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El artículo 11 de la ley de sociedades (ley 19.550, Adla, XXXII-B, 1760) establece que "el
instrumento constitutivo debe contener [...] 3°. La designación de su objeto, que debe ser preciso y
determinado".
Nada obsta que la sociedad tenga varios objetos diversos, pero en el instrumento constitutivo debe
existir una designación precisa de cada uno de ellos, con el propósito de definir y limitar las
actividades a las cuales se dedicará. Resultará así que la sociedad tiene limitada su capacidad, con
las consecuencias que derivan para los actos realizados por incapaces para los cuales éstos no
están facultados. Constituye un impedimento para la acción discrecional de los administradores que
asegura a los socios el empleo de los aportes en los fines elegidos y advierte a los terceros que no
serán admitidos negocios ajenos al objeto precisado.
La designación tiene entonces significativa importancia. Pero dada la infinita variedad de los actos
que las sociedades celebran en el desarrollo de su giro, no siempre es fácil establecer si un acto
excedió o no el objeto social y cuáles son las consecuencias. Las dudas conspiran contra la
seguridad y la celeridad de los negocios por lo que son deseables y necesarias pautas claras de
interpretación y aplicación de las normas aplicables.
Los vocablos objeto y actividad no son sinónimos. Las actividades de la sociedad que tiendan al
cumplimiento de su objeto pueden ser muy variadas y es innecesario detallarlas al designar el objeto
en el acto constitutivo, lo que puede hacerse muy sintéticamente. En tanto conexa o accesoria,
ninguna actividad exorbitará el objeto social. La distinción entre ambos conceptos surge con nitidez
de los artículos 18 y 19 de la ley de sociedades. Según éstos será nula la sociedad con objeto ilícito
y los socios carecerán de toda acción y responderán ilimitada y solidariamente por el pasivo social y
los daños y perjuicios, mientras que si tuviera objeto lícito pero realizara actividades ilícitas, si bien
será disuelta y liquidada, permitirá a los socios que acrediten ser de buena fe y ajenos a esos actos
quedar a salvo de los graves efectos mencionados. Un ejemplo de esta ilicitud, causa de numerosos
y serios perjuicios para los inversores, es el caso repetido de sociedades con responsabilidad
limitada y muy escaso patrimonio, cuyo propósito y actividad reales, al margen del objeto declarado,
fue tomar cuantiosos préstamos de una entidad financiera cuyos funcionarios corruptos sabían que
nunca serían devueltos ni invertidos sino apropiados fraudulentamente.
III. Falta de capacidad de la sociedad y falta de facultades de sus representantes.
Consecuencias
Cuando la doctrina o la jurisprudencia tratan el problema que crean los actos impugnados por
exorbitar el objeto social, frecuentemente consideran en forma simultánea y como únicas cuestiones
dos temas muy diferentes, como son la falta de capacidad de la entidad y la falta de facultades de
sus representantes.
Los representantes no pueden obligar a la sociedad por actos que excedan el objeto social. Pero
toda vez que se juzga un acto celebrado por ellos es menester distinguir entre el supuesto de
exceso del objeto social y exceso de las atribuciones de quienes lo celebraron dentro de los límites
de ese objeto, pues si bien es cierto que todo acto que exorbita el objeto social exorbita también
esas atribuciones, no todo acto que excede a éstas excede también el objeto social. La distinción es
fundamental y su omisión es causa de confusión y soluciones equivocadas: sin dudas es
irremediablemente vicioso el acto realizado excediendo el objeto social, pero no lo es el acto que sin
exceder el objeto social ha ido mas allá de las facultades concedidas por el mandato o por la ley,
dado que este defecto es subsanable.
El acto que excede el objeto social, en cambio, obliga a pronunciarse sobre una nulidad
insubsanable derivada de la incapacidad de la entidad, no de los administradores.
Y es recién después de este primer análisis que debe resolverse cuándo un acto impugnado excede
el objeto social.
IV. Imputación de exceso del objeto: distinción fundamental entre actos ocasionales o
aislados y dedicación de la sociedad a determinada actividad
La determinación de la existencia de exceso del objeto social es cuestión de hecho que los jueces
deben resolver según las circunstancias del caso. Pero es posible y conveniente indicar precisiones
y pautas interpretativas que conduzcan a soluciones correctas y previsibles.
Debe distinguirse en primer lugar entre actos ocasionales o aislados y actos que son parte de una
dedicación a cierta actividad de la entidad. Si ésta realiza en forma prolongada y constante
actividades que no pueden ser consideradas conexas o accesorias del objeto social existirá una
dedicación que excede el objeto social. Así si una sociedad tiene por objeto la explotación de un
establecimiento rural, puede sin excederlo adquirir ómnibus y transportar con ellos su personal. Pero
si explota una concesión de servicio público de transporte, siempre de larga duración, podrá decirse
que existe una dedicación prohibida. En ambas hipótesis habrá dedicación, pero sólo aquélla que es
ajena al objeto social, que no tiende a cumplirlo, estará en infracción.(1)
VI. Conclusiones
1. La designación precisa del objeto social limita la capacidad de la sociedad impidiendo la acción
discrecional de los representantes.
4. Para determinar si existe exceso del objeto social debe distinguirse entre actos ocasionales o
aislados de la sociedad y su dedicación a ciertas actividades que no son conexas o accesorias del
objeto.
