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1. Introducción
Por otra parte, el Congreso Nacional tiene importantes funciones que exceden las de
legislar y se radican en él -tales como el poder constituyente- o en una de sus cámaras o
corporaciones, como las atribuciones de fiscalización que tiene la Cámara de Diputados.
En ciertos casos, el Senado opera como Tribunal, por ejemplo, al pronunciarse sobre las
acusaciones constitucionales y las demás del artículo 53 (conocer contiendas de
competencia entre autoridades administrativas o políticas y los tribunales superiores de
justicia; rehabilitar como ciudadanos a quienes perdieron ese carácter por cometer delitos
calificados como terroristas o que se califiquen como de tráfico de estupefacientes y que
hubieren merecido pena aflictiva; prestar el consentimiento para ciertas actuaciones del
Presidente o para su salida del país por más de 30 días o dentro de los último noventa días
de su mandato; participar aprobando las designaciones de ministros y fiscales de la Corte
Suprema y del Fiscal Nacional, etc).
Sobre las atribuciones del Congreso Nacional, las mismas se dividen entre las
atribuciones exclusivas de la Cámara de Diputados, contenidas en el artículo 52, las
atribuciones exclusivas del Senado, contenidas en el artículo 53, y las atribuciones
exclusivas del Congreso Nacional en su integridad, establecidas en el artículo 54.
Adicionalmente, deben contemplarse las atribuciones legislativas y constituyentes.
Por su parte, existen atribuciones en que el Congreso Nacional funciona a través de cada
una de sus cámaras, por separado -tales como la aprobación de las leyes- o algunas en las
que opera como Congreso Pleno, como lo era en el procedimiento de reforma
constitucional hasta el año 2005 u otras, tales presenciar el juramento del Presidente de la
República o su cuenta.
Tal como dispone el número 17 del artículo 63, será por ley que se determinará el lugar
de funcionamiento del Congreso Nacional, entre otros órganos. Una ley dictada antes del
término del Gobierno Militar determinó que el mismo funcionaría en Valparaíso. Se trata
de una ley ordinaria cuyo contenido se discute de tiempo en tiempo.
Finalmente, queremos hacer presente que la reforma constitucional del año 1989 eliminó
la facultad del Presidente de la República de disolver la Cámara de Diputados por una
vez en su mandato. Esta atribución no es propia de un sistema presidencialista, sino de un
sistema más bien parlamentario como una forma de salvar el conflicto generado entre los
dos poderes.
En la actualidad, el artículo 47 señala que se elegirán 120 diputados. Hoy en día, como
una paso previo a la reforma del sistema electoral, se ha planteado la necesidad de
eliminar la mención al número de diputados de la Constitución Política de la República,
remitiendo la determinación a una ley orgánica constitucional dictada con las
limitaciones del artículo décimo tercero transitorio (tres quintas partes de los senadores y
diputados en ejercicio).
La elección de los diputados es en votación directa en base a distritos electorales –los que
representan una fracción de cada circunscripción electoral-, los que serán determinados
por la ley orgánica constitucional. Al respecto, el Tribunal Constitucional mediante fallo
dictado en el rol 67 señaló que se entrega amplias atribuciones al respecto al legislador,
sin que la Constitución Política de la República entregue criterios, por lo que en opinión
del sentenciador no sería válida la objeción de que la relación entre el número de
electores y los diputados electos podría alterar la igualdad entre las personas,
especialmente en aquellos casos en que pocos electores eligen un número igual de
diputados a los que resultan electos en zonas con muchos votantes. Discrepamos en
general de este fallo pues si bien se le entrega la facultad al legislador, la misma no puede
ejercerse de manera arbitraria, debiendo respetar el principio general de la “igualdad en la
ley”, consagrado en el número 2 del artículo 19.
El artículo 109 bis de la ley 18.700 estable las siguientes reglas en cuanto a la elección de
diputados: i) si una misma lista duplicara los votos de la lista que le siguiere, elegirá los
dos diputados, considerando a tales efectos las votaciones individuales más altas de la
lista; ii) si ninguna lista dobla a la que le sigue, las dos listas mayoritarias elegirán un
diputado cada una. A tal efecto, se considerará electo al interior de cada lista al diputado
con una votación individual mayor; iii) si el segundo cargo correspondiere por igual
derecho a dos o más listas, el Tribunal Calificador de Elecciones proclamará electo a los
candidatos con mayores votaciones individuales; iv) si existe empate entre dos candidatos
de igual o distintas listas, el Tribunal Calificador de Elecciones procederá a realizar un
sorteo en audiencia pública.
