Está en la página 1de 3

la infancia en el antiguo egipto

El crecimiento en el antiguo Egipto no era ningún juego. La tasa de mortalidad infantil era muy alta y la edad
adulta empezaba apenas se llegaba a la pubertad, por lo que la infancia era vista como un periodo muy
importante en el que había que dar a los niños y niñas las herramientas para poder valerse por sí mismos.

Abel G.M. - Periodista especializado en el ámbito de la historia y los viajes. (26 de noviembre de 2020)

En el Egipto de los faraones, uno de cada tres niños no llegaba a su primer cumpleaños. De los que sobrevivían,
la mitad llegaba a cumplir cinco años y poder disfrutar de su infancia. Pero por poco tiempo, ya que llegados a
los doce o catorce años se esperaba que se casaran y empezaran su vida adulta. En ese breve periodo debían
aprender todo lo necesario para abrirse paso en la vida, a menudo limitados por el entorno familiar en el que
el azar les había hecho nacer.
UNA INFANCIA PELIGROSA
La razón de la alta mortalidad es que el antiguo Egipto era un país ya muy peligroso de por sí, pero más aún
para un niño, debido a su fauna; escorpiones, serpientes venenosas, cocodrilos o hipopótamos, entre otros. Por
ese motivo las madres llevaban casi siempre a sus bebés consigo, incluso cuando estaban trabajando, sujetos
en cabestrillos de tela, para tenerlos siempre vigilados; o si tenían hermanos mayores, se les dejaba a su
cuidado. Y esto sin contar las enfermedades o las carestías, que se cebaban especialmente con los más jóvenes.

Para protegerlos de tales peligros, los niños solían llevar amuletos consigo, como el famoso ojo de Horus
o udjat, que supuestamente alejaba el mal de ojo y las enfermedades y ayudaba a sanar las heridas. Los padres
también solían consultar a un astrólogo profesional para darle a su recién nacido un nombre propicio: este
solía constar de al menos dos partes, una de las cuales reflejaba una cualidad y otra a un dios protector; por
ejemplo, el nombre Meret-Net, “amada de Net” (la diosa de la sabiduría), ayudaría a la niña a convertirse en
una mujer inteligente.
En sus ratos libres, los niños se divertían con juguetes –habitualmente de madera, cáñamo o papiro–, muñecas,
pelotas, peonzas, juegos de mesa –el más popular era el senet– o, en el caso de los niños, diversiones
“masculinas” como luchas y carreras. Pero siempre sin alejarse demasiado de los adultos, ya que existía el
peligro de toparse con animales salvajes. Las mascotas eran habituales, sobre todo gatos y perros –que
además mantenían a raya a escorpiones, serpientes y otras alimañas–, y en menor medida pájaros y monos. Si
tenían hermanos menores, se esperaba que les cuidaran.

LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN
A partir de los cuatro o cinco años y hasta llegar a la pubertad, la vida de los niños y las niñas se desarrollaba en
función de la familia en la que habían nacido. Si tenían la suerte de formar parte de una casa rica podían
estudiar escritura, ciencias, literatura y religión, para convertirse en profesionales cualificados. Los niños eran
enviados a la escuela o, si se trataba de una familia noble o especialmente pudiente, al templo, donde tendrían
la oportunidad de prepararse para acceder a puestos administrativos o religiosos. Algunas niñas también iban
a la escuela, pero era más común que recibieran una formación particular en su propia casa a cargo de
tutores.
En cambio, si se era de familia pobre, lo normal era que empezaran a ayudar a sus padres en su trabajo, ya
fuera en el campo, en un negocio o en su oficio. Al morir sus progenitores –lo que en Egipto solía suceder a una
edad muy temprana, antes de los cuarenta años si se era pobre– heredarían su negocio y sus bienes, teniendo
preferencia los hijos sobre las hijas. Y si el padre o la madre tenía un oficio, convenía que empezaran a
aprenderlo cuanto antes.
La religión ocupaba un lugar muy importante en la educación, independientemente del sexo y de la condición
social. Desde que tenían uso de razón se enseñaba a los niños y niñas a tener respeto por los dioses, a obrar
el bien y a actuar con rectitud. Todo esto era una preparación para el momento más importante de la vida, que
irónicamente tenía lugar después de esta: el juicio de Osiris, el señor del Más Allá. Cuando alguien moría su
corazón era pesado en una balanza junto con la pluma de Ma'at, símbolo de la verdad y la justicia universal:
si el difunto había obrado correctamente en vida, se le permitía pasar a los Campos de Iaru, donde viviría
eternamente; pero si su conducta no había sido recta, su corazón era devorado por una bestia monstruosa
llamada Ammit y su alma dejaba de existir. Por ello, era vital inculcarles desde pequeños la importancia de
llevar una vida correcta.

