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Facultad de Ciencias de la Salud

Escuela Profesional de Psicología

Título del Artículo de opinión


"El Silencio Roto: Mujeres Violentadas desde la Infancia"

AUTOR (ES):
Saldaña Bautista, Delicia(0000-0001-9042-1324)
Vásquez Hernández, Hans Jarbin

ASESOR(A)(ES):
Mag. Psic. Rojas Fernández, Robinson

LÍNEA DE INVESTIGACIÓN:
Violencia

LÍNEA DE RESPONSABILIDAD SOCIAL UNIVERSITARIA


MOYOBAMBA — PERÚ (2024)

ÍNDICE
I.INTRODUCCIÓN........................................................................................................................2

II.OPINIÓN....................................................................................................................................5

III.ARGUMENTACIÓN..................................................................................................................7

IV.CONCLUSIÓN..........................................................................................................................9

I. INTRODUCCIÓN
II. La violencia contra las mujeres es un problema global arraigado en estructuras
sociales profundamente arraigadas y en desequilibrios de poder históricos.
Desde tiempos inmemoriales, las mujeres han sido objeto de violencia física,
emocional y psicológica, y este fenómeno se manifiesta de manera
especialmente perniciosa desde la infancia. En esta era de supuesta
modernidad y progreso, aún nos enfrentamos a una dolorosa realidad: millones
de niñas en todo el mundo son sometidas a diversos tipos de violencia desde
una edad temprana, y estas experiencias marcan profundamente su desarrollo y
bienestar futuro.

La violencia doméstica contra las mujeres es un grave problema de salud


pública y una violación a los derechos humanos. Se estima que alrededor de 1
de cada 3 mujeres en el mundo han experimentado violencia física y/o sexual
por parte de una pareja íntima o violencia sexual por parte de una persona
distinta a su pareja en algún momento de su vida (Organización Mundial de la
Salud [OMS], 2021). Las consecuencias perjudiciales de esta violencia pueden
persistir mucho tiempo después de que el abuso haya terminado.
Desafortunadamente, la violencia doméstica frecuentemente empieza en la
infancia. Un estudio reciente de la OMS (2021), que incluyó datos de 2000 a
2018 de 106 países, encontró que alrededor de 1 de cada 4 mujeres adultas
reportaron haber sufrido violencia física y/o sexual en la infancia. Otro análisis
estimó que 15 millones de niñas adolescentes de 15 a 19 años -
aproximadamente 1 de cada 10- han experimentado violencia sexual y/o física
en algún momento de su vida (UNICEF, 2022).
Investigaciones indican que la exposición a la violencia doméstica en la niñez y
la adolescencia puede distorsionar la percepción de las niñas sobre las
relaciones saludables, haciéndolas más tolerantes ante los abusos cuando son
adultas (Roberts, 2021). Por ejemplo, las mujeres que sufrieron abusos en la
infancia tienen 2 veces más probabilidades de experimentar violencia de sus
parejas en comparación con aquellas que no fueron abusadas (Reale, 2022).
Según Smith (2021), la infancia es un período crucial en el desarrollo humano, y
las experiencias vividas durante esta etapa pueden dejar huellas profundas en la
vida adulta. Lamentablemente, para muchas mujeres, la infancia se caracteriza
por la exposición a situaciones de violencia, ya sea en el hogar, la escuela o la
comunidad. Esta exposición temprana a la violencia puede tener consecuencias
devastadoras, perpetuando un ciclo de abuso que se prolonga a lo largo de la
vida. Real-López et al.(2023) señala que la violencia contra las mujeres en la
infancia puede manifestarse de diversas formas, incluyendo el abuso físico,
sexual y emocional. Estas experiencias traumáticas no sólo causan un daño
inmediato, sino que también pueden generar secuelas psicológicas y
emocionales que perduran en el tiempo. Además, la normalización de la
violencia en la infancia puede llevar a las mujeres a tolerar y perpetuar
relaciones abusivas en la vida adulta.
El propósito de este estudio es explorar y analizar la violencia que sufren las
mujeres desde la infancia, examinando sus causas, consecuencias y posibles
soluciones. Este problema no puede abordarse de manera aislada; es necesario
comprender su complejidad y sus raíces en las dinámicas de poder, género y
cultura. Solo entonces podremos desarrollar estrategias efectivas para prevenir y
abordar esta forma insidiosa de violencia.
Para comprender la magnitud de este problema, es esencial reconocer que la
violencia contra las niñas y las mujeres se manifiesta de múltiples formas y en
diferentes contextos. Desde la violencia doméstica y el abuso sexual hasta la
discriminación de género en el acceso a la educación y la atención médica, las
niñas y las mujeres enfrentan una variedad de desafíos que menoscaban su
dignidad y sus derechos fundamentales. Estas experiencias, muchas veces
silenciadas o invisibilizadas, tienen un impacto devastador en la salud física y
mental, la autoestima, las relaciones interpersonales y las oportunidades de vida
de las mujeres.
Este estudio no solo busca visibilizar el problema de la violencia contra las
mujeres desde la infancia, sino también generar conciencia sobre la urgencia de
actuar. Es imperativo que gobiernos, instituciones, organizaciones de la
sociedad civil y la comunidad en su conjunto trabajen en colaboración para crear
entornos seguros y protectores para todas las niñas y mujeres. Esto implica la
implementación de leyes y políticas efectivas, la promoción de la igualdad de
género en todos los ámbitos y la provisión de recursos y servicios adecuados
para apoyar a las sobrevivientes de violencia. En última instancia, la erradicación
de la violencia contra las mujeres desde la infancia es un imperativo moral y un
paso crucial hacia la construcción de sociedades justas y equitativas. Es hora de
romper el silencio, desafiar las normas patriarcales y trabajar juntos para crear
un mundo donde todas las niñas y mujeres puedan vivir libres de miedo y
violencia. Este estudio es un llamado a la acción y una invitación a unirse a esta
causa vital para el futuro de la humanidad.

