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en que trabaja. Algunas de estas secuencias fijas son bien conocidas, como el reflejo de
alerta, el de lucha/huida y el de congelamiento. Las secuencias más simples son reflejos
involuntarios (ej, la reacción del tendón de la rodilla o reflejo patelar) que es el mas fijo
y rígidamente determinado. (N del T: es el clásico reflejo de extensión de la pierna al percutir el
tendón rotuliano)
Más complejos son los patrones motores que aprendemos en edades tempranas, que
luego se vuelven automáticos, como caminar y correr.
En los reinos de mayor evolución, cognitivos y emocionales, encontramos menos y
menos secuencias de pasos en el procesamiento, y mayor complejidad y variabilidad de
respuesta. Entones, el procesamiento SM está directamente más asociado con todos los
procesamientos del cuerpo: los modelos de acciones fijas de la defensa activa, cambios
en la respiración y el tono muscular, activación del sistema nervioso autónomo, y otros.
La naturaleza de estas jerarquías es tal que los niveles superiores de procesamiento a
menudo influencian y dirigen los niveles inferiores. Podemos decidir (función
cognitiva) ignorar la sensación de hambre y no actuar sobre ella, aún cuando los
procesos fisiológicos asociados con el hambre, como la secreción de saliva y la
contracción de los músculos del estómago, continúe. En la teoría cognitiva, esto es
llamado “procesamiento arriba-abajo” (Leroux, 1996, p.272), indicando que los
niveles superiores de procesamiento (cognitivo) pueden, y a menudo lo hacen,
desestimar, abortar o interrumpir los niveles inferiores, actuando sobre o interfiriendo
con los procesamientos emocionales o SM.
La actividad del adulto esta a manudo basada sobre el procesamiento arriba-abajo.
Schore (1994) nota que, en los adultos, las “áreas superiores corticales” actúan como un
“centro de control”, y que la corteza orbital jerárquicamente domina la actividad límbica
subcortical. (p.139). Una persona puede pensar acerca de que va a hacer durante el día,
trazar planes, y luego estructurar el tiempo para cumplir con sus objetivos. Mientras
lleva adelante estos planes, puede tener sentimientos de cansancio, hambre o
incomodidad física. Es como si nos moviéramos alrededor de nuestras experiencias
somáticas y sensoriales, sabiendo que están allí, pero sin permitirles ser el determinante
primordial de nuestras acciones.
En contraste, las actividades de un niño pequeño está a menudo dominadas por el
sistema SM (Piaget, 1952) y emocional (Schore, 1994), en otras palabras por procesos
abajo-arriba. Las sensaciones táctiles y kinestésicas guían la conducta temprana de
apego, así como ayudan a regular la fisiología y conducta del infante (Schore, en
prensa). Los infantes y los niños pequeños exploran el mundo a través de esos sistemas,
construyendo redes neuronales que son la base para el desarrollo cognitivo posterior
(Piaget, 1952; Hannaford, 1995).
Programados para ser gobernados por los estados somáticos y emocionales, los infantes
responden automáticamente a los indicadores SM y afectivos y no están regulados por
la cognición o el control cortical (Schore, 1994). El infante es “una criatura
subcortical… (que) carece del sentido de la modulación de la conducta, lo cual es
posible por el desarrollo del control cortical” . (Diamond, Baldvin, 1963, p. 305).
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(Levine, 1997; Van Olst, 1972) para prepararse para la evaluación y respuesta posterior
(Hobson, 1994).
En el reino animal, las respuestas activas de defensa se vuelven un freezing
(congelamiento) pasivo cuando una respuesta activa puede amenazar la supervivencia
(Nijenhuis y Van der Hart, 1999). Para los humanos, en cambio, cuando las defensa
activas son imposibles o nocivas, son reemplazadas por defensas pasivas como
sumisión, obediencia automática, y congelamiento (freezing). (Nijenhuis & Van der
Hart, 1999). Nijenhuis y Van der Hart (1999) escribieron:”….aplicando los recursos
para resolver problemas (tratar de huir, luchar o defenderse) podría ser
inevitablemente frustrante y no productivo para un niño que está siendo abusado física
o sexualmente o es testigo de violencia. En algunas situaciones, la defensa activa
motora puede verdaderamente aumentar el peligro y ser entonces menos adaptativa que
la pasiva, maneras mentales de lidiar…” (pag. 50)
Aún mas, la defensa pasiva puede ser la mejor opción cuando la activa es inefectiva, y
cuando la víctima es incapaz de escapar de un asalto.
