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Tema-2-PSICOLOGIA-SOCIAL.

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vanesasori

Psicología Social: Procesos Básicos

1º Grado en Psicología

Facultad de Psicología
Universidad de Murcia

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Tema 2: Percepción y atribución social

∙ La Percepción Social
Cuando nosotros percibimos a otro en una situación social, no solamente observamos lo que
esa persona hace; a partir de la percepción del otro, intento comprender por qué hace lo que
hace, el origen de ese comportamiento, así como llegar a predecirlo, para así de esta manera
poder ajustar la interacción entre esa persona y yo.
Por tanto, la percepción social no es un proceso pasivo. Sus elementos esenciales son la
SELECTIVIDAD y el CARÁCTER ACTIVO.

Percibir de forma selectiva significa que las personas no procesamos toda la información que
llega a nuestros sentidos, sino que, gracias al proceso previo de ATENCIÓN, nos centramos en
algunos aspectos y pasamos por alto otros. Esto se debe a dos razones, una de tipo COGNITIVO
y otra de CARÁCTER MOTIVACIONAL.
La primera es la imposibilidad que tenemos de procesar tanta información, dado que nuestros
recursos cognitivos son limitados. La segunda es que no toda la información estimular tiene el
mismo grado de importancia o valor para las personas; dependiendo del interés del perceptor,
de sus actitudes o del contexto pueden adquirir relevancia aspectos muy distintos.
El carácter activo de la percepción social se refiere a que las personas clasificamos la
información obtenida en CATEGORÍAS, y las elaboramos para generar y desarrollar estructuras
(ej: esquemas), de forma que cuando llega nueva información relacionada con una categoría,
ya tenemos una idea aproximada acerca de esa información, lo que facilita su asimilación y
manejo. En este sentido, no somos meramente reactivos ante los estímulos del medio.
La percepción ocurre en el contexto dinámico de la INTERACCIÓN SOCIAL, por lo que ambas son
inseparables; esto es, cuando interactuamos con alguien es importante conocer lo que la otra
persona está sintiendo, es decir, cuáles son sus EMOCIONES y qué INTENCIONES tiene
(conocimiento sobre lo que sienten y pretenden los demás).
Además, también es necesario tener una idea de cómo son esas personas, es decir, formarse
una IMPRESIÓN de ellas. No obstante, seguirá habiendo veces en las que la conducta de las otras
personas nos sorprenda y desconfirme las expectativas que nos habíamos formado; en este
caso, tenemos que aventurar una explicación realizando ATRIBUCIONES a características de esas
personas, características del contexto o a las circunstancias que enmarcan la interacción.
Para estas tres actividades nos ayudarán los esquemas mentales que tenemos. Estos
intervienen en todas nuestras percepciones; cuando percibimos un estímulo, lo primero que
hacemos automáticamente es incluirlo en una categoría a la que ya suele haber asociado un
esquema.

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- Procesamiento de la información abajo-arriba y arriba-abajo
Ambos términos se refieren al origen de la información y a la dirección que sigue el
procesamiento cognitivo para interpretarla.
En el primer caso, “ABAJO-ARRIBA”, la información procede del medio; es decir, se refiere a las
características de los estímulos que percibimos; finalmente, me hago una imagen final del
estímulo y lo inserto coherentemente en una categoría. En el segundo caso, “ARRIBA-ABAJO”,

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hace referencia al conocimiento que ya tenemos almacenado en la memoria (esquemas y
ejemplares); generalmente, no somos conscientes de cómo este conocimiento previo y las
expectativas que genera influyen en lo que percibimos.
Cuando percibimos cualquier estímulo, las dos clases de procesamiento se combinan (salvo en
el caso de estímulos totalmente nuevos para los que no tengamos ningún esquema previo; en
esta situación se produciría un procesamiento de abajo hacia arriba que daría lugar a la
formación de un nuevo esquema).

- Conducta no verbal
Cuando nos encontramos con alguien que no conocemos, lo primero que percibimos, aparte
de su aspecto físico, es su expresión facial, su mirada, su postura, la distancia que mantiene
con nosotros… en resumen, su conducta no verbal.
La conducta no verbal es el medio de transmisión de información mediante claves que no son
palabras; dicha información es fundamental, pues nos sirve para inferir qué emociones está
sintiendo la otra persona y cuáles son sus intenciones.
Esta inferencia debe ser muy rápida, ya que de ella dependerá nuestra forma de interactuar
con el otro; así de importante es hacer un juicio rápido, que a lo largo de la evolución hemos
desarrollado la capacidad de captar señales amistosas o amenazantes en la expresión.

