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El arte de no saber griego: reseña de “Acerca de no conocer griego”.

Por Borja Sánchez Peche

El texto explora una de las extrañezas de occidente. Aunque quizá lo extraño es escribir
occidente en un mundo globalizado. Un pueblo que debido a su escritura ha logrado dejar
que se estratificara sobre su suelo un remanente bastante ostentoso de su pasado. También se
me resisten las palabras a llamarlo memoria, a no ser que nos tomemos en serio las
características volubles y maleables de nuestra capacidad para acceder a nuestro pasado.
Quizá en ese velo de niebla, ubica Virginia nuestra visión del mundo griego. Un mundo
extremadamente importante para nuestra cultura y que, sin embargo, es extremadamente
ajeno a ella. El texto trata sobre las distancias que convendría colocar entre nosotras y el
mundo de los griegos y, sobre como ellas, nos imposibilitan a tratar de acceder enteramente
a la lectura de su literatura. Pero, sin embargo, es, en parte, esa distancia la que lo hace
también universal y necesario para occidente como un torrente de agua cristalina. Como dice
al final del texto:
“Plenamente conscientes de hallarse eclipsados, y aun así vivos ante cualquier temblor
y destello de la existencia, en ella perduran, y es hacia los griegos adonde nos
volvemos cuando estamos hartos de la vaguedad, de la confusión, del cristianismo y
sus consuelos, de nuestra propia época.” (Woolf. p.13)

