine a ver si te encontrabas bien. Olivia dijo que alguien también tiene
una habitación en este piso, cuando subió toda la conmoción que ocurría
con la policía y la seguridad del hotel y de alguna manera se enteró de
que estabas involucrada y publicó algo en Facebook. Así es cómo se
enteró.
—¡Maldita sea! —gruñí—. ¿Está en Facebook? —Hasta aquí llegó la
privacidad.
Me hundí en la cama y distraídamente tomé una papa frita. No
pude evitar sentir vergüenza de que todo el mundo supiera.
—¿Qué dijo Olivia? —Mi voz era apenas un susurro.
Alec levantó la vista de su hamburguesa, a la cual le untaba salsa
de tomate y mostaza.
—Está preocupada, al igual que el resto de nosotros. Creo que,
entre los dos, podríamos haberle dado al idiota la paliza que se merece.
Alec tenía veneno en su voz. Nunca lo había visto enojado. No
estaba dirigido a mí, pero sin embargo era intimidante como el infierno.
—Es genial de tu parte, pero no tienes que pelear mis batallas.
Además, ese tipo está en la cárcel preguntándose cómo terminó allí.
Realmente creyó que aceptaría su oferta cuando preguntó. Mis
perspectivas podrían ser bajas, pero incluso mi tarjeta V tiene
estándares. —Pensé que tal vez mi broma podría relajar el ambiente,
pero sonó simple y áspero, incluso para mis oídos. Tal vez era la manera
de mi mente afrontarlo. Era mejor que las imágenes de sus asquerosas
manos sobre mi cuerpo, o lo cerca que llegué a perder lo único que
significa mucho para mí.
La mano de Alec apretó la taza plástica que sostenía, haciéndola
crujir y romperse. Ninguno de los dos habló mientras nos sentamos
mirando el agua derramarse de sus dedos hacia el suelo.
—Lo siento. Sé que sonó mal. Es solo… —dije, rompiendo el
silencio. No pude terminar porque realmente no sabía qué decir. Salté de
la cama para buscar una toalla en el baño, pero Alec se levantó primero,
bloqueándome el paso. A diferencia de mi incidente anterior, no había
nada amenazante sobre la manera en que Alec se paraba delante de mí.
Mis ojos se mantuvieron en su pecho. Tenía demasiado miedo de lo que
iba a ver si miraba su cara. Pensé que ya había llorado todo lo que podía,
pero las lágrimas se acumularon en mis ojos, desbordándose y cayendo
al piso como el agua de su taza.
Alec me arrastró a sus brazos. Mi rostro quedó firmemente
presionado contra su pecho cuando una nueva ola de sollozos salió. Todo
el miedo y la vergüenza que había estado luchando para ocultar se
vertieron hacia fuera. Apretó su control sobre mí cuando empecé a
temblar. Levantándome de mis pies, me cargó hasta la cama y sin
soltarme, nos bajó a ambos por lo que nos acomodamos juntos y me
acunó en sus brazos. Fue tierno y compasivo. No pude evitar
preguntarme cómo una persona puede ser tan dura, mientras que otras
eran tan gentiles.
Me sentía muy mal por arruinar la noche de Alec. No era como si
él quisiera esto, pero hubiese necesitado de una herramienta hidráulica
de rescate6 para separarme de sus brazos. Por primera vez desde que salí
del ascensor, me sentí a salvo.
No sabía con certeza cuándo dejé de llorar porque me quedé
dormida poco tiempo después de acostarnos juntos. Lo último que

6 Herramientas hidráulicas de rescate: son utilizadas para auxiliar en la extracción de


víctimas de un vehículo que se haya visto involucrado en un accidente automovilístico,
así como de otros espacios pequeños.
recordaba era a Alec frotando su mano suavemente en círculos sobre mi
espalda. Por un momento pensé sentirlo tirar del edredón encima de mí,
lo cual me hizo acercarme más a él, con temor a que me dejará.
Me dormí desprovista de algún sueño, a pesar de lo sucedido, por
lo que me sentía agradecida. Cuando finalmente abrí los ojos, el cuarto
se hallaba oscuro, pero podía decir que era de día por como el sol se
asomaba alrededor de las cortinas. Al principio pensé que me encontraba
sola en la cama. Extendí mis brazos sobre mi cabeza, luchando con la
decepción que se estalló en mí. Por supuesto, era egoísta esperar que Alec
se quedara conmigo toda la noche. Sobre todo, porque él había permitido
que yo empapara su camisa sin quejarse.