La expresión no verbal de emociones es una información básica porque es relativamente


automática.
La gente suele pensar que la CONDUCTA NO VERBAL es espontánea (no intencionada) e
incontrolable y se fían de ella como expresión fidedigna de los sentimientos e intenciones de
los demás más que de sus palabras. No obstante, los psicólogos sociales han demostrado que
las personas regulan su conducta no verbal cuando les interesa disimular lo que sienten y
aparentar lo que no sienten; también son mejores mintiendo que detectando el engaño en
otros.
Las expresiones no son únicamente la manifestación de un estado interno (ej: qué esta
sintiendo la persona) sino acciones que tiene una FINALIDAD COMUNICATIVA en la interacción con
los demás, señales sociales que reflejan nuestras intenciones y que han sido adquiridas por
nuestra especie a lo largo de su evolución.
Este carácter interactivo de las expresiones hace que sean muy sensibles a factores
situacionales y culturales. Aunque hay determinadas emociones universales, su expresión o

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Psicología Social: Procesos...
Banco de apuntes de la
inhibición, así como su interpretación por parte del perceptor, dependen mucho del contexto
y de las normas culturales. La importancia del contexto en la interpretación de esta conducta
no verbal se debe también a su ambigüedad.

En resumen, la conducta no verbal es fundamental en la percepción de otras personas, ya que nos trasmite
información sobre sus emociones y sus intenciones hacia nosotros. Aunque su interpretación depende
mucho del contexto, el ser humano es capaz de captar esa información de una manera tan natural que ni
siquiera es consciente de ello.

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- Formación de impresiones
Cuando interactuamos con alguien, no solo necesitamos hacernos una idea de cuáles son sus
intenciones, sino también de cómo es esa persona (no somos perceptores pasivos). Estas
impresiones las inferimos a partir de la observación.
Hay distintos enfoques que explican el proceso de formación de impresiones:
a) El enfoque de “configuración gestáltica” (Asch)
Asch defendía que algunos rasgos de las personas adquieren tal preponderancia sobre el resto
que son determinantes en la formación de impresiones; estos son los RASGOS CENTRALES:
influyen en el significado de los demás rasgos (RASGOS PERIFÉRICOS) y son, por tanto,
responsables de la configuración global que nos formamos sobre la otra persona (determinan
la imagen final).
En el que un rasgo sea central o periférico no depende, según Asch, del significado del rasgo
en sí, sino del contexto, es decir, del resto de rasgos estímulo con los que aparece asociado.
Una cuestión clave que plantea el procedimiento desarrollado por Asch es cómo se integra la
información inconsistente. En una lista de rasgos, siempre cabe la posibilidad de que existan
dos o más incompatibles.
El planteamiento de Asch, que se conoce con el nombre de “configuración gestáltica”, parte
de la base de que, en una lista de rasgos, cada uno de ellos depende del conjunto, puesto que
lo que hace la persona es formarse una idea general del otro.
Estas contradicciones se resuelven cambiando mentalmente el significado de algunos de los
rasgos inconsistentes. El cambio de significado se produce primero en el plano descriptivo,
pero acaba pasando al evaluativo; es decir, no solo interpretamos de distinta forma el rango,
sino que también lo valoramos más positiva o negativamente.

b) El enfoque de “combinación lineal” (Anderson)


Anderson, a diferencia de Asch, considera que todas las características que observamos de
alguien tienen la misma importancia.
No admite la idea del cambio de significado. En su lugar, defiende que el valor de los rasgos
que describen a una persona se suma o se promedia para formar una evaluación global; este

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valor se lo da el perceptor. Es como si, cuando conocemos a alguien, calculáramos todos los
pros y los contras para formarnos una impresión global acerca de esa persona.
Este enfoque se centra en el carácter evaluativo de la impresión que nos formamos de una
persona, no en la coherencia interna de esa impresión, como ocurría con el planteamiento de
la “configuración gestáltica”.

Dentro del enfoque de combinación lineal a su vez existen 3 modelos:

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- El primero, MODELO SUMA, se limita a postular una simple suma del valor de todos los rasgos
de la lista. Según esto, si se quiere causar una impresión favorable, conviene mencionar
cuantos más rasgos positivos mejor, aunque sean de poco valor.
- El segundo, MODELO PROMEDIO, propone que lo realmente operativo es la media del valor de
todos los rasgos. Es decir, según este modelo, lo que de verdad produce una impresión
favorable es mencionar pocos rasgos, pero muy positivos.
- El tercero, MODELO DE LA MEDIA PONDERADA, introduce la idea de que no todos los rasgos
tienen la misma importancia en todos los contextos. Esta asignación diferencial de
importancia a cada rasgo es también la forma de resolver las posibles inconsistencias entre
los rasgos de una misma persona: se concede menos peso a los rasgos que contradicen a
los que ya se conocían (estrategia llamada “defensa perceptiva).
Puede parecer que se asemeja al enfoque de Asch, pero existe una diferencia muy
importante entre ambos. Los rasgos centrales influyen el significado de los demás rasgos y
organizan la imagen global que tenemos del otro; en cambio, los rasgos con más peso en el
modelo de la media ponderada son simplemente elementos de información aislados que
resultan más salientes o tienen más importancia que el resto, pero que no afectan al
significado de los demás rasgos (independencia de los rasgos entre sí).

