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La ingenuidad del planteamiento de esta crítica fue denunciada por Marcel Proust en
Contra Sainte-Beauve, cuya tesis fundamental es que el libro es producto de un yo,
pero un yo distinto al que presentamos en nuestras costumbres en sociedad.
Actualmente, el biografismo y la ingenuidad de llegar al alma del escritor ha sido
descartado dentro de la crítica, aunque continúa habiendo teorías y críticas literarias
que ponen al hombre y su psyque en el centro, como las teorías psicoanalíticas que
veremos en las próximas clases.
El problema de esta crítica no era tanto el resultado, pues los estudios histórico-
positivistas no se reducían a un compendio de datos, sino que mostraban la evolución
histórica de la literatura desde una perspectiva hegeliana, lo cual es una perspectiva
interesante. Lo malo de esta crítica era el hecho de que estos trabajos se realizaban
y leían solo con el fin de determinar su grado de positivismo: cuan depurada y
rigurosa era su recopilación de datos, como de objetivo era. Gustave Lanson era el
mayor representante de esta línea, pues enaltecía lo que él consideraba “sana”
disciplina dellos métodos exactos, su sumisión al hecho y recomendaba reducir al
máximo el sentimiento personal en el conocimiento. Sin embargo, para Lanson
siempre queda algo en la obra (la individualidad) que no puede ser alcanzado por la
ciencia literaria, lo cual admite que la ciencia literaria no puede ser totalmente
positivista, siempre queda algo reducido al misterio.
Para quien sí todo en la obra literaria podía tener una explicación causal es para
Hippolyte Taine, para quien esas ciencias no solo eran posibles, sino que además lo
eran en la misma medida y con las mismas características que las ciencias de la
naturaleza. Para él, las producciones del espíritu humano, como los de la
Naturaleza, se explican por su medio, entendiendo el medio como el estado general
del espíritu y de las costumbres del tiempo a los que pertenecen los artistas y que
constituirían la explicación última de la obra. Este autor, como Hegel, pensaba que a
cada época histórica le corresponde un estado espiritual (Zeitgeist) que da forma a las
producciones del espíritu humano, incluidas las formas del Arte.
Los mayores representantes de esta corriente serán Antole France, Clarín y Jules
Lemaître. Antole France en su prólogo a La vie litteraire introduce la idea de que la
crítica es más un signo del crítico que una referencia a la obra comentada.
Para los impresionistas, el crítico no puede salir de su yo y este encarcelamiento
impediría ver una realidad objetiva que existiría fuera del yo. Además, planteaban la
idea de que la obra crítica es de por sí una obra de arte y está marcado por ese
subjetivismo; no debe pretender alcanzar una metodología objetiva-positivista ya
que no es esto lo que le corresponde. Por otro lado, Lemaître escribe Les contemporains
(1997-1914), donde aplica por primera vez el término impresionismo para describir
su práctica crítica, tomándolo del ámbito de la pintura.
Además, aceptaban que la crítica y la lectura de una obra pudiera cambiar ya que las
propias impresiones personales varían a lo largo del tiempo. Por tanto, lo que
el crítico debía hacer era dar cuenta en cada momento concreto de su vida de las impresiones
que las obras le causaban, sin descartar que estas impresiones llegaran a modificarse
con los años. Esta falta de relevancia de la veracidad se debía a que en ningún
momento Lemaître ni el resto de impresionistas pretendían que su crítica deviniera
en dogma ni en un estudio erudito puesto que pensaban que la erudición
impedía comprender en profundidad la literatura. Otra característica destacable
de la crítica impresionista es que se acercaban siempre favorablemente a la obra;
no perdían el tiempo en aquellas obras que no les han gustado, en una reivindicación
del “placer del texto”. Es una teoría, por tanto, una teoría basad en la sensibilidad
artística del crítico y en la intuición.