Mientras Levine (1997) afirma que el hiper alerta y la defensa activa precede a la
defensa pasiva y la inmovilidad, Nijenhuis (e.g., Nijenhuis, Vanderlinden & Spinhoven,
1998) y Porges (1995, 1997) ambos notan que el estado de congelamiento no siempre es
precedido por la defensa activa o hiperalerta. En algunos casos, como los mencionados
mas arriba, un individuo puede automáticamente tener defensas pasivas sin tratar
primero las activas. También, las defensas pasivas solas son empleadas en la infancia,
mucho antes de la capacidad para la lucha/huida.
En la defensa pasiva, la respuesta de orientación comúnmente activa, la cual incluye el
uso efectivo de los sentidos, mecanismos de escaneo y capacidades de evaluación,
puede volverse lenta e inefectiva. La función cognitiva de resolver problemas puede
estar severamente disminuida y confusa, lo cual podría levar a un enlentecimiento
general de la cognición o “adormecimiento psíquico” (Solomon, Laror, y McFarlane,
1996, p. 106), un adormecimiento de los sentidos y la lentitud de las respuesta
músculo/esqueléticas (Levine, 1997). Los músculos pueden estar extremadamente
tensos pero inmovilizados o fláccidos. Los pacientes pueden decir que en ese estado, se
encuentran difícil el movimiento, y pueden hasta sentirse paralizados.
Frecuentemente, la completa ejecución de movimientos efectivos de defensa física no
tiene lugar durante el trauma en sí mismo. Como hemos visto, una víctima puede
congelarse instantáneamente en lugar de actuar, un conductor puede no tener tiempo
para ejecutar el impulso de apartar el auto para evitar el impacto, o una persona puede
tener mas fuerza cuando trata de librarse de un asaltante. Con el tiempo, tal secuencia
de movimientos defensivos ineficaces o interrumpidos contribuye a los síntomas del
trauma. Herman (1992) observa: “Cuando no es posible la resistencia ni el escape, el
sistema humano de auto defensa se abruma y desorganiza. Cada componente de la
respuesta común al peligro, habiendo perdido su utilidad, tiende a persistir en un
estado alterado y exagerado mucho después que el peligro ha pasado” (p.34)
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Las personas traumatizadas pueden exhibir una propensión por tanto la hiperactividad
como la defensa pasiva, o una alternancia entre las dos. Cuando las defensas se vuelven
hiperactivas, ellas se manifiestan como una defensividad habitual, agresión contra sí o
los otros, hiperalerta, hipervigilancia, excesiva actividad motora e incontrolables
ataques de rabia, y más reacciones similares.
Las defensas pasivas habituales se pueden manifestar como patrones crónicos de
sumisión, desamparo, incapacidad para formar vínculos, sentimientos de inadecuación,
obediencia automática, y la repetición del rol de víctima. La persona puede parecer falto
de vitalidad e inexpresivo, y fallar para defenderse del peligro o estar orientado hacia el,
o aún tratar de obtener ayuda.
Los movimientos de defensa física interrumpidos o inefectivos pueden alterar la
capacidad total del procesamiento SM, similar a la manera que una supresión repetida
de una emoción particular interrumpe la capacidad total del procesamiento emocional.
Patrones de respuestas SM no exitosas pueden volverse habituales, afectando
negativamente el saludable y normal interjuego entre arriba-abajo y abajo-arriba
procesamiento y entonces contribuir a los síntomas de trauma.
El modelo de modulación
Figura 1 Modelo de Modulación: Zona de excitación óptima
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Concluye que la hipoalerta (descrita mas arriba) es debida a una rama específica del
Sistema Nervioso Parasimpático, el “complejo dorsal vagal” que causa que el
organismo conserve la energía reduciendo drásticamente el ritmo cardíaco y
respiratorio. La otra rama del S N Parasimpático, el “complejo ventral vagal” al cual
Porges llama “el sistema de involucramiento social” es el vagal “inteligente” o “vivo”
porque regula ambos sistemas el dorsal vagal y el simpático.
Este sistema “inteligente” es mucho más flexible que los otros dos niveles más
primitivos del SN Autónomo, los cuales si están mal regulados, tienden a los extremos
de hipoalerta o hiperalerta.