Los dos modelos pueden resultar operativos, si bien no simultáneamente. Las impresiones
globales que defiende enfoque de “configuración gestáltica” predominarán en aquellas
situaciones en las que se exige rapidez y no hay apenas tiempo para el procesamiento
cognitivo, o la persona carece de motivación suficiente.
Al contrario, los elementos informativos se analizarán con detalle (como sostiene el enfoque
de “combinación lineal”) cuando la persona tenga una motivación elevada, pueda dedicar
tiempo a la integración de dichos elementos y cuando el otro no encaje en ninguna categoría
de la que la persona tenga información.

- ¿Qué factores influyen en la percepción social?


Como ya hemos dicho, la percepción ocurre en el contexto dinámico de la interacción social;
percepción e interacción son inseparables. Así pues, los factores que influyen en el proceso de
percepción son los 3 elementos de la interacción: el perceptor la persona percibida y el
contenido de la percepción.

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Factores asociados al perceptor
Las metas, objetivos y motivaciones del perceptor, así como las situaciones en las que se
encuentra, influyen de una manera decisiva en el resultado de la percepción.
Así pues, solo queda esperar un procesamiento por separado de los elementos de percepción
si la persona persigue formarse una impresión segura del otro, es decir, cuando tenga la
motivación suficiente y cuente con el tiempo necesario para ello (situaciones de diagnóstico).
No ocurrirá lo mismo en las situaciones de acción donde conocer a la persona con la que se va
a interactuar no es un objetivo prioritario; en estos casos, nos resultará más útil el
conocimiento que tenemos almacenado en esquemas (de roles, de situaciones…).
Las expectativas del perceptor basadas en los esquemas que posee también influyen en la
percepción. Jones establece una distinción entre dos tipos de expectativas: 1) expectativas
relativas a la categoría a la que pertenece la persona percibida, muy relacionadas con el
estereotipo; 2) expectativas sobre la persona concreta percibida, basándose en el esquema
que se posee del otro como persona individual, única y singular. El resultado perceptivo es
distinto en cada caso.

Otros factores del perceptor que se han tenido en cuenta han sido la familiaridad con el
estímulo, el valor que este tiene, su significado emocional y el GRADO DE EXPERIENCIA.
La FAMILIARIDAD DEL ESTÍMULO conduce a percepciones más complejas y, normalmente, más
positivas. El VALOR DEL ESTÍMULO para el preceptor genera acentuación perceptiva y efecto halo;
la primera tiene que ver con la exageración perceptiva de las características del estímulo con
respecto a otros estímulos; la segunda se refiere a la generalización de una característica
positiva del estímulo al estímulo en su conjunto (ej: decimos a una persona atractiva inferimos
que es además agradable, interesante y digna de confianza).
El SIGNIFICADO EMOCIONAL DEL ESTÍMULO alude al grado en que la persona percibida puede
satisfacer nuestras necesidades o deseos, o suponer una amenaza para estos. Si esperamos
una consecuencia positiva de ella o un beneficio, estaremos más atentos a la información que
nos proporcione (perspicacia perceptiva); si esperamos una consecuencia negativa,
tenderemos a ignorar la información que nos trasmite (defensa perceptiva).
Además, las personas con más experiencia en cierto tipo de rasgos realizan percepciones más
precisas sobre la persona estímulo, ya que estiman la importancia que tienen tanto los rasgos
de la persona estímulo como la situación a la hora de interpretar la conducta.

Factores asociados a la persona percibida


La persona percibida desempeña un papel activo en el proceso perceptivo. Puede “MANEJAR
LA IMPRESIÓN”, para así alterar a su favor el resultado de la percepción.

Las estrategias de ‘manejo de la impresión’ son muy numerosas. Algunas de ellas son el
CONGRACIAMIENTO (intentos de ensalzamiento del otro; si la persona que es elogiada lo nota,
puede haber efecto rebote) y la INTIMIDACIÓN (amenazas y coacciones). En una categoría

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parecida a la intimidación se ubican los intentos por movilizar los sentimientos de culpa o de
obligación moral del perceptor, con el propósito de conseguir que su percepción acabe siendo
más favorable.
Otra forma de manejar la impresión es presentarse bajo una luz más favorable, a través de
intentos de ensalzamiento de las buenas cualidades (AUTOENSALZAMIENTO). A veces, eso se
consigue por medio de la autoatribución de los logros de alguien con quien la persona se siente

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identificada (“brillar con la gloria ajena”).
En ocasiones, lo contrario al autoensalzamiento produce el efecto deseado de mejorar la
imagen que se presenta a los demás. Alegar incapacidad por alguna causa externa puede servir
para paliar los efectos negativos de algunos comportamientos propios, especialmente cuando
éstos resultan difícilmente justificables.