Entonces hay un rigor creativo y un rigor crítico (en el sentido de que muchos
poemas, en su autorreflexibidad, se asemejaban a la actividad crítica de los estudios
literarios) que caracteriza el Simbolismo, pero cabe añadir una tercera característica:
la consideración del lenguaje poético como sugestión o evocación. Dentro de este
pensamiento, se entiende que el uso coloquial del lenguaje remite a un sistema fijo
de significados únicos, pero cuando el lenguaje es manipulado por el poeta, puede
llegar a evocar o suscitar asociaciones inesperadas, sorprendentes imágenes que
pueden dar lugar a emociones nuevas y a la polisemia de significados que confluyen.
EL SIGLO XX
Teorías sociológicas de la literatura:
Cuando se habla de los estudios literarios del siglo XX, ya se empieza a disgregar dos caminos
bien diferenciados entre aquella que pretendía hacer un acercamiento científico de la
literatura a través de su materialidad (lo que serán las teorías lingüísticas sobre la
materialidad del lenguaje) y los que querían acercarse a su incidencia y relación con la
sociedad (materialismo histórico). Por tanto, seguimos con un pensamiento del
materialismo, de la materia por delante, y diferirán, al igual que sucedía en los planteamientos
del siglo XX, en qué consideran propiamente como la materia. Del mismo modo, debemos
mantener en mente lo que hemos dicho al principio: aunque se plantee la historia a partir de
esta diferenciación entre teorías sociológicas y teorías lingüísticas, ambas están más
interrelacionadas de lo que se plantean, como veremos.
La conciencia de una relación entre literatura y sociedad es algo que puede rastrearse ya en la
crítica romántica. Si recordamos el planteamiento de Madame de Staël en su De la literatura
considerada en sus relaciónes con las instituciones sociales (1800) ya veíamos un acercamiento
sociológico a la literatura en su interacción con la realidad de su tiempo. En el
romanticismo, por tanto, es cuando podemos considerar el origen de la disciplina de la
Sociología de la Literatura, cuyo objetivo es dar cuenta del alcance y características de
esa reconocida relación entre literatura y sociedad. Sin embargo, esta no es una disciplina
que goce de unidad ya que la crítica sociológica presentará tantas variedades cuantos
conceptos de sociedad y de sociología manejen sus cultivadores. Lo que hay de común en
todas ellas es la problemática común: la discusión en torno a cuestiones como las
instituciones, o la conciencia colectiva, las clases sociales, las ideologías, etc. Lo que variará
principalmente será la metodología, una diferencia metodológica que implica una diferencia
metodológica fundamental, al que separa la sociología empírica de las sociologías dialécticas:
- La sociología empírica busca el postulado de la objetividad científica, eliminando
todo juicio de valor estético. Estas observan el objeto literario como objeto de
consumo.
- La sociología dialéctica desarrolla ciertas teorías estéticas y filosóficas existentes
con la ayuda de nociones sociológicas. Estas observar al objeto literario como parte
integrante de la realidad social (por tanto, hay una parte de consideración de la
obra literaria como objeto de consumo, aunque se le añade todo el resto de factores
así como el planteamiento valorativo que decida incluir el teórico en cuestión).
Teorías sociológicas empíricas:
Comenzaremos viendo la sociología empírica, que pasaremos más por encima porque
realmente (aunque no podemos diferenciar bien entre disciplinas) pertenece más al ámbito
de la sociología que al de la teoría de la literatura, aunque sus conclusiones sean de notable
relevancia para el estudio de la literatura desde otras perspectivas. Las teorías sociológicas
empíricas tienen la ambición de alejarse de toda valoración de la obra partir de su
correspondencia con unos valores, por ello mantienen metodologías empíricas y
positivistas. Esta corriente se centra fundamentalmente en los estudios de mercado, con un
exagerado control cuantitativo y prescindiendo de toda hipótesis intuitiva o valorativa (que
en realidad es fundamental en cualquier otra corriente de investigación literaria). La obsesión
de la objetividad de estos trabajos lleva a sus representantes a negar la validez científica de
los trabajos que no permanecían en los confines de la recogida de datos. Son estudios que
sobrepasan las posibilidades de los individuos e incluso de los equipos aislados, por
eso, sus protagonistas son en realidad centros de investigación sociológica.
Uno de los métodos más utilizados serán las encuestas y las consultas minuciosas de
documentos. Pero, sea cual sea el método empleado, el objetivo es siempre el mismo:
conocer la mayor cantidad de datos posibles acerca del circuito de la comunicación literaria.
Conocer la literatura es conocer cuántos escritores escriben en una sociedad, cuáles son sus
orígenes sociales, cuál es su edad, qué tipo de libros escriben, cuáles de entre ellos son
publicados por los editores, quiénes son los editores, quiénes son los lectores, qué tipo de
libros prefieren y en qué circunstancias leen. La conclusión de estos estudios es que la
literatura casi no existe, pues lo que existe es la industria y el comercio del libro que erige
unos medios difusión determinados. Esta visión, aunque triste, sí refleja el lugar de la
literatura en la sociedad conteporánea: ya no es el objeto sacralizado de obra que se tenía
antiguamente. La literatura no es nada, no es algo diferenciado a la cultura de masas
puesto que lo que se consume es lo que es. Sólo existe un objeto de consumo que va
variando según las condiciones de la industria, por tanto, serán estas condiciones las que
habrá que analizar
2) La segunda característica tiene que ver con el carácter complejo tanto del
marxismo como de la teoría literaria marxista. En sí misma, la filosofía o la
política marxista presenta una intrincada conceptualidad y una amplia gama de
posturas diferentes; pero es que, además, hay que sumar a ello la larga evolución
histórica del marxismo como pensamiento seminal que se origina con los escritos de
Karl Marx y Friedrich Engels en el siglo XIX y que, después, se extiende a lo largo
del siglo XX enraizándose prácticamente en todo el mundo. Debe tenerse en cuenta,
además, las síntesis entre el marxismo y otros planteamientos filosóficos como
el psicoanálisis, la sociología, el estructuralismo, etc. Por todo ello, bien se
puede decir que el marxismo posee una historia propia, una historia dentro de las
otras historias que estamos relatando aquí. En la exposición que sigue trataremos de
reflejar tanto las principales etapas de esta visión del mundo como su sistema.
Por ello, debemos entender el pensamiento marxista no sólo como lo que se originó en el
siglo XIX, sino también en su complejidad, incidencia y desarrollo a lo largo de la teoría
del siglo XX. Además, también debemos reconocer que hubo, dentro de los enfoques
dialécticos, otra corriente que no se derivaba de la sociología marxista sino de la filosofía
idealista. Estas obras de sociología de la literatura de posición idealista no utilizaban
conceptos característicos del materialismo histórico tales como “ideología” o “clase social”,
sino otros conceptos procedentes de las filosofáis idealistas de la historia tales como
sociedad histórica o espíritu de época. De este modo, la sociología idealista veía la
sociedad como un todo armónico caracterizado por una visión unitaria de la realidad, y la
obra literaria expresaría el espíritu de ese todo social.
Sin embargo, aquí dejaremos de lado esta corriente idealista, que ya resulta muy caduca y
tiene poco margen de aplicación en la actualidad. Nos vamos a mantener y vamos a fijarnos
en el desarrollo de la teoría dialéctica de corte marxista, que es la que ha tenido y tiene
más importancia en el desarrollo del siglo XX hasta nuestro tiempo. Conviene señal las dos
direcciones, positiva y axiológica que puede tomar la teoría sociológica de la literatura,
divididas en la distinción entre teoría sociológica y crítica social. Es bien sabido que todas
las corrientes de la teoría sociológica, incluida la marxista, ha pretendido valorar las obras
literarias en base al grado de fidelidad con que reproducía los valores ético-políticos
del marxismo.
DIAPOSITIVA
Toda teoría marxista de la literatura incluye una sociología de la literatura (una sociología
eminentemente marxista). Por tanto, se fundamentará en conceptos básicos de la teoría
marxista que tiene como fundamento el materialismo histórico: el marxismo introduce
una visión dinámica de la historia, heredera de la dialéctica de Hegel. La historia es la
insatisfacción eterna con un concepto, su destrucción, negación, y superación en un concepto
nuevo (más amplio y comprensivo). Sería la dialéctica tesis, antítesis, síntesis. La
generalidad de los fenómenos, es decir, la sociedad, el arte, son explicables no ya a partir de
ideas elevadas como el espíritu o la razón, sino a partir de las condiciones históricas. Su punto
de partida es la materia misma. El materialismo contemplativo de la ciencia partía del
supuesto de que podemos conocer el mundo presente y las leyes que lo gobiernan y, a partir
de ellas, somos capaces de establecer el estado del mundo pasado o futuro. Por tanto, el
futuro será algo fijo y definitivo, como el pasado, y no podemos hacer nada por cambiarlo.
Marx afirma es que la realidad y la sensibilidad se caracterizan precisamente por su
transformabilidad. Por tanto, una investigación materialista no solo debe reflejar el estado
de las cosas, sino que debe también y sobre todo transformarlo a través de la reflexión en
torno a las potencias de evolución de la historia y al análisis de los procesos
históricos.
Además, para ello, cambiarán la perspectiva en torno a la naturaleza humana, que ya no verán
como algo que posee el ser humano como algo esencial, a priori. Para ellos, todo lo que
consideramos propio de lo humano es un producto social: “no es la conciencia de los
hombres la que determina su ser, sino que su ser social determina su conciencia”. Los
hombres mantienen entre sí unas relaciones necesarias para la producción social, y la suma
de esas relaciones de producción constituyen la estructura económica social, que denominan
base o infraestructura. A partir de esa estructura económica se construyen las diferentes
manifestaciones legales, políticas y culturales, las cuales se denominan superestructura. Por
tanto, la idea clave es que la base (la estructura económica) determina, condiciona la
superestructura (procesos sociales, políticos e intelectuales).
En ciertos estadios de su desarrollo, las fuerzas productivas (personas) de la sociedad entran
en conflicto con las condiciones de producción, con la situación económica dentro de la que
desarrollan su actividad. Cuando las fuerzas productivas dejan de ser sólo productoras y se
convierten en contestatarias, entonces comienza una época de revolución social. Pero para
que los agentes lleguen a una situación revolucionaria es necesario que tomen conciencia de
su situación de desigualdad en relación con las clases dominantes. Por ello, para protegerse,
las clases dominantes construyen un discurso ideológico (en el que la religión siempre ha
tenido un papel instrumental importante) cuya finalidad es que las fuerzas productivas
comprendan que su situación es natural y la mejor de las posibles. Si los miembros de las
clases dominadas participan de ese discurso, el marxismo habla de conciencia alienada. La
desalienación comienza en el momento en que un individuo o una clase perteneciente a los
grupos dominados advierte que el discurso de las clases dominantes es sólo de las clases
dominantes y no suyo, lo cual es necesario para que las fuerzas productivas entren en
conflicto con las relaciones de producción existentes. Por tanto, dentro de la superestructura
se engloba una forma de conciencia social que el marxismo denominará ideología, cuya
función es legitimar el poder de las clases dominantes. La ideología, por tanto, no es un
conjunto de doctrinas y creencias, sino la manera en que los hombres viven sus papeles en
la sociedad de clase, los valores, ideas e imágenes que los vinculan a su función social y evitan
que adquieran un verdadero conocimiento de la sociedad como un todo. (CURSILLO
RÁPIDO DE MARXISMO)
No obstante, también es cierto que muchos de estos afamados teóricos marxista de la
literatura no se han limitado a explicar socialmente el fenómeno literario sino que han
pretendido elaborar a partir del materialismo dialéctico une Estética, una teoría de la
literatura que, por ser parte de la filosofía materialista y no de la ciencia materialista, tiene en
cuenta no sólo la dimensión histórica, social de la literatura, sino también lo que podría
llamarse su dimensión antropológica, transhistórica. Hay una pregunta también en torno
a los problemas “esenciales” del arte que impide considerarlo meramente una teoría
sociológica.
La literatura dentro del pensamiento marxista: la literatura como fenómeno superestructural:
La reflexión en torno a la literatura está presente, aunque de forma breve, en los propios
planteamientos de los marxistas. Marx plantea su idea en torno a la literatura en Contribución
a la crítica de la economía política (1859) y que nos permite extraer las siguientes ideas básicas:
1. El arte está vinculado a las formas del desarrollo social. Es decir, la epopeya griega
surge en su época necesariamente unida a la ideología que caracterizaba la sociedad
griega (la mitología) y el estado de desarrollo de las fuerzas productivas que
determinaban esa ideología. Por tanto, las formas y los contenidos del arte están
históricamente determinados. El arte en general y la literatura en particular forman
parte de la superestructura de una sociedad. Esto invierte la forma clásica de
entender el origen de la literatura: la principal causa no se encuentra en la inspiración
platónica, en la técnica, o en las profundidades psicológicas del autor sino en las
condiciones económicas del contexto histórico en el que surge.
2. No hay una relación mecánica entre arte y sociedad. Este vínculo entre arte y sociedad
no hay que entenderlo de forma mecánica puesto que, aunque la situación económica
sea la base, los diferentes elementos de la superestructura también ejercen una
influencia en el curso de las luchas históricas y pueden determinar su propia
forma. Los diferentes elementos de la superestructura también interactúan entre sí y,
aunque en última instancia el factor determinante es el económico, los elementos
superestructurales influyen en la base económica. El arte no puede cambiar por
sí solo el curso de la historia, pero puede ser un elemento activo en el cambio.
3. El arte posee un valor estético que permanece incluso una vez superadas las
condiciones sociales que estuvieron en su origen. Hemos dicho que la
superestructura implica una forma de conciencia social cuya función es legitimar la
base, el poder de las clases dominantes. Por tanto, ¿qué pasa con la literatura en tanto
que elemento que forma parte de la superestructura? Como la literatura a la que nos
acercamos normalmente tratan de un tiempo remoto o de personajes que poco
tienen que ver con la realidad social e histórica que habitamos o hay contenidos
mágicos e irracionales, desde un punto de vista marxista la literatura no puede
contribuir a una toma de conciencia de la realidad objetiva de ese momento
histórico para la revolución social. Pero esta es una lectura un poco rápida ya que
Marx reflexiona sobre por qué nos identificamos con obras que no responden a
nuestra estructura social; y es por la nostalgia de una conexión del hombre con
la naturaleza. La literatura también puede tener un potencial de representar de
forma subversiva la ideología. Por tanto, se le reconocen estas dos capacidades al
arte literario.
Este planteamiento que en principio puede resultad ingenuo, posee un fondo de
verdad importante y habrá que pensar qué procedimientos y formas deberá adoptar
para dar lugar a la subversión. Para Engels, si la literatura desea convertirse en un
instrumento de crítica ideológica tiene que adoptar lo que conocemos como un
modo de representación realista, es decir, hace un planteamiento formal inclinado
hacia el realismo. El marxismo clásico dará una importancia mayor al contenido
sobre la forma, un realismo en torno a las condiciones reales de existencia de los
individuos. Por tanto, recuperan una concepción mimética de la literatura. Será
esa mímesis lo que dará valor a una obra literaria, un valor de imitación que estará
por encima del valor de la intencionalidad del autor al escribir la obra.