EJEMPLO I
En este caso, serían electos Juan y Pedro, dado que la lista A duplica a la lista B, que es la
siguiente lista más votada. Todos los demás candidatos, pese a tener más votos
individuales que Pedro, no son electos.
EJEMPLO II
Como la lista A no dobla a la lista B, sólo elige como diputado a Juan. Por su parte, la
lista B elige un diputado, debiendo sortearse el cargo entre Diego y Luisa, por estar
ambos empatados. Por su parte, Manuel -que casi duplica a Diego y Luisa y supera a
Juan- no es electo.
La ley permite que un independiente vaya en sub pacto con un partido político. Lo que no
puede darse son dos independientes en pacto pues, en los hechos, perderían tal calidad.
El artículo 48 señala los siguientes requisitos para ser elegido diputado (no para presentar
la candidatura, como claramente quedó establecido en varios fallos del Tribunal
Calificador de Elecciones del año 1989): i) ser ciudadano con derecho a sufragio, es
decir, no haber perdido ni tener suspendida la ciudadanía; ii) tener cumplidos los 21 años
de edad; iii) haber cursado enseñanza media o su equivalente, pensando en las ramas de
las Fuerzas Armada; iv) tener residencia en la Región correspondiente al distrito electoral
por el que será candidato, durante los últimos dos años contados hacia atrás desde el día
de la elección. Originalmente y hasta el año 1989, el plazo al respecto era de 3 años.
Como veremos, la reforma de 2005 eliminó este requisito de residencia para los
senadores, no obstante mantenerse para los diputados.
Por su parte, a modo de sanción, existen dos casos adicionales de personas que no podrán
presentarse como candidatos a cargos de elección popular: i) los que sean condenados,
aún sin merecer pena aflictiva, por delitos a los que la ley de quórum calificado determine
como terroristas (por el plazo de 15 años), y; ii) de conformidad al número 10 del artículo
93 luego de la reforma, las personas que hayan tenido participación en una entidad
sancionada por el Tribunal Constitucional de conformidad a lo dispuesto en el número 15
del artículo 19, por el plazo de 5 años contados desde la resolución del Tribunal
Constitucional (en relación a agrupaciones que no respeten la democracia, propugnen un
sistema totalitario, utilicen la violencia o la promuevan como método de acción política).
Existe una presunción legal de que la persona electa tiene, por el solo ministerio de la ley,
residencia en el lugar correspondiente. Desde ese punto de vista, nos encontramos ante un
ejemplo de domicilio legal.
En efecto, la norma anterior al año 2005 señalaba que los senadores se elegían por
votación directa en base a circunscripciones senatoriales, a razón de dos senadores por
cada una, las que correspondían a cada región, salvo seis regiones que se dividían en dos
circunscripciones, todo ello según la respectiva ley orgánica constitucional. Así, el
artículo 181 de la ley 18.700 señala que las regiones Metropolitana, Quinta, Séptima,
Octava, Novena y Décima se dividen en dos circunscripciones senatoriales. De esta
forma, el Senado tenía 38 miembros electos.
Los senadores duraban 8 años en sus cargos, renovándose alternadamente cada 4 años,
según las regiones impares –primero- y las pares más la Metropolitana, luego. En las
normas transitorias se estableció qué senadores durarían 4 años solamente, en el primer
período luego de la instalación del Senado a contar del 11 de marzo de 1990.
Adicionalmente, el Senado estaba integrado, con carácter vitalicio y por derecho propio,
por los ex presidentes de la República que hubieren completado al menos 6 años en su
cargo, sin haber sido destituidos por acusación constitucional, de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 49. Por ello, en una interpretación literal, se dejó fuera de esta
opción a don Patricio Aylwin, quien sólo completó su período constitucional de 4 años. A
estos senadores se les aplican las normas sobre incapacidades, incompatibilidades y
causales de cesación en el cargo, comunes a todo los parlamentarios.
Los senadores designados duraban 8 años en sus cargos y en caso de no existir al menos
tres personas con los requisitos correspondientes, podía nominarse a otros ciudadanos que
hubieren cumplido funciones relevantes en los respectivos organismos. La designación
tenía lugar dentro de los 15 días siguientes a la de la elección parlamentaria.
De esta manera, el senado tenía 38 miembros electos, 9 designados, más los vitalicios que
existieren.