Factores relativos al contenido de la percepción


Uno de los factores más importantes es el EFECTO DEL ORDEN en que se presentan los distintos
elementos que describe a una persona. Si la influencia de los rasgos que aparecen al principio
es mayor, se habla un efecto de primacía; el efecto es de recencia si la mayor influencia la
ejercen los que se conocen al final.
Tanto el modelo de la “configuración gestáltica” propuesto por Asch, como el de la “media
ponderada”, formulado por Anderson, pueden explicar el efecto de primacía. Para Asch, el
primer rasgo “sesga” o marca de alguna forma todos los que vienen a continuación; Anderson,
por su parte, alega que el primer rasgo puede tener un peso mayor que los que les siguen en
la lista.
No obstante, en ocasiones los rasgos poseen algunas características especiales que anulan en
efecto del orden (ej: mayor concreción, mayor relevancia para la interacción…);
independientemente del orden en que aparezcan, tendrán mayor influencia en la percepción.
Otro aspecto del contenido de la percepción que se ha estudiado es el TONO EVALUATIVO DE LOS
ELEMENTOS INFORMATIVOS, es decir, su carácter positivo o negativo. Cuando una descripción se
combinan rasgos positivos con negativos, estos últimos ejercen un impacto mayor; los rasgos
negativos son más difíciles de desconfirmar y más amenazantes para el perceptor, así como
menos habituales y, por tanto, más informativos.
Por otra parte, debido al motivo social universal de confianza, tendemos a esperar cosas
buenas de los demás, lo que hace que la información negativa resulte más saliente porque
choca con nuestras expectativas.
Asimismo, la información que no es redundante tiene mayor impacto, ya que se destaca
perceptivamente el resto de la información y se impone a ella. Los rasgos ambiguos ejercen
menos impacto que los claros.

¿En qué se fijan las personas cuando interactúan con otras? En tres aspectos: la APARIENCIA FÍSICA
(a partir de la cual categorizamos a los demás en tres dimensiones: edad, sexo y grupo étnico),

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la CONDUCTA (verbal y no verbal) y los RASGOS DE PERSONALIDAD; también, aunque en menor
medida, en qué tipo de relaciones mantienen, en qué contexto se mueven y qué objetivos
persiguen.
Como siempre se va a intentar conseguir una interacción fluida, el perceptor se fijará en aquel
aspecto que considere más eficaz en cada momento. La apariencia física es muy útil para
determinar la categoría social de la persona, pero tal vez no lo es en la misma medida para

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adivinar su estado emocional o sus intenciones, que podremos detectar mejor a través de su
conducta no verbal.
En cuanto a los rasgos de personalidad, en la cultura occidental está muy extendida la creencia
de que de las características de una persona dependen de su conducta futura; los rasgos, por
tanto, adquieren una importancia crucial cuando se pretende entablar una relación duradera
con alguien.

∙ La atribución social
Las atribuciones son explicaciones sobre las causas de las acciones de las personas, y son
básicas para la PREDICCIÓN y el CONTROL de nuestro entorno. Tratamos de explicar el mundo que
nos rodea porque eso nos posibilita tener la sensación de que comprendemos lo que ocurre y
de que los sucesos son predecibles.
Aunque a menudo no sabemos con certeza cuál es la causa, la inferimos a partir de la
información disponible en ese momento. Estas INFERENCIAS se aplican tanto a los fenómenos
físicos como a las conductas de las personas, incluyendo también nuestra propia manera de
actuar.
El problema de esta atribución es que nosotros derivamos características de personalidad de
las personas a partir de la conducta observada; si esta es inferida y no real, estamos
cometiendo un error, ya que asumimos mucha información que no es correcta.
Se suelen hacer procesos atribucionales con más frecuencia ante ACONTECIMIENTOS DOLOROSOS
o INESPERADOS. La razón es que, en este tipo de sucesos, conocer qué los ha provocado nos
permitiría predecir qué condiciones podrían volver a desencadenar ese mismo problema y
pensar si es posible evitarlo o controlarlo.
Por tanto, una vez que nos hemos formado una primera impresión sobre alguien, el paso
siguiente saber cómo se comporta y por qué (atribución). Las explicaciones causales sobre la
conducta son esenciales para conseguir un conocimiento más profundo que el que se puede
obtener a partir de una primera impresión superficial; las conclusiones que saquemos respecto
a por qué las personas se comportan de una forma u otra van a determinar nuestro juicio
sobre ellas y, como consecuencia, nuestra conducta hacia ellas.
Las explicaciones que damos sobre nuestra conducta y la ajena suelen ser razonablemente
acertadas en la mayoría de ocasiones; de otro modo, los procesos de atribución, constantes
en nuestro pensamiento, no cumplirían una función adaptativa. Sin embargo, frecuentemente
cometemos sesgos en nuestro juicio debido a que el proceso de atribución causal es complejo,

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y a que en el que entran en juego tanto el funcionamiento de las estructuras mentales del
observador como sus actitudes, necesidades o expectativas previas (condicionada por la
motivación, emociones y conocimiento previo). No obstante, estas inferencias permiten
satisfacer motivaciones sociales básicas como las de control y autoestima.

