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COMENTARIO SOBRE “ELEGÍA AL CANON” DE HAROLD BLOOM

Paulina Alejandra Rivera Velázquez

Harold Bloom realiza una defensa del canon occidental frente a los estudios culturales que

plantean su revisión a fin de abrirlo a la inclusión de otros autores. El texto está organizado

entorno a las ideas de estética, valor literario y muerte y su función en la construcción del

canon. A partir de la figura de Shakespeare pretende determinar los valores que establecen

que una obra sea universalmente reconocida y constituya una muestra característica de la

literatura.

El texto define al canon como un conjunto de obras que son imprescindibles para la

cultura. El canon es necesario en la medida en la que el tiempo es limitado y es necesario

realizar una selección de textos que contengan un valor superior al resto de las obras

producidas. Por principio, establece que la lectura literaria no tiene utilidad práctica en la

realidad social, sino que constituye un valor individual para el lector. Es por ello que se

postula contra los estudios culturales, pues considera que les atribuyen responsabilidades

éticas y morales a los textos, por lo cual, supeditan el valor estético del texto.

El texto literario adquiere su autonomía en la medida en la que predomina en él el valor

estético sobre otros elementos, como la utilidad práctica o los criterios de verdad. Sin

embargo, existe un vacío sustancial en el texto de Bloom y es que, si bien postula la

autonomía literaria con base en las cualidades estéticas de la obra, no define ni establece los

criterios estéticos que constituyen dicha autonomía. Postula que la estética es un asunto

individual más que social, lo que supone problemas metodológicos sustanciales. Por

principio, la estética como estudio objetivado de la belleza, es epistemológicamente

incompatible con el régimen de individualidad. Immanuel Kant —a quien Bloom recurre en

el capítulo anterior a éste— en Crítica del juicio (1790), define al juicio estético como una
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belleza autónoma y reconocible universalmente fuera de las apreciaciones y proyecciones

del sujeto espectador. Es decir, que las proyecciones individuales constituyen un juicio

erróneo si se trata de la estética.

En segunda instancia, Bloom define al canon como una relación entre un lector y un

escritor individual, por lo que no puede reducirse a una lista de textos diseñados para su

estudio. Propone la caracterización de éste como un Arte de la Memoria literario. Con lo

que se inserta el segundo vacío en su caracterización. En tanto que el valor estético es un

carácter universalmente reconocible, no se puede reducir a una relación individual. En tanto

que la obra contiene autonomía estética y no utilitaria, no se la puede reducir a un medio de

contacto entre el autor y el lector. Por lo tanto, el estudio de Bloom se asienta sobre un

juicio de gusto que, como explica Kant, es de carácter personal y no se puede establecer

como un valor propio de la obra de arte. En la medida en la que está formado por las

impresiones y proyecciones del sujeto espectador, no se asienta en la objetividad.

El texto señala que tanto la crítica como el valor estético son caracteres necesariamente

elitistas que conforman un grupo especializado al cual se busca educar para la apreciación

artística de la obra. Por ello es que postula conservar la pureza del texto. La obra literaria

propicia expectativas al ser leídas y contiene en sí misma la pretensión de ser canónica en la

búsqueda por la trascendencia. Esta caracterización del canon aparece con su secularización

y la búsqueda por la propia sobrevivencia de la obra fuera de su valor religioso. El punto

seminal se puede rastrear hasta Dante Alighieri y la trascendencia de su Divina comedia,

sin embargo, es necesario considerar que el autor consideraba a su obra de un valor

religioso. El canon laico no verá la luz sino hasta el siglo XVIII, periodo de la sensibilidad,

sentimentalidad y lo sublime. Es en donde comienza el rastreo de el canon sensible hasta la

antigüedad clásica.
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El canon consiste en una lucha entre los textos por sobrevivir y en todas las épocas

existen textos más canónicos que otros. El problema que localiza Bloom al respecto se

