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La virtud se define como un hábito operativo bueno que reside en las potencias
operativas del individuo. Estos hábitos son cualidades estables que permiten
realizar actos virtuosos con facilidad y prontitud. A diferencia de los hábitos
entitativos, que son inherentes a la naturaleza de una cosa, las virtudes están
relacionadas con la disposición de las facultades operativas del individuo.
Las virtudes perfeccionan las potencias operativas y las disponen para llevar a
cabo actos que estén en concordancia con la naturaleza del individuo. Esto
acerca a la persona a su capacidad inherente para actuar adecuadamente y, en
última instancia, cumplir con el orden de su fin. Como resultado, se puede decir
que las virtudes hacen que el individuo sea bueno y que sus acciones sean
buenas. Los actos realizados a través de las virtudes son más perfectos, ya que
provienen de hábitos operativos estables y, por lo tanto, se ejecutan con mayor
perfección y facilidad.
2. Necesidad DE LA VIRTUD
Las virtudes son necesarias para las potencias racionales, ya que estas potencias
tienen un amplio margen de indeterminación en su obrar, lo que significa que
pueden dirigirse hacia diversos objetos, algunos buenos y otros malos. Las
virtudes son disposiciones estables que determinan estas potencias racionales
hacia actos buenos. No basta con tener una buena voluntad; también es
necesario que las tendencias sensibles estén en línea con la razón y que se
utilicen correctamente las facultades exteriores.
Aristóteles también subraya que las virtudes morales incluyen la recta intención,
lo que significa que determinan las tendencias apetitivas hacia los fines de las
virtudes. Por ejemplo, la virtud de la justicia implica que la persona virtuosa
busca fines justos y, por lo tanto, determina la elección de medios apropiados,
ya que los fines de las virtudes son constantes y universales, mientras que los
medios específicos pueden variar según las situaciones y circunstancias.
Las virtudes humanas, así como los vicios, se adquieren y fortalecen a través de
la repetición de actos. Estas virtudes residen en las potencias humanas en la
medida en que estas potencias tienen una cierta pasividad. Cuando estas
potencias son movidas por una potencia superior, reciben una disposición, ya
que todo lo que es impulsado por otro es organizado por la acción del agente.
Si esta acción se repite con suficiente frecuencia, la disposición se vuelve
estable, lo que da lugar a la formación de un hábito. Por ejemplo, la virtud de la
fortaleza se desarrolla en el apetito irascible debido a la repetición de actos en
los que la razón impera que este apetito actúe de acuerdo con la norma moral,
superando sus pasiones cuando estas entran en conflicto con la razón. Santo
Tomás de Aquino afirma que las virtudes se generan de esta manera.
Además, las virtudes morales están conectadas entre sí, lo que significa que no
puede existir una de manera perfecta sin que las demás también estén
presentes. La conexión máxima entre las virtudes se da en la prudencia, ya que
sin prudencia no puede existir ninguna otra virtud moral, y, a su vez, la
prudencia no puede existir sin todas las demás virtudes morales. Esto se debe a
que la prudencia es esencial para la recta elección de medios, y la recta elección
de medios depende de que los apetitos estén debidamente dispuestos respecto
al fin, lo cual es responsabilidad de las otras virtudes morales.
Por otro lado, como virtudes específicas, estas cuatro virtudes perfeccionan las
diferentes potencias humanas relacionadas con la conducta moral. La prudencia
está relacionada con la inteligencia práctica, la justicia concierne a la voluntad, y
la fortaleza y la templanza se aplican respectivamente al apetito irascible y
concupiscible. Estas virtudes cardinales son esenciales para guiar y regular estas
potencias en la vida moral.
LA PRUDENCIA Y LA JUSTICIA
LA FORTALEZA Y LA TEMPLANZA
1. La Fortaleza: Es la virtud que regula los actos del apetito irascible. Su objetivo
es el bien difícil de alcanzar. La fortaleza modera tanto el miedo que inhibe la
realización de buenas acciones debido al esfuerzo que implican, como la
audacia temeraria que afronta peligros innecesarios. Tiene dos actos principales:
emprender acciones valientes y resistir las dificultades y los esfuerzos
prolongados. La fortaleza se complementa con otras virtudes relacionadas,
como la magnanimidad (que impulsa a emprender grandes acciones), la
magnificencia (que guía el uso de recursos materiales para hacer el bien), la
paciencia (que modera la tristeza ante las dificultades) y la perseverancia (que
fortalece el ánimo para enfrentar los desafíos y finalizar las tareas).
2. La Templanza: Esta virtud perfecciona el apetito concupiscible, que busca el
bien placentero, regulando los placeres corporales de acuerdo con la razón. Se
desglosa en tres partes subjetivas: abstinencia (referente a la comida), sobriedad
(referente a la bebida) y castidad (que modera el placer sexual). La templanza es
crucial para evitar que el individuo se consuma en lo material, permitiendo que
el alma se libere para actividades intelectuales, amor a Dios y servicio a los
demás. La intemperancia, en contraste, oscurece la razón, debilita la
personalidad y suele conducir a comportamientos autodestructivos, como la
adicción.
3. La Humildad: Se considera una parte potencial de la templanza y regula el
deseo desordenado de la propia excelencia, ayudando a moderar el deseo de
autoafirmación. La humildad es esencial, ya que la soberbia se opone al amor a
Dios y a los demás, y esta falta de humildad se considera la raíz de todos los
vicios y pecados humanos. La soberbia y la lujuria a menudo están relacionadas,
ya que ambas reflejan un amor desordenado a uno mismo, ya sea en lo
espiritual o en lo corporal.
4. La Studiositas: Otra parte potencial de la templanza, esta virtud regula el deseo
natural de adquirir conocimiento. Ayuda a evitar la curiosidad inoportuna y la
necesidad de saberlo todo, lo cual puede llevar a la superficialidad y a la falta de
profundización en temas importantes.
El texto se centra en los siete vicios capitales, que son la raíz de otros pecados y
malos comportamientos:
Estos vicios capitales se consideran los pecados fundamentales desde los cuales
surgen otros pecados y malos comportamientos. La raíz de todos los pecados
se atribuye a la codicia, que se entiende como un deseo torcido de bienes
finitos. En contraste, las virtudes derivan del amor a Dios y representan la
efectiva ordenación de la voluntad hacia el fin último.