- Modelos explicativos sobre cómo se hacen las atribuciones


1. El análisis ingenuo de la conducta (Heider)

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La teoría de Heider se centra en el proceso que seguimos cuando tratamos de buscar las causas
de lo que sucede en nuestro contexto social. Según él, las personas actúan como “PSICÓLOGOS
INGENUOS” que construyen teorías de sentido común sobre las causas del comportamiento
humano.
Para poder hacer inferencias causales, es decir, determinar el porqué de una conducta, las
personas siguen una norma que le permiten decidir cuál es la causa, entre todas las posibles.
La tarea del perceptor consiste en averiguar si una acción se debe a una disposición del actor,
es decir, del agente que la realiza (ATRIBUCIONES INTERNAS o DISPOSICIONALES: rasgos de
personalidad, motivación, intención, esfuerzo) o algo externo a esa persona (ATRIBUCIONES
EXTERNAS o SITUACIONALES; ej: verse forzada por el ambiente o que haya intervenido la suerte).

Además, puesto que un objetivo fundamental de la atribución causal es predecir sucesos


similares en el futuro, es importante para el preceptor averiguar si existe una causa que no
varíe, es decir, que sea ESTABLE y DURADERA.
Las causas que se puedan atribuir a disposiciones de la persona, como los rasgos de
personalidad, ofrecen más garantías de que esa persona pueda volver a repetir la conducta y
tienen mucha importancia en el proceso atributivo. Cuanto mayor sea la percepción de que la
causa de la conducta se debe a la situación, menor será la responsabilidad que se le atribuya al
actor y menos atribuciones a su persona se realizarán.
Para poder hacer atribuciones internas, además de descartar la existencia de una explicación
externa, un paso importante es averiguar hasta qué punto la persona tiene INTENCIÓN de
realizar dicha acción, CAPACIDAD y MOTIVACIÓN de llevarla a cabo. Heider propone que hay tres
aspectos que se tienen en cuenta para llegar a una atribución personal sobre la conducta:
- La intención del actor de llevarla a cabo
- Su capacidad para realizar la acción, que depende tanto del conocimiento y habilidades del
actor como de la dificultad de la tarea
- El esfuerzo empleado para ejecutar la acción (indicador del nivel de su motivación)

La teoría de Heider aborda también el grado de responsabilidad del actor en la acción, que
difiere no solo en función de su capacidad y motivación, sino también de la influencia de la
situación en el suceso:
- Asociación: la persona no tiene capacidad ni motivación para realizar la acción; es el nivel
de menor responsabilidad.

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- Causalidad simple: situación en la que el actor tiene la capacidad, pero no la motivación
para realizar la acción.
- Previsión: existe capacidad y no motivación, pero al actor se le puede achacar que no ha
previsto lo que podía suceder.
- Intencionalidad: acciones en las que existe capacidad y motivación; es el nivel en el que
más se responsabilizaría al actor.
- Justificabilidad: el actor tiene capacidad y motivación para llevar a cabo la conducta, pero
se le exime de responsabilidad ya que se ha visto obligado a realizar esa acción debido
a la situación.

2. Teoría de las inferencias correspondientes (Jones y Davis)


Este modelo se centra exclusivamente en las ATRIBUCIONES DISPOSICIONALES, es decir, en explicar
cómo se llega a la conclusión de que una conducta se corresponde con alguna disposición
interna (rasgos estables de personalidad). Para ello, debemos analizar la intención del otro.
Un paso previo a la búsqueda de las disposiciones personales es enjuiciar si el comportamiento
ha sido elegido LIBRE e INTENCIONADAMENTE; si la conducta se ha llevado a cabo bajo coacción
externa, la causa depende del ambiente o de la situación.
Una vez que se ha constatado que la acción es libre e intencionada, el perceptor se centra en
los efectos que provoca la conducta para poder llegar a la conclusión de si existen o no
características personales subyacentes que puedan explicarlas. El observador sigue cierta
lógica:
- Qué efectos exclusivos o inesperados tiene el comportamiento observado en comparación
con otros comportamientos alternativos; es lo que Jones y Davis denominan EFECTOS NO-
COMUNES de la acción. Ej: salir de fiesta-ir al gimnasio con amigos.
Cuanto menor sea el número de efectos no-comunes y mayor el de COMUNES, más probable
será que se haga una inferencia correspondiente, ya que si el número de efectos no
comunes es elevado, la información que maneja el observador es ambigua y no pueden
extraerse conclusiones claras.
- La frecuencia y deseabilidad de los efectos de la conducta. Cuando el comportamiento es
socialmente deseable no se puede saber si hay una causa interna que lo promueve o si el
actor está comportándose según las prescripciones sociales; sin embargo, una conducta
rara o contraria a las normas sociales sí permite descartar las causas externas y, por tanto,
hacer inferencias correspondientes.
- Relevancia hedónica de la acción para el perceptor. Si la conducta tiene consecuencias
positivas o negativas para el observador aumenta la tendencia de este hacer inferencias.
- Personalismo. Cuando el observador considera que la conducta del actor va dirigida
intencionadamente a beneficiarle o perjudicarle, realizará más inferencias.