En cuanto a los requisitos para ser elegido senador, luego de la reforma del año 2005 los
mismos pasan a ser los siguientes, tal como se señala en el nuevo artículo 50: i) ser
ciudadano con derecho a sufragio; ii) haber cursado enseñanza media o equivalente, y;
iii) tener cumplido los 35 años de edad el día de la elección. Anteriormente, eran 40 años.
Hasta la reforma de 2005, existía un requisito adicional consistente en haber tenido
residencia en la respectiva región por dos años contados hacia atrás desde el día de la
elección.
Los diputados duran en sus cargos 4 años, mientras que los senadores 8. En el caso de los
diputados, la Cámara se renueva completamente cada 4 años mientras que el Senado se
renueva por parcialidades, como se indicó.
5. Residencia legal.
Tal como se señaló, el artículo 48 y especialmente el artículo 51 disponen que los
diputados tendrán, por el solo ministerio de la ley, residencia en la región correspondiente
mientras ejerzan sus cargos. Hasta la reforma de 2005 la norma era aplicable, en iguales
términos, a los senadores pero, al eliminarse el requisito de residencia en la región del
artículo 50, a efectos de ser electo senador, se eliminó consecuencialmente esta norma.
La Constitución de 1925, en su artículo 36, remitía las normas de reemplazo del senador
o diputado que muriere faltando al menos un año para el término de su mandato, a la ley
de elecciones la que preveía elecciones complementarias.
En efecto, desde 1989 y hasta el año 2005 las reglas aplicables eran las siguientes: i) en
caso de vacancia de los diputados y senadores electos, el cargo era proveído por el
ciudadano que integró la lista del electo y que, de haberle correspondido a la misma
elegir dos cargos, habría salido electo. Esta es la regla que se aplicó en relación al
senador Lavanderos; ii) si no resulta aplicable la regla anterior y faltan más de dos años
para el término del período de quien cesó en el cargo, la Cámara elige por mayoría
absoluta a una persona dentro de la terna presentada por el partido al cual pertenecía
quien cesó en el cargo. Si faltaban menos de dos años o el candidato era independiente –
salvo en el caso que hubiere ido en lista con un partido, caso en el cual se aplican las
reglas anteriores- no se procedía al reemplazo. Jamás había elecciones complementarias,
pues el constituyente de 1980 en general repudia la reiteración de largos períodos de
elecciones. El nuevo senador o diputado duraba en sus funciones el período que le faltaba
en el cargo a quien cesó.
El reemplazante debe tener los requisitos para ser electo senador o diputado. No existe
problema para que un diputado asuma como senador, caso en el cual se aplican las reglas
de reemplazo en la Cámara de Diputados pues ambos cargos son expresamente
incompatibles.
En todos los casos, el senador o diputado ejercerá por todo el plazo que le faltaba a quien
cesó en el cargo.
Con motivo del reemplazo del senador Lavandero el año 2005, atendida la proximidad de
la reforma constitucional, se presentó la duda de cuándo cesaba el mismo en el cargo
atendido su condena penal y, por lo mismo, cuándo y qué regla de reemplazo debía
aplicarse. Finalmente, se aplicó la regla relativa al momento en que la sentencia quedó
ejecutoriada, es decir, la regla existente antes de la reforma de 2005, de manera que fue
su compañero de lista, de un partido político diferente, quien asumió en el cargo.
7. Comités y comisiones.
Por su parte, las “comisiones”, son organismos técnicos y especializados, formados por
parlamentarios, que tienen como finalidad estudiar determinadas materias, obtener
opiniones de expertos sobre las mismas e ilustrar a las cámaras sobre determinados
puntos. Estas comisiones pueden ser: i) permanentes, integradas por 5 parlamentarios.
Existen 19 comisiones permanentes, las que suelen tener relación con cada una de las
materias propias de los ministerios, existiendo además comisiones como la de Derechos
Humanos, “Constitución, legislación y justicia” y otras); ii) “especiales” son las que se
forman para determinadas materias; iii) “mixtas” son aquellas en que concurren
senadores y diputados, como en los casos de los artículos 70 y 71 para el evento del
rechazo íntegro de un proyecto por parte de la cámara revisora -es decir, la que conoce en
segundo trámite constitucional de un proyecto de ley- o que la cámara de origen rechace
las indicaciones formuladas por la cámara revisora a un proyecto, y; iv) las “unidas”, las
que se conforman por varias comisiones permanentes para conocer de una determinada
materia.
