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LAS VILLAS ROMANAS EN ESPAÑA

El término villa proviene del latín, concretamente de la síncopa devicula,


diminutivo de vicus que significa “granja, aldea”. Este término se aplica a la
edificación de una propiedad rural o fundus, aunque si lavilla se establecía en
las cercanías de la ciudad se le denomina fundus suburbanus. Los autores
antiguos utilizaban el término villa para designar cosas muy diferentes, ya que
podía ser utilizado para definir tanto una mansión señorial como una modesta
construcción dedicada a los trabajos agrícolas.

Para la arqueología no siempre resulta clara esta identificación y suelen


considerarse villas los asentamientos de mayor superficie con restos
constructivos importantes y elementos suntuarios. Por debajo de esta categoría
quedan numerosos asentamientos que pueden considerarse casas de labor ya
que, tanto su superficie como la importancia de los restos arquitectónicos, son
menores y los elementos suntuarios se encuentran ausentes total o
parcialmente. A pesar de ello, el hecho de que se realicen trabajos agrícolas no
permite hacer una diferenciación entre ellos ya que todos los asentamientos
rurales los realizan, salvo aquellos exclusivamente residenciales que también se
consideran villas. Ambas funciones, residencial y agropecuaria son, por lo tanto,
convergentes[1].

Características, tipologías y funcionalidad


Las villas romanas aparecerán durante el reinado de Augusto como
modelo de ocupación del territorio rural, lo que supuso el abandono definitivo
de los asentamientos ibéricos. Estas villas no sólo estuvieron dedicadas a la
agricultura, sino que en ellas se crearon zonas de recreo para el disfrute de los
habitantes de la misma. Durante el período republicano en Hispania se produjo
una serie de transformaciones en el sistema productivo, lo que tuvo como
resultado la implantación de un nuevo tipo de explotación agraria: la villa.
Durante el período Alto Imperial las villas se convertirán en propiedades
medianas, semiespecializadas y autosuficientes. Entre los siglos III y IV las
villas se especializarán y se convertirán en complejos edificios de producción,
consecuencia directa de las crisis urbanas debido a las invasiones franco-
alemanas del siglo III o a los problemas surgidos por la Tetrarquía[2].

Las villas romanas en Hispania adoptaron variantes de planificación


diversas. En ellas lo urbano y lo rústico prevalecerán en mayor o menor grado lo
que impondrá a la villa un carácter de casa señorial o granja agrícola. Otro caso
particular serán las villas configuradas con el medio marítimo que las rodea. Las
similitudes de las villas hispánicas con villas de carácter genérico han permitido
la asignación de estas villas a tipos definitorios, los cuales mostramos a
continuación[3].

1. Villa de plan diseminado


Este modelo consiste en la reunión de un número variable de edificaciones
domésticas o utilitarias erigidas con independencia dentro de la villa. En la villa
de plan diseminado, termas, graneros, establos, instalaciones industriales y
viviendas secundarias entre otros, forman parte de la entidad de la villa, pero
son funcional y arquitectónicamente construcciones al margen de la edificación
principal o mansión señorial. Encontramos dos modos de disposición en la villa
de plan diseminado: aquél en el que las edificaciones carecen de un orden
aparente y aquél en el que las edificaciones se alinean a lo largo de un espacio
abierto rectangular, de este último tipo derivan las villas en forma de U o L, más
generalizadas en el norte de Europa[4].

2. Villa urbano-rústica
Este doble concepto que implica el término “urbano-rústica” tiene como
objetivo la justificación formal de los aspectos característicos de la villa, por un
lado, su finalidad agrícola y, por otro, su carácter de habitación. Sería un tipo de
villa en el que se asocian los caracteres productivos (pars fructuaria) y los
residenciales (pars urbana), en el que se transfieren al campo los requisitos de
comodidad y decoración de la domus urbana.