El primer punto de distancia se debe a la lejanía temporal de los textos, pero especialmente
de las personas que los compusieron. "No sabemos nada de ellos" nos dice Virginia. Con
motivo de eso decide llamar a la literatura griega “la literatura impersonal”. La lejanía
histórica, apenas conocer algunos aspectos de su biografía, la vacía del mundo que dio a luz
a las palabras. Lo que nos queda, por tanto, es el texto extraño, la poesía misma. Sin embargo,
como apunta la autora, el lector no puede quedarse en ese vacío. La lectura le evoca un mundo
para esas palabras.
No obstante, esta reconstrucción del lugar pasado solo puede realizarse desde una proyección
de lo conocido. La aldea inglesa, le sirve al lector inglés, de materia con la que reconstruir el
habitad de Sófocles. A través de ella puede acceder a una disposición de los espacios, pero
la atmósfera le es ajena. Por ello, la primera cualidad diferencial que resalta del mundo griego
es precisamente lo que le es ajeno al inglés: Su vida al aire libre. A partir de esto, Woolf,
sugiere como los atributos y los caracteres griegos surgen en consonancia con esa vida al aire
libre. Subraya cierta preeminencia del habla y de la actividad en los modos de vida. La
relación entre una preminencia del habla con una actividad más física o cercana al aire libre
es muy coherente. Las ideas de Virginia en esto se acercan a las de la lingüística general de
Saussure. El habla entendida como lo más individual y voluntario, requiere de la expresión
más viva y, también, la más cambiable y variable. En Saussure, el habla no era un sistema
cerrado sino el conjunto de las expresiones de un hablante según su voluntad. (Saussure.1945.
p.46). Sin una escritura que lo cerrara o sin que la escritura hubiera logrado la importancia
que tiene en nuestro tiempo, el uso de habla debía estar en pleno esplendor. La sociedad
política democrática y el contacto diario al aire libre debido al buen tiempo (aunque Virginia
Wolf solo acentúa esto último), debían de obligar al desarrollo de la capacidad lingüística.
Señala, Woolf, la rapidez verbal y el ingenio como valores sociales y cierta horizontalidad
en los usos del habla que equipara a princesas con aldeanas. Rousseau habría hecho
comentarios parecidos en torno a la belleza del mundo griego y a nuestra imposibilidad para
acceder a él. Del mismo modo, algo que el habría señalado fue la evolución de la escritura
que habría transformado nuestro uso del habla desencantándola. Para el Ginebrino, la
escritura era el elemento final del artificio lingüístico (Rousseau. 2008. p.43). Para Rousseau,
lo atestiguaría su evolución constatada además por la diversidad de anotaciones que se
habrían generado con la intención de transmitir los sonidos propios de las diversas lenguas.
La escritura lograría desvirtualizar aún más la lengua en tanto que expropia de ella lo que de
ella aún quedaba del gesto. En el habla las acepciones de las palabras permanecerían vivas,
se determinarían por el tono y quizá habría que añadir el gesto. Sin embargo, en la escritura
se requeriría de una mayor convención. La acepción debe establecerse como la más común
ahogando la posibilidad de ofrecer transparencia de sí al sujeto hablante. Altera el espíritu,
según Rousseau (p.40). De modo que encontramos en ella, efectivamente, la huella o el sello
que le habría confirmado al Ginebrino la consumación de la corrupción del estado natural
por la civilización. La espontaneidad y el espíritu humano, lo que de sincero podría darse en
él, quedan relegados por una máscara desde la que se da en sociedad y desde la que se
transcribe así mismo como agente social. Consideraciones parecidas habrían llevado a
Nietzsche a elogiar el mundo griego sobre el actual. En el Nacimiento de la Tragedia
(Nietzsche. 2016), el también verá como el desarrollo de la cultura griega había llevado al
debilitamiento de algo que en tiempos anteriores habría estado vivo y sano. En buena medida,
Virginia Woolf, parece estar escribiendo hacia estos autores, pero en mayor medida
corrigiéndolos. Lo cierto es que, sin dejar de elogiar la belleza de lo griego, no necesita
presagiar el hundimiento de occidente, ni denunciar su hipocresía. A mi modo de ver sabe
como apreciar el valor de la cultura moderna y encontrar un lugar especial para la cultura
griega dentro de ella. Para ello nos ofrece un leve recorrido en el que nos enseña a valorar
sus bondades.
Comienza en la tragedia clásica de Sófocles o, quizá, en la propiamente trágica -con
Nietzsche-. Una forma de vida tan enérgica impondría ciertas necesidades en la composición
poética. Dirigida a un grupo amplio de gente el poema debería buscar efectos directos e
impactantes que lograran atravesar las barreras del medio, de modo que alcanzará a todas las
sensibilidades de la polis. Es decir, debería dirigirse desde cierta universalidad o a cierta
universalidad humana. Una universalidad de las acciones y la política. Ya observaba Ricoeur
que el valor de la universalidad que se vinculaba a la verosimilitud en la poética Aristotélica,
no debía entenderse como una universalidad en el plano teórico, sino práctico (96). No se
trata de la universalidad de las ideas platónicas, sino de las acciones mismas entendidas como
concordantes bajo un hacer que vincula un antes con un después y que es reconocible como
tal para todo espectador.
Esta universalidad de las acciones requerirá de una construcción de los personajes y las
tramas como si fueran figuras firmemente atadas, usando las palabras de Virginia Woolf,
pero a las que el poeta les otorga cierto movimiento imprimiendo su propio sello. Este es el
juego peligroso. Mantener la universalidad, es decir, construir el personaje como si se
pretendiera hacer abstracción de lo posible en la experiencia humana y, a su vez, darle una
vitalidad que también es requerida por la mimesis de la propia experiencia. Se refiere a esto
como aquel "arte en el que un desliz significa la muerte" (Woolf. p.5).
“Aun así, no es porque podamos analizarlos en sus sentimientos por lo que nos impresionan.
En seis páginas de Proust se encuentran emociones más complejas y variadas que en toda
Electra." (idem). En los personajes y en el mundo griego, no es la sentimentalidad o la
elaboración e indagación sentimental compleja lo que nos impacta. Se trata de algo que por
su generalidad podría resultar más profundo, pero a sí mismo es más extraño. Esos personajes
no podían representar una acción extremadamente personal y vulgar. Su conducta debía de
ser, o por lo menos tender a ello, la conducta que habría tenido cualquier humano en cualquier
tiempo. Por ello mismo, sus acciones debían de estar motivadas por circunstancias cuya
violencia o carácter horrible despertara las formas más básicas de acción de modo que fueran
comprendidas por cualquiera en cualquier momento. Es realmente virtuoso por su parte
observar cómo esto se debió al lugar desde el que se enunciaba. La plaza pública cuyo público
era el “común” de la polis. El objetivo del poeta debía ser alcanzar a cualquier persona fuera
cual fuera su procedencia.
Esto, en el fondo, tiene su eco en la sociedad de masas actual. Tratar de alcanzar al mayor
grupo de gente posible, supone tratar de que tu producto sea apto para el mayor grupo de
gente posible, lo que nos lleva a volver a explorar los lugares comunes y a construir nuestros
personajes desde rasgos generales. En el cine, las historias de aventuras, los personajes como
extraídos de la comedia del arte, el héroe, la doncella en apuros, o su inversión en la que se
trata de adaptar la historia a las nuevas sensibilidades y a una conciencia social creciente,
podría ejemplificar una aplicación de las consideraciones de La Obra de Arte en la Época de
su Reproductibilidad Técnica (Benjamin. 2018) en la construcción de los personajes. Los
mismos tipos son reproducidos hasta la saciedad. Ahora bien, si es esto lo que ya nos
encontrábamos en la antigua Grecia, en qué sentido podemos hablar de un vaciado del aura
de estas obras. Es el objeto el que es vaciado, la película que es proyectada en cada rincón e
incluso en las pantallas de nuestros ordenadores, pero de los personajes y las historias emana
el aura de una Historia de los relatos que atraviesa el cantar de gesta y hasta las narraciones
mitológicas heroicas. En la narrativa de masas encontramos también caracteres simplificados
movilizados por las calamidades más graves imaginables para un ser humano. Lo que está
ausente en estas historias es el reconocimiento de una historia más antigua y profunda, la del
mundo clásico, y un poeta de habilidades consagradas como las de Sófocles que logre
arremeterse entre las ataduras de sus figuras.