Sentí la cama hundirse junto a mí, haciendo que mis ojos se
abrieran.
Alec me miró con preocupación.
—Dios mío, lo siento. ¿Te asusté? —Apartó un mechón de cabello
sobre mi frente. Su toque era reconfortante y familiar. En todo caso, la
noche de ayer nos unió aún más.
Sentándome, me arrastré contra el cabecero. Con temor de cómo
debo lucir, pasó una mano sobre mi cabeza. Medusa probablemente no
es nada comparado conmigo.
—No, está bien. Solo pensé que te habías ido. —Mi voz sonaba
áspera y seca.
—Lo hice por un rato. Me imaginé que podrías necesitar un café.
—Me entregó una taza con una funda de papel en él.
Levanté la taza humeante a mi nariz, inhalando con aprecio.
—Jesús. —Tomé un sorbo, maravillándome de que había pedido a
mi preferencia. Me sorprendió su atención a los detalles—. ¿Cómo te
acuerdas de cómo lo tomo? —pregunté, tomando otro sorbo.
Se rio entre dientes.
—Creo que es el riesgo de ser un barman. Tiendo a recordar lo que
ordenan las personas. Mi cabeza está llena de cientos de pedidos de
bebidas sin valor.
—Ese tipo de memoria debe ser útil cuando empieces la escuela de
medicina —añadí.
—Esperemos que sí. No me gustaría hacer un examen de anatomía
humana y quedar totalmente en blanco en la respuesta correcta para el
fémur cuando todo lo que puedo pensar son los ingredientes para
un Sexo en la Playa.
Me reí.
—No lo sé. Consigue al profesor correcto y podría apreciar eso. Los
exámenes de anatomía tienen que ser tedioso. Probablemente les vendría
bien un trago. Entonces, ¿por qué un médico? —Levanté las piernas y las
doblé debajo de mí.
—¿Contra un equilibrista como pensé que quería ser? —Se tumba
en la cama junto a mí con su propio café.
Se me escapa una risita.
—¿Equilibrista? Estás bromeando.
—Para el horror de mis padres, no. Desde que tenía seis años hasta
los doce, estaba convencido de que quería ser un equilibrista en el circo.
—¿No querías ser un domador o tal vez un payaso?
Me miró con incredulidad.
—¿Un payaso? ¿Estás bromeando? Los payasos están jodidamente
mal. ¿No has leído o visto la película Poltergeist? Los payasos son como
demonios. De hecho, son la única razón por la que he cambiado de
opinión en cuanto a ser un equilibrista. No había forma de que podría
haber equilibrado sobre una cuerda a quince metros en el aire con esos
bastardos extraños mirándome. —Se estremeció ante la idea.
Mi risa se convirtió en carcajadas. Él era casi demasiado lindo para
describirlo en palabras.
—¿Cómo puede un tipo grande y fornido como tú temerle a dulces
payasos que reparten globos?
Su reacción a mi declaración me hizo reír aún más fuerte.
—No estoy seguro de siquiera conocerte —dijo bruscamente,
arrastrándose lejos de mí como si fuera una clase especial de locura y
tuviera miedo de contagiarse.
Riendo tan duro como puede, no solo mí costado duele, pero mi
labio palpitaba dolorosamente. Lo ignoré, no quería arruinar nuestra feliz
burbuja.
—Al menos sé cuál será el tema para tu cumpleaños este año —
bromeé—. Ah y Poltergeist. Gracias por recordármelo. Ahora también sé
qué regalarte.
—No te atreverías. —Cualquiera que haya visto la película,
Poltergeist, recordaba la icónica escena donde la marioneta de payaso
poseído saltó debajo de la cama para ahogar al pobre chico asustado.
—¿No quieres una marioneta de payaso? No te preocupes. Voy a
envolverlo y no meterlo debajo de tu cama o algo espeluznante como eso
—dije con una pícara sonrisa.
—Eres simplemente malvada. —Movió un dedo, terminándose el
resto de su café—. Ah, por cierto. Tal vez quieras llamar a tus padres.
Supongo que están preocupados.
Mierda. Mi sonrisa desapareció.
—¿Llamaron? —pregunté, buscando por mi teléfono alrededor de
la cama.
Alec lo sacó de su bolsillo.