La disposición más usual en el área del Mediterráneo de este tipo de villa


fue la centralizada en torno a un peristilo, sin embargo, también estuvieron
altamente representadas aquellas villas que, conforme a una estructuración
estrictamente funcional y rural, aplicaron a las cámaras de habitación y
departamentos termales los requisitos decorativos de la casa en la ciudad
observándose una ausencia del patio porticado[5].

3. Villa residencial
Se trata de villas que, pese a haber sido excavadas, no se conocen las
dependencias de finalidad rústica, debido, principalmente, a la recuperación
parcial de su planta. Algunas de estas villas podrían definirse como auténticas
mansiones lujosas exclusivamente señoriales. Se trata de edificios de
construcción sólida, arquitectónicamente bien resueltos, planificados con
regularidad, decorados suntuosamente y plenamente acomodados a la forma de
vida en la ciudad.

Estas villas residenciales pueden agruparse en cuatro grupos: el primero


sería aquél en el que el desarrollo arquitectónico y ornamental de las
habitaciones de la villa desvelan el carácter señorial del dominus. En el segundo
grupo estarían presentes aquellas mansiones residenciales que por su limitación
documental y arqueológica permite desvelar su condición señorial debido a que
se reduce únicamente al núcleo de la mansión, sin descartar la existencia de un
sector servil y agrícola. El tercer grupo reúne a villas de apariencia señorial
aisladas geográficamente y de tipología arquitectónica indeterminada, cuya
característica principal es la ausencia de peristilo. El último grupo se
corresponde con aquellas villas donde lo único descubierto son las termas al no
haberse realizado una excavación completa de la villa[6].

4. Villa marítima
Las villas romanas de Hispania caracterizadas como marítimas no
responden a la realidad del prototipo de la misma, ya que estas villas se
caracterizan por tener un xystus y un barrio marítimo. Sin embargo, hay un
aspecto que si tiene en común una de las villas hispánicas con las características
de una villa marítima: la apertura al mar mediante un pórtico. Esta villa
hispánica se encuentra en la costa gallega y se la conoce como la villa
de Centroña (Puentedeume, La Coruña). Esta villa cuenta con un pórtico
columnado sobre un acantilado a lo que se añade una rica ornamentación
pictórica y estucada de la unidad arquitectónica que se conoce, lo que la
convierte en una residencia de lujo marítima[7].

5. Villa con establecimiento rústico


Son aquellas villas en las que sólo se conocen los espacios de explotación
agraria o industrial ya que, debido a la falta de datos arqueológicos, no se
conocen las habitaciones de residencia[8].

Una vez conocidas las tipologías más comunes de villas romanas en


Hispania, haremos una breve aclaración sobre el tipo de vivienda que
representaba la parte residencial de la villa en Hispania: la casa de planta
alargada y la casa de peristilo.

1. La casa de planta alargada


Este tipo de casa presenta un único bloque compartimentado más o menos
en su interior, con un pórtico al frente y con o sin torres en la fachada. Dentro
de este tipo de vivienda podemos encontrar variantes como el caso de: la villa
encerrada en un rectángulo, en la que la construcción se limita a un rectángulo
compartimentado en su interior y cuyo origen se remonta a la cabaña indígena
prerromana; la villa de corredor, formada por un bloque rectangular al que se
añade una galería frontal con pórtico; la villa con torres en la fachada, es una
villa de corredor a la que se le han añadido dos torres en las esquinas para
realzar la fachada de la villa. Las torres no solían sobrepasar la altura del
edificio; la villa de pórtico es aquella que, por su ubicación y monumentalidad,
entra dentro del concepto romano de amoenitas locorum, aplicado a las villas
residenciales de lujo. Una característica clave de este tipo de mansión es que se
encuentra inmersa en el paisaje donde se encuentre; la villa de patio, es aquella
donde las distintas dependencias de labor y vivienda se establecen en torno a un
patio. Esta forma de organizarse cuenta con dos vertientes, por un lado, el patio
interior que actúa a modo de elemento integrador de todas las edificaciones de
la villa y, por otro, la villa que tiene las construcciones anexas en un patio
abierto y exterior que interviene como elemento unificador de la misma[9].