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3. El modelo de covariación y los esquemas causales (Kelley)
Esta teoría pone el énfasis en analizar qué tipo de información se utiliza para llegar a una
atribución causal.
Cuando el perceptor dispone de la información necesaria, examina qué factores covarían en la
conducta para, de este modo, determinar si esta se debe a causas disposicionales o
situacionales. Existen tres causas a las que se puede atribuir el efecto de una conducta

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observada: la PERSONA que actúa, el ESTÍMULO que provoca la acción y las CIRCUNSTANCIAS en las
que se realiza esa acción.
Para llegar a inferir cuál de estas causas explica la conducta, Kelley propone que el perceptor
suele manejar conjuntamente tres tipos de información:
- Información de consenso: ¿hasta qué punto otras personas actúan ante ese estímulo igual
que la persona observada? El consenso es alto cuando todas las personas actúan de la
misma manera ante un mismo estímulo.
- Información de distintividad: ¿la persona responde de
forma diferente ante otros estímulos? La
distintividad es alta si la reacción de la persona
ocurre solo con ese estímulo.
- Información de consistencia: ¿la persona responde siempre igual ante ese estímulo? La
consistencia es alta cuando la persona siempre responde de la misma forma ante ese
estímulo.
No obstante, las personas atribuyen generalmente las causas de la conducta a lo que en ese
momento en más saliente, y lo más frecuente es que se apele a características de la persona.

El modelo de covariación exige que se disponga de varias observaciones sobre consenso


distintividad y consistencia. Sin embargo, a veces esa información no se tiene o es incompleta.
Kelley reconoció que la mayoría de las atribuciones se hacen sin que se posea toda esa
información. Cuando el perceptor solamente cuenta con una observación, o no tiene
suficiente tiempo o motivación para llevar a cabo el análisis de diversas informaciones, busca
una estructura o configuración que conjugue aquellos factores que son causas verosímiles del
efecto observado.
Esa configuración está organizada en forma de esquemas causales, cuyo contenido serían las
creencias que tiene el observador, derivadas de la propia experiencia y de su socialización una
determinada cultura, de qué causas suelen asociarse a determinados efectos. Kelley considera
que hay dos tipos de esquemas causales básicos, que el perceptor utilizará dependiendo de la
situación:
- Cuando el perceptor es consciente de que terminado efecto solo se puede producir si hay
dos o más causas presentes, se aplica el esquema de CAUSAS MÚLTIPLES NECESARIAS
(cualquiera de ellas por sí sola no podría explicar la conducta).

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Cuando se percibe más de una causa posible, puede ponerse en marcha un procesamiento
de la información que funcionaría según el “principio de aumento”: la importancia una
causa para explicar una conducta aumenta si se conoce que existen otras causas que
dificultarían que se lleva a cabo dicha acción.
- Cuando el efecto observado se puede explicar por más de una causa, pero cualquiera de
ellas bastaría para que se hubiera producido, el perceptor aplicaría el esquema de CAUSAS

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MÚLTIPLES SUFICIENTES.
Cuando se aplica este esquema, puede operar un procesamiento cognitivo que funcionaría
según el “principio de descuento”: la importancia de una causa disminuye cuando hay otra
u otras factibles.

4. La teoría atributiva de Weiner


Esta teoría mezcla aspectos afectivos y atributivos. Aplica las teorías de la atribución a un
proceso muy concreto: las consecuencias que tienen en la conducta futura las atribuciones
que las personas realizan sobre sus éxitos o fracasos.
La teoría de Weiner gira en torno a esta idea sobre el papel que juegan las autoatribuciones
en la motivación. Las explicaciones que se dan sobre los resultados de acciones previas
generan una anticipación de los resultados que se pueden conseguir y crean unas
determinadas expectativas de éxito o fracaso en el futuro, lo que va a influir en la motivación
para realizar o no una serie de conductas.
Las causas de un éxito o un fracaso se ciñen a tres dimensiones:
- Locus de causalidad: ¿el resultado se debe a la persona (causa interna) o a la situación (causa
externa)?
- Estabilidad: ¿esa causa (interna o externa) es estable y duradera o inestable y temporal?
- Controlabilidad: ¿conseguir ese logro en el futuro está bajo el control del actor, o de alguna
otra persona, o no?; es decir, ¿el sujeto puede controlar su conducta?
Cualquier resultado de éxito o fracaso en un determinado ámbito provoca una reacción
afectiva general positiva o negativa a la que le sigue el proceso de atribución, sobre todo si el
resultado es negativo o inesperado. Dependiendo de cómo sea esa atribución, se
experimentarán sentimientos y emociones más específicas (ej: orgullo, vergüenza o culpa) y
se generan expectativas sobre futuros resultados, lo que influirá en la motivación para realizar
posteriormente comportamientos relacionados.
La dimensión del locus de causalidad se relaciona con emociones relativas a la AUTOESTIMA,
puesto que, si la atribución es interna, se experimentaría orgullo ante el éxito o vergüenza
ante el fracaso, que no se sentirían si se hiciese una atribución externa.
La dimensión de estabilidad afecta fundamentalmente a las EXPECTATIVAS y genera
sentimientos de esperanza, confianza o desaliento; si la atribución es estable, ya sea de éxito
o fracaso, se tendrá la seguridad de que ese resultado fácilmente se repetirá.