El Sistema de Involucramiento Social (SIS) da al humano una inmensa flexibilidad de
respuestas al medio (1995, 1997). Por ejemplo, durante una situación social, la
interacción y la conversación pueden cambiar rápidamente de un momento de
animación y afectivo fuerte, a la calma y la escucha reflexiva al siguiente.
Esta rama “inteligente” del S N Parasimpático regula el Simpático y “congela”
(parasimpático dorsal vagal) la respuesta al trauma y permite al ser humano sintonizar
finamente su alerta a las necesidades de la situación.
Este sofisticado mecanismo de “freno” del SIS facilita la regulación completa de la
alerta y está conectado a la “regulación psicobiológica interactiva” de Schore.
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En una modulación efectiva, el SIS regula las funciones más extremas del sistema
nervioso autónomo. Bajo el estrés del trauma un individuo puede al comienzo tratar de
usar el SIS para modular, pero, si no es efectivo, la regulación interactiva/
involucramiento social, tiende a cerrarse. Si esto ocurre, la persona tiene comprometida
la capacidad de usar las relaciones para la regulación, y en cambio vuelve a los sistemas
SM y emocional, mas primitivos.
El funcionamiento saludable de lo cognitivo está disminuido. Como veremos mas abajo,
el la PSM el SIS es activado y la interacción efectiva terapeuta/cliente sirve para regular
y modular la alerta.
Después que el terapeuta ha cumplido su rol (en otras palabras, se ha vuelto una
“corteza auxiliar” para el paciente), este puede aprender las capacidades de auto-
regulación para observar y rastrear las reacciones SM. Esto es, la habilidad del terapeuta
para regular interactivamente la alerta mal regulado del paciente, crea un ambiente en el
cual el paciente puede comenzar a acceder a su propia habilidad para regular la alerta
(Schore, en prensa-b) independientemente de la interacción relacional.
A través de este proceso, el paciente es ayudado a moverse de los estados de
congelamiento y/o hiperalerta a una plena participación con el SIS.
sensaciones internas casi siempre se transforman en alguna otra cosa” (Levine, 1997,
p. 82). El temblor cambia de afectar solamente las manos a involucrar los brazos, que
comienzan a agitarse fuertemente, y luego gradualmente se aquietan y suavizan; el
ritmo cardíaco también retorna eventualmente a su calma.
Solo cuando esta experiencia SM se ha asentado, es posible describir el contenido
adicional, e incluir el procesamiento cognitivo y emocional.
El terapeuta debe aprender a observar en preciso detalle, momento-a-momento en el
paciente la organización de la experiencia SM, focalizando tanto en los cambios sutiles
(como el color de la piel, la dilatación de las alas de la nariz o las pupilas, ligera tensión
o temblor) como en los mas obvios (desfallecimiento en la columna, rotaciones en el
cuello, empujar con la mano, o cualquier otro movimiento muscular grosero).
Estas experiencias SM usualmente no son notorias para el paciente hasta que el
terapeuta las muestra a través del simple “contacto” con una frase como, “parece que su
brazo está tenso”, o “hay un ligero temblor en su pierna izquierda” o “su mano se cerró
en un puño”.
Cualquier terapeuta está familiarizado para notar y contactar estados emocionales
(“parece asustado”) para facilitar el tomar conciencia del paciente y procesar sus
emociones; el procedimiento es similar para las reacciones SM.
Mindfulness es la clave para que los pacientes se vuelvan más y mas concientes de sus
reacciones SM internas y puedan incrementar su capacidad de autorregulación.
Mindfulness es un estado de conciencia en el cual la propia conciencia es dirigida hacia
la experiencia interna del aquí-y-ahora, con la intención de observarla simplemente más
que de cambiar esta experiencia.
Por lo tanto podemos decir que Mindfulness une las facultades cognitivas del paciente
para sostener el procesamiento SM, más que permitir a los procesos de liberación del
trauma abajo-arriba incrementarse y tomar el control del procesamiento de la
información. Para enseñar Mindfulness, el terapeuta hace preguntas que requieren una
“mente plena” para contestar, tales como: “¿que siente en su cuerpo? ¿Dónde
exactamente experimenta la tensión? ¿Qué sensación siente en sus piernas ahora?
¿Qué pasa en el resto de su cuerpo cuando cierra el puño?”
Preguntas tales fuerzan al paciente a salir de un estado disociado y de una ideación del
futuro o del pasado y experimentar el momento presente en el cuerpo. Tales preguntas
también alientan al paciente a dar un parar de involucrarse en la experiencia traumática
y relatar desde el lugar de un ego observador, un ego que “tuvo” una experiencia en el
cuerpo mas que un ego que “es” esa experiencia corporal.