III. OPINIÓN

La violencia contra las mujeres desde temprana edad encuentra sus raíces en la
intersección de factores sociales, culturales y económicos. La perpetuación de roles de
género tradicionales, donde se asigna a las mujeres roles subordinados y se refuerzan
estereotipos perjudiciales, contribuye a la normalización de comportamientos violentos.
La falta de educación y conciencia sobre la igualdad de género también alimenta esta
problemática, ya que muchas personas no son conscientes de la gravedad del
problema.

Asimismo, las condiciones socioeconómicas pueden desempeñar un papel crucial. Las


mujeres que experimentan pobreza y marginalización tienen mayores probabilidades
de ser víctimas de violencia desde la infancia. La falta de acceso a recursos,
oportunidades y servicios básicos puede dejarlas vulnerables y en situaciones de
dependencia, lo que facilita la perpetuación de la violencia.

Las repercusiones de la violencia contra las mujeres desde la infancia son profundas y
abarcadoras. A nivel individual, las víctimas pueden experimentar un trauma
psicológico duradero, afectando su salud mental y emocional. Este trauma puede
manifestarse en formas diversas, desde la ansiedad y la depresión hasta trastornos
más graves como el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Además, la violencia en
la infancia puede tener impactos negativos en el desarrollo cognitivo y emocional,
afectando la capacidad de las mujeres para alcanzar su pleno potencial en la vida
adulta.

A nivel social, la violencia contra las mujeres perpetúa ciclos intergeneracionales de


desigualdad y violencia. Las niñas que son testigos o víctimas de violencia en la
infancia pueden replicar estos patrones en sus relaciones adultas o convertirse en
perpetradoras de violencia. Esto crea un círculo vicioso difícil de romper y destaca la
importancia de abordar la violencia desde una perspectiva preventiva y de intervención
temprana.

La erradicación de la violencia contra las mujeres desde la infancia requiere un enfoque


integral que aborde las causas subyacentes y promueva la igualdad de género en
todos los niveles. La educación desempeña un papel fundamental en este proceso,
fomentando la conciencia sobre la igualdad de género, la importancia del respeto
mutuo y la prevención de la violencia desde una edad temprana.