EL PASO A LA ADULTEZ
En el antiguo Egipto no había una edad específica que marcara el paso de la infancia a la adultez, pero esta
tenía lugar durante la pubertad, generalmente entre los doce y los catorce años. A esa edad no sucedía ningún
cambio legal (no existía el concepto de menor o mayor de edad), pero se consideraba que ya podían casarse. En
el caso de las niñas, la primera menstruación era celebrada como una señal de fertilidad y a esa sangre se le
atribuían propiedades mágicas, por lo que se guardaba para ser usada en caso de necesidad: por ejemplo, si
una mujer tenía dificultades para concebir, se la podía frotar por los muslos, la barriga y los senos.
Si se había tenido la suerte de recibir una educación era el momento de elegir oficio, una de las decisiones más
importantes en la vida de los egipcios, como da fe la literatura –por ejemplo, la llamada Sátira de los
oficios–. Una de las profesiones más importantes y codiciadas era la de escriba; muy poca gente en el antiguo
Egipto sabía escribir, por lo que esto le abría las puertas a trabajar en casi cualquier lugar que desease –
preferentemente, para la nobleza o los sacerdotes–. Otras elecciones magníficas eran arquitectura,
astronomía o medicina, si su familia podía permitirse la formación. Todas estas profesiones requerían una
enseñanza especializada que generalmente solo los más ricos podían permitirse.

A la mayoría de la gente, sin embargo, no le quedaba otra opción que ocuparse de los campos, del ganado, o
aprender un oficio sin gloria, como herrero, panadero o alfarero. Todas estas profesiones eran duras y no
ofrecían ninguna esperanza de ascenso social. Los hombres tenían la posibilidad de alistarse en el ejército, algo
peligroso pero que tenía perspectivas mejores: un salario fijo, alimento garantizado, botín y posibilidades de
ascenso social. Las mujeres bienestantes podían permitirse una vida más tranquila, dedicada solamente al
hogar, pero a las más pobres les esperaba una vida doblemente dura; una opción para escapar a ello era ir a
servir a casa de una familia noble.p a r a s a b e r m á s

FORMAR UNA FAMILIA


En el momento del matrimonio, la mujer se iba a vivir con su marido y la familia de este, que a partir de
entonces pasaba a ser también la suya. Las distintas generaciones convivían bajo el mismo techo, que a
menudo era también el lugar donde tenían su negocio o sus tierras. Se esperaba que las mujeres empezaran a
tener hijos desde la adolescencia, ya que la vida en Egipto era difícil y en cualquier momento podía llegar la
muerte. Los partos eran momentos especialmente peligrosos en la vida de una mujer, ya que podía fallecer por
hemorragias o infecciones; de nuevo, los amuletos y los hechizos jugaban un papel importantísimo.
Generalmente la madre se ocupaba ella misma de las criaturas hasta los tres o los cuatro años. Muchas
costumbres ligadas a la familia cambiaron con la llegada de los faraones ptolemaicos, de origen macedonio; y
especialmente cuando Egipto se convirtió en provincia romana durante el principado de Augusto, momento en
el que empezaron a migrar familias de otras partes del Imperio. Así, por ejemplo, las mujeres ricas adoptaron
la costumbre de encargar la crianza de sus hijos a las nodrizas. En un fragmento de papiro de finales del siglo III
d.C., una madre reprende a su yerno que permita a su esposa –“mi dulce hija Apolonia”– dar el pecho a su hijo
recién nacido, porque implica que no tiene dinero para permitirse una nodriza o peor aún, que es un tacaño.
Las mujeres también perdieron la libertad que habían tenido en la época de los faraones, que fue posiblemente
la más igualitaria de la Antigüedad mediterránea por lo que respecta al género.

También podría gustarte