Para personas traumatizadas, la completa experimentación de sensaciones puede ser
desconcertante o producir temor, experimentar intensas sensaciones físicas puede
evocar sentimientos de estar fuera de control, debilidad o de estar sin ayuda alguna.
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Por otro lado, las personas traumatizadas están a menudo disociadas de las sensaciones
corporales, experimentando el cuerpo como anestesiado o adormecido.
Nuestra visión es que fallas en las respuestas defensivas activas, junto con la
incapacidad de modular la excitación o alerta, puede ser la fuente de tales experiencias
corporales estresantes, y que ese distrés puede ser al menos aliviado de alguna manera
ayudando al paciente a experimentar la secuencia somática de la respuesta defensiva
activa. Subsecuentemente, los clientes pueden acceder a las sensaciones sin disociarse o
sentirse con disconfort.
Para ilustrar los puntos más arriba citados, vamos a describir tres sesiones con Mary,
una mujer de mediana edad, exitosa mujer de negocios, quien sufrió trauma relacional y
shock por ser violada repetidamente por su tío entre los 4 y 10 años de edad.
A pesar que ella sufría de ataques de pánico, depresión, y algo que ella llamaba “no
vínculos” no tenía claros recuerdos del trauma hasta un altercado reciente con una
figura de autoridad que le gatilló ´flashbacks´ acompañados de insomnio y trastornos
físicos como hiperalerta, temblores incontrolables, sangrado vaginal no experimentado
anteriormente, y ataques de inmovilidad que duraban por una hora.
Mary contó que durante el abuso ella había tratado de resistirse a su tía al comienzo,
pero eventualmente se sometió y “miraba desde cielorraso”.
A medida que Mary contaba su historia, hablaba rápidamente, con pocas pausas que
pudieran darle una oportunidad de interacción verbal con el terapeuta.
Su Sistema de Interacción Social (SIS) era escaso; era como si ella se estuviera
hablando a sí misma, incapaz de usar las relaciones para interactivamente regular su
alerta. Mary aparecía cada vez más aislada y sola a medida que hablaba. Por momentos
experimentaba pánico e hiperalerta, y se juzgaba repetidamente por haber permitido el
abuso. “¿Porqué me habré cambiado de ropa alguna vez frente a él?: ¿Por qué no le
conté a mi madre lo que estaba pasando?”. También se condenaba por su incapacidad
para defenderse del abuso, interpretando su disociación y congelamiento como una
debilidad, una respuesta común de los sobrevivientes de traumas (Nijenhuis & Van der
Hart, 1999, p. 54).
La primera sesión de Mary ilustra un punto importante: En el estado inicial de la terapia
usualmente el terapeuta ayuda al paciente a regular su alerta. Esto se logra al comienzo
a través de la regulación interactiva dentro de la relación terapéutica, que establece las
condiciones bajo las cuales el paciente puede aprender la autorregulación. Obviamente,
un rapport saludable en la relación entre el paciente y el terapeuta debe ocurrir para que
se dé esta regulación interactiva.
En el caso de Mary, el terapeuta facilitó la regulación interactiva a través de rastrear los
cambios y movimientos en su cuerpo, haciendo afirmaciones de contacto, demostrando
habilidad para tolerar el distrés de Mary y tolerando la descripción de sus experiencias
traumáticas sin alejarse o ponerse en hiperalerta. Gradualmente Mary comenzó a
ablandarse en su cuerpo, hablar más lentamente y a involucrarse en una interacción
recíproca con su terapeuta.
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Fue difícil para Mary al comienzo estar conectada mentalmente con sus sensaciones
corporales, porque cuando trataba de hacerlo, la hiperalerta, temblor, pánico y terror se
volvían intolerablemente abrumadores. Semejante a la noción de Levine acerca de
“intercambiar…una respuesta activa por una de desamparo” (Levine, 1997, p. 110), el
terapeuta sabía que si Mary podía experimentar completamente una secuencia física
defensiva, esos síntomas podían disminuir. Para logar eso, le pidió a Mary si ella podría
estar dispuesta a experimentar empujando con sus manos contra un almohadón
sostenido por él, y notar que pasaba en su cuerpo. Mary consintió y a medida que ella lo
hacía, comenzó a experimentar primeramente náuseas y un aumento de su miedo, lo
cual es común cuando se trabaja por primera vez activando una secuencia defensiva que
hubo fallado en el pasado.