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La controlabilidad está relacionada con emociones ligadas a la RESPONSABILIDAD, como el orgullo
o la culpa si el resultado está bajo el control de uno mismo, o bien la ira o el agradecimiento sí
está bajo el control de otra persona.
De acuerdo con el modelo de Weiner, tendemos adjudicarnos el éxito y a disculpar nuestros
fracasos. Atribuir el éxito a nuestras características internas y estables no proporciona una
gran satisfacción y contribuye a aumentar la autoestima. A la inversa sucede con el fracaso; en

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este caso, el medio para proteger la autoestima sería hacer atribuciones externas e inestables.
Este tipo de atribuciones se ha relacionado con una BUENA SALUD MENTAL. El estilo de ATRIBUCIÓN
DEPRESIVO se caracteriza por explicar habitualmente los fracasos por causas internas y estables.

El modelo atributivo de Weiner ha inspirado la TEORÍA DE LA AMBIGÜEDAD ATRIBUTIVA, un enfoque


interesante para comprender el papel de las atribuciones en las emociones que experimentan
las personas que pertenecen a colectivo discriminado o estigmatizado.
Ante un resultado negativo, la posibilidad de atribuirlo al prejuicio de otra persona puede
servir para proteger la autoestima de la persona que se considera mal tratada, mucho mejor
que si se lo atribuye a causas internas y estables; es muy probable que achaquen esos
resultados a la discriminación.
- Sesgos en el proceso de atribución
Realmente, no siempre procedemos racionalmente al buscar las causas de una conducta, sino
que llegamos rápidamente a conclusiones con poca información.
La racionalidad en el proceso de atribución estaría guiada por la motivación social básica de
comprensión. Existen sesgos hacia determinados tipos de explicaciones causales que se
pueden agrupar de acuerdo con dos motivaciones sociales básicas, que influyen en qué tipo
de atribuciones se realizan: las de control y la de potenciación personal.
Por un lado, hay una tendencia exagerada a sobreestimar el papel de las disposiciones
personales como causa de la conducta (MOTIVACIÓN DE CONTROL); por otro lado, también hay
una serie de sesgos de atribución que contribuyen a que la persona mantenga una imagen
positiva de sí misma o para manejar la impresión que causa en otros; es decir, le sirven para su
POTENCIACIÓN PERSONAL.

Sesgo de correspondencia y error fundamental de atribución


Se refiere a la tendencia a enfatizar las explicaciones causales basadas en características
disposicionales del actor, en comparación con las situacionales.
Una de las razones que explica este sesgo de correspondencia se fundamenta en un proceso
perceptivo: la persona y su comportamiento focalizan la atención del perceptor, y “engullen”
el contexto en el que se lleva a cabo la acción, por lo que se tiende que hacer atribuciones
internas, ignorando el papel que juega la situación.
Poner el foco de atención en el comportamiento del actor provoca automáticamente
inferencias disposiciones que sean propias de esa clase de comportamientos. A esta primera

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fase automática, le seguiría un proceso cognitivo controlado en el que se corregiría la primera
atribución, y se tendría en cuenta la información sobre la situación del actor; estos procesos
controlados se verían modulados tanto por diferencias individuales como culturales.
Un problema que presenta esta tendencia es que da pie a otro sesgo vinculado a los
estereotipos: el ESENCIALISMO, que consiste en la tendencia a considerar que el
comportamiento refleja características innatas de la persona y que, por tanto, nunca se
pueden cambiar.

