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Al ser la escritura un acto individual, ésta es única e irrepetible, aún, cuando conserve trazos
similares a los incorporados durante el proceso educativo, al formar parte de una Gestalt, la letra
se puede analizar desde una visión holística integradora, y las relaciones dinámicas que
aparezcan en su totalidad nos hablarán de las distintas personalidades de los postulantes a
evaluar. Si bien el ser humano es determinado y libre, también es cierto que no existe hombre que
esté libre de conflictos.
En este proceso, al decir de Bleger (Psicología de la conducta), aparecen tres áreas de conducta:
Mental, Corporal y Social y, si bien funcionan de manera interactiva, en ciertos momentos
predomina un área sobre otra y de allí, se derivan los tipos de personalidad.
A esta actividad evolutiva natural, debemos agregar que el hombre, para dar respuestas a sus
conflictos, elige y en este juego de alternativas, no sólo aparecen las alteraciones de las áreas
mental, corporal y social por disfunciones orgánicas, accidentes o problemas psíquicos, sino que
el alcohol, las drogas (legales y de las otras), la falta de control sobre las emociones, atentan
contra la capacidad adaptativa, cercenan el talento natural y reprimen los potenciales naturales.
Al estar todo el tiempo produciendo significados, en el acto de escribir proyectamos mensajes que
pueden coincidir o no con el objetivo buscado. Así como para un entrevistador experimentado, no
se le escapan en la conversación el discurso, la postura corporal, los gestos faciales y el tono de
la voz para detectar mensajes ambiguos, también en grafología, cuando efectuamos los trazos
gráficos, estamos produciendo significados. No sólo exponemos el mensaje, sino que también
manifestamos rasgos de nuestra personalidad más profunda, nuestros estados anímicos,
estructuras rígidas o flexibles, funcionamiento de nuestro sistema psico-físico y, en definitiva, todo
aquello que nos diferencia y nos distingue de los demás. Es obvio que en esta acción proyectamos
también nuestras fortalezas.
En el acto de escribir se refleja nuestra actividad nerviosa, por eso, a pesar del factor tiempo y de
nuestra voluntad, es difícil modificar automatismos ya fijados sino es por medio de una ayuda
terapéutica que nos lleve a realizar profundos cambios internos. Sólo así, el trazo escritural
proyectará la modificación producida.
Ahora ¿cómo determinamos si una escritura presenta signos patológicos?
En una escritura sana, los movimientos avanzan en el espacio con un impulso decidido y sin
ninguna clase de inhibición. Los trazos son firmes y suaves de acuerdo con el formato de las letras.
La presión ejercida sobre el papel no presenta deficiencias ni excesos de profundidad y los rasgos
aparecen bien nutridos de tinta. Cuando el ritmo –que es propio- es espontáneo y libre, no
acusando trabas en la onda gráfica y el movimiento es continuo, sin regularidades excesivas y sin
rigidez, pero conservando un cierto orden inconsciente en la relación: movimiento, firmeza y
espacio.
En definitiva, cuando el escrito, aún sin saber de Grafología nos transmite una sensación de
armonía, orden y naturalidad, tal como sería la impresión que recibimos cuando conversamos
personalmente con alguien.
Bibliografía:
Grafología y Grafopatología- Dr. Alberto Posada Angel Ed. Paraninfo Escritura y
Personalidad- Augusto Vels - Ed. Herder Psicología de la conducta - José Bleger - Ed. Centro
editor de América Latina