El terapeuta luego le pidió a Mary que temporariamente descartara todo recuerdo y
simplemente focalizara en su cuerpo para encontrar una manera de empujar que la
hiciera sentir cómoda. El sentido de control de Mary se fue incrementando a medida que
ella era animada a guiar su exploración física y a decirle al terapeuta cuanta presión usar
para resistir contra el almohadón, en que posición colocarse, y otras cosas. A medida
que Mary comenzaba a experimentar la defensa física activa, el terapeuta registraba su
cuerpo y hacía comentarios de contacto tales como “la fuerza del empuje se está
incrementando” y “parece que te estás afirmando “, etc. Mary fue también instruida a
tener plena atención en los detalles de sus sensaciones: “¿que pasa en tu cuerpo cuando
empujas?”; ¿Qué sientes en tu espalda y tu columna?”.
Mary eventualmente experimentó una secuencia completa de respuesta activa de
defensa: levantando los brazos, empujó tentativamente con ellos primero,
incrementando la presión e involucrando en ello los músculos de su espalda, pelvis y
piernas. El terapeuta continuó pidiendo atención plena en las sensaciones, y Mary
comenzó a experimentar placer físico al empujar, diciendo: “se siente bien!”
A causa de que muchos pacientes traumatizados son anhedónicos (de an- hedonia, o sea
incapaces de sentir placer físico) experimentar y saborear sensaciones placenteras puede
incrementar su capacidad para sentir placer y puede cambiar también su relación con el
cuerpo, el cual puede haberse sentido como “el enemigo”, o la fuente de sensaciones
desconcertantes y dolor físico. Cuando la secuencia defensiva había sido explorada
completamente y completada, Mary estaba mas calma y capaz de poner su atención en
las sensaciones sin volverse hiperalerta, en otras palabras, ella estaba ahora situada
dentro de la zona óptima de alerta del Modelo de Modulación.
La intención en la PSM es trabajar en el límite del Modelo de Modulación, accediendo
lo suficiente al material traumático para poder trabajar con el, pero no tanto que el
paciente se sienta abrumado y disociado. Para este propósito, a medida que Mary volvía
a describir el trauma (era su decisión, no la del terapeuta) era instruida para estar
completamente atenta a sus sensaciones corporales. A medida que describía su
experiencia de abuso sus mandíbulas comenzaban a tensarse, su hombro derecho y el
brazo se contraían, y su respiración se dificultaba—todo ello posibles signos de
respuestas defensivas emergiendo espontáneamente.
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Después de hacer afirmaciones de contacto, observando estos signos físicos, tales como
“su mandíbula y su brazo parecen estar tensos y su respiración esta cambiando“ , el
terapeuta dirige a Mary a conectarse en sus sensaciones corporales: “Tómese unos
momentos para sentir que está pasando en su cuerpo antes de seguir adelante“. Mary
describe la tensión y dice que su cabeza parece querer darse vuelta hacia la izquierda, y
en ese momento ella recuerda una pared que estaba a su izquierda durante el abuso
infantil. En lugar de interpretar sus dichos, o volver al contenido de sus recuerdos, el
terapeuta la dirige a “permita ese movimiento de su cuello y note que pasa luego”.
En este punto, Mary no describió más el pasado, sino que estaba atenta solo a las
experiencias corporales presentes. A medida que se concentraba en su cabeza y cuello
dándose vuelta hacia la izquierda, estaba también conciente de sus impulsos físicos que
parecían involuntarios, como si estuvieran sucediendo “por ellos mismos”. Su cuerpo
parecía tener vida propia a medida que ella era alentada a concentrarse en sus
sensaciones y movimientos. Mary reportaba que “mi mano quiere cerrarse en un puño“
el terapeuta la alentaba a “sentir el impulso y permitir que suceda” sin hacerlo
voluntariamente.
Mientras que el empujar el almohadón había sido completamente voluntario, la mano de
Mary, ahora lentamente comenzó a cerrarse espontáneamente en un puño.
Mary dijo que su brazo quería “golpear”. La secuencia del movimiento defensivo
estaba ahora emergiendo sin la dirección conciente del arriba-abajo, ni del paciente, ni
del terapeuta. Este dijo: “sienta el impulso de pegar y note que pasa luego en su
cuerpo”. Mary fue alentada a simplemente observar y permitir los micromovimientos
involuntarios y los gestos, más que a “hacerlos” voluntariamente.