Asimetría en las atribuciones del actor y del observador


Se ha comprobado que existen diferencias de las explicaciones que se dan sobre la causa de la
conducta de los demás y de la propia. Mientras que el observador tiene la tendencia a atribuir
la conducta del actor más a disposiciones personales que a las características de la situación
(error fundamental de atribución), el actor es más común que explique su propia conducta
aludiendo al contexto que a una característica personal, especialmente cuando el resultado es
negativo.
Esta asimetría entre las heteroatribuciones y las autoatribuciones se ha explicado por la
influencia de factores perceptivos, informativos y motivacionales:
- Diferencias en el foco de atención: el observador presta atención fundamentalmente a la
conducta del actor mientras que, para este, el foco de atención está en la situación.
- Diferencias en el nivel de información: el actor tiene más información que el observador sobre
los sentimientos e intenciones que han guiado su conducta en esa situación concreta y,
además, conoce cómo se comporta en diferentes situaciones; por el contrario, el
observador desconoce si esa conducta es excepcional o habitual.
A partir de esta explicación, habría que pensar que cuando el observador conozca más
profundamente al actor, la asimetría actor-observador desaparecería; sin embargo, existe
evidencia empírica de que la familiaridad con el actor no fomenta el que se hagan
atribuciones externas de su conducta.
- Diferencias en motivación: en algunas ocasiones, el actor evitaría las explicaciones causales
internas y estables para explicar su conducta, debido a que aceptar ese tipo de
explicaciones supondría reconocer que su conducta se ha visto muy determinada por sus
características intrínsecas y perdería la sensación de actuar libre y razonadamente.
Por otra parte, en muchas ocasiones el actor puede tener interés en dar explicaciones
externas de su conducta para, de este modo, declinar su responsabilidad cuando desea
justificar determinados comportamientos.
No obstante, independientemente de que sea actor u observador, es más frecuente que se
hagan más atribuciones disposicionales de las conductas positivas que de las negativas.
Sesgos favorables al yo
Hacer atribuciones sobre la conducta que favorezcan la visión que la persona pueda tener de
sí misma es un mecanismo que ayuda a mantener la autoestima.

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Por ello, existe una tendencia a dar explicaciones causales de nuestros éxitos basándonos en
características personales (atribuciones autoensalzadoras) y, sin embargo, atribuimos
nuestros fracasos a causas externas (atribuciones autoprotectoras).
Estas tendencias autofavorecedoras en las atribuciones se han explicado por factores
cognitivos y motivacionales.
El procesamiento de la información (factor cognitivo) es diferente cuando el resultado de una

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conducta lleva al éxito o al fracaso. Atribuirse la responsabilidad del éxito puede deberse a
que la persona espera e intenta tener éxito cuando realiza una tarea, mientras que el fracaso
se produce a pesar de sus deseos. Por este motivo, ante el éxito puede establecerse una línea
de causalidad entre sus objetivos, su esfuerzo y los logros obtenidos, mientras que antes el
fracaso, este siempre es ajeno a su voluntad.
En cuanto al factor motivacional, existen tres tipos de motivaciones que pueden originar esta
tendencia: a) proteger o aumentar la autoestima; b) mantener la impresión de que se controla
la situación; y c) causar una buena impresión ante los demás.
Otro error es el SESGO DE ATRIBUCIÓN DEFENSIVA, qué consiste en la predisposición a hacer
responsables a las víctimas de un suceso de lo que les ha ocurrido, sobre todo si las
consecuencias son graves. Este sesgo permite al observador reducir la amenaza que supondría
creer que las cosas pueden ocurrir sin el control de la persona afectada y que, por lo tanto,
podría sucederle la misma desgracia.
Además, cuando trabajamos en colaboración con otras personas, somos propensos a creer
que la responsabilidad de un éxito es atribuible, en gran medida, nuestra participación,
mientras que, tras un fracaso, posiblemente achaquemos la culpa a otros miembros del
equipo.
Error de falso consenso
Se produce este efecto cuando las personas creen que sus opiniones son las que asume la
mayoría y que, en igualdad de condiciones, los demás se comportarían del mismo modo. Esta
tendencia puede deberse a que la gente acostumbra a rodearse de otros que son similares
más que de personas diferentes, lo que hace que tenga una visión sesgada de las actitudes y
conductas de los demás.
Otra explicación de este efecto alude a procesos motivacionales de mantenimiento de la
autoestima, ya que exagerar el consenso nos sirve para creer que nuestras opiniones y
comportamientos son los adecuados, puesto que la mayoría los comparte.
Una tercera posibilidad es que fijamos más la atención en las opiniones y acciones que
coinciden con las nuestras y las recordamos mejor, lo que provoca que se tenga una visión
exagerada del consenso.
El sesgo de falso consenso se limita a comportamientos negativos o neutros. Cuando se trata
de atributos positivos o de conductas deseables, lo más común es considerar que esas
características tienen un tinte de exclusividad y que no son muy frecuentes.

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Error último de atribución
Es la tendencia a atribuir los éxitos del propio grupo a causas internas, como su competencia
o habilidad, mientras que los fracasos se explican por causas externas, como la mala suerte los
obstáculos que les han puesto otras personas.
Es decir, consiste en reproducir las pautas de atribución favorecedoras del yo en las
explicaciones de los logros del propio grupo, mientras que se desprestigia al grupo rival a

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partir de las explicaciones de sus éxitos o fracasos.

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