2. La casa de peristilo
Se trata de la vivienda de ámbito rural más extendida en Hispania. Se
caracteriza por ser una casa con un patio porticado generalizado tanto en las
casas residenciales como en las señoriales de núcleo de peristilo, donde la
columnata del peristilo es distintivo de lujo y ornamentación.

Este tipo de vivienda se subdivide en tres tipos dependiendo del tipo de


peristilo y la función que se le otorga: como espacio ajardinado rodeado de
pórticos, como patio rodeado de pórticos, donde el jardín es omitido a favor de
un patio porticado enlosado de tipología helénica y, por último, con peristilo
doble. Dentro de este tipo de vivienda podemos encontrar una serie de variantes
como son: la casa de atrio, que en la zona hispánica se presenta como una
unidad menor dentro de una edificación doméstica con un espacio central
donde se ubica el atrio; la casa de atrio y peristilo, es la continuación del modelo
anterior pero con la introducción de una columnata de origen helenístico[10].
Por último, haremos referencia a la funcionalidad de los espacios dentro
de la villa romana, es decir los espacios de habitación dentro del sector señorial
y aquellos establecimientos con función servil y agrícola-industrial.

1. Espacios de habitación
Las dos habitaciones más destacables dentro de una villa señorial fueron el
triclinio y la sala de recepción. El triclinio es una pieza de recepción claramente
reconocible por la huella que en el suelo dejaron marcados los lecti triclinares o
a través de algunos detalles secundarios: acceso directo o casi directo desde el
peristilo, entrada tripartita, pavimento en forma de U y otros detalles
complementarios como las canalizaciones dependientes de los depósitos
destinados al lavado de las manos de los comensales. El salón de recepción
u oecusera una sala más amplia con una cabecera realzada en ábside o testero
poligonal[11]. También encontramos otros espacios de habitación menores,
los cubicula, de dimensiones reducidas y proporciones rectangulares, ordenados
en hilera con acceso desde el peristilo, pasillos de entrada o corredores de
distribución. En ocasiones el acceso no era directo y había que llegar a una
habitación a través de otra. Su función más directa era la de dormitorio[12].

2. Espacios serviles y agrícola-industriales


Dentro de estos espacios podemos encontrar dos tipos de dependencias: de
utilidad doméstica y con finalidad agrícola. Las primeras tenían una apariencia
más rústica que el resto de dependencias de la villa, esto hace suponer se
correspondían con las habitaciones del personal al servicio de la finca o a los
espacios utilitarios de la casa como el horno, la cocina o la bodega. En cuanto a
las segundas, se utilizaban principalmente para el almacenaje de cereal, de vino
o de aceite, aunque también podían encontrarse estancias destinadas a: prensar
aceite o uva, graneros, establos e incluso a zonas de fundición y hornos de
cerámica[13].

Bibliografía
ARASA I GIL, F. (2003): "Las villas: explotaciones agrícolas", en
GOZALBES FERNÁNDEZ DE PALENCIA, M., ALBIACH DELSCALS, R. y
BONET ROSADO, H. (coors.): Romanos y visigodos en tierras valencianas,
Valencia, pp. 161-166.
GARCÍA LERGA, R. y RUÍZ SÁNCHEZ, A. (2004): "Aproximación al
estudio de las villas romanas en España. Las villas de Albacete, Ciudad Real y
Toledo", Arse: Boletín anual del Centro Arqueológico Saguntino, nº 38, pp.
201-240.
FERNÁNDEZ CASTRO, Mª C. (1982): Villas romanas en
Hispania, Madrid.