El procesamiento SM estaba ocurriendo espontáneamente, a través de la atención de la
mente a las sensaciones corporales y a los impulsos, y por la dirección cognitiva dada
de suspender el contenido y las emociones y sostener los procesamientos del cuerpo.
A medida que el terapeuta dirigía a Mary para observar sus sensaciones y sus
movimientos involuntarios, su mano derecha se cerraba en un puño, su antebrazo se
tensaba, y su brazo lentamente se levantaba de su regazo sin intención conciente de su
parte. Mary dijo que estaba empezando a sentir pánico, y el terapeuta le pidió que solo
experimentara los signos físicos del pánico (lo que Mary reportó como un incremento
de su ritmo cardíaco y constricción) mas que la emoción.
Esta es una directiva importante para separar la emoción basada en un trauma de las
sensaciones, entonces el procesamiento SM puede ocurrir sin la interferencia de los
procesos emocionales o cognitivos, y sin sobrecargar a Mary con más información de la
que ella podría manejar efectivamente.
Gradualmente la cabeza de Mary volvió al centro, y su brazo derecho progresó, con un
movimiento lento de levantarse y golpear acompañado de un estremecimiento
(internamente esta experiencia de estremecimiento es similar a los estremecimientos que
pasan por el cuerpo cuando uno se enfría). Después de algunos minutos de
procesamiento SM durante los cuales ambos, Mary y el terapeuta, siguieron lentamente
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procesamiento SM, cuando los impulsos físicos y las sensaciones emergían, o cuando se
sentía otra vez hiperalerta o disociada.
Eventualmente tuvo una sesión de terapia en la cual confrontó el recuerdo del momento
que se disoció por primera vez y “miraba desde el cielorraso lo que él (su tío) estaba
haciendo a otra niña pequeña” mientras otra parte de ella era sometida al abuso.
Sin embargo, ahora había desarrollado la habilidad de rastrear sus sensaciones
corporales, y sentía mas confianza en su capacidad de atravesar esas experiencias.
Mary escribió:
“En la época de esta sesión había estado experimentando recientemente lo que parecía
ser como una nueva oleada de recuerdos tempranos que habían traído un incremento
en los niveles de activación físicos y emocionales de terror y desesperación. Esta vez,
sin embargo, sentí como que sabía que podía atravesarlo, había estado allí antes y
sabía que era un proceso y los pasos que conducían a una experiencia mas completa y
mejor.”
En esta sesión Mary fue otra vez instruida por el terapeuta a estar completamente alerta
de su cuerpo, y a medida que ella recordaba el trauma, se volvía mas consciente de las
reacciones físicas que había tenido de niña. Experimentaba los componentes físicos del
sometimiento y la disociación de su cuerpo (adormecimiento, flaccidez muscular,
sentirse paralizada) junto con el impulso de pelear (tensión en sus mandíbulas y brazos).
La conciencia de las sensaciones se vuelve la fuerza unificadora para resolver esta
“división disociativa” como ella se dio cuenta: “esta desintegración no es
verdadera…yo soy dos cuerpos en el mismo cuerpo, haciendo dos cosas diferentes”.
A medida que Mary experimentaba esta división somática y procesaba los
componentes físicos de ella (como el impulso de pelear con su tío), era capaz de
experimentar la pena asociada con el abuso sin disociarse de su cuerpo. Mas capaz de
procesar cognitivamente, sus creencias negativas acerca de sí misma eventualmente
fueron reemplazadas por un sentido de completad de haber sido capaz de defenderse a
través de la sumisión y la disociación, sabiendo que estas defensas pasivas habían sido
efectivas en su situación en particular y dándose cuenta que las defensas activas en ese
momento podrían haber hecho que su trauma hubiera sido peor.
En un momento de la sesión, Mary dijo orgullosamente, “no hay nada malo conmigo,
mire lo que hice!” refiriéndose a su disociación como una forma de sobrevivir a un
abuso intolerable.
Poco tiempo después de esta sesión la terapia de Mary concluyó.
Seis meses más tarde escribió:
“Me doy cuenta que ha habido un duradero y profundo cambio, tanto en mi cuerpo (la
manera en que lo siento) como en mi sentido de integración y habilidad para
permanecer presente en situaciones de miedo, recuerdos y sensaciones que podrían
haber sido previamente tan abrumadoras que las hubiera suprimido…
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