—A las seis, siete y otra vez a las ocho. A juzgar por el patrón, diría
que tu mamá llamará aproximadamente en trece minutos —dijo,
comprobando el tiempo en mi teléfono.
—Oh, Señor. ¿Hablaste con ella?
—Solo para asegurarle de que estás bien y que estaba haciendo
guardia por ti mientras dormías. Su demanda, no la mía.
—Lo siento. Mis padres pueden ser un poco sobreprotectores. En
cuanto a eso, mis hermanos también lo son. Por eso planeaba ocultar
esto de ellos por ahora. Sabía que debería haber llamado a Olivia anoche.
Probablemente les dijo —me quejé, saltando de la cama—. Siento que
tuvieras que estar aquí toda la noche. Mi madre no hubiera sabido si
fuiste a tu habitación. —Caminé de un lado a otro, golpeando mi teléfono
contra mi cabeza—. De acuerdo, ¿debo llamar o esperar a que me llame?
Si espero más tiempo, ella podría alterarse aún más. Por lo que sé, ya ha
saltado de un avión para rescatarme.
—¿Me estás hablando a mí o a ti misma? —Alec me miraba con
diversión en tanto seguía caminando—. Sabes que es solo una llamada,
no la Inquisición española.
Dejé de paso a medio pasó y se giré hacia él con incredulidad.
—Prefiero la Inquisición. Una vez mi mamá empieza, estás dentro
por un largo tiempo.
—Sonaba muy adorable pero comprensiblemente preocupada.
—Oh, es adorable, pero es una preocupona. Incluso cuando le
aseguro que estoy bien, probablemente todavía insistirá en volar aquí
para estar conmigo. No me sorprendería si mis hermanos y ella están en
un taxi en camino para acá. Es la maldición de no solo ser el bebé de la
familia, sino también la única chica.
Mi teléfono sonó en medio de mi diatriba. Para el deleite de Alec, la
conversación fue muy similar a como lo había previsto. No ayudó que
mamá me tuviera en el altavoz, y toda mi familia me disparaba preguntas.
Tardó casi cuarenta y cinco minutos para convencerlos de que no
necesitaban asistir al resto de mis eventos para que me cuidaran. Les
aseguré que tener a Alec alrededor era suficiente para mantenerme a
salvo. Por supuesto, para mí continua mortificación, una vez mencionado
su nombre, todos insistieron en que lo pusiera al teléfono. Tuve que
entregárselo a Alec. Él manejó el ataque de preguntas como un
profesional. Estuvo de acuerdo con mis hermanos que yo no deambularía
en ningún pasillo de cualquier hotel por mí cuenta, y que sería escoltada
a cualquier parte que fuera. Mis intentos de protesta fueron destruidos
como si no tuviera nada que decir al respecto.
Para cuando Alec terminó de hablar con mis hermanos, ya habían
trabajado en un plan de seguridad que rivalizaba con cualquier
celebridad de categoría A. Me sentí mal que Alec fuera presionado por sus
demandas, pero una vez que colgaran, lo dejaría fuera de la obligación.
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Traducido por Mary & Jasiel Odair
Corregido por Laurita PI

Al final resultó que era Alec quien no me dejaría en paz, clamando


que le dio a mi familia su palabra. Traté de argumentar que mi mamá
nunca sabría, pero contrarrestó con que nunca sería capaz de
enfrentarlos, no se perdonaría si algo me pasaba ahora que prometió
cuidarme.
Después de hablar con mi familia, decidí tener la inevitable llamada
con Olivia. Nuestra conversación transcurrió de la misma forma que con
mi madre. Alec ya le comentó los detalles de lo que sabía, así que
básicamente sólo quiso oír de mí que me encontraba bien. Eso, y decirme
que no fuera a ningún lado sola de nuevo. Después de explicarle el
elaborado plan de seguridad que Alec ideó con mis hermanos, se sintió
mejor y me hizo prometer llamarla de nuevo más tarde.
Encontré conmovedora la preocupación de todo el mundo por mi
bienestar, a pesar de que rayaba la exageración. Un incidente aislado no
significaba que estaría en peligro en todas partes a donde fuera. Sin
embargo, estaría mintiendo si dijera que tener a Alec interpretando el
papel de príncipe azul era desagradable en lo más mínimo.
