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Introducción

Los tumores del sistema nervioso central son neoplasias que se desarrollan en el cerebro o
la médula espinal. Pueden originarse en diferentes tipos de células del sistema nervioso,
como astrocitos, oligodendrocitos, células ependimarias, entre otras. Estos tumores pueden
ser benignos o malignos y suelen clasificarse según su localización, tipo celular y grado de
agresividad.

La neurooncología es la rama de la medicina que se especializa en el estudio y tratamiento


de los tumores del sistema nervioso central. Los neurooncólogos son médicos que se
dedican a la atención de pacientes con estos tumores.

Conceptos importantes

Neoformación:

El término "neoformación" se refiere a la formación de tejido nuevo o anormal en el cuerpo.


Se utiliza para describir la generación de tejido que no estaba presente de forma previa o
que se ha desarrollado de manera anormal. Las neoformaciones pueden ser benignas o
malignas, y su presencia puede ser indicativa de procesos como tumores, lesiones,
inflamación o respuesta a estímulos específicos.

Tumor:

Un tumor es una masa anormal de tejido que se forma debido a un crecimiento


descontrolado de células. Estas células pueden agruparse y multiplicarse de manera
excesiva, formando una masa que puede ser benigna o maligna. Los tumores benignos
suelen ser localizados, no invaden tejidos circundantes ni se diseminan a otras partes del
cuerpo, mientras que los tumores malignos, conocidos como cáncer, tienen la capacidad de
invadir tejidos cercanos y propagarse a través del torrente sanguíneo o el sistema linfático a
otras áreas del organismo.

Nomenclatura

Los tumores benignos por lo general se designan al agregar al sufijo -oma al nombre de la
célula de origen, como lipoma y adenoma. La nomenclatura de los tumores malignos suele
basarse en los orígenes del tejido embrionario de las células. A los tumores malignos
derivados de células de origen mesenquimal se les denomina sarcomas; éstos incluyen
cánceres que se derivan de músculo, hueso, tendón, grasa, cartílago, tejidos linfoides,
vasos y tejido conector. A los neoplasmas de origen epitelial se les denomina carcinomas,
los cuales se subdividen aún más de acuerdo con la apariencia histológica de las células

Metástasis

Las metástasis son implantes tumorales discontinuos respecto al tumor primario. La


metástasis marca, inequívocamente, un tumor como maligno porque las neoplasias
benignas no se metastatizan. con pocas excepciones todos los cánceres pueden ser
metastatizados. Las excepciones más importantes son la mayoría
de las neoplasias malignas de las células gliales en el sistema nervioso central
denominadas gliomas, y los carcinomas de la piel. Ambas son neoplasias localmente
invasoras.

Vías de diseminación

La diseminación de los cánceres puede ocurrir a través de tres vías:


(1) siembra directa en las cavidades o superficies corporales;
(2) diseminación linfática,
(3) diseminación hematógena.

Epidemiología

Un tumor primario de cerebro o médula espinal es un tumor que comienza en el cerebro o


en la médula espinal. La probabilidad de que una persona desarrolle este tipo de tumor en
su vida es inferior al 1%. Los tumores cerebrales representan entre el 85% y el 90% de
todos los tumores primarios del sistema nervioso central (SNC). A nivel mundial, se estima
que 308,102 personas fueron diagnosticadas con un tumor cerebral primario o un tumor de
la médula espinal en el año 2020.

También se diagnosticará a unos 4,170 niños menores de 16 años con tumores cerebrales o
del SNC este año.

Además de los tumores cerebrales primarios, también hay tumores cerebrales o metástasis
cerebrales secundarios. Esto ocurre cuando el tumor se inicia en algún lugar del cuerpo y se
disemina al cerebro.

Los cánceres más frecuentes que se diseminan al cerebro son los cánceres de vejiga,
mama, riñón, y pulmón, así como la leucemia, el linfoma y el melanoma. Esta guía cubre
solamente los tumores cerebrales primarios en adultos.

El cáncer de cerebro y otros tipos de cáncer del sistema nervioso son la décima causa
principal de muerte entre hombres y mujeres. Se calcula que 18,280 adultos en los Estados
Unidos (10,710 hombres y 7,570 mujeres) morirán por tumores cancerosos primarios del
cerebro y del SNC este año. A nivel mundial, se estima que 251,329 personas murieron de
tumores cerebrales primarios y tumores del SNC en 2020.

La tasa de supervivencia a 5 años indica el porcentaje de personas que sobrevive al menos


5 años una vez detectado el tumor. El término “porcentaje” significa cuántas personas de
cada 100. En los Estados Unidos, la tasa de supervivencia de 5 años para las personas con
un tumor canceroso del cerebro o del SNC es de casi el 36%. La tasa de supervivencia de
10 años es casi del 31%.

La edad es un factor en las tasas de supervivencia generales después de un diagnóstico de


un tumor cerebral. Para las personas menores de 15 años, la tasa de supervivencia de 5
años es superior al 75%. Para las personas de 15 a 39 años, la tasa de supervivencia de 5
años es más del 72%. Para las personas de más de 40 años, la tasa de supervivencia de 5
años es casi del 21%. Sin embargo, las tasas de supervivencia varían ampliamente y
dependen de varios factores, incluido el tipo de tumor cerebral o de médula espinal.

Factores de riesgo

La mayoría de las veces se desconoce la causa de un tumor cerebral, pero los siguientes
factores pueden aumentar el riesgo de que una persona desarrolle un tumor cerebral:

Edad. Los tumores cerebrales son más frecuentes en niños y adultos de edad avanzada,
aunque personas de cualquier edad pueden desarrollar un tumor cerebral.

Sexo. En general, los hombres tienen más probabilidades que las mujeres de desarrollar un
tumor cerebral. Sin embargo, algunos tipos específicos de tumores cerebrales, como el
meningioma, son más frecuentes en las mujeres.

Exposiciones domésticas y laborales. La exposición a disolventes, pesticidas, productos


derivados del petróleo, caucho o cloruro de vinilo puede aumentar el riesgo de desarrollar
un tumor cerebral. Sin embargo, todavía no hay evidencia científica que respalde este
posible vínculo.

Antecedentes familiares. Alrededor del 5% de los tumores cerebrales pueden estar


vinculados a afecciones o factores genéticos hereditarios, entre ellos síndrome de
Li-Fraumeni (en inglés), neurofibromatosis (en inglés), síndrome de carcinoma de células
basales nevoides, esclerosis tuberosa, síndrome de Turcot, y enfermedad de von
Hippel-Lindau. Los científicos también han encontrado “grupos” de tumores cerebrales
dentro de algunas familias sin un vínculo con estas afecciones hereditarias conocidas. Se
están realizando estudios para intentar encontrar una causa para estos grupos.

Exposición a infecciones, virus y alérgenos. La infección por el virus de Epstein-Barr


(VEB) aumenta el riesgo de linfoma del SNC. El VEB se conoce con más frecuencia como
el virus que causa mononucleosis o “mono”. En otra investigación, se han encontrado
niveles altos de un virus común llamado citomegalovirus (CMV) en el tejido del tumor
cerebral. El significado de este hallazgo se está investigando. Se ha demostrado que varios
tipos de otros virus causan tumores cerebrales en investigaciones en animales. Se
necesitan más datos para averiguar si la exposición a infecciones, otros virus o alérgenos
aumenta el riesgo de un tumor cerebral en las personas. Cabe destacar que los estudios
han demostrado que los pacientes con antecedentes de alergias o trastornos cutáneos
tienen un menor riesgo de glioma.

Campos electromagnéticos. La mayoría de los estudios que evalúan la función de los


campos electromagnéticos, como la energía de líneas eléctricas o del uso de teléfonos
móviles, no muestran ninguna relación con un mayor riesgo de desarrollar un tumor cerebral
en adultos. Debido a la información contradictoria sobre el riesgo en los niños, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda limitar el uso de teléfonos celulares y
promueve el uso de auriculares manos libres tanto para adultos como para niños.

Raza y origen étnico. En los Estados Unidos, las personas de raza blanca tienen más
probabilidades de desarrollar gliomas, pero menos probabilidad de desarrollar meningioma
que las personas de raza negra. Además, las personas del norte de Europa tienen más del
doble de probabilidades de desarrollar un tumor cerebral que las personas de Japón.

Radiación ionizante. Se ha demostrado que haber tenido un tratamiento previo en el


cerebro o en la cabeza con radiación ionizante, incluidos rayos X, es un factor de riesgo
para un tumor cerebral.

Lesión en la cabeza y convulsiones. Los traumatismos craneales graves se han


estudiado durante mucho tiempo por su relación con los tumores cerebrales. Algunos
estudios han demostrado una relación entre el traumatismo craneal y el meningioma, pero
no entre el traumatismo craneal y el glioma. También se ha relacionado un historial de
convulsiones con tumores cerebrales, pero debido a que un tumor cerebral puede causar
convulsiones, no se sabe si las convulsiones aumentan el riesgo de tumores cerebrales, si
las convulsiones ocurren debido al tumor o si los medicamentos anticonvulsivos aumentan
el riesgo.

Compuestos N-nitrosos. Algunos estudios de suplementos dietéticos y vitamínicos


parecen indicar que los compuestos N-nitrosos de la dieta pueden aumentar el riesgo de
tumores cerebrales tanto en niños como en adultos. Los compuestos N-nitrosos de la dieta
se forman en el cuerpo a partir de nitritos o nitratos que se encuentran en algunas carnes
curadas, humo de cigarrillos y cosméticos. Sin embargo, es necesario realizar
investigaciones adicionales antes de establecer un vínculo definitivo.

Clasificación

Clasificación de los tumores cerebrales

Hay dos tipos principales de tumores cerebrales:

Primarios: se originan en las células del interior del cerebro o en las que están próximas a
este.

Secundarios: estos tumores son metástasis. Es decir, se originan en otra parte del cuerpo y
se diseminan hacia el cerebro. Por lo tanto, siempre son malignos.

Tumores primarios

Los tumores primarios más frecuentes comprenden

Gliomas (incluyendo astrocitomas, oligodendrogliomas y glioblastomas) y ependimomas


Meduloblastomas
Meningiomas
Schwannomas vestibulares
Linfoma primario del cerebro
Los gliomas representan más de 65% de todos los tumores cerebrales primarios.
¿Sabías que...?
Los tumores que hacen metástasis al cerebro desde otras partes del cuerpo son mucho
más frecuentes que los tumores que comienzan en el cerebro.

Tumores secundarios

Las metástasis cerebrales son mucho más frecuentes que los tumores primarios. Más del
80% de las personas con metástasis cerebrales tienen más de una metástasis.

La metástasis procedentes de otras partes del organismo pueden diseminarse en una única
zona del cerebro o en diversas zonas. Muchos tipos de cáncer puede diseminarse al
cerebro. Entre estos factores se incluyen los siguientes

Cáncer de mama
Cáncer de pulmón
Cáncer de riñón
Melanoma
Cáncer tiroideo
Linfoma y leucemia

Clasificación según la OMS

La OMS clasificó a los tumores del sistema nervioso central en grado I, II, III y IV según el
grado de malignidad dada por la histología del tumor.

Los tumores grado I y II son definidos como de “bajo grado”o “benignos”. Los tumores
grado I tienen bajo potencial proliferativo y tienen posibilidad de cura al ser resecados
quirúrgicamente. Los tumores grado II son tumores infiltrantes, pero de baja actividad
proliferativa celular, tienden a recurrir y en algunos casos, como los gliomas, a progresar a
grados superiores (III y IV).

Los tumores grado III son lesiones con evidencia histológica de malignidad y los grado IV
tienen evidencia de malignidad citológica con predisposición a necrosis y están relacionados
con una evolución rápida y fatal de la enfermedad, como lo es el glioblastoma. Estos
tumores grado III y IV son denominados de “alto grado”o “malignos”.

Según su histología la OMS clasifica a los tumores primarios en tumores de origen:

Astrocitario, oligodendroglial, ependimario, de plexo coroide, neuroepiteliales de otro origen,


neuronal, pineal, embrionarios, de nervios craneales y paraespinales, meníngeos y de la
región selar

Sabías que.

La mayor parte de los tumores son benignos (66%), sin embargo, muchos tumores
benignos no fueron histológicamente confirmados por lo que la incidencia de tumores
malignos podría ser mayor al 44% descrito. La mayor parte de los tumores malignos son
diagnosticados en hombres (55%) y la mayor parte de los tumores benignos en mujeres
(64%).

Clasificación según Topografía y Clínica Manifestada:

Tumores Supratentoriales: afecta fundamentalmente las estructuras cerebrales corticales


y subcorticales.

*Síndromes de los Tumores Supratentoriales:*

- Tumores Frontales: Pueden causar alteraciones psíquicas, deterioro afectivo, incontinencia


de esfínteres y otros síntomas.

- Tumores Temporales: Pueden provocar alucinaciones, trastornos psíquicos, y epilepsia


temporal.

- Tumores Parietales: Pueden causar alteraciones sensitivas, motoras y asteroagnosia.

- Tumores Occipitales: Provocan síntomas visuales, como alucinaciones o alteraciones


campimétricas.

Tumores de los Ventrículos Laterales:


- Pueden bloquear la circulación del líquido cefalorraquídeo (LCR) y causar hidrocefalia,
síntomas de hipertensión intracraneal y síntomas focales como epilepsia y hemiparesia.

Tumores de la Región Anterior del Troncoencéfalo:


- Pueden afectar al III ventrículo, hipotálamo, glándula pineal o tálamo, causando síntomas
endocrinos y neurológicos.

Tumores Profundos de los Hemisferios Cerebrales:


- Pueden causar paresia contralateral espástica, alteraciones de la coordinación y, en
ocasiones, hidrocefalia.

Procesos del Cuerpo Calloso:


- Provocan alteraciones de la personalidad, crisis convulsivas y otros síntomas.

Tumores de la Región Selar:


- Causan alteraciones endocrinas y, si se expanden, pueden provocar hemianopsia
bitemporal.

Tumores del Nervio Óptico:


- Producen exoftalmos, alteraciones del campo visual y amaurosis.
Tumores Infratentoriales: Hay afectación del tronco cerebral, cerebelo y pares craneales (III
en adelante)

Síndromes de los Tumores Infratentoriales:


- Tumores del Tronco del Encéfalo: Pueden afectar los nervios oculomotores, causar ataxia,
piramidalismo, alteraciones motoras y deglución, y en ocasiones hidrocefalia.
- Tumores del IV Ventrículo: Dan lugar a alteraciones vegetativas, hipo, alteraciones
posturales y síntomas de hipertensión intracraneal.
- Tumores del Ángulo Pontocerebeloso: Producen hipoacusia bilateral, alteraciones
cocleovestibulares, disminución del reflejo corneal e hipoestesia facial.
- Tumores del Cerebelo: Tienen síntomas relacionados con la función cerebral afectada.

Fisiopatología

La fisiopatología de los tumores cerebrales implica una serie de procesos biológicos y


mecanismos que contribuyen al desarrollo, crecimiento y efectos clínicos de estas
neoplasias en el sistema nervioso central. El cerebro es un órgano débil que está protegido
por una estructura rígida e inextensible, que es el cráneo. Cualquier proceso expansivo
(tumor, hematoma, quiste,…) que se encuentre dentro del cráneo va a comprimir, por tanto,
al cerebro provocando una lesión focal (zona donde se encuentra) y una lesión global
cerebral por aumento de la presión dentro del cráneo (hipertensión intracraneal). Remitimos
al lector a la lección sobre agresión al cerebro, en que se explican los conceptos de edema
cerebral e hipertensión intracraneal.

Los tumores cerebrales tienen varias formas de crecimiento o capacidad de aumentar su


tamaño. La primera de ellas es por la propia división celular, que a su vez puede ser de dos
formas:

A) Infiltrante.- Las células tumorales crecen introduciéndose entre el tejido o parénquima


cerebral y lo invaden. Suele ser la forma más frecuente de crecer de los tumores malignos.

B) Expansivo.- En este caso el tumor está muy bien delimitado y en su crecimiento


apartaría y respetaría la estructura tisular cerebral, aunque la comprima. Suele ser la forma
más frecuente de crecer de los tumores benignos.

C) Mixto o destructivo: El tumor presenta características tanto expansivas como


infiltrativas y presentan un patrón maligno mayor.

Hay que tener en consideración además que el crecimiento de la masa tumoral se puede
hacer también no sólo por la división de las células, sino por otros mecanismos. Entre éstos
destacan:

1) La generación de contenido líquido en su interior, que es segregado por las células


tumorales; es el caso de los tumores quísticos. Por lo general suelen ser tumores benignos,
pero esta secreción hace que aumenten su tamaño rápidamente y pueden dar la impresión
de tener un comportamiento más maligno o agresivo.

2) Otra posibilidad de aumentar el tamaño, aunque muy rara, es que en el seno del
tumor se produzca una hemorragia, por lo que el cuadro clínico va a ser abrupto, similar a
un accidente vascular cerebral hemorrágico.
La fisiopatología de los tumores cerebrales se centra en cómo estos tumores afectan la
función cerebral. Aquí hay aspectos clave:

Presión intracraneal (PIC):

Cuando un tumor cerebral crece, ocupa espacio y ejerce presión sobre el tejido cerebral
circundante. Esto aumenta la presión intracraneal, lo que puede comprimir los vasos
sanguíneos, dañar el tejido cerebral y afectar la función neurológica.

Presión intracraneal normal: La PIC normal en adultos generalmente se encuentra entre 5


y 15 mmHg. Valores ligeramente por encima o por debajo de este rango pueden ser
normales en ciertas situaciones.

Hipertensión intracraneal: La hipertensión intracraneal se refiere a una presión intracraneal


elevada. Generalmente, se considera que la PIC es alta si supera los 20-25 mmHg. Valores
de PIC por encima de este umbral pueden indicar un problema grave.

Consecuencias de la elevación de la presión intracraneal:

Un aumento sostenido de la PIC puede tener graves consecuencias para el cerebro y el


paciente, que pueden incluir:

Isquemia cerebral: La elevación de la PIC puede comprimir los vasos sanguíneos


cerebrales, reduciendo el flujo sanguíneo al tejido cerebral. Esto puede llevar a la isquemia
cerebral (falta de oxígeno y nutrientes) y daño cerebral.

Deterioro neurológico: El aumento de la PIC puede causar síntomas neurológicos, como


dolores de cabeza, cambios en la conciencia, vómitos, deterioro de la función cognitiva y
problemas motores. Estos síntomas pueden progresar a medida que aumenta la PIC.

Herniación cerebral: Si la PIC se eleva significativamente y no se trata, puede resultar en


la herniación cerebral. La herniación es cuando el tejido cerebral se fuerza a través de las
estructuras rígidas del cráneo y se desplaza a una ubicación donde no debería estar. Esto
puede causar daño cerebral irreversible y ser potencialmente mortal.
Infiltración y destrucción del tejido cerebral: Los tumores cerebrales pueden ser infiltrantes,
lo que significa que las células tumorales se infiltran entre las células normales del cerebro y
las destruyen. Esto puede causar déficits neurológicos específicos en función de la
ubicación del tumor.

Edema cerebral: La presencia de un tumor cerebral puede provocar la acumulación de


líquido en el tejido cerebral circundante, lo que se conoce como edema cerebral. El edema
puede aumentar la PIC y causar síntomas como dolores de cabeza, náuseas y vómitos.

Obstrucción del flujo de líquido cefalorraquídeo (LCR):

El líquido cefalorraquídeo (LCR) es un fluido continuamente producido en el sistema


nervioso central. Aunque se produce a un ritmo de aproximadamente 500 ml por día en
adultos, en cualquier momento dado, la cantidad circulante en el sistema nervioso central es
de solo 125-150 ml. Se produce en los plexos coroideos en los ventrículos cerebrales, fluye
al espacio subaracnoideo entre las meninges que rodean el cerebro y la médula espinal y
se reabsorbe a través de las vellosidades aracnoideas en las meninges, finalmente
drenando al torrente sanguíneo a través de las venas de la duramadre y siendo procesado
por el hígado y eliminado por los riñones. Algunos tumores pueden obstruir el flujo normal
del LCR en el cerebro, lo que puede conducir a la hidrocefalia. Esto también aumenta la PIC
y causa síntomas neurológicos.

Compresión de los nervios craneales: Los tumores que crecen cerca de los nervios
craneales pueden comprimir o dañar estos nervios, lo que lleva a síntomas específicos
dependiendo de qué nervio está afectado.

Tumores raquimedulares

Los tumores raquimedulares son neoplasias que se desarrollan en la médula espinal, las
raíces nerviosas o las meninges que rodean la médula espinal.

Epidemiología

En cuanto a su epidemiología, se pueden destacar los siguientes puntos:

Incidencia: Los tumores raquimedulares son menos comunes que los tumores cerebrales,
representando aproximadamente el 15% de todas las neoplasias del sistema nervioso
central. Se estima que la incidencia de tumores espinales primarios es de alrededor de 0.5 a
2.5 casos por cada 100,000 personas por año.

Distribución por edad: Estos tumores pueden afectar a personas de todas las edades, pero
la incidencia varía según el grupo etario. Algunos tipos de tumores raquimedulares, como
los cordomas, son más comunes en adultos, mientras que otros, como los neuroblastomas,
son más frecuentes en niños.

Factores de riesgo: Algunos factores de riesgo asociados con el desarrollo de tumores


raquimedulares incluyen la exposición a radiación ionizante, antecedentes de cáncer,
predisposición genética y ciertas condiciones hereditarias.

Estos tumores pueden afectar tanto a adultos como a niños y se clasifican según su
ubicación y origen. Algunos aspectos importantes sobre los tumores raquimedulares
incluyen:

Clasificación según la ubicación:

Tumores intramedulares: Se originan dentro de la médula espinal y pueden afectar la


sustancia gris o blanca de la médula.
Tumores extramedulares: Se desarrollan fuera de la médula espinal y pueden afectar las
raíces nerviosas, las meninges o las estructuras adyacentes.

Clasificación según el origen:


Tumores primarios: Se originan en la médula espinal o sus estructuras adyacentes.
Tumores secundarios o metastásicos: Son tumores que se han diseminado desde otras
partes del cuerpo hasta la médula espinal.

Tipos de tumores raquimedulares:

Tumores intramedulares: Incluyen astrocitomas, ependimomas, hemangioblastomas, entre


otros.

Tumores extramedulares: Pueden ser de origen óseo, como condrosarcomas o


osteosarcomas, o de origen nervioso, como schwannomas o meningiomas.

Fisiopatología

La fisiopatología de los tumores raquimedulares implica una serie de procesos que afectan
la médula espinal, las raíces nerviosas y las estructuras circundantes. Algunos aspectos
importantes de la fisiopatología de estos tumores incluyen:

Compresión: Uno de los mecanismos principales por los cuales los tumores raquimedulares
causan síntomas es mediante la compresión de estructuras nerviosas. La compresión
puede afectar la médula espinal, las raíces nerviosas o los vasos sanguíneos, lo que lleva a
síntomas neurológicos como debilidad, alteraciones sensoriales y disfunción de los órganos.

Infiltración: Algunos tumores raquimedulares tienen la capacidad de infiltrarse en los tejidos


circundantes, lo que dificulta su extirpación completa y puede llevar a recurrencias
tumorales. La infiltración puede afectar la médula espinal, las meninges o las estructuras
óseas de la columna vertebral.

Efectos secundarios: Además de la compresión directa e infiltración de tejidos, los tumores


raquimedulares pueden causar efectos secundarios como edema, inflamación y cambios en
la circulación sanguínea local. Estos efectos secundarios pueden contribuir a los síntomas
clínicos y complicar el manejo de los tumores.

Alteraciones neurológicas: Dependiendo de la ubicación y el tipo de tumor raquimedular, se


pueden presentar una variedad de alteraciones neurológicas, como déficits motores,
alteraciones sensoriales, disfunción de los esfínteres, dolor radicular y cambios en los
reflejos. Estas alteraciones pueden ser progresivas y afectar la calidad de vida del paciente.

Interacción con el entorno: Los tumores raquimedulares pueden interactuar con estructuras
cercanas, como los huesos de la columna vertebral, los discos intervertebrales y los
ligamentos, lo que puede influir en la presentación clínica y el tratamiento de los tumores.

Sintomatología

Los tumores raquimedulares pueden presentarse con una variedad de síntomas que
dependen de factores como la ubicación del tumor, su tamaño, su velocidad de crecimiento
y su interacción con las estructuras circundantes. Algunos de los síntomas comunes
asociados con los tumores raquimedulares incluyen:

Dolor: El dolor es un síntoma frecuente en los tumores raquimedulares y puede


manifestarse como dolor localizado en la columna vertebral o como dolor radicular que se
irradia a lo largo de un nervio afectado.

Déficits neurológicos: Los tumores raquimedulares pueden causar déficits neurológicos que
incluyen debilidad muscular, alteraciones sensoriales (como entumecimiento o hormigueo),
pérdida de la coordinación y cambios en los reflejos.

Alteraciones en la marcha: Los pacientes con tumores raquimedulares pueden experimentar


dificultades para caminar debido a la debilidad muscular, la pérdida de sensibilidad o la
afectación de la coordinación motora.

Disfunción de los esfínteres: La presencia de tumores raquimedulares puede provocar


disfunción de los esfínteres, lo que se manifiesta como dificultad para controlar la micción y
la defecación.

Dolor radicular: El dolor radicular, que se irradia a lo largo de un nervio espinal afectado, es
un síntoma común en los tumores raquimedulares y puede estar asociado con sensaciones
de ardor, pinchazos o electricidad.

Alteraciones en la sensibilidad: Los pacientes pueden experimentar cambios en la


sensibilidad, como hipersensibilidad, hipoestesia (disminución de la sensibilidad) o
anestesia (pérdida total de la sensibilidad) en áreas específicas del cuerpo.

Alteraciones en la función sexual: Los tumores raquimedulares que afectan a la médula


espinal pueden provocar disfunción sexual, incluyendo problemas de erección en hombres y
disminución de la libido en hombres y mujeres.

Diagnóstico

El diagnóstico de los tumores raquimedulares implica una evaluación integral que incluye la
historia clínica detallada, el examen físico, pruebas de imagen y, en algunos casos, estudios
neurofisiológicos. Algunos aspectos importantes del diagnóstico de los tumores
raquimedulares son:

Historia clínica: El médico recopilará información detallada sobre los síntomas del paciente,
su inicio, duración, progresión y factores desencadenantes. También se investigarán
antecedentes médicos y factores de riesgo que puedan estar relacionados con la presencia
de un tumor raquimedular.

Examen físico: Durante el examen físico, el médico buscará signos de déficits neurológicos,
alteraciones en la sensibilidad, debilidad muscular, cambios en los reflejos y disfunción de
los esfínteres que puedan sugerir la presencia de un tumor raquimedular.
Pruebas de imagen: Las pruebas de imagen son fundamentales para el diagnóstico de los
tumores raquimedulares. La resonancia magnética (RM) es el estudio de elección, ya que
proporciona imágenes detalladas de la médula espinal, las raíces nerviosas y los tejidos
circundantes, permitiendo visualizar el tumor, su tamaño, ubicación y relación con las
estructuras nerviosas .

Estudios neurofisiológicos: En algunos casos, se pueden realizar estudios neurofisiológicos,


como la electromiografía (EMG) y los potenciales evocados, para evaluar la función de los
nervios periféricos, la médula espinal y el cerebro en respuesta a estímulos específicos.

Biopsia: En ciertos casos, puede ser necesaria la realización de una biopsia del tumor para
obtener una muestra de tejido que permita confirmar el tipo de tumor y guiar el plan de
tratamiento.

Diagnóstico diferencial: Es importante realizar un diagnóstico diferencial para descartar


otras condiciones que puedan presentar síntomas similares a los tumores raquimedulares,
como la siringomielia, la esclerosis en placas, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), las
polineuritis, las infecciones espinales y las hernias de disco

Tratamiento

El tratamiento de los tumores raquimedulares depende de varios factores, como el tipo de


tumor, su ubicación, tamaño, grado de malignidad, síntomas del paciente y estado general
de salud. Algunas opciones de tratamiento para los tumores raquimedulares incluyen:

Observación vigilada: En algunos casos, especialmente cuando el tumor es benigno, de


crecimiento lento y no causa síntomas significativos, se puede optar por una estrategia de
observación vigilada con seguimiento regular mediante pruebas de imagen para monitorear
la evolución del tumor.

Cirugía: La cirugía es el tratamiento principal para muchos tumores raquimedulares. La


extirpación quirúrgica del tumor puede ser curativa en algunos casos, especialmente en
tumores benignos y en aquellos que son accesibles y pueden ser resecados por completo
sin causar daño a estructuras vitales .

Radioterapia: La radioterapia puede ser utilizada como tratamiento principal o adyuvante en


casos en los que la cirugía no es posible o para reducir el tamaño del tumor antes de la
cirugía. La radioterapia puede ser especialmente útil en tumores malignos o en casos en los
que no se puede lograr una resección completa del tumor.

Quimioterapia: La quimioterapia se utiliza principalmente en el tratamiento de tumores


raquimedulares malignos o metastásicos. Puede administrarse antes o después de la
cirugía o en combinación con la radioterapia, dependiendo del tipo de tumor y su respuesta
a otros tratamientos.

Terapia dirigida: En algunos casos, se pueden utilizar terapias dirigidas que se enfocan en
las características moleculares específicas del tumor para inhibir su crecimiento y
propagación. Estas terapias pueden incluir medicamentos dirigidos a mutaciones genéticas
específicas presentes en el tumor.

Cuidados paliativos: En casos en los que el tumor raquimedular es avanzado, no se puede


realizar una cirugía curativa y el objetivo principal es mejorar la calidad de vida del paciente,
se pueden ofrecer cuidados paliativos para controlar los síntomas, como el dolor y la
disfunción neurológica.

Gliomas

Un glioma es un tipo de tumor que se origina en las células gliales del sistema nervioso
central. Las células gliales son células de soporte del sistema nervioso que desempeñan
funciones importantes en el mantenimiento y funcionamiento de las neuronas. Los gliomas
pueden desarrollarse en diferentes partes del cerebro y la médula espinal.

Estos tumores pueden ser benignos o malignos, y se clasifican según el tipo de célula glial
de la que se originan. Los tipos más comunes de gliomas son los astrocitomas,
oligodendrogliomas y glioblastomas.

En cuanto a su incidencia, los estudios epidemiológicos han registrado una tasa anual de
tumores cerebrales de aproximadamente 7 a 13 por cada 100,000 habitantes .

En términos de distribución por edad, los gliomas tienden a afectar más a adultos que a
niños, con una mayor incidencia en personas de edad avanzada, especialmente mayores
de 50 años. Sin embargo, también pueden presentarse en niños y adultos jóvenes, aunque
con menor frecuencia.

En cuanto a la prevalencia por sexo, algunos subtipos de gliomas pueden mostrar una ligera
predilección por afectar a un sexo en particular. Por ejemplo, los oligodendrogliomas tienden
a afectar más a varones que a mujeres

La clasificación histológica de los gliomas se basa en la apariencia microscópica de las


células tumorales y en la presencia de características específicas que ayudan a determinar
el grado de malignidad del tumor. A continuación, se presentan los principales tipos de
gliomas según su clasificación histológica:

Astrocitomas:

Astrocitomas benignos: Presentan una escasa hipercelularidad, sin proliferación celular ni


necrosis.
Astrocitomas anaplásicos: Se caracterizan por una hipercelularidad moderada, con
proliferación celular pero sin necrosis.
Glioblastomas: Son los más malignos y agresivos, con presencia de necrosis espontánea
en el tejido tumoral. Esta necrosis distingue claramente a los glioblastomas de otros
tumores astrocitarios en términos de pronóstico
El astrocitoma de bajo grado

El astrocitoma de bajo grado de los hemisferios es un subtipo de astrocitoma que se


considera el más benigno dentro de esta categoría de tumores cerebrales. Se caracteriza
por tener un crecimiento lento en comparación con otros tipos de tumores cerebrales más
agresivos. En términos histológicos, estos astrocitomas presentan una escasa
hipercelularidad, lo que significa que hay una baja densidad de células tumorales en
comparación con otros tipos de tumores más malignos.

Una característica distintiva de los astrocitomas de bajo grado es la ausencia de


proliferación celular significativa y la falta de necrosis en el tejido tumoral. La proliferación
celular se refiere al aumento anormal de células tumorales, mientras que la necrosis es la
muerte de tejido debido a la falta de suministro sanguíneo. La ausencia de estas
características en los astrocitomas de bajo grado sugiere un comportamiento menos
agresivo y una mejor respuesta al tratamiento en comparación con tumores de mayor grado.

Estos astrocitomas suelen localizarse con mayor frecuencia en los lóbulos frontales y
temporales del cerebro. La ubicación del tumor puede influir en los síntomas que
experimenta el paciente y en las opciones de tratamiento disponibles. Debido a su
crecimiento lento y a su naturaleza menos agresiva, los astrocitomas de bajo grado de los
hemisferios pueden tener un mejor pronóstico en comparación con otros tipos de tumores
cerebrales más malignos.

El diagnóstico preciso de un astrocitoma de bajo grado de los hemisferios se realiza


mediante estudios de imagen como la resonancia magnética y la confirmación definitiva se
obtiene a través del estudio anatomopatológico del tumor, que permite determinar su grado
de malignidad y guiar el tratamiento adecuado para el paciente.

Tratamiento

El tratamiento de un astrocitoma de bajo grado de los hemisferios generalmente implica un


enfoque multidisciplinario que puede incluir las siguientes opciones:

Cirugía: La cirugía es el pilar del tratamiento para los astrocitomas de bajo grado. El objetivo
de la cirugía es extirpar la mayor cantidad posible del tumor sin dañar las estructuras
cerebrales circundantes. La exéresis completa del tumor puede ayudar a reducir la presión
intracraneal y mejorar los síntomas neurológicos asociados con el tumor.

Radioterapia: La radioterapia puede ser recomendada después de la cirugía para destruir


las células tumorales remanentes y prevenir la recurrencia del tumor. La radioterapia puede
administrarse en forma de radioterapia externa o braquiterapia, según las características del
tumor y la situación clínica del paciente.

Quimioterapia: La quimioterapia puede ser utilizada en algunos casos para tratar los
astrocitomas de bajo grado, especialmente en aquellos casos en los que la cirugía no es
posible o no es suficiente para controlar el tumor. Los agentes quimioterapéuticos pueden
administrarse oralmente o por vía intravenosa.
Seguimiento y monitoreo: Es fundamental realizar un seguimiento estrecho del paciente con
astrocitoma de bajo grado para evaluar la respuesta al tratamiento, detectar posibles
recurrencias y manejar los efectos secundarios del tratamiento. Los controles periódicos con
estudios de imagen como resonancia magnética son importantes para monitorear la
evolución del tumor.

En general, se considera que los astrocitomas de bajo grado tienen un pronóstico más
favorable en comparación con tumores de mayor grado de malignidad.

El astrocitoma anaplásico

Se caracteriza por una mayor proliferación celular y una mayor atipia celular en
comparación con los astrocitomas de bajo grado. Además, el astrocitoma anaplásico puede
presentar áreas de necrosis, lo que indica un mayor grado de agresividad y un peor
pronóstico en comparación con los astrocitomas de bajo grado.

Este tipo de tumor constituye aproximadamente un tercio de todos los astrocitomas y suele
localizarse en los hemisferios cerebrales, con una preferencia por los lóbulos frontales y
temporales. La localización en estas áreas puede influir en la presentación clínica del tumor
y en los síntomas neurológicos que pueda causar.

En cuanto al diagnóstico, los astrocitomas anaplásicos suelen manifestarse en estudios de


imagen como tumores con realce intenso e irregular en resonancia magnética, y pueden
estar mal delimitados y mostrar áreas de necrosis. El diagnóstico definitivo se obtiene
mediante el estudio anatomopatológico del tumor, que permite confirmar la presencia de
características histológicas específicas asociadas con la malignidad.

El tratamiento del astrocitoma anaplásico generalmente incluye una combinación de cirugía,


radioterapia y quimioterapia. La cirugía busca lograr una resección radical del tumor cuando
sea posible, seguida de radioterapia para destruir las células tumorales remanentes y
quimioterapia para prevenir la recurrencia.

El pronóstico de los pacientes con astrocitoma anaplásico suele ser menos favorable que el
de los pacientes con astrocitomas de bajo grado, con una supervivencia media de 2-6 años.
La respuesta al tratamiento y la evolución del tumor a lo largo del tiempo son factores
determinantes en el pronóstico de estos pacientes.

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