[1] ARASA I GIL, F. (2003): "Las villas: explotaciones agrícolas", en GOZALBES FERNÁNDEZ
DE PALENCIA, M., ALBIACH DELSCALS, R. y BONET ROSADO, H. (coors.): Romanos y
visigodos en tierras valencianas, Valencia, p. 161.
[2] GARCÍA LERGA, R. y RUÍZ SÁNCHEZ, A. (2004): "Aproximación al estudio de las villas
romanas en España. Las villas de Albacete, Ciudad Real y Toledo", en Arse: Boletín anual del
Centro Arqueológico Saguntino, nº 38, p. 208.
[3] FERNÁNDEZ CASTRO, Mª C. (1982): Villas romanas en Hispania, Madrid, p. 61.
[4] FERNÁNDEZ CASTRO, Mª C. (1982): Villas romanas…, p. 64.
[5] FERNÁNDEZ CASTRO, Mª C. (1982): Villas romanas…, pp. 69-70.
LAS CASAS ROMANAS

Gracias a que en el siglo XVIII se descubre la ciudad de Pompeya y Herculano y la arqueología


en Ostia y Roma aumenta, los expertos nos han dado a conocer la laguna existente durante
siglos sobre la vida cotidiana de los romanos. Gracias al descubrimiento de estas ciudades
sepultadas y a la labor de los arqueólogos durante estos dos últimos siglos se han llenado las
lagunas existentes sobre la forma de vida de los romanos.

Tal como hemos comentado ya, Roma se formó poco a poco a partir de unas aldeas ya
existentes en las colinas de la futura ciudad e incluso en los primeros tiempos de la monarquía,
los romanos vivían en un tipo de cabaña circular tal como indica el dibujo, se dedicaban a
cultivar la tierra o a pastorear en los prados vecinos y entre el trabajo y las obligaciones
religiosas, poco tiempo les quedaba exceptuando

algunas fiestas al año de


origen religioso como el Septimontium. La típica casa itálica o cabaña era redonda y
desgraciadamente no se han conservado, pero su forma nos es conocida por las
representaciones de éstas en vasos y urnas funerarias y la forma gracias a los hallazgos
realizados en la colina Palatina en la que se ha podido comprobar la cimentación de estas
casas. Estaban hechas en madera, caña y recubiertas de paja y el techo era cónico. Sólo
disponía de una habitación en la que se comía y se dormía, con dos entradas, la puerta y una
abertura en el centro del techo por la que el humo podía salir. Parece ser que a esta zona
abierta en el techo se le llamaba atrium que procede de la palabra ater y significa negro y por
tanto como esa zona estaría ennegrecida por la acumulación del humo se la denominó así
( Servio, I,726: Ibi culina erat, unde atrium dictum est, atrum enim erat ex fumo)
El contacto con otras culturas como la etrusca y la griega, gradualmente fueron cambiando la
situación y a partir de la llegada de la monarquía etrusca a Roma, la técnica urbanística etrusca
irrumpe en la ciudad y el asentamiento de mercaderes y comerciantes impulsa el desarrollo de
la urbe con lo que el modo de vida se va haciendo poco a poco más llevable. Se construyen
edificios tanto públicos como privados y va tomando forma el sistema de cloacas y el desvío de
agua a las zonas urbanas que se van desarrollando principalmente en las zonas altas de las
colinas donde las condiciones sanitarias son mejores.

Por supuesto es la clase patricia la que prospera en mayor grado pero también gracias a
mejoras como el sistema de cloacas en tiempos de Tarquino hace que el valle sea menos
insano y también se desarrollen los barrios bajos como Subura y el Velabrum. La riqueza va
aumentando y gracias a las conquistas romanas, los esclavos aumentan. A finales de la
monarquía tras más de doscientos años de desarrollo urbano, la calidad de vida de las familias
más poderosas ha aumentado y el modo de vida etrusco y griego se va consolidando. Las
primeras casas romanas dejan paso a la domus importada de Etruria en los tres últimos siglos
de la república, en la que aparece el atrium, perystilum, compluvium, impluvium, etc. Este tipo
de casa-patio responde a un modelo cuyo origen parece ser Mesopotamia y desarrollado
durante el tercer milenio a.c. por la civilización sumeria. Se difundió por todo el Creciente Fértil
y Anatolia y así se introdujo en el mundo griego y etrusco.