Mirando la hora en mi teléfono, escogí mis ropas para el día y
caminé hacia el baño para prepararme para un almuerzo de autores que
comenzaría en menos de treinta minutos. Mi instinto inicial fue omitirlo,
especialmente después de darme cuenta de que las noticias del incidente
fueron esparcidas en mi círculo social. Lo último que quería era
convertirme en el centro de atención y que me pidieran relatar los detalles
de algo que sólo quería dejar atrás.
Salir de mi habitación se sentía como un acto de voluntad. A pesar
de que el vagabundo borracho que me atacó se hallaba preso, aún tenía
que pasar por la puerta de su cuarto. La habitación a la que casi me
metió. Cuando nos acercamos desde el otro extremo del pasillo, mi ritmo
se desaceleró. Me sentí como una niña pequeña, esperando que el
hombre del armario saltara fuera en cualquier momento.
Alec debió sentir mi renuencia porque me agarró de la mano y me
guio a su lado izquierdo, por lo que se paró entre la puerta de la
habitación que casi había cambiado mi vida para siempre y yo. Mientras
miraba a su cara, me sonrió y apretó mi mano gentilmente para dejarme
saber que todo estaría bien. Continuamos hacia adelante. Los largos
dedos de Alec entrelazados con los míos. Acariciando la parte trasera de
mi mano. Nuestras palmas presionadas juntas, dándome la mejor
distracción que pude alguna vez pedir.
Alec sostuvo mi mano hasta que entramos al elevador, dejándola ir
cuando escuchamos el leve sonido de un silbato de un tren viniendo de
mi bolso. —Oh, sí. Me olvidé de eso. Espero que no te importe, pero
debido a eso tu teléfono se hallaba en modo silencio esta mañana. Ese
sonido no se detendría. Sentía como si nos encontrábamos en la estación
del tren —dijo Alec, apretando el botón para dirigirnos al lobby.
Me sentí despojada dejando su mano. —Lo siento. Esas son mis
notificaciones de Facebook. —Saqué mi teléfono y cliqueé en la aplicación
por primera vez desde que me desperté esta mañana. Por un minuto
pensé que mi cuenta fue jaqueada. Me había perdido más que unos cien
comentarios y mensajes desde medianoche. Nunca fui tan popular en la
red social.
—Oh, Dios —dije, haciendo clic en mi línea de tiempo para ver
todos los buenos deseos. Obviamente, los eventos de antenoche se
esparcieron más de lo que había anticipado. Leyendo a través de varios
mensajes, vi que no sólo la noticia corrió como reguero de pólvora,
también fue embellecida hasta el punto de que algunas personas se
hallaban convencidas de que me hallaba en mi lecho de muerte.
No sabía si reír o llorar a medida que leía algunos de los
comentarios. Era un sentimiento conmovedor saber que tantas personas
se preocupaban por mi bienestar, y claramente tendría que hacer una
actualización de estado. Demasiadas para no pensar en ello.
Por ahora, hice clic saliendo de Facebook. Tomaría horas responder
a todos los mensajes que fueron continuamente posteados. De hecho,
decidí esperar hasta que Alec y yo nos sentáramos a desayunar y luego
realizar mi propio simple post, tranquilizando a todos que estaba bien y
agradecerles por su preocupación. Mi esperanza era que la atención de
todo el mundo se moviera a otra cosa y que yo sería noticia vieja para el
final del día.
Camino al almuerzo de autores un minuto después, me di cuenta
de que tal vez fue un poco ingenuo pensar que eso pasaría desapercibido.
Cada persona giró hacia nosotros cuando entramos por las puertas
dobles del salón de baile. Se sentía como si fuera la invitada de honor de
una fiesta de duelo demente, lo que era irónico teniendo en cuenta que
yo quería caer muerta. Buscaba ganar un poco de notoriedad al hacer los
eventos de firma más grandes, pero no adquiriendo mala fama. Lo que
pasó no fue mi culpa, pero aún me sentía estúpida por ponerme en esa
posición en primer lugar.
Jennifer ofreció el respiro que necesitaba dirigiéndome hacia su
mesa donde tenía dos sillas extras. Me enfoqué en ella como un oasis en
el desierto, ignorando a todos los demás en el cuarto en tanto
caminábamos hacia nuestros asientos.
—¿Estás bien? —preguntó, dándome un rápido abrazo antes de
que me sentara.
Asentí, sonriendo dócilmente. Las otras cinco personas sentadas
en la mesa me miraron con una mezcla de preocupación y curiosidad.
Afortunadamente, ninguno de ellos era lo suficientemente valiente para
decir algo. Era sólo la naturaleza humana. Nos atraía cualquier cosa
dramática. De hecho, yo sentía como los escritores, éramos naturalmente
más curiosos y poseíamos una sed por el drama fluyendo a través de
nuestra sangre que la persona promedio no tenía. La curiosidad de un
escritor definitivamente rivalizaba la de un gato.
Afortunadamente, la oradora principal fue presentada, desviando
la atención de mí por el momento. Era una de las más vendidas a nivel
mundial quien había estado en la lista del New York Times más tiempo
del que probablemente pudiera contar. Había esperado con ansias oír su
discurso, pero tenía dificultad para concentrarme en sus palabras
mientras desplegaba mi servilleta y la alisaba sobre mi regazo. Me sentía
como si tuviera una carga de ladrillos en mi estómago, lo que complicaba
la respiración.
Alec extendió su brazo, cubriendo mi mano que se agitaba nerviosa
con mi servilleta. Su toque era cálido y suave contra mi piel. Levanté la
mirada de mi regazo para encontrar a Alec sonriendo sutilmente. Para mi
fortuna, parecía sentir lo que necesitaba, las comisuras de mi boca se
alzaron ligeramente cuando mis nervios se calmaban instantáneamente.
Tomé un sorbo de agua de la copa frente a mí, esperando que mi
estómago volviera a la normalidad.
Por supuesto, cuando Alec decidió trazar ligeros patrones en la
palma de mi mano con sus dedos, no ayudó a mi errática respiración.
Apreciaba tenerlo cuidándome tan intensamente, pero su toque hacía a
mi cuerpo reaccionar, distrayéndome de la misma forma en que lo hacía
tener todo el mundo observándome.
Sólo cuando las personas en el cuarto empezaron a aplaudir me di
cuenta de que el discurso de la oradora había acabado. Por el bien de mi
propia cordura, aparté mi mano de la de Alec, mirándolo cuando se rio.
Sabía exactamente lo que hacía. Tal vez seguía con el pequeño plan de
seducción en el que trabajaba antes de que los catastróficos eventos de
antenoche lo empujaran a un segundo plano. Tenerlo ahora actuando
tan atento y francamente, como un novio, me hacía preguntar si Alec
tenía su propio plan para nosotros o si estaba sólo realmente bien siendo
el héroe.
El nivel de ruido en el gran comedor aumentó después del discurso
de apertura y los camareros empezaron a salir con bandejas de comida.
—¿Cómo lo estás llevando, cariño? —preguntó Jennifer rápidamente.
Estampé una brillante sonrisa, casi chillando cuando sentí el corte
en el interior de mi labio reabrirse. Corrí mi lengua sobre él, capturando
una gota de sangre. —Bien —dije con pesar, deslizando mi servilleta
sobre mi boca. A pesar de mis esfuerzos en demostrar lo contrario,
quedaba claro que mi estado no era normal—. Anoche me encontraba
conmocionada, pero me siento mucho mejor esta mañana.
Jennifer apartó su cabello para enfrentarme, de espaldas a los
otros sentados en la mesa. —¿Es cierto que él te arrastró a su cuarto? —
preguntó cuidadosamente, pero sabía que trataba de no ser entrometida.
Se encontraba realmente preocupada.
Dirigí mi respuesta a ella a pesar de que sabía que todos en la mesa
tenían una oreja escuchándome y otra en sus propias conversaciones.
Alec atravesó sus brazos en la parte trasera de mi silla, dándome apoyo
moral. Suspiré antes de continuar, pero me di cuenta de que cuanto
antes corriera la voz acerca de lo que realmente pasó, las cosas
extinguirían más rápido.
—Trató, pero luché con él —respondí finalmente.
Jennifer jadeó. —¿Y no sabías quién era?
—No. Era sólo algún imbécil quien tuvo demasiados tragos. Estaba
muy convencido que querría unirme a él en su fiesta.
—Dios. ¿Así que se encontraba tomado?
Asentí. —Borracho. Me gustaría pensar que si hubiese estado
sobrio no hubiese tratado de forzarme a que entrara en su cuarto.
Alec sacudió su cabeza junto a mí, gruñendo en desacuerdo.
Me volteé hacia él sorprendida. Incluso a pesar de mi río de
lágrimas antenoche y su conversación de teléfono con mamá y papá, Alec
y yo eludimos la conversación sobre lo que había pasado. No preguntó
por más detalles además de lo que escuchó mientras daba m