Además, es crucial implementar políticas y leyes que protejan a las mujeres y niñas
contra la violencia, así como proporcionar recursos y servicios de apoyo a las víctimas.
La capacitación de profesionales en campos como la salud, la educación y la aplicación
de la ley también es esencial para garantizar respuestas efectivas a la violencia desde
la infancia.

La sensibilización en la sociedad juega un papel crucial en este proceso. Romper con


estereotipos de género, cuestionar normas culturales que perpetúan la desigualdad y
fomentar la solidaridad son pasos fundamentales para cambiar las actitudes y
comportamientos que permiten la violencia.
La prevención y superación de la violencia de género se vincula estrechamente con el
empoderamiento de las mujeres. Este proceso de empoderamiento implica brindarles
educación, recursos económicos y la capacidad de tomar decisiones autónomas sobre
sus vidas, lo que les permite identificar, enfrentar y escapar de situaciones de violencia.
Además, el empoderamiento implica la transformación de normas y roles de género
que perpetúan la desigualdad y la violencia. Al promover la autonomía y liderazgo
femenino, se fomentan relaciones más equitativas y respetuosas, lo que contribuye a
crear comunidades más seguras y saludables.

Por otro lado, los medios de comunicación y la cultura popular juegan un papel crucial
en la percepción y aceptación de la violencia de género en la sociedad. Estos pueden
contribuir a prevenir y concienciar sobre la violencia de género, o por el contrario, a
perpetuar y legitimarla. Por tanto, es esencial que los medios de comunicación ofrezcan
una visión positiva y equilibrada de las relaciones de género, rechazando cualquier
forma de violencia como algo normal o deseable. Además, los medios pueden ser un
aliado importante para informar y orientar a las víctimas de violencia de género, y para
promover el cambio social hacia una sociedad más justa e igualitaria.

La violencia contra niñas, jóvenes y mujeres es una violación a los derechos humanos.
Es por ello, que cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de
Eliminación de la Violencia contra las Mujeres en memoria al asesinato de las
hermanas Mirabal ocurrida en 1960. Patria, Minerva y María Teresa se opusieron a la
dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana y de ahí es más el
movimiento feminista latinoamericano se organizó para que Naciones Unidas hiciera un
llamado a los gobiernos, organizaciones internacionales y no gubernamentales a
sensibilizar y generar políticas públicas que se orienten a la defensa y promoción de los
derechos humanos de las mujeres.

De acuerdo al registro de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres durante
este año se han contabilizan 47 femicidios muchos de los cuales no son consignados
por la actual legislación nacional (Ley de Femicidio) sólo considera el asesinato de
mujeres cometidos por sus cónyuges o convivientes, dejaron fuera, entre otros, los
casos que se dan en las relaciones de pololeo o ex parejas. Es por eso, que desde las
organizaciones feministas persiste la demanda por avanzar en una legislación que
ponga en el centro la vida de las mujeres. Más aún, cuando observamos que poco
avanza el debate del Proyecto de Ley sobre el Derecho de las Mujeres a una vida libre
de Violencia que busca mejorar las respuestas institucionales que se ofrecen a las
víctimas de violencia intrafamiliar; regular nuevas figuras tendientes a reconocer las
distintas formas que adopta la violencia ejercida contra las mujeres y generar un
cambio cultural cuyo horizonte es la igualdad entre hombres y mujeres y el fin de las
relaciones de subordinación.