La originalidad de lo griego se debe precisamente al hecho de ser los originales. Aquellos a


los que debemos las figuras en virtud de cuya universalidad, lograron reverberar por toda la
historia occidental. "Aquí nos encontramos con ellos antes de que sus emociones se hayan
ajado y alcanzado la uniformidad. Aquí escuchamos al ruiseñor, cuya canción reverbera por
la literatura inglesa, cantando en su propia lengua griega." (Woolf. p.6). Por ello mismo,
parecen más vivos y espontáneos. Es el gesto primigenio de cuya repetición compulsiva
disfrutamos aún hoy al acercarnos a las obras de Voltaire o al ver una película de superhéroes
(- ¡Incomparables! -se dirá desde la tribuna académica y, en parte, estoy de acuerdo, pero allí
están también los tropos griegos operando sobre el pathos de su público como los dioses de
Heráclito estaban en aquel horno-).

Esto también demarca una distancia entre la literatura moderna y la clásica que señala
Virginia Woolf. Precisamente esta universalidad de los personajes que son, aristotélicamente,
comprendidos como sus acciones, imprime la necesidad de una corporalidad que se escapa
al comentario que tiene más el carácter de la palabra y, por ello, es más cercano a la poesía.
La autora pone el ejemplo del último Shakespeare donde hay más poesía que acción y es más
dado a ser leído que visto. El teatro griego habría encontrado en el coro, la posibilidad de dar
salida a esta necesidad.

Sin embargo, el coro, dado su carácter popular también parece remitir al afuera del texto. Esa
atmósfera que nos era ajena del mismo modo que desconocemos cual sería el sonido de las
palabras griegas. En este punto, hace una comparación que podría acercarla al Nietzsche del
Nacimiento de la Tragedia. El coro de Sófocles sí permite un adentro de la obra, no
extralimita a la lectura y nos permite remitirnos a los acontecimientos narrados para
interpretarlo o interpretar dichos acontecimientos desde la tematización del coro. Sin
embargo, el coro de Eurípides, más socrático, más intelectual, se sostiene en la duda y en una
expresión psicológica más compleja. Su coro se extralimita y no se resuelve, lo cual, invita a
la lectura sosegada y a la relectura más cercana a la lectura de salón de nuestro tiempo. Pero
esto también lo hace menos universal. Las cuestiones se dirigen más a un momento y a una
sensibilidad concreta. A una problematización que requerirá ser más tematizada con mayor
urgencia en un tiempo que en otro. Por ello, adivina Woolf, su popularidad variará.

Considera que Esquilo lleva esto a su máxima expresión, entonces, ya no es necesario saber
griego. Ahora se representa el significado, lo poético mismo, pero este no aparece en el
poema, sino que es señalado por él. El poema te manda hacia él, por así decirlo. El sentido
del poema -y aquí si lo compara con Shakespeare y Dostoievski- está detrás de las palabras
no en las palabras. "El significado está justo en la parte lejana del lenguaje." (p. 8).