En el siglo III a.c. y ante la carencia de espacio en las casas arcaicas romanas, se adoptó de los
etruscos el modelo que permitía aumentar el espacio de la vivienda. Así el huerto trasero pasa
a transformarse en un nuevo patio porticado similar al peristilo griego por lo que la nueva
vivienda romana pasa a disponer de dos ambientes, el atrio y el peristilo apareciendo el
andron como comunicación de ambos ambientes y se abre el tablinum para que exista una
comunicación amplia entre el atrio y el peristilo convirtiéndose así el atrio en zona de
recepción y acceso a la vivienda y lujosamente amueblado de cara a los visitantes.
Inicialmente el lugar de paso entre ambos ambientes llamado andron por los griegos pasa a ser
una zona reservada al pater familias como un tipo de triclinium o sala de banquetes y se crean
en la zona del peristilo diferentes habitaciones como el triclinium como comedor o sala de
banquetes, la exedra como sala abierta al peristilo y lugar de recreo, estar o recepción,
el oecus como comedor de gala más amplio y cómodo que el triclinium.

Con el tiempo, en este segundo patio (peristilum) las familias pudientes de Roma la
ornamentarán con estatuas, estanques y jardines. En el año 78 a.c. el cónsul Lépido introdujo
en Roma el mármol procedente de Numidia para pavimentar su casa e instauró la moda de la
opulencia y el fasto por lo que pocos años más tarde, la mayoría de sus contemporáneos
ornamentaban las suyas con columnas de mármol como Licinio Craso o con mármoles negros
el príncipe del Senado, Escauro.... Si pueden visitar Pompeya, comprobarán las muchas
posibilidades que los romanos establecieron.

Existieron diversos tipos de domus pero representamos en la figura el tipo medio de casa
unifamiliar de una planta ya que por ejemplo en lo que representa el atrium existían cinco
modelos tal como Vitruvio nos explica: Atrium Tuscanicum (uno de los más antiguos y más
utilizados sin columnas, soportando el peso del compluvium con vigas horizontales para atrios
pequeños), el atrium Tetrastylum (con cuatro columnas o pilares en los cuatro ángulos del
compluvium y muy utilizado), el atrium Corinthium (similar al anterior pero con mayor número
de pilares), el Displuviatum (con el tejado y compluvium inclinado al exterior y por tanto las
aguas recogidas se eliminaban fuera de la casa) y el Testudinatum ( todo tejado sin
compluvium).
Según los registros de que disponemos, ya en época imperial en el siglo I d.c. sólo existían en
Roma 1800 domus por lo que no podemos incluirla como la casa típica romana. Solo las clases
más pudientes de Roma como miembros del Senado, patricios y miembros del orden ecuestre
más adinerados podían permitírselo de la misma forma que en nuestros días sólo algunas
familias pueden permitirse vivir en el centro de las grandes ciudades en una gran mansión a
todo lujo. Por ello no podemos decir que la domus sea la casa romana por excelencia, la
mayoría del pueblo romano vivía en ínsulas en la ciudad y en casas de campo en el resto por lo
que si debemos ponerle un nombre a la casa típica en Roma debe ser la ínsula.

Estas casas de las familias pudientes constituía una vivienda urbana de carácter unifamiliar, es
decir, la vivienda del pater familias y de todos los que vivían bajo su tutela por lo que podemos
denominarla casa familiar y curiosamente construída hacia adentro, sin ventanas al exterior y
distribuída, en una sola planta en general (algunas domus podían tener un segundo piso
alrededor del atrium con habitaciones secundarias tanto para la vivienda principal como para
las tabernae o tiendas que pudieran tener en los laterales).
Influída por la arquitectura helenística y concebida en sentido horizontal, la domus estaba
construída en torno al patio interior llamado atrio (atrium) y a un jardín también interior o
peristilo (peristylum). Hoy día los patios andaluces o los claustros de nuestros monasterios
románicos y edificios bizantinos proceden de esta forma de edificar y que importaron los
romanos que se acomodaron en la península.

