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FACULTAD DE DERECHO
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE
Noviembre de 2023
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Las páginas que siguen explican la forma en que el autor de estos apuntes
interpreta la Constitución.
1 Lo que sigue a continuación resume, integra y actualiza ideas que he explicado en numerosos
textos anteriores. Véanse especialmente: “La interpretación de la Constitución”, Revista Chilena de
Derecho, Volumen 17 N° 1, Enero-Abril de 1990, pp. 161-177; “Justicia Constitucional”, Editorial
Jurídica de Chile, 2008, pp. 135-233; y “Los límites del Finalismo”, Anuario de Derecho Público,
Universidad Diego Portales, 2012, pp. 334-356.
2 Es lo que hago, por ejemplo, en Zapata, Patricio: “La Nueva Constitución y el Bien Común”, en
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encontrar el sentido y alcance del ordenamiento jurídico tal cual es, gústenos
o no. Esa es la tarea de la dogmática jurídica.
Toda Constitución Política, incluso una –como la chilena vigente- que tiene un
compromiso con ciertos valores, define un rango amplio dentro del cual caben
distintas opciones de política; unas más liberales, otras más socialdemócratas,
algunas sensatas y otras quizás torpes. Mientras no infrinjan el marco
constitucional, todas esas opciones, las liberales, las socialdemócratas, las
sensatas y las torpes, están todas dentro del radio de alternativas por las que
legítimamente pueden optar los órganos de representación democrática.
Quien evalúe la constitucionalidad de una opción legislativa, y esto vale para
parlamentarios, profesores y magistrados del Tribunal Constitucional, debe
tener en mente esta circunstancia y abstenerse, por tanto, de encontrar
inconstitucional todo lo que no le gusta.
Dado lo expuesto, y frente a las dudas que puede suscitar el tenor literal
necesariamente general y abstracto del texto constitucional, hay que desechar
la alternativa de llenar los vacíos con las definiciones que vienen desde abajo
(la ley) y preferir la alternativa consistente en completar lo que la constitución
apenas esboza con contenidos que vengan desde el constitucionalismo.
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Sin querer entrar aquí en el debate sobre la jerarquía formal que nuestro
ordenamiento debe reconocer a dichos pactos internacionales, materia sobre
la cual la doctrina se encuentra dividida y la jurisprudencia zigzagea; es
indispensable, en todo caso, tomar nota del hecho que tanto el Tribunal
Constitucional como la Corte Suprema vienen asumiendo, progresivamente,
el valor plenamente vinculante de los derechos materialmente contenidos en
dichos instrumentos.4
Y así, por ejemplo, los convenios de la OIT son tratados sobre derechos
humanos y aquellos que Chile ha ratificado vienen a complementar, ampliar,
enriquecer y profundizar los compromisos expresos de los números 16 y 19
del artículo 19 de la Carta Fundamental. En esta misma línea, nuestro examen
de Derechos Fundamentales no puede desentenderse de lo que al respeto
indican la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el Protocolo de
San Salvador y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales.
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En este sentido hay que tomar nota del hecho que el Tribunal Constitucional
chileno (TCCh) ha estimado como dignos de ser tomados en cuenta los fallos
relevantes del Tribunal Constitucional español y la Corte Constitucional
Federal de Alemania, entre otros.5 Las citas respectivas en numerosas
sentencias nacionales no pueden ser consideradas meras referencias eruditas.
Alejándonos de cualquier animo de copiar acríticamente y conscientes de los
riesgos del ejercicio comparativista, la referencia a otras jurisdicciones
manifiesta el deseo de aprender y expresa, además, la convicción de existir
una comunidad de intereses e ideales, que atraviesa fronteras, entre todos
quienes asumen la tarea de proteger y promover los derechos de la persona
humana.
5Para un examen detallado de la cantidad de veces en que el TCCh ha citado fallos de tribunales de
otras jurisdicciones, véase: Nogueira, Humberto: “El uso del Derecho y Jurisprudencia
constitucional extranjera y de los tribunales internacionales no vinculantes por el Tribunal
Constitucional chileno en el período 2006-2011”, Estudios Constitucionales, Centro de Estudios
Constitucionales de Chile, Universidad de Talca, Año 11, N° 1, pp. 221-274.
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6 Varias son las formas de entender el proceso interpretativo. Reconociendo esta realidad, en 2008
expresaba: “Una primera respuesta, tesis de la exégesis ingenua, postula que la interpretación jurídica
no es otra cosa que un proceso lógico, sometido a reglas preestablecidas y de fácil aplicación, por el
cual se descubre el verdadero sentido y alcance de la ley. Para esta concepción, y habiendo buena fe,
todo intérprete que conozca las reglas pertinentes debiera arribar al sentido genuino de la norma.
En las antípodas de la exégesis ingenua se ubican quienes plantean que la interpretación jurídica es un
proceso esencialmente político y discrecional por el cual, sin perjuicio de algunas limitantes de hecho, los
supuestos aplicadores de la ley en verdad actúan como creadores del Derecho. En esta perspectiva, y sin
perjuicio de la justificación con que se revistan las decisiones, una determinada interpretación no puede
sino ser el reflejo más o menos directo de los intereses o motivaciones del intérprete.
Ambas posiciones extremas deben ser descartadas. Así como parece muy simplista pensar que puedan
existir sentidos auténticos únicos para cada norma, listos para ser descubiertos por exegetas
suficientemente honestos y prolijos; también resultan alejadas de la realidad aquellas visiones que, al hacer
de la interpretación un acto de pura creación política, niegan toda y cualquier autonomía al Derecho y al
jurista.
En nuestra visión, la interpretación jurídica es una actividad de la razón práctica que, puesta en
movimiento a partir de dudas o conflictos concretos, se apoya en los criterios elaborados por la dogmática
para construir, a partir de los materiales jurídicos disponibles pertinentes, respuestas razonables y
coherentes”, Zapata, Patricio: “Justicia Constitucional”, Editorial Jurídica de Chile, 2008, pp 141-144.
En palabras de Fernando Atria, Antonio Bascuñan y Rodrigo Correa: “La premisa de la interpretación
es que puede atribuirse más de un sentido plausible a una disposición legal, ya sea considerada en
abstracto o en consideración a su aplicación al caso concreto. Eso implica la plausibilidad de un margen
de desacuerdo entre las partes, entre los integrantes de un mismo tribunal y entre distintos tribunales.
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Pero interpretar una ley no consiste en asignarle alguno de sus sentidos plausibles sino en justificar el
sentido asignado. Eso es determinar su correcto sentido y alcance. No se trata de descubrir un hecho
preexistente, sino de dar razones que hacen de la decisión interpretativa una decisión obligada para el
juez, por ser la mejor de entre las decisiones plausibles. Qué razones valen para justificar esa decisión
es el problema central de la teoría de la interpretación de la ley”, en “Interpretación de las Leyes”, “El
Mercurio” de Santiago, de 11 de Julio de 2007, p. A2. Esto es, por lo demás, a lo que se refiere Ronald
Dworkin cuando habla de right answer.
7 Sobre este tema, véase: Atria, Fernando: “Lo que importa sobre los principios”, en “Principios
Jurídicos”, Abeledo Perrot/Thomson Reuters, Santiago, Octubre de 2011, pp. 65-90.
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Hay ciertos casos, sin embargo, en que la lectura finalista pone de relieve la
existencia de una tensión mayor dentro del sistema constitucional. Son
aquellas situaciones en que el tenor literal de un precepto aislado no admite
ninguna lectura coherente o conciliable con las exigencias del resto del texto
constitucional. ¿Qué hacer en estos casos? Mientras el literalista, apretando los
dientes, se sentirá obligado a aplicar de todas maneras la norma disfuncional
y el originalista, como hemos señalado, correrá a buscar en la Actas de la
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El finalismo debe asumir, por último, que ha de cargar sobre sus espaldas un
enorme peso argumentativo. Sus decisiones deben hacerse cargo de la mayor
cantidad de elementos relevantes disponibles (texto, historia, tradición
constitucional, doctrina, precedentes jurisprudenciales, derecho comparado,
8 Por lo mismo, y en el extremo, el finalista no descarta que puedan haber normas constitucionales
inconstitucionales. En esta conclusión tiene alguna compañía. Tanto el Tribunal Constitucional alemán
(“Caso del Estado Sudoccidental”, I BVerfGE 14, 1951) como la Corte Constitucional italiana (Sentencia N°
1146, del 15 de Diciembre de 1988) han reconocido expresamente que esta es una hipótesis que no puede
descartarse. Ver también: Bachof, Otto: “¿Normas constitucionales inconstitucionales?”, Palestra
Editores, 2008.
9 Sobre este punto, véase especialmente a Gamonal, Sergio: “El Principio de Protección del
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etc.). Solo de esa manera podrá decirse que constituye un auténtico esfuerzo
por ofrecer la explicación más plausible de lo que la Constitución en su
integridad realmente dice.
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CONSTITUCIONALIZACIÓN
10 Lara Peinado, Federico: “El Código de Hammurabi”, Clásicos del Pensamiento, Tecnos, Madrid, 2008, 496 pp.
Conviene señalar que el Código, con su total de 282 normas escritas en cuneiforme acadio, fue grabado en una
piedra de grandes dimensiones (2,25 metros de altura por 50 cm de ancho) y se conserva en el Museo del Louvre,
París.
11 Consúltese en de Romilly, Jacqueline: “La ley en la Grecia Clásica”, Deseo de Ley, Editorial Biblos, Buenos
Aires, 2004, 179 pp. Entre los legisladores griegos célebres cabe recordar a Licurgo (Esparta) y a Dracón, Solón y
Clístenes (Atenas)
12 Sobre la Ley de las XII Tablas véase “Ley de las XII tablas”, estudio preliminar, traducción y observaciones de
César Rascón García y José María García González, Clásicos del Pensamiento, Tecnos, Madrid, 4ª Edición, 2011,
100 pp.
13Aun cuando se habla de las “Constituciones” de la Grecia antigua, la verdad es que, en esos casos, se está
empleando la palabra “Constitución” para describir al conjunto de características sociales, económicas, políticas
e incluso geográficas que singularizan a una determinada Polis. Ese uso no tiene nada que ver con lo que hoy, y
desde hace un par de siglos, entendemos por “Constitución”.
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Ahora bien, hubo un tiempo largo en que las recién llegadas Constituciones y los
más viejos sistemas legales de los países respectivos vivían en lo que podríamos
llamar universos normativos paralelos. Y si las Constituciones, según el caso,
intentaban limitar la acción del Estado desde criterios liberales o buscaban
orientarla desde imperativos sociales; el Derecho seguía, mientras tanto,
desarrollando, por su cuenta, las que se consideran las mejores maneras de
coordinar las relaciones y los conflictos entre particulares.
Nótese que hemos indicado que Constituciones y sistemas legales (el derecho
positivo de cada país) vivían en universos normativos paralelos. No se nos
ocurriría negar el hecho que tanto las Constituciones como las leyes han
coexistido siempre en un universo político común y que, por lo mismo, están
influidas por unas mismas corrientes sociales y culturales. Es indudable, por
tanto, que siempre podrán observarse afinidades o paralelismos entre lo que
ocurre a nivel de las Cartas Fundamentales y en el plano del Derecho en general.
Es evidente, entonces, que existe una relación importante entre, por ejemplo, los
valores de las Constituciones francesas de 1792 y 1793 y los principios que
inspiran al Code Civil galo de 1804. Del mismo modo, y mirando nuestra propia
historia, también tendríamos que reconocer la innegable afinidad entre el
espíritu de la Constitución chilena de 1925 y la orientación de los Códigos del
Trabajo y Sanitario de 1931. Lo mismo ocurre, por supuesto, al comparar la
Constitución chilena de 1980, en su versión original, y los principios que
informan, por ejemplo, la legislación laboral de 1978 y 1979 (Decretos Leyes Nos
2.200, 2756 y 2758), previsional de 1980 (Decreto Ley N° 3.500) o sobre ISAPRE
de 1981 (DFLN° 3).
Ahora bien, una cosa es que las Constituciones y las leyes de un mismo momento
histórico, como una cuestión fáctica, van a responder, muy probablemente, a
una misma visión y otra, bastante distinta, es que existan fórmulas
institucionales, y formas de pensar, que aseguren que las aspiraciones
normativas de la Constitución gobiernen, realmente, y más o menos
directamente, los contenidos del Derecho en su conjunto.14
14Agreguemos, de paso, y adelantándonos a un tema que se aborda en el capítulo BBB, que el hecho de existir
este aire de familia entre normas constitucionales y legales dictadas en una misma época y por un mismo sujeto
político, no autoriza a interpretar el sentido de los preceptos constitucionales sobre una materia desde, o a partir,
de la forma en que las leyes desarrollan la regulación de dicha materia. En orden a respetar la razón de ser de las
Constituciones, el ejercicio es al revés. Las leyes deben ser leídas desde la Constitución.
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Si, comparadas con el Derecho, las Constituciones son, en efecto, realidad nueva;
la Constitucionalización del Derecho es evolución novísima. En este punto,
conviene distinguir Constitucionalización de judicial review. Se trata de
cuestiones conectadas, pero distintas. El judicial review entendido como el
reconocimiento a jueces, u órganos especializados de contextura judicial, del
poder de inaplicar, invalidar o preterir las leyes en razón de una contradicción
con la Constitución, bien podría ser considerado como una condición o
catalizador de la Constitucionalización; pero, hablando con rigor, no se confunde
con esta. De hecho, mientras el judicial review tiene 215 años en los Estados
Unidos y 100 años en Europa, la Constitucionalización del Derecho recién
despega hace 60 años.
En primer lugar, habría que destacar el hecho que muchas de las Constituciones
posteriores a la Segunda Guerra Mundial hayan desplegado un lenguaje amplio
que abre la puerta para que se supere la idea hasta entonces dominante de que
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15 BVerfGE 7, 198.
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CONSTITUCIONALIZACIÓN EN CHILE
Luego de este análisis del contexto, podemos, ahora, examinar cómo, y cuándo,
se produce el aterrizaje de la Constitucionalización en Chile.
Uno debiera comenzar diciendo que Chile vivió, primero, la experiencia de una
Constitucionalización frustrada. Me refiero a la manera débil y zigzagueante
con que la Corte Suprema empleó, o debiera decir desaprovechó, durante 80
años, la acción de inaplicabilidad cuyo conocimiento le concedieron tanto la
Constitución de 1925 como la Carta de 1980.
16 La excepción anotada la constituye el fallo “R v Drybones”, de 1970. En esta sentencia, la Corte Suprema de
Canadá, por 6 votos a 3, declara que el Bill of Rights de 1960 sí facultaba a las cortes para declarar la invalidez de
los actos legislativos contrarios. Sobre la base de esa afirmación, la Corte reprochó la sección 94 (b) de la ley
Indígena. Al año siguiente, el Parlamento canadiense procedió a derogar dicha sección 94.
17 Cabría señalar que la Constitucionalización de que hablamos nunca alcanzó a desplegarse con fuerza en los
Estados Unidos de Norteamérica. La verdad es que la Corte Suprema de los Estados Unidos ha seguido
respetando el criterio tradicional según el cual los derechos que reconoce la Constitución de 1787 solo aplican u
obligan cuando estamos en presencia de una acción estatal (state action) que podría estar lesionándolos. No
obstante, desde “Shelley v. Kraemer”, 1948, el máximo tribunal norteamericano está dispuesto a extender la
cobertura constitucional cuando existe una intervención estatal indirecta.
18 La Acción, Recurso, de Protección es creada por el Acta Constitucional N° 3 (D.L. N° 1552, de 13 de Septiembre
de 1976). La operatoria de esta Acción nace el 29 de Marzo de 1977, con la dictación, por parte de la Corte
Suprema, del “Auto Acordado sobre tramitación del Recurso de Protección de Garantías Fundamentales”.
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19 En la misma línea que venimos explicando, me parece que también contribuye a esta Constitucionalización
tutelar la Nulidad de Derecho Público. Cabe anotar el relevante papel que jugó la doctrina jurídica nacional en
la creación y desarrollo tanto del Recurso de Protección como de la Nulidad de Derecho Público. Sin perjuicio de
otros nombres importantes, es indudable que el aporte principal le ha cabido al profesor Eduardo Soto Kloss.
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excepción alguna, deben alinearse, en la mayor medida posible, con los valores,
principios y reglas de la Carta Fundamental. Es, por lo mismo, un tiempo
preñado de posibilidades valiosas para derechos y libertades. Es también, sin
embargo, un tiempo que arriesga la “vulgarización” que podría resultar de un
aluvión constitucionalizador que, sin cauce ni medida, inunde y ahogue los
cientos y miles de soluciones especializadas de las distintas ramas del Derecho.
Tenemos entonces, por un lado, una Constitución que aspira a irradiar sus
valores y principios hacia el vasto campo del Derecho en su conjunto. Una
Constitución que contiene elementos vitales con los cuales quiere nutrir al
universo de las leyes. Más abajo en la pirámide normativa nos encontramos con
miles de leyes, de las más distintas épocas, materias y orientaciones. Algunas de
esas leyes o muchas de esas leyes pueden estar en falta o contradicción en
relación a los valores de la Carta Fundamental. ¿De qué manera “baja” la
Constitución hasta la ley? ¿Cómo se hace para que, idealmente, la Constitución
pueda “llegar” a todas las leyes?
En orden a graficar los términos del problema esbozado me voy a permitir el uso
de una metáfora. Como tengo claro que el empleo de estas figuras del habla
arriesga incurrir en simplificaciones, dejo establecido que las imágenes a las que
recurro no pretenden sustituir la reflexión razonada sino que se ofrecen como
complemento.
Sabemos, por supuesto, que las plantas necesitan de agua para crecer sanas y
fuertes. Aun cuando en algunos lugares parte importante de la demanda de ese
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líquido vital puede satisfacerse con la lluvia, lo más habitual -y me temo que va
a ser cada vez más habitual-, es que sea indispensable suplementar la dosis que
aportan las precipitaciones, si es que aportan algo, con algún sistema de regadío
que, artificialmente, lleve el agua directamente a la planta.
La verdad, sin embargo, que al igual que ocurre con la mayoría de las tierras
sembradas, respecto de las cuales no basta el agua lluvia; para asegurar
razonablemente la constitucionalidad de las leyes parece no ser suficiente la
custodia que pueden ejercer profesores y expertos.
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DERECHOS SOCIALES
Estas breves líneas ensayan, entonces, un análisis de los derechos sociales que
entiende que la determinación precisa de la naturaleza y cuantía de los
programas sociales es una tarea que, en lo fundamental, debe ser asumida por
las y los legisladores, pues: a) allí radica la representación democrática de la
ciudadanía, b) allí se puede producir deliberación transparente y responsable,
y c) allí la autoridad fiscal puede hacer presentes las restricciones
presupuestarias.
Para que se entienda mejor mi tesis sobre derechos sociales, puede ser útil dar
un paso atrás y explicar la forma en que yo entiendo los derechos
fundamentales, de los cuales los derechos sociales son una especie.
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Por una parte, los derechos humanos son reclamados con más fuerza que
nunca por millones de seres humanos que quieren librarse de la explotación,
el abuso y la discriminación. Se multiplica el número de tratados
internacionales sobre derechos y organismos protectores de los mismos.
20Véanse Glendon, Mary Ann: “El lenguaje de los derechos”, Revista Estudios Públicos, N° 70, Otoño de
1998, pp. 77-149; Sierra, Lucas: “Inflación”, El Mercurio de Santiago, 25 de agosto de 2008, A3.
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También conviene tomar nota del hecho de que existen corrientes críticas de
pensamiento para las cuales la teoría y la técnica de los derechos
fundamentales no son, necesariamente, buena noticia para los grupos
desposeídos o explotados. Es el caso, por ejemplo, de algunos sectores
feministas radicales.21
DERECHOS Y DERECHOS
Los derechos liberales serían aquellos que imponen al Estado, y a los terceros, el
deber de abstenerse de realizar conductas invasivas o discriminatorias que
atenten contra la igual autonomía de los individuos. Los derechos sociales
21Así, por ejemplo, véase Brown, Wendy y Willliams, Patricia: “La crítica de los derechos”, Nuevo
Pensamiento Jurídico, Universidad de Los Andes, Bogotá, 2003.
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serían, por su parte, aquellos cuyo disfrute por parte de todas las personas
supone que el Estado efectúe ciertas prestaciones, más o menos directas, para
satisfacer lo que se consideran necesidades básicas.
Temiendo una explosión populista de las expectativas y/o queriendo evitar una
inmanejable judicialización de las prestaciones sociales, los redactores de la
Constitución de 1980 optaron por un doble estándar en materia de derechos.22
Los derechos liberales reciben trato VIP o full equipo. Los derechos sociales son
parientes pobres o derechos de segunda.
22Si se examina el debate habido en el seno de la Comisión Ortúzar, especialmente en la sesión 213, se
comprueba que la mayoría de sus integrantes concebía estas garantías más bien como aspiraciones o
pretensiones.
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Reconozco que los derechos sociales presentan ciertas peculiaridades que los
distinguen de los más tradicionales derechos liberales (libertad de expresión,
de conciencia o de propiedad). No obstante, me parece que los aspectos
comunes son mucho más significativos. En ambos casos, estamos ante ciertos
bienes básicos sin cuyo goce es impensable que pueda producirse,
efectivamente, el desarrollo integral de un ser humano. El respeto y promoción
de unos y otros supone un esfuerzo de la comunidad y del Estado. No es cierto,
por tanto, que solo los derechos sociales irrogan una prestación económica por
parte del Estado (a menos que uno piense que las policías, los órganos
regulatorios, los fiscales y los tribunales son gratis).
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las voces que advierten contra los peligros del activismo judicial desatado y la
consiguiente bancarrota fiscal. Lo habitual, en estos casos, es que esta crítica
vaya acompañada de alguna referencia al desastre que supuestamente se
habría producido con la Constitución colombiana “más social” de 1991.
Destaco, en segundo lugar, que los riesgos de activismo tienen muchos más
que ver con procesos políticos estancados o reglas procesales inadecuadas que
con la decisión constitucional de asumir algún compromiso más definido con
un derecho humano. Países como Costa Rica han vivido una cierta explosión
de sentencias invasivas de la esfera opinable de la política sanitaria sin que la
Constitución de ese país diga nada sobre derecho a la salud. Piénsese, por lo
demás, en la situación de nuestro país y los cientos de miles de Recursos de
Protección contra las isapre.
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a.- Las medidas que se adopten para lograr el pleno goce de los derechos
sociales deben ser adoptadas hasta el máximo de los recursos disponibles
(Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales). Esta
obligación, según algunos (J. L. Cea) se cumple no solo cuando el Estado
compromete directamente sus propios recursos, sino que también cuando,
desde la subsidiariedad, logra promover, incentivar y articular recursos
humanos y económicos del sector privado en aras de la satisfacción del
derecho social de que se trate.
o meras expectativas, cuya materialización efectiva quede suspendida hasta que las
disponibilidades presupuestarias del Estado puedan llevarlos a la práctica
…“(Considerando Vigesimosexto).
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25 Según datos de 2008, las Cortes siguen manifestando una buena disposición frente a los reclamos de los
afiliados a Isapres. “Dos tercios de los recursos contra las Isapres son fallados a favor de los afiliados”, El
Mercurio, Viernes 4 de Julio de 2008, C1.
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deber, me parece, explicar más y mejor cuales son problemas o defectos de que
padece el sistema de factores diseñado por el legislador. Sólo con esa
fundamentación a la vista puede producirse el tipo de dialogo constitucional
que conduce a mejores leyes y prácticas.
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4.-
LIBERTAD SINDICAL
Toda persona tiene derecho a la libre contratación y a la libre elección del trabajo con una justa
retribución.
Ninguna clase de trabajo puede ser prohibida salvo que se oponga a la moral, a la seguridad o a la
salubridad públicas, o que lo exija el interés nacional y una ley lo declare así. Ninguna ley o
disposición de autoridad pública podrá exigir la afiliación a organización o entidad alguna como
requisito para desarrollar una determinada actividad o trabajo, ni la desafiliación para mantenerse
en éstos…
La negociación colectiva con la empresa en que laboren es un derecho de los trabajadores, salvo los
casos en que la ley expresamente no permita negociar. La ley establecerá las modalidades de la
negociación colectiva y los procedimientos adecuados para lograr en ella una solución justa y pacífica.
La ley señalará los casos en que la negociación colectiva deba someterse a arbitraje obligatorio, el que
corresponderá a tribunales especiales de expertos cuya organización y atribuciones se establecerá en
ella.
No podrán declararse en huelga los funcionarios del Estado ni de las municipalidades. Tampoco
podrán hacerlo las personas que trabajen en corporaciones o empresas, cualquiera que sea su
naturaleza, finalidad o función, que atiendan servicios de utilidad pública o cuya paralización cause
grave daño a la salud, a la economía del país, al abastecimiento de la población o a la seguridad
nacional. La ley establecerá los procedimientos para determinar las corporaciones o empresas cuyos
trabajadores estarán sometidos a la prohibición que establece este inciso
19°.- El derecho de sindicarse en los casos y formas que señale la ley. La afiliación sindical será
siempre voluntaria.
Las organizaciones sindicales gozarán de personalidad jurídica por el solo hecho de registrar sus
estatutos y actas constitutivas en la forma y condiciones que determine la ley.
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La ley contemplará los mecanismos que aseguren la autonomía de estas organizaciones. Las
organizaciones sindicales no podrán intervenir en actividades político partidistas.
26°.- La seguridad de que los preceptos legales que por mandato de la Constitución regulen o
complementen las garantías que ésta establece o que las limiten en los casos en que ella lo autoriza,
no podrán afectar los derechos en su esencia, ni imponer condiciones, tributos o requisitos que
impidan su libre ejercicio.
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26 La distinción es de Isaiah Berlin. Libertad negativa sería la libertad para no ser objeto de interferencia. La
libertad positiva sería la libertad para influir sobre el entorno. No creo que pueda discutirse, en todo caso,
que, en general, la Constitución de 1980 otorga cierta preeminencia a la libertad negativa. Esa característica
estructurante, sin embargo, y como se verá, no alcanza a justificar la que estamos llamando la primera lectura.
27 Comisión de Estudio de la Nueva Constitución Política de la República, “Proposiciones e Ideas precisas”,
involucionando desde un tratamiento amplio por parte de la Comisión Ortúzar (“La negociación colectiva es
un derecho de los trabajadores a quienes la ley reconozca el derecho de sindicarse. Esta establecerá los
mecanismos adecuados para lograr una solución equitativa y pacífica de los conflictos del trabajo, los que
deberán contemplar fórmulas de negociación obligatorias y de arbitraje”, a un tratamiento más light por parte
del Consejo de Estado (“la negociación colectiva es un derecho de los trabajadores. Su ejercicio y todo lo
concerniente a la solución de los conflictos laborales, incluyendo el arbitraje y la huelga, serán materias de
ley”) hasta llegar a la fórmula liviana elegida por la Junta de Gobierno (“La negociación colectiva con la
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Por todas las razones anteriores, y otras más que circulan por ahí, es que
existen quienes pueden pensar que, dado el marco constitucional vigente, le
estaría vedado al legislador hacer cambios que vayan en la dirección de
fortalecer la acción sindical, de robustecer el ejercicio del derecho a la
negociación colectiva y a proteger el derecho a huelga contra prácticas que lo
vuelven ineficaz.
LA MIRADA FINALISTA
Decíamos al empezar este capítulo que, sin perjuicio de la primera lectura, que
ya hemos explicado, existe, sin embargo, una segunda forma de acercarse al
marco constitucional de los derechos del trabajador. Estamos hablando de la
mirada finalista.
Comencemos reconociendo que ningún finalismo, por finalista que sea, podrá
negar que el artículo 19 de la Constitución vigente, el que aborda –
precisamente- los derechos fundamentales, presenta un cierto sesgo en que las
libertades liberales (o derechos de primera generación) gozan de protección
muy fuerte mientras los derechos sociales, económicos y culturales (o derechos
de segunda generación) se reconocen de manera más tímida.29
empresa en que laboren es un derecho de los trabajadores, salvo los casos en que la ley expresamente no
permita negociar. La ley establecerá las modalidades de la negociación colectiva y los procedimientos
adecuados para lograr en ella una solución justa y pacífica
29 No hay que olvidar que el actual texto constitucional omite toda referencia al “Derecho al Trabajo” (que si
figuraba en la Carta Fundamental de 1925 refirmada en 1971). Sobre la situación de los derechos sociales en
la Constitución de 1980 véase mi “Justicia Constitucional”, Editorial Jurídica de Chile, 2008, pp.537-538.
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30Véanse, entre muchos otros: Alexy, Robert: “Derechos sociales y ponderación”, Fundación Coloquio
Jurídico Europeo, Madrid, 2° Edición, 2009; Pisarello, Gerardo: “Los derechos sociales y sus garantías”,
Editorial Trotta, 2007; Abramovich, Victor y Courtis, Christian: “Los derechos sociales como derechos
exigibles”, Editorial Trotta, Primera reimpresión de la segunda edición, 2014; Sotelo, Ignacio: “El Estado
Social”, Editorial Trotta, 2010; Arango, Rodolfo: “El concepto de derechos sociales fundamentales”,
Legis,2005; Holmes, Stephen y Sunstein, Cass: “El costo de los derechos”, Siglo Veintiuno editores, Buenos
Aires, 2011.
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Los valores, por su parte, son ideas de orden moral-político, que nos dicen
cómo debe ser vivida la vida en sociedad para que sea una vida valiosa, buena
o deseable. Se trata de conceptos bastante abstractos y ubicados en el terreno
31 Caamaño, Eduardo: “La tutela jurisdiccional de la libertad sindical”, Revista de Derecho, Volumen XIX, N°
1, 2006, pp. 81-82.
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Los principios, a su vez, son ideas de orden político-jurídico, que nos dicen
cómo puede ser protegido o promovido de manera eficaz un determinado
valor. Los principios son instrumentales a los valores: les sirven. Resultan ellos
de un aprendizaje histórico y, salvando su esencia, admiten distintas
aplicaciones contingentes (p.e. los principios de irretroactividad de la ley
penal, presunción de inocencia, transparencia, etc.). Para que un principio se
entienda recogido en una Constitución no es necesario que su texto contenga
una enunciación o descripción paradigmática. Basta con que se recoja alguna
de sus aplicaciones más típicas o características.
Las reglas, por último, son mandatos directos, que nos dicen qué es lo que
debe hacerse, puede hacerse o no puede hacerse, sujetando el incumplimiento
de la orden a algún tipo de sanción.
Todas las normas son importantes. Y hay que leerlas de manera que el
conjunto aparezca como un equipo bien afiatado y no una mera apilación. Ese
es, en todo caso, el desafío de la dogmática.
Nos interesa, ahora, ver la forma en que los principios ayudan a responder a
las preguntas que suscita el estudio de la libertad sindical.
Principio de Subsidiariedad
Desde que entró en vigencia la Constitución de 1980, y por casi veinte años,
nuestra doctrina constitucional coincidió en lo esencial sobre la vigencia de
este principio. En efecto, y muchas veces con argumentos originalistas, los
autores concordaban en que de la combinación del inciso tercero del artículo
1° y el numeral 21 del artículo 19, ambos de la Constitución podía deducirse la
existencia de ese principio.
32Sobre Subsidiariedad, véase: Soto Kloss, Eduardo: “Consideraciones sobre los fundamentos del principio
de subsidiariedad (una aproximación)”, Revista de Derecho Público, Volumen 39/40, 1986, pp. 33-49; Soto
Kloss, Eduardo: “La actividad económica en la Constitución Política de la República”, Ius Publicum, N° 2,
Universidad Santo Tomás, 1999; Bulnes, Luz: “Visión académica de la Constitución económica de 1980”,
Revista de Derecho Público, Volumen 62, 2000, para quien: “El Capítulo I de la Constitución de 1980, se
pronuncia abiertamente por el reconocimiento del principio de subsidiariedad del Estado…”, p. 90.
44
45
33 Covarrubias, Ignacio: “El principio de subsidiariedad”, en Navarro, Enrique (Editor): “Veinte años de la
Constitución chilena, 1981-2001”, Editorial Jurídica ConoSur, 2001, p. 69.
34 Véanse las obras generales de los profesores José Luis Cea Egaña y Alejandro Silva Bascuña, Además:
Bertelsen, Raúl: “El Estado empresario en la Constitución de 1980”, Revista Chilena de Derecho, Volumen
14, N° 1, 1987, p. 123; Navarro, Enrique: “El Estado empresario a la luz de la Constitución de 1980”, Revista
de Derecho Público, Volumen 62, 2000, p. 43; Aróstica, Iván: “Derecho Administrativo Económico. Libre
iniciativa privada y actividad empresarial del Estado”, Universidad Santo Tomás, Santiago, 2001, pp. 76-77;
Fermandois, Arturo: “Derecho Constitucional Económico”, Ediciones Universidad Católica, Tomo I, 2°
Edición, 2001, pp. 218-219.
35 Ruiz Tagle, Pablo: “Principios constitucionales del Estado empresario”, Revista de Derecho Público,
Volumen 62, 2000, p. 57; Astorga, Cristóbal: “Las raíces escolásticas del principio de Subsidiariedad”, Derecho
y Humanidades, N° 12, 2006, pp. 251-262; Schürmann, Miguel: “Orden Público económico y principio de
subsidiariedad, argumentos para una crítica”, Derecho y Humanidades, N° 12, 2006, p. 217; Vallejo, Rodrigo
y Pardow, Diego: “Derribando mitos sobre el Estado Empresario”, Revista Chilena de Derecho, Volumen 35,
N° 1, 2008, pp. 135-156.
36 Zuñiga, Francisco: “Constitución Económica y Estado empresario”, Revista de Derecho Público, Volumen
63, 2001, p. 361. Loo, Martín: “La disciplina constitucional del principio de subsidiariedad en Italia y Chile”,
Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, XXXIII, Valparaíso, 2° Semestre de
2009, pp. 391-426.
37 Jordán, Tomás: “El principio de contribución constitucional y la abrogación del principio de subsidiariedad
45
46
Tan crucial resulta ser la declaración con que empieza la Constitución que no
exageraría quien pensara que todo el resto de la Carta Fundamental, los 129
artículos permanentes y los 25 transitorios que vienen a continuación, pueden,
y deben, ser leídos, -todos ellos-, como partes de un complejo mecanismo
construido, precisamente, para intentar que la primacía de la persona sea en
Chile una realidad y no solo una hermosa proclamación.
38 En efecto, el Tribunal Constitucional ha sido muy claro en reconocer el principio de subsidiariedad. Así en
su sentencia Rol 134 dicho órgano expresó: “Solamente en forma muy excepcional puede el Estado desarrollar
actividades empresariales, siendo la norma general que ellas queden entregadas a la acción de los
particulares. De allí que para poner en movimiento esa excepción sea necesario una ley de quórum calificado,
pero no para el regreso a la norma general, lo cual se logra mediante la privatización de la empresa estatal”.
Luego en el fallo Rol 167 agregó que el artículo 19 N° 21 es una consecuencia del principio de subsidiariedad,
consagrado en el capítulo I, disposiciones que “constituyen un marco de carácter valórico y conceptual que
viene a limitar la acción del Estado dentro de la sociedad, abriendo el mayor campo posible a la iniciativa de
los particulares”. En la misma línea, véase lo señalado en el considerando 42 de la sentencia Rol 186.
39 La frase “el Infierno son los otros” (l’enfer, c’est les autres) es de Jean Paul Sartre y la usa uno de los
personajes en su obra de teatro existencialista “A puerta Cerrada”. Sin negar la inevitabilidad y la necesidad
de la relación con los otros, Sartre piensa que ella típicamente sucumbe a la lógica de la manipulación según
la cual el trato con los demás es siempre un conflicto de libertades, un enfrentamiento en el que se busca
cosificar a los demás (volverlos objetos o medios para nuestra satisfacción) y evitar ser cosificados por ellos.
46
47
Luego vienen las demás asociaciones de personas. El inciso tercero del artículo
1° habla, entonces, de los “grupos intermedios” a través de los cuales se
organiza y estructura la sociedad.
Aunque reconozco que es más discutible, soy de la opinión que también están
comprendidos en la categoría de “grupos intermedios” las Universidades, los
Medios de Comunicación social, las Iglesias, la Logia y los partidos políticos.
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47
48
41 Solo por vía ejemplar, permítaseme citar un fallo de la Corte Suprema que directamente asocia sindicatos
con grupos intermedios. Nos referimos a la sentencia “Victor Améstica y otro contra Santa Isabel S.A.”(19 de
octubre de 2000, Rol 3394-00). En el considerando 16 se señala allí lo que sigue: “Que importa, finalmente,
aludir a los preceptos constitucionales inmersos en la situación en análisis. La doctrina laboral ha tendido a
estimar que el sindicato obedece, desde el punto de vista sociológico, a la noción de un cuerpo intermedio. A
esto alude el inciso 3° del artículo 1° de la Constitución Política de la República que expresa: “El Estado
reconoce y ampara a los grupos intermedios a través de los cuales se organiza y estructura la sociedad y les
garantiza la adecuada autonomía para cumplir sus propios fines específicos. Esta autonomía genérica para
todos los cuerpos intermedios es reiterada, en forma específica en relación con las organizaciones sindicales
en el inciso 3° del N° 19 del artículo 19 de la Carta Fundamental, la que otorga un mandato claro al legislador
cuando expresa: “la ley contemplará los mecanismos que aseguren la autonomía de estas organizaciones”
(sindicales)”.
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49
Para saber cuál es la función básica del sindicato hay que mirar la historia. Hay
que mirar también a la mejor doctrina laboral. Alfredo Montoya, por ejemplo,
plantea que “Nuestro punto de vista (es que) esta función no es otra que la de
compensar el poder patronal produciendo, de acuerdo con él, unas especificas
normas jurídico-laborales, los convenios colectivos de condiciones de trabajo;
es, pues, una función normativa. Con ello no se quiere negar ignorar la
importancia de otros muchos cometidos, reivindicativos, asistenciales o
incluso de participación política, que los sindicatos pueden asumir y de hecho
asumen en la actualidad; sólo quiere insistirse en algo que es casi un lugar
común entre los estudiosos del Derecho sindical: que la negociación colectiva
es el aspecto jurídico más importante del sindicalismo, hasta el punto de que
la “historia de la contratación colectiva es en gran parte la historia del
sindicalismo””.43
42 Podemos entender, por supuesto, que a algunas personas el principio de Subsidiariedad les parezca
políticamente discutible. Esa no es razón constitucional, sin embargo, para hacer como que no existe. Y así
como un entusiasta del parlamentarismo o el federalismo, no puede, mal que le pese, sino leer en la
Constitución un presidencialismo reforzado y un centralismo unitario muy acentuado; los enemigos
ideológicos de la subsidiariedad -que tienen todo el derecho a serlo- no pueden simplemente borrar
mentalmente esa opción constitucional sólo porque les resulta desagradable. Para hacer esas supresiones está
la política, no la interpretación constitucional. También advertimos, en la línea de las prevenciones de Ruiz
Tagle, Zuñiga y Loo, que no existe, desde el punto de vista de la teoría, una única manera de concebir el
principio de Subsidiariedad. Efectivamente, existen importantes diferencias de grado y/o de acento entre la
forma en que, por ejemplo, neoliberales de la Escuela Austríaca como Von Hayek o Von Mises entendían la
subsidiariedad y la manera en que la visualizaba Erhard y, en general, la Escuela Ordoliberal. Este nivel de
apertura, sin embargo, no tiene por qué significar que el principio, en sí, deba ser abandonado. Si fuera por
eso, también habría que desahuciar también los principios de supremacía constitucional y de juridicidad. En
todo caso, permítaseme señalar que, en mi opinión, el principio de subsidiariedad no tiene porqué ser
asociado a la idea neoliberal de un Estado mínimo. Bien entendida, y en el contexto de las doctrinas que le
dieron origen, la Subsidiariedad articula muy adecuadamente la libertad de las personas y las
responsabilidades básicas del Estado (véanse, por ejemplo, los acápites 57 y 58 de la Encíclica Caritas in
Veritate, 2009). Sobre relación entre Subsidiariedad y Solidaridad véase: Quintana, Augusto: “El principio de
Solidaridad en la Constitución”, Revista Chilena de Derecho, Pontificia Universidad Católica de Chile,
Volumen 20, Números 2/3, Mayo-Diciembre de 1993, pp. 635-638.
43 Montoya, Alfredo: “Derecho del Trabajo”, Tecnos, Madrid, 33° Edición, 2012, p. 110.
49
50
44 Ugarte, José Luis: “Libertad sindical y Constitución: como superar una vieja lectura”, Revista Laboral
Chilena, N° 86 (2000), p. 76.
45 Gamonal, Sergio: “La Constitución de 1980 y la libertad sindical”, Anuario de Derecho del Trabajo y
50
51
¿Cuál será la lógica que explica que una Constitución que -como vimos-
prioriza el valor de la libertad liberal, esto es, como no interferencia y no
discriminación, haya contemplado, sin embargo, varios preceptos que, más
allá de las intenciones subjetivas, no tienen otro objeto que tutelar el accionar
de las asociaciones que conforman los trabajadores?
46 Montoya, Alfredo: “Derecho del Trabajo”, Tecnos, Madrid, 33° Edición, 2012, pp. 152-153.
51
52
47Gamonal, Sergio: “El Principio de Protección del Trabajador en la Constitución chilena”, Estudios
Constitucionales, Centro de Estudios Constitucionales, Universidad de Talca, Año 11, N° 1, 2013, pp. 425-458.
52
53
No me parece necesario insistir en esta parte en la tensión que existe entre los
contenidos de los Convenios 87 y 98 y la forma en que nuestra legislación
interna reglamenta la libertad sindical. Me parece suficiente recordar los
Informes de la Comisión de Expertos y la opinión muy contundente de la
doctrina nacional.48
No es necesario, por ende, afirmar que los Convenios OIT ratificados por Chile
son parte del Bloque constitucional, cuestión sobre la cual la doctrina está
dividida y la jurisprudencia no es concluyente, para aceptar algo muchísimo
más elemental: dichos convenios deben ser considerados como auxiliar
interpretativo esencial para los efectos de identificar el alcance de la libertad
sindical en la Constitución.
Hemos señalado que los Principios del Derecho Laboral nos pueden ayudar a
entender los preceptos constitucionales. Incurren en un profundo error, sin
embargo, quienes insisten en leer las garantías constitucionales sobre derechos
de los trabajadores a partir de las concretas definiciones de la legislación
laboral vigente, sea cual sea el contenido de dichas opciones.
Es legítimo, por supuesto, que alguien considere que el Código del Trabajo
contiene soluciones de política pública razonables o sensatas. Lo que no puede
pretender, sin embargo, es subvertir la relación que ha de existir entre garantía
constitucional y ordenamiento legal. Mal podría ser la Constitución parámetro
normativo desde el cual se evalúa la validez de la norma inferior, que eso es
una Constitución, si se le reconociera al precepto a ser controlado –la ley- la
aptitud de moldear a su vez el parámetro de control.
48Caamaño, Eduardo y Ugarte, José Luis: “Negociación Colectiva y Libertad Sindical. Un enfoque crítico”,
LegalPublishing, 2008, especialmente en pp. 17 a 22.
53
54
En efecto, son demasiadas las soluciones del Código del Trabajo que sacrifican
o relativizan la libertad sindical constitucionalmente protegida (en la clave
finalista que hemos explicado).
49 Caamaño, Eduardo: “La tutela jurisdiccional de la libertad sindical”, Revista de Derecho, Volumen XIX, N°
1, 2006, pp. 83-84.
55
56
5.-
EL DERECHO DE PROPIEDAD.
Nadie puede, en caso alguno, ser privado de su propiedad, del bien sobre que recae
o de alguno de los atributos o facultades esenciales del dominio, sino en virtud de
ley general o especial que autorice la expropiación por causa de utilidad pública o
de interés nacional, calificada por el legislador. El expropiado podrá reclamar de
la legalidad del acto expropiatorio ante los tribunales ordinarios y tendrá siempre
derecho a indemnización por el daño patrimonial efectivamente causado, la que
se fijará de común acuerdo o en sentencia dictada conforme a derecho por dichos
tribunales.
La toma de posesión material del bien expropiado tendrá lugar previo pago del
total de la indemnización, la que, a falta de acuerdo, será determinada
provisionalmente por peritos en la forma que señale la ley. En caso de reclamo
acerca de la procedencia de la expropiación, el juez podrá, con el mérito de los
antecedentes que se invoquen, decretar la suspensión de la toma de posesión.
Consta, por lo demás, que los autores del actual texto constitucional dedicaron
mucho tiempo al estudio y redacción de la garantía del derecho de propiedad. El
propósito, sin duda, era concederle protección amplia y reforzada. Y aun cuando
50
Fallo "Rentas Vitalicias", del 21 de Agosto de 2.001, Rol 334, Considerando 12.
56
57
51 Interesante expresión de los esfuerzos de la Corte Suprema por darle expresión jurisprudencial
concreta al reforzamiento constitucional de la propiedad privada es la sentencia “Barahona contra
CORA”, de 9 de Octubre de 1981. El fallo, que se adoptó por tres votos contra dos, acoge en definitiva
la pretensión en orden a que, no habiéndose cumplido con el destino asignado por la ley a un predio
expropiado, cabe acoger una acción de Retrocesión que deje sin efecto el acto expropiatorio. La
resolución, redactada por el Ministro José María Eyzaguirre, deja constancia que se falla “ajustándose
esta Corte a la equidad natural, en la ausencia de ley expresa que establezca la retrocesión”. En “Boletín
de Investigaciones, Facultad de Derecho, Pontificia Universidad Católica de Chile, pp. 103- 119.
57
58
52
Ríos, Lautaro “El principio constitucional de la Función Social de la Propiedad”. Revista de Derecho
y Jurisprudencia, Volumen 84, N° 2, 1987, pp. 57-73. Cea, José Luis: “Delimitación y privación del
dominio en la Constitución de 1980”, Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la
Universidad de Concepción, XVIII Jornadas de Derecho Público, 1988 pp. 55 y sgtes. Mohor, Salvador:
“Taxonomía de las limitaciones al dominio y derecho de indemnización”, Revista Chilena de Derecho,
Volumen 16, 1989, pp. 283-308.
53
Diccionario de la Lengua Española, Tomo I, p.273.
54
Barahona, Jorge “Irretroactividad de ley e intangibilidad contractual. A propósito del fallo del
Tribunal Constitucional sobre deuda subordinada del sistema bancario”, Cuadernos de Extensión
Jurídica, Universidad de Los Andes, N° 6,2002, pp. 47-68, Chana, Julio; Evans, Enrique Lecaros, Raúl;
Vergara, Alejandro; Alvarez, Rodrigo y Evans, Eugenio: ”Estudio crítico de las doctrinas jurídicas
contenidas en la sentencia del Tribunal Constitucional de 10 de Febrero de 1995”, Revista Chilena de
Derecho, Volumen 22, N°3, pp. 559-621, Cordero, Eduardo: “La dogmática constitucional de la
propiedad en el Derecho Chileno”, Revista de Derecho, Vol. XIX, N°1, Julio de 2006, pp.125-148, Nuñez
Manuel: “El caso de la deuda subordinada. Comentario de la jurisprudencia del Excmo. Tribunal
Constitucional (fallos roles N° 207 de 1995)”, en Revista de Derecho, P. Universidad Católica de
Valparaíso, XVI, 1995, pp. 299-352.
55
Rajevic, Enrique: “Limitaciones, reserva legal y contenido esencial de la propiedad privada” Revista
Chilena de Derecho, Volumen 23 N° 1 (Enero-Abril de 1996), pp. 23-97 y “La doctrina constitucional
58
59
del Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle”, División Jurídico-Legislativa, Ministerio Secretaría General
de la Presidencia, Tomo II, pp. 11-61, Febrero de 2000.
56
Emblemáticos de este esfuerzo de la doctrina son Delaveau, Rodrigo: “La regulación expropiatoria
en la experiencia norteamericana”, Revista Chilena de Derecho, Volumen 33, N°3, Septiembre-
Diciembre de 2006, pp. 411-438, Ugarte, José Joaquín: “Limitaciones al dominio, de las meras
restricciones y de cuando dan lugar a indemnización”, Revista Chilena de Derecho, Volumen 28, N° 2.
Abril-Junio de 2001, pp. 425-440. Más trascendental aun me parece el peso que empieza a ejercer un
Arturo Fernandois que empieza a publicar los dos tomos de su espléndido Derecho Constitucional
Económico: Fernando, Arturo: “Inaplicabilidad de la ley de monumentos Nacionales: hacia la
insconstitucionalidad de la expropiación regulatoria en chile”, Sentencias Destacadas 2004, Libertad y
Desarrollo, pp. 19-53. Fermandois, Arturo: Derecho Constitucional Económico”, Tomo II, Ediciones de
la Universidad Católica, Santiago, Chile, 2010. Hay que destacar, además, el papel influyente que
empieza a jugar la publicación “sentencias Destacadas” del Instituto Libertad y Desarrollo.
57
Aldunate, Eduardo: “Limitación y expropiación: Scilla y Caribdis de la dogmática constitucional de
la propiedad”, Revista Chilena de Derecho, Volumen 33, N° 2, 2006, pp. 285-303. Romero, Juan José:
“Cambio en la regulación eléctrica y estabilidad de los contratos: ¿Cuándo una limitación se transforma
en privación? ¿Cuánto compensar?”, Sentencias Destacadas, Anuario de Doctrina y Jurisprudencia,
Libertad y Desarrollo, 2007, pp. 15-60.
59
60
El fallo, adoptado por 5 votos contra 3, y redactado por el Ministro Jorge Correa,
contiene dos declaraciones extraordinariamente interesantes.
58
Este fallo resuelve un requerimiento que solicitaba la inaplicabilidad del artículo 3ª transitorio de la
ley 19.940, que modificó el Decreto con Fuerza de Ley N° 1 de 1982, del Ministerio de Minaría, Ley
General de Servicios Eléctricos, en los autos Arbitrales caratulados “HQI Transelec S.A.”, de los cuales
conocía, en ese momento, la Corte de Apelaciones de Santiago. Ya ha sido objeto de comentarios de
parte de los profesores Juan José Romero (Temas Constitucionales N° 4, Instituto Libertad y Desarrollo,
2007 y Juan Andrés Orrego (Revista de Derecho, Universidad Finnis Terrae, Número 10, 2006).
59
Comentando este fallo, el profesor Juan Andrés Orrego ha planteado que “Creemos que ha llegado
la hora de consagrar en el Código Civil la función social del derecho de dominio, y pormenorizar sus
alcances, cumpliendo así el mandato que emana de la propia Constitución. Ello permitiría también que
los tribunales de justicia pudieran fundar sus sentencias sobre bases claras y objetivas, que cautelen
tanto los intereses del propietario como de los terceros, cuando puedan colisionar en un caso en que
esté de por medio la función social del derecho del dominio”. Orrego, Juan Andrés: “Comentario de
Jurisprudencia”, Revista de Derecho, Universidad Finnis Terrae, Número 10, 2006, p. 464.
60
61
La propia Constitución Política, por otra parte, ha singularizado las formas a través
de las cuales el Estado puede, legítimamente, imponer algún gravamen o carga a
los patrimonios privados.
En primer término, cabe referirse a los casos en que la conducta ilegal del particular
le hace acreedor de un castigo consistente, precisamente, en pagar una multa (que
puede ser en beneficio fiscal o en beneficio de un tercero). Nótese que, en el terreno
sancionatorio, por otra parte, aun cuando se admite el comiso de los efectos e
instrumentos del delito, la Constitución prohíbe expresamente la pena de
confiscación de bienes (salvo para las asociaciones ilícitas).
60El ejercicio del Derecho de Prenda General del Acreedor puede efectivamente llevar a la ruina a un
deudor aproblemado. La Constitución no impide este escenario. Lo que sí podría sostenerse es que de
la protección a la familia (artículo 1 de la Carta Fundamental) se deriva la legitimidad constitucional
sustantiva de las normas legales que establecen la existencia de bienes inembargables. Del Pacto de San
José de Costa Rica, por otra parte, y en virtud de la aplicación del inciso segundo del artículo 5 de la
Constitución, se deriva la ilicitud de la prisión por deudas.
61
62
Ahora bien, situándonos ahora en el contexto de un propietario que cumple con las
leyes vigentes, y no es merecedor, por tanto, de ningún castigo, los casos en que el
Estado puede afectar su patrimonio son únicamente cinco: las prohibiciones
estrictamente requeridas por la moral, el orden público y la seguridad nacional, las
limitaciones en razón de función social, la imposición de tributos en beneficio fiscal,
la expropiación por causa de utilidad pública o de interés nacional, y, finalmente,
las cotizaciones obligatorias para la salud y la previsión.
Los primeros tres casos corresponden a cargas que impone la convivencia social,
derivan su justificación del principio de solidaridad y no dan lugar a ninguna
retribución o indemnización. La propia Constitución se preocupa de asegurar, en
todo caso, que ni las limitaciones ni los tributos puedan derivar en confiscaciones
encubiertas. De allí las garantías del articulo 19 números 20 y 26.
La cuarta situación, finalmente, está configurada por los dos casos puntuales en
que la Constitución faculta al legislador para establecer cotizaciones obligatorias
(salud y previsión). Esta es una manifestación excepcional de un paternalismo
estatal que protege a las personas contra su propia imprevisión.
FUNCIÓN SOCIAL
62
63
Por supuesto, no se necesita acudir a los Pontífices católicos para sostener que la
propiedad implica ciertas obligaciones y que el legislador, cumpliendo ciertos
requisitos, puede hacer exigible esa carga.
Para una visión muy distinta a la mía, crítica y escéptica del concepto de función
social, véase el indispensable libro del profesor Arturo Fermandois “Derecho
Constitucional Económico”. De allí, me permito extraer la siguiente cita: “Nos parece
que ésta (la función social de la propiedad en el derecho) corresponde a un
instrumento que se hereda del positivismo jurídico e ingresa al ideologismo social,
diseñado específicamente para acompañar determinados objetivos constitucionales
transitorios de las décadas desde 1950 a 1960. Estos objetivos fueron: a) La
expropiación amplia de bienes por parte del Estado, con causales flexibles y no
estrictas, b) El pago al expropiado bajo condiciones especiales, cada vez menos
aceptables y c) La promoción de la reforma agraria y redistribución de la tierra. Estos
objetivos se agotan en el tiempo, fracasan en lo económico y se desacreditan en lo
jurídico, por comprometer la dignidad esencial de la persona y su derecho natural de
propiedad y a la propiedad. En consecuencia, nos parece que la función social no se
aviene en armonía con el resto de los principios de la Carta de 1980; no presta mayor
utilidad. Su permanencia en una constitución redactada luego del fracaso de la etapa
anterior se explica de alguna forma por razones históricas. …En 2009, la función
social es un concepto innecesario, porque la propiedad, así como todos los demás
63
64
Ahora bien, una cosa es que uno acepte que la propiedad genera obligaciones para el
propietario, cosa en la que yo creo, y otra distinta es que se acepte que dicha función
social es un Mentholatum constitucional, esto es, una pomada o ungüento que sirve
para curar todo tipo de dolencias. Y que puede usarse de cualquier modo.62
Expliquemos, ahora, cómo funciona esta especial habilitación para que el legislador
pueda imponer limitaciones o restricciones al derecho de propiedad.
64
65
63 En este artículo no me referiré a la cuestión de si, en general, las limitaciones o restricciones, en el caso de ajustarse
al parámetro constitucional, deben dar lugar a indemnización. O no. Hay una parte de la doctrina y la jurisprudencia
que piensa que, en todos los casos, sí corresponde que las limitaciones se indemnicen (p.e. Ugarte, José Joaquín:
“Limitaciones al dominio, de las meras restricciones y de cuando dan lugar a indemnización”, Revista Chilena de
Derecho, Volumen 28, N° 2. Abril-Junio de 2001, pp. 425-440). Otros, me incluyo, pensamos que, en principio, la
Constitución no exige que se compense a quien cumple con su deber. No necesito, sin embargo, adentrarme en este
aspecto del tema. Como veremos, el proyecto está muy lejos de cumplir con las exigencias sustantivas de la Carta
Fundamental. Por lo mismo, su inconstitucionalidad no deriva del hecho que no contemple indemnizaciones o
compensaciones. Sobre este tema: Zapata, Patricio: “Justicia Constitucional”, Editorial Jurídica de Chile, 2008, pp. 580-
581.
64 Duguit, Léon: “Soberanía y Libertad”, conferencias dadas en los EEUU de norteamérica a fines de 1920 y principios
de 1921, Editorial Comares, Granada, 2013, p. 104 (“…el hombre, propietario de un capital, no puede dejarle
improductivo. La propiedad es el producto del trabajo, y, a mi modo de ver, una consecuencia de la libertad del trabajo.
La propiedad capitalista es el producto de un trabajo realizado; el detentador de un capital no puede dejarle
improductivo, puesto que él no lo detenta sino para hacerle producir en beneficio de la sociedad. La propiedad
capitalista no es un derecho, es una función”). Cabe recordar que el propio Presidente Arturo Alessandri, cuando se
discutía en la Subcomisión de Reformas Constitucionales el reconocimiento al derecho de propiedad en la que luego
65
66
sería la Constitución de 1925, en la sesión del 19 de mayo de 1925, procedió a citar extensamente, y con entusiasmo, las
ideas de Duguit (en Actas Oficiales de las sesiones celebradas por la Comisión y Subcomisiones encargadas del estudio
del Proyecto de Nueva Constitución Política de la República, Imprenta Universitaria, Santiago, 1925, p. 114-117.
65 Ver: Rodríguez, Pedro Jesús: “La propiedad Privada”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, Tomo LXIX, Números
5 y 6, 1972, pp. 111-142; Ríos, Lautaro “El principio constitucional de la Función Social de la Propiedad”. Revista de
Derecho y Jurisprudencia, Volumen 84, N° 2, 1987, pp. 57-73. Cea, José Luis: “Delimitación y privación del dominio en
la Constitución de 1980”, Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Concepción, XVIII
Jornadas de Derecho Público, 1988 pp. 55 y sgtes. Mohor, Salvador: “Taxonomía de las limitaciones al dominio y
derecho de indemnización”, Revista Chilena de Derecho, Volumen 16, 1989, pp. 283-308.
66
67
Las limitaciones al dominio son un tema importante y sensible. Las palabras que usa
la Constitución para tratar de este asunto no han sido escogidas al azar o
livianamente. Ellas son el fruto de una reflexión que, en nuestro derecho
constitucional, comienza en 1925. Estos términos fueron discutidos intensamente en
el Congreso Nacional entre 1965 y 1966, en el contexto de la que sería la Reforma
Constitucional N° 16.615. Estas mismas palabras fueron de nuevo sopesadas
detenidamente entre 1973 y 1978 por los miembros de la Comisión Ortúzar y de la
Subcomisión sobre derecho de propiedad que coordinó José María Eyzaguirre.
Ha sido habitual que, para describir estos cinco fines específicos que, de acuerdo a la
Constitución, derivan de la función social, los profesores utilicemos la expresión
“causales” de la función social. Así lo he enseñado yo. El problema, y lo advierto hoy,
es que, aplicado a este tema, dicho concepto (causal) es equívoco.
No se piense, por favor, que estos últimos párrafos son una inútil divagación
lingüística. Profundizar sobre el significado del concepto “causal” nos puede ayudar
a captar mejor una cierta confusión sobre la forma en que opera la “función social”.
67
68
Una última cuestión, no menor, sobre la lógica de la función social. Ella no valida
toda y cualquier limitación que parezca conveniente o útil de cara a la consecución
de los fines específicos de los que hemos venido hablando. De acuerdo a la
Constitución, la función social comprende “cuanto exijan” dichas finalidades
(palabras textuales de la Carta Fundamental). De esta manera, en caso que alguien
cuestione la norma limitativa ante los tribunales, para defender su constitucionalidad
el legislador tendría que demostrar que la restricción en cuestión a los derechos del
propietario era necesaria, y no solo conducente, para que se alcanzara el fin de
función social. En la terminología de nuestra jurisprudencia, el legislador tendría que
cumplir con las exigencias del Principio o Test de Proporcionalidad.
Robert Alexy (“Teoría de los derechos fundamentales”, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
66
69
70
Por el contrario, pienso que concurriendo una causal de función social, la ley
puede, y a veces debe, imponer las limitaciones indispensables para darles curso.
El propietario no puede sino saber que el ejercicio de su derecho está
condicionado -hipoteca social- a la potencial exigencia de la función social. Si
quiere protegerse contra el impacto patrimonial de una limitación sorpresiva
podría, por ejemplo, contratar un seguro.
En esta última hipótesis, el hecho que la compensación no sea ordenada por la Carta
Fundamental no implica que la ley lo pueda hacer de cualquier modo. Opera aquí,
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como en toda intervención de autoridad, la regla constitucional que exige que toda la
decisión deba fundarse en un procedimiento legal, previo, racional y justo.67
- “17.- Que si bien existen diferencias evidentes en la propiedad que puede ejercerse sobre
bienes corporales e incorporales, la Constitución, en el número 24 de su artículo 19,
establece un mismo y único estatuto de protección para ambas especies de propiedad, por
lo que sólo cabría hacer, entre ellas, las diferencias que resulten ineludibles en virtud de
la naturaleza de una y otra. En lo que importa al caso, el numeral 24 del artículo 19, en
su inciso 2°, dispone que sólo la ley puede establecer las limitaciones y obligaciones que
deriven de su función social, la que comprende cuanto exijan, entre otros, los intereses
generales de la Nación y la utilidad pública. Esta autorización, dada por el constituyente
al legislador para disponer limitaciones y obligaciones a la propiedad, a condición de que
se deriven de su función social y así lo exijan, entre otros, los intereses generales de la
Nación y la utilidad pública, se aplica, prima facie, a todas las clases de propiedad,
incluyendo la propiedad sobre bienes incorporales, sin excluir los que nacen de contratos,
pues el propio constituyente no ha hecho distinción alguna y ha permitido al legislador
que regule y limite todas las especies de propiedad. Al establecer reglas para balancear
los legítimos intereses públicos con la defensa de la propiedad privada, la Carta
Fundamental establece unos mismos criterios, cualquiera sea el origen o titulo de la
propiedad adquirida. Tampoco hay nada en la naturaleza del derecho de propiedad sobre
bienes incorporales que impida limitarlos en razón de la función social de la propiedad.”
-
- “19.- Que el hecho que no haya impedimento para que el legislador pueda regular o
limitar la propiedad sobre cosas incorporales de origen contractual, no implica
desconocer las peculiaridades de esta especie de propiedad a la hora de establecer su
aptitud de ser limitada. La circunstancia que un derecho se origine en un contrato
privado, y no en la disposición de una ley, naturalmente hará más improbable justificar
la limitación del mismo en razón de la función social de la propiedad, por así exigirlo el
67 Abogando por un criterio doctrinario y jurisprudencial que, por razones de igualdad de cargas, considere
compensaciones prudenciales para el propietario que sufre un costo en razón de limitaciones de función social ex
novo, véase: Fernández, Miguel Ángel: “Mayor respeto de los derechos fundamentales: avanzar hacia las
limitaciones indemnizables”, Sentencias Destacadas 2014, Libertad y Desarrollo, 2015, pp. 237-253.
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esencia de un derecho (considerando 10º (debió decir 21º) de sentencia relativa a Proyecto
de Ley sobre partidos políticos, de fecha 24 de Febrero de 1987, rol nº 43). En cuanto a la
razonabilidad de la magnitud en que se ve afectada, ello será analizado en el siguiente
considerando”.
-
- 26.- Pero que una alteración cualquiera en el precio no implique privación de la propiedad
no equivale a afirmar que cualquiera alteración en el precio no pueda serlo. En efecto, si
la magnitud de la alteración fuese de tal naturaleza que impidiera la razón de ser del
contrato, entonces la titular podría efectivamente sostener que se le ha privado de
propiedad. Desde un punto de vista objetivo, la razón de ser de un contrato es su utilidad
económica. La razón por la cual se contrata en los mercados es el lucro. Si la regulación
estatal sobre un precio privara a una parte de lucrar, entonces esa parte podría sostener
que se le ha privado de la esencia de su propiedad, pues en ella ha desaparecido su esencia
o razón de ser, uno de sus atributos esenciales, como es su legítima expectativa de
beneficio económico o lucro. Pero el privado no puede impedir que una necesidad pública
modifique la cuantía del lucro que venía percibiendo en virtud del contrato, si es que el
legislador justifica esa limitación en una exigencia de interés público
constitucionalmente aceptado…”.
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Del voto de la Ministra Marisol Peña (suscrito, además, por los Ministros García,
Carmona y Hernández)
Es así como el inciso segundo del numeral 24° del artículo 19 de la Constitución
Política configura las limitaciones y obligaciones fundadas en la función social
de la propiedad cuyas causales han sido señaladas específicamente por el
legislador, a saber, los intereses generales de la Nación, la seguridad nacional, la
utilidad y salubridad públicas y la conservación del patrimonio ambiental. En
concepto de este Tribunal, “la función social de la propiedad significa que ésta tiene un
valor individual y social por lo que debe estar al servicio de la persona y de la sociedad. El
dominio además de conferir derechos, impone deberes y responsabilidades a su titular.
Estos deberes y responsabilidades que buscan armonizar los intereses del dueño con los
de la sociedad, constituyen la función social de la propiedad.” Asimism ha precisado
que “las limitaciones suponen el establecimiento de determinada cargas al ejercicio de un
derecho, dejándolo subsistente en sus facultades esenciales.” (STC roles N°s 245-246,
considerandos 22° y 25°).
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fin que le es propio y en armonía con los intereses colectivos.” (STC roles N°s 245-246,
considerando 27°).
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La reserva de ley permite que el legislador defina los modos de adquirir así como
los atributos del dominio. Pero lo más relevante es que la fuente exclusiva que
determina las obligaciones o limitaciones sobre la propiedad es la determinación
del legislador. Ello no obsta a la colaboración reglamentaria en dimensiones
accesorias, según ha reconocido este Tribunal.
Por otra parte, las limitaciones u obligaciones impuestas por el legislador han de
delimitar el derecho de propiedad o sus atributos a partir de la concreción de
su función social configurada a partir de alguna de las causales señaladas
explícitamente por el Constituyente en el inciso segundo del numeral 24° del
artículo 19 de la Constitución.
Finalmente, la limitación no tiene una justificación por sí misma, sino que debe
delimitar el ejercicio del derecho de propiedad de conformidad a un recto
cumplimiento de su función social. En tal condición, el legislador está sometido
a los límites que le impone el artículo 19, numeral 26°, de la Carta Fundamental.
Así este Tribunal ha sentenciado que: “Mientras privación supone despojar a uno de
una cosa que poseía, siendo su fundamento el interés nacional y la utilidad pública,
limitar importa el establecimiento de determinadas cargas al ejercicio de un derecho,
dejándolo subsistente en sus facultades esenciales, siendo su fundamento la función social
que debe cumplir la propiedad.” (STC roles N°s 245-246, considerando 22°);
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13°. Que para efectos de determinar si, en el presente caso, existe una colisión de
derechos fundamentales, que involucre la función social de la propiedad, es
menester recordar que el problema jurídico se ha generado porque el Consejo de
Monumentos Nacionales ha solicitado al Ministro de Educación que dicte el
decreto correspondiente para ampliar la Zona Típica del Sector Costero de Isla
Negra, en la comuna de El Quisco, V región de Valparaíso. Como fundamento de
la ampliación solicitada por Oficio Ordinario N° 2844, de 13 de julio de 2012, se
invoca la necesidad de proteger sectores que cuentan con los mismos valores
reconocidos en la declaratoria vigente que data de diciembre del año 1997.
14°. Que conviene recordar aquí que el carácter de “zona típica” de determinados
lugares deriva del imperativo de mantener el carácter ambiental y propio de
ciertas poblaciones o lugares donde existieren ruinas arqueológicas, o ruinas y
edificios declarados Monumentos Históricos. Así se desprende de lo
preceptuado en el artículo 29 de la Ley N° 17.288. La declaración de Zona Típica
produce los siguientes efectos conforme señala el artículo 30 del mismo cuerpo
legal:
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15°. Que del cúmulo de antecedentes allegados a estos autos puede inferirse, con
meridiana claridad, que la declaración de Zona Típica del sector costero de Isla
Negra, incluida la ampliación solicitada por el Consejo de Monumentos
Nacionales en el año 2012, dice relación, por una parte, con la necesidad que, en
determinado momento, se apreció en orden a salvaguardar el carácter ambiental
y propio de una zona representativa del paisaje costero de Chile Central -
fuertemente intervenido en otros lugares- y, por otra, con la necesidad de
resguardar la fisonomía del entorno en que la casa del poeta y Premio Nobel,
Pablo Neruda, se encuentra emplazada potenciando los valores del conjunto del
ambiente. Así se desprende de una de las motivaciones contenidas en el Decreto
N° 1187, del Ministerio de Educación, de 15 de diciembre de 1997, que contiene
la declaración primitiva de Zona Típica del Sector Costero de Isla Negra, y que
indica:
“Que, el área que se declara Zona Típica corresponde, por una parte al entorno de la
casa de Pablo Neruda declarada Monumento Histórico, quien escribió parte importante
de su obra en ese lugar y, por otra, al sector costero, donde la arquitectura armoniza con
el paisaje, obteniéndose, así, como resultado un ambiente unitario entre lo construido y la
naturaleza, caracterizado por volúmenes de techo plano, con altura máxima de dos pisos,
material de piedra y madera, cierros de tapas de madera y jardinería con especies nativas
de la costa central de Chile.”;
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Por otro lado, la pretensión de la requirente colisiona también con el deber que
la Constitución impone al Estado de proteger e incrementar el patrimonio
cultural de la Nación conforme ordena el artículo 19 N° 10°, en su inciso sexto, a
propósito de la garantía del derecho a la educación. El patrimonio cultural
inmaterial puede ser entendido como “usos, representaciones, expresiones,
conocimientos y técnicas, junto con los objetos y espacios culturales que les son
inherentes, que las comunidades y en algunos casos los individuos reconozcan como parte
integrante de su patrimonio cultural. Esta herencia se transmite de generación en
generación, es recreada constantemente en función del entorno y la interacción con la
naturaleza y la historia, e infunde un sentimiento de identidad y comunidad,
promoviendo la diversidad cultural y la creatividad. Sus manifestaciones son: tradiciones
y expresiones orales, incluido el idioma; artes del espectáculo; usos sociales,
rituales y actos festivos; conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el
universo, y técnicas artesanales tradicionales.” (Convención para la salvaguardia del
patrimonio cultural inmaterial, aprobada por la Conferencia General de la
UNESCO, el 17 de octubre de 2003 y ratificada por Chile el 10 de diciembre de
2008);
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Pese a que lo antes reseñado podría estimarse concluyente para afirmar que, en
el presente caso, no se ha infringido el principio de proporcionalidad, en el
considerando siguiente se analizará lo relativo a la idoneidad de la medida, esto
es, si la carga que impone al propietario individual podía ser suplida por otro
medio menos gravoso y si se afectan facultades esenciales del dominio del titular;
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20°. Que, como se expresó, uno de los efectos de la declaración de Zona Típica es
que toda nueva construcción en ese lugar, así como las obras de reconstrucción o
de mera conservación requerirán de la autorización previa del Consejo de
Monumentos Nacionales, el que debe concederla teniendo como parámetro
esencial que la obra en cuestión guarde relación con el estilo arquitectónico
general de dicha zona, de acuerdo a los proyectos presentados (artículo 30 N° 1
de la Ley de Monumentos Nacionales).
En consecuencia:
21°. Que se cumple, de esta manera, con las exigencias que, en materia de
afectación de los derechos y, en particular del derecho de propiedad, ha
establecido esta Magistratura al señalar que: “Las disposiciones legales que regulen
el derecho de propiedad y de libertad ambulatoria deben reunir los requisitos de
“determinación y especificidad”. El primero exige que los derechos que puedan ser
afectados se señalen, en forma concreta, en la norma legal; y el segundo requiere que la
misma indique, de manera precisa, las medidas especiales que se pueden adoptar con tal
finalidad. Por último, los derechos no podrán ser afectados en su esencia, ni imponerles
condiciones, tributos o requisitos que impidan su libre ejercicio. Cumplidas que sean
dichas exigencias, es posible y lícito que el Poder Ejecutivo haga uso de su potestad
reglamentaria de ejecución, pormenorizando y particularizando, en los aspectos
instrumentales, la norma para hacer así posible el mandato legal.” (STC Rol N° 325,
considerando 40°);
23°. Que, para corroborar lo que se viene sosteniendo, debe tenerse presente que
el artículo 18° de la Normativa Especial de Intervención Zona Típica Comunidad
de Isla Negra Comuna de El Quisco Quinta Región indica que las nuevas obras
deben, entre otras exigencias, cumplir estándares de volumetría y alturas.
La volumetría es definida como: “El juego de volúmenes, de las nuevas obras acogerán
la diversidad de la topografía del terreno, y el equilibrio actual entre naturaleza y
edificación, con especial tratamiento y respeto de las visas, miradores, pendientes, etc. Se
entiende excluido todo proyecto que implique un rompimiento con el patrón actual de baja
altura, volúmenes sencillos, pero que se adecúan al terreno de
modo orgánico con la topografía y paisaje.”
Las alturas, por su parte, se refieren a: “La altura de la edificación que se proyecte, y
la modificación de la actual deberá respetar el patrón existente, es decir 8 mts., máximo,
equivalente a dos pisos, correspondiente a la disposición del Plan Regulador Comunal de
El Quisco, vigente al momento de la declaratoria oficial de Zona
Típica y Pintoresca.”
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25°. Que las razones antes explicadas llevan a los Ministros que suscriben este
voto a desechar la infracción a los numerales 24°, 26° y 20° del artículo 19 de la
Constitución Política en la aplicación que debe realizar la Corte de Apelaciones
de Santiago de los artículos 29 y 30 de la Ley N° 17.288 sobre Monumentos
Nacionales al fallar el recurso de protección, Rol N° 25.129-12, que actualmente
se encuentra pendiente.
DISIDENCIA
2°) Que, por principio, es dable reiterar que solo se puede refrendar la
constitucionalidad de una ley a condición de propender hacia el “bien común”
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4°) Que, enseguida, a efectos de relacionar el citado inciso cuarto del artículo 1°,
con el artículo 19, N° 24, constitucional, fuerza insistir que la Carta Fundamental
vigente -si se atiende a su texto y antecedentes- robusteció el régimen jurídico
atinente a la propiedad (roles N°s. 334, considerando 12°, y 467, considerando
35°): reconociendo -primero- que el dominio es un derecho con un claro e
inequívoco contenido sustancial, al delimitar ella misma sus atributos y
facultades básicas, sobre las cuales hay asimismo propiedad, y resguardándolo -
luego- con una garantía exigida en la propia Constitución, al indicar que solo la
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5°) Que, lo dicho, por lo demás, guarda estrecha coherencia con lo postulado por
las referidas Bases de la Institucionalidad, en el Capítulo I de la Carta
Fundamental, tocante a que el ejercicio de la soberanía -aun aquella que cabe al
legislador- “reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales que
emanan de la naturaleza humana” (artículo 5°, inciso segundo).
Debiendo a continuación precisarse que, en los incisos segundo y tercero del
artículo 19, N° 24°, el texto constitucional “asegura” el derecho de que se trata en
lo relativo a cuatro facetas importantes para este caso. A saber: i) que la esencia o
contenido sustancial del dominio consiste en aquellos atributos y facultades que
la misma Constitución consagra, indisponibles -por tanto- para el legislador; ii)
que no basta aducir el bien común general para limitar el dominio, sino alguna
de aquellas causales cualificadas taxativamente consignadas en la propia
Constitución; iii) que solo la ley puede establecer las consiguientes limitaciones,
quedando así vedado que pueda instituirlas un reglamento u otro acto
administrativo en particular, y iv) que no solo se produce privación del dominio
cuando se despoja a su dueño totalmente de él o de uno de sus atributos o
facultades esenciales, sino, también, cuando se hace parcialmente o mediante el
empleo de limitaciones que le impiden libremente ejercer su derecho o uno de
aquellos atributos o facultades mencionados;
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7°) Que a este respecto, pues, nuestra Ley Suprema se apartó de otras
constituciones contemporáneas, como las de Alemania (artículo 14.1) o de España
(artículo 33.2), que confían a las leyes demarcar el contenido esencial del derecho
de propiedad.
Mientras que en las Actas oficiales de la Comisión de Estudio de la Nueva
Constitución, se dejó expresa constancia que definir tal materia debía detraerse
de una posterior legislación, y ser abordada -como ocurrió- en la misma Carta
Fundamental, por la vía de enumerar ese conjunto de prerrogativas identificables
que pueden recaer sobre los objetos susceptibles de dominio. De ello dan cuenta,
entre otras, las Sesiones N°s. 148ª., 150ª., 151ª., y 155ª. a la 161ª., celebradas
durante el año 1975 (Imprenta de Gendarmería de Chile, 1977);
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10°) Que este ius aedificandi, por supuesto, se encuentra afecto a regulaciones en
su ejercicio, con base en el inciso segundo del artículo 19, N° 24°, constitucional,
donde se prevé que la ley puede modular “el modo de usar, gozar y disponer”
de la propiedad.
Cuyo es el caso de la legislación urbanística, en que determinadas construcciones,
a ejecutarse en ciudades o localidades, quedan supeditadas a una previa
autorización administrativa, con el objeto de verificar que el proyecto respectivo
se adecúe a las normas urbanísticas vigentes, orientadas precisamente a evitar
riesgos al inmueble propio y a cautelar que dicha facultad preexistente para
edificar no se ejerza contra ley o derecho ajeno;
11°) Que, sin embargo, a partir de esta forma de asegurar el ejercicio efectivo de
la propiedad, no puede pretender extraerse la consecuencia de que la
configuración de los elementos constitutivos del dominio quede entregada a la
voluntad omnímoda del legislador urbanístico o a las contingentes políticas de
ordenación territorial, y que la edificabilidad -por tanto- no se encontraría ínsita
dentro del derecho de propiedad, como en estos autos ha sostenido el Consejo de
Defensa del Estado (fs. 109-111).
Estas afirmaciones podrían hallar sostén, tal vez, en alguna normativa o doctrina
extranjeras. Pero, a menos que se vacíe de contenido al derecho de propiedad, o
se postule la publificación global del suelo sin previa expropiación, tales
aseveraciones carecen de todo asidero en el derecho público chileno (Felipe
Holmes Salvo, “Propiedad Urbana. Régimen jurídico”, 2010, pp. 26-33 y 73-87);
12°) Que, siendo el pleno goce de la propiedad la regla general y las limitaciones
a su ejercicio las necesitadas de justificación expresa, por eso en las Sesiones N°s.
162ª. y 163ª. de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución prevaleció la
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13°) Que, esta perspectiva garantizadora del derecho de propiedad, enlaza con
esa “seguridad” que brinda el artículo 19, N° 26°, del Código Supremo, en que,
junto con repetirse que la ley es la única fuente creadora de nuevas limitaciones,
se reitera que tal establecimiento solo resulta procedente en los eventos que son
autorizados por el mismo texto fundamental. Esta orientación quedó reflejada
especialmente en las Sesiones N°s. 212ª. y 213ª. de la Comisión de Estudios para
la Nueva Constitución, y expresada en definitiva como garantía en los siguientes
términos:
“que los preceptos legales que por mandato de la Constitución regulen o
complementen las garantías que ésta establece o que las limiten en los casos en que
ella lo autoriza, no podrán afectar los derechos en su esencia, ni imponer
condiciones, tributos o requisitos que impidan su libre ejercicio” (cursivas
agregadas);
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15°) Que, vuelta entonces al marco del artículo 1°, inciso cuarto, de la
Constitución, para reiterar que una limitación al dominio no puede solo
justificarse en la necesidad de alcanzar una manifestación cualquiera del “bien
común” general, como es de ordinario en la habitualidad de las leyes. Es
condición necesaria que la ley, en este caso, despliegue alguno de aquellos
motivos de interés público ya singularizados por la Constitución en el artículo
19, N° 24°, inciso segundo (entre otros, la “conservación del patrimonio
ambiental”), precisando en qué supuestos se tipifica como premisa de una
limitación concreta y determinada.
Donde aquel alcance de proceder “con pleno respeto a los derechos y garantías
que esta Constitución establece”, se traduce en el imperativo que pesa sobre esa
ley de explicitar cuáles elementos de juicio o características hacen que un objeto,
acto o hecho caiga -con seguridad- dentro del campo de aplicación de la
correspondiente limitación. Así sea para que, fuera de tales hipótesis, y aún en
casos dudosos, retome vigencia la regla: el ejercicio pleno e inmutable del
derecho de propiedad;
16°) Que el Tribunal Constitucional debe controlar las determinaciones que en tal
sentido efectúe el legislador. Por de pronto, a objeto que la ley no se reduzca solo
a reproducir alguna de las causales legitimadoras que permiten limitar el
ejercicio del derecho de propiedad, ni crea cumplir su cometido usando meras
disposiciones abiertas o enunciados globales. Habida cuenta que tal falta de
especificidad menoscaba la “seguridad”, constitucionalmente reclamada, al
impedir individualizar con precisión qué casos quedan alcanzados por esa causal
de limitación (Eduardo Soto Kloss, “Derecho Administrativo. Bases
fundamentales”, 1996, tomo 2°, pp. 91-95).
Si la Carta dijo que la ley debe “establecer”, esto es “dejar demostrado y firme”
(Diccionario de la Lengua Española) en qué condiciones puede regir cada una de
esas causales que autorizan limitar, es porque quiso hacerlas operativas tras un
razonamiento sólo en ciertos casos determinables por deducción lógica, con
ceñidos márgenes de apreciación discrecional cuando la situación lo amerita. De
forma que dichos conceptos no se puedan extender o contraer antojadizamente,
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17°) Que, entre los pronunciamientos basilares de este Tribunal, está aquel donde
se precisó “que establecer, crear o instituir una obligación que afecte al dominio
presupone, lógica e ineludiblemente, que el legislador no se limite a ello sino que,
además, la configure en sus aspectos y elementos definitorios o característicos,
trazando, con adecuada densidad normativa, en qué consiste el deber que impone,
cuál es el motivo de función social que lo justifica, cuáles son sus delimitaciones,
sobre la base de qué supuestos fácticos se torna procedente exigirla, cuál es la
autoridad competente para llevarla a efecto y controlarla, a quiénes y por qué
motivos se les exime de ella, etc.” (Rol N° 370, considerando 31°, cursivas
añadidas).
La jurisprudencia en esta sede ha advertido que las restricciones a un derecho
asegurado solo pueden establecerse “en los casos o circunstancias que en forma
precisa y restrictiva indica la Carta Fundamental; y que, además, tales
limitaciones deben estar señaladas con absoluta precisión, a fin de que no sea
factible una incorrecta o contradictoria interpretación. Asimismo, esa exigida
precisión debe permitir la aplicación de las restricciones impuestas de una
manera igual para todos los afectados, con parámetros incuestionables y con una
indubitable determinación del momento en que aquellas limitaciones nacen o
cesan” (Rol N° 226, considerando 47°. Criterio reiterado en Rol N° 280,
considerando 29°);
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20°) Que dentro del género de los Monumentos Nacionales de que trata la Ley
N° 17.288 (artículo 1°), no se encuentran las zonas de aspecto típico y pintoresco
en sí mismas consideradas, puesto que solo adquieren el estatus de espacios bajo
protección oficial cuando en su interior se encuentran monumentos históricos o
ruinas arqueológicas, a los efectos de “mantener el carácter ambiental y propio”
de tales poblaciones y lugares circundantes (artículo 29).
Su tratamiento normativo se inserta dentro del Título VI de esta ley del año 1970,
“De la Conservación de los Caracteres Ambientales”, de modo que si bien esta
finalidad no encuadraba exactamente con los componentes de la función social
como se entendía a la época en que fue dictada (según la Ley de Reforma
Constitucional N° 16.615, del año 1967), con la entrada en vigencia de la Carta de
1980 podría identificarse con aquella justificación que apunta a “la conservación
del patrimonio ambiental” (inciso segundo del artículo 19, N° 24°, citado);
21°) Que, sin embargo, a continuación la ley dispone que la declaración de zona
típica por decreto supremo trae aparejado, como “efecto” reflejo, el que cualquier
construcción nueva que se desee ejecutar en ella requiere una “autorización
previa” del Consejo de Monumentos Nacionales, “la que sólo se concederá
cuando la obra guarde relación con el estilo arquitectónico general” de dicha zona,
sin desarrollar qué elementos connotan tan amplio y aleatorio concepto (artículo
30, inciso primero, N° 1, con cursivas agregadas).
Este defecto se advierte también en la Ley N° 19.300, al no aportar indicadores o
variables que permitan activar objetivamente este enunciado, cuando entre los
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22°) Que, a primera vista, el artículo 30, inciso primero, N° 1 de la Ley N° 17.288,
dispone una limitación, por cuanto reduce la amplitud o extensión originaria que
posee la facultad para construir, inherente al ejercicio legítimo del derecho de
dominio, precisamente al restringir la posibilidad de edificar donde es edificable.
El problema radica en que la declaratoria de zona típica obsta al interesado
construir en terreno propio, aunque éste se encuentre ubicado dentro de una
ciudad o localidad, esto es en suelo urbano, hasta tanto el proyecto no se acomode
al “estilo arquitectónico general” definido, no por las leyes ni reglamentos, sino
por los miembros del Consejo de Monumentos Nacionales;
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25°) Que, es de observar luego que, a pesar que el N° 2 del artículo 30 de la Ley
N° 17.288 remite a un “reglamento” el establecimiento de las condiciones y
requisitos para que las construcciones nuevas que se desee realizar en una zona
típica sean autorizadas por el Consejo de Monumentos Nacionales, es lo cierto
que tampoco se ha dictado un acto administrativo reglamentario en tal sentido,
no obstante el mandato contenido en el artículo 47 de la misma Ley N° 17.288:
“El Presidente de la República dictará el Reglamento para la aplicación de la
presente ley dentro de los 180 días siguientes a su publicación”. Tampoco, en su
momento, se dictó un decreto con fuerza de ley complementario, toda vez que la
Carta de 1925 (artículo 44, N° 5), luego de la coetánea Ley de Reforma
Constitucional N° 17.284, por aquel entonces permitía la delegación legislativa
en materia de limitaciones y obligaciones sobre el dominio.
Debiendo agregarse que la Contraloría General de la República ha reparado
jurídicamente que ese mismo órgano colegiado, el Consejo de Monumentos
Nacionales, pretendiera alguna vez llenar el vacío existente en la ley mediante
simples “instrucciones” propias (Dictamen N° 15.924, de 2010);
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27°) Que, por tanto, para la declaratoria de zona típica la Ley N° 17.288 se reduce
a repetir, casi textualmente, una de las causales cualificadas de bien común que
la Constitución exige para establecer limitaciones al ejercicio del derecho de
dominio: apela a la “conservación del patrimonio ambiental”, requiriendo que el
decreto que así lo disponga se funde en la necesidad de preservar el “aspecto
típico y pintoresco” de aquellas poblaciones y lugares donde existan ruinas
arqueológicas o monumentos históricos.
Esta declaración, a su vez, produce el “efecto” de subordinar cualquier nueva
construcción a una previa “autorización” acordada por el Consejo de
Monumentos Nacionales, la que -en los términos restrictivos que emplea la ley-
“solo se concederá” cuando la obra guarde relación “con el estilo arquitectónico
general” (artículo 30, inciso primero, N° 1);
28°) Que, dada la indeterminación en torno a los elementos que connotan esta
última locución, “el estilo arquitectónico general”, al no venir precisados de
alguna manera objetiva ni en la ley ni en el reglamento, entonces su alcance
incierto abre la posibilidad de negar arbitrariamente estos permisos, o de
concederlos pero con condiciones desmedidas o requisitos imposibles de
cumplir, comoquiera que dicha normativa tampoco los acota. Por manera que la
Ley N° 17.288 se presta para abusos y contraría la Constitución, al no bastarse a
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sí misma respecto a los supuestos que hacen procedente aplicar una limitación,
según se ha explicado precedentemente (considerandos 12° al 19°).
Máxime si se expone al propietario a lograr una autorización, que levanta una
restricción, de parte del mismo órgano administrativo que instó por su
imposición, lo que resulta tanto más ímprobo frente a alguien cuyo empeño -por
mandato de esa ley- consiste en tutelar la intangibilidad de la zona típica que ella
misma ha propiciado. Órgano que, sin parámetros externos y predeterminados,
dados por ley o reglamento, puede permitir, condicionar o, aún, prohibir la
ejecución de una construcción dada. Y sin que esa ley contemple alguna forma
específica de reclamación judicial, ante actos denegatorios injustificados o que
confieran autorizaciones condicionadas a requisitos impracticables o
desmesurados;
30°) Que, casi quince años después, por Oficio N° 2844 de 13 de julio de 2012, el
Consejo de Monumentos Nacionales pide ampliar aquel Decreto del año 1997,
con el objetivo principal de “proteger sectores que cuentan con los mismos
valores reconocidos en la declaratoria vigente” (fs. 21).
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31°) Que la cuestión medular radica en el hecho de que antes, el 4 de julio de 2011,
la empresa constructora requirente había adquirido libre de limitaciones una
propiedad en la localidad de Isla Negra, debidamente inscrita a su nombre.
Consecuentemente con su giro y con la utilidad que razonablemente podía
esperar ejerciendo legítimamente su dominio, tal adquisición la habría efectuado
con vistas a levantar un conjunto habitacional de departamentos en una parte
aledaña a la primitiva zona típica, pero que actualmente quedaría capturada
dentro del área ampliada.
Ampliación que aparece impulsada por una solicitud de vecinos del balneario,
quienes, según es público y notorio, se oponen a la materialización de tal
proyecto inmobiliario. Lo mismo que la Fundación Pablo Neruda, quien pidió y
se admitió ser tenida como parte en estos autos (fs. 147), de modo que en
audiencia de 19 marzo 2013 (fs. 168), adujo precisamente al riesgo de que la casa
del poeta pudiera quedar rodeada de edificios y centros comerciales;
32°) Que no desarrollar en la Ley N° 17.288 aquella causal de bien común que
constitucionalmente valida afectar el ejercicio del derecho de propiedad
(“conservación del patrimonio ambiental”-“estilo arquitectónico general”), se
presta, además, para alentar una amplia gama de demandas y presiones por parte
de terceros peticionarios.
Que van desde la legítima aspiración por no mantener aislados los monumentos
históricos, con prescindencia del entorno que les confiere una atmósfera
arquitectónica única e irrepetible, objetivamente predeterminada, hasta aquellas
sustentadas por grupos de interés u organizados, que buscan obtener privilegios
y regímenes de excepción, o hacer prevalecer sus particulares sensibilidades.
Como cuando los artistas y arquitectos parisinos abjuraron contra esa “inútil y
monstruosa Torre Eiffel”, en 1886;
33°) Que la seguridad jurídica exige que las conductas permitidas o prohibidas
sean predecibles por todos, transparentemente, así como la posible acción
concreta de la autoridad administrativa con incidencia en los derechos
fundamentales, merced a leyes claras y precisas, que dejen cuanto menos mejor
100
101
34°) Que así las cosas, si bien en una primera apariencia el artículo 30, inciso
primero, N° 1 de la Ley N° 17.288 se presenta como una limitación al dominio,
en cuanto solo reduciría o disminuiría el ejercicio del mismo, aunque
permitiendo su puesta en práctica, sin embargo el anotado déficit en punto a la
garantía normativa hace que, en los hechos, pueda llegar al extremo de hacerlo
ilusorio o meramente nominal, al carecer el dueño de la posibilidad de
determinar el destino del inmueble afectado, según su propia e inalienable
determinación final.
En un caso análogo, asimismo lo entendió la Corte Suprema en sentencia de 18
de junio de 2004 (Rol 4309-02), al declarar inaplicable por inconstitucional el
artículo 12 de la misma Ley N° 17.288, dado que, por su intermedio, “el dueño
pasa a ser un dependiente de la autoridad pública” de un modo tendiente a
“privar de la capacidad de administrar”, pues se “llega a la efectiva privación del
dominio” (considerando 6°) cuando entrega al Consejo de Monumentos
Nacionales la facultad para determinar las normas a que debe sujetarse cualquier
obra, “lo que en realidad se traduce en una privación de los atributos de uso, goce
y disposición” (considerando 9°);
CONCLUSIONES
101
102
36°) Que la Ley N° 17.288 no presenta problemas cuando dice que para
“mantener el carácter ambiental” puede declararse una zona típica por decreto
supremo (artículo 29). Sí es cuestionable, en cambio, cuando afecta la facultad
para construir dentro de áreas construibles o urbanas (artículo 30, inciso primero,
N° 1), en forma condicional tal que sólo si un proyecto se acomoda con el “estilo
arquitectónico general”, puede conseguir la “autorización” del Consejo de
Monumentos Nacionales.
Como la ley ni el reglamento ofrecen criterios tendientes a perfilar aquellos
rasgos típicos y distintivos, entonces la adecuación o no de un proyecto al
referido estilo arquitectónico general queda enteramente entregada a la
apreciación libre e indeterminada del Consejo de Monumentos Nacionales;
37°) Que una limitación sobreviniente como esa, en cuanto se hace recaer sobre
un inmueble adquirido originalmente sin restricciones, para un propósito
urbanístico lícito cuya concreción ahora se torna incierto, deja al propietario en
un estado de inseguridad tal que -obviamente- amaga la referida garantía del
artículo 19, N° 24°, inciso segundo constitucional.
Es más, la aplicación de la norma cuestionada, en cuanto deja a la requirente
propietaria impedida de ejercer libremente su derecho a construir y en una
condición de absoluta subordinación frente a la autoridad administrativa,
importa privarla de un atributo esencial del dominio, esto es, en la situación que
-salvo expropiación- rechaza el artículo 19, N° 24°, inciso tercero, del texto
fundamental.
102
103
6.-
SOBRE EL RECURSO DE PROTECCIÓN
Artículo 20.- El que por causa de actos u omisiones arbitrarios o ilegales sufra privación,
perturbación o amenaza en el legítimo ejercicio de los derechos y garantías establecidos en el
artículo 19, números 1º, 2º, 3º inciso quinto, 4º, 5º, 6º, 9º inciso final, 11º,12º, 13º, 15º, 16º en lo
relativo a la libertad de trabajo y al derecho a su libre elección y libre contratación, y a lo
establecido en el inciso cuarto, 19º, 21º, 22º, 23º, 24°, y 25º podrá ocurrir por sí o por cualquiera
a su nombre, a la Corte de Apelaciones respectiva, la que adoptará de inmediato las providencias
que juzgue necesarias para restablecer el imperio del derecho y asegurar la debida protección
del afectado, sin perjuicio de los demás derechos que pueda hacer valer ante la autoridad o los
tribunales correspondientes.
Procederá, también, el recurso de protección en el caso del Nº8º del artículo 19, cuando el
derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación sea afectado por un acto u omisión
ilegal imputable a una autoridad o persona determinada.
"En ejercicio de las facultades económicas de que está investida esta Corte, en conformidad con
lo preceptuado por el artículo 79 de la Constitución Política y artículo 96 Nº 4 e inciso final, del
Código Orgánico de Tribunales, se acuerda dictar el siguiente Auto Acordado para regular la
tramitación y fallo del recurso de protección de garantías constitucionales a que se refiere el
artículo 20 de la Carta Fundamental:
2º.- El recurso se interpondrá por el afectado o por cualquiera otra persona en su nombre,
capaz de parecer en juicio, aunque no tenga para ello mandato especial, por escrito en papel
simple o por cualquier medio electrónico.
3º.- Acogido a tramitación el recurso, la Corte de Apelaciones ordenará que informe, por la
vía que estime más rápida y efectiva, la persona o personas, funcionarios o autoridad que según
el recurso o en concepto del Tribunal son los causantes del acto u omisión arbitraria o ilegal, que
haya podido producir privación, perturbación o amenaza del libre ejercicio de los derechos que
se solicita proteger, fijándole un plazo breve y perentorio para emitir el informe, señalándole que
conjuntamente con éste, el obligado en evacuarlo remitirá a la Corte todos los antecedentes que
existan en su poder sobre el asunto motivo del recurso.
En los casos en que el recurrido sea un organismo público, bastará la notificación al jefe local
del servicio o a su representante en el territorio jurisdiccional respectivo.
Recibido el informe y los antecedentes requeridos, o sin ellos, el Tribunal ordenará traer los
autos en relación y dispondrá agregar extraordinariamente la causa a la tabla del día
subsiguiente, previo sorteo, en las Cortes de Apelaciones de más de una Sala.
Los oficios que fueren necesarios para el cumplimiento de las diligencias decretadas se
despacharán por comunicación directa, por correo o por cualquier medio electrónico; a través de
las Oficinas del Estado o por medio de un ministro de fe. El Tribunal cuando lo juzgue conveniente
para los fines del recurso, podrá decretar orden de no innovar.
4º.- Las personas, funcionarios u Órganos del Estado afectados o recurridos, podrán hacerse
parte en el recurso.
5º.- Para mejor acierto del fallo se podrán decretar todas las diligencias que el Tribunal estime
necesarias. La Corte apreciará de acuerdo con las reglas de la sana crítica los antecedentes que
se acompañen al recurso y los demás que se agreguen durante su tramitación.
La sentencia que se dicte, ya sea que lo acoja, rechace o declare inadmisible el recurso,
será apelable ante la Corte Suprema.
104
105
7º.- Recibidos los autos en la Secretaría de la Corte Suprema, el Presidente del Tribunal
ordenará dar cuenta preferente del recurso en la Sala que corresponda, la cual si lo estima
conveniente, se le solicita con fundamento plausible y especialmente cuando se le pide de común
acuerdo por recurrente, recurrido y quienes hayan sido considerados como partes en el
procedimiento, podrá ordenar que sea resuelto previa vista de la causa, disponiendo traer los
autos en relación, evento en el cual el recurso se agregará extraordinariamente a la tabla
respectiva de la Sala que corresponda.
8º.- Para entrar al conocimiento del recurso o para el mejor acierto del fallo, la Corte Suprema,
podrá solicitar de cualquier autoridad o persona los antecedentes que considere necesarios para
la resolución del asunto.
Todas las notificaciones que deban practicarse se harán por el estado diario.
9º.- Tanto en la Corte de Apelaciones como en la Corte Suprema, cuando en ésta se traiga el
recurso "en relación", la suspensión de la vista de las causas procederá por una sola vez a
petición del recurrente, cualquiera que sea el número de ellos y respecto de la otra parte, aunque
fuere más de uno el funcionario o persona afectada, sólo cuando el Tribunal estimare el
fundamento de su solicitud muy calificado. La suspensión no procederá de común acuerdo de
las partes.
10º.- La Corte de Apelaciones y la Corte Suprema, en su caso, fallará el recurso dentro del
quinto día hábil, pero tratándose de las garantías constitucionales contempladas en los números
1º, 3º inciso 5º, 12º y 13º del artículo 19 de la Constitución Política, la sentencia se expedirá
dentro del segundo día hábil, plazos que se contarán desde que se halle en estado la causa.
11º.- Tanto la Corte de Apelaciones como la Corte Suprema, cuando lo estimen procedente,
podrán imponer la condenación en costas.
13º.- Si respecto de un mismo acto u omisión se dedujeren dos o más recursos, aún por
distintos afectados, y de los que corresponda conocer a una determinada Corte de Apelaciones,
de acuerdo con lo establecido en el punto primero del presente auto, se acumularán todos los
recursos al que hubiere ingresado primero en el respectivo libro de la Secretaría del Tribunal
formándose un solo expediente, para ser resueltos en una misma sentencia.
14º.- Firme el fallo de primera instancia por haber transcurrido el plazo para interponer el
recurso de apelación, sin que éste se hubiere deducido, o dictado sentencia por la Corte Suprema
cuando fuere procedente, se transcribirá lo resuelto a la persona, funcionario o autoridad cuyas
105
106
actuaciones hubieren motivado el recurso de protección, por oficio directo, o por cualquier medio
electrónico si el caso así lo requiere.
15º.- Si la persona, el funcionario o el representante o Jefe del Órgano del Estado, ya tenga
éste la calidad de titular, interino, suplente o subrogante, o cualquiera otra, no evacuare los
informes o no diere cumplimiento a las diligencias, resoluciones y sentencias dentro de los plazos
que la Corte de Apelaciones o la Corte Suprema ordenaren, conforme a lo establecido en este
Auto Acordado, podrán éstas imponer al renuente, oyéndolo o en su rebeldía alguna o algunas
de las siguientes medidas: a) amonestación privada; b) censura por escrito; c) multa a beneficio
fiscal que no sea inferior a una unidad tributaria mensual ni exceda de cinco unidades tributarias
mensuales; y d) suspensión de funciones hasta por cuatro meses, tiempo durante el cual el
funcionario gozará de medio sueldo. Todo ello además de la responsabilidad penal en que
pudieran incurrir dichas personas.
16º.- Este Auto Acordado reemplaza el de 29 de marzo de 1977, sobre la misma materia y
empezará a regir treinta días después de su publicación en el Diario Oficial.
106
107
23 DE SEPTIEMBRE DE 2013
RECURSO DE PROTECCIÓN
E INTERDICCIÓN DE LA
ARBITRARIEDAD
Sobre la razonabilidad del acto por el cual una ISAPRE aplica un
reajuste al plan de salud como consecuencia de la ampliación de las
Garantías Explicitas de Salud (GES)
INFORME EN DERECHO
107
108
Preámbulo.
Fue hace poco más de 100 años, en 1911, que Frederick Winslow Taylor publicó
“The principles of Scientific management”. En este trabajo, el autor
norteamericano propuso las bases para una producción a gran escala que fuera
eficiente. Es lo que se conocería más tarde como “Taylorismo”; un esquema
caracterizado, entre otros, por los siguientes rasgos: a) hiper especialización de
los operarios, b) mecanización de los procesos, c) cerrar cualquier margen a la
improvisación y la creatividad individual, y d) sujeción estricta a tiempos y
premios a la velocidad. El esquema taylorista prometió, y proveyó, producción
industrial masiva, a bajo costo y en poco tiempo. Tal como lo grafica
magistralmente Chaplin en “Tiempos Modernos”, esta fórmula encerraba, sin
embargo, el riesgo cierto de producir una clase completa de operarios
embrutecidos y alienados por una acción completamente rutinaria, desvinculada
de toda significación social.
Cien años después que Taylor, en 2011, Philip Brown, Hugh Lauder y David
Ashton han acuñado el término “Taylorismo digital” para referirse al fenómeno
por el cual la informatización permite extender la lógica de la producción en
cadena a los trabajos intelectuales.68 En este nuevo contexto, sería posible diseñar
sistemas en que, a partir de sofisticados programas informáticos, se sustituya el
discernimiento y juicio de decenas, cientos o miles de profesionales
especialmente educados para ello, por una serie de códigos y protocolos
preestablecidos.
68“The global auction: the broken Promises of Education, Jobs and Incomes”, Oxford University Press,
2011.
108
109
Nada tiene de reprochable que las distintas Cortes de Apelaciones del país fallen
cientos o miles de recursos que plantean un mismo problema utilizando
exactamente el mismo lenguaje. Por el contrario, y en la medida que ello dé
cuenta de una convergencia de criterios y esté en línea con las definiciones de la
Tercera Sala de la Corte Suprema, el cut & paste de Considerandos estándar es
un desarrollo positivo. Lo que debe cautelarse, sin embargo, es que los tribunales
109
110
La arbitrariedad.
70Como es de rigor en estudios de esta naturaleza, en todo caso, nuestro examen se circunscribirá a los
aspectos estrictamente constitucionales y legales. Por lo mismo, no nos hacemos cargo de las distintas
consideraciones sociales, de política pública o económicas que pudieren esgrimirse a favor o en contra
de las partes en pugna o de los intereses que ellas defienden.
110
111
En uno de los textos clásicos sobre este tema, el profesor Eduardo Soto Kloss
afirmaba hace ya tres décadas que la arbitrariedad es “voluntad no gobernada
por la razón, acto u omisión carente de razonabilidad”, agregando que ella
“indica …falta de proporción entre los motivos y el fin o finalidad a alcanzar,
ausencia de ajuste entre los medios empleados y el objetivo a obtener, o aún
inexistencia de los hechos que fundamentan un actuar, o sea una actuación
carente de fundamentación”.71
Eduardo Soto Kloss afirmó, entonces, y con mucha fuerza, que el término
“arbitrario” no era un sinónimo de ilegal, sino que comprendía otra especie de
irregularidad. En el terreno de la actividad estatal, la diferencia sería la siguiente:
mientras la ilegalidad se refiere a la infracción, por parte de la Administración,
de los aspectos reglados de su actuación; la arbitrariedad sería una falta cometida
en el terreno del ámbito de discrecionalidad de que goza la autoridad.72
71
Soto, Eduardo: “El Recurso de Protección”, Editorial Jurídica de Chile, 1982, pp. 188-189.
72
Soto, Eduardo; Op. Cit. P. 189
111
112
En 2012 las Cortes de Apelaciones del país conocieron del orden de 30.000
Recursos de Protección contra las Isapres. De ese total, que constituye cerca del
95% de todas las acciones de ese tipo deducidas en ese año, un altísimo porcentaje
fue acogido.
Quisiera, sí, llamar la atención sobre el que me parece que es el más completo y
actualizado trabajo académico sobre este tema. Me refiero al artículo “El cambio
del eje referenciador del derecho a la protección de la salud a partir de la
jurisprudencia constitucional sobre el sub-sistema privado de salud”, publicado
hace apenas dos meses por el profesor Tomás Jordán. Allí se encontrará un muy
73
Todos estos datos históricos en, Gómez, Gastón: “Derechos fundamentales y Recurso de protección”,
Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2005, pp. 421-464.
74
Véanse, entre otros: Bertelsen, Raúl: “Término unilateral de contrato de salud previsional por parte
de una Isapre”, Informe Constitucional N° 2772, 27 de Agosto de 2002; Bulnes, Luz: “El derecho a la
protección de la salud en la Constitución de 1980”, Gaceta Jurídica, N° 295, 2005; Figueroa, Rodolfo:
“Justificación del rol de las Cortes haciendo justiciables los derechos económicos, sociales y culturales,
en particular, el derecho a la protección de la salud”, Revista Chilena de Derecho, Volumen 36, N° 2,
2009, pp. 313-342; García, José Francisco y Verdugo, Sergio: “Activismo Judicial en Chile ¿Hacía el
gobierno de los jueces?”, Ediciones LYD, 2013; Gómez, Gastón: “Derechos fundamentales y Recurso
de protección”, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago, 2005; Henríquez, Miriam:
“¿Activismo Judicial en la obtención de cobertura adicional para enfermedades catastróficas? Análisis
jurisprudencial 2006-2009”, Estudios Constitucionales, Año 8, N° 1, 2010, pp. 401-424; Vásquez, José
Ignacio: “Comentario y reflexiones en torno a dos fallos recaidos en recursos de protección”, Revista
de Derecho Universidad Finis Terrae, Año VII, N° 7, 2003, pp. 365-386.
112
113
Los casos que nos ocupan enfrentan a numerosos afiliados a Isapres que han
interpuesto Recursos de Protección contra el alza aplicada a sus planes por
concepto de las nuevas patologías incorporadas este año a la categoría de
Garantías Explicitas en Salud. Los distintos reclamos alegan que las Isapre han
incurrido en arbitrariedad. Muchos de estos Recursos han sido acogidos.76 Hay
otros, sin embargo, que han sido rechazados.77
Al momento de examinar las sentencias recientes de las Cortes que han acogido
Recursos de Protección contra alzas en el precio de los planes de salud por
concepto GES, se observa que la mayoría de ellas reproducen, textualmente, el
razonamiento de un par de fallos que, sobre esta materia -pero en relación al
anterior proceso de ampliación de las garantías AUGE-, dictó durante 2011 la
Excelentísima Corte Suprema.
113
114
En consecuencia, no podría cuestionarse que este mayor valor alegado por las
Isapres tiene como contrapartida una mejoría en las prestaciones correlativas;
sin embargo, ello no es suficiente para excluir el reproche de arbitrariedad que
se atribuye al incremento del precio de las garantías aseguradas (GES), según
se pasará a revisar:
“Décimo: Que, en efecto, del texto de la carta enviada por Isapre Colmena
Golden Cross S.A: a la recurrente, en lo pertinente, sólo se da a conocer que
“a partir del 1° de Julio de 2010 se agregan nuevas enfermedades, las que
sumadas a las anteriores -56- llegan a un total de 69”. Como consecuencia de
lo anterior, continúa la carta, el precio GES aumentará desde 0,150 hasta
0,330 UF mensual.
Así, frente a un incremento del ciento veinte por ciento (120%) del costo de
estas Garantías Explicitas, la recurrida ha proporcionado a su afiliada una
información claramente insuficiente, la cual no permite a esta cotizante
114
115
Con el propósito de explicar la razón que llevó a Colmena Golden Cross a fijar
un valor de 0,330 unidades de fomento mensual por beneficiario, esto es,
superior al determinado por las autoridades, entrega un cúmulo de cifras y
datos que pueden resultar plausibles en el financiamiento en los mayores
gastos que debe solventar, derivados de la ampliación de las Garantías
Explicitas en Salud, pero esa información no fue proporcionada a la
recurrente.
En todo caso, uno de los factores que arguye la Isapre para explicar el
incremento del precio impugnado, es, a lo menos, sorprendente. Manifiesta
que los ingresos provenientes de los cobros de cotizaciones de las Garantías
Explícitas en Salud (GES) deben sumarse a las totalidad de los ingresos de las
115
116
Isapres, las que quedan obligadas a pagar Impuesto al Valor Agregado (IVA)
sobre el total de los ingresos que perciben por concepto de cotizaciones de
salud, incluidas las GES, quedando sólo eximidas de tal impuesto el monto
correspondiente al siete por ciento (7%) del máximo de la remuneración
imponible, que corresponde actualmente a una cotización de 4,529 unidades
de fomento, encontrándose, lo que exceda de dicho límite, gravado con la tasa
del Impuesto al Valor Agregado.
116
117
Existen, por una parte, aquellos párrafos que dan cuenta de un cuestionamiento
frontal de los cobros que pretende efectuar la Isapre (Considerandos Octavo,
Undécimo, párrafos cuarto y quinto, Duodécimo y Décimo tercero). En estos
acápites, el juzgador le resta validez y legitimidad a los motivos que esgrime la
Isapre para justificar el alza. En la misma medida en que se reconoce, sin
embargo, que la Isapre ha actuado dentro del marco de las facultades que le
concede la ley, este tipo de intervención judicial trasunta la voluntad de entrar a
discutir las bases técnicas o económicas sobre las que tanto la ley N° 19.996, la
117
118
Cabe destacar que así como hubo magistrados que suscriben ambos tipos de
razonamiento, existen otros Ministros que, expresamente, dejan constancia en
2011 que si concurren a la decisión de acoger los recursos lo hacen únicamente
en base al segundo grupo de fundamentos. Es el caso de la Ministra Rosa Egnem
y del Ministro Haroldo Brito.
Razonabilidades.
En 2011, como hemos visto, la Corte Suprema concluyó que las alzas entonces
aplicadas por las Isapres para efectos de incorporar la expansión de las GES eran
arbitrarias o, dicho en otras palabras, adolecían de una falta de razonabilidad tal
que justificaba acoger los Recursos de Protección que contra ellas se dedujeron.
118
119
Muchas y muy relevantes son, en efecto, las diferencias entre la situación que
enfrenta el afiliado ante un reajuste o un alza unilateral de sus planes y la del que
se informa de la ampliación del GES. En el primer caso, los aumentos pueden ser
diferenciados, no necesariamente suponen nuevas o mejores prestaciones, son
anuales y se aplican sin referencia a valores públicos. En el segundo caso, en
cambio, las alzas deben ser comunes a todos los afiliados, por definición suponen
una prestación nueva y adicional (aumenta el contenido del plan sin sustituir
ninguna de las prestaciones ya pactadas), son en principio trianuales y pueden
cotejarse con la referencia de la Prima Universal que calcula el Estado.
119
120
Las diferencias anotadas son jurídicamente relevantes. Por lo mismo, una Corte
Suprema que no ha sucumbido a la inercia del taylorismo debe aplicar un examen
de razonabilidad diferenciado.
En términos concretos, pensamos que en caso de las alzas GES la tarea de las
Cortes consiste, principalmente, en verificar que las actuaciones reprochadas se
hayan ajustado a la ley. Constatada esa circunstancia, los tribunales podrían
enervar, además, aquellas casos en que se detecta un claro abuso de las facultades
discrecionales y que no ha podido ser neutralizado oportunamente por la
Superintendencia.
Ha tenido razón la Corte Suprema, sin embargo, al enfatizar que, más allá de lo
que diga la ley, existe un derecho de las personas a entender de qué manera se
va produciendo la ampliación del régimen de GES y las repercusiones de todo
tipo que ello irroga. Es evidente, por lo demás, que hay bastante base en la propia
Constitución Política para que la Corte Suprema exija a las Isapres que informen
adecuadamente a sus afiliados los fundamentos de un alza en el valor de sus
planes, cualquiera sea el motivo del cambio,
La Información
Veíamos más arriba que la más fuerte de las argumentaciones esgrimidas por la
Corte Suprema para acoger los Recursos de Protección contra las alzas del GES
dijo relación, en 2011, con la insuficiencia de los antecedentes justificatorios que,
entonces, recibían los afiliados. Comprobamos, también, que al fallar de esta
manera, la Corte Suprema estaba profundizando una línea jurisprudencial que
ya cumple prácticamente una década, aquella que, en palabras de Tomás Jordán,
busca la interdicción de la arbitrariedad ante la habilitación legal para alzar los
planes de salud privado.
121
122
79
No existe un modelo único de carta. Existen algunas que son muy simples y directas. En otros casos,
se advierte el deseo de ir avanzando en la línea de proporcionar más información. Por vía ejemplar,
hemos podido comparar la carta que envío Isapre Colmena Golden Cross S.A. en 2010 para efectos de
informar el alza en el valor de los planes por concepto GES (que subían de 0,15 a 0,33 UF mensual por
beneficiario) y la carta remitida con igual propósito, por la misma Isapre, ahora en 2013 (que aumenta
el valor de 0.33 a 0,40 UF mensual por beneficiario).
El resultado de la comparación es que la carta informativa de 2013, amén de conformarse
completamente con las exigencias formales y materiales de la Circular N° 185 de la Intendencia de
Fondos y Seguros Previsionales que imparte instrucciones sobre las nuevas condiciones de salud
garantizadas, contiene más y mejor información que la carta equivalente de 2010.Veamos:
- Mientras la carta de 2010 explica la ampliación de cobertura señalando: “A partir del 1 de Julio
de 2010 se agregan nuevas enfermedades, alas que sumadas a las anteriores llegan a un total de 69”, la
carta de 2013 informa expresando: “…a contar del 1° de Julio próximo entra en vigencia un nuevo
decreto GES, el cual considera un aumento de cobertura, desde los 69 problemas de salud vigentes a
un total de 80 problemas de salud. Entre los 11 problemas de salud que se adicionan están consideradas
patologías de alta frecuencia y/o gran relevancia en el gasto de salud de las familias chilenas, tales
como el hipotiroidismo en mayores de 15 años, el Lupus Eritematoso Sistémico, diversos tipos de
Cancer (Colorrectal, ovárico, epitelial, de la vejiga y el osteosarcoma), el tratamiento quirurjico de las
valvupatías mitral, tricúspidea y aórtica, el trastorno bipolar, la hipoacusia moderada en menores de 2
años y la erradicación del helicobacter Pylori”.
- Mientras la carta de 2010 no explica el beneficio concreto de la ampliación de la cobertura, la carta
de 2013 explica “si bien el tratamiento de la mayoría de las nuevas patologías ya se encuentra cubierto
por su actual Plan de Salud, las Garantías Explicitas en Salud (GES) consideran nuevas prestaciones o
beneficios que no estaban cubiertos; tales como los medicamentos de uso ambulatorio, un copago bajo
y fijo por parte del beneficiario y una cobertura sin tope financiero ni temporal.
122
123
El hecho que las estadísticas oficiales prueben que los afiliados a Isapres
aprovechan, proporcionalmente, más las GES que los inscritos en FONASA,
puede indicar, también, que la información sobre este tema está fluyendo
eficazmente a los cotizantes del subsistema privado.
Conclusiones.
Ahora bien, ninguna automatización de los procesos puede llegar al extremo que
el sistema judicial se vuelva ciego o sordo a las diferencias de cada caso.
La situación planteada a propósito del alza en los valores de los planes de salud
en relación a la ampliación de las GES tiene su propia especificidad y debe ser
abordada por los tribunales en su propio mérito. Ni los prejuicios ni la inercia
pueden llevar a la simple reiteración del “Se acoge, …con costas”.
123
124
En el curso de este Informe, hemos visto que han sido dos los tipos de reproche
que se han dirigido históricamente contras las alzas GES.
Muchas y muy relevantes son, en efecto, las diferencias entre la situación que
enfrenta el afiliado ante un reajuste o un alza unilateral de sus planes y la del que
se informa de la ampliación del GES. En el primer caso, los aumentos pueden ser
diferenciados, no necesariamente suponen nuevas o mejores prestaciones, son
anuales y se aplican sin referencia a valores públicos. En el segundo caso, en
cambio, las alzas deben ser comunes a todos los afiliados, por definición suponen
una prestación nueva y adicional (aumenta el contenido del plan sin sustituir
ninguna de las prestaciones ya pactadas), son en principio trianuales y pueden
cotejarse con la referencia de la Prima Universal que calcula el Estado.
Las diferencias anotadas son jurídicamente relevantes. Por lo mismo, una Corte
Suprema que no ha sucumbido a la inercia del taylorismo debe aplicar un examen
de razonabilidad diferenciado.
En términos concretos, pensamos que en caso de las alzas GES la tarea de las
Cortes consiste, principalmente, en verificar que las actuaciones reprochadas se
hayan ajustado a la ley. Constatada esa circunstancia, los tribunales podrían
enervar, además, aquellas casos en que se detecta un claro abuso de las facultades
discrecionales y que no ha podido ser neutralizado oportunamente por la
Superintendencia.
Habiendo aplicado estas ideas al caso concreto que espera sentencia de Apelación
en la Excelentísima Corte Suprema, he llegado a la personal conclusión que no
ha existido, en esta ocasión, ningún tipo de arbitrariedad. Por lo mismo, ese
Recurso debiera rechazarse.
125
126
FUENTES CONSULTADAS
Aldunate, Eduardo: “La protección al acecho: las consecuencias del abandono de
las reglas de interpretación en el ámbito del Recurso de Protección”, Revista de
Derecho de la Universidad Católica de Valparaíso, XX, Valparaíso, Chile, 1999,
pp. 225-242.
Figueroa, Rodolfo: “Justificación del rol de las Cortes haciendo justiciables los
derechos económicos, sociales y culturales, en particular, el derecho a la
protección de la salud”, Revista Chilena de Derecho, Volumen 36, N° 2, 2009, pp.
313-342.
Jordán, Tomás: “La ley 19.966, que crea un Régimen General de Garantías en
Salud. Sinopsis y Análisis desde la perspectiva de los Derechos Humanos”,
Anuario de Derechos Humanos, Universidad de Chile, 2005, pp. 99-109.
Jordán, Tomás: “El cambio del eje referenciador del derecho a la protección de la
salud a partir de la jurisprudencia constitucional sobre el sub-sistema privado de
salud”, Estudios Constitucionales, Año 11, N° 1, 2013, pp. 333-380.
127
128
Marshall, Pablo: “El efecto horizontal de los derechos y la competencia del juez
para aplicar la Constitución”, Estudios Constitucionales, Año 8, N° 1, 2010,
Universidad de Talca,pp. 43-78.
Martinez, José Ignacio: “Los particulares como sujetos pasivos de los derechos
fundamentales: la doctrina del efecto horizontal de los derechos”, Revista
Chilena de Derecho, Número Especial, 1998, pp. 59-64;
Ortúzar, Alvaro: “El abuso del Derecho ante la Constitución”, en “Estudios sobre
reformas al Código Civil y Código de Comercio”, Editorial Jurídica de Chile,
2003.
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20 de Agosto de 2017
ILEGALIDAD Y ARBITRARIEDAD EN
MATERIA DE SANCIONES SANITARIAS
POR PUBLICIDAD DE ALIMENTOS “ALTOS
EN” DIRIGIDA A MENORES DE 14 AÑOS
-INFORME EN DERECHO-
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Se cumplen exactamente 60 años desde que el Dr. Seuss publicó en los Estados
Unidos el famoso libro ilustrado para niños “¡Cómo el Grinch se robó la
Navidad!” (How the Grinch stole Christmas!).80 En esta obra, que se ha
transformado en un clásico infantil, el personaje del Grinch, un ser alto, verde
y malhumorado que detesta las celebraciones navideñas de sus vecinos,
decide arruinar dichas fiestas, escondiendo todos los adornos, regalos y
símbolos alusivos. La historia, en todo caso, termina bien, pues el Grinch, sus
vecinos, y los lectores, descubren que el verdadero sentido de la Navidad no
está en los objetos y en la parafernalia de ocasión, pero que, en todo caso,
siempre es agradable festejar compartiendo regalos y cosas ricas.
80 Publicado por Random House en 1957. El libro, del que se han hecho muchísimas ediciones, ha sido
traducido a más de 20 idiomas (¡incluyendo una versión en latín!). El año 2000 el estudio Universal hizo una
adaptación cinematográfica del libro, protagonizada por Jim Carrey.
81 Nos referimos concretamente a la Resolución Exenta N° 3847/2017, de la SEREMI de Salud que aplicó las
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82Existe abundante doctrina e importante jurisprudencia comparada que afirma que la publicidad está
garantizada, además, por el derecho a la libertad de expresión. Tal es el caso, paradigmáticamente, de la Corte
Suprema norteamericana que, desde 1976, viene señalando que el “commercial speech” está protegido por la
garantía del Free Speech de Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. En mi opinión, existen
buenas razones para pensar que existen suficientes vínculos lógicos y fácticos entre expresión política y
expresión comercial como para justificar alguna protección constitucional especial para el discurso
publicitario. No estoy convencido, sin embargo, que dicho discurso merezca exactamente la misma protección
que las opiniones e informaciones que no buscan promocionar la venta de un producto.
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Señalemos que sanciones cómo las que aplica la SEREMI cuando fiscaliza el
cumplimiento de la legislación sanitaria pueden, eventualmente, pasar a
llevar otros derechos además de la libertad económica. En caso de
discriminación arbitraria se vulneraría la igualdad en la ley (artículo 19
Número 2 de la Constitución). Si se impidiera u obstaculizara el acceso
expedito a la tutela judicial se violaría la igual protección de la ley en el
ejercicio de la ley (artículo 19 N° 3 de la Carta Fundamental). Si se
desconociera, en fin, alguno de los atributos o facultades del dominio que se
tiene sobre un producto o marca, se pasaría a llevar el derecho de propiedad,
ya sea el general, o el intelectual o industrial (artículo 19 Números 24 y 25 de
la Constitución).
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Señalemos, de entrada, que parece del todo razonable que el legislador quiera
adoptar una actitud paternalista frente al niño, intentando acotar la presión
que puede ejercer sobre su ánimo una campaña publicitaria directa que apele
–invasiva y agresivamente- a sus preocupaciones y anhelos infantiles.83 De
este modo, además, la ley se transforma en un aliado, y no un adversario, de
la tarea formativa que en éste, como en otros campos, compete
primordialmente a los padres de los niños (el artículo 19 N° 10 de la
Constitución reconoce que “los padres tienen el derecho preferente y el deber
de educar a sus hijos”).84
No tiene sentido reproducir en esta parte todos los textos legales que aplican
al problema.85 Vale la pena, sí, concentrarse en la idea central de los artículos
7 de la ley N° 20.606 y 1° de la ley N° 20.869; que son aquellos en los que,
precisamente, se apoya la SEREMI para sancionar y prohibir: la publicidad de
los productos “altos en” no podrá dirigirse a los menores de 14 años.
Queda claro, entonces, que sí puede haber publicidad de productos “altos en”.
Lo que no se permite es que dicha publicidad se dirija a menores de 14 años.
La verdad es que la idea de publicidad “dirigida” se presta a ciertas dudas.
Siempre he sido de la opinión, en todo caso, que algunas de las prohibiciones
más específicas contenidas en la misma ley N° 20.606 ayudan a comprender a
qué apunta la ley cuando habla de publicidad dirigida (p.e. “no podrá
inducirse su consumo por parte de menores o valerse de medios que se
aprovechen de la credulidad de los menores. La venta de alimentos
especialmente destinados a menores no podrá efectuarse mediante ganchos
comerciales no relacionados con la promoción propia del producto, tales como
regalos, concursos, juegos u otro elemento de atracción infantil”).86
83 Sobre el principio del “Interés Superior” del niño, véase la Convención de los Derechos del Niño. Este último
Tratado, ratificado por Chile y que se encuentra vigente, es vinculante para todos los órganos del Estado
chilenos (artículo 5° inciso segundo de la Carta Fundamental).
84 La publicidad que tiene como target a los niños tiene claro que ellos no tienen poder adquisitivo autónomo.
La idea publicitaria, sin embargo, es instalar en el menor la idea de que “debe” tener alguna cosa. La capacidad
que ellos tienen, a su vez, para influir en las decisiones de compra de los adultos radica en lo que se llama
“Pester power” o “nag power”, que podríamos traducir como poder de cargoseo, cateteo o derechamente de
pataleta. Cualquiera que vaya de compras a un supermercado habrá sido testigo del niño que despliega, con
mayor o menor alboroto, este recurso hasta que, muchas veces, termina venciendo, por cansancio, la reticencia
inicial del adulto a cargo.
85 Véase el Anexo.
86 Véase, al efecto: Zapata, Patricio: “La Regulación de la Publicidad de Alimentos”, Informe en Derecho de
26 de Abril de 2013.
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El Recurso de Protección cumple 40 años de vida. Más allá del hecho que la
creación de este instituto correspondió al Acta Constitucional N° 3 de
Septiembre de 1976, su efectiva puesta en marcha supone el correspondiente
Auto Acordado de la Corte Suprema, publicado en el Diario Oficial el 2 de
Abril de 1977. Definido así el procedimiento, comenzaría de inmediato la
interposición de Recursos, el primero de los cuales sería fallado por la Corte
Suprema el 20 de Abril de 1977.87
Aun cuando procede deducirlo para solicitar tutela judicial rápida contra
conductas antijurídicas de privados (principalísimamente la autotutela), el
Recurso de Protección se justifica, fundamentalmente, como el remedio de
urgencia contra actos ilegales o arbitrarios de la Administración. Esto que era
ciertamente correcto en 1977 lo sigue siendo en 2017, entre otras cosas porque
sigue dramáticamente incumplida la promesa, tantas veces hecha por
Presidentes y legisladores, de crear los tribunales contenciosos
administrativos.
87“Hexagón Sociedad Importadora y Exportadora”, Rol 12.513, en “Fallos del Mes”, N° 221, pp. 53-57 y en
“Gaceta Jurídica”, N° 8, pp. 25-26.
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nivel legal, otras vías procesales que pudieren servir un propósito similar (de
hecho, el artículo 20 de la Constitución deja en claro que este Recurso es “sin
perjuicio de los demás derechos que pueda hacer valer ante la autoridad o los
tribunales correspondientes”). Lo anterior no obsta, por supuesto, que pueda
pedirse al recurrente de Protección que justifique, aunque sea mínimamente,
cuál es la razón que le lleva a preferir este instituto constitucional de urgencia
existiendo una acción especializada de rango legal.88 O que, a nivel legal,
pueda establecerse algún tipo de prelación u orden de preclusión a efectos que
no se superpongan resoluciones judiciales eventualmente contradictorias.89
88 Véase: Fermandois, Arturo y Chubretovic, Teresita: “El Recurso de Protección en asuntos ambientales:
criterios para su procedencia postinstitucionalidad ambiental (2010-2015)”, Revista Chilena de Derecho,
Volumen 43, N° 1, Abril de 2016, pp. 61-90.
89 Véase, en este sentido, por ejemplo, el artículo 6 de la ley N° 20.609, más conocida como ley “Zamudio”.
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Este Recurso de Protección viene a ser, entonces, la única manera que tiene
Carozzi para obtener un control judicial oportuno de un acto administrativo
que le causa importante perjuicio económico.
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Hemos llegado aquí al que nos parece es el punto más débil de la Resolución
Exenta que se analiza. Nos referimos a la equivocada interpretación que asume
que toda y cualquier forma que atraiga el interés de los menores es,
automáticamente, publicidad dirigida a este grupo etario.
Esta seria confusión está en la base de las sanciones aplicadas. Ella está
recogida expresamente en los considerandos de la Resolución Exenta 3847-
2017: “Que la estructura de cartón tipo góndola o similar, con dibujos alusivos
a la navidad y animaciones sobre esta festividad (cintas, adornos navideños,
luces, ventanas en las que al interior del dibujo se ven regalos, pino navideño
adornado etc.) con productos alimenticios o cualquier otro alimento con sellos
u octágonos de advertencia “alto en calorías”, “alto en grasas saturadas”, y
“alto en azucares”, que estén dispuestos en sala de venta del establecimiento,
atrae el interés de menores de 14 años en consecuencia constituye
publicidad dirigida a este grupo etario, infringiendo la normativa sanitaria al
respecto” (el subrayado es nuestro).
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las pastas y las conservas. Todo lo anterior, empujado por una legión de
promotoras con ropa más o menos ajustada. Nada de esto, por supuesto, va
dirigido a los menores de 14 años.
La ley N° 20.606 no tiene por objeto sancionar a las empresas que ajustan la
presentación visual de sus productos a las modas culturales o a los temas con
que se asocian ciertas fechas. Cuando Carozzi coloca un conejo en Abril o un
reno en Diciembre está simplemente plegándose a cánones sociales. Los
primeros en aceptar y promover esos cánones somos los adultos. Nosotros
compramos árboles de navidad. Nosotros somos los que entramos apurados
al supermercado buscando caramelos con motivos alusivos a la ocasión de que
se trata. En una de esas, alguien puede pensar que ese tipo de consumo es
torpe e imitativo. A más de algún Grinch puede molestar un materialismo tan
burdo. Puede ser. Lo que es claro es que ni la ley N° 20,606 ni la SEREMI de
Salud existen para resolver ese problema. En lo que respecta a nosotros los
adultos, el paternalismo se agota en la colocación visible de etiquetado que nos
advierte de los riesgos de nuestras decisiones.
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ANEXO
Ley N° 20.606
Artículo 5°.- El Ministerio de Salud determinará los alimentos que, por unidad de peso o volumen,
o por porción de consumo, presenten en su composición nutricional elevados contenidos de calorías,
grasas, azúcares, sal u otros ingredientes que el reglamento determine. Este tipo de alimentos se
deberá rotular como "alto en calorías", "alto en sal" o con otra denominación equivalente, según sea
el caso.
La Autoridad Sanitaria, en ejercicio de sus atribuciones, podrá corroborar con análisis propios la
información indicada en la rotulación de los alimentos, sin perjuicio del ejercicio de sus facultades
fiscalizadoras.
Artículo 6°.- Los alimentos a que se refiere el artículo anterior no se podrán expender, comercializar,
promocionar y publicitar dentro de establecimientos de educación parvularia, básica y media.
Asimismo, se prohíbe su ofrecimiento o entrega a título gratuito a menores de 14 años de edad, así
como la publicidad de los mismos dirigida a ellos.
En todo caso, no podrá inducirse su consumo por parte de menores o valerse de medios que se
aprovechen de la credulidad de los menores. La venta de alimentos especialmente destinados a
menores no podrá efectuarse mediante ganchos comerciales no relacionados con la promoción propia
del producto, tales como regalos, concursos, juegos u otro elemento de atracción infantil.
Toda publicidad de alimentos efectuada por medios de comunicación masivos deberá llevar un
mensaje, cuyas características determinará el Ministerio de Salud, que promueva hábitos de vida
saludables.
En todas aquellas disposiciones de esta ley donde se utilice la expresión "menores de edad", deberá
entenderse que se refiere a menores de catorce años.
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Artículo 7.- La publicidad de los productos descritos en el artículo 5° no podrá ser dirigida a niños
menores de catorce años.
Para los efectos de esta ley se entenderá por publicidad toda forma de promoción, comunicación,
recomendación, propaganda, información o acción destinada a promover el consumo de un
determinado producto.
Artículo 8°.- La promoción de los alimentos señalados en el artículo 5° no podrá realizarse utilizando
ganchos comerciales no relacionados con la promoción propia del producto, cuando esté dirigida a
menores de catorce años.
En ningún caso se podrán utilizar ganchos comerciales tales como juguetes, accesorios, adhesivos,
incentivos u otros similares.
Artículo 1º.- Se prohíbe la publicidad que induzca al consumo de los alimentos señalados en el inciso
primero del artículo 5º de la ley Nº 20.606, sobre composición nutricional de los alimentos y su
publicidad, que, por su presentación gráfica, símbolos y personajes utilizados, se dirija a menores de
catorce años, captando preferentemente su atención.
Ninguna publicidad de alimentos podrá afirmar que los referidos productos satisfacen por sí solos los
requerimientos nutricionales de un ser humano. Además, no deberá usar violencia o agresividad y
no podrá asociar a menores de edad con el consumo de bebidas alcohólicas o tabaco.
Se prohíbe el ofrecimiento o entrega a título gratuito de los alimentos señalados en el inciso primero,
con fines de promoción o publicidad, a menores de catorce años.
Artículo 110 bis: Tratándose de cualquier alimento o producto alimenticio que, en su composición
nutricional, contenga energía, sodio, azúcares o grasa saturada en cantidades superiores a las
establecidas en la Tabla Nº1 del artículo 120 bis de este reglamento, no se podrá realizar publicidad
dirigida a menores de 14 años, cualquiera sea el lugar donde ésta se realice.
Para estos efectos, se podrá considerar que la publicidad está dirigida a este grupo etario si emplea,
entre otros elementos, personajes y figuras infantiles, animaciones, dibujos animados, juguetes,
música infantil, si contempla la presencia de personas o animales que atraigan el interés de menores
de 14 años, o si contiene declaraciones o argumentos fantásticos acerca del producto o sus efectos,
voces infantiles, lenguaje o expresiones propias de niños, o situaciones que representen su vida
cotidiana, como son la escuela, el recreo o los juegos infantiles. Esta calificación deberá ser fundada.
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Del mismo modo, también se entiende que la publicidad de tales alimentos o productos alimenticios
está dirigida a menores de 14 años, cuando se realiza en programas o sitios web dirigidos a ese público
objetivo; o cuando estos programas o sitios web capten una audiencia de menores de 14 años, mayor
al 20%. Tampoco podrán publicitarse dichos alimentos o productos alimenticios en espacios
publicitarios durante, entre o inmediatamente antes o después de la difusión de dichos programas o
sitios web.
Los alimentos o productos alimenticios que, en su composición nutricional, contengan energía, sodio,
azúcares o grasa saturada en cantidades superiores a las establecidas en la Tabla Nº1 del artículo 120
bis de este reglamento, no podrán ofrecerse o entregarse gratuitamente a los menores de 14 años, ni
utilizar ganchos comerciales dirigidos a éstos, no relacionados con la promoción propia del producto,
tales como: juguetes, accesorios, adhesivos, incentivos u otros similares.
La publicidad de estos alimentos que se efectúe por medios de comunicación masivos, deberá llevar
un mensaje que promueva hábitos de vida saludable, cuyas características serán determinadas por
decreto supremo del Ministerio de Salud dictado "por orden del Presidente de la República".
Se exceptuarán de las disposiciones de este artículo, los alimentos o las mezclas de éstos, a los que no
se les haya añadido azúcares, miel, jarabes, sodio o grasas saturadas.
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