Es especialmente bello el siguiente fragmento en el que se intenta evocar el lugar desde el


que se debió concebir la poesía griega. Así mismo lo lejos que debemos estar de
comprenderlo.

“Nos abren las puertas de una visión de la tierra aún no devastada, el mar impoluto,
la madurez, ejercitada pero ilesa, de la humanidad. Cada palabra se ve reforzada por
un vigor que brota del olivo y del templo y de los cuerpos de los jóvenes. Sófocles no
tiene más que nombrar al ruiseñor, y él canta; no tiene más que llamar a la floresta,
«no hollada», e imaginamos las ramas torcidas y las violetas color púrpura.” (p. 11)

Son dos las barreras que se imponen entre nosotros y ese mundo: por un lado, el cultural, del
que se ha hablado en relación con la atmosfera. Por otro lado, la traducción. A las
traducciones le pone dos pegas: primero, la estructura misma del griego que es más compacta
que el inglés. La traducción requiere de un estiramiento de la oración. Segundo, nuestras
lenguas están cargadas de connotaciones y evocaciones que le son ajenas al griego. Esto hace
que leer a los griegos en una lengua que no es la suya, lo transforme en otra cosa que
inevitablemente afecta a su ritmo y a su mensaje.

Finalmente expresa el doble carácter de la literatura griega. Si bien es impersonal, también


es universal; es decir, de todas las personas. Es más, si es lo uno es por lo otro. Esta es quizá
su tesis central:
“El griego es la literatura impersonal; es también la literatura de las obras maestras.
No hay escuelas; no hay predecesores; no hay herederos. No podemos seguir la pista
a un proceso gradual que opera en muchos hombres de manera imperfecta hasta que
se expresa al fin adecuadamente en uno de ellos.” (p. 12)
El mundo griego sigue siendo apasionante sencillamente porque nos es ajeno, y porque es
ajeno podemos hacerlo nuestro. Interpretarlo desde lo que somos. Pero no solo. Tuvo que
estar hecho de una cierta manera para que así fuera. Fue ideado desde el primer momento
como un acto inseparable de la vida pública. Diría que de la vida y de la vida pública. Dirigido
a la sensibilidad de la mayor cantidad de gente, diseñado para ello con el arte retórico griego,
sus personajes no podían ser de un tipo particular, sino ideado según tipos universales.

El texto de Virginia Woolf me parece realmente interesante. Como se ha señalado parece


responder, sin intentar derrumbes, a la tradición con la que se ha leído al mundo griego.
Intenta encontrarle un lugar en nuestro salón, pero también es coherente con las carencias a
las que nos enfrentamos si queremos tomarnos en serio la lectura del texto griego. Para
empezar, el uso para el que fue ideado ya no existe, la lectura pública en la polis. Ahora las
circunstancias de lectura son extremadamente variadas e impredecibles por el autor. Pero,
por ello mismo, la modernidad también requiere de otro texto más ambiguo en su
interpretación y que permita ser leído en muchos lugares y circunstancias distintas o, del
mismo modo, que permita ser releído incontables veces.
Referencias.

Benjamin, W. (2018). “La Obra de Arte en la Época de su Reproductibilidad Técnica” En

Iluminaciones. Taurus.

Friederich, Nietzsche. (2016) “El Nacimiento de la Tragedia” En Obras Completas.

Volumen I. Escritos de Juventud. Madrid: Tecnos. (Original work published 1872)

Ricoeur, P. (2000). Tiempo y Narración: configuración del tiempo en el relato histórico.:

Vol. I (3a). siglo XXI. (Original work published 1985)

Rousseau, J.-J. (2008). Ensayo sobre el origen de las lenguas (Universidad Nacional de

Córdova, Encuentro Grupo Editor) [Electrónico].

https://rdu.unc.edu.ar/bitstream/handle/11086/1144/El%20origen%20de%20las%20

lenguas_Rousseau.pdf?sequence=1 (Original work published 1788)

Saussure, F. (1945). Curso de Lingüística General (A. Alonso, Trans.; 24a). Losada.

(Original work published 1916)

Woolf, Virginia. “Acerca de no conocer griego” EN El lector común (Freeditorial) (Original

work published 1925)

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