Otro punto que presenta dudas es la noción de actos de gobierno. En efecto, la duda
consiste en determinar si por ellos se entienden estrictamente los actos relativos a
decisiones ante situaciones especiales en las que existen opciones posibles –sentido que
atribuyen a la noción gobierno los estudiosos del derecho político- o se refiere también a
las actividades propias de la administración en el sentido de operar los servicios públicos
dentro de los cánones señalados por la ley. La duda es si el gobierno es el acto o la
institución. En nuestra opinión, la atribución en cuestión es amplia y busca generar un
contrapeso jurídico y político razonable al poder ejecutivo, entendido en un sentido
amplio. Por ello, se refiere a los actos de cualquier tipo de la institución.
ii) por su parte, cualquier diputado con el voto conforme de un tercio de los
diputados presentes puede solicitar determinados antecedentes al Gobierno, quien
debe contestar fundadamente por intermedio del Ministro de Estado
correspondiente, dentro del mismo plazo señalado en la letra anterior, es decir, 30
días.
Se trata de una nueva atribución, que tiende a ser una forma de interpelación
parlamentaria en el sentido que permite que los diputados revisen, con cierta
periodicidad, el trabajo de los ministerios e informen a la opinión pública al
respecto, incluso desde una perspectiva política. Tal como se ha señalado, esta
actividad no puede llegar a la censura de los ministros pero, sin duda, es una
especie de declaración que puede entregar antecedentes valiosos para la
fiscalización y, en su caso, para una posterior acusación constitucional.
iv) Crear comisiones especiales investigadoras a petición de al menos dos quintos de
los diputados en ejercicio, para reunir información sobre determinados actos del
Gobierno.
Aunque no es del todo pacífico, se trata de una forma de responsabilidad jurídica –de
índole casi penal o administrativa, por existir causales- más que política, que se hace
efectiva en dos etapas. En la primera de ellas la Cámara de Diputados acusa a una
persona, la que luego es juzgada en el Senado. El Tribunal Constitucional, en el fallo
correspondiente al rol 91, señaló expresamente que el acusado puede contar con la
defensa de un abogado no solamente en el Senado sino también en la Cámara de
Diputados, desde el momento mismo en que es notificado de la existencia de una
acusación en su contra.
A partir del año 1990 han existido otras acusaciones constitucionales, las que también en
su mayoría han sido rechazadas. Sólo ha sido aprobada la acusación contra el Ministro de
la Corte Suprema don Hernán Cereceda Bravo. Se han rechazado, entre otras, las
acusaciones contra varios ministros de la Corte Suprema –entre ellos don Servando
Jordán- y contra Ricardo Lagos Escobar, en su calidad de Ministro de Obras Públicas.
Las personas que pueden ser acusadas constitucionalmente son las siguientes:
ii) En contra de los ministros de Estado: Las causales son las mismas que en el caso
del Presidente de la República, pero en el evento de violar la Constitución o las
leyes no se requiere que la violación sea “abierta”. Por su parte, se puede acusar a
un Ministro de Estado si ha dejado de ejecutar las leyes o por los delitos de
traición (falta de fidelidad o lealtad a la patria, en favor de potencias extranjeras),
concusión (acción arbitraria de un funcionario realizada en beneficio propio),
malversación de fondos públicos (uso de fondos públicos en destinos ilícitos, en
cuanto diferentes de los previstos por la ley) y soborno (adopción de resoluciones
mediante pago o promesa de pago).
iii) “De los magistrados de los Tribunales superiores de Justicia y del Contralor
General de la República, por notable abandono de sus deberes”.
iv) “De los generales o almirantes de las instituciones pertenecientes a las Fuerzas
de la Defensa Nacional, por haber comprometido gravemente el honor o la
seguridad de la Nación, y”;
ii) Decidir si se debe admitir la acción judicial que un particular quiera iniciar en
contra de un Ministro de Estado por acciones de éste en el desempeño de su
cargo, que le hayan causado perjuicios injustos. Esta atribución, en mi opinión,
carece de mayor sentido y crea un trámite previo e injusto para el particular,
consistente en obtener que el Senado, presumiblemente con mayoría oficialista,
declare en un antejuicio que procede esta acción.
iii) “Conocer las contiendas de competencia que se den entre autoridades políticas o
administrativas y los tribunales superiores de justicia”. Las contiendas de
competencia pueden ser positivas o negativas, dependiendo si ambas autoridades
se estiman competentes o no, para conocer de una materia.
Por su parte, la reforma del 2005 desarrolló más precisamente todo lo relativo a los
tratados internacionales y sus quórum de aprobación. Entre otros aspectos, se creó el
deber de informar al Congreso del Presidente de la República y, por su parte, la
atribución de aquel de formular sugerencias al respecto. Se reconocen las normas
generales del derecho internacional en lo relativo a la derogación, suspensión o
modificación de un tratado, lo que sin duda planteará importantes dudas de
interpretación. Finalmente, se establece que los tratados internacionales deberán ser
publicitados.
Previo a la ratificación del tratado respectivo y luego de su firma –acto que fija el texto
pero no vincula mayormente al Estado- debe obtenerse la aprobación por parte del
Congreso Nacional. Sin dicha aprobación el tratado no podrá convertirse en norma
vinculante.
La aprobación de un tratado por parte del Congreso Nacional se hará por cada una de sus
cámaras, en base a los mismos quórum del artículo 66. De esta forma, se evitar que por la
vía de un tratado internacional se vulnere los quórum propios de las leyes orgánico
constitucionales o de quórum calificado, en las materias a las que las mismas son
aplicables. En general, la tramitación de la aprobación de un tratado internacional es la
misma que la de la ley.
El retiro de una reserva considerada en la aprobación del tratado por parte del Congreso
Nacional requiere aprobación previa del mismo, el que deberá pronunciarse dentro de los
30 días siguientes a la recepción del oficio, so pena de entenderse que lo aprueba.
Todas las materias relativas a los tratados internacionales deberán ser adecuadamente
publicitadas de conformidad a lo señalado por la ley. De esta forma, se transparenta la
actividad del Presidente de la República en relación a entrada en vigor, formulación o
retiro de reservas, declaraciones interpretativas, denuncia, retiro, terminación, suspensión,
etc.
Por su parte, el Congreso Nacional, en el mismo acuerdo aprobatorio del tratado, puede
delegar facultades legislativas al Presidente del a República para que proceda a dictar los
decretos con fuerza de ley necesarios para su implementación, siendo en todo caso
plenamente aplicables las limitaciones del artículo 64 en lo relativo a las materias en las
que no procede delegación.
Se trata de una serie de normas que, en parte, dan cuenta de las concepciones gremialistas
que inspiran la Constitución Política de la República, en el sentido de evitar que se
mezclen actividades netamente políticas con aquellas propias de la representación social
en otras áreas, como la laboral, empresarial, sindical, etc. Por otra parte, estas normas
intentan evitar que por la figuración en una actividad se logre un puesto de representación
política o vice versa. Existen voces críticas al respecto, las que se pueden resumir en los
siguientes argumentos: i) la inviolabilidad de los parlamentarios sólo por opiniones en el
ejercicio de sus cargos, en sala o comisión, es muy limitada y expone a los mismos a
desarrollar de manera acotada sus funciones, en perjuicio de la comunidad: ii) el hecho
que las inhabilidades sean conocidas por el Tribunal Constitucional y no por el propio
Congreso Nacional, como era antes, expone el trabajo parlamentario al juicio de quienes
no lo conocen o a la tentación del ejecutivo de terminar con la actividad de quienes
estime contrarios a sus intereses, y; iii) todo esto atenta contra la labor de los
parlamentarios como representantes del sentir ciudadano.
Existe un fallo del Tribunal Constitucional, dictado en el rol 67 de 1989, que declara que
al tratarse de prohibiciones se trata de normas sujetas a una interpretación estricta. En
nuestra opinión, lo anterior es una impropiedad que –aunque reiterada- debe ser
reemplazada simplemente por señalar que no procede la aplicación analógica a casos no
previstos por el verdadero sentido y alcance de la norma
Estas normas, que algunos autores denominan inhabilidades relativas para ser candidatos,
deben complementarse con las inhabilidades absolutas a dicho efecto, que son la falta de
alguno de los requisitos de elegibilidad estudiados en los artículo 48 o 50.
El artículo señala que no pueden ser candidatos a parlamentarios las siguientes personas:
1. Los Ministros de Estado;
2. Los intendentes, los gobernadores, los alcaldes, los miembros de los consejos
regionales, los concejales y los subsecretarios. Esta norma fue modificada el año
1991, para incorporar a los concejales, y el año 2005 para resultar aplicable a los
subsecretarios.
3. Los miembros del Consejo del Banco Central;
4. Los magistrados de los tribunales superiores de justicia y los jueces de letras;
5. Los miembros del Tribunal Constitucional, del Tribunal Calificador de Elecciones
y de los tribunales electorales regionales;
Se trata de una institución aplicable a todo el resto de los delitos que no sean excluidos
por la inviolabilidad parlamentaria. Se traduce en la necesidad de una especie de
antejuicio o “desafuero”, el que queda en manos del pleno de la Corte de Apelaciones del
lugar en el que se habrían cometido los hechos que podrían ser constitutivos de delito.
Al respecto, debe tenerse presente que el desafuero del parlamentario no es una
declaración de culpabilidad del mismo, sino que sólo intenta ejercer un control de la
seriedad de la acusación respectiva, de manera de evitar interferencias indebidas en la
función del congresista. En razón de lo anterior, el desafuero en nada compromete el
derecho a la defensa del afectado ni, por lo mismo, constituye una presunción de su
responsabilidad.
Sobre el punto de las asignaciones parlamentarias, efectivamente las mismas son fijadas
por ley, pero en nuestra opinión al pagarse con fondos fiscales los proyectos al respecto
debiesen ser de iniciativa exclusiva del Presidente de la República de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 65 de la Constitución Política de la República.
Incluso, al interior de las materias que son indiscutiblemente propias de ley, la potestad
reglamentaria de ejecución se ha ido ampliando, paulatinamente. Algunos fallos del
Tribunal Constitucional, a propósito del alcance de la reserva de ley, han señalado que la
misma se refiere a los elementos esenciales de la materia respectiva, sin que exista
impedimento para que la misma sea complementada por el ejercicio de la potestad
reglamentaria.
Materias de ley. El artículo 63 contiene una serie de materias de ley, bajo la frase de
“sólo son materias de ley”. De lo anterior se desprende que claramente el interés del
constituyente ha sido limitar las mismas.
No obstante esa claridad inicial, existen ciertas normas que pueden ampliar las materias
de ley más allá de lo señalado en el artículo 63, especialmente, la contenida en el número
20 del artículo 63, la que dispone que serán materias de ley “toda otra norma de carácter
general y obligatoria que estatuya las bases esenciales de un ordenamiento jurídico”.
Esta norma, para algunos autores, abriría casi sin límites el campo de la actividad
legislativa, lo que no compartimos. En nuestra opinión, el sentido de esta norma es
hacerse cargo que no puede existir actividad reglamentaria sin un marco previo, definido
en la Constitución Política de la República o en la ley pues, de caso contrario, se actuaría
en contra del principio de la juridicidad. Por otra parte, esta norma ha sido considerado
un antecedente relevante a efectos de concluir que la ley debe regular lo esencial de
determinada materia, debiendo complementarse en sus aspectos específicos y de
ejecución por lo señalado en el reglamento.
Parte importante de las materias propias de la formación de la ley fue tratada con motivo
del análisis de las facultades legislativas del Presidente de la República, razón por la cual
no se reiterará.
Las reglas generales al respecto son: i) no hay ley sin aprobación por las dos cámaras (o
por dos tercios de una y a lo menos un tercio más un voto de la otra, como veremos; ii)
pueden haber hasta tres trámites constitucionales, y; iii) las indicaciones deben tener
relación con las ideas matrices.
Las leyes se discuten “en general” y en “particular”. Cuando una ley se discute en
general, lo que se analiza es la idea de legislar sobre la base de las ideas que inspiran el
proyecto y que se encuentran contenidas en la expresión de motivos del mensaje o en la
moción. El artículo 68 señala que si se rechaza por la cámara de origen el proyecto en
general, el mismo n puede presentarse sino luego de un año, a menos que se trate de un
proyecto presentado por mensaje presidencial, pues el Presidente de la República puede
pedir que pase a la otra cámara, la que de aprobarlo en general por dos terceras partes de
los miembros presentes, obliga a volver a la cámara de origen la que sólo podrá
rechazarlo por dos terceras partes de sus miembros presentes.
Aprobada en general la idea de legislar se debe proceder a la revisión “en particular” del
proyecto, norma por norma. De conformidad a lo dispuesto en el artículo 69, en esta
etapa ambas cámaras pueden formular adiciones o correcciones al proyecto, en la medida
que las mismas tengan relación con las ideas centrales.
Una vez aprobado el proyecto en el primer trámite constitucional que corresponda, pasará
a la cámara revisora de inmediato.