IV. ARGUMENTACIÓN

El empoderamiento de las mujeres emerge como una herramienta fundamental en la


lucha contra la violencia de género. Como señala Bueno (2020), el acceso a la
educación, los recursos económicos y la capacidad de tomar decisiones autónomas
son elementos esenciales que permiten a las mujeres identificar, enfrentar y escapar de
situaciones de violencia. La posibilidad de acceder a una educación de calidad no solo
proporciona a las mujeres las herramientas necesarias para comprender y reconocer la
violencia, sino que también les otorga una mayor autonomía para tomar decisiones
informadas sobre su vida y bienestar.
Además, el empoderamiento de las mujeres contribuye a transformar normas y roles de
género arraigados que perpetúan la desigualdad y la violencia. Según Chirino (2019),
cuando las mujeres tienen mayor autonomía y control sobre sus vidas, tienen la
capacidad de desafiar y cambiar las estructuras sociales y culturales que promueven la
violencia de género. Esto promueve relaciones más equitativas y respetuosas, donde el
poder y la toma de decisiones se comparten de manera más igualitaria, reduciendo así
la incidencia de la violencia.
La consideración de las diversas identidades y experiencias de las mujeres es crucial al
abordar la violencia de género. Según Calvo (2020), factores como la raza, la clase
social y la orientación sexual pueden influir significativamente en las experiencias de
violencia y en las respuestas y políticas necesarias para abordar este problema de
manera efectiva. Es necesario adoptar un enfoque interseccional que reconozca y
aborde las múltiples formas de opresión y discriminación que enfrentan las mujeres en
diferentes contextos.
Además, Padilla (2020) señala que las políticas y respuestas a la violencia de género
deben ser inclusivas y tener en cuenta las diversas realidades y necesidades de las
mujeres. Esto implica desarrollar intervenciones que aborden no solo la violencia de
género en sí misma, sino también sus intersecciones con otras formas de
discriminación y desigualdad.

La influencia de los medios de comunicación y la cultura popular en la percepción y


aceptación de la violencia de género es innegable. Según López (2023), los medios
pueden contribuir tanto a prevenir como a perpetuar la violencia, dependiendo de cómo
representen las relaciones de género. Es fundamental promover mensajes positivos y
equilibrados sobre las relaciones de género en los medios para contrarrestar la
normalización de la violencia.
Por otro lado, la UNESCO (2022) destaca que los medios de comunicación y la cultura
popular pueden ser utilizados como herramientas efectivas para la sensibilización y la
prevención de la violencia de género. Al promover representaciones positivas de las
relaciones de género y visibilizar las consecuencias negativas de la violencia, los
medios pueden desempeñar un papel crucial en la educación y concienciación de la
sociedad sobre este tema.
Hasta fechas no tan lejanas la explicación hegemónica de los malos tratos a las
mujeres ha sido de corte biologista, psicologista e individualista. Según esta
explicación, tan académica como "popular", la violencia masculina, ciertas dosis de
violencia masculina, se ha considerado algo natural, relacionado con la supervivencia
de la especie y ya observable en los niños varones, caracterizados por la actividad y la
competitividad fi-ente a la pasividad y dulzura de las niñas. En consecuencia, sólo los
casos extremos, es decir, las actitudes especialmente violentas y sanguinarias, se
llegaban a interpretar como producto de diversas patologías individuales (Alberdi,
2002). Otra explicación recurrente ha consistido en confundir las causas de la violencia
con factores que frecuentemente se presentan asociados a la misma, como pueden ser
el alcoholismo o la insumisión de las mujeres (abandono del hogar, separación). Tal y
como se puede apreciar en los resultados de la encuesta del Eurobarómetro —
^realizada a petición de la Comisión Europea en el marco de la campaña europea
contra la violencia doméstica (Tabla 1)—, el alcoholismo continúa encabezando aún
las atribuciones causales de los malos tratos por parte de la opinión pública.
Asimismo, los resultados de un reciente trabajo en el que se han investigado las
atribuciones causales por parte de las propias maltratadas sitúan el consumo de drogas
y alcohol como causa sea más frecuente de la primera vez que tuvo lugar el maltrato.
Sin embargo, resulta significativo que al ser preguntadas por las causas a las que
atribuyen el resto de los episodios de maltrato, el mayor porcentaje sea para “hechos
triviales", a saber, que la cena esté fiía, que los niños no estén bañados, etc. (Matud et
al, 2003). Resulta significativo porque, seguramente, casi nadie aceptaría estos hechos
como casusas reales del maltrato.

V. CONCLUSIÓN
En resumen, la violencia, aunque no sea considerada una enfermedad, tiene
raíces profundas en la evolución cultural y puede acarrear consecuencias
negativas de largo alcance para quienes la sufren. Para abordarla de manera
efectiva, es crucial un cambio cultural y educativo. Además, las sociedades
pueden prevenir la violencia mediante la reducción de factores de riesgo como el
alcoholismo, la drogadicción, la disponibilidad de armas de fuego y la
desigualdad económica y de género.

REFERENCIAS:
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