A veces, en los dos laterales de la fachada principal se construían tiendas


llamadas tabernae, sin conexión con el interior de la casa en la que se acomodaban diferentes
artesanos o comerciantes a los que se les alquilaba por parte del dueño de la casa (fullonicae,
thermopolia, cauponae, tabernae..).

Desde la calle y una vez traspasada la puerta llamada ostium o Ianua (procedente del dios Jano
o Ianus bifronte) se accedía a la casa a través del vestibulum en el que se recibía a las visitas, y
tras el pasillo o fauces se llegaba al atrio como centro de la casa, normalmente sostenida por
columnas con un corredor que lo circundaba y por el que se accedía a casi todas las
habitaciones. También era el centro social y lugar de reunión para todos.

En el centro del atrio casi siempre existía un pequeño estanque o impluvium que tenía como
misión recoger las aguas de la lluvia a través de las canalizaciones en el techo de éste
llamado compluvium y bajo el atrio se disponía de un depósito donde se almacenaba esta agua
procedente del impluvium o estanque. (Vitruvio, Festo y Plinio nos han dejado toda una serie
de explicaciones sobre la domus por si interesa).

La rica decoración de sus columnas, el compluvium, impluvium y las paredes eran un factor
muy tenido en cuenta por los romanos para resaltar la posición social de la familia y era el
lugar en el que normalmente se colocaban los dos altares que existían en una casa romana,
el lararium y el imagines maiorum (éste último se colocaba también en el vestibulum).

El lararium era una pequeña capilla o altar donde se cuidaba la llama del hogar y en el que
todas las mañanas se rezaba a los dioses familiares (lares) que protegían la casa y sus
moradores. El Imagines maiorum en cambio era una zona, normalmente situada en la entrada
de la casa, ya sea en el vestibulum, en las fasces o en el atrium, en la que se colocaban las
máscaras en cera y objetos de los antepasados familiares que ocuparon cargos importantes
como el consulado. Eran motivo de orgullo familiar y se sacaban a la calle en los funerales de
los miembros de la familia. Como ya hemos comentado, las aguas de lluvia se conducían
gracias al tejado llamado compluvium hasta el estanque o impluvium.

Desde el atrium o también llamado cavum aedium se accedía a las habitaciones o cubiculae, a
las alae y a otras dependencias situadas entre el atrio y el peristilo como el tablinum o
habitación despacho del pater familia en el que se recibía a los amigos o a los clientes y
el triclinium o comedor y sala de recepción para invitados. En el siglo I a.c. cercano el fin de la
república, el atrium dejó de ser el centro de reunión como pieza central de la casa y pasó a la
parte más interior el centro familiar alrededor del peristylum y las casas dispusieron de otras
habitaciones más grandes como el oecus como sala de recepción de invitados y la exedra.
Como no disponían de ventanas al exterior, las casas romanas no eran muy luminosas ya que
la luz sólo provenía del atrium y el peristylium y todas las paredes de las habitaciones estaban
decoradas con pinturas geométricas de perspectiva para dar sensación de amplitud, alegóricas
con motivos mitológicos o de escenas alusivas al uso de esa habitación y el suelo de las
habitaciones más representativas como el vestibulum, tablinum, triclinium u oecus con
mosaicos deslumbrantes. Con el tiempo esta sociedad de ricos y aristócratas llegaron a
disponer no solo de agua corriente proveniente del acueducto, sino calefacción como en los
baños públicos (en una habitación por debajo del nivel del suelo de la domus se quemaban
materiales combustibles como la madera en un horno y por medio de una red de conductos
que iban por debajo del suelo y paredes se conducían los gases de la combustión que
calentaban la casa. A esta habitación la llamaban hipocastium) y a decorar sus casas con todo
tipo de riquezas y obras de arte provenientes del mundo helénico, unas de gran gusto y otras
de pésimo gusto tal como atestigua Petronio (siglo I d.c. en tiempos de Nerón) en su novela “El
Satiricon” sobre la casa de Trimalción, un liberto enriquecido

Leer más: https://romantigua.webnode.es/vida-y-costumbres-romanas/las-casas-romanas/


LA INSULAE ROMANA

En Roma sobre todo, y motivado por la falta de espacio dentro de las murallas servianas, se
desarrolló un tipo de edificación que solucionase esta falta de espacio para la gran mayoría del
pueblo romano: la insula, como edificio en el que pudieran alojarse tanto clases acomodadas
como la plebe y lo más parecido a nuestras casas de pisos.

La ínsula estaba diseñada a partir de una planta baja similar a la del domus en la que se
incorporan varias tabernae, patios centrales
y

viviendas de gran tamaño similares a la domus para las clases altas y sobre esta planta se
elevan varios pisos y cada una de estas plantas se dividen en viviendas llamadas cenaculas. En
los últimos pisos, estas viviendas disminuyen mucho su tamaño llegando incluso a ser algunas
de una sola habitación (cubicula). Estos pisos no disponen de agua corriente pero disponen de
luz proveniente del patio interior y de las ventanas y balcones que se incorporan en las
diferentes fachadas, a diferencia de la domus construída sin ventanas y a resguardo del bullicio
de la calle., con lo que se convierten en viviendas ruidosas tal como nos explica Juvenal: “ En
Roma para poder descansar y dormir se necesita mucho dinero para vivir en una domus”.

Las primeras ínsulas se construyeron con madera y adobe, materiales tan poco resistentes que
no permitían grandes alturas y ocasionaron multitud de muertos al hundirse o en los
numerosos incendios que se producían. En el siglo III a.c. se desarrollan técnicas que
permitirán construir ínsulas de más de tres y cuatro pisos utilizando materiales más resistentes
como el hormigón, argamasa y ladrillos cocidos junto con la madera, pero la especulación de
los constructores y contratistas hacen necesario establecer una serie de leyes con imposición
máxima de altura y grosores de muros. Ni que decir tiene que no se pudo acabar con la
especulación y el enriquecimiento a expensas de la seguridad, más o menos como hoy día por
lo que siguieron cayéndose ínsulas y produciéndose incendios. Como dato que avala lo dicho,
en el siglo I a.c. el plutócrata Marco Licinio Craso conocido por eliminar la sublevación de
Espartaco según nos cuenta Plutarco, compró un gran número de esclavos arquitectos y
maestros de obras, en cuanto se producía un incendio o un derrumbe de edificios, procuraba
hacerse con éstos y los contiguos a ellos a un precio irrisorio por el miedo y la incertidumbre,
consiguiendo con los años ser dueño de casi todos los edificios de Roma.

Con el tiempo,llegaron a ser tan imponentes en Roma que incluso hubo que normalizar su
construcción. Así en época de Augusto se fijó como altura máxima los 20 metros y dejar
separaciones, llamadas ambitus entre edificios, de casi 1 metro a fin de evitar incendios
masivos, y posteriormente en época de Trajano, bajaron a 17 metros a fin de evitar posibles
derrumbamientos ante el incumplimiento sistemático de las construcciones (ver en ingeniería
romana

Las insulae romanas. Las viviendas altas de bloques


de varios pisos en la antigua Roma.
Las insulae romanas. Las viviendas altas de bloques de varios pisos en la antigua
Roma.

"Tertuliano denosta sin piedad a esos herejes , rodeados de mandatarios y


mediadores divinos creados por su propio delirio, y los acusa de haber
"transformado el Universo en una inmensa casa de alquiler amueblada" en cuyo
desván instalaban a Dios - ad sumas tegulas -, un edificio que alzaba tantos pisos
hacia el cielo que se podía decir que "el dios de los romanos vivía en la insula
Felicles" Jérome Carcopino. Fue miembro de la Academia Francesa y profesor de
las facultades de Letras de París y Argel. Un clásico especialista en civilización
romana.

En el imperio romano existieron dos tipos de viviendas urbanas, la domus y


la insula. La domus era la vivienda de las clases sociales acomodadas, en régimen
de propiedad y se estructuraba en el plano horizontal, más aislada de la calle.
La insula (isla) era una amplia edificación construida en vertical, puesto que eran
bloques de viviendas que desde la calle se elevaban varios pisos, algunas hasta
20 metros. Las insulae eran de alquiler y en ellas vivía gente más modesta, de
variedad hasta pintoresca, desde pequeños propietarios, trabajadores libres hasta
esclavos domésticos. Las plantas cercanas a las calles mostraban comercios
(tabernae) siendo las más caras, mejor estructuradas y amplias, con varias
estancias. Conforme se alzaban, empeoraban las condiciones de vida, higiene y
luz, con menor espacio y una única estancia, con cabida para un catre y un
armario muy modesto, donde quizá vivieron apiñadas varias personas de
diferentes sexos. No haremos mal del todo, en imaginarnos un bloque de pisos en
la actualidad, como en el que vivimos en la mayoría en las ciudades, pero teniendo
en cuenta este aspecto, los más pobres vivían arriba, al contrario de los soleados,
amplios y bien acondicionados áticos de nuestras urbes actuales.
Las insulae tenían un techo abovedado. Se abrían a la calle por una gran puerta
con cimbra (una estructura para sostener el peso de un arco) que ocupaba la
fachada, con dos batientes móviles de madera para ser quitados durante el día,
mientras al anochecer se cerraban con un cerrojo. En la parte baja se ubicaban los
talleres artesanales o los mostradores de los comerciantes. En los ángulos,
normalmente, tenían unas pequeñas escaleras iluminadas con ventanas ovales, de
unos cinco peldaños, con acceso a otra planta, donde vivían estos inquilinos de las
tiendas de las insulae.
Sabemos por los textos, que los inquilinos tendrían dificultades para pagar el
alquiler y que se tomaban medidas para evitarlo, como bloquear las escaleras de
acceso a la vivienda, para ello se aplicaba la fórmula jurídica percludere
inquilinum (bloquear al inquilino).
El aspecto exterior de las insulae era igual para todas, en Roma alguna fue más
lujosa y se la describe con balcones llenos de plantas. Sus fachadas son
uniformes. En el interior, los cenacula (sala principal, comedor) de amplios vanos,
se superponían. Las escaleras que llevaban desde la calle al interior de las plantas
eran de piedra.
Algunos autores nos informan que las insulae estaban muy bien construidas en
sus paramentos, asegurando que no encontraremos similares hasta avanzada la
Edad Media e incluso la Edad Moderna, aunque para nosotros faltaba solidez
estructural, tenían escaso mobiliario, deficiencias de iluminación (oscuras en
algunas zonas), falta de calefacción e higiene.
Las tabernae (tiendas de las insulae) se hallaban protegidas por un pórtico. Los
edificios de las calles más importantes mostraban logias (pergulae), balcones
(maeniana) que eran variados, de vigas de madera, de ladrillo, sobre pechinas
(triángulos esféricos arquitectónicos) con bóvedas de medio punto, ménsulas de
toba (elemento estructural del voladizo, "mesas pequeñas"). Las ventanas se
adornaban con macetas. Plinio el Viejo expone que las insulae con aquella
vegetación, nos cuenta acerca de la añoranza de los habitantes de la ciudad con
respecto a la vida campestre.

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