halla en la polaridad entre los que buscan abrir el canon por razones ideológicas y entre los

que defienden la estética. Además, se postula contra la caracterización del canon como un

hecho ideológico en si mismo. El “yo individual” que propone es el único capaz de

interactuar con los valores estéticos de la obra. Define al valor estético de acuerdo con su

construcción la interacción entre artistas y la influencias que incumbe, pero la capacidad de

percibirlo se asienta en el individuo. Es en lo anterior en donde radica la siguiente

contradicción sustancial y es el hecho de que rompe con la individualidad del escritor que

había postulado al principio. En segundo lugar, si es el lector quien puede o no percibir

dicho valor, la estabilidad del canon siembre se encuentra a merced de la interpretación.

El valor estético, que define como un proceso de influencias interartísticas, es decir,

localizado en un campo cultural, es el criterio por el que las obras entran al canon. Sin

embargo, caracteriza a Shakespeare —la figura con la que ejemplifica al canon y valor

estético autónomo— desde la originalidad. Lo cual es una contradicción capital a la

angustia de las influencias, término que utiliza para caracterizar la autonomía literaria. Si,

como señala Bloom, toda originalidad literaria se convierte en canónica, tal angustia de las

influencias es acaso virtual y no opera para caracterizar al texto literario.

El crítico define a las obras canónicas como la gran literatura que es autosuficiente y

superior a los programas sociales. En la medida en la que la obra canónica sobresale entre

el resto porque exige una relectura y mantiene el valor universal frente al complejo

entramado literario, implica una competencia con el resto de las obras que se asienta en una

lucha estética. Por lo que señala que los movimientos originados al interior de la tradición

no pueden ser ideológicos. Lo cual constituye un problema metodológico sustancial, porque


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la ruptura y la competencia con la tradición no se halla en un vacío y aislamiento, en un

espacio utópico sin tiempo ni comunicación, sino en el terreno de la interacción entre las

obras, tal como el crítico ha señalado. La ruptura estética, por lo tanto, es necesariamente

una decisión ideológica, de otra manera, tal competencia y ruptura estética no podría

producirse.

El canon y la literatura, como bien señala Bloom, no son herramientas de salvación

social. Sin embargo, en la medida en la que agencia el poder de reconocimiento del valor

estético al lector, la autonomía que la caracteriza es virtual y endeble, pues la supedita a la

variabilidad interpretativa. La idea tormentosa de abrir el canon escapa a los supuestos

valores intrínsecos del hecho literario —“supuestos” en la medida en la que no son

definidos en el texto— pues los coloca bajo el régimen de interpretación. Si es competencia

de los lectores localizarlos, el canon pierde su objetivo y es una estructura en movimiento y

transformación.

Finalmente, se manifiesta contra la sociocrítica y los estudios culturales, a los que

denomina Escuela del Resentimiento, porque buscan abrir el canon, pues entiende al canon

como su etimología le define, es decir, como una vara de medir. Esta caracterización, más

la noción de competencia que introdujo, establece que las obras se mantienen en lucha por

ser canonizadas. Se sigue de sus postulados que las obras nuevas o actualizadas entrarán en

esta competencia, incluso con las pertenecientes al canon, por lo que habrá algunas que

conserven su lugar y otras no. En este entendido, el hecho de que el canon se modifique es

una característica propia de los procesos de canonización. Pretender que éste sea una

estructura inamovible atenta contra las características intrínsecas que él mismo adjudicó al

canon.
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El texto de Harold Bloom acierta en señalar la necesidad de seleccionar ciertos textos

imprescindibles para la cultura, pues es imposible leer todo lo que se ha escrito. Contiene

una gran destreza al describir al campo literario como elitista y la competencia existente

entre las obras. Sin embargo, y como se revisó someramente, contiene errores teórico-

metodológicos sustanciales, como la equiparación del juicio de gusto con el juicio estético,

las contradicciones argumentativas e, incluso, en la caracterización estructural del canon.

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