(1) Estará en infracción, como todo acto realizado "en violación del estatuto" (art. 275, ley de
sociedades). El abandono del objeto social o su cambio deben estar precedidos de actos formales
estrictos que concluyen con la inscripción registral correspondiente. "Si se elimina del giro de la
sociedad esos actos para reemplazarlos por otros, desnaturalizando... el propósito inicial de la
sociedad (FERNANDEZ, R., "Código de Comercio Comentado", T. I., Vol. 2, p. 539), cualquier socio
puede exigir la disolución de la sociedad por inactividad (arts. 94, inc.4°, y 97, ley de sociedades) y
lo mismo sucede si de hecho se lo sustituye "por otra actuación permanente no incluida en el
mismo"(NISSEN, R. A., "Ley de Sociedades Comerciales", Bs. As., 1996, T. 1, p. 163).
(2) "...con respecto a terceros, el objeto social no puede ser rígidamente limitativo, pues resulta
imposible saber -por ejemplo- si la compra de vehículos hace o no al objeto social o, en igual
sentido, la compra de acciones, títulos públicos, o inmuebles... la capacidad es la regla y no puede
verse afectado por restricciones que son, en la práctica, problemas de dificultosa interpretación"
(SASOT, M. A. y SASOT BETTES, M. P., "Sociedades Anónimas. Constitución...", Bs. As., 1982, p.
85).
(3) Al referirse a actos que exorbitan el objeto social y exponer que como consecuencia la sociedad
puede negarse a cumplirlos y responsabilizar a los administradores que los celebraron, muchos
autores exceptúan algunos casos. Pero los criterios que proponen para identificar esas excepciones
distan de ser claros y, en consecuencia, persisten las dudas y las confusiones. Decir, como hace
Halperín, que "los actos en exceso pueden ser ratificados por la asamblea, excepto cuando violen la
ley o el estatuto" (HALPERIN, I. y OTAEGUI, J. C., "Sociedades Anónimas", Bs. As., 1998, p. 519),
nada aporta pues el acto en exceso, que es la hipótesis propuesta, siempre viola el estatuto. Si se
omite la distinción que proponemos entre dedicación a cierta actividad y ejecución de actos
ocasionales queda sin explicación convincente que sea admitida la eficacia de fianzas, avales,
préstamos y donaciones -éste, ejemplo extremo del exceso del objeto de una sociedad con
indudable fin de lucro-, a pesar de haber antes asegurado que "los bienes sociales deben ser
empleados para fines sociales" y que los administradores "no tienen atribuciones para garantizar
deudas personales o de terceros" (HALPERIN, I. y OTAEGUI, J. C., ob. cit., p. 518 y notas 144 y
145). Decimos sin explicación convincente porque no obstante ser exacto que los terceros de buena
fe "no pueden conocer las razones o fundamentos comerciales que motivan el otorgamiento de
fianzas o avales", como allí se expone, queda sin aclararse por qué ese fundamento se aplica sólo a
las excepciones elegidas y no a todos los casos de exceso. Tampoco tiene explicación suficiente
que después de negar eficacia al acto que excede el objeto social y responsabilizar a los
administradores que lo celebraron, se exceptúe el caso de consentimiento pasivo o de beneficio de
los socios por "razones de pragmatismo y buena fe"(SASOT, M. A. y SASOT BETES, M. P., ob. cit.,
p. 91), o porque "no parece adecuado"(NISSEN, R. A., ob. cit., T. I, p. 163).
(4) La responsabilidad de los administradores por haber excedido el objeto social no puede ser
excusada por la asamblea porque siempre importa "violación del estatuto" (art. 275, ley de
sociedades). Sí, en cambio, el simple exceso de atribuciones, pues la asamblea puede ratificar el
acto expresa o tácitamente (J.A., T. 24, p. 433)
(5) Al referirse a "operaciones o actos que excedan del objeto de su constitución" -irresponsabilidad
ultra vires- Halperín dice que "la tendencia contemporánea apunta a abandonar esta limitación en
amparo de los terceros, de la celeridad con seguridad de los negocios, y en protección de los
accionistas presentes y futuros" (HALPERÍN, I, ob. cit., p. 513). En el mismo sentido Nissen
manifiesta que el tercero "tiene derecho a presumir que se han cumplido todas las regulaciones
internas y que los actos de sus administradores o representantes gozan de una presunción de
legitimidad"(NISSEN. R. A., ob. cit., T. 2, p. 38) aunque al omitir definir cuándo o en qué situación, la
afirmación resulta contradicha por su categórica opinión acerca de que los terceros no pueden exigir
a la sociedad el cumplimento de obligaciones que exorbitan el objeto social, el cual debe estimarse,
conocido por su registro (idem, T. 2, ps. 37 y 38 y T. 1, P. 159). Nuevamente se advierte que si se
prescinde de distinguir la dedicación a ciertas actividades del caso de actos ocasionales, resultan
confusos los criterios que se exponen para exceptuar ciertas operaciones de los efectos generales
del exceso del objeto social.
(6) No es pacífica la asignación de la importancia de la inscripción registral del objeto social, pues
mientras para algunos autores es decisiva porque "impone la carga de los terceros de informarse de
las cláusulas del contrato constitutivo a efectos de evitar que la sociedad le interponga la
inoponibilidad de un acto celebrado por su representante legal que haya excedido aquél"(NISSEN,
R. A., ob. cit., T. 1, p. 159), para otros "es totalmente ineficaz, es ficta, y sólo gira en la letra de la
ley, no funciona efectivamente en la práctica"(HALPERIN, I. y OTAEGUI, J